Introducción
La adolescencia constituye una etapa de cambios biológicos, psicológicos, sociales y afectivos (Papalia, 2003). Dichos cambios implican la consolidación de la estructura física, cognitiva y de personalidad de cada individuo. No obstante, las experiencias negativas en esta etapa pueden afectar su estado emocional y conductual, hasta el punto de ingresar en la categoría "disocial" (Llanes & Castro, 2002), la misma que se caracteriza por reacciones de violencia, agresividad y abuso de sustancias, entre otras. Estas manifestaciones autodestructivas son el producto del déficit de habilidades de adaptación conductual a los contextos sociales, familiares, escolares y personales en los que los jóvenes se desenvuelven. En efecto, los datos emitidos por el Consejo Nacional de Control de Sustancias Estupefacientes y Psicotrópicas (CONSEP, 2013) corroboran esta falencia al señalar que el promedio de edad en la que los adolescentes ecuatorianos empiezan a consumir drogas es de 14.3 años. En ciudades del país como Quito y Guayaquil, la edad en que un joven empieza a consumir marihuana es de 15.56 y 14.15 años, respectivamente. A su vez, en 2016 se reportaron 41 casos de internamiento en el Centro de Adolescentes Infractores Ambato; sus causas principales son: las carencias afectivas, los conflictos intrafamiliares, el abandono, la negligencia educacional e institucional, entre otras. En dichos casos se observaron dificultades significativas de adaptación conductual que se incrementan conforme aumenta la edad, según Velasco, Alvarez, Carrera y Vásconez (2014).
Frente a este escenario, es esencial identificar las habilidades de adaptación conductual para determinar el comportamiento del adolescente en las diferentes circunstancias de su vida. Hay que mencionar que en el Ecuador no se cuenta con herramientas que se enfoquen en este tipo de población y que permitan valorar objetivamente dichas habilidades. Por tanto, el objetivo del presente trabajo consistió en diseñar un Cuestionario de habilidades de adaptación conductual orientado a adolescentes de 14 a 18 años de edad que responda a estas necesidades.
Adaptación conductual
La adaptación implica un doble proceso de ajuste de la conducta del individuo a sus propios deseos, gustos, preferencias y necesidades, pero también a las circunstancias del entorno en el que vive (Pérez & Magaz, 2011). Al respecto, existen varias posturas. La teoría evolucionista la concibe como la capacidad de las especies para sobrevivir y adaptarse eficazmente a las circunstancias. Por su parte, la sociología sostiene que es la modificación de la conducta hacia las normas de convivencia más armónicas. El constructivismo considera que es un proceso cognitivo que, según Piaget, permite el ajuste de los nuevos conocimientos y experiencias a las demandas del ambiente (Sigelman & Rider, 2017). En síntesis, todas estas posturas advierten que la adaptación constituye un proceso que permite el ajuste de la conducta a las demandas del propio individuo y del ambiente.
El presente estudio se fundamenta en la construcción del Cuestionario a través de categorías que tienen como referentes: a) la teoría ecológica del desarrollo humano de Bronfenbrenner (1987), que desarrolla el concepto de sistema ambientale, donde se expone que en los microsistemas se estructuran las interacciones del individuo con su entorno inmediato (familia, amigos, aula y compañeros escolares), lo que influyen en los modelos de adaptación conductual que construye el adolescente (González & Pedroza, 2017); b) la teoría de Goleman, planteada en el 2008, sobre la inteligencia emocional y sus componentes intra e interpersonal, y c) los criterios de Gutiérrez y López, manifestados en el 2015, donde se establece que la madurez, en relación con la conducta, depende de habilidades interpersonales, sociales, asertivas y de la autoestima. Se toman de referencia estas teorías para identificar las habilidades conductuales que promueven el ajuste y la adaptación del adolescente a los procesos de cambios, y así constituir las dos categorías, nos referimos a la perspectiva social-contextual y práctico-funcional. A continuación, se describen las habilidades agrupadas en las dos categorías anteriores.
Social-contextuales. Están formadas por un conjunto de habilidades que facilitan un adecuado desarrollo emocional y conductual del sujeto. Su fortaleza radica en establecer una relación eficaz con el contexto social, puesto que constituyen una combinación amplia de ideas, sentimientos, creencias y valores que son fundamentales en los adolescentes. Las subcategorías que forman esta categoría son las siguientes:
Comportamiento social. Es una serie de conductas que permiten a los individuos interactuar en su medio y relacionarse con los demás de manera efectiva y satisfactoria, en sentido positivo. No obstante, las carencias afectivas y privaciones ambientales o sociales pueden desencadenar conductas de riesgo, como el uso de la violencia, el consumo de drogas o el consumo de alcohol (Elster, 2010).
Inteligencia emocional. Es considerada como la habilidad para ejercer control cognitivo sobre las emociones, aun en situaciones de estrés, a fin de recuperar el equilibrio físico y la estabilidad emocional. Esta habilidad, según Goleman (2008), favorece la interacción eficaz del individuo consigo mismo y con el entorno. Para Extremera y Fernández (2013), la inteligencia emocional es la capacidad para establecer buenas relaciones sociales que favorecen el desarrollo de la creatividad.
Asertividad. Es la habilidad que poseen las personas para expresarse de manera amable, franca, abierta y para defender sus derechos y opiniones. Permite reconocer el propio valor y el respeto al derecho del otro. Esto lo validan Gutiérrez y López (2015) al indicar que los resultados altos en evaluaciones de autoconcepto, habilidades sociales, interpersonales y conductas asertivas influyen en el comportamiento que favorecen las relaciones escolares sanas y eficaces.
Resolución de conflictos. Constituye la aplicación de habilidades cognitivas, afectivas y prácticas en la solución de problemas que, conjuntamente con la resiliencia, actúan como factores protectores de problemas de conducta asociados a conflictos con la ley, conductas violentas y delictivas (Do Amaral, Maia, & Bezerra, 2015).
Iniciativa. Es la virtud de autodirigirse, comprender y planear una tarea para la consecución de objetivos sin influencia externa. En este caso, el sujeto demuestra creatividad en la búsqueda de alternativas y oportunidades para alcanzar los propósitos planteados, conforme a sus expectativas (Woolfolk, 2006).
Administración del tiempo. Tiene relación con la habilidad de otorgar tiempo apropiado para la realización de actividades tanto académicas como escolares, familiares o sociales, conforme a su orden de prioridad e importancia, con el fin de no dejar de lado tareas esenciales y optar por unas menos importantes o urgentes (Tracy, 2016).
Flexibilidad. Se refiere a la habilidad para ajustarse a los cambios. Se identifica en el grado de tolerancia que demuestra el sujeto a las modificaciones que se presentan en la ejecución de una tarea. Para Zaldívar y Sosa (2005), la flexibilidad constituye un rasgo del pensamiento que favorece a la aplicación de recursos cognitivos en la generación de alternativas y toma de decisiones frente a un problema o una tarea.
Prosocialidad. Es observable en comportamientos que, sin la búsqueda de recompensas materiales, permiten que otras personas o grupos cumplan metas sociales objetivamente positivas. Según Cantón, Cortés y Cantón (2011), la prosocialidad aumenta la probabilidad de generar una reciprocidad positiva de calidad en las relaciones interpersonales o sociales consecuentes.
Práctico-funcional. Estas competencias conforman un conjunto de acciones que determinan la habilidad de los individuos para responder a las exigencias del ambiente y, por tanto, están relacionadas a la adaptación y utilización de los recursos que tienen disponibles para desenvolverse en forma adecuada y satisfactoria. Esta categoría engloba las siguientes subcategorías:
Actividades de la vida diaria. Tienen relación con los hábitos de autocuidado, organización y satisfacción de necesidades, lo que favorece la adaptación del sujeto a las demandas de la vida diaria (Moruno & Romero, 2006).
Actividades académicas-ocupacionales. Incluyen una serie de aptitudes, habilidades y actitudes que contribuyen al desarrollo de tareas escolares o responsabilidades en forma satisfactoria, entre las que están: respeto a reglas, autonomía conductual, autodeterminación y auto-dirección (Blesedell, Cohn, & Boyt, 2008).
Actividades funcionales del hogar. Se reflejan en la capacidad para asumir responsabilidades del hogar en forma autónoma, pero también para establecer una relación armónica con los demás miembros de la familia (Blesedell et al., 2008).
Seguridad y protección. Se manifiestan en un conjunto de acciones encaminadas a salvaguardar el bienestar físico y emocional de sí mismo y de los demás. En este sentido, Ibarlucea (2012) lo relaciona con la prevención de situaciones de riesgo, como el consumo de alcohol, tabaco o drogas, lo cual contribuye a mejorar el estilo de vida.
Método
Diseño
El diseño del Cuestionario de habilidades de adaptación conductual se fundamenta en la investigación instrumental aplicada a la psicología, a través de la cual se establece el procedimiento operativo que determina la construcción del mismo. Dicho proceso parte de la determinación clara de los objetivos de la investigación y las características del constructo, que tienen un carácter unidimensional. Está establecido a partir del análisis de los componentes teóricos que intervienen en el fenómeno de estudio y en la comprensión de las características de los sujetos, especialmente en lo relacionado a la etapa de desarrollo y las condiciones socio-ambientales en las que se desenvuelve el sujeto (Bernal, 2006).
Posteriormente, se establecieron los criterios de medición del constructo a través de los indicadores e ítems agrupados en tres categorías: cognitiva, práctico-funcional y social-contextual. Sin embargo, debido a la baja consistencia interna de los ítems en la categoría cognitiva, se descartaron. Por su parte, las categorías social-contextual y práctico-funcional presentaron un nivel aceptable de confiabilidad. En relación a la categoría social-contextual, se trabajó con todos los indicadores detallados anteriormente, es decir con 65 ítems. La categoría práctico-funcional arrojó un total de 37 ítems.
Participantes
El cuestionario se aplicó a 617 adolescentes escolarizados del cantón Ambato. No se consideraron válidas 201 pruebas, debido a que presentaron errores en las respuestas; se incluyeron casos como los de respuesta incompleta: relación estereotipada y de inconsistencias en las preguntas de control. Por lo tanto, finalmente se trabajó con una población de 416 adolescentes, de los cuales 283 fueron hombres (68%) y 133 mujeres (32%). La edad media de los participantes fue de 16 años (DE = 1.93). En cuanto al tipo de familia a la que pertenecen, el 48.8% proviene de familias nucleares, el 35.3% de familias monoparentales y un mínimo porcentaje, el 15.9%, de otro tipo de familias. A su vez, el 72.4% de los adolescentes proceden del sector urbano, mientras que el 27% lo hacen del rural.
Las unidades educativas que participaron en el estudio fueron: San Alfonso (privada), Leonardo Murialdo (fiscomisional), Rumiñahui (fiscal-urbana) y Pasa (fiscal-rural). La aplicación de los instrumentos se realizó luego de la solicitud de autorización y consentimiento informado en cada una de las instituciones.
Técnicas e instrumentos
La construcción del Cuestionario se sustentó en la técnica psicométrica para la determinación de las propiedades del instrumento, conforme las necesidades del contexto. En el proceso de recolección de información se aplicó el instrumento propiamente dicho, como también una ficha sociodemográfica ad hoc para el análisis de las variables psicosociales, que tienen relación con los indicadores de prevalencia.
Procedimiento
La construcción del instrumento partió de la comprensión semántica de la adaptación conductual, vista desde un enfoque epistemológico, sociológico y psicológico para, posteriormente, entenderse como un proceso de ajuste de la conducta a las necesidades propias del individuo, así como a las circunstancias y demandas del medio que le rodea. Este procedimiento permitió el diseño de la matriz de operacionalización de variables con sus respectivas categorías e indicadores, de donde se desprendieron los ítems del cuestionario inicial para la aplicación de la prueba piloto.
Cabe indicar que previo a la participación de los estudiantes se firmó un convenio con el Ministerio de Educación, con el objetivo de obtener la autorización de las autoridades de cada plantel, el consentimiento informado de parte de los representantes legales y el asentimiento informado de los menores para proteger su integridad y, efectivamente, garantizar la calidad de la información.
La administración del instrumento se desarrolló de manera grupal, con una duración de 50 minutos por grupo. Para reducir cualquier tipo de fraude y garantizar condiciones adecuadas de aplicación, se contó con la presencia de dos evaluadores, uno de los cuales se encargó de la administración del cuestionario y el otro en calidad de observador.
Una vez obtenidos los datos, estos fueron analizados estadísticamente a través del software SPSS versión 21, bajo los siguientes criterios:1) el análisis descriptivo de las puntaciones del Cuestionario, 2) la determinación de la consistencia interna (e.i., coeficiente alpha y lamb-da2) y 3) el análisis factorial exploratorio, a través de la prueba KMO, la prueba de esfericidad de Bartlett y el gráfico de sedimentación de Cattell, los mismos que se especifican en el análisis de datos.
Análisis de Datos
El análisis de fiabilidad del Cuestionario se realizó través del coeficiente de consistencia interna alfa de Cronbach y la Lambda2 de Guttman, cuya comparación otorgó precisión a los resultados de la siguiente manera: en la categoría cognitiva, un nivel bajo (α = .047 y λ2 = .165), mientras que en la social-contextual (α = .737 y λ2 = .758) y en la práctico-funcional (α = .749 y λ2 = .766) se dio un nivel aceptable.
La depuración produjo la siguiente reestructuración en el Cuestionario:
En el factor 1 (categoría cognitiva): se retiraron los 14 ítems con una fiabilidad baja de α = .047, lo que refleja un elevado grado de discrepancia entre los resultados.
En el factor 2 (categoría social-contextual): de 80 ítems de la prueba piloto se conservaron 65 por sugerencia del análisis de confiabilidad, por lo tanto, la fiabilidad se incrementó a un nivel aceptable de α = .790 y λ2 = .798.
En el factor 3 (categoría práctico-funcional): de 48 ítems analizados en la prueba piloto, se retiraron los inconsistentes y se estructuró la categoría en 37 ítems, con una fiabilidad aceptable de α = .771 y λ2 = .781.
De esta forma, el cuestionario piloto de 142 ítems quedó constituido por 102 ítems distribuidos en dos categorías (social-contextual y práctico-funcional), que alcanzó una fiabilidad global alta de α = .858 y λ2 = .864. Según Morales (2013), estos coeficientes determinan que el instrumento es apto para procesos de diagnóstico, lo que garantiza su aplicación y utilidad para el proceso investigativo.
Para determinar la distribución de las subcategorías se aplicó el análisis factorial, un método estadístico que permite agrupar ítems que se intercorrelacionan fuertemente. En la categoría social-contextual se realizó el estudio con 65 ítems y se aplicó el método de rotación Varimax, que busca maximizar las ponderaciones del factor. Luego, a los resultados obtenidos se los agrupó en 4 factores, como se observa en la Tabla 1. Así, la distribución fue la siguiente: factor 1 con 6 ítems, factor 2 con 3, factor 3 con 4 y factor 4 con 2. Por lo tanto, esta categoría quedó conformada por 15 ítems, con una varianza de 27.43%.
Nota: a Método de extracción: Máxima verosimilitud. Método de rotación: Normalización Varimax con Kaiser. Varianza: 27.428%. a. La rotación ha convergido en 5 iteraciones.
El ajuste del análisis factorial se determinó a través del estadístico descriptivo correlacional de la medida de adecuación de la muestra KMO (.68), así como la prueba de esfericidad de Bartlett con una significancia (p < .001), con lo que se confirmó la aplicación del análisis factorial. Por su parte, la prueba de sedimentación de Cattell permitió determinar la magnitud de auto valores.
Como se observa en la Figura 1, el gráfico de sedimentación presenta un corte en la tendencia descendente de la regla, en 4 factores de agrupación de los ítems, similar a la propuesta del análisis factorial.
El análisis factorial exploratorio de la categoría práctico-funcional se realizó con 37 ítems y con un procedimiento estadístico similar al de la categoría socialcontextual. El resultado fue la agrupación de 5 factores que se muestra en la Tabla 2. Su distribución fue la siguiente: factor 1 con 5 ítems, factor 2 con 5, factor 3 con 3, factor 4 con 2 y factor 5 con 2. Por lo tanto, la categoría práctico-funcional quedó conformada por 17 ítems, con una varianza de 27.69%.
Nota: Método de extracción: Máxima verosimilitud. Método de rotación: Normalización Varimax con Kaiser.
Varianza: 27.428%. a. La rotación ha convergido en 5 iteraciones.
Para el análisis factorial de la categoría práctico-funcional la medida de adecuación KMO = .79 de correlación; mientras que la prueba de esfericidad de Bartlett terminó con cinco componentes. Es así que el nivel de significancia fue de (p < .001), con lo que se confirmó la aplicación del análisis factorial. La magnitud de auto valores establecidos, a través de la prueba de sedimentación de Catell, presentó un corte en la tendencia descendente de la regla en 5 factores de agrupación de los ítems, como se observa en la Figura 2.
Los análisis de la sedimentación que recogen las figuras 1 y 2 indican una inflexión a partir del cuarto y quinto auto valor, respectivamente. El resto de factores se consideraron residuales porque sus valores dependen de los errores muestrales, equivalentes a las estimaciones de las correlaciones realizadas entre los ítems del cuestionario. Con todos estos pasos se determinó la primera etapa del proceso de construcción del Cuestionario de habilidades de adaptación conductual para adolescentes. A partir de aquello se requirió un ajuste de los componentes para alcanzar un nivel de saturación adecuado de las variables en cada uno de los factores establecidos.
Discusión
El propósito principal de la investigación fue la construcción del Cuestionario de habilidades de adaptación conductual para adolescentes, conformado por tres categorías fundamentales: la cognitiva, la social-contextual y la práctica-funcional. Para el análisis de los indicadores del instrumento, se tomó como referentes la teoría ecológica (Bronfenbrenner, 1987), junto con la teoría sobre la inteligencia emocional (Goleman, 2008), a su vez se toman de referencia los criterios de Gutiérrez y López (2015), el autoconcepto, las dificultades interpersonales, las habilidades sociales y las conductas asertivas en los adolescentes.
Los datos obtenidos en la construcción del cuestionario tiene relación con la fiabilidad del Inventario autodescriptivo del adolescente (IADA; Lucio et al., 2010), puesto que presenta un coeficiente global de α = .90. Este resultado está relacionado con estudios previos, aplicados en muestras ecuatorianas, sobre los niveles y factores de riesgo psicosocial en adolescentes escolarizados, en los que el IADA obtiene un coeficiente global de α = .93 (Moreta, Reyes, Mayorga, & León-Tamayo, 2017). Por lo tanto, la fiabilidad de los cuestionarios son similares, en virtud de que el Cuestionario de habilidades de adaptación conductual para adolescentes alcanzó una confiabilidad global de α = .85, con lo que se garantiza su aplicabilidad en la población de estudio. La comparación se realiza con el IADA, ya que la población de estudio es similar en edad y en características educativas.
Se aplicó el análisis factorial con el que se determinó: en la categoría social-contextual, de los 15 ítems que conforman el grupo, se contemplaran 4 factores; en la categoría práctico-funcional, de los 17 ítems se producen 5 factores, con un total de 32 ítems. Esta estructura llevó a que los ítems del instrumento pasaran por un reajuste en el grado de comunalidad. A su vez, en torno al desarrollo y la adaptación del instrumento, se tomó como referencia los procesos estadísticos efectuados en el análisis del Inventario de situaciones sociales (ISS; Guaygua & Roth, 2008), que se conjugó con el análisis factorial de criterio, en el que se incluye la aplicación de la prueba de esfericidad de Bartlett, al igual que la prueba Kaiser-Meyer-Olkin.
Todo lo expuesto en párrafos anteriores permitió comparar los números de factores de diferentes escalas de habilidades sociales. Mejía, Servín, Crisantos, González y González (2016) desarrollan y validan la Escala de habilidades sociales entre iguales para adolescentes (EH-SENIA), la misma que se estructura con 28 ítems y 5 dimensiones. Sin embargo, el instrumento de la presente investigación se planteó finalmente con 9 factores, manteniendo la posibilidad de ser reajustados, conforme a los criterios de extracción (KMO, Esfericidad de Bartlett, gráfico de sedimentación de Cattell y el análisis factorial exploratorio).
Conclusión
En forma general, los resultados del estudio demuestran que existen indicadores representativos de las habilidades conductuales que favorecen la adaptación de los adolescentes. No obstante, el número de ítems establecidos en el cuestionario original requieren simplificación, conforme al análisis factorial exploratorio. Dichos hallazgos promueven el planteamiento de futuras investigaciones que garanticen criterios de estabilidad y consistencia de los ítems, así como la extensión de la aplicación del cuestionario a otras poblaciones y contextos de carácter social, educativo y clínico.
Adicionalmente, es necesario mencionar que el Cuestionario de habilidades de adaptación conductual para adolescentes quedó conformado con 32 ítems, distribuidos en dos categorías, con sus respectivas subcategorías: a) la social-contextual (15 ítems), que incluye comportamiento social, inteligencia emocional, asertividad, resolución de conflictos, iniciativa, administración del tiempo, flexibilidad y prosocialidad; b) la práctico-funcional (17 ítems), que comprende actividades diarias, académicas, del hogar y de seguridad.