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Psychologia. Avances de la Disciplina

versión On-line ISSN 1900-2386

Psychol. av. discip. vol.13 no.2 Bogotá jul./dic. 2019  Epub 15-Ene-2021

https://doi.org/10.21500/19002386.4001 

Artículos de investigación

¿Masculino, femenino, andrógino o indiferenciado? Relación entre el rol sexual, la afectividad y la inteligencia emocional en personas adultas

Male, female, androgynous or undifferentiated? Relationship between the sexual role, affectivity and emotional intelligence in adult population

Felipe E. García1  * 
http://orcid.org/0000-0002-4161-5840

Carolina Alzugaray1 

Ornella Cisternas1 

Bella Espinoza1 

Geraldine Salgado1 

Sandra Garabito1 

1Facultad de Ciencias Sociales y Comunicaciones; Universidad Santo Tomás; Concepción; Chile.


Resumen

Los roles sexuales tradicionales se han ido modificando a la par de cambios sociales y demográficos. El propósito del presente estudio es determinar en qué medida hombres y mujeres se tipifican dentro de un rol masculino, femenino, andrógino o indiferenciado; además de analizar la relación entre el rol sexual, la afectividad positiva y negativa y la inteligencia emocional. Participaron 193 personas entre 18 y 60 años (50.8 % mujeres). Los resultados indican que los rasgos expresivos muestran una relación positiva más alta con inteligencia emocional y con su dimensión de percepción emocional, mientras que los rasgos instrumentales presentan la relación más alta con afectividad positiva, seguida de la inteligencia emocional. En cuanto a la clasificación de roles, se observa que el rol andrógino muestra mayores puntajes en inteligencia emocional y afectividad positiva que los demás roles. A su vez, el rol indiferenciado muestra los menores puntajes en inteligencia emocional y afectividad positiva que los demás roles. A la luz de los resultados y antecedentes de otros estudios, se concluye, en esta muestra específica, que la adopción de un rol sexual andrógino en hombres y mujeres tiene una relación importante con la afectividad positiva e inteligencia emocional.

Palabras Clave: Masculinidad; feminidad; estereotipos; emociones; afectividad

Abstract

Traditional sex roles have been modified along with social and demographic changes. The aim of the present study is to evaluate to what extent men and women are typified within a male, female, androgynous or undifferentiated role, in addition to analyzing the relationship between sexual role, positive and negative affect, and emotional intelligence. One hundred ninety three people between 18 and 60 years old participated (50.8% women). The results indicate that the expressive features show a higher positive relationship with emotional intelligence and with its dimension of emotional perception, while the instrumental features have the highest relationship with positive affectivity followed by emotional intelligence. Regarding the classification of roles, it is observed that the androgynous role, shows higher scores in emotional intelligence and positive affectivity than the other roles. In turn, the undifferentiated role shows the lower scores in emotional intelligence and positive affectivity than the other roles. In light of the results and background of other studies, it is concluded, in this specific sample, that the adoption of an androgynous sexual role in men and women has an important relationship with positive affectivity and emotional intelligence.

Keywords: Masculinity femininity; stereotypes; emotions; affectivity

Introducción

Los roles sexuales se definen como los estereotipos de origen sociocultural sobre el comportamiento esperable en hombres y mujeres de acuerdo con su sexo (Barra, 2004; Cabral, 1983), y que implican auto-conceptos generales en su valoración del rol (Etchezahar, 2014). El rol sexual proporciona información sobre lo que una persona es, debe ser y se espera que sea, por el solo hecho de ser hombre o mujer (Monreal & Martínez, 2010).

El rol sexual ha llegado a ser reconocido como una construcción social, contextualizada e incrustada en la cultura, y susceptible de aprender y desaprender (Vonk, Mayhew & Zeigler-Hill, 2016). Su construcción está influida por factores biológicos y socioculturales (Díaz-Loving, Rivera & Sánchez, 2001; Herrera, 2000; Yubero & Navarro, 2010), y por eso varían de acuerdo con la época y cultura. Evidencia de ello es que en los últimos años los roles sexuales se han modificado; por ejemplo, una persona de 50 años desempeña roles distintos a una de 20 años, aunque se mantienen las creencias estereotipadas en los procesos de socialización (Monreal & Martínez, 2010). Este proceso de socialización -primaria y secundaria, y posteriormente diferencial- transmite las normas y valores del contexto familiar, escolar, social y comunicacional, en los que las niñas se identifican con el modelo femenino y los niños con el modelo masculino (Freixas, 2012; Herrera, 2000). Por ejemplo, en un estudio realizado hace más de dos décadas por Alcalay, Gonzalez, Reinoso y Lizana (1994), los participantes concibieron al padre asociado al espacio de trabajo como figura de autoridad, proveedor, quien toma las decisiones en el hogar, dominante, que posee control emocional, valiente, entre otros adjetivos relacionados al rol sexual de masculinidad. Por otro lado, la madre se asoció al espacio doméstico y cuidado de los hijos(as), destinada a la procreación y entrega de afecto, tales como caricias, abrazos, besos, etc., vinculándose al rol sexual de feminidad. Estudios más actuales muestran que estos roles han variado en la cultura hispanoamericana, pues ya no existirían diferencias tan marcadas entre los roles de hombres y mujeres (Echabe, 2010). En un metanálisis (Donnelly & Twenge, 2017) se encontró que los niveles de las mujeres en feminidad han disminuido significativamente en los últimos años. Dichos cambios pueden reflejar la adopción de nuevas normas respecto al rol sexual (Eagly, Wood & Diekman, 2000).

Szpitalak y Prochwicz (2013) explican que tanto los hombres como las mujeres tienen atributos femeninos y masculinos, por lo que los roles sexuales no son exclusivos de uno u otro sexo. Si bien la mayoría de las mujeres tienen niveles más altos de feminidad, y la mayoría de los hombres tienen niveles más altos de masculinidad, en algunos casos los hombres son más femeninos y las mujeres son más masculinas. Por ese motivo, los roles sexuales se pueden clasificar en masculinos, femeninos, andróginos e indiferenciados (Alcalay et al., 1994; Barra, 2004; Díaz-Loving et al., 2001; Monreal & Martínez, 2010). El masculino describe rasgos instrumentales de seguridad en sí mismo, poder y control, orientación a metas, asertividad, autonomía, independencia y dominio del control externo. El femenino describe rasgos expresivos orientados a las relaciones sociales/afectivas, preocupación por el bienestar del otro, dependencia, debilidad, crianza/apoyo/cuidado de los hijos(as), intuición, sensibilidad. La androginia alude a quienes asumen e integran atributos masculinos y femeninos, no limitando su comportamiento social y expresándose con mayor libertad (Bem, 1974; Freixas, 2012; Sebastián, Aguíñiga & Moreno, 1987); además, reflejan flexibilidad conductual, ajuste emocional-personal (Lara, 1991) y son más creativos y asertivos (Cabral, 1983). Los indiferenciados son aquellos sujetos que puntúan bajo en sus niveles de masculinidad y feminidad (Alzugaray & García, 2015; Barra, 2010).

Estudios que han comparado los distintos roles sexuales en relación con variables psicológicas han mostrado que la androginia es la que se relaciona en forma más fuerte con variables como bienestar, calidad de vida, inteligencia emocional, estabilidad emocional, autoeficacia, autoestima, ajuste social y adaptación (Belmares & Bermúdez, 2016; Gartzia, Aritzeta, Balluerka & Barberá, 2012; Eichinger, 2000; Stake, Zand & Smalley, 1996).

Uno de los aspectos del rol sexual donde se observan mayores diferencias entre hombres y mujeres es en la expresión afectiva (Alcalá et al., 2006). La afectividad es un conjunto de mecanismos físicos, cognitivos, conductuales, socio-culturales, etc., que engloban estados de ánimo y emociones positivas y negativas (Hervás & Vázquez, 2006). Las emociones positivas y negativas suelen ser independientes entre sí, por lo que si una se encuentra alta, no indica la ausencia de la otra (Robles & Páez, 2003).

Watson, Clark y Tellegen (1988) señalan que la afectividad positiva (AP) alude al modo en que una persona se siente entusiasta, activa y alerta, con plena concentración y compromiso placentero. En contraposición, la afectividad negativa (AN) se relaciona a la angustia y otras emociones que se vivencian como desagradables, como ira, desprecio, disgusto, culpa, miedo y nerviosismo.

Las mujeres muestran un mayor reconocimiento de sus propias emociones, posiblemente porque en la infancia tienen mayor socialización respecto a ellas que los hombres (Monreal & Martínez, 2010; Sánchez, Fernández-Berrocal, Montañés & Latorre, 2008). La educación emocional recibida por parte del padre y la madre ha llevado a que las mujeres sean más hábiles para comunicar emociones negativas, como la tristeza y la preocupación, pues los hombres temen ser cuestionados desde su masculinidad si las expresan (Sánchez et al., 2008). Estas diferencias sexuales se han encontrado incluso en la expresión de emociones positivas, como la gratitud (Roa-Meggo, 2017).

Esto ha llevado a que varios estudios hayan establecido una asociación positiva entre sexo femenino y expresión de emociones negativas, lo que se ha intentado explicar aludiendo a un mayor neuroticismo (Mandelli et al., 2015) o mayor tendencia a las rumiaciones negativas (Broderick & Korteland, 2002) en las mujeres. Sin embargo, estas respuestas emocionales han sido señaladas como características más bien de un rol femenino que del sexo femenino. Por ejemplo, se ha encontrado que las mujeres que presentan roles femeninos más marcados experimentan con mayor intensidad la culpa y la vergüenza, en cambio las mujeres que asumen roles masculinos tienden a disminuir su vergüenza (Benetti-McQuoid & Bursik, 2005). Esta mayor relación del rol femenino con características expresivas ha asociado a la mujer con debilidad, sensibilidad, delicadeza, dependencia y necesidad de protección (Alcalay et al., 1994), adjetivos que la han llevado, incluso, a ser devaluadas socialmente (Herrera, 2000).

Por otro lado, en su proceso de socialización, al hombre se le exige estar orientado a las tareas, ser autónomo, asertivo, dominante, controlar e inhibir sus emociones; se le impulsa a ser predominantemente cognitivo y no demostrar miedo y tristeza, pues es señal de poca virilidad (Alcalay et al., 1994; Ibarra & Díaz, 2016; Toro-Alfonso, Walters-Pacheco & Sánchez, 2012). Esto obstaculiza la expresión y regulación de sus emociones (i.e. los niños no lloran, debes ser hombre para tus cosas, etc.), y a largo plazo repercute en los estados de ánimo y en sus relaciones interpersonales (Alcalay et al., 1994). Los hombres expresan su miedo y su llanto solo en entornos de confianza (Ibarra & Díaz, 2016).

También es posible que una persona, con independencia de su sexo, presente roles tanto femeninos como masculinos. Las personas andróginas tienden a ser sensibles a las emociones y a tener mejores relaciones con otros, respecto de los masculinos; además, pueden afrontar de buena forma situaciones de estrés interpersonal a través de ajustes afectivos (Miao-Que Lin, Li-Shia Huang & Yi-Fang Chiang, 2008). La relación entre los roles sexuales y la expresión de las emociones acerca a este constructo a la inteligencia emocional (Candela, Barberá, Ramos & Sarrío, 2002; Gartzia et al., 2012).

La inteligencia emocional incluye una serie de competencias emocionales, relacionadas con la capacidad para atender los sentimientos y comprenderlos con claridad. En ese sentido, funciona como un regulador de estados emocionales negativos y positivos, por lo que incluye la habilidad de percibir con precisión, valorar y expresar una emoción, así como de comprenderla y regularla para promover el crecimiento emocional e intelectual (Mayer & Salovey, 1993).

Dentro de la inteligencia emocional se distinguen tres dimensiones (Mayer & Salovey, 1993; Goleman, 2010): la percepción emocional (PE) es la habilidad para identificar y reconocer tanto los propios sentimientos como los estados, sensaciones fisiológicas y cognitivas que permiten discriminar emociones en los otros; la comprensión emocional (CE) es analizar e identificar diferentes señales y reconocer o etiquetar emociones positivas-negativas, además de una acción anticipatoria a consecuencias futuras; la regulación emocional (RE) es un grupo de procesos internos y externos responsables de definir cuándo se presentan, experimentan y cómo se expresan las emociones. Así podemos evaluar, supervisar y modificar las reacciones emocionales para alcanzar objetivos y metas (Hervás & Vázquez, 2006).

Estudios meta analíticos han demostrado que las mujeres son, en general, más inteligentes emocionalmente que los hombres (Joseph & Newman, 2010), lo que resulta coherente con su mayor expresividad. En la misma línea, Lopez-Zafra y Gartzia (2014) señalan que las dimensiones de la inteligencia emocional estarían sesgadas por estereotipos de género, pues las personas las perciben como más características de los roles femeninos que masculinos. Sin embargo, Gartzia et al. (2012) encontraron que era el rol andrógino el que presentaba niveles más altos en todas las dimensiones, por lo que al parecer una adecuada inteligencia emocional implica la integración de roles tanto masculinos como femeninos. Guastello y Guastello (2003) coinciden en que las personas emocionalmente inteligentes tienden a expresar un rasgo de roles más amplio que aquellos que no lo son.

Si bien numerosos estudios se centran en diferencias entre hombres y mujeres, tanto en afectividad como inteligencia emocional, pocos son los que lo hacen en función de los roles sexuales (Vonk et al., 2016). Considerando que hoy en día hay un número importante de hombres y mujeres que no se identifican con los roles tradicionales asociados a su sexo, resulta relevante evaluar estas relaciones, dadas las transformaciones sociales y culturales que se han observado en los últimos años.

Es por esto que el presente estudio tuvo como objetivo evaluar la afectividad e IE en hombres y mujeres adultos, relacionándolos con cada rol sexual. Se pretende realizar, en primer lugar, una comparación por sexo; luego establecer la relación entre las distintas variables de estudio, y, finalmente, se comparar las variables de estudio de acuerdo con los roles sexuales. En esta última comparación, las hipótesis fueron las siguientes: 1) Las personas con un rol de feminidad presentan mayor nivel de afectividad positiva que aquellos de rol indiferenciado. 2) Las personas con rol de feminidad poseen mayor inteligencia emocional que aquellos que presentan un rol de masculinidad. 3) Las personas con un rol de androginia poseen mayor afectividad positiva e inteligencia emocional que aquellos con un rol indiferenciado.

Método

Diseño

Se utilizó un diseño de investigación no experimental, de tipo descriptivo y correlacional, correspondiente a un estudio transversal.

Participantes

Se encuestó a 193 personas con residencia en la Región del Biobío, Chile. De ellos, 98 son mujeres, equivalentes al 50.8 %, y 95 hombres, equivalente a un 49.2 %. Las edades fluctuaron entre los 18 y 60 años (M = 36.58; DE = 12.91). Un 40.5 % de ellos está casado, un 43.9 % se encuentra soltero y un 15.6 % corresponde a conviviente, separado, divorciado y viudo. Con respecto al nivel educacional, el 54.2 % posee estudios superiores completos e incompletos, un 41.5 % enseñanza media completa o incompleta y un 4.4 % enseñanza básica. Con relación al nivel socio-económico (NSE), un 2 % se identifica dentro del NSE alto, el 87.8 % se identifica en el NSE medio y un 10.2 % se identifica en el NSE bajo.

Instrumentos

  1. Inventario de Rol Sexual (IRS): fue construido y validado por Barra (2004) en población chilena; consta de 30 ítems y dos dimensiones, rasgos expresivos o femeninos y rasgos instrumentales o masculinos. Se responde en una escala tipo Likert, que oscila de uno (“nunca o casi nunca”) a cinco (“siempre o casi siempre”). En el presente estudio se obtuvo una alta consistencia interna, con ( de Cronbach = 0.82 para ambas subescalas.

  2. Trait Meta-Mood Scale-24 (TMMS-24): basado en el Trait-Meta Mood Scale (Salovey, Mayer, Goldman, Turvey & Palfai, 1995), se utilizó la versión de 24 ítems validada en Chile por Espinoza, Sanhueza, Ramírez y Sáez (2015). La escala evalúa la inteligencia emocional y está subdividida en tres subdimensiones (Percepción Emocional (PE), Comprensión Emocional (CE) y Regulación Emocional (RE)). Se responde en una escala tipo Likert que oscila de uno (“nada de acuerdo”) a cinco (“totalmente de acuerdo”). En el presente estudio se reveló alta consistencia interna en PE (( = 0.88), CE (( = 0.88) y RE (( = 0.87), así como en la escala total (( = 0.91).

  3. Escala de Afecto Positivo y Negativo (PANAS): elaborada por Watson et al. (1988). Se utilizó la escala validada por López-Gómez, Hervás y Vázquez (2015). Consta de 20 ítems con dos dimensiones (Afectividad Positiva (AP) y Afectividad Negativa (AN)). Se responde en una escala tipo Likert desde uno (“nada o muy ligeramente”) a cinco (“mucho”). En el presente estudio se observó una alta consistencia interna, con ( = 0.87 tanto para AP como para AN.

  4. Cuestionario socio-demográfico: se incluyeron preguntas relativas al sexo, edad, comuna de residencia, estado civil, nivel educacional logrado y nivel socioeconómico.

Procedimiento

Se utilizó un muestreo no probabilístico a través de la técnica de muestreo en cadena o bola de nieve. Se estratificó por sexo y por rango de edad, buscando que todos los grupos tuvieran una representación equivalente.

Previo a la aplicación de los cuestionarios, se les solicitó a los/as participantes que firmaran una carta de consentimiento informado, en el que se especificaba el objetivo del estudio, se aseguraba el anonimato y el resguardo de los datos, además de la voluntariedad de la participación. Luego de ello, procedieron a responder los cuestionarios que fue auto-administrado en forma individual.

El proyecto fue revisado y aprobado en sus aspectos éticos por el comité de ética de la Universidad Santo Tomás de Concepción, Chile.

Análisis de datos

Se realizó un análisis descriptivo de las variables estudiadas. Posteriormente, se empleó la correlación r de Pearson para evaluar la relación entre las variables. El análisis de varianza (ANOVA de un factor) fue utilizado para comparar resultados por rol sexual y la prueba t de Student para muestras independientes para comparar por sexo. Para los análisis se utilizó el programa estadístico IBM SPSS v20.

Resultados

En la Tabla 1 se muestra el análisis descriptivo de las variables de estudio para conocer el puntaje mínimo, máximo, la media (M) y la desviación típica (DT) de los instrumentos, como también su fiabilidad.

Tabla 1 Estadísticos descriptivos y comparación por sexo de las variables de estudio (n= 193) 

Variables Mín. Máx. Total Hombres Mujeres valor t valor p
M DT M DT M DT
Rasgos instrumentales 31 75 54.35 8.28 55.53 7.79 53.21 8.62 -1.953 0.052
Rasgos expresivos 22 75 54.56 8.38 52.65 8.00 56.41 8.36 3.186 0.002
IE - Percepción 9 40 25.52 6.81 24.97 6.69 24.97 6.69 1.122 0.263
IE - Comprensión 10 40 27.60 7.05 27.71 6.60 27.50 7.47 -0.210 0.834
IE - Regulación 8 40 30.68 6.31 30.88 6.16 30.50 6.48 -0.429 0.669
IE - Total 46 120 83.80 15.67 83.56 15.55 84.04 15.85 0.220 0.826
Afectividad Positiva 13 50 35.24 7.29 35.94 7.36 34.58 7.21 -1.332 0.185
Afectividad Negativa 10 45 18.15 6.80 17.86 7.03 18.42 6.59 0.595 0.553

Nota: IE = Inteligencia Emocional.

La única variable donde se advierten diferencias por sexo es en rol sexual, donde los hombres muestran rasgos instrumentales más altos que las mujeres y las mujeres rasgos expresivos más altos que los hombres. A través de una prueba t también se pudo establecer que las medias de AP son mayores que las de AN en la muestra total, t(204) = 23.054, p < 0.001.

Se realiza un último análisis para comparar las variables de estudio con relación al grupo de edad. Las edades fueron categorizadas de 18 a 29, 30 a 39, 40 a 49 y 50 a 60 años. Los análisis se realizaron utilizando la prueba ANOVA, la que indicó que no había diferencias por grupo de edad en ninguna de las variables evaluadas, a excepción de la comprensión de las propias emociones (F(3,201) = 2.657; p = 0.05), donde el grupo de mayor edad (M = 29.42; DE = 6.66) presentó medias más altas que el grupo de menor edad (M = 25.94; DE = 7.20).

Se observa en la Tabla 1 que los roles sexuales instrumentales y expresivos poseen M y DT similares, permitiendo el uso del mismo valor M para generar las categorías de rol sexual. En este caso se categorizaron de la siguiente forma los puntajes: ≤ 53 se consideró bajo rol sexual masculino o femenino; ≥ 54 se consideraron alto rol sexual masculino o femenino. Un bajo rol sexual femenino y masculino se categorizó como indiferenciado. Un alto rol sexual femenino y masculino se categorizó como andrógino.

Los/as andróginos están compuestos por un 55.7 % mujeres y un 31 % hombres; los/as femeninos por un 70.8 % mujeres y un 29.2 % hombres; los/as masculinos un 25.7 % mujeres y un 74.3 % hombres, y los/as indiferenciados un 44.7 % mujeres y un 55.3 % hombres. De ese modo, podemos observar que los indiferenciados están compuestos por un porcentaje mayor de hombres que de mujeres, en cambio los andróginos presentan un porcentaje mayor de mujeres que de hombres.

Se realizó un análisis de las correlaciones entre las variables de estudio. Se observa en la Tabla 2 que entre más afectividad negativa, mayor el nivel de percepción emocional; además, el rol sexual expresivo correlaciona con todos los tipos de inteligencia emocional, siendo más alta su relación con la percepción emocional. Además, se observa que la afectividad positiva correlaciona más alto con el rol sexual instrumental que con el rol sexual expresivo.

Tabla 2 Correlaciones r de Pearson entre las variables de estudio (n = 193) 

Variable 2 3 4 5 6 7 8
1. Rasgos instrumentales 0.26*** 0.21** 0.37*** 0.38*** 0.42*** 0.53*** -0.01
2. Rasgos expresivos na 0.52*** 0.29*** 0.25*** 0.46*** 0.23*** 0.03
3. IE - Percepción na 0.41*** 0.28*** 0.73*** 0.25*** 0.25***
4. IE - Comprensión na 0.52*** 0.84*** 0.51*** -0.10
5. IE - Regulación na 0.76*** 0.54*** -0.13
6. IE - Total na 0.56*** 0.01
7. Afectividad Positiva na -0.13
8. Afectividad Negativa             na

Nota: ***p<0.001; **p<0.01. IE= Inteligencia Emocional.

En la Tabla 3 se muestran las comparaciones entre las cuatro categorías de rol sexual, de acuerdo con las variables estudiadas. Se observa que, respecto a la Percepción Emocional, la androginia y la feminidad obtienen mayores puntajes que los indiferenciados y que la androginia obtiene mayor puntaje que la masculinidad. En Comprensión Emocional, la categoría androginia y masculinidad tienen mayores puntajes que los indiferenciados. En Regulación Emocional, los andróginos obtuvieron mayores puntajes que los indiferenciados y en feminidad; sin embargo, la masculinidad tiene mayor puntaje que los indiferenciados. En Inteligencia Emocional Total se observa que feminidad, androginia y masculinidad obtienen mayor inteligencia emocional que los indiferenciados, siendo más alto el puntaje obtenido por el grupo de androginia. En afectividad positiva, la androginia y la masculinidad presentan mayores puntajes frente a los categorizados en indiferenciados y en feminidad. Por consiguiente, se observa que la masculinidad tiene mejor comprensión y regulación emocional que la feminidad. No se observan diferencias significativas entre los grupos en afectividad negativa.

Tabla 3 Comparación de categorías de rol sexual en las variables de estudio (n = 193) 

Variable Indiferenciado Masculinidad Feminidad Androginia F Comparaciones
M DT M DT M DT M DT
IE- Percepción 20.72 5.62 23.51 6.78 26.61 6.32 28.74 5.52 18.718*** A y F > I; A>M
IE- Comprensión 23.7 7.21 27.63 6.33 27.5 5.92 30.16 6.6 9.116*** A y M > I
IE- Regulación 27.04 6.56 31.83 6.62 29.73 5.98 32.77 4.89 9.699*** A > I y F; M<I
IE- Total 71.47 13.1 82.97 13.72 83.39 13.46 91.67 12.95 21.856*** F,A y M> I
Afec. Positiva 31.11 6.95 36.89 5.6 31.54 6.19 39.16 6.45 20.765*** A y M > I y F
Afec. Negativa 17.83 6.34 18.31 7.44 18.76 6.9 18.09 7 0.143  

Nota: ***p<0.001. IE= Inteligencia Emocional. I=Indiferenciado; M=Masculinidad; F=Feminidad; A=Androginia Afectividad.

Discusión

Uno de los propósitos de este estudio fue evaluar la relación que existe entre el rol sexual con la afectividad y la inteligencia emocional en hombres y mujeres adultos. En esta investigación se observa que los rasgos expresivos son más altos en las mujeres y los instrumentales en los hombres. Los rasgos expresivos, propios de la feminidad (Alcalay et al., 1994; Barra, 2004; Díaz-Loving et al., 2001; Monreal & Martínez, 2010), se caracterizan por la preocupación por el bienestar y el cuidado hacia otros, lo que en nuestra cultura es atribución de la mujer.

Por otro lado, no se encontraron diferencias por sexo en inteligencia emocional o en afectividad negativa y positiva, lo que contraviene hallazgos anteriores que indicaban que la mujer poseía mayor inteligencia emocional (Gartzia et al., 2012); en este estudio hay un porcentaje importante de hombres que presentan rasgos expresivos elevados (femeninos o andróginos), lo que permite concluir que son estos roles y no el sexo el que genera diferencias en inteligencia emocional y afectividad, dada la modificación de dichos roles que se observa en la actualidad: hombres con rasgos femeninos y mujeres con rasgos masculinos.

Tampoco se encontraron diferencias en los roles sexuales de acuerdo con la edad. Este resultado parece contradictorio, pues se supone que a mayor edad los roles son más rígidos y, por lo tanto, más marcadamente femenino o masculino. Sin embargo, se debe atender a que el presente estudio es transversal, por eso todos los hombres y mujeres, independiente de la edad, fueron evaluados en el mismo momento. Es probable que los cambios que se han generado con los años en relación con los roles masculinos y femeninos hayan permeado a todos los grupos de edad y no solo a los más jóvenes.

Sí se encontraron diferencias significativas en comprensión emocional en relación con la edad. En este caso, las personas del grupo de edad más alto (50 a 60 años) mostraron un mayor nivel de comprensión que las personas del grupo de edad más bajo (18 a 30 años). La comprensión emocional corresponde a una compleja habilidad que consiste en conocer las causas y consecuencias de las emociones tanto en otros como en sí mismos, además de reconocer los estados emocionales primarios que configuran las emociones secundarias (Fernández-Berrocal & Extremera, 2009). Por lo tanto, consideramos que esta habilidad implicaría un nivel más alto de auto-conocimiento que los otros factores de inteligencia emocional; por ende, es posible que la experiencia adquirida en la vida, algo propio de las personas mayores, lleve a que muestren un nivel más alto en este factor frente a los más jóvenes.

Los rasgos expresivos muestran una alta correlación con la afectividad negativa, lo que podría deberse al cuidado de los otros -propio de este rasgo- que lleva a un descuido del propio bienestar, es decir, una postergación de la propia persona, por lo que incrementaría la presencia de emociones negativas. Por otro lado, se confirma que existe una relación positiva más fuerte de los rasgos expresivos con la inteligencia emocional en general, lo que ha sido consistente en la investigación debido a las características intrínsecas de los rasgos expresivos, más conectados con los aspectos emocionales de la experiencia; al parecer, la presencia de rasgos contraestereotípicos sería más favorable para el desarrollo de la IE (Gartzia et al., 2012).

Se observa que el grupo con mayores niveles de masculinidad posee mayores niveles de afectividad positiva, lo que difiere con lo esperado en la hipótesis uno, es decir, mientras mayores niveles de feminidad, mayores niveles de afectividad positiva. Dufey y Fernández (2012) señalan que una característica de lo masculino se refleja en la proactividad y entusiasmo por lo que realizan, siendo estable en el tiempo, lo que podría explicar su asociación con la afectividad positiva. Además, este resultado sería consistente con los planteamientos que asocian los rasgos instrumentales con una mayor autoestima, explicándose que los rasgos que componen el estereotipo masculino serían más valorados socialmente en relación con los femeninos (Moya, 1985). A su vez, el rol femenino presenta una excesiva dependencia a la valoración de los demás haciendo más vulnerable su autoestima y, por ende, tendiendo a una mayor afectividad negativa (Warren & Mc Eachren, 1983), lo que se corresponde con su mayor nivel de rumiación y sintomatología depresiva (Broderick & Korteland, 2002).

Según los estudios de Guastello y Guastello (2003) y Gartzia et al. (2012), el rol sexual andrógino -altos en masculinidad y en feminidad- posee niveles más elevados de inteligencia emocional y de afectividad positiva. La androginia permite el desarrollo de habilidades psicológicas como la flexibilidad conductual y el ajuste emocional-personal al momento de adaptarse a nuevas circunstancias, no limitando su comportamiento social y expresándose con mayor libertad (Bem, 1974; Freixas, 2012; Sebastián et al., 1987). Esto coincide con la hipótesis 3 que señala que la androginia posee niveles más altos de afectividad positiva e inteligencia emocional en comparación con las otras categorías de roles sexuales.

Las personas andróginas no se apegan a los estereotipos típicos de sexo prescritos culturalmente de forma implícita, lo cual les permite desarrollar una mayor gama de habilidades sociales de interacción y con una mayor plasticidad en su funcionamiento global, lo cual favorece una mayor adaptación a cada nueva e inesperada situación de la vida contemporánea (Stake et al., 1996). Al surgir nuevas necesidades y mejoras en las condiciones de vida y trabajo, la estructura social se ha ido modificando, lo que ha llevado a una mayor incorporación y participación de la mujer en los ámbitos laboral, económico, político, cultural, etc. Las mujeres han incorporado rasgos instrumentales característicos de la masculinidad, necesarios para hacer frente a las exigencias del entorno al asumir mayores funciones y responsabilidades como “dueña de casa”, madre, esposa, trabajadora/profesional (Auster & Ohm, 2000). Esto no quiere decir que la feminidad deje a un lado sus rasgos expresivos, sino más bien se han adaptado e integrado rasgos instrumentales para afrontar de mejor manera la realidad que se vive hoy en día (Díaz-Loving et al., 2001), por lo que no es de extrañar encontrarse con los resultados expuestos en este estudio.

El presente estudio tiene algunas limitaciones. Una de ellas es que al ser una muestra pequeña y no probabilística, no se puede extender en población general los resultados obtenidos; además, al ser un estudio trasversal no se puede establecer si estos roles van modificándose o incorporándose a lo largo del tiempo, para lo cual se requeriría un estudio longitudinal. Por último, su naturaleza no experimental impide establecer relaciones causa-efecto entre las variables estudiadas.

Podemos concluir que tanto los roles sexuales como la cultura sufren variaciones de acuerdo con la época y exigencias del entorno. Una educación no sexista en los procesos de socialización fomentará la desnaturalización de modelos arraigados en torno al constructo social de masculinidad y feminidad en el deber ser de hombres y mujeres. Adoptar un rol sexual andrógino favorecerá el desarrollo pleno de la afectividad positiva e inteligencia emocional, promoviendo una mejor salud mental y un adecuado ajuste social.

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Para citar este articulo: García, F., Alzuragay, C., Cisternas, O., Espinoza, B., Salgado, G., & Garabito, S. (2019). ¿Masculino, femenino, andrógino o indiferenciado? Relación entre el rol sexual, la afectividad y la inteligencia emocional en personas adultas. Psychologia, 13(2), 55-65. doi: 10.21500/19002386.4001.

Recibido: 28 de Febrero de 2019; Aprobado: 13 de Agosto de 2019

*Correspondencia: Felipe E. García, Facultad de Ciencias Sociales y Comunicaciones, Universidad Santo Tomás, Prat 879 (4030000), Concepción, Chile. Correo electrónico fgarcia@santotomas.cl. Fono: +56412108830

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