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Psychologia. Avances de la Disciplina

On-line version ISSN 1900-2386

Psychol. av. discip. vol.14 no.1 Bogotá Jan./June 2020  Epub Jan 28, 2021

https://doi.org/10.21500/19002386.4298 

Artículos de Investigación

Influencia del historial de victimización en mujeres nicaragüenses en la transmisión intergeneracional de la violencia

Influence of the victimization history in Nicaraguan women in the intergenerational transmission of violence

Esther Rivas-Rivero1  * 
http://orcid.org/0000-0001-5092-1260

Enrique Bonilla Algovia1 

1Universidad de Alcalá; Alcalá de Henares; España.


Resumen

La exposición a la violencia y las experiencias de abuso infantil son factores de riesgo para su reproducción en la siguiente generación. Muchos estudios han analizado la transmisión intergeneracional de la violencia, aunque en menor medida se ha investigado este fenómeno en Nicaragua. El objetivo del presente trabajo es analizar la relación entre el historial de maltrato en madres nicaragüenses en situación de pobreza y la violencia en la siguiente generación. En el estudio de corte transversal participaron 124 mujeres que han sufrido diversas formas de polivictimización a lo largo de su vida. Los resultados indican que la presencia de violencia en los y las menores se relaciona con el historial de victimización de la madre, circunstancia que predice la violencia ejercida y padecida en la siguiente generación. Visibilizar el maltrato en la infancia constituye un objetivo prioritario, ya que crecer en contextos en los que se normaliza la violencia deriva en su reproducción.

Palabras clave: Violencia intrafamiliar; violencia filio parental; violencia de pareja; sucesos vitales estresantes; Nicaragua

Abstract

Exposure to violence in childhood and experiences of child abuse are risk factors for a consequent repetition of them in the next generation. Many studies have analyzed the intergenerational transmission of violence, although this phenomenon has been investigated to a lesser extent in Nicaragua. The objective of this paper is to analyze the relationship between the history of abuse in Nicaraguan mothers in poverty and the violence in the next generation. The cross-sectional study involved 124 women who have undergone various forms of poly-victimization throughout their lives. The results indicate that the presence of violence in children is related to the mother’s victimization history, circumstance that predicts the violence suffered in the next generation. Highlighting and identifying child abuse constitutes a priority objective, since growing up in contexts where violence is normalized leads to its reproduction.

Keywords: Domestic violence; Child-to-parent violence; Intimate partner violence; Stressful life events; Nicaragua

Introducción

La violencia ejercida contra los y las menores constituye un problema de salud pública, puesto que a nivel mundial se estima que el 37 % ha padecido violencia psicológica, un 23 % ha sufrido violencia física y el 18 % de las niñas y el 8 % de los niños son víctimas de alguna forma de abuso sexual en diversos contextos (Stoltenborgh, Bakermans-Kranenburg, Alink & Van Ijzendoorn, 2015). En Latinoamérica y el Caribe, 150 millones de menores (17 %) son forzados a mantener relaciones sexuales y otras formas de violencia sexual (OMS, 2017). Concretamente en el ámbito familiar, algunos autores señalan que en torno al 33 % de las personas que han sido víctimas de maltrato en la infancia continúan perpetuando dicho maltrato en la siguiente generación, una tasa seis veces superior respecto a la población general que no ha sufrido maltrato en edades tempranas (Choi et al., 2019).

En este sentido, la violencia ejercida por unos miembros de la familia sobre otros tiene un fuerte impacto social, de ahí que se haya generado un gran interés entre la comunidad científica debido a que la exposición al maltrato procedente de ambientes familiares en los que se ejerce violencia podría derivar en su posible reproducción (Bonilla & Rivas, 2019). Ser testigo de violencia en el contexto familiar constituye un factor de riesgo para el padecimiento o la perpetración en la siguiente generación, puesto que podría favorecer la tolerancia hacia la violencia por el aprendizaje que tiene lugar en el contexto familiar (Shai, Pradhan, Chirwa, Shrestha, Adhikari & Kerr-Wilson, 2019).

El historial de victimización podría relacionarse con la teoría de la transmisión intergeneracional de la violencia (Crombach & Bambonyé, 2015; Martínez, Robles, Utria & Amar, 2014; Rivas, Bonilla & Vázquez, 2018). Esta teoría hace referencia a la influencia que ejerce la familia en menores que, expuestos a esta, aprenderían a ejercerla o tolerarla como consecuencia del aprendizaje social, de modo que asumirían creencias en las que la violencia es desprovista de su carácter agresivo y se normalizaría en las relaciones cotidianas (Martínez et al., 2014). Los menores que presencian situaciones de violencia en el ámbito familiar podrían desarrollar un procesamiento de la información disfuncional que incluiría sesgos en la atribución causal de dicha violencia, así como una evaluación positiva de la agresión que justificaría su reproducción (Calvete & Orue, 2011). Además, existen factores que agravarían la situación de la exposición a la violencia entre los progenitores, como la violencia ejercida directamente contra estos (Greene, Chan, McCarthy, Wakschlag & Briggs-Gowan, 2018).

Se calcula que más de la mitad de los casos en los que existe violencia de pareja también existe violencia contra los hijos e hijas (Afifi, Mota, Sareen & MacMillan, 2017). Además, se ha demostrado que la tasa de repetición de estas conductas violentas en la edad adulta puede superar el 30 % (Crombach & Bambonyé, 2015; Guille, 2004). Según Mora (2015), la relación entre la violencia de pareja y la transmisión intergeneracional derivada del abuso experimentado en la infancia se encuentra en el 42 % de las mujeres que refieren haber sufrido maltrato físico en edades tempranas y en el 30 % de las que experimentaron abuso sexual infantil.

Por lo tanto, ser testigo de violencia en la familia de origen es un factor de riesgo para el padecimiento de violencia de pareja en las mujeres (James, Johnson & Raghavan, 2004). Como consecuencia de la socialización, las víctimas podrían minimizar el maltrato a partir de creencias como pensar que necesitan a su padre, que la familia ha de mantenerse unida, o atribuciones causales de la violencia como que le podrá cambiar, que su unión evita que él caiga en el consumo de sustancias, que lo ha aprendido de niño o que a él también le maltrataron (Echeburúa, Corral & Amor, 2002). Estos mecanismos cognitivos podrían estar mediando y conduciéndolas a la justificación de la violencia que sufren (Calvete & Orue, 2013).

Hay que añadir que, además de poseer un largo historial de maltrato, tener un nivel cultural y socioeconómico bajo también han sido características asociadas a las víctimas (Amor, Echeburúa, Corral, Zubizarreta & Sarasúa, 2002). En este sentido, algunos autores señalan que el estudio de la violencia en el contexto familiar debería abordarse desde un enfoque ecológico (Di Napoli, Procentese, Carnevale, Esposito & Arcidiano, 2019) en el que se incluya no solo la dinámica relacional, sino variables sociales, laborales y culturales que afectan a las figuras parentales (Contreras, Paulsen & Gómez Muzzio, 2018). No obstante, las víctimas de violencia de pareja constituyen un grupo heterogéneo, por lo que se hace difícil establecer un perfil específico, aunque sí parece ser una característica relevante haber estado expuestas a la violencia contra la madre y ser víctimas de maltrato en la infancia (Capaldi, Knoble, Shortt, & Kim, 2012).

Por otra parte, VanderEnde et al. (2016) encontraron que la violencia ejercida por el agresor también deriva, entre otras variables, de los antecedentes de violencia en la familia de origen. La baja calidad de la vida familiar es un buen predictor para su aparición, circunstancia asociada a condiciones de vida difíciles y a factores externos, como la pobreza y la violencia (Lehnig, Nagl, Stepan, Wagner & Kersting, 2019). De este modo, la agresión tiende a interpretarse de modo erróneo, ya que ante el conflicto interpersonal se plantean soluciones violentas (Ison-Zintilini & Morelato-Giménez, 2008). A esto se añade la aceptación del castigo corporal como forma de educar en algunas culturas (Crombach & Bambonyé, 2015). También el control coercitivo por parte del hombre en la relación y el trauma infantil se han asociado al perfil del agresor (Shai et al., 2019). Por lo tanto, el historial previo de violencia podría aumentar la probabilidad de aparición de maltrato contra miembros de la unidad familiar (Rivas et al., 2018), que se agravaría en contextos de pobreza (Tokuç, Ekuklu & Avcioglu, 2010).

Cabe señalar que el estilo parental que se caracteriza por el uso de la agresión y su tolerancia ha derivado en violencia filio parental, definida como el maltrato que niños y niñas ejercen contra sus progenitores (Suárez-Relinque, Moral, León-Moreno & Callejas, 2019). Este tipo de violencia todavía se encuentra oculta, habiendo recibido una atención limitada por asociarse al ámbito privado, así como por considerarse un fracaso en la educación ejercida en los progenitores, de modo que hay una subestimación en las cifras (Ibabe, 2019). A este respecto, estudios recientes refieren tasas del 7.2 % al 22 % para la agresión física y del 65.8 % al 93.5 % para la agresión psicológica (Calvete, Orue & González-Cabrera, 2017; Ibabe, 2019). Además, en casos de violencia grave, hay diferencias según el género, siendo los hijos quienes agreden en mayor medida que las hijas (Ibabe & Jaureguizar, 2010). Este tipo de violencia se debe a la presencia de modelos de comportamiento agresivos cuando los y las menores son expuestos a violencia contra la madre, a lo que se añade que la gravedad del abuso y la victimización que puede desarrollarse posteriormente se relacionan con el tipo y gravedad del maltrato del que fueron testigos (Ibabe, 2019).

En Nicaragua, puesto 124 en el Índice de Desarrollo Humano (PNUD, 2016), en torno al 52 % de las mujeres ha experimentado violencia de diverso tipo a lo largo de su vida (Boyce, Zeledón, Téllez & Barrington, 2016). Otros estudios han encontrado que cerca del 46 % de las mujeres que han sufrido violencia de pareja experimentaron maltrato físico infantil o fueron testigos de violencia en el ámbito familiar (Rivas et al., 2018); empero, esta cuestión se encuentra relativamente invisibilizada y no abundan estudios que aborden esta problemática en la región ( Rivas, Bonilla & Vázquez, 2019). Por lo tanto, en Nicaragua podría existir aceptación hacia el uso de la violencia contra las mujeres, niños, niñas y adolescentes en las dinámicas familiares (Tinoco et al., 2015), problema que se incrementa por la situación de extrema pobreza que se transmite generacionalmente (Vázquez & Panadero, 2016). Además, la falta de dispositivos y los recortes presupuestarios impiden que se lleven a cabo medidas con las que erradicar la violencia que se ejerce en el ámbito privado (Rivas et al., 2019).

En el presente estudio de corte transversal y diseño ex post facto se pretende: 1) conocer el historial de victimización en una muestra de mujeres en situación de pobreza víctimas de violencia de pareja de Nicaragua; 2) estudiar la relación entre el historial de victimización de la madre y el maltrato ejercido contra la siguiente generación; 3) identificar qué combinación de variables podrían predecir el maltrato hacia los y las menores; 4) estudiar la relación entre el historial de victimización de la madre con el posterior maltrato ejercido por la siguiente generación, y 5) identificar qué combinación de variables podrían predecir el maltrato ejercido por los y las menores.

Método

Participantes

En la investigación participaron 124 mujeres de Nicaragua, en situación de pobreza y víctimas de violencia de pareja, un colectivo que vive sometido a un conjunto especialmente grave de situaciones estresantes relacionadas con el padecimiento de violencia a lo largo de sus vidas, como haber sido víctimas de abuso físico y sexual antes de los 18 años y haber sido víctimas de maltrato psicológico, físico y sexual por parte de la pareja. El criterio de inclusión muestral fue ser mujer mayor de 18 años, víctima de violencia, encontrarse en situación de pobreza, aspecto que se estableció por la zona de residencia, y ser madre.

Las entrevistadas, con una media de 31.67 años (DT = 8.921), tenían 2.23 hijos e hijas (DT = 1.655). Algo más de la mitad estaban casadas o en unión de hecho estable (56.5 %). El nivel educativo era bajo, ya que cerca del 46.5 % no disponía de estudios y el 32.3 % tenía un nivel de educación básica. La principal persona aportadora de ingresos en el hogar, en el que convivían 4.48 personas de media (DT = 2.488), era el cónyuge o pareja en el 42.9 % de los casos.

En cuanto al historial de violencia en la infancia de las participantes, el 46.3 % sufrió violencia intrafamiliar a los 4.2 años (DT = 5.850) y el 56.9 % fue testigo del maltrato hacia su madre por parte de su padre a una edad de 9.2 años (DT = 6.910). Además, siendo menores de 18 años, el 46.8 % fue víctima de violencia física y el 25.8 % de abuso sexual. El 26.6 % de las mujeres afirmaron que habían sido víctimas de delitos sexuales a lo largo de toda su vida. En el ámbito de la pareja, las entrevistadas comenzaron a vivir con el agresor a una edad promedio de 19.91 años (DT = 4.929) y llevaban conviviendo -o habían convivido- con él una media de 9.16 años (DT = 6.789). El 42.9 % cohabitaba con el agresor en el momento de la entrevista. Todas las entrevistadas fueron víctimas de violencia psicológica y física, y el 66.9 % padeció violencia sexual. Los malos tratos por parte de las parejas o exparejas ocurrían en el 23.1 % con una frecuencia diaria y en el 45.5 % de los casos se producía dos o tres veces a la semana.

Instrumentos

La información se obtuvo mediante una entrevista estructurada heteroaplicada y diseñada para tal fin. Las entrevistas tuvieron una duración entre 45 y 80 minutos. Para garantizar el anonimato de las mujeres entrevistadas, los datos se procesaron de forma estadística.

Se utilizó una versión modificada del List of Threatening Experiences Questionnaire (LTE-Q; Brugha & Gragg, 1990), que ha sido utilizado en trabajos con colectivos en exclusión social (Vázquez & Panadero, 2016; Vázquez, Panadero & Rivas, 2015). Cuenta con un total de 26 ítems (10 sufridos antes de los 18 años y 16 a lo largo de su vida). De estos se consideraron los relacionados con la exposición a la violencia en la familia de origen (ser testigo del maltrato hacia su madre por parte de su padre u otra pareja y haber padecido maltrato físico y abuso sexual antes de los 18 años), así como sucesos vinculados a circunstancias de pobreza en respuesta dicotómica. El LTE-Q ha mostrado tener alta fiabilidad test-retest. En el presente trabajo, el alfa de Cronbach se sitúa en 0.75, lo que indica un nivel aceptable de consistencia interna.

Para el estudio se incluyeron (ad hoc) atribuciones causales de la violencia sufrida relacionadas con la transmisión intergeneracional de la violencia en el agresor (la educación machista que él había recibido, ser testigo de violencia de pareja en la familia de origen o que haya padecido maltrato en la infancia). Estos ítems tenían dos posibles respuestas (de acuerdo o desacuerdo) respecto a las causas por las que las mujeres de la muestra creían que sus parejas habían ejercido maltrato hacia ellas. También se consideró la frecuencia y la severidad de la violencia ejercida contra las participantes.

Finalmente, se preguntó por la violencia ejercida por parte de la pareja contra sus hijos e hijas, así como si habían sido víctimas de maltrato perpetrado por estos. En el 50 % de los casos hubo maltrato contra los y las menores, y el 21.8 % de las participantes fueron maltratadas por la siguiente generación.

Procedimiento

El acceso a las entrevistadas se realizó gracias a la colaboración de diferentes asociaciones e instituciones públicas que trabajan con mujeres víctimas de violencia de pareja en situación de pobreza de Nicaragua, entre los que se destaca la Comisaría de la Policía Nacional Nicaragüense. Se accedió a través de dos estrategias. En primer lugar, las comisarías contactaron con mujeres que acudieron alguna vez a sus dependencias el año previo al estudio para interponer una denuncia por violencia de pareja. Por otra parte, las asociaciones que colaboran estrechamente con dichas Comisarías facilitaron el acceso a víctimas que no habían interpuesto denuncia por maltrato. Ante la posibilidad de que el bajo nivel de escolaridad supusiese una dificultad en la interpretación del instrumento, el cuestionario se aplicó por dos entrevistadoras con experiencia previa en este tipo de instrumentos. Las entrevistas se iniciaron explicando los objetivos de la investigación y se solicitó el consentimiento informado para llevarlas a cabo. La investigación contó con la aprobación de la Universidad de Alcalá dentro de la III Convocatoria de Ayudas para la realización de Acciones de Cooperación al Desarrollo.

Análisis de datos

La base de datos fue desarrollada y procesada con el SPSS (versión 25.0 para Windows). Se utilizó el estadístico Chi Cuadrado en el caso de las variables nominales. Para considerar un resultado estadísticamente significativo se asumió una probabilidad de cometer un error tipo I de p < 0.05. Para medir el efecto en la relación se utilizó la prueba V de Cramer (Vc). Se evaluó el riesgo y el efecto de la correlación a través de análisis Odds Ratio (OR) con intervalos de confianza del 95 % (IC) (Canavos, 2003). La prueba t de Student para muestras no relacionadas se empleó en las variables continuas. Con el análisis a través del estadístico D de Cohen se midió el tamaño del efecto en las variables continuas. Por último, se realizó un análisis de regresión logística binaria con el fin de predecir qué variables se relacionan con el maltrato sufrido y ejercido en la siguien te generación.

Resultados

En la Tabla 1 se observan diferencias estadísticamente significativas, mediante la prueba Chi Cuadrado, entre las participantes cuyos hijos e hijas habían padecido violencia por parte de la pareja de la entrevistada respecto a tener mayor descendencia (superior a dos) y los sucesos vitales estresantes experimentados por estas (un mayor porcentaje sufrieron episodios de violencia antes de los 18 años de edad y padecieron violencia intrafamiliar no de pareja, delitos sexuales y tuvieron problemas económicos y de desempleo importantes a lo largo de su vida). El análisis Odds Ratio refleja un aumento del riesgo en las variables en las que se hallaron diferencias estadísticamente significativas. En cuanto a las atribuciones causales de la violencia de pareja, también se aprecian diferencias estadísticamente significativas, puesto que se observan porcentajes más elevados en el grupo de mujeres cuyos hijos e hijas sufrieron maltrato respecto a atribuciones causales relacionadas con la educación machista de la pareja y que le hubiesen pegado a él cuando era niño. Finalmente, se hallaron diferencias estadísticamente significativas entre ambos grupos en función de la frecuencia y severidad del maltrato perpetrado por la pareja de las participantes, ya que episodios frecuentes de maltrato (sufrir maltrato psicológico, físico y violencia sexual grave) se relacionan con el padecimiento de maltrato hacia los hijos e hijas, con un aumento del riesgo ante tales circunstancias.

Tabla 1 Relación entre el maltrato hacia la siguiente generación por parte de la pareja de las entrevistadas y variables asociadas al historial de violencia en la madre 

  ¿Sus hijos/as han sufrido maltrato? Vc OR IC 95%
No (n=62) Sí (n=62) X2
Más de dos hijos/as 59.7% (37) 83.9% (52) 8.957** 0.219 3.514 [1.508 - 8.187]
Sucesos vitales estresantes
Fue testigo del maltrato hacia su madre (antes de los 18 años) 38.7% (24) 67.7% (42) 10.495*** 0.291 3.325 [1.590 - 6.955]
Sufrió maltrato físico (antes de los 18 años) 30.6% (19) 62.9% (39) 12.957*** 0.323 3.838 [1.819 - 8.094]
Sufrió abuso sexual (antes de los 18 años) 17.7% (11) 33.9% (21) 4.212* 0.184 2.375 [1.028 - 5.486]
Violencia intrafamiliar (a lo largo de la vida) 33.9% (21) 61.3% (38) 9.344** 0.275 3.091 [1.485 - 6.436]
Delitos sexuales (a lo largo de la vida) 16.1% (10) 37.1% (23) 6.978** 0.237 3.067 [1.310 - 7.179]
Haber tenido problemas económicos importantes (a lo largo de la vida) 59.7% (37) 91.9% (57) 17.589*** 0.377 7.707 [2.707 - 21.914]
Haber tenido problemas de desempleo importantes (a lo largo de la vida) 37.1% (23) 71% (44) 14.319*** 0.340 4.145 [1.953 - 8.797]
Atribuciones causales de la violencia
Educación machista que ha recibido él 85.2% (52) 96.6% (56) 4.530* 0.195 4.846 [1.000 - 23.480]
Porque ha visto que su padre pegaba a su madre 28.3% (13) 42.6% (20) 2.074 0.149 1.880 [0.793 - 4.461]
Porque le han pegado a él cuando era niño 33.3% (14) 55.6% (25) 4.338* 0.223 2.500 [1.047 - 5.969]
Frecuencia de violencia
Diaria/varias veces a la semana 55.0% (33) 82% (50) 10.211*** 0.290 0.269 [0.118 - 0.615]
Severidad del maltrato
Maltrato psicológico grave1 21.0% (13) 41.9% (26) 6.322* 0.273 2.722 [1.232 - 6.014]
Maltrato físico1 14.5% (9) 33.9% (21) 6.332* 0.273 3.016 [1.250 - 6.014]
Violencia sexual1 61.3% (38) 79.0% (49) 4.661* 0.194 2.381 [1.073 - 5.282]

Nota 1: *p < 0.05; **p < 0.01; ***p < 0.001. Nota: 1que el maltrato ocurriese frecuente o muy frecuentemente.

A efectos de comprobar qué variables predicen con mayor exactitud el maltrato hacia la siguiente generación, se realizó un análisis de regresión logística binaria (Tabla 2). En el análisis se incluyeron como variables predictoras las que resultaron estadísticamente significativas. Se excluyeron aquellas variables con las que el valor de ajuste del modelo era inferior a 0.6 en la prueba Hosmer y Lemeshow, aunque en el análisis univariante hubiesen sido estadísticamente significativas (Canavos, 2003). La ecuación resultante para predecir dicho maltrato (que la entrevistada fuese testigo del maltrato hacia su madre, haber sufrido maltrato físico antes de los 18 años, la atribución causal relacionada con que han pegado al agresor cuando era niño y que el maltrato fuera padecido frecuentemente) permite una estimación correcta del 70 % de los casos (χ2 = 29.349; p = 0.000). Por otra parte, el estadístico R2 de Nagelkerke estima un valor de ajuste del 0.393, que lleva a aceptar formalmente el modelo.

Tabla 2 Resultados del análisis de regresión logística para la predicción de maltrato hacia la siguiente generación 

  B ET Wald p Exp(B) IC 95%
Fue testigo del maltrato hacia su madre 1.730 0.612 8.002 0.005 5.640 [1.701 - 18.701]
Sufrió maltrato físico (antes de los 18 años) 1.182 0.562 4.426 0.035 3.260 [1.084 - 9.799]
Porque le han pegado a él cuando era pequeño 1.394 0.571 5.969 0.015 4.032 [1.317 - 12.341]
Frecuencia diaria o varias veces a la semana 1.472 0.613 5.775 0.016 0.229 [0.069 - 0.762]
Constante -1.497 0.480 9.709 0.002 0.224  

Nota: B: coeficiente; ET: error típico; p: probabilidad; Exp(B): coeficiente exponenciado; IC: intervalo de confianza al 95%.

En la Tabla 3 se expone la relación entre la violencia filio parental y las variables asociadas al maltrato en las entrevistadas. Concretamente, las diferencias estadísticamente significativas entre quienes padecieron violencia filio parental y quienes no se dieron en función del número de hijos e hijas, del maltrato físico y sexual que sufrió la madre en la infancia, de la violencia física grave procedente de pareja y de haber tenido problemas económicos importantes. Respecto a esta última variable, se aprecia un aumento del riesgo (OR = 8.821). Hay que añadir que el tiempo que estuvieron los y las menores expuestos al maltrato ejercido contra las madres guarda relación con el posterior maltrato que ejercieron contra ellas, ya que quienes agredieron a su madre estuvieron más expuestos a la violencia directa (M = 5.98; DT = 5.082) que quienes estuvieron expuestos en menor medida (M = 8.86; DT = 6.753) (t = -2.34; p = 0.021), donde se encuentra un alto efecto en la relación (d de Cohen = 0.748; IC 95% = [0.391 - 1.106]). También se hallaron diferencias estadísticamente significativas en función de la edad de las entrevistadas, puesto que quienes fueron maltratadas por la siguiente generación tenían más edad (M = 37.59; DT = 8.45) que las que no lo fueron (M = 30.49; DT = 7.987) (t = -4.033; p = 0.000), con un efecto cercano a 1 (d de Cohen = 0.877; IC 95% = [-1.317 - 0.437]).

Tabla 3 Relación entre la violencia filio parental y variables asociadas al maltrato 

  ¿Han sufrido violencia filio parental? Vc OR IC 95%
No (n=97) Sí (n=27) X2
Más de dos hijos/as 71.1% (69) 92.6% (25) 5.303* 0.214 5.072 [1.125 - 22.864]
Sucesos vitales estresantes
Fue testigo del maltrato hacia su madre (antes de los 18 años) 51.5% (50) 59.3% (16) 0.505 0.064 1.367 [0.576 - 3.247]
Sufrió maltrato físico (antes de los 18 años) 42.3% (41) 63.0% (17) 3.633* 0.171 2.322 [0.964 - 5.592]
Sufrió abuso sexual (antes de los 18 años) 21.6% (21) 40.7% (11) 4.021* 0.180 2.488 [1.004 - 6.163]
Violencia intrafamiliar (a lo largo de la vida) 44.3% (43) 59.3% (16) 1.887 0.123 1.827 [0.768 - 4.342]
Delitos sexuales (a lo largo de la vida) 25.8% (25) 29.6% (8) 0.161 0.036 1.213 [0.472 - 3.114]
Haber tenido problemas económicos importantes (a lo largo de la vida) 26.9% (7) 76.5% (13) 10.143*** 0.207 8.821 [2.139 - 36.372]
Haber tenido problemas de desempleo importantes (a lo largo de la vida) 51.5% (50) 63% (17) 1.108 0.095 1.598 [0.665 - 3.840]
Atribuciones causales de la violencia
Educación machista que ha recibido él 89.2% 96.2% (25) 1.155 0.099 3.012 [0.367 - 24.688]
Porque ha visto que su padre pegaba a su madre 34.3% (24) 39.1% (9) 0.177 0.044 1.232 [0.466 - 3.257]
Porque le han pegado a él cuando era niño 41.1% (32) 36.8% (7) 0.627 0.085 0.656 [0.230 - 1.869]
Frecuencia de violencia
Diaria/varias veces a la semana 33.7% (32) 23.1% (6) 1.066 0.094 0.591 [0.216 - 1.616]
Severidad del maltrato
Maltrato psicológico grave1 28.9% (28) 44.4% (12) 2.346 0.112 1.971 [0.820 - 4.739]
Maltrato físico1 20.6% (20) 37% (10) 3.807* 0.192 2.265 [0.9 - 5.7]
Violencia sexual1 72.2% (70) 63% (17) 0.854 0.083 0.656 [0.267 - 1.610]

*p < 0.05; **p < 0.01; ***p < 0.001. Nota: 1que el maltrato ocurriese frecuente o muy frecuentemente.

Finalmente, en la Tabla 4 se muestran las variables que parecen predecir con mayor exactitud la perpetración de violencia filio parental. En el análisis se incluyeron como variables predictoras las que habían resultado estadísticamente significativas. Se consideraron las variables en las que el valor de ajuste fuera adecuado (superiora 0.6 en la prueba Hosmer y Lemeshow), aunque en el análisis univariante se identificara un mayor número de variables cuyo valor fuera de p < 0.05. La ecuación resultante para predecir que maltratasen a las madres (haber tenido problemas económicos importantes y una mayor descendencia, circunstancias asociadas a mayor precariedad) permite una estimación correcta del 83.1% de los casos (χ2 = 23.768; p = 0.000). Por otra parte, el estadístico R 2 de Nagelkerke estima un valor de ajuste del 0.269, que permite aceptar formalmente el modelo.

Tabla 4 Resultados del análisis de regresión logística para la predicción de violencia filio parental 

  B ET Wald p Exp(B) IC 95%
Haber tenido problemas económicos importantes (a lo largo de la vida) 2.261 0.565 16.017 0.000 9.595 [3.17 - 29.04]
Más de dos hijos/as 0.997 0.797 1.564 0.211 2.71 [0.658 - 12.921]
Constante -4.9 0.925 28.087 0.000 0.007  

Nota: B: coeficiente; ET: error típico; p: probabilidad; Exp(B): coeficiente exponenciado; IC: intervalo de confianza al 95 %.

Discusión

Los resultados encontrados en la muestra de mujeres víctimas de violencia de pareja arrojan datos relevantes respecto a la relación entre la exposición a dicha violencia en la infancia y la posterior victimización en la edad adulta (Capaldi et al., 2012), y añade información a la literatura científica que parece confirmar el riesgo existente para los menores que viven en un contexto en el que se ejerce violencia de pareja. Cabe señalar el historial de victimización de las mujeres del estudio, habiendo sufrido violencia en la infancia, violencia de pareja y violencia filio parental, lo que demuestra la vulnerabilidad de las participantes. En particular, en línea con algunos autores que afirman que las víctimas de violencia de pareja poseen un largo historial previo de maltrato (Amor et al., 2002; Briere & Elliott, 2003), cerca de la mitad de las entrevistadas reportaron que habían experimentado diversas experiencias de maltrato y abuso en la infancia. Además, en el 50 % de los casos, los y las menores habían sufrido maltrato por parte de la pareja de la entrevistada. Los datos coinciden con los encontrados en otras investigaciones en las que se estima que entre el 55 % y el 75 % de los hijos e hijas de parejas en las que se ejerce violencia de pareja también son objeto de abuso por parte de los maltratadores de sus madres (Afifi et al., 2017). Además, una de cada cinco entrevistadas fue posteriormente maltratada por la siguiente generación. Para Rivas et al. (2018), del aprendizaje que se produce en entornos familiares en los que se ejerce violencia de pareja podría derivar en actitudes en torno a los roles sexuales de género y la aprobación de la violencia para resolver conflictos (Calvete et al., 2017; Ibabe, 2019; Suárez-Relinque et al., 2019), que podrían legitimizar la utilización de dicha violencia con la que los hombres mantendrían su estatus de poder en las relaciones.

Por otra parte, tener una mayor descendencia parece estar relacionada con el maltrato. Vivir en contextos de pobreza podría estar asociado a la violencia como consecuencia de la mayor probabilidad de conflictos derivados de estas circunstancias (Heise & García-Moreno, 2003; Lehnig et al., 2019; Tokuç, Ekuklu & Avcioglu, 2010), de modo que un mayor número de miembros en la unidad familiar incrementaría la vulnerabilidad económica que se genera al vivir en una comunidad marginal (Lehnig et al., 2019). Hay que añadir que haber tenido problemas económicos y de desempleo importantes a lo largo de la vida parece relacionarse con el maltrato padecido en la siguiente generación, de lo que se desprende que la tolerancia a la violencia podría incrementarse por la situación de extrema pobreza de Nicaragua (Vázquez & Panadero, 2016). En este sentido y en línea con Haarr (2010), aunque la violencia de pareja se produce en todas las sociedades, en países con bajos niveles de desarrollo, las mujeres y menores en situación de pobreza sometidos a este tipo de violencia componen un colectivo especialmente vulnerable debido a la inexistencia de instituciones que puedan prestar ayuda y a un contexto social tendente a tolerar y reproducir este tipo de comportamientos (Haarr, 2010).

Los resultados también ponen de manifiesto la relación entre el padecimiento de diversas experiencias de abuso en la infancia de las entrevistadas y la posterior victimización y perpetración de violencia en la siguiente generación, siendo la exposición a la violencia de pareja un importante factor de riesgo (Capaldi et al., 2012; Ibabe, 2019). El maltrato procedente de la familia de origen podría haber derivado en actitudes que toleran la violencia como consecuencia de la normalización de tales conductas (Franklin & Kercher, 2012; Shai et al., 2019). Como señala la literatura científica, está ampliamente aceptado que las conductas violentas en el agresor podrían proceder de los antecedentes de violencia en la familia de origen (Calvete et al., 2017; Ibabe, 2019; Rivas et al., 2018; Shai et al., 2019; Suárez-Relinque et al., 2019).

Además, el historial de maltrato y abuso en la mujer podría haber influido en el desarrollo de un procesamiento de la información disfuncional que incluiría sesgos en la atribución causal de la violencia de pareja que justificaría y minimizaría la conducta del agresor (Calvete & Orue, 2011; Echeburúa et al., 2002). Como muestran los resultados, un mayor porcentaje de las entrevistadas cuyos hijos e hijas sufrieron maltrato por parte de la pareja atribuían la violencia a variables relacionadas con la victimización del agresor en la infancia (por la educación machista que ha recibido él y porque le han pegado a él cuando era niño). No obstante, en la muestra de mujeres nicaragüenses, las atribuciones causales que podrían estar justificando la violencia parecen no guardan relación con la violencia filio parental ejercida contra estas.

Hay que añadir que, en la muestra del presente estudio, la prevalencia de violencia filio parental podría ser mayor que el que reportan los datos. Se hallaron diferencias estadísticamente significativas en función de la edad de las entrevistadas, de modo que quienes tenían más edad había padecido mayor maltrato, por lo que podría estar influyendo la temprana edad de los y las menores entre quienes no habían sufrido maltrato. Por otra parte, el tiempo que los hijos e hijas estuvieron expuestos a la violencia de pareja también ha resultado ser una variable relevante que diferenciaba a las mujeres que fueron víctimas de violencia filio parental. Los resultados parecen indicar, en línea con lo encontrado en otras investigaciones (Holating & Sugarman, 1986; Kalebic & Ajdukovic, 2011; Suárez-Relinque et al., 2019; Rivas et al., 2018; Shai et al., 2019), que la exposición a la violencia de pareja y el historial previo de maltrato aumentan el riesgo de ejercer violencia hacia otros miembros de la unidad familiar.

Finalmente, estudios previos han señalado que la exposición a la violencia de pareja representa un alto riesgo para su padecimiento en la siguiente generación (Capaldi et al., 2012), si bien, en el presente trabajo focalizado en mujeres en situación de pobreza víctimas de maltrato en un país menos desarrollado, las variables que permiten predecir el maltrato son los sucesos vitales estresantes vividos antes de los 18 años (ser testigo del maltrato hacia la madre y sufrir maltrato físico), atribuir la violencia de pareja a causas relacionadas con la violencia vivida en la familia de origen en el agresor (le pegaron a él cuando era niño) y que los malos tratos hacia la pareja se produjesen con frecuencia. La variable que predice el maltrato ejercido por parte de la siguiente generación son las dificultades económicas. El contexto de pobreza empeora esta situación. Además, la ausencia de dispositivos a los que recurrir (Rivas et al., 2019), unido a la invisibilidad de investigaciones en Nicaragua, hacen necesaria la realización de más estudios con los que valorarla relación entre las experiencias previas de violencia, su ocurrencia en la edad adulta y su posible transmisión intergeneracional (Bonilla & Rivas, 2019). Por lo tanto, sería necesario realizar más investigaciones en sociedades con diferentes niveles de desarrollo que permitan determinar si los resultados son replicables en naciones con estructuras religiosas, culturales, sociales e institucionales sustancialmente diferentes (Haarr, 2010).

En el presente trabajo hay que señalar varias limitaciones. Los datos encontrados son exploratorios respecto a este fenómeno en un país sobre el que no abundan estudios. Convendría profundizar en tales hallazgos para conocer los tipos de violencia y la frecuencia tanto del maltrato ejercido contra los y las menores como el que estos han perpetrado contra las madres. Además, una investigación con un diseño de corte transversal impide analizar la transmisión intergeneracional de la violencia como proceso. Como futuras líneas de investigación, sería conveniente, de cara a la obtención de resultados, llevar a cabo un seguimiento de los casos cuando los hijos e hijas tienen parejas para comprobar la prevalencia del maltrato, así como la ampliación del tamaño muestral para hacer más representativos los resultados. Por otro lado, analizar las diferencias de género podría añadir más información a lo que viene señalándose en algunas investigaciones respecto a que las niñas se convierten en víctimas y los niños en agresores (Afifi et al., 2017; Ibabe, 2019; Ibabe & Jaureguizar, 2010; Shai et al., 2019; Suárez-Relinque et al., 2019), pues no existen aún suficientes estudios que determinen una afirmación sobre lo que, hasta el momento, es aún una subestimación (Ibabe, 2019). Con todo, el presente trabajo supone un acercamiento al fenómeno y permite visibilizar las circunstancias de vulnerabilidad de Nicaragua, donde se encuentran dificultades para emprender estudios a corto plazo.

Referencias

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Para citar este artículo: Rivas-Rivero, E., & Bonilla-Algovia, E. (2020). Influencia del historial de victimización en mujeres nicaragüenses en la transmisión intergeneracional de la violencia. Psychologia, 14(1), 61-73. doi: 10.21500/19002386.4298

Recibido: 20 de Septiembre de 2019; Aprobado: 12 de Noviembre de 2019

*Autor de correspondencia: Esther Rivas-Rivero. Calle San Cirilo s/n, 28801, Alcalá de Henares (Madrid, España). E-mail: Esther.rivas@uah.es. Orcid: https://orcid.org/0000-0001-5092-1260. Miembro de la Cátedra de Género Isabel Muñoz Caravaca. Área de Psicología Social.

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