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Psychologia. Avances de la Disciplina

On-line version ISSN 1900-2386

Psychol. av. discip. vol.15 no.2 Bogotá July/Dec. 2021  Epub June 17, 2022

https://doi.org/10.21500/19002386.5542 

Artículo de investigación

Bullying y apoyo social percibido en una muestra de escolares chilenos de la región del Maule

Bullying and perceived social support in a sample of Chilean schoolchildren from the Maule region

Andrés Eduardo Jiménez-Figueroa1 
http://orcid.org/0000-0001-8324-0250

Jennyfer Alexandra Martínez Hernández1 
http://orcid.org/0000-0002-9941-3942

1 Universidad de Talca; Chile


Resumen

Se estudia la relación entre agresión entre pares (incluyendo la agresión cibernética) y el apoyo social percibido en 675 alumnos chilenos, pertenecientes a cursos de sexto año básico a segundo año medio. Se administraron las escalas de agresión entre pares y de apoyo social percibido correspondientes a las variables estudiadas. Los resultados obtenidos, en primer lugar, al evaluar la agresión entre pares muestran diferencias significativas por curso, siendo mayor en niveles educativos más bajos; en segundo lugar, dan cuenta de una relación negativa entre las variables, es decir, cuando los alumnos se insertan en un entorno de agresión entre pares, independiente del rol que ejercen, más bajo es el apoyo social que perciben, coincidiendo con investigaciones previas. Se discute la importancia de incentivar estrategias que refuerce el apoyo social para minimizar los efectos de la agresión entre estudiantes en ambientes educativos e integrar en el aula futuros programas preventivos y de intervención.

Palabras Clave: bullying; cyberbullying; apoyo social percibido; adolescentes

Abstract

It identifies the relationship between bullying (including cyberbullying) and perceived social support in 675 Chilean students belonging to sixth primary grade to second medium. instruments were applied, the aggression among peers scale and perceived social support The evince that, first in assessing aggression between pairs show significant differences by grade, being higher in lower educational levels and on the other, account for a negative relationship between the variables, ie, when students are inserted into an environment of peer aggression there are lower perceived social support, regardless of the role that they makes, coinciding with previous research. The importance of encouraging strategies that reinforce social support is discussed to minimize the effects of aggression among students in educational settings and to integrate future preventive and intervention programs in the classroom.

KeyWords: bullying; cyberbullying; perceived social support; adolescents

Introducción

El estudio de la agresión entre pares o bullying lleva varias décadas a nivel global, encontrándose ya en etapas que involucran programas de intervención y la evaluación de los mismos. Por el contrario, en la realidad nacional se aprecian los primeros intentos por analizar su prevalencia bajo el contexto de la violencia escolar, donde la estimación de su prevalencia y características clasificadoras del mismo se han comenzado a manifestar (Macía & Miranda, 2009).

Se entiende al bullying como un subtipo de violencia que corresponde a una conducta de persecución física, psicológica y social que realiza un estudiantes en contra de otro estudiante, escogiendo a su victimas para retirados ataques (Olweus, 2004); cuenta con participantes directa o indirectamente relacionados con su ocurrencia y caracterización en los distintos establecimientos educativos, donde este se encuentra arraigado, constituyendo, por cierto, una de las causas que provocan mayor deserción entre escolares (Cajigas de Segredo et al., 2004). De esta forma, se encuentran en primera instancia al agresor, víctima y espectador, donde los últimos agrupan a alumnos de igual edad, menores o mayores, así como al personal escolar; los espectadores presentan un grado de permisividad e indiferencias, y por lo general desconocen las consecuencias que podrían conllevar los actos de agresiones tanto en quienes lo realizan como en quienes lo experimentan. Esto puede deberse por cierta «naturalización» del fenómeno al considerarlo normal y habitual entre los niños y jóvenes (Rosero, 2013).

Las agresiones en su mayoría son realizadas por el sexo masculino, quienes además tienden a presentar un diagnóstico de déficit atencional con hiperactividad, así como un mayor riesgo de presentar personalidad antisocial en la vida adulta, traduciéndose en la transgresión de reglas sociales, delincuencia (Murray et al., 2010) y violencia en relaciones sexuales y socioafectivas (Basile et al., 2009). Complementando a este rol se encuentran las víctimas, quienes suelen percibirse como más inseguras, poco asertivas, más débiles físicamente, con pocos amigos y con pocas habilidades sociales (Trautmann, 2008), donde las consecuencias a raíz de este fenómeno varían desde la baja autoestima, internalización de aspectos negativos, dados por el agresor, como rasgos de su personalidad, donde la exclusión social como mecanismo de ataque puede llegar a desembocar sintomatología depresiva o incluso el suicidio (Collel y Escudé, 2006).

Por otra parte, se encuentras los observadores o testigos, quienes representan entre el 60 % y 70 % del universo restante en la población estudiantil (Trautmann, 2008). Estos se distribuyen entre quienes incentivan las agresiones y quienes solo observan sin participar en estas (Martín, 2009). Los observadores o testigos contemplan una desensibilización al sufrimiento de otros, disminución de conductas prosociales, como mecanismos de resolución de conflictos, indefensión similar a la de la víctima a ser victimizado, en donde finalmente su desarrollo socio moral se ve perturbado (Monjas & Avilés, 2003).

Con respecto al bullying, en el estudio realizado por la Superintendencia de Educación y Unidad de Estadísticas y Estudios (2020), entre las denuncias se distinguen diferentes tipos de maltrato. Por un lado, en las denuncias de agresiones físicas, quienes se ven más afectados son los hombres, mientras que en el maltrato psicológico quienes más se ven afectadas son las mujeres. Además, se ha evidenciado que las agresiones entre los estudiantes se ven complementado con los medios digitales, en donde las mujeres son quienes se ven más afectadas por esta complementariedad. Sin embargo, dichas cifras han disminuido entre los años 2017 a 2019, pasando de un 80.1 % a un 71.0 %

Por otra parte, con respecto al cyberbullying en Chile, a través del estudio de percepción de jóvenes de entre 15 a 29 años del territorio nacional (StatKnows, Universidad del Desarrollo y Fundación Katy Summer, 2021) se ha evidenciado que en un periodo de tres meses el 49 % de los estudiantes han sido acosado o victimas a través de los medios digitales, de este grupo un 52 % corresponde a mujeres y un 48 % a hombres. Mientras que en los acosadores o agresores solo un 18 % declara que ha acosado a alguien en medios virtuales, siendo un 27 % mujeres y un 72 % los hombres. Por último, un 65 % de los adolescentes reconoce y declara que ha sido testigo de acoso virtual, de los cuales 25 % son mujeres y un 43 % son hombres. Además, de los jóvenes acosados, un 42 % prefiere ignorar lo que pasa, un 48 % señala que siente ansiedad y un 27 % señala que se hace daño, y que este aumenta en la edad de 15 a 19 años, por último, solo un 4 % prefiere hablar con sus padres sobre estas agresiones.

Entretanto, existen variables que influyen en la prevalencia de la agresión entre pares, y que a la hora de intervenirla no deben ser subestimadas para lograr resultados efectivos, siendo una de ellas el contexto social significativo que rodea al alumnado, pudiendo evaluarse a través de la percepción de apoyo social.

Considerando la capacidad potencial que tiene el apoyo social para influir en otras áreas, tales como la percepción de estrés y autoestima, Dubow y Tisak (1989), en su estudio, han buscado conceptualizarla como la información que lidera la creencia individual que él o ella tiene de que alguien se preocupa por él, que es amado, estimado y valorado siendo miembro de una red social de comunicación, en donde se presentan obligaciones mutuas de asistencia. Además, Barrera-Herrera et al. (2019) evidenciaron en su estudio que el apoyo social percibido se asocia de forma inversa con la sintomatología depresiva, ansiedad y con el estrés. De esta manera es que, por su parte, Gracia y Herrero (2006) realizan un instrumento de la necesidad de apoyo social, definiéndola como sinónimo de provisiones, expresivas o instrumentales (percibidas o reales), facilitadas por la comunidad o el entorno, las redes sociales y las relaciones íntimas, de confianza y cercanas. Es así como su análisis contempla 3 dimensiones: a) Grado de integración social, donde se analizan las redes sociales para explorar las conexiones en que el individuo se desenvuelve; b) Apoyo social provisto o recibido, abordando las acciones que otras personas realizan para proveer asistencia a un individuo en particular, teniendo efectos en la conformación de rasgos de personalidad y adaptación, y c) Apoyo social percibido, que contempla la evaluación que el propio individuo realiza con base en la disposición del apoyo social cuando se es requerido (Matud et al., 2002), donde el sujeto realiza una valoración sobre su propia red social o entono social y los recursos que puede encontrar en ella, lo que implica subrayar el grado de satisfacción que puede tener una persona al contar con una disponibilidad de apoyo (Gracia, 1997). Tal percepción se evalúa preguntando a las personas en qué medida creen que disponen del apoyo social.

Respecto del estudio de este tema, se ha observado que en la etapa escolar que involucra el paso de la niñez a la adolescencia se aprecia particular interés por la influencia que tienen tanto padres, cuidadores y pares como los grupos o fuentes de apoyo social más importantes (Qualter, Brown, Munn & Rotenberg, 2009), donde su ausencia o deficiencia se ha asociado con dificultades de ajuste psicológico y problemas de comportamiento (Owen, Sylva & Lunt, 2010).

En el caso de la familia como fuente de apoyo social, existen publicaciones extensas que encuentran una relación directa entre la calidad de la fuente familiar con conductas agresivas de niños y adolescentes. Es así como Navarro (2002) observa que casi todos los casos de extorsiones en el ambiente escolar tienen su origen en estudiantes de familias desestructuradas o desintegradas, encontrándose incluso padres que refuerzan positivamente a los alumnos a resolver conflictos e incitar conductas agresivas para hacerse respetar, considerando el clima familiar como el primer factor que influye en la violencia juvenil. Esto se complementa con el rol moderador que ejerce el apoyo social familiar con la percepción que se tiene de la agresión entre pares y el estrés que genera, ante lo cual, a mayor apoyo familiar, se disminuye la frecuencia de la agresión y la vivencia del estrés que esta provoca (Konishi & Hymel, 2009).

Por otra parte, Méndez y Barra (2008), en su trabajo realizado a jóvenes de entre 14 y 18 años que, por un lado, mostraron como ellos presentaban problemas con las normas legalmente establecidas y que, por otro lado, hasta ese momento habían sido capaces de aceptarlas sin transgredirlas, asimismo, constataron una menor percepción de apoyo respecto a su entorno familia en los primeros. Esto les permitido concluir que las familias desempeñan un papel importante en la vida de este grupo, ya que son reconocidos como el principal agente socializador; además de ser considerada la principal red de apoyo, la más cercana y de más fácil acceso para todo ser humano. Resultados similares se encuentran en el estudio realizado por Jiménez, Musitu y Murgui (2005), quienes demuestran una relación positiva entre el apoyo social percibido por el adolescente y la disponibilidad de recursos familiares, siendo relevante en este estudio el apoyo intrafamiliar, del amigo y de otro adulto significativo. También se ha manifestado que los adolescentes que pertenecen a familias o entornos en donde hay una mejor comunicación, una mayor adaptabilidad, así como una fuerte vinculación emocional entre sus miembros y mayor satisfacción familiar, son aquellos que perciben un mayor apoyo de sus relaciones significativas.

Una segunda fuente de apoyo social relevante en la adolescencia, y que a menudo sobrepasa a la percepción de apoyo familiar, corresponde al grupo de pares que acompaña a los adolescentes. En el estudio realizado por Musitu y Cava (2003), en donde se encuestó a 1002 adolescentes de 12 a 20 años, se confirma que la percepción de apoyo de los padres va disminuyendo a medida que aumenta la edad de los adolescentes. Además, a medida que esto sucede, se va incrementando de forma significativa la importancia otorgada a las relaciones con los iguales o sus pares. Tales autores, en un esfuerzo por dar explicación a lo previamente expuesto, sugieren que la percepción que el adolescente tiene del contexto familiar se relaciona con la del apoyo en el contexto de los iguales, en donde esta última es mayor y que podría deberse a dos modelos de relación: en el primero, la correlación positiva, denominada modelo de mutua potenciación, que apunta a que las relaciones e interacciones familiares proporcionan un aprendizaje en habilidades sociales y en los esquemas interpersonales, que facilitaran o dificultaran las relaciones e interacciones son sus iguales o pares; mientras que el segundo trata de la correlación negativa o modelo de compensación que corresponde a aquellos adolescentes que perciben pocas variaciones en la organización familiar, referido a concederles una mayor participación en las decisiones y elecciones familiares, así como una mayor autonomía o independencia, por lo que los adolescentes tienden a buscar un mayor apoyo y consejo en sus pares o amigos que en su familia (Musitu & Cava, 2003).

De esta manera, las relaciones con sus pares se ven intensifican cuando las relaciones con sus familias no son consideras para el adolescente como un apoyo o cuando estas no entregan el apoyo que necesitan (Fuligni & Eccles, 1993 citado en Musitu & Cava, 2003).

Al equiparar edad y educación, lo anterior se observa de similar forma; Holt y Espelage (2007), al realizar una diferenciación por niveles, encontraron que los estudiantes de los últimos niveles de educación básica perciben un apoyo social más maternal que los estudiantes de educación secundaria. A su vez, tales autores distinguen a los estudiantes por género según los índices de apoyo social percibido que presentan, dando cuenta de que es el género femenino el que reporta las puntuaciones más altas de apoyo social.

Sin embargo, González (2018) evidencia que a medida que aumenta la edad de los estudiantes secundarios disminuye el apoyo percibido por parte de la familia. No obstante, el apoyo que se percibe por cercanos o amigos se mantiene de forma contante en todas las edades, por lo que se considera una fuente primordial de apoyo durante la adolescencia. Lo anterior se evidencia mayormente en las mujeres que en hombres.

Por otra parte, son pocas las investigaciones que se han centrado en la línea que relaciona la agresión entre pares y el apoyo social que reportan los participantes en dicho fenómeno; no obstante, se han encontrado importantes y significativos descubrimientos (Demaray & Malecki, 2003). Este es el caso del reciente trabajo hecho por Conners-Burrow, Johnson, Whiteside-Mansell, McKelvey y Gargus (2009), quienes realizaron un estudio que involucraba la relación entre bullying y la percepción del apoyo parental, encontrando que los niños que presentaron mayores niveles de este tipo de apoyo fueron quienes no se encontraban involucrados dentro del marco de la agresión entre pares, en comparación a aquellos que sí estuvieron implicados, ya sea como agresor, espectador o víctima, e incluso indicaron que en los grupos de agresores se manifestaron pocos síntomas de depresión cuando el apoyo parental era alto comparado a cuando este era bajo.

Asimismo, se ha observado que, dentro de la revisión literaria, el apoyo social de los alumnos que son participes en el bullying se percibe no solo desde padres y amigos, sino también en el contexto escolar, es decir, se incluyen también a profesores y compañeros de clase. Rigby (2000) es uno de los pioneros en indagar en la relación existente entre apoyo social y agresión, y es, a su vez, uno de los autores que da a conocer lo recién planteado, puesto que, en el estudio que realiza, considera que existen grupos de estudiantes que han sufrido bullying en el colegio que reportan bajos niveles de apoyo social percibido por parte de: padres, profesores, compañeros y amigos.

Siguiendo esta línea, Demaray y Malecki (2003) examinaron la percepción de la frecuencia e importancia del apoyo social para los estudiantes clasificados como agresores, víctimas y agresores-víctimas en contraste a estudiantes que no lo son, encontrándose, en primer lugar, que tanto agresores-victimas como víctimas son quienes consideraron importante el apoyo familiar y el de profesores en contraste al recibido por amigos y pares. A su vez, reportaron que las víctimas percibieron un menor apoyo por parte de sus compañeros en comparación al resto de los grupos estudiados, y que, respecto al agresor, los resultados indicaron que el apoyo de padres y profesores es visto como menor; sin embargo, no se pudo esclarecer si esta baja necesidad de apoyo era el resultado del comportamiento agresivo o si es un factor de riesgo que puede mediar o directamente provocar la agresión.

En esta línea de investigación, resulta relevante destacar el estudio hecho por Holt y Espelage (2007), quienes indagaron la relación entre el bullying, el apoyo social percibido de los padres y madres y el funcionamiento psicológico. Ellos encontraron que los agresores, las víctimas y los agresores-víctimas divulgaron el apoyo social percibido de manera baja, incluyendo el de pares y de madres en contraste a estudiantes no involucrados, agregando que para los agresores-víctimas y las víctimas, los niveles más altos de ansiedad/depresión fueron asociados a altos niveles de apoyo percibido de pares, y que al contrario de ello los agresores que mostraban mayor ansiedad/depresión percibían el apoyo social de los pares de manera baja. Siendo que, a su vez, las víctimas son quienes tienen mayores repercusiones, ya que cuando son frecuentemente agredidas poseen una mayor ideación suicida (Rigby & Slee, 1999).

Al igual como lo plantean McMahon, Reulbach Keeley, Perry y Arensman (2010), el apoyo social es asociado de manera negativa tanto en la agresión como en la victimización que se observa en la agresión entre pares.

En la presente investigación se indaga en el planteamiento de si existe relación entre la prevalencia de la agresión entre pares, con el apoyo social percibido, teniendo específicamente como objetivos la identificación de si existen diferencias significativas por curso en las variables de agresión entre pares, cyberbullying y apoyo social percibido; la relación entre agresión entre pares y apoyo social percibido, y de la relación entre cyberbullying y apoyo social percibido (como un subtipo de agresión entre pares).

De esta forma, se esperan obtener diferencias estadísticamente significativas entre cursos y una relación negativa entre la agresión entre pares y el apoyo social percibido, y entre este último y el cyberbullying.

Es así como el presente cuestionamiento busca responder a los análisis de la literatura reciente donde se observa un interés creciente por conocer tal relación como una posible fuente para el posterior diseño de programas de prevención e intervención efectivos e integrales para espectadores, víctimas y victimarios.

Método

Muestra

675 alumnos de tres colegios pertenecientes a la cuidad de Talca, de los cuales 356 eran hombres y 319 eran mujeres, con edades que variaban entre los 11 y 18 años, con una media de 14.33 años. En cuanto a los niveles que cursaban durante el período de evaluación, 108 (16 %) correspondían a sexto año básico, 127 (18.8 %) a séptimo básico, 106 (15.7 %) a octavo básico, 179 (26.5 %) a primero medio y 155 (23 %) a segundo medio.

Instrumentos

Escala de Agresión entre pares de Espelage (2003), la que fue traducida y adaptada para la población uruguaya por Cajigas de Segredo et al. (2004), y validada y adaptada en Chile por Jiménez et al. (2012), incorporando una nueva subescala que evalúa cyberbullying, con una confiabilidad de α = 0.808. Cuenta con 50 ítems con opciones de respuesta tipo Likert, de 1 a 5 o de 1 a 4 según corresponda, que se encuentran distribuidos en seis subescalas: Influencias Externas, Actitud hacia la Violencia, Conductas Prosociales, Conductas Agresivas, Victimización y Cyberbullying.

Escala Multidimensional de Percepción de apoyo social (The Multidimensional Scale of Perceived Social Support, MSPSS) de Zimet et al. (1988), su objetivo es la medición subjetiva del apoyo social (el apoyo social percibido por el sujeto). Se encuentra compuesta por 12 ítems con modos de respuesta tipo Likert de 1 a 7, donde 1= muy en desacuerdo y 7= muy de acuerdo, estos, según Arechabala y Miranda (2002), recogen información de dos subescalas que corresponden al apoyo social percibido por los individuos en tres áreas: familia, otros significativos y amigos; agrupando a las dos primeras en una subescala y a la tercera en otra.

Procedimiento

En primera instancia y con el objetivo de establecer el contacto con los establecimientos escolares de la ciudad de Talca, se contactó vía correo electrónico al director del DAEM, quien entregó la autorización para la realización de la investigación en los colegios que así lo requieran. A los colegios participantes se les entregó una carta de presentación del equipo de investigación con su respectiva propuesta, que tuvieron como objetivo hacer efectivo el consentimiento informado de sus directivos. Posteriormente, se procedió a hacer entrega del consentimiento informado para los padres, quienes debían autorización para que sus pupilos/as participaran del estudio, así, también, de asentimiento informado para los estudiantes menores de 18 años. Una vez finalizado este proceso, se comenzó la aplicación de la Escala de Agresión entre Pares y la MSPSS, de manera colectiva a cada curso en una sesión, con un tiempo aproximado de 25 minutos, siendo el horizonte de tiempo total para los tres colegios de 3 semanas. Los datos fueron analizados con el paquete estadístico SPSS, versión 17.0, mediante procedimientos psicométricos clásicos, realizando estadísticos descriptivos, correlaciones y pruebas de diferencias entre las variables estudiadas, para de esta forma probar las hipótesis y objetivos planteados.

Resultados

En primera instancia al evaluar las medias obtenidas por cada curso en la Escala de Agresión entre Pares, es posible señalar que estas fluctuaron entre 92.25 en segundo año medio y 102.10 en sexto año básico, dando cuenta de diferencias estadísticamente significativas entre cada curso (F[4; 669] = 8.085; p < 0.01). Mientras que, en cuanto al género, los hombres (X = 99.91) presentan mayores puntuaciones en la escala que las mujeres (X = 93.78); es decir, dan a conocer mayores índices de bullying en contraste al género opuesto, existiendo una diferenciación entre ambos de forma estadísticamente significativa (F[1; 672] = 26.667; p < 0.001).

En cuanto a las pruebas de diferencias entre grupos y al desglosar este instrumento por subescalas, con respecto al curso (ver Tabla 1), se obtuvieron diferencias significativas en las siguientes: Conductas Prosociales (F[4; 670] = 5.775; p < 0.001), Influencias externas (F[4;670] = 6.086; p < 0.001), Conductas agresivas (F[4;669] = 5.817; p < 0.001), Victimización (F[4;670] = 14.402; p < 0.001) y Cyberbullying (F[4; 670] = 4.813; p < 0.05). En este sentido, los cursos que obtuvieron los mayores promedios fueron octavo básico para la primera, tercera y última subescala; y sexto básico para la segunda y cuarta, destacándose que segundo medio alcanzó los promedios más bajos en cada una de las subescalas previamente descritas, dando cuenta de que este es el curso que presenta los índices más bajos de bullying tanto en la escala total como en cada una de las subescalas que la conforman. Mientras que, en la subescala de Actitud hacia la Violencia, el curso no presenta la capacidad de diferenciar a los alumnos de forma significativa, presentando promedios más bien similares (F[4; 674] = 0.744; p > 0.05).

Tabla 1 Distribución de medias por curso en Escala de Agresión entre Pares y Subescalas 

Curso
Sexto Básico Séptimo Básico Octavo Básico Primero Medio Segundo Medio
Conductas Prosociales Media 14.82 13.85 16.37 15.21 13.73
Desviación Típica 4.816 4.928 5.49 4.891 5.015
Error Típico 0.463 0.437 0.533 0.366 0.403
Actitud Violencia Media 17.86 18.35 18.45 17.94 16.99
Desviación Típica 3.265 3.006 3.387 3.64 3.318
Error Típico 0.314 0.267 0.329 0.272 0.266
Influencias Externas Media 22.44 21.91 22.28 21.21 20.43
Desviación Típica 4.17 3.617 3.964 3.74 4.151
Error Típico 0.401 0.321 0.385 0.28 0.333
Conductas Agresivas Media 34.45 31.89 34.95 32.7 29.08
Desviación Típica 12.3 11.099 11.476 11.88 8.981
Error Típico 1.184 0.985 1.115 0.888 0.724
Victimización Media 11.99 9.82 9.92 8.94 8.48
Desviación Típica 4.324 4.095 3.804 3.89 3.761
Error Típico 0.416 0.363 0.369 0.291 0.302
Cyberbullying Media 12.93 13.61 13.39 12.27 11.90
Desviación Típica 4.312 4.237 3.743 4.019 3.224
Error Típico 0.415 0.376 0.364 0.300 0.259
Escala Total Media 102.1 98.12 99.79 95.58 92.25
Desviación Típica 16.587 14.757 16.002 16.235 13.306
Error Típico 1.596 1.309 1.554 1.213 1.072

Por otro lado, en la escala de apoyo social percibido y las subescalas que la comprenden, el curso al cual pertenecen los alumnos no logra discriminar significativamente en la misma.

Entretanto, al analizar las relaciones entre las variables en estudio, se observa que existe una correlación negativa y significativa entre el apoyo social percibido y la agresión entre pares, es decir, a mayor agresión entre pares, menor es el apoyo social percibido por los alumnos. No obstante, esta correlación es más bien baja tanto en su relación con apoyo familiar y de otros significativos como de amigos.

Resultados similares se aprecian en la relación entre apoyo social percibido y cyberbullying (ver Tabla 2), encontrándose una correlación negativa y significativa entre ambos. De igual modo, a mayores índices de cyberbullying, menor es el apoyo social percibido en la escala total. Si bien esta correlación permanece significativa y negativa con la subescala de apoyo familiar y otros significativos, esto no sucede de manera estadísticamente significativa para la relación de esta última con el apoyo percibido de los amigos.

Tabla 2 Correlaciones entre Agresión entre Pares, Cyberbullying y Apoyo Social incluyendo sus subescalas 

Agresión entre Pares Cyberbullying Apoyo Social Apoyo Familia y Otros Significativos Apoyo Amigos
Agresión entre Pares (Bullying) Correlación de Pearson 1 .406** -.150** -.117** -.147**
Sig. (bilateral) 0 0 0.002 0
Cyberbullying Correlación de Pearson .406** 1 -.112** -.123** -0.055
Sig. (bilateral) 0 0.004 0.001 0.155
Apoyo Social Correlación de Pearson -.150** -.112** 1 .916** .776**
Sig. (bilateral) 0 0.004 0 0
Apoyo Familia y otros significativos Correlación de Pearson -.117** -.123** .916** 1 .458**
Sig. (bilateral) 0.002 0.001 0 0
Apoyo Amigos Correlación de Pearson -.147** -0.055 .776** .458** 1
Sig. (bilateral) 0 0.155 0 0

** La correlación es significativa al nivel 0.01 (bilateral).

Por último, al analizar la relación entre el resto de las subescalas de la Escala de Agresión entre pares con el apoyo social percibido por los alumnos (ver tabla 3), es posible señalar que existe una relación positiva y significativa entre este último y las Conductas Prosociales, por lo cual, cuando los alumnos presentan mayores conductas prosociales, también perciben un mayor apoyo social. En la relación entre apoyo social y las subescalas de Conductas Agresivas y Victimización, para ambas existe una correlación negativa, significativa y baja, en donde a mayor presencia de conductas agresivas, menor apoyo social, y a mayor victimización, también se aprecia un menor apoyo social.

Finalmente, si bien existe una relación negativa entre apoyo social percibido y las subescalas de Actitud hacia la Violencia e Influencias Externas, estas no se manifestaron de forma significativa.

Tabla 3 Correlaciones entre subescalas de Agresión entre Pares y Apoyo Social Percibido 

Conductas Prosociales Actitud Violencia Influencias Externas Conductas Agresivas Victimización Apoyo Social
Conductas Prosociales Correlación de Pearson 1 0.03 .238** .105** .251** .202**
Sig. (bilateral) 0.444 0 0.006 0 0
Actitud Violencia Correlación de Pearson 0.03 1 0.065 .096* 0.073 -0.045
Sig. (bilateral) 0.444 0.092 0.012 0.058 0.241
Influencias Externas Correlación de Pearson .238** 0.065 1 .376** .283** 0.062
Sig. (bilateral) 0 0.092 0 0 0.109
Conductas Agresivas Correlación de Pearson .105** .096* .376** 1 .300** -.088*
Sig. (bilateral) 0.006 0.012 0 0 0.023
Victimización Correlación de Pearson .251** 0.073 .283** .300** 1 -.115**
Sig. (bilateral) 0 0.058 0 0 0.003
Apoyo Social Correlación de Pearson .202** -0.045 0.062 -.088* -.115** 1
Sig. (bilateral) 0 0.241 0.109 0.023 0.003

* La correlación es significante al nivel 0.05 (bilateral).

** La correlación es significativa al nivel 0.01 (bilateral).

Discusión y Conclusiones

Cada vez más la agresión entre pares se aprecia en edades más tempranas, ya que cuando se analizan los estudiantes de educación primaria y secundaria, se encuentra, en comparación a los primeros sondeos de este fenómeno, una mayor tasa de implicación, apareciendo de forma significativa a partir del tercer año de educación primaria (Cerezo, 2009). En este sentido, se manifiesta que a la hora de evaluar el bullying, se aprecian diferencias por curso, que se dieron de forma significativa en nuestro caso; así se confirma lo esperado.

Si bien en la literatura revisaba se daba cuenta que los alumnos de enseñanza media percibieran un menor apoyo social (sobre todo familiar) en comparación con los de básica, esto no sucedió en la realidad evaluada, en la que, independiente del nivel cursado por los estudiantes, se manifestó una percepción del apoyo social similar. Una explicación tentativa a lo encontrado proviene de Espelage y Holt (2001), quienes plantean que, en contextos de mayor sensibilidad a la agresión entre pares, la percepción de apoyo social suele mantenerse baja de forma general, no difiriendo significativamente al encontrarse constantemente en convivencia con esquemas de agresión.

En cuanto a la relación observada entre la agresión entre pares y el apoyo social percibido, se confirma la relación negativa esperada entre estas variables. Se encontró que cuando los alumnos se insertan en un entorno de agresión entre pares o cyberbullying, independiente del rol que ejercen en cada uno de los fenómenos, perciben su apoyo social de forma baja. Tal resultado coincide con el trabajo realizado por Demaray y Malecki (2003), quienes encontraron que tanto víctimas como agresores reportaron un menor apoyo social que el resto de los grupos estudiados, donde los primeros percibían bajo apoyo por parte de los compañeros, y los segundos bajos niveles de apoyo de padres y profesores.

Como dato adicional, se manifiesta que, cuando se desglosó el apoyo social percibido, se observó que entre este y la agresión entre pares, la correlación negativa es mantenida con el apoyo familiar, de otros significativos y de amigos. En cuanto al apoyo percibido de las familias, los resultados son coincidentes con el estudio realizado por Conners-Burrow et al. (2009), quienes al analizar la relación entre bullying y la percepción del apoyo parental encontraron que cuando los alumnos estaban implicados, ya sea como agresor, espectador o víctima, manifestaban un menor apoyo parental en comparación a quienes no se encontraban dentro del marco de este fenómeno. A su vez, esto concuerda con lo hallado entre este tipo de apoyo y el cyberbullying, ya que la correlación negativa se dio de manera significativa solo para la percepción de apoyo familiar y otros significativos y no para el de amigos.

Por otro lado, al considerar las limitaciones que se observan en este estudio, podemos señalar que el nivel socioeconómico fue la principal, ya que solo se consideró a uno entre varios (nivel medio-bajo), lo que nos da pie a sugerir que, para un próximo trabajo con este instrumento, esta variable presente diferentes rangos, de modo que sea posible contrastar los puntajes de los sujetos y así verificar si existen o no diferencias de la prevalencia del fenómeno en este ámbito.

Asimismo, se considera que, al continuar su uso y expansión a poblaciones más grandes, se podría visualizar de mejor forma el panorama del bullying a nivel nacional, de manera que, considerando el actuar de países Europeos como España (Navarro, 2002), donde se han creado diferentes reglamentos que incluyen derechos y deberes que fomentan la sana convivencia en centros educativos, se estimule la instauración de normativas legales y programas de prevención e intervención (tratamiento) efectivos, tratando de encauzar los sectores implicados, incluyendo a alumnos, profesores, padres y otras instituciones. Representantes significativos del estudio de este fenómeno (Rigby, 2000; Holt & Espelage, 2007) llegan a la conclusión de que los futuros programas de prevención de la agresión entre pares deberían involucrar como un componente integral el acceder a las redes de apoyo social de los educandos, ya que estas minimizan el distrés asociado a las experiencias de agresión y victimización. Es así como, se recomienda continuar incluyendo esta variable en futuras investigaciones, como un factor implicado posiblemente en su causa, desarrollo, sus consecuencias y facilidades de prevención y tratamiento, relación que aún no es del todo analizada y que debe continuar evaluándose.

Además del análisis realizado entre bullying y apoyo social, se sugiere replicar la relación estudiada en este y otros países entre la agresión y síntomas de ansiedad o depresión (Bond et al., 2001) y la ideación suicida (Rigby, 1999), ya que ambas aportan datos que entregan una mayor urgencia para su intervención.

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Para citar este artículo: Jiménez-Figueroa, A., & Martínez, J. (2021). Bullying y apoyo social percibido en una muestra de escolares chilenos de la región del Maule. Psychologia, 15(2), 77-88.

Recibido: 12 de Agosto de 2021; Aprobado: 05 de Noviembre de 2021

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