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Entramado

versão impressa ISSN 1900-3803

Entramado vol.9 no.2 Cali jul./dez. 2013

 

El desvanecimiento del discurso nacional popular en la Argentina (1988-1993)1

The fading out of national popular discourse in Argentina (1988 - 1993)

O desvanecimento do discurso nacional popular na Argentina (1988-1993)

Hernán Fair*

*Doctor en Ciencias Sociales por la Universidad de Buenos Aires (UBA). Becario post-doctoral del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET), con sede en el Departamento de Sociales, Universidad Nacional de Quilmes (UNQ). Docente de la Carrera de Ciencia Política por la Universidad de Buenos Aires. Especializado en temas vinculados al análisis del discurso, teoría y sociología política e historia argentina reciente. herfair@hotmail.com

Fecha de recepción: 02 - 05 - 2013 Fecha de aceptación: 30 - 06 - 2013


Resumen

El trabajo analiza las características y los principales cambios, continuidades y reformulaciones ideológicas de las discursividades de los actores sociopolíticos clave de la Argentina, entre el período inmediatamente previo y la etapa de sedimentación de la hegemonía menemista, de modo tal de incorporar algunos elementos explicativos de la eficacia de la hegemonía neoliberal en la Argentina. Para ello, realiza un pormenorizado estudio de las discursividades público- mediáticas, tomando como eje un análisis comparado del período 1988-1993. El marco teórico metodológico se basa en la teoría del discurso de Ernesto Laclau. Las fuentes se concentran en los medios gráficos, analizando un corpus de discursos sobre temas políticos, en sentido amplio, en la medida en que son reproducidos en los principales diarios de circulación nacional (Clarín, La Nación y Página 12). La estrategia metodológica consiste en analizar la estructuración de las cadenas equivalenciales y las fronteras políticas, reconstruyendo paquetes de discursos, agrupados según regularidades observables. Se analizaron los discursos sobre el total de los mismos, incluyendo también el análisis en términos individualizados y colectivos. La hipótesis referida al desvanecimiento del discurso nacional popular fue confirmada, manteniéndose sólo residuos de este discurso en la etapa de sedimentación de la hegemonía menemista. En ese marco, el menemismo obtuvo un considerable éxito para modificar las identidades y tradiciones existentes y construir un nuevo sentido común en torno al neoliberalismo.

Palabras clave: Menemismo, hegemonía neoliberal, análisis comparado del discurso, interdiscursividades, Argentina.


Abstract

This article analyzes the main characteristics and changes, continuums, and ideological reformulations of the discourse of key sociopolitical actors in Argentina between the immediately preceding period and the sedimentation stage of Menemist hegemony in order to incorporate some factors that account for the efficiency of Neoliberal hegemony in Argentina. To this end, it provides a detailed examination of speeches in public and in the media based on a comparative analysis of the period from 1988 to 1993. The theoretical methodological framework is based on Ernesto Laclau's theories of discourse. The sources focus on graphic media, analyzing a body of speeches of broad political issues transcribed in the most important newspapers with national circulation (i.e. Clarín, La Nación, and Página 12). The methodological strategy entails an analysis of the structure of equivalent links and political borders, rebuilding a series of speeches grouped together on the basis of observable regularities. A review was conducted of the aggregate of the speeches, including an analysis on an individualized and a collective basis. The hypothesis that refers to the fading out of the national popular discourse was confirmed; only remnants of this kind of discourse were left during the sedimentation period of Menem's hegemonic regime. In this regard, Menemism accomplished considerable success in changing existing identities and traditions and building a new common sense around Neoliberalism.

Keywords: Menemism, Neoliberal hegemony, comparative analysis of discourse, interdiscursiveness, Argentina.


Resumo

O trabalho analisa as características e as principais mudanças, continuidades e reformulações ideológicas das discursividades dos principais atores sóciopolíticos da Argentina, entre o período imediatamente anterior e a etapa de sedimentação da hegemonia menemista, de forma a incorporar alguns elementos explicativos da eficácia da hegemonia neoliberal na Argentina. Para isso, realiza um estudo detalhado das discursividades do público e da mídia, usando como eixo uma análise comparativa do período 1988-1993. O quadro teórico metodológico é baseado na teoria do discurso de Ernesto Laclau. As fontes se concentram na mídia impressa, analisando um corpus de discursos sobre temas políticos, em sentido amplo, na medida em que são reproduzidos nos principais jornais de circulação nacional (Clarín, La Nación e Página 12). A estratégia metodológica consiste em analisar a estruturação das cadeias equivalenciais e as fronteiras políticas, reconstruindo pacotes de discursos, agrupados segundo regularidades observáveis. Foram analisados os discursos sobre o total dos mesmos, incluindo também a análise em termos individuais e coletivos. A hipótese referente ao desaparecimento do discurso nacional popular foi confirmada, mantendo-se somente os resíduos desse discurso na fase de sedimentação da hegemonia menemista. Nesse contexto, o menemismo teve um êxito considerável em modificar as identidades e tradições existentes e construir um novo senso comum em torno do neoliberalismo.

Palavras-chave: Menemismo, Hegemonia neoliberal, Análise comparada do discurso, Interdiscursividades, Argentina.


Introducción

Durante el gobierno de Carlos Menem, en la Argentina, se llevó a cabo una profunda transformación estructural, que modificó profundamente las identidades y tradiciones existentes. En ese marco, el menemismo logró construir una nueva hegemonía cultural en torno a los valores del neoliberalismo modernizador. Aunque se ha analizado, dentro de la bibliografía especializada, la construcción y articulación de la hegemonía menemista (García Delgado, 1994; Gerchunoff y Torre, 1996; Palermo y Novaro, 1996; Martuccelli y Svampa, 1997; Aboy Carlés, 2001; Etchemendy, 2001; Barros, 2002; Canelo, 2002, 2011; Gambina y Campione, 2002; Grassi, 2004; Fair, 2007; Bonnet, 2008), no se ha realizado, hasta el momento, un estudio que examine las características ideológicas que asumió el conjunto de las discursividades de los actores sociopolíticos clave que fueron interpelados por la hegemonía menemista. Asimismo, no se ha efectuado un análisis comparado, desde el discurso político, que permita interiorizarse en los cambios en las discursividades a nivel temporal, en particular desde la teoría del discurso de Laclau. En ese contexto, no hemos hallado estudios que examinen la eficacia interpelativa del discurso menemista para transformar las identidades y construir un nuevo y exitoso sentido común. El presente trabajo se inscribe en esta línea. En ese sentido, tomando como eje la pluralidad de discursos escenificados en el espacio público mediático, desarrolla un análisis que sintetiza las características y las principales transformaciones, continuidades y reformulaciones ideológicas de las discursividades, durante el período inmediatamente previo a la emergencia de la hegemonía menemista (1988), para luego contrastarlo con la etapa de sedimentación de la misma (1993). De este modo, se busca incorporar algunos elementos explicativos de la eficacia de la hegemonía neoliberal en la Argentina. La hipótesis principal sostiene que, durante la etapa de sedimentación de la hegemonía menemista, se produjo un desvanecimiento del discurso nacional popular, una discursividad que se hacía presente con fuerza en los discursos público mediáticos de finales de los años ochenta. A su vez, en esta etapa, en consonancia con el giro ideológico de Menem, se produjo una creciente aceptación de las premisas neoliberales, por parte de los sectores interpelados por la hegemonía menemista. En ese marco, la discursividad menemista obtuvo un considerable éxito para modificar las identidades existentes y edificar un nuevo sentido común.

1. Marco teórico

La presente investigación se basa en las contribuciones de la teoría del discurso de Ernesto Laclau (en parte, junto a Mouffe). En ese contexto, se asume que el discurso, incluyendo a sus componentes lingüísticos y extra-lingüísticos, constituye y organiza (de forma precaria y contingente) el orden social (Laclau y Mouffe, 1987). Además, se considera que lo social es producto de una "lucha hegemónica" entre "significantes flotantes" por imponer legítimamente determinadas significaciones y encarnar el "orden comunitario" como ausencia2 (Laclau, 1996, 2005). No obstante, como destaca Balsa (2011), esta perspectiva carece de una operacionalización de sus principales categorías, y se mantiene en un nivel de abstracción muy alto, con escaso análisis empírico. Asimismo, los estudios que parten de este enfoque suelen concentrarse en el establecimiento a priori del "significante vacío".

Este trabajo propone dejar de lado el habitual establecimiento apriorístico del significante vacío, para examinar centralmente las "cadenas equivalenciales" (Laclau y Mouffe, 1987) y las "fronteras políticas" (Laclau, 1993) dicotómicas que emergen del análisis empírico, identificando las pertenecientes al plano de "homogeneización interna" y "heterogeneización externa" (Aboy Carlés, 2001). De este modo, el eje se coloca en las significaciones a las que se asocian los significantes. A partir de allí, se analizan las cadenas equivalenciales y las fronteras políticas modales, que representan a aquellas cadenas que se replican con mayor frecuencia en determinada coyuntura. Además, siguiendo a Foucault (1973), se incorpora el análisis de los que definimos como los "significantes tabú" o prohibidos, concernientes a los significantes que presentan una dificultad para ser formulados públicamente, siendo reprimidos del "orden del discurso". También se examinan, a partir de la concepción de Laclau (1996) del discurso como una "lucha hegemónica", los tópicos o temas de debate público-mediáticos, con especial hincapié en los significantes "flotantes", es decir, aquellos temas que se encuentran en disputa directa por la hegemonía3.

Finalmente, desde los aportes de la semiótica social de Verón (1987; Verón y Sigal, 2003), se incorporan algunos elementos vinculados al análisis de las "modalidades de enunciación" y su relación con los "colectivos de identificación" (Patria, Pueblo, etc.). De esta manera, incorporando los aspectos enunciativos, complejizamos el análisis, examinando los posicionamientos, modalidades y estrategias de legitimación de las discursividades. Este tipo de abordaje permite, además, analizar los discursos de los actores políticos clave desde la "perspectiva de la tradición" (Aboy Carlés, 2001). De manera específica, contribuye a examinar la eficacia interpelativa del discurso de Menem en sus apelaciones y reformulaciones a las tradiciones parcialmente sedimentadas y objetivadas (como la tradición peronista).

1.1. Perspectiva metodológica

Este trabajo asume una concepción discursiva de los fenómenos sociales, por lo que el discurso, en sentido amplio, es entendido como un elemento central en la configuración de las hegemonías (Laclau y Mouffe, 1987). El eje se sitúa en el orden de la textualidad, en busca de otorgar mayor validación a nuestro objeto4. Específicamente, se enfatiza en el estudio empírico de los enunciados existentes. Se parte de la base de la "interdiscursividad" (Verón y Sigal, 2003: 20), que concierne al "dialogismo" (Bajtín, 1982) que se establece entre los discursos, los cuales conforman una "red" (Balsa, 2013) que disputa la hegemonía del "orden comunitario" como ausencia (Laclau, 1996). En ese marco, la propuesta metodológica incorpora algunas herramientas provenientes de la "Arqueología del saber" de Foucault (2008). Básicamente, se aplica su "método" tendiente a la búsqueda de "regularidades" estructurales, a partir de la "dispersión" contingente de los objetos. De este modo, se parte desde el análisis más micro de los discursos enunciados, para ir, de forma inductiva, hacia un grado de generalización mayor, a partir de ciertas regularidades observables. Ello no implica caer en un empirismo o en un positivismo ateórico o esencialista, ajeno al enfoque posfundacional foucaultiano, sino analizar los discursos empíricos5.

Partiendo del estudio de las cadenas equivalenciales y las fronteras políticas, se construyen lo que definimos como paquetes de discursos o macro-discursividades, en un término que reemplaza al de "formaciones discursivas" de Foucault (2008). Incluimos también una serie de modulaciones, para examinar las variaciones que presentan estas macro-discursividades, de acuerdo con las articulaciones y los tópicos que construyen. No obstante, a diferencia del pensador francés, no distinguimos entre prácticas discursivas y no discursivas, ya que toda realidad se funda y se define desde un marco discursivo (Laclau y Mouffe, 1987).

Junto al análisis estructural, que toma como base el total de los discursos relevados, la propuesta incorpora también (en una nueva diferencia con Foucault) un análisis de los discursos de los sujetos políticos. Asumimos, desde un enfoque posfundacional, que los agentes políticos (en sentido amplio) presentan una relativa capacidad "activa" y autónoma sobre los condicionamientos estructurales (Bajtín, 1982). A partir de allí, se incluyó el análisis de los discursos en términos de actores individualizados y por actores colectivos organizacionales (por organizaciones políticas).

En el análisis de los actores políticos clave, hallamos que, en ocasiones, se presentaba una mixtura entre elementos pertenecientes a dos o más macro-discursividades. En ese marco, nos referimos a actores UNI, BI y multi-discursivos, en el momento en que presentaran discursos más estructurados, o bien construyeran sus discursos mediante una mixtura de dos, o más de dos, elementos propios de cada macro-discursividad.

Debemos realizar, en ese marco, dos aclaraciones metodológicas. En primer lugar, que el concepto de actores políticos o sociopolíticos no lo entendemos como sujetos plenamente individuales, ni plenamente constituidos, sino como actores precarios y parciales. En cuanto al concepto de clave, lo vinculamos al nivel de replique de sus alocuciones en los discursos relevados. En segundo término, asumimos, a partir de la propuesta laclausiana, una idea de graduaciones en la construcción de la hegemonía, siguiendo antecedentes de autores como Aboy Carlés (2005). Ello se debe a que hemos observado que existen diferentes niveles de intensidad en la conformación de los discursos, incluyendo grados diferenciales de expresión de acuerdos o rechazos al discurso hegemónico, en particular en la conformación de los antagonismos.

La última aclaración concierne a la selección del corpus y las fuentes. En este trabajo nos concentramos en el análisis de la prensa gráfica nacional. Para ello, tomamos como referencia un amplio corpus, constituido por un conjunto de notas, entrevistas, documentos y solicitadas sobre temas políticos, en sentido amplio, en la medida en que estos discursos fueran reproducidos en los principales diarios de circulación nacional (Clarín, La Nación y Página 12), durante los años 1988 y 1993. La elección de la prensa gráfica nos permitió observar con mayor detenimiento la interacción dialógica entre una multiplicidad de discursividades. Los medios masivos, en ese sentido, fueron entendidos como un espacio central en el que se construye la denominada opinión pública y donde, en los términos de Laclau, se produce la lucha por la hegemonía. Ello no impidió analizar los discursos de los propios medios, tarea que se realizó a partir del estudio de sus editoriales y notas periodísticas, aunque no se efectuó un análisis crítico del papel de los propios medios, situándolos como agentes interpelados por el discurso menemista. En cuanto a la selección de los tres diarios nacionales, asumimos que los medios realizan siempre un recorte de la información, por lo que privilegiamos la extensión de fuentes con diversidad ideológica, por sobre la intensidad reducida a un solo medio.

La estrategia metodológica se basó, como paso inicial, en el análisis exhaustivo de las características que asumían los discursos que se escenificaban públicamente en la prensa gráfica, durante el año 1988. Para ello, se seleccionó la etapa inmediatamente previa a la emergencia de la hegemonía menemista, en el marco de la dislocación que se produjo con la crisis hiperinflacionaria y fiscal de 1989, que concluyó con la renuncia anticipada de Raúl Alfonsín (1983-1989). Se colocó el eje en las cadenas equivalenciales, las fronteras políticas y los tópicos de debate por la hegemonía, tanto en términos estructurales, como organizacionales y por agentes individualizados. Luego, se realizó un trabajo similar para estudiar el período de sedimentación y consolidación de la hegemonía neoliberal, situado en 19936. A partir de allí se procedió a efectuar un análisis comparado, examinando los significantes, cadenas de equivalencias, tópicos de debate, modalidades enunciativas y colectivos de identificación, que se mantuvieron estables, y aquellos que fueron modificados o reformulados, entre la etapa de pre-emergencia y sedimentación de la hegemonía menemista. De este modo, a partir del análisis de los discursos posicionados en el plano de la recepción de la hegemonía, se buscó incorporar algunos elementos explicativos de la eficacia interpelativa de la hegemonía menemista para realizar su exitoso cambio político-cultural desde el discurso nacional popular, hacia el neoliberalismo modernizador. Como veremos, en la etapa de sedimentación de la hegemonía menemista, este giro identitario se observaría tanto en el discurso de Menem, como en gran parte de los actores políticos clave.

1.2. Elementos para un análisis político comparado de los discursos

Una de las herramientas que pueden resultar más relevantes para el desarrollo de la propuesta de análisis del discurso de Laclau, consiste en el abordaje de lo que podemos denominar como un análisis político comparado de los discursos. Aquí se abre un enorme campo de posibilidades, que no podemos detallar, y que obliga al analista del discurso a tomar una serie de decisiones respecto a la selección de las fuentes (por ejemplo, si se examinará la prensa gráfica, medios audiovisuales, documentos de corporaciones, si se realizarán entrevistas, etc.), el recorte del corpus de discursos (si será por momentos clave o por períodos cronológicos, ya sea más breves o más extensos) y sobre los agentes a ser analizados (si serán determinados actores específicos o un análisis más amplio y abarcador). En ese contexto, se debe decidir también el tipo de análisis a efectuar, que puede ser sobre el total de los discursos (análisis estructural), sobre determinadas organizaciones políticas y sociales (análisis organizacional de las corporaciones) y/o sobre agentes específicos (análisis por agentes individualizados, incluyendo a la figura del presidente). Finalmente, se debe elegir si se hará un análisis de lo que definimos como la fase de producción del discurso, un análisis del plano de los discursos posicionados en el plano de la recepción o del "reconocimiento" (Sigal y Verón, 2003), o bien un trabajo más fino tendiente a elucidar la eficacia interpelativa. Este último plano analítico es aquel que estudia el impacto de determinada discursividad, o bien de determinado agente ubicado como interpelador, sobre los discursos de los sectores situados como interpelados, de modo tal de elucidar su éxito para edificar y sedimentar un nuevo sentido común. Para ello, analiza el replique de ciertos giros o "frases formulísticas" (Philips, 1998) y ciertas articulaciones modales, asumidas como propias por el "discurso ajeno" (Bajtín, 1982), así como aquellos ejes nodales que no se incorporan a los discursos interpelados, pero tampoco se cuestionan o critican de forma explícita. Ello implica, finalmente, una decisión, por parte del analista, sobre cómo posicionar a los agentes interpeladores e interpelados7.

En esta investigación, aunque haremos una mención sintética de algunos elementos centrales de la eficacia interpelativa que obtuvo la discursividad menemista, nos concentraremos en el plano de análisis de los discursos posicionados como interpelados8. En ese marco, partimos del estudio de la prensa gráfica nacional, de modo tal de examinar con mayor detalle el dialogismo social que se produce entre una multiplicidad de actores sociopolíticos que construyen y disputan entre sí la hegemonía. De este modo, al analizar el plano de los discursos posicionados en la recepción, apuntamos a un proceso más amplio, que nos permitirá dilucidar algunos aspectos explicativos de la eficacia interpelativa de la hegemonía menemista para edificar un nuevo sentido común.

2. Breve contextualización socio-histórica y política

A finales de los años ochenta, la Argentina transcurría por una profunda crisis económica y social, que conjugaba una creciente tasa de inflación, con un incremento del déficit fiscal y el endeudamiento externo. El plan heterodoxo que había implementado el gobierno de Alfonsín para sortear la crisis, conocido como Plan Austral, no haría más que profundizarla. En ese contexto, potenciado por la ineficiencia, la corrupción y la burocratización efectiva del Estado, hacia 1988 las políticas ortodoxas iban ganando terreno, sentando las bases para lo que sería la emergencia del huracán neoliberal.

3. Síntesis de las características de los discursos público mediáticos durante la etapa previa a la emergencia de la hegemonía menemista (1988)

A partir del análisis pormenorizado de los discursos público mediáticos del 1988, hallamos una serie de cadenas equivalenciales modales, que nos condujeron a diferenciar entre tres paquetes de discursos, con ciertas regularidades agrupables:

  1. El primer paquete de discursos lo definimos como Neoliberal9(NL). Esta discursividad colocaba el eje en la defensa de los ajustes y reformas estructurales, posicionadas dentro del paradigma del liberalismo ortodoxo. Identificamos dos modulaciones o variaciones internas: la monetarista (con eje en la cadena equivalencial modal emisión del Estado-gasto público-inflación-déficit fiscal, siendo el objetivo más replicado la estabilización monetaria y fiscal) y, con menor frecuencia, la que definimos como neo-institucionalista (con eje en previsibilidad institucional, tendiente al ingreso de inversiones y la estabilidad macroeconómica). Ambas modulaciones eran articuladas, con mucha frecuencia, a las reformas neoliberales10.

  2. Un segundo paquete de discursos lo definimos como Nacional popular (NP). Presentaba una concepción típica del nacionalismo popular, expresándose a favor de la intervención y regulación del Estado, y crítico de las políticas de reducción del aparato estatal11. Contenía una primera modulación radicalizada, que articulaba dos elementos centrales. En primer lugar, un eje movimientista-populista, que asumía una concepción social y popular de la democracia, en defensa de los aumentos salariales para los trabajadores y el pueblo y a favor de la movilización política y los paros sindicales. En la frontera de exclusión se ubicaban las políticas económicas de reducción del Estado del gobierno de Alfonsín, vinculadas a la inflación y a sus efectos regresivos sobre los derechos sociales de los trabajadores, entre ellos, el "hambre", la pobreza y los bajos salarios. En ese marco, antagonizaba también con lo que definía como una democracia "formal", vinculada al gobierno nacional.

    Un segundo eje lo denominamos de mercadointernismo y de nacionalismo anti-imperialista. Se presentaba en defensa del mercado interno, las pymes y las empresas públicas, vinculadas a la defensa de lo "nacional y popular", la "soberanía política", la "independencia económica" y el "patrimonio nacional". La frontera política modal se delimitaba contra el pago de la deuda externa al FMI, que era asociado a la "especulación" financiera, la "dependencia", los "intereses anti-nacionales" de la "tecnocracia" y los acreedores externos y adosado a las políticas económicas del gobierno de Alfonsín.

    La segunda modulación, menos estructurada, era la productivista nacional, que presentaba un eje central con base en la cadena modal producción-industria nacional-trabajo y la frontera política modal contra la especulación financiera, aunque sin referirse a cuestiones sociales.

  3. Finalmente, en un punto de intersección entre las dos macrodiscursividades, pudimos identificar un tercer paquete de discursos diferencial, que definimos como:

  4. Neo-desarrollista12 (ND). A diferencia de las dos anteriores, colocaba el eje en la defensa de una economía mixta (privatizaciones mixtas, apertura gradual, acuerdo de precios para combatir la inflación, regulación del tipo de cambio, énfasis en el ingreso de inversiones para la exportación industrial) y el uso de significantes legitimadores13. como la modernización y el desarrollo.

    Este paquete de discursos asumía algunas premisas típicamente neoliberales, como una visión monetarista sobre la inflación, que se expresaba a favor de la reducción del gasto público para alcanzar el equilibrio fiscal y la estabilización de los precios. Sin embargo, lo articulaba con la defensa de algunas políticas heterodoxas, presentándose a favor de una economía mixta y un acuerdo de precios con el empresariado para controlar la inflación y equilibrar el presupuesto, de modo tal de estabilizar y modernizar la economía. En ese marco, rechazaba tanto las posturas "estatistas", como las posturas "privatistas".

Entre las regularidades estructurales, observamos que, en los discursos neodesarrollistas y neoliberales más estructurados, se presentaban algunos elementos en común. Entre ellos, la aceptación de la visión ortodoxa sobre la inflación y el consenso sobre la necesidad de reducir el Estado para equilibrar el déficit fiscal y el aumento de precios y eficientizar la economía. Sin embargo, los exponentes del primer macrodiscurso promovían el acuerdo de precios con el empresariado, una apertura y liberalización gradual y una privatización mixta, y los segundos rechazaban estos conceptos y se referían a la necesidad de una transformación "global" de todo el "sistema socioeconómico", a partir de las reformas neoliberales. Ambas discursividades compartían, además, la necesidad de abonar la deuda externa a los acreedores y el rechazo a los habituales métodos de protesta del sindicalismo, los paros y las movilizaciones sociales de trabajadores.

En cuanto a los ejes en común entre el conjunto de las discursividades, cada una de ellas compartía el rechazo a la inflación. Sin embargo, el macro-discurso neodesarrollista se refería al acuerdo de precios, el desdoblamiento cambiario y una economía mixta, el neoliberal asumía la defensa de las reformas estructurales y la liberalización de los precios y del tipo de cambio, y el nacional-popular no elaboraba una respuesta alternativa. En ese marco, se concentraba en la defensa de los aumentos salariales, el incremento del gasto público y el mejoramiento de la calidad de vida de los trabajadores, de modo tal de hacer frente a la reducción salarial y el incremento de la pobreza, que causaba la elevada tasa de inflación14.

Por último, en los tres paquetes de discursos hallamos un apoyo compartido hacia el régimen democrático liberal. Sin embargo, a partir de este mínimo común denominador, los agentes neoliberales más estructurados buscaban complementar la democracia política con una democracia económica, en tanto equivalente a la defensa "constitucional" al "libre comercio", y los discursos nacional-populares más estructurados, buscaban complementar y consolidar la democracia "formal" del radicalismo con una democracia "social" o "popular", asociada a la defensa de los derechos sociales y "humanos" de los trabajadores y la "justicia social".

En relación con las regularidades entre los agentes, hallamos que los principales referentes de los discursos neoliberales y nacional populares, Álvaro Alsogaray (titular del partido de centroderecha de la Ucedé) y Saúl Ubaldini (titular de la CGT), compartían algunos elementos en común:

  1. Un discurso de fuerte antagonismo con el oficialismo, que no hacía concesiones al gobierno. En ese marco, ambos presentaban, desde concepciones opuestas, una crítica global e irrestricta al modelo socioeconómico vigente, por lo que rechazaban enfáticamente las propuestas de reforma mixta del Estado.

  2. Ambos actores planteaban, desde concepciones antagónicas, un proyecto alternativo de transformación global de aquel sistema15.

  3. Los dos referentes políticos asumían un discurso con un eje de antagonismo en la inflación, aunque el titular de la CGT lo planteaba en términos defensivos, criticando sus efectos negativos sobre los salarios de los trabajadores, sin edificar una alternativa o solución al problema, mientras que Alsogaray presentaba como respuesta la implementación efectiva de las reformas y ajustes estructurales.

Actores UNI, BI y multi-discursivos

Entre los actores unidiscursivos se destacaban la Sociedad Rural Argentina (SRA) y los tecnócratas locales e internacionales, desde el neoliberalismo, los referentes económicos del gobierno de Alfonsín, por el neodesarrollismo, y los discursos del Partido Intransigente (PI), por el lado de los discursos nacional populares.

Entre los actores que asumían una mixtura bidiscursiva, podemos destacar los casos de la Unión Industrial Argentina (UIA) y del dirigente radical Eduardo Angeloz, que mixturaban elementos desarrollistas y neoliberales. Además, el dirigente peronista Antonio Cafiero, el Demócrata Cristiano Carlos Auyero y algunos periodistas de los diarios Página 12 y Clarín, mixturaban elementos nacional-populares con otros neo-desarrollistas. Finalmente, algunas organizaciones de la CGT, como Luz y Fuerza y el sindicato de las telecomunicaciones de FOETRA, articulaban elementos nacional-populares, con significantes típicamente neoliberales (como la defensa de la eficiencia y la rentabilidad).

En cuanto a los actores multidiscursivos, Raúl Alfonsín y Rodolfo Terragno, por la Unión Cívica Radical (UCR), y el entonces gobernador Carlos Menem, por el justicialismo, constituían los principales exponentes de este discurso polifónico, que incluía una mixtura de elementos provenientes de los tres paquetes de discursos predominantes (Fair, 2013).

4. Breve contextualización sociohistórica y política del año 1993

Luego de asumir el poder, en julio de 1989, y de estabilizar la economía, a partir del Plan de Convertibilidad de abril de 1991, en la etapa de sedimentación de la hegemonía menemista, el gobierno de Menem había terminado de implementar gran parte de las reformas y ajustes estructurales, convirtiéndose en uno de los principales exponentes del neoliberalismo a nivel mundial. En ese marco, poco quedaba del antiguo modelo benefactor de la segunda posguerra, el mismo que había creado Juan Perón y que Menem se había encargado de destruir, no sin dejar de situarse plenamente dentro de la tradición peronista, que ahora debía ser "aggiornada" a los "nuevos tiempos".

5. Síntesis de las características de los discursos público mediáticos durante la etapa de sedimentación de la hegemonía menemista (1993)

A partir del análisis empírico de los discursos público mediáticos durante el período de sedimentación de la nueva hegemonía menemista, identificamos tres paquetes de discursos que se disputaban la hegemonía en la escena mediática16:

  1. Un primer paquete de discursos era el Neoliberal, que asumía, a nivel general, el respaldo a las reformas menemistas y la estabilidad macroeconómica. Una primera modulación, definida como neoinstitucionalista, concentraba sus críticas en aspectos institucionales e instrumentales de las reformas (mayor seguridad jurídica, menores monopolios y más entes reguladores). La segunda, que denominamos monetarista, reclamaba profundizar las reformas y ajustes pendientes (por ejemplo, desregular las obras sociales y reducir de forma efectiva el gasto público), con el objeto de mantener el equilibrio económico y fiscal y consolidar la estabilidad.

  2. En segundo lugar, se hacía presente un paquete de discursos que definimos como Productivista nacional, con eje en la cadena modal en defensa de la industria-producción nacional-trabajo. Esta macro-discursividad no edificaba hegemonías alternativas y asumía un ponderado grado de antagonismo hacia las políticas neoliberales, criticadas sólo de forma puntual. En ocasiones, se presentaba una modulación más radicalizada, con algunos elementos nacional-populares, como la defensa de los derechos sociales y laborales de los trabajadores. Sin embargo, lo hacía mediante un predominio de la lógica de la negatividad y sin la formulación de un proyecto alternativo al neoliberalismo. En ese marco, el discurso nacional popular más estructurado sólo se hacía presente de forma residual, y a partir de una escenificación predominantemente defensiva.

  3. Por último, un tercer paquete de discursos predominante lo denominamos Democrático-liberal-republicano, ya que se articulaba con elementos típicos de aquella tradición parcialmente sedimentada. Presentaba dos variantes. En una primera modulación, asumía un discurso moralista, con eje en la cadena modal honestidad-moral, contra la corrupción-inmoralidad, asociada al menemismo y a la figura de Menem. En la segunda modulación, que denominamos neo-institucionalista, el eje se ubicaba en la defensa de la división de poderes y la democracia, contra la concentración de poder (vetos, decretos, control del Poder Legislativo y Judicial), que era asociado al hegemonismo-autoritarismo del menemismo y, en particular, a la figura del Ejecutivo. Ambas modulaciones confluían en las críticas al estilo de liderazgo de Menem y sus "desprolijidades" institucionales17. En algunos casos, se asumía también una visión "sensibilista", concentrada en la crítica a los efectos sociales regresivos de las reformas neoliberales (pobreza, desocupación), pero sin la construcción de un proyecto alternativo. En otros casos, se incluían algunos elementos liberal-conservadores, como la crítica a la "frivolidad" menemista, o el rechazo al control de la prensa.

En relación con las regularidades estructurales, hallamos una creciente confluencia entre los discursos democrático-liberal-republicanos y los neoliberales, en torno a la defensa de la austeridad monetaria, la seguridad jurídica y los cuestionamientos instrumentales a las reformas ya implementadas. A su vez, observamos una aceptación compartida, entre los tres macro-discursos, hacia el régimen democrático liberal, la estabilidad económica y el significante crecimiento.

En cuanto a las regularidades por agentes, en los discursos del año 1993 encontramos una aceptación, o al menos un no cuestionamiento público, hacia la estabilidad monetaria. Este significante, sin embargo, era articulado a significaciones diferenciales que buscaban complementar o consolidar la estabilidad. También observamos una aceptación general del régimen liberal democrático, aunque sectores como la Unión Obrera Metalúrgica (UOM) y las 62 Organizaciones, defendían, en ocasiones, una visión social de la democracia18.

Actores UNI, BI y multidiscursivos

En los discursos de 1993 observamos una creciente mixtura de discursividades, de modo tal que predominaba, entre los actores clave, la lógica bidiscursiva. Por un lado, en casi la totalidad de la CGT y de la dirigencia política del PJ, la UOM, la UIA, las editoriales de Clarín y algunos discursos de Página 12, se mixturaban elementos productivistas nacionales (en ocasiones, articulados a elementos de tradición peronista y a residuos nacional populares) y neoliberales. En otros casos, como en los discursos de Fernando de la Rúa y Eduardo Angeloz, se presentaba una mixtura de elementos neoliberales y democrático-liberal-republicanos. Finalmente, en dirigentes como Raúl Alfonsín, se presentaba una mixtura de los tres macrodiscursos.

6. Continuidades, transformaciones y reformulaciones en los discursos público mediáticos durante el período de pre-emergencia y sedimentación de la hegemonía menemista (1988-1993)

6.1. Principales continuidades en los discursos

La investigación efectuó una pormenorizada reconstrucción de las disputas público mediáticas durante el período previo y posterior a la emergencia de la hegemonía menemista, tanto en términos estructurales, como por organizaciones y por agentes concretos, una tarea que se hallaba pendiente. Ello permitió incorporar un análisis comparado de los discursos políticos, basado en una pluralidad de actores clave. Entre los elementos de permanencia temporal, podemos destacar:

  1. El respaldo general y compartido del conjunto de los actores políticos al régimen democrático liberal. Además, en el discurso neoliberal se mantiene la defensa de las reformas y ajustes estructurales.

  2. La defensa de ciertos significantes y cadenas equivalenciales residuales del discurso nacional popular. En ese marco, se mantiene el apoyo de la CGT a la justicia social, el trabajo, los trabajadores y el peronismo, el respaldo de la UIA y de las editoriales de Clarín a la producción y la industria nacional, el apoyo de la UOM a la industria, la producción nacional, el trabajo, la democracia popular y los derechos sociales de los trabajadores y las críticas de los periodistas de Página 12, los gremios estatales y algunos dirigentes del PI y del peronismo (como Antonio Cafiero), a las reformas de mercado. También se mantiene la crítica de algunos sectores de la Iglesia católica (como Monseñor Justo Laguna) a la cuestión social (pobreza, marginalidad). En cuanto a los sectores neoliberales, como la Sociedad Rural y la Ucedé, mantienen sus clásicas concepciones en defensa del libre mercado.

6.2. Principales transformaciones en los discursos

6.2.1. Cambios en los temas y ejes centrales de debate público mediático

Lo más interesante, no obstante, consiste en examinar las transformaciones de los discursos a nivel diacrónico. En relación con los tópicos de debate, en 1988 las disputas hegemónicas se concentraban en torno al rol del Estado, el pago o no de la deuda externa, el rol del sindicalismo y la legitimidad de los paros y protestas sociales, la inflación, la relación del peronismo y la democracia, el tipo de cambio y el déficit fiscal.

En 1993, en cambio, estos tópicos eran reemplazados por debates públicos en torno al "emprolijamiento" institucional y social del menemismo, con énfasis en un discurso crítico de la figura de Menem y su estilo de liderazgo, tanto en términos liberal republicanos (decretos, vetos, control del Poder Judicial, control de la libertad de prensa y de expresión, autoritarismo), como moralistas (corrupción, frivolidad, inmoralidad, falta de ética). También se presentaba un debate secundario en torno al déficit comercial.

En ese marco, lo más destacable es que las disputas público mediáticas dejaban de concentrarse en los fundamentos del modelo económico y pasaban a colocar el eje en elementos "formales", con centro en la figura de Menem, o bien en aspectos sociales, con base en los "costos" del ajuste. De hecho, antes que debates entre los actores clave, como los que se producían a fines de los años ochenta, por ejemplo, entre la CGT y el gobierno de Alfonsín, lo que predominaba en 1993, pese a la radicalización de las reformas, eran las críticas a las "desprolijidades" institucionales y a los efectos sociales regresivos del modelo.

6.2.2. Cambios en los significantes, cadenas equivalenciales y fronteras políticas modales

1) El desvanecimiento del macro discurso nacional popular: Una de las transformaciones más relevantes del período analizado, consiste en el desvanecimiento tendencial del macro-discurso nacional y popular19. Ello incluye dos elementos destacables:

  1. La notable reducción de los discursos en defensa de la concepción populista-movimientista de la democracia: esta concepción, típica del peronismo de la segunda posguerra, se expresaba, a fines de los ochenta, en una defensa explícita de los paros y las movilizaciones sociales de los trabajadores y mediante el reclamo por aumentos salariales. En la etapa de sedimentación de la hegemonía menemista, en cambio, prácticamente desaparecían los discursos a favor de la legitimidad de los paros y movilizaciones sociales y se reducían notablemente los reclamos por aumentos salariales.

    Este giro ideológico era particularmente notable en la CGT y la UOM, expresándose también en los gremios estatales y en la estructura del PJ. En ese marco, los discursos de los ex dirigentes renovadores Antonio Cafiero y José Manuel De la Sota, líderes de la oposición al menemismo en 1988, dejaban de reclamar por aumentos salariales y de defender la legitimidad de los paros de trabajadores. En algunos gremios centrales de la CGT, el giro ideológico era aún mayor. Se destacan, en ese sentido, las críticas explícitas a la modalidad de paro sindical por parte de dirigentes de organizaciones que a finales de los ochenta, los respaldaban de forma explícita, como el ferroviario José Pedraza y el gremio de personal civil de la Nación (UPCN).

    En el contexto del desvanecimiento de la concepción movimientista popular, un segundo cambio ideológico notable radica en la práctica desaparición de la habitual crítica a la democracia "formal", contrapuesta a la defensa de una democracia "social" o "popular". En ese marco, observamos que, en los documentos y comunicados de la CGT de 1993, desaparece la relación de antagonismo frente a la visión "formal" de la democracia liberal, que en 1988 la asociaba al "hambre" y el privilegio de los "intereses" de los acreedores, contrapuesta a la defensa de una democracia "popular" o "social", a favor de los derechos "sociales" y "humanos" y la "movilización" de los "trabajadores" y del "pueblo". En los discursos de la CGT y en algunos referentes del Justicialismo, como Cafiero, también se desvanece la defensa de la política como actividad "transformadora" y su relación con una democracia "participativa" y "social".

    Esta visión movimientista-populista es reemplazada, en la etapa de sedimentación de la hegemonía neoliberal, por un apoyo creciente a la concepción liberal de la democracia, sobre todo dentro de la propia CGT. Un cambio similar se observa en el titular del PI, Oscar Alende, y en algunos de los diputados de aquel partido. En otros casos, como en las 62 Organizaciones, en ocasiones se defiende un discurso de democracia social y popular, pero vaciado de contenido, en lo que respecta a las políticas públicas concretas. En ese marco, al igual que en la CGT, se deja de defender la legitimidad de los paros y movilizaciones sociales y de reclamar por aumentos salariales, todos significantes habituales en los discursos público mediáticos de finales de los ochenta20.

  2. La fuerte reducción de la concepción de nacionalismo anti-imperialista y mercadointernista: a finales de los ochenta, predominaba un discurso en defensa del mercado interno, la industria nacional, las pymes y las empresas públicas, como símbolos de independencia económica, soberanía política, defensa del patrimonio nacional y los intereses nacionales y populares. Al mismo tiempo, se edificaba un antagonismo con los proyectos de privatización mixta, desregulación y apertura y pago de la deuda externa al FMI, vinculados al liberalismo económico, la enajenación del patrimonio nacional, la desnacionalización, la dependencia, la especulación financiera y los intereses anti-nacionales y anti-populares de la tecnocracia y los acreedores.

    En los discursos de 1993, en cambio, debemos destacar la notable reducción de las menciones críticas a la "dependencia", "enajenación" y "desnacionalización" económica, así como a la defensa de la "soberanía política", la "independencia económica", la "liberación social" o "liberación nacional" y el "patrimonio nacional". Además, se reducen sensiblemente las habituales articulaciones equivalenciales entre las empresas públicas y la soberanía política, la asociación de las privatizaciones a la dependencia y la articulación entre el pago de la deuda externa y la especulación financiera.

    En la misma sintonía, en los discursos de 1993 observamos una práctica disolución de la frontera política modal que en 1988 contraponía la defensa de la "producción" a la "especulación financiera", o que contraponía la "liberación" y la "dependencia". Este cambio se hace presente con amplitud en la CGT y en los dirigentes del PJ, destacándose los ejemplos de UPCN y Cafiero. A su vez, se expresaba en los discursos de la UOM y de Alende. En el caso de la UIA y la Federación Agraria Argentina (FAA), abandonaban la contraposición de los años ochenta entre la defensa de la producción nacional y el mercado interno, por un lado, y el antagonismo a la especulación financiera, en tanto asociado a las políticas liberales, por el otro.

2) La creciente influencia del discurso neoliberal: Este giro identitario se observa en una pluralidad de actores, en particular de tradición nacional popular, que asumen significantes y articulaciones típicamente neoliberales. En ese marco se refieren a significantes como "progreso", "modernización", "eficiencia", "seguridad jurídica" o "reglas claras", "inserción internacional", "competencia" o "competitividad", "productividad" y "flexibilización", vinculados a la defensa de la estabilidad monetaria y fiscal y, en ocasiones, de las reformas estructurales. Podemos destacar, en ese sentido, las transformaciones discursivas de los dirigentes Cafiero, Bordón y Alfonsín, la CGT, las editoriales de Clarín, parte de la UIA y las organizaciones rurales de Carbap y FAA.

A fines de los años ochenta, estos sectores criticaban al monetarismo, si bien asumían una respuesta defensiva. En 1993, en cambio, todos ellos defendían explícitamente la estabilidad monetaria (en el caso de Clarín, incluyendo la estabilidad fiscal), o bien no la criticaban públicamente, como en el caso de Carbap.

En el caso de Bordón, se incorporaba una defensa de la eficientización del gasto público y un respaldo general a las reformas neoliberales. Cafiero, por su parte, abandonaba su discurso a favor del aumento de salarios y del gasto público y su crítica al pago de la deuda externa, apoyando la estabilidad monetaria. De hecho, reclamaba institucionalizar la estabilidad a nivel constitucional. Párrafo aparte merece el papel de la CGT y de sus principales organizaciones, que asumirán una defensa explícita de las privatizaciones y de su nueva función "empresarial", además de criticar, en algunos casos, la legitimidad de los paros y movilizaciones sociales.

Finalmente, en el caso de Alfonsín, resulta notable observar la incorporación y defensa de la "seguridad jurídica". En base a este significante neoliberal, el ex presidente rechazaba toda posibilidad de revisión del proceso de privatizaciones del menemismo, asumiendo una postura similar a la de Angeloz y De la Rúa. Cabe destacar, además, que los dirigentes del radicalismo que en 1988 apoyaban el acuerdo de precios y el desdoblamiento del tipo de cambio, en 1993 no criticaban la desregulación económica y respaldaban explícitamente la estabilidad monetaria y fiscal.

3) El desplazamiento del discurso neo-desarrollista por un macro-discurso con eje en elementos democrático-liberal-republicanos en los discursos públicos de 1993, prácticamente dejaban de mencionarse como opción los proyectos de reforma mixta del Estado, en particular las privatizaciones con participación del capital público y privado. Tampoco se defendía el control heterodoxo de los precios y del tipo de cambio. En ese marco, una serie de significantes modales asociados al discurso neodesarrollista a finales de los años ochenta, como la defensa de la modernización y el desarrollo, junto a otros en disputa con los discursos neoliberales, como la eficiencia y la estabilidad, eran hegemonizados por el discurso neoliberal menemista.

Este desplazamiento se observará en Angeloz, quien en 1993 abandona toda referencia al tema de la modernización y el desarrollo tecnológico y se concentra en un discurso de emprolijamiento institucional del menemismo, con críticas meramente instrumentales a las reformas de mercado. En otros casos, se producía una contaminación creciente de elementos liberal republicanos en discursos previamente posicionados dentro del nacionalismo popular. Es el caso, por ejemplo, de Bordón y Carlos "Chacho" Álvarez.

4) Cambios en las modalidades enunciativas y en los colectivos de identificación: En los discursos públicos de 1993 observamos una influencia creciente de la modalidad enunciativa tecnocrática, materializado en la mayor frecuencia de significantes economicistas, el declive general del aspecto programático del discurso y el menor uso de colectivos de identificación, típicos del discurso político. Este cambio identitario se extiende hacia actores de tradición nacional popular, que presentaban a fines de los ochenta una modalidad más típicamente política. Se destaca, en ese marco, el caso de Bordón.

Además, emerge una nueva modalidad enunciativa, que podemos denominar mediática, que se articula con la tecnocrática para antagonizar con la corrupción de la clase política y el gasto político. El principal exponente de este tipo de discursividad es "Chacho" Álvarez, aunque se observa también en otros referentes que a mediados de 1993 conformarían el partido Frente Grande.

En el marco de las transformaciones en las modalidades enunciativas, observamos cambios diacrónicos en el uso de los colectivos de identificación. En primer lugar, hallamos una marcada reducción de las apelaciones al "pueblo" y una desaparición de las apelaciones al "pueblo trabajador", a lo "nacional y popular" o al "movimiento popular", en tanto ligados al partido-movimiento peronista. Este giro identitario se observa nítidamente en los documentos de la CGT, al igual que en algunos de sus principales gremios, como UPCN, petroleros (SUPE) y telecomunicaciones (FOETRA).

En algunos casos, incluyendo discursos de dirigentes de la CTA, estos colectivos de identificación, típicos del populismo de posguerra, eran reemplazados por una apelación genérica a la "gente". La apelación a este meta-colectivo amplio y englobador era habitual en los discursos de De la Rúa, aunque también se observaba en dirigentes de tradición nacional popular, como Duhalde, "Chacho" Álvarez y Bordón. En el caso de Cafiero, hallamos un abandono de sus habituales discursos a favor del "pueblo", lo "nacional" y lo "popular", asociado equivalencialmente al peronismo. Esta modalidad es reemplazada por una apelación más genérica a los "argentinos", encadenado a la idea de "unidad" y "pacificación nacional".

6.3. Cambios en la intensidad enunciativa de las construcciones discursivas

Asumiendo la posibilidad de pensar en grados diferenciales de hegemonización, de acuerdo con el estilo, la entonación y la valoración diferencial que expresan los discursos a nivel enunciativo, el análisis comparado de los discursos nos permitió destacar una serie de hallazgos adicionales:

  1. La alteridad se edifica en términos más moderados: En ese marco, se destaca el lenguaje de menor confrontación y antagonismo de los discursos opositores, que denotan la presencia de mayor cantidad de elementos en común con el discurso menemista, que con el de Alfonsín de finales de los años ochenta. Este cambio es particularmente notable dentro de la CGT y la mayor parte de la estructura del PJ, y se expresa en menor medida en la UOM y las 62 Organizaciones. En ese sentido, en 1993 se observa una creciente adopción de una lógica de pos-menemismo, en contraposición al predominio del anti-menemismo, de la primera etapa de gobierno de Menem.

  2. Predominan las críticas a aspectos puntuales del modelo económico: En consonancia con el punto anterior, en los discursos de 1993 se observa un predominio de las críticas puntuales y diferenciales a las reformas de mercado. Ello reemplaza las críticas generales al modelo "socioeconómico" de 1988, que era negativizado de forma global. Este cambio ideológico se observa en la totalidad de los actores políticos, quienes no plantean una crítica al conjunto del modelo económico, sino a políticas puntuales, como las privatizaciones, la apertura comercial o los proyectos de flexibilización laboral. En ese marco se destaca el giro de la CGT, que a fines de los años ochenta se oponía al modelo neodesarrollista en su conjunto, mientras que en 1993, en pleno auge neoliberal, sólo cuestionaba parcialmente la flexibilización laboral.

  3. Se coloca el énfasis en una estrategia de negatividad: En lugar de la construcción de una estrategia de positividad, como predominara en las discursividades opositoras de finales de los años ochenta, los discursos críticos de 1993 se construyen mayoritariamente por la negativa, sobre todo en lo que respecta a los aspectos económicos del modelo.

  4. Se desdibuja la construcción de una alternativa al modelo: En el contexto de predominio de una estrategia de negatividad, y el énfasis en las críticas a aspectos puntuales del modelo, la construcción identitaria se edifica en términos predominantemente "defensivos". Así, observamos que, en 1993, las críticas se realizan sobre la base de un "emprolijamiento" institucional y social, antes que en una oposición a los fundamentos del modelo. En otros casos, se presenta una fuerte crítica a los aspectos económicos y sociales, pero sin construir una estrategia alternativa en el plano de las políticas públicas concretas. Esta forma defensiva de construir las identidades contrasta con el fuerte antagonismo que se edifica en el plano institucional, en el que se destaca la contraposición entre honestidad y corrupción, moral e inmoralidad y concentración de poder en el presidente y división de poderes.

7. Los significantes tabú del menemismo

En el marco de discursos mayoritariamente defensivos y que no edificaban una alternativa consistente a las reformas neoliberales, observamos, desde el análisis comparado de los discursos, que existían una serie de significantes tabú, que tendían a ser reprimidos de su enunciación pública. En ese sentido, los tópicos tendientes a la construcción de una alternativa al modelo menemista en el plano de las políticas públicas concretas, se habían reducido casi hasta desaparecer. Este giro ideológico se observaba en particular dentro del sindicalismo, la estructura del justicialismo y, en menor medida, en las editoriales de Clarín y la UIA. Así, en relación con los discursos de 1988, en las discursividades de 1993:

1) Se abandonaban, o reducían notablemente su frecuencia, los significantes re-nacionalización y re-estatización de empresas públicas, pese a la radicalidad de las privatizaciones.

2) Se desvanecían los discursos en defensa del proteccionismo industrial generalizado, el resguardo del mercado interno y el aumento del gasto público.

3) Desaparecían las referencias a la renegociación, moratoria o no pago de la deuda externa y mermaban notablemente las críticas al FMI, a la especulación financiera y a la articulación equivalencial entre estos significantes.

4) Prácticamente, desaparecían los discursos en defensa de la democracia, entendida como "participación" y "movilización social" y "popular", al igual que la habitual crítica a la democracia "formal" del liberalismo.

5) En el marco del eje anterior, se reducían notablemente los reclamos de los actores clave por aumentos salariales, las críticas por los bajos salarios y el respaldo a los paros sindicales y las movilizaciones sociales de los trabajadores.

En el contexto de la exclusión del debate público de ciertos ejes clave del discurso nacional popular, una serie de significantes legitimadores también eran reprimidos del orden del discurso. Entre ellos, podemos destacar la crítica a la "desnacionalización", la "dependencia", el "hambre" y la "usura" de la "especulación" financiera. También, la típica defensa de la "soberanía política", el "patrimonio nacional", la "independencia económica", la "liberación nacional" y la vinculación del peronismo con el "pueblo" y lo "nacional y popular". Este giro identitario era particularmente notable dentro de la CGT y en gran parte de la estructura del PJ (con énfasis en los casos de Cafiero y De la Sota), siendo menos evidente en la UOM y, sobre todo, en la CTA.

8. Interrelaciones entre el discurso de Menem y las discursividades de los actores sociopolíticos clave (1988-1993)

El desvanecimiento tendencial del discurso nacional popular y el éxito del discurso neoliberal, no pueden ser independizados del grado de eficacia que adquirió la discursividad menemista y, en particular, su principal símbolo y figura: el presidente Carlos Menem. En ese marco, luego de analizar en detalle las discursividades de los actores clave durante el período 1988-1993, debemos destacar, brevemente, algunos aspectos concernientes al análisis del plano de la eficacia interpelativa del menemismo para construir un nuevo sentido común.

8.1. Eficacia interpelativa directa del discurso presidencial

En relación con la eficacia directa del discurso presidencial para transformar las identidades de los sectores posicionados como interpelados, colocamos el eje en el impacto de sus "frases formulísticas" (Philips, 1998) de mediana duración. En ese marco, examinamos las típicas frases de Menem sobre la "revolución productiva" y el "salariazo", la "economía popular de mercado", la idea de convertir a los "proletarios en propietarios", las metáforas de la Argentina como el "Ave Fénix que renace" y de la "cirugía mayor sin anestesia". También, el discurso sobre la necesidad de realizar un "cambio de mentalidad", la tesis de la Argentina como país "líder en América Latina" y la estrategia enunciativa del "sacrificio" para llevar a cabo las reformas neoliberales.

Incorporamos, además, el análisis del grado de interpenetración de las cadenas equivalenciales modales de la discursividad presidencial. En ese marco, examinamos el impacto de su discurso a favor de la "reconciliación" y la "pacificación" nacional, la habitual vinculación del modelo con la "transformación nacional", la articulación del plan económico con las ideas de "modernización", "aggiornamiento" y "participación" de los trabajadores, la relación equivalencial de la estabilidad económica y la convertibilidad con valores como el crecimiento, el progreso, la modernización, el aumento de la producción, el fin de la especulación financiera y la justicia social, la articulación del "cambio cultural" con la tesis de la "adaptación", "actualización" y "evolución" doctrinaria del peronismo a los "nuevos tiempos", la defensa de una moneda "sana y fuerte", ligada a la convertibilidad, la tesis sobre la "inserción" o "integración" internacional "pacífica" y "solidaria" a la "aldea global" y la asociación del Estado con la "macrocefalia", lo "elefantiásico" y el "pasado" de "los que se quedaron en el '45".

Sintéticamente, hallamos una eficacia interpelativa variable del discurso neoperonista, evolucionista, posibilista, pacifista, democrático liberal y neoconservador, de Menem, por lo que se podían incorporar grados diferenciales de hegemonización:

  1. Eficacia interpelativa fuerte: observamos una fuerte eficacia directa de los giros discursivos y las interpelaciones presidenciales al triple mandato evolutivo, que instaban a abandonar el mercadointernismo, la economía cerrada y aislada y el autoritarismo, y adoptar la reformulación del Estado, la integración acrítica al orden internacional y la asunción de los valores de la democracia liberal, en una pluralidad de actores políticos de tradición nacional popular y peronista, entre los que se destacaban sectores de la CGT y una porción de la estructura del justicialismo. Además, algunas frases menemistas referidas al proceso de "transformación" y a la metáfora de la "aldea global", eran replicadas en discursos de diputados de la Ucedé y en editoriales de La Nación.

  2. Eficacia interpelativa débil o nula: En el resto de los actores clave, la eficacia directa de las habituales interpelaciones y giros del discurso menemista era débil, o directamente nula, expresado en el no replique de sus frases y articulaciones modales y, en algunos casos, en su rechazo cínico (Fair, 2013).

8.2. Eficacia interpelativa indirecta de la discursividad menemista

Analizando, de modo comparado, los principales cambios en los discursos público-mediáticos de los actores políticos clave y los que se producían en el discurso de Menem, hallamos tres elementos de relevancia. Estas transformaciones a nivel temporal nos permitieron inferir un elevado grado de eficacia indirecta del discurso presidencial, o, en todo caso, una eficacia directa de la discursividad menemista, entendida como un conjunto de discursos que presentaban una estructuración similar, pero que excedían a la figura del presidente:

1) Los cambios ideológicos en el discurso de Menem, entre 1988 y 1993, coincidían con los cambios diacrónicos en los discursos de los actores clave: En ese marco, coincidían las transformaciones en los ejes de debate público, en los significantes y articulaciones equivalenciales replicadas y en los significantes, cadenas y fronteras políticas excluidas del discurso, de manera tal que, en ambos casos, se desvanecía el discurso mercadointernista, de nacionalismo anti-imperialista y movimientista-populista. Además, en consonancia con los cambios en el discurso de Menem, los actores clave de tradición nacional popular asumían un discurso de creciente mixtura neoliberal, que era integrado, en los sectores de tradición peronista, con significantes típicamente peronistas y con la aceptación del liberalismo democrático. Finalmente, en consonancia con el discurso conservador pacifista de Menem, carente de antagonismos en términos de sujetos concretos (Fair, 2013), se reducía el grado de antagonismo de los discursos críticos.

2) No se edificaba una contra-hegemonía en el plano de las políticas públicas: En concordancia con el discurso posibilista de Menem, que acentuaba la ausencia de alternativas y la inflexibilidad para modificar los fundamentos del modelo (Fair, 2013), no se formulaban, salvo algunas excepciones residuales, alternativas concretas en el plano de las políticas públicas. Así, como hemos señalado, en los discursos públicos de 1993 se abandonaban los significantes nacionalización y re-estatización de empresas públicas, pese a la radicalidad de las privatizaciones. También la defensa del proteccionismo industrial, el mercado interno y el aumento del consumo y el gasto público. Además, desaparecían las referencias a la renegociación, moratoria o no pago de la deuda externa, así como las críticas al FMI y a la especulación financiera y la defensa de la concepción de la democracia como participación social y popular, al igual que la habitual crítica a la democracia "formal", reduciéndose los reclamos por aumentos salariales y la defensa de los paros sindicales. De este modo, predominaba una estructuración de los discursos públicos en términos defensivos, expresando, de forma indirecta, el éxito del discurso neoliberal menemista.

3) Los significantes y cadenas equivalenciales modales de la frontera interna y externa del discurso de Menem no eran cuestionados, o posicionados como negativos: A diferencia de lo que acontecía frente al discurso de Alfonsín a finales de los años ochenta, en los discursos de 1993, los actores clave compartían, o al menos no criticaban públicamente, los elementos modales de la frontera de inclusión del discurso de Menem (estabilidad, convertibilidad y reformas neoliberales, en tanto asociados al crecimiento, modernización, progreso, etc.). Tampoco se criticaba la típica articulación equivalencial menemista entre la estabilidad y el fin de las prácticas de especulación financiera, ni los datos macroeconómicos que Menem situaba como elementos positivos. Por último, no se cuestionaba el discurso menemista de "pacificación" y de "transformación", ni el proceso de "inserción" al "orden global".

Además de no criticarla, tampoco se negativizaba su frontera de inclusión modal. Así, no se articulaba a la estabilidad, o al modelo económico como totalidad, con elementos de valoración negativa (por ejemplo, la inestabilidad, el caos, el atraso, el estancamiento, el subdesarrollo, la decadencia o el pasado). Del mismo modo, la convertibilidad, salvo un discurso aislado de la presidenta de la Fundación de Investigaciones para el Desarrollo (FIDE), Mercedes Marcó del Pont, no era caracterizada como una "ficción". En todo caso, en 1993 ningún actor político exigía públicamente devaluar la moneda, lo que convertía a la devaluación en el principal de los significantes tabú. Tampoco se vinculaba a Menem o a su gobierno con el anti-pueblo o lo anti-nacional, ni se asociaba a su modelo con el anti-peronismo, al punto tal que la tesis de la "traición" al peronismo histórico, habitual entre 1989 y 1991, prácticamente desaparecía de los discursos público mediáticos. Finalmente, en relación con la frontera de exclusión del discurso menemista, no se defendía al Estado de las habituales críticas presidenciales por su "macrocefalia", "corrupción", "ineficiencia" y "burocratización", ni se respaldaba, salvo discursos aislados, a las empresas de servicios públicos, en tanto asociadas a la soberanía política, la independencia económica y el patrimonio nacional.

9. La conformación de un núcleo orgánico indiscutido como principal indicador del éxito de la hegemonía menemista

Hemos dejado de lado uno de los hallazgos más relevantes del análisis empírico de los discursos público mediáticos entre 1988 y 1993, vinculado a la conformación de lo que definimos como el núcleo medular o núcleo orgánico de la hegemonía menemista. En efecto, tras haber examinado los cambios a nivel diacrónico, y de haber observado una fuerte crítica a las políticas neoliberales puntuales, quedaba sin responder por qué existía un énfasis en una estrategia de negatividad en los discursos más radicalizados, de modo tal que no se edificaba una alternativa al modelo económico, limitado a una lógica defensiva en ese campo. Además, nos faltaba explicar en dónde residía el eje de la eficacia interpelativa de la hegemonía menemista. Para ello, se analizaron diferencialmente dos significantes que, contextualmente, asumirían un papel central en los años noventa; la estabilidad y la convertibilidad.

Observamos que, en la etapa de sedimentación de la hegemonía menemista, estos significantes, en particular el primero, se replicaban con mucha frecuencia entre los actores políticos clave. Además, en el caso de la estabilidad, era motivo de replique de una pluralidad de agentes. Finalmente, este significante presentaba una multiplicidad heterogénea de significados adosados. En ese marco, que coincidía con la centralidad que asumían estos elementos en el discurso menemista, analizamos las construcciones y articulaciones que presentaban estos significantes clave, colocando el eje en las disputas por la hegemonía. Luego, incluimos también el análisis de lo que se presentaba como su reverso, examinando las significaciones en torno al significante devaluación.

Sintéticamente, observamos que, en 1993, se hacían presentes algunos discursos que criticaban a la convertibilidad, o bien a las reformas neoliberales de forma puntual, pero no expresaban públicamente la necesidad de devaluar la moneda, o de retornar al modelo mercado-internista. En cuanto a la estabilidad, observamos que era situada en la frontera de inclusión del conjunto de las discursividades, en tanto valor político positivizado. En ese marco, en algunos casos, la estabilidad era vinculada a un éxito del gobierno de Menem, replicando sus articulaciones modales. En otras, como en los dirigentes de la UCR y PJ, se lo buscaba desligar de la figura presidencial, para apropiarse de su legitimidad.

En ese contexto, lejos de ser cuestionada, se aceptaba como legítima la estabilidad, pero se la buscaba "complementar" y "consolidar" con una pluralidad de significantes adicionales, ya sea neoliberales (crecimiento, productividad, equilibrio fiscal, austeridad monetaria, seguridad jurídica, ahorro, profundización de las reformas estructurales pendientes), liberal-republicanos (honestidad, moral, división de poderes) y/o productivistas nacionales (producción nacional, trabajo, defensa de la industria, desarrollo), incluyendo elementos sensibilistas en lo social (humanización del modelo, menos pobreza), conservadores (unidad, ética, paz, menos frivolidad) y típicamente peronistas (justicia social, dignidad). En los actores políticos concretos, estos discursos se presentaban, con frecuencia, mediante una lógica bidiscursiva o multidiscursiva, que articulaba elementos neoliberales, con otros del productivismo nacional y, en ocasiones, de la formación liberal republicana.

Al examinar los significados adosados a la estabilidad, también hallamos algunos elementos adicionales:

  1. En algunos casos, la estabilidad se adosaba de forma modal al crecimiento y la modernización, siendo significantes que no eran cuestionados como tales.

  2. En algunos discursos de dirigentes mediáticos (periodistas de La Nación y algunas notas de Página 12) y sindicales (CGT), la estabilidad era situada como equivalente al valor de la democracia.

  3. Algunos discursos de Cafiero y Bordón, que en 1988 edificaban la cadena equivalencial democracia-crecimiento-justicia social, en 1993 lo reemplazaban por la cadena modal estabilidad-crecimiento-justicia social. De este modo, se confirmaba el papel central que ocupaba la estabilidad, similar al significante democracia durante el gobierno de Alfonsín, pero que ahora se sumaba al listado de significantes incuestionados.

  4. En algunos discursos, entre los que se destacaban las notas y editoriales de La Nación y las alocuciones de De la Rúa, la estabilidad era considerada un "bien de propiedad pública", que no sólo no se "discutía", sino que, además, debía convertirse en "estructural" y "permanente".

A partir de allí, subrayamos algunos elementos explicativos del éxito de la hegemonía menemista:

  1. En los discursos público mediáticos de 1993 existía una aceptación general y compartida en torno a la estabilidad monetaria, lo que posicionaba a este significante como el significante "amo" (Zizek, 1992). De este modo, la estabilidad encarnaba el "punto nodal" (Laclau y Mouffe, 1987) de la hegemonía menemista, actuando como un significante estructurador de lo social.

  2. La estabilidad se encadenaba equivalencialmente, a través del éxito de la convertibilidad, a una triple estabilización: monetaria (vía restricción en la emisión), fiscal (vía equilibrio del déficit fiscal) y de precios (vía el control de la inflación). En algunos casos, también a la estabilidad político-social (vía la previsibilidad en las reglas de juego).

  3. De este modo, los significantes estabilidad y convertibilidad se hallaban fuertemente encadenados entre sí, siendo intercambiables de forma indistinta.

  4. En ese marco, pese a las críticas de algunos sectores a la paridad cambiaria, como todos los actores clave aceptaban, o al menos no cuestionaban, a la estabilidad como un valor central, ningún discurso se refería públicamente a la necesidad de devaluar la moneda, lo que implicaba aceptar, de hecho, el tipo de cambio fijo.

  5. Como derivación del punto anterior, existía un núcleo medular o núcleo nodal, condensado en el significante amo estabilidad, que a su vez era encadenado al significante convertibilidad, al equilibrio monetario y fiscal, y al consenso sobre la no devaluación, convertido en un significante tabú, que no se hallaba en disputa directa por la hegemonía, siendo aceptado o no cuestionado por el conjunto de los actores clave.

  6. Pero además, el discurso menemista había logrado éxito en articular la estabilidad con las reformas estructurales y con el objetivo del crecimiento y los valores de modernización y progreso.

  7. Como consecuencia de ello, estos significantes constituían un conjunto encadenado que perdía la distinción de su inherente particularidad.

  8. Este encadenamiento orgánico permite explicar la presencia de una pluralidad de discursos públicos que criticaban las políticas neoliberales de forma puntual y, en ocasiones, a la propia convertibilidad, pero, al mismo tiempo, no exigían devaluar y aceptaban a la estabilidad y sus significaciones equivalenciales centrales como valores positivos.

  9. A su vez, permite explicar, en el marco de una serie de restricciones económicas, institucionales y sociohistóricas, y un conjunto de prácticas sociales sedimentadas, la imposibilidad de edificar una alternativa antagónica al modelo y el predominio, en los discursos más radicalizados, de una estrategia de negatividad, ya que los discursos críticos aceptaban estos elementos dentro de su frontera de inclusión, compartiendo este amplio núcleo orgánico. En efecto, los discursos críticos no podían edificar una nueva cadena puramente antagónica al discurso menemista, al compartir el apoyo (o al menos, el no cuestionamiento) a la estabilidad, y con ella, a la convertibilidad y, necesariamente, al "combo" completo de las reformas neoliberales, por lo que tampoco exigían una devaluación.

10. Los contra-discursos que no se referían a la estabilidad

Ahora bien, luego de realizar el análisis del núcleo medular, observamos que existían, a su vez, una serie de contra-discursos de actores clave, quienes no se referían públicamente a la estabilidad. A partir del análisis empírico, hallamos que, en su mayoría, se trataba de discursos radicalizados, como los de Aldo Rico, la CTA, Página 12, algunos gremialistas de la CGT, la UOM, las 62 Organizaciones y dirigentes como Fernando "Pino" Solanas y los diputados del PI, que mostraban los residuos del discurso nacional popular más crítico del modelo económico menemista. Sin embargo, estos discursos residuales presentaban un predominio de la lógica de la negatividad, por sobre la construcción de una estrategia alternativa en el plano de las políticas públicas, asumiendo una posición defensiva. En ese marco, no lograban edificar una estrategia contra-hegemónica de salida devaluatoria, o bien algún tipo de alternativa al régimen de convertibilidad. Concluimos, entonces, que en estos actores, se presentaba una aceptación implícita o de hecho del núcleo medular de la hegemonía menemista.

11. A modo de conclusión

A partir de la incorporación de una estrategia de análisis comparado del discurso, hemos procurado sintetizar en este trabajo las principales características y los principales cambios, continuidades y reformulaciones diacrónicas en los discursos público mediáticos, durante el período previo y posterior a la emergencia y conformación de la hegemonía menemista. Comprobamos, en ese marco, la hipótesis referida al desvanecimiento tendencial del discurso nacional popular en la Argentina entre 1988 y 1993, del que sólo quedarían residuos, en la etapa de sedimentación de la hegemonía menemista. En ese contexto, el menemismo lograría edificar una exitosa hegemonía neoliberal, que se estructuraría a partir de una serie de particularidades autóctonas. En primer lugar, logró establecer una estrecha vinculación del neoliberalismo con una mixtura peronista y productivista nacional, que el discurso de Menem nunca abandonaría. En segundo término, logró un exitoso encadenamiento orgánico entre la estabilidad, como significante amo, la convertibilidad y el "combo" completo de las reformas neoliberales. Estos elementos fueron adosados, desde la discursividad menemista, a todo un relato posibilista, evolucionista y pacifista, y a una particular conjunción entre los valores democrático-liberales y neoconservadores, sin abandonar las referencias al conservadurismo popular, logrando una importante eficacia para convencer a los actores políticos clave que debían realizar un triple mandato evolutivo. Desde el discurso menemista, se trataba de realizar un proceso de modernización y actualización, que instaba a los actores de tradición nacional popular a abandonar el discurso mercado-internista, de nacionalismo anti-imperialista y movimientista-populista, para adaptarse y actualizarse a los nuevos tiempos de reformas de mercado, inserción acrítica al orden global, estabilidad y aceptación de la democracia liberal. En el marco de una serie de restricciones extra-lingüísticas que actuaron como sus condiciones de posibilidad, provenientes del fracaso de los planes heterodoxos y la hiperinflación de 1989, el derrumbe del comunismo, la crisis efectiva del modelo mercado-internista de la segunda posguerra y el proceso de institucionalización del peronismo, así como de una serie de prácticas discursivas que reforzaron la eficacia de la ideología neoliberal (Fair, 2013), el menemismo logró modificar las identidades y tradiciones existentes para edificar y sedimentar un nuevo y exitoso sentido común en torno a los valores de la estabilidad monetaria y el neoliberalismo modernizador. En ese contexto, como una prueba más de su extendida eficacia, tendremos que esperar casi una década entera para observar el retorno al centro de la escena pública de muchos de los tópicos, significantes y articulaciones equivalenciales del discurso nacional popular, los mismos que la hegemonía menemista había logrado reprimir, convirtiéndolos en tabú.

Notas

1Este trabajo sintetiza algunos de los principales hallazgos empíricos que conformaron mi Tesis de Doctorado en Ciencias Sociales, Universidad de Buenos Aires, marzo de 2013. Versiones anteriores fueron presentadas y debatidas en las II Jornadas de Iniciación Interdisciplinaria en Ciencias Sociales, Licenciatura en Ciencias Sociales, Universidad Nacional de Quilmes (UNQ), Bernal, Buenos Aires y en el VII Coloquio de Investigadores en Estudios del Discurso y III Jornadas Internacionales sobre Discurso e Interdisciplina. Una versión preliminar fue debatida y criticada, a su vez, por el equipo de investigación de Javier Balsa, del que formo parte, en la Universidad Nacional de Quilmes, en el mes de mayo de 2013. Quisiera agradecer especialmente a Javier Balsa y a su equipo de trabajo y a Santiago Leiras, por su atenta lectura y sus invalorables contribuciones. También a Sebastián Barros, Paula Biglieri, María Eugenia Conturzi, Arturo Laguado y Sergio Morresi, por sus valiosos comentarios, críticas y sugerencias al aspecto teórico-metodológico de la presente investigación.
2Por razones espaciales, no analizaremos aquí las características que adquiere la teoría del discurso de Laclau. Al respecto, pueden verse Aboy Carlés (2001) y Barros (2002).
3Aunque nos referimos al concepto de tópicos de debate, estos temas de disputa hegemónica no dejan de representar significantes.
4El análisis original incluye también el estudio de los elementos extra-lingüísticos del discurso. En ese marco, examinamos los condicionamientos sociohistóricos, institucionales, económicos e identitarios, las prácticas sociales de los agentes y las formas de identificación que se instituyeron, para luego mostrar su juego de interacción con el plano textual. No obstante, el desarrollo de este plano de análisis (en tanto diferenciable analíticamente del plano lingüístico del discurso), excede la posibilidad de este trabajo (al respecto, véase Fair, 2013).
5De hecho, el propio Laclau (junto a Mouffe), en su texto fundacional del posmarxismo, toma en consideración varios elementos provenientes del Foucault arqueológico. En dicho marco, destaca que "el tipo de coherencia que atribuimos a una formación discursiva es cercano al que caracteriza al concepto de formación discursiva, elaborado por Foucault: la regularidad en la dispersión" (Laclau y Mouffe, 1987, p. 143).
6Se recopilaron y analizaron más de dos millares de discursos, correspondientes a los años 1988 y 1993.
7En nuestra investigación doctoral, elegimos situar a la figura de Menem como agente interpelador privilegiado y al resto de los actores como agentes interpelados, en el marco de la tradición presidencialista y personalista de la Argentina, el fuerte apoyo electoral y la legitimidad democrática popular, institucional y simbólica, que adquiere la figura del Presidente. Ello no implicó desconocer la relativa autonomía de otros agentes para construir subjetividad política (Fair, 2013).
8La investigación original incluye un pormenorizado análisis del discurso presidencial entre 1988 y 1993 (extendido hasta 1995) y el posterior examen de la eficacia interpelativa de su discurso. Para un análisis más detallado de la interpenetración entre el discurso de Menem y las discursividades de los actores clave, que excede el marco de este trabajo, véase Fair (2013).
9Las negritas citadas a partir de aquí son nuestras.
10Desde el campo teórico, resulta posible identificar cuatro grandes escuelas del neoliberalismo o nuevo liberalismo económico: la Escuela de Chicago o monetarista, la Escuela de Virginia o Public Choice, la Escuela Austríaca y la libertaria o anarco-capitalista. Además, existen otras escuelas, como la Alemana o de Economía Social de Mercado (Morresi, 2008). En los discursos relevados, podemos hallar elementos de algunas de estas escuelas, aunque no partimos desde la teoría existente para hacer esta categorización.
11Conscientes de la endeblez del nombre, nos referimos al término "nacional popular", a partir de las regularidades que observamos en un paquete de discursos que promovían una visión de nacionalismo económico, con un mínimo común denominador en resguardo de la industria y la producción nacional y una concepción orientada al mercado interno y crítica del liberalismo económico. En ese marco, no necesariamente sus actores debían hacer mención a la defensa del pueblo, lo nacional, lo popular o el mercado interno, aunque sí compartían esta orientación de base productivista y crítica, en diversos grados, del liberalismo económico. Al igual que en el resto de los macro-discursos, los actores organizacionales y agenciales presentaban diversos grados de estructuración dentro de esta discursividad.
12Lo definimos de este modo, ya que este discurso se asemejaba, en cierta forma, a las características que asume el nuevo desarrollismo, que defiende la economía mixta con equilibrio fiscal (véase Bresser Pereyra, 2007). En otro lugar la hemos denominada desarrollista-monetarista (Fair, 2013). No necesariamente debían coincidir sus discursos con los significantes típicos del desarrollismo, al punto tal que el concepto de desarrollo sólo se hacía presente en algunos de sus referentes.
13La categoría de significantes legitimadores refiere a significantes que legitiman políticamente determinados significados. Así, las privatizaciones representan un significante contextualmente más "técnico", pero podría ser acompañado por significantes legitimadores clave, como "modernización", "progreso", etc., elementos con una carga coyunturalmente más positiva para su flotación tendencial.
14La relación equivalencial entre la inflación y el aumento de precios generado por el empresariado, prácticamente no era formulada por ningún actor político.
15Estas dos características también eran compartidas por otros referentes organizacionales clave del neoliberalismo y del discurso nacional popular, como la Sociedad Rural, por un lado, y los gremios estatales, por el otro.
16Al igual que en el análisis de 1988, existía también una cuarta discursividad, la marxista, pero que tenía escaso impacto a nivel público mediático.
17Estas discursividades encuentran semejanzas con las tradiciones democrático-liberales y republicanas (Pettit, 2004), aunque en nuestra investigación no asumimos una postura esencialista de los discursos.
18En el apartado siguiente destacaremos otras regularidades observables en los discursos de 1993.
19Como veremos, desvanecimiento no implica una desaparición absoluta, del mismo modo que hegemonía no equivale a totalitarismo.
20Como excepción dentro de la CGT, sólo podemos rescatar la defensa de los paros de trabajadores por parte del gremialista Palacios, de la Unión Tranviaria Automotor (UTA). También se producirán fuertes disidencias internas dentro de los gremios ultramenemistas de ferroviarios y Luz y Fuerza, aunque logrará hegemonizar la visión neoliberal, embanderada con el menemismo.

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