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Entramado

Print version ISSN 1900-3803

Entramado vol.11 no.2 Cali July/Dec. 2015

https://doi.org/10.18041/entramado.2015v11n2.22210 

http://dx.doi.org/10.18041/entramado.2015v11n2.22210

Importancia de la economía campesina en los contextos contemporáneos: una mirada al caso colombiano*

The importance of farmers' economy in contemporary contexts: A look into the Colombian case

Importância da economia rural nos contextos contemporâneos: uma olhada no caso colombiano

Luz Elena Santacoloma-Varón**

* Artículo de revisión que hace parte de una investigación acerca de indicadores de sostenibilidad económica ambiental y social en sistemas de producción campesina, con esquemas de comercio justo, llevada a cabo en Tuluá (Valle del Cauca- Colombia).
** Candidata a Doctor (a) en Desarrollo Sostenible. Magíster en Gestión Ambiental para el Desarrollo Sostenible, Universidad Javeriana Bogotá - Colombia Miembro del Grupo de investigación GIES. Docente asistente de la Escuela de Ciencias Agrícolas Pecuarias y del Medio Ambiente (ECAPMA) de la Universidad Nacional Abierta y a Distancia. Bogotá, Colombia. luz.santacoloma@unad.edu.co

Este es un artículo Open Access bajo la licencia BY-NC-SA ( thttp://creativecommons.org/licenses/by-nc-sa/4.0/)

Cómo citar este artículo: SANTACOLOMA-VARÓN, Luz Elena. Importancia de la economía campesina en los contextos contemporáneos: una mirada al caso colombiano. En: Entramado. Julio - Diciembre, 2015 vol. 11, no. 2, p. 38-50, http://dx.doi.org/10.18041/entramado.2015v11n2.22210

Recibido: 25/09/2014 Aceptado: 15/02/2015


Resumen

El presente artículo constituye una revisión crítica de autores que exponen fundamentos y principios conceptuales para explicar la persistencia de los sistemas de producción campesinos en el contexto contemporáneo. En este sentido, el estudio surge como respuesta a la pregunta: ¿Qué factores hacen que en un mundo globalizado perduren sistemas de producción campesinos? para dar respuesta a esta pregunta se siguió una metodología basada en análisis y síntesis de discurso de autores reconocidos en el ámbito académico, discusión con expertos, ordenamiento de temas por afinidad e identificación de rasgos comunes entre discursos. El estudio se desarrolló en dos niveles de análisis: la economía campesina en el mundo, y una mirada al caso de la economía campesina en Colombia. La revisión permitió concluir que tanto a escala global como en Colombia, las economías campesinas son importantes en la producción de alimentos de buena calidad, la conservación de la biodiversidad genética, el abastecimiento de alimentos en zonas apartadas, y la consolidación de mercados locales y redes de cooperación en zonas rurales.

Palabras clave: Economía campesina, soberanía alimentaria, autogestión, calidad de alimentos.

Códigos JEL Q17


Abstract

This article provides a critical review of authors who present conceptual fundamentals and principles to account for the endurance of farmers' production systems in a contemporary context. In this respect, this study arises as an answer to the following question: "In a globalized world, what factors allow for the endurance of farmers' production systems,to answer this question it was followed methodology is based on an analysis and synthesis of discourses of well-known academic authors, discussions with experts, sorting of subjects by relatedness, and identification of common characteristics of discourses?" This study was carried out on two dimensions of analysis: farmers' economy worldwide and a look into the case of farmers' economy in Colombia. The review made it possible to conclude that, both in Colombia and on global level, farmers' economies are important for the production of good quality foods, preservation of genetic biodiversity, food supply in remote locations, and consolidation of local markets and cooperation networks in rural areas.

Keywords: Farmers' economy food sovereignty, self-management, food quality.

Classification Q17


Resumo

O presente artigo é uma revisão crítica de autores que expõem fundamentos e princípios conceituais para explicar a persistência dos sistemas de produção rurais no contexto contemporâneo. Nesse sentido, o estudo surge como resposta à pergunta: Quais os fatores que fazem em um mundo globalizado persistem sistemas agrícolas? Para responder a esta questão foi seguido uma metodologia baseada na análise e síntese de voz reconhecida no meio acadêmico, a discussão com os peritos, organização de tópicos afinidade e identificação de características comuns entre discursos. O estudo foi desenvolvido em dois níveis de análise: a economia rural no mundo e uma olhada no caso da economia rural na Colômbia. A revisão permitiu concluir que tanto na escala global como na Colômbia, as economias rurais são importantes na produção de alimentos de boa qualidade, na conservação da biodiversidade genética, no abastecimento de alimentos em áreas remotas e na consolidação de mercados locais e redes de cooperação nas áreas rurais.

Palavras-chave: Economia rural, soberania alimentar, autogestão, qualidade dos alimentos.

Classificações JEL Q17


Introducción

En el acontecer de los pueblos, la presencia de economías campesinas ha generado dinámicas económicas, culturales, sociales, políticas y tecnológicas, debido a las diversas funciones que desempeñan estos sistemas productivos no solo en entornos rurales sino en los contextos urbanos. Tales funciones se expresan en su papel en la soberanía alimentaria de los países, en la calidad de la vida del campo, la calidad del alimento y la necesidad de utilizar el agua, la energía, y la tierra fértil de manera sostenible y efectiva (Vander Ploeg, 2010). No obstante, la corriente de pensamiento económico dominante defiende la agricultura empresarial o agroindustrial como la única capaz de responder a exigencias de competitividad y calidad propias de un mundo globalizado. Al respecto, Friedmann y McNair (2008), exponen que la globalización del sistema agroalimentario implica que los productos agroalimentarios se inserten en cadenas cada vez más extensas de producción y distribución.

No se puede desconocer que la mayor parte de los productores en economías campesinas trabajan en condiciones de precariedad y de riesgos de toda índole (Esteve, 2009), así como situaciones relacionadas con cambios climáticos, fluctuaciones de mercado, vaivenes de las economías locales, escaso poder de negociación política e incipiente acceso a la información. Esta situación se ve mitigada por un uso eficiente de mano de obra familiar, utilización de saberes ancestrales, diversificación de cultivos, flujo permanente de ingresos e innovaciones tecnológicas (Scalerandi, 2010), lo cual les permiten aportar no solo en las economías locales sino en los entornos ambientales que circundan a estos sistemas de producción.

En este sentido, las economías campesinas, en el contexto contemporáneo, en su mayor parte, constituyen "resguardos" de desarrollo sostenible, si se tiene presente que estos sistemas juegan un papel clave en la provisión de alimentos sanos para una población creciente, sin generar deterioro a la base de los recursos naturales. Al respecto Sevilla-Guzmán & González (2004), expresan que la Agroecología es lo que identifica al campesinado en la historia, tanto por su forma de trabajar como por el conocimiento y manejo de los recursos naturales, que lo sustenta. Del mismo modo, en estos sistemas productivos se asumen posiciones emancipadoras frente a modelos económicos dominantes, se generan alternativas ante relaciones sociales de producción injusta y ante sistemas de comercialización hegemónicos. Lo anterior lo señala Sevilla-Guzmán (2004), al destacar las formas de acción colectiva de los campesinos y el desarrollo participativo, en los ámbitos de producción y circulación alternativa de productos.

Pese a las anteriores consideraciones, desde una perspectiva marxista se sostiene que las economías campesinas serían arrasadas tarde o temprano por la empresa capitalista moderna, debido a la baja capacidad de competir frente a la gran producción empresarial con altos niveles de tecnología y usualmente con apropiados apoyos institucionales que hacen de este modelo su referente para la generación de políticas agrarias. En este contexto teórico Bartra (1982), señala que la penetración de relaciones capitalistas en la estructura agraria crea una diferenciación interna profunda en la economía campesina, que conduce a una proletarización y pauperización. En la vía propuesta por Chayanov (1974), y continuada por autores como Shanin ( 1976), Kerblay (1987), Thorner (1987) y Van Ploeg (2010), sobre el tema agrario, no obstante, se intenta explicar cómo en un mundo globalizado ha perdurado la economía campesina, junto con la gran empresa agrícola capitalista; y cómo el auge de la agricultura moderna no ha destruido plenamente las formas de producción tradicionales.

Por tanto, el objetivo principal del presente artículo fue indagar acerca de los factores que hacen que en un mundo globalizado perduren sistemas de producción campesinos, y los planteamientos teóricos de los autores consultados sirvieron como referente para encontrar respuestas a esta inquietud. La revisión contempló selección de artículos, obtenidos de bases de datos como GreenFILE, Academic Search Premier, Ebsco, Social Science Research Network, revistas especializadas y libros de autores destacados en el tema Para la búsqueda en base de datos se utilizaron descriptores o palabras claves, sin descartar año o lugar de publicación Una vez se seleccionaron los documentos y se tuvo información lo suficientemente robusta, se dispuso realizar un análisis de cada uno de los artículos, síntesis, ordenamiento de las ideas, identificación de rasgos comunes y de interconexión entre autores. Las ideas centrales fueron discutidas con expertos en economía campesina, antes de iniciar la redacción del documento.

Dada la pertinencia de la discusión, no solo en el mundo desarrollado sino en países latinoamericanos como Colombia, la reflexión se presenta a través de los siguientes ejes temáticos que recogen las ideas de los autores consultados: 1) Corrientes de pensamiento respecto a la economía campesina 2) Potencial de la agricultura campesina 3) La economía campesina en Colombia, 4) Producción campesina y problemas ambientales; estos aspectos son argumentados mediante una revisión crítica de diferentes vertientes de pensamiento.

1. Metodología

Se parte de la pregunta de investigación: ¿Qué factores hacen que en un mundo globalizado, perduren sistemas de producción campesinos?, para identificar los autores afines al tema y se lleva a cabo la exploración documental en diversas fuentes de información aplicando como criterios de búsqueda descriptores o palabras claves relacionados con economía campesina, sistemas de producción agro-ecológicos, soberanía alimentaria y modelos de autogestión campesinos. Después de una lectura se descartan aquéllos trabajos que no tienen una correspondencia directa con el tema y se seleccionan aquéllos cuyos conceptos, teorías y perspectivas de análisis se aproximan a la pregunta de investigación.

Se elabora una ficha para la recolección de información (Tabla 1) que permite organizar los autores por su cercanía conceptual y en ella se redactan ideas centrales de cada lectura analizada, con el respectivo autor, referencia bibliográfica, palabras claves de búsqueda y síntesis del artículo. Lo anterior permitió constituir una relación entre categorías teóricas, que se caracterizaron por su pertinencia, accesibilidad delimitación y confiabilidad, e irían a aportar argumentos para el debate acerca de los factores que hacen que en un mundo globalizado perduren sistemas de producción campesinos. Así mismo, la selección de los autores se consultó con expertos e instituciones que han venido trabajando en investigación y proyección social con economías campesinas.

De acuerdo con los ejes temáticos propuestos, l) Corrientes de pensamiento respecto a la economía campesina 2) Potencial de la agricultura campesina, 3) La economía campesina en Colombia, 4) Producción campesina y problemas ambientales, y la lectura, análisis, interpretación y clasificación de la información según el grado de pertinencia con los tópicos mencionados, se procedió a hilvanar las ideas que se encontraban de manera fragmentada en las fichas y a desarrollar la construcción teórica del artículo de revisión.

2. Desarrollo

Corrientes de pensamiento respecto a la economía campesina

Bartra (1982), define la economía campesina como una célula de producción y de consumo constituida por la unidad orgánica de fuerza de trabajo y medios de producción, planteamiento que ha sido defendido por Chayanov (1985), quien ha expuesto que los sistemas de producción campesina constituyen un sistema económico propio, con un funcionamiento y racionalidad diferente al de los sistemas capitalistas, esto es, que si bien el campesino trabaja combinando los factores de producción propios de la empresa clásica: tierra, capital y trabajo, opera con una lógica diferente, cuyo propósito no es la búsqueda de ganancia sino el mantenimiento de un equilibrio entre producción y consumo para la subsistencia de la unidad familiar. Bajo esta premisa (Yoder, 1994), propone que si la unidad familiar campesina es al tiempo una unidad de producción y de consumo, el principal objetivo de este sistema es la satisfacción de las necesidades de la familia. Estas ideas son reforzadas por Lambi (1988), quien advierte que los campesinos presentan dos restricciones para adelantar procesos de acumulación, las cuales son; la dependencia de las clases rentistas y un bajo interés en atesorar riqueza.

Por su parte, Valderrama y Mondragón (1998), han afirmado que la existencia del campesinado en las sociedades capitalistas integra diversas corrientes políticas e intelectuales y que sus principios no parecen concordar con las lógicas del capitalismo y de la sociedad moderna. Lo anterior había sido esbozado desde la década de los setenta y planteado posteriormente por Akram-Lodhi (1997) en el sentido de que la principal característica del campesinado reside en que no conciben su quehacer como una empresa económica, ya que sus actividades están orientadas a lograr el desarrollo del hogar y no el de un negocio o empresa.

El núcleo conceptual de esta corriente de pensamiento concibe la "economía familiar" como una unidad de producción-consumo, o como un sistema de autoexplotación del trabajo, en la cual, después de deducir los costos de producción no es posible determinar la retribución respectiva de los factores: capital, trabajo, tierra (Bartra 1982), al respecto, Garay, Barbieri, y Cardona, (2010), advierten que la economía campesina, con sus características de multifuncionalidad, no sólo cumple un rol muy importante en el sustento de las familias sino que ejerce una función de integración entre naturaleza y agricultura pues contribuye a la conservación de la biodiversidad, y a la soberanía alimentaria.

En este mismo sentido, Pimbert, (1995) expone, que el conocimiento ancestral que tienen los campesinos de los agroecosistemas les permite responder de manera efectiva frente a condiciones adversas, climáticas, biológicas o de mercado, y ello les facilita alcanzar buenos objetivos de producción. A lo anterior señala Rosset, (2003), que el gran poder de adaptación, que es la base de la multifuncionalidad de las pequeñas fincas, se debe al conocimiento que tienen los campesinos de las interacciones entre los factores del sistema. Ellis (2000) plantea que la diversificación de las estrategias de vida en un sistema de producción constituye una vía para minimizar el riesgo que se tiene frente a factores externos y constituye una alternativa para maximizar el uso de la mano de obra familiar a través de la diversificación de actividades económicas que a la postre mejoran el bienestar de la familia.

Otro marco referencial que ha aportado al análisis de la economía campesina es el marxismo, con seguidores o detractores a lo largo de la historia, particularmente en Latinoamérica denominados campesinistas y descampesinistas. Desde esta perspectiva se exponen las dificultades que presenta la economía campesina para subsistir en un entorno de desarrollo capitalista, y su inminente desaparición, como consecuencia del ímpetu de las fuerzas productivas. Esta corriente de pensamiento advierte que la existencia de campesinos se reduciría a pequeños grupos de aparceros, con formas atrasadas de producción pre-capitalistas que más temprano que tarde perecerán ante la competencia de empresas productivas más desarrolladas, el crecimiento de la industria, la usurpación de sus tierras, la usura y los impuestos que la conducen a la pobreza (Garay, et al., 2010). Para Yoder (1994); estos autores, suponen que el campesinado desaparecerá en su totalidad ante el avance de las formas de producción capitalista.

En esta misma corriente de pensamiento, autores como Mc-Michael, (2011) y Van Der Ploeg, (2010) exponen que en un contexto de actuales "imperios corporativos", los procesos de producción, distribución y consumo alimentario se integran por encima de las fronteras estatales; de modo que las formas de gestión de las organizaciones empresariales que modulan la dinámica del sector contemplan ahora el acceso, tanto a los recursos como a los mercados, a escala mundial. Al respecto Delgado y Aragón (2006) asumen que el régimen agroalimentario corporativo no ha sido construido para satisfacer las necesidades alimentarias, sino para nutrir los requerimientos de expansión y acumulación sin límites de las grandes organizaciones empresariales que gobiernan el negocio alimentario.

Lo anterior ha implicado procesos de apropiación y desposesión de lo local desde lo global que amplifican y concentran el poder y la riqueza, menoscabando y empobreciendo los tejidos económicos y sociales locales a partir de formas de hacer dinero apoyadas a su vez en la situación previa de ventaja para quienes pueden aprovechar a su favor unas reglas del juego construidas en su beneficio (Delgado, 2010).

No obstante, diversas tesis brindan elementos de análisis para explicar cómo ha subsistido la economía campesina al lado de la gran empresa agrícola; y cómo la llegada de la agricultura moderna no ha destruido plenamente las formas de producción ancestrales. En este sentido Van Der Ploeg (2010) expone que la agricultura empresarial se encuentra vinculada al consumo mundial, a través de empresas de procesamiento y comercialización, en tanto que la agricultura campesina, está fundada en circuitos cortos y descentralizados que "escapan" del control directo del capital. Al respecto, González de Molina y Sevilla (2009) confieren especial importancia a la producción campesina agroecológica, basada en la soberanía alimentaria, toda vez que esta se orienta hacia la autonomía local, los mercados locales, los ciclos locales de producción-consumo, la soberanía energética y tecnológica, y las redes de agricultor a agricultor. A lo expuesto, Berry (2014) añade que para muchos agricultores son fundamentales los gobiernos locales, ya que inciden desde sus políticas en el avance de propuestas de producción y de comercialización de la producción campesina. Este autor señala que existe una alta correlación entre un buen gobierno local y el éxito en la agricultura local.

Por tanto, si bien muchos campesinos han abandonado sus tierras, o éstas han sido usurpadas, y ocupadas por grandes empresarios del campo, dispuestos a acatar las lógicas de un mercado global, evidencias expuestas en trabajos de Van Der Ploeg (2010) expresan que en la actualidad, hay muchos más campesinos que antes. Se estima que a nivel mundial existen 1,2 mil millones de unidades productivas campesinas (Charvet, 2005), y este mismo autor considera que la población de familias campesinas en la actualidad, no es para nada despreciable, si se tiene en cuenta que constituye aproximadamente las dos quintas partes de la población. Gonzalves (2007) puntualiza este aspecto al expresar que la economía campesina no es un modo de producción pre-capitalista que se mantiene en forma atípica en la economía, sino que es un modo de producción con una lógica interna y propia que se articula externamente con el capitalismo

Potencial de la agricultura campesina

Uno de los factores que más ha incidido para que estos sistemas productivos hayan perdurado a través del tiempo y de las circunstancias que los han rodeado, es la permanente disponibilidad de mano de obra que hay para trabajo en el campo, fundamentalmente de mano de obra familiar. Al respecto, Berry (2014) plantea que la agricultura pequeña utiliza más mano de obra, y tiene una mayor capacidad para generar empleo por hectárea, que la gran empresa. Así mismo, en la agricultura campesina se implementan diversas formas de organización y cooperación que han permitido reducir costos de transacción en compra de insumos y venta de productos y en algunos países el sector campesino ha gozado de apoyos estatales que les han permitido desenvolverse en la producción y comercialización de sus productos.

Otra línea de análisis que da elementos para comprender la prevalencia de la agricultura campesina en los contextos contemporáneos es la brindada por la escuela neoclásica, la cual considera que en los países en desarrollo existe un estado de dualidad entre lo tradicional y lo moderno, siendo la primera la producción campesina y la segunda la producción agrícola capitalista. Esta última se caracteriza por la aplicación de avances tecnológicos y el uso intensivo del recurso tierra y capital. En el marco conceptual de esta escuela Sender y Johnston (2004) establecen que el tamaño del predio es un factor determinante en la estructuración de la modernización agrícola y la distribución del ingreso; por tanto, para campesinos con pequeños predios como los minifundios, es baja la posibilidad de acceder a procesos de modernización agrícola y a la modificación de su tecnología tradicional.

Pese a lo expresado anteriormente, Van Der Ploeg (2010) considera que en el ámbito de la realidad empírica se presentan una gama de expresiones que van desde modos de explotación agrícola de carácter empresarial, a otros de carácter campesino, no contando a menudo estas últimas con representaciones teóricas, lo que ha impedido la comprensión de sus dinámicas. Este mismo autor expresa que si bien se han producido transiciones hacia una agricultura empresarial, hay ausencia acerca de las continuidades y similitudes entre estas modalidades de producción, en particular si se tiene en consideración que la agricultura empresarial como práctica y el productor como entidad social, son diferentes al campesino y a sus prácticas culturales y productivas.

Es importante tener presente que la pregunta central del presente documento, gira en torno a la prevalencia de la agricultura campesina y su capacidad de permanecer firme frente a los procesos de globalización, ya sea como un sistema insertado en el modelo empresarial moderno, o como un sistema con sus particularidades y funciones sociales, culturales y políticas en la sociedad. Al respecto Bendini y Steimbreger (2003), expresan que en los entornos agrarios, las nuevas formas de competitividad aparecen ligadas a una reorganización social de la agricultura, y Bonanno (1994), plantea que la diversidad de formas que genera la actual estructura económica alcanza a los territorios agrícolas, en tanto deben orientarse hacia mercados alimenticios en masa, mercados alimenticios de calidad, re- mercantilización del territorio rural a través de la industria agrícola o la restructuración rural de tipo no agrícola.

Para Bendini y Steimbreger (2003), un aspecto cada vez más importante en la relación entre el gran capital y los productores, es el requisito de calidad, al cual se le otorga gran relevancia y se le integra a los procesos productivos mediante cabales instrucciones a los productores y la incorporación de técnicos y supervisores que realizan moni-toreo permanente a los procesos productivos. Por tanto, las estrategias de acumulación empresarial actuales generan impacto en pequeños productores respecto a su inserción en los mercados, su permanencia en el sistema y su viabilidad económica.

Otro aspecto importante que señala Suárez (2007), es la fuerte tendencia actual a una alta división internacional del trabajo agrario, reservándose a los países desarrollados la producción de alimentos básicos para el ser humano (cereales, oleaginosas, grasas y granos), y a los países en desarrollo, los productos tropicales, lo cual a juicio de varios autores obedece a la aplicación del principio de ventajas comparativas.

Para Forero (2002), la economía campesina tiene un ámbito mercantil, en el cual las transacciones se rigen por el dinero, y un ámbito doméstico resultado de los intercambios configurados por redes de solidaridad y de apoyos mutuos que se fortalecen en momentos de crisis. Por su parte, diversos estudios apuntan a que las comunidades campesinas siguen teniendo un peso importante en las sociedades modernas, a pesar de las fuertes tendencias de globalización en los diferentes ámbitos de la sociedad. Se estima que en la última década del siglo XX, aproximadamente 1.900-2.200 millones de personas dependían de la agricultura tradicional con sistemas agrícolas complejos y diversos (Pretty y Hine, 2003).

Machado (2011) expone que en el mundo globalizado, lo rural (en lo cual se incluye la producción campesina) ha recobrado gran importancia, dado que la demanda de alimentos, vista a la luz de la seguridad alimentaria, de materias primas y de recursos naturales (agua, por ejemplo) se ha tornado crítica. Acerca de la relación economía campesina-merca-do Sen (1998) afirma que resulta difícil concebir cualquier proceso de desarrollo sin el uso intensivo de los mercados, pero ello no excluye el papel del apoyo social, la regulación política, que permita enriquecer la vida de las personas, en lugar de empobrecerlas. Este mismo autor expresa que las reformas institucionales y políticas pueden alterar de forma radical los niveles imperantes de desigualdad y pobreza, sin hundir con ello la economía global.

Sobre el particular, Chambers y Janice (1987) exponen que los pequeños productores y agricultores padecen hoy los rigores de las fuerzas del mercado que los expulsa del sistema, dada la baja productividad y competitividad que presentan; es importante resaltar que el campesinado constituye un grupo humano muy vulnerable, dada su inseguridad frente a los riesgos externos y su incapacidad para absorber los cambios, sin que ocurra una pérdida económica o social. No obstante lo anterior, en documento del Banco Interamericano de Desarrollo (2000), se expone que las economías campesinas con acompañamiento técnico e institucional siempre serán más productivas y competitivas que la agricultura de gran escala, dado que utiliza con mayor intensidad los recursos presentes en el entorno y establece interacciones ecológicas que hacen que los sistemas produzcan a través de todos sus estratos. Lo anterior reivindica la legitimidad de la producción campesina y contradice el imaginario existente en torno al cual, la gran plantación es más eficiente y genera más riqueza que los sistemas de producción campesinos.

Respecto a lo planteado anteriormente, para Berry (2011) tanto la teoría como las evidencias empíricas basadas en el comportamiento de diferentes tipos de fincas señalan que la estructura agraria óptima para disminuir la pobreza es la que se basa en pequeñas fincas familiares, apoyadas desde las instituciones. con utilización de variedades mejoradas, óptimos sistemas de cultivo, acceso a crédito, infraestructura para la producción, transformación y comercialización y un desarrollo apropiado de las actividades no agrícolas complementarias. Esta estructura genera un alto nivel de productividad, una equidad relativa en la distribución del ingreso y un adecuado nivel de diversificación entre las actividades económicas de la comunidad. Sarmiento (2014) no comparte este planteamiento y afirma que el principio de que las unidades productivas pequeñas son de mayor eficacia no es tan cierto, y que si bien ello propició en Colombia la Ley 160 de reservas campesinas en 1994, Brasil hoy, con inversiones en tecnología, está mostrando que las mejores producciones se obtienen a gran escala.

No obstante, lo planteado anteriormente es importante destacar la contribución de la agricultura campesina a la conservación de productos de la dieta alimenticia que enriquecen el acervo cultural y genético de las poblaciones, además de la importancia de la inserción de las fincas en matrices ambientales, donde, al estar rodeadas por bosques primarios y secundarios permiten que se establezcan mosaicos que conservan mayor diversidad silvestre que los mismos sistemas de reserva (Altieri y Nicholls, 1999). Sobre este aspecto, Perfecto y Vandmermeer (2012) señalan que en la matriz campesina donde se integra la naturaleza con la agricultura se conserva una alta biodiversidad, alta productividad biológica, y baja incidencia de arvenses y que 1 500 millones de campesinos distribuidos en 380 millones de fincas en el mundo, generan mayor empleo que las actividades propias de los agro- negocios.

Para Rosset (2003), la persistencia de las economías campesinas ha sido objeto de análisis y sus sistemas de producción se presentan como opciones potencialmente más equitativas y ecoamigables que la modernización agrícola convencional. Sobre este aspecto señala Montoya (2003), que los valores y vínculos con la tierra, con las semillas, con sus orígenes, con los territorios, son elementos fundamentales que establecen su identidad, la cual puede ser mucho más fuerte que la racionalidad económica. Lo anterior se plantea en un marco antropológico expuesto por Spicer (1971), en el que resalta que los elementos simbólicos contribuyen en gran parte a que un pueblo persista o desaparezca.

Por tanto, más allá de la controversia que genera la discusión sobre la necesidad de la producción campesina en un contexto global, las cifras reales muestran que en la actualidad existe mucha población campesina y un gran dinamismo en los sistemas productivos. Como lo expresa Van Der Ploeg (2010), es necesario reconocer, cada vez más, que el campesinado continuará con nosotros, "con muchas nuevas e inesperadas formas, y que necesitamos lidiar con ello, tanto en la práctica como en la teoría". Al respecto, Schmelkes (2006) expresa que en países como México, cerca de 14 millones de personas viven en comunidades que en mayor o menor grado conservan técnicas y rasgos de economías campesinas. Por su parte Franca (2009), de Brasil, reporta que en este país si bien el campesinado y la agricultura familiar manejan tan solo el 24.3% de las tierras agrarias, representan el 84.4% de las fincas, con una producción de 87% de la yuca, el 70% del fríjol, el 46% del maíz, el 58% de la leche, el 59% de las aves de corral, el 59% del porcino entre otros muchos productos alimenticios.

Así mismo, en Ecuador, el sector campesino ocupa más del 50% de la superficie dedicada a cultivos alimentarios como maíz, fríjol, cebada y otros. África cuenta aproximadamente con 33 millones de granjas pequeñas, que representan el 80% de todas las explotaciones en la región (Altieri y Ni-cholls, 1999). Estos mismos autores exponen que la mayor parte de los productores africanos, en su mayoría conformado por mujeres, son pequeños agricultores, con dos tercios de todas las explotaciones por debajo de 10 hectáreas y producen, no obstante, la mayoría de cultivos alimentarios. Koohafkan y Altieri (2010) explican que en África en los últimos años si bien debe importar millones de toneladas de alimentos, los pequeños agricultores siguen produciendo la mayor parte de los mismos.

Lo expresado indica que la producción campesina ha logrado múltiples mecanismos de adaptación y articulación a las economías en los diferentes países, ya que son los principales proveedores de alimentos a buenos precios, dando respuesta a necesidades sociales e integrándose a mercados y economías locales (Arango, 1999). Al respecto, en la Figura 1 se presentan los porcentajes en la producción de alimentos por sector agroalimentario en el mundo.

La economía campesina en Colombia

En un estudio de Machado (2011), una de las principales conclusiones a las cuales se llegó es que Colombia es "más rural de lo que pensamos", ya que un 32% de los colombianos son habitantes rurales y en las tres cuartas partes de los municipios (862 de un total de 1150) persisten relaciones propias de las sociedades rurales. Lo anterior implica que todo lo que suceda en el campo colombiano juega un papel muy importante en el devenir político, económico y social del país. Al respecto, Pérez y Pérez (2002) plantean que existen doce departamentos del país que tienen más del 50% de su población en las zonas rurales, los cuales son: Amazonas, Boyacá, Cauca, Chocó Caquetá, Córdoba, Guai-nía, Nariño, Putumayo, Vaupés, Vichada y Guaviare.

Se ha establecido también que una gran proporción de la población rural pertenece a pequeños productores agropecuarios; al respecto Barbieri (2011), basado en la encuesta de hogares que reporta el Departamento Administrativo Nacional de Estadística (DANE) anualmente, expone que en Colombia 6.6 millones de personas son miembros de hogares de pequeños productores lo que equivale a 1.399 000 hogares campesinos con promedio de 4.8 personas por hogar. Este mismo autor señala que cerca de 1.8 millones de productores agropecuarios son campesinos (89% del total), lo cual representa el 10% de los trabajadores del país, con una proporción de 56% de ellos trabajando y un 40% inactivos.

Barbieri (2011), explica que los productores campesinos participan sólo con el 33% del área agropecuaria utilizada en el país, no obstante, contribuyen con el 51% de área cosechada y con el 49% de la producción agropecuaria, lo que permite concluir que la productividad por hectárea en la pequeña producción campesina es muy alta. En este aspecto, Corrales (2004), señala que el campesinado colombiano ha venido introduciendo profundos cambios en sus sistemas productivos para adaptarse a la creciente demanda de productos, tanto a escala nacional como internacional, en contraposición con los autores que consideran que el campesinado es arcaico y reacio al cambio.

Es importante precisar que en Colombia, la mayor parte de las comunidades campesinas son de reciente formación (siglos XIX y XX) y han surgido y se han consolidado en medio de luchas por integrarse en el mercado: lucha contra las dificultades de las haciendas republicanas de la Región Andina y de los latifundios costeños, lucha para constituirse como colonos para sacar sus productos (café, panela, cerdos, plátano, fríjol, maíz, papa,) al mercado, lucha para construir la carretera que facilite la circulación de bienes y servicios (Flores, 2000). Son luchas que han hecho del campesinado un protagonista de la construcción y economía del mercado colombiano (Forero, Galarza, Torres, y Forero, 2001).

Lo anterior sucede, a pesar del poco recurso de tierra y de capital que posee la producción campesina en Colombia, la cual ha introducido intensos cambios en sus sistemas productivos para adaptarse a la creciente y cambiante demanda de productos agropecuarios. Esa demanda es tanto nacional (todo tipo de alimentos), como internacional (tabaco, café, cultivos ilícitos) (Forero, 2001). Es claro, por tanto, que la preconcepción de un campesinado tradicional, arcaico y refractario al cambio, dista mucho de la realidad.

Respecto al recurso tierra que es importante analizar en economías campesinas, según cifras del Instituto Interamericano de Cooperación para las Américas (citado por Mora (2008), el 60% de los propietarios rurales de América Latina y el Caribe poseen menos de 10 ha, sin embargo, estos millones de mujeres y hombres con escasos recursos constituyen la columna vertebral de la agricultura familiar. En Colombia, estimaciones de Fajardo (2002), muestran que en 1996 los predios de 200 hectáreas correspondientes al 2.8% del total de las fincas, concentraban el 39.9% de la tierra, con un porcentaje mínimo de uso agrícola, y las fincas de hasta 5 hectáreas, que corresponden al 46.8% del total de los predios, solo poseían el 3.2% de la tierra.

Barbieri (2011), señala que en Colombia el área utilizada para las actividades de producción campesina, es de 1.2 has en actividades agrícolas y 3.2 en actividades pecuarias, lo cual es coherente con la predominancia del minifundio en este sector de la producción. Por su parte, Suárez (2007) puntualiza que la evolución en la estructura de propiedad como se ha dado en el país en los últimos cincuenta años, ha generado una significativa disminución de la producción de alimentos.

Es importante aclarar que la desigualdad en la tenencia de la tierra, expresada en un índice de Gini1 de 0.87 y considerado uno de los más altos de Latinoamérica y del mundo, no sólo se presenta en la gran propiedad sino que se expresa también en la mediana propiedad; Sobre este aspecto Machado (2011), enfatiza que el país no tiene bases para consolidar una clase media rural fuerte ya que tiene una estructura polarizada entre grandes y pequeños, y sería necesario fortalecer la mediana propiedad. Además, este autor explica que la estructura agraria en Colombia ha impedido el desarrollo y la modernización del campo, así como el avance en procesos democráticos.

Machado (2011) señala que los indicadores de concentración presentan alta correlación con el uso de tierras en actividades pecuarias, más que en actividades agrícolas. No obstante Suárez (2007), muestra en su análisis que además de la ganadería, los cultivos de caña de azúcar, palma de aceite y forestales y en general los que han sido denominados de "tardío rendimiento" unidos a procesos de concentración de la tierra han dado como resultado la transformación del modelo agrícola colombiano.

Por su parte, es importante tener presente que la mayor parte de la economía campesina no solo se desempeña en minifundios y en muchos casos en microfundios, en los cuales es imposible desarrollar sistemas de producción viables económicamente que alcancen los niveles de una Unidad Agrícola Familiar (UAF). No obstante, tanto en Colombia como en el resto de América Latina y de otros lugares del mundo, la producción campesina es multifuncional, si se tiene en cuenta su función en el abastecimiento de alimentos a mercados locales, conservación de agrobiodiversidad y retención de mano de obra en zonas rurales; así mismo, se forja como un medio para evitar procesos intensivos de migración hacia centros urbanos.

Las evidencias revelan que la economía campesina tiene capacidad de acumulación, y en trabajos como los de Forero (2002), muestran que la acumulación de capital de algunos campesinos ha sido una de las fuentes de formación del empresariado agrícola. Este autor expone que en ciertos contextos productivos, los campesinos han logrado tener éxito y han transitado de su condición de productores familiares al de empresarios capitalistas, sobre la base de la ampliación paulatina de sus cultivos. Un ejemplo de ello es el reportado por Raymond (1990), en el cual los productores de papa y cebolla en el altiplano cundiboyacense han consolidado grandes capitales.

Otro ejemplo que sustenta la tesis expuesta anteriormente, lo constituye la zona de actividad hortícola típicamente campesina del oriente de Cundinamarca, donde se identificó la formación de un nuevo empresariado cuya acumulación se origina en esa actividad (Forero et al., 2002). El caso de antiguos campesinos cafeteros que se fueron convirtiendo a lo largo de los años 70 y 80 en empresarios capitalistas es bastante elocuente, aunque para Rojas y Castillo (1991), la producción cafetera se capitalizó por medio de inversiones procedentes de sectores urbanos, o surgió de la acumulación de grandes hacendados que no eran propiamente productores familiares.

Otro caso, igualmente importante de citar, en este contexto, es la producción familiar de arroz, la cual contribuye con el 18% de la producción arrocera moderna del país; esta participación de la producción campesina mantiene su importancia en el algodón, el sorgo y la palma africana, cultivos predominantemente capitalistas (Fedearroz, 2011).

Por tanto, existen discrepancias sobre la rentabilidad de las economías campesinas y su posibilidad de acumulación de riqueza, al respecto, la Encuesta General de Hogares del Departamento Administrativo Nacional de Estadística-DA-NE (2011), registra que la economía campesina genera ingresos muy precarios, ya que un 68 % de los productores reportan ingresos inferiores a un salario mínimo legal vigente. Lo anterior no es compartido por Forero (2002), quien a través de sus trabajos ha sustentado que los ingresos agropecuarios de los hogares rurales son superiores a los reportados en la encuesta general de hogares rurales del DANE. A juicio de este autor, las encuestas no son un instrumento efectivo de medición para los ingresos, debido a la alta complejidad de los sistemas productivos campesinos, el flujo de ingresos, costos de producción y gastos.

Autores como Suárez (2011) sustentan que el sector rural en su conjunto presenta bajos ingresos, ya sean procedentes tanto de economías campesinas como de empresas de altos capitales. Este autor enfatiza en la baja calidad del empleo rural, representada en trabajadores por cuenta propia y jornaleros con ingresos precarios. Señala además que de las personas ocupadas en el sector rural en 2005, 4.7 millones (el 66%) devengan ingresos menores al equivalente de un salario mínimo legal vigente (SMLV) por hora. De ellos el 71% son trabajadores por cuenta propia y el 29% son asalariados.

Al analizar la alta o baja rentabilidad de la economía campesina, no solo en Colombia sino en el mundo, es importante citar a Van Der Ploeg (2010), quien afirma que si bien existen correlaciones empíricas respecto al tamaño de los predios y a la escala en la producción agrícola y a los diferentes modos de explotación agrícola, la diferencia de la producción campesina con la gran propiedad capitalista radica en la forma en que se ordena lo social y lo material. Esta ordenación también incluye el factor tiempo, ya que dentro del modo de producción campesino, el pasado, el presente y el futuro presentan un sistema de interrelaciones de manera radicalmente distinta al que muestran los sistemas de producción empresariales y capitalistas (Remmers, 1993).

Al respecto Forero et al (2002), señala que el campesinado en Colombia y Latinoamérica asume sus decisiones de acuerdo con los precios del mercado, ya que sus actividades presentan una alta integración al mercado, como resultado del proceso de monetización de los ingresos agropecuarios, los insumos y en algunos casos la contratación de mano de obra. Esta tesis es reforzada por Llambi (1988), quien afirma que existen en el campesinado formas productivas basadas en relaciones de trabajo entre el propietario y sus familiares y obreros asalariados que crean excedentes financieros que al ser reinvertidos en el proceso, producen incrementos en la escala de los medios empleados en la producción.

Por su parte, en un estudio adelantado por Giraldo (2008), se encontró que en una región de Colombia como el Suma paz, la mayor fuente de ingresos la constituye el trabajo fuera de su unidad productiva, bien sea por jornal, en labores de agricultura (en cultivos de papa) o en trabajos no agropecuarios, como evidencia de una nueva ruralidad. Sin embargo, el trabajo destaca la importancia de la producción de la finca en la seguridad alimentaria de la familia. Lo anterior también es expresado por Torres (2012) quien asegura que los campesinos mantienen estrategias que les garantizan un cierto nivel de autoabastecimiento, equivalente en promedio a un 30% de la canasta de alimentos.

Es importante destacar, sobre el particular, que las nuevas fuentes de acumulación de riqueza en economías campesinas se encuentran planteadas en los principios de la nueva ruralidad, y la constituyen la multifuncionalidad del campo, la que según Funes ( 2009), es un esquema futuro en el cual es necesaria la combinación de elementos de diversidad, productividad, eficiencia, altas tasas de reciclajes, sinergias, e integración, para dar respuesta no solo a necesidades nutricionales de las poblaciones sino a la crisis ambiental planetaria.

Lo expuesto tiene una capital importancia en Colombia si se tiene presente que según Garay et al (2010), el 87% de las unidades productivas agropecuarias se asocian a la economía campesina2, con mayor intensidad en los departamentos de Boyacá (98%), Cauca (96%), Nariño (94%), Huila (92% y Cundinamarca (90%). La participación de los campesinos es ampliamente mayoritaria en la provisión de alimentos de consumo directo que forman parte de la dieta básica de los colombianos. Por su parte, Pérez y Pérez (2002), exponen que las actividades productivas más representativas del medio rural son la agrícola y la pecuaria, pues la acuicultura y la forestería no son aún significativas, aunque tienen un gran potencial

A lo anterior es importante agregar que para Forero (2002), en Colombia se evidencian diferentes modalidades empresariales basadas en la estructura agraria como son; la empresa agropecuaria capitalista, el latifundio ganadero especulativo, y la producción familiar o comunitaria La reproducción de la agricultura campesina depende de la generación de ingresos (monetarios y en especie) a la familia o grupo social; la agricultura empresarial, por su parte, está basada en capital financiero e industrial y el latifundio ganadero, tiene entre sus finalidades la renta inmobiliaria, la especulativa, la legalización de capitales, el dominio territorial, y secundariamente, la ganancia derivada de la actividad pecuaria (Forero, 2002).

Autores como Mora (2004), que explican la persistencia de los campesinos en la producción agrícola a pesar de los bajos ingresos, sostienen que las razones que mueven al productor del campo a mantenerse en una actividad no siempre rentable se explica en la racionalidad campesina, donde las diferentes estrategias de vida se configuran en función del bienestar de la familia y no en la acumulación de capital.

Para Pérez (2010) es indudable la relevancia que tienen los campesinos en la producción de alimentos, no tanto en las cantidades producidas, sino en las características de su oferta: producen durante todo el año, suministran gran variedad de productos en forma continua, ofrecen pequeñas cantidades en los mercados, entregan producto fresco, reducen las necesidades de procesamiento y almacenamiento y la variedad de sus productos se ajusta a las características de cada región y a las necesidades de los mercados regionales.

Producción campesina y problemas ambientales

Berdegue y Larrain (1988) plantean que la producción campesina funciona con base en la organización de diferentes rubros interactivos en el marco de un predio, algunos de ellos orientados al intercambio externo y otros al autoconsumo. Para estos autores, en la producción campesina, la toma de decisiones está supeditada a la obtención de un producto predial y no de un rubro en particular. Uno de estos productos, que tiene gran importancia en la producción campesina, es la conservación de los recursos naturales, dada la heterogeneidad de estos sistemas, muchos de ellos con dinámicas agroecológicas en sus procesos productivos.

Sobre el particular, el Instituto de Investigaciones de Recursos Biológicos Alexander von Humboldt, citado por Fandiño y Ferreira (1998), estableció que el cincuenta por ciento de los suelos del territorio nacional presentan algún grado de erosión, del que 24.4 es catalogada como severa. Además, se estima que anualmente entre 170.000 y 200.000 hectáreas de terreno inician procesos erosivos. Según esta misma fuente, en la zona andina, el proceso de erosión severa es más grave, dado que las tierras afectadas sobrepasan un 80%.

El anterior fenómeno relativo a la insostenibilidad de la producción agropecuaria se deriva fundamentalmente del uso de tecnologías inadecuadas, que conducen a la degradación del recurso natural, al empobrecimiento y contaminación de suelos y fuentes de agua, a la pérdida de biodiversidad, lo cual constituye una amenaza a la producción perdurable. Ello se sustenta en estudios de Instituto Alexander von Humboldt, que establece dentro de las causas de deforestación, la expansión de la frontera agropecuaria (73.3%), la producción maderera (11.7%), el consumo de leña (11%), los incendios forestales (2%) y los cultivos ilícitos (2%) (Fan-diño y Ferreira 1998: p 27).

La producción campesina en una gran parte de los casos involucra dentro de su lógica productiva y tecnológica los principios sostenidos por la moderna teoría ecológica, a saber: cultivo de varias especies; control de arvenses, control de insectos y enfermedades sin agroquímicos; fertilización orgánica; rotación de cultivos; integración agropecuaria-forestal; y uso de recursos y energía locales (Toledo, Alarcón, y Barón, 2002). Lo anterior confirma la tesis de que la producción campesina no solo aporta elementos para la seguridad alimentaria, sino que incorpora elementos de sostenibilidad al conjunto de los ecosistemas presentes en el país

Por tanto, la producción campesina es heterogénea con respecto a su articulación con el mercado, con las tecnologías que emplea, con las formas de producir para la venta y el autoconsumo y con la manera de emplear los recursos naturales renovables (Corrales, 2004). Así mismo, cumple un papel relevante en la construcción de tejido social, ya que según Torres (2012), cuando las familias campesinas se ven enfrentadas a problemas económicos, por malas cosechas o bajos precios, acuden a las redes de solidaridad e intercambios recíprocos y ello explica en gran parte su perdurabilidad.

La heterogeneidad de este tipo de sistemas productivos, genera también diferentes espacios, tales como la inclusión social; al respecto se documenta que la comercialización de productos en economías campesinas es realizada en un 51% por mujeres, quienes participan en la venta al detalle de granos, frutas, animales menores y productos lácteos en mercados locales y regionales (Pérez y Pérez, 2002). Corrales (2004). también hace referencia a que el trabajo en redes es propio de la economía campesina, expresado en el apoyo en mano de obra, acceso a la tierra, aprovisionamiento de insumos, intercambio de productos, conocimientos y experiencias y en el establecimiento de actividades asociativas.

Por tanto, si bien algunas economías campesinas están más articuladas al mercado y han establecido redes de intercambio, con modelos productivos sencillos y una mayor dependencia de insumos externos, existe una gran heterogeneidad de sistemas, que no solo aporta a las economías campesinas ingresos económicos sino que contribuye a la sostenibilidad social y ambiental y a la configuración de sistemas más complejos, cuyo estudio constituye un desafío intelectual, científico y académico (Sánchez y Rosales, 2001).

3. Conclusiones

    1. No se puede desconocer la importancia de las economías campesinas en el contexto mundial y en Colombia, ya que según Figueroa (2012), a nivel mundial existen 1.2 mil millones de unidades productivas campesinas, y en Colombia según informe de acción social de la presidencia de la república (2011) viven en las zonas rurales 11 millones de habitantes y la población campesina corresponde a 7 millones de habitantes, a pesar de los factores de violencia de los últimos años. Estudios muestran que contrario a las tesis que señalan que la producción campesina es atrasada y constituye un bastión de antiguas formas de producción que no conducen a acumulación de capital, diversos autores, muestran el gran potencial de este tipo de formas productivas y organizativas que no solo producen alimentos sanos para una gran parte de la población sino que desempeñan funciones importantes en la conservación de la biodiversidad y en la construcción de tejido social en zonas rurales.

    2. Tanto en Colombia, como en muchas zonas del mundo, hay una gran población de productores campesinos que afrontan situaciones de pobreza y marginamiento, como resultado del desamparo Estatal, expresado en el bajo acceso a mercados, escasa asistencia técnica, altos costos de transacción y acceso reducido a salud y educación. A lo anterior se suman los fenómenos climáticos y la volatilidad de los precios de los productos agropecuarios, lo cual dificulta el logro de mínimos márgenes de ganancia y de acumulación de recursos, tanto para subsistencia como para reinvertir en ciclos productivos sucesivos. Sin embargo, los campesinos desarrollan diferentes estrategias para afrontar situaciones difíciles como la producción agroecológica, el intercambio de bienes agrícolas (como semillas), realización de jornadas de trabajo colectivas y la construcción de redes de solidaridad para apoyos mutuos. Estos aspectos, inherentes a la producción campesina para lograr subsistir, deben ser estudiados con las herramientas metodológicas que brindan las disciplinas científicas, dada la alta complejidad de la situación.

    3. Es importante destacar, dentro de la producción campesina, el autoconsumo y abastecimiento de alimentos para la familia, lo cual favorece la autonomía alimentaria y genera menor dependencia de alimentos del medio externo. La venta de excedentes produce recursos para compra de alimentos que no se dan en la finca. También, se señala que los campesinos participan en diversas actividades económicas por fuera de la finca, de los cuales obtienen flujos monetarios e ingresos significativos para los hogares, lo cual es coherente con el nuevo modelo de ruralidad que plantean diversos autores, según los cuales en el campo no se realizan exclusivamente actividades agrarias.

    4. El elemento más importante a destacar dentro de los sistemas de producción campesino es su afinidad con la cual presenta baja dependencia de insumos externos para actividades agropecuarias (labranza, siembra, cultivo, riego, deshierbe, abonamiento, control de arvenses), una gran diversificación dentro de la producción agropecuaria, con multiplicidad de productos y uso de los diferentes estratos del suelo. Igualmente se destaca la aplicación de tecnologías orientadas a la conservación del agua, con presencia de relictos de bosques que conservan la biodiversidad florística, faunística y entomológica presente en ellos.

    5. Para algunos autores consultados en la presente revisión, la agricultura campesina es bastante ineficiente y no aplica principios empresariales, sin embargo, para autores como Berry (2011) éstas tienen un adecuado manejo empresarial, y una administración racional de los recursos económicos, debido fundamentalmente a que su sobrevivencia y la de sus familias depende de la maximización de sus productos.

    6. Se avanza hacia estudios sobre la multifuncionalidad de la producción campesina; y ésta se asocia frecuentemente con el mejoramiento de la vida en el campo, con la calidad de los productos agropecuarios y con un manejo sostenible del agua, suelo, biodiversidad y paisaje. Así mismo, estos sistemas de producción aportan al abastecimiento de alimentos en circuitos breves y descentralizados de comercialización, los cuales guardan estrecha relación entre producción-consumo local y regional, a pesar de la existencia de grandes imperios agroalimentarios.

Conflicto de intereses

La autora declara no tener ningún conflicto de intereses.


Notas

1 El coeficiente de Gini mide el grado de desigualdad de los ingresos y puede utilizarse para medir cualquier forma de distribución desigual. Es un número entre 0 y 1, en donde cero corresponde a la perfecta igualdad (todos tienen los mismos ingresos) y 1 se corresponde con la perfecta desigualdad una persona tiene todos los ingresos y los demás ninguno).
2 El concepto de economía campesina según la Encuesta Nacional Agropecuaria considera a la Unidad de Economía Campesina a aquéllos PSM (Pedazos de Segmentos de Muestreo) en donde el área agropecuaria era menor o igual a 1 UAF (Unidad Agrícola Familiar).


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