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Entramado

Print version ISSN 1900-3803

Entramado vol.12 no.2 Cali July/Dec. 2016

https://doi.org/10.18041/entramado.2016v12n2.24206 

http://dx.doi.org/10.18041/entramado.2016v12n2.24206

La relación triangular China, América Latina, Estados Unidos: socios necesarios en medio de la competencia por el poder mundial*

The Chinese presence in Latin America: needed partners amid competition for world power?

China, América Latina, Estados Unidos relação triangular: parceiros necessários em meio a concorrência para poder mundial

Rafat Ahmed Ghotme-Ghotme**, Alejandra Ripoll De Castro***

* Este artículo es producto de investigación ligada al grupo Estudios Internacionales y Políticos de la Facultad de Relaciones Internacionales, Estrategia y Seguridad, Universidad Militar Nueva Granada (UMNG).
** Doctor en Historia Política Comparada. Magíster en Historia. Licenciado en Relaciones Internacionales. Profesor asociado e investigador de la Facultad de Relaciones Internacionales Universidad Militar Nueva Granada (UMNG), Bogotá - Colombia. rafat.ghotme@unimilitar.edu.co.
*** Abogada y Magíster en Relaciones Internacionales. Profesora asociada e investigadora de la Facultad de Relaciones Internacionales Universidad Militar Nueva Granada (UMNG), Bogotá - Colombia. alejandra.ripoll@unimilitar.edu.co.

Este es un artículo Open Access bajo la licencia BY-NC-SA (http://creativecommons.org/licenses/by-nc-sa/4.0/)

Cómo citar este artículo: GHOTME-GHOTME, Rafat Ahmed; RIPOLL DE CASTRO Alejandra. La relación triangular China, América Latina, Estados Unidos: socios necesarios en medio de la competencia por el poder mundial. En: Entramado. Julio - Diciembre, 2016. vol. 12, no. 2, p. 42-53 http://dx.doi.org/10.18041/entramado.2016v12n2.24206.

Recibido: 18/04/2016 Aceptado: 20/06/2016


Resumen

Este artículo tiene como propósito analizar la expansión de la influencia de China en América Latina en los ámbitos económico y militar y la forma como Estados Unidos ha reaccionado a esta. Para ello se recurrirá a la metodología del estudio de caso -Venezuela, Bolivia y Ecuador-, ya que es allí donde China cuenta con una fuerte presencia y sobre todo porque son países que, al igual que la potencia asiática, tienen una política anti-estadounidense o soberanista que busca consolidar un orden mundial multipolar El principal hallazgo es que China no representa una amenaza seria para Estados Unidos en el corto plazo, y que de hecho, la expansión de su influencia en la región ha sido percibida por el gobierno de Estados Unidos como una oportunidad. Ello se debe a varias razones: China ha implementado una política cautelosa y pragmática que busca consolidar sus objetivos nacionales sin desafiar directamente la hegemonía estadounidense en la región, actitud reforzada por limitaciones internas que llevan al liderazgo chino a optar por una actitud menos activista en la reorganización político-militar del mundo. Por otro lado, gracias a que Estados Unidos, que se encuentra en una fase de declive de su hegemonía en la región, prefiere promover sus intereses en un marco cooperativo y no conflictivo, esperando sacar provecho de esta nueva situación.

Palabras clave: China, Estados Unidos, América Latina, poder seguridad, economía.


Abstract

This article seeks to analyze the expansion of China's influence in Latin America in economic and military fields, and how the United States has reacted to it. For it will be used the methodology of the case study -Venezuela, Bolivia and Ecuador-, since it is where China has a strong presence and especially because they are countries, like the Asian power have an anti-American or sovereignist politics which seeks to consolidate a multipolar world order The main finding is that China does not pose a serious threat to the United States in the short term, and in fact expanding its influence in the region has been perceived by the United State government as an opportunity. This is due to several reasons: China has implemented a cautious and pragmatic policy that seeks to consolidate its national goals without directly challenging American hegemony in the region, reinforced by internal constraints that lead the Chínese leadership to opt for a less activist attitude in the military-political reorganization of the world. On the other hand, due to the United States, which is in a phase of decline of its hegemony in the region, prefer to promote their interests in a cooperative and non-confrontational framework, hoping to take advantage of this new situation.

Keywords: China, USA, Latin America, power security, economy.


Resumo

Este artigo tem por objetivo analisar a expansão da influência da China na América Latina nos campos econômico e militar, bem como os Estados Unidos reagiu a este. Pois será utilizada a metodologia do estudo de caso-Venezuela, Bolívia e Equador, já que é onde a China tem uma forte presença e, especialmente, porque são países, como a potência asiática, têm um anti-política americano ou soberanista que busca consolidar uma ordem mundial multipolar. A principal constatação é que a China não representa uma séria ameaça para os EUA no curto prazo, e de fato, a expansão da sua influência na região tem sido percebida pelo governo dos EUA como uma oportunidade. Isto é devido a várias razões: China tem implementado uma política cautelosa e pragmática que visa consolidar as suas metas nacionais sem desafiar diretamente a hegemonia dos EUA na região, reforçada por restrições internas que levam a liderança chinesa a optar por uma atitude menos ativista na atitude reorganização político-militar do mundo. Por outro lado, graças aos Estados Unidos, que está em uma fase de declínio de sua hegemonia na região, preferem promover os seus interesses em um quadro de cooperação e não de confronto, na esperança de tirar proveito desta nova situação.

Palavras-chave: China, Estados Unidos, América Latina, o poder a segurança, a economía.


Introducción

China ha expandido su influencia en América Latina desde la década de 1990 en diversos ámbitos, desde el comercial, financiero y energético, hasta el militar. Esta rápida expansión es presentada como una estrategia muy incómoda para los Estados Unidos y sus aliados tradicionales, ya que China podría desplazar la hegemonía estadounidense en la región, minando sus esfuerzos para promover su agenda de libre comercio, democracia y derechos humanos, generando de ese modo un sistema inestable o inseguro ante una nueva distribución del poder en el hemisferio (Ellis, 2013, p. 140; 2009; Coyer, 2016). Esta tesis es válida, pero no debería exagerarse el nivel de amenaza o incertidumbre, ya que por el momento China está implementando una política cautelosa y pragmática de "acercamiento" a América Latina para conseguir sus objetivos nacionales -acceso a recursos e inversión para consolidarse en el plano interno- sin que ello signifique necesariamente un desafío a la hegemonía estadounidense en la región. Estados Unidos, asimismo, en lugar de rivalizar abiertamente con China, está intentando sacar provecho de esta situación, ya que la presencia de este último en América Latina puede abrir nuevas y favorables perspectivas para el mercado estadounidense y, hasta cierto punto, para la seguridad hemisférica.

La necesidad de Estados Unidos de concertar mecanismos de acercamiento con China, así como la de este país de acceder a los recursos de América Latina sin emprender una política de "provocación", son escenarios que pueden ser comprendidos a través de un marco «realista» de las relaciones internacionales. Desde el punto de vista realista, los Estados se relacionan entre sí promoviendo sus objetivos nacionales de manera egoísta -un impulso en el que priman las ganancias individuales-, pero en la medida en que las potencias se enfrentan a los cambios en la distribución del poder (unipolar a bipolar o multipolar, y viceversa), son más propensas a recurrir a la cooperación internacional de manera momentánea, o a adoptar una política más pragmática: en el caso de las potencias en ascenso -como China- estas no tienen ni la capacidad ni la intención para rivalizar militarmente con la potencia hegemónica, por lo que prefieren acomodarse a las condiciones del sistema mientras logran el equilibrio; y en el de la potencia hegemónica en una fase de declive -como Estados Unidos, que se encuentra en una fase de declive relativo- por la incapacidad para hacer frente a ese tipo de situaciones unilateralmente (Waltz, 2000; Mearsheimer, 1995; Grieco; 1988; Layne, 2012).

Para desarrollar este argumento, se recurrirá a la metodología del estudio de caso -Venezuela, Bolivia y Ecuador-, ya que es allí donde China cuenta con una fuerte presencia y sobre todo porque son países que, al igual que la potencia asiática, tienen una política anti-estadounidense o soberanista que busca consolidar un orden mundial multipolar. Después de ello, recurriendo a diversos tipos de fuentes que recogen las acciones y discursos de los principales actores de la relación triangular China-América Latina-Estados Unidos, se hará una interpretación de esa relación en tres sentidos: económico, geopolítico y diplomático.

1. Dimensión económica de la presencia china en América Latina

Desde la reforma y la implementación de la política de apertura económica de Den Xiaoping en la década de 1970, China ha sido uno de los países con mayor crecimiento económico del mundo. Si bien China ha tendido a decrecer en los últimos años (9,2% en 2011; 7,8% en 2012; 7,7% en 2014; y 6,9% en 2015), su tasa de crecimiento sigue siendo la más alta del mundo (World Bank, 2015). Este crecimiento se debió en gran medida a la implementación de una estrategia diseñada para promover de forma sistemática las exportaciones, el acceso a los recursos primarios y el desarrollo de sus empresas. Ello transformó a China en la segunda economía mundial en términos de PIB. El PIB de Estados Unidos a nivel mundial descendió al 19.3% en el 2013, en tanto que el chino ascendió al 15.4%, mientras que en el 2015 llegó a cifras relativamente iguales del 17% (Banco Mundial, 2015; CIA, The World Factbook, 2016).

China también se convirtió en el mayor exportador e importador del mundo. Mientras Estados Unidos exporta el 9.8% de bienes y servicios, China ascendió a la cifra histórica de 10.5%, un ascenso muy notable frente al 7.6% registrado en el 20121. Ello le permitió convertirse en el país con mayor reserva de moneda (3 billones de dólares) y al mismo tiempo en el mayor comprador de bonos del tesoro de Estados Unidos. China también se transformó en el país con mayor inversión extranjera directa colocada en el mundo, de unos 128.500 millones de dólares en el 2014, frente a los 92.000 millones que recibió Estados Unidos (UNCTAD, 2015, 2013; OECD, 2014; FMI, 2014).

Asimismo, la potencia asiática se convirtió en el primer país con mayor inversión extranjera directa colocada en el mundo, con unos 128.500 millones de dólares en el 2014, frente a los 92.000 millones que recibió Estados Unidos, aunque como receptor ha oscilado entre el primero y segundo puesto (UNCTAD, 2015; OECD, 2014). Con un rápido ascenso de su industria, se ha convertido en el primer consumidor de productos minerales y agrícolas del mundo (consume una tercera parte de la producción mundial de estaño, carbón, hierro, acero y algodón), y en una fuente muy atractiva de productos manufacturados debido a los bajos precios con los que oferta en el mercado internacional.

Con respecto a América Latina, las relaciones económicas aumentaron significativamente. En el 2007, China representaba el 5% de las exportaciones latinoamericanas, mientras que esta región representaba para China el 10% de sus exportaciones. El crecimiento del comercio entre China y América Latina se expandió aún más en el 2012, alcanzando unos 261 mil millones de dólares, el equivalente a la cuarta parte del comercio entre América Latina y Estados Unidos. El comercio de bienes entre ambos, en 2014, descendió un 2% gracias a la caída del valor de las exportaciones de América Latina (de un 10%), aunque "compensada parcialmente por un aumento del 3% del valor de las importaciones chinas" (OCDE/CEPAL/CAF, 2015, 97 y ss.).

Desde el 2013, China superó a los Estados Unidos como el principal socio comercial de Brasil, Chile y Perú. Sus inversiones en América Latina también han crecido exponencial-mente. Hacia el 2011 la inversión extranjera directa china en América Latina alcanzó una cifra récord de 153 mil millones de dólares. China es por el momento el tercer inversor extranjero de la región, con un 10% de la inversión mundial (Europa representa el 40% y Estados Unidos el 18%, con unos 112 mil millones de dólares, un 40% más frente al año 2010). Sin embargo, en los últimos 10 años, China ha incrementado sus inversiones, creciendo del 1 al 10%, cifra que representa el 11% del total de la inversión china en el mundo. Alrededor del 90% de las inversiones chinas se destinan a la compra de materias primas y productos básicos. Las materias primas representan el 99% de las inversiones de las empresas públicas, mientras que el 80% de la inversión privada se concentra en los bancos, los servicios y la infraestructura (Dussel Peters, 2013).

Por otra parte, China se ha convertido en el principal prestamista de algunos países latinoamericanos (OCDE/CEPAL/ CAF, 2015, p. 163). Los bancos chinos han financiado a un grupo de países latinoamericanos que han dejado de recurrir al Banco Mundial, el Banco Interamericano de Desarrollo o en general a los bancos norteamericanos y europeos. Venezuela, Argentina, Brasil y Ecuador, que no tienen un acceso fácil al sistema financiero mundial, son los principales receptores de los préstamos chinos. China ha financiado con más de cien mil millones de dólares a los países latinoamericanos desde el año 2005, de los cuales la mitad han sido proporcionados a Venezuela. La mayor parte de estos créditos son destinados a proyectos de infraestructura y energéticos (Interamerican Dialogue, 2014). China tiene la ventaja, a pesar de colocar como condición la compra de bienes chinos, y de tener tasas de interés mayores que las de otros bancos internacionales, de no imponer condiciones políticas a sus socios.

2. La presencia china en materia de seguridad

China también ha expandido los vínculos con América Latina desde el punto de vista militar. En noviembre de 2008, la República Popular de China emitió un primer documento oficial sobre América Latina en el que anunciaba que pretendía mejorar "las visitas mutuas de defensa y de funcionarios militares entre las dos partes, así como los intercambios de personal", además de profundizar los "intercambios profesionales en formación militar, capacitación de personal y mantenimiento de la paz" (citado en Xinhua, 2008).

En la década pasada, el entonces presidente Hu Jintao se refirió al rol de los militares chinos como los sostenedores de los objetivos nacionales de desarrollo recurriendo a América Latina para llevar a cabo su "nueva misión en el nuevo siglo". Igualmente, el Libro Blanco de Defensa Nacional del año 2006 se refiere al rol de América Latina como una región que puede fomentar "un entorno de seguridad propicio para el desarrollo pacífico de China". Algo similar se encuentra en el Libro Blanco de la Defensa Nacional más reciente (Ministry of National Defense, 2015). Finalmente, los medios políticos y académicos chinos están hablando de una nueva "frontera de interés" de China, es decir, que el Ejército de Liberación Popular no solo tiene la obligación de defender los intereses chinos en su propio territorio, sino protegerlos fuera de su país (Ellis, 2013). Aunque las iniciativas militares de China en América Latina no tienen el mismo nivel de importancia que las iniciativas económicas, aquellas se encuentran en rápida expansión y se puede decir que en el corto plazo podrán ser catalogadas de "significativas".

El compromiso militar de China en América Latina se ha venido profundizando desde 1997, cuando la empresa Hutchison Whampo ganó la concesión para operar el Canal de Panamá; desde entonces China ha ampliado su presencia militar, haciendo público buena parte de los acuerdos conseguidos (Ellis, 2013). Siguiendo a Ellis, los compromisos militares chinos en América Latina adoptan cuatro formas:

  1. Reuniones entre funcionarios militares de alto rango: busca establecer o fortalecer las relaciones políticas, económicas y militares existentes, incluyendo no sólo el intercambio de puntos de vista sobre cuestiones de seguridad, sino también la discusión o la finalización de los acuerdos para la compra de armas, los intercambios militares u otros contactos y transacciones (ver el siguiente apartado).
  2. Interacciones militares de nivel inferior: estas actividades incluyen ejercicios militares-humanitarios, vínculos institucionales, intercambios de personal para la formación y la educación, articulación de ejercicios conjuntos y visitas simbólicas. Con este segundo tipo de compromiso militar, China busca generar más cercanía y relaciones con un mayor grado de confianza y conocimiento de las sociedades y el entorno de seguridad de la región (por ejemplo en Haití, donde China participó como parte de la fuerza de paz de las Naciones Unidas - MINUSTAH - entre 2004 y 2012; el ejercicio bilateral humanitario Ángel de Paz con Perú, en noviembre de 2010, y la visita del buque hospital USS Confort, en diciembre de 2011).
  3. Otra forma como se ha verificado la presencia china es en materia de educación. La Universidad Nacional de la Defensa, a cargo del Ejército, ofrece entrenamiento al personal militar en inglés y español sobre estrategia y táctica, y las Escuelas de la Armada brindan cursos de comando, donde oficiales chinos llegan a las academias militares de América Latina, y viceversa.
  4. Una última forma es a través de la venta de equipos militares. Esta es de hecho la más representativa en los vínculos con América Latina. Según el SIPRI, las ventas a la región han pasado de casi un valor nulo en el año 2005 a 100 millones de dólares en el 2010 (de los cuales aproximadamente el 90% correspondió a Venezuela, y la mayor parte del resto a Ecuador), llegando a un máximo histórico de 130 millones en el 2014 (de los cuales aproximadamente el 85% correspondió a Venezuela, y casi la totalidad del resto a Bolivia) (SIPRI, 2016; ver el siguiente apartado sobre Venezuela, Bolivia y Ecuador).

Las iniciativas militares de China en América Latina, sin embargo, se han enfrentado a ciertos obstáculos: inseguridad e inestabilidad política en América Latina (secuestro, extorsión, terrorismo) y las compañías chinas deben esperar la protección de los servicios de seguridad de los países latinoamericanos o compañías de seguridad privadas. China buscará en el mediano plazo enviar y usar a su propio personal militar, como ya lo hizo en Somalia en el 2008, para proteger sus intereses comerciales (Young y Ross Rustici, 2010).

Un segundo tipo de problema que ha tenido que enfrentar China está relacionado con la inseguridad jurídica, las disputas o cancelaciones de contratos. Esto ocurrió con Ecuador por la compra de un radar chino o en Argentina por la compra de vehículos blindados y helicópteros. En términos generales, estas cancelaciones surgen por la poca confianza que genera la calidad de los productos chinos. Además, la ausencia de bases o militares chinos en la región han profundizado esa preocupación, ya que no hay forma de probar las adquisiciones (Ellis, 2013, pp. 97-98).

Sin embargo, a pesar de esos obstáculos, China y sus empresas de defensa continúan firmando acuerdos de cooperación y vendiendo equipos militares con valor agregado muy alto en América Latina. En parte esto se debe a que China ha aprovechado las oportunidades proporcionadas por los regímenes hostiles a Estados Unidos, que a su vez ha predispuesto a estos países para buscar otras alternativas en el mercado chino. China también logra fortalecer sus vínculos con los compradores mediante el cumplimiento de sus necesidades específicas y vinculando a los países de América Latina a la logística china (mantenimiento e infraestructuras de formación). En síntesis, el gigante asiático aumenta sus ingresos por las exportaciones militares con el desarrollo de su industria de defensa nacional, mientras diversos países de América Latina aprovechan que en China encuentran un mercado relativamente barato con un proveedor que no impone condiciones políticas para la venta.

A continuación se hará un breve bosquejo de los tres países que se han beneficiado de la cooperación y los acuerdos económicos y de defensa con China: Venezuela, Ecuador y Bolivia. Estos son tres Estados que tienen una orientación anti-estadounidense o revisionista de su política exterior, y al igual que China, son partidarios de un mundo multipolar basado en el principio básico de las relaciones internacionales: la soberanía. Después de ello, se va a abordar de manera crítica la forma como ha reaccionado Estados Unidos a la expansión china en el hemisferio occidental.

3. Estudios de casos: Venezuela, Ecuador y Bolivia

Venezuela

Durante la visita de abril de 2014 a Caracas por parte del canciller chino Wang Yi, Venezuela y China acordaron profundizar "la confianza política" entre ambas naciones y fortalecer los acuerdos de cooperación ya existentes en áreas como la producción energética, tecnológica, agrícola y de infraestructura. En ese sentido, el canciller venezolano manifestó que entre ambos países existen "coincidencias" en la visión de un mundo "multipolar, de paz, más equilibrado, sin injerencias, sin intervenciones en los asuntos internos de los países". Esa oportunidad, en realidad, fue propicia para que el gobierno venezolano recibiera el respaldo chino durante la crisis política que atravesaba Venezuela. El vicepresidente chino, a su vez, dijo que "como país amigo, China se encuentra atenta a la evolución de la situación de Venezuela y apoyamos los esfuerzos por explorar activamente un camino de desarrollo acorde con sus convicciones nacionales en pos del crecimiento económico y social". En otras palabras, China dijo que respaldaba al gobierno "amigo y socio" de Venezuela, al "socialismo del siglo XXI emprendido por I Chávez" (Telam, 2014).

En la actual crisis política y económica de Venezuela, de hecho, China acordó darle a aquel mejores condiciones para pagar y contraer nuevos créditos, al tiempo que el país suramericano se compromete a enviar más petróleo y le es permitido recortar sustancialmente sus importaciones para cumplir con el pago de su deuda (América Economía, 2016). Los acuerdos en cuestión que se estaban verificando son los que se firmaron antes o durante la última visita del presidente Maduro a China en octubre de 2013. En el ámbito energético, por ejemplo, a través del convenio entre Venezuela y la empresa china Sinopec, se buscará producir 200.000 barriles diarios de petróleo en el bloque Junín 1 de la Faja Petrolífera del Orinoco; otro convenio fue firmado para la construcción del terminal marítimo de Pequiven (Empresa Petroquímica Venezolana) con la empresa china The Export-Import Bank (Eximbank). Además, se logró un crédito por parte del Banco de Desarrollo Chino de 5.000 millones de dólares para ser invertidos en el país en proyectos estratégicos, de salud, transporte, tecnología, industria, electricidad y minería. La instalación de oficinas del Banco de Desarrollo Chino y del Banco Económico y Social de Venezuela, en las capitales de ambos países, refuerzan el acercamiento en materia financiera (Ministerio del Poder Popular para Ciencia, Tecnología e Innovación, Venezuela, 2014).

Con el apoyo de la empresa fabricante Citic Group y CUC, el gobierno venezolano ha avanzado en la construcción de miles de viviendas en Fuerte Tuna, Aragua y los estados de Nueva Esparta y Anzoátegui. Las empresas estatales chinas contribuyen a apoyar a Venezuela en la consolidación de la soberanía alimentaria y el abastecimiento del país; por ejemplo, la empresa Beidahuang, la más importante en el ramo agrícola en China, acordó la siembra de 60.000 hectáreas de maíz, arroz y soya en Guárico, Delta Amacuro, Barinas, Apure y Portuguesa (El Universal, 2013).

Venezuela es el cuarto socio comercial de China en América Latina (después de Brasil, Chile y Perú), mientras que el país suramericano ocupa el segundo renglón para el mercado chino después de Estados Unidos. En el año 2001, el comercio bilateral reportó unos 518 millones de dólares, y para el 2012 ascendió a los 23 mil millones, especialmente por la venta de petróleo venezolano a China, mientras que el 50% de las importaciones venezolanas provenían, en orden de importancia, de Estados Unidos, China y Brasil (América Economía, 2012).

Desde el punto de vista de la defensa, China y Venezuela suscribieron nuevos acuerdos militares en octubre de 2013. Ello incluía un "plan especial" para el suministro de equipos a la Infantería de Marina venezolana, acuerdos de cooperación para construir las nuevas sedes de las comandancias generales de la Armada y la Aviación (en el Fuerte Tiuna, en Caracas), y varios contratos con la empresa estatal china Citic Group. También se concretó un convenio de transferencia tecnológica destinada a crear y mantener dos plantas para la confección de todo el material de intendencia de la Fuerza Armada (Infodefensa.com, 2013).

El acercamiento entre China y Venezuela comenzó a gestarse en 1999, cuando el entonces presidente Hugo Chá-vez realizó su primera visita a China. Con la creación de la Comisión Mixta de Alto Nivel en el año 2001, empezaron a concretarse algunos acuerdos de cooperación militar y de venta de equipamiento militar. El presidente Chávez, al percibir amenazas provenientes del "imperialismo" norteamericano y de su país vecino, Colombia, implementó un nuevo sistema de defensa aéreo con 18 aviones K8-W contratado con la empresa china Catic (que llegaron en el 2010), junto con varios pilotos chinos, armamento y soporte logístico (Correo del Orinoco, 2010). Como se dijo antes, en buena medida esto se debió a la imposibilidad para adquirir cazas estadounidenses o piezas de repuesto para su flota de aviones, además del esfuerzo de Estados Unidos para bloquear a otros países occidentales para que les vendieran a Venezuela aviones similares que contaran con tecnología norteamericana.

Venezuela intentó comprar en el 2009 unos 24 aviones L-15 a la empresa Hongdu Aviation Industry Corporation, que se presume ya fueron adquiridos (Defensa.com, 2014). En el 2012, Venezuela también compró 8 aviones medianos de transporte militar Y-8, y en el 2010 acordó la compra de Y-12 y dos helicópteros por un valor de 300 millones de dólares con la Aviation Industry Corporation of China (Ellis, 2013). En el 2012 el presidente Chávez anunció la compra de vehículos anfibios blindados por un valor de 500 millones de dólares, y de 8 patrullas anti-submarinos Harbin Z-9C de la empresa Norinco. Venezuela, en síntesis, se convirtió en el 2015 en el principal comprador latinoamericano de equipamiento militar chino, compras que incluyen radares, sistemas de comunicaciones, misiles antiaéreos, vehículos de combate de infantería, aviones de entrenamiento y helicópteros (Ellis, 2013; SIPRI, 2016).

Bolivia

A diferencia de Venezuela, Bolivia tiene una más larga historia de acuerdos de cooperación y relaciones comerciales con China en el área militar. Las compras bolivianas a China incluyen misiles antiaéreos portátiles HN-5 y 10.000 rifles AK-47 suministrados a las Fuerzas Armadas bolivianas entre 1987 y 1996. Durante el gobierno de Evo Morales, Bolivia se convirtió (después de Venezuela) en el principal acreedor de equipo militar aéreo chino. Entre 2007 y 2011 el gobierno boliviano adquirió 6 aviones K-8 por un valor de 58 millones de dólares financiados por el gobierno chino y dos MA-60 por 38 millones de dólares. En el 2012, Bolivia se convirtió en la primera nación de la región en comprar helicópteros H-425s por un valor de 108 millones de dólares, financiados con un crédito cuya tasa de interés era del 2% (Ellis, 2013). Recientemente, China vendió misiles tierra-aire SAM y cañones remolcados a Bolivia (Wilson, 2015).

Bolivia también ha recibido donaciones de China en diversas áreas: equipo de infantería y artillería, transporte y autobuses militares, cañoneras y equipo pesado (aunque este último financiado por un préstamo de 40 millones de dólares) y equipo no bélico (Telesur, 2013). Ratificados en septiembre de 2013 con un acuerdo de cooperación militar, China y Bolivia también han centrado la cooperación en áreas de la Ciencia, Tecnología e Industria para la Defensa Nacional (La Razón, 2013).

Estos acuerdos hacen parte de una más amplia relación entre ambas naciones, enmarcadas en las reuniones de la Comisión Mixta Económico Comercial entre Bolivia y China, de la cual se llevó a cabo su undécima versión en octubre de 2013 en la ciudad boliviana de Santa Cruz. Las relaciones entre China y Bolivia reflejan, al igual que ocurre con otros países del ALBA, un marco de dependencia mutua aunque desigual. Por ejemplo, durante el 2013, las importaciones bolivianas cuadruplicaron el valor de las exportaciones hacia China, ya que mientras Bolivia vendió 288 millones de dólares, China exportó 1.133 millones, acumulando un déficit de 3.914 millones de dólares en los últimos 10 años. De los 12 mil millones exportados por Bolivia en el 2013, China ocupó el octavo lugar para el comercio boliviano, después de países como Brasil, Estados Unidos o Argentina, mientras que las importaciones hechas por Bolivia desde China, representan el segundo lugar, después de Brasil (Instituto Boliviano de Comercio Exterior, 2014, 2013).

Las exportaciones bolivianas a China se concentraron en 48 productos minerales, todos vendidos como artículos primarios sin ningún valor agregado, como la plata (33% del total), estaño (24%), y zinc (16%). Los productos importados de China, en cambio, incluyen una variedad de 4.000 artículos diferentes, entre los que sobresalen aeronaves, máquinas de sondeo y perforación, maquinaria agrícola, vehículos y motocicletas, teléfonos celulares, computadoras, aparatos de transmisión, entre muchos otros instrumentos que llevan incorporado un muy alto valor agregado (Los Tiempos, 2014).

Ecuador

A través de la mediación venezolana, y específicamente por la influencia de Hugo Chávez, países como Ecuador y Bolivia han accedido al mercado de armas chino. En el año 2009, Ecuador negoció la compra de dos radares con la compañía Cetc, y en el 2013 otros 4 por el valor de 80 millones de dólares. Se esperaba que estos radares se instalaran en su frontera con Colombia. Pero estas adquisiciones fueron suspendidas por la dificultad de instalarlos en condiciones selváticas, lo que llevó al gobierno ecuatoriano a demandar a la compañía china (El Comercio.com, 2013).

En términos generales, la adquisición de equipamiento militar chino por parte de Ecuador ha sufrido este tipo de inconvenientes técnicos. Ecuador se ha mostrado muy interesado, entre 2009 y 2012, en adquirir equipos de transporte aéreo MA-60 por más de 140 millones de dólares, sobre todo para reemplazar su vieja flota de Avro de origen brasilero. Esta licitación se abrió en el 2011 tras otra negociación frustrada por no llegar a un acuerdo sobre las especificaciones técnicas (que por otra parte Bolivia sí aceptó) (Infodefensa.com, 2011). A pesar de ello, Ecuador sigue comprando a China misiles anti-aéreos y anti-tanques. Ecuador también recibe donaciones militares chinas de camiones, ambulancias y otros bienes no letales (Spanish.news.com, 2013; Wilson, 2015).

El gobierno del presidente Rafael Correa ha recurrido a China para fortalecer su "Revolución Ciudadana": el gigante asiático es de hecho el principal financiador-inversionista en los megaproyectos de Ecuador. China comenzó a invertir en Ecuador en el año 2006, con la adquisición de la petrolera canadiense Andes Petroleum por 1.400 millones de dólares. Entre esa empresa y la minería del cobre ha invertido unos 5.000 millones de dólares, aunque se ha visto enfrentada a la oposición indígena por la afectación ambiental. La explotación de crudo en el Yasuní también ha sido fuente de duras críticas. El diario The Guardian reveló que el gobierno ecuatoriano estaba negociando en secreto un convenio con un banco chino por 1 billón de dólares para extraer petróleo del parque Yasuní con un esquema de alto perfil para mantener el petróleo bajo tierra a cambio de donaciones internacionales (The Guardian, 2014).

Desde que se establecieron en el 2002 las primeras tres sucursales de las empresas chinas ZTE Corporación, Huawei y Sinopec, estas llegaron a ampliarse hasta 60 filiales con contratos millonarios en áreas como hidrocarburos, energía, minas, puentes, control de inundaciones y provisión de servicios, de los cuales unos 24 contratos registraron 5 billones de dólares en utilidades. Según el centro de pensamiento ecuatoriano CEPRID, "bien se podría afirmar que la República Popular China, a través de sus empresas se ha adueñado de los más grandes proyectos de los sectores estratégicos y de construcción en el Ecuador" (CEPRID, 2013).

PetroChina ha adquirido alrededor del 80% del saldo ex-I portable de petróleo de más de 300 mil barriles diarios.

Esto implica un incremento cercano al 16% frente a lo reportado en el 2011, cuando el 64% de las exportaciones de crudo llegaron a manos chinas. Las transacciones "se han llevado a cabo bajo los contratos de venta anticipada de petróleo con el gigante asiático que arrancaron en julio del 2009. Los acuerdos implican una exportación de petróleo a cambio de desembolsos anticipados de parte de China para el Ecuador, de USD 1000 millones y con tasas de interés que varían entre el 6 y 7,25% anual" (CEPRID, 2013). Esto ha sido uno de los principales motivos de queja por parte de la oposición al presidente Correa.

Ecuador, según el presidente Correa, tiene sin embargo la ventaja de recibir y pagar los créditos chinos con la venta directa y anticipada del petróleo (con tres contratos que equivalían a 4.000 millones en préstamos de Ecuador). Desde el punto de vista comercial, las exportaciones ecuatorianas a China a 2012 fueron de 235 millones de dólares, lo que incluye 190 millones por venta de petróleo. China en cambio exportó 1.487 millones de dólares. Asimismo, Ecuador (9%), junto con Argentina (16%), Brasil (19%) y Venezuela (47%) son los principales receptores de financiación china, representando el 91% de los préstamos hacia el 2014 (OCDE/CEPAL/CAF, 2015, p. 33).

4. Análisis de las implicaciones chinas en América Latina

Como se ve, la relación diplomática, comercial y de seguridad entre China y algunos países de América Latina se ha profundizado. ¿Cómo interpretar esta conexión? China y los diversos países latinoamericanos que cuentan con una política anti-estadounidense tienen como objetivo desafiar a los Estados Unidos o contrarrestar su influencia en el hemisferio occidental, pero ¿significa ello que la presencia china en el hemisferio provocará una nueva era de inestabilidad?

La expansión de China impacta significativamente la política y la economía estadounidense en su zona de influencia directa y sobre sus socios de la región. Lo que llama la atención, sin embargo, es que las relaciones chino-estadounidenses en torno a América Latina revelan que ambos sacan ventaja del rol que cada uno desempeña en la región y que en lugar de perjudicar la economía de Estados Unidos, la inversión y el comercio chinos podrían beneficiar a este último.

4.1. Aspecto económico

Las relaciones chino-estadounidenses están reguladas por un marco más amplio, surgido en abril de 2006, cuando el entonces Sub-Secretario para Asuntos del Hemisferio Occidental, Thomas Shannon, viajó a China a reunirse con su homólogo chino, Zeng Gang, jefe del Departamento de Asuntos de América Latina del Ministerio de Relaciones Exteri ores. Esta fue la primera consulta formal entre los responsables políticos para América Latina de esos dos países. En esa reunión se estableció una especie de relación "triangular" tácita entre China, Estados Unidos y América Latina (aunque no se puede hablar de un bloque continental sino más bien de relaciones bilaterales) en la que se reconoce que los intereses y las acciones de cada parte se afectan mutuamente.

Además, esta interacción se concibe como un "subcapítu-lo" del actual Diálogo Económico Estratégico China-Estados Unidos, que tiene como finalidad encontrar soluciones diplomáticas en la relación triangular (Wilson, 2015). Durante la administración Obama -por lo menos no en público- no se ha percibido una preocupación por las actividades económicas (y militares) de China en América Latina. Estados Unidos, después de asegurar la transparencia de las transferencias de tecnología y que las inversiones se hagan de acuerdo con los estándares internacionales, toma esto como una oportunidad que le permite ayudar a los gobiernos latinoamericanos a mejorar sus índices de desarrollo (algo similar a lo que ocurre con la seguridad y el tráfico de drogas, como se verá más adelante). En otras palabras, Estados Unidos no tiene muchos motivos o fundamentos para oponerse radicalmente a la expansión de la influencia china en el corto plazo; más aún, tanto China como Estados Unidos tienen razones de sobra para esperar una América Latina más próspera, que les pueda asegurar un mercado más amplio2.

China ha venido disminuyendo la brecha con Estados Unidos: hace una década la relación en inversión era de 1 a 5, y de 1 a 4 diez años después (Farnsworth, 2012). Sin embargo, existen dos factores que deben tenerse en cuenta para poder interpretar esos datos: en primer lugar, a pesar del descenso, Estados Unidos aún sigue siendo la potencia hegemónica continental; en segundo lugar, a China no le interesa desafiar esa posición mientras tenga una política pragmática destinada a asegurarse el acceso a los recursos latinoamericanos.

A pesar de que el comercio de China con América Latina aumentó de 15 mil millones de dólares en el año 2000 a unos 200 mil millones en el 2013, o de que la participación de Estados Unidos en el mercado latinoamericano haya disminuido un 40% desde el 2000 (ese año, las importaciones latinoamericanas desde Estados Unidos representaban el 55%, y en el 2013 algo menos del 33%), China reconoce la gran dependencia de América Latina con Estados Unidos para su desarrollo, acceso a mercados, inversiones, tecnología y remesas. Por tanto, los líderes chinos saben que el debilitamiento del rol estadounidense en la región disminuiría las exportaciones de China y desincentivaría nuevas inversiones desde este país (Hakim, 2013).

Si bien China se ha convertido en el primer socio comercial de países como Brasil, Chile, Perú y Argentina, superando a Estados Unidos, o el segundo puesto para las exportaciones de Colombia hasta el 2013 (Portafolio, 2014), la participación de Estados Unidos en el mercado latinoamericano, en términos de valor absoluto, se ha duplicado. La presencia de compañías chinas de commodities en la región la convierte en un mercado favorable para los inversores y exportadores estadounidenses. En ese sentido, Estados Unidos se beneficia de la activa presencia de China en América Latina, y a la inversa.

4.2. Geopolítica del equilibrio y la seguridad

China ha emprendido una carrera para convertirse en un actor global importante, una gran potencia equiparable a los Estados Unidos. Ello implica varios procesos: asegurar el acceso a fuentes primarias, apoyo a sus actividades industriales y de generación de capital, asegurar la capacidad alimentaria de la población en la medida en que se urbaniza y consume más alimentos, establecer y proteger mercados para sus mercancías mientras aumenta su capacidad productiva y de valor agregado, asegurar el acceso a los flujos de tecnología e información global, mantener una presencia en instituciones claves para las transacciones económicas globales de China, y evitar la consolidación de una coalición internacional que se oponga a su "resurgimiento" (Ellis, 2013).

No cabe duda que la presencia china en materia de seguridad y venta de armas apoya cada una de esas variables relacionadas con su posicionamiento de potencia mundial. El posicionamiento estratégico de China en América Latina incluye la posibilidad de afrontar una guerra importante que involucre no solo a Asia, sino otros teatros de operaciones en los que tenga intereses o donde debe neutralizar a un posible adversario. Aunque no hay nada que pruebe que China esté anticipando esa eventualidad en el corto plazo, no es de extrañar que sus estrategas militares estén preparándose para ese escenario. Con este fin, los vínculos militares de China en América Latina le brindan beneficios geográficos, tales como recopilar inteligencia sobre la operación de las fuerzas estadounidenses, o llevar a cabo operaciones de perturbación muy cerca de territorio estadounidense (Ellis, 2013).

Sin embargo, el involucramiento militar chino en América Latina (en el corto o mediano plazo) se define de una manera muy distinta si se compara con las actividades soviéticas en la región durante la Guerra Fría; China, además, ha centrado su presencia en consolidar el acceso a recursos y la inversión, dejando en un segundo plano los objetivos de seguridad. Más aún, el involucramiento militar de China en América Latina se concibe como un instrumento para desarrollar una política exterior destinada a proteger sus intereses, aunque basada en la buena voluntad, el entendimiento y la influencia política. A pesar de que las actividades militares de China en América Latina han aumentado y seguirán aumentando (mantenimiento de la paz y misiones humanitarias, intercambios militares, ventas de armas, donaciones y transferencias de tecnología), es más probable que China se abstenga -en el corto y mediano plazo- de emprender acciones agresivas o provocadoras, establecer bases, proveer asistencia militar a opositores que buscan derrocar un régimen o emprender una intervención militar unilateral para favorecer a estos o a un gobierno en una situación de crisis o participar en alianzas militares anti-estadounidenses (Mi-nistry of National Defense, 2015; Wilson, 2015).

Sin embargo, para los Estados Unidos y sus socios, existen por lo menos otros dos escenarios que deben tenerse en cuenta. El primero es que la expansión de China puede ser explicada por la necesidad de ese país para contener la estrategia de Estados Unidos en una región que China considera como su propia esfera de influencia, esto es, Asia Pacífico, lo que a su vez es consecuencia de la estrategia de política exterior del presidente Obama de "reequilibrarse" en Asia. China ve ese movimiento como una amenaza a su seguridad. Por tanto, si aumentan las tensiones con Estados Unidos (y sus aliados cercanos como Japón y Vietnam) este movimiento podría tener repercusiones en América Latina. En ese caso, si China percibe que Estados Unidos es o tiene una presencia mayor en su propio patio trasero en Asia Oriental, China en su lugar aumentaría o utilizaría los recursos con los que ya cuenta en América Latina para desafiar la hegemonía estadounidense en la región; en ese sentido, es probable que en el largo plazo los Estados con los que China tiene una relación muy estrecha se conviertan en "clientes" de la potencia asiática. ¿Tiene acaso América Latina la misma importancia geopolítica que la zona de influencia directa china, esto es, Asia Pacífico y Asia Central? América Latina, como una zona de influencia china para contener a Estados Unidos en su patio trasero, puede constituir algún valor geoestratégico, pero no el mismo que tienen aquellas zonas (de Onis, 2014).

En segundo lugar, sin embargo, China ha estado hasta ahora dispuesto a manejar sus relaciones con los países de América Latina con cautela, promoviendo y expandiendo sus recursos de poder blando, minimizando de ese modo futuros retos políticos a Estados Unidos y sus socios latinoamericanos. Por otra parte, Estados Unidos, como se dijo más arriba, no tiene muchas razones para oponerse a ese tipo de transferencias -siempre y cuando se hagan de manera transparente y cumpliendo con los estándares internacionales-, lo que a su vez le ayudaría en las tareas de combate al narcotráfico y a proveer mayor seguridad en la región.

Las iniciativas militares chinas en América Latina no son las más importantes de sus vínculos estratégicos con esa región, y por todos estos motivos no amenazan visiblemente a los Estados Unidos y a sus socios en el corto plazo.

4.3. Utilidad para América Latina, o beneficios mutuos diplomáticos

La visita china de alto nivel a cuatro países de América Latina (iniciada el 20 de abril de 2014 en Cuba y dirigida luego a Venezuela, Argentina y Brasil) es la continuación de una más amplia historia que comenzó a profundizarse a fines de la década de 1990 con acuerdos de cooperación y visitas de altos funcionarios de manera recíproca, pero sobre todo por la búsqueda de apoyo en la agenda internacional de esos países. La cumbre de los BRICS en Brasil, en ese sentido, demuestra que ambos actores están buscando generar nuevos mecanismos de integración de China al sistema interamericano (BRICS Business Council, 2015).

China no tiene problema en basar sus relaciones en una variable ideológica (expansión del comunismo o la promoción de la paz mundial, por ejemplo), sino en una política pragmática cuyo fundamento de política exterior se circunscribe en la estrategia china de emprender relaciones "de pueblo a pueblo" basada en su doctrina de política exterior de la no intervención. Aunque China prefiere invertir o ampliar sus relaciones en aquellos países que tienen cierta estabilidad económica o que pueden ofrecer su respaldo diplomático para implementar su agenda internacional en el mundo, algunos de sus socios latinoamericanos (cualquiera que sea el tipo de régimen o su situación política) encuentran una alternativa viable en la profundización de sus relaciones con China para desprenderse de Estados Unidos. China solo exige a otros países que estos no reconozcan a Taiwán (que se separó después de que el partido nacionalista perdiera la guerra civil en 1949)3.

Desde el punto de vista político, esos países comparten una agenda internacional con diversos puntos de encuentro: apoyo al gobierno de Beijing a su política de una "sola China" (con referencia a su postura de no aceptar a Taiwán como un Estado independiente); el desbloqueo de Cuba; apoyo a la demanda de soberanía argentina sobre las Malvinas; apoyo diplomático y político a Venezuela; y en general la adopción de una postura común de defensa por la integridad y el principio de la no intervención en los asuntos internos de los Estados (Wilson, 2015). En la actual configuración de la política internacional, este tipo de acuerdos con una agenda común constituye un valioso activo estratégico para China y sus socios latinoamericanos, que buscan un mundo multipolar con un orden basado en la pluralidad, equilibrio y respeto a las reglas internacionales.

Las "alianzas" estratégicas que ha forjado China con países que tienen una política anti-estadounidense no implican la implementación de alianzas militares o el apoyo directo en caso de una guerra regional. Por ahora, solo puede preverse que esa "alianza" tendría efectos en caso de que los países de América Latina requieran apoyo diplomático y político en el marco de las organizaciones internacionales, bloquear posibles sanciones por parte de Estados Unidos en el marco de la ONU y en general para respaldar o asegurar su neutralidad en caso de eventuales intervenciones internacionales sobre esos Estados.

5. Conclusión

Tanto la ampliación de las relaciones económicas como las político-militares de China en la región, están destinadas a fomentar la buena voluntad y la comprensión, pero también cierto tipo de influencia política, creando las herramientas necesarias para proteger los intereses de China en su propio país (acceso a materias primas, seguridad alimentaria, protección y seguridad de los mercados para los productos chinos). La ascendente presencia china en América Latina se ha reflejado, desde la década de 1990, en diversas dimensiones, pero sobre todo en la económica y la militar. China es importante en la región como comprador de recursos latinoamericanos, y también un importante inversor y exportador de bienes manufacturados. China también ha puesto en práctica diversos acuerdos de cooperación en materia de seguridad y en venta de armamentos con diversos países, especialmente los que tienen una política exterior an-ti-estadounidense o soberanista/revisionista. Al asegurar el acceso a los flujos de información y tecnología, además de mantener su presencia en instituciones internacionales clave, le permiten posicionar estratégicamente a China, y de esa forma evitar que surja una coalición internacional que se oponga a su ascenso mundial. Estos objetivos implican la promoción y la protección de una política china concebida como su "reaparición" convertida en una importante potencia mundial.

El gobierno de este país, sin embargo, no pretende provocar a Estados Unidos y sus aliados en el hemisferio occidental. Existe un notable grupo de expertos que interpreta la presencia china (una potencia en ascenso que rivaliza con Estados Unidos en Asia Pacífico) como una estrategia que tiende a amenazar a los Estados Unidos y sus aliados tradicionales, desplazando la hegemonía económica y militar de Estados Unidos en su zona de influencia directa -esto es, América Latina. Sin embargo, China no genera una amenaza creíble o seria para Estados Unidos en el corto plazo, en tanto que el Estado chino ha sido muy cauteloso y pragmático en el proceso de expansión en América Latina. En términos específicos, a pesar de su importante presencia económica y militar en la región, China ha mantenido un bajo perfil político y diplomático para evitar enemistarse con los Estados Unidos y de ese modo mantener un ambiente favorable para promover sus actividades económicas. Es probable, en ese sentido, que China aumente su presencia militar en la región, sobre todo con los países donde tiene importantes intereses comerciales y financieros que defender, pero hasta este momento tanto Estados Unidos como China han basado sus relaciones más en mecanismos de cooperación en lugar de una relación basada en la confrontación. En realidad, no existe ningún conflicto serio entre China y Estados Unidos con respecto a América Latina, y tampoco se encontró evidencia alguna que refleje que el gobierno estadounidense esté particularmente preocupado por la ascendente presencia china. Este es, sin duda, el comienzo de una carrera para rivalizar por el poder, recursos o aliados en la región, pero hasta este momento priman ciertos mecanismos de cooperación.

De ello se extrae una última interpretación: China está implementando una política de equilibrio del poder. Esta política se da en el marco más amplio de la política internacional, donde la hegemonía norteamericana está siendo desafiada por potencias en ascenso, por lo que Estados Unidos -en declive relativo- ha decidido no entrar en una carrera de confrontación. Debido a que China no tiene ni la intención ni la capacidad para enfrentar o desafiar la hegemonía norteamericana en el corto plazo, la carrera hacia el equilibrio se está llevando a cabo bajo mecanismos de cooperación. Solo resta por esperar cuál sería la reacción de Estados Unidos en caso de que China profundice sus relaciones (de seguridad, sobre todo) con América Latina en el mediano plazo. Por ahora, Estados Unidos ha decidido adoptar una política pragmática de no confrontación, una situación que prueba que la presencia china, sus intereses y la búsqueda del equilibrio pueden lograrse sin necesidad de que el sistema se torne más inestable o turbulento.

Conflicto de intereses

Los autores declaran no tener ningún conflicto de intereses.


Notas

1. Entre 1995 y 2007, las exportaciones chinas crecieron a un ritmo del 18% anual, y las importaciones en 17%, de modo tal que la participación del comercio en su PIB llegó al 40% si se compara con el 10% que se registraba antes de la reforma económica de la década de 1970 (Jenkins y Dussel, 2009).

2. La Sub-Secretaria de Estado, Roberta Jacobson, le dio mayor valor a esa percepción cuando en una visita a China a fines de 2013 manifestó que China no era una amenaza para Estados Unidos (citada en Global Times, 2013).

3. Por ejemplo, una vez que Costa Rica decidió reconocer a la República Popular de China en el 2007, los chinos compraron 300 millones de dólares en bonos de Costa Rica, invirtieron 74 millones de dólares en un estadio de fútbol y en el 2012 firmaron un acuerdo de libre comercio. Las otras pocas naciones que estén dispuestas a dejar de reconocer a Taiwán, reciben beneficios similares (Hilton, 2013).


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