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Entramado

Print version ISSN 1900-3803On-line version ISSN 2539-0279

Entramado vol.19 no.2 Cali July/Dec. 2023  Epub Oct 27, 2023

https://doi.org/10.18041/1900-3803/entramado.2.9303 

Artículos de investigación

LA AMENAZA ROJA Prensa, anticomunismo y miedo en la polarización política de Colombia y el departamento de Santander, 1930-1946*

THE RED MENACE Press, anti-communism and fear in the political polarization of Colombia and the department of Santander, 1930-1946

A AMEAÇA VERMELHA Imprensa, anticomunismo e medo na polarização política da Colômbia e do departamento de Santander, 1930-1946

Álvaro Acevedo Tarazona1 
http://orcid.org/0000-0002-3563-9213

Juliana Villabona Ardila2 
http://orcid.org/0000-0002-5829-9063

1 Profesor titular Universidad Industrial de Santander - UIS - Bucaramanga - Colombia acetara@uis.edu.co https://orcid.org/0000-0002-3563-9213 *Autor para correspondencia

2 Universidad Industrial de Santander - UIS - Bucaramanga - Colombia villabonardila@hotmail.com https://orcid.org/0000-0002-5829-9063


RESUMEN

Paralelo a las transformaciones políticas y culturales a nivel mundial en los años veinte, se inició en Colombia, en este mismo decenio, un ambiente de polarización política, la cual tuvo un nuevo ingrediente en la renovada disputa entre los partidos tradicionales: el pánico rojo. El pánico rojo fue una estrategia de permanente campaña de desinformación que los diarios locales y nacionales llevaron a cabo con claros intereses políticos. El propósito de este artículo es analizar este temor al comunismo en el contexto de la confrontación política en las décadas de 1930-1940 en Santander: Esto permitirá reconocer qué grupos, y desde qué publicaciones periódicas, se asumieron como grupos de izquierda. Además, se busca identificar quiénes fueron tachados de comunistas y cómo se utilizó esta arma discursiva a partir del miedo, para polarizar aún más la política y exacerbar la violencia. Para llevar a cabo este análisis, se examinarán tres publicaciones periódicas de diferentes espectros políticos: "El Deber", "Vanguardia Liberal" y "Tribuna Liberal". Se prestará especial atención al uso cambiante que estos diarios hicieron del anticomunismo en diferentes coyunturas políticas.

PALABRAS CLAVE: Prensa; partidos políticos; comunismo; miedo; polarización

ABSTRACT

Parallel to the worldwide political and cultural transformations in the twenties, an environment of political polarization began in Colombia in this same decade, which had a new ingredient in the renewed dispute between the traditional parties: the red panic. The red panic was a permanent disinformation campaign strategy carried out by local and national newspapers with clear political interests. The purpose of this article is to analyze this fear of communism in the context of the political confrontation in the I930-I940s in Santander This will make it possible to recognize which groups, and from which periodicals, assumed themselves to be left-wing groups. In addition, it seeks to identify who was branded as communists and how this discursive weapon was used based on fear, to further polarize politics and exacerbate violence. To carry out this analysis, three periodicals from different political spectrums will be examined: "El Deber", "Vanguardia Liberal" and "Tribuna Liberal". Special attention will be paid to the changing use that these newspapers made of anti-communism in different political situations.

Keywords: Press; political parties; communism; fear; polarization

RESUMO

Paralelamente às transformações políticas e culturais globais da década de 1920, nessa mesma década iniciou-se um clima de polarização política na Colômbia, que teve um novo ingrediente na renovada disputa entre os partidos tradicionais: o pânico vermelho. O pânico vermelho foi uma estratégia de campanha de desinformação contínua realizada por jornais locais e nacionais com claros interesses políticos. O objetivo deste artigo é analisar esse medo do comunismo no contexto do confronto político dos anos 1930-1940 em Santander. Isso permitirá reconhecer quais grupos e quais jornais se assumiram como grupos de esquerda. Além disso, busca identificar quem foi tachado de comunista e como essa arma discursiva baseada no medo foi utilizada para polarizar ainda mais a política e exacerbar a violência. Para realizar esta análise, serão examinados três jornais de diferentes espectros políticos: “El Deber”, “Vanguardia Liberal” e “Tribuna Liberal”. Será dada especial atenção à evolução do uso que estes jornais fizeram do anticomunismo em diferentes situações políticas.

Palavras -chave: Imprensa; Partidos Políticos; Comunismo, Medo; Polarização

1. Introducción

El anticomunismo, como táctica política destinada a desestabilizar o erradicar a los opositores, ha sido una estrategia recurrente a lo largo de la historia, extendiéndose más allá de las fronteras y contextos específicos. Desde su emergencia tras la Revolución de octubre de 1917 en la Rusia zarista, esta estrategia ha experimentado diversas transformaciones y adaptaciones en diferentes partes del mundo.

Es importante resaltar que el anticomunismo no se circunscribe únicamente a una época determinada, sino que ha prevalecido a lo largo de los años, perpetuándose como una herramienta política para minar la influencia y el poder de las fuerzas comunistas, socialistas y otras organizaciones y grupos de izquierda. Sus manifestaciones han variado desde campañas de difamación y demonización hasta medidas represivas y persecuciones sistemáticas.

En Colombia, los estudios sobre este fenómeno han estado principalmente centrados en la década de finales de 1940 y el periodo posterior, después del asesinato del carismático líder Jorge Eliécer Gaitán, cuando el país se vio inmerso en el ambiente de la Guerra Fría (Trejos, 2015). Ejemplos de estos estudios incluyen los trabajos de destacados investigadores como Ayala Diago (2021), Vega Cantor (1997), Romero (2007) y González (2015; 2017).

Algunas investigaciones han abarcado de manera más amplia todo el siglo XX, buscando identificar líneas de continuidad en diferentes épocas (Salgado, 2007; Medina, 2022; Londoño, 2012). Estos enfoques más amplios permiten una comprensión más profunda de las raíces del anticomunismo en Colombia, que, según la mayoría de estos autores, es más común que el propio comunismo. De hecho, muchos estudiosos concuerdan en que ha existido una percepción constante de vivir al borde de una revolución comunista, y que incluso en el siglo actual, esta narrativa sigue siendo utilizada y presentada como una gran amenaza (Ayala, 2021).

Existen estudios de casos concretos que arrojan luz sobre el fenómeno del anticomunismo en Colombia. Uno de ellos es el trabajo de Reina (2016), que examina las Juventudes Obreras Cristianas durante el periodo de 1930 a 1946 como una estrategia de catequización y apropiación de jóvenes obreros para alejarlos de la influencia comunista. Otro estudio relevante es el de José Abelardo Díaz (2017), que analiza las protestas estudiantiles llevadas a cabo en 1945 y azuzadas por la dirigencia conservadora y sectores del clero. Estas protestas tenían como objetivo atacar aspectos de la política educativa del segundo gobierno de Alfonso López Pumarejo y compartían como denominador común la circulación de imaginarios asociados a la defensa del catolicismo y la contención del comunismo en el país.

Sin embargo, a pesar de estos esfuerzos investigativos, todavía hacen falta más trabajos que exploren las complejidades de este fenómeno y sus múltiples facetas, tanto a nivel nacional como local. Es necesario superar los lugares comunes que limitan el anticomunismo únicamente a sectores y grupos cercanos al partido conservador y al clero.

Por ello, el propósito de este artículo es mostrar el uso que se hizo del anticomunismo y del miedo por parte de sectores del partido conservador y liberal en la ciudad de Bucaramanga a través de la prensa. Es importante rescatar que cada sector de los diferentes partidos recurrió a esta estrategia según coyunturas específicas y sus intereses políticos. En Santander, y a diferencia de lo que señala Salgado (2007) los liberales igualmente recurrieron a este elemento para deslegitimar, estigmatizar y destruir al otro. En este sentido, el artículo intenta mostrar cómo el uso del miedo, las noticias tendenciosas y falsas o los rumores son centrales para comprender los procesos políticos más importantes del país durante las décadas de 1930 a 1940. Como lo señala Carlo Ginzburg (2014, p. 44), estos elementos, en especial el uso del miedo, están en el centro de la política. De manera que en la arena de la política no siempre priman consideraciones racionales ideológicas a debatir, mucho menos discursos o propósitos de interés general para la población. En la lucha por el poder política se expresan, además de miedos, odios y sentimientos de todo tipo para avivar las pasiones de los individuos, especialmente en la política partidista.

Para entender estos matices, se partirá de lo que se enuncia en el periódico, en el panfleto, en la entrevista, en el discurso, recurriendo a los más importantes diarios del departamento de Santander: Vanguardia Liberal, El Deber y a un pequeño diario de corta duración que representó otras voces dentro del liberalismo santandereano: Tribuna Liberal. Se tuvo en cuenta las noticias y editoriales publicadas sobre el tema, pero sobre todo al enfoque y la manera de presentar que cada periódico hacía de la problemática. La ciudad de Bucaramanga, en especial, muestra un panorama convulso en medio de una temprana confrontación entre liberales y conservadores que llevaría a los primeros enfrentamientos violentos. Y en medio de la polarización y los ataques constantes de la prensa hubo un nuevo elemento que se reconoció: el uso del anticomunismo como arma política en medio de un ambiente de confrontación política y violencia.

Metodológicamente, la prensa se considera una fuente por excelencia para comprender los matices emocionales relacionados con el fenómeno estudiado. En este contexto, la prensa ofrece una ventana a las opiniones, los rumores, el debate, el clima político y cultural, los miedos, los enfrentamientos y los ataques personales, así como aspectos locales relevantes. Todos estos elementos están contenidos en los medios de comunicación y enriquecen la comprensión, especialmente en el estudio de la historia política y cultural, que busca trascender lo meramente institucional.

El enfoque de la investigación se centra en analizar una cultura política traspasada por los discursos y mensajes que la prensa divulga a sus lectores. Se considera relevante entender cómo los rumores, los miedos y los odios, aspectos fundamentales en el estudio de la política (Boucheron y Robin, 2018), son parte del día a día de la prensa y cómo influyen en la formación de percepciones y emociones en la sociedad.

El análisis de la prensa como fuente primaria permitirá capturar la dinámica de las emociones y percepciones en el contexto histórico y político que se estudia. Al abordar los discursos y mensajes difundidos por los medios, se podrán identificar patrones y tendencias, así como las formas en que estas emociones han sido utilizadas y manipuladas en el ámbito político.

El enfoque metodológico propuesto busca complementar el estudio de la historia política y cultural, brindando una perspectiva más amplia y profunda, que incluya las dimensiones emocionales y los elementos subjetivos que influyen en la construcción de la realidad política. Al considerar la prensa como una fuente rica en información sobre el clima político y cultural, se espera obtener una visión más completa del fenómeno analizado y su impacto en la sociedad.

Para ello, el texto se organiza en dos secciones. En la primera se analiza el contexto mundial y nacional cambiante desde principios de la década de 1920, cuando el país parecía estar al borde de una revolución. Se muestra que, a pesar de que esta amenaza no llegó a estallar, continuó siendo un elemento central, utilizado principalmente por el partido conservador para desestabilizar a los sucesivos gobiernos liberales.

En la segunda parte, se examina el mismo panorama, pero a nivel local, lo que permite mostrar los matices y diferencias que contribuyen a una mejor comprensión de este fenómeno. Se enfoca en las luchas partidistas locales, lo que ayuda a entender cómo el anticomunismo se manifestó de manera particular en distintas regiones del país. Al abordar esta dimensión local, se podrá apreciar cómo las dinámicas políticas y culturales a nivel regional interactuaron con el anticomunismo y cómo este se adaptó a contextos específicos.

2. Un panorama político nacional en creciente ebullición

La revolución de octubre de 1917 en la Rusia zarista cambió concepciones e ideologías en el mundo (Guerrero, 2014, p. 42). Este acontecimiento se vivió como una amenaza y muchos gobiernos y partidos políticos reaccionaron para contenerla. En Colombia los tiempos de paz y orden de una república guiada por una hegemonía conservadora en el poder, también se verían alterados. La década de los años veinte en Colombia se caracterizó por la aparición y el auge de sindicatos, movimientos socialistas, luchas por la tierra, reivindicaciones indígenas y protestas estudiantiles (Archila, 1989, p. 226). Ante tal panorama, los presidentes conservadores del decenio reaccionaron negativamente frente a la ola de agitación social. Este decenio también se caracterizó por favorables condiciones para la producción cafetera y la denominada danza de los millones por la indemnización de 25 millones de dólares que el gobierno de Estados Unidos dio al país por la separación de Panamá (Ocampo, 1989, p. 232).

El diario El Nuevo Tiempo, órgano periodístico no oficial del gobierno, publicaba constantemente noticias del extranjero relacionadas con agitación social en diferentes países, enfatizando en las derrotas y los aplastamientos comunistas. La alarma por las continuas simpatías y rumores sobre la Internacional Comunista endurecían las políticas del gobierno colombiano. Las noticias internacionales no hacían más que alimentar los temores de la amenaza comunista. La Guerra Cristera (1926-1929) en México que se desencadenó por el intento de limitar el culto católico en aquella nación, también fue usada por párrocos y periódicos en Colombia para alertar a la población sobre el peligro de una "dictadora bolchevique" y la persecución religiosa (Meyer, 1994, p. 169). Fusilamientos, muertes y persecución fueron usados electoralmente para advertir sobre lo que sucedería si el comunismo llegaba al poder.

Los últimos años de la década de 1920 el país vivió una postura cada vez más autoritaria por parte del gobierno de Miguel Abadía Méndez, que se vio confirmada en el nombramiento de Ignacio Rengifo como ministro de Guerra y a quien el desorden social era lo que más preocupaba. El ministro de Guerra estaba convencido de la inminente toma del país por parte de los comunistas, y aprovechándose de la debilidad del gobierno de Abadía Méndez llevó a cabo una labor de restricción de libertades, entre ellas de movilización y de prensa. "Rengifo acentuó los rasgos de un escenario en que el país parecía dispuesto para el combate definitivo" (Vanegas, 2010, p. 246). Por ello, se emitió el decreto 707 mediante el cual se permitía a la policía encarcelar a cualquier sospechoso de subversión. Esta sería la antesala de la aprobación de la Ley Heroica, la cual permitía actuar libremente en contra de los disidentes sin tener en cuenta los derechos civiles. Esta ley también declaraba ilegales organizaciones como el Partido Socialista Revolucionario (PSR). El gobierno creía que una seria amenaza comunista estaba a punto estallar en Colombia. Miembros del gobierno desconfiaban especialmente del Consejo Central Conspirativo (CCC), subcomité de PSR, el cual se había organizado para derrocar al gobierno mediante sublevaciones coordinadas. Todos creían en el carácter inevitable del levantamiento del proletariado y se hablaba abierta e incesantemente del cambio que se avecinaba.

La denominada "conspiración de las bombas" causó aún más revuelo en el país. Varias de estas fueron encontradas en algunas ciudades, fabricadas supuestamente por miembros del CCC del PSR (Henderson, 2006, p. 244). Por los hechos, fueron detenidos María Cano e Ignacio Torres Giraldo; también el dirigente liberal Leandro Cuberos Niño y el secretario de este partido Tomás Uribe Márquez. Sin embargo, el gobierno fue acusado de utilizar la conspiración de las bombas para tomar medidas contra la "amenaza roja" y algunos de los críticos del gobierno señalaron que era más un escándalo en la prensa que una evidente amenaza contra el poder instituido (Colmenares, 1984, p. 261-263). La coyuntura electoral para alcanzar la presidencia, de otra parte, hizo olvidar por un momento el miedo a la supuesta toma comunista al país. En esta campaña intervinieron, sin embargo, otros sentimientos y emociones. Las diferencias y odios en el seno mismo del partido conservador impidieron que esta colectividad pudiese lanzar un solo candidato a la presidencia, y, al final, imposibilitó la unión ante el candidato lanzado por el partido liberal, Enrique Olaya Herrera.

A finales de 1929 los periódicos y el gobierno promulgaban la idea de que el comunismo se tomaría al país. Las conspiraciones estaban a la orden el día. Sin embargo, nada de esto sucedió (Henderson, 2006, p. 244). Liberales y conservadores se vieron abocados a una campaña rápida, de grandes emociones, que terminó con la hegemonía que por más de cuarenta años había atesorado el partido conservador. Cabe señalar, no obstante, que en esta campaña electoral en la que los conservadores divididos sacaron todo su arsenal incluso en contra de sí mismos, el anticomunismo como estrategia para dañar al contrario no fue usada. Solo Los Leopardos atacaron a Enrique Olaya Herrera, el candidato del liberalismo, acusándolo de comunista. La candidatura de Alberto Castrillón por el Partido Socialista Revolucionario (PSR) fue casi que ignorada (Villabona, 2021, pJ56).

No está demás señalar que la victoria de Olaya Herrera en 1930 tuvo mucho de fortuita. Algo accidental podría interpretarse, si se quiere, pues sin el divisionismo del partido conservador presentando dos candidatos a la presidencia, Olaya Herrera no hubiese sido presidente. También ayudó la insistencia de Olaya Herrera en un gobierno de "Concentración Nacional", a pesar del descontento que suscitó esta propuesta en algunos de los promotores de su campaña. Las divisiones entre el mismo partido liberal y los odios internos muy pronto también erosionarían el entusiasmo inicial.

La amenaza comunista pareció olvidarse en los cuatro años siguientes de gobierno liberal, y los conservadores pasaron de la colaboración a la oposición absoluta, usando otras estrategias para criticar y desestabilizar al gobierno. En este periodo, sin embargo, algunos sectores del liberalismo usarían el anticomunismo para atacarse entre sí.

La amenaza roja, como de manera alarmista se presagiaba, no se tomó el poder. Pero lo que sí llegó al país fue una nueva etapa de violencia política desatada por la pugna entre liberales y conservadores. Y en medio de esta nueva contienda, como un chivo expiatorio, la amenaza comunista fue utilizada para tachar al otro, para acusarlo. Los primeros brotes de violencia y odios sucederían lejos de la capital, quizá por ello, en un primer momento, no fueron cubiertos por los diarios de la capital. Pero la violencia en los campos fue creciendo y a la postre los gobiernos liberales no podrían lidiar con ella hasta que los llevaría a su final en 1946. Con la llegada de Olaya Herrera a la presidencia era inevitable que el cambio de gobierno fuese total. Los partidos en el poder tenían innumerables formas de ganar las elecciones siguientes. Muy pocos miembros del partido perdedor permanecían en sus cargos. Las mismas tácticas que habían usado los conservadores durante las décadas de gobierno fueron utilizadas por los liberales para incidir en las votaciones. El Senado y la Cámara fueron pronto controlados por los liberales. Aun cuando el Estado ya era lo suficientemente fuerte como para verse amenazado por un jefe político regional, no lo era para no poder evitar el derramamiento de sangre. De labios para afuera se predicaba prudencia y concordia, pero otra cosa era lo que sucedía en el acontecer local y nacional.

Pero esta no era la única problemática que atravesaba al país. La cuestión social se había tornado central en el debate partidista (González, 2015, p. 35). Por tanto, era el momento para ambos partidos de conectar con un público que hacía su aparición en la arena política. Los políticos ahora debían ser vistos y escuchados. Los conservadores salieron al paso lidiando también con la cuestión social. A finales de 1931 y en medio de la desunión y el caos por la pérdida del poder, intentaron resucitar las desalentadas fuerzas del partido celebrando una convención nacional y redactando una nueva plataforma. En medio de las renovadas disputas entre las viejas facciones del partido, salió de la convención "El programa de 1931" que, entre otras cosas, proponía dos reformas moderadas que buscaban armonizar los intereses de clase. La primera proponía la creación de un Ministerio de Asuntos Sociales; la segunda, educación pública gratuita, confesional y obligatoria, además de programas dirigidos a la protección del trabajo, las mujeres abandonadas y los niños trabajadores (Henderson, 2006, p. 290).

Por su parte, el gobierno del primer presidente liberal, luego de más de cuarenta años, significó varios triunfos en materia social: se reconoció el derecho a la huelga y a la sindicalización, se estableció la jornada laboral de ocho horas, se consagró el derecho a las vacaciones, el auxilio por enfermedad y las cesantías. Pero sin duda alguna, los cambios en materia de política social de la década del treinta se sintieron con más fuerza en el gobierno de Alfonso López Pumarejo. Las promesas de mejora en materia social despertaron entusiasmo entre las multitudes. En su discurso de posesión el 7 de agosto de 1934, López Pumarejo hizo referencia a la cuestión social al señalar "las monstruosas injusticias" que pesaban sobre los sectores menos favorecidos. El primer problema que las reformas intentaron solucionar estaba relacionado con el movimiento agrario iniciado en Colombia entre 1928 y que llegó a su pico más alto en 1936. López señalaba que "el campesino busca estabilidad y no revolución", y en ese sentido logró aprobar la Ley 200 de 1936 (Henderson, 2006, p. 310). La ley puso fin a la incertidumbre acerca de la propiedad de la tierra, pero ante todo respondió a las exigencias que se venían haciendo de mayor justicia y claridad en las disputas por la tierra iniciadas desde los gobiernos de Pedro Nel Ospina y Miguel Abadía Méndez.

Una vez afianzados los gobiernos liberales, los miedos y odios internos erosionaron el triunfalismo de los primeros años. En un ambiente crispado por la violencia política, rumores y mentiras también circularon e hicieron mella en el gobierno. La prensa era el medio por excelencia para la circulación de dichos rumores. El nacimiento de nuevos diarios daría prueba de ello. En Santander, entre las décadas de 1930 y 1940, se fundaron diarios y semanarios como El Duende, Tribuna Liberal, Panorama, Orientación Liberal y El Demócrata, los cuales buscaban hacer contrapeso a los sectores políticos que representaba el periódico liberal de más representativo del departamento: Vanguardia Liberal. Por otra parte, las disputas dentro del mismo partido liberal, una vez en el poder, no se hicieron esperar. ¿Cuál era uno de los principales temores? Ser tachados de comunistas. Esta era la acusación habitual de los conservadores hacía los liberales, pero también de los liberales entre sí. Particularmente, la campaña de Gabriel Turbay en 1946 encarnó un interés de desligar al liberalismo del comunismo, lo cual fue asumido como nueva estrategia de "construcción de un enemigo" (Ayala, 2010, p. 200-201). Pero lo cierto era que el liberalismo había jugado a acercamientos y deslindamientos con sectores de izquierda durante las campañas electorales precedentes.

Finalmente, el fantasma del comunismo volvería a ser utilizado por los conservadores ante el ascenso de un nuevo gobierno liberal, encabezado por Alfonso López Pumarejo. Desde entonces, esta narrativa del comunismo permeó el ambiente político hasta volverlo invivible. Los eventos de abril de 1948 fueron vividos como el punto culminante de un periodo convulso, en el cual parecía que todas las amenazas temidas se estaban cumpliendo.

Sin embargo, las cosas no se detuvieron ahí. En 1949 los colombianos siguieron movilizados. Era una llama que luego de prendida no se iba a detener. Los partidos igualmente no se detuvieron. Siguieron movilizando aun en medio del aumento de la violencia. "La virulencia de la campaña electoral se propagó como una epidemia de odio estimulada por la prensa partidaria" (Ayala, 2009, p. 12). Al respecto, Ayala señala que se había declarado una guerra civil por vía electoral. Cuando se iniciaron los primeros llamados a la paz, la movilización era tal que fue imposible detenerla. Monseñor Miguel Ángel Builes escribió en una pastoral que el comunismo tenía dividido al mundo en dos: por un lado, quienes militan bajo "las banderas de la bestia apocalíptica"; la otra, menos numerosa y debilitada bajo "las banderas de la cruz". El odio ya había corrido por la tinta de los periódicos, en los discursos y en la radio. Era ya muy tarde.

3. La amenaza roja: una política local con mayor efervescencia que la política nacional

El panorama político local se expresó con igual o incluso con mayor efervescencia que la política nacional. Aún más, las disputas a nivel local dieron el tono a la política nacional. La violencia iniciada en la provincia de García Rovira en 1930 en el departamento de Santander fue la piedra en el zapato del gobierno de Olaya Herrera (Henderson, 2006). En otras palabras, la gota amarga en medio de la euforia del triunfalismo del partido liberal. Una vez establecido el gobierno de Olaya Herrera y ante los discursos de supuesta unidad y superioridad del partido liberal, publicados por la prensa a su servicio, los desacuerdos se hicieron difíciles de superar. El liberalismo santandereano estuvo marcadamente dividido durante las décadas de 1930 y 1940. Teniendo en cuenta la efervescencia de la política nacional ya descrita, es interesante preguntarse a nivel local quiénes se asumieron como grupos de izquierda y comunistas en Bucaramanga en los años treinta y cuarenta, desde qué medios de prensa, quiénes fueron tachados de comunistas y cómo fue usada esta arma verbal para crear un nuevo enemigo, teniendo en cuenta la circulación de noticias falsas y el uso del miedo para la movilización política partidista.

Desde el triunfo de Enrique Olaya Herrera en febrero de 1930 hasta su posesión en agosto de ese año, se inició una disputa dentro del partido liberal santandereano por los principales puestos que serían designados ("La gobernación de Santander se la disputa Galvis Galvis y Gómez Naranjo", 1930). Las divisiones marcadas aparecerían una vez sería nombrado Alejandro Galvis Galvis en la gobernación. Las elecciones a la asamblea departamental, elegida bajo su gobierno en 1931, caracterizada por sangrientos enfrentamientos entre liberales y conservadores, dieron mayorías a los primeros. Pero esta misma asamblea de mayoría liberal no se puso de lado del gobernador en el acalorado enfrentamiento entre este y el directorio conservador de Santander (Galvis, 1975). La situación era delicada en muchos sentidos. Aparte de un clima altamente polarizado por los principales diarios y de la violencia que se vivía, la cuestión social apremiaba en el departamento y, particularmente, en la ciudad de Bucaramanga. Días después de la posesión de Galvis se había realizado una manifestación de obreros de las fabricas de cigarros y empleados de obras públicas que gritaban en las calles: "¡Queremos trabajo!" ( "Obreros y obreras recorrieron ayer durante el día las calles de la ciudad", 1930). Los intentos de darle alguna solución a la crisis económica, fiscal y social de parte del gobierno departamental fueron fuertemente criticados por los conservadores, pero también por algunos diputados liberales, especialmente los recortes de presupuesto y personal planteados por el gobernador ( "Los sin trabajo",1930). De allí en adelante la división entre el liberalismo santandereano estaría marcada especialmente por estas cuestiones, lo mismo que las listas presentadas en las sucesivas elecciones a la asamblea departamental.

En 1934, en la instalación de dicha asamblea, quedaría planteada la tajante división entre el grupo del diario Vanguardia Liberal y el grupo del diario Tribuna Liberal. Los "galvinistas", bajo la figura protectora de Galvis Galvis, y los "ruicistas" que defendían a Mario Ruiz Camacho, un político veleño quien había llegado a la ciudad para hacerle frente a la poderosa figura de Alejandro Galvis. Tribuna Liberal fue fundado en 1934, primero como un interdiario que circulaba dos veces por semana y posteriormente como diario propiamente. Su propósito inicial era defender los intereses de sectores trabajadores de la ciudad y del departamento que, según sus fundadores, habían sido olvidados por el liberalismo oficialista de la ciudad, representado en Vanguardia Liberal y la figura de su propietario, Alejandro Galvis Galvis. El círculo de Tribuna Liberal estaba conformado por Raymundo Rueda, Pedro Gómez Parra, Alfredo Cadena D'Costa, Gabriel Silva Vargas, Mario Ruíz Gómez, Felipe Serrano, Luis Pineda y Alirio Peralta. En uno de sus primeros números, Pedro Gómez Parra celebraba la llegada de Gabriel Turbay al ministerio de Gobierno como la "iniciación de la verdadera república liberal", "reformadora, democrática y justiciera", ante más de tres años de gobierno liberal de "vacilaciones, incertidumbres y desorientación política" (Gómez, 1934).

Las batallas partidistas elegidas por el diario mostraron sus inclinaciones políticas. Desde Zapatoca se felicitó al diario y sus accionistas por "la patriótica y valiente actitud asumida frente a la Compañía Colombiana de Tabaco". El diario señaló principalmente la actitud de otros sectores del partido: "duele ver como otras empresas periodísticas, cuyos dueños y directores están vinculados a Santander por sangre y por origen, se hayan mantenido al margen de este movimiento iniciado por Uds". La misiva iba dirigida claramente hacía Alejandro Galvis, y agregaba: "Sigan Uds. Adelante, que están acompañados por los santandereanos fabricantes de cigarros, los obreros y cultivadores de la hoja, listos a respaldarlos en toda forma". Para Tribuna Liberal su misión era "ser fiel intérprete del pensamiento liberal" y su orientación estaba dirigida a "las justas agitaciones de las masas obreras que se mueven en el país buscando el nivel que les corresponde en la vida del Estado" ( "Cómo se fundó el diario", 1934).

Este diario y sus fundadores creían fervientemente que dentro del partido liberal se podrían hacer las reformas necesarias y que dentro de este cabían sectores obreros. Es más, que el partido pertenecía a estos sectores. Para el diario, la doctrina esencialmente liberal era la de adoptar una línea en pro de la armonización entre capital y trabajo (Mantilla, 1934, p. 2). El diario fue fiel defensor de la labor realizada por Alfonso López Pumarejo, a quien veía como "vocero del proletariado" y "fiel defensor de sus derechos" ( "¡Cerrar filas!", 1934). Sin embargo, eran extremadamente críticos con la labor que hasta el momento había realizado el partido y sus máximos representantes a nivel nacional y local relacionado con estos nuevos sectores. En un editorial del 17 de octubre de 1934 titulado:"¿Por qué somos izquierdistas?", se señalaba que:

Quienes difieren de nosotros respecto a esta apreciación del liberalismo, nos han apellidado izquierdistas para determinar la disparidad de criterios, epíteto que nosotros recogemos con honor y con orgullo, porque a tiempo que demuestra nuestra comunión con las orientaciones políticas del gobierno de Alfonso López nos recuerda aquellos constituyentes franceses, llamados de igual modo por haber sido paladines de los más puros principios liberales y de la más genuina y efectiva democracia en toda forma de gobierno o de organización social ( "Por qué somos izquierdistas", 1934).

Alejandro Galvis y Vanguardia Liberal fueron representados por Tribuna Liberal como retardatarios y como promotores de un liberalismo alejado de los sectores más populares. Entre tanto, Mario Ruiz Camacho era presentado por Vanguardia Liberal como un comunista. Fue imposible ponerse de acuerdo. El Consejo en 1936 quedaba compuesto, según el conservatismo, por una minoría de su partido, una minoría liberal y una mayoría comunista. En 1938, Gabriel Turbay, presidente de la Dirección Liberal, reconocía que el único departamento en donde había una falta de voluntad y de orientación era Santander (Guevara y Parra, 2013, p. 32-33). La asamblea de 1939 estaba extremadamente dividida entre diputados gobiernistas y antigobiernistas, y sus controversias necesitaron de la intervención del ejército y la policía. Así las cosas, la asamblea terminó clausurando sus sesiones sin aprobar la ordenanza de presupuesto y rentas. En 1941 la oposición contra Alejandro Galvis también fue asumida por el diario El Comunero de Arturo Regueros Peralta. El recital de ofensas llegaría a tal punto que el expresidente López Pumarejo tendría que intervenir (Guevara y Parra, 2013, p. 32-33).

La respuesta del liberalismo oficialista no se haría esperar. Vanguardia Liberal llevó a cabo una campaña en contra de "la ola roja de barbarie" ( "Nostalgias de sangre", 1929), e intentó por todos los medios posibles distanciarse de posiciones, sectores y grupos afines al comunismo. "El fantasma aterrador de la revolución" ( "Una pobre ocurrencia", 1929) era una amenaza presentada por el diario como real para el país. Había un nuevo enemigo al que combatir: "A este propósito nuestra ideología ha sido siempre una. Hemos levantado la voz lo mismo contra el terrorismo rojo que contra el terrorismo azul, y ello da mayor autoridad y prestigio a nuestras campañas. Porque nuestra línea de conducta es inflexible y recta" ( "Una pobre ocurrencia", 1929, p. 2). Desde la década de 1920 circularon noticias en la prensa liberal de una toma comunista a la ciudad de Bucaramanga. Pero esta información solo estaba fundada en meros rumores, que se enmarcaban en grandes titulares ( "El golpe socialista", 1929). La advertencia que se hacía a los lectores era clara:

Nosotros sabemos perfectamente que el comunismo ruso con pretensiones de universalización no es como se figuran muchos una leyenda, que mantiene con los ojos abiertos sobre miraje irrealizable a una legión de ilusos incapaces de ninguna obra trascendente. El comunismo ruso es una organización poderosa y real cuya influencia se ha hecho ya sentir en Europa y en América, que a nadie que haya estudiado siquiera sea superficialmente la política europea o americana puede ocultarse (Martínez, 1929, p. 3).

En un tono paternalista se explicaba la aceptación que podía llegar a tener grupos y sectores que identificaban como comunistas entre las bases del liberalismo, al señalar que "los propagandistas del credo absurdo y criminal de Lenin y de Trotsky, han buscado en la miseria y en el hambre de unos cuantos obreros, la ocasión favorita para el desarrollo de sus planes" (Martínez, 1929, p. 2), haciendo énfasis en que estos grupos no eran un partido político ni hacían parte del liberalismo pero que "se aprovechan los cabecillas de la ignorante ingenuidad de obreros desprevenidos" ( "La cuestión obrera", 1929, p. 2). En este sentido, el diario reconocía que existía un problema social en el país que poco a poco se salía del control de las autoridades, y, aun cuando enfáticamente señalaban no hacer eco de las predicas izquierdistas, aceptaba que era necesario prestar oído a los reclamos de obreros y campesinos.

Una vez consolidado el gobierno liberal, Vanguardia Liberal se empeñó en negar la infiltración comunista en las bases del liberalismo. En una entrevista publicada el 29 de mayo de 1931 a Gustavo Barreto, jefe liberal en Barrancabermeja y agente y corresponsal del periódico en ese municipio, se hacía énfasis en las declaraciones del político liberal, añadiendo un nuevo elemento a la trama: que los comunistas eran enviados por conservadores para debilitar al liberalismo. La entrevista decía lo siguiente:

-Pero no faltará la corriente comunista, ¿verdad?

-Absolutamente. Esa corriente ha quedado reducida a cuatro agitadores sin respaldo moral y sin prosélitos. Con la reducción del número de trabajadores de la Troco, ha venido una selección de obreros, que están perfectamente alejados de esas doctrinas demoledoras que tanto perjuicio causan al país.

- ¿A qué han obedecido los bochinches de que nos ha dado cuenta nuestro corresponsal?

-Eso ha sido cosa pasajera. Han sido motivados por elementos conservadores intransigentes, que no son queridos del pueblo debido a sus actuaciones en los pasados debates electorales ( "Las masas obreras de la Troco son netamente liberales", 1931).

La idea de un comunismo dañino para el país era una obsesión de la prensa liberal. La paranoia era tal que en los siguientes años se señaló constantemente la idea de que el comunismo era una artimaña conservadora. Con motivo de una manifestación en el Socorro en agosto de 1933 -que según el diario liberal se había recorrido las calles gritando "¡viva el comunismo!", "¡abajo el partido liberal!", y también en contra de Alfonso López Pumarejo, de las autoridades y del cuerpo de policía- Vanguardia Liberal señalaba que "elementos que se dijeron liberales" pero que no lo eran se habían aliado con el "adversario tradicional" ( "Guardemos la heredad", 1933). De paso se culpaba al periódico conservador El Deber de haber auspiciado la coalición conservadora-comunista, atizando odios y fomentando discordias, las cuales buscaban subvertir el orden con escándalos y asonadas. La prensa liberal celebró por tanto la victoria de Alfonso López en las elecciones de 1934 a la presidencia, lo cual demostraban que "la república era esencialmente liberal". La candidatura de Eutiquio Timoté representaba para Vanguardia Liberal un "personaje bufonesco", propuesto por los comunistas para "llevar adelante su aventura de coalición con los elementos conservadores". Y remataba diciendo: "Queda, pues, descartada cualquiera posibilidad sobre avance comunista conservador en el país. Esta república liberal es del liberalismo y para el liberalismo. Todas las derivaciones y neologismo, inventados por los ociosos del partidismo -uniristas, izquierdistas, comunistas, etc., están naufragando en la nada de lo abstruso y lo imposible" ( "La coalición comunista conservadora no dio resultado alguno", 1934).

El ataque contra el comunismo se hizo en los términos más duros. Se le relacionó indiscriminadamente con los peores miedos del momento: "El comunismo anhela la desorganización del mundo, a base de mongolismo. Es el odio asiático contra la civilización occidental. Es también el rencor del judío secularmente perseguido, contra quien lo ha hostilizado" ( "El comunismo", 1931). Vanguardia Liberal atacó directamente al diario Tribuna Liberal al señalar ante una movilización ocurrida en Bucaramanga el 9 de julio de 1936, encabezada por miembros del circulo de Tribuna en la que supuestamente se había puesto precio a la cabeza del gobernador del departamento Alfredo Cadena D'Costa, que "no es posible que la cultura política de Bucaramanga y del departamento tenga que seguir escuchando a unos mozos de jauría que quieren especular con la moneda falsa de los vituperios sobre el orden, la tranquilidad, el respeto y la cultura sociales" ( "El mitin de anoche", 1936). Con un claro posicionamiento ideológico Vanguardia Liberal radicalizó su discurso señalando enfáticamente:

La evolución es la ley de la naturaleza; la revolución es la equivocación de los hombres. [...] De la revolución nace el caos; de la evolución surgen los sistemas de universos. De la revolución resulta el patíbulo; de la evolución surgen las grandes naciones y las grandes razas. Evolucionar es andar sobre firme y adelante; la revolución es un paro en el progreso de la especie. Evolucionemos. Matemos la revolución ( "Ideas explosivas", 1931).

Por su parte, los conservadores también hicieron uso del miedo al comunismo, pero con diferentes matices. En las elecciones de 1930 a la presidencia de la república en el diario El Deber se difundieron algunas columnas hechas por Los Leopardos en las que se utilizaba los símbolos propios del comunismo, el martillo y la hoz, para identificar los discursos del partido liberal. El 20 de enero de 1930, Augusto Ramírez Moreno señalaba a Olaya Herrera como un agitador de plazas "con una retórica fría traída de las regiones del Volga" (Ramírez, 1930, p. 3). Sin embargo, esta estrategia fue poco utilizada en el desarrollo de la campaña, pues los conservadores tenían otros problemas: una división que ninguna estrategia de conciliación lograba solucionar.

Durante los cuatro años siguientes, mientras los liberales se acusaban entre sí, el anticomunismo no fue utilizado tan recurrentemente por los conservadores en Santander para desprestigiar a los liberales. Para causar mayor división entre los liberales, los conservadores recurrieron a la táctica de ponerse del lado, en repetidas ocasiones, de los liberales que estaban en contra de Vanguardia Liberal y su círculo; incluso llegaron a declarar que eran válidos los reclamos en cuestiones sociales y hasta apoyaron causas obreras con tal de desacreditar a los liberales. Así fue como en medio de un enfrentamiento entre Vanguardia y un grupo de obreros del Socorro, los conservadores pidieron a los liberales que dejaran de tildar de comunistas tanto a los obreros como a ellos mismos por el hecho de defender causas justas y de libertad contra impostores, fariseos y falsos apóstoles, como así los conservadores se refieren a los liberales:

[... ] Así, sabiendo ellos que el comunismo es perseguido por las autoridades con mano de hierro y sabiendo que la mejor manera de conseguir el logro de sus aspiraciones políticas es desacreditando ante el público a sus contendores y untándolos de comunismo, han resuelto gritar al paso de todos los que les estorban o hacen valla a su avance destructor: esos son amigos de los comunistas [...].

Así, La Vanguardia Liberal a quien el liberalismo del Socorro ha tenido que censurar por su manera de tergiversar las cosas, y de tergiversar los hechos, al sentirse perdida no ha tenido más remedio que gritar: los obreros del Socorro son comunistas.

Pero como este diario ha resuelto decir la verdad pura y franca, sin dobleces y sin mezquinas interpretaciones puesto que nosotros estamos en materia de política más allá del bien y del mal y más acá de toda ambición bastarda, han creído conveniente buscar una fácil manera de desacreditar nuestras informaciones y gritan: Esos son amigos de los comunistas.

Pero nosotros seguiremos impertérritos. No tenemos interés alguno en las divisiones liberales. Tan enemigos son los unos como los otros y de ninguna fracción esperamos ni piedad ni misericordia a la hora del definitivo vencimiento, si es que nos dejamos vencer.

Pero como vemos que es una injusticia llamar a los obreros para que ayuden con su voto a ser diputados, representantes y senadores, exigirles sacrificios y luchas, pedirles que se llenen de odios y enemistades para luego volverles la espalda el día de la fiesta y del reparto, por eso salimos a decir una silaba de verdad y de justicia.

Poco nos importa el asco con que se nos mire por quieren imitando a los fariseos del siglo de la filosofía se nos diga que somos amigos del comunismo si por comunismo se entiende un movimiento encaminado a libertar a la sociedad de amor impostores y de falsos apóstoles ( "Hoy. Una táctica despretinada", 1933, p. 2).

En la medida que el partido conservador fue pasando de la crítica del gobierno liberal a una oposición más radical, los conservadores empezaron a recurrir a este tipo de calificativos negativos contra los liberales y su régimen político, que antes ridiculizaban: dictadura, comunismo, plebe, turbas ávidas de venganza, agitadores suburbanos, etc. Otro argumento usado en contra del partido liberal era ya la clásica oposición liberalismo-catolicismo. La prensa conservadora presentó a los liberales como un partido que el Pontificado había reprobado por incorporar en su programa de acción social "ominosas herejías", como "la moral independiente" y "la escuela libre". Según la tinta opositora del diario El Deber, el partido liberal era "un mal agüero para la paz" ( "Hoy. Una táctica despretinada", 1933, p. 2). Con el avance de Alfonso López en la escena pública, los señalamientos y epítetos de los conservadores a los liberales se hicieron más recurrentes:

La soldadesca roja que sonríe todavía a la popularidad cordial de Alfonso López no puede mirar con ojos benignos a la falange intelectual que reclama el predomino de Eduardo Santos. Frente a estas dos tendencias bien definidas que afilaran sus odios con cariñoso cuidado, se levantan los jóvenes agresivos y rebeldes que siguen con obediencia musulmana la dirección de Jorge Eliécer Gaitán y muy cerca a ellos los socialistas encabezados por Baldomero Sanín Cano, el más ilustre de los actuales pensadores de América, se organizan esmeradamente mientras el comunismo hace gimnasia nueva y prepara sus músculos para la lucha definitiva. En cuanto al conservatismo perseguido en casi toda la república, hostilizado, vejado, comprende que solo al amparo de sus ideas pueden hallar todos los colombianos paz y seguridad para sus vidas, sus bienes y sus personas ( "Las elecciones de mañana", 1933, p. 2).

Aun en medio del abstencionismo, no disminuyeron los ataques al partido de gobierno. El descrédito al partido de liberal se dio en los términos ya conocidos: "los jacobinos", como eran denominados, habían entrado en un proceso de decadencia, pues detestaban la tradición, pero no eran incapaces de insinuar si quiera algo nuevo, "colocándose en la desairada posición de pobretones oportunistas sin imaginación y sin ingenio". La imagen del partido liberal fue representada como contraria a la democracia y enemiga del pueblo y de sus mismos copartidarios.

El diario conservador El Deber aprovechó la coyuntura política para insistir en esa imagen del partido liberal, más cuando en la opinión había gran revuelo por las huelgas y el incidente del alcalde de Bogotá, Jorge Eliécer Gaitán, con el gremio de los choferes. Gaitán, firmó un decreto en el que exigía a los conductores de taxis y buses el uso de uniformes, porque en su opinión el conductor era un "propagador de enfermedades" (Braun, 2016, p. 148). Este decreto precipitaría el final de su administración: "Ninguna oportunidad tan maravillosa como esta para demostrar que el liberalismo, las izquierdas y el comunismo, son en Colombia los partidos reaccionarios, fracciones que propagan sus mentiras democráticas para luego traicionar a las masas" ( "¿Quiénes son los reaccionarios?", 1937, p. 3).

El lenguaje anticomunista impregnó finalmente la prensa conservadora de la ciudad. La amenaza roja se hizo cada vez más real en las páginas de El Deber. Este diario convirtió en estigma los símbolos de la izquierda y señaló a sus enemigos con ella. En las elecciones presidenciales de 1938 se hizo uso de lo que sucedía en Rusia o en España presentándolo como un peligro para Colombia. El uso del "terror rojo" había sido central en la política en el mundo entero en estas décadas, al menos desde la revolución de octubre de 1917 (Hobsbawm, 1999, p. 64), y aunque ha sido ampliamente debatido hablar del anticomunismo como una simple "reacción" -debate ampliamente conocido en el que participaron historiadores como Ernst Nolte y François Furet (1999)-, este acontecimiento, sin duda, es central para entender los sucesos políticos a nivel mundial en todo el siglo XX. Lo mismo, aunque menos estudiado, es el caso del caso español desde el golpe de Primo de Rivera en 1923 y la posterior Guerra Civil (Bosch, 2012).

Las alertas estaban prendidas por la noticia de un comité soviético que operaba en Montevideo, con la misión de preparar la "invasión comunista" a América del Sur. La paranoia era tal, que se informaba o advertía a los lectores que el gobierno uruguayo había encontrado unos mapas de este comité en el que aparecían señalados Colombia y Venezuela como el objetivo inmediato de las operaciones. El truco, señalaba El Deber, era presentar por medio de frentes populares y liberalismo de izquierda "el logro rojo", para no asustar al electorado. El debate presidencial estaría amenazado y el personaje elegido para presentar esta farsa era, según el diario conservador, Darío Echandía ( "El zarpazo rojo", 1937, p. 3).

El panorama político mundial inquietaba a la prensa, la cual veía en estos acontecimientos graves consecuencias para el país. El inicio de la guerra se podía sentir en las páginas de los diarios, que advertían, premonitoriamente, un clima de contienda similar al de 1914, con los agravantes de la situación social y económica en estas potencias mundiales. El Deber pintaba el panorama a sus lectores dividiendo al mundo en dos bloques: uno dirigido por Alemania, Italia, Japón y Portugal, "bloque de resistencia que ha de enfrentar victoriosamente" al otro bloque, las potencias de Inglaterra, Rusia y Francia que "amenazaban la paz y la civilización":

Una ola de anarquía se extiende por el mundo en afanes de violencia y terror. No es la rebelión de las masas que analizó Ortega y Gasset en el aspecto social y económico. Estamos en presencia de la locura de las masas que como en España no desean el triunfo de determinado ideal sino la destrucción, el exterminio, la sangre, el fuego [...]

No sabemos por qué encontramos tanto parecido entre el papel que están desempeñando y que desempeñaran en el movimiento rojo, los doctores Alfonso López, Carlos Arango Vélez y Jorge Eliécer Gaitán, con la opaca actitud de Manuel Azaña, Indalencio Prieto y Largo Caballero. Y después de esas estúpidas concesiones al populacho y de los fusilamientos de los líderes socialistas, recordemos cómo en todas partes solo los partidos de la derecha y dentro de nosotros exclusivamente el partido conservador son y serán los que formen la muralla invencible contra la locura ambiente. La lucha presidencial en Colombia irá a enseñarnos las más graves y duras lecciones ( "Ante la invasión roja", 1937, p. 3).

El país no pudo finalmente abstraerse de las corrientes ideológicas mundiales (Guerrero, 2014, p. 158-159). Los conservadores de Santander, que habían rechazado el anticomunismo como arma política, se alinearon finalmente ante un discurso de derecha en el que los acontecimientos a nivel internacional reafirmaban esta postura ideológica. Ante el supuesto avance de la revolución impusieron la acción, en un ambiente de por sí ya incendiado por sus propios discursos. En pocos años el viejo enemigo había adquirido un nuevo rostro: el comunismo, y no pasaría mucho para que las profecías de destrucción se cumplieran ante una violencia imparable en el país.

4. Conclusiones

El panorama político local en Santander durante las décadas de 1930 y 1940 estuvo marcado por una intensa efervescencia, rivalidades y divisiones al interior del partido liberal. La violencia que se inició en la provincia de García Rovira en 1930 y se extendió por el departamento de Santander, especialmente en la ciudad de Bucaramanga, fue un punto de conflicto para el gobierno de Olaya Herrera.

Las disputas locales dieron el tono a la política nacional, y el comunismo fue utilizado como una herramienta política por parte de los conservadores para debilitar al gobierno liberal. La prensa desempeñó un papel fundamental en esta dinámica, publicando discursos de supuesta unidad y superioridad del partido liberal, pero también difundiendo noticias falsas y alimentando el miedo para movilizar la política partidista.

La división en el liberalismo santandereano fue notoria, y el surgimiento de medios de prensa como Tribuna Liberal representó una facción que buscaba defender los intereses de los sectores trabajadores y populares, en contraposición al liberalismo oficialista representado por Vanguardia Liberal y Alejandro Galvis Galvis.

El anticomunismo se convirtió en una obsesión tanto para la prensa liberal como para la conservadora. Ambos bandos utilizaron este discurso para desacreditar a sus opositores, acusándolos de tener vínculos con el comunismo o de ser una amenaza para el país. La polarización política y social se agravó con el tiempo, y las elecciones y asambleas departamentales estuvieron marcadas por la violencia y la intervención del ejército y la policía. El partido liberal santandereano quedó profundamente dividido entre facciones opuestas.

En conclusión, el panorama político local en Santander estuvo marcado por una fuerte efervescencia y divisiones internas, en medio de un ambiente político nacional intoxicado por el uso del anticomunismo como arma política. La violencia y la desconfianza entre los partidos y facciones llevaron al país a una situación convulsa que desembocaría en hechos trágicos, como el asesinato de Jorge Eliécer Gaitán en 1948 y el inicio del período conocido como "La Violencia".

A nivel nacional, y ante el panorama de polarización política del país entre liberales y conservadores, con el comunismo como un supuesto actor de desestabilidad para ambos partidos, surgió la tesis cada vez con más fuerza, en referencia al asesinato de Jorge Eliécer Gaitán en 1948, de una toma comunista del país. Odios y miedos ya eran incontenibles (Henderson, 1985). El miedo a la "amenaza roja" había sido esparcido por la prensa, orquestado por varios grupos de conservadores y liberales. Un espíritu de cruzada invadió editoriales, noticias y hasta caricaturas. El discurso adquirió elementos de corte apocalíptico y dramático que recordaban las largas disputas del siglo XIX del país.

En los años treinta y cuarenta del siglo XX es posible encontrar en la prensa dos partidos enfrentados sacando a relucir sus arsenales doctrinarios. El comunismo fue central en el debate. Se votaba en contra de Moscú. Así fueron repetitivamente los llamados que hizo Laureano Gómez a los conservadores: "Por Roma contra Moscú [...] contra el 9 de abril; contra la intervención soviética en la política colombiana" (Acevedo, 2003). El ataque contra el liberalismo se dio duramente en las páginas de la prensa conservadora, al insistir en la infiltración del comunismo en las filas liberales. El ambiente político a nivel mundial estaba plagado de noticias sobre la avanzada comunista. Los liberales, de igual forma, intentaron por todos los medios desmarcarse de cualquier signo que los identificara con el comunismo, y tacharon a los conservadores con el mismo calificativo de comunistas para desprestigiarlos.

En su afán de denunciar el peligro que se cernía sobre el país, se dedicaron amplios espacios para la redacción de artículos de opinión, editoriales o numerosos reportajes buscando explicar las causas y efectos perniciosos provocados por los agentes del comunismo. A lo largo y ancho del territorio nacional se desplegaron permanentemente campañas desinformativas sobre la amenaza roja, un supuesto enemigo muy peligroso que se debía combatir sin tregua. La prensa fue la principal mediadora en dicha estrategia, que autoridades gubernamentales del partido liberal en el poder u opositoras del partido conservador desplegaron para destruir a un implacable enemigo. Para ello, la prensa también se valió de la red de diarios latinoamericanos proveniente de agencias noticiosas como Associated Press o United Press. El propósito era desenmascarar a los agentes del comunismo internacional y su interés de desestabilizar el país, y de paso asociar la amenaza roja con el partido liberal o el partido conservador, según el diario de filiación partidista desde donde saliera la noticia.

En el departamento de Santander no hubo que esperar hasta los años cincuenta para asistir a los dramáticos efecto de la violencia bipartidista. Desde los años treinta, del papel se pasó rápidamente a la acción violenta. Sabemos del papel de la prensa en la gestación de las identidades partidistas, pero también como actor de primera línea en las luchas políticas. La prensa, sin embargo, no fue la única responsable. Hay que tener en cuenta otras variables como los partidos políticos, la Iglesia Católica, los gobernantes, el Congreso, los copartidarios. Pero de alguna forma u otra todos estos actores hicieron uso de la prensa para influir en el público. Los discursos de la prensa, los discursos parlamentarios, lo que decían los directorios y los jefes, todo esto no quedaba en el aire. No eran palabras al vacío. Se repetían, se reinterpretaban en la prensa, y de allí estas mismas palabras escritas al calor de la polarización política y el miedo circulaban en cafés, plazas de mercado, teatros, calles, galleras, campos de tejo, caminos.

La disputa ideológica no haría, por tanto, sino aumentar a niveles no vistos. La política colombiana en aquellos años se llenó de monstruos. El comunismo fue uno de ellos y usado por liberales y conservadores por igual en diferentes coyunturas. Los recursos y las técnicas de degradación eran iguales de parte y parte, y el propósito era dañar la imagen y afectar el prestigio del contrario con la dureza de términos, descalificativos y un apasionamiento desbordado del discurso. El resultado sería un país altamente polarizado, hostil y enemigo de sí mismo, en medio enfrentamientos violentos.

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* Este es un artículo Open Access bajo la licencia BY-NC-SA (https://creativecommons.org/licenses/by-nc-sa/4.0/)

Cómo citar este artículo: ACEVEDO TARAZONA, Álvaro; VILLABONA ARDILA, Juliana. LA AMENAZA ROJA. Prensa, anticomunismo y miedo en la polarización política de Colombia y el departamento de Santander, 1930-1946. En: Entramado. Julio-Diciembre, 2023 vol. 19, no. 2 e-9303 p. 1-14 https://doi.org/10.18041/1900-3803/entramado.2.9303

Recibido: 30 de Septiembre de 2022; Revisado: 25 de Diciembre de 2022; Aprobado: 18 de Marzo de 2023

Conflicto de intereses

Los autores declaran no tener ningún conflicto de intereses.

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