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Antipoda. Revista de Antropología y Arqueología

versão impressa ISSN 1900-5407

Antipod. Rev. Antropol. Arqueol.  no.2 Bogotá jan./jun. 2006

 

Presentación

Alejandro Castillejo Cuéllar

Editor Antípoda, Profesor Asistente, Departamento de Antropología, Universidad de los Andes


"Quis hic loc, quae regio, quae mundiplaga?".

("¿Qué lugar es este, qué región, qué parte del mundo?").

Séneca, Hercules Furens, v, 1138.

ANTÍPODA ES, en una frase, no sólo una revista académica sino un proyecto editorial e intelectual y como tal, un proceso en permanente configuración. Dadas las transformaciones institucionales en los ámbitos de formación académica de las ciencias sociales en los últimos años en Colombia, Antípoda pretende ser una revista que no sólo disemine el trabajo de antropólogos, arqueólogos y otros investigadores sociales, sino que además se preocupe por pensar sobre el hacer, por meditar sobre el proceso de producción intelectual más que sobre el "producto", y, en este sentido, sobre la manera como dichos conocimientos localizados -desde una institución en América Latina y en un país en guerra como Colombia- son determinados, hasta cierto punto, por las condiciones históricas que se cristalizan, para bien o para mal, en el momento mismo de su enunciación en el lenguaje.

De esta manera, en Antípoda se articulan por lo menos dos registros interpretativos que, aunque aparentemente diferentes, son complementarios. Por una parte, se preocupa por las formas como la antropología se inserta y se inscribe dentro de la contemporaneidad, en un sentido tanto sociológico como fenomenológico, en órdenes de realidad que no habían sido tradicionalmente, e incluso hegemónicamente, de su pertinencia, pero que, precisamente por eso, harían de la vocación crítica de la disciplina -que con frecuencia aparece desvirtuada por un exacerbado academicismo y mercantilismo- una herramienta importante en la lectura de fenómenos propios del mundo contemporáneo. Esto lo planteamos, por supuesto, sin olvidar los problemas empíricos y teóricos que han sido de su interés, particularmente en Colombia, y que se han desarrollado a lo largo de años de trabajo investigativo y compromiso con la escritura y la enseñanza. Antes, al contrario, en esta discusión entre lo político y lo teórico en la contemporaneidad, Antípoda -en un medio académico global que no sólo legitima una noción particular de conocimiento, donde ciertos criterios de validación y ciertas lógicas de circulación aglomeran mayor capital simbólico, sino que además corrobora la obsolescencia permanente del trabajo intelectual, a fuerza de redefinir la temporalidad peculiar que hay en la conversación íntima con las ideas, los textos y las voces del otro- busca mantener y crear, en contra del olvido, una comunidad de discusión en compañía de su propio pasado intelectual.

Así mismo, en una segunda instancia, esta revista es un lugar donde, podríamos decir, "viejos" conceptos son invitados, al decir de Wittgenstein, a habitar nuevos terrenos empíricos de la misma manera que "nuevos" conceptos son configurados, articulados y discutidos a la luz de la emergencia, en la doble etimología del término, de nuevas realidades sociales. Es en este balance dinámico entre lo político y lo conceptual -suponiendo que estas dos dimensiones del trabajo intelectual fueran fácilmente escindibles- donde esta revista busca situarse. Antípoda propone pues una apertura tanto teórica como temática de lo que se entiende por antropología, sus modalidades de acción en el mundo, sus lenguajes, sus tecnologías de percepción, su papel en esta sociedad -si es que aún es discernible- y su relación con su propio pasado, para así promover un intercambio entre disciplinas, incluso aquellas situadas en otras tradiciones nacionales, y fomentar lo que podríamos denominar, con cierto idealismo en una época que se dice desprovista de utopías, una "ética de la colaboración": una respuesta a esa fenomenología de la enemistad, tan común en algunos espacios académicos que paraliza la cotidianidad intelectual y la invade con el desencuentro permanente. Es a esta postura ética a la que el nombre Antípoda hace referencia.

No obstante su vocación de intercambio, crítica y colaboración intelectual, esta revista está anclada en lo que podríamos denominar a grosso modo una mirada antropológica y, por lo tanto, en los aportes que ella, en tanto campo disciplinario, hace para entender problemas específicos de la sociedad. Del mismo modo, Antípoda, como cualquier revista académica, también se acoge -sin reservas pero igualmente sin fundamentalismos academicistas- a los estándares de rigor sobre los que se fundamenta cualquier discusión en el campo de las ciencias sociales. Sin embargo, aquello se persigue no solamente estimulando la discusión sino también, y especialmente, invitando a los autores a comprometerse con el lenguaje, con la escritura, con la exploración teórica; en una frase, a comprometerse con lo escrito como "forma", como comunicabilidad y como horizonte de posibilidades. Un lenguaje difícil de habitar, sin duda, y no menos expuesto a múltiples cuestionamientos y peligros, puesto que, como los avatares inevitables del movimiento pendular, el encuentro con el texto, en tanto escritor y en tanto lector, oscila inevitablemente en los contextos académicos entre "la exploración", como hábito de pensamiento y como espacio de formación -y en esto reside la naturaleza pedagógica del encuentro y la escritura etnográfica-, y la conformidad tecnocrática que reduce la formación del sujeto a un proceso de instrucción en teorías y metodologías, a veces incluso desconectadas entre sí.

La estructura de Antípoda, también en formación, responde a la flexibilidad y a los intereses planteados anteriormente. Su columna vertebral está constituida por tres ejes: lenguajes, miradas y diseminaciones. La primera sección de la revista, Lenguajes, abre la posibilidad de publicar trabajos narrativos relacionados con la experiencia de trabajo del antropólogo, que tengan implícita una búsqueda y un balance entre la creatividad, el ejercicio del escritor y la sensibilidad antropológica. En este sentido, la revista se encuentra abierta a diferentes "géneros" y "estilos" de escritura etnográfica. De igual manera, Lenguajes es una sección dedicada a la reflexión sobre la práctica antropológica y, en particular, sobre el trabajo de campo: ¿cómo se inserta éste, en sus diferentes concepciones, en debates más amplios sobre la temporalidad y la especialidad etnográfica? ¿Qué papel tienen las diferentes formas que el poder toma en la configuración de este "lugar" y de este "encuentro" fenomenológico? ¿Cuál es la ética y la política de este encuentro? ¿Cómo se articula esta experiencia etnográfica en relación con América Latina y el mundo contemporáneo en general?

En la segunda sección, Miradas, se examinan problemas de relevancia tanto académica como social en el campo de la antropología o en la convergencia disciplinaria, a través de artículos extensos en torno a una convocatoria temática específica. El objeto central de esta sección es la exposición de ideas y argumentos sugerentes, polémicas y distintos tipos de intervenciones que inviten al debate, ojalá productivo, sobre un tema en particular, en donde se logre una verdadera interlocución sobre temas de interés nacional e internacional. En el caso de este volumen, el tema que convoca tiene el título general de "Antropología, crítica cultural y crisis de sentido en el mundo contemporáneo". En este sentido, el carácter de Miradas permite y estimula la participación de editores invitados, y también se encuentra abierto a aspectos fundamentales en el desarrollo de líneas de investigación.

Finalmente, Diseminaciones es una sección dedicada a la difusión de textos de temáticas diversas, que constituyan un aporte no sólo a los procesos pedagógicos en el propio contexto universitario, sino a la circulación de resultados de investigación en Colombia y en distintos lugares del mundo. Diseminaciones pretende así abrir un espacio a traducciones, ensayos cortos, informes de investigación, artículos de revisión y comentarios en profundidad sobre autores, libros, seminarios u otras actividades académicas.

En Antípoda, las imágenes también se entretejen con el argumento general y, simultáneamente, con las palabras mismas de algunos autores, a manera de narrativa visual. Para este segundo número, hemos invitado al reconocido fotógrafo brasilero Sebastiao Salgado, en su periplo por un mundo, cuya sola presencia seguramente producirá cierta suspicacia. Estas fotografías, paradójicamente, fungen como dispositivos mnemónicos de un pasado que aún es presente y de un presente que a diario se hace pasado. De cara a ello -en la forma más literal- es como los textos de este número deben ser leídos. Detrás de dicha articulación hay un claro sentido etimológico, una intención de "con-signar". Las imágenes son, de esta manera, un texto político en sí mismas, otra forma de interpelación.

En Antípoda se congrega un deseo por articular una voz -para utilizar un cliché que se ha hecho popular durante la última década y que cada vez tiene un contenido más difuso-, es decir, un entramado complejo de enunciaciones y silencios, no necesariamente asociados a la palabra o a su ausencia. Pero, como los sobrevivientes de las atrocidades humanas paradójicamente nos han enseñado, no obstante la indiferencia y el cinismo, esta articulación sólo es posible, indefectiblemente, en compañía de otros.