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Antipoda. Revista de Antropología y Arqueología

versión impresa ISSN 1900-5407

Antipod. Rev. Antropol. Arqueol.  no.2 Bogotá ene./jun. 2006

 

REPRESENTACIONES DE LA ACCIÓN HUMANITARIA Y DEL TRABAJO DE DESARROLLO

Arancha García del Soto y Lina Cherfas

Investigadora del Solomon Asch Center Investigadora del Solomon Asch Center for Study of Ethnopolitical Conflict for Study of Ethnopolitical Conflict University of Pennsylvania University of Pennsylvania araceli@psych.upenn.edu 

Investigadora del Solomon Asch Center Investigadora del Solomon Asch Center for Study of Ethnopolitical Conflict for Study of Ethnopolitical Conflict University of Pennsylvania University of Pennsylvania cherfas@psych.upenn.edu 


Traducción de Don Gelver de Currea

RESUMEN

 De cara al mundo contemporáneo y a la situación de guerra y pobreza en muchos países, los trabajadores humanitarios representan una forma particular, personal incluso, de actuar, con todas las dificultades que esto implica, sobre ese mundo. En este texto se exploran y se plantean una serie de preguntas sobre las complejidades, ambigüedades y limitaciones del trabajo humanitario y de desarrollo.

PALABRAS CLAVE

Trabajo humanitario, ONG, agencias humanitarias, expertos en desarrollo.


ABSTRACT

 Given the current situation of war  and social strife in the world, many people, particularly in the "north", for a variety of reasons, build professional careers and personal itineraries around humanitarian work. A series of questions regarding the complexities, ambiguities, and limitations of humanitarian and development work will be explored in this text.

KEY WORDS

Humanitarian action, NGOS, humanitarian agencies, Development workers, expats.


TODA CONSIDERACIÓN abstracta, aunque se refiera a problemas humanos, no sirve para consolar a ningún hombre, para mitigar ninguna de las tristezas y angustias que puede sufrir un ser concreto de carne y hueso, un pobre ser con ojos que miran ansiosamente (¿hacia quién o hacia dónde?), una criatura que sólo sobrevive por la esperanza" (Sábato, 2000: 31). Tal declaración adquiere importancia especial en el contexto de la acción humanitaria desarrollada tras el tsunami en Asia suroriental al principio de 2005. El gobierno de Sri Lanka, tratando de evitar el efecto negativo del trabajo de agencias extranjeras, basado exclusivamente en terapia occidental de trauma y también anticipando que gran parte de la investigación local y extranjera no iba realmente a aliviar a las poblaciones afectadas, propuso que las actuaciones de las agencias humanitarias y de investigadores fuesen analizadas bajo el prisma de su aporte real y específico a la hora de favorecer el bienestar de los afectados.

A este ejemplo concreto subyace una pregunta básica: ¿Qué queremos decir (nosotros, los "occidentales" provenientes de otra cultura y otros supuestos mentales, en teoría "occidentales/civilizados") cuando hablamos de los esfuerzos por aliviar a otras poblaciones que experimentan realidades de pobreza, violencia y sufrimiento ("subdesarrolladas"), que generalmente no hemos experimentado nosotros mismos? En este artículo consideraremos las diferentes imágenes que surgen del trabajo humanitario y de desarrollo, y que constituyen una nueva profesión. Estas actividades profesionales se agrupan bajo diferentes denominaciones: conflictología, estudios de paz, cooperación, ayuda internacional, entre otras. Generalmente se refieren a los esfuerzos de profesionales, algunos nacidos en países "occidentales pacíficos", para promover el "bienestar" de la gente en territorios donde las condiciones son menos favorables y más violentas, y el conflicto o la desigualdad son frecuentes1.

Instituciones como la ONU y algunas ONG internacionales han experimentado una creciente pérdida de personal cualificado, lo cual, en algunos casos, ha demorado sus procesos de selección debido a la acumulación de solicitudes y, en otros, les ha hecho desarrollar hábitos profesionales que algunas personas califican de "sobreburocratizados". Cada vez hay más interés de los estudiantes por emprender una carrera de trabajo humanitario o de desarrollo, y los esfuerzos educativos y de entrenamiento prosperan en países con diferentes grados de desarrollo. A la vez, la mayoría de equipos de ayuda humanitaria tienden a incluir en sus sedes a profesionales locales, con el in de enfatizar la consideración de recursos y perspectivas locales de una manera más efectiva, diseñar e implementar programas "culturalmente más adecuados" y llegar mejor a la población local.

El rápido crecimiento del trabajo humanitario2 últimamente ha generado voces críticas que puntualizan, entre otras cosas, que: a) ser un trabajador extranjero puede fomentar el elitismo, pues estas personas no siempre llevan una vida modesta en los lugares donde trabajan y esta manera de presentarse confirma la desigualdad y la distancia entre el trabajador extranjero y la población local; b) la sobreburocratización de esta profesión tiende a legitimar las políticas del Estado en lugar de cuestionarlas y las agencias de ayuda humanitaria y cooperación tienden a convertirse en las nuevas corporaciones, sin trabajar realmente por el tan necesario cambio social; y c) como acercamiento a la caridad, el trabajo humanitario se convierte en una manera de control social que impide a la gente reclamar cambios en su ambiente social por sí misma, de manera que es la agencia humanitaria que los apoya quien los representa (evitando que sean las propias gentes las que se representen a sí mismas). Recientemente, Peter Walker ha proclamado que "el humanitarismo debe abandonar su bagaje occidental y reinventarse a sí mismo como un verdadero movimiento global"3. En un tono similar, Jean-Jacques Gabas (2003) pregunta si el norte y el sur, internacionales y locales, están realmente trabajando juntos: "¿Cuándo la gente del sur nos ayudará a los del norte a mejorar y a analizar nuestras vidas y nuestras estructuras sociales? ¿Cuando habrá un intercambio real de opiniones, trabajos y documentos entre los dos mundos?".

Actualmente, hay numerosas preguntas y discusiones en el ámbito del trabajo humanitario y de desarrollo, debates internos y críticas externas. En el resto de este artículo presentamos y examinamos algunos asuntos destacados y polémicos sobre el trabajo en desarrollo y la acción humanitaria.

Representación y expectativas:

dos asuntos inevitables e irresolubles

Entre las actuales discusiones sobre el trabajo humanitario como profesión, están las relacionadas con la ética y la eficacia de los esfuerzos del humanitarismo y del desarrollo. Todavía existe una cierta incertidumbre al definir el término "desarrollo" o al explicar las directrices y procedimientos básicos de este trabajo a los "forasteros". El personal extranjero que trabaja en desarrollo (los expatriados o, en jerga, "expats") a menudo tiene que detallar qué es exactamente lo que hace y justificar las razones por las que está en ese campo profesional específico. Para decirlo de manera simple, ellos buscan básicamente mejorar las condiciones de vida para la gente que tiene menos oportunidades, pero a menudo se les acusa de estar demasiado influenciados por ideologías políticas (por lo común, a favor de la izquierda radical), de dejarse llevar por ideas utópicas o irreales "misiones de paz". Asimismo, algunos los acusan de ser misioneros modernos o "diplomáticos del bien". Incluso las poblaciones locales con las que muchos expats llevan años trabajando, los ven como salvadores y resulta difícil establecer relaciones horizontales, más igualitarias, a la hora de negociar intereses y proyectos. Los expats son los expertos que además del conocimiento "técnico" sobre cómo ayudar tienen el dinero. Los locales "apoyan" las iniciativas planteadas y no siempre cuestionan o adaptan al contexto concreto las propuestas externas.

Por otro lado, se presume que los empleados locales representan las opiniones y las necesidades de su población, algunas veces sin cuestionar sus enlaces reales con los recursos locales y asumiendo que hablan por el conjunto de la población local o las comunidades afectadas4 con las que se requiere trabajar. Si se asume lo anterior, podríamos estar negando la heterogeneidad de los grupos y las comunidades (Bauman, 2003) y las múltiples identidades que los profesionales locales podrían sostener (especialmente en el caso de aquellos que han experimentado el efecto transformador de una educación extranjera o la exposición duradera a otras culturas). Varios factores influyen en el papel de los "líderes" o "figuras" locales como reproductores de las voces y necesidades reales de la gente. Suele ocurrir también que cobran sueldos inferiores, en parte porque no todas las agencias internacionales creen en la capacidad de los locales para ejecutar sus labores y asumen que los extranjeros saben más y tienen la verdadera pericia. Los expats deberían ser lo suficientemente críticos de sus propias debilidades y disfunciones en relación con, por ejemplo, la profundidad de su conocimiento de las realidades sociales en su área de intervención.

Las mujeres trabajadoras expatriadas tienden a ver el género como un acercamiento de corte transversal que influencia todos los programas. El hecho de ser mujer podría facilitar la interacción con la población femenina local, pero eso no quiere decir que los hombres no puedan trabajar en asuntos de género. Las representaciones del trabajo de género (por ejemplo, ante el incremento de la violencia doméstica después de una guerra o de rápidos cambios sociales) presentan semejanzas y diferencias interculturales que nos recuerdan la ausencia y la impracticabilidad de recetas internacionales de éxito, que sirvan para países y situaciones distintas. El mismo programa no puede ser aplicado en diferentes contextos. Cada realidad de género requiere un análisis y un proceso de intervención que lo hace único. De esta manera, incluso un tema como el de género, el cual es aparentemente representativo de diferentes contextos, exige un cuidadoso examen de sus manifestaciones a través de las culturas. Y trabajar género, en muchos casos y contextos, no puede implicar sólo trabajar con mujeres, sino que requiere incluir a familiares, hombres e hijos.

Expectativas: las visiones locales

Cada vez que se trabaja con la gente local se están inevitablemente aumentando las expectativas de esta población. Las diferencias en las opciones de vida y las inexplicables razones relacionadas con el hecho de que los expats y algunos trabajadores locales tienen la perspectiva de asumir diferentes vidas (países que cambian, carreras y conexiones) siempre están presentes en la estructura del poder, condicionando las formas de relacionarse. Paul Farmer (2003), en una charla en noviembre de 2004 en Filadelfia, lo expresó en términos crudos como "la esquizofrenia de representarnos a nosotros mismos dejando una realidad de enfermedad y de pobreza para saltar dentro de un avión, algunas veces después de caminar en el área VIP...". Los trabajadores extranjeros tienen la posibilidad de trastearse desde el más pobre, más caótico y más doloroso escenario a otro completamente diferente, en el que las reglas y el sentido del control son más claros y predecibles. También en sus lugares de trabajo se ve una realidad similar: los espacios físicos de los expats, sus oficinas y lo que hacen en su tiempo libre, suelen estar claramente diferenciados del promedio de los espacios y las rutinas de los trabajadores locales.

La búsqueda de coherencia

La actual necesidad de trabajo cooperativo en extensas áreas del mundo proviene principalmente de la pobreza que origina la desigualdad, no de la escasez (Ziegler, 1999). Hay para todos, pero se reparte mal. De esta manera, la pobreza, el deterioro del medio ambiente y el desempleo se van arraigando cada vez más, se están extendiendo y exacerbando por los que ya poseen los recursos, debido a la explotación, la corrupción y la ineicacia e irresponsabilidad social de las instituciones económicas y políticas. Las causas y las consecuencias se entremezclan, mostrando la violencia generada por "la rabia del pobre", el despilfarro y la injusticia y la arrogante ignorancia de las "democracias consolidadas" (George, 2003). Hay en el "mundo menos desarrollado" ("incivilizado", dicen algunos) más y más casos de gente desplazada, quienes dejan sus lugares de origen para buscar mejores condiciones de vida y algunas veces terminan compartiendo más hambre y peores condiciones, mientras esperan que sus anhelos se cumplan en los nuevos escenarios. Las realidades del desplazamiento urbano así lo reflejan. Sus problemas tienen que ser abordados tratando las causas y reformulando las previas regulaciones locales, nacionales e internacionales que ya no responden adecuadamente a las situaciones actuales.

Los esquemas mentales y emocionales de muchos profesionales en trabajo humanitario y de desarrollo, se mueven constantemente desde el horror de atestiguar y experimentar la desigualdad y el sufrimiento hasta el resurgimiento de la esperanza y un mayor control sobre las circunstancias de la vida (recursos, enfermedad, derechos básicos). Es esta esperanza que surge de trabajar por aumentar los derechos, cubrir las necesidades básicas y así aumentar la sensación de control en las realidades diarias el objetivo principal de este trabajo. La compleja mezcla de permanente alerta ante la injusticia, el inexplicable privilegio y una especie de necesidad masoquista de entender el sufrimiento no es el mejor pilar para un estándar de vida razonable5, pero una vez experimentado, son muchos los expats que explican cómo entrar en contacto con estas realidades les cambia la vida y, a partir de ahí, uno no puede dejar de trabajar por una mayor igualdad, por seguir buscando "coherencia". "Es el dolor que cambia la vida... el dolor, y no la felicidad", dice Gustavo Martín Garzo.

Esta búsqueda de la coherencia, para evitar la indefensión que produce experimentar la muerte, la desigualdad y la destrucción6, requiere diferentes acercamientos cuando trabajamos en escenarios damnificados. Esto establece las diferencias entre los etnógrafos y los trabajadores humanitarios y de desarrollo. La etnografía dice que analiza, guarda objetividad, no interfiere. El trabajo humanitario busca cambios, participación y compromiso (Fox, 2004). El componente de la acción en humanitarismo y el trabajo de desarrollo que niega la "neutralidad académica" de la etnografía, la necesidad de analizar, de conocer y de respetar la cultura local y de ser riguroso al acercarse a la atmósfera de trabajo, hace del desarrollo, más que una disciplina aplicada, un arte, cuando se considera el balance entre el verbalismo (palabras no acompañadas por la acción o actitudes) y el activismo (Freire, 1986).

Este difícil equilibrio es presentado por Jordi Raich (quien rechaza la cooperación de las ONG con los militares o los gobiernos) en los siguientes términos para España:

    Las ONG son cada vez más cuestionadas desde hace un tiempo, aunque en España las críticas siguen siendo tímidas. Vienen generalmente de académicos y periodistas que sólo saben sobre el asunto superficialmente y que basan sus discusiones en cortas visitas a los proyectos específicos o sobre estudios publicados por las mismas organizaciones. Estudios que, si ellos supieran suficiente sobre la manera en que los han elaborado, no se molestarían en leer. Las pocas críticas son mal tomadas por las ONG españolas, que sólo están acostumbradas a escuchar felicitaciones (2004: 382).

Las ONG adoptan actitudes defensivas cuando están enfrentadas a las críticas de la academia y aun del periodismo profundamente reflexivo (véase el libro de David Rieff Una cama para una noche y las reacciones que provocó en el Comité Internacional de Rescate, en la sede de Nueva York). Académicos y periodistas también tienden a expresar las no tan bien informadas críticas externas, que profundizan el boquete y los malentendidos entre la acción y la aproximación al análisis y crean mucha confusión en el público.

Los cambios sostenibles requieren buen planeamiento, esfuerzos a largo plazo y acercamientos no jerárquicos: que los "beneficiarios" puedan transmitir a los "expats/expertos" internacionales cuáles son sus necesidades y cuál es la mejor manera de satisfacerlas, involucrando a la población y haciendo proyectos verdaderamente sostenibles. Los procesos intensos de intercambio e interacción entre los locales y los expats sirven de base para estos cambios. En la raíz del dilema entre el análisis y la acción del trabajo humanitario y de desarrollo están la pobreza estructural y la pobreza creada por los desastres naturales y los conflictos violentos, que exacerban un sentido de indefensión que distancia las necesidades auténticas de la población local y las ideas con que los trabajadores de desarrollo extranjeros creen que pueden ayudar. Aumentar y consolidar este sentido de empoderamiento, control y sostenibilidad en la población local son las metas últimas y la representación ideal del trabajo humanitario y de desarrollo. Y siempre hay un aprendizaje por parte de los extranjeros sobre estas realidades locales.

Recientemente ha habido mucho interés en el estrés de los trabajadores humanitarios o la aproximación de "ayuda a los ayudadores". Algunos psicólogos interesados en este asunto sostienen que contactaron a trabajadores humanitarios para investigar su salud mental y que resultaron ser defensivos a la hora de hablar sobre sus propios sentimientos respecto al trabajo humanitario y de desarrollo, y generalmente evitan divulgar sus propias preocupaciones (Ehrenreich y Elliot, 2004). Sólo podemos pensar en la importancia de la confianza y la empatía cuando compartimos experiencias y divulgamos estas complejas emociones a los "forasteros". Por ejemplo, la violencia basada en el género es usualmente más frecuentemente divulgada a los trabajadores de desarrollo que están insertos y pasan tiempo dentro de las comunidades, aquellos en quienes de verdad confía la población local y que están legitimados a los ojos de la gente afectada7. Quizás un proceso paralelo se aplica al investigar la ayuda a los auxiliadores y deberíamos preguntarnos cómo alcanzar la confianza para obtener la profundidad de las experiencias de campo en los "ayudadores". ¿Están los investigadores en "ayuda a ayudadores" legitimados ante los ojos de los "ayudadores"?

Estar bien equipado para tratar con la frustración, para creer en un equipo de trabajo con intercambio genuino de opiniones, para estar dispuesto a resistir los largos procesos que muchas veces son inciertos y para evitar la ilusión del éxito rápido y público, son algunas de las actitudes que facilitan el trabajo humanitario y de desarrollo.

Convertirse en trabajadores humanitarios

El ciudadano promedio de las sociedades occidentales (si pudiéramos considerar tal perfil) tiende a hacer al personal de desarrollo las mismas preguntas: ¿Qué hacen exactamente los trabajadores de desarrollo? ¿Cómo pueden ayudar a mejorar las vidas de la gente en países diferentes a los nuestros? ¿Es posible enfrentar situaciones políticas y económicas difíciles y realizar cambios verdaderos? ¿Es el desarrollo pacifista por naturaleza?

Parece que los trabajadores de desarrollo, más que otros profesionales, constantemente necesitan justificar su trabajo. El personal extranjero trata de hacer que la gente entienda su profesión, describiendo lo que hace y explicando las necesidades subyacentes a este tipo de trabajo. De hecho, ellos deben promover su trabajo en parte porque este campo todavía no se ha reconocido profesionalmente en todas las "sociedades pacíficas", y en parte porque todavía no hay respuestas a algunas de las preguntas formuladas. Quizá esto sucede por la corta tradición de este trabajo... todavía no se han hecho todas las preguntas pertinentes. Como en otras profesiones centradas en la gente y sus vidas, es crítico mantener la incertidumbre: especialmente cuando todavía no hay respuestas correctas a muchas de las preguntas que surgen. Esto no quiere decir que podemos abandonar la búsqueda por las preguntas y las respuestas correctas. La preocupación fundamental, compartida por voluntarios, trabajadores de desarrollo experimentados y la población local de las comunidades con quienes se trabaja, es de alguna manera una reflexión sobre las dificultades en este trabajo. En una actividad desafiada por la realidad diaria no hay una sola disciplina que explique la complejidad de las situaciones y, en este sentido, el desarrollo trata de tener en cuenta diferentes necesidades, considerando varios niveles de intervención.

Algunas de las preguntas hechas con más frecuencia por estudiantes interesados en este tipo de trabajo son: ¿Cómo puedo convertirme en un trabajador en el extranjero? ¿Cuál es la relación entre el desarrollo y el trabajo voluntario? ¿Cómo pueden un médico, un sociólogo, un economista, un trabajador social o un psicólogo que trabajan en el extranjero manejar los aspectos políticos de sus alrededores? ¿El trabajo siempre se realiza en países damnificados? ¿Trabajar en desarrollo no permite tener una vida personal plena (familia, amigos, etc.)? ¿Ha habido alguna investigación académica aplicada provechosamente al trabajo de desarrollo? ¿La investigación actual se está utilizando adecuadamente? ¿Los diplomáticos trabajan en desarrollo? ¿Los trabajadores humanitarios y de desarrollo hacen trabajo diplomático? ¿Puede el desarrollo realmente mejorar y cambiar la situación internacional actual? ¿Cómo se relaciona el desarrollo con el trabajo en derechos humanos? ¿Hay un valor verdadero en el trabajo de desarrollo? ¿Quién es el trabajador más apropiado, un "generalista" o un especialista? ¿Cuál es la relación más apropiada entre el personal de desarrollo y la comunidad en la que ellos trabajan? ¿Cuál es la mejor forma de relación y de compromiso con esa área? ¿Cómo son afectados los trabajadores del extranjero por las situaciones difíciles y las atrocidades en las cuales se encuentran? ¿Trabajar en desarrollo puede provocar actitudes arrogantes o "autosuficientes"? ¿Estamos dispuestos a trabajar con el daño causado por violencia sin confrontar la violencia y la tiranía que tenemos dentro de nosotros mismos? Una vez más, las respuestas a algunas de estas preguntas no son claras y todas ellas requieren la paciencia y el esmero de leer en la literatura académica, así como abrirse uno mismo a las diversas y prolongadas experiencias de campo, y no dejar de aprender unos de otros (locales, mayores y más jóvenes, hombres y mujeres, etc.).

El trabajo humanitario se considera con frecuencia glamoroso, cosmopolita: parece ser una carrera que le permite a uno trabajar por lo que verdaderamente cree, en la que se proporciona un sentido de la utilidad a través de la ayuda a otros, en la oportunidad de aprender sobre la gente y sobre los diferentes ambientes en los que uno trabaja, e implica viajes y exposición a la diversidad. La imagen del trabajador humanitario también podría ser interpretada inversamente con el negativo estereotipo del inadaptado, que necesita constantemente acción, o con el del ingenuo, agradable y bienintencionado, pero no muy eficaz en un trabajo que requiere de disciplina y exigencia.

Por otro lado, están surgiendo nuevos estereotipos para intentar definir a los académicos implicados en el desarrollo. Se los retrata como hiperactivos, pues corren del campo a las aulas de clase y por ello no tienen tiempo para reflexionar y escribir. También se los asume como profesores de tiempo completo que basan su labor docente en actividades, prácticas y escenarios que conocen superficialmente.

Como con la mayoría de los estereotipos, puede haber cierto grado de realidad en estas imágenes. Nuestra intención aquí no es imponer un juicio de valor: preferimos centrarnos en el impacto y las discusiones que surgen al analizar los contrastes entre las formas del trabajo humanitario y de desarrollo que son implementadas y las que son representadas. Finalmente, necesitamos regresar a las preguntas básicas: ¿Cuál es el impacto real en las poblaciones locales? ¿Cómo lo definen ellas? ¿Cómo se han asegurado los derechos básicos y se han modificado las relaciones de poder? ¿Se ha dado aprendizaje por las dos partes, extranjeros y locales?

Preguntas sobre el entrenamiento y la motivación

Dada la proliferación de programas educativos dentro de la academia occidental y noroccidental y de la educación informal para mejorar el entrenamiento de los trabajadores humanitarios y de desarrollo, nuevas preguntas surgen con respecto al entrenamiento adecuado: ¿Quiénes son los estudiantes más adecuados para el trabajo humanitario y de desarrollo? ¿Cómo debe concertarse el equilibrio entre el conocimiento conceptual y las actitudes personales? Y también se cuestiona a los educadores o profesores: ¿Cómo debe presentarse el equilibrio entre la teoría y la práctica en las clases? ¿Quiénes son los mejores entrenadores? ¿Cuántos estudiantes de humanitarismo y desarrollo tienen el entusiasmo para continuar trabajando en este asunto, en cuáles áreas geográficas, bajo qué condiciones profesionales? ¿Están los entrenadores todavía en contacto con ellos? ¿Cuántos estudiantes y colegas se sintieron retados, inquietos o aun asustados por algunos de estos entrenadores? ¿Qué tan a menudo hablaron sobre los esfuerzos del humanitarismo y del desarrollo con quienes ellos no estuvieron de acuerdo? ¿Qué tanto inspiran y sirven de modelo los entrenadores a los ojos de los aprendices?

Durante el proceso educativo y también en las etapas profesionales maduras encontramos diferentes tipos de motivaciones para hacer trabajo humanitario y de desarrollo. ¿Cómo podemos reconocer las motivaciones equivocadas que podrían perjudicar a la gente afectada en vez de ayudarla? ¿Cómo podemos medir la aceptación genuina de la gente local de nuestra presencia?

Muchos estudiantes y personal subalterno se preguntan: ¿Qué voy a hacer con la contribución que recibí de la población local con respecto al desarrollo de mi propia carrera? Se dan diferentes opciones: acumular experiencias reales para mejorar su trabajo futuro en desarrollo, escribir una tesis de doctorado que lo ayude a consolidar una carrera académica (incluyendo publicación e investigación hacia la obtención de ese logro), o mejorar la relación con las poblaciones afectadas, acompañándolas hacia tiempos mejores.

¿A qué plazo están orientadas las agendas cuando trabajamos con la gente? ¿Con quién comparte uno su "experiencia"? ¿Estudiantes, colegas, otros agentes locales? ¿Cuáles son los públicos que lo hacen a uno sentirse humilde o asustado, gracias al cuestionamiento que pueda tener la actividad del trabajador humanitario?8 ¿Por qué eso es así? ¿Cuáles son las poblaciones afectadas o los públicos que reciben mejor el estilo de trabajo de los humanitarios? ¿Qué tan diversas son? ¿Dónde ventila uno las aproximaciones críticas? ¿En la academia crítica? ¿Las críticas apuntan a crear cambios reales? ¿Cuáles cambios, a qué nivel, para qué sectores de la población? ¿Qué está dando uno y qué está uno creando a través de su estilo de trabajo? ¿Para quién es este compromiso? ¿De quién es el reto? ¿Cómo hacen un acercamiento los locales, los interculturales o ambos? ¿Qué tan diversos son los grupos con los cuales generalmente uno coopera, si hay alguno? ¿Qué tan fuertes y duraderas son las relaciones que uno crea con los locales? ¿Con qué frecuencia uno cuestiona o analiza los intercambios participativos y los juegos de poder inherentes a su trabajo diario?

En última instancia, muchas de las respuestas a estas preguntas que se relacionan con el valor del entrenamiento y las motivaciones reales en trabajo humanitario y de desarrollo se contradicen con las valoraciones de la gente local acerca de los expats y de sus programas, con sus evaluaciones de cómo se sienten tratados. Allí hay claras diferencias entre una manera horizontal de trabajar que facilita los derechos y un estilo que tiende a ser más vertical (que define previamente las necesidades y las soluciones, sin mayor diálogo previo). Los comentarios locales sobre los logros y las evaluaciones de los programas y las relaciones que establecen con el personal expatriado pueden dar algunas respuestas.

¿Qué tan a menudo se nos están aproximando en lugar de que nosotros nos acerquemos? ¿Qué tipo de legitimación y de expectativas se han creado entre los dos grupos? ¿Son pertinentes, adecuadas? ¿Qué tan diversas son las contrapartes y los beneficiarios locales? ¿Cuánto de las carreras de los expatriados es construido sobre "yo les doy voz, expreso su sufrimiento", sin cuestionar las distorsiones que podrían estar agregando a esas voces? ¿Y cuánto trabajo no es actualmente visible pero efectúa verdaderos cambios? ¿Cuáles son los plazos temporales? ¿Qué tan conectados estamos a otros teóricos y aplicados trabajando en escenarios similares, con grupos similares o en asuntos similares?

Una vez más planteamos muchas preguntas que podrían reflejar la utópica e inalcanzable naturaleza de estas metas, para perseguir el mejoramiento de los caminos hacia una mejor acción humanitaria y de desarrollo. Sí, son metas utópicas e inalcanzables, pero como Hannah Arendt explicó: "Los seres humanos no pueden poseer la verdad... pero tener la verdad como horizonte puede hacer que el mundo cambie" (Arendt, citada en Larrauri, 2001: 15). Cada vez más autores están reclamando esfuerzos para una educación más profunda, para difundir el derecho a la información sobre injusticia y explotación, así como apoyo para promover y trabajar en derechos humanos dentro de las localidades. Cada vez se están reclamando más procesos de aprendizaje de vida y esfuerzos integrados para cambiar y luchar contra los sistemas injustos que provocan la miseria y el sufrimiento (George, 2003). "Si no solucionamos los contrasentidos entre el buen deseo de ayudar y la realidad de lo que somos capaces de hacer a favor de los países pobres... " las desigualdades sólo aumentarán9.

Discusiones y críticas internas

Es también valioso considerar los cuestionamientos internos y la autocrítica que expresan diferentes trabajadores humanitarios y de desarrollo en su propio ámbito: ¿Cómo integrar mejor la acción humanitaria y el trabajo de desarrollo? ¿Qué es más eficaz y legítimo: trabajar para las instituciones grandes (ONU, OSCE, etc.) o para entidades más pequeñas? ¿Son las ONG realmente eficientes? ¿Cuál es la relación entre las ONG y los gobiernos? ¿Quién representa a las ONG? ¿Quién elige a esos representantes? ¿Quién los evalúa? ¿Cuáles son sus fortalezas y sus debilidades? ¿Los voluntarios ayudan u obstaculizan el progreso? ¿Las sociedades o comunidades en conflicto tienen realmente solución a los problemas? ¿Pueden "ser curadas" las comunidades damnificadas por la violencia? ¿Cuánto de la acción en la comunidad debe ser decidido por los trabajadores de humanitarismo y desarrollo y cuánto por la comunidad? ¿Cómo tratamos las diferencias entre los procesos de la comunidad y los individuales? ¿Los objetivos del desarrollo cambian según los donantes? ¿Es posible trabajar efectivamente en escenarios y comunidades que son tan diferentes de las nuestras? ¿Es posible ser imparcial después de escuchar todos los lados implicados en un conflicto? ¿Es posible trabajar con todos ellos? ¿Cómo podemos trabajar con victimarios? ¿Cómo puede coordinarse mejor el trabajo entre las sedes y el campo? ¿Cuáles estrategias para el cambio social funcionan mejor: de abajo hacia arriba -desde las instituciones- o de arriba hacia abajo -escuchando fundamentalmente a los grupos de base y movimientos sociales- y cuándo? ¿Cómo podemos tender juntos un puente sobre las diferentes áreas del desarrollo, ligando teoría y práctica, trabajando con individuos y comunidades, considerando necesidades materiales y necesidades emocionales? ¿Cómo determinar países prioritarios, áreas o grupos? ¿Cómo pueden ser explicadas algunas situaciones aparentemente paradójicas (por ejemplo que la violencia fomenta la solidaridad o relaciones entre ciertos grupos)? ¿Son las víctimas con las que trabajamos manipuladas o utilizadas por razones políticas?

Varios ejemplos actuales de ejecución de programas humanitarios y de desarrollo muestran algunos de los debates y paradojas ligados a la amplia lista de preguntas precedente:

1. ¿Quién y cómo debería distribuir los primeros auxilios (alimento y recursos médicos) en una emergencia? Arrojar recursos desde los helicópteros ha sido criticado porque rebaja la dignidad de la gente, provoca luchas y tumultos, pero se sigue utilizando con el argumento de que algunas áreas geográficas son inaccesibles y ésta es la única manera de proporcionar ayuda10. Es interesante ver cómo esta distancia física puede ser indicativa de la distancia "actitudinal" entre los ayudadores/salvadores con su tecnología y los beneficiarios desesperados, atrapados en la situación de "las desafortunadas víctimas".

2. En una conferencia reciente, un miembro del personal militar conectado de cerca con la ayuda humanitaria resaltó la necesidad de separar a los militares de los trabajadores humanitarios, al preguntarle a uno de estos últimos: "¿Cree que ustedes, los trabajadores humanitarios y de desarrollo, son mejores que nosotros, profesionales militares, tratando de ayudar?". La respuesta última la tienen las personas afectadas por las catástrofes y es importante considerar cómo ellas representan las metas y las diferencias entre las dos profesiones. Nicolás de Torrente, de Médicos Sin Fronteras, señala:

    No hay duda de que, aunque están mal definidas, paz, justicia y desarrollo son aspiraciones dignas. Pero hasta que estas metas evasivas sean alcanzadas, la búsqueda independiente del imperativo humanitario, aun cuando limitada y difícil, sigue siendo un esencial y relevante esfuerzo para la gente atrapada en el conflicto y la crisis. Para brindar beneficios tangibles a la gente a través de la imperiosa necesidad de ayudar, es necesario apoyar y respetar la independencia de la acción humanitaria en vez de sacrificarla o alinearla con la integración de respuestas políticamente conducidas (2004: 12).

3. En otra conferencia en la cual se encontraron víctimas y victimarios de dos países que experimentaron estados de violencia en el pasado -uno en África y el otro en América Central-, los investigadores de uno de los países hicieron comentarios sobre cómo el sufrimiento del país/escenario con el que ellos eran más familiares fue "más profundo y mejor explicado por las víctimas de este país, que hablaban mejor en público", que las del otro país, como si el sufrimiento pudiera ser medido, considerando especialmente la carencia de conocimiento de la gente de ambos países sobre la naturaleza de la violencia en el otro lugar. Los victimarios también retrataron su propio sufrimiento como casi igual al sufrimiento que habían provocado y una audiencia mayormente compuesta por estudiantes lo aceptó, sin cuestionarlo, negando así el derecho básico de las víctimas a "una verdad pública" en la que los victimarios asumen sus culpas en el afán por restaurar la justicia.

Tenemos una responsabilidad cuando trabajamos con las poblaciones afectadas para evitar los acercamientos de reconciliación fáciles y superficiales, ignorando la especificidad de las situaciones de violencia experimentada por países diferentes, las diversas maneras culturales de expresar sufrimiento y dar testimonios, y de las diferentes aproximaciones académicas a estos asuntos11. La impunidad es muchas veces inconscientemente promovida por los mismos trabajadores humanitarios y de desarrollo, cuando tratan de ser conciliadores o mediadores, negando o ignorando los fundamentos de la guerra y la violencia: cómo y quién comenzó la violencia al lanzar la primera piedra o siendo el primero en "hacer del otro menos de una persona". Al final del día, lo ideal es condenar todo tipo de violencia, sin descartar el hecho de que justicia y reparación moral pueden ser tan curativas como el alimento y el abrigo. En nuestro trabajo, mientras reconocemos que hay diferentes grupos de víctimas y tipos de sufrimiento, debemos tener en cuenta quién disparó primero y por qué, cuál fue la base para la percepción inicial de amenaza y el deseo de librarse de la amenaza del otro. La memoria no es lo contrario del perdón y recordar para evitar la violencia futura y reinstituir un mínimo sentido de justicia, no necesariamente implica venganza. Las reparaciones sociales e individuales se apoyan en la declaración de responsabilidad por parte de los victimarios, de una forma pública (que restaure la "verdad de las víctimas"), que descubra a otros agresores.

Fundamentos de la profesión

Hasta ahora, en este artículo hemos formulado muchas más preguntas que respuestas. Pocas afirmaciones rotundas están ampliamente aceptadas en el campo de la ayuda humanitaria y del desarrollo. Una de las más obvias es que son esenciales la energía y la dedicación de los profesionales. Algunos pueden llamar a esto compromiso, e implicar la motivación religiosa o ideológica detrás de ello. Como sea, esta motivación debe respetar siempre y conectarse realmente con el grupo al cual se dirige el trabajo. Hay una característica común que distingue a los grupos damnificados con quienes trabajan los humanitarios extranjeros occidentales: todos han tenido pocas (o ninguna) oportunidades en la vida y esto hace sus tareas y supervivencia diarias más difíciles que las de cualquier ciudadano "occidental medio". Éstas son las "diferencias en opciones de vida" (Kaldor, 1999). A pesar de nuestras aparentemente diferentes posiciones de poder, los trabajadores de desarrollo continuamos señalando a los locales con juicios de valor. No es que seamos mejores que ellos, simplemente hemos tenido más y diferentes opciones. Los trabajadores voluntarios y de desarrollo tenemos generalmente más control sobre nuestras vidas que los grupos afectados sobre las suyas, pero eso no quiere decir que debamos servir como ejemplo para la gente y las comunidades con las cuales trabajamos. La pobreza y la dignidad tienden a ir juntas y la aparente libertad que caracteriza al mundo occidental conduce muchas veces a un consumismo y un aislamiento que no siempre conforma vidas satisfechas.

Otro hecho incuestionable en el campo del humanitarismo y el desarrollo es la necesidad de aprender acerca de las comunidades locales. El respeto es conocimiento y el conocimiento es comprensión/entendimiento (esto también parece aplicable en la dirección contraria, desde la comprensión al respeto). Los trabajadores humanitarios extranjeros deben tener siempre la máxima cantidad de información y estar preparados para leer e interpretar diferentes estilos de comunicación (social, política, académica, periodística, económica, etc.). Tienen que estar dispuestos a escuchar en diferentes niveles (desde una persona específica que pide ayuda, hasta un político). Tienen que entender qué se ha hecho explícito y qué ha sido omitido, interpretando silencios y promesas, y evitando la manipulación.

Dadas las situaciones políticas y económicas de nuestro mundo, nos enfrentamos a una distribución desigual de la riqueza y del poder que marcan enormes diferencias entre los grupos. Esto es obvio, aunque su proclamación es algunas veces demagógicamente asociada con una orientación política específica. El mismo error se comete con otras declaraciones públicas. Por ejemplo, si enfatizamos los beneficios del ambiente seguro ofrecido por la familia o los amigos cercanos, algunos podrían atribuir nuestras motivaciones a ideologías "conservadoras". También, las críticas dirigidas hacia las prácticas de compañías transnacionales tienden a ser asociadas con la "ignorancia económica" asignada a los enfoques de izquierda.

Hay una innegable y urgente necesidad de justicia y de derechos básicos para todos los géneros, razas y generaciones. Algunos partidos políticos y políticos manipulan esas ideas relacionando necesidades básicas con ideologías políticas, con lo cual no dan suficiente credibilidad a los esfuerzos eficaces y sostenibles que persiguen el humanitarismo y el trabajo de desarrollo.

¿Cuáles son los logros eficaces del trabajo humanitario de desarrollo? Tareas que benefician a poblaciones afectadas y que las proveen de más control sobre su ambiente. ¿Quién define un beneficio real: los donantes, los trabajadores extranjeros o las poblaciones afectadas? Una vez más, se debe repetir lo obvio: es la población afectada la dueña de su futuro, pero si centramos nuestra atención en épocas recientes, específicamente en el financiamiento proporcionado por las agencias nacionales de ayuda y de desarrollo y algunos donantes privados, encontramos ejemplos "sombríos" como el siguiente. En un caso, a comienzos de 2000, una agencia nacional-extranjera de financiamiento europea decide apoyar a una ONG de ese país europeo (que no incluye locales en su personal), cuyo objetivo es patrocinar a grupos locales de minorías en el Oriente Medio que trabajan por la "conversión" de actitudes y formas de vida musulmanas al cristianismo. La justificación pública es que esta ONG está ayudando a grupos minoritarios en el área local: cristianos que se encuentran en una población mayoritariamente musulmana. No obstante, estudios previos de la situación económica, religiosa y política muestran que allí faltan algunos conocimientos sociales relevantes: un análisis de las repercusiones globales para reforzar o proveer más recursos a una minoría específica. El estudio confiable realizado por profesionales independientes, indica que esos tipos de acciones pueden provocar una polarización de la sociedad y un incremento de la hostilidad o la violencia en el área, debilitando así el tejido social local. Las siguientes son algunas preguntas relevantes que deben formularse en las evaluaciones futuras de la situación: ¿Cuáles eran los principales intereses locales o nacionales cuando se diseñó la intervención? ¿Se han pasado por alto algunos intereses locales? ¿Qué criterio (religioso, político o económico) ha usado la agencia nacional? ¿Cómo pueden esta ONG y otras contribuir verdaderamente al desarrollo del libre ordenamiento social? ¿Quién evalúa los objetivos del proyecto y el verdadero grado de sus resultados? ¿Están los consultores-evaluadores legitimando las disfunciones internas de la ONG? ¿Hay allí una entidad internacional que pueda garantizar que los gobiernos nacionales no van a politizar excesivamente las agencias de desarrollo? ¿Cómo pueden los trabajadores hacerle frente a las posibles consecuencias negativas de sus proyectos?

Por otro lado, los problemas del desplazamiento y la pobreza urbana son la característica principal y universal de la desigualdad y el subdesarrollo. El fortalecimiento de recursos rurales y locales como una necesidad urgente para prevenir este éxodo es rutinariamente pasado por alto por los modernos investigadores del desplazamiento. Es como si la investigación (y los investigadores) y la implementación de los programas relacionados con estas migraciones forzadas estuvieran moviéndose en la misma dirección que las poblaciones afectadas, ignorando de raíz causas como las violaciones de los derechos humanos, la pobreza, la desigualdad y la explotación que precipitan este fenómeno en sus lugares de origen. La continua y cambiante realidad social y el paisaje de las ciudades está generalmente compuesto por gente que se ha hecho "más pequeña, más invisible"; los ambientes rurales también pierden más infraestructura, recursos de trabajo, capital humano y oportunidades. Las necesidades de las comunidades rurales todavía tienen que conectarse seriamente con la formulación de la política y, en última instancia, tener un impacto real en los ámbitos locales y nacionales (Muñoz Elsner et al, 2004).

Últimamente, las iniciativas educacionales dentro de los trabajos humanitarios y de desarrollo también proporcionan algunos ejemplos de riesgos que deben evitarse. Los esfuerzos para patrocinar la educación en escenarios de desarrollo a todos los niveles, de la escuela primaria a las universidades, deben conectarse estrechamente con las necesidades reales del contexto, evitando duplicar los modelos occidentales que no consideran el modelo antropológico, económico, de salud y otras realidades del ambiente local. La gente afectada tiende a cuestionar la utilidad de la investigación académica sobre la violencia, sus causas (por ejemplo, los efectos de los rumores y el miedo en escenarios de desarrollo) y sus consecuencias (como la descripción del sufrimiento experimentado por las "víctimas"), como punto de partida para el contenido de las iniciativas de educación. Académicos que promueven estas investigaciones arguyen que están contribuyendo al entendimiento, la comprensión de realidades complejas, pero entre la gente afectada hay demandas que indican que sus realidades todavía no se conocen en profundidad y querrían aproximaciones más cercanas, más acompañamiento y menos jerga (como Martin Baró describe las necesidades expresadas por la gente en El Salvador a finales de los ochenta: "Esto debe ser la realidad dando forma a los conceptos, y no viceversa").

Qué hay aquí y ahora y qué puede venir a continuación

Comenzamos presentando posibles caminos para el cambio dentro del mundo del trabajo humanitario y del desarrollo, indicando que los expats deberían buscar la máxima ayuda de la gente local con la absoluta convicción de que sólo esta población puede construir su propio futuro. Para empoderar sinceramente a los locales y cambiar los acercamientos distantes de los trabajadores humanitarios y de desarrollo, son necesarios las discusiones constantes e intercambios de información con la gente afectada y con todos los agentes, actores e instituciones de estas realidades. "Es crucial pensar en nuevas maneras de integración y desarrollo entre agentes socioculturales y partidos políticos. Las demandas y las orientaciones de agentes políticos no pueden ser separadas de las acciones políticas... necesitamos promover nuevas relaciones... Aquí, la deliberación puede también desempeñar un papel creativo si esto permite el intercambio" (Calderón Gutiérrez, 2002: 34-35). Las iniciativas que sugiere la democracia deliberativa, como una forma de integración de propuestas de diálogo y cambios, de abajo hacia arriba y de arriba hacia abajo, pueden ser muy fructíferas en el campo del trabajo humanitario y de desarrollo, siempre que se dé el tiempo suficiente, la paciencia y la flexibilidad que este tipo de diálogo participativo requiere (Allegretti y Herzberg, 2004-2005).

El futuro cercano está basado en lo que ya existe y lo que está por venir: redes de ciudadanos del norte y del sur que buscan justicia social y conocimiento, y alertas a las situaciones más allá de nuestro contexto diario inmediato, de educación permanente, de lucha contra la impunidad, de la necesidad de cuestionar la democracia que hemos aceptado (llena de silencios culpables con respecto a las atrocidades del pasado y que acepta la explotación y el poder de las corporaciones y las entidades transnacionales del presente) y de la necesidad de formular más regulaciones sociales con respecto al derecho a trabajar y a poseer tierra. Sería razonable centrarse en el empoderamiento de los locales tomando decisiones con respecto a sus ciudades, un propósito positivo de ciudadanía que va más allá de reformas y realza la responsabilidad social, el reconocimiento de la diversidad y el compromiso de la comunidad. Algunas cosas pueden cambiarse aceptando que existen intereses políticos y económicos, pero oponiéndose con firmeza a esos intereses, buscando un progreso sostenible y un desarrollo genuino. En parte, esto se puede alcanzar combinando actitudes bien informadas y comunicativas ("Creando vías en vez de tapar huecos", como J. M. Mendiluce dice, siguiendo los puntos básicos de desarrollo de Max-Neef) y usando los medios como una poderosa herramienta de defensa. Y esto puede basarse en la generosidad mutua12 y la auténtica urgencia de compartir ideas, evitando sueños de poder ("el experto" desde la academia, "el salvador" desde el trabajo aplicado) o actitudes multiculturales de caridad o superficialidad folclórica.

Debe prestarse también atención a las realidades de género, las oportunidades para las nuevas generaciones y la participación de las generaciones mayores, las comunidades indígenas (y sus formas de hacer, entender y negociar), los "forasteros" o migrantes que existen dentro de cada comunidad, las éticas sólidas y la comunicación entre las entidades y las instituciones que regulan la vida social. Las tareas inevitables ligadas al trabajo humanitario y de desarrollo (la educación de las generaciones futuras, la necesaria profundidad y comparabilidad de la experiencia aplicada, el intercambio equilibrado entre los grupos implicados, el aprendizaje interdisciplinario a lo largo de la vida, etc.) pueden distribuirse entre ciudadanos con diferentes orígenes.

    Todos los movimientos exitosos para el cambio social contratan a activistas de tiempo completo y a activistas de medio tiempo. Los últimos, generalmente patrocinados económicamente por los primeros, son responsables de la continuidad y la fuerza de las campañas... ellos ayudarán a los activistas de medio tiempo a ser tan eficaces como sea posible, evitando la duplicación de los esfuerzos. Los activistas de medio tiempo deben pedir a los de tiempo completo responsabilidad y contribuir con su pensamiento libre y con discusiones abiertas para la elaboración de las metas y las estrategias... todo depende de la real disposición para abandonar el apego al viejo mundo, para comenzar a pensar como ciudadanos del mundo nuevo; depende del intercambio de la seguridad por la libertad, de la comodidad por el entusiasmo. Depende de la voluntad de uno para actuar (Monbiot, 2003: 234-235).

Como dice una canción de los países latinos: "Saber que se puede, querer que se pueda/ quitarse los miedos, sacarlos afuera/ pintarse la cara color esperanza/ tentar al futuro con el corazón... " (Diego Torres, "Color esperanza").

Hay un deseo común en todos los trabajadores humanitarios y de desarrollo: concentrar nuestros esfuerzos y avanzar en el trabajo para estar completamente conscientes de las dificultades y la resistencia a nuestras actividades, para enfrentar las tendencias monolíticas, inflexibles y para excluir a los más grandes, y algunas veces confusos, intereses personales, políticos y económicos. Es muy importante realizar nuestro trabajo diario teniendo en cuenta un amplio fondo político e histórico, poniendo énfasis en la lucha contra la desigualdad y buscando constantemente los mecanismos que garanticen la justicia y la creación de oportunidades, realzando los derechos y la dignidad en las vidas de las comunidades y de las personas con quienes trabajamos. Esto sólo puede lograrse con un intercambio constante entre dichas comunidades, trabajadores de desarrollo experimentados, voluntarios, diferentes tipos de organizaciones y las redes sociales locales, nacionales e internacionales. Mientras tanto, debemos vivir con la certidumbre de que muchas veces no podemos ser neutrales y que nuestro trabajo será señalado porque estamos políticamente predispuestos o porque no somos suficientemente amables (¡podemos incluso ser culpados por ser demasiado ásperos y directos!). A pesar de la tensión y las contradicciones del trabajo diario de desarrollo, debemos saber que es como trabajar en cualquier otra profesión responsablemente elegida, en la cual realmente creemos. Y la creencia de que uno está viviendo su vida a través de otras personas, según las vivencias diarias, puede hacer una vida más significativa, localizando fuentes de valor en los modestos logros alcanzados a través del trabajo con otra gente y, especialmente, con las personas afectadas por catástrofes, desigualdad y violencia, hacia un futuro mejor.

Trabajar en el desarrollo no es una misión sagrada, es un trabajo en el viejo sentido del término, "hacemos lo que podemos y esto nunca será suficiente" (Raich, 2004: 381). En este sentido, el entrenamiento de las nuevas generaciones debería basarse en el siguiente mensaje: "Esperamos todo de ellos, pero no podemos quedarnos esperando por ellos" (Savater, 1997: 180). Transferimos a los estudiantes lo que nosotros pensamos es lo mejor de lo que fuimos y de lo que somos, como trabajadores humanitarios y de desarrollo -sabiendo que no será suficiente para los nuevos tiempos que enfrentarán-; por otro lado, lo que aprendimos de la generación pasada de trabajadores de desarrollo no es suficiente para tratar con el contexto actual en general y de las nuevas realidades locales en particular.

En un mundo -especialmente después de septiembre de 2001- en el cual las palabras tienden a variar y confundir su significado, parece importante centrarse en la complejidad de los diferentes procesos de la comunidad, apuntando a conformar un dinamismo de la mayoría en la cual "la cultura, la política o la cultura cívica, las identidades y la globalización formen estrategias y vías de acción" (Bauman, 2003). Wallerstein (2004) también resalta la necesidad de una verdad interdisciplinaria (y no sólo económica) a la hora de abordar un desarrollo auténtico y coincide con Susan George cuando dice que hay que conocer no sólo las realidades de los estados nación sino también el nuevo sistema global.

En última instancia, ser conscientes de los profundos vínculos entre los aspectos intelectuales, los aspectos políticos, las responsabilidades morales y las acciones humanitarias y de desarrollo pueden mejorar nuestras posibilidades colectivas y ayudarnos a construir mundos mejores y posibles.

agradecimientos

Con toda la gratitud a Mike Wessells, Gameela Samarashinge, Christiana Thorpe, Carlos Martín-Beristain, Brinton Lykes, Pau Pérez, Massimo Diana, Carlinda Monteiro, Miki Kalkus, Manuel Carballo, Maria Anne Loughry, Andy Dowes, Alystair Ager, Nora Aves, David Bronkema, Oscar Amat, Cristina Nieto, Goyo Aranda, Lynne Cripe, Alison Strang y las organizaciones con las que están comprometidos, por enseñar y trabajar con muchos de nosotros; y a las nuevas generaciones de humanitarios, internacionalistas y trabajadores de desarrollo que continúan superando las limitaciones de nuestro trabajo. También, gracias a Diane Kagoyire, Maria Demeke, Nora Aves y Roy Eidelson por todos sus comentarios a este trabajo.


Comentarios

1. En términos de Amartya Sen (1999) el desarrollo puede ser generalmente entendido como la libertad expresada en oportunidades humanas y personales y este potencial de libertad puede provocar miedo e indefensión en la gente que se siente cómoda dentro de situaciones desiguales: decidir cómo se incrementan las oportunidades de bienestar para un mayor número de gente puede resultar amenazante para aquellos que cuentan con vidas "privilegiadas"

2. En este artículo usamos los términos "trabajo humanitario" y "de desarrollo" de manera indistinta, aunque estamos alerta ante el debate que relaciona y diferencia emergencia/vulnerabilidad y cooperación del desarrollo/capacitación. Sin embargo, consideramos que la audiencia promedio que no se dedica profesionalmente a la emergencia ni al desarrollo y los estudiantes interesados en este campo, no distinguen claramente entre los dos y a ellos fundamentalmente nos queremos dirigir.

3. Sobre el asesinato de Margaret Hassan en Irak, Walker dijo: "Creo que Margaret fue asesinada precisamente porque personificó todo lo que el trabajador humanitario debe ser... Más allá de criticar lo mismo que nosotros [islamistas radicales en Irak] tú aún eres el enemigo. La muerte de Margaret dramatiza y ejemplifica la evolución de la acción humanitaria desde el fin de la Segunda Guerra Mundial"

4. Usamos aquí términos como "gente afectada" y "poblaciones locales" para referirnos a lo que en otra literatura aparece como "beneficiarios", "víctimas", "sobrevivientes", "clientes", etc. Esperamos que estos términos reflejen la diversidad de experiencias dentro de las emergencias y las situaciones de desarrollo y tratamos, al mismo tiempo, de respetar las diferentes sensibilidades poniendo en primer lugar a la persona y no a la condición.

5. "En esta época oscura en la que vivimos, bajo el nuevo orden mundial, compartir el dolor es una de las condiciones esenciales para recobrar la dignidad y la esperanza. Hay una gran parte de dolor que no puede ser compartido. Pero el deseo de compartir el dolor puede ser compartido. Y desde la acción, inevitablemente inadecuada, surge una defensiva resistencia" (John Berger, citado en Martin Beristain, 1999).

6. El horror indescriptible de la guerra, la muerte y la violencia: "...Estos muertos están supremamente desinteresados en la vida: en sus asesinos, en los testigos y en nosotros. ¿Por qué deben buscar nuestra contemplación? ¿Qué podrían decirnos? "Nosotros" -este "nosotros" son todos aquellos que nunca han experimentado nada como por lo que ellos han pasado- no lo entendemos. Nosotros verdaderamente no podemos imaginar cómo es eso. Nosotros no podemos imaginar qué tan espantoso, qué tan terrorífica es la guerra; y cómo se vuelve normal. No podemos entender, no podemos imaginar. Eso es lo que cada soldado, cada periodista y trabajador de ayuda y observador independiente (que ha estado bajo el fuego y ha tenido la suerte de eludir la muerte que golpea a otros tan cerca) obstinadamente siente. Y tienen razón" (Sontag, 2003: 124-125).

7. Garcia, A. y A. Hromadzic (en prensa), "From Suffering to Activism: Academic and Community Approaches to Rape in the Balkans", en A. Lynne (ed.), Female voices in the Balkans, Ritner.

8. Walt Whitman escribió que la actitud de un gran poeta es "animar a los esclavos y horrorizar a los déspotas" Talvez se puede establecer un paralelo con la deseable posición de los trabajadores humanitarios y de desarrollo, ya que esclavos y déspotas son dos roles bien frecuentes en sus escenarios de trabajo.

9. Granell, F., El País, 12 de febrero de 2006, editoriales.

10. De manera realista, De Torrente argumenta: "... hay una diferencia crítica entre ver la ayuda como un factor casual que motiva o desactiva conflictos, o simplemente entenderla como una ayuda necesaria que impacta las dinámicas del conflicto en una manera que varía dependiendo de las condiciones bajo las cuales se distribuye" (2004: 7).

11. "Los eruditos latinoamericanos tienen una larga tradición de estudio de la violencia estructural y la desigualdad" (Farmer, 2003: 266, citando a Stavenhagen y Sobrino).

12. Algunos perfiles mixtos desarrollados por profesionales como Carlos Mejía (que compromete trabajo académico y de campo) abogan finalmente por "la necesidad de amor y abrazos genuinos" en estas relaciones. En el sentido de la básica definición de amor de Fromm, "hay sólo una prueba real de la presencia del amor: la profundidad de la relación, la vitalidad y la fuerza de cada una de las personas comprometidas; es por estos resultados que podemos reconocer el amor" (Fromm, 1980: 110).


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