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Antipoda. Revista de Antropología y Arqueología

versão impressa ISSN 1900-5407

Antipod. Rev. Antropol. Arqueol.  n.5 Bogotá jul./dez. 2007

 

NOTA EDITORIAL:
POSTRIMERÍAS Y TRAZAS SOBRE EL MERCADO ACADÉMICO EDITORIAL

Alejandro Castillejo Cuéllar1

María Angélica Ospina Martínez2

1 Profesor asociado, Departamento de Antropología, Universidad de los Andes. Actualmente, profesor invitado, Zayed University, Dubai, Emiratos Árabes Unidos. Editor General

2 Docente investigadora, Departamento de Antropología, Universidad Externado de Colombia. Coordinadora Editorial


Paradójicamente, Antípoda, cuyo nombre evoca "el otro lado" -y siempre ha acariciado dicha quimera-, se ha sabido siempre ubicada en el mundo del privilegio y la comodidad, al que muchas de nuestras publicaciones hermanas no pueden acceder, y, en simultánea, nos hemos empeñado en hablar desde el lado opuesto, con trabajos al margen, haciendo caso omiso a la miopía institucional y a las fronteras disciplinares y regionales, a los mojones del pensamiento.

Desde la reestructuración de la revista del Departamento de Antropología de la Universidad de los Andes -motivados y, más aun, obligados por los criterios de calidad exigidos por las políticas educativas nacionales de los últimos años, además de las demandas del mercado académico editorial a escala nacional y global-, Antípoda se propuso concretar un proyecto intelectual y editorial más próximo a las aperturas, a los nodos y las redes. En suma, ha insistido en una ambición colectiva por abrir el espectro reducido y la tendencia autorreferencial de las instituciones académicas.

Uno de los temas con los que nuestra revista ha tenido que lidiar en ese aspecto es aquel de los procesos de indexación en el país -debemos decir, mucho más complejos que los de instituciones, redes editoriales y bases de datos extranjeras de alto nivel-, un rito de paso que promete la reagregación en un estado de visibilización y posicionamiento en el mercado de las publicaciones periódicas especializadas. No obstante, cuando los criterios de inclusión y valoración del trabajo son casi calcados de los modelos para ciencias puras y de la salud, las revistas de ciencias sociales, humanidades y ni qué decir de las de arte o literatura, quedan marginadas de la vitrina-mundo en donde -se dice- debemos figurar. Los más osados y rebeldes se rehúsan con razón al escrutinio de sus publicaciones, bajo el canon del Malleus M alleficarum de ciertos servicios de información e indexación, como si un artículo de investigación en antropología, filosofía o arte pudiese ser equiparado con uno de medicina, epidemiología o estadística. Y esos, los osados y rebeldes, anónimos, invisibles e incluso clandestinos, sacrifican su diálogo crítico con otras regiones, sectores y poblaciones en el mundo entero, muriendo de inanición ecuménica o material. En otras palabras, sin posibilidad siquiera de hermanar con otros de manera solidaria como para poder al menos subsistir. Muere la communitas, muere la quimera.

Hoy recordamos cómo el antropólogo Víctor Turner, en su ya clásico libro El proceso ritual, aludía al anquilosamiento de la utopía, cuando los proyectos de communitas se ahogaban indefectiblemente entre los brazos y el pecho de la estructura social. Y, muy a pesar nuestro, Turner también apuntaba al gran "regalo" de la communitas a lo estructural: sin la primera, lo segundo moriría por aridez e infertilidad, aun cuando este dialéctico proceso -como las aves fénix- siempre cueste el sacrificio de la utopía. La reproducción social, como lo apuntaban Sigmund Freud, Elías Canetti y el mismo Turner, entre muchísimos otros, no la garantiza la efusión, la pasión, la masa creciente, sino la institucionalización, el control, la interdicción, el censo, la centralización de la información, y ello, por cierto, genera malestar: el famoso malestar en la cultura. ¿No podemos, entonces, pedir peras al olmo?

Hoy, después de cinco volúmenes, Antípoda cambia su equipo fundacional original. Aquel mismo que, con un gran sentido de la colaboración, el diálogo entre pueblos, escuelas, disciplinas y sectores, y una mirada puesta más allá de los mojones, logró "visibilidad" -inclusión en diez importantes índices internacionales- y "hermandad intelectual" -cincuenta y siete autores colombianos y veintisiete extranjeros de distintas instituciones-. Paradoja, sí. Imágenes de Martin Chambi, Sebastião Salgado, Fernando Urbina Rangel, Christian Bolanski, Jorge Silva y Juan Orrantia, fotógrafos de calibre crítico en sus épocas y territorios, han entretejido verdaderas narrativas gráficas de lo indecible verbalmente, embelleciendo a su vez el diseño de una publicación que, aunque periódica y académica, se resiste a la fealdad e impersonalidad del mercado industrial en serie. Intelectuales, maestros, investigadores y activistas del mundo entero han alimentado las páginas de Antípoda, y nos han interpelado con sus propios fantasmas -personales, nacionales, disciplinares, institucionales, comunitarios-, con sus propias causas -perdidas, escépticas o abiertamente entusiastas y revolucionarias-, con la palmaria diferencia y con la asombrosa similitud, desde la opción de la palabra escrita, geografía infinita de la creatividad.

"Antropologías metropolitanas y antropologías periféricas" (Número 1), "Antropología, crítica cultural y crisis de sentido en el mundo contemporáneo" (Número 2), "Salud-enfermedad y antropología: territorio de disensos" (Número 3) y "Violencia, reparación y tecnologías del recuerdo: perspectivas desde África y América Latina" (Número 4), son testimonio de nuestro ánimo ecuménico, de largo alcance geográfico, de diversidad argumentativa alrededor de un problema y no sólo de un tema que espere iteración. Y, aun cuando nuestra bandera no fuese ni mucho menos el vanguardismo, sí corrimos siempre detrás de los disidentes, de quienes golpearan los órdenes canónicos con la contundencia, la altura y la perpetuidad del verbo.

Este quinto número, "Imágenes y relatos sobre la violencia: versiones desde África y América Latina", es una continuación del anterior, dado el altísimo número de trabajos que atrajo la cuarta convocatoria, aunque este volumen le otorga mayor énfasis a la cuestión de la imagen, la verdad y el relato en los estudios antropológicos sobre la violencia, alejándonos de la violentología convencional. También contiene trabajos importantes en la sección de Diseminaciones, que llaman la atención sobre otros temas en etnografía, fenomenología y verdad; etología y estudios comparados; y prácticas funerarias en una zona del país. Abrimos el volumen con una memoria, a manera de homenaje -el que nunca recibió en vida-, de Antonio Guzmán, o mejor, el abuelo desana Miru Púu, sabedor y estudioso de los pueblos amazónicos que sufrió el estigma de "informante" de importantes antropólogos colombianos y que murió hace poco tiempo en medio de la miseria y el olvido de la academia que toda su vida nutrió. Y, adicionalmente, incluimos un sumario general de los cinco números, con un índice cronológico, temático y de autores, que puede ser de gran utilidad para los lectores.

Sea esta la ocasión para los buenos augurios al nuevo equipo editorial. Nosotros, Alejandro Castillejo y María Angélica Ospina, nos despojamos de Antípoda y ella de nosotros, y agradecemos a amigos y detractores, quienes dieron cuerda a este reloj-cucú sin engranes y alimentaron nuestra convicción y creatividad. ¡Buena pluma!

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