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Antipoda. Revista de Antropología y Arqueología

Print version ISSN 1900-5407

Antipod. Rev. Antropol. Arqueol.  no.7 Bogotá July/Dec. 2008

 

HOGAR EN TRANSITO:
APROPIACIONES DOMÉSTICAS DE LA VIVIENDA DE INTERÉS SOCIAL (VIS) Y RECONFIGURACIONES DEL SENTIDO DE HOGAR1

Juan Diego Sanín Santamaría

Magister en Estética. Profesor Asociado Escuela de Arquitectura y Diseño Universidad Pontificia Bolivariana. Correo electrónico: juan.sanin@upb.edu.co


RESUMEN

Este artículo presenta los resultados del estudio realizado al proceso de reasentamiento de los habitantes del sector El Morro del Barrio Moravia (Medellín-Colombia) a viviendas construidas por el Estado. Expone las formas de apropiación del espacio arquitectónico de estas viviendas por parte de sus habitantes, con el fin de caracterizar las tensiones que emergen cuando tratan de reconfigurar en estos nuevos entornos sus tradicionales formas de vida y el sentido de hogar de la cultura popular.

PALABRAS CLAVE

Entorno doméstico, cultura material, vivienda informal, vivienda de interés social, estudios culturales.


ABSTRACT

This paper presents the results of a study about a resettlement process from the area of El Morro in the neighborhood of Moravia in Medellin (Colombia), to state-built houses. It describes the different ways in which the residents occupied the architectural spaces of the new houses. The intention is to show the tensions that emerge when the new inhabitants try to reconstruct, in a different environment, their traditional way of life and sense of home, characteristic of popular culture.

KEY WORDS
Domestic space, material culture, informal housing, social housing, cultural studies.

FECHA DE RECEPCIÓN: SEPTIEMBRE DE 2008 / FECHA DE ACEPTACIÓN: NOVIEMBRE DE 2008


INTRODUCCIÓN

En 1977 como solución temporal al problema de eliminación de basuras en la ciudad de Medellín, y como parte de un proyecto expansivo del Parque Norte, fue instalado un basurero en Moravia, una zona en la que a través de un paulatino proceso de invasión ilegal y de venta pirata de lotes, se había conformado hacía veinte años un asentamiento de cuatrocientas cincuenta familias. Con el tiempo, la basura comenzó a convertirse en la fuente de subsistencia de muchos residentes, lo que atrajo más personas e incentivó la construcción, desde 1978, de viviendas improvisadas. Para 19 83 la montaña se había convertido en otro sector más de Moravia llamado El Morro: una montaña de basura de treinta metros de alto en cuyas laderas habitaban setecientas familias. En 1984 el basurero fue clausurado ante el fracaso del proyecto. El Morro siguió poblándose, y para 2005 las personas que habitaban el cerro de basuras ascendían a 4000 (Gómez y otros, 2005).

En respuesta a este inusitado fenómeno, y con el objetivo de pagar parte de la inmensa deuda social que acumula la Administración Municipal con la comunidad, en 2005 se concretó el Macroproyecto de Intervención Integral en Moravia y su Área de Influencia, el cual apunta al mejoramiento integral de la calidad de vida de la población a través de siete programas, entre los que se encuentra la adquisición de vivienda nueva para el reasentamiento de las familias localizadas en El Morro y en El Oasis, por ser zonas de riesgo físico y biológico. Para tal fin, la Administración Municipal, con la empresa de Vivienda de Antioquia y la Nación, viene construyendo complejos habitacionales de Viviendas de Interés Social tipo 13, donde son reasentadas desde finales de 2006 las familias de El Morro y El Oasis (Alcaldía de Medellín, 2006a)

A partir del análisis de una parte de los resultados del Proyecto "Hábitos domésticos en la vivienda de interés social"4, a través del cual se realizó un estudio a este proceso de reasentamiento, este artículo apunta a comprender de las formas de apropiación del entorno doméstico y los procesos de configuración del hogar desde la perspectiva de los estudios de la cultura material, los cuales están enfocados a develar patrones culturales desde la perspectiva del uso y la significación de los objetos. Más allá de caer en una crítica al papel del municipio, a la validez del diseño arquitectónico de las viviendas o a las formas de vida de la comunidad, (lo cual no tendría sentido teniendo en cuenta el impacto positivo del proyecto); lo que se pretende es evidenciar las tensiones que emergen cuando los ex-moravitas tratan de recrear en estos nuevos entornos sus tradicionales formas de vida, apropiándose del espacio arquitectónico y reconfigurando su propio sentido de hogar a través de su cultura material doméstica.

El material presentado fue obtenido a través de visitas domiciliarias realizadas en viviendas del barrio Moravia y de las urbanizaciones La Huerta y La Aurora, en las que se hicieron entrevistas semiestructuradas a sus habitantes. En ellas se indagó por las formas de habitar el entorno doméstico y se hizo un registro fotográfico de cada uno de los espacios.

La primera parte aborda los conceptos de entorno doméstico y de hogar. La segunda expone los patrones culturales que caracterizan el entorno doméstico en el hábitat informal. Luego se expone brevemente el proceso de traslado de los habitantes de El Morro a las nuevas urbanizaciones. La cuarta parte expone la manera en que las residencias asignadas encarnan los ideales de la vivienda moderna. Finalmente, se exponen las formas de apropiación que implementaron sus habitantes sobre el entorno arquitectónico de las viviendas para reconfigura su sentido tradicional de hogar.

Los datos son ilustrados con fotografías de lo que se denominó "paisajes domésticos", definidos como el resultado en el espacio en el que se registra la interacción entre la vida cotidiana de los habitantes y su entorno doméstico. Estos dos paisajes reflejan, en últimas, los procesos de construcción de hogar.

APROPIACIÓN DEL ENTORNO DOMÉSTICO Y CONFIGURACIÓN DEL HOGAR

El término Umwelt, según la ecología, permite pensar en el entorno como una textura doble que surge de la conjunción de un biotopo, un medio geofísico, y de una biocenosis, el conjunto de interacciones de los seres vivos que pueblan ese biotopo. Es precisamente la simbiosis que existe entre ambos la que permite hablar de un nicho ecológico (Morin, 1998:33). El entorno doméstico puede considerarse también como una entidad doble en la que se conjugan un medio físico y un conjunto de interacciones. Por un lado se refiere al espacio y al tiempo doméstico, no solo a la casa, sino también a la fachada, su periferia y al barrio, espacios de gran importancia para la vida doméstica. Por otro a las relaciones que tienen los individuos que lo habitan las cuales pueden ser familiares, vecinales o barriales. Lo doméstico, de manera resumida, se constituye a partir del vínculo que generan las relaciones que existen entre el espacio/tiempo y los individuos que lo habitan. Dicha vinculación es la que genera el sentido de hogar, el cual es una construcción a la vez física y simbólica. Física porque a través del uso del espacio/tiempo se ordena un entorno y se hace habitable; simbólica porque a través de la significación del entorno éste se hace comprensible.

El proceso de uso y significación del entorno doméstico no se limita a la apropiación del espacio arquitectónico y sus estructuras envolventes, sino que en éste los objetos se convierten en los medios que permiten configurar, funcional y estéticamente, los escenarios de la vida doméstica y poner en escena las rutinas y rituales que la constituyen. El hogar se refleja en la cultura material doméstica y se materializa en el uso y la significación del conjunto de objetos que componen el entorno y que reflejan los modos en que es habitado.

Según puede plantearse, según esto, que el sentido de hogar no se encuentra en el espacio arquitectónico de una residencia, sino en los modos en que este espacio es apropiado. En este sentido, el carácter móvil de los objetos y de las rutinas y rituales que corresponden a cada uno, permite que el hogar tanto física como simbólicamente pueda ser trasladado de un lugar a otro, recreando en diferentes residencias los mismos modos de usar y dar significado al entorno para hacerlo habitable y comprensible. Esto será argumentado desde la siguiente discusión en la que se expondrán, desde la perspectiva de la cultura material, los rasgos del hogar en la vivienda informal, su proceso de desconfiguración a través de su reubicación y los procesos de reconfiguración del hogar en viviendas de interés social. Esto, con el fin de comprender dos asuntos: primero que la dimensión física del hogar no está en la casa, sino ante todo en los objetos domésticos y segundo, que cuando son puestos en práctica, los ideales que el espacio arquitectónico de la vivienda moderna pretende imprimir sobre la vida doméstica se diluyen y dan lugar a las diferentes facetas de la modernidad.

LAS TÁCTICAS DE LA MILICIA INDÍGENA

A causa del desplazamiento forzado, las formas de habitar propias de entornos rurales han llegado a las zonas marginales de centros urbanos, configurando trozos de ciudad en los que lo rural y lo citadino se confunden. Esto ha generado manifestaciones culturales que evidencian la permanencia de elementos pre-modernos dentro de las estructuras sociales y urbanas de la modernidad. En El Morro este hecho se expresa en un hábitat doméstico auto-construido y auto-gestionado por sus residentes, que han implementado un sentido común, que roza con "la malicia indígena"5 entendida como el conjunto de prácticas écnicas y conceptuales que aplican las familias de menos recursos en la (auto) construcción física y simbólica de su hogar. Prácticas que pueden ser comparadas con el concepto de táctica empleado por De Certeau (1996) para referirse a las formas de producción cultural que se esconden en las maneras en que los consumidores usan los productos impuestos por el orden dominante. En el Morro estas tácticas se valen de los residuos físicos y conceptuales que todas las clases sociales generan (Echeverri, 2007) para construir entornos domésticos, en los cuales los ideales de la vivienda moderna y del hogar contemporáneo se disuelven.

Delgado (2002:93) hace alusión a la ciudad oficial como aquella concebida por arquitectos y diseñadores urbanos que se piensan a sí mismos como ejecutores de una misión semidivina: imponer órdenes preestablecidos a la naturaleza en función de una idea de progreso que considera el crecimiento como ilimitado y el usufructo del espacio como inagotable (y en el que la vivienda es entendida como una mercancía homogénea y masiva). Más allá de los alcances de esa misión, en los espacios céntricos y periféricos que no son contemplados por estas estrategias urbanísticas se teje la ciudad informal, aquella producida por el ciudadano común de manera ilegal, clandestina y marginal, en el que la vivienda se caracteriza por ser autogestionada y autoconstruida (Nieves, 2006:32) y por esto mismo heterogénea, anormal e impúdica.

El análisis del entorno doméstico en el que se inscribe la vivienda informal, comienza por el barrio, paisaje compuesto por viviendas arquitectónicamente vernáculas, alejadas de los patrones constructivos y estéticos idealizados por la arquitectura occidental (Preston, 2006:230). Sin importar su precariedad arquitectónica, cada una encierra un valor cultural importante al reflejar las formas de vida de la cultura popular y de las diferentes tácticas de resistencia social de las comunidades de bajos recursos. La mayoría han sido autoconstruidas6 utilizando, como es típico, materiales de desecho lo cual las convierte, junto a las demás de tipología popular, en un proyecto inacabado (Carvajalino, 2004; Kellet y Moore, 2003:136), no porque esté incompleto, sino porque siempre está en proceso de reparación, mejoramiento o expansión.

La figura 2, ejemplifica ese carácter dinámico. En esta vivienda la construcción del primer piso demuestra cierto progreso en la fachada, la puerta y la ventana, construidas en material convencional, y en la instalación de un contador de energía, lo que indica que la vivienda cuenta con este servicio; el segundo piso, en cambio, parece apenas en proceso, está construido en su totalidad con madera y la irregularidad de su estructura y su función se manifiestan en la estética de los elementos que componen la fachada, en la escalera que sirve de acceso y en el techo.

Muchos habitantes del sector han llegado a la ciudad del campo a causa del desplazamiento forzado. Como lo anotó Carlos Gómez (2005), El Morro se asemeja a un puerto. Aquellos que llegan desplazados desde los pueblos a la Terminal de Transporte pasan al Morro a buscar refugio. Cuando el origen étnico de estas personas y las condiciones semiurbanas del barrio se articulan, emergen formas de habitar que recrean en el barrio la vida rural, imprimiéndole un carácter comunal que se opone al anonimato de la vida urbana (Delgado, 1999). Estas tensiones se expresan en hábitos como el cultivo de plantas y la tenencia de animales, para el consumo humano y como mascotas, afuera de la residencia ( Figuras 3-5 ), así como en la exteriorización de rutinas domésticas como la preparación de alimentos, la lavandería o la socialización ( figuras 6-8).

La fachada, además de determinar el límite entre lo público y lo privado, es la imagen de la casa hacia el mundo exterior (Fonseca, 2004:96), reflejo de su progresiva construcción y del trabajo colectivo que envuelve. Algunas fachadas, como la de la figura 9, fueron pintadas de colores en 2006 por líderes comunitarios de la Alcaldía (Alcaldía de Medellín, 2006b) y luego convertidas en íconos del barrio y del proyecto de reasentamiento. Sin embargo, este aspecto colorido esconde los verdaderos rasgos de la fachada de la vivienda informal, que aparecen mejor representados en la figura 10, que muestra las estéticas resultantes de la combinación de material promocional desechado con técnicas primarias, de la exteriorización de funciones domésticas y de los rasgos de la decoración prosaica. En la vivienda informal la fachada deja de ser una superficie bidimensional y se convierte en escenario de la vida doméstica, en extensión de la residencia, convirtiéndose, como en la figura 11, en una habitación más en la que se exteriorizan algunas funciones del espacio interior.

Como un vestigio del mercado y la cantina de pueblo (Reyes, 1996), existen en El Morro varias viviendas con actividad comercial que evidencian rasgos de la "tienda de barrio". Al igual que en las tiendas tradicionales, la fachada se transforma funcionalmente para acoplar a su estructura elementos que sirven de exhibidores, imágenes comerciales que promocionan productos y objetos que sirven de mobiliario para los visitantes. La figura 12 muestra la fusión estética de funciones domésticas y comerciales en una misma residencia, en la que la ventana del primer piso funciona como mostrador y la fachada como superficie promocional, mientras que en el segundo piso se extiende a secar la ropa.

Dentro de las actividades comerciales se incluye la prestación de servicios: reparación de electrodomésticos, telefonía pública o alquiler de lavadoras. Para su difusión los habitantes desarrollan estrategias comerciales empíricas, que se manifiestan generalmente en anuncios elaborados por ellos mismos usando técnicas como la pintura manual o el fotocopiado (figuras 13-15).

La casa, y su interior, podría definirse como mono-espacial no en el sentido estético que la arquitectura contemporánea lo podría entender ya que se asemeja más a aquella vivienda medieval descrita por varios autores en la que toda la vida doméstica y todas las rutinas y rituales que la constituyen se realizaban en un mismo espacio, en el que las funciones y los usos se confundían, y donde la intimidad no existía (Pounds, 1989; Rybczynski, 1986). En ocasiones se generan divisiones con plásticos, maderas o elementos textiles como cortinas y cobijas, pero la precariedad de las técnicas que les dan forma no garantiza la seguridad o la privacidad que promete el interior doméstico.

La vocación funcional del entorno puede definirse como heterogénea y de equipamiento múltiple, por lo que las divisiones, la mayoría de las veces, no logran imponer sobre las formas de vida las restricciones geométricas de un espacio arquitectónico convencional, lo que genera paisajes domésticos de continuidad entre las habitaciones y la cocina, o en donde se confunden las funciones del lavadero con el lavaplatos (figuras 16 y 17). En vista de la precariedad en el suministro de agua, los espacios de la higiene personal también se fusionan en uno solo. La figura 18 muestra un baño representativo de la vivienda informal en el que en torno a un inodoro, conectado a un improvisado sistema de desagüe y diferentes contenedores de agua, se concentran todas las labores de la higiene.

Las características morfológicas del equipamiento doméstico son similares a las de la vivienda en cuanto a la autoconstrucción y la reutilización de objetos terminales. Estas formas de revalorización de lo que podría ser basura se expresan en una relación utilitaria con los objetos, que hace que la vida de las cosas (Koppitof, 1991) se extienda más allá de su fase terminal, o del ciclo oficial que tienen las mercancías en la sociedad de consumo. En la figura 19 se observa la utilización de un exhibidor comercial como mobiliario de cocina. Las figuras 20 y 21 muestran piezas de mobiliario reutilizado y autoconstruido, combinando piezas de muebles viejos con otros materiales.

En respuesta a la pregunta sobre sus pertenencias preferidas, los entrevistados eligieron siempre los televisores y equipos de sonido, por ser estos objetos asociados al descanso, el entretenimiento, la reunión familiar y el capital económico. Esta suerte de encantamiento se evidencia en la novedad de algunos de estos dispositivos ( figura 22) y en las estructuras de colocación y ornamentación que los acompañan ( figura 23). Convenciones que convierten el puesto del televisor en una especie de espacio social (McCarthy 2000:312) en tanto que en él se reflejan y toman forma diferentes percepciones y relaciones sociales.

A pesar de la precariedad de la cultura material de estos entornos, no hay motivo para pensar que el gusto de las personas de bajos recursos está limitado a la necesidad funcional (Holston, 1991 citado por Ureta, 2006:326). Este argumento se evidencia desde un punto de vista estético, ya que hay en la vivienda informal un gran interés por la ornamentación. Pero esta vocación decorativa no refleja los patrones de gusto de la cultura oficial, más bien proyecta los rasgos estéticos de la cultura popular a través de adornos cuya naturaleza se aleja de las pretensiones artísticas y vanguardistas de la tradicional decoración de interiores, para dar paso a escenas que conjugan la sacralidad de las imágenes religiosas con gráficas publicitarias de cerveza ( figura 24), ornamentos elaborados por los niños ( figura 25) y objetos familiares ( figura 26).

LAS ESTRATEGÍAS DE LA INCLUSIÓN SOCIAL

UN HOGAR PUESTO EN TRÁNSITO

La reubicación de las familias de El Morro a viviendas nuevas en el sector de Nuevo Occidente se inició en diciembre de 2006, se extendió durante 2007 y siguió realizándose durante los primeros meses de 2008. El trasteo de las familias se llevó a cabo de forma masiva y se inició en El Morro en horas de la mañana cuando salen las familias del barrio. A continuación se demolieron las viviendas de las personas reasentadas y, por último se entregaron las residencias asignadas una vez llegaron a los nuevos complejos habitacionales.

En los estudios de la cultura material el tema del trasteo es de gran interés puesto que permite comprender cómo el carácter móvil de algunas posesiones domésticas posibilita que el hogar, entendido como construcción física y simbólica, pueda ser trasladado de una vivienda a otra. Esto implica que del mismo modo que se distribuyen, se usan y se da significado a los objetos domésticos, con el fin de construir un hogar, el hecho de recogerlos, empacarlos y vaciar la casa plantea de algún modo su desinstalación. A este proceso lo acompaña simultáneamente otro de selección y descarte, en el que se decide qué se va y qué se queda, eligiendo o desechando a la vez recuerdos, hábitos y formas de relacionarse con las personas, el tiempo y el espacio (Marcoux, 2001a).

Al ser indagados por aquello que habían decidido llevar o dejar, los habitantes de El Morro manifestaban intenciones de prescindir de algunas piezas de mobiliario con la intención de renovarlos en sus nuevas viviendas, lo cual explica la cantidad de muebles y otros enseres dejados en las residencias. Una vez el equipaje seleccionado (figura 27) era ingresado a las volquetas encargadas de hacer la mudanza, las familias salían de sus residencias (figura 28) y las casas quedaban dispuestas para que se cumpliera la orden de demolición sentenciada el día anterior por un signo escrito con aerosol sobre la fachada. La demolición de las viviendas y el abandono de algunos enseres (figuras 29 y 30) sugieren que, en este caso particular, este ritual implica la destrucción de la dimensión física del hogar y supone la disposición de comenzar otro nuevo. Esta actitud escenifica un ritual en el que se deja atrás parte de la historia (Ureta, 2006:323) se renueva la memoria (Marcoux, 2001a) y la identidad personal (Marcoux, 2001b) para comenzar una nueva vida en otro espacio, llevando estrictamente lo necesario para tal fin.

Al final, sobre las ruinas de cada una de las viviendas, como si se tratará de la reconquista de un territorio perdido, se izaron veletas de varios metros de alto (figura 31). Estos símbolos no representaban la memoria del pasado ni tampoco los conflictos que forjaron durante años una parte de la historia de Medellín. Eran, más bien, una estrategia estético-política que advertía la legalización de unos predios que estaban perdidos y que volvían a ser del Estado.

En un ambiente de institucionalidad oficial, generado por diferentes imágenes, la entrega de las llaves oficializaba la adjudicación de las viviendas a las familias recién llegadas. Una vez completado el procedimiento éstas procedían a ingresar sus pertenencias y a instalar, en una nueva casa, su hogar (figuras 32-34).

EL DISCURSO DE LA VIVIENDA DE INTERÉS SOCIAL

Además de ser un medio para solucionar el problema de vivienda de las poblaciones con menos ingresos, desde sus orígenes, la financiación de vivienda pública fue un instrumento privado y estatal para comprometer, a través del crédito, a la naciente clase obrera (Saldarriaga y Carrascal, 2006). En últimas, el objetivo era amoldar el carácter social y cultural de sus residentes, así como ejercer control sobre el territorio al otorgar viviendas públicas en diferentes lugares (Kalluz y Law Yone, 2002).

En este sentido, se puede evidenciar que el discurso de inclusión social que estructuró el proceso de reasentamiento estuvo acompañado de una serie de estrategias de normalización, higienización, legitimación e inserción a la legalidad de esta comunidad, expresadas en el intercambio de una vivienda informal (en una zona céntrica), por una oficial nueva (en una zona periférica despoblada). Igualmente, en el compromiso de mantener limpias las zonas públicas de las urbanizaciones y en la obligación de cancelar oportunamente los servicios públicos. En resumen, el proceso estableció el compromiso de iniciar una vida nueva y configurar un nuevo hogar acorde a la vivienda que comenzarían a ocupar.

Las viviendas entregadas están compuestas por edificios de apartamentos que en su exterior e interior retoman estrategias constructivas propias de la arquitectura moderna de la primera mitad del siglo XX (figuras 35 y 36), en especial en lo referente a la vivienda mínima, entendida como un modo de vivir y una forma de hacer ciudad propias, y en cierta forma exclusivas, a los sectores sociales de más bajos recursos (Saldarriaga y Carrascal, 2006).

Las viviendas encarnan muchos de los ideales de la arquitectura y la vivienda pública moderna, tanto en un sentido estructural, como en lo referente a las formas de habitar que propone. Sin embargo, como ya era sabido desde hace tiempo, estos paradigmas no se ajustan a las determinantes culturales de las comunidades pobres, especialmente a las del denominado Tercer Mundo, que han demostrado resistirse al anonimato, la uniformidad y la concepción rígida de la vida moderna que el paradigma propone (Saldarriaga y Carrascal, 2006). La Aurora y La Huerta no son la excepción y al incorporar las formas de habitar de la cultura popular en los entornos domésticos de la arquitectura social, las tácticas de la "malicia indígena," con las que usualmente estas comunidades configuraban su habitar, no demoraron en manifestarse.

CASA NUEVA, VIDA NUEVA

Durante el proceso de construcción del proyecto se realizaron simulaciones gráficas de las viviendas en las que se proponían dos formas diferentes para la división de los espacios y el amoblamiento (figura 37). En ellas se recreaban gráficamente los componentes de una vivienda convencional. La primera con tres habitaciones, ideal para una familia nuclear de cuatro personas. La segunda, con dos habitaciones, se concibió para una familia de tres miembros, con habitaciones ampliamente equipadas respecto al mobiliario, y todas con televisor. En las zonas sociales se ubicaron sala, comedor y estudio en la primera, mientras en la segunda se propuso una sala y barra americana. Para la cocina se propuso estufa, nevera y lavadora con el espacio dividido por puertas y paredes. Con esta simulación se reafirma el compromiso y se motiva a los habitantes a iniciar una vida nueva acorde a su nueva condición social: propietarios de una vivienda oficial.

A pesar de que estas sugerencias se entienden como mejoras a largo plazo, las características socio-demográficas de los hogares reubicados plantean inquietudes respecto al logro de estos ideales propuestos. Las formas de apropiación inicial del entorno doméstico se desvían ampliamente de lo que se esperaba fuera el comienzo de una vivienda con esas características. Esto se evidencia en la reconfiguración del sentido de hogar por medio de formas de habitar que entremezclan: a) los vestigios de sus formas de vida campesinas, expresadas en relaciones sociales comunales y manifestaciones culturales propias de lo rural; b) las formas de habitar de la vivienda informal, caracterizadas por la auto-construcción, la reutilización de objetos y la decoración ecléctica; y 3) las formas de habitar propuestas por la arquitectura moderna, que conciben la vivienda como un espacio racional, distribuido según funciones y ocasiones concretas; higiénico, austero, esquemático, eficiente y funcional (Saldarriaga y Carrascal, 2006). Es a partir de la interrelación de esos tres elementos que se pueden describir los patrones socioculturales que explican el proceso de apropiación de estas viviendas y de la cultura material de los hogares que las habitan.

RECONFIGURACIONES DEL SENTIDO DE HOGAR

Varios estudios sobre la vida doméstica en viviendas construidas por el Estado como parte de sus políticas han demostrado que, en la práctica, los ideales arquitectónicos de los productores generalmente entran en conflicto con las formas de habitar de los residentes. Esto lleva a que, en general, las intenciones y las estrategias de modernización y normalización que estos proyectos encarnan no se cumplan (Attfeld, 1999; Kallus y Law Yone, 2002; Miller, 1988; Ureta, 2006). Este reasentamiento no es la excepción ya que en las formas de apropiación del entorno doméstico de las viviendas nuevas, aparecen diferentes formas de interpretación de las políticas del Estado y los discursos de la vida moderna.

EL BARRIO: EL CAMPO INSERTADO

La mezcla de lo campesino, lo popular y lo moderno en la reconfiguración del hogar se hace evidente en los modos de habitar el exterior de la vivienda, y se refleja en la configuración del espacio barrial. Pocos días después de ser reubicados, como lo muestran las figuras 38-40, los habitantes comenzaron a utilizar las zonas verdes de las urbanizaciones para el cultivo de plantas, tanto comestibles como ornamentales, y para mantener afuera animales domésticos como perros y gallinas. Esto, sumado al entorno geográfico en el que se ubican, imprime sobre las urbanizaciones estéticas rurales que contradicen su vocación racional y urbana, trayendo a la memoria escenas de la vida doméstica de la vivienda informal.

"HAGÁMONOS AQUÍ AFUERITA"

La altura de los edificios, la propiedad de espacio de tránsito de las áreas peatonales y la falta de mobiliario en las zonas comunes restringen las relaciones sociales entre vecinos al no propiciar un lugar para tal fin. Sobreponiéndose a estas características de la vis, y como lo ilustra la figura 41, las personas exteriorizan sus prácticas de socialización propiciando nuevos entornos y actividades de tipo comercial sobre el espacio público, en las que sobre la verticalidad de las urbanizaciones se impone la horizontalidad de las relaciones sociales. A esto debe agregarse la apropiación física de algunos lugares, utilizados como depósitos o parqueaderos (figuras 42-43), que emplazan funciones de la casa fuera de la residencia, lo cual demuestra que parte de la vida doméstica de las personas y una parte importante de los procesos de configuración de su hogar tienen lugar fuera de la vivienda.

Las viviendas con actividad comercial que fueron reubicadas implementan estrategias comerciales similares a las usadas en El Morro en las que el espacio residencia es convertido en espacio comercial. Se da también una apropiación de espacios como las fachadas, los corredores y las zonas comunes al interior de los bloques que son utilizados como canales para promocionar sus productos y servicios a través de estrategias comerciales empíricas que imprimen sobre el barrio las estéticas del comercio informal (figuras 44-46).

La figura 47 muestra una de las tiendas del barrio La Huerta donde los usos domésticos, sociales y comerciales del espacio barrial se materializaron en un conjunto de muebles auto construidos con madera los cuales configuran una zona de encuentro y esparcimiento para que los compradores de paso se conviertan en visitantes. Estas formas de apropiación del espacio del barrio, permiten a la tienda recuperar el carácter social que la caracterizaba en la vivienda informal.

Este conjunto de prácticas han transformando la vocación anónima y de no lugar propia de los espacios públicos, para imprimir en ella un aire de comunalidad que sobrepasa el distanciamiento vecinal que produjo la asignación por sorteo de las viviendas y que reconfigura unas relaciones barriales similares a las del barrio de origen. El espacio público de estas urbanizaciones, al ser apropiado por los habitantes y adaptado a sus formas de vida, es convertido en una extensión doméstica que puede considerarse como un espacio más de cada apartamento, que adquiere características heterogéneas según las diferentes formas de apropiación. Es, a la vez, un lugar social en el que la comunidad expresa formas de sociabilidad, que por sus particularidades no logran ajustarse al espacio arquitectónico, por lo que continuamente irán adaptándolo.

LA CASA DE FACHADA

La apropiación estética de las fachadas no es exclusiva de la vivienda informal. Como lo anota Fonseca, en la vis, la homogeneidad del resultado formal de los planteamientos iniciales muy rápidamente se transforma con la individualización de cada una de las unidades ya ocupadas (Fonseca 2004:95). En las urbanizaciones estudiadas los residentes usan este elemento no solo como una superficie bidimensional, sino como un lugar para proyectar al exterior su identidad.

En la decoración de las zonas de acceso a los apartamentos los habitantes han implementado tácticas decorativas en las que se utilizan plantas para crear umbrales que median entre el exterior y el interior doméstico (figuras 48 y 49). Los espacios de los balcones, las ventanas y las zonas comunes de los apartamentos son utilizados recurrentemente para tender a secar la ropa, a tal punto que se convierten en parte de la identidad del barrio (figura 50).

La concepción tridimensional de la fachada que se tiene en la vivienda informal como un espacio íntimamente ligado al interior de la residencia y casi privado en un sentido territorial, se ve reconfigurado en La Aurora, a través de la privatización espontánea de la zona verde aledaña a uno de los apartamentos en la cual sus habitantes crearon un cerco para jardín (figura 51).

LA CASA EN OBRA

El interior de las viviendas de ambas urbanizaciones se ha concebido arquitectónicamente como un espacio abierto, sin puertas ni divisiones, para que las personas lo distribuyan según sus expectativas o siguiendo las propuestas de amoblamiento sugeridas. Estas posibilidades suponen en términos sociales una motivación para que las familias realicen reformas que materialicen el progreso que supone su nueva vida. Sin embargo, estas "ventajas" son interpretadas por los habitantes de diversas formas, en general lejanas de las sugeridas, las cuales incluyen reformas y remodelaciones a través de la autogestión de procesos arquitectónicos y técnicas auto-constructivas similares a las que implementaban en El Morro. La figura 52 evidencia esto al mostrar una de las viviendas de La Huerta en la que una pared divisoria fue fabricada con madera, hecho que convierte las expresiones de la arquitectura informal en algo representativo de la vivienda pública (Ureta, 2006:321), y convierte estos apartamentos en proyectos inacabados y siempre en proceso.

ENTORNOS ENTREMEZCLADOS

En la distribución del espacio arquitectónico de los apartamentos se pueden observar divisiones según las funciones de la vivienda tradicional moderna, por lo que generalmente tratan de separar las áreas sociales de las zonas privadas y de las de servicios. En la separación de los espacios utilizan textiles que son instalados a manera de cortina entre los espacios que se quiere dividir y, en otros casos, muebles entre un lugar y otro. Sin embargo, la precariedad de estas tácticas no logra una división real, ni del espacio físico ni de sus funciones. Como se expone en las figuras 53-54, este hecho genera una serie de paredes ilusorias que hacen de la privacidad y la intimidad elementos escasos. Parecería que toda la vida doméstica se realizara en un mono-espacio, como era costumbre en la vivienda informal.

En otras viviendas no se ha realizado ningún tipo de división, lo cual hace que el carácter racional, higiénico y moderno del espacio arquitectónico entre en tensión con el carácter auto-constructivo de los entornos y objetos domésticos, así como con las prácticas que les dan uso y sentido. Esto genera una disonancia entre las funciones concebidas para cada lugar y las prácticas que lo habitan, la cual se manifiesta en actividades domésticas que, al igual que en la vivienda informal, trascienden los lugares a los que están confinados. El resultado es una estética de casa abierta, en la que los limites que separan las funciones, los usos y los significados se entremezclan en uno solo. Las figuras 55 y 56 muestran apartamentos sin ninguna forma de división, por lo que en un mismo espacio se da continuidad entre las zonas sociales y las habitaciones, lo que genera entornos domésticos entremezclados. Estas condiciones generan formas de apropiación que reconfiguran el sentido de hogar propio del interior doméstico de la vivienda informal, en el cual todas las habitaciones y ocasiones confluyen unas con otras en los mismos objetos, impregnando de multifuncionalidad el hábitat resultante.

Las características espaciales de la vivienda obligan a eliminar muchos de los usos pasivos que tienen las habitaciones en el contexto de la vivienda moderna. Éstas y su equipamiento difieren ampliamente del propuesto y no se limitan a usos nocturnos, sino que se ajustan a necesidades funcionales que surgen durante el día, convirtiéndose en escenarios de ocio, socialización y entretenimiento. Como lo expone la figura 57, la privacidad e intimidad que prometen estos espacios se disuelve y, ante la falta de divisiones o la transparencia de las existentes, la habitación se convierte en un espacio social. Las características socio-demográficas de las familias y la austeridad de sus enseres, compuesto básicamente por la cama, algunos muebles auxiliares y la decoración, se contradice con el lujo del amoblamiento propuesto por los ejecutores del proyecto el cual incluye cama, televisor, nochero y computador.

La propuesta mobiliaria para las cocinas incluía nevera, fogón y lavadora. El mesón y el lavadero estaban incorporados. Debido a las dimensiones del espacio y de los objetos, los electrodomésticos y las prácticas de cocina se apropian de otros espacios y es común que, como se observa en la figura 58, la nevera y otros electrodomésticos se ubiquen en las áreas sociales. Es igualmente común que el consumo de alimentos se realice en la sala o en las habitaciones, prescindiendo de mobiliario y de los rituales que la vida moderna ha escenificado en el comedor (Arango, 1997).

En el interior de la cocina las formas de ordenamiento espacial no son muy distintas a las de la vivienda informal: se hace uso de las paredes para colgar las ollas y demás utensilios. Los bajos del lavaplatos se cubren con cortinas y se siguen usando tácticas decorativas similares, como la de vestir algunos electrodomésticos (figuras 59-61).

Por no contar con servicios públicos adecuados en sus residencias de origen, la higiene, el aseo y lavandería en la vis son actividades que presentan tensiones entre los lugares y las maneras en que se realizan. Bañarse en una ducha y usar lavaplatos o lavadero, son actividades relativamente nuevas, por lo que su práctica se combina con las tácticas de higiene y aseo de la vivienda informal. Prevalece entonces, en el espacio de la ducha el baño con coca (figura 62) y el poncherazo en el lavaplatos y el lavadero, lo cual riñe con los ideales de la higiene y la limpieza propuestos por la vivienda. Como lo muestra la figura 63, similar a los proyectos de vivienda pública de otros países, el baño se convierte en área de servicios mixtos donde se lava y se seca la ropa (Drabkin-Darin, 1959 citado por Kallus, 2002:376).En muchas residencias hacen uso del servicio de alquiler de lavadora una vez a la semana, y ese día, dadas las circunstancias de la zona de ropas, toda la casa es convertida en tendedero (figura 64).

HÁGALO USTED MISMO

El amoblamiento propuesto para estos espacios de las viviendas era austero, compuesto por sets con características formales similares, dispuestos en un orden geométrico que hacía referencia a las funciones tradicionales de cada uno. En contravía a estas propuestas, el equipamiento de estos espacios presenta propiedades estructurales heteróclitas, tanto en sus materiales como en las técnicas que les dan forma, funciones múltiples y estéticas propias de la cultura material popular.

Las piezas de mobiliario son combinadas unas con otras sin importar su estilo o su función, por lo que los entornos y las ocasiones de uso que generan no logran delimitarse completamente. Muchos de ellos, como los de la figura 66 son muebles que han sido comprados, usados o recuperados de la basura, por lo que evidencian desperfectos, reparaciones y mal estado.

En otros casos, como se expone en la figura 67, el mesón de la cocina es complementado autoconstruyendo extensiones de madera sobre las que se coloca el horno. Otra táctica de amoblamiento consiste en instalar sistemas de almacenamiento reutilizados (figura 68) o, en ocasiones, auto construidos, por lo que puede decirse que un patrón de la cultura material de la vis es que se da continuidad a sus estructuras arquitectónicas modernas por medio de objetos vernáculos.

CASA BELLA

La decoración doméstica juega un papel muy importante en el proceso de conversión de una casa en hogar ya que a través de los objetos que la proyectan se configura lo que Schmidt (1974) denomina el alma de la casa. Esta forma de apropiación del espacio es llevada a cabo generalmente haciendo uso de productos de consumo masivo que son transformados en objetos inalienables (Chevalier 2002:849) a través de sus formas de intercambio, uso y significación, así como, también por medio de adornos autoconstruidos y de objetos familiares.

Dando continuidad a sus patrones de gusto, se observa un interés general por disponer adornos en diferentes lugares aprovechando las estructuras de la residencia. La decoración pone en juego de nuevo lo sagrado con lo profano, como se puede observar con las imágenes de Jesucristo y de Piolín (figura 69, 70). Como lo muestra la figura 71, el televisor y sus estructuras de ubicación generan especies de altares domésticos en los que se rinde culto a los miembros de la familia a través de retratos, diplomas y fotografías. En las superficies de las paredes la cultura material del amor toma forma por medio de regalos que no han salido de su empaque, tarjetas, afiches y mensajes de cariño hechos a mano (figuras 72-73).

Estas manifestaciones de la belleza prosaica permiten comprender toda una serie de tácticas decorativas que contradicen las normas de la cultura oficial, los cánones de la vida moderna, los dogmas de la sociedad de consumo y las propuestas de amoblamiento que les fueron sugeridas. En este sentido, la decoración doméstica de las viviendas no ha servido para constituir viviendas racionales, higiénicas o modernas, pero ha dado como resultado, según las propias palabras de sus habitantes, "casas muy bonitas". Se entiende, en este caso, lo "bonito" como una manera de resistencia a la homogenización, la uniformidad y el anonimato de la vis, y como una forma de establecer un nexo con sus tradicionales formas de habitar el entorno doméstico.

En estos casos, como la han demostrado diferentes estudios sobre la fotografía familiar (Rose, 2003:12), la exhibición de regalos, (Money, 2007:367), la ornamentación doméstica en general (Chevalier, 2002:851) y la decoración no son únicamente estrategias estéticas sino, ante todo, tácticas que permiten a los miembros del hogar mantener vínculos con otras personas, con otros lugares y con tiempos pasados. Dichos vínculos son mantenidos constantemente en la memoria gracias a los objetos que funcionan como mementos que mantienen relaciones interpersonales (Parkin, 1999:317) e incluso como sustitutos de personas muertas (Metha y Belk, 1991, citado por Marcoux, 2001a).

CONCLUSIONES

EL HOGAR MÓVIL

El hogar es el resultado de las formas de habitar el tiempo y el espacio doméstico. No es separable en algo físico o simbólico, sino más bien es una construcción que se nutre de ambos, y, en tanto que se nutre de las relaciones que existen entre la casa y sus habitantes, es heterogéneo y cambiante en cada residencia. En el caso que presentamos, las viviendas de las familias reubicadas eran hechas de basura y fueron auto-construidas. A través de un conjunto de relaciones que, sumado al origen étnico de sus habitantes y a las expectativas que despertó en ellos la vida urbana, arrojó como resultado un hogar con características particulares. Al ser trasladado, y a pesar de las notables diferencias arquitectónicas de las viviendas en que fue reubicado, el hogar resultante no difiere mucho de las estructuras simbólicas del hábitat informal. Las formas de dar uso y significación a las viviendas permanecieron ya que, a pesar de ser apartamentos nuevos y modernos, las tácticas que lo habitan son aún las de la cultura popular. En los procesos de reconfiguración del hogar en las viviendas de interés social los objetos juegan un papel importante, en la medida que es a través de ellos que se dibujan técnicas, funciones y estilos sobre la estructura vacía. De ahí que se pueda considerar la cultura material doméstica, es decir, el conjunto de objetos que reflejan los modos en que una casa es habitada, como el soporte físico en el que, más allá de la casa, está inscrito el sentido de hogar. Es precisamente su carácter móvil el que permite que las interacciones (usos y significados que cada uno materializa) que lo constituyen puedan ser sacadas de casa, llevadas en una volqueta y reinstaladas en un nuevo entorno. Esto demuestra que, por más que se trate de transformar, el hogar informal sobrevive en los objetos, aunque la casa en la que se había construido sea demolida.

OTRAS CARAS DE LA MODERNIDAD

No cabe duda que las viviendas de interés social entregadas a los habitantes de El Morro en el proceso de reubicación representan una infinita mejora en su calidad de vida. Tampoco se puede desconocer que a través de éstas hay toda una serie de estrategias de homogenización y de inclusión a la vida moderna en el sentido que la plantea actualmente la sociedad de consumo. Las simulaciones gráficas de las viviendas y las propuestas de amoblado ofrecidas para ellas encarnan un ejemplo de vivienda, de familia y de hogar ideal en un sentido estatal, social y cultural. Tal vez estos ideales no se reflejan en las casas tal y como fueron entregadas, pero quedan planteados como un proyecto que sus habitantes se comprometen tácitamente a ejecutar. Sin embargo, cuando las familias ponen en marcha el amoblamiento de sus viviendas, el proyecto que emprenden es muy distinto al propuesto. Las nociones de progreso y mejoramiento que propone la arquitectura abierta de los apartamentos, al ser interpretadas por sus habitantes, se materializan en espacios híbridos, multifuncionales y flexibles, que en su equipamiento, uso y significado no se diferencian mucho de los de la vivienda informal. De este modo la racionalidad, higiene y modernidad del hogar propuesto por la vis, se desdibuja ante las tácticas de la "malicia indígena", caracterizadas por la autogestión, la autoconstrucción y la reutilización. Estas expresiones, lejos de ser primitivas y salvajes, o de ir en contra de la transformación de Medellín, lo que permiten entrever son las diferentes formas en que el proyecto puede ser interpretado, permitiendo que la cultura resultante tenga variadas facetas, entre ellas, las de este hogar en tránsito que entremezcla formas de habitar rurales, informales y modernas.

A través de este estudio se puede concluir que la cultura material popular es el conjunto de objetos y entornos cuyos usos y significados reflejan los modos en que las masas participan, a su manera, en las dinámicas de la sociedad de consumo. Para ello, se valen de la apropiación física y simbólica de los productos impuestos por el orden dominante.


Comentarios

1Quisiera agradecer a las personas que apoyaron el proceso de recolección de datos: Manuela Alarcón, Ana Isabel Maya, Juliana Menjura, Juan Camilo Vásquez, Diana Alejandra Urdinola, Andrés Valencia, Esteban Yepes, Luz Adriana Gómez, Estudiantes del Módulo Producto y Comunidad U.P.B.2007-10/2007-20. Así como a los informantes que nos recibieron en sus residencias y nos brindaron información.

3 Entre ellas las urbanizaciones de la Ciudadela Nuevo occidente: las Flores, la Aurora, la Huerta, la Montaña y la Cascada. Viviendas avaluadas en $20.400.0000 construidas en edificios de apartamentos.

4 El proyecto es financiado por la universidad Pontificia Bolivariana a través del CIDI, y en él han participado los docentes-investigadores de la Escuela de Arquitectura y diseño de la universidad Pontificia Bolivariana, adscritos al observatorio de Cultura Material.

5 El término "malicia indígena" aparece asociado al proceso de urbanización ilegal de Moravia en el documento "Moravia: memorias de un puerto urbano" (Gómez y otros, 2005:23) cuando se explican las formas de enfrentamiento y neutralización de la fuerza pública en la invasión de Casco de Mula, las cuales consistían en enfrentar (con palos o piedras) y/o distraer (con sexo, licor y charla) a la autoridad en un lugar del asentamiento, mientras que en otro se invadía.

6 Es necesario distinguir los procesos de autogestión: proceso constructivo coordinado por el propietario de la vivienda pero ejecutado por personas contratadas; y autoconstrucción: proceso ejecutado por el propietario con la ayuda de su familia u otras personas (rueda y otros, 1979. Citado por Saldarriaga y Carrascal, 2006:28).


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