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Antipoda. Revista de Antropología y Arqueología

Print version ISSN 1900-5407

Antipod. Rev. Antropol. Arqueol.  no.8 Bogotá Jan./june 2009

 

LA CONSTRUCCIÓN DEL PATRIMONIO COMO LUGAR:
UN ESTUDIO DE CASO EN BOGOTÁ1


María Clara Van Der Hammen

Thierry Lulle

Dolly Cristina Palacio

mariaclaravanderhammen@hotmail.com, Universidad Externado de Colombia

thierry.lulle@uexternado.edu.co, Universidad Externado de Colombia

dolly.palacio@uexternado.edu.co, Universidad Externado de Colombia


RESUMEN

A partir de los resultados de una investigación sobre las prácticas y representaciones en torno al patrimonio natural y cultural en dos sectores de Bogotá, se trata de contribuir de manera particular a la antropología del espacio y otras ciencias sociales relacionadas con la noción de espacio, a partir del reconocimiento de las interacciones entre diversos actores sociales en sus entornos. En particular, se trata de manera específica la noción de lugar, agregando como elemento novedoso la noción de lugar-patrimonio para su gestión.

PALABRAS CLAVE
Antropología del espacio, patrimonio, actores urbanos, centro histórico de Bogotá, humedal de córdoba.


ABSTRACT

Based on the results of a research project about practices and representation of natural and cultural heritage in Bogotá, this paper contributes to the anthropology of space and other disciplines associated to it. It introduces the concept of place-heritage as a notion that will be helpful in the participatory management of heritage, regarding social interaction and practices in such places.

KEY WORDS
Anthropology of space and place, heritage, urban actors, historic centre of Bogotá, wetland of Córdoba.

FECHA DE RECEPCIÓN: OCTUBRE DE 2008 / FECHA DE ACEPTACIÓN: DICIEMBRE DE 2008


INTRODUCCIÓN

Desde hace varios siglos se ha intentado definir el patrimonio con el fin de conservarlo. Una primera manifestación de esta preocupación se presenta en el Renacimiento occidental, pero esta se desarrolla, especialmente, a partir del siglo XIX. Poco a poco se va a hablar no sólo de patrimonio construido, sino del natural, y, más recientemente, de patrimonio tangible e intangible, material e inmaterial. En varias partes del mundo, durante las últimas décadas, muchos elementos se han vuelto patrimonio2: desde los monumentos y edificios puntuales con función de memoria, los conjuntos de edificios, los centros históricos de ciudades o pueblos, hasta los paisajes, las fábricas, los oficios, etc. Es decir, se han incluido hasta elementos que en otros tiempos hubieran sido totalmente extraños a cualquier consideración de clase conservacionista. Más aún, hoy en día se declaran patrimonio elementos que tienen pocos años de existencia. De tal forma, si de un lado se tiende a incluir casi de forma enfermiza todo lo legado, del otro se ve también cómo la noción misma puede ser muy volátil.

La "patrimonialización" como proceso de definición de lo patrimonial ha sido hasta hace poco asunto de arquitectos, restauradores, urbanistas y ecólogos. En este proceso ha primado un interés por el patrimonio tangible y monumental, bajo el supuesto de que este es entendido como un legado histórico que debe ser conservado, restaurado y, si es el caso, protegido ante el desarrollo urbano impulsado por los intereses del mercado que acompañan los procesos acelerados de urbanización.

El interés de la Antropología por los procesos de patrimonialización en las ciudades es reciente. Esto se debe, tal vez, a que esta disciplina centra su atención en los sujetos sociales y se ha ocupado de grupos marginados dentro de la ciudad que se encuentran lejos de participar en esta patrimonialización. La teorización desde la Antropología es, por lo tanto, más bien incipiente y se alimenta de desarrollos teóricos europeos y de algunos latinoamericanos que han avanzado en la disciplina, en un contexto donde el patrimonio como legado histórico ha sido de mayor importancia en la búsqueda de una identidad nacional. Estos desarrollos, sin embargo, han recibido un impulso con el acento que se ha puesto ahora sobre lo espacial en la Antropología contemporánea.

Recordamos aquí más precisamente algunos aportes. La "proxémica", que ha revelado cómo cada cultura estructura de manera particular el espacio de vida y las relaciones interpersonales que en él se inscriben (Hall, 1966). Igualmente, la Etnografía y la Etnología han descrito cómo, en las sociedades no urbanas, la organización del espacio edificado, privado y público, sostiene la organización de los comportamientos sociales (por ejemplo, el trabajo sobre los Bororo, de Claude Lévi-Strauss, realizado a finales de la década de 1930 y publicado en 1955). Desde la década de 1950 se aplicaron también estos tipos de lectura a situaciones urbanas complejas. Por ejemplo, la vida social en los conjuntos habitacionales populares, la exclusión espacial de minorías étnicas y/o de bajos recursos, con la obligación para las mismas de vivir en espacios extraños o indiferenciados. Estos trabajos se desarrollaron mientras que, desde las demás ciencias sociales y sus distintos paradigmas, se multiplicaban los análisis que evidenciaban cómo la arquitectura y el urbanismo diseñados bajo la influencia del llamado "movimiento moderno" tenían efectos negativos en la vida de los habitantes de las ciudades.

En estas últimas décadas, esta producción de conocimientos no ha dejado de profundizarse combinando los enfoques conceptuales y metodológicos de las distintas ciencias sociales. Es el caso de los acercamientos que consideran el espacio y el lugar ya no como el telón de fondo sobre el que se desarrolla la vida social, sino reconociendo que toda práctica está localizada en el espacio y es construida en interacción con este, y que esta relación está inmersa en una disputa de poderes (Trift, 1996; Low y Lawrence Zuñiga, 2003). Adicionalmente, en este campo se observa una diversificación temática, donde pueden destacarse dos ejemplos opuestos: por un lado, la problemática de la multiplicación de "no lugares" (Augé, 1992) en mundos reticulares generados por la globalización; y por el otro, como lo decíamos –más recientemente, y todavía de manera incipiente–, el tema del patrimonio.

En este artículo presentamos el patrimonio como una emergencia socioespacial dinámica que es construida colectivamente a partir de una multiplicidad de prácticas y representaciones que convergen en un lugar y que muchas veces se encuentran en tensión. Este proceso lo hemos denominado "lugar-patrimonio". El lugar-patrimonio no sólo brinda la posibilidad de articular la perspectiva antropológica y la del urbanismo para abordar la interpretación de los procesos sociales y espaciales, sino que también ofrece elementos interesantes para la gestión. Para este fin exploraremos las distintas maneras en las que el patrimonio y la patrimonialización han sido entendidos desde los discursos y las prácticas oficiales, y de parte de los habitantes en lugares específicos.

Nos basamos en una investigación que buscaba ofrecer un análisis de las representaciones, prácticas y vínculos de los diversos actores institucionales y sociales en la producción y reproducción del patrimonio cultural y natural en la ciudad, tomando como referencia los casos del centro histórico y el humedal de Córdoba en Bogotá, poniendo énfasis en los mecanismos de control y resistencia a la vocación del mercado (Parias y Palacio, 2006). Estas dos zonas (ver el mapa 1) se definieron por dos motivos. Por un lado, la coexistencia de patrimonio cultural y natural. En el centro hay una fuerte concentración de bienes de interés cultural que se encuentran contiguos a los cerros, los cuales constituyen una reserva natural importante. En la zona del humedal, declarado parque ecológico de la ciudad en el POT (Plan de Ordenamiento Territorial), se encuentra una urbanización aledaña, diseñada por un arquitecto prestigioso, que fue declarada patrimonio arquitectónico. Por el otro, son dos zonas representativas del proceso de crecimiento de la ciudad, con una expansión fuerte desde los años 1940, tal como se puede ver en la zona del humedal, y al mismo tiempo una (re)densificación del tejido construido existente, como en el centro.

LA CONSTRUCCIÓN SOCIAL DEL PATRIMONIO Y EL PAPEL DEL LUGAR

Resulta evidente que la política de patrimonio cumplió y cumple un papel importante en la construcción del Estado-nación y, por tanto, forma parte del proyecto de actualización de la modernidad. Aquello que conforma el patrimonio –y por eso se ha convertido en objeto de acciones de recuperación, restauración y conservación– ha sido durante mucho tiempo definido a partir de una supuesta "objetividad científica", sustentación que generalmente se traduce en clasificaciones que, además de autoritarias, pretenden instituir realidades patrimoniales al amparo de enunciados excluyentes.

Varios autores (García Canclini, 1997; Tello, 2002) han venido señalando que el discurso sobre el patrimonio es, en primer lugar, un discurso político que permite a la clase dominante borrar marcas locales e imponer una lectura del pasado ajena a las vivencias del grueso de la población, y, por lo tanto, logra imponer la lectura de una clase sobre las otras. Como afirma García Canclini, el patrimonio "es el mejor lugar donde sobrevive la ideología de los sectores oligárquicos". Para analizar el patrimonio, este autor sugiere hacer uso del concepto de "capital cultural" de Pierre Bourdieu, puesto que permite entenderlo como un proceso social y simbólico que –como en el caso de todo capital– es susceptible de ser acumulado, de ser reconvertido, de hacerlo producir rendimientos y, por lo tanto, de ser apropiado de forma desigual por los distintos actores. En este sentido, se considera al patrimonio, más que un legado cultural, una construcción social.

Los patrimonios de la ciudad, en gran medida, están localizados y, por lo tanto, hacen parte de lugares concretos de la ciudad en donde cumplen papeles distintos, de acuerdo con aquellas personas que viven y conviven con ellos. En este sentido, el patrimonio está inserto en lugares que son construidos por sujetos concretos en sus prácticas cotidianas. De acuerdo con Massey (1997), el lugar no tiene características fijas, ni tiene siquiera bordes espaciales fijos. Los lugares, al ser definidos desde adentro y desde afuera, son necesariamente espacios de conflictos y contradicciones. El lugar no constituye entonces una única entidad; debe ser analizado como la consecuencia de una multiplicidad de intersecciones de flujos generalizados, de estructuras de poder, de discursos y de subjetividades.

Las representaciones y prácticas de los habitantes en lo que llamamos lugares-patrimonio dan sustento a ese capital cultural, y a través de ellas construyen sus identidades en un proceso mutuo y dinámico, en el que los distintos atributos de estos habitantes (la edad, el género, la clase, lo étnico-racial, la cultura regional de procedencia, entre otros) entran en juego. Puesto que es muy complejo explorar todos estos atributos, en este ejercicio se ejemplifican mediante una de las principales fuentes para la construcción de la identidad, es decir, la condición de género de las personas y su relación con los espacios.

Asumiendo la perspectiva feminista de la Geografía y la Antropología, estamos de acuerdo en que "las personas, como los espacios, tienen un género y que las relaciones sociales y las relaciones espaciales se crean mutuamente" (McDowell, 1999; Low y Lawrence Zúñiga, 2003). Por tanto, adoptamos la noción de lugar en el marco de la Geografía Humana (Thrift, 1996), tanto como la perspectiva de género (McDowell, 1999), con el fin de aproximarnos a las prácticas y representaciones de los habitantes en los dos lugares-patrimonio y su connotación local. Esta perspectiva es nueva en los estudios de patrimonio, puesto que, primero, parte del sujeto habitante de los lugares-patrimonio y, segundo, descubre las diferencias y heterogeneidades desde lo local y las construcciones que hacen hombres y mujeres a partir de su condición de género.

Esto pone en el centro al sujeto humano (Thrift, 1996), que en este contexto se define como un ser dinámico y descentrado. Según este autor, el sujeto no es mental, interior, primera persona, privado... Es un ser adaptable, dispuesto y flexible. El sujeto es corporal, espacial, sensorial, temporal, relacional... Esta condición relacional no sólo es concebida desde lo intersubjetivo sino también desde la relación del sujeto con las cosas de su entorno, y localizado en el tiempo y en el espacio.

Con respecto al contexto o a la temporalidad y espacialidad de las relaciones entre los sujetos y las cosas, Trift (1996) plantea que, más que vivir en un espacio y un tiempo, vivimos en el espacio-tiempo, visto de manera práctica. Es decir, en cada parcela del espacio-tiempo los sujetos y los objetos se organizan en formas particulares que proveen orientaciones para la acción. En otras palabras, los contextos no son pasivos. Como conclusión, podemos decir que todo espacio es antropológico, todo espacio es practicado, todo espacio es lugar.

Es así como el patrimonio es practicado, recordado y representado por los sujetos en relación con los objetos del patrimonio en un espacio-tiempo específico y organizado en redes sociales y socioespaciales que representan dinámicas delimitadas en el tiempo. Sujetos que, privilegiando la cuestión de género, son hombres y mujeres, y, por consiguiente, sus diferentes roles y posiciones en contextos socioculturales específicos se construyen en forma diferente y con contenidos significativos particulares. Pero también hay construcciones de significados que son difusas y fluidas en los espacios locales, y, por lo tanto, también son compartidas por mujeres y hombres. Por último, también hay valoraciones remotas o difundidas por los medios masivos, como las ideologías de centros culturales exógenos al local o los valores de las élites locales, difundidos por vía mediática; o bien, ideas alternativas, como el ambientalismo y el ecologismo, que también desempeñan un papel en la construcción de significados de los habitantes de las zonas elegidas como estudios de caso, que influyen en la resignificaciones de los lugares y en las emergencias de nuevas prácticas e interpretaciones de los lugares.

DE LA VISIÓN ESTETIZANTE DE LAS ÉLITES HACIA NUEVOS MODELOS DE GESTIÓN

Para entender el discurso oficial sobre el patrimonio, el análisis de las políticas públicas es una entrada privilegiada (Garavito, 2006). Desde el origen del Estado colombiano, sus gobiernos han declarado distintos tipos de objetos que denominan patrimonio nacional 3 y que han sido definidos y gestionados a partir de una normativa especial. Inicialmente, a través de la adhesión a convenios internacionales desde la década de 1930, como el Tratado sobre defensa y conservación del patrimonio histórico, propuesto en 1933, incorporado a la legislación nacional en 1936, y la Convención para la protección del patrimonio mundial cultural y natural, propuesta en 1972, aceptada por el gobierno en 1983, y que ha recibido posteriores desarrollos con la Ley 1185 de 20084.

Este discurso, generado en otros contextos y adoptado por el Estado colombiano, considera el patrimonio como un legado que permite conservar la memoria histórica y fundamentar una identidad unitaria. Hasta ese momento el patrimonio era definido por unos sectores técnicos y desde las élites, que resaltan una visión monumentalista del patrimonio que privilegia el patrimonio tangible. Esta visión promueve e instaura un valor simbólico general, pero no incluye la relación cotidiana que mantienen las personas con el patrimonio.

En Bogotá, esta visión estetizante de las élites se puede ver reflejada en dos tipos de documentos que pretenden representar a la ciudad: las guías turísticas y los retratos fotográficos durante la segunda mitad del siglo XX (Lulle, 2006). Estos textos5 tienen rasgos comunes: valoran una ciudad limpia, diurna, solar, moderna, olvidando totalmente su parte informal o popular. El patrimonio aparece casi siempre en tensión con los símbolos de la modernidad, enfatizando lo construido y dejando poco lugar a lo natural. En el núcleo predominan elementos culturales, religiosos e institucionales (la catedral, la Plaza de Bolívar, el Camarín del Carmen, las iglesias San Francisco y Veracruz, Monserrate, museos del Oro y Nacional, unas calles y casas de La Candelaria, etc.). Este núcleo permanece, aunque, en paralelo, algunos elementos desaparecen y otros surgen en períodos contemporáneos. Sin embargo, estos elementos siguen siendo básicamente arquitectónicos, y ubicados en el centro (por ejemplo, las Torres del Parque); pocos lo son en el pericentro o en la periferia, aunque, entretanto, se declararon bienes de interés cultural en estas zonas de la ciudad. Más recientemente, se observa una tendencia a una representación del patrimonio "estetizante", que lo pone en escena, jugando con efectos de luz o de toma fotográfica, y lo reduce cada vez más a una sola fachada, distante de las vivencias de quienes todavía lo ocupan.

A partir de la Constitución Política de 1991, se ha buscado dar un vuelco a la estructura y funcionamiento del Estado, lo cual tiene consecuencias directas sobre la acción gubernamental en general y, por lo tanto, también en el sector del patrimonio. Entre las reformas centrales se encuentran:

1) La instauración del modelo de democracia participativa, a l lado del modelo representativo. Esto implica la revisión del modelo arriba-abajo, donde la identificación y gestión de los bienes declarados patrimonio son, principal o exclusivamente, realizadas por organizaciones gubernamental les y expertos (Salazar, 1999). En contraste, la democracia participativa favorece un modelo en el cual la identificación y gestión del patrimonio incluyen de forma necesaria a las personas y a las comunidades.

2) La declaración constitucional de una identidad multicultural. Esto legitima la identificación de bienes patrimoniales locales en relación con grupos particulares, al contrario del anterior modelo de identidad nacional unívoco que privilegiaba sólo algunos patrimonios.

3) La reforma de la administración pública hacia un sistema descentralizado, lo cual brinda de forma progresiva la autonomía, la responsabilidad y los medios para que los gobiernos locales de las entidades territoriales desarrollen estrategias propias de identificación y gestión del patrimonio6.

A partir de esta Constitución Política se ha desarrollado un marco legislativo que busca considerar las particularidades y necesidades propias y la diversidad de contextos, lo que ha obligado a transformar esta concepción de patrimonio unificado, y se abre la posibilidad de la declaratoria de una gama amplia de patrimonios.

Estos cambios legislativos han dado posibilidades para un nuevo tipo de patrimonio emergente, definido desde la perspectiva de sectores que hasta hace poco no hacían parte del proceso de patrimonialización7. Un ejemplo es la declaratoria reciente (2007) en Bogotá, como patrimonio turístico y cultural, de la localidad de Usaquén, del Mercado de Las Pulgas de la Asociación de Expositores Toldos de san Pelayo, creándose además el Festival Turístico-Cultural Las Pulgas de san Pelayo de Usaquén.

El otro campo de la acción pública que afecta al patrimonio es el del ordenamiento territorial y la planeación y gestión urbana, en un contexto especial de descentralización, democratización y racionalización de la planeación en curso desde finales de la década de 1980, y con unos gobiernos municipales de un nuevo corte desde los años 90 (Lulle, 2006). Varios planes se han derivado de estos procesos, como el Plan de Ordenamiento Territorial (POT) del Distrito. Es importante resaltar que el POT da un cierto lugar a las centralidades, principalmente la tradicional (el centro histórico y zonas aledañas), lo cual se cruza con un el interés de la administración publica por la conservación del patrimonio y con el hecho de que, en su mayoría, los bienes de interés cultural se ubican en el centro de la ciudad.

Otro plan, ya más específico, todavía no adoptado en el momento de nuestra investigación, es el Plan Zonal del Centro (PZC). De manera muy resumida, se resaltaron dos debilidades del análisis del diagnóstico presentado en dicho plan, como la falta de la dimensión espaciotemporal y la debilidad en el análisis demográfico y sociocultural. Por un lado, el centro tiene una cierta "profundidad territorial", debido a los múltiples cambios en su configuración espacial; incluso, puede ser leído como una clase de 'palimpsesto'. Sin embargo, esta dimensión espaciotemporal aparece muy poco en el diagnóstico.

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De otra parte, domina una lectura en términos cuantitativos que oculta una composición socioeconómica y dinámicas demográficas complejas, con la presencia de la pobreza pero en convivencia con otros grupos socioeconómicos. Igualmente, al sobredimensionar el fenómeno de salida de residentes del centro, se borra el hecho de que otros tienen un fuerte arraigo en este sector y aspiran a seguir viviendo en él.

Por último, señalamos que –si bien la administración distrital dice haber recurrido en varios casos a un proceso participativo con la comunidad– tanto el análisis de los planes como las entrevistas que realizamos con representantes de organizaciones gubernamentales evidencian que, por un lado, este proceso es más objeto de un discurso que de una práctica (Palacio, 2006). Y, por el otro, se evidencia una mayor iniciativa autogestionaria de las organizaciones locales en los temas de conservación de la naturaleza en sus hábitats que su participación en los procesos de patrimonialización del espacio construido (ver la gráfica 1 )9.

Nótese la separación de los subconjuntos de actores articulados a los procesos de gestión del patrimonio en el centro histórico (arriba) y los subconjuntos relacionados con la gestión del humedal de Córdoba (abajo) y sus dinámicas. Se observa mayor concentración de actores en la parte de abajo que en la de arriba, y mayor dispersión de los subgrupos arriba, que abajo. La única organización que establece puente entre las dos dinámicas es el Departamento Administrativo de Planeación Distrital (DAPD). Así mismo, se puede identificar mayor número de actores locales participantes en los proyectos del subconjunto de abajo, que en el de arriba.

La gráfica describe la coparticipación de actores en los proyectos institucionales en torno al patrimonio, donde las flechas denotan la participación de actores en dichos proyectos. Los nodos simbolizados con un círculo negro son las instituciones entrevistadas y los nodos simbolizados con los cuadrados grises representan los actores que participan en los proyectos de las instituciones. Nótese que se destacan de forma repetida actores como nodo negro (IDCT) y como nodo cuadrado (IDCT), de acuerdo con su rol de proponente de proyecto o como participante en el proyecto de otro.

Este mismo análisis de redes muestra que existe poca coordinación interinstitucional, lo cual dificulta la planeación y la gestión del patrimonio como un elemento estructural del desarrollo de la ciudad, en lugar de constituirse en un sector más de la planeación.

EL LUGAR-PATRIMONIO ENTENDIDO DESDE LAS REDES SOCIALES

El patrimonio es practicado y representado por los sujetos en relación con los objetos del patrimonio en un espacio-tiempo específico y organizado en redes sociales y socioespaciales que representan dinámicas delimitadas en el tiempo. sujetos que son hombres y mujeres, y, por consiguiente, sus diferentes roles y posiciones en contextos socioculturales específicos se construyen en forma distinta y con contenidos significativos particulares. Pero también hay construcciones de significados que son difusas y fluidas en los espacios locales, y, por lo tanto, también son compartidas por mujeres y hombres. Por último, también hay valoraciones remotas o difundidas por los medios masivos, como ideologías de centros culturales exógenos al local o los valores de las élites locales, difundidas por vía mediática; o bien, ideas alternativas como el ambientalismo y el ecologismo, que también cumplen un papel en la construcción de significados de los habitantes locales de los estudios de caso, que influyen en la resignificación de los lugares y en las emergencias de nuevas prácticas e interpretaciones de los lugares.

A través de los resultados de una encuesta entre los habitantes de los lugares-patrimonio y grupos de discusión se acercó a un entendimiento de las redes sociales y socioespaciales de las representaciones y prácticas, teniendo en cuenta (i) las tensiones entre valoración y uso del patrimonio por parte de los habitantes diferenciados por género, cercanía y saberes; (II) las formas de construir las identidades con el lugar hacia afuera y hacia adentro; (III) las formas de proyectar el lugar en propuestas de gestión local, y su relación con un patrimonio más ampliado en el contexto de la ciudad y en relación con el patrimonio declarado en el marco político-jurídico (Van Der Hammen y Palacio, 2006).

VALORACIÓN Y USO DEL PATRIMONIO

En cuanto a la primera dimensión, encontramos una importante heterogeneidad de desarrollos locales en torno a la valoración y usos del patrimonio10. Para el humedal de Córdoba, los lugares considerados importantes coinciden con aquellos que están involucrados en las prácticas cotidianas de los habitantes. Podríamos decir que aquí existe una identificación entre lo valorado –y, por lo tanto, sujeto a ser patrimonio– y lo apropiado en el uso cotidiano. El discurso sobre los valores patrimoniales de este lugar es apenas emergente, y, por lo tanto, esos valores no han sido incorporados de manera generalizada por los habitantes. Por ello, la valoración se presenta a través de las prácticas. Algo distinto ocurre con los habitantes del centro histórico, para quienes no coincide completamente lo valorado o patrimonial con los espacios incorporados en las prácticas cotidianas. El valor simbólico puede llegar a desligarse del valor de uso. En el centro histórico se ha consolidado una serie de discursos generalizados apropiados por los habitantes, y, por lo tanto, su valoración no necesariamente pasa por un proceso valorativo a través de las prácticas cotidianas.

La exploración de las representaciones y valoraciones de los habitantes de lugares considerados de valor patrimonial ha arrojado una serie de observaciones interesantes. En primer término, se puede decir que en cada lugar hay una serie de elementos emblemáticos sobre los que existe un consenso respecto a su valor patrimonial. En el centro, estos elementos son la Plaza de Bolívar, el cerro de Monserrate y el Museo Nacional. En la zona del humedal, son el humedal mismo y los parques. Junto con estos elementos emblemáticos, los habitantes de los dos sectores diferencian y valoran una gran cantidad de elementos; en el centro se valoraron 380 elementos, y en la zona del humedal, unos 110, lo que muestra un dominio del lugar y las múltiples formas que existen para relacionarse con él.

La centralidad de estos lugares a partir de la valoración y uso por parte de los habitantes muestra una red de lugares coincidentes para el caso del humedal de Córdoba, pero no así para el caso del centro histórico. En este último observamos la consolidación de dos subgrupos fuertes en la red, a partir de dos formas de vivir el lugar. Una desde la perspectiva de una subred de espacios públicos, y en la otra, una suerte de subred de espacios culturales (ver la gráfica 2).

El tamaño de los nodos (lugares) se establece de acuerdo con el grado nodal (número de residentes que lo visitan), y el espesor de las líneas lo marca la fortaleza del vínculo, dado en este caso por la frecuencia y continuidad de las prácticas en el lugar por parte de los residentes.

Cada lugar-patrimonio posee unas funciones distintas. El centro se ha configurado a partir de una variedad de funciones político-administrativas, comerciales, religiosas, culturales, turísticas, residenciales, mientras que en la zona del humedal de Córdoba predominan las funciones residencial y comercial. Se puede afirmar que la función de centro político-administrativo no parece tener hoy un peso muy importante para los habitantes del centro histórico, al igual que lo comercial se valora en cuanto práctica social pero no a partir de su valor simbólico. Por el contrario, en la zona del humedal de Córdoba la función comercial tiene un peso importante en la valoración simbólica y de uso de sus habitantes.

Un aspecto que llama mucho la atención es que la religión y las iglesias no aparecen en las distintas expresiones de valoración del patrimonio; sin duda, un reflejo de la secularización de la sociedad. Es cierto que en el centro existen muchas iglesias importantes, pero ninguna de ellas es percibida tan importante como para que exista un consenso sobre su centralidad en la valoración. Por ejemplo, la catedral Primada, en ese sentido, parece casi ausente en la valoración de los habitantes del centro. Aun como conjunto, las iglesias ocupan un lugar muy modesto en la valoración, después de los museos, las plazas y parques, y los teatros. En la zona del humedal, el número de iglesias es mucho más bajo: los habitantes nombran siete iglesias. Aquí tampoco aparecen las iglesias entre los elementos más valorados por los habitantes; ellas aparecen después del humedal, los parques, los centros comerciales, y hasta después de elementos como el Colegio Agustiniano o los clubes sociales ubicados en esta zona, sitios restringidos en su acceso directo para la mayoría de los habitantes.

La revisión de los datos no muestra diferencias marcadas entre hombres y mujeres en cuanto a los lugares más valorados de la ciudad. En ese sentido, se puede señalar que los espacios y prácticas más valorados son compartidos por hombres y mujeres. Algunos pocos elementos sí aparecen valorados exclusivamente por uno de los géneros (ver la gráfica 3 ). En esta perspectiva, se puede nombrar un comercio más masculino: los almacenes de 'eléctricos', los cines rojos, los concesionarios de automóviles, los bares y billares, así como casinos; o un comercio más femenino, como los almacenes de hilos y botones. En ninguno de los casos se trata de una valoración generalizada.

Sin embargo, es notoria la mayor sensibilidad de las mujeres frente a los elementos naturales, como cerros, humedal y parques, cuestión que aparece en todas las dimensiones del patrimonio que se exploraron. Esta sensibilidad se expresa además en la alta valoración que ellas confieren a los seres vivos que se encuentran en esos espacios, especialmente en el humedal de Córdoba (ver la gráfica 4 ). Los hombres, a su vez, muestran una mayor sensibilidad frente a los elementos arquitectónicos.

También se observó una diferencia de género en el proceso de abordar el entorno. Por lo general, el conjunto de las mujeres nombra una variedad mayor de elementos. En los grupos focales fue notoria la diferencia de género en la manera de acercarse al entorno. Los hombres tienden a enfatizar elementos individuales, mientras que ellas muestran una tendencia a pensar el entorno en términos globales, y generan con facilidad una zonificación. Si bien se detectó una secularización del patrimonio, son las mujeres quienes muestran mayor valoración respecto a las iglesias.

La distancia de la vivienda a los elementos considerados patrimonio tiene implicaciones para la valoración que se hace de estos elementos. En especial, en el humedal de Córdoba se observa una clara relación entre la valoración y la preeminencia que ocupa en las prácticas cotidianas de los habitantes y su distancia respecto a él. Hay una serie de lugares cercanos a la residencia que valoran mucho los que habitan cerca, como ciertos parques o iglesias, que tal vez se pueden considerar patrimonio barrial, antes que de la zona. Pareciera que, en general, se puede decir que, a menor distancia, mayor el vínculo que se establece con el lugar.

En el centro se detectó esta misma relación entre distancia de los lugares a la vivienda y su valoración, en especial en las actividades cotidianas, aunque menos marcada entre el uso que hacen los habitantes de la zona definida como céntrica y aquellos lugares ubicados en la zona periférica.

CONSTRUCCIÓN DE IDENTIDADES A PARTIR DEL LUGAR

Las identidades son relacionales, esto es, se producen a través de la marcación y la diferencia, entre identidad y alteridad, entre mismidad y otredad. Por lo tanto, en cuanto a la segunda dimensión de este estudio –los procesos de construcción de las identidades–, se observa coincidencia en torno a algunos elementos emblemáticos de cada lugar-patrimonio que muchas veces coinciden entre "lo de mostrar" y "lo de enseñar a las futuras generaciones", con algunas diferencias entre los elementos patrimoniales seleccionados para estos fines11. En este proceso, el capital cultural se diversifica sosteniéndose en distintas prácticas como el turismo y la educación, mostrando distintos valores. En las prácticas de 'mostrar' y 'enseñar' los habitantes manifiestan cómo está construida su identidad con el lugar a través de una red de elementos particulares, que dan cuenta del contenido significativo que representa para ellos.

En el centro, el elemento más valorado es el Museo Nacional, un lugar que se percibe como importante porque ahí se conserva la historia, la 'grandeza' de la Nación. Otro lugar considerado importante es la Biblioteca Luís ángel Arango, sitio en donde se conserva el patrimonio documental. A la hora de mostrar el centro a un extranjero, no se piensa en llevarlo a un lugar como la biblioteca sino que se buscan elementos que pudieran impresionar, como el cerro de Monserrate, un lugar imponente desde donde se puede observar una imagen global de la inmensa ciudad. El Capitolio es el Siguiente elemento a mostrar, tal vez por su monumentalidad y como expresión del poder político, al igual que el Museo del Oro, lugar donde se conservan riquezas de la Nación. A la hora de enseñar el centro a los hijos, aparece en primer lugar el Museo del Oro, donde se expone la riqueza en oro, se ilustra sobre el desarrollo cultural de las culturas precolombinas, y, por lo tanto, pareciera percibirse el pasado indígena como el fundamento de la identidad cultural.

Finalmente, la Plaza de Bolívar es el lugar más frecuentado. El sitio es percibido como el corazón de la ciudad y aun de la Nación, de movimientos importantes, con la presencia del Capitolio, el Palacio de Nariño y la Catedral. Pareciera el lugar pensado para pasar el rato, para tomarse una foto y alimentar a las palomas con maíz, o simplemente para ver pasar personajes de la vida pública.

Algo distinto ocurre en el estudio de caso en el norte de la ciudad, en donde las distintas indagaciones llevaron a señalar al humedal y los parques como los lugares más importantes, tanto desde la perspectiva de lo que se mostraría a un visitante como de enseñar a las nuevas generaciones. Resulta, además, ser el lugar señalado más importante en las prácticas cotidianas, un sitio para caminar, hacer deporte, o simplemente para contemplar. Algunos elementos, como el Colegio Agustiniano, se consideran importantes, pues sirven de punto de orientación, pero no desde la perspectiva de un visitante, o para enseñar a un hijo. El valor arquitectónico del barrio Niza sur se aprecia en especial para mostrar a un visitante. Es un patrimonio que no se valora en cuanto a ofrecer una referencia a las nuevas generaciones.

PATRIMONIO VIVIDO Y PATRIMONIO DECLARADO

Respecto a la tercera dimensión de este análisis sobre la gestión del patrimonio y su localización en un contexto ampliado como es la ciudad, y en un marco normativo como es el POT, alcanzamos algunos resultados interesantes en cuanto a la emergencia de un interés local12. Aquellos habitantes que están vinculados con el tema del patrimonio o con su defensa han construido un saber más detallado y una preocupación más central hacia su conservación y formas de apropiación por parte de los habitantes. Esto refleja la construcción de un sentido del lugar. En ambos casos, los habitantes menos formados en los temas del patrimonio muestran mayor preocupación por otros aspectos, como la seguridad, y el lugar visto primordialmente desde su función como sitio de residencia.

Es claro que, en los dos casos, hay iniciativas concretas por parte de los habitantes con disposición a participar en espacios y escenarios donde se les permita expresar sus opiniones y posiciones. Dichas opiniones, además, están construidas a partir de un conocimiento que tiene un nivel de especialidad, tanto por la experiencia como por el desarrollo de intereses específicos. Los habitantes son fluidos en los procesos de revalorar el patrimonio, como sujetos individuales que están vinculados a distintas redes intersubjetivas, y a la vez son nodos de recepción de valores colectivos. De esta manera, incorporan aspectos locales y emergentes, como las nuevas bibliotecas y espacios públicos; valoran el saber y los oficios de las personas como patrimonio, se apropian de la naturaleza como un bien común con valor patrimonial, e incluso llegan a hablar del patrimonio vivo.

Desde cualquier lugar de la ciudad, el centro histórico y sus cerros aledaños ocupan un lugar central en la patrimonialización. También se ha visto que hay una serie de elementos de reciente aparición en el paisaje de la ciudad, como el Parque Simón Bolívar o la Biblioteca Virgilio Barco, que se consideran patrimonio tanto por parte de los habitantes del centro como del norte de la ciudad. sin duda, los medios han contribuido a acelerar el proceso mediante el cual los elementos urbanos se van patrimonializando. Otros elementos emergentes, como el barrio Niza sur, no son reconocidos de manera generalizada por sus habitantes como elementos patrimoniales, y menos aún por los del centro. En el caso de los humedales, hay una valoración positiva en el nivel local que no es compartida con los habitantes del centro, y, a su vez, los habitantes de la zona de Córdoba no confieren un valor patrimonial a los otros humedales de la ciudad.

La coincidencia entre lo que los habitantes reconocen y la definición de bienes patrimoniales en el POT es aproximadamente de un 50%. Las mujeres tienden por lo general a coincidir un poco más con la valoración oficial. En el humedal, esta coincidencia aumenta cuando se piensa la ciudad más allá del entorno inmediato. En cambio, en el centro esta coincidencia disminuye si se piensa en el resto de la ciudad. El peso menor de los elementos declarados patrimonio se da en la valoración desde su importancia para las actividades cotidianas, y va aumentando en la medida en que se piensa el lugar como un sitio para mostrar a un extranjero (en la expresión monumental) o para enseñar a un hijo (en la expresión del patrimonio como acervo).

Los habitantes, por lo general, prefieren las acciones de conservación, restauración y recuperación, no sólo de los aspectos construidos, sino también de las prácticas. En el caso del humedal de Córdoba, existe un claro consenso sobre la necesidad de conservar el humedal, y los habitantes están de acuerdo en que no desean la construcción de nuevos centros comerciales en su entorno, que prefieren mantener su vocación como área residencial. Después, hay una serie de acciones en las cuales la población no muestra un acuerdo, como en el tema de la ampliación de la malla vial, los procesos de urbanización o la construcción de ciclorrutas.

En cuanto a la gestión del patrimonio, las mujeres proponen acciones directas con los pobladores haciendo énfasis sobre la educación y la concertación; mientras que los hombres enfatizan el cumplimiento de las normas, la necesidad de informar y la acción institucional. En el centro, a pesar del consenso generalizado entre sus habitantes sobre las reformas, las propuestas de renovación y modernización aún no son claramente aceptadas por todos. Sin embargo, hay mayor aceptación sobre temas como la recuperación de los cerros para la ciudad, aumento de la oferta educativa y la peatonalización. Alrededor de la conservación del patrimonio natural los habitantes muestran un mayor acuerdo, mientras que en las intervenciones urbanas hay mayores disensos.

CLAVES DE LA MEMORIA COTIDIANA EN EL LUGAR-PATRIMONIO

En un contexto posmoderno que reconoce la diversidad y la presencia de múltiples identidades y lecturas sobre una realidad, es necesario enfrentar el patrimonio de otra manera, haciendo visibles otras lecturas en las que aparece un patrimonio ya no 'congelado, estático, conservado y guardado', sino que se va renovando, 'según fluye la vida'.

De acuerdo con esta visión, el patrimonio puede ser un conjunto de claves de la historia que se reviven, se les confieren nuevos sentidos y se resignifican en el presente. Cada individuo o sujeto construye una relación particular con elementos y prácticas que considera importantes para su identidad y que, por lo tanto, de alguna manera desearía conservar. Estos elementos y prácticas pueden ser muy personales, pero también pueden ser compartidos y construidos a través de las prácticas colectivas. Es entonces cuando estas claves tienen un papel en la conformación y reafirmación de identidades colectivas en el lugar.

A través de los testimonios de quienes han vivido o viven estos lugares en Bogotá, se puede dar cuenta de la memoria del lugar al que confieren valor y sentido, y que, en últimas, son los que sustentan el patrimonio13. Es más, los mismos testimonios se constituyen en patrimonio, hacen parte de la dimensión intangible de todo patrimonio (Van Der Hammen, 2006).

El recorrido por las aproximaciones sobre patrimonio cultural y natural, así como el repaso por la cotidianidad y las vivencias de los pobladores, muestran cómo el lugar-patrimonio se revive y se le confiere sentido a partir de su resignificación desde un presente. Los sentidos y significados se transforman y ajustan en el tiempo.

El recorrido por la cotidianidad y las vivencias de La Candelaria muestra cómo se ha dado el proceso de transformación física, acompañada de sus implicaciones sociales. Se evidencia con claridad un cambio fundamental de vida de pueblo con su arquitectura y sus ritmos de vida, y cotidianidad en general, pasando a un proceso de modernización con evidentes impactos sobre el centro histórico, sobre el barrio y sobre las relaciones establecidas desde la vivencia o la cotidianidad de sus pobladores o sus antiguos pobladores.

Tal vez la clave histórica que se mantiene es el deseo de vivir La Candelaria como pueblo.

    Lo que duele es que se pierdan las buenas costumbres, la socialización del "septimazo", el "paseo de olla" a los cerros, el saludo al artesano vecino, los tertuliaderos y los lugares tranquilos para el encuentro de los pueblerinos, así como la charla en la plaza de mercado, junto con todos los olores y los sonidos que acompañan esta vida. (Testimonio de un habitante [Van Der Hammen, 2006])

Pero se ha venido dando paso a un proceso de reconfiguración urbana, en donde se mantienen elementos fundamentales de la arquitectura de La Candelaria, como sus fachadas, techos y balcones y algunas calles empedradas, y un proceso de conservación y embellecimiento, que se concibe desde los pobladores como un afán por mostrar una imagen, pero sin considerar que son ante todo espacios usados por sus habitantes.

Mientras los cambios de uso aparecen por doquier, favoreciendo lo institucional, se quedan las casas sin habitantes, y el lugar sin quién comprar en las tiendas o plazas, y las iglesias sin bautismos ni matrimonios. Con esto se está manejando un patrimonio de cascarón, que sólo alcanza a evocar en el visitante algo de la historia del lugar, pero no a promover las vivencias de los pobladores.

El manejo del patrimonio de fachada ha llevado a un proceso de 'museificación' del lugar, en juego con el auge del turismo, que abre camino a otras posibilidades, puesto que aquellos oficios asociados a una vida de pueblo, como sucede con los artesanos en el centro histórico, se han convertido, junto con las presentaciones de eventos rituales como la Fiesta de Reyes, en elementos típicos y folclóricos dignos de ser admirados y fotografiados.

En los cerros aledaños al centro histórico la clave parece ser una relación continua entre lo rural y lo urbano, una convivencia y prestación de servicios de todo tipo, que se ha establecido a través de sus pobladores. Servicios que, de acuerdo con los testimonios de los pobladores de los cerros y La Candelaria, hacen parte de su patrimonio, pero que se encuentran amenazados por las medidas de patrimonialización de sólo uno de estos servicios, el de suplir agua, que tiende a desplazar y a prohibir otros usos.

En este sentido, el patrimonio tiene algo de caprichoso: lo que para unos es valioso y digno de conservar o preservar, para otros se constituye en obstáculo, en especial para el desarrollo. Lo que para unos es vivido y debe ser vivido, para otros es sólo un objeto observable desde una estética externa.

La patrimonialización se inicia ante la amenaza de desaparición. Las leyendas de La Candelaria se registran cuando ya nadie las cuenta en los corredores de una escuela o escondido en un patio. Las iglesias se restauran cuando se están quedando sin parroquianos. se arreglan las plazas de mercado cuando ya no quedan compradores. De la misma manera, los cerros se protegen cuando la mayoría de sus quebradas ha desaparecido, y los humedales se rescatan cuando en su gran mayoría han desaparecido ante el avance del desarrollo urbano.

El patrimonio es un fenómeno paradójico y altamente cambiante; algunos procesos de patrimonialización se inician desde la institucionalidad, como es el caso del centro histórico o los cerros orientales. Otros construyen patrimonio desde una visión cotidiana y colectiva, como en el caso del humedal de Córdoba, que ha pasado de ser considerado una chucua o lodazal que le quitaba valor para un uso rural, a un caño maloliente, resultado de la urbanización acelerada, y que luego se convertiría en patrimonio natural, con una amplia valoración social, por la biodiversidad y los servicios ambientales y escénicos.

La zona del humedal de Córdoba vive una ruptura con un pasado rural cuando allí se construye el barrio Niza, que en su historia de desarrollo tuvo su momento en que se vivió de manera aislada, en donde las relaciones entre vecinos tejieron una comunidad que compartía vivencias similares y un sentido de pertenencia. Los procesos de arraigo y sentido de pertenencia fundamentados sobre las vivencias son la base para la construcción de valores patrimoniales, así como para las acciones de recuperación y protección.

No considerar a los pobladores, con sus vivencias y valoraciones, lleva a fomentar un patrimonio 'cascarón', frágil como el huevo, ya que se puede romper con facilidad al no tener 'dolientes' que desde su cotidianidad estén dispuestos a vivirlo para protegerlo. En este sentido, el patrimonio natural y cultural no muestra diferencia alguna. su valoración en ambos casos es social y se inicia desde las vivencias que tejen relaciones entre pobladores y lugares.

El patrimonio se va definiendo entre un 'nosotros', los pobladores, y unos 'otros', agentes expertos o institucionales. En algunos casos, como en el centro histórico de Bogotá, los habitantes pueden sentir que unos otros, expertos, representantes del gobierno, artistas y hasta turistas, se van apropiando de 'su' patrimonio, sobre el que van perdiendo dominio. En otros casos, estos pobladores asumen –y se apropian de– un discurso que proviene de unos otros, expertos, para convertirlo en un patrimonio vivido sobre el que se busca mantener activamente un dominio.


CONCLUSIÓN

La antropología del espacio tiene mucho que aportar a la forma de entender el patrimonio como vivencia, como construcción social, y desde el sentido que le confieren los mismos habitantes de los lugares. Igualmente, es importante que este acercamiento se enriquezca con aportes metodológicos más cuantitativos, desarrollados primordialmente por otras ciencias sociales, como el análisis de redes sociales.

Parece que la apreciación del patrimonio como una construcción social ha cuestionado la manera tradicional de identificarlo, declararlo y gestionarlo. Esto ha abierto posibilidades nuevas para la participación ciudadana, pero esta por ahora se queda en el nivel del discurso y no alcanza a generar prácticas efectivas para esta participación. La construcción colectiva del patrimonio entre las organizaciones gubernamentales y no gubernamentales y los ciudadanos-habitantes de estos lugares no es aún un diálogo explícito y abierto.

En efecto, si bien se ha pensado en una descentralización y territorialización de la gestión del patrimonio, este, en la práctica, se gestiona de manera fragmentada, disociando lo natural de lo cultural, lo tangible de lo intangible, mientras que para los habitantes estas dualidades conforman una unidad no separable. Además, puede haber diferencias claras de un sector a otro de la ciudad: vimos que los habitantes del centro sienten la patrimonialización como una desapropiación territorial, y los del humedal, como una posibilidad de apropiación.

Para concluir, adherimos a las afirmaciones de García Canclini en cuanto al patrimonio cultural. En este estudio se muestra que el patrimonio conserva una articulación importante con los discursos hegemónicos, que tienen un papel relevante en la valoración por parte de los habitantes de sus lugares-patrimonio. En algunos casos, como en el centro histórico, este discurso se siente como una amenaza, como una forma de desapropiación de su lugar; en otros, estos discursos pueden ser tomados como un elemento importante de resistencia a las transformaciones urbanas, como es el caso en el humedal de Córdoba, y se constituyen en una poderosa herramienta de apropiación del lugar. Podemos ver que emergen discursos nuevos que están estrechamente relacionados con las prácticas cotidianas y sus dinámicas locales: se usa, luego se valora. Estos discursos emergentes están relacionados principalmente con los elementos naturales del entorno, para los cuales hay un alto consenso entre los habitantes respecto a su valor simbólico y de uso, y, por lo tanto, también en las propuestas de gestión local. Esto sugiere que el patrimonio natural es una categoría que permitiría el desarrollo de procesos participativos de gestión de los lugares-patrimonio como un elemento catalizador de intereses comunes, donde las mujeres podrían desempeñar un papel central, puesto que ellas son quienes han incorporado y movilizado con mayor fuerza este discurso.


Comentarios

1. Este texto se desarrolla a partir de algunos resultados de una investigación financiada por Colciencias y la UEC, realizada entre 2004 y 2006, y en la cual participaron otros colegas del mismo grupo: Adriana Parias, Leonardo Garavito, Jeffer Chaparro y Claudia P. Rodríguez. Una publicación presenta la mayor parte de estos resultados (Parias y Palacio, 2006). De una manera u otra, todos contribuyeron a la posible elaboración de este texto.

2. Proceso al que se le ha llamado 'patrimonialización'.

3. Como un conjunto de bienes propiedad de la nación, que aparecen como una colección arbitraria de elementos aislados, que incluyen desde trofeos de las luchas de independencia, monumentos, conjuntos arquitectónicos, parques, obras de arte, festivales, hasta la diversidad lingüística y biológica (Garavito, 2006: 240).

4. Esta ley es posterior a la investigación aquí presentada y, por lo tanto, no profundizaremos en ella.

5. Nos referimos aquí a un corpus constituido por siete guías turísticas sobre Bogotá y nueve retratos en los cuales domina lo iconográfico.

6. Artículo 313 de la Constitución.

7. No se tiene en cuenta aquí la nueva ley de cultura, muy recientemente adoptada.

8. CAB, Convenio Andrés bello; CAR, Corporación autónoma regional de Cundinamarca; DAMA, departamento administrativo de Medio ambiente; DAPD, departamento administrativo de Planeación distrital; EAAB ESP, empresa de acueducto y alcantarillado de Bogotá; IDCT, instituto distrital de Cultura y Turismo; MAVDT, Ministerio de Medio ambiente, vivienda y desarrollo Territorial; RHSB, red de Humedales de la sabana de Bogotá; JAC, junta de acción Comunal barrio Niza sur; Concejo de Bta., Concejo de Bogotá

9. Esta gráfica fue construida a partir de entrevistas con un núcleo de instituciones relevantes para la definición y gestión del patrimonio natural y cultural, a fin de detectar su coparticipación en proyectos relacionados con este patrimonio.

10. La encuesta de la investigación incluyó preguntas acerca de los lugares más importantes y acerca del uso de los lugares, que luego fueron analizados según sexo y lugar de residencia en la periferia o en la zona central.

11. En la encuesta se indagó sobre aquellos lugares que mostrarían a un extranjero y aquellos que enseñarían a un hijo, mientras que en los grupos focales a los participantes se les pidió elaborar una guía turística y una cartilla educativa del lugar.

12. En la encuesta se preguntó acerca de cambios urbanísticos proyectados sobre los lugares, y en los grupos focales se pidió a los asistentes elaborar un plan de gestión para el lugar.

13. En la investigación se construyeron historias de vida de mujeres y hombres de distintas generaciones que vivieron o viven en estos lugares.


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