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Antipoda. Revista de Antropología y Arqueología

versión impresa ISSN 1900-5407

Antipod. Rev. Antropol. Arqueol.  n.11 Bogotá jul./dic. 2010

 

LOS VÍNCULOS CIENTÍFICOS DE GERARDO REICHEL-DOLMATOFF CON LOS ANTROPÓLOGOS AMERICANISTAS FRANCESES (PAUL RIVET, CLAU DE LÉV I-STRAUSS)

Christine Laurière
christine.lauriere@wanadoo.fr
Investigadora asociada, Lahic (París)


RESUMEN

A partir de archivos inéditos, de correspondencia entre esos tres antropólogos que tuvieron una gran influencia sobre el desarrollo de los estudios americanistas y la antropología, se tratará en este artículo de presentar algunos elementos de conocimiento para la historia de la antropología Colombiana. Esto nos ayudará a entender mejor las repercusiones que tuvo la presencia de paul Rivet en Bogotá durante dos años. aunque fuera de Colombia desde de 1943, Rivet siguió siendo un punto de referencia para Reichel, que mantuvo el contacto con él hasta la muerte de Rivet, en 1958. seguimos así el desarrollo del pensamiento de Reichel en su primer período. Rivet fue asimismo el guión, el puente entre Reichel y Claude Lévi-Strauss cuando se pusieron realmente en contacto, en la década de 1960. El intercambio entre los dos dio paso a la venida de algunos antropólogos franceses cercanos de Lévi-Strauss que eligieron terrenos etnográficos Colombianos.

PALABRAS CLAVE:
historia de la antropología, historia del americanismo, Colombia, Gerardo Reichel-Dolmatoff, paul Rivet, Claude Lévi-Strauss.


THE SCIENTIFIC LINKS OF GERARDO REICHEL-DOLMATOFF WITH FRENCH AMERICANIST ANTHROPOLOGISTS (PAUL RIVET, CLAUDE LEVI-STRAUSS)

ABSTRACT

This paper explores the relationship between these three anthropologists who had a great infuence on the development of americanist studies and anthropology, with a focus on unpublished archival material that will bring some new data for the history of Colombian anthropology. This will help us to understand better the consequences of Rivet's two-year presence in Colombia. once he left bogota in 1943 and until Rivet's death in 1958, Reichel kept a special relationship with him. With their correspondence it is easier to follow the evolution of Reichel's ideas in their frst period. Rivet was the link between Reichel and Lévi-Strauss when they really got in touch in the 1960's, since Lévi-Strauss knew Reichel's frst ethnographic researches in the late 1940's thanks to Rivet. their mutual acquaintance was decisive for the coming of a few French ethnographers close to Lévi-Strauss that chose Colombian feldworks.

KEYWORDS :
History of anthropology, history of americanism, Colombia, Gerardo Reichel-Dolmatoff, paul Rivet, Claude Lévi-Strauss.


OS VÍNCULOS CIENTÍFICOS DE GERARDO REICHEL-DOLMATOFF COM OS ANTROPÓLOGOS AMERICANISTAS FRANCESES (PAUL RIVET, CLAUDE LÉVI-STRAUSS)

RESUMO

A partir de arquivos inéditos, de correspondência entre esses três antropólogos que tiveram uma grande infuência sobre o desenvolvimento dos estudos americanistas e da antropologia, este artigo tratará de apresentar alguns elementos de conhecimento para a história da antropologia Colombiana. isso nos ajudará a entender melhor as repercussões que teve a presença de paul Rivet em Bogotá durante dois anos. Embora fosse da colômbia desde 1943, Rivet continuou sendo ponto de referência para Reichel, que manteve o contato com ele até a morte de Rivet, em 1958. continuamos, assim, o desenvolvimento do pensamento de Reichel em seu primeiro período. ainda assim, Rivet foi o guia, a ponte entre Reichel e Claude Lévi-Strauss quando entraram realmente em contato, na década de 1960. o intercâmbio entre os dois deu passagem à vinda de alguns antropólogos franceses próximos a Lévi-Strauss, que elegeram terrenos etnógrafos Colombianos.

PALAVRAS-CHAVE:
História da antropologia, história do americanismo, colômbia, gerardo Reichel-Dolmatoff, paul Rivet, Claude Lévi-Strauss.

FECHA DE RECEPCIÓN: JULIO DE 2010 | FECHA DE ACEPTACIÓN: OCTUBRE DE 2010


A partir de archivos inéditos, de correspondencia entre esos tres antropólogos que tuvieron una gran influencia sobre el desarrollo de los estudios americanistas y la antropología, se tratará en este artículo de presentar algunos elementos de conocimiento para la historia de la antropología Colombiana1. Esto nos ayudará a entender mejor las repercusiones que tuvo la presencia de Paul Rivet en Bogotá durante dos años. Aunque fuera de Colombia desde de 1943, Rivet siguió siendo un punto de referencia para Reichel, que mantuvo el contacto con él hasta la muerte de Rivet, en 1958. Rivet fue asimismo el guión, el puente entre Reichel y Claude Lévi-Strauss cuando se pusieron realmente en contacto, en la década de 1960. El intercambio entre los dos dio paso a la venida de algunos antropólogos franceses cercanos de Lévi-Strauss que eligieron terrenos etnográficos Colombianos.

Es probable que los antropólogos y estudiantes de antropología Colombianos conozcan mejor la figura de Rivet, pues fundó el Instituto Etnológico Nacional en 1941 y formó la primera generación de antropólogos profesionales Colombianos. Hasta muy recientemente no fue el caso en Francia. Si no desapareció totalmente de la historia de su disciplina en Francia, se debe a su papel, al lado de Marcel Mauss, como piedra fundacional de la etnología francesa, tal como se constituyó en los años 1910-1940. Sin embargo, fue un personaje esencial de la institucionalización de la etnología, a través de sus responsabilidades como director fundador del Museo del Hombre de París, profesor de Antropología en el Museo Nacional de Historia Natural y cosecretario general del Instituto de Etnología de la Universidad de la Sorbona. Pudo influir fuertemente entonces en la definición misma de la antropología francesa. Sin embargo, han quedado en el olvido la riqueza y la complejidad de su recorrido en cuanto etnólogo, su figura de abanderado del americanismo francés, particularmente reconocido en América Latina. Y ni siquiera se le recuerda como la figura emblemática del intelectual comprometido, activamente implicado en las luchas políticas contra el fascismo, el racismo y el nazismo, defensor del respeto, la dignidad y la solidaridad humanos (Laurière, 2008: 481-623). Se lanzó a ciegas a sus compromisos políticos, que no pudieron entenderse sin referirse a su pensamiento antropológico. Paul Rivet estuvo lejos de considerarse un sabio en su "torre de marfl", temeroso de involucrarse en los asuntos de su ciudad y de su tiempo. Creía sinceramente que los científicos deberían ser las puntas de lanza de la sociedad, que tienen una responsabilidad con sus conciudadanos.

De hecho, su encuentro con los indios durante su misión en Ecuador, al principio del siglo XX (1901-1906), había modificado radicalmente su concepción de la alteridad y cambió totalmente su vida, pues abandonó su primera profesión de médico militar y se tornó antropólogo. Se apasionó por los indios y se esforzó en revalorizar su imagen y combatir los estereotipos sobre las sociedades que entonces se llamaban primitivas. Se desprendió de la antropometría y de la antropología física, que dominaron las ciencias antropológicas, y se interesó cada vez más por la lingüística, la cultura material y la tecnología indígenas. Pensó haber encontrado en el método de los parentescos lingüísticos la manera de reconstituir la historia del poblamiento americano sin documentos escritos, mediante el estudio de situaciones probadas de contacto, de intercambio. Elaboró la teoría de un poblamiento tripartita del continente americano, con migraciones sucesivas procedentes de Australia, de Melanesia y de Asia, teoría que fue muy discutida y combatida por los antropólogos estadounidenses (Hrdlička, 1935; Laming-Emperaire, 1980; Laurière, 2008: 247-261). En el mismo movimiento adoptó el enfoque difusionista, el único que consideraba idóneo para profundizar y hacer más compleja la historia de las sociedades no occidentales y para poner en evidencia una idea fuerte que anheló: todas las civilizaciones, sin importar la distancia y el tiempo, se deben algo mutuamente y están ligadas las unas a las otras, siendo el intercambio el que las enriquece y las ayuda a evolucionar. Compartió esa convicción con su amigo Marcel Mauss, ya que los dos rechazaron la creencia en el carácter excepcional del mundo indoeuropeo, que sería el único que habría realizado y personificado la civilización. Se ha recalcado poco esta dimensión esencial del difusionismo, que ha sido muy criticado sin entender lo que era, de manera implícita pero evidente, para sus defensores: se trataba de una rehabilitación de todas las sociedades excluidas, a las que no se reconoció el atributo de "civilizadas".

Es dentro de esta perspectiva difusionista que restaura la complejidad e historicidad de los pueblos despreciados que Rivet se interesó cada vez más por la técnica, la tecnología y el "saber hacer" que manifiestan los amerindios. Llevó a cabo un estudio pormenorizado de la metalurgia precolombina en varias regiones, reconstituyendo su camino hasta sus lugares de origen, siguiendo con un mapa la propagación de sus diferentes técnicas. Procedió a efectuar una revisión radical de sus concepciones sobre la alteridad y la diferencia, precisamente gracias a sus estudios consagrados a la civilización material de los indígenas. Encontró la manera de valorar sus conocimientos empíricos y su saber hacer, mostrando su contribución al patrimonio común de la humanidad. Los sucesos relacionados con la Segunda Guerra Mundial no hicieron más que acrecentar esta determinación de combatir los prejuicios raciales y de volver a situar estas sociedades en el lugar que les corresponde por derecho propio. Su aguda conciencia de la cosa pública y de los deberes del etnólogo con sus conciudadanos lo llevó a desarrollar, para una gran audiencia, la idea de igualdad en la inteligencia, en la habilidad técnica y en el genio creativo presente en todos los hombres, sin distinción del nivel de desarrollo de las sociedades impuesto por los criterios eurocéntricos. Se desprendió de una óptica racial cuando se consideró a los pueblos amerindios. Su proyecto antropológico –es decir, el trazado de las rutas de poblamiento del continente americano– le impuso preocuparse más por las lenguas y la civilización material de las sociedades amerindias. Avanzando así, según las nuevas perspectivas, ya no se trata más una definición negativa que se esboza de esos pueblos (sociedades sin historia, sin escritura, primitivas, hablando lenguajes groseros a imagen de sus hablantes, que dominan tecnologías rudimentarias), sino, por el contrario, de una apreciación más justa, una valorización del legado indígena. Rivet estuvo convencido de que esas sociedades tienen une historia larga, tan larga como la de Occidente; no son simples sino complejas, y esa complejidad requiere de parte del antropólogo que no acuda a un solo factor de explicación –la raza– sino que, por el contrario, recurra a la lingüística, la etnografía, la arqueología. Esta doble convicción (no hay pueblos primitivos, su historia es tan larga como la nuestra) que se forjó Rivet iba a alimentar sus posturas en las esferas pública y política.

Como fundador (en 1938) y director del Museo del Hombre, en París, tuvo la posibilidad de poner en escena, en las salas y las exhibiciones, esta convicción. La etnología es la única ciencia social que dispone de un museo para traducir sus conocimientos, objetivos, conceptos y misiones. Raramente se había insistido tanto sobre las misiones de servicio y de educación pública que debía asumir un museo etnológico. Más aún que los papeles de preservación y conservación, el papel social se afirmó como preponderante, en la medida en que Paul Rivet concebía el museo como "un factor esencial de educación popular". Conservador de la cultura material que abre sobre el universo mental propio de cada sociedad, el museo quería, mediante los objetos allí expuestos, probar la indefectible solidaridad que une a todos los hombres y demostrar las aptitudes técnicas que tienen en común; así, cargado de un valor enorme, cada uno de esos objetos equivale a un peldaño en el ascenso hacia el progreso. Al objeto se le asignaba un "positivismo"; se convirtió en la expresión metonímica de la sociedad que lo produjo, una pieza irrefutable que debía emplearse para poner fin al injusto proceso llevado a cabo contra las sociedades condenadas, erróneamente, por su primitivismo, su arcaísmo, su incapacidad para dominar el ambiente natural que las rodea, su ignorancia de la escritura, etc. Esta definición no escapó de una visión teleológica de la historia, evolucionista por principio, porque el hombre debía tener motivos de esperanza y mirar con confianza hacia el futuro. "Escuela de optimismo", según la fuerte expresión de Paul Rivet, la etnología, gracias a su museo, representaba un contrapunto necesario al materialismo, al poder de lo económico, dominante en la sociedad. Así mismo, el museo constituía un símbolo de la unidad humana en su diversidad.

El Museo del Hombre también era un "museo para el hombre", concebido para la gran masa. Desde este punto de vista, la creación de un Departamento de Tecnología, que encontró su prolongación museográfica en una nueva sala de Artes y Técnicas, constituía una significativa novedad con la que quiso demostrarse la unidad del espíritu humano a través de su común habilidad manual y artística, acorde con su entorno natural. Paul Rivet considera que la sala de arte y de tecnología comparada tuvo un gran valor informativo para el visitante, y desempeñó, por ende, un papel pedagógico fundamental. En una época en la que la maquinaria y la taylorización se imponen en el mundo industrial moderno, esta sala puso de relieve el valor del trabajo manual y la habilidad del artesano, su inteligencia adaptativa. Para un socialista convencido como Paul Rivet, éste fue un argumento de peso: para el hombre del pueblo, para el obrero manual que visitó el museo, observar muestras de las industrias primitivas podía ser una llave de acceso a una apreciación más justa de esas sociedades. Aún más, esto le permitió identificarse y comprender lo que él mismo tuvo en común con esos hombres de otros tiempos y espacios: la técnica, el saber hacer. La consideración de la larga evolución humana y de su lenta emancipación, gracias al progreso técnico, debía llevarnos a entonar un "fabuloso himno de fe y de esperanza" (Rivet, 1954: 84) en honor del trabajo de los seres humanos.

Así las cosas, Rivet no podría concebir una etnología que no estuviera comprometida, que no fuera militante, abierta a una mejor comprensión entre pueblos y naciones. El museo era el medio de propaganda ideal para difundir estas ideas, puesto que se inscribió dentro de los asuntos de la ciudad y pudo intervenir en el orden de las representaciones colectivas. Ya en los años 1930, intentó restaurar la dignidad de las poblaciones primitivas y coloniales, valorar su patrimonio y lograr en los visitantes un mayor aprecio por ellas. Fue también la época del fascismo y del racismo, que instrumentalizaron y desvirtuaron el conocimiento científico, para oprimir y estigmatizar ciertas categorías de personas. Como ciencia del hombre, la etnología debía ser portadora de un discurso alternativo coherente, que se opuso radicalmente a esos excesos. Tras el hundimiento de los valores humanistas en Europa durante la Segunda Guerra Mundial, la etnología –según Rivet– debía devolverle al hombre la confianza y la esperanza, incitarlo al optimismo y a ver más allá de las dificultades y los conflictos del momento. Tenía una responsabilidad cívica, pues encarnó un humanismo nuevo, que tenía el deber de mostrar a la humanidad desgarrada el camino de la reconciliación. En una palabra, el etnólogo debía reencantar la realidad. Paul Rivet estuvo muy lejos del rol impuesto a los científicos desde su concepción weberiana; él entrelazó constantemente los géneros político e intelectual, apoyándose en la autoridad que le dio su saber etnológico para implicarse en el debate político. A la manera de los primeros sociólogos del siglo XIX, a quienes tanto inquietaba la decadencia de una sociedad en la que el advenimiento de la Revolución Industrial transformaba por completo el orden imperante, Paul Rivet quiso volver a estrechar los lazos entre los seres humanos a escala planetaria, luego de los dramas de la Shoah (el Holocausto) y de los cataclismos nucleares de Hiroshima y Nagasaki. Y no existe para él un lugar más apropiado que los museos etnológicos para liderar ese combate en pro de la unidad en la diversidad y del respeto de las diferencias.

Después de la Segunda Guerra Mundial, se implicó mucho en este combate para cambiar las mentalidades demostrando a través de un ejemplo que conoció bien, el de la cultura material, la solidaridad entre todas las civilizaciones. En 1956 escribió que una de las cosas más impresionantes de la historia de las civilizaciones fue esa aptitud para el intercambio entre los pueblos, aunque sus medios técnicos fueran precarios y vivieran lejos los unos de los otros. Elaboró el inventario de la aportación de las culturas amerindias al patrimonio de la humanidad. El etnólogo se hizo historiador y recordó hechos olvidados. Paul Rivet abogó por la escritura de otra historia, una historia que no ha tenido hasta ahora el honor de estar impresa en los libros, que no se focaliza en los hechos relevantes y en la vida de los grandes de este mundo, sino que privilegia, por el contrario, las contribuciones anónimas de los pequeños, de los artesanos de la cotidianidad, de aquellos que mejoran la calidad de vida sin hacer ruido, sin estruendo, pero de manera duradera y eficaz, poniendo los medios para dominar su ambiente natural, adaptarse a él y explotar sus riquezas.

Esta manera de construir la historia resaltó la concepción prometeica sobre la tecnología que animó su defensa: el progreso de uno es el progreso de todos, y hace parte de un patrimonio común. Rivet enumeró algunas de las artes, de las técnicas que los amerindios descubrieron y desarrollaron a un nivel de perfección asombroso: cerámica, metalurgia, tejido, plumajería, escultura, etc. Sus conocimientos del mundo vegetal, la domesticación de la fora con fines alimentarios, medicinales o toxicológicos son excepcionales, y este don fue precioso para la humanidad entera porque revolucionó las condiciones de vida de los europeos y de los africanos.

Esta valorización de las sociedades indias por su tecnicidad y sus conocimientos empíricos del mundo vegetal fue una de las vías seguidas por los etnólogos después de la Segunda Guerra Mundial que comprendieron que tenían una misión pedagógica de vulgarización de su saber y que debían combatir el racismo y los prejuicios culturales. Al crearse, la Unesco devino el organismo de predilección de este combate en el ámbito internacional, y Rivet se involucró mucho en esto. No se pueden contar las conferencias, los proyectos científicos, las iniciativas editoriales a favor de un cambio de mentalidades sobre este tema. El antropólogo Alfred Métraux, cercano a Rivet y director de la sección para el estudio de las cuestiones de las razas de la Unesco, lanzó un proyecto editorial que se llamó "La cuestión racial frente a la ciencia moderna". Fueron publicados en esta colección los famosos Raza y civilización de Michel Leiris, en 1951, y Raza e historia de Claude Lévi-Strauss, en 1952. En el quinto capítulo de su libro Raza e historia, "La Idea del progreso", se encuentra casi en los mismos términos que los de Rivet –y no es una coincidencia–, este deseo de recordar "la contribución de América a las civilizaciones del Viejo Mundo. En primer lugar, la papa, el caucho, el tabaco, la coca (base de la anestesia moderna), que, por varios motivos, constituyen cuatro pilares de la cultura occidental. El maíz y el cacahuete debían revolucionar la economía africana" (Lévi-Strauss, 1987: 39-40). Dicho esto, esta defensa es únicamente el principio de la argumentación. No hay que detenerse en el aspecto material de la civilización y la valorización de un patrimonio común. Claude Lévi-Strauss insiste en el valor y la importancia del diferencial interpretativo que cada sociedad da a un rasgo cultural, un objeto, un ritual de apariencia similar a los vigentes en otra sociedad; Lévi-Strauss hace hincapié sobre el proceso de apropiación particular de cada sociedad. Más que las similitudes, son las diferencias las que son significantes y muestran la riqueza de la humanidad. Rivet va más allá que Lévi-Strauss, y la prolongación política de su reflexión se siente más en estas líneas:

    Si los etnólogos hacen a veces sonreír al manifestar su pesar por la quiebra y paralización de la evolución de las civilizaciones americanas a consecuencia del descubrimiento, tienen sin embargo el derecho y el deber de hacer recordar, a todos los que se han aprovechado tanto de los productos de estas civilizaciones, la parte que corresponde al indio en la economía moderna de los pueblos civilizados. El sentimiento de la gran solidaridad humana necesita más que nunca ser exaltado y fortalecido. Todo hombre debe comprender y saber que, bajo todas las latitudes, bajo todas las longitudes, otros seres, sus hermanos, cualquiera que sea el color de su piel o la forma de sus cabellos, han contribuido a hacer su vida más dulce o más fácil. La ciencia del hombre enseña pues la fraternidad, la justicia y la solidaridad, es también una escuela de optimismo. (Rivet, 1942: 5)

Lo que Rivet afirmaba en el Museo del Hombre, en sus cursos del Instituto de Etnología de París y en sus ponencias, lo aseveró también en el Instituto Etnológico Nacional de Bogotá y frente a la audiencia más amplia de las élites Colombianas, aun cuando en un contexto político e ideológico muy diferente que modificaba radicalmente el sentido de su discurso, que se tornó subversivo y progresista. Colombia era aún en la década de 1940 una tierra indígena que enfrentaba muchos problemas políticos, sociales e ideológicos, en relación con este segmento de su población. Las élites estuvieron atormentadas por un complejo de inferioridad, por la sombra de la Berbería, que socavaría la voluntad de construcción nacional y no dejaría que Colombia se convirtiera en un país civilizado moderno. Las cantinelas sobre la degeneración racial, debido a la maldición del mestizaje y a una fuerte presencia indígena y negra, y el determinismo geográfico de los trópicos para explicar el retraso de Colombia estuvieron en boga y alimentaron un sentimiento profundo de pesimismo y decadencia entre las élites conservadoras, pero también liberales, en una medida menor (Chaves Chamorro, 1986: 51-52). Por eso, el discurso pronunciado por Paul Rivet con motivo de la inauguración del Instituto Etnológico Nacional, "La etnología, ciencia del hombre", señala un momento fundamental en su historia y en el marco más largo de las ciencias sociales: suena como un manifiesto de lo que debe ser la antropología Colombiana, su misión científica, para hacer que la nación acepte y admita su componente indígena sin darle vergüenza (Uribe, 1996; Pineda Camacho, 1998).

La venida de Rivet a Colombia se explica por circunstancias históricas excepcionales y la inteligencia del presidente Eduardo Santos, que supo atraer con el proyecto del Instituto Etnológico Nacional a algunos de los americanistas más eminentes de Europa (Laurière, 2009a: 228-233). Una vez que Eduardo Santos dejó la Presidencia, en 1942, la prioridad absoluta que le daba Rivet a la etnografía de salvamento lo alejó poco a poco de las preocupaciones de los dirigentes políticos, quienes deseaban quedarse en la exaltación de un pasado arqueológico glorioso y de las civilizaciones andinas más desarrolladas, mientras que Rivet elevaba las sociedades vivas de tierras tropicales bajas al rango de ancestros civilizadores y demostraba la calidad e intensidad de los intercambios que unían a las sociedades andinas con las de la selva2. Como le escribió al presidente Santos en 1938: "Pues mientras que los restos arqueológicos son protegidos en el suelo, las civilizaciones y las lenguas indígenas mueren, los tipos humanos se mestizan por la mezcla ineluctable (y necesaria, para el progreso y la formación de nacionalidades) que resulta del contacto entre razas distintas" (Informe de Rivet, en anexo de Laurière, 2009a: 237). Era un discurso difícil de entender para muchos que veían en el indio vivo un ser humano que debía ser reformado, cambiado, mejorado, incluso "folclorizado". Faltó a Rivet un apoyo firme y se agotó en la búsqueda del dinero para organizar las expediciones. Su contrato se acababa en mayo de 1943 y el Ministerio de Educación no hizo nada para que se quedase, como lo permite pensar esta carta de José Socarrás (el director de la Escuela Normal Superior), quien le escribió que fue un gesto de "una torpeza inaudita dejarlo ir"3. Además, como era normal, se hizo sentir una voluntad política de darle la prioridad a una dirección Colombiana y no a una extranjera para decidir y dirigir (Luis Duque Gómez fue el primer director Colombiano del Instituto). Fue Rivet quien dio el impulso y puso en marcha el Instituto, pero no fue su papel quedarse de manera permanente a la cabeza del Instituto Etnológico Nacional. Rivet decidió entonces irse a México, con una nueva misión más amplia de propaganda científica y diplomática en nombre del Comité de la Francia Libre del general De Gaulle. En su correspondencia con José de Recasens, José Francisco Socarrás y Gerardo Reichel-Dolmatof, sus amigos cercanos, todos observaban que los hallazgos arqueológicos se aclamaban, mientras que los hallazgos etnográficos se ignoraban y menospreciaban. Había un conflicto ideológico y político sobre las prioridades científicas que el Instituto debía seguir. Según Rivet, las misiones prioritarias eran la etnografía y la lingüística de salvamento, el estudio y la valoración de las sociedades indígenas vivas de las tierras bajas. Esas misiones no se pusieron al día respecto a las preocupaciones gubernamentales, deseosas de glorificar un prestigioso pasado arqueológico para que se tornase en un pilar de la nacionalidad Colombiana. Se siente muy bien, por ejemplo, en esta carta de Gerardo Rei-chel-Dolmatof del 11 de septiembre de 1944, quien le comentó amargamente: "Es natural que si uno vuelve del terreno con bella cerámica y un sapito de oro se le aclama como gran personaje y se le hace fácilmente un contrato. Pero si uno trae una libreta con lingüística y leyendas y una colección etnográfica que no contiene objetos de valor comercial, entonces el trabajo pasa desapercibido y se cree que el investigador perdió su viaje"4.

Fue a partir de la salida de Rivet en 1943 que la correspondencia entre él y Reichel-Dolmatof empezó realmente; en todo caso, es a partir de esta fecha que podemos documentar más su relación. En el Fondo del archivo Paul Rivet se encuentran veintisiete largas cartas de Reichel a Rivet, entre 1943 y 1955, que prueban la relación muy privilegiada, de confianza, que tenían. Son una fuente de conocimiento muy preciada para comprender mejor el estado de ánimo de Reichel en los primeros años de su carrera, sus condiciones de trabajo sobre el terreno con su mujer Alicia y la evolución de su pensamiento. Con esta correspondencia, tenemos un testimonio inédito sobre la constitución de su primer pensamiento etnológico. Vivimos con él el difícil período de transición de los años 1943 hasta 1946, antes de trasladarse a Santa Marta y de poder trabajar según sus propios criterios y en el terreno, y no en una oficina, cosa que Rei-chel, persona muy autoritaria, odió. En las dificultades personales que surgieron entre Luis Duque y Reichel, dos personalidades y caracteres muy fuertes que no podían convivir bajo el mismo techo, Paul Rivet desempeñó el papel de árbitro, y José de Recasens, el de diplomático, que allanó las tensiones y trató de restablecer relaciones más pacíficas para que las energías de todos no se dispersaran en vano. A través de esta correspondencia, y también de la de Recasens, aprendimos mucho sobre los resultados de las investigaciones etnológicas y arqueológicas de los alumnos del Instituto, y los sucesos relacionados con la vida institucional de la etnología en Colombia. Se constata también que durante los primeros años de la vida del Instituto, Rivet es verdaderamente considerado por todos como su padre, y siguió ejerciendo una autoridad y legitimidad muy fuertes sobre su porvenir.

Cuando Reichel llegó a Bogotá en 1939, tuvo el mismo tipo de experiencia que Rivet: se dio cuenta de que no se hablaba fácilmente de los indios, que se ocultaba su presencia. Reichel lo comentó así décadas después: "Me di cuenta de que mi entusiasmo y admiración europeos por las culturas indígenas no eran compartidos. Las personas con quienes yo hablaba se mostraban primero extrañadas, luego algo incómodas y finalmente cambiaban el tema. Me di cuenta de que este era un tema álgido, al que se trataba de sacar el cuerpo" (Reichel-Dolmatof, 1991: 48). Pudo compartir este entusiasmo con Rivet, que quiso dar a los Colombianos una mejor idea de sus compatriotas indígenas. A Rivet, hombre muy pragmático, no le importaba que Reichel no tuviera una formación antropológica universitaria. Su cultura, su entusiasmo y su voluntad de ir al terreno contaban más que todo. Podemos entonces decir que el encuentro con Rivet en Bogotá fue el catalizador y le permitió concretizar su mayor deseo: hacer etnografía y encontrar a los indios. Sin Rivet, no hubiera sido posible. Además, los dos hombres tuvieron una relación de confianza basada en algunos hechos objetivos y compromisos políticos también, y eso a Rivet le importó mucho. Cuando Reichel se instaló en París en 1937, viniendo de Múnich, siguió los cursos de la Facultad de Letras de la Sorbona y de la Escuela del Louvre, y también, aparentemente, las Instrucciones de etnografía descriptiva de Marcel Mauss, en el Instituto de Etnología, curso dirigido por Rivet y Mauss (Oyuela, 1996: 53). Tal vez tuviera conocimiento de Rivet, pero no se sabe si ya se conocían personalmente; en todo caso, eso facilitó sus contactos en Bogotá. Como Rivet, Reichel participó en un comité parisino de ayuda a los refugiados republicanos españoles. Una vez en Bogotá, Rivet fue el presidente de honor del Comité de la Francia Libre, una delegación del Comité nacional de Londres, fundado por el general De Gaulle, cuya creación fue autorizada por el presidente Santos, en julio de 1941. Al crearse, Rivet pidió de manera imperativa a Reichel que fuera el secretario del Comité, aunque a Reichel no le gustase el trabajo administrativo en una oficina y que su origen austriaco hiciera difíciles sus relaciones con ciertos franceses del Comité5. Obedeció a Rivet por lealtad y se quedó en el Comité durante un año y medio, hasta su salida a Puerto López y la región del alto río Meta para hacer investigaciones etnográficas con los indios guahíbos. Quizás debido a su edad (Reichel tenía casi cuarenta años) y su origen europeo, Rivet encontró en él un interlocutor con el cual era posible llevarse bien y discutir de lo que se debía hacer en Colombia. Al principio, Reichel fue bastante influido por Rivet y se adhirió plenamente a su programa de investigación y a las prioridades que emitió en torno a la etnografía. Tuvieron una relación del tipo maestro/discípulo, de gratitud, que se constata muy bien en su correspondencia. Poco a poco, cuando Reichel ganó experiencia y se puso en contacto con la antropología norteamericana, su pensamiento y sus orientaciones científicas evolucionaron y se emancipó de Rivet, pero hasta su muerte, en 1958, se mantuvo fiel a su legado y a su concepción de la antropología.

Gracias a la mediación de Rivet con el presidente Santos, que se lo pidió como un favor, Reichel recibió la nacionalidad Colombiana en 1942, y el año siguiente se casó con Alicia Dussan, alumna del Instituto Etnológico Nacional. Rivet fue el padrino de la boda, pues ya era cercano también a la familia de Alicia y conocía bien a su madre, doña Lucrecia. Los domingos, Rivet, con su mujer Mercedes, Alicia y su madre, se iban de excursión a los alrededores de Bogotá. Doña Alicia contó también que con Blanca Ochoa zurcieron los pantalones de Rivet, que tenía un sueldo muy modesto y no prestaba atención a las cosas prácticas de la vida cotidiana6. Rivet fue también el padrino del primer hijo de Gerardo y Alicia. Podemos decir entonces que Rivet y los Reichel tuvieron vínculos de amistad, y no sólo de trabajo.

En cuanto director del Instituto Etnológico, Rivet quería formar lo más rápidamente posible a un primer equipo de jóvenes etnógrafos para enviarlos al terreno. Sin el contacto con los indios reales, vivos, la formación teórica no valía nada. Rivet concebía la experiencia etnográfica como un bautismo de fuego para los alumnos del Instituto Etnológico. Había que recorrer todo el territorio de la Colombia indígena y hacer el inventario de estas sociedades, ahora que todavía había tiempo. Obsesionado por una etnografía de urgencia, de salvamento, precisamente porque la incorporación de los indios a la vida nacional le parecía inevitable y deseable para la concordia nacional, Paul Rivet ignoraba deliberadamente las manifestaciones de aculturación para concentrarse en características culturales indígenas típicas, que era necesario archivar. Profesó una antropología estrictamente americanista, es decir, únicamente preocupada por el primer habitante del continente americano y por su cultura. En cuanto etnólogo, consideraba al indio en su dimensión cultural y humana pero no sociológica y política, y no se interesó de ninguna manera en los indios mestizos, en las poblaciones negras. Como humanista y hombre de convicción socialista, fue totalmente diferente: era un observador muy atento y preocupado por los acontecimientos y la situación indígenas. En privado, fue partidario de una reforma profunda de la estructura agraria, recomendando a sus amigos de la élite latinoamericana que dejaran de perder tiempo en discursos y actuaran desde ya para suprimir las desigualdades y la pobreza (Molina, 1958; Laurière, 2008: 120-121, 590-596).

Por todos los medios, Paul Rivet intentó asegurar la perennidad y las actividades de investigación del Instituto, solicitando muy a menudo la generosidad del Comité de la Francia Libre para que financiase las expediciones etnográficas y la publicación de la revista del Instituto. Como le escribió a Franz Boas, su amigo, sabía pertinentemente que "para este país, la etnología sigue siendo un lujo. Su presupuesto es empleado (y es natural) en obras de utilidad pública: carreteras, escuelas, etc."7. La solidaridad científica debía cumplir su papel y compensar las debilidades del poder público. Excepto el suministro local, los sueldos de los profesores y las becas para los alumnos, Paul Rivet no dispuso de fondos para comprar libros, materiales de los cursos; ni siquiera para la organización de expediciones que eran sumamente importantes para él. Sin el apoyo del Comité de la Francia Libre, y en una medida menor de la Fundación Rockefeller, ninguna investigación en el campo hubiera sido posible, en la medida en que el Ministerio de Educación se confinó en su misión de formación académica de profesores de secundaria, aunque Rivet quería formar etnógrafos e investigadores. Y sin el apoyo de Rivet, Reichel tampoco hubiera podido hacer parte del equipo de jóvenes etnógrafos que participaron en las primeras expediciones al campo en diciembre de 1941 y enero de 1942, porque no fue alumno del Instituto Etnológico y no tenía todavía ninguna legitimidad para ir al terreno.

Desde este punto de vista, el trabajo cumplido es tanto más considerable en cuanto se realizó en el lapso de muy pocos años (Uribe, 1996; Botero Cuervo, 2006: 257-264; Laurière, 2008: 585-589). Se puede muy útilmente referirse al balance realizado por Henri Lehmann en el Journal de la Société des Américanistes (1948) de las "Excavaciones e investigaciones arqueológicas en Colombia desde 1941", para darse cuenta de los progresos realizados en el lapso de algunos años por un equipo muy pequeño pero sumamente motivado e industrioso. "Colombia ya no es la gran desconocida que solía ser [...]", se alegró Henri Lehmann, pues el Instituto ya era "una de las instituciones más importantes de este tipo en América Latina" (Lehmann, 1948: 335 y 338). Gracias a Paul Rivet, durante varios años los numerosos lectores en todas partes del mundo del Journal de la Société des Américanistes aprendieron todos los acontecimientos relativos a la vida científica e institucional del Instituto y de la antropología Colombiana, que encontraban así un largo eco en las páginas del Journal, el cual publicó informes de Luis Duque Gómez y varios artículos de los miembros del Instituto, dio noticias de las expediciones y de sus resultados, etcétera8. Fue así que, según las directivas de Rivet, los etnógrafos del Instituto encontraron a los yarigi, los carare, los chimila, los motilones. Según las directivas de Rivet, Gerardo y Alicia Reichel-Dolmatof encontraron a los famosos indios pijao, aunque se pensaba que estaban extinguidos esos adversarios enconados de los españoles al principio de la Conquista. Habitaban la región de Ortega, en el departamento de Tolima. Hasta Nueva York se enteró de "la noticia del descubrimiento sensacional de los indios pijao. Es un buen resultado a favor del Instituto Colombiano"9, comentó Lévi-Strauss, entonces en exilio en esa ciudad, en una carta a Paul Rivet.

Después de la salida de Rivet, en mayo de 1943, como había que esperarlo, hubo en el Instituto Etnológico un período de crisis, de transición muy difícil, que duró algunos años. Como lo escribió Carlos Uribe, "desde el mismo momento en que Rivet salió del país, entre otras razones por un enfrentamiento con su primer discípulo Colombiano [Gregorio Hernández de Alba], algunos de sus otros discípulos comenzaron una incómoda competencia para ocupar el puesto de heredero" (Uribe, 2005: 75) Había "cismas", según Reichel, en torno a las orientaciones científicas del Instituto, a quién hace qué y con qué dinero, etc. Esa crisis coincidió también con consideraciones políticas, porque se hizo sentir una voluntad por parte de la dirección del Instituto de "nacionalizar", "Colombianizar", la etnología, según un programa que privilegiaba la arqueología y los investigadores Colombianos. Así, Reichel tuvo dificultades para hacer publicar algunos trabajos. Por ejemplo, escribió a Rivet que "en cuanto a los datos sobre los pijao, la parte que es más importante fue rechazada [por la dirección], pues dice que no quiere publicar trabajos lingüísticos. También me manifestó que no podía publicar el segundo tomo sobre los kogis, ya que hasta en el primer tomo se encuentran 'tendencias anticatólicas'"10.

Había también tensiones debido al apoyo financiero francés, que no estuvo bajo el control del director Colombiano sino de José de Recasens, que decidía sobre su uso: "Hemos logrado tener un grupo de investigadores colaboradores, formado por nuestros alumnos, pero creo que es sumamente conveniente lograr la continuidad de la subvención del Gobierno francés, que nos permite tener una autonomía de investigaciones que no podríamos mantener si fuese a base del presupuesto del Ministerio únicamente, ya que entonces la idea contra la cual estamos todos luchando, y que es difícil de vencer, es la de dedicar todo a la arqueología, y descuidar bastante la etnografía" 11. Gracias a los buenos resultados de las expediciones etnográficas y de las excavaciones arqueológicas, el Instituto Etnológico Nacional se convirtió, en efecto, en una de las instituciones más importantes de este tipo en América Latina. Como constató Reichel, "Colombia va actualmente a la cabeza de la etnología en Suramérica, y así lo manifestaron los etnólogos que últimamente nos visitaron"12. Conscientes del valor de tal herramienta institucional forjada por Rivet, antropólogos estadounidenses intentaron establecer vínculos de colaboración científica más estrechos con el Instituto, aprovechando este caldo de cultivo tan propicio para desarrollar varias misiones de investigación y colaboración. Pero se planteó el problema de la influencia y financiación francesas, que le molestaron, como nos lo hace comprender esta carta de José de Recasens de noviembre de 1947: "Aquí estamos siempre ligeramente presionados por el grupo americano de gringos que ahora se han dado cuenta de la importancia que tenemos. [...] Los americanos, que nos han mirando siempre con recelo debido a la influencia de nuestro 'buen' amigo Gregorio [Hernández de Alba], están no obstante convencidos de que hemos trabajado y de que en Colombia existe una institución que no es simplemente el 'bluf' de las de otros países americanos. Nos aprecian, pero nos miran con cierto recelo, pues creo que les molesta nuestra continuada afirmación del origen y de lo que debemos a Francia a través de Ud." 13. Cambiaría con la progresiva retirada del apoyo francés, una vez que el Ministerio de Educación Colombiano dio más dinero al Instituto.

Reichel puso a Rivet al corriente de todos sus descubrimientos etnográficos. Por ejemplo, le escribió muy larga y detalladamente sobre los motilones del Perijá explicándole qué encontraron con Alicia y Virginia Gutiérrez. Aquí está un extracto de este testimonio apasionante y muy precioso, para reconstituir con precisión el desarrollo de esta misión etnográfica:

    Seguimos la ruta que, como Ud. se acuerda, va de Becerril a las cabeceras del río Marraca en la Sierra de Perijá. Los Motilones de la vertiente occidental de la Sierra no son "mansos" como pensábamos y como aún es la propaganda en la región, sino que viven completamente aislados y en guerra con los Blancos. Sin embargo, a tres días de camino de Becerril establecimos contacto con ellos y aunque con algunas dificultades pudimos quedarnos en una de sus poblaciones. Tuvimos que hacernos una trocha en la selva pues no existe ningún camino ni contacto con el valle del río Cesar. Desde allá (cabeceras del Marraca) hicimos varias excursiones a poblaciones en el alto río Socomba y Tucuy, regiones hasta ahora inexploradas. Durante nuestra estadía entre los Motilones que duró varias semanas, tuvimos la suerte única de poder asistir a un ciclo de ceremonias con ocasión de un desentierro, baile con el cadáver, preparación de la chicha, suicidio ritual de la viuda, etc. En fin tuvimos que retirarnos antes de lo pensado por varias razones forzosas: falta absoluta de víveres, hostilidad de los indios y enfermedad de Alicia. [...] Todo este material etnográfco y lingüístico con una pequeña introducción histórica, ya he elaborado de la manera más minuciosa [...] El trabajo que alcanza más de 100 hojas de máquina de texto y más 30 de láminas queda así completamente listo para la publicación. A este respecto estoy muy desilusionado pues aquí nadie muestra mayor interés por la publicación del trabajo que yo me permito considerar de gran importancia. Espero ansioso sus órdenes pues no sé qué debo hacer ahora con todo este material [...]14.

Tendrá que esperar seis años antes de ver publicado su estudio porque la situación material del Instituto era difícil. Aunque Reichel se mantuvo aislado del Instituto porque no quería quedarse en una oficina y trabajar bajo la dirección de alguien (y también porque la pareja no pudo permitirse vivir en la capital por falta de dinero), comentó sin rodeos a Rivet el ambiente y lo que hacía el personal científico del Instituto, dadas las circunstancias difíciles de institucionalización de la etnología:

    En el Instituto, el interés principal es por la arqueología y éste se limita solamente a entierros. Hay algunos que nunca comprenderán el valor de un basurero. Espero que Duque se decidirá [sic] por fn a empezar excavaciones en el Bajo Magdalena. Chaves estuvo algunos meses en el alto Putumayo (adonde los Kofan, Siona, Koreguaxe) y Petersen se fue a investigar el Bajo Caquetá. En Tierradentro quedará Gregorio (con sede en Popayán), y continúan las misiones permanentes en Sogamoso. El trabajo de Silva ha sido verdaderamente excelente. Desgraciadamente nos faltan lingüistas y etnógrafos ¡[...] Todavía no es posible especializarse y uno tiene que hacer de todo. Estamos elaborando todavía el ABC de etnología Colombiana pero es un trabajo básico e importante, aunque ingrato15.

En las cartas de Reichel entre 1943 y 1946, además de las abundantes informaciones sobre sus expediciones al terreno, se hace sentir una desilusión,un sentimiento de frustración porque pensó que su trabajo no fue reconocido y que a nadie en Colombia le interesó. Tenía una conciencia aguda de su valor científico. Faltando un poco de humildad en sus relaciones con sus pares Colombianos, había tensiones no solamente debido a una competición entre colegas sino también por su manera bastante perentoria de afirmar su punto de vista. Entonces, me parece que trató de encontrar interlocutores extranjeros que se darían cuenta de la índole de sus investigaciones; buscó la mayor parte de su legitimidad y legitimización por fuera porque fue más fácil establecer relaciones científicas puras que no interfieran con consideraciones personales y porque compartían con Reichel la misma manera de concebir la etnografía americanista, concepto forjado en Europa y Norteamérica por antropólogos que se interesaban únicamente en las etnias amerindias. Además, hay que añadir que el número de etnógrafos Colombianos era entonces pequeñísimo, la literatura publicada en el país muy escasa, y sólo a través de la red americanista internacional fue posible mantenerse al tanto de lo que se pensaba y publicaba sobre Suramérica, de lo que se elaboraba teóricamente. Por todas estas razones, Reichel miró hacia el extranjero para obtener el reconocimiento de su actividad científica, intercambiar con colegas y alimentar su pensamiento. Una vez director del Instituto de Santa Marta, a mediados de 1946, se sintió por fin mejor y pudo durante cinco años trabajar en una región que calificó con entusiasmo de "verdadero paraíso etnológico"16. Desde el principio de su estadía en el Magdalena, y es algo muy impresionante, ya tenía un programa de trabajo ambicioso y sabía exactamente qué iba a hacer:

    Creo que el departamento del Magdalena representa una de las zonas más interesantes para nosotros. En la costa de Santa Marta hay una evidente superposición cultural que se podría establecer en capas arqueológicas. Los Tairona representan en sí un problema puesto que su clasificación como chibchas me parece falsa, tengo la intuición de que eran karib. El aspecto de las tribus sobrevivientes es excepcional en Colombia puesto que son relativamente accesibles, tan numerosas, mal estudiadas en general guardando al mismo tiempo su integridad cultural. Creo que los aspectos serán la delimitación del territorio llamado Tairona (que yo llamo Bonda) y la estratigrafía arqueológica de éste; la investigación de sitios arqueológicos en el Bajo Magdalena y el río Ranchería; el sitio arqueológico de Tamalameque; el estudio de grupos menos conocidos como los Kogi, Pebo y Tupe que tal vez sobreviven17.

Se constata en la lectura de este fragmento que Reichel ha integrado definitivamente las investigaciones arqueológicas en su trabajo y que no las rechazó tanto. Es un cambio notable en su pensamiento, y Carl Henrik Langebaek Rueda (2005) lo analizó muy bien. Poco a poco, Reichel se emancipó del pensamiento de Rivet respecto a su teoría sobre el poblamiento de América y la influencia polinésica que lo había llevado a estudiar los grupos sanguíneos, la toponimia, las sucesivas capas lingüísticas en un idioma, para comprender cómo y cuándo se pobló el subcon-tinente. Con esos métodos no era posible resolver el problema de la cronología ni tampoco el de la ubicación de los focos del origen de las migraciones. Como lo escribió Carl Henrik Langebaek Rueda, "el asunto no podía ser resuelto sin ayuda de la arqueología. A partir de entonces, emprendió numerosas excavaciones en diversos lugares del país" (Langebaek, 2005: 141), especialmente en el valle del Magdalena. Sus investigaciones lo condujeron a la publicación en 1965 del libro en inglés Colombia, que es una síntesis de arqueología nacional muy original que no se focalizó sólo en los sitios prestigiosos como San Agustín o Tierradentro.

No fueron sus trabajos arqueológicos los que le permitieron ponerse en contacto con Claude Lévi-Strauss, sino, muy al contrario, su obra etnológica. El primer intercambio de cartas que se encuentra en el archivo Lévi-Strauss se estableció cuando Lévi-Strauss recibió Te People of Aritama, en 1962. Después del fallecimiento de Rivet, al parecer Reichel no tenía más contactos directos y personales con antropólogos franceses. La publicación de su libro le permitió reanudar vínculos con uno de ellos, el más conocido. La reacción de Lévi-Strauss es muy reveladora de sus propios centros de interés. Como Rivet, pero de una manera diferente, no le interesaron a Lévi-Strauss las poblaciones mestizas y los estudios de cambio social, de sociología, de aculturación. Se focalizó únicamente en las culturas amerindias "puras". Sin embargo, fue un lector incansable de toda la literatura antropológica americanista, con un conocimiento fenomenal de todo que se publicaba sobre los pueblos amerindios. Gracias a Rivet, y a su intercambio de correspondencia durante los años 1941-1943, Lévi-Strauss siguió los progresos de las investigaciones arqueológicas y etnográficas Colombianas. Se puede constatar en la carta que le envió para contestarle, que a Lévi-Strauss le es muy familiar el trabajo científico de Reichel y que lo conoce bien: "Como todas sus obras precedentes, Te People of Ari-tama es un monumento y un modelo. Sin duda alguna, mi corazón y mi espíritu me llevan mejor hasta investigaciones estrictamente etnográficas. Pero si una obra pueda reconciliarme con los estudios de 'aculturación', ésa es la suya, por su riqueza, su densidad y su calor humano, y también, me apresuró a añadirlo, porque la etnografía tiene su parte en ella"18.

Cuando Reichel le escribió para comentarle que fue encargado de la dirección del nuevo departamento de Antropología de la Universidad de los Andes (a partir de 1963), ambos veían la oportunidad de entablar vínculos más estrechos entre las antropologías Colombiana y francesa. Había la voluntad por parte de Lévi-Strauss de hacer renacer el interés en Francia por los estudios de etnología americanista, que, después del fallecimiento de Rivet, se doblegó. Lévi-Strauss lamentó mucho esta situación y el desinterés de los antropólogos franceses por América, quienes se concentraban entonces en su mayoría en áfrica. Una vez elegido como profesor de la cátedra de Antropología del Colegio de Francia (1959) y creado el Laboratorio de Antropología Social (1960), trató suscitar nuevas vocaciones americanistas, y tomó bajo su dirección varios doctorandos con terreno etnográfico en Suramérica. Reichel estuvo muy receptivo y acogió este deseo de Lévi-Strauss escribiéndole que le "gustaría volver a entroncar con la antigua tradición de una colaboración franco-Colombiana"19, refriéndose a la de Rivet con el Instituto Etnológico Nacional, y que le importó muchísimo el contacto con la tradición antropológica francesa. Comentó que, por desgracia, "en toda Colombia, nos encontramos en una situación trágica. En nombre del progreso se empieza la última etapa de la Conquista y los medios usados son casi los mismos que los del siglo XVI. Nos falta muy poco tiempo, y si quiere mandar uno o dos investigadores al Chocó o al Amazonas, estoy seguro de que encontrarán aún un terreno sumamente fértil para sus investigaciones"20. Por eso, preguntó a Lévi-Strauss si era posible mandar a Colombia un profesor francés de antropología. Lévi-Strauss no pudo encontrarlo, por la falta de jóvenes etnógrafos disponibles. Sin embargo, envió varios estudiantes de doctorado o jóvenes investigadores, que Reichel trató de ayudar. Mandó a Robert Jaulin, Solange Pinton, Patrice Bidou (Vaupés, Pira-Pirana), Ariane Deluz (Chocó, adonde los Embera), Pierre-Yves Jacopin, Mireille Guyot, que hicieron su terreno etnográfico en Colombia, y algunos (Jaulin, Deluz) dictaron también cursos en la Universidad.

La reacción de Lévi-Strauss cuando leyó Desana fue mucho más positiva y calurosa. Reichel dedicó el libro, entre otros, a Rivet. Para Lévi-Strauss, este libro fue una revelación: "He examinado su libro con apasionado interés y estoy maravillado ante las riquezas del universo que usted nos revela en él. A partir de esta obra, la etnografía de América del Sur nunca será la misma, ya que usted la ha hecho entrar en una nueva era. Después de las búsquedas superficiales que satisfacían hasta ahora, no se le puede agradecer lo sufciente por la brillante demostración que usted nos proporciona en cuanto a las posibilidades insospechadas de la investigación en profundidad"21. El libro le impresionó tanto que sugirió a las prestigiosas ediciones francesas Gallimard que lo tradujeran. Fue una de sus estudiantes, Carmen Muñoz Bernand, que se convirtió más tarde en una de las mayores antropólogas francesas americanistas, la que le tradujo el libro, que fue publicado en Francia en 1973. Me temo que la recepción del libro en Francia fue bastante discreta, aunque ahora es considerado como un clásico de la literatura antropológica y leído por los estudiantes de antropología franceses. No había reseñas en las grandes revistas antropológicas, ni siquiera en el Journal de la Société des Américanistes. El estructuralismo era tan fuerte en Francia en ese momento, que el libro pudo ser mal interpretado, como si se tratase de un remanente del psicoanálisis freudiano.

Durante las largas conversaciones de Reichel con Antonio Guzmán, su informador desana, abordaron juntos el tema del balance precario de la vida de un cazador sedentario. En el curso de una conversación sobre el tema del colibrí, Reichel obtuvo informaciones sobre la miel. Como pensó que podría interesar a Lévi-Strauss, se las mandó. Lévi-Strauss encontró el texto "sensacional" y estuvo muy disgustado por no haber podido integrarlo en el segundo tomo de sus Mitológicas, titulado De la miel a las cenizas, porque era demasiado tarde para incluirlo en el manuscrito que había entregado ya al editor. "Lo lamenté muchísimo, ya que estos datos etnográficos habrían demostrado decididamente la tesis que sostenía sobre el carácter erótico de la miel en el pensamiento amerindio. Me reconfortó mucho que este testimonio tan imprevisto confirmara lo que era solamente un presentimiento"22. Los recientes trabajos de Reichel sobre la cosmología y la mitología indígena tuvieron eco en Lévi-Strauss, que se apasionó durante casi diez años por la mitología amerindia. Aquí también vemos la confirmación de la hipótesis adelantada más arriba: a través de sus relaciones, de sus conversaciones con sus pares extranjeros, Reichel buscó su legitimidad científica, el reconocimiento internacional que merecía, y también fuentes de enriquecimiento de su propio pensamiento por medio de las lecturas de sus colegas foráneos, para que sus investigaciones se mantuvieran al día de las corrientes teóricas y los descubrimientos más avanzados. Era también una manera de valorar lo mejor posible los estudios etnográficos sobre Colombia, que no fueron demasiado conocidos, sobre todo en comparación con la fama etnográfica de los indios brasileños, peruanos o mexicanos, mucho más estudiados.

Este comienzo de colaboración institucional y científica entre los dos hombres finalizó al renunciar Reichel a la jefatura del Departamento de Antropología, a finales de 1968. Escribió entonces una larga carta a Lévi-Strauss comentándole los últimos sucesos. Según las explicaciones de Reichel, había un conflicto entre el desarrollo de los estudios etnográficos clásicos sin finalidad aplicada y la voluntad de "fomentar exclusivamente investigaciones de utilidad práctica y cuyos resultados pueden 'venderse' o aprovecharse para hacer méritos políticos. Los eslóganes son 'desarrollo', 'planificación', 'integración', y las Ciencias Sociales entran en este juego sólo en cuanto puedan contribuir a estos fines" 23. Los miembros del Laboratorio de Antropología Social en Bogotá le escribieron en el mismo sentido, estando de acuerdo con el análisis de Reichel de la situación. Lévi-Strauss expresó su profunda aflicción y le manifestó su solidaridad si necesitaba su ayuda.

Encontramos diez años más tarde un último testimonio de la estima científica de Lévi-Strauss por Reichel en su archivo, y vale la pena notar que es un testimonio indirecto. Estos diez años de silencio en la correspondencia podrían sugerir algún distanciamiento, pues los dos antropólogos siguieron caminos teóricos y disciplinarios bastante diferentes. Reichel se acercó a una sensibilidad científica más próxima al culturalismo norteamericano que al estructuralismo Lévi-Straussiano, dialogando más con sus pares estadounidenses, buscando medios de financiación de sus investigaciones en Estados Unidos. De hecho, en marzo de 1979, en el transcurso de la evaluación de su solicitud de una beca, la John Simon Guggenheim Memorial Foundation pidió a Lévi-Strauss su opinión sobre la obra de Reichel. Esto fue lo que respondió Lévi-Strauss: "El profesor Reichel-Dolmatof es probablemente la mayor autoridad en el mundo sobre la cosmología y el simbolismo de los indios suramericanos. Sus libros sobre los kogis y los tucano marcaron un hito en este campo porque, por primera vez, el profesor Reichel-Dolmatof pudo obtener de los indígenas mismos explicaciones muy completas de su visión del mundo. El resultado puede compararse, por ejemplo, con las filosofías griega o china, y llena un vacío entre la supuesta mentalidad primitiva y las culturas ilustradas del Viejo Mundo. Por eso, las investigaciones del profesor Reichel-Dolmatof son de suma importancia no solamente para los antropólogos sino también para los filósofos y los historiadores de las ideas"24. Se siente aquí el reconocimiento científico de un antropólogo americanista al otro, el sentimiento de cumplir la misma misión de valoración de las sociedades amerindias, de restitución de su manera propia de ver el mundo, de su cosmovisión, de su relación con su medio ecológico, enriqueciendo así el patrimonio general humano y subvirtiendo el complejo de superioridad de las sociedades materialistas occidentales. Pues el legado de Paul Rivet sigue estando vivo. .


Comentarios

1 Este artículo proviene de una conferencia dictada en el Museo del oro, a partir de una invitación de Clara Isabel Botero, su directora, y del departamento de antropología de la Universidad nacional, en septiembre de 2009. agradezco a todos los participantes por sus comentarios.

2 Véase su informe al Ministro de educación, 11 de mayo de 1943 (archivo de la ens, Vol. 94, Facultad de educación de Tunja).

3 Carta de losé Socarrás a Paul Rivet, 28 de julio de 1943 (archivos de la ens, Vol. 94, Facultad de educación de Tunja).

4 Carta de Gerardo Reichel-Dolmatoff a Paul Rivet, 11 de septiembre de 1944 (Fondo Paul Rivet, archivos de la biblioteca Central del Museo nacional de Historia natural, París, no. 2, aP 1 d, carpeta Reichel-Dolmatoff)

5 Carta de Gerardo Reichel-Dolmatoff a Paul Rivet, 9 de enero de 1943 (Fondo Rivet, archivos de la biblioteca Central del Museo nación al de Historia natural, París, no. 2, aP 1 C, carpeta Reichel-Dolmatoff)6 Entrevista personal con Alicia Dussan de Reichel, 12 de noviembre de 1999.

6 Entrevista personal con Alicia Dussan de Reichel, 12 de noviembre de 1999.

7 Carta de Paul Rivet a Franz boas, 14 de agosto de 1941 (Fondo Paul Rivet, archivos de la biblioteca Central del Museo nacional de Historia natural, no. 2, aP1 d, carpeta Franz boas).

8 sobre la influencia del Journal y de la sociedad de los americanistas de París en el desarrollo de una red internacional de sabios americanistas, véase Laurière, 2009b.

9 Carta de Claude Lévi-Strauss a Paul Rivet, 21 de septiembre de 1943 (Fondo Rivet, archivos de la biblioteca Central del Museo nacional de Historia natural, París, no. 2, aP 1 C, carpeta Lévi-Strauss).

10 Carta de Gerardo Reichel-Dolmatoff a Paul Rivet, 19 de agosto de 1951 (Fondo Rivet, archivos de la biblioteca Central del Museo nacional de Historia natural, París, no. 2, aP 1 C, carpeta Reichel-Dolmatoff).

11 Carta de José de Recasens a Paul Rivet, 22 de febrero de 1945 (Fondo Rivet, archivos de la biblioteca Central del Museo nacional de Historia natural, París, no. 2, aP 1 C, carpeta recasens).

12 Carta de Gerardo Reichel-Dolmatoff a Paul Rivet, 24 de abril de 1947 (Fondo Rivet, archivos de la biblioteca Central del Museo nacional de Historia natural, París, no. 2, aP 1 C, carpeta Reichel-Dolmatoff.

13 Carta de José de recasens a Paul Rivet, 13 de noviembre de 1947 (Fondo Rivet, archivos de la biblioteca Central del Museo nacional de Historia natural, París, no. 2, aP 1 C, carpeta recasens).

14 Carta de Gerardo Reichel-Dolmatoff a Paul Rivet, 24 de junio de 1944 (Fondo Rivet, archivos de la biblioteca Central del Museo nacional de Historia natural, París, no. 2, aP 1 C, carpeta Reichel-Dolmatoff).

15 Carta de Gerardo Reichel-Dolmatoff a Paul Rivet, 31 de marzo de 1946 (Fondo Rivet, archivos de la biblioteca Central del Museo nacional de Historia natural, París, no. 2, aP 1 C, carpeta Reichel-Dolmatoff).

16 Carta de Gerardo Reichel-Dolmatoff a Paul Rivet, 27 de agosto de 1946 (Fondo Rivet, archivos de la biblioteca Central del Museo nacional de Historia natural, París, no. 2, aP 1 C, carpeta Reichel-Dolmatoff).

17 Carta de Gerardo Reichel-Dolmatoff a Paul Rivet, 10 de julio de 1946 (Fondo Rivet, archivos de la biblioteca Central del Museo nacional de Historia natural, París, no. 2, aP 1 C, carpeta Reichel-Dolmatoff.

18 Carta de Claude Lévi-Strauss a Gerardo Reichel-Dolmatoff, 27 de marzo de 1962 (archivos del laboratorio de antropología social del Colegio de Francia–dirección Claude Lévi-Strauss, no. Flas.F.s4.01.02.009).

19 Carta de Gerardo Reichel-Dolmatoff a Claude Lévi-Strauss, 30 de septiembre de 1963 (archivos del laboratorio de antropología social del Colegio de Francia–dirección Claude Lévi-Strauss, no. Flas.F.s4.01.03.039).

20 Carta de Gerardo Reichel-Dolmatoff a Claude Lévi-Strauss, 18 de enero de 1965 (archivos del laboratorio de antropología social del Colegio de Francia–dirección Claude Lévi-Strauss, no. Flas.F.s5.01.01.002).

21 Citado en el catalogo de la exposición Gerardo Reichel-Dolmatoff: Antropólogo de Colombia, 1912-1994, 1998. Museo del oro/Banco de la República, departamento de antropología/Universidad nacional de Colombia, p. 43.

22 Carta de Claude Lévi-Strauss a Gerardo Reichel-Dolmatoff, 30 de noviembre de 1966 (archivos del laboratorio de antropología social del Colegio de Francia–dirección Claude Lévi-Strauss, no. Flas.F.s5.01.02.004).

23 Carta de Gerardo Reichel-Dolmatoff a Claude Lévi-Strauss, 15 de diciembre de 1968 (archivos del laboratorio de antropología social del Colegio de Francia–dirección Claude Lévi-Strauss, no. Flas.F.s5.01.03.021). véase también Langebaek, 2005: 157-158.

24 Carta de Claude Lévi-Strauss a la john simon Guggenheim Memorial Foundation, 21 de marzo de 1979 (archivos del laboratorio de antropología social del Colegio de Francia–dirección Claude Lévi-Strauss, no. Flas.F.s4.05.06.012).


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