SciELO - Scientific Electronic Library Online

 
 número17Occupy Economic AnthropologyEl régimen alimentario neoliberal y su crisis: Estado, Agroempresas Multinacionales y Biotecnología índice de autoresíndice de materiabúsqueda de artículos
Home Pagelista alfabética de revistas  

Servicios Personalizados

Revista

Articulo

Indicadores

Links relacionados

  • En proceso de indezaciónCitado por Google
  • No hay articulos similaresSimilares en SciELO
  • En proceso de indezaciónSimilares en Google

Compartir


Antipoda. Revista de Antropología y Arqueología

versión impresa ISSN 1900-5407

Antipod. Rev. Antropol. Arqueol.  no.17 Bogotá jul./dic. 2013

 

Energía vital. La corriente de relaciones*

Stephen Gudeman

Ph.D., Cambridge University. University of Minnesota, Minneapolis, Minnesota. gudeman@umn.edu

DOI: http://dx.doi.org/10.7440/antipoda17.2013.03


RESUMEN:

La "energía vital" es una idea central en las economías panameña y colombiana. Conocida como "fuerza", y acumulada a partir del ambiente, esta corriente conecta todas las actividades en las economías locales y establece relaciones, desde el nivel de parientes hasta el de extraños. Los humanos componen esta energía vital, pero sus fuentes son limitadas y se agota con el uso. Su disponibilidad es un regalo de Dios y es parte de la fortuna impredecible con la que todos se enfrentan. Esta economía pone de manifiesto un contraste entre la corriente social y la moneda del mercado. Ofrece una perspectiva materialista, provee una crítica a la economía estándar, sugiere que el compartir, y no la reciprocidad ni la escogencia racional, es la práctica económica "fundamental" y muestra cómo la economía puede ser una especie de ritual legitimado por la creencia en un poder divino que es desplegado a través de la Fortuna** personal.

PALABRAS CLAVE:

Corriente, fuerza, economía del hogar, mercados, compartir, ahorro, energía vital.


Vital energy. The current of relations

ABSTRACT:

'Vital energy' is a central idea in the economies of Panama and Colombia. Known as 'strength' or 'force', and assembled from the environment, this current connects all activities in the local economies and establishes relationships, from kin to strangers. Humans compose vital energy, but its sources are limited, and it is expended in use. Its availability is a gift from God and part of the unpredictable fortune that everyone faces. This economy exhibits a contrast between a social current and a market currency. It offers a materialist perspective, provides a critique of standard economics, suggests that sharing rather than reciprocity or rational choice is the 'fundamental' economic practice, and shows how an economy may be a kind of ritual legitimated by a belief in divine power that is displayed through personal fortune.

KEY WORDS:

Current, force, house economy, markets, sharing, strength, thrift, vital energy.


Energia vital. A corrente de relações

RESUMO:

A "energia vital" é uma ideia central nas economias panamenha e colombiana. Conhecida como "força", e acumulada a partir do ambiente, essa corrente conecta todas as atividades nas economias locais e estabelece relações, desde o nível de parentes até o de estranhos. Os humanos compõem essa energia vital, mas suas fontes são limitadas e se esgotam com o uso. Sua disponibilidade é um dom de Deus e faz parte da fortuna imprevisível com a qual todos se enfrentam. Essa economia manifesta um contraste entre a corrente social e a moeda do mercado. Oferece uma perspectiva materialista, dá uma crítica à economia padrão, sugere que o compartilhar, e não a reciprocidade nem a escolha racional, é a prática económica "fundamental" e mostra como a economia pode ser uma espécie de ritual legitimado pela crença em um poder divino que é implementado por meio da Fortuna pessoal.

PALAVRAS-CHAVE:

Corrente, força, economia do lar, mercados, compartilhar, poupança, energia vital.


La "Energía vital" es un concepto y un hilo central en las economías rurales de las tierras bajas de Panamá y en la zona montañosa de Colombia. Llamada localmente "fuerza", es la corriente de la vida, y conjeturo que se puede encontrar también en otras áreas de América latina1. Recogido del ambiente, este flujo biosocial les otorga vitalidad y Fortuna a los humanos, animales, y a otros seres vivos. Conecta a todas las actividades materiales en las economías locales y construye y media las relaciones sociales entre parientes y extraños distantes2.

Por cuanto es el lazo de la vida, la energía vital tiene múltiples implicaciones. Inicialmente prometida por Dios y ganada a través del esfuerzo del trabajo, su flujo varía y se puede perder. Obtener fuerza del medioambiente es un acto de Fortuna, tal y como el destino de la vida no es controlable ni revelado a los humanos. Esta economía santificada, sin embargo, tiene una base materialista que desafía la división entre lo material, lo social y lo divino.

La corriente de energía no es la totalidad de las economías locales, pues las personas desde hace mucho tiempo han estado envueltas en transacciones mercantiles y de dinero, pero su concepto de fuerza provee una estructura para la vida material y es una crítica implícita a las economías de mercado que presumen de un crecimiento ilimitado, riesgos calculados y una negación de las leyes de la termodinámica. La energía vital está limitada no sólo por la Fortuna individual sino por su propia naturaleza, puesto que, a diferencia de la moneda, sus fuentes no son renovables en el mundo material, y se disipa con el uso.

Panamá y Colombia

Mis primeros estudios de campo y los subsiguientes en Panamá y Colombia fueron sucesos fortuitos y afortunados porque me llevaron al estudio de las economías del hogar. Cuando comencé mi trabajo de campo no tenía expectativas. No sabía lo que era una economía de la casa, y a duras penas tenía una imagen de las economías modernas nacionales tal y como eran presentadas en escritos populares o en textos formales. Sólo fue con una conciencia y sorpresa lentamente incipientes que me empecé a dar cuenta de las economías sistemáticas en los márgenes de los mercados donde estaba localizado. Estas economías no se parecen a nada de lo que se experimenta en las economías industriales, y los libros en los que busqué ayuda ofrecían poca ayuda.

Viví en un pueblo de Panamá con mi esposa durante dieciocho meses, a finales de la década de los sesenta. Localizada en el interior del país, la comunidad estaba conformada por noventa y un hogares. Una década después exploré con mi colega Alberto Rivera las economías de los hogares en las zonas montañosas de Colombia3. Panamá fue parte de Colombia desde su independencia de España a principios del siglo XIX hasta que se convirtió en una nación independiente en 1903, inmediatamente antes de la construcción del Canal de Panamá. Esta separación de una nación única se debió más a intereses políticos y económicos que a diferencias culturales y sociales o a la voz de la población rural. Durante mi primera investigación en Panamá sabía que trabajaba en medio de una zona social, cultural y económica cuyas ramas se extendían más allá del istmo hacia Centroamérica en el norte, y más allá de la selva del Darién al sur hacia Colombia, y fue ésta la razón principal por la que fui después allí. Entre las dos áreas de trabajo de campo, sin embargo, había diferencias.

El pueblo panameño se ubicaba en las tierras bajas, excepcionalmente húmedas y calurosas en el centro del país, a una distancia alrededor de 150 millas (241 kilómetros) de la ciudad de Panamá y del Canal. Estas difíciles condiciones, que comparte la mayoría del país, afectaron profundamente a los trabajadores originales del Canal, aunque la mayoría de las enfermedades graves que alguna vez caracterizaron el área estaban ya bajo control cuando llegué a Panamá. Aun así, el interior panameño -como se le conoce-no era un lugar popular para los habitantes de la ciudad o para los intereses económicos. El área era pobre en recursos y estaba alejada de mercados accesibles. Encontré a muy pocos de los habitantes originales de la zona, incluso en las áreas más inaccesibles, pues su número había disminuido hacía mucho tiempo. Aquellos que habían permanecido hablaban español y vivían en mayor medida como la población rural que estudié. La población rural había estado tan aislada durante los últimos siglos que aún conservaba ciertas frases españolas de los siglos XVI y XVII que no se escuchaban en ningún otro sitio. Había muy poca historia escrita acerca de ellos, aunque me di cuenta de que eran herederos de tradiciones hispanas que caracterizan a otras partes de América del Sur y Central. Estos agricultores, que vivían en casas de techo de paja con paredes de barro y cañabrava, se vestían de manera simple, iban descalzos o con alpargatas hechas en casa y usaban (o "tiraban") el machete y unas cuantas otras herramientas aceradas para satisfacer sus necesidades. Las personas dependían de una agricultura de roza, tumba y quema, mientras que la tierra de la cual extraían su sustento era dura y crujiente en el verano y muy cenagosa en la estación lluviosa. Esta gente trabajadora cultivaba el arroz y un poco de fríjol, maíz y hortalizas de jardín, y para ese entonces tan sólo empezaban a plantar caña de azúcar como cultivo con miras a la venta. Continuamente me veía sorprendido por su buen estado de ánimo y su capacidad de trabajo en medio del calor, la humedad y las lluvias estacionales, teniendo en cuenta su posición marginal o de bajo estatus y olvidada en la sociedad.

Las condiciones físicas en Colombia eran las opuestas. Allí mi colega y yo trabajamos a lo largo de los niveles más altos de los Andes, que se extienden desde el norte del país, casi en el Caribe, hasta el sur, donde el país limita con Ecuador. A esa altura, el tiempo era a menudo gélido, con lluvia, escarcha y vientos helados. Casi en todas partes se cultivaba papa, y esto se suplementaba con tubérculos y hortalizas de jardín, y las personas comerciaban para completar sus alimentos y satisfacer otras necesidades. Como en Panamá, las herramientas eran aceradas pero la agricultura se basaba más en el azadón que en el fuego, y nos encontramos con algunos arados con bueyes. El estado de las viviendas era simple y las personas trabajaban duro.

Dada la gran distancia entre estas áreas, así como las diversas ecologías y los diferentes tipos de cultivos, esperaba que las economías locales fueran diferentes. Para mi sorpresa, bien fuera en los márgenes de las tierras bajas de Panamá o en las alturas de los Andes de Colombia, la economía -o más exactamente, la economía de la casa, con su corriente de energía vital y su base ritual- era casi idéntica a lo largo de esta gran área. Las prácticas, las palabras y los valores eran tan similares que uno podía utilizar los hallazgos de un país en otro. Fue tan impactante este descubrimiento que mi colega y yo decidimos usar nuestro tiempo en Colombia para explorar este tipo de economía desde el norte hasta el sur de la cordillera de los Andes.

Modelos

Los economistas con razón se enorgullecen de la belleza, simplicidad y robustez de sus modelos. La elegancia y la coherencia son consignas -si no claves- de su poder de persuasión. En este sentido, deberían fascinarse y sentirse impresionados por los modelos locales en Colombia y Panamá porque son coherentes, imaginativos y factibles en los márgenes de los mercados. Estos modelos le fueron explicados al antropólogo inquisitivo con lucidez; se usaron ejemplos, y la robustez de los modelos (la cual los economistas valoran tanto) fue demostrada al incluir nueva información. Estos modelos también permiten una reflexión algunas veces desalentadora acerca de nuestra economía. Cuando nos enfocamos en estos modelos locales de economía, se refinan las diferencias entre mercados y las formaciones mutuas. Tenemos diagramas, ecuaciones y modelos estadísticos que nos muestran qué ocurre en la economía, pero hay otras maneras de comunicar esto, maneras que proveen diferentes imágenes e implicaciones. En Panamá y Colombia la población rural tiene un modelo de la economía que usa la imagen de la casa como su modelo. Como el diagrama de un libro de texto, la figura de la casa física presenta una imagen de la economía. Veo esta imagen como un modelo o como una metáfora en la cual se recurre a la experiencia local y a lo que se encuentra a la mano para pensar y hablar acerca de la vida material. ¿Deberíamos sorprendernos? Justo antes del modelo revolucionario de Adam Smith sobre las economías de mercado en su centro, James Steuart usó la imagen de la casa para hablar acerca del ordenamiento de la economía política nacional. Antes de esto, los mercantilistas en los siglos XVII y XVIII y los bullionistas en el siglo XV sostenían que la riqueza y el balance del comercio se podían reproducir, en parte, como el modelo de una casa pero al nivel de la nación. Karl Marx, siguiendo a Adam Smith, construyó un modelo de la economía basado en una infraestructura y en una superestructura. Hoy en día concebimos los modelos económicos como un conjunto de funciones, ecuaciones, fuerzas y sistemas. Estas imágenes pueden ser útiles para nuestra época, ¿pero acaso son menos metafóricas que aquellas que encontramos en el área del trabajo de campo?

La corriente de la economía

En Panamá y Colombia todos los actos materiales de la economía -cantar, cuidar animales, cosechar, cocinar, consumir y cuidar- son significativos, no sólo debido a sus efectos materiales manifiestos, sino también porque señalan algo más. Ellos encarnan la fuerza. Los cultivos, dice la gente, proveen de fuerza a los humanos (y a los animales), y los humanos necesitan de esta fuerza para vivir y trabajar. Cuando la fuerza se acaba, se acaba también la vida. Esta fuerza es la manifestación del poder de Dios.

Más allá de ser un poder físico, la fuerza es la energía que las personas necesitan y usan en todos los actos diarios. La fuerza de los cultivos y de la casa es parecida a la vis vitae -fuerza o energía de la vida- que los humanos deben tener para vivir. Cuando esta energía vital se termina, la vida se extingue.

La fuerza es la corriente de la economía de las personas, y me atrevo a pensar que también es un tipo de moneda. Un economista puede seguramente mofarse diciendo que esto no es dinero, puesto que no se puede ver o manipular, como si nuestro dinero fuera siempre tangible. Para él, esta moneda parece vaga o abstracta, como si nuestra moneda representara algo con lo que todos estamos de acuerdo. Hay una diferencia clara: la energía vital es una corriente material o se representa con objetos materiales que la encarnan, mientras que nuestra moneda puede ser material, tal y como en los casos de las mercancías o las monedas o billetes, pero usualmente ésta no señala la esfera material de la economía. La moneda del mercado yace en el exterior del cuerpo y puede ser obtenida o intercambiada con otros, mientras que la corriente de la fuerza se encuentra dentro del cuerpo y de las cosas vivas. Esta fuerza se gana, se gasta, se reemplaza, se trueca y se comparte con otros. Tal y como una persona lo explicó: "Al trabajar uno usa la fuerza de la comida. Uno gasta salud y energía. Cuando uno come, uno reemplaza esta fuerza. Uno come y uno gasta. Esto ocurre siempre con el cuerpo. La gente sufre cuando no tiene suficiente fuerza para trabajar. Gastan su salud. Uno tiene que mantenerse a sí mismo".

La corriente de la fuerza viene de la tierra y de otros elementos como el viento, la lluvia y el sol. Los constituyentes de esta corriente vital se encuentran también en ciertos materiales inertes, como el carbón, el cual es una reserva de fortaleza acumulada en el pasado. Los humanos no crean estas fuentes de fuerza, ni crean la fuerza misma. En cambio, la obtienen, transforman y rehacen. Ellos son transportadores pero no creadores de fuerza. Como dice la gente, su trabajo "ayuda a componer" la fuerza, es decir, ellos la articulan de maneras que pueden ser usadas por ellos mismos y por otros. Su trabajo es como el del artesano o el manufacturero. En Panamá, por ejemplo, el agricultor de roza, tumba y quema que cultiva arroz es visto mediante la imagen del barbero que arregla el pelo. Luego de ser quemado el bosque y plantada la tierra, el artesano agricultor desmaleza o "limpia", lo cual puede hacerse de tres maneras: o bien se puede usar el machete "con torpeza" en la maleza, se puede "podar" la maleza un poco, o bien puede "romperle la cabeza" a la tierra. Luego se "corta" la cosecha que ha crecido, después de lo cual se limpia la "barba" del campo para que así éste pueda ser plantado al año siguiente. En esta economía no hay grandes empresarios que busquen dominar la naturaleza a través de innovaciones y crear un crecimiento económico. Estos economistas locales ven la riqueza como un ciclo limitado en su naturaleza y que debe ser cuidadosamente administrado. Ellos ocupan una humilde posición en su modelo económico, que asume que hay límites en la acumulación.

Los humanos consumen la fuerza que han recogido durante un año del ciclo agricultor para devolvérsela a la tierra al año siguiente, cuando la gastan en el trabajo que le ayuda a la tierra a proveer más. Al comer de la tierra, los animales también viven a partir de la fuerza. El trabajo efectuado, bien sea en los campos, en la casa u otro lugar, representa el uso de la fuerza. Los objetos manufacturados, bien sean las herramientas, los muebles, la ropa o las casas, surgen sólo a través del uso de la fuerza, cuyo gasto éstos encarnan. La casa almacena esta fuerza en forma de comida para sostener sus habitantes.

Esta corriente de vida económica es biológica y ecológica. Tal y como la corriente de la economía, la fuerza es más parecida al concepto de fuerza y de energía, en el sentido de las ciencias naturales. La noción de fuerza puede ser comparada con la conservación y con la entropía de la energía o con las leyes primera y segunda de la termodinámica. De acuerdo con la primera ley, la energía no se crea ni se destruye en un proceso; en cambio, se conserva. De acuerdo con la segunda ley, la ley de la entropía, la forma de la energía o el potencial para su uso cambia. En ciertos aspectos, esto es lo que la gente de estas regiones quiere decir cuando habla de componer y luego de gastar la fuerza. Ellos tienen una noción entrópica, de conservación y organización de la fuerza o de la energía vital. Por ejemplo, de acuerdo con su modelo, la fuerza en el suelo, el agua y el viento se preserva mientras pasa a los cultivos y luego a los humanos, quienes la recogen y la gastan al vivir, y, al plantar nuevos cultivos, ayudan a componer más fuerza.

Luego de un día de trabajo en los campos, un hombre puede decir que está acabado, exhausto o agotado, en el sentido del flujo de la energía, pero podrá trabajar de nuevo al día siguiente. No dice que esté débil, algo que señalaría un deterioro de su cuerpo. La gente también habla del suelo agotado o empobrecido, con lo cual quiere decir que éste ya no tiene más fuerza o más elementos que dar a los cultivos. Como lo explican, la energía se ha ido a otro lugar y ya no se encuentra en la parcela de la tierra. Cuando pregunté acerca de utilizar fertilizante para ayudarle a la tierra a producir de nuevo, la gente me respondió diciéndome que aplicar fertilizante sólo mueve la fuerza de un lugar a otro, lo cual no es una creación sino un uso de fuerza. Incluso, permitir que un bosque crezca y luego quemarlo para hacer que los nutrientes acumulados en los árboles caigan a la tierra no crea fuerza; en cambio, consolida la fuerza disipada que se encuentra en la lluvia, el sol, el viento y la tierra.

La corriente de la fuerza sube, baja y fluye entre los humanos y el medioambiente, haciendo que las personas sean parte del mundo natural. No sólo las conecta con el medioambiente, sino también con una fuerza espiritual, puesto que la fuerza se encuentra en el mundo sólo por el poder o la voluntad de Dios. La economía no está anclada a una creencia en la creatividad humana, como en el caso del emprendedor de Schumpeter; o en la existencia de recursos ilimitados, tal y como algunos piensan; o en la esperanza de que el futuro sea distinto. En cambio, la economía está anclada en un Dios que no sólo provee esperanza y legitimidad a las acciones sino que también provee una base conceptual para la economía, la cual está fundada en la obtención y el sustento de una corriente de fuerza otorgada por Él. Cuando se habla acerca de obtener fuerza de la tierra, las personas usan la palabra "dar", como en "la tierra la da", y cuando cosechan dicen que "toman" el cultivo maduro. Un ciclo agrícola exitoso se alcanza cuando se llega al momento en que la tierra y Dios pueden dar y los humanos pueden tomar, y ellos luego deben "devolver" lo que tomaron para luego recibir más. Algunas veces comparan este proceso con un trueque, pero nunca es "medida por medida". Ellos ponen trabajo y riqueza en la tierra pero ésta devuelve algo diferente y mucho más: a cambio de semillas y trabajo, la tierra devuelve comida.

La fuerza, dice la gente, provee alimento corporal durante la semana, y el poder de Dios provee alimento espiritual el domingo. A menudo se puede escuchar a los hombres, al plantar semillas, decir un pequeño ruego: "Que crezca bien". Actuar con fe en el futuro material a medida que se labra, se planta, se cosecha y se cocina es un acto de fe en el poder de Dios para proveer fuerza. La puesta en efecto de esta economía expresa una creencia en Dios, en la misma medida que una creencia en Dios se pone en efecto en las prácticas económicas. Permítaseme agudizar una conexión con las economías de mercados avanzados. ¿Es en efecto el deseo de reservar una corriente de fuerza apoyada por Dios acaso algo distinto a nuestro deseo de reservar una corriente de dinero apoyada por una nación?

El ciclo agrícola no es predecible. Algunas veces el suelo provee abundantemente, y otras, con escasez, pero nunca se sabe de antemano. Algunas tierras producen más fuerza y otras menos. Cuando las cosechas son pequeñas, la gente del campo dice: "La tierra no está dando este año". El uso de la palabra "dar" señala que el componente más importante de su economía -la fuerza- se encuentra más allá de su control: es un regalo contingente de lo Divino. En los Andes del sur de Colombia, una vez un agricultor muy trabajador proclamó: "Ah, cultivar papa es una suerte, es una fortuna". Otros hablan de la agricultura como una "apuesta" o una "lotería" o parte de su propio destino. "¿Qué es la suerte?", preguntábamos en Colombia. "Es lo que uno no controla", era la respuesta. Otro agricultor explicó: "Nosotros, los agricultores, somos aventureros". La misma noción de suerte se ve reflejada a la hora de elaborar manufacturas, artesanías, y desarrollar otros proyectos. "La suerte', dicen algunos, "es para algunas personas, pero no para todas". Los resultados son inciertos porque, en última instancia, dependen de un poder impredecible.

Pienso que en las economías de mercados avanzados muchas personas no respetarían estas prácticas y aseveraciones. Nuestros técnicos de mercados intentan persistentemente ocultar la incertidumbre como riesgo con el propósito de crear aseguramiento o arbitraje. El economista que nos siga podría decir que esta agencia exterior e impredecible es una "variable exógena", la cual no es tenida en cuenta por el modelo (de mercado). Es sin embargo parte del modelo de la gente, porque dar en su economía comienza, no con el individuo o con las relaciones sociales, sino con la Divinidad. El regalo divino de la energía vital o fuerza, ofrecida sin recompensa alguna, apuntala la economía, pero es una fortuna impredecible.

En Colombia, mi colega y yo preguntábamos si Dios, quien es omnipotente, podría entonces crear más fuerza para el mundo y reabastecer la que ha sido usada. La gente nos respondía diciendo que no habían visto que eso ocurriera, y no creían que pudiera pasar. Sintiéndonos alentados por sus respuestas, luego preguntábamos: si todo el mundo necesita fuerza para trabajar, y puesto que con el trabajo se reabastece la fuerza que se gasta, ¿de dónde se saca la primera fuerza para trabajar? Las personas entonces respondían que su fuerza para trabajar venía de su casa y de su base, recurriendo entonces al modelo de la casa. Con esta imagen en mente, precisamos la pregunta y le preguntamos a un grupo: si se necesita una base de ahorro para construir una base, ¿de dónde vino la primera base? Por algunos momentos sólo hubo silencio. Luego, con un juego de palabras típico, un hombre nos dijo: "Sus preguntas nos hacen sentir como si no tuviéramos base". La gente estaba perpleja, y hubo silencio hasta que otra persona respondió: "Dios nos dio la primera base: el Jardín del Edén". Su respuesta, elegante y sucinta, selló el modelo de su economía como un sistema circulatorio de riqueza. Dios proveía la primera base, garantizando el funcionamiento del sistema al otorgar un mundo de elementos de los cuales se podía componer más fuerza por medio del trabajo.

La gente habla a veces de sostener la casa, pero no está argumentando que la economía sea sostenible. Al contrario, una y otra vez escuché describir la vida como una "lucha". Me desconcertaron por mucho tiempo el uso y el sentido de esta palabra. ¿Acaso se referían a la lucha física con el medioambiente? ¿O a que la economía más general les presentaba una lucha? ¿Se referían acaso a una lucha competitiva con otros? ¿O bien se referían a una lucha existencial para comprender el mundo? Ahora creo que el término tiene un sentido, en primera medida, material. Cuidar la casa y cuidarse uno mismo es una lucha constante. Incluso si los elementos de la energía vital están dados, obtenerlos y componerlos para su uso es un esfuerzo sin fin. Por eso, cuando un hombre dice que sembrar papa es una fortuna, quiere decir algo más que la simple suerte: sembrar papa es su Fortuna para obtener fuerza.

La casa

En Colombia y Panamá la casa física provee un modelo de procesos económicos. Por ejemplo, se dice que los cultivos "sostienen" o "mantienen" la casa, la "soportan". La casa no es construida físicamente con cultivos (aunque los techos pueden ser de hoja de caña). Los cultivos sostienen a la gente, y través de ellos mantienen la casa física y la economía de la casa. Cuando una casa intercambia bienes o trabajo con otra casa o en el mercado, se dice que su trabajo o sus bienes se van "por la puerta para afuera". Cuando una casa es autosuficiente o se autoprovee, actúa entonces "de puertas para adentro". Al mantener las puertas cerradas, una casa conserva para sí misma sus capacidades de trabajo y sus productos. Por ejemplo, sembrar cultivos para comer en la casa se considera como un trabajo de puertas para adentro, aunque físicamente tenga lugar afuera de la casa. Y cuando los trabajadores paran para comer algo en la casa durante los primeros momentos del día, "refuerzan" con comida el trabajo para la casa. El modelo de la casa presenta una imagen de la economía como una unidad, idealmente, cerrada. Tiene bordes que deben ser mantenidos para poder contener su fuerza.

En Colombia en especial, la gente habla acerca de la "base" o "fundación" de la casa, lo cual significa más que los cimientos físicos. La base son la riqueza y la fuerza de la casa que están dentro de sus puertas, incluso si parte de la riqueza y la fuerza se encuentra fuera de estas puertas. La base se refiere a toda la comida almacenada en la casa, a las herramientas y a todo el otro equipamiento que la casa tenga, a todo el trabajo anterior que la casa ha puesto en los campos, a todos los animales que sostiene, a la estructura física misma, y a la tierra que está siendo trabajada. Por ello, cuando comienza una nueva temporada agrícola, la gente habla de "retornar" a la agricultura, en el sentido no sólo de comenzar de nuevo sino también de usar lo que ya tienen en la base para retornarlo a la agricultura y luego retornarlo con una nueva base. La casa vive en un ciclo continuo de fuerza que fluye desde la base al medioambiente, y de ahí a la base, a través de las personas. Cuando se reemplaza la base por medio del trabajo, la casa se soporta y se sostiene por sí misma; cuando la base es más que reemplazada con el trabajo, la casa avanza. Pero cuando la base no se reemplaza con trabajo, se desgasta, y si esto continúa, la casa cae en "ruinas". Llamo "desbaratar" (debasement) a este proceso de contracción, el cual puede ocurrir en la agricultura o en el comercio mercantil. El desbaratar extingue la economía de la casa y señala un colapso más total que el que sugiere nuestra palabra "bancarrota", puesto que una casa en ruinas no tiene apoyo social externo ni bienestar comunal. Este desbarajuste representa mucho más que una pérdida de dinero, puesto que los cultivos obtenidos en el campo y almacenados en la casa, y consumidos a medida que sea necesario, y considerados como parte central de la base, representan mucho más que el alimento que se come. Su desaparición es la pérdida de la vitalidad de la vida.

La gente sostiene la casa al "cuidar" y al "tener cuidado con" la base, que quiere decir preservar y ahorrar la energía vital. Ellos no argumentan que sea una economía sostenible, y ellos no quieren decir que tengan un sistema sos-tenible cuando hablan acerca de sostener la casa. Pero sí tienen un modelo claro de vida en un mundo material y no monetario. Ellos no pueden comprar ni hacer intercambio más allá de sus propios límites. Su corriente no se puede expandir con un sistema bancario de reservas fraccionales: sólo puede ser utilizado con mayor o menor cuidado para poder preservarlo. En las economías avanzadas, hablamos de que la economía entera se expande o se puede convertir en algo sostenible. Pero esto no tiene sentido. El modelo económico de la casa en América Latina es una concepción más realista de una economía que debe ser cuidada porque tiene límites materiales. ¿Acaso los agricultores tienen un sentido más preciso de los límites materiales porque viven en una economía de riqueza material, en contraste con una economía de riqueza comercial o financiera? El entendimiento de que lograr la sostenibilidad de una casa es difícil y de que uno debe ser ahorrativo apunta a una mirada cautelar. ¿Estas personas se verían acaso alguna vez envueltas en tráfico de carbón, como si al mover los elementos de la fuerza de un lugar a otro se pudieran resolver los problemas de contaminación y de recursos?

Compartir la fuerza en la casa

El término usual para parejas que cohabitan es juntado, que tiene una acepción de unión, articulación, y por extensión, conexión. Esta conexión es la relación sobre la cual están fundadas las economías de las casas y la economía de una comunidad más grande. Cuando un hombre y una mujer trabajan juntos en la casa están haciendo mucho más que complementarse a sí mismos en sus distintos trabajos: ellos están uniendo las fuerzas de cada uno. El sostenimiento material en la casa es el producto de esfuerzos conjuntos o una recolección y unión de contribuciones de fuerza separadas. Al vivir de este producto conjunto hecho en el pasado, y luego en conjunto componer más fuerza a través de su uso común, ellos doblan, redoblan y doblan de nuevo su fuerza conjunta, o en una frase común, "ambos los dos". Su trabajo conjunto, unido al de otros habitantes, hace de la casa un sitio compartido: cada miembro es incrementalmente un producto y un contribuidor de la energía vital de todos y para todos. Se tornan personas conectadas o conjuntas a través de la ofrenda y recepción de la energía y de la fuerza vital de las otras personas, para luego devolverlas con más trabajo. La casa es el locus classicus del compartir, lo que hace que las conexiones de la casa en esta economía material sean muy distintas a los contratos mercantiles y provenientes de la reciprocidad, tal y como lo comprenden algunos antropólogos. No es simplemente compartir el alimento del hogar lo que conecta a la gente; en cambio, cada persona llega a la casa a compartir y encarnar la fuerza y la vida de los otros, y a encarnar su propia fuerza a través de las contribuciones de otros que incorporaron su vitalidad.

Poco después de salir mi esposa y yo de Panamá, nació nuestra primera hija. Cuando regresé tras unos años con fotos de ella, la gente aseguraba que nuestra hija tenía cara de panameña. Cuando les pregunté por qué -puesto que ellos aseguraban que había una conexión de parentesco basada en la semejanza familiar-, me explicaron que nosotros debimos haber estado comiendo alimentos de la tierra panameña cuando mi hija fue concebida. Nosotros compartimos con ellos la fuerza de la tierra.

Siempre me ha sorprendido la habilidad de las personas del campo para emprender diversas tareas; esto no es hacer mil cosas al mismo tiempo (multitasking) sino hacer muchísimo (manytasking). No todo el mundo emprende la misma labor. En Panamá la gente dice que los hombres son para el campo, las mujeres para la casa, y los niños ayudan o asisten en ambos lugares. En Colombia la gente dice que el trabajo del hombre es más pesado y el de la mujer más liviano. Sin embargo, añaden que ninguno es más valioso que el otro: ambos trabajan juntos como un par de bueyes. En Panamá una vez hice una lista de trabajos masculinos y femeninos. Pero al hacerla estaba asimilando su trabajo al modelo de mercado de la especialización o de la división del trabajo, que no es capaz de captar sus prácticas. La casa no está constituida por una duplicación de las tareas, en las cuales cada uno hace lo mismo que el otro, ni tampoco es una línea de producción. El trabajo es hecho conjuntamente por hombres y mujeres que se sostienen juntos y entre sí. En el trabajo conjunto, cada persona se relaciona con el otro y asiste o ayuda en el proyecto común, el cual les asegura la fuerza para sostener la casa. Hay disparidades en los esfuerzos y en quién obtiene ganancias, pero las personas no conservan cuentas formales de quién hace qué, aunque las diferencias en esfuerzos tácticos o de corto plazo son tenidas en cuenta. Una casa no tiene un calibrador subyacente por medio del cual se pueda hacer comparable y contable la distribución de las recompensas. La transacción principal de la casa es el compartir, no el ojo por ojo, el trueque, el intercambio, la reciprocidad o el toma y daca. No sugiero que la gente en la casa sea ciegamente altruista o que no piensen o actúen de acuerdo con algún tipo de métrica, pero el compartir es distinto. Crea una unión de fuerza en el trabajo cuyos resultados serán devueltos a cada persona. El compartir algunas veces se asemeja a una razón de mercado, cuando se vuelve un cálculo de usos eficientes y de distribución de recursos, especialmente en teorías acerca de la utilidad o eficiencia de las tierras comunales. Pero unas tierras comunales reguladas no son lo mismo que juntarse o combinar la fuerza, lo que crea la casa, la economía y las relaciones.

¿Corriente o moneda corriente?

En Panamá los hombres acostumbraban hablar acerca de disfrutar una comida con arroz; luego cerraban un puño, golpeaban el bíceps de la mano empuñada con su otra palma y lanzaban con satisfacción la expresión "¡ah!". El arroz, decían, daba fuerzas para trabajar. Encontré el mismo gesto en Colombia, pero aquí el alimento era distinto: la papa y algunas veces el fríjol. El cultivo principal (el arroz, la papa, el maíz, el fríjol) era considerado como capaz de contener una fuerza especial y como necesario para poder trabajar. Por ejemplo, en Colombia una persona dijo: "El maíz es básico, da toda la fuerza a los humanos, las gallinas, los marranos. El maíz es todo. Lo básico es el sustento de uno y de su familia, desde el desayuno hasta la comida y la ropa. Todo es producto de la tierra". En las dos áreas, y en otras, la gente habla acerca de las "necesidades" o de lo que necesitan en la casa para sobrevivir. Esperaba encontrar una lista común, pero varía de región a región, incluso de persona a persona, y algunas veces incluye productos del mercado. Ahora me doy cuenta de que las necesidades del hogar tienen como piedra angular la idea de la energía vital. Estos bienes necesarios proveen de la fuerza necesaria para vivir.

Nunca escuché a la gente hablar de cantidades de fuerza, comparar los cultivos con cantidades de fuerza o usar volúmenes de fuerza para medir otras cosas. Las personas sí cuentan, sin embargo: cuentan los tamaños de la cosecha, las semillas necesarias, los días de trabajo efectuados y los que quedan por venir, y la magnitud de las tareas de trabajo en pasos y en distancias corporales, el número de tareas necesarias para completar un trabajo, cuánto tiempo durará una reserva de alimentos, cuántos animales tienen, y más. Cada una es una medida individual, como tomarle la temperatura a alguien, luego el peso, la presión y el nivel de colesterol, pero sin sumarlas para adquirir un número único o una cantidad ganada. En áreas rurales no hay una medida estándar final (como el dinero) o un balance final (como la rentabilidad). La riqueza de una casa es diversa, y tiene diferentes encarnaciones de la fuerza.

Nuestro economista espectador podría comparar la riqueza de la base material colombiana o panameña -que consiste en herramientas, alimentos, animales, bienes en la casa, y su estructura física- con la noción mercantil de capital. Después de todo, el capital también tiene muchas formas -inventarios, equipo, tierras, patentes-, las cuales convertimos en valores monetarios. Nosotros incluso hablamos de "capital social", como si las relaciones humanas pudieran ser monetizadas. Nuestro economista observador podría añadir que incluso si algunas formas del capital moderno ahorran más trabajo o son más productivas que el machete panameño o que el azadón, la distinción entre la base y el capital sólo es una diferencia en el desarrollo tecnológico. El economista podría incluso sofisticar el argumento para decir que las personas siempre medirán y compararán cuando se les pida declarar sus preferencias, lo cual muestra que los valores, en efecto, caen dentro de una escala, y pueden ser organizados, y que las personas utilizan esta escala para escoger de una manera racional. Pero la pregunta y quien la hace son los que inducen la respuesta escalar. En la economía de la casa, la corriente de fuerza tiene muchas formas y no es medida. En todas partes las personas "cuidan de la base", dadas sus necesidades y las capacidades de la casa. Sin embargo, cuidar de la base se hace más por tacto o por tanteo que por cálculo racional, tal y como el rematador de Walras, quien supervisa la obtención del equilibrio general de todos los mercados al reconocer todos los precios, y lo hace por tanteo (tâtonnement), no por planeamiento previo. Planeamiento, medida y adhesión a un valor de escala son actividades realistas sólo en un mundo considerado como controlable por decisiones basadas en probabilidades o por riesgos conmensurables, en vez de pura suerte.

Ahorro (Thrift)

El proceso económico clave en la casa se centra en el gasto o uso de la fuerza. La gente intenta no desperdiciar su fuerza vital o usarla sin ponerla a trabajar. Lo dado o el abastecimiento de los elementos naturales por parte de Dios, debe complementarse con la lucha por componer estos elementos, porque la fuerza obtenida es de nuevo gastada constantemente. Como lo dice la gente: "El maíz obtiene su fuerza de los vegetales en la tierra. Los humanos tienen que ayudar a ponerlo ahí, y usan su fuerza de trabajo para hacerlo. Su fuerza se gasta; uno no lo ve". Sin embargo, simplemente obtener fuerza de la tierra a través de cultivos o animales no hace que la economía de la casa sea exitosa; debido a la corriente -incluido el trabajo de producción-, la fuerza debe ser bien administrada. La buena administración significa organizar y ser ahorrativos y economizar. Nosotros pensamos el ahorro (thrift) como guardar bandas elásticas, hilos, bolsas de compra o contenedores, o guardar y reutilizar sobras de comida. Pero el ahorro es más ubicuo y se practica más creativamente en la economía de la casa: los restos de comida se conservan; acortar y afilar una cuchilla rota o hacer un nuevo mango repara las herramientas; la ropa se remienda y se vuelve a arreglar. Poco se tira a la basura, con la esperanza de que pueda ser reutilizado. Un trozo de plástico claro y delgado que ha sido dejado a un lado en el mercado se convierte en un impermeable en las montañas frías y húmedas; un ladrillo roto se convierte en una piedra del hogar.

Las dinámicas del ahorro en la casa son diferentes a las dinámicas de la ganancia con ánimo de lucro en los mercados. Ambos actos sirven de medio para un fin; ambos tienen que ver con medios limitados; y ambos se desenvuelven en el tiempo. Pero el ahorro presume que el flujo de la riqueza es limitado, mientras que la producción de ganancias asume que puede expandir este flujo. Con el ahorro, uno limita el uso de los medios -bien sea un ovillo, una olla de comida o dinero para las compras- para tener algo sobrante el día siguiente. Ahorrar es un acto cautelar, que se efectúa de cara a un futuro incierto. El ahorro reserva lo que se tiene. La producción de ganancias puede incluir ser ahorrativo, por ejemplo, cuando se compran recursos menos costosos, lo cual se dirige a minimizar los medios. Pero en el proceso de producir ganancias el enfoque es más amplio que la relación entre los medios y los fines: el deseo de rentabilidad se centra en la diferencia entre los fines y los medios, y luego, en la relación de esta diferencia con los medios, es decir, con el rango de rendimiento. Las ganancias se consumen, guardan e invierten, mientras que la preocupación de la casa ahorrativa es mantener una reserva de fuerza. Una cosecha de papa, arroz o maíz se administra con parsimonia. Las sobras son un ahorro, una cobertura contra el futuro, y parte de la base para continuar la economía. En palabras que fueron repetidas muchas veces, un hombre dijo: "Si se acaban las semillas, todo se acaba. Si yo sólo tuviera uno o dos sacos de papas, las plantaría antes que comérmelas. Y nunca vendería las papas por completo: ¿cómo acabar eso? Uno necesita algunas como semillas". En contraste, al obtener ganancias, todo el dinero disponible puede ser dirigido hacia la inversión, si los cálculos de ganancias y riesgo sugieren que se justifica hacerlo. La obtención de ganancias puede usar el ahorro para apoyar inversiones o puede incorporar la parsimonia en el proceso de búsqueda de ganancias, pero los ahorros no se preservan necesariamente a lo largo del tiempo. Obtener un beneficio es un proyecto más abarcador y una manera distinta de relacionar los fines con los medios, aunque la acción de la casa deje su trazo en la práctica del mercado.

Una diferencia significativa separa al ahorro (thrift) de la producción de beneficios. En la economía de la casa, el ahorro se refiere al uso de los materiales. Es un concepto acerca de la corriente de la fuerza y de las sustancias de la riqueza, mientras que en una economía de mercado, el ahorro se mide en dinero. La primera gira alrededor del flujo de fuerza de los materiales con sus gastos; la segunda se refiere al flujo del dinero y a los usos o costos antepuestos. Están relacionados porque los costos monetarios son un tipo de gasto material en la casa; sin embargo, no todos los gastos son costos monetarios.

Pero ahora llegamos al punto en el cual la economía de la casa contradice, se opone, y sin embargo apoya la economía de mercado. El ahorro tiene una historia ambigua en las teorías económicas, las cuales lo ignoran hoy en día en gran parte. He aquí el problema: por medio del ahorro, las sobras son creadas en una corriente material. Estos retazos pueden ser guardados para el futuro. ¿Pero cómo puede un fondo material creciente articularse a una economía de mercado y al uso del dinero? El "cuidado" de la casa se opone a las dinámicas del mercado, que requieren gasto de la casa y corporativo, el cual fue el argumento central de Keynes. El acaparamiento entorpece el consumo en el mercado. A principios del siglo XIX, J. B. Say sostuvo que no hay impedimentos, ni interrupciones, ni distensiones en el ciclo de la economía. En términos generales, desde Say hasta Keynes (con las excepciones de Malthus y Marx), el punto general era que, a través de los salarios pagados y de las compras hechas, la producción crea el poder de compra necesario para el consumo, es decir, la producción crea su propia demanda. Keynes no lo veía así. En tiempos inciertos y períodos de recesión, observó, las personas conservan lo que tienen y se vuelven ahorrativas, en un movimiento preventivo. Ellos crean acopios, lo cual es la práctica de la casa. ¿Acaso nosotros no restringimos nuestros gastos, usamos sobras y nos las apañamos en malas épocas? Pero la casa que mantiene sus existencias de fuerza vital para sí misma interrumpe el mercado, lo que requiere que el dinero sea gastado para que se pueda mantener en movimiento. Hoy día pensamos que podemos eludir esta dialéctica de la casa y del mercado insertando el gasto gubernamental en el ciclo y expandiendo el suministro de la moneda. ¿Pero puede esta acción en un nivel macro reabastecer el sótano de la casa con energía o dejarlo desocupado mientras se incrementan la deuda nacional y la dependencia de la casa en el mercado? En momentos difíciles, ¿debe la economía de la casa gastar su base, así como prolongar e incrementar sus deudas monetarias para ayudar al mercado? Aumentar significativamente la deuda personal con los bancos, mediante tarjetas de crédito y a través de hipotecas, es una señal de este desbarajuste o de este des-ahorro de fuerza.

Conexiones

El ciclo de fuerza vital que sostiene la economía de la casa en Panamá y Colombia conecta a los miembros de la casa dentro de la morada, haciéndoles ser personas que comparten entre sí, mientras que al mismo tiempo conectan la casa con un pasado y con otras casas en la comunidad. Para recibir la fuerza de lo divino a través del medioambiente, los miembros de la casa deben primero hacer uso de una previa acumulación de energía para componerla mejor. Esta fuerza proveniente del pasado ha sido almacenada en la base, de modo que siempre hay un don del pasado para el presente, así como de la divinidad al medioambiente. El regalo es material, se manifiesta en las sustancias de la base y es conceptual, se expresa en el conocimiento que se requiere para sostener la casa. La afirmación de la gente de que la primera base es el Jardín del Edén denota esta dependencia del pasado y de la divinidad. Cada casa es parte de una empresa continua, con avances y retrocesos o acumulación de reservas o déficits.

La casa es un componente de una comunidad que se desenvuelve en el tiempo, y sin embargo participa en el marco contemporáneo, en el cual se relaciona con otros afuera de la casa por medio de transacciones de fuerzas. Este intercambio tiene diferentes modalidades: trabajo recíproco o intercambiable, trabajo festivo u hospitalidad a pequeña o gran escala. Incluso, si una casa es casi autosuficiente, siempre necesitará ayuda externa en labores de agricultura y en otras actividades. Una manera de obtener fuerza es el intercambio de trabajo. Algunas veces los días de trabajo en el mismo tipo de labor se intercambian, en otras ocasiones los días se intercambian en tareas distintas. Este intercambio entre casas no es un trueque ni un comercio mercantil. La gente habla acerca de "ayudarle" a otra persona y usa expresiones metonímicas (hablan de una parte para expresar el todo) para indicar el intercambio, por ejemplo, "brazo por brazo", "costilla por costilla", "espalda por espalda", "dar una mano", "una mano prestada", "un brazo prestado". Estas frases denotan la equivalencia del intercambio y de la demora en el retorno. La primera vez que escuché estos términos los interpreté como maneras prácticas de hablar acerca del intercambio de esfuerzos corporales o de fuerza de trabajo. En efecto lo son, pero también significan algo más. El trabajo es un gasto de energía vital y las personas hablan acerca del intercambio del gasto de fuerza. De hecho, el término general para este intercambio de labor entre casas es "fuerza por fuerza". La energía vital recolectada por una casa se da, recibe y devuelve entre casas, para que así cada una pueda ser sostenida.

Por ejemplo, un pequeño grupo de hombres puede decidir rotar sus esfuerzos en agricultura, pastoreo u otra empresa. Comparten sus energías vitales al ayudar a otros a mantener sus casas. Cuando la fuerza se intercambia entre casas, quien recibe la fuerza alimenta a los trabajadores. El trabajador es sostenido con fuerza inmediata de la casa que recibe la ayuda, mientras que su fuerza acumulada se gasta. La casa anfitriona provee la fuerza para el gasto de trabajo mientras recibe fuerza que reabastecerá su base. El sentido de este intercambio se puede ver cuando los trabajadores son alimentados con una versión cocinada de la comida que ellos están cosechando. Algunas veces se les da una pequeña porción cruda de la cosecha que acaban de obtener, en adición a la comida. Ambas ofrendas son apoyos materiales y símbolos o retornos promisorios en agradecimiento a la fuerza recibida, y significan exactamente lo que se está intercambiando. Esta extensión del intercambio de casas ubica la fuerza o la base de una casa en la otra, y viceversa. Por medio de este intercambio, las casas y los miembros contienen la energía vital de otros; la fuerza se distribuye entre la gente y los conecta entre ellos y con sus casas. Compartir en la casa a través del trabajo conjunto y del consumo común, lo cual hace que las personas estén conectadas con otras, provee el modelo para el intercambio entre casas a través del cual hay un intercambio más amplio de energía vital que conecta a los unos con los otros.

Las concurrencias de trabajo colectivo son más complejas, las cuales tienen un elemento ritual o festivo, incluso si algunas veces son ambiguas en sus motivos y pueden ser utilizadas para explotar o para la apropiación. El hombre que tiene un trabajo especial que lograr, por ejemplo, construir una casa de barro y cañabrava o una gran cosecha, puede convocar una junta4 o reunión para un día en particular. Quienes le ayudan llegan temprano en la mañana y parten sólo cuando la labor se ha completado. El anfitrión debe entonces un día de trabajo a cada participante, aunque el pago a menudo es atenuado o no se hace, y también provee de comida y bebida. Las preparaciones comienzan días antes. Todos los materiales, en el caso de la construcción de la casa, deben ser preparados y alistados para la construcción, y la comida debe ser recogida y parcialmente preparada por los miembros femeninos de la casa, algunas veces con la ayuda de otras mujeres de otras casas. La bebida local, hecha de maíz, puede tomar días para fermentarse. A los trabajadores, quienes son invitados semanas antes, no se les paga pero reciben la obligación nominal del anfitrión de trabajar en sus juntas, y se les suple a lo largo del día con comida y con bebida producidas en casa (lo cual, en dinero, es mucho más de lo que recibirían en efectivo por su trabajo). Los participantes cantan, bailan, hacen bromas y hablan mientras trabajan, hasta que al final del día sus esfuerzos se distienden. El anfitrión podría hacerlo mejor si contratara la mano de obra, pero no podría reclutar el número de trabajadores deseados porque la naturaleza festiva del encuentro es un atractivo. El evento también le otorga al anfitrión un grado de prestigio comunal al ser capaz de llevar a cabo una construcción de una casa, organizar una reunión y lucir la reserva de fuerza que tiene a su disposición5. Esta colecta de trabajo es unilateral, puesto que la fuerza inmediata proveniente del alimento se intercambia por fuerza a largo plazo encarnada en la casa o en otro empeño. Es más atenuado que el trabajo de puertas para adentro, pero sigue siendo una forma de compartir y de reciprocidad que conecta a las personas por medio de la corriente, y al hacerlo niega la existencia del ser autárquico.

Nuestro economista espectador podría interrumpir diciendo que el anfitrión de la junta utilizaría mejor sus escasos recursos para construir la casa ofreciendo un salario más alto, en vez de comida y bebida, lo cual disminuye los esfuerzos del día. Sin embargo, el cambio de corriente a moneda corriente le costaría al anfitrión dinero que no tiene, mientras que la concurrencia festiva suscrita por la corriente de fuerza le permite ahorrar dinero o ser ahorrativo a través del uso de la comida y bebida de la casa, las cuales están apoyadas en el trabajo no remunerado proveniente de la casa. La observación de nuestro economista sería muy útil si el trabajo de una junta estuviera dirigido a construir una mercancía para la venta. Mi amigo panameño podría poner a la venta su casa de barro y cañabrava; las personas podrían recurrir al trabajo de junta para cosechar arroz y papa para la venta. En tales casos, el anfitrión del trabajo estaría utilizando mano de obra no remunerada para obtener un producto que se vende por dinero. Yo no escuché acerca de este uso de las reuniones festivas, pero el proceso más general de transformar la corriente en moneda corriente, o pasar de un circuito a otro, es de central importancia para entender cómo las economías al margen a menudo participan en mercados y pierden su fundamento. El cálculo y la práctica económica desbaratan y deshacen las conexiones locales y el compartir de la casa.

Algunas veces la corriente de vitalidad se gasta en una festividad y no se transforma en trabajo. En adición a la hospitalidad cotidiana, en la cual se puede ofrecer té o café, en ocasiones una casa puede invitar a un momento de celebración, como puede ser un bautizo o un matrimonio. Se sirve comida y bebida, incluso se puede contratar un instrumento de cuerda. La energía vital de la casa se comparte con otros. Sin importar que sea grande o pequeño, un evento como éste representa el gasto de la fuerza que no trae ningún retorno material. Esta transacción es distinta de todas las otras en las cuales la base se mantiene a lo largo de ciclos económicos. Las personas recuerdan con gusto estos momentos de celebración, y cuando una casa lleva a cabo una celebración extraordinariamente grande, tal vez una vez en la vida, la gente habla de "tirar la casa por la ventana". Esta expresión, ostentosa y sin embargo precisa significa que la corriente de la vida se sale de la casa, no por las puertas, como de costumbre, sino por una abertura que no permite un retorno. La vitalidad humana es gastada sin cuidado en el momento en que la casa se voltea de adentro hacia afuera. Al "desperdiciar" (gastar) su fuerza y posicionar su base con otras, la casa se desbarata a sí misma y sacrifica su futuro de reconocimiento comunal al desperdiciar su identidad y fuerza vital hacia otras.

En cambio, la casa que nunca ayuda ni asiste a otras se priva de una conexión. Aún más, la casa que recibe fuerza pero que no devuelve esta vitalidad está tomando la vida de los otros. Negar la reciprocidad es una fuerza destructiva, la cual hace parte del significado de la reciprocidad, de la misma manera que el compartir la fuerza de la vida. Base de la vida al mismo tiempo que regalo, fuente y diseminación de la identidad, producto del compartir que debe ser compartido, y manera de conectarse con otros por medio del compartir la propia vida, la corriente económica puede tener un poder ambiguo.

Conclusión

Como una antorcha encendida, esta etnografía proveniente de América Latina fulgura en múltiples direcciones. Muestra cómo una corriente de vitalidad constituye y conecta a las personas, provee un recuento materialista de la economía y señala las conexiones que vinculan a las personas con una tierra limitada. Borra la división entre la sociedad humana y el medioambiente y sugiere que el compartir, y no tanto la selección racional o la reciprocidad, es la práctica económica fundamental que apoya la vivencia individual. Sugiere que la corriente incierta de la vida tiene una base mística o divina. Exhibe el contraste entre la corriente social y la moneda corriente del mercado e insinúa la necesidad de una manera diferente de "medir" los impactos socioambientales de una economía. Por último, muestra que la economía es un ritual social, desde las plegarias elevadas para la producción hasta la sociabilidad del intercambio, pasando por las festividades del consumo: todas se refieren a una corriente de relaciones que se mantiene o interrumpe. Los actos económicos son significativos no sólo por sus efectos materiales, sino también por lo que hacen socialmente, lo cual está sujeto a la Fortuna.

Agradecimientos

Una versión inicial de este ensayo fue presentada en la Universidad de Lund por invitación de Alf Hornborg, quien desde hace tiempo me ha sugerido que desarrolle las implicaciones ecológicas de estas ideas locales acerca de prácticas materiales. Debo agradecer a Giovanni da Col por sus ideas y entusiasmo.


Comentarios

* Texto publicado originalmente en inglés por Berghahn Books. Gudeman, Stephen. 2012. Vital Energy: The Current of Relations, Social Analysis, 56 (1), pp. 57-73. Traducción de Juan Manuel Espinosa.

** Nota del traductor: utilizo Fortuna en mayúscula para denotar el uso original español de la palabra que se refiere a "destino", "fatalidad" y para diferenciarlo de la fortuna contemporánea, que tiende a restringirse a un sentido económico.

1 Un lector amistoso objetó mi palabra "conjeturar" como si no inspirara confianza, pero la utilizo conscientemente para significar una hipótesis. Conozco bien las etnografías de los agriculturalistas de América Latina y ocasionalmente encuentro en ellas pistas sobre el concepto de "fuerza", y también unos cuantos etnógrafos con quienes he hablado parecen estar de acuerdo con esto en su material. El lector se dará cuenta de que el concepto resuena con ideas europeas antiguas, por ejemplo, vis vitae (fuerza vital). Creo que este complejo es un descubrimiento etnográfico y, por lo tanto, sugiero su posible existencia en otros lugares.

2 Gísli Pálsson (2009) ofrece un recuento no dualista de la vida con su concepto de "relaciones biosociales". Estoy en deuda con él por su disposición a compartir su interesante trabajo conmigo mientras escribía este artículo.

3 La mayoría de la información acerca de Panamá fue publicada en Gudeman (1976 y 1978), pero la estoy complementado aquí. El material acerca de Colombia fue en gran parte publicado en Gudeman y Rivera (1990).

4 La raíz de la palabra es la misma que para el término juntado, usado para describir una pareja que comparte la fortaleza para mantener su casa.

5 A los participantes les place recibir comida y juntar fuerzas con amigos y conocidos, pero el trabajo en grupo no es siempre una situación agradable. He visto personas sacar cuchillos al caer la tarde en una junta, aunque sin resultados perjudiciales.


Referencias

1. Gudeman, Stephen. 1976. Relationships, Residence and the Individual. Londres: Routledge.         [ Links ]

2. Gudeman, Stephen. 1978. The Demise of a Rural Economy. Londres: Routledge.         [ Links ]

3. Gudeman, Stephen. 1986. Economics as Culture. Londres: Routledge.         [ Links ]

4. Gudeman, Stephen y Alberto Rivera. 1990. Conversations in Colombia: The Domestic Economy in Life and Text. Cambridge: Cambridge University Press.         [ Links ]

5. Hornborg, Alf. 2006. Footprints in the Cotton Fields: The Industrial Revolution as Time-Space Appropriation and Environmental Load Displacement. Ecological Economics 59 (1), pp. 74-81.         [ Links ]

6. Hornborg, Alf. 2007. Learning from the Tiv: Why a Sustainable Economy Would Have to Be 'Multicentric'. Culture and Agriculture 29 (2), pp. 63-69.         [ Links ]

7. Hornborg, Alf. 2009. Zero-Sum World: Challenges in Conceptualizing Environmental Load Displacement and Ecologically Unequal Exchange in the World-System. International Journal of Comparative Sociology 50 (3-4), pp. 237-262.         [ Links ]

8. Löfving, Staffan (ed.).2005. Peopled Economies: Conversations with Stephen Gudeman. Uppsala. Collegium for Development Studies, Uppsala University.         [ Links ]

9. Pálsson, Gísli. 2009. Biosocial Relations of Production. Comparative Studies in Society and History 51 (2), pp. 288-313.         [ Links ]