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Antipoda. Revista de Antropología y Arqueología

Print version ISSN 1900-5407

Antipod. Rev. Antropol. Arqueol.  no.18 Bogotá Jan./Apr. 2014

 

A través de la yerba mate: etnicidad y racionalidad económica entre los trabajadores rurales Paraguayos en la industria de la construcción de Buenos Aires*

Tekoha ' ÿre ndaipori teko (Sin territorio, no hay cultura).
Principio guaraní

Álvaro del Águila

Doctorando en Antropología, Universidad de Buenos Aires, Argentina.] Conicet - Instituto de Altos Estudios Sociales (Idaes, Unsam). alvarodelaguila@hotmail.com

DOI: http://dx.doi.org/10.7440/antipoda18.2014.08


RESUMEN:

Este trabajo analiza el proceso migratorio de trabajadores rurales paraguayos hacia la industria de la construcción de Buenos Aires. Algunos indicios llevan a considerar que la migración no sólo da lugar a cambios en la vida social de los sujetos, sino también a transformaciones profundas en su racionalidad económica. A partir de una mirada etnográfica, pretendemos contrastar las experiencias laborales en origen y destino, contribuyendo a echar luz sobre las imbricaciones profundas que articulan etnicidad, relaciones de producción y racionalidad económica.

PALABRAS CLAVE:

Migración, industria de la construcción, proletarización, relaciones de producción, Paraguay.


With yerba mate: ethnicity and economic rationality among Paraguayan rural workers in the Buenos Aires construction industry

ABSTRACT:

This article analyzes the process by which rural workers migrate from Paraguay to work in the Argentinian construction industry. There is some evidence that the migration process changes not only the lives of migrants but, in a profound way, their economic rationality. Employing an ethnographic perspective we contrast the work experiences of Paraguayan migrants at origin and at their point of arrival. The article casts light on the profound overlap between ethnicity, work and economic rationality.

KEY WORDS:

Immigration, construction industry, proletarianization, relations of production, Paraguay.


Através da erva mate: etnicidade e racionalidades econômica entre os trabahalhadores rurais Paraguaios na indústria da construção de Buenos Aires

RESUMO:

Este trabalho analisa o processo migratório de trabalhadores rurais paraguaios para a indústria da construção de Buenos Aires. Alguns indícios levam a considerar que a migração não só dá lugar a mudanças na vida social dos sujeitos, mas também a transformações profundas em sua racionalidade econômica. A partir de um olhar etnográfico, pretendemos contrastar as experiências laborais em origem e destino, contribuindo a iluminar as imbricações profundas que articulam etnicidade, relações de produção e racionalidade econômica.

PALAVRAS - CHAVE:

Migração, indústria da construção, proletarização, relações de produção, Paraguai.


Introducción

El presente trabajo pretende analizar algunas dimensiones destacadas del proceso social por el cual muchos trabajadores rurales paraguayos migran hacia Buenos Aires para insertarse en la industria de la construcción como obreros asalariados. La particularidad del fenómeno radica en el hecho de que el proceso migratorio que realizan los sujetos da lugar, en forma paralela, a un proceso de proletarización dentro de la industria de la construcción argentina1. A partir de esta situación, simultáneamente, el proceso migratorio suele acarrear tanto cambios en la vida social de los sujetos como transformaciones profundas en su racionalidad económica. Esto ocurre a partir de que los migrantes provenientes de ámbitos caracterizados por la primacía de relaciones no capitalistas de producción, se encuentran en Buenos Aires frente a una industria signada por la compra-venta de fuerza de trabajo en el mercado. Así, los trabajadores provenientes de economías orientadas a la subsistencia en Paraguay (socializados en estructuras económicas y sociales distintas a las del homo economicus capitalista) deben adaptar su visión del mundo al nuevo ámbito de producción, caracterizado por la explotación intensiva de la fuerza de trabajo, con el objeto de obtener altas tasas de ganancia.

Con la finalidad de echar luz sobre el fenómeno, comenzaremos describiendo brevemente las condiciones sociales de producción que priman en las comunidades de emigración2 de los sujetos, para luego intentar contrastarlas con las experimentadas por éstos en la industria de la construcción de Buenos Aires. La comparación nos permitirá captar el modo en que se articulan y redefinen mutuamente las identidades, la racionalidad económica y las relaciones de producción que establecen los trabajadores rurales en el contexto de una gran industria.

Breve acercamiento a las relaciones sociales de producción en el campo paraguayo

Nos centraremos en intentar responder a tres cuestiones básicas respecto del sentido que adquiere la producción en el entorno del Paraguay rural: para qué se produce, entre quiénes se produce y cómo se produce. Lo primero que debe decirse es que la estructura social del campo paraguayo3 se inscribe sobre la base de una importante desigualdad en relación con el acceso a la tierra. Según algunos autores, cerca del 90% de las explotaciones campesinas comprenden menos del 10% del total de la tierra, y concentran al mismo tiempo un poco más del 90% de la población rural (Galeano, 1984; Riquelme, 2003; Ortiz Sandoval, 2007). Ante esta situación, como componente tradicional de la lucha por la reproducción social, las ocupaciones de pequeñas parcelas de tierra suelen ser comunes entre los pequeños campesinos. Esta configuración del acceso a la tierra parece constituir la espina dorsal alrededor de la cual se estructura la desigualdad en el entorno rural paraguayo, y sobre la que se asientan la cultura campesina4 y las estrategias de reproducción social que desarrollan los núcleos domésticos.

Por su parte, Grünberg (1975: 31) analizó el modo de producción llamado Koygua o "campesino", y sus diferencias, por ejemplo, con el de los grandes terratenientes paraguayos. Mientras que estos últimos mantienen una economía guiada estrictamente por la persecución del máximo beneficio, el sistema de producción campesino Koygua se habría nutrido más del ñande reko (modo de ser) indígena, persiguiendo el principio de la mayor repartición posible de los riesgos, para poder garantizar la supervivencia de la comunidad. En este sentido, el autor afirma que, al igual que en el caso de los Pâí Tavyterâ (indígenas del Chaco paraguayo), las actividades cotidianas del campesinado paraguayo se encuentran marcadas por los principios de solidaridad y cooperación, consideradas, ante todo, virtudes sociales.

Es así entonces que, frente a la lógica del beneficio capitalista esgrimida por los grandes terratenientes, las familias campesinas parecen oponer una visión del mundo que las aleja del mero objetivo de la obtención de ganancia. Riquelme (2003) ha logrado captar la concepción campesina de la tierra en su sentido práctico:

    La afirmación de que la tierra es para quien la trabaja está muy arraigada en la mentalidad de los campesinos, y en esa medida es un factor importante que motiva y alimenta la lucha por la tierra. Para el campesino la tierra es un factor de producción y no de especulación o de status, como lo es para la oligarquía terrateniente. (Riquelme, 2003: 188)

Aunque, como referimos con anterioridad, analizar en profundidad las particularidades que adquieren las relaciones sociales en el entorno rural paraguayo demandaría un gran esfuerzo, imposible de agotar en unas pocas páginas, por los fines concretos de este trabajo nos serviremos fundamentalmente del análisis realizado por Ortiz Sandoval (2007), quien ha detallado de forma completa la mentalidad económica que prima entre sus actores. El autor plantea que la ganancia económica en el campo paraguayo sólo representa una posibilidad legitimada para los agentes dominantes de los espacios rurales, pero no así para el común de los campesinos. A pesar de esta situación, resulta paradójico el hecho de que la reproducción del sistema que legitima la ganancia de los sectores rurales dominantes descansa, a fin de cuentas, en los propios campesinos. Éstos, a través de sus prácticas económicas, conjugan "lógicas mercantiles y no-mercantiles propias de su cultura" que suelen ser aprovechadas por los grandes poseedores de tierra (Ortiz Sandoval, 2007: 731).

En estas localidades, el "mercado rural" representa un complejo sistema de acciones e interacciones entre sujetos e instituciones, que suele estructurarse a partir de la coexistencia de distintas visiones sobre el mundo circundante5. La oposición "prototípica" que caracteriza al entorno es aquella que distingue a los terratenientes (quienes muchas veces ni siquiera viven en el entorno rural) de los campesinos, para quienes la tierra constituye no sólo el medio de producción del sustento, sino también el eje alrededor del cual gira la vida social de la comunidad.

A pesar de que los economistas clásicos suelen considerar que el motor de los comportamientos económicos está dado por el principio de la optimización y la persecución del mayor beneficio posible, las relaciones sociales que construyen los campesinos paraguayos distan de ser reductibles a ello. Lo que aquí nos interesará señalar es que el único modo de comprender en profundidad la racionalidad económica campesina es atendiendo a la estructura social y a las representaciones que los actores sostienen en cuanto "sujetos sociales totales", para quienes la dimensión económica no sólo nos habla de la riqueza/pobreza en términos absolutos, sino también, y de forma mucho más central, de la pertenencia efectiva de los miembros a una comunidad moral. Esto ya había sido señalado por Marx, al ilustrar el modo en que las prácticas económicas se imbrican en la organización social (Ortiz Sandoval, 2007: 736). Por su parte, Weber (2004) señala:

    Las economías campesinas hallan condicionamientos para una orientación estrictamente "racional" de sus cálculos de lucro y ganancia, en la indefinición que imprimen los factores morales, afectivos o tradicionales en sus conductas económicas, dada una "predisposición" a responder a la costumbre y anteponer una racionalidad orientada a valores a una racionalidad orientada a fines, clave en la construcción de las disposiciones capitalistas de conductas orientadas a "probabilidades de ganancia en el mercado". (Weber, 2004: 70)

Lo anterior, sin embargo, no significa que los campesinos no participen en el mercado, ni que tampoco aspiren al bienestar. Tal y como aclara Ortiz Sandoval, los campesinos participan en el mercado rural, pero "sin disposiciones capitalistas" o, en términos de Bourdieu, sin un habitus económico capitalista (Ortiz Sandoval, 2007: 735). Para Sandoval, "el mercado es re-significado creativamente por los campesinos como mecanismo que se interpone a la racionalidad instrumental, opuesta a sus culturas e identidades" (Ortiz Sandoval, 2007: 734). De acuerdo con el autor, dicha re-significación se traduce en una moral práctica, que puede resumirse en la concepción "O ganamos todos o no gana nadie" (Ortiz Sandoval, 2007: 734). Por supuesto, esto no significa que no existan productores que logran más éxito económico que otros, introduciendo transformaciones en la productividad del trabajo, en la acumulación de capital y/o en los hábitos de consumo. Lo que el autor busca expresar es que estas diferencias sólo logran legitimarse sobre la base presupuesta de una "equidad moral". Es a partir del ceñimiento a la moral compartida que la ganancia de algunos puede ser aceptada como una opción legítima dentro de la comunidad, sin que ésta implique necesariamente una pauta de diferenciación social. A partir de ello, e intentando responder a la primera de nuestras preguntas, podemos decir que en muchas comunidades rurales de Paraguay el objetivo primario de la producción parece ser la reproducción misma de la vida social, y no la ganancia en términos capitalistas. Tal vez, a nuestro entender, Ortiz Sandoval exagera cuando afirma que esta máxima de conducta es la que permite explicar por qué a quienes buscan la ganancia económica para sí mismos, "sólo les queda migrar a los centros urbanos o al exterior" (Ortiz Sandoval, 2007: 734). Intentaremos más adelante mostrar que, en muchas oportunidades, la migración hacia el exterior de personas en edad productiva constituye una estrategia del núcleo doméstico para asegurarse algunos bienes de consumo (y/o dinero en efectivo), antes que un plan individual. Por otra parte, muchas veces el motor de la migración no parece ser necesariamente la ganancia capitalista, sino la mera supervivencia6.

La segunda dimensión del análisis tiene que ver con entre quienes se produce. Lo primero que debe decirse es que, para las unidades domésticas campesinas, producir implica básicamente "producir entre nosotros". Esto se vincula al hecho de que en estas localidades el trabajo considerado ideal suele ser aquel que se realiza en el marco del grupo familiar, dentro del grupo doméstico. Como señala Dolors Comas D'Argemir:

    La institución doméstica proporciona, en definitiva, la resolución de problemas derivados del contexto socioeconómico, actuando como una especie de colchón ante las situaciones de crisis. Además, el intercambio laboral está mediatizado por las relaciones de parentesco, de manera que las jerarquías internas de sexo y edad quedan subsumidas por las relaciones basadas en la obligación moral y la intensidad afectiva que devienen así componentes esenciales en los mecanismos de dominación interna y en el uso diferencial del trabajo de los componentes de la familia. (Comas D'Argemir, 2000: 97)

Por otra parte, los lazos de parentesco (a partir de la norma exogámica que se cumple en los núcleos domésticos) terminan por vincular a las personas con otros miembros de la comunidad. Esto, por supuesto, siempre y cuando los miembros del núcleo doméstico no migren para instalarse en otras localidades o en el exterior. Cuando esto último ocurre (como veremos más adelante, en el caso de los trabajadores que migran hacia Buenos Aires), las relaciones de producción de la unidad doméstica se ven alteradas, al menos en su dimensión formal. Retomando entonces el análisis de la comunidad campesina como conjunto social estructurado, es posible apreciar que, en torno al mercado, los campesinos crean un "nosotros". En efecto, y como señala Ortiz Sandoval:

    Ser mboriahu (pobre) entre los campesinos, se define como una condición más social que económica: si alguien comparte tanto social como económicamente con los demás, por más que tenga mayores ingresos puede ser considerado igualmente pobre. En contrapartida, el rico no es quien gana más dinero, sino quien al ganar dinero, reniega de su condición de mboriahu, que es una identificación social. (Ortiz Sandoval, 2007: 749)

El autor ilustra así cómo el dinero obtenido por los campesinos en el mercado suele ser gastado en la misma comunidad. Esta actitud representa una gran diferencia con respecto a la conducta económica que caracteriza a los sectores rurales dominantes. La identificación social descansa sobre este tipo de prácticas, y no tanto sobre el hecho de participar en el mercado como compradores-vendedores de la producción. Pero los modos por los cuales se construye simbólicamente la categoría del "nosotros" entre los campesinos, también pueden ser observados a través de otras conductas. Dentro de las comunidades estructuradas de esta forma, el favor se vuelve un bien simbólico de enorme importancia. Las ayudas recíprocas de trabajo aparecen así como mecanismos arraigados de producción económica que no se corresponden con el comportamiento prototípico capitalista. De esta forma, sobre la base de las condiciones sociales de producción compartidas, y sobre la experiencia común frente a la adversidad, los miembros de las comunidades campesinas paraguayas construyen una fuerte noción del "nosotros-étnico". En otras palabras, las condiciones de producción a las que están expuestos como campesinos, y en cuanto "pobres", representan la base material sobre la cual se yerguen la etnicidad y el sentido de pertenencia a la comunidad. Y es a partir de esto que la "confianza" adquiere un valor insoslayable entre los productores, a nuestro entender, hasta el punto de ser considerada condición de posibilidad para la pertenencia al grupo. Dicho de otro modo, en estas comunidades "la condición social hace a la confianza" (Ortiz Sandoval, 2007: 752).

Por último, y en relación con el modo en que se produce, éste muestra grandes diferencias respecto del modelo de producción de la gran industria capitalista. Como afirma Ortiz Sandoval:

    La incorporación de la noción del tiempo acorde a la lógica mercantil en los espacios rurales no sucede de manera lineal ni homogénea entre los campesinos. El cálculo y la previsión como mediación de la "posibilidad objetiva" de ganancia es apenas una parte, a veces tangencial, de la organización temporal campesina y su cultura. (Ortiz Sandoval, 2007: 752)

Como afirma el autor, la temporalidad capitalista se instala relacional-mente en disputa con la cultura campesina. En este tipo de comunidades, el imaginario social opera generalmente en torno a una comprensión cíclica del tiempo. Esto da lugar a un esquema productivo por el cual los trabajos sólo cobran sentido si responden a las necesidades concretas que demandan los sembradíos. En palabras de Ortiz Sandoval:

    La garantía de la reproducción económica está fundada en la garantía del ciclo agrícola, de un ritmo cuya fuente de legitimidad radica en el retorno de estaciones ligadas a la germinación, el crecimiento y el declive de los sembradíos, pero en la socialización de las relaciones temporales, retrotrayendo el pasado hacia el presente como una fórmula retrospectiva de seguridad de la reproducción social. (Ortiz Sandoval, 2007: 753)

Se trata de la "memoria del futuro" a la que se refirió Meliá (2004), por la cual los trabajadores rurales basan su sabiduría y pericia sobre los quehaceres agrícolas en las expectativas de que las cosas sucedan de acuerdo a como lo hicieron en el pasado. Se trata de una cosmovisión completamente construida sobre la idea de "ciclo". Si bien puede pensarse que se trata de una cosmovisión ingenua, resulta perfectamente eficiente en cuanto a gasto energético y productividad. Como lo explica Thompson (1979):

    La notación del tiempo que surge de estos contextos ha sido descrita como "orientación al quehacer". Es quizá la orientación más efectiva en las sociedades campesinas [...]. Se pueden proponer tres puntos sobre la orientación al quehacer. El primero es que, en cierto sentido, es más comprensible humanamente que el trabajo regulado por horas. El campesino o trabajador parece ocuparse de lo que es una necesidad constatada. En segundo lugar, una comunidad donde es normal la orientación al quehacer parece mostrar una demarcación menor entre "trabajo" y "vida". Las relaciones sociales y el trabajo están entremezclados -la jornada de trabajo se alarga o contrae de acuerdo con las necesarias labores- y no existe mayor sentido de conflicto entre el trabajo y el "pasar el tiempo". En tercer lugar, al hombre acostumbrado al trabajo regulado por reloj, esta actitud hacia el trabajo le parece antieconómica y carente de apremio. (En Ortiz Sandoval, 2007: 755)

De esta forma, la productividad basada en el cálculo de tiempos y en la intensificación del uso de la fuerza de trabajo sólo adquiere sentido en momentos muy específicos del ciclo productivo agrícola. Intentaremos mostrar a continuación cómo la globalización de la lógica capitalista y su modelo de producción repercuten negativamente en la configuración de este universo social.

Capitalismo, informalidad y procesos de proletarización

Con la finalidad de situar cabalmente el análisis del caso de los migrantes rurales paraguayos, usaremos algunos conceptos de importancia en la antropología económica y en las ciencias sociales en general. El concepto de informalidad fue definido por Alejandro Portes como "la suma de las actividades productoras de ingresos en las que se involucran los miembros de un hogar, excluyendo los ingresos provenientes del empleo contractual regulado" (Portes, 1995: 86-87). A partir de esta noción, el autor afirma que a lo largo del siglo XIX no parece haber existido una diferenciación tajante entre lo que hoy consideramos actividades económicas formales e informales (Portes, 1995: 34). Muy por el contrario, en más de un sentido puede decirse que la informalidad parece haber sido la norma en las relaciones de producción capitalistas anteriores al siglo XX. Una de las transformaciones que se experimentan durante la expansión capitalista posterior se vincula al gran incremento del número de trabajadores que comienzan a depender cada vez más de un salario regular para subsistir. Wallerstein (1976) identificó este proceso como parte de una "tendencia secular hacia la proletarización" (citado en Portes, 1995: 35), fundamentalmente vinculada a dos factores: el "imperialismo" (entendido como la posibilidad de transferir la explotación a las colonias) y el requisito capitalista de actualizar los beneficios monetarios por medio de la expansión del mercado doméstico (Portes, 1995: 35). Sin embargo, es preciso señalar que el proceso de proletarización por el cual cada vez más fuerza de trabajo se incorpora formalmente al modo de producción capitalista también se vincula a las victorias obtenidas por los trabajadores organizados en su lucha por combatir la explotación. Desde este punto de vista, podría decirse que, hasta que la resistencia organizada de los trabajadores no obligó a los patrones a limitar la explotación que se ejercía sobre ellos, el capitalismo hizo un aprovechamiento informal del trabajo asalariado.

A pesar de lo anterior, el proceso de proletarización creciente no siempre fue acompañado de un proceso de inserción en relaciones de producción formales. Por el contrario, la subsunción del modo de producción doméstico y de subsistencia en las relaciones capitalistas de producción, sólo en una pequeña parte de los casos trajo aparejado un proceso de proletarización formal. En otras palabras, si bien en parte el sistema salarial se extendió hasta abarcar un gran número de trabajadores en el mundo, la mayor parte de ellos permanece aún dentro del sector no regulado de la economía, como fuerza de trabajo flexible y desprotegida.

Desde otra óptica, Meillasoux (1972) retrató procesos similares al denunciar los modos de explotación de la comunidad doméstica por parte del sistema capitalista. En su planteo, el autor llama la atención sobre el hecho de que la "agricultura de alimentación" (Meillasoux, 1972: 137) en los países subdesarrollados suele permanecer casi totalmente al margen de la esfera de la producción capitalista, aun cuando está directa o indirectamente relacionada con la economía de mercado mediante el abastecimiento de mano de obra alimentada en el sector doméstico. De esta manera, el autor sugirió que esas economías de alimentación forman parte de la esfera de la circulación del capitalismo (por cuanto lo proveen de fuerza de trabajo) pero permanecen fuera de la esfera de la producción capitalista, "por cuanto el capital no se invierte en ellas y porque sus relaciones de producción son de tipo doméstico y no capitalista" (Meillasoux, 1972: 138). A partir de esta relación que se establece entre dos sectores donde dominan relaciones de producción diferentes (domésticas y capitalistas) es que:

    El imperialismo pone en juego los medios de reproducción de una fuerza de trabajo barata en provecho del capital [dando lugar a un] proceso de reproducción que es, en la fase actual, la causa esencial del subdesarrollo y al mismo tiempo, de la prosperidad del sector capitalista. (Meillasoux, 1972: 87)

De esta forma, el planteo ayuda a comprender por qué resultan falaces los postulados por los cuales se concibe a aquellos sectores donde predomina una "economía de alimentación" como formaciones sociales empobrecidas del capitalismo.

    Lescano vivía en Itá7 con su madre en una "granja" que ésta había establecido en un pedazo de tierra "desocupada". Ella se dedicaba allí a las actividades propias de una granja: era matarife de chanchos y vendía gallinas y huevos. Sólo para uso doméstico, plantaban en un pequeño terreno algo de caña y de mandioca. A los diez años, Lescano ya se iba con un señor vecino a trabajar "con la cuchara" revocando o alcanzando baldes de material en algunos "trabajitos" que le iban saliendo a aquél. (Nota de campo sobre conversación con Lescano. Plomero paraguayo. Febrero de 2008)

Retomaremos más adelante las palabras de nuestro informante. Por el momento, adelantaremos que en casi la totalidad de los casos relevados, los trabajadores comenzaron a desarrollar sus primeras tareas en la construcción sin contar con ningún tipo de salario indirecto, es decir, percibiendo sólo el equivalente necesario para reproducir su fuerza de trabajo inmediata. Veremos por qué y de qué forma esta modalidad suele ser aceptada por los migrantes durante los primeros períodos de trabajo.

Relaciones de clase y movilidad social en la industria de la construcción argentina

Las condiciones laborales que priman en la industria de la construcción han sido abordadas con distinto grado de profundidad por autores provenientes, en general, de la "Sociología del Trabajo". Existen asimismo, desde la antropología, algunas aproximaciones etnográficas en la región (Vargas, 2005; Ribeiro, 2006) a las que prestaremos una atención especial. Respecto de los antecedentes de la investigación, debe destacarse el papel central que significaron para nosotros los aportes de Panaia (1990 y 1995) al contribuir a definir las características generales del rubro en términos estructurales. La autora caracterizó la construcción argentina de la siguiente manera:

    La industria de la construcción puede ser definida como un sector tradicional, casi de corte artesanal, donde distintos factores contribuyen a bloquear su modernización, como el peso del Estado-empresario, la política de inversiones públicas y el alejamiento de las fronteras tecnológicas tradicionales. (Panaia, 1990: 135)

Al realizar su investigación, Panaia señalaba que el sector carecía de "instrumentos crediticios aptos y adecuados" para llevar adelante los emprendimientos, con lo cual, y ante la necesidad de efectuar grandes inversiones iniciales, se veía crónicamente afectado por restricciones fuertes a su crecimiento real. Estas características, según la autora, serían las que más habrían determinado el carácter de la actividad, configurándola como un sector sujeto a ciclos pronunciados, expuesto a las crisis económicas y altamente propenso a estructuraciones específicas del mercado de trabajo, la configuración empresaria y las políticas de gestión de la mano de obra asociadas a ella. El escaso empleo de tecnologías mecanizadas, junto al predominio de procedimientos manuales tradicionales, habrían hecho de la construcción de edificios un "submercado económico" en el que aún "prevalece el uso intensivo de la mano de obra" (Panaia, 1995: 3). Es por ello que, frente a la evidencia del crecimiento notable de la actividad en las últimas décadas, la autora sostiene que el mismo sólo puede explicarse por un incremento de actividades constructivas subterráneas "que escapan a las registraciones oficiales y los mecanismos legales de contratación de la mano de obra" (Panaia, 1990: 137).

Para comprender cabalmente la relación que vincula a la industria con los flujos migratorios provenientes del Paraguay, recuperaremos el análisis de Bruno (2008), quien estimó que la inserción laboral de cuatro de cada diez trabajadores paraguayos varones que migran hacia la Argentina tiene lugar en la industria de la construcción de la Ciudad de Buenos Aires y su Área Metropolitana. Esta situación adquiere mayor significación aun si se la contrasta con la participación nativa en el sector. De acuerdo con el autor, sólo uno de cada diez argentinos nativos trabaja en una obra (Bruno, 2008).

Siguiendo a Maguid (2001), la tendencia de los migrantes limítrofes a insertarse en la industria de la construcción vendría insinuándose ya desde la década de 1960. De acuerdo con la autora, el fenómeno habría respondido a un proceso de "inserción selectiva" de los migrantes en un mercado flexible y desventajoso en cuanto a salarios y condiciones de empleo. Un acercamiento etnográfico más reciente (Vargas, 2005) permite relativizar en parte el alcance de la "inserción selectiva" del migrante en los escalafones peor pagados, de menor calificación y de mayor vulnerabilidad en la industria. Vargas entiende que, en los últimos años, dicha "inserción selectiva" habría comenzado a dar lugar a un "proceso de segmentación etnonacional vertical" (Vargas, 2005: 27), por el cual los trabajadores provenientes de países limítrofes ya no cubrirían solamente los estratos ocupacionales más bajos de una obra sino, cada vez más, todas sus jerarquías.

    Yo empecé con una empresa cordobesa [...] pasé por la obra y pregunté si necesitaban ayudante [...] me dijeron que sí y empecé a laburar. A la semana me pidieron documento y le dije que no tenía. Tenía diecisiete años. Y [...] cuando eso [...] te exigían mucho papeleo, ¿viste? [...] y entonces costaba mucho [...] no te daban [...] yo después [...] yo después de diez años [...] yo estuve acá diez años sin documento [...] y así [...] y empecé a laburar con ellos [...] y cuando cobré la primera quincena me compré herramientas [...] martillo, tenaza, clavera, metro [...] sí [...] y después de las cinco, seis de la tarde [...] me sentaba a mirar los planos [...] no entendía un carajo [.] pero fui aprendiendo. (Entrevista a Escobar, contratista paraguayo, julio de 2008)

A pesar de que resulta difícil negar la existencia de procesos de movilidad social ascendente entre los migrantes dentro de la industria, en general, estos procesos se revelan sumamente incipientes. La evidencia de un rubro donde existen migrantes con cargos de capataces o roles de contratistas habla más, a nuestro entender, de una especialización laboral que éstos han ido desarrollando a través de la experiencia histórica de trabajo en la sociedad argentina, antes que de una posibilidad de movilidad social ascendente efectiva y real8. Es innegable la existencia de cargos de jerarquía en la industria que son actualmente ocupados por migrantes limítrofes. Sin embargo, dicha situación no permite hablar aún, a nuestro entender, de una pauta de desmarcación del migrante en el rubro. Lo que queremos decir es que el proceso de "segmentación etnonacional vertical" descrito por Vargas parece responder más al proceso histórico particular de desempeño laboral de los migrantes limítrofes en el rubro, antes que a una transformación positiva de las valoraciones sociales respecto de su fuerza de trabajo. No se trata, a nuestro entender, de un proceso de "apertura social" de la industria hacia el migrante, sino de una tendencia a la "paraguayización" de algunos roles en la cadena de mando (capataces) o el sistema de producción (contratistas), pero siempre indudablemente en beneficio del capital nativo. Dicho de otra forma, no estaríamos frente a una modificación en la estructura de movilidad social del migrante en el rubro, sino ante un reacomodamiento de los roles en el proceso capitalista de producción, de cuyos beneficios el migrante continúa siendo socialmente excluido.

Estas "cadenas de explotación" o de "búsqueda de rentas sobre el trabajo de otros" pueden concatenarse en cascada y, en mayor o menor medida, estar organizadas hasta reducir a "servidumbre" un amplio conjunto de trabajadores. Las mencionadas constituyen las diversas modalidades de "tercerización de la producción y el trabajo" que mediatizan las relaciones laborales y que son asumidas en el ámbito público (político, empresarial y académico) como "trabajo asalariado no registrado". En sí, involucran un ejército de "obreros supernumerarios", flexible a los ajustes y coyunturas del ciclo económico, alimentado constantemente por la presión de los desempleados urbanos y de las poblaciones rurales migrantes latinoamericanas (Benencia, 2009: 7).

El origen de los trabajadores

El origen de los actuales trabajadores de la construcción constituye uno de los datos más ricos para caracterizar las trayectorias laborales. En un trabajo anterior, analizamos sus proveniencias a la luz de los datos disponibles más recientes (Bruno y Del Águila, 2010). Algunas de las conclusiones a las que arribamos fueron que quienes venían desempeñándose en actividades rurales terminaron absorbidos en gran medida por la construcción, siendo que un tercio de la fuerza de trabajo "constructora" paraguaya en Buenos Aires provenía del agro. Esta proporción informa sobre ese contingente que experimenta no sólo un cambio en el tipo de actividad desarrollada, sino el pasaje a otro modo de insertarse en las relaciones de trabajo, proceso que caracterizamos bajo la noción de proletarización étnica (Del Águila, 2009). Si despejáramos del universo de análisis a aquellos que no poseían trabajo en Paraguay, los trabajadores provenientes del medio rural alcanzarían el 43% de quienes actualmente trabajan en la construcción (Bruno y Del Águila, 2010: 7).

Si bien es conocido que la procedencia geográfica de los migrantes en general es sumamente heterogénea (Bruno, 2008), es interesante observar particularmente la información desagregada para el caso de los trabajadores de la construcción. De acuerdo con los procesamientos realizados por Sebastián Bruno, contrastando con el resto de los migrantes, los provenientes de Itapúa representan más de un cuarto de la fuerza de trabajo paraguaya en la construcción argentina, "lo que sugiere la existencia de redes específicas de contactos y reclutamiento allí y de funcionamiento de la incorporación de trabajadores a través del 'paisanaje' como garantía de confianza, una vez en Buenos Aires"9 (Bruno y Del Águila, 2010: 8).

El segundo territorio de proveniencia es el Área metropolitana de Asunción, con una proporción ligeramente menor que el resto del universo. La importancia de esa proveniencia radica en su carácter eminentemente urbano, el cual, como referimos, limita las interpretaciones lineales que relacionan la construcción con un origen exclusivamente rural. Los departamentos de Caazapá y Misiones10 marcan una presencia relativa importante entre los "constructores", agrupando a casi dos de cada diez trabajadores. Dichos orígenes tienen una importancia mucho menor en el resto, ubicados entre los departamentos menos representados respecto a la procedencia de los migrantes (Bruno y Del Águila, 2010: 8).

"Allá en Bogado11, un año teníamos sembrado todo algodón [...] y vino una sequía enorme". A partir de esto, su padre decidió vender la cosecha, "[...] así, sin levantar" y venir a Buenos Aires. "Ya no tenía sentido seguir en Bogado con la cosecha perdida". Cuando llegaron, se ubicaron con el tío de Picachu (hermano de la madre) en González Catán, Provincia de Buenos Aires12. Al poco tiempo, los dos consiguieron trabajo como ayudantes en una obra en construcción, "gracias a un paisano de mi viejo de allá, de Bogado". Así fue que empezaron en la empresa y hace casi diez años que padre e hijo trabajan allí (reconstrucción con base en notas de conversación con "Picachu", obrero paraguayo, 2009).

Para qué, entre quiénes y cómo se produce en la industria de la construcción argentina

Retomando a Panaia (1990: 139), la industria de la construcción se caracteriza por exigir un margen de autonomía relativamente alto por parte de los trabajadores para que el proceso de trabajo en grupo se integre y pueda funcionar como un equipo que economiza, en cuanto a la tarea grupal, el tiempo de cada actividad parcial. De acuerdo con la autora, este principio de autonomía resulta indispensable, ya que:

    Aquí el rendimiento del equipo depende del funcionamiento global y no de una suma de rendimientos individuales. De allí que el saber obrero valorado en el mercado no depende solamente de sus conocimientos prácticos y técnicos, sino de su capacidad de integración grupal. (Panaia, 1990: 139)

Esta situación contrasta claramente con el modo en que se concibe el trabajo en el entorno rural. El objetivo claro que persigue el proceso productivo en la industria es el máximo de productividad, al máximo rendimiento y en el menor tiempo posible. Los trabajadores ya no acompañan un ciclo "natural" como en la producción agrícola, sino que ahora la explotación de su fuerza de trabajo se convierte en la medida misma de la producción. Por otra parte, el desempeño en las obras también se diferencia de la lógica campesina, por la cual el trabajo ideal suele ser considerado aquel que se realiza en el marco del núcleo doméstico. Ya no se produce dentro del núcleo familiar. El proceso de producción en una obra suele demandar fuerza de trabajo "libre", en el sentido de que es preferible que el trabajador no posea ataduras sociales de ningún tipo (que puedan dar lugar a licencias familiares o por estudios) que, llegado el caso, ante la urgencia por terminar una tarea, le impidan responder a los requerimientos del trabajo. Lo anterior se vincula a ciertas características particulares del desarrollo de la organización del proceso productivo en la construcción que hacen sumamente usual el hecho de que los trabajadores deban someterse a extensiones habituales de la jornada de trabajo, ya sea a causa de que no pueda cortarse el "llenado" de una losa de hormigón (puesto que el material se echa a perder si no se lo vuelca a tiempo) o de que un camión de hierro se retrasó y debe esperársele para ingresar los materiales a la obra, entre otras posibles circunstancias. Por lo anterior, puede presumirse que un joven migrante recién llegado a Buenos Aires, quien aún no posee obligaciones familiares ni compromisos que atender, está en mejores condiciones de responder de forma efectiva a dichos requerimientos que un trabajador nativo de la misma edad.

En el relato de los jóvenes migrantes, estas situaciones de sobreextensión de la jornada laboral suelen aparecer como "deseables", en razón de cierta primacía del "fetichismo del salario" (Ribeiro, 2006: 99), por la que la sobreextensión de la jornada de trabajo es pensada como una "oportunidad para hacer más horas y ganar más dinero". En estas circunstancias, por primera vez en la vida de estos sujetos surge la posibilidad de la "autoexplotación" como dimensión estructurante de su racionalidad económica. Comienza a internalizarse así la idea del "salario por horas", completamente ajena a los sujetos en el entorno rural de origen.

    Ven que el vecino se compró una moto, por ejemplo, entonces dicen: "Me voy a Buenos Aires, trabajo un año, duermo en la obra, no gasto nada, hago una diferencia, vuelvo y me compro una moto". [Pero afirma que ese proyecto rara vez se concreta]: [...] después de un mes, un compañero les dice: "Vení, vamos a bailar", y ahí ya le toman el gusto a la joda y se gastan todo [...] hay gente que vos les das 200 pesos un sábado y llega el lunes y no tienen nada. (Entrevista a Escobar, contratista paraguayo, julio de 2008)

En el mismo sentido, debe considerarse aquello que tiene que ver con la ausencia momentánea de la esfera doméstica de los jóvenes migrantes, en cuanto ámbito de reproducción de su fuerza de trabajo. En estas circunstancias, la ausencia de la esfera doméstica es aprovechada por el empresariado para disponer de forma más eficaz de la capacidad laboral del trabajador migrante. Un ejemplo concreto de esto es el alojamiento de trabajadores en la obra, hecho que, como mostró Ribeiro (2006), se instituye en una extensión de la lógica empresarial, al organizar en forma oculta la subordinación de los tiempos libres (o de reproducción de la fuerza de trabajo) de los obreros a la esfera productiva.

    Le dicen a la gente que venga a trabajar, que les pagan 15 pesos por día, en guaraníes, pero que les dan la comida y el alojamiento. Después, les tiran unos colchones finitos como un papel y van al supermercado y les compran esos huesos, esos que la gente compra para los perros, lo que nadie quiere, y eso les dan [...] yo no, a mí no me gusta, yo prefiero pagarles 35 por día y que cada uno coma lo que quiera. (Entrevista a Escobar, contratista paraguayo, julio de 2008)

Con respecto a las condiciones de trabajo, podemos presumir que el grado de ocurrencia de accidentes de trabajo de los migrantes es bastante superior a la media de siniestralidad laboral entre nativos. Y esto porque los accidentes de trabajo son hechos multicausados, que siempre se vinculan a la calificación del personal y a la inversión que se hace en éste como recurso humano. Es de presumir entonces que, ante una mayor precariedad en las relaciones sociales de producción (trabajo no registrado, informalidad, etc.), la situación del trabajador migrante es de mayor vulnerabilidad, ante posibles siniestros y/o condiciones de trabajo perniciosas13. En Argentina, la Ley de Higiene y Seguridad Nacional N° 19.587 exige el asesoramiento y la capacitación de los trabajadores en relación con los riesgos a los que se encuentran expuestos, y con los modos eficaces para atenuarlos o eliminarlos.

    El idioma14 es un pequeño, un pequeño inconveniente, grave inconveniente [...] porque el ciudadano paraguayo, la manera de comunicarse es netamente en guaraní, en un porcentaje altísimo [...] y más todavía si viene del campo [...] entonces, integrarse prontamente a esta gran ciudad le resulta difícil [.] el idioma, las características de vida muy diferentes [...] para [.] en ese sentido [...] por suerte, por ser muy trabajador el paraguayo en forma pronta lo aceptan [...]. (Entrevista a Ángel, miembro de una organización social paraguaya de Buenos Aires y antiguo trabajador de la construcción, febrero de 2011)

Conclusiones

Para un porcentaje importante de la población rural paraguaya no resulta posible convertirse en trabajadores asalariados dentro de Paraguay, por lo que, ante diferentes situaciones, la emigración hacia el exterior aparece como la mejor alternativa posible. Es así como el proceso migratorio se torna condición de posibilidad del proceso de proletarización. Sin embargo, y aunque no pudimos extendernos en ello, quisimos demostrar que la proletarización en la industria de la construcción argentina dista de ser una incorporación al mercado de trabajo formal. Por el contrario, la situación en que se encuentra la mayor parte de estos migrantes sigue estando signada por una gran vulnerabilidad.

El otro aspecto que quisimos destacar tiene que ver con la reestructuración que experimenta la racionalidad económica de los actores en el nuevo ámbito laboral. Al ingresar en la gran industria, el habitus económico se reelabora de forma paralela a la identidad étnica, y éste parece ser el motivo por el cual se tiende a organizar el trabajo alrededor de patrones basados en la confianza existente entre los trabajadores.

    Yo con la gente mía no me considero un patrón para ellos [...] yo me considero un obrero más, y punto [...] eh [...] ahora sí, ahora por lo menos ya no laburo más [...] antes laburaba a la par de la gente [...] ahora, por lo que no tengo tiempo, viste [...] ahora [...] yendo de un lado a otro no [...] no puedo laburar, ¿viste? (Entrevista a Escobar, contratista paraguayo, julio de 2008)

Como demuestran las palabras de nuestro informante, aun cuando puede pensarse que él se encuentra en otra posición respecto de sus connacionales frente al proceso productivo (hasta el punto de tener la capacidad de explotar el trabajo de éstos), las características que étnicamente los vinculan pueden llegar a disimular las asimetrías. Es así que las redes sociales de paisanaje muchas veces actúan, de manera subrepticia, en beneficio de la producción. Como señala Vargas:

    La industria de la construcción produce a la nacionalidad como una forma de expresión de identidad étnica, es decir, como un modo de organizar las diferencias a través de la adscripción a valores y prácticas considerados básicos que, actualizadas en el contexto laboral, coadyuvan al sostenimiento de una forma específica de dominación y explotación. (Vargas, 2005: 104)

La capacidad humana de asociarse simbólica y materialmente a través de valores étnicos comunes (que en las comunidades funcionaban como garantes de las solidaridades y de la reproducción social) es aprovechada y organizada ahora en beneficio del proceso productivo.

Cuando le preguntamos a Lezcano acerca de cómo veía a los jóvenes paraguayos que vienen a trabajar en las obras, me respondió: "Son sapo de otro pozo, ni saben agarrar una pala', al hacer referencia a su origen rural. Afirma que la mayoría se inserta en la construcción porque "es el mercado más fácil de adaptarse", ya que tanto el trabajo del campo como el de la obra comparten el hecho de ser trabajo duro (reconstrucción de entrevista a Lezcano, plomero paraguayo, febrero de 2008).

Al igual que en las ayudas mutuas de trabajo en los entornos rurales, en las obras en construcción resulta usual que un trabajador "cubra" el trabajo de otro ante una urgencia, o ante la necesidad de éste de ausentarse por algún motivo. Pero en este caso, el principal beneficiario de la solidaridad del grupo ya no es la comunidad, sino el proceso productivo capitalista. En este sentido, proponemos considerar la etnicidad de los trabajadores rurales como una dimensión más del plusvalor que se extrae de su trabajo, como un componente simbólico de su fuerza de trabajo que también es aprovechado y organizado en beneficio de la producción. Los favores, las solidaridades y, en términos generales, la cooperación que despliegan los trabajadores se asientan en cosmovisiones que los hermanan en términos étnico--nacionales. Si bien estos lazos étnicos son también una construcción (que carece en muchos casos de sustento real), son culturalmente interpretados como lazos reales. De ahí que la cooperación que desarrolla un "grupo de trabajo étnico" resulte superior a la que puede desplegar un conjunto de trabajadores no vinculados "humanamente" entre sí. En forma conjunta, las condiciones de trabajo a las que se expone el migrante (desinversión en él en cuanto recurso humano, subordinación de la esfera de la reproducción de la fuerza de trabajo a la esfera de la producción al pernoctar en las obras, trabajo "en negro", dessindicalización, entre otras), junto con el aprovechamiento de su identidad étnica (favores, confianza, trabajo duro, entre otros), dan lugar a ciertas condiciones particulares que configuran la sobreexplotación15 de su trabajo. La etnicidad, así reconstruida y reinventada en el contexto de la migración, se convierte en un componente más de su fuerza de trabajo y, como tal, es aprovechada y organizada en función del proceso productivo capitalista.


Comentarios

* Este trabajo se realiza en el marco de una estancia profesional financiada por el Watson Institute for International Studies (Brown University).

1 El análisis que aquí se propone posee ciertas limitaciones. Desde un comienzo, es preciso señalar que no todo varón paraguayo que migra hacia Buenos Aires se inserta laboralmente en la industria de la construcción. Al mismo tiempo, tampoco es cierto que todo trabajador paraguayo que sí se inserta en dicha industria proviene de ámbitos rurales. Sin embargo, y como intentaremos demostrar a lo largo del trabajo, la presencia en la construcción de la capital argentina de migrantes provenientes del sector rural paraguayo es altamente significativa, en comparación con la de otros migrantes, lo que torna relevante la indagación sobre el proceso.

2 La noción de "comunidad" puede llevar al equívoco de concebir al conjunto de las relaciones sociales que priman en estos contextos como armónicas, no jerárquicas e "igualitarias". Si bien, por no ser éste el objeto del trabajo, no podremos extendernos en una puesta en cuestión de tales construcciones, sepa el lector que bajo ningún punto de vista pretendemos aquí "idealizar" las relaciones sociales que caracterizan a algunos ámbitos rurales del Paraguay, sino, por el contrario, presentarlas como lo que son: relaciones sociales de producción contradictorias.

3 En el mismo sentido que lo anterior, y si bien la categoría "campesinado paraguayo" posee el defecto de encubrir (más que aclarar) las importantes diferencias que existen entre productores, familias y regiones dentro del país, por los fines de este trabajo, optamos por conservarla, resaltando sus continuidades, antes que sus diferencias, dado que el ámbito rural no es en sí mismo el objeto de estudio al que nos abocaremos, y a partir de considerar que el desarrollo de una caracterización más profunda respecto de aquél sin duda demandaría un esfuerzo lejos de ser agotado aquí. Para un análisis en profundidad de las relaciones sociales que priman en ámbitos rurales del Paraguay, el lector puede consultar, entre otros, a Riquelme (2003), Galeano (1984) y Meliá (2004).

4 De acuerdo con Meliá (2004), el campesinado paraguayo se habría formado desde el inicio mismo de la Colonia, como fenómeno periférico de las minúsculas ciudades de españoles. En este sentido, el campesinado paraguayo "sería el resultado de una relación típicamente colonial. En su origen y desarrollo es español, social y culturalmente hablando es guaraní" (Meliá, 2004: 222).

5 Siguiendo a Cancian (1989), si se deja de lado la producción agrícola, existen actualmente dos grandes actividades generadoras de ingresos alternativos para los campesinos: el trabajo asalariado y la "producción de mercancías subalternas" (Cancian, 1989: 227). Esta última comprende la producción (y el comercio) con baja inversión de capital y escasa fuerza de trabajo.

6 Durante el trabajo de campo, algunos trabajadores de la construcción nos relataron los motivos de su emigración. Grandes sequías y distintos tipos de crisis de la producción rural fueron identificados por algunos como los motivos primarios (ver, más adelante, el caso de "Picachu"). En más de un caso, se habló de "cosechas perdidas" frente a las cuales, sencillamente, no tenía sentido quedarse en las comunidades, pues no había nada que pudiera hacerse. En la generalidad de los casos, las situaciones críticas suelen ser resueltas a través de los lazos de solidaridad que funcionan en la comunidad. Pero en algunos casos particulares, estas vías no resultan suficientes, y, por distintos motivos que no podremos desarrollar plenamente en este trabajo, la migración del núcleo doméstico o de alguno(s) de sus miembro(s) es interpretada como la alternativa más apropiada para asegurar la subsistencia.

7 Itá es una localidad de Paraguay, en el Departamento Central, ubicada a 35 km de Asunción.

8 Estos procesos contrastan con los referidos por Benencia (1997) para el caso de los horticultores bolivianos de la periferia bonaerense. El autor demuestra la existencia de procesos de movilidad social ascendente efectiva, de acuerdo con un esquema que él denomina "Escalera boliviana" y que ilustra sobre una autonomía significativamente mayor por parte de los sujetos frente al capital y al trabajo.

9 Para el resto de los migrantes, que no trabajan en la construcción, Itapúa representa poco más de uno de cada diez. Es decir que los trabajadores provenientes de este departamento se encuentran sobrerrepresentados en la industria de la construcción de Buenos Aires.

10 Los departamentos de Itapúa, Caazapá y Misiones poseen una intensa dinámica poblacional con la provincia argentina de Misiones, particularmente con Posadas, su capital (Bruno, 2008). Sin embargo, el vínculo de estas áreas con Buenos Aires no necesariamente hace intervenir a Posadas como nexo, ya que una buena parte de las trayectorias territoriales de los migrantes tienen como destino directo el principal conglomerado urbano de Argentina, es decir, Buenos Aires (Bruno, 2008).

11 Coronel José Félix Bogado (o simplemente Coronel Bogado, y antiguamente llamada Ka'i Puente) es una localidad del Departamento de Itapúa. Está ubicada a 49 km de la ciudad de Encarnación, capital del departamento.

12 González Catán es una localidad argentina ubicada en la zona oeste del Partido de La Matanza, Provincia de Buenos Aires. Si bien resultaría sumamente interesante profundizar en cuestiones vinculadas a la segregación residencial de los migrantes paraguayos en Buenos Aires, por cuestiones de extensión, no nos será posible hacerlo. Para el lector interesado en estas cuestiones, sugerimos la lectura de los trabajos de Gabriela Mera (2011).

13 En Argentina, la Superintendencia de Riesgos de Trabajo (SRT) es el organismo estatal encargado de controlar y registrar las condiciones de trabajo. Si bien dicho organismo presenta informes anualmente, aún no se cuenta con datos que relacionen la siniestralidad laboral con la nacionalidad del trabajador. Es por esto que optamos por presentar nuestro argumento como una presunción, ante la ausencia de datos específicos que lo avalen.

14 Tanto las capacitaciones en prevención de accidentes de trabajo como la participación en la vida sindical pueden verse afectadas por el hecho de no comprender los trabajadores el idioma en que se transmiten los mensajes. Esta situación no debe ser soslayada, si se considera que una gran parte de los trabajadores proviene de localidades donde suele primar la comunicación monolingue en guaraní.

15 Esta idea corresponde a lo que Sebastián Bruno (2008) denominó "plusvalor o plusvalía étnica".


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