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Antipoda. Revista de Antropología y Arqueología

versão impressa ISSN 1900-5407

Antipod. Rev. Antropol. Arqueol.  no.23 Bogotá set./dez. 2015

https://doi.org/10.7440/antipoda23.2015.08 

Edenes en el desierto. Señales de caminos y lugares en la historia de la colonización de Patagonia argentina*

Laura Lucía Miotti** , Darío Hermo*** , Enrique Terranova**** , Rocío Blanco*****

** Doctora en Ciencias Naturales, Universidad Nacional de la Plata, Argentina. Publicación reciente: Laura Miotti y Mónica Salemme. "Biogeographic and Geological Contexts: New Viewpoints on Paleoenvironments during the Populating of Latin America." Quaternary International (299):1-2, 2013. Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Tecnológicas (CONICET)- Facultad de Ciencias Naturales y Museo (FCNyM), Universidad Nacional de La Plata (UNLP). Correo electrónico: laura.miotti2@gmail.com

*** Doctor en Ciencias Naturales, Universidad Nacional de la Plata, Argentina. Publicación reciente: Darío Hermo y Virginia Lynch. "Core technology from Maripe Cave site (Santa Cruz, Argentina): Implications for Rocks Provisioning Processes and Lithic Production." Quaternary International (375): 135-144, 2015. Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Tecnológicas (CONICET)- Facultad de Ciencias Naturales y Museo (FCNyM), Universidad Nacional de La Plata (UNLP). Correo electrónico: dhermo@fcnym.unlp.edu.ar

**** Doctor en Ciencias Naturales, Universidad Nacional de la Plata, Argentina. Publicación reciente: Laura Miotti y Enrique Terranova. "A Hill Full of Points in Terra Incognita from Patagonia: Notes and Reflections for Discussing the Way and Tempo of Initial Peopling."Paleoamerica (1): 181-196, 2015. Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Tecnológicas (CONICET)- Facultad de Ciencias Naturales y Museo (FCNyM), Universidad Nacional de La Plata (UNLP). Correo electrónico: quiqueterra@yahoo.com.ar

***** Doctora en Ciencias Naturales, Universidad Nacional de la Plata, Argentina. Publicación reciente: Natalia Carden, Rocío Blanco, Daniel Poiré, Cecilia Genazzini, Lucía Magnin y Pablo García. "Análisis de pigmentos del macizo del Deseado: el abastecimiento de materias primas y la produccion de pinturas en Cueva Maripe (Santa Cruz, Argentina)". Relaciones de la Sociedad Argentina de Antropología XXXIX (2): 483-508, 2015. Facultad de Ciencias Naturales y Museo (FCNyM), Universidad Nacional de La Plata (UNLP). Correo electrónico: rovablanco@gmail.com

DOI: http://dx.doi.org/10.7440/antipoda23.2015.08


RESUMEN:

Presentamos una serie de reflexiones sobre la exploración y el tiempo de aprendizaje de los ambientes nuevos durante la colonizacióninicial de América. Consideramos elementos teóricos provenientes de la arqueología y de otros campos disciplinares, con el objetivo de enmarcar los procesos a los que se enfrentan los grupos humanos al migrar y conocer espacios deshabitados. Estos paisajes sin historia fueron convertidos en paisajes sociales a través de prácticas desarrolladas a lo largo del tiempo. Desde la perspectiva del aprendizaje ambiental, se analizan ocupaciones humanas correspondientes a la transición Pleistoceno-Holoceno y al Holoceno Temprano de sitios arqueológicos de la Patagonia argentina, con el fin de aportar datos relativos a los modos y tiempos del aprendizaje del ambiente, la materialidad y la distribución de las primeras ocupaciones en terrenos desconocidos.

PALABRAS CLAVE:

Poblamiento inicial, paisajes arqueológicos, lugares, Patagonia, cazadores-recolectores.


Edens in the Desert: Signs of Paths and Places in the History of Colonization of the Argentine Patagonia

ABSTRACT:

We present a series of reflections on the exploration of and the time for learning about new environments during the initial colonization of America. We consider theoretical elements from archaeology and other fields of study, in order to frame the processes that human groups face when migrating and adapting to uninhabited territory. These landscapes with no history were transformed into social landscapes through practices developed over time. From the perspective of environmental learning, we have analyzed archaeological sites in the Argentine Patagonia indicating human occupations from the Pleistocene-Holocene transition and the Early Holocene era, in order to provide data regarding the modes and times of environmental learning, as well as the materiality and distribution of the first settlements in unknown terrain.

KEYWORDS:

Initial settlement, archeological landscapes, places, Patagonia, hunter-gatherers.


Édens no deserto. Sinais de trilhas e lugares na história da colonização da Patagônia argentina

RESUMO:

Apresentamos uma série de reflexões sobre a exploração e o tempo de aprendizagem dos ambientes novos durante a colonização inicial da América. Consideramos elementos teóricos provenientes da arqueologia e de outros campos disciplinares, com o objetivo de precisar os processos aos quais os grupos humanos enfrentam ao migrar e conhecer espaços desabitados. Essas paisagens sem história foram convertidas em paisagens sociais por meio de práticas desenvolvidas ao longo do tempo. Sob a perspectiva da aprendizagem ambiental, analisam-se ocupações humanas correspondentes à transição Pleistoceno-Holoceno e ao Holoceno Precoce de sítios arqueológicos da Patagônia argentina a fim de contribuir com dados relativos aos modos e tempos da aprendizagem do ambiente, a materialidade e a distribuição das primeiras ocupações em terrenos desconhecidos.

PALAVRAS-CHAVE:

Povoamento inicial, paisagens arqueológicas, lugares, Patagônia, caçadores-coletores.


Lo desconocido es una abstracción; lo conocido, un desierto.

(El entenado, Juan José Saer)

El poblamiento inicial del continente americano fue un proceso que involucró gran cantidad de tiempo (milenios) y quizá el ingreso de distintas poblaciones. Cualquiera que haya sido el lugar de origen, al avanzar en diferentes direcciones, grupos de humanos se encontraron con espacios que no habían sido pisados antes por congéneres. Esto planteó un nuevo desafío, aunque no necesariamente una situación distinta para los grupos colonizadores: enfrentarse a ambientes diferentes, sin pistas sobre cómo relacionarse con ellos, desconociendo la ubicación de los recursos necesarios para la vida y teniendo que crear los caminos para conectarse con los nuevos lugares. Frente a esos humanos se hallaba un espacio que había sido hasta entonces territorio de nadie, que no había sido habitado, nombrado, narrado, ni significado. En ese sentido es que hablamos de paisajes sin historia1 , ya que la historia de un lugar es posible sólo a partir de la acción humana con sus diferentes narrativas (Rockman 2003; Strang 2008).

Nuestro objetivo es presentar las evidencias arqueológicas de las diversas formas de marcación de lugares en el proceso de conocer y habitar un lugar2 , y aportar a la discusión de la arqueología del paisaje durante el poblamiento americano. Para cumplirlo, nos proponemos: a) caracterizar lo que entendemos por paisajes culturales, la transformación de los paisajes naturales en "paisajes con historia" y su relación con los espacios de vida. b) Presentar tres casos de estudio de la Patagonia argentina como referente empírico. c) Evaluar los sitios arqueológicos considerando propuestas teórico-metodológicas sobre la colonización de espacios.

Paisaje y tiempo

Si bien la noción paisaje pensado ha sido discutida en numerosos artículos arqueológicos en los últimos años (Criado Boado 1991; Anschuetz, Wilshusen y Scheick 2001; Darvill 2008; David y Thomas 2008; Strang 2008), haremos aquí una breve conceptualización, ya que dicho término es clave para este trabajo. Entendemos al paisaje como una compleja trama de relaciones entre humanos, otros seres y el entorno ambiental. Esa trama es dinámica a través del tiempo y el espacio; por lo tanto, analíticamente reconocemos en los paisajes cuatro dimensiones teóricas: ambiental, social, simbólica y temporal.

La matriz ambiental es entendida como el escenario natural sobre el que se desarrolla la acción humana (Butzer 1990; Criado Boado 1991). Esta dimensión es concordante con la forma en que la Nueva Arqueología considera el espacio: como una dimensión que contiene la actividad humana, despojando al paisaje del sentido y agencia humanos (Tilley 1994, 9).

El paisaje social o de la materialización de las prácticas sociales es el medio construido por el ser humano; es lo que convierte al espacio en lugar donde se habita, se transita, se nombra y se narra (Gamble 1993; Rockman 2003; Browne Ribeiro 2011).

La dimensión simbólica hace referencia al paisaje pensado (Criado Boado 1991). Su estudio involucra la arqueología simbólica, ya que los significados del espacio comprenden una dimensión subjetiva y forman parte de los mundos simbólicamente construidos por los actores sociales (Tilley 1994, 11).

Finalmente, la cuarta dimensión está dada por la temporalidad, ya que la apropiación del paisaje está en permanente cambio, tanto en su componente material como en su dominio simbólico (mitos, lugares sagrados, seres y símbolos asociados). Estos cambios son acumulativos y abarcan la acción humana de diferentes grupos culturales, así como procesos naturales que alteran la cultura material de diversos modos: modificándola, ocultándola, deteriorándola o destruyéndola. Tanto el paisaje como la cultura material que lo conforma acumulan experiencias y significados que generan un proceso en el cual los objetos se impregnan de tiempo y cambios, dinámica que produce la diferencia con los objetos más nuevos (Gosden y Marshall 1999; Miotti y Hermo 2011; ver bibliografía allí citada).

Lineamientos para el estudio de la transformación de los paisajes sin historia

La premisa de que conocer y aprender de los ambientes son acciones primordiales para colonizar nuevos continentes está implícita en los modelos de poblamiento americano. Sin embargo, no es examinada como un factor clave y, por lo tanto, su valor heurístico es subestimado. El conocimiento y el aprendizaje de un ambiente nuevo son factores realmente importantes para los grupos humanos en el proceso de colonización, ya que de ello depende la diferencia entre el paisaje percibido y el vivenciado, así como el tiempo involucrado en su colonización (Gamble 1993; Rockman 2003). A partir de esta premisa, repensamos aquí el poblamiento de Patagonia hacia el final de la última gran glaciación (13.000-8.500 años AP).

A continuación se detallan algunos posicionamientos teóricos que en conjunto permitirán esbozar un modelo sobre el rol del conocimiento ambiental y su circulación social en diferentes lugares de Patagonia argentina, durante su poblamiento inicial.

Paisaje: tiempos y modo de aprendizaje

El aprendizaje de nuevos ambientes ha sido objeto de modelos planteados por Rockman (2003) y por Meltzer (2003) para discutir el poblamiento americano y la transformación de los paisajes sin historia. Rockman propone que la información sobre el ambiente avanza según tres pasos consecutivos:

    1. "Locational" o de disponibilidad: se refiere al conocimiento obtenido de la primera percepción del grupo durante la exploración del nuevo ambiente (scouting). Implica el tiempo invertido para ubicar lugares y características de los recursos necesarios (v.g., el tamaño de un afloramiento de materias primas líticas o el tipo de animales y vegetales comestibles). El lapso involucrado es corto, y su duración varía desde unos pocos días hasta meses.
    2. "Limitational" o de potencialidad: permite conocer los límites y costos de obtención de los recursos básicos (v.g., el potencial de biomasa animal, la variación estacional de los distintos frutos); la cantidad de información recuperada es mayor y más compleja que en el caso anterior, y el tiempo invertido en este proceso puede llevar años.
    3. "Social"3 : tiempo en el que los humanos ya han aprendido lo suficiente de esos nuevos ambientes y les atribuyen nombres, significados, y reconocen patrones en esa nueva naturaleza (Rockman 2003, 4). En esta última etapa es cuando se materializa con más claridad la transformación del ambiente en un paisaje humano, y puede ser perceptible a escala arqueológica. Este conocimiento ambiental socialmente compartido involucra diferentes generaciones y, por lo tanto, abarca cientos de años (200-400 años, sen su Rockman), parámetros temporales asimismo compartidos por otros autores (Rossignol y Wandsnider 1992;Basso 1996).

Desde la agencia social, el aprendizaje ambiental de los paisajes no familiares es crítico para el logro de una exitosa colonización. En este sentido, los grupos de colonos avanzan en el nuevo terreno mediante grupos de exploradores. Éstos tienen como tarea especial recoger el primer conocimiento surgido de su experiencia en ese nuevo espacio y volver con la información al grupo de origen en el rango de los viajes diarios (Kelly 2003), daily foraging trips (Politis 2007), o partidas de regreso diario (Binford 1980). Así, además de observaciones profundas del paisaje donde existen los recursos indispensables (agua, plantas, animales), los recién llegados registran y marcan las vías de acceso a los recursos. Este registro es el primer bosquejo de los caminos seguros entre el lugar de origen y el nuevo hacia donde es posible desplazarse, que supera el primer momento exploratorio, en el cual el grupo recién llegado pasa de la percepción a la experiencia del nuevo ambiente. Pasado este nivel de aprendizaje, se necesita conocer las limitantes de ese ambiente.

Para Meltzer (2003), los tres puntos imprescindibles del aprendizaje ambiental son: las rutas, los regímenes climáticos y los recursos. En este sentido, las rutas establecen los caminos por los cuales desplazarse entre lo conocido y lo desconocido a través de una variedad de marcadores topográficos, señales ambientales -v.g., sendas de la movilidad y migraciones de animales, rasgos topográficos- y el conocimiento genérico. Este último permite integrar los nuevos marcadores topográficos y las claves ambientales con información conocida, así como calcular tiempos y movimientos para trasladarse desde ese nuevo ambiente al lugar de origen sin perderse.

El conocimiento sobre los ciclos de la naturaleza involucra el acopio de la información sobre la periodicidad con la que el ambiente cambia (estaciones, régimen de precipitaciones, vientos, etcétera), y se asemeja al aprendizaje de potencialidad propuesto por Rockman. Finalmente, el conocimiento de los recursos locales implica la identificación de disponibilidad y distribución espacio-temporal, por lo que puede incluir el aprendizaje de potencialidad presentado por Rockman (2003).

De los modos de aprendizaje presentados por Meltzer (2003, figura 13.1), el caso del poblamiento de América correspondería a un "aprendizaje de novo" o autoaprendizaje, ya que hacia fines del Pleistoceno no existían otras poblaciones residentes en el Nuevo Mundo y, por lo tanto, no se disponía de una transposición social de la información de los recursos y las rutas. Por esta razón, dicho aprendizaje tiene que haberse dado a un ritmo lento (Meltzer 2003).

Áreas discontinuas

Entendemos la espacialidad de los cazadores-recolectores en los términos planteados por Ingold (1986) y Gamble (1992), óptica bajo la que los territorios no se corresponden con áreas o superficies, como en la perspectiva occidental (Hodder y Orton 1990), sino con una red de lugares y caminos que las unen; en este sentido, se asemeja al concepto territorios de vida de Binford (1983).

Dicho de otro modo, el paisaje se conforma por una red de caminos que conducen a lugares, y los espacios que quedan por fuera de esos caminos corresponden al dominio de lo ajeno, lo desconocido, lo no utilizado. La selección de los caminos puede deberse a factores medioambientales, sociales y/o simbólicos que facilitan la movilidad de las personas (Meltzer 2003, 228).

Espacios de vida

El concepto espacios de vida, tomado de la sociología de las migraciones (Domenach y Picouet 1996), permite generar analogías acerca de cómo la gente migraba en el pasado, a partir del conocimiento de cómo la gente migra en la actualidad. A diferencia de los modelos ecológicos de migraciones (por ejemplo, Dennis et al. 2003, tomado por Laguens 2008), esta perspectiva permite trabajar las migraciones como fenómenos tanto individuales como grupales.

El "espacio de vida" hace referencia a la porción del espacio en la cual el individuo realiza todas sus actividades; puede tener un sentido amplio -si se tienen en cuenta todas las conexiones del individuo- o restringido -si sólo retenemos el lugar de residencia de la familia y el de trabajo- (Domenach y Picouet 1996).

A lo largo de la vida de un individuo, su espacio de vida va evolucionando dependiendo de distintas situaciones (Domenach y Picouet 1996; Bankirer 2003): 1) puede conocer una difusión o una extensión hacia nuevos puntos del espacio, aunque conservando su estructura anterior, 2) puede ganar nuevas posiciones y perder otras antiguas, aunque conservando algunas localizaciones ("desplazamiento del espacio de vida"), 3) un desplazamiento podría transformarse en un traslado cuando ninguna de las posiciones anteriores se mantiene, cambiando por completo la implantación del individuo en el espacio, 4) el espacio de vida puede experimentar una contracción o un repliegue en el espacio, perdiendo las implantaciones anteriores.

Si bien estas consideraciones surgen de los estudios sobre las migraciones modernas, los conceptos analizados pueden ser de utilidad para comprender la complejidad y variabilidad de movimientos que deben haber formado parte de la colonización de paisajes sin historia.

Ecorrefugios

Los ecorrefugios son espacios con características particulares, no exclusivamente como a tractores de recursos, sino por presentar rasgos topográficos, geográficos y ecológicos en donde son llevadas a cabo las relaciones entre humanos y otros seres. Existe información arqueológica y actual de diferentes puntos en el mundo que indica que estos espacios han sido lugares en donde las prácticas no fueron sólo de vida cotidiana, sino también relativas a otros aspectos de la existencia humana (comunicación social a larga distancia, lugares sagrados, etcétera) (Miotti, Vázquez y Hermo 1999; Meltzer 2003; Lassen 2005; Miotti y Terranova 2015). Su materialidad se debería hallar arqueológicamente en el acondicionamiento y equipamiento, con marcadores como arte rupestre, artefactos, fogones, estructuras, etcétera.

En zonas áridas andinas del norte de Chile, los ambientes locales húmedos con lagunas y vegas rodeados por zonas hostiles han sido denominados ecorrefugios, los cuales habrían sido concentradores de recursos de flora y fauna (Núñez et al. 2002 y 2011), idea compartida por varios autores (ver Miotti et al. 1999, 2009 y 2011; Suárez 2011; Willig 1991).

Expectativas arqueológicas

Teniendo en cuenta los lineamientos especificados en el acápite anterior, es posible plantear una serie de expectativas arqueológicas para interpretar el proceso por el que un paisaje es percibido, aprendido e incorporado a los espacios de vida. Los pasos esperables para los momentos iniciales de ocupación de un lugar son:

    1. Un primer momento, en el que un espacio de vida se extiende hacia un nuevo punto, llegando a él o visualizándolo por primera vez. Dicha incorporación puede dejar señales arqueológicas, en la medida en que se desarrollen prácticas con correlato material. Es esperable que se seleccionen elementos topográficos que puedan servir de guía para la construcción de rutas que conecten el paisaje conocido con las nuevas localizaciones. Debe contemplarse que si el rasgo topográfico es incorporado a la vida diaria únicamente mediante prácticas que no dejan rastros materiales sobre él (i.e., visualización), la marcación es simbólica, no necesariamente material. En este caso, la geoforma en sí misma es el monumento ideológico dentro de una cartografía pensada para continuar en camino seguro hacia otros lugares. Esta idea es concordante con el sentido de monumento salvaje de Criado Boado (1993, 48)

En tanto que el espacio nunca es totalmente nuevo, ya que es incorporado de a poco a los espacios de vida (i.e., desplazamientos a posiciones o emplazamientos nuevos, sin abandonar los anteriores), es esperable la presencia de elementos correspondientes a distintos sectores del espacio de vida (restos de alimentación, de procesamiento de cueros, de confección de instrumental, etcétera).

    2. Un segundo paso estaría dado por la incorporación de lugares a los espacios de vida, al integrar los sitios a los circuitos de movilidad. A partir de este momento comenzaría la marcación de hitos naturales y sociales. Esta narrativa material de los lugares (pilastras, caches4 , arte rupestre) permite identificarlos desde el paisaje más amplio y ubicar los caminos que conducen a ellos. El conocimiento de la gente sobre el entorno es de potencialidad. En este punto, cuando los paisajes ya son conocidos por los grupos sociales, es esperable que la materialización de los lugares refuerce la envergadura de algunos monumentos salvajes.
    3. En un posible tercer paso, los lugares ya forman parte de los espacios de vida de un grupo y se encuentran estructurados mediante objetos y prácticas. Los lugares han sido recurrentemente ocupados a través de siglos y pueden ser abandonados y reincorporados a los espacios de vida. El conocimiento de la gente sobre el paisaje se corresponderá con el tipo definido como social. En este punto de la historia poblacional de una región, sería esperable encontrar en la misma un "palimpsesto" de monumentos correspondientes a diferentes temporalidades, y cuya variabilidad puede estar relacionada con prácticas sociales e identidades sociales o culturales diferentes.

Lugares en la colonización de patagonia

A continuación exponemos la evidencia de un conjunto de sitios correspondientes al poblamiento temprano de la Patagonia argentina en los que desarrollamos nuestras investigaciones (ver la figura 1), que nos permitirá discutir el esquema de etapas en las que se podría haber llevado a cabo el poblamiento de los paisajes sin historia a escala local, regional y macro-regional.

El primer caso es el sitio Alero El Puesto (AEP1), en la localidad Piedra Museo (Miotti 1995 y 1996; Miotti et al. 1999), ubicado en el Macizo del Deseado (o Meseta Central), en la provincia de Santa Cruz (figuras 1 y 2a). Se trata de un abrigo rocoso a orillas de un paleolago, que en la Transición Pleistoceno-Holoceno contenía agua. En la actualidad, esta cuenca está seca y es atravesada por el zanjón Rojo, de curso intermitente. Sin embargo, la margen NO del paleolago, zona a la cual abren los abrigos rocosos, dispone de surgentes de agua potable que hacen del lugar un ecorrefugio circundado por áridas y ventosas mesetas. Las primeras ocupaciones humanas en el lapso 12.900-10.500 años14 C AP evidencian el uso del lugar para tareas de caza y despostamiento de megafauna como équidos (Hippidion saldiasi),mylodon (Mylodon sp.) y camélidos (Lama gracilis),y fauna actual como el guanaco (Lama guanicoe) y los rheidos (cf.Rhea sp. y Pterocnemia pennata) (Miotti 1996; Miotti et al. 1999; Marchionni 2013).

El conjunto lítico está compuesto por herramientas unifaciales, así como por grandes lascas de talla bifacial (Miotti y Cattáneo 2002; Cattáneo 2002). Las materias primas son de excelente calidad y muestran procedencia tanto de distancias cortas como largas (Miotti y Cattáneo 2002; Cattáneo 2002). Con posterioridad, AEP1 fue recurrentemente utilizado en diferentes momentos hasta el Holoceno Temprano. Así, el segundo pulso ocupacional del sitio se da en la Unidad Estratigráfica (UE) 4/5, fechada en el lapso 10.500-9.290 años14 C AP. El conjunto presenta evidencia de eventos de caza y despostamiento, principalmente de guanaco, con un bajo registro de especies pleistocénicas (Miotti et al. 1999; Miotti y Salemme 2004; Marchionni 2013); sumado a un conjunto artefactual tecnológicamente similar al de UE6 (predominancia unifacial), pero que además cuenta con objetos claramente bifaciales: dos fragmentos de puntas de pescado (PCP) (ver la figura 3a).

Luego de un hiato ocupacional de unos 2.000 años, las condiciones de habitabilidad del alero cambiaron, reduciendo el área protegida bajo el techo rocoso. En algún momento después del 9.200 AP, se produjo un derrumbe masivo del techo, y esto pudo haber ocasionado el abandono del lugar. Luego de este evento prolongado de desocupación humana se encuentran las ocupaciones más potentes de este sitio. Las mismas se registran en la UE2 y corresponden al Holoceno Medio (ca. 7.700 -7.500 años14 C AP). Los conjuntos indican que durante este lapso se llevaron a cabo actividades múltiples a partir de ocupaciones de tipo residencial, en las que el guanaco fue el recurso faunístico principal. La tecnología lítica es notoriamente diferente a la de las ocupaciones anteriores: se caracteriza por una marcada tendencia hacia la producción de hojas, y las puntas de proyectil son principalmente triangulares apedunculadas (ver la figura 3c). Finalmente, cabe mencionar que AEP1 cuenta con ocupaciones arqueológicas durante el Holoceno Tardío, incluido el uso por parte de poblaciones criollas durante los últimos siglos y hasta el presente. Otro hecho destacable es que, además de la redundancia ocupacional del alero y otras cuevas del afloramiento de Piedra Museo, hay una recurrencia en la marcación del lugar por medio de arte rupestre, en forma tanto de pinturas como de grabados (Carden 2009).

El otro de los sitios tomado como caso es Cueva Maripe, ubicado a 80 km al oeste de Piedra Museo (figura 1) y en el mismo sistema de zanjones. Se trata de una cueva de grandes proporciones (ca. 600 m2 ), con múltiples ocupaciones desde la transición Pleistoceno-Holoceno. Por ubicarse en un cañadón estrecho, el sitio sólo puede ser visibilizado desde la inmediatez; sin embargo, desde las elevaciones adyacentes a la cueva es posible obtener un amplio panorama del gran bajo que constituye las cabeceras del zanjón Blanco y de determinados hitos del paisaje distantes a decenas de kilómetros, como los cerros Alto y Madre e Hija. Las primeras ocupaciones de la cueva se dan en el Componente 1, durante la transición Pleistoceno-Holoceno y el Holoceno Temprano, entre los ca. 9.500 y 7.000 años14 C AP. Las actividades representadas son el procesamiento secundario y consumo de guanacos, el recurso animal por excelencia en la Patagonia (Miotti 1998; Miotti y Marchionni 2009; Marchionni 2013). Hasta el momento no se ha detectado consumo de fauna extinguida. El conjunto lítico está compuesto principalmente por cepillos, raederas y raspadores, elaborados en materias primas de variadas trayectorias. La tecnología es preponderantemente unifacial, aunque se registraron unos pocos artefactos bifaciales, fundamentalmente puntas de proyectil (ver la figura 3d). Para estos conjuntos se utilizaron materias primas mayoritariamente locales (<15 km), así como otras de procedencias más distantes, como las obsidianas, que provendrían de unos 180 km al oeste (Hermo 2008; Hermo y Miotti 2011). Los conjuntos del Holoceno Medio muestran cambios en la tecnología, principalmente un mayor uso de hojas y la inclusión de un nuevo sistema de armas arrojadizas: la boleadora (Hermo 2008). Cueva Maripe también fue utilizada durante el Holoceno Tardío, e incluso como residencia de puesteros de estancia. Esta larga cronología ocupacional ha permitido registrar cambios en el uso interno de la cueva a lo largo del tiempo, principalmente la alternancia en el uso de las cámaras para el desarrollo de determinadas actividades (Carden 2009; Hermo 2008, Lynch 2013; Marchionni 2013). Otra de las características relevantes del sitio es la notoria presencia de arte rupestre, siempre pintado, principalmente de negativos de manos, aunque también se registran motivos zoomorfos esquemáticos (Carden 2009). Esta cueva fue recurrentemente ocupada, incluso hasta mediados del siglo XX, por ganaderos criollos.

El tercer caso corresponde al sitio Amigo Oeste (AW), en el sector norte de Patagonia, en la Meseta de Somuncurá (figura 1). La localidad arqueológica Los Dos Amigos se caracteriza por la presencia de una geoforma volcánica consistente en dos elevaciones relictuales denominadas Amigo Oeste (AW) y Amigo Este (AE) que siguen su orientación geográfica, y una planicie (que hemos denominado LDA5) circundante al borde de la laguna de Las Vacas (figura 2c).

El conjunto arqueológico registrado en AW corresponde a un contexto de superficie compuesto por 134 puntas cola de pescado (PCP), entre elementos enteros y fragmentados; siendo estos últimos los preponderantes. Del conjunto de PCP, 102 han sido halladas en la cima del cerro AW, 29 se registraron en la ladera sureste del mismo cerro, mientras que los elementos restantes se registraron así: dos en LDA5 y una en el abra entre los dos cerros. Además, se recuperaron fragmentos de bifaces, grandes herramientas unifaciales, desechos de talla bifacial y cuatro piedras discoidales abradidas (Miotti y Terranova 2015; Hermo et al. 2013; Terranova 2013). La materia prima predominante en el conjunto tecnológico es la calcedonia, cuya posible fuente de aprovisionamiento ha sido la cantera Anekén, a 17 km del sitio, seguida por sílices y obsidiana, rocas de las que no hemos detectado aún las fuentes (Miotti et al. 2011). Los materiales líticos constituyen el único tipo de evidencia arqueológica del sitio AW (Terranova 2013).

La ubicación del sitio AW posee una serie de particularidades. En primer lugar, la alta visibilidad del entorno, que permite un control visual de varios cuerpos de agua, así como la identificación de una innumerable cantidad de rasgos del paisaje circundante, incluso serranías que se encuentran a más de 60 km. Asimismo, es posible ubicar otro emplazamiento en el que se halló una PCP: Tapera de Isidoro, a 6,5 km hacia el sur. Hasta el momento no hemos podido identificar objetos que pudieran pertenecer a ocupaciones prehispánicas posteriores. El fenómeno de marcación de AW se destaca aún más a nivel local al contrastarlo con AE, ya que éste parece no haber sido utilizado para prácticas con correlato material. Si bien AE cuenta con idénticas posibilidades en cuanto a visibilidad, visualización y logística de recursos, se muestra como un espacio seleccionado negativamente o no marcado.

La escala local en el marco del poblamiento regional

En el siguiente apartado se integran los elementos teóricos de los marcos referenciales: aprendizaje del paisaje, de las migraciones modernas y del estudio de los ecorrefugios, para construir una narrativa sobre el poblamiento americano. Nuestra idea es que ese macroproceso debe ser también pensado a una escala geográfica menor a la continental, es decir, a la escala en la que se dan los movimientos de los grupos humanos y de los individuos, una escala de interacción diaria con el ambiente. En este sentido, las escalas locales, regionales y macro-regional, en las cuales se enmarcan los tres casos arqueológicos de este estudio, son adecuadas para responder los interrogantes planteados.

A continuación definimos una serie de pasos en los que se podría haber llevado a cabo el poblamiento de este sector del continente, sin intentar responder preguntas de tipo cronológico (i.e., ¿qué lugar fue ocupado primero?), sino conocer qué rol tuvo cada uno de esos sitios en el proceso de inclusión de nuevos espacios de vida en la historia del poblamiento de Patagonia.

Si organizáramos una secuencia en etapas de aprendizaje sobre un paisaje sin ocupaciones previas y prescindiéramos de los fechados, el primer paso que realizan los inmigrantes corresponde al scouting o exploración. El reconocimiento y la ubicación de los recursos se convierten en el aprendizaje locacional. Para retornar al lugar de origen y repetir la visita se seleccionan hitos geográficos altamente reconocibles, y desde donde sea posible tener un gran control visual no sólo de los recursos móviles, sino de otros elementos topográficos que permitan establecer rutas seguras entre puntos ya conocidos de los espacios de vida, así como próximos sectores por incluir (caminos y otros lugares). Los casos que interpretamos en este sentido son Los Dos Amigos, Cueva Maripe y AEP1, cada uno con sus particularidades.

Para el caso de Piedra Museo, este scouting en nuevo ambiente se manifiesta sólo en la UE6. Su inclusión en el espacio de vida se habría realizado a partir de traslados desde una base residencial cercana a esta estación de cacería y despostamiento, utilizando el alero y borde del paleolago como lugar clave para la captación de recursos animales.

La UE6 de AEP1, uno de los contextos más antiguos de Patagonia, se encuentra en un sector de esta región en el que es profusa la evidencia de primeros americanos: Macizo del Deseado (ver referencias de localidades en Salemme y Miotti 2008), rodeado por ríos y tributarios que habrían facilitado el ingreso desde la costa Atlántica (Miotti 2006; Miotti y Magnin 2012). A partir de estos sectores, se habrían incorporado nuevos espacios al oeste, utilizando rutas seguras como las cuencas de los zanjones relictuales, que permitirían seguir los cursos, con un retorno a los espacios de vida ya utilizados (ver figura 2 en Magnin 2013).

Otro caso representativo de este primer paso se propone a partir de la geoforma Los Dos Amigos. Estos cerros pueden haber tenido un papel preponderante como elemento natural, identificable y legible en el paisaje desde varios kilómetros de distancia. Debido a sus características topográficas, que los diferencian del entorno, es posible transitar por el paisaje circundante utilizando los cerros como un hito y guía (waypoint) para la orientación hacia nuevas ubicaciones y el regreso a los espacios de residencia, es decir, como un auxilio en la búsqueda de nuevos caminos y la ampliación de los espacios de vida. Su visibilidad y visualización son destacadas, y, al igual que el alero de Piedra Museo, se ubican al borde de una laguna con alta concentración de recursos.

El caso de Cueva Maripe es el menos probable de haber sido seleccionado y marcado como hito, ya que el emplazamiento de esta cueva se encuentra en el fondo de un profundo cañadón, y sólo puede ser visualizada accediendo al mismo desde el este. Por otro lado, la visibilidad desde esta cueva es sólo de cuenca y no excede los 2 km, debido a la sinuosidad del cañadón y a la gran altura de ambos flancos. Este lugar -con muy buenas posibilidades para la ocupación humana, ubicado entre núcleos ocupacionales de ca 11.000 años AP como Piedra Museo, Los Toldos, La María y Cerro Tres Tetas (Cardich, Cardich y Hajduk 1973; Paunero 2003)- fue ocupado unos 2.000 años después que los otros. Entonces, en la localidad La Primavera, la etapa exploratoria no habría generado una marcación detectable de alguna geoforma sobresaliente del paisaje serrano.

El segundo paso estaría dado por los eventos ocupacionales que representan un retorno al lugar conocido a partir de la exploración. Se trata de puntos que muestran señales de haber sido incorporados a los espacios de vida humanos a escala regional. En esta escala, los grupos humanos ya conocen la ubicación y el comportamiento de los recursos y su variación estacional (aprendizaje limitacional regional), es decir que los contextos arqueológicos que cubran estas características representan la expansión de los espacios de vida, con una continuidad de ocupaciones en distintos sitios de una región. A esta etapa pueden asignarse los contextos arqueológicos de la UE4/5 de AEP1. Dicho conjunto muestra una continuidad en el uso del espacio para prácticamente las mismas funciones que en la ocupación de la UE6, aunque en este caso se resalta la presencia de objetos particulares en la prehistoria sudamericana como las PCP. Así, el conjunto lítico, aunque más estandarizado y abundante que en UE6, evidencia la continuidad de una concepción tecnológica, que para esos momentos ya se encuentra dispersa en casi todo el hemicontinente sudamericano (Miotti y Terranova 2015; Miotti et al. 2011).

Otro caso al que interpretamos como parte de este segundo paso es el contexto de la cima de AW, lugar marcado por la abundancia del contexto lítico y enfatizado por la ausencia del mismo en AE, dentro de la misma geoforma (figura 2c). La inclusión de AW en los espacio de vida de los cazadores-recolectores tempranos se dio a partir de la reutilización del cerro como espacio de visualización y control del entorno, apto para ciertas prácticas relacionadas con las cacerías y la planificación de la expansión de la movilidad hacia nuevos lugares. Este tipo de actividades dejaron correlato material de artefactos formatizados, con decenas de PCP (figura 3b), desechos y núcleos hallados en la cima del cerro (Terranova 2013).

Para el Macizo del Deseado, a unos 700 km al sur de AW, se incluirían en esta etapa del conocimiento y apropiación ambiental las ocupaciones del Componente 1 de Cueva Maripe. Los contextos arqueológicos más antiguos de esta cueva corresponden a ca. 9.500 años AP; los mismos permiten interpretarlos como una incorporación efectiva de la cueva al espacio de vida de los grupos que habitaban el área, una expansión de los territorios en una región ya explorada y colonizada. Es decir, que esta evidencia permite inferir que la tecnología instrumental es acorde con la desarrollada y estandarizada en la región, y los grupos ya estarían aprovechando al guanaco como principal recurso faunístico (Hermo 2008; Marchionni 2013; Hermo et al. 2014).

El tercer paso en esta cadena de aprendizaje y transformación de los paisajes de los primeros americanos es lo que denominamos conocimiento social del ambiente. Aquí, las marcaciones territoriales y las prácticas sociales para transitar y habitar lugares configuraron los paisajes, de manera que en esta nueva etapa tanto el sitio AEP1 de Piedra Museo como Cueva Maripe siguen siendo lugares claves en la caminería regional a lo largo del tiempo. Estos abrigos rocosos fueron escenario de sucesivas ocupaciones durante el Holoceno Medio y Tardío, y formaron parte de espacios de vida. Tales lugares, utilizados como espacios cotidianos, fueron reforzados mediante la aplicación de pinturas y grabados (Carden 2009). Los conjuntos artefactuales de la UE2 de Piedra Museo y del Componente 2 de Cueva Maripe concuerdan con el registro regional de conjuntos de alta densidad artefactual, posiblemente a causa de la reducción en la movilidad residencial (Goñi 2010; Hermo y Magnin 2012; ver bibliografía allí citada; Miotti 2012).

Sin embargo, aún no se han detectado contextos asimilables a los de la Meseta de Somuncurá. La falta de una señal clara durante el Holoceno Medio en el sector norpatagónico podría tratarse de un abandono de la localidad Los Dos Amigos y de las zonas de tránsito y lugares de esta altiplanicie, ya que el registro arqueológico de Somuncurá vinculado a esta tercera etapa muestra señales claras recién en el Holoceno Tardío (Terranova 2013; Miotti et al. 2014). Finalmente, los registros etnohistóricos del siglo XIX remarcan la objetivación de AW como parte de un hito geográfico, Los Dos Amigos, y a su vez como un lugar simbólico que representaría los pórticos de acceso al complejo de caza de Yamnagoo (Claraz 1988; Moreno s. f.). Sinembargo, en este ejemplo, la cima de AW en apariencia dejó de significarse con el depósito de artefactos usados en la llanura circundante. En este sitio se observa la discontinuidad de materiales entre la colonización y su uso como referencia en el Holoceno Tardío.

Siguiendo el esquema que estamos proponiendo, a medida que los espacios de vida fueron divergiendo y modificándose, se habría dado una multiplicación de sitios hacia los ambientes marginales (Borrero 2004), en el sentido de que las redes de caminos y movilidad se habrían expandido con base en el conocimiento adquirido. Estas expansiones no sólo enriquecerían la experiencia del terreno, sino que sustentarían las narrativas socialmente transmitidas a través de varias generaciones y referidas a lugares, que posiblemente en esta tercera etapa ya están resignificados. Dichas narrativas son los mitos y las tradiciones orales, en los que se vinculan los espacios con las prácticas.

La distribución de los contextos arqueológicos analizados permite interpretarlos como puntos significados (lugares) en medio del vasto espacio geográfico patagónico. En los casos santacruceños, las ocupaciones iniciales aquí presentadas marcan el inicio de una historia ocupacional de varios milenios de uso del mismo espacio (aunque con finalidades diferentes); mientras que en el caso de Amigo Oeste (AW) no se registran artefactos líticos posteriores a los iniciales, lo que no quiere decir que no haya seguido funcionando como hito o nodo simbólico a través de los milenios, aunque sin nuevas marcaciones materiales.

Conclusiones

La aplicación de los conceptos de aprendizaje del paisaje, ecorrefugios y espacios de vida a la problemática del poblamiento de América, nos ha permitido generar una serie de planteos respecto de algunas de las ocupaciones más tempranas de Patagonia. Hemos hecho foco en las diferencias que muestran en cuanto a su ubicación en el paisaje, las relaciones con los recursos y los contextos culturales, con el objetivo de interpretar cómo esos espacios fueron convertidos en lugares a través de la materialidad de las prácticas sociales. Los sitios analizados, lejos de mostrarse como un "conjunto de sitios tempranos", permitieron formular una serie de pasos en la colonización de este sector del continente. Los casos arqueológicos contemplados en este trabajo sirvieron para ilustrar la potencialidad teórica de los conceptos "aprendizaje y conocimiento ambiental" como importantes herramientas imaginarias con las cuales los primeros pobladores de Patagonia lograron habitarla y extender su ocupación por más de once milenios. Por otra parte, estos conceptos nunca son usados como premisas para la construcción de modelos de poblamiento (regional o continental); sus referencias materiales en el registro arqueológico, por lo tanto, no han sido buscadas por los investigadores. Queremos resaltar que los vacíos arqueológicos de ciertas regiones, así como la abundancia de información material de otras, podrían estar dando las pistas para intentar estudiar si esa heterogeneidad material se debe a sesgos de investigación o a señales de posibles caminos hacia lugares de los cuales los pioneros tenían conocimiento previo o lo aprendieron experimentalmente.

El modelo de tres pasos planteado para la ocupación de la Patagonia representa una nueva perspectiva para el estudio de construcción de paisajes. La incorporación de herramientas conceptuales que ligan el movimiento de los humanos con las formas en que sectores específicos del ambiente (v.g., ecorrefugios) son incorporados a los espacios de vida representa una nueva perspectiva analítica. La misma presupone un avance en las miradas sobre el poblamiento de vastas áreas despobladas y permite explorar no sólo los vínculos entre humanos y los recursos (tan común en las perspectivas evolutivas/ecologicistas), sino también las maneras como nuestra especie humaniza el entorno natural transformándolo en paisajes culturales.

La prosecución de estudios de casos a escala macro-regional, regional y local permitirá afinar las ideas que planteamos acerca de cómo los primeros pobladores del continente pudieron haber incorporado espacios desconocidos, al tiempo que construían paisajes dotados de significados.

Agradecimientos

El apoyo logístico fue otorgado por las Secretarías de Cultura de Pico Truncado, Santa Cruz y Agencia Cultura y Codema Río Negro. Agradecemos a los amigos y pobladores de las mesetas que siempre nos brindaron hospitalidad y enseñanzas de sus lugares de vida, y a los amigos del equipo de trabajo, Laura Marchionni y Lucía Magnin, con quienes discutimos ideas, y nos brindaron valiosos comentarios para mejorar este trabajo. Al Dr. Ramiro Segura, por sus valiosos comentarios al borrador de este trabajo. Al evaluador 1, quien hizo valiosas sugerencias para mejorar el manuscrito original. A la editora de la revista Antípoda, por su interés en publicar nuestro trabajo.


Comentarios

* Este artículo resulta de una ponencia presentada en el VI Simposio Internacional del Hombre Temprano, realizado en la Universidad Nacional de Pereira en Colombia en 2012. Este trabajo fue subsidiado por ANPCyT PICT 176; Conicet PIP 264 y PIP 207; UNLP N665 y UNLP PPID N003.

1 Utilizamos el término "paisaje sin historia" en el sentido de Laguens (2009, 2012 y 2014). Este autor lo define como un paisaje caracterizado por la "ausencia de una dimensión humana en las redes de relaciones establecidas en un paisaje, no en el de su propia historia natural" (Laguens 2009, 46)

2 Los edenes son entendidos metafóricamente como aquellos sectores seleccionados por los humanos para parar y habitar. No necesariamente están relacionados con el concepto bíblico de "paraíso terrenal", pero sí con los micro ambientes que ofrecen las características básicas para la vida y su reproducción social a lo largo del tiempo. En este sentido, aquí se relacionan con los ecorrefugios.

3 Entendemos que aquí el término social hace referencia a una escala de amplitud de las relaciones sociales. Los otros dos tipos de información, obviamente, también son sociales, pero a escalas más pequeñas.

4 Lugar de dimensiones espaciales reducidas, destinado al almacenamiento y ocultamiento de objetos para disponer de ellos en el futuro. Dichos espacios generalmente son señalados para que otras personas del grupo puedan identificarlos en el paisaje con facilidad. La connotación es la de un escondrijo, y en la literatura arqueológica se aplica desde Binford (1980 en adelante) a aquellos sitios donde en no más de 4 m2 se han recuperado altas densidades de artefactos líticos en diferentes estados de manufactura y, por lo tanto, han sido considerados como lugares de almacenamiento de rocas de distintas procedencias. También ha sido aplicado a los lugares cercanos a los campos de caza, donde se almacena carne que se protege con pilas de piedras y cornamentas de animales para evitar que los grandes predadores, como los lobos del ártico, puedan acceder a su consumo. En idioma inglés su concepto es el de: a collection of items of the same type stored in a hidden or inaccessible place (arms, goods, meat, seeds.)


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Artículo recibido: 17 de octubre de 2014; aceptado: 5 de junio de 2014; modificado: 21 de julio de 2015