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Antipoda. Revista de Antropología y Arqueología

Print version ISSN 1900-5407

Antipod. Rev. Antropol. Arqueol.  no.26 Bogotá Sep./Dec. 2016

 

Nota Editorial. Etnografía y Estudios de la Ciencia y la Tecnología: encuentros, inspiraciones y posibilidades conectadas

Santiago Martínez Medina* - Universidad de los Andes, Colombia

* Doctor en Antropología de la Universidad de los Andes, Colombia. antipoda@uniandes.edu.co s.martinez65@uniandes.edu.co


Piedras, bordados, semillas, lápidas, muros, viviendas y aves ilustradas son solo algunas de las entidades que pueblan este número de Antípoda, dedicado a explorar la interfaz entre la Antropología y los Estudios de la Ciencia y la Tecnología (ECT); zona de contacto donde la fricción entre ambas maneras de hacer y de pensar resulta poderosamente creativa. Hemos decidido, además, pensar la etnografía como una superficie en la cual puede experimentarse dicho roce, con miras a hacer tangibles no solo los entrecruzamientos e intersecciones, sino también las diferencias en este variopinto y no delimitado espacio académico que imaginamos en continuo movimiento y configuración. De tal manera diseñamos esta convocatoria que recibió más de una veintena de artículos de Colombia, Argentina, Brasil, Ecuador, Venezuela, Chile y México, así como propuestas de autores latinoamericanos en los Estados Unidos, Canadá y los Países Bajos.

El éxito de nuestra convocatoria no hace sino confirmar al heterogéneo campo de los ECT como una de las influencias más fértiles para la disciplina Antropológica en la actualidad. Hoy por hoy un creciente número de antropólogos encuentra allí inspiración para reflexionar de nuevo sobre problemas tradicionales de la disciplina y para abrir nuevas temáticas susceptibles de análisis. Al mismo tiempo, la etnografía se ha constituido como una de las vías predilectas de producción de conocimiento situado desde los ECT, lo que a su vez ha reconfigurado la manera en que se la plantea, vive y experimenta. Considérese, por ejemplo, el influyente libro de Annemarie Mol, The Body Multiple: Ontology in Medical Practice (2002), en el cual no solo se presenta un uso extenso de la etnografía, sino que se la convierte en un poderoso ejercicio que permite un tipo de teorización muy particular. Para Mol, interesada en desarrollar una propuesta de "filosofía empírica" (2002, 4-7), la etnografía es atractiva porque le permite dar cuenta de una serie de preguntas centradas en la actividad. En su libro el conocimiento no es una cuestión de referencia, de acercarse o no a la verdad, puesto que se trata de un asunto de manipulación. En sus palabras: "la pregunta guía no es más '¿cómo encontrar la verdad?', sino ¿cómo son manipulados los objetos en la práctica?" (2002, 4).

    With this shift, the philosophy of knowledge acquires an ethnographic interest in knowledge practices. A new series of questions emerges. The objects handled in practice are not the same from one site to another: so how does the coordination between such objects proceed? And how do different objects that go under a single name avoid clashes and explosive confrontations? And might it be that even if there are tensions between them, various versions of an object sometimes depend on one another? Such are the questions that will be addressed in this book. I cautiously try to sketch a way into the complex relations between objects that are done.

Es pues una etnografía de prácticas y materialidades, una praxiografía, como la llama Mol, en que la enfermedad -ateroesclerosis- es un producto de la actividad de todos aquellos convocados en ese embrollo de haceres que es el Hospital Z. En términos etnográficos su gran aporte es dedicarse, obstinada y pacientemente, a pensar con lo que hacen las manos de todos aquellos que producen ateroesclerosis como una entidad múltiple (Mol 2002, 152):

    This book is a part of a recent wave of studies that takes a further step away from disembodied contemplation. This means that it no longer follows a gaze that tries to see objects but instead follows objects while they are being enacted in practice. So, the emphasis shifts. Instead of the observer's eyes, the practitioner's hands become the focus point of theorizing.

Se trata pues de teorizar con las manos que hacen cuerpo y enfermedad (Mol 2002; Mol y Law 2007). En un movimiento propio de los ECT, en que el acento recae en la acción y no en el conocimiento (Pickering 1992), la etnografía permite decir algo sobre la ateroesclerosis de una manera en que la antropología usualmente no logra hacerlo. En este sentido la propuesta es explicita y poderosa: tratar la ateroesclerosis desde un punto de vista ontológico, cuya realidad es un resultado de las prácticas en las cuales, valga la redundancia, es practicada (Mol 2002).

El resultado es significativo. Si bien Mol no abre las puertas del hospital al etnógrafo, sí le permite ingresar al dominio de una realidad hasta entonces vedada para el que no siendo médico intentaba decir algo sobre una entidad como la ateroesclerosis. Así, la etnografía apunta de lleno a desestabilizar la separación tradicional que pide al científico social hablar exclusivamente de la realidad "social" que estudia, la cual deja a los médicos su propia y exclusiva porción -biología, fisiología o anatomía, en definitiva "naturaleza". Mol consigue este efecto mediante y en la etnografía misma, que en su libro es una reflexión en acción. Así, The Body Multiple es un ejemplo de la manera en la que puede desestabilizarse la separación usual entre teoría y campo, entre concepto y situación etnográfica, entre análisis y descripción.

Un efecto del mismo alcance puede encontrarse en los trabajos de otros autores que se sitúan, de una forma u otra, en este encuentro entre Antropología y ECT en la etnografía. Para Marisol de la Cadena, por ejemplo, en su propuesta la "etnografía emerge como una composición de conversaciones empíricas y teóricas sin costura, trabajando juntas de tal forma que se vuelve imposible separarlas" (De la Cadena 2015a, 464). Casper Bruun Jensen por su parte sitúa en esta condición, en la que descripción y análisis se confunden creativamente, uno de los puntos de "irritación mutua" que vuelve fructífera la relación entre Antropología y ECT. Y es que no basta con decir que el concepto debe emerger de la etnografía, pues la tarea es apreciar también cómo lo "empírico está en todas partes" (Jensen 2015, 449).

    The observation that the empirical is everywhere, and the conceptual likewise, gives a particular spin to considerations of the generative interfaces between STS and anthropology. Destabilizing the relationship between the empirical and the conceptual, and the hierarchies that go with it, produces what, following Foucault, we might call an "ethic of discomfort" (1999:443-49); discomfiting in particular conventional certainties about what is entailed by description and analysis.
    If such discomfort is generative, I think, it is precisely to the extent that it shortcircuits generic ways of arguing for, or, more often assuming, the importance of what we do. For one can then hide behind neither the density of ethnographic facts, largely unchecked by others, nor behind the protective coverage of general theory1.

No es gratuito el hecho de que los ECT empujen en esta dirección, habituados como están por su propia historia a tratar a la teoría y al conocimiento como susceptibles de análisis. Y es que teoría es algo parcialmente diferente en muchas vertientes de los ECT. La misma Annemarie Mol se refiere a la teoría de la Teoría Actor-Red (TAR) como una sensibilidad, como un repertorio, una manera de "ayudar a los académicos a entonarse con el mundo, a verlo, escucharlo, sentirlo y saborearlo", un "repositorio de términos" adaptable y sensible que permite un vínculo con aquello que se estudia (Mol 2010, 262; Bonelli en este número). Se puede entonces hablar de teoría para la TAR -y gran parte de los ECT- con la condición de cambiar, al menos parcialmente, el significado de la palabra teoría (Latour 1999; Mol 2010).

El punto es que la etnografía en manos de los ECT puede tensionar muchas de las maneras en que la Antropología ha entendido no solo su método, sino también la relación entre teoría y práctica en la cual se sustenta. Volviendo al ejemplo que ha guiado esta nota editorial, The Body Multiple no es solo una etnografía, es una etnografía diferente. Si devolvemos el aparato conceptual que le permite a Mol pensar la realidad como resultado de las prácticas, podemos decir que su propia etnografía tiene la capacidad de producir etnografía como otra cosa2.

La conclusión anterior es central para adentrarse en este número de Antípoda ya que, como el lector encontrará, ciencia y tecnología no es aquí un objeto de estudio únicamente, como tampoco un simple conjunto de autores que de una forma u otra ha venido integrándose al marco teórico de la disciplina. Puede ser ambas cosas, pero también una manera de plantearse las preguntas en y mediante la etnografía, un talante diferente en la manera de proceder como antropólogos.

Los dos primeros artículos publicados en Antípoda 26 son reveladores en tal sentido, ambos casos tratan de plantearse preguntas profundamente conceptuales -¿Qué puede una piedra? y ¿Qué toca una etnografía feminista?- que solo pueden ser expresadas y resueltas desde la etnografía misma. Tanto Bonelli como Pérez-Bustos, Tobar-Roa y Márquez-Gutiérrez inhalan de los ECT para exhalar un tipo de Antropología que no es usual. Es precisamente Bonelli quién nos invita a relacionarnos con nuestras fuentes conceptuales en términos de inspiración y espiración, inhalación y exhalación. Procesos pues de transformación e intercambio (gaseoso) que revitalizan y, por qué no, contaminan. A la postre, la piedra y el bordado son tan importantes como la literatura leída para poder decir algo sobre la etnografía en su ejercicio teorizador.

Uno de los problemas que Cristóbal Bonelli plantea es precisamente el valor que damos a nuestras "exhalaciones etnográficas". Su propuesta, además de empírica y teórica, es política. La tarea que sugiere es constituir unas políticas del dónde que no solo enriquezcan conceptualmente a la disciplina o disciplinas en las que trabajamos, sino que sirvan como una herramienta para "provincializar" (Chakrabarty 2000; De la Cadena 2015b) lo que a veces leemos en nuestros países como teoría que requiere aplicación. En ese sentido, la piedra de Renato a través del artículo de Bonelli puede generar otras cosas, su newen alcanza a actuar sobre la TAR y los ECT como propuesta para pensar entidades sociomateriales como esa piedra en particular. Ahora bien, la manera en la que se piensa y se hace Antropología y ECT en Latinoamérica está aún por delinearse y Antípoda 26 espera, en tal sentido, constituirse también en un aporte para esta discusión en la región, como quiera que esta interfaz que venimos estudiando adquiere matices y modos de actuar dependiendo del lugar donde se la practique (De la Cadena 2015a). Inspirándonos de nuevo en Bonelli podríamos preguntarnos qué puede hacer Antípoda y de qué es capaz el presente número en el marco de academias con muchas diferencias entre sí, para las cuales estos problemas pueden o no ser relevantes en sus propias agendas de discusión.

El artículo de Pérez-Bustos, Tobar-Roa y Márquez-Gutiérrez permite una lectura interesante en la discusión que hemos venido exponiendo. De manera notable, este grupo de etnógrafas convierte al feminismo también en una forma y una posibilidad de contacto. No se trata solo de un tocar diferente, sino en especial de un aprender a tocar. Esto es precisamente lo que las bordadoras parecen enseñarles una y otra vez: bordar es una práctica que aunque estando siempre en los dedos es también conocimiento. Esta conclusión es el resultado de advertir la tensión inherente a aprender desde el feminismo una labor que puede verse como una actividad artesanal, feminizada y precarizada. Sobre el bordado, como sobre el video y la fotografía en la labor etnográfica, se pliegan temporalidades y relacionamientos que los producen políticamente, al ejercerlos también con respecto a otras materialidades. Empero, es haciendo etnografía que se producen otras posibilidades. Ahí está, por demás, su poder, ya que es en el contacto -de etnógrafas con bordadoras en el contacto de manos e hilos-en que un nuevo pliegue puede surgir en forma, claro, de etnografía pero no solamente (De la Cadena 2015b). Dicho de otra manera, estas etnógrafas aprenden bordando no solo a bordar sino a hacer etnografía, y su etnografía enseña tanto que el bordado es un tipo muy meticuloso y sofisticado de conocimiento, como que con el bordado pueden pensarse otras prácticas y conocimientos en tensión con la manera en que usualmente las imaginamos.

Estos procesos de inhalación y exhalación de la Antropología y los ECT no son fácilmente predecibles y no arrojan resultados necesariamente coherentes. No hay unidad en eso que aquí venimos perfilando como interfaz, porque las formas que adopta esta intersección dependen de cómo se la haga en la práctica. Es por ello que en la sección Paralelos el lector del número 26 de Antípoda encontrará grandes diferencias entre las propuestas allí publicadas. En primera instancia, Martínez Flores, Ruivenkamp y Jongerden trazan los "efectos no intencionales" de la generación de un cultivar de lupino. Se trata de un análisis de la manera en la que los objetos, en este caso semillas, son capaces de traicionarse y traducirse a sí mismos y a sus usuarios en su interacción (Latour 2002; M'charek 2014). En un movimiento típico de la interfaz entre Antropología y ECT, este artículo pone un énfasis especial en el carácter mundano y ordinario de los objetos. No insistiremos aquí más en la manera en la que distintas versiones de los ECT han subrayado, una y otra vez, la importancia de considerar a las cosas en nuestros análisis. Solo llamaremos la atención sobre lo que esta forma de proceder consigue, como puede verse en el artículo de Martínez Flores, Ruivenkamp y Jongerden: es siguiendo a las semillas como producto sociomaterial que el análisis adquiere una dimensión política además de tecnológica y científica. Siguiendo de nuevo a Bonelli, la semilla tiene efectos no predecibles por cómo se pliegan en ella relaciones y temporalidades que no pueden ser contempladas por sus diseñadores. No se trata pues simplemente de un asunto de políticas de ciencia y tecnología -de participación o no de los campesinos o de diálogo de saberes- porque lo que está en juego es cómo el fitomejoramiento produce asimetrías en tanto resultado de su propio proceder. De nuevo la invitación al lector es a que se deje inspirar en lupino y en chocho para pensar relaciones entre laboratorios, personas y cosas.

De un corte más tradicional, la propuesta de Ana Spivak L'Hoste busca desenmarañar las diferencias entre dos conmemoraciones en un instituto de formación científica en Argentina. Hay más que una década en un lapso de diez años, nos dice la autora, e invoca para ello su participación como etnógrafa. Se trata de apreciar las diferencias con las que cada conmemoración se posiciona frente a las políticas estatales que de una u otra forma determinan las actividades del instituto. Este abordaje institucional es mucho más usual en la interfaz entre Antropología y ECT en América Latina, lo que produce un acento importante en el análisis de las relaciones entre Estado y ciencia y tecnología como sector o como actividad.

La pregunta pues por la materialidad de lo que ocurre en el instituto -tanto átomo como física- no es central para Spivak L'Hoste como sí para nuestros dos siguientes autores. En primera instancia, Lamilla Guerrero desde la Antropología se pregunta por una plataforma tecnológica y por la manera en que esta transforma una práctica funeraria. En el Cementerio Museo San Pedro de Medellín los muros de mármol son también pantallas de computador y viceversa. La propuesta, un tanto más alejada de los ECT, se posiciona a partir de la experiencia etnográfica que es, en definitiva, la que le permite a la autora desarrollar la comparación que anima su artículo. En tal sentido es interesante observar cómo por esta ruta llega a cuestionar diferencias propias de la constitución moderna (Latour 2007), como aquella que separa lo virtual de lo real. Lamilla Guerrero inhala en su etnografía a Facebook como objeto de estudio para exhalar una reflexión sobre nuestras maneras de recordar y anhelar.

En segunda instancia, Juan Carlos Skewes se entrega de lleno a un análisis tan materialista como vital de la vivienda mapuche. Su propuesta permite ver maneras de relacionarse con el mundo a través de la residencia, en la que esta forma parte de entramados mucho más complejos de los que usualmente apreciamos. Es notable la manera en que en su trabajo Skewes nos invita a replantearnos relaciones que consideramos obvias: imaginamos la vivienda como un espacio que produce una interioridad en dónde en definitiva se habita. No obstante, las viviendas mapuches parecen no seguir esta regla. Por el contrario, interior y exterior responden en el habitar a formas de espacialidad compleja que tendríamos necesariamente que imaginar siguiendo topologías no euclidianas, en las cuales el adentro es también afuera y viceversa.

Sumado a lo anterior, la sección Panorámicas en este número incluye dos artículos resultados de nuestra convocatoria de tema libre. De esta manera Antípoda mantiene la apertura que la caracteriza a propuestas de distinta índole. Se trata de los documentos de Andrés Dapuez y Ana Laura Candil, en el que cada uno -desde su particular apuesta etnográfica- establece relaciones que aportan a su campo de estudio. Es de particular interés la manera en la que el tiempo forma parte de la discusión sobre el intercambio, las políticas y el desarrollo en el primer artículo y cómo, en el segundo documento, el acompañamiento familiar emerge como "abrasivo" en el espiral de la adicción. Una vez más y a pesar de sus diferencias, los artículos de esta sección muestran la vitalidad de la etnografía en la manera en la que se hace y se piensa la Antropología en la región.

Antípoda 26 termina con un breve documento que acompaña la propuesta visual del número. En este sentido, nuestra apuesta es arriesgada y novedosa. A pesar de la profusión de fotografías en los artículos, en esta ocasión elegimos apartarnos brevemente de este lenguaje para publicar la primera Antípoda ilustrada. Hemos trabajado de la mano de la artista Carolina Rojas y de la bióloga Cristina Rueda para producir una reflexión con respecto a la ciencia como arte y al arte como ciencia. La clave es que las aves que dialogan con los artículos en este número no son dibujadas por Carolina de cualquier manera: tienen algodones en los ojos y marquillas en sus patas, son especímenes de museo que condensan en su materialidad ilustrada una práctica científica consistente en recolectar, conservar y analizar. Junto a estas, el lector encontrará ilustraciones de aves vivas que nos recuerdan que una imagen científica dice y oculta, produce una versión de la realidad que, en su opción por la objetividad, espera disimular parte de su práctica. Esperamos así que la propuesta visual de este número no solo se constituya en otro contenido publicado de forma transversal, sino que dialogue fuertemente con los artículos de nuestras secciones principales, en la medida en que a su modo pone en acción una nueva interfaz entre Antropología y ECT.


Comentarios

1 Foucault, Michel. 2001. "For an ethic of discomfort", en Power: Essential Works of Foucault 1954-1984, editado por James Faubion y traducido por Robert Hurley. Nueva York: The New Press.

2 El acento que hace la etnografía de Mol en las prácticas tiene, de hecho, implicaciones prácticas que requieren una reflexión metodológica desde la Antropología. Su énfasis en las manos, por ejemplo, puede cambiar el papel relativo que tiene lo visto, lo hecho y lo escuchado en el trabajo de campo. Esto es aún más notable si se contrasta esta praxiografía con análisis etnográficos de corte interpretativo donde se hace un mayor énfasis en lo dicho y donde se da preeminencia a la entrevista como forma de participar en el campo.


Referencias

1. Chakrabarty, Dipesh. 2000. Provincializing Europe: Postcolonial Thought and Historical Difference. Princeton y Oxford: Princeton University Press.         [ Links ]

2. De la Cadena, Marisol. 2015a. "Interface as ethnographic site that is also method". Hau: Journal of Ethnographic Theory (Anthropology and STS Generative interfaces, multiple locations) 5 (1): 462–466.         [ Links ]

3. De la Cadena, Marisol. 2015b. Earth Beings. Ecologies of Practice Across Andean Worlds. Durham y Londres: Duke University Press.         [ Links ]

4. Jensen, Casper Bruun. 2015. "The empirical is everywhere". Hau: Journal of Ethnographic Theory (Anthropology and STS Generative interfaces, multiple locations) 5 (1): 448–450.         [ Links ]

5. Latour, Bruno. 1999. "On recalling ANT". En Actor Network Theory and after, editado por John Law y John Hassard, 15-25. Oxford: Blackwell.         [ Links ]

6. Latour, Bruno. 2002. "Morality and technology: The end of the means". Theory, Culture & Society 19: 247–260.         [ Links ]

7. Latour, Bruno. 2007. Nunca fuimos modernos. Ensayo de antropología simétrica. Madrid: Siglo XXI Editores.         [ Links ]

8. M'charek, Amade. 2014. "Race, Time and Folded Objects: The HeLa Error". Theory, Culture & Society31(6):29-56.         [ Links ]

9. Mol, Annemarie. 2002. The Body Multiple: Ontology in Medical Practice. Londres: Duke University Press.         [ Links ]

10. Mol, Annemarie y John Law. 2007. "Embodied action, enacted bodies. The example of hypoglycaemia". En Biomedicine as culture: instrumental practices, technoscientific knowledge, and new modes of life, editado por Regula Valérie Burri y Joseph Dumit, 87-108. Nueva York: Routledge.         [ Links ]

11. Mol, Annemarie. 2010. "Actor-Network Theory: sensitive terms and enduring tensions".Kölner Zeitschrift für Soziologie und Sozialpsychologie. Sonderheft 50: 253-269.         [ Links ]

12. Pickering, Andrew. 1992. "From Science as Knowledge to Science as Practice". En Science as practice and culture, 1-26. Chicago: University of Chicago Press.         [ Links ]

Antípoda. Revista de Antropología y Arqueología agradece la colaboración de los evaluadores anónimos que participaron en la confección de este número

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