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Antipoda. Revista de Antropología y Arqueología

Print version ISSN 1900-5407

Antipod. Rev. Antropol. Arqueol.  no.38 Bogotá Jan/Mar. 2020

https://doi.org/10.7440/antipoda38.2020.07 

Panorámicas

¿Incorporación social de migrantes colombianos en Chile?: vulnerabilidad y lucha por el reconocimiento*

Social Incorporation of Colombian Migrants in Chile? Vulnerability and the Struggle for Recognition

Incorporação social de migrantes colombianos no Chile? Vulnerabilidade e luta por reconhecimento

Nicolás Gissi-Barbieri **  

Sebastián Polo Alvis ***  

** Doctor en Antropología de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM). Antropólogo social de la Universidad de Chile. Académico del Departamento de Antropología, Facultad de Ciencias Sociales, Universidad de Chile. Coordinador de la Red de Estudios Migratorios U-Nómades de la Universidad de Chile. ngissi@uchile.cl

*** Maestrando en Economía de las Políticas Públicas de la Universidad del Rosario, Colombia. Politólogo de la Universidad del Rosario, Colombia. Docente y director del Semillero de Migraciones Colombianas al Exterior de la Línea de investigación sobre Dinámicas y Asuntos Internacionales del Grupo de Estudios Políticos Internacionales (GEPI), Facultad de Ciencia Política, Gobierno y Relaciones Internacionales, Universidad del Rosario, Colombia. sebastian.polo@urosario.edu.co


Resumen:

Objetivo/contexto:

Se identifican los factores socioculturales y experiencias de vida que participan en los procesos de incorporación social de migrantes provenientes de Colombia que residen hoy en Chile, junto con el análisis de sus procesos migratorios y de inserción en la ciudad de Santiago.

Metodología:

A través del trabajo de campo realizado entre los años 2015 y 2018 en la ciudad de Santiago de Chile, y a partir de una metodología cualitativa, se observa en los colombianos una lucha por el reconocimiento, la que aquí indagamos a partir de sus tres formas o esferas: los afectos cercanos y la autoconfianza; las relaciones de igualdad, del derecho; y la participación económica, de la solidaridad, ejes transversales de nuestro marco referencial para la comprensión de los procesos de reconocimiento e incorporación social de los migrantes colombianos en la sociedad chilena.

Conclusiones:

Los resultados muestran que las personas afrocolombianas -la mayoría procedentes de Cali y del sur de Colombia- señalan ser objeto de recurrentes expresiones de racismo, que se suman a los estereotipos generales sobre la sociedad colombiana. Se constata además una fuerte diversidad y fragmentación entre migrantes colombianos basadas en particularidades regionales, de estrato socioeconómico, ocupación y género.

Originalidad:

Son escasos los textos que han analizado las condiciones y trayectorias de los/as colombianos/as en Santiago de Chile.

Palabras clave: América Latina; incorporación social; migraciones; movilidad Colombia-Chile; reconocimiento social; vulnerabilidad.

Abstract:

Objective/context:

Identifies the socio-cultural factors and life experiences that are involved in the social incorporation of Colombian migrants currently residing in Chile, also analyzing their migration and insertion in the city of Santiago.

Methodology:

Through the fieldwork carried out between 2015 and 2018 in the city of Santiago de Chile, and based on a qualitative methodology, we reveal Colombians' struggle for recognition, which we investigate here based on its three forms or spheres: close affects and self-confidence; relations of equality, of rights; and economic participation, of solidarity. These are the transversal axes of our frame of reference through which to understand the recognition and social incorporation of Colombian migrants in Chilean society.

Conclusions:

The results show that Afro-Colombians - the majority from Cali and southern Colombia - are subject to recurrent expressions of racism, in addition to general stereotypes regarding Colombian society. There is also a marked diversity and fragmentation among Colombian migrants based on regional particularities, socio-economic status, occupation, and gender.

Originality:

Few texts have analyzed the conditions and trajectories of Colombians in Santiago de Chile.

Keywords:  Chile-Colombia mobility; Latin America; migrations social incorporation; social recognition; vulnerability.

Resumo:

Objetivo/contexto:

Identifica-se os fatores socioculturais e experiências de vida que participam dos processos de inclusão social dos migrantes da Colômbia que atualmente residem no Chile, bom como a análise de seus processos migratórios e de inserção na cidade de Santiago.

Metodologia:

Através do trabalho de campo realizado entre 2015 e 2018 na cidade de Santiago do Chile, com base em uma metodologia qualitativa, observa-se uma luta por reconhecimento nos colombianos, que foi estudada aqui a partir de três formas ou esferas: afetos íntimos e autoconfiança, relações de igualdade e de direito, e a participação econômica, de solidariedade, eixos transversais referenciais para a compreensão de processos de reconhecimento e inclusão social dos migrantes colombianos na sociedade chilena.

Conclusões:

Os resultados mostram que os afro-colombianos, a maioria de Cali e do sul da Colômbia, afirmam estar sujeitos a expressões recorrentes de racismo, que são somados aos estereótipos gerais sobre a sociedade colombiana. Há também uma forte diversidade e fragmentação entre os migrantes colombianos, com base em particularidades regionais, status socioeconômico, ocupação e gênero.

Originalidade:

Poucos textos que analisaram as condições e trajetórias dos colombianos em Santiago do Chile.

Palavras-chave: América Latina; inclusão social; migrações; mobilidade Chile-Colômbia; reconhecimento social; vulnerabilidade.

La movilidad humana global y Sur-Sur se ha incrementado de manera considerable en las últimas tres décadas (Organización Internacional para las Migraciones [OIM] 2011) y ha generado una renovada necesidad de reflexión sobre la temática, considerando sus dimensiones económicas, políticas y culturales. En particular, los desplazamientos dentro de América Latina han aumentado intensamente durante los últimos diez años y Chile concentra en la actualidad el mayor flujo inmigratorio regional (Comisión Económica para América Latina [Cepal] y Organización Internacional del Trabajo [OIT] 2017), que ya no solo proviene de las fronterizas poblaciones de Perú, Argentina y Bolivia como lo era históricamente. Estas nuevas realidades han generado múltiples desafíos para la convivencia pluricultural y el desarrollo social en las ciudades y han convocado el interés científico de las ciencias sociales. Especial atención y debate ha suscitado la discusión en torno a cómo se insertan los migrantes a la sociedad de acogida, por lo que se hace necesario investigar cómo se genera este proceso, en el contexto y desafío de la construcción de sociedades culturalmente plurales.

Según los datos del Censo 2017 (Instituto Nacional de Estadísticas [INE] 2018), en Chile habría 746.465 migrantes que representan el 4,3 % de la población nacional y se caracterizan por un perfil etario joven (15-44 años). Sin embargo, de acuerdo a los últimos datos del INE (2018) y del Departamento de Extranjería y Migración (DEM), en este país habría 1.251.225 migrantes que estarían representando el 6,6 % de la población total. Los principales países de los que provienen los inmigrantes son de Latinoamérica y el Caribe: en primer lugar, venezolanos, con 288.233 personas; después, Perú, con 223.923; en tercer lugar, haitianos, con 179.338; y en cuarto lugar, Colombia, con 146.582 personas inmigrantes.

Especialmente en el caso de Colombia, los conflictos políticos, la violencia interna y el alto nivel de inseguridad que rige en sus principales ciudades -altamente segregadas y con amplia economía informal- han incrementado el malestar y el miedo y, como consecuencia, han impulsado la movilidad durante el siglo XXI (Martínez y Orrego 2016). Dichas condiciones serían resultado de procesos enmarcados en un contexto de recrudecimiento paulatino del conflicto armado interno en Colombia durante los años noventa y principios del siglo XXI, en los cuales se manifestarían problemáticas críticas como el desplazamiento interno masivo y la salida de refugiados hacia países como Estados Unidos, Ecuador, Panamá y Costa Rica (Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados [Acnur] 2016). A partir de ello, “la percepción de inseguridad producida por el conflicto armado y sus elementos conexos […] se han convertido en principios que constriñen las actividades y expectativas de migrantes prospectivos” (Palma 2015, 11).

A mediados de los 2000, tendría lugar la tercera ola migratoria, la de mayor dimensión estadística en la historia de Colombia (Mejía 2012). Dentro de los procesos migratorios de la diáspora colombiana, a partir de ese momento se ha identificado una progresiva transformación frente a los destinos de migración y una diversificación de los países de recepción, entre los que se destacan regiones de Europa occidental, así como otros destinos no tradicionales en América Latina (Echeverri 2005; Polloni y Matus 2011). Tras este periodo, uno de los principales destinos de migración sería Chile, en el que “en 2014 hubo 25.038 colombianos, lo cual significa que, en comparación con 2002, se experimentó un aumento sustancial de 511 %” (Polo y Serrano 2018b, 173). Sin embargo, el crecimiento de esta población no se detendría allí: de acuerdo con los registros censales recientes (INE 2018), se registra la presencia de 108.001 colombianos en Chile para 2017 (figura 1), lo cual indica que el número de colombianos se cuadruplicó entre los dos últimos registros conocidos.

Figura 1 Población extranjera total discriminada por principales nacionalidades (1992-2017) 

Fuente: elaboración propia a partir de información del INE de Chile, compilada por el proyecto Imila-Celade (Cepal 2018a). Los datos de 2017 corresponden a cifras de la Organización de Naciones Unidas (2017).

Importantes retos económicos y políticos ha debido enfrentar Colombia en las últimas tres décadas, debido al colapso en los precios internacionales del café -la principal fuente de recursos del país durante gran parte del siglo XX-, así como otros escenarios complejos como la crisis financiera de 1999, recrudecida por el terremoto de Armenia. Sumado a ello, otros factores como la crisis petrolera por el colapso de los precios internacionales desde 2014 y el auge del conflicto armado en un contexto de expansión del tráfico de drogas desde hace ya seis décadas propiciarían las condiciones para el crecimiento de la migración y el refugio de un gran número de colombianos. Estos conflictos han forzado a muchas personas a desplazarse internamente o a abandonar su país natal, entre los cuales hay un total de 4.700.000 colombianos/as que residen en el exterior desde hace ya siete años (Polo y Serrano 2019). Así mismo, se estima la presencia de 224.080 refugiados, de los cuales se registran 5.882 en Chile para 2017 (Acnur 2018). Este sector se caracteriza por tener perfiles y localizaciones muy heterogéneos y, en su mayoría, se han establecido en la región metropolitana (63.614), en la de Antofagasta (19.493) y en la de Valparaíso (4.673) (INE 2018; Cepal 2018b).

Ahora bien, no solo los grupos más vulnerables se movilizan desde y hacia países del sur, sino que una parte de estas migraciones es protagonizada por sujetos de estratos medios y altos, algunos con estudios técnicos y superiores. La diversidad de sexo, clase / estrato social, nivel educacional y “raza” caracteriza y distingue los recientes flujos Sur-Sur, lo que también incide en los patrones que siguen sus trayectorias migratorias y la concentración socioeconómica que enfrentan en los barrios residenciales a los cuales tienen acceso en las ciudades de destino (Gissi-Barbieri y Ghio-Suárez 2017).

De este modo, el problema de investigación que planteamos en este texto se cuestiona: ¿cuáles son los factores socioculturales y experiencias de vida que participan en los procesos de incorporación social de migrantes provenientes de Colombia que residen hoy en Chile? Nuestro propósito es interpretar y analizar sus procesos migratorios y de inserción en la ciudad de Santiago, considerando sus proyectos y trayectorias migratorias, con sus continuidades y contradicciones en el tiempo.

Contexto y causas de la migración colombiana en Chile

Dentro de las diversas condiciones que propiciaron la tercera ola migratoria de la diáspora colombiana durante los años 2000, se manifestó una diversificación de sus destinos migratorios a nivel regional y transcontinental. Dentro de América Latina, algunas de las razones que influyeron en la expansión de esta movilidad colombiana se deben, por una parte, a que la región en su conjunto ha logrado crecer en términos económicos, lo que se traduce entre otras cosas en un incremento en el empleo (OIM 2015). Por otra parte, uno de los principales incentivos a la migración se ha dado gracias “al auge económico del sector exportador en Chile, caracterizado por el ingreso de grandes flujos de divisas resultantes de los dividendos del cobre, en consonancia con un sector exportador diversificado y una política macroeconómica enfocada a un desarrollo sustentable” (Polo y Serrano 2018b, 173).

Sin embargo, es necesario precisar algunos elementos del caso migratorio estudiado en el presente texto. A pesar de que existen condiciones económicas y de facilidad logística para el arribo de nuevos migrantes colombianos, lo cual señala un incremento sostenido durante los últimos diez años, las leyes que delimitan el entramado de la política migratoria chilena están en condición de obsolescencia. Hasta el 2018, el soporte legislativo referido para los asuntos migratorios en Chile estaba regido por el Decreto Ley n.° 1094 de 1975 y la Ley de Extranjería promulgada por el Decreto Supremo n.° 597 de 1984; jurisprudencia expedida durante el régimen militar de Pinochet, bajo condiciones de cierre a las migraciones como un fenómeno securitizado que representaba una latente amenaza al orden establecido. Ahora bien, dentro de estas condiciones, a pesar de las tendencias expuestas anteriormente y de los avances que ha habido para la actualización del régimen legislativo migratorio, como lo fueron la Ley n.° 19.476 de 1996 y la Ley n.° 20.430 de 2010 en materia de asilo, refugio y protección de derechos humanos, existieron algunos vacíos que han minado las condiciones óptimas de adaptación e incorporación social de los migrantes. Según la OIM:

resulta fundamental modificar la ley de modo de que se ajuste a la realidad actual de la migración y a la normativa internacional vigente sobre los derechos de los trabajadores migrantes. Asimismo, se requiere contar con una política de carácter nacional que otorgue lineamientos para abordar de manera coordinada e integrada las distintas dimensiones de la migración. Una modificación legislativa debiera, entre otras cosas, garantizar el derecho a residencia, sin que quede vinculado a un contrato de trabajo, algo que está señalado en los acuerdos en materia de residencia alcanzados en el marco del Mercosur. La discusión respecto de una política migratoria debe convocar a los distintos actores involucrados en la temática migratoria. Un actor clave que ha estado más bien ausente en este tipo de discusiones, es la sociedad civil. Resulta central generar mecanismos para facilitar el diálogo y la participación conjunta en la discusión y elaboración de propuestas y política migratoria. Las organizaciones nutren de información y actúan como puente entre la población migrante y la institucionalidad, facilitando, por ejemplo, el traspaso de información respecto de las medidas implementadas. (2011, 90)

Ahora bien, ante la aclaración ulterior sobre las condiciones legales para el desarrollo de la migración, los desplazamientos colombianos tuvieron su expansión por condiciones paralelas ante un mismo proceso. Por un lado, hubo un crecimiento considerable entre 2003 y 2009, periodo en el que se registró la llegada de 7.989 personas (figura 2). Dicho crecimiento, conjugado con una expansión paralela de los demás flujos migratorios que incrementarían el volumen de colombianos en la región, sería determinante para el surgimiento de una nueva tendencia migratoria. Además de considerar las diversas razones de atracción derivadas del auge económico, de las ventajas comparativas en condiciones laborales y niveles de ingreso, la oferta educativa, entre otros elementos, también resalta la segunda gran tendencia de la migración colombiana en Chile: el efecto llamado, derivado de los procesos de reasentamiento de refugiados.

Figura 2 Colombianos por año de llegada (1900-2017) 

Fuente: elaboración propia a partir de información del INE de Chile, compilada por el proyecto Imila-Celade y el proyecto Redatam (Cepal 2018a, 2018b).

Respecto a dicho fenómeno, en comparación con el aporte nominal de las migraciones regulares de colombianos en el exterior:

no han sido de gran representación nominal respecto al total de refugiados colombianos en el exterior, [pero] sí han configurado los procesos migratorios en la región del Norte Grande de Chile. El principal elemento que dio inicio a una política de protección y regularización de refugiados se remonta a la suscripción de Chile al programa de reasentamiento de Acnur, con el cual se pretendió dar una solución perentoria a aquellos refugiados que tuvieran complicaciones de protección, o serios problemas de integración en sus primeros países de asilo que provenían de países como Costa Rica y Ecuador. (Polo y Serrano 2018b, 176)

Como resultado de los efectos colaterales del conflicto armado en Colombia entre 2002 y 2010, el escalamiento de los combates y operaciones militares a lo largo del territorio derivó en la salida de un considerable número de colombianos hacia países como Ecuador, en búsqueda de ser admitidos bajo condición de refugio. Asimismo, tras la suscripción de Chile al Programa de Reasentamiento de 1999 liderado por Acnur, cientos de refugiados palestinos, yugoslavos, afganos y colombianos se han venido reasentando en este país, por ejemplo, en el área de la frontera norte, en ciudades como Arica, Antofagasta, Iquique y Calama (Acnur, 2013, 2019).

Con el progresivo avance de la institucionalidad chilena referente a la Ley n.° 19.476 de 1996 sobre el levantamiento de las deportaciones y de las detenciones por condición de irregularidad fronteriza, conjugado con los grandes réditos económicos de las regiones del Norte Grande con el auge exportador minero, se propiciaron las condiciones adecuadas para desarrollar un proceso migratorio en red que permitiría generar lógicas autónomas. Por ejemplo, la predominancia de colombianos provenientes de la región pacífica de Colombia, específicamente del Valle del Cauca (Vicuña y Rojas, eds., 2015), también implicó una articulación con los procesos de reasentamiento de Acnur desde Ecuador. Gracias a la relativa proximidad espacial y cultural de este país respecto a Chile, se desarrollaría una tendencia migratoria de desplazamiento terrestre que tendría un principal impacto en la zona fronteriza con Perú:

Según la Policía de Investigaciones de Chile (PDI), en los puestos fronterizos terrestres existentes en Arica y Parinacota (Chacalluta, Chungará y Visviri) ha habido un total de 65.711 registros entre 2010 y 2013, de los cuales un 99 % corresponden a Chacalluta. Se observa crecimiento de los flujos tanto de ingreso como de salida en esos puntos. Estos datos contribuyen a la hipótesis de que la migración de colombianos se ha hecho por medio de diversas experiencias de viaje y en ciertas condiciones del migrante. (Polo y Serrano 2018b, 176)

Sin embargo, entre 2012 y 2017 se experimentaría el mayor ingreso de colombianos a Chile, un periodo caracterizado por las negociaciones de paz con las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia-Ejército del Pueblo (FARC-EP). A pesar de ser un avance que significaría el fin a una guerra de más de cincuenta años contra un actor armado que ha influido en procesos de desplazamiento interno, la latencia del accionar de las FARC-EP sería aprovechada en favor de otros actores armados que buscan sacar provecho de la ventana de oportunidad generada por las negociaciones de paz. Asimismo, es de destacar también que el crecimiento durante este periodo podría obedecer a la consolidación de la comunidad colombiana en Chile, acompañada de otros procesos de re-emigración provenientes de Argentina:

Con la llegada de Mauricio Macri a la Presidencia del país en 2015, diversos hechos que influyeron en el contexto económico de la sociedad argentina, como el progresivo desmontaje de los sistemas de subsidios a los servicios públicos y al consumo y la liberación del cepo cambiario a las divisas, generaron un progresivo encarecimiento del costo de vida, lo cual puede dar explicación a una reversión de la tendencia de las migraciones colombianas hacia Argentina de la última década. […] Por tanto, es posible considerar que la población colombiana en Argentina tiende a estar experimentando un escenario de transición económica que ha derivado en un progresivo deterioro de la economía que, con las consecuentes reformas económicas realizadas desde 2015, han derivado en unas condiciones que han sido menos favorables para la proliferación de la migración. (Polo y Serrano 2018a, 147)

Ahora bien, dentro de la evolución de las tendencias migratorias de los colombianos en los países del Cono Sur, es necesario comprender que varios condicionamientos de la diáspora están directamente afectados por el panorama político, económico y social del país emisor. No obstante, es clave convenir que esos procesos migratorios implican una aproximación a procesos de adaptación social que pretenden acomodar la existencia de estas poblaciones dentro de nuevos entramados sociales que les den condiciones de aceptación y actividad para el desarrollo de sus vidas y proyectos en condiciones dignas. Por lo tanto, es necesario acentuar la importancia de los procesos de incorporación social como un proceso de recalificación social para el migrante y que, así como son una oportunidad para la adhesión exitosa y la vinculación completa de estas comunidades, también son escenarios en los que se presentan casos de exclusión y discriminación que obstaculizan la adaptación de estas dentro del orden social y económico del país receptor. A continuación, se ahondará sobre los entramados teóricos de exclusión e incorporación social(1).

Figuras 3, 4, 5 y 6 en el anexo

Marco teórico: exclusión e incorporación social en la era posliberal

Migrar e insertarse hoy en día a nuevos países resulta particularmente difícil en un contexto económico global signado por el neoliberalismo y por el aumento de las restricciones migratorias a escala mundial. Balibar ha destacado recientemente la relación paradójica entre un concepto de ciudadanía universalizado y ciertas formas de exclusión interior, característicos de la política de la era posnacional y posliberal, en la cual la situación de los inmigrantes implica el efecto combinado de las exclusiones interiores de clase y de “raza”: “La categoría de exclusión resulta entonces compleja, heterogénea, pero también representa un sitio privilegiado […] para las actuales condiciones de la ciudadanía” (2013, 111-112).

En este marco mundial, los escenarios sociolaborales de los migrantes Sur-Sur se han visto transformados durante las últimas tres décadas por las decisiones de los gobiernos latinoamericanos -como los actuales de Colombia y Chile- de adoptar prácticas neoliberales a cambio de la apertura comercial al mercado global -así como recibir ayuda financiera- por medio de los tratados internacionales de comercio. Estos contextos económicos suelen generar una precarización, creada por la degradación de las relaciones de trabajo y de las protecciones ligadas a ellas, esto es, por la crisis de la sociedad salarial. La mayoría de los hoy denominados excluidos fue invalidada por la coyuntura de la transformación reciente de las reglas del juego social y económico. Son los “supernumerarios”. La exclusión social ha devenido así en la “cuestión social” por excelencia (Castel 2015).

De este modo, la anterior seguridad laboral -de las décadas de 1960 y 1970- que las industrias tendieron a generar se ha visto mermada por la flexibilidad laboral y el empleo informal, lo que ha aumentado los riesgos y la inseguridad (Bauman 2006), especialmente en las grandes urbes. Estos cambios en el nivel macro han redundado en que suele ser insuficiente el esfuerzo individual de quien migra a ciudades latinoamericanas tanto del propio país (desplazamiento interno) como de otros países.

Comenzamos entonces exponiendo el emergente enfoque que hace referencia a los procesos de exclusión e incorporación social, modelo teórico que se ha desarrollado precisamente para dar cuenta de estas transformaciones en las sociedades nacionales y de cómo tales mutaciones han impactado en las familias e individuos. El enfoque de exclusión social se ha desarrollado especialmente en Francia, Italia y los países nórdicos europeos desde la década de 1970. Es un modelo que entiende la pobreza como un fenómeno global y se centra en los procesos, los sujetos y la multidimensionalidad de las desventajas. Inicialmente, el modelo de exclusión social hizo referencia tanto a los problemas sociales de los inmigrantes como a los de los discapacitados, enfermos crónicos, desempleados de larga data (viejos obreros) y jóvenes desempleados, entre otros, dentro su propia sociedad: la gente que se encontraba “fuera” de la sociedad, “extramuros”, los no ciudadanos. Sin embargo, en sus inicios, esta interpretación pecó de dualista: los individuos estaban integrados o excluidos, lo cual simplificaba la realidad social.

(Castel 2015), Tezanos 2002 y Balibar 2013) han presentado un esquema más complejo, en el que la sociedad no se encuentra fracturada en dos grandes grupos, sino separada al menos en tres “áreas”. De este modo, a partir de un esquema circular, han denominado al núcleo como integración, a la zona que lo circunda como vulnerabilidad social y al área periférica como exclusión, a la vez que han destacado la precariedad creciente de los distintos estratos de la sociedad:

el punto esencial para destacar es que hoy es imposible trazar fronteras claras entre estas ‘zonas’. Los sujetos integrados devienen vulnerables particularmente por la precarización de las relaciones de trabajo y los vulnerables caen todos los días en lo que llamamos ‘la exclusión’. Pero hay que ver en esto un efecto de los procesos que atraviesa el conjunto de la sociedad y se originan en el centro y no en la periferia de la vida social. Por ejemplo, en la decisión de la empresa de jugar a fondo la carta de la flexibilidad o en la elección del capital financiero de invertir en el exterior. (Castel 2015, 24)

La exclusión es así un proceso dinámico asociado a la estructura económica y urbana, que puede ser permanente o intermitente y pasar de una situación de vulnerabilidad a otra de aislamiento y dependencia. Entre la vulnerabilidad y la integración encontramos incluso una cuarta área, la inserción, que significa hacerse un lugar entre los otros, al lado, cerca de los integrados, pero no conjuntamente, sin lograr una interacción igualitaria con estos. La integración social aparece entonces como un largo proceso que se ha de recorrer -y de preservar, para quienes lo hayan logrado- y en el que se deben superar diferentes etapas que dependerán de los distintos puntos de partida de cada individuo o grupo, para lo cual puede que no solo encuentren barreras institucionales, sino también en la comunidad nacional o en sectores de esta. Como lo destaca Balibar:

Las cosas son mucho más complicadas en la práctica, puesto que hay toda suerte de grados en la ciudadanía activa […], y sobre todo una zona gris en la que figuran individuos que no están ni completamente incluidos ni completamente excluidos […] la realidad está hecha de un conflicto no resuelto, en permanente evolución, que se despliega en lo medular entre las bambalinas de la ciudadanía (o en otra escena de la política) y que tiene por objeto las violencias discriminatorias, las desigualdades de estatus y de derechos, cuya ‘materia’ antropológica es sexual, racial, religiosa, cultural […]. Esta zona gris aparece no solo como una zona de indecisión entre la inclusión y la exclusión, sino como una zona en que la exclusión es indirectamente reclamada al Estado representativo por una cuasi comunidad de semi-ciudadanos, o de ciudadanos inseguros de sus derechos y de su reconocimiento. (Balibar 2013, 111)

El mal o falso reconocimiento (Taylor 1993; Thayer 2013) y la mala distribución o el mantenimiento de las desigualdades sociales tienden a generar procesos de exclusión, en los que “determinadas personas están en la sociedad sin ser de la sociedad”, como afirmara Louis de Bonald en el siglo XVIII. En palabras de Honneth:

la inclusión de los miembros de la sociedad tiene lugar siempre a través de los mecanismos de reconocimiento mutuo, pues así es como aprenden los individuos a afirmarse intersubjetivamente en determinados aspectos o facetas de sus personalidades […] este proceso de inclusión también puede entenderse como un mecanismo mediado por el lenguaje, los gestos o los medios de comunicación con los que los individuos consiguen la ‘visibilidad’ pública. (2010, 185)

Ahora bien, esta lucha por el reconocimiento implica tres formas o esferas: la de los afectos cercanos, del amor; la de las relaciones de igualdad, del derecho; y la de la participación económica, de la solidaridad. La primera hace referencia al desarrollo de la autoconfianza en los individuos; para que esto se produzca, se debe generar un entorno donde exista seguridad afectiva y se reconozca la dignidad de los sujetos. En el plano del derecho, el reconocimiento habilita a los individuos a emitir juicios públicos y se pasa a ser valorado como sujeto político. Por último, la esfera de la solidaridad implica la valoración de cada persona como un agente que participa desde sus particularidades en el ámbito del empleo o trabajo (Honneth 2010).

Más allá de lo económico, la exclusión se refiere entonces a lo social, lo político y lo cultural, a la interconexión entre estas dimensiones y, en definitiva, a la falta de participación en el intercambio social en general. La Organización Internacional del Trabajo (OIT) entiende la exclusión social como un fenómeno multidimensional que implica tres dimensiones: económica, política y cultural, que se acumulan con el propósito de diferenciar la capacidad de grupos sociales e individuos para cambiar su posición en la sociedad. En concordancia con esta perspectiva, (Gacitúa y Davis 2000) señalan que la exclusión social se puede definir como la imposibilidad de un sujeto o grupo social para participar efectivamente en relación con estos tres niveles: (i) económico, en términos de privación material y acceso a mercados y servicios que garanticen las necesidades básicas; (ii) político, en cuanto a carencia de derechos civiles que permitan la participación ciudadana; (iii) sociocultural, referido al desconocimiento de las identidades de género, generacionales, étnicas o religiosas.

Ahora bien, la exclusión social implica tanto una dimensión temporal como espacial. La dimensión temporal indica que la exclusión es el resultado de la acumulación de factores de riesgo en circunstancias históricas particulares. Para comprender los “estados” de exclusión, debemos reubicarlos en un proceso, pues son el resultado de diferentes trayectorias que los marcan. En la mayoría de los casos, como sostiene Castel, “la exclusión designa actualmente situaciones que traducen una degradación con respecto a una posición anterior” (2015, 24). La dimensión espacial se refiere a que la exclusión responde a la interacción de múltiples factores que se articulan en un territorio determinado; de ahí conceptos clásicos como marginados (al margen) y suburbios, cuyos pobladores tienen un difícil acceso al centro o a los centros urbanos, por lo cual quedan “inmovilizados” y se generan guetos, “espacios cerrados escindidos de la comunidad” (Donzelot 2012, 31). Del mismo modo, el concepto contiene tanto un aspecto objetivo como subjetivo. El aspecto objetivo considera las condiciones efectivas, como la ubicación espacial, la dificultad de acceder al mercado laboral debido a un bajo nivel de escolaridad o el desconocimiento de una lengua. El aspecto subjetivo considera la representación social o imaginarios que los sujetos han elaborado de dichas condiciones, de cómo se perciben a sí mismos y de las estrategias que desarrollan para superarlas.

Pensando en la aplicación de este enfoque a realidades latinoamericanas, (García Canclini 2004) ha afirmado que al modelo de la desigualdad entre clases -característico de los análisis realizados en Europa, como por ejemplo los de (Bourdieu 1998)- hay que sumar y articular en América Latina el modelo de la diferencia. Más aún: la problemática de la desigualdad y de la diferencia ha girado hacia el enfoque de la inclusión/exclusión tanto en los discursos hegemónicos como en el pensamiento crítico. Ahora bien, los tres modelos son necesariamente complementarios: “necesitamos pensarnos a la vez como diferentes, desiguales y desconectados” (García 2004, 79) -o similares, iguales y conectados-. Y es que la sociedad es concebida en el mundo pos/moderno o tardío/capitalista -más que nunca, como ha señalado (Castells 1991)- como una red o un conjunto de redes interconectadas. Al respecto, sostiene García Canclini:

La relativa unificación globalizada de los mercados no se siente perturbada por la existencia de diferentes y desiguales: una prueba es el debilitamiento de estos términos y su reemplazo por los de inclusión o exclusión. ¿Qué significa el predominio de este vocabulario? La sociedad, concebida antes en términos de estratos y niveles, o distinguiéndose según identidades étnicas o nacionales, es pensada ahora bajo la metáfora de la red. Los incluidos son quienes están conectados, y sus otros son los excluidos, quienes ven rotos sus vínculos al quedarse sin trabajo, sin casa, sin conexión. […] Ahora el mundo se presenta dividido entre quienes tienen domicilio fijo, documentos de identidad y de crédito, acceso a la información y el dinero, y, por otro lado, los que carecen de tales conexiones. […] En América Latina, aunque no solo aquí, es particularmente notable la desconexión escenificada en los ámbitos de la informalidad, donde se puede tener trabajo, pero sin derechos sociales ni estabilidad. (2004, 73-74)

Aspectos metodológicos, proceso migratorio e incorporación de los colombianos en Chile: etapas, vulnerabilidades y reconocimiento

Durante el trabajo de campo realizado entre los años 2015 y 2018 en las comunas de Santiago-Centro, Recoleta, Providencia y Quilicura, en la ciudad capital de Santiago, se realizaron entrevistas en profundidad a cuarenta mujeres y hombres de nacionalidad colombiana(2), de los cuales en este artículo citamos los testimonios de doce, quienes al momento de la entrevista tenían entre tres y diez años de residencia en el país. Estas comunas fueron seleccionadas para dar cuenta etnográficamente de la heterogeneidad social y urbana de la capital, respectivamente centro, pericentro (Recoleta y Providencia) y periferia, espacios en los que se están desarrollando nuevas formas de segregación y mezcla social, debido a la modificación en la escala de la segregación social durante la última década.

Para realizar este análisis cualitativo, los participantes relataron cómo fue la experiencia de su llegada a Chile, qué hechos han sido positivos, negativos o extraños en su convivencia con chilenos, especialmente respecto a los ámbitos económico, político y cultural de la incorporación o exclusión social. El contenido de las entrevistas fue analizado por medio de una malla temática que se construyó a partir de la pauta de entrevista. El proceso de codificación se realizó paralelamente al de categorización, incluyendo categorías emergentes. Finalmente, se utilizó el software Atlas.ti® versión 7.0 para visualizar patrones y difundir los resultados. Esta producción de datos primarios se complementó con la búsqueda de información en las bases de datos estatales, las Encuestas de Caracterización Socioeconómica Nacional (Casen) de 2017, el Censo 2017 (INE 2018) y el Departamento de Extranjería y Migración (DEM) del Ministerio del Interior y Seguridad Pública.

Entonces, dentro del panorama del colectivo colombiano en Chile, es necesario concebir las diversas fases de dicho flujo migratorio como un proceso dinámico y cambiante durante los últimos treinta años. La década de 1990 supuso un tiempo de transformación política, económica y social en Chile a causa de la transición democrática tras el plebiscito de 1988, que implicó también una reapertura del país a nuevas migraciones. Dentro de los testimonios de los entrevistados sobre los colombianos “pioneros” que migraron en los noventa, es posible resaltar una particularidad del migrante colombiano: su recursividad en tiempo de anonimato social, a causa de ser una comunidad desconocida para el chileno, que se sumaba a la peruana:

era en todo el país. Y muchos afincados, pero eran curiosos. O sea, como sí, chévere, el colombiano trabaja mucho, el colombiano es el tipo que monta un restaurante en el último piso de un centro comercial y vende el almuerzo más barato. El colombiano no es el peruano que le gusta vender minutos a celular. Al colombiano le gusta más como vender joyas, como más dedicado al comercio, ¿sí? Entonces a montar las famosas cabinas telefónicas y todo ese tipo de cosas era lo usual en esos años. ¿Mi madre?, nada. Mi mamá se dedicó fue a trabajar en casas que la contratan para que llegue a las 8 de la mañana y se vaya a las 5 de la tarde y ya, y le consignan en dólares […]. En ese entonces, mi madre, pues, pertenecía casi que a un grupo de pioneros. Porque, cuando ella se va, dos años después, ella empieza a llamar gente. Ella se va para Santiago. (Entrevistado 1, 2016)

A partir de ello, el efecto llamado tendría lugar gracias a las facilidades económicas y laborales que ofrecería el país. Dentro de las diversas categorías de caracterización y medición establecidas en el Migrant Integration Policy Index (MIPI), la vigencia previa de un estado de desconocimiento de los colombianos en Chile supuso una ventana de oportunidad para iniciar un proceso de adaptabilidad paulatina, debido a su particularidad, y el tamaño de su población pudo facilitar un proceso de incorporación por las posibilidades de establecerse dentro de un entorno de movilidad laboral y residencia permanente que permitiera una avanzada logística para promover la inmigración hacia este país. No solamente por la progresiva expansión económica que experimentaría Chile durante los años 1990 y 2000, sino también por la facilidad de adaptarse en la sociedad chilena en el inicio de dicho proceso migratorio, de la cual su ventaja comparativa era el ofrecimiento de una mano de obra barata:

Entonces, bueno, por un lado, no debo olvidar que mucha de la gente que empezó a partir en el 2003, 2004, 2005, eran muy jóvenes, pero por otro motivo, ¿sí? Y es porque empezaron a aparecer avisos por toda la red de que necesitaban gente, especialmente, en el área de contabilidad y de web master, o sea, de vainas de construcción de redes de información, ¿sí? Resulta que nosotros, cuando llegamos allá, la mano de obra es más barata que la… no, no, no… la de aquí, o sea, nuestro concepto mental es que no necesitamos tanto dinero. El chileno cobra mucho más, ¿sí? Entonces los chilenos empezaron a contratar, ni siquiera era muy por debajo, era un poco por debajo. Pero como estaban contratando cincuenta ingenieros de sistemas, pues se terminaron ahorrando miles de dólares al contratarlos anualmente a los colombianos, porque aquí nos pagaban muy poco. Entonces, allá, el chileno que ya había venido aquí sabía que “no, marica, este man se le camella por 800 dólares, no necesita más. Este otro huevón me pide 3.000: suerte”. Y eso se llenó de colombianos fue así. Fue así la verdadera migración. Porque al norte, la de Antofagasta y todo eso, tiene otras razones. Mucha de esa gente quería quedarse en Brasil y no pudo, porque en el Brasil de Lula hubo muchas oportunidades de conseguir vivienda. Entonces, eso hizo que gente del Valle y de todo esto eso se fueran vola’os para Brasil y, paila, no se pudieron quedar. Siguieron hacia abajo y, en Antofagasta, encontraron todo el negocio minero. (Entrevistado 1, 2016)

Además de las condiciones anteriormente enunciadas, los procesos migratorios al norte de Chile se caracterizaron por la existencia de un mercado de exportación minera que se avizoraba en auge, de acuerdo con factores de atracción derivados de las buenas experiencias de los colombianos reubicados en el Norte Grande de Chile, tras las iniciativas promovidas por Acnur para la reubicación de colombianos refugiados provenientes de países como Ecuador, Panamá y Costa Rica (Polo y Serrano 2018b). Sin embargo, estas particularidades del efecto llamado incidirían directamente en la incorporación de la comunidad colombiana en Chile, ya que gran parte de la población que se trasladó estaba directamente conectada con un perfil migratorio caracterizado por personas que sufrieron las consecuencias del recrudecimiento del conflicto armado en los años 2000. La vulnerabilidad socioeconómica de estas poblaciones, junto con las diferencias culturales e incluso “raciales”, generaron escenarios adversos para la incorporación de esta población dentro de la sociedad chilena. Desde los postulados de (Balibar 2013), es posible dilucidar que este proceso ha consistido directamente en un esfuerzo sostenido de la población colombiana por salir de la “zona gris” en la que siguen, en el ejercicio de revalidar sus condiciones de migrantes en pleno ejercicio de derechos y libertades.

Ahora bien, se plantean perspectivas complementarias sobre la llegada de colombianos a Chile, según las experiencias personales y de sus redes sociales. Uno de los entrevistados, que participa en un colectivo de migrantes, precisa sobre su experiencia de migración en Antofagasta, la segunda ciudad con más colombianos en Chile:

En mi caso, yo creo que mi caso es muy particular. Muy distinto, porque, en realidad, aquí me enviaron como misionero de mi iglesia. Fui como asignado, específicamente, al norte de Chile. […] Y así fue como conocí el norte de Chile. Entonces, luego volví, que ya es distinto, porque ya venía para ejercer mi profesión. Estaba yo allá trabajando y quería, siempre había tenido el deseo de venir, de volver, pero ya como para ejercer la profesión. Para tener una experiencia en el exterior que es algo como bien valorado en Colombia. Entonces, esa era una de las cosas, de las metas que tenía, ¿cierto? Era ejercer mi profesión en el exterior y, pues, ¿qué mejor que acá? Que, pues, ya tenía una red de contactos. Ya tenía amigos y demás. Pero […] fueron personas que fueron asignadas aquí como país de refugio. Eran personas que eran víctimas de la violencia en Colombia y el Acnur que, en ese momento, era el que estaba viendo estos casos de refugio, de la ONU, ellos les dieron a algunas de esas personas un país transitorio que fue Ecuador. Siempre, cuando ellos eligen un país para estas personas, tienen que reunir ciertas condiciones… por ejemplo, similares en cuanto a clima, en cuanto a condiciones geográficas, ¿cierto?, similares al lugar de origen y, aparte, que cuente con las condiciones sociales y económicas para poder desarrollar su proyecto de vida. Para poder reponerse y poder levantarse. Entonces, eso fue, digamos, parte de lo que pasó con los primeros que llegaron acá. Bueno, después ellos fueron trayendo a sus familias y amigos y, de esa manera, pues se fue, digamos, haciendo famosa Antofagasta como la ciudad de destino. (Entrevistado 3, 2016)

Por un tema de que Chile es muy famoso en este momento en Colombia porque hay trabajo, ¿sí?, entonces la gente se está viniendo mucho a trabajar acá porque hay construcción… porque está más en vías de desarrollo Chile que Colombia, digamos. (Entrevistado 7, 2017)

Los interlocutores afirman una extendida creencia en Colombia de que en Chile hay trabajo, lo que se constituye como la principal atracción para migrar. La idea del “sueño chileno” como imaginario del migrante colombiano ha venido calando dentro de los escenarios de decisión de los migrantes prospectivos en Colombia, puesto que estos discursos son los que, según (Palma 2015), han tenido la posibilidad de construir y revalidarse en el tiempo y han sido nutridos por la comprobación vía la propia experiencia. Esta idea de la prosperidad conlleva además nuevas prácticas y nuevas estrategias de incorporación social y de reactivación económica de la población migrante como mecanismos de fortalecimiento de la red social que le atrajo a migrar. Al consolidarse las redes sociales transnacionales en Chile, se facilita el proceso de inserción de los recién llegados, lo que potencia aún más la migración (Gissi-Barbieri y Ghio-Suárez 2017). Cabe destacar que el idioma español y la religión cristiana tienen un rol facilitador que, junto al aumento de las barreras para migrar a Europa y Estados Unidos, llevan a algunos a preferir Chile. Sin embargo, los interlocutores resaltan la creciente dificultad de ingresar al país. Se reiteran factores como la discriminación como agentes que pueden frenar la regularización migratoria, el acceso a derechos fundamentales e incluso la reagrupación familiar. Ante una paulatina variación en la percepción de los colombianos como migrantes, en la que se destaca el aumento de los niveles de discriminación y controles sociales, tanto de la población nacional como por parte de algunas autoridades e instituciones estatales, el siguiente entrevistado indica:

No, es que la persona de PDI [Policía de Investigaciones de Chile], solamente con la vista, detectaba quién entra y quién no. Así es la cruda realidad. ¿Por qué?, porque yo, en ese momento, viajaba con mi abuela, una prima y el esposo de mi prima. ¿Qué pasó? Bueno, mi abuela y mi prima, que pudieron pasar la frontera, la persona del PDI les dijo: “Ustedes pueden pasar, pero los otros dos hombres no, porque ustedes vienen acá es a trabajar, no como turistas”. Entonces, yo le decía: “Pero ¿cómo voy a dejar pasar a mi abuela sola si yo vengo con ella? Y además yo no vengo acá a hacer cosas malas. Yo soy técnico de auxiliar contable y soy técnico diseñador de software, y estoy estudiando una carrera en logística empresarial”, y le mostré el carnet, pero esa carrera quedó, pues no la pude culminar. Él me decía: “No, ustedes no pueden pasar. Ustedes vienen acá a trabajar o a hacer otro tipo de cosas”. Pero yo decía: “Pero ¿cómo voy a dejarla pasar? O sea, yo vengo acá a hacer un aporte, no de pronto a hacer esas cosas que dicen que hacen los colombianos en Antofagasta”. Me dijo: “No”. Pues mi abuela pasó y yo me devolví a Lima. (Entrevistado 5, 2016)

Asi, al revisar los diversos testimonios, es posible identificar dos elementos que cambian desde 2010 la percepción de los procesos de incorporación social de los colombianos en Chile: la masificación de la migración y las transformaciones económicas de la economía chilena. Gran parte de dicho cambio se da por consecuencia del crecimiento inusitado del número de colombianos en Chile entre 2003 y 2015, lo que ha modificado las percepciones sobre su posición en el país y ha aumentado los prejuicios por nacionalidad, clase/estrato y “raza”, tres factores que se suman en el caso de los afrocolombianos, principalmente originarios de Cali, Buenaventura y el Pacífico colombiano. Este cambio de escenario tiende a dificultar el reconocimiento, especialmente en la esfera del derecho (relaciones de igualdad).

Los estereotipos de género también están presentes en los discursos analizados. Por ejemplo, algunas entrevistadas explican que las mujeres chilenas tienen actitudes de desconfianza y agresividad hacia ellas, que derivan de sus celos y de la mala interpretación de la forma de expresarse de las colombianas:

Yo hay veces atiendo y les digo a los hombres: “Hola, mi amor, ¿desean almorzar?”. Y me dicen ellas: “Él no es amor suyo, él es amor mío” y “Oye, que nosotros en Colombia le decimos ‘mi amor’”. (Entrevistada 11, 2017)

De este modo, como señala el enfoque de la interseccionalidad, se refuerzan mutuamente los factores de nacionalidad, clase, “raza” y género. Se destaca que “Ahora no nos quieren ni ver”:

Efectivamente. Se vio el cambio total. Al principio, todos éramos admirados y ahora no nos quieren ni ver. No quieren conversar con nosotros. En general, la mujer es muy maltratada igual, porque generalmente la mujer acá es muy celosa y piensa que las colombianas, por ser bonitas, porque se visten bien, porque son como más esmeradas en su personalidad, más esmeradas en su hogar, más consentidoras de su familia, ellas creen que vienen a quitarles, a dañarles los hogares. Entonces, eso también se ve reflejado mucho. El maltrato entre las mujeres. La mujer chilena no quiere para nada a la colombiana. Ya sea un, este, que son más bonitas, de que son más entretenidas, de que bailan mejor, bueno, muchísimas cosas características buenas que tiene la colombiana y, desafortunadamente, sin demeritar a las chilenas, no lo tienen. La colombiana huele rico, se viste bien, se prepara para salir a su trabajo súper bien. Con su personalidad, también agrada mucho a las personas y, desafortunadamente, la chilena no tiene esa personalidad. Entonces, ellas, en vez de decir “ya, voy a cambiar”, no, ellas rechazan totalmente a la mujer colombiana. (Entrevistado 4, 2016)

El color de la piel es un factor prioritario en las maneras en que colombianas y colombianos describen como positiva o negativa su experiencia en Chile y sus posibilidades de reconocimiento en la esfera de los afectos primarios (relaciones de cercanía) y, por tanto, de real incorporación en el país. Por último, se resalta la vulnerabilidad del colombiano en cuanto población estigmatizada a través de lugares comunes asociados con el narcotráfico y la prostitución, entre otros, que constituyen vías peyorativas para “catalogarlos” y que cuestionan incluso la dignidad de los migrantes:

Pero, realmente pues han sido muy tenaz, porque aquí te catalogan a ti como, pues, como colombiano se te abren puertas porque saben que somos trabajadores. Pero también han llegado muchos grupos de personas que han venido a hacer, a darnos mala imagen dentro del país, dentro de Chile. Y esto ha generado que, en un momento dado, nos juzguen a todos por igual. O sea, “son ladrones, venden droga, las mujeres prostitutas”, una cantidad de cosas que afectan la visión de realmente del gran número del colectivo de colombianos que somos. Muy poco vienen tal vez a hacer eso, y los otros vienen a hacer, pues unos poquitos vienen a dañar la imagen, pero pues muchas veces se nota más lo malo que lo positivo. Entonces, en ese momento fue muy difícil, fue difícil. (Entrevistado 6, 2016)

Son muchos los entrevistados afrodescendientes que comentan haber sido víctimas de racismo y desprecio por parte de chilenos e incluso lo han llegado a calificar como la parte más difícil de su trayectoria migratoria:

Pues lastimosamente termina a veces en golpes […] me dicen “negro yo-no-sé-qué”. (Entrevistado 8, 2017)

Te miran, así como de mala forma o como que tú estás esperando la micro y, si hay varios negros, no te paran. (Entrevistado 9, 2017)

La peor… cuando uno sale y le dicen cosas malas. Que hasta de maraca la tratan a uno que… “se oscureció”, le dicen cosas así, cosas del color. (Entrevistado 10, 2017)

Según algunos de los discursos, las producciones internacionales para la televisión sobre esta temática han influido en la expansión de este estereotipo:

Esa fama nosotros mismos nos encargamos de venderla, porque sacamos teleseries de narcotráfico, prostitución, todo eso, entonces nosotros mismos nos hacemos la mala fama. (Entrevistado 12, 2017)

Los procesos de incorporación social de los/as colombianos/as en Santiago están marcados así por distintas situaciones que tienden a generar incertidumbres y muchas veces frustran el denominado “sueño chileno”. En estas trayectorias se destacan las visas -especialmente la visa sujeta a contrato, asociada a múltiples abusos- y las relaciones con los servicios públicos, así como los estereotipos y el racismo hacia los afrodescendientes (Echeverri 2016), como puntos críticos. En el ámbito laboral tiende a haber en cambio una valoración de la actitud, capacidad de emprendimiento y aporte al trabajo en equipo de los colombianos, que implican un reconocimiento en la esfera de la solidaridad (intercambios económicos).

Cabe acotar que, en algunas situaciones, la condición identitaria de nacionalidad no ha sido relevante y no ha generado exclusión desde los chilenos. Es el caso de las protestas estudiantiles de 2011, lucha social sobre la que se relatan algunas experiencias, en donde prima la condición mutua de estudiantes:

Yo, la verdad, pues fue un tema que me parece que también vale la pena como estudiar, y fue que hubo muchos de los extranjeros que van a Chile y es que no hicieron amistad con muchos chilenos, sino con extranjeros de otros países. Entonces, mis compañeros me decían: “Vamos a marchar a la Alameda”. Y entonces, por un momento, yo decía: “Bueno, pero yo soy extranjero, yo qué hago allá, ¿no?”. Pero el hecho de usted estar metido, ver la lucha estudiantil, ver cómo todos los sectores se unen, digamos, en este caso particular, no se hablaban ni de izquierdas ni derechas. O sea, usted veía marchar a los pinochetistas con los allendistas, firmes todos, pendientes, pues, del tema educativo […]. Yo, en primer momento, fui dirigente de una vaina en Colombia que se llamaba la GEC [Grupos Estudiantiles Confederados], que esa vaina fue la semilla de lo que hoy es la MANE [Mesa Amplia Nacional Estudiantil]. Y yo, pues, obviamente, de venir de esa escuela, pues yo me integré inmediatamente al movimiento estudiantil chileno. Yo en las marchas y en las asambleas, me encontraba con gente de todo el mundo. Estudiantes de Brasil, de Argentina, de Francia, de todo lado. O sea, era una cosa impresionante y eso fue muy interesante. No nos rechazaban, ni nos discriminaban, ni nos decían como: “Bueno, ¿y usted qué hace acá?, usted no es de acá”. Ahí nosotros teníamos una calidad que era la calidad de todos, y esa era la calidad de estudiante. Independientemente de la nacionalidad, éramos todos estudiantes. (Entrevistado 2, 2016)

Vale la pena resaltar esta particularidad en el proceso de migración que, con relación a los procesos políticos y sociales desarrollados en Chile durante los últimos años, es clave mencionar que hay una unidad en términos de participación política, si bien estas condiciones pueden ser directamente soslayadas por la condición del migrante en su proceso de vinculación, así como de la fuerza o causa política que lo adopte. A raíz de ello, es válido comentar que, aunque existen procesos de discriminación de la población colombiana en Chile, existen unos límites que han condicionado este rechazo y que, en algunas situaciones, la condición de nacionalidad no parece un impedimento para ser agentes de cambio en los procesos políticos y sociales del país. Sin embargo, ¿hasta qué punto está vinculado el colombiano dentro de este tipo de tensiones sociales? Queda abierta la pregunta por si los procesos de incorporación y vinculación de los colombianos en Chile obedecen a un principio auténtico de inclusión de esta población para su beneficio y participación o si se trata de una instrumentalización basada en una promesa de garantía de derechos y libertades.

Conclusiones

La incorporación o exclusión de los colombianos en Chile ha dependido del momento de llegada, de su color de piel, de su género y de su calificación, de si se tiene título universitario o no. A su llegada a dicho país, generalmente se ven enfrentados por imágenes preconcebidas sobre lo que significa tener esta nacionalidad -ya sean estas positivas o negativas- y a distorsiones simplificadoras sobre Colombia, principalmente referidas a violencia y narcotráfico. Estos estereotipos aumentaron desde el año 2010, cuando se empezó a percibir en Chile una cierta “invasión” de extranjeros, principalmente originarios del suroeste de Colombia. Hasta el 2010 las experiencias de incorporación solían ser exitosas, de acuerdo a las expectativas personales. Al asociarse en el imaginario de los chilenos la nacionalidad colombiana con la “raza” negra, producto de una mayoría de afrodescendientes provenientes desde Cali y sus alrededores, se reforzaron los estereotipos que articulaban nación con color de piel, estrato socioeconómico pobre y bajo nivel educacional.

A estos factores se suma el género, pues las mujeres chilenas, como concuerdan las migrantes colombianas, les tendrían a estas últimas cierto temor por percibirlas más extrovertidas. Se ha generado así una sexualización de las mujeres colombianas, quienes sin embargo observan que las normas de orden de género en Chile resultan más favorables a la independencia de las mujeres que aquellas existentes en Colombia.

El individuo recién llegado percibe a los chilenos desde las diferencias culturales y la sensación de incomprensión. Los discursos de los entrevistados revelan la distancia entre los imaginarios sociales adquiridos antes de partir y la experiencia vivida, así como más rupturas que confirmaciones durante los primeros años frente al denominado “sueño chileno”, pese a las facilidades que genera el uso de una misma lengua y una religiosidad semejante, aunque menos activa en el caso chileno. Se destaca que la “forma de ser” de los chilenos sería fría y distante, en oposición a la calidez de los vínculos de la sociedad colombiana. Esto se manifiesta incluso en la mala calidad que brindan los servicios públicos en Santiago, especialmente los asociados a los trámites que deben hacer los migrantes, lo cual tiende a un mal reconocimiento, especialmente en el plano político-jurídico.

Poco a poco, sin embargo, se va superando este choque cultural inicial, se disminuyen las incomprensiones y se reinterpreta la cultura local. De este modo, se suele generar la deseada incorporación e incluso arraigo (residencia estable, proyección a permanecer en Chile) pese a la permanencia de los lazos transnacionales con los familiares y amigos que residen en Colombia o que migraron a otros países del mundo. Estas diferencias culturales vividas durante los dos primeros años devienen en una oportunidad, pues abren la posibilidad de complementariedad, lo cual se expresa en el cada vez mayor acceso y buena acogida de los colombianos en el sector servicio, donde se los reconoce como buenos trabajadores. La incorporación en el mundo laboral pasa a ser clave para lograr ser reconocidos en Chile como “buenos migrantes”. En este sentido, se otorga un reconocimiento en el plano de la participación económica, desde el cual se ejerce una valoración a partir de su contribución en el ámbito del empleo. Se van generando así amistades y parejas y un paulatino proceso de mestizaje cultural, que es más evidente en las comidas, bailes y negocios del sector estético.

Finalmente, se identifican tres etapas en el proceso de incorporación de los colombianos en Chile. Una primera fase positiva, asociada a la década de 1990 e inicios del siglo XXI, particularmente para quienes tienen títulos universitarios; una segunda fase más difícil, de mayor rechazo a los extranjeros en general y de aumento de los estereotipos sobre la población colombiana (narcos, prostitutas) desde el 2010, pues se percibiría en Chile un exceso de migrantes; y finalmente, una tercera etapa emergente desde abril del 2018, cuando la reforma migratoria planteada por el actual gobierno para “ordenar la casa” ha generado un clima hostil hacia la migración -especialmente de haitianos-, en el que se han aumentado las restricciones a la entrada y se ha cuestionado incluso el derecho a migrar, como se señaló en el contexto de la reciente discusión respecto al Pacto Global sobre Migración.

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Cómo citar este artículo: Gissi-Barbieri, Nicolás y Sebastián Polo Alvis. 2020. “¿Incorporación social de migrantes colombianos en Chile?: vulnerabilidad y lucha por el reconocimiento”. Antípoda. Revista de Antropología y Arqueología 38: 137-162. https://doi.org/10.7440/antipoda38.2020.07

* Presentamos aquí resultados del proyecto Fondecyt de Iniciación “Migración y procesos de integración y exclusión social de colombianos y mexicanos en Chile. Estudio comparativo de dos casos de movilidad intra-latinoamericana” y del proyecto “U-Nómades. Red de Investigación Socio-Antropológica en Migraciones, Relaciones Interculturales y Políticas Públicas”, Programa U-Redes, de la Vicerrectoría de Investigación y Desarrollo, Universidad de Chile, así como de las pesquisas de entrevistas realizadas en el marco de la agenda de investigación del Semillero de Migraciones Colombianas al Exterior (Semicoex) de la Universidad del Rosario, Colombia. Los autores agradecemos a estas instituciones por su apoyo y a los revisores que aportaron con sus comentarios para mejorar este artículo.

1Para mayor información sociodemográfica y geográfica sobre la población migrante colombiana en Chile, remitirse a las figuras 3, 4, 5 y 6 en el anexo (N. del editor).

2En este artículo se numera a los entrevistados (1, 2, etc.) para mantener el anonimato de los participantes del estudio.

Anexo

Figura 3 Colombianos por grupo de sexo, estado civil, condición de actividad e inactividad (1992-2017) 

Fuente: elaboración propia a partir de información del INE de Chile, compilada por el proyecto Imila-Celade (Cepal 2018a).

Figura 4 Colombianos por rama de actividad laboral en ejercicio (1992-2017) 

Fuente: elaboración propia a partir de información del INE de Chile, compilada por el proyecto Imila-Celade (Cepal 2018a).

Figura 5 Número de refugiados colombianos en Chile (2002-2017) 

Fuente: elaboración propia a partir de información de Acnur (2018).

Fuente: elaboración propia a partir de información del INE de Chile (2018), compilada por el proyecto Redatam (Cepal, 2018b).

Figura 6 Dispersión territorial de la población colombiana en Chile (2017) 

Recibido: 02 de Marzo de 2019; Aprobado: 24 de Agosto de 2019

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