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Antipoda. Revista de Antropología y Arqueología

versión impresa ISSN 1900-5407

Antipod. Rev. Antropol. Arqueol.  no.51 Bogotá abr./jun. 2023  Epub 10-Mayo-2023

https://doi.org/10.7440/antipoda51.2023.04 

Tema libre

“Este tiempo me cambió la vida”: discursos y vivencias del tiempo de las empleadas de hogar durante la pandemia en Granada y Zaragoza, España*

“This Time Changed my Life”: Discourses and Experiences of Domestic Workers During the Pandemic in Granada and Zaragoza, Spain

“Este tempo mudou a minha vida”: discursos e vivências do tempo das empregadas domésticas durante a pandemia da covid-19 em Granada e Zaragoza, Espanha

Jesús Martínez Sevilla** 

Ana Lucía Hernández Cordero*** 

María del Pilar Tudela-Vázquez**** 

**Doctorando en Estudios de las Mujeres, Discursos y Prácticas de Género de la Universidad de Granada, España. Graduado en Filosofía de la misma universidad y máster GEMMA en Estudios de Género de las universidades de Granada y Hull, Reino Unido. Actualmente es investigador predoctoral FPU en el Departamento de Antropología Social de la Universidad de Granada y miembro del grupo de investigación OTRAS. Perspectivas Feministas en Investigación Social. Entre sus últimas publicaciones están: “Digitalizar la etnografía en pandemia. Ajustes metodológicos en una investigación sobre grupos de ayuda mutua en salud mental”, Caleidoscopio - Revista Semestral de Ciencias Sociales y Humanidades 25, n.º 46 (2022), https://revistas.uaa.mx/index.php/caleidoscopio/article/view/3349. https://orcid.org/0000-0002-8796-5483. jesusms@ugr.es

***Doctora en Antropología de Orientación Pública de la Universidad Autónoma de Madrid, España. Máster en Migraciones, Refugio y Relaciones Intercomunitarias por la Universidad Autónoma de Madrid y máster en Estudios de Género de El Colegio de México, México. Actualmente es profesora en el Departamento de Psicología y Sociología e integrante del grupo de investigación GESES Grupo de Estudios Sociales y Económicos del Tercer Sector, de la Universidad de Zaragoza, España. Entre sus últimas publicaciones están: (en coautoría con Mireia Roca-Escoda y Matxalen Legarreta-Iza) “‘Con un disfraz’. Experiencias y percepciones de trabajadoras de servicios de cuidado de larga duración durante la covid-19”, Disparidades, Revista de Antropología 77, n.º 1 (2022): e001c, https://doi.org/10.3989/dra.2021.001c; (en coautoría con Alessandro Gentile) “Trabajo doméstico en tiempos de coronavirus: la precariedad de las empleadas de hogar migrantes en España”, REMHU, Revista Interdisciplinar da Mobilidade Humana 30, n.º 65 (2022): 57-72, https://doi.org/10.1590/1980-85852503880006505. https://orcid.org/0000-0003-1299-6514. acordero@unizar.es

****Doctora en Antropología Social de la Universidad de Granada, España, y Diplomada en Trabajo Social de esta misma institución. Actualmente es profesora sustituta interina en el Departamento de Trabajo Social y Servicios Sociales de la Universidad de Granada y miembro del grupo de investigación OTRAS. Perspectivas Feministas en Investigación Social, adscrito al Instituto de Estudios de las Mujeres y el Género. Entre sus últimas publicaciones están: (en coautoría con Kathleen Coll) “El trabajo que hace posible todos los demás trabajos: mujeres migrantes en los EE. UU. Promoviendo una ciudadanía de los cuidados a través de la economía social y solidaria”, en La economía social y solidaria en un contexto de crisis de la civilización occidental: alternativas ante la migración y la desigualdad de género en México, San Francisco y Granada, coord. de Lila Oulhaj (Ciudad de México: Universidad Iberoamericana, 2019), 417-583; (en coautoría con Daniela Cherubini) “Beyond Victims and Cultural Mediators. An Intersectional Analysis of Migrant Women’s Citizenship Practices in Spain and United States”, Rassegna Italiana di Sociologia 3 (2016): 461-480, https://doi.org/10.1423/84372. https://orcid.org/0000-0003-3693-0077. mtudela@go.ugr.es


Resumen:

El objetivo de este artículo es analizar cómo la pandemia de la covid-19 ha afectado las percepciones y usos del tiempo de las empleadas de hogar en España, especialmente, nos concentramos en las ciudades de Granada y Zaragoza. Nuestro trabajo deriva del proyecto “El cuidado importa. Impacto de género en las cuidadoras/es de mayores y dependientes en tiempos de la Covid-19” (CUMADE) coordinado por la Universidad Rovira i Virgili de Tarragona-Cataluña (España), y llevado a cabo por equipos de investigación interdisciplinares de diez universidades españolas entre los meses de septiembre de 2020 y enero de 2021. La investigación fue de corte cualitativo basada en entrevistas en profundidad, cuyo objeto era indagar sobre el impacto de la covid-19 en el cuidado de mayores y dependientes y, más concretamente, en el sector de las trabajadoras del hogar. La temporalidad, cuya percepción social se ha visto tan afectada por la incertidumbre y la imprevisibilidad propias de la nueva situación, ofrece un interesante eje de análisis cualitativo de los discursos de las trabajadoras sobre la manera en que la pandemia ha condicionado su cotidianidad. Para ello partimos del trabajo de Ramón Ramos sobre las imágenes sociales del tiempo. Este enfoque supone un análisis original y novedoso de la realidad de las trabajadoras del hogar, al tiempo que dialoga con otros trabajos recientes sobre esta cuestión. Las imágenes del tiempo como recurso, escenario u horizonte nos sirven para analizar el discurso de nuestras entrevistadas y mostrar cómo el tiempo, entendido como categoría social, ha estructurado y organizado sus vidas, tanto en lo que han podido hacer, como en lo que no han podido hacer, en la distribución e intensificación de tareas, en sus planes a futuro y en el impacto físico y emocional de la pandemia.

Palabras clave: covid-19; cuidados; imágenes del tiempo; perspectiva de género; temporalidades; trabajo doméstico.

Abstract:

The purpose of this article is to analyze how the covid-19 pandemic affected the perceptions and uses of time of domestic workers in Spain, focusing, in particular, on the cities of Granada and Zaragoza. Our work derives from the project “El cuidado importa. Impacto de género en las cuidadoras/es de mayores y dependientes en tiempos de la Covid-19” (CUMADE) coordinated by Universidad Rovira I Virgili de Tarragona-Cataluña (Spain), and run by interdisciplinary research teams from ten Spanish universities between the months of September 2020 and January 2021. The research is qualitative, based on in-depth interviews, and designed to investigate the impact of covid-19 on the care of the elderly and dependents and, more specifically, on the domestic workers’ sector. Temporality, so severely affected by the uncertainty and unpredictability of the new situation, provides an interesting axis for qualitative analysis of the discourses of women workers on the way in which the pandemic has conditioned their daily lives. To undertake this analysis, we base ourselves on the work of Ramón Ramos on las imágenes sociales del tiempo (the social images of time). This approach represents an original and novel analysis of the reality of domestic workers, while at the same time dialoguing with other recent work on this issue. The images of time as a resource, scenario, or horizon serve to analyze the discourse of our interviewees and show how time, understood as a social category, has structured and organized their lives. We consider what they have been able to do and what they have not been able to do, the distribution and intensification of tasks, their plans for the future, and the physical and emotional impact of the pandemic.

Keywords: Care; Covid-19; domestic work; gender perspective; images of time; temporalities.

Resumo:

O objetivo deste artigo é analisar como a pandemia da covid-19 tem afetado as percepções e usos do tempo das empregadas domésticas na Espanha, especialmente, com foco nas cidades de Granada e Zaragoza. Nosso trabalho deriva do projeto “O cuidado importa. Impacto de gênero nas cuidadoras/es de idosos e dependentes em tempos da covid-19” (CUMADE), coordenado pela Universidad Rovira I Virgili de Tarragona-Cataluña (Espanha) e realizado por grupos de pesquisa interdisciplinares de dez universidades espanholas entre setembro de 2020 e janeiro de 2021. Esta pesquisa foi de corte qualitativo baseada em entrevistas em profundidade, cujo objeto era indagar sobre o impacto da covid-19 no cuidado de idosos e dependentes, e, mais concretamente, no setor das trabalhadoras domésticas. A temporalidade, cuja percepção social é vista tão afetada pela incerteza e pela imprevisibilidade próprias da nova situação, oferece um relevante eixo de análise qualitativa dos discursos das trabalhadoras sobre a maneira em que a pandemia tem condicionado sua cotidianidade. Para isso, partimos do trabalho de Ramón Ramos sobre as imagens sociais do tempo. Esta abordagem supõe uma análise original e nova da realidade das trabalhadoras domésticas, ao mesmo tempo que dialoga com outros trabalhos recentes sobre essa questão. As imagens do tempo como recurso, cenário ou horizonte nos servem para analisar o discurso de nossas entrevistadas e mostrar como o tempo, entendido como categoria social, vem estruturando e organizando suas vidas, tanto no que puderam fazer quanto no que não puderam fazer, na distribuição e intensificação de tarefas, em seus planos e no impacto físico e emocional da pandemia.

Palavras-chave: covid-19; cuidados; imagens do tempo; perspectiva de gênero; temporalidades; trabalho doméstico.

El impacto de la pandemia de la covid-19 sobre el trabajo del hogar en el contexto español ha sido enorme (Comas-d’Argemir y Bofill-Poch 2021). La bien documentada precariedad del sector (Díaz-Gorfinkiel y Fernández 2016; Romeral 2020) ha favorecido que, en un momento de crisis, se haya destruido el empleo con gran facilidad, mientras que, en otros casos, los abusos laborales hayan crecido en un ambiente de impunidad (Parella 2021). El estatus migratorio irregular de una amplia proporción de trabajadoras ha favorecido estas dinámicas (Martínez-Buján y Moré 2021; Martínez-Virto et al. 2021), pero incluso, entre las trabajadoras autóctonas, la irregularidad del sector en sí también ha posibilitado que se hayan visto desprotegidas. Las ayudas gubernamentales puestas en marcha para paliar esta situación1 no solo no tuvieron en cuenta cómo las condiciones de precariedad estructurales que caracterizan al sector dejaban a un gran número de empleadas sin derecho a solicitarlo, sino que además estuvieron marcadas por los retrasos y las dificultades burocráticas (Díaz-Gorfinkiel y Elizalde-San Miguel 2021).

En este artículo analizamos el impacto de la irrupción de la pandemia en las percepciones y usos del tiempo de las empleadas de hogar. La temporalidad, cuya percepción social se ha visto tan afectada en términos generales por la covid-19, dadas la incertidumbre y la imprevisibilidad que se han convertido en norma (Antentas 2020), ofrece un interesante eje de análisis cualitativo de los discursos de las trabajadoras sobre las formas en que la pandemia ha condicionado su cotidianidad. El tiempo, entendido como parte del discurso social, supone un punto de partida fecundo y relativamente novedoso para observar las experiencias de estas trabajadoras en un momento de gran convulsión y cambio.

Si bien el tiempo ha sido una cuestión esencial en la literatura feminista sobre los cuidados, lo ha sido en su medición cuantitativa: los estudios sobre usos del tiempo que cuantifican las horas dedicadas al trabajo doméstico y de cuidados han servido para ponerlo en valor e ilustrar su peso en las vidas de las mujeres (Carrasco, Borderías y Torns 2011). En este sentido, el artículo dialoga con las otras publicaciones sobre el impacto de la pandemia en el empleo de hogar en España y América Latina2, pero aporta una nueva perspectiva al centrar su mirada en las articulaciones discursivas de estas trabajadoras sobre sus experiencias particulares del tiempo social.

En primer lugar, expondremos nuestros referentes teóricos a la hora de realizar el análisis, para después explicar la metodología utilizada. A continuación, presentaremos las vivencias de los tiempos sociales de nuestras entrevistadas estructuradas en tres apartados, uno por cada imagen del tiempo. Tras esto, analizaremos con mayor profundidad el uso de estas imágenes, para comprender las implicaciones que tiene el empleo de cada una. Finalmente, haremos unas reflexiones sobre las posibilidades que abre el estudio de la temporalidad como categoría social para la investigación social en tiempos de pandemia.

Premisas teóricas

Para nuestro análisis entendemos el concepto de tiempo desde su dimensión social y en su pluralidad, para dar cuenta de “la complejidad y multidimensionalidad de la vida social” (Cristiano 2018, 1); hablamos pues de tiempos sociales. Para ello nos basamos en la propuesta teórica de Ramón Ramos (2005) sobre los discursos sociales del tiempo. En su trabajo, Ramos explora tres imágenes del tiempo: como recurso, como escenario y como horizonte. Estas son tres metáforas que utilizan los sujetos para poder explicitar sus reflexiones e impresiones sobre el tiempo, haciendo más manejable su escurridiza naturaleza. Así, estaríamos hablando de las dimensiones del “tiempo-sentido”, entendiendo que la estructura social organiza el tiempo “como materia del discurso social” (Cristiano 2018, 12).

La experiencia y la percepción de la temporalidad son en sí mismas paradójicas, caracterizadas por tensiones y ambivalencias entre distintas facetas del fenómeno. En el contexto de la pandemia, una de las tensiones más patentes ha sido entre los tiempos correspondientes al cuidado y al sostenimiento de la vida y los ritmos impuestos por la sociedad capitalista basada en la productividad y el arrinconamiento de los trabajos reproductivos. El cuidado es entendido como aquellas “actividades dirigidas a proporcionar bienestar físico, psíquico y emocional a las personas” (Comas-d’Argemir 2014, 169). Aunque en la actualidad se considera una responsabilidad compartida del Estado, el mercado, las familias y las organizaciones comunitarias, en la práctica se trata principalmente de una actividad feminizada, que desarrollan las mujeres de las familias o, cuando se externaliza, mujeres migrantes y/o de escasos recursos, es decir, un trabajo en el que se articulan distintos ejes de subordinación como el género, la clase y la nacionalidad (Pérez-Orozco 2014). En ese sentido, el empleo de hogar representa un sector marcado por la invisibilidad social y la precariedad económico-laboral, ocupado en su mayoría por población migrante (Parella 2021).

Los trabajos de cuidados, llevados a cabo fundamentalmente por mujeres, dan lugar a una experiencia del tiempo marcada por “temporalidades policrónicas” (Bessin 2013), debido a “la complejidad de las imbricaciones y porosidad entre tiempos públicos y privados con sus implicancias subjetivas que afectan mucho más a las mujeres por la diversidad de sus compromisos sociales” (Bessin 2013, 109, citado en Borgeaud-Garciandía 2017, 296 ). Hay que tener presente, en este sentido, que las actividades de cuidados implican dimensiones tanto materiales como emocionales/relacionales, y estas segundas desempeñan un papel crucial al ligar a las mujeres a su rol de cuidadoras a nivel subjetivo (Comas-d’Argemir 2014). Además, estas complejidades y porosidades temporales son particularmente marcadas entre las empleadas de hogar, para quienes los tiempos del trabajo y el cuidado, lo público y lo privado, se cruzan inevitablemente por la naturaleza de su trabajo. Por ello, nos parece de especial interés observar cómo las percepciones del tiempo se han visto afectadas entre las trabajadoras de hogar por un proceso de cambio repentino, vasto y profundo como la llegada de la pandemia.

Metodología

Este artículo deriva de nuestra participación en el proyecto “El cuidado importa. Impacto de género en las cuidadoras/es de mayores y dependientes en tiempos de la Covid-19” (CUMADE). El proyecto se implementó entre julio de 2020 y diciembre de 2021 con el objetivo principal de analizar el impacto de la covid-19 en el sector de los cuidados, remunerados y no remunerados, de personas mayores y dependientes en España. El equipo de investigación interdisciplinario3 constituido por investigadoras/es de diez universidades públicas españolas se organizó en unidades de trabajo, una de estas fue la de Empleo de Hogar y Cuidados4. Dicha unidad se centró en analizar el impacto de la pandemia en este sector, desde la perspectiva de las trabajadoras y de los agentes de la sociedad civil vinculados a este.

A partir de nuestro trabajo en la Unidad de Empleo de Hogar y Cuidados, para este artículo nos hemos basado en doce entrevistas en profundidad, realizadas en las ciudades de Granada y Zaragoza5. Así, recogemos las experiencias y las voces de quienes estaban viviendo el impacto de la pandemia como empleadas del hogar y de los cuidados.

En el trabajo de campo se partió de experiencias de investigación sobre la temática en cuestión anteriores a la irrupción de la covid-19 (Hernández 2016; Tudela-Vázquez 2016). Además, en ambas ciudades se contaba con una relación sólida con el movimiento asociativo y activista de las trabajadoras del hogar, protagonizado por migrantes latinoamericanas principalmente; y, por tanto, estábamos conectadas con esas situaciones de vulnerabilidad y precariedad de dicho sector laboral. En ese sentido, muchos contactos para hacer las entrevistas comenzaron a partir de estas relaciones ya establecidas, así como otros que se crearon por efecto de la técnica de la bola de nieve o contactos personales de las entrevistadoras/es. Podemos afirmar que nuestras propuestas de entrevista fueron muy bien recibidas por las entrevistadas. La situación de aislamiento e incertidumbre favorecía la búsqueda de espacios para compartir lo que se estaba viviendo en un momento tan extraño.

Las entrevistas tuvieron lugar entre septiembre de 2020 y enero de 2021. Debido a la situación sanitaria, se llevaron a cabo tanto de manera presencial -garantizando las medidas de seguridad pertinentes- como virtual, mediante plataformas digitales. En todo momento atendimos las preferencias de las personas entrevistadas, y se obtuvieron consentimientos informados antes del desarrollo de cada entrevista.

El perfil de las entrevistadas corresponde a empleadas españolas y latinoamericanas, de edades entre los 32 y los 67 años, con contrato laboral y sin contrato, en la modalidad de interna o externa, en una sola casa o en varias. Hemos podido incluir también los testimonios de las asociaciones de empleadas de hogar de Granada y Zaragoza. Estas entrevistas se centran principalmente en las experiencias vividas durante el confinamiento (marzo-abril de 2020) y la posterior desescalada (mayo-agosto de 2020); nuestro análisis se enfoca en ese periodo temporal metodológicamente delimitado, que corresponde a los objetivos del estudio más amplio (figura 1)6.

Nota: (*) Integrantes de asociaciones de empleadas de hogar en sus ciudades. Fuente: elaboración propia con base en entrevistas realizadas en Granada y Zaragoza, 2020-2021.

Figura 1. Perfil social de las empleadas españolas y latinoamericanas 

Discusión

El tiempo como recurso

Hay un primer sentido del tiempo, una de las imágenes que se usan para expresar su naturaleza en el discurso social, que es el tiempo como recurso: “algo de lo que se dispone, que se puede tener en mayor o menor cantidad, que se puede dar y recibir” (Ramos 2005, 535). En el discurso de nuestras entrevistadas se emplea esta imagen para hablar de tres fenómenos: el impacto de la pandemia en el tiempo de trabajo, fuera en forma de un aumento de la intensidad del trabajo o de una pérdida del empleo; el aumento del tiempo dedicado al activismo en el caso de aquellas que pertenecían a asociaciones; y, como consecuencia de ambas, la sensación de disponer de menos tiempo para el autocuidado o el cuidado en las redes familiares y de amistad.

En cuanto a ese primer efecto, nuestras entrevistadas hablan de impactos muy diferentes en el ámbito laboral a raíz de la pandemia. Algunas perdieron sus empleos durante el confinamiento: “Iba todos los días por la mañana y me dijeron: ‘en vez de venir todos los días, ven solamente dos días en semana y vamos viendo’. De hecho, cuando nos confinaron las dos primeras semanas dejé de ir y luego ya empecé a ir dos días” (Lucía, entrevista personal, Granada, diciembre de 2020). Parece significativo que, entre nuestras entrevistadas, aquellas que perdieron sus empleos definitivamente fueron en su mayoría mujeres migrantes, mientras que las trabajadoras autóctonas, como Lucía, recuperaron sus trabajos con el paso de los meses y el relajamiento de las medidas sanitarias. Esta pérdida de empleo supuso un grave problema económico que condujo a muchas empleadas a precisar la ayuda que se organizó por medio de las asociaciones de empleadas de hogar.

Otras, en cambio, vieron intensificado su horario de trabajo. Fuera porque las familias de las personas cuidadas no podían permitirse prescindir del cuidado que prestaban, porque la tensión de la situación general afectara el ambiente laboral, o por otros motivos, las entrevistadas hablaban en estos casos de un aumento de la exigencia en el trabajo que no se vio compensada en términos económicos, como estas dos trabajadoras internas:

Ella [la empleadora, nuera de la mujer cuidada] era muy exigente. Que la abuela tenía que andar, pero la abuela tenía una lesión en el peroné que no podía andar, no podía nada. Entonces yo le dije, en algún momento yo le dije a ella [la nuera]: “bueno, si tú quieres que ella ande pues ven y la pones tú a andar, porque yo no”. Porque es que era demasiado lo que me estaba exigiendo para lo poco que me estaba pagando. (Mara, entrevista personal, Zaragoza, octubre de 2020)

Para finales de mayo, fue que se fracturó ella y la mandaron al Hospital San Juan de Dios, la mandaron ahí. Entonces me mandaron a darle de cenar y de comer. Yo me fui, porque yo, a ver, como tenía seis años [de trabajar allí] dije: “no me voy a despedir sola, a mí que me despidan y que me liquiden”. Entonces yo me fui, me ponía dos mascarillas, en el hospital nos ponían otra. Pues iba de una a dos a darle de comer, y la cena pues de ocho a diez o de ocho y media a diez. (Laura, entrevista personal, Zaragoza, septiembre de 2020)

Tanto en un caso (pérdida de empleo) como en otro (intensificación), vemos las consecuencias de un mercado laboral extremadamente precario -marcado por la informalidad- gracias a la reacción de los empleadores a una crisis repentina. Las empleadas se quejan de que su uso del tiempo, entendido como recurso, se vio alterado por decisiones ajenas, lo que refleja la falta de autonomía característica de los entornos laborales con alta tensión7. El porcentaje de trabajadoras/es que laboran en situaciones de alta tensión en España se duplicó entre 2016 y 2020, pasando del 22,3 al 44,3 %, en buena medida, debido al impacto de la pandemia, como demuestra el hecho de que los sectores más afectados por este incremento fueran los de “primera línea” frente a la covid-19 (Salas-Nicás et al. 2020).

A raíz de las situaciones extremas a las que se vieron empujadas como resultado de la precariedad, muchas empleadas tuvieron que recurrir a la ayuda mutua organizada desde las asociaciones de trabajadoras de hogar. En los relatos de nuestras entrevistadas, la imagen del “tiempo como recurso” se empleó también para reflejar el trabajo que implicó responder a estas necesidades durante el confinamiento y los meses posteriores desde la precariedad que también afectaba a las propias asociadas. Dada la naturaleza finita del tiempo entendido como recurso, algunas entrevistadas vinculadas a asociaciones subrayaban que precisamente la pérdida de empleo se convirtió, en algunos casos, en el factor que les permitió dedicarse a esta tarea:

La que más se implica también es mi hermana, la que está un cien por ciento en la asociación, tiene un poco más de tiempo, su trabajo le permite, porque claro es muy difícil porque estás trabajando, estás escribiendo, pero estás trabajando y no puedes estar todo el rato con el móvil. Ella de alguna manera puede hacerlo, pero claro muchas de nosotras, llegas a tu casa, que si libro, que si esto. Yo tengo una hija, todavía aquí. Más chica, siempre está contigo, no puedes movilizarte en muchas cosas. Dentro de lo que permite tu vida familiar, también puedes hacer cosas. También es muy difícil sobrellevar todo eso, en mi caso también tengo una pareja, la veo los fines de semana; dices, de dónde saco el tiempo. Dentro de lo que puedo, por la tarde sí hacemos cosas, que si esto, que si vamos a hacer esto. Ayuda mucho de cabeza y mis propuestas a veces salen, [se ríe] ¡Ah! ¡Había dicho esto! Y te sientes bien, de ayudar. (Marisa, empleada del hogar y activista en la Asociación de Trabajadoras del Hogar y los Cuidados en Granada, entrevista personal, Granada, septiembre de 2020)

Destaco los procesos de autoorganización que esto ha supuesto. Las propias mujeres que como estaban en desempleo, tenían también un tiempo, se han autoorganizado para ser ellas las que se ayudan unas a otras. (Marysol, abogada e integrante de la Asociación de Trabajadoras del Hogar y los Cuidados de Zaragoza, entrevista personal, Zaragoza, septiembre de 2020)

Como vemos en la cita de Marisa, las entrevistadas son conscientes de esa finitud del tiempo como recurso: si se emplea para una cosa (trabajar, colaborar en una asociación), no se dispone de él para otras. En una situación como la pandemia, que ha supuesto tanta presión, tomarse tiempo para el autocuidado, es decir, la atención al propio bienestar físico y emocional, era a la vez más necesario y más dificultoso. Así, algunas entrevistadas cuentan que priorizaron otras cosas (incluido el cuidado ajeno, de familiares y/o amistades o de las personas cuidadas en el trabajo) sobre el cuidado propio. Toñi, una trabajadora autóctona con responsabilidades de cuidado con su madre y sus hijos, contaba que había evitado hablar de sus angustias para no transmitirlas a sus personas más cercanas:

Yo no porque todo el mundo estaba igual. Si yo veía que mi hija tenía miedo, ¿cómo me podía ver ella así? O a mi madre ¿cómo le podía yo transmitir mi angustia? Todo lo contrario, tenía que decirle, no pasa nada, esto va pasar. Me lo comí sola, un poco con G, con mi pareja. Y tampoco mucho, porque él estaba aislado solo, y también con sus bajones. Más bien intenté sacarlo yo sola. (Toñi, entrevista personal, Granada, octubre de 2020)

Y, sin embargo, Toñi también señala que uno de sus empleadores sí se permite descargar estas angustias en ella, a pesar de que no está trabajando en su casa (y por tanto no cobra) por el miedo de él al contagio:

Ahora mismo no estoy yendo por el miedo que tiene. Es de alto riesgo y con esa persona, hago casi de psicóloga. Es muy curioso. Y sí me quita mucho tiempo. Algunos días me llega a quitar hora y media o dos horas de teléfono, de la depresión y del agobio que ha llegado a tener. (Toñi, entrevista personal, Granada, octubre de 2020)

Es interesante, por tanto, observar cómo el cuidado emocional del otro se configura como algo adecuado y hasta necesario, incluso fuera del marco laboral, mientras el autocuidado emocional queda relegado. Al mismo tiempo, las entrevistadas pertenecientes a asociaciones describen cómo ese déficit en el cuidado propio lo acabaron cubriendo, en algunos casos, las propias asociaciones:

No solo hacemos esa parte de apoyo en dar información, o económico, que en algún momento hemos hecho. Sino también en el acompañamiento, o sea hay muchas compañeras que necesitan que alguien les pregunte que cómo están, que les den una palabra de ánimo, o sea es algo fundamental que lo hemos necesitado en estos días. Lo hemos hecho. (Carolina, empleada del hogar y presidenta de la Asociación de Trabajadoras del Hogar y los Cuidados de Zaragoza, entrevista personal, Zaragoza, noviembre de 2020)

En pocas palabras: las empleadas del hogar entrevistadas hablan del tiempo como recurso para reflejar las presiones recibidas a raíz de la pandemia de cara a sus usos del tiempo. Si bien algunas se encontraron con un excedente de tiempo (eso sí, a un alto precio en términos económicos), otras sintieron cómo aumentaban las exigencias temporales en el ámbito laboral o asociativo. Pero incluso cuando no emplearon su tiempo en trabajar por dinero o por el bien de su colectivo, el uso de ese tiempo no se concentró necesariamente en aumentar el bienestar propio. En algunos casos, el recurso “tiempo” se entendió como un bien a invertir en el bienestar ajeno, lo cual supone un despliegue de una “ética reaccionaria del cuidado” (Pérez-Orozco 2014, 171), es decir, una lógica de inmolación y sacrificio por la que las mujeres, condicionadas por su socialización patriarcal, cuidan siempre al otro sin priorizar sus propias necesidades.

El tiempo como escenario

Otra manera de entender el tiempo es como un escenario que tiene fecha de inicio y de caducidad. Es decir, un momento con principio y fin, en el cual se configuran situaciones que posibilitan, limitan o impiden acciones (Ramos 2005). En el caso que nos ocupa, el estado de alarma, el confinamiento y la desescalada, han sido realidades que construyeron escenarios específicos, con inicio y fin, marcados por la covid-19 y en los que se fueron estableciendo una serie de restricciones y oportunidades de acción.

El inicio del estado de alarma supuso que gran parte de la población se encerrara en casa y minimizara sus relaciones sociales. En el sector del empleo de hogar encontramos casos de confinamiento en el lugar de trabajo, independientemente de que se tratara de empleadas internas o externas. Entre las razones que justificaban estos confinamientos estaba el miedo, como un argumento fuertemente sostenido. En ese sentido, este tiempo pandémico se ha traducido en un tiempo de miedos (Bofill-Poch y Gregorio-Gil 2021) de distinta índole: sanitario (miedo al contagio), del proceso de trabajo (miedo al despido), por cuestiones administrativas y extranjería (miedo a la policía), todos miedos que se superponen y retroalimentan entre sí.

Al tratarse de una emergencia sanitaria, el miedo al contagio ha estado presente en los discursos y las experiencias de nuestras entrevistadas, alimentado por el aumento significativo de casos durante las primeras semanas del estado de alarma. Ellas no fueron las únicas: otras investigaciones han mostrado que esta preocupación estaba especialmente extendida entre las personas con responsabilidades de cuidados (Comas-d’Argemir y Bofill-Poch 2021; Rojas-Navarro et al. 2021), una preocupación que se refería tanto a la salud de las personas dependientes como a la de las trabajadoras.

Viene el confinamiento y en el confinamiento decido quedarme porque no puedo estar viajando a mi casa, porque corría riesgo yo también. (Mara, entrevista personal, Zaragoza, octubre de 2020)

La segunda razón del miedo ha sido vinculada al ámbito laboral. La implementación del teletrabajo implicó que muchas personas estuvieran en casa; sumado a esto, también hubo una masiva pérdida de empleos en diferentes sectores productivos. De esta cuenta, algunas de las empleadas entrevistadas intuyeron que, ante la mayor disponibilidad de tiempo, sus empleadores podrían encargarse de los cuidados de sus seres queridos y, en consecuencia, ellas perderían su trabajo. Ese miedo al despido desembocó en decisiones perjudiciales para ellas, como el caso de Alicia, quien ante la posibilidad de quedarse sin trabajo se “ofreció” para pasar de la modalidad de externa a interna y así asegurar su empleo.

[Mis jefes] también estaban confinados, y no estaban trabajando. A mí me dio mucho más miedo, porque como ellos no están trabajando, pues ellos no van a necesitar mucho de mí, pues hablamos de que si lo mejor era… si yo me quería quedar allá. (Alicia, entrevista personal, Zaragoza, octubre de 2020)

Ese ofrecimiento “voluntario” supuso un aumento salarial que no llegó al 30 % (de 140 a 180 euros semanales), sin embargo, su disponibilidad de tiempo laboral se triplicó, pasó de seis horas diarias de trabajo a una jornada de casi dieciocho horas, viviendo en la casa y con muy pocos descansos. Esta situación tuvo implicaciones en sus propias dinámicas personales.

Yo no tengo ningún día libre, porque como obvio, estoy viviendo allí pues ellos saben que yo estoy allí, como que se tranquilizaron. Entonces ya de pronto cuando yo voy a salir tengo que decirles con anticipación a ellos, para que vean cómo se arreglen en su casa con su familia para irse a cuidar a la mamá y a veces con un poquito de problema porque la señora ya está como muy apegada a mí entonces a ella le molesta. No, no quiere que me vaya. (Alicia, entrevista personal, Zaragoza, octubre de 2020)

Otra razón que ha sostenido el miedo de estas mujeres ha sido la policía. Durante el confinamiento se prohibió transitar por el espacio público, salvo desplazamientos vinculados a los trabajos esenciales como el de cuidados, para ello era necesario contar con la autorización correspondiente. Se trataba de un documento que se podía emitir solamente si se contaba con un contrato laboral formal. Durante este tiempo hubo un despliegue de agentes policiales que se dedicaban a controlar que los desplazamientos estuvieran justificados. Esa presencia policial en las calles impregnó de miedo a muchas empleadas, quienes de nuevo vieron el confinamiento laboral como una opción. Por ejemplo, las extranjeras que, como Inés, al no tener permiso de residencia, no tienen un contrato de trabajo:

Nos tocó estar confinadas [ella y la señora mayor a la que cuida] las veinticuatro horas todos los días porque no podíamos salir, solo a la compra, a comprar lo que nos hacía falta, y me daba mucho miedo, porque había mucha policía, pero gracias a Dios a mí nunca me preguntaron nada, pero sí tenía mucho miedo, de que me pidieran documentos, me daba miedo, o sea que me pidieran eso y que descubrieran que soy ilegal. (Inés, entrevista personal, Zaragoza, noviembre de 2020)

El confinamiento y la crisis sanitaria también significaron una alteración de las pautas de movilidad. No se trataba simplemente de evitar los traslados, sino de cambiar los patrones habituales. Por ejemplo, sustituir las rutas usuales para llegar hasta sus trabajos por unas menos frecuentadas o dejar de utilizar el transporte público, considerado un punto neurálgico de contagio por la aglomeración de personas, e invertir así más tiempo en la movilidad. La salud es de nuevo la principal motivación para estos cambios, que en algunas ocasiones se han dado por iniciativa propia, pero otras veces han sido impuestos por sus empleadoras. Graciela, empleada en dos casas diferentes, debía invertir más tiempo del habitual para caminar hacia uno de sus trabajos, por evitar el transporte público:

No cogía autobús, nada. ¡Ahí eran los contagios!, me daba mucho miedo, entonces ella me decía [la empleadora] “aunque te demores, camina, no te vengas en tranvía, por favor, Graciela, vente caminando, no estás muy lejos, aunque te demores no cojas tranvía, mejor camina”, eso me decía, porque como había mucha gente ahí en el tranvía, yo no lo cogía. (Graciela, entrevista personal, Zaragoza, noviembre de 2020)

Estos miedos que han marcado el tiempo de pandemia afectaron las decisiones que se tomaron con respecto a la organización del trabajo de cuidado y, en consecuencia, a la organización de los tiempos de trabajo y los personales. De esta manera, la pandemia construyó un escenario de miedo, un tiempo “de excepción” en el que estaban permitidas, por la seguridad sanitaria, una serie de acciones que en otros momentos no se podrían realizar (Verdes-Montenegro 2020). Este tiempo de excepción se reflejó en restricciones a la movilidad y en modificaciones en las pautas de tránsito de la ciudad, para recluirse en los domicilios / lugares de trabajo. Y, en esos espacios, han tenido lugar amenazas de despidos, confinamientos forzosos, aumento del trabajo. Durante los momentos más duros de la crisis, la idea de excepcionalidad se instaló como garantía de un bien superior, por ejemplo, la protección de la vida humana y la defensa de la actividad económica capitalista. El Estado se situó como actor principal del mantenimiento del control social necesario para dicha tarea, retrotrayendo al conjunto de la ciudadanía a un escenario caracterizado por el aislamiento social y el miedo.

Además de limitar a la ciudadanía, identificamos que este tiempo ha abierto nuevas posibilidades de acción. Por ejemplo, el trabajo que se ha hecho desde las asociaciones de empleadas del hogar. Las asociaciones, como expresión y vía de participación política y social, son agentes sociales con un fuerte vínculo con las bases que pretenden establecer sus agendas en función de las necesidades del colectivo al que pertenecen. Se configuran como un “ámbito propicio para el intercambio de información, generar pertenencia y posibilitar la creación de proyectos en base a las necesidades de las personas” (Fulladosa-Leal 2013, 30), tal como ha sucedido en algunas asociaciones de empleadas de hogar (Jiménez y Ruberte 2021).

A partir de la pandemia, y en concreto, debido a los efectos económicos, sociales y de salud en las empleadas de hogar, las asociaciones analizadas vieron afectada su labor. Sus actuaciones respondieron a las necesidades inmediatas, y que, además, fueron cambiando durante este tiempo. En las primeras semanas se activaron cajas de resistencia para atender las necesidades materiales más urgentes de sus socias: ayudas para el alquiler y los alimentos. Nos lo contaban así desde la asociación de Granada:

Hemos abierto una caja de resistencia mediante la asociación a la que pertenezco. Porque veíamos muchísima necesidad, recibimos colaboración a nivel de asociaciones, instituciones, personas también particulares. (Marisa, empleada de hogar y activista en la Asociación de Trabajadoras del Hogar y los Cuidados en Granada, entrevista personal, Granada, septiembre de 2020)

Además, se encargaron de buscar y tramitar alternativas habitacionales para aquellas socias que se quedaban sin casa, por no poder cubrir un alquiler o en el caso de las trabajadoras internas que, al perder el trabajo, se quedaban sin vivienda.

Estas gestiones, económicas y de recursos, estaban fuera del trabajo habitual de las asociaciones, pero las asumieron ante la demanda social que aumentaba significativamente. Esto ha tenido unas repercusiones importantes y positivas en su dinámica interna; por ejemplo, en Zaragoza la asociación se ha fortalecido y ha adquirido visibilidad social. Al mismo tiempo, señalan una sobrecarga de trabajo y la asunción de responsabilidades que no les corresponden, en tanto que se trata de asociaciones pequeñas y autogestionadas. Desde Zaragoza lo expresan así:

Nosotras sentimos que hemos tenido mucha carga que tenían que asumir las instituciones, porque nos estaban refiriendo casos que no tendríamos que atender nosotras. Por ejemplo, tuvimos algunos casos que eran por violencia de género que les mandaba, institucionalmente, a nosotras, para buscarle una solución. ¡Si nosotras no somos una ONG que nos están dando ellos financiamiento o proyectos!, es que no tenemos proyectos institucionales, es decir ¿que nosotras íbamos a resolver a alguien en un momento dado una situación de vivienda, alojamiento? O sea, no podíamos. (Carolina, empleada del hogar y presidenta de la Asociación de Trabajadoras del Hogar y los Cuidados de Zaragoza, entrevista personal, Zaragoza, noviembre de 2020)

En este contexto temporal, las asociaciones se han confirmado como espacios de solidaridad “en donde los diferentes colectivos hallan los referentes válidos para encontrarse” (Sipi 2000, 358). Sin embargo, este tiempo también está marcado por un exceso de trabajo, de tareas que han tenido que realizar para paliar la ausencia de intervenciones, que desde las administraciones públicas debían atender.

El papel de los colectivos y las entidades del tercer sector en la provisión de atención y ayuda social ha sido fundamental desde años antes de la pandemia. Con la crisis económica de 2008 el tejido asociativo y el empresariado social han respondido a las necesidades sociales emergentes. La situación de excepcionalidad declarada durante el tiempo de la covid-19 tuvo un impacto muy importante en el desencadenamiento de una crisis social, que afectó tanto a colectivos vulnerables y en situación de exclusión social (personas sin hogar, mujeres que sufren violencia, infancia vulnerable, etc.), como a trabajadoras/es de sectores económicos caracterizados por su precariedad laboral. En este escenario de excepcionalidad las organizaciones sociales han protagonizado también las respuestas a las situaciones de emergencia social, configurándose como el recurso más cercano para las afectadas.

El tiempo como horizonte

Atender a la imagen del tiempo como horizonte supone considerar dos cuestiones clave. En primer lugar, encontramos la tendencia a incorporar un sentido lineal y organizado de la experiencia vivida, tomando como referencia lo que denominaremos horizonte presente (Ramos 2005). Este va tomando forma a partir de dos sentidos contrapuestos desde donde rememoramos/reconstruimos aquello que hemos vivido y nos proyectamos hacia lo que todavía no ha ocurrido. En segundo lugar, dicha tendencia se resquebraja con la irrupción de la covid-19. Parte del trauma social que aún nos encontramos digiriendo tiene que ver con cómo el inicio de la pandemia desestructuró nuestro horizonte presente, al romper el sentido único que tiende a conectar las experiencias vividas con las expectativas y aspiraciones posibles. El horizonte presente actúa como “mediador armonioso entre el universo de la experiencia pasada y el multiuniverso de las expectativas futuras” (Ramos 2005, 540), apoyando la construcción de narraciones seguras, hiladas unas con otras hasta formar una historia.

Sin embargo, nuestro horizonte presente nos obliga a analizar las experiencias fracturadas por la pandemia. En las entrevistas encontramos diferentes tipos de replanteamientos vitales circunscritos a las condiciones de posibilidad que ofrece el sector laboral en el que se encuentran insertas. Hallamos a quienes expresan la necesidad de replantear las relaciones y vínculos emocionales que hasta la fecha han establecido con las personas a las que cuidan y sus empleadores. También aquellas que identifican la necesidad de cambiar a unas condiciones de trabajo más duras para poder acceder a un contrato de trabajo. Así mismo, están quienes en esta reconfiguración de planes futuros se proponen mejorar sus opciones laborales en el sector de los cuidados mediante la profesionalización. De este modo, pasado, presente y futuro aparecen en las entrevistas de manera imbricada, siendo el horizonte presente el tiempo que conecta con la reconstrucción de lo vivido cuando la pandemia interrumpe la vida, y contribuye a resignificar experiencias y relaciones previas, así como a reconfigurar expectativas y aspiraciones futuras.

El horizonte presente se encuentra atravesado, para muchas de las entrevistadas, por las vulnerabilidades vividas durante el estado de alarma, entendido como la situación extrema debido al confinamiento y al aislamiento social impuestos, así como la obligación de continuar desarrollando aquellos trabajos que fueron considerados como “esenciales”8 , entre los que se encontraban los trabajos de limpieza y cuidados.

El despido repentino y la pérdida del único trabajo de cuidados con contrato con el que contaba, llevaron a Marisa, de 48 años, a resignificar la relación mantenida con la familia de la persona a la que acompañaba desde hacía tres años. Para Marisa, su buena relación con las/os hijas/os del hombre al que visitaba en una residencia para salir a pasear, se vio transformada en lo que identificó como una falta de cuidado y empatía con la difícil situación en la que se encontró. Además, para ella la falta de cuidados percibida se debió tanto al desamparo vivido al perder esa seguridad laboral, como a tener que pedir que le pagaran los días que quedaban para completar el mes:

Sí me pagaron, pero muy malamente. “No sé, tampoco nosotros tenemos la culpa”. Sí, pero esto me ha venido a mí de golpe, o sea una cosa así, no ha sido ni tu culpa ni la mía. Pero algo por lo menos, una semana por reconocer, faltaba ocho o nueve días para que acabe el mes. […] Son cinco o seis hijos y están en puestos muy buenos y no les cuesta cuidar a la persona que ha cuidado a su padre y bien, ¿no? Porque nunca han tenido quejas, […] es una manera de cuidar a la persona que está trabajando, pienso yo en ese sentido. La hija, ya te digo, pero tampoco justificaba que decía “lo siento, es que mis hermanos”, siempre eran los hermanos ¿no? Digo sí, pero pienso que es justo que me paguen completando el mes, porque yo no me voy porque quiero, me voy porque me está obligando esta situación a no ir. Y sí, se lo pensaron y me pagaron, pero ya te digo no salió digamos de ellos. (Marisa, empleada de hogar y activista en la Asociación de Trabajadoras del Hogar y los Cuidados en Granada, entrevista personal, Granada, septiembre de 2020)

Diana, de 32 años y solicitante de asilo, perdió los cinco trabajos que tenía en empleo del hogar y cuidados a partir de la declaración del estado de alarma. La pérdida repentina de su trabajo, y la obligación de parar y estar en casa le dio tiempo para pensar en sus seres queridos durante el confinamiento:

Los primeros días fue como “hay que descansar”, como trabajando tanto y con el ritmo que llevaba fue como “voy a dormir, voy a hacer mis cosas”, pero al cabo de 3-4 días. Es como tener mucho tiempo libre y empecé a caer en depresión también por mi arraigo, la situación de mi gente, el miedo también con el virus allá, el miedo de que aquí también, ellos veían las noticias. (Diana, entrevista personal, Zaragoza, octubre de 2020)

Esta situación, que llegó a afectar su salud mental, también la empujó a reconfigurar sus planes futuros y acelerar los trámites para solicitar la reagrupación familiar. Siendo consciente de la necesidad de tener un contrato laboral y del requisito de tener que demostrar ingresos económicos estables, Diana aceptó un trabajo de cuidadora de una mujer mayor con un horario de 6:00 p. m. a 8:30 a. m. Tras dos meses en horario nocturno pudo cambiar al horario en el día de 8:30 a. m. a 6:00 p. m. Su salario en ambos casos era de 950 euros al mes. Diana señala que aceptó el trabajo porque inició los trámites de reagrupación familiar de sus hijos y necesitaba un trabajo de externa, con un salario de jornada completa. Es la única razón por la que mantiene este trabajo y acepta todas las exigencias de la empleadora. Para ella, los requisitos y las expectativas implicadas en los trámites legales que ha iniciado suponen continuar trabajando en el ámbito de los cuidados y asumir que las condiciones y derechos laborales van a estar supeditados a la posibilidad de tener un contrato:

Entonces, ¿qué me hace eso? Esclavizarme, empujarme a esclavizarme a ese tipo de trabajo. Entonces con ese otro contrato que me hizo la señora que era de noche ya había metido mis documentos como trámite de mi reagrupación con mis hijos, entonces digo yo este contrato lo tengo yo moviéndose y es el que beneficia a mis hijos. (Diana, entrevista personal, Zaragoza, octubre de 2020)

La agudización de las condiciones de vulnerabilidad adscritas al sector de los cuidados durante la primera parte del estado de alarma, como la pérdida repentina de seguridad laboral e ingresos, y el aumento de ofertas de trabajo con mayores niveles de inseguridad y riesgos laborales, lleva a algunas de las entrevistadas a plantearse cambiar de empleo. La irrupción de la pandemia y su consecuente empeoramiento de las ya de por sí precarias condiciones adscritas al sector supone un replanteamiento de su horizonte futuro.

Lucía, de cincuenta años, se plantea continuar trabajando en el sector de los cuidados, pero con mayores garantías laborales. Para ello, valora que necesita continuar con su formación para tener la titulación de auxiliar de enfermería. Su objetivo es poder acceder a ese mercado de empleo una vez tenga el título y así crear una alternativa laboral menos precaria.

Por otro lado, encontramos el testimonio de Laura, de sesenta años, quien estuvo durante seis años trabajando como empleada del hogar interna cuidando a una mujer hasta que esta falleció. Así, reflexiona sobre las implicaciones del trabajo como interna, aun cuando esté bien pagado:

Y a mí cuando estaba de empleada de hogar interna me daban las pagas completas, yo me puedo llamar privilegiada, porque a mí me daban todo lo que dice la ley, y yo eso lo agradezco, pero a cambio de mi salud y de mi libertad porque es que ahí, no sos vos. Es un trabajo difícil, difícil, y muy duro, yo no se lo deseo a nadie. (Laura, entrevista personal, Zaragoza, septiembre de 2020)

También comparte que le gustaría continuar como empleada de hogar en régimen externo y en una sola casa, en oposición al trabajo en Servicio de Ayuda a Domicilio (SAD) o como empleada del hogar interna:

En el sentido de estar solo con una persona y convivir y hacer todo es más suave, que andar por horas trabajando en casa de cada una de las personas mayores, que son diferentes caracteres que son de diferentes humores (SAD). […] Si fuera externa, no me importaría trabajar doce horas de 8 a. m. a 10 p. m. u 11 p. m., no me importaría, pero ir a mi casa a descansar. (Laura, entrevista personal, Zaragoza, septiembre de 2020)

Marisa, de 48 años, recuerda su llegada a España desde Bolivia, y cómo tuvo que formarse en el sector de los cuidados para poder salir adelante. El recorrido y las experiencias vividas la llevan a reflexionar acerca de la carga y el trabajo emocional que desarrolla, y de cómo su infravaloración social la hace desear dejar de cuidar a personas mayores y dedicarse solo a trabajos de limpieza:

Son cosas que te traes a tu casa [la pérdida de contacto con las personas a las que cuidaba antes del covid-19], yo a veces he tenido la oportunidad de trabajar en residencias, porque he echado el currículum, porque tengo mucho currículo. Cuando llegué aquí, me renové totalmente, porque allí era otra cosa; administrativa, contable, pero aquí tenías que renovarte de alguna manera, por no hundirte. Hice mucha nutrición, cuidado, me he sacado el certificado de profesionalidad, mucho currículum. Llega un momento dado, que te metes tanto al papel que dices, yo ya no. Yo a veces digo, prefiero ir a una casa a limpiar y ya está, e irme. Ya la he dejado limpia, tan contenta ella, tan contenta yo. (Marisa, empleada de hogar y activista en la Asociación de Trabajadoras del Hogar y los Cuidados en Granada, entrevista personal, Granada, septiembre de 2020)

La imagen del tiempo como horizonte nos permite identificar el impacto de la pandemia tanto en la resignificación de experiencias vividas en el trabajo de cuidados desarrollado, como en las perspectivas de futuro que contemplan las personas entrevistadas. La desvalorización social del trabajo de cuidados adquiere un nuevo sentido a partir de la falta de cuidados percibida por las trabajadoras de parte de sus empleadoras/es. Así mismo, la precariedad y la falta de derechos laborales que caracterizan al sector emergen como un problema a considerar cuando las protagonistas se proyectan hacia un horizonte futuro que les permita responder y/o asumir la vulnerabilidad adscrita al trabajo de cuidados.

Imágenes del tiempo en el discurso social: “un tiempo que nos cambió”

Partiendo del concepto de los discursos sociales del tiempo de Ramos (2005), hemos examinado los testimonios de las trabajadoras del hogar y las asociaciones de empleadas de hogar sobre sus experiencias durante la pandemia, a la luz de tres formas de entender el tiempo: como recurso, como escenario y como horizonte. El tiempo, como categoría social, se expresa en las entrevistas por medio de estas imágenes como un elemento clave que ha estructurado y organizado las vidas de estas trabajadoras durante la irrupción de la covid-19, tanto en lo que han podido como en lo que no han podido hacer, en la distribución e intensificación de tareas, en sus planes a futuro y en el impacto físico y emocional de la pandemia (Comas-d’Argemir y Bofill-Poch 2021). A continuación, presentamos nuestras reflexiones teóricas acerca de las utilidades y potencialidades de cada imagen.

En primer lugar, cuando la imagen del tiempo como recurso aparece en las entrevistas podemos ver que la perspectiva desde la que se examina la realidad es marcadamente individual. Que el tiempo se comprenda como un recurso individual entronca con procesos de transformación en los modos de subjetivación hegemónicos en las sociedades contemporáneas: es una expresión más de la transformación del sujeto neoliberal en un eficiente “gestor de sí mismo”, que debe invertir los distintos recursos que conforman su “capital humano”, de los cuales el tiempo sería uno más, con el objetivo de obtener el máximo rendimiento (Foucault 2007; Laval y Dardot 2013). Dicha percepción individual se acentúa ya que el trabajo de cuidados analizado se desarrolla en un contexto de aislamiento vinculado a la construcción del espacio privado-doméstico mediante este sector de trabajo. Al mismo tiempo, la percepción de aislamiento se ha acentuado con el contexto pandémico a partir de la intensificación del modelo individual de cuidados frente a otras formas y modelos de cuidado (Rojas-Navarro et al. 2021).

En los ejemplos de su uso por parte de nuestras entrevistadas quedan reflejadas las presiones para la vida diaria que suponen los conflictos entre los tiempos del trabajo “productivo” frente a los tiempos reproductivos y de los cuidados. La exasperada expresión de Marisa, “¿de dónde saco el tiempo?”, es un eco de ese “no tengo tiempo” que condensa la servidumbre al trabajo en la era de la precariedad según Jorge Moruno (2018). Pero es igualmente cierto que, en su individualización de la responsabilidad por la gestión del tiempo, esta imagen oscurece los condicionantes sociales de la situación y así clausura las posibilidades de transformación colectiva de estos (Brown 2015).

Marisa expresa esta tensión ya que se debate constantemente entre la importancia del trabajo que hacen en la asociación y la falta de tiempo: “Dentro de lo que permite tu vida familiar, también puedes hacer cosas. También es muy difícil sobrellevar todo eso”. La cuestión es que, mientras se entienda el tiempo como algo cuyo uso individual debe optimizarse, se descarga de responsabilidad a las dinámicas sociales que arrinconan estas actividades y se pone todo ese peso sobre los hombros de las propias mujeres. Se afianza así la privatización de estas tareas, encerradas en un espacio doméstico que queda fuera del escrutinio público; una dinámica a la que la pandemia, con su sobredimensionamiento del espacio doméstico, ha contribuido (Bofill-Poch y Gregorio-Gil 2021).

La imagen del tiempo como escenario, en contrapartida, al representar el tiempo como algo externo al individuo y determinado por la interacción de múltiples agentes, refleja mejor esas dinámicas sociales que constriñen a las protagonistas. Al mismo tiempo, y como lo muestra el caso de los confinamientos supuestamente “voluntarios” en el lugar de trabajo, el uso de esta imagen es compatible con la minimización de las situaciones de injusticia vividas. No obstante, hay que recordar que “los discursos no son simples expresiones de opiniones o hechos, sino jugadas interaccionales de presentación de sí” (Martín-Criado 2014, 118). No querer aparecer, en el marco de una entrevista, como una víctima de las propias circunstancias por una cuestión de deseabilidad social, no invalida que el uso de esta imagen del tiempo tienda más a reflejar el carácter colectivo de las circunstancias que condicionan la acción. Un buen ejemplo es la forma en que, al hablar de la actividad de las asociaciones, el uso de la imagen del tiempo como escenario llevaba a subrayar las potencialidades y la agencia que encontraban en este espacio colectivo, al tiempo que denunciaban el abandono por parte del Estado de sus funciones de protección social.

Entender el tiempo como un escenario que se construye, y que tiene un inicio claramente identificado, nos permite interpretar las experiencias que las trabajadoras nos han relatado como un tiempo de excepción. Diana expresaba así la forma en que la llegada de la covid-19 modificó sus dinámicas vitales y cotidianas: “este tiempo me cambió la vida”. Si lo planteamos desde la perspectiva del riesgo (Urteaga y Eizaguirre 2013), este tiempo ha implicado varios riesgos: al contagio, a perder el trabajo, a ser deportadas. En ese sentido, ser trabajadora del hogar en este tiempo de la covid-19, como otros empleos de escasa consideración social, ha significado una mayor exposición a las consecuencias negativas de esta pandemia; esta exposición ha traído consigo una nueva temporalidad.

Si hablamos, por último, del tiempo como horizonte, hay que decir que se trata de la imagen del tiempo que mejor describe las peculiaridades específicas del momento de irrupción de la pandemia. El comienzo del confinamiento supuso una discontinuidad en el discurrir de la vida social que se plasmó en una percepción del tiempo radicalmente diferente a la de la vida antes de la pandemia. En este periodo de crisis y convulsión -aquello que Gurvitch llamó “tiempo errático” (Subrt 2015, 338)-, varias de las reflexiones compartidas por las entrevistadas intentan ordenarse en torno a la linealidad del “horizonte presente” al tiempo que toma forma la incertidumbre ante lo que puede suceder.

Las posibilidades de muchas de ellas para redefinir el horizonte futuro están atravesadas por cómo se ha estructurado el mercado laboral en el contexto español y caracterizado el trabajo de cuidados. Como muestra el relato de Diana, el trabajo del hogar se ha constituido como nicho laboral para mujeres de origen extranjero (Gregorio-Gil 2017) y el régimen interno de cuidados se establece, por medio de las políticas migratorias, como lugar sin derechos. Las posibilidades de abandonar el sector o de poder mejorar las condiciones laborales toman forma no solo a partir de la intersección de ejes como el origen, el nivel de formación o la edad, sino también de las grietas que el trabajo colectivo de las asociaciones consigue abrir a partir de la ruptura de la frontera doméstico-público (Cherubini y Tudela-Vázquez 2016).

Reflexiones finales

La emergencia sanitaria por la covid-19, con sus circunstancias inéditas en términos de confinamiento, distanciamiento y prevención, ha agudizado la precariedad laboral del sector del empleo de hogar y los cuidados en España -de por sí ya muy vulnerable por su estructuración en términos de género, clase y extranjería-, y ha implicado unas consecuencias todavía poco exploradas por las ciencias sociales y escasamente visibilizadas en el debate público.

El inicio de la pandemia supone la constatación, para muchas de las protagonistas, de pertenecer a un sector laboral cuyas protecciones y derechos están mediados por las decisiones que se toman en el ámbito privado de las familias y los hogares. La desarticulación y la reorganización de los cuidados durante este periodo supuso para algunas la pérdida de ingresos económicos y el aislamiento social, otras se vieron obligadas a continuar trabajando y, por tanto, anteponer el cuidado de sus empleadoras/es al suyo, y muchas de ellas vivieron atenazadas por diversos miedos. La intensidad de la situación no solo las llevó a resignificar sus recorridos laborales y vitales acontecidos hasta ese momento, sino también a reconectar con antiguas aspiraciones y nuevos sueños, como la reagrupación familiar o continuar con la formación profesional para encontrar un empleo en el sector de cuidados con mejores condiciones laborales.

La propuesta de Ramos (2005) ha resultado de una gran riqueza para entender la situación que se vivió en el empleo doméstico en estos “tiempos pandémicos”. El análisis del discurso de las trabajadoras sobre las consecuencias de la pandemia en sus vidas por medio de imágenes del tiempo revela que estas distintas imágenes tienen utilidades diferentes. Por otra parte, los contextos desde los que proponemos el análisis contribuyen a visibilizar cómo la covid-19 ha afectado a nuestras vidas de manera diferenciada. La ruptura de los tiempos sociales ha sido transversal, pero al mismo tiempo el análisis de cada imagen ha puesto de manifiesto que las posibilidades de agencia se encuentran jerarquizadas por ejes como el género, la clase o la extranjería, que se intersectan y producen vulnerabilidades sociales.

Así pues, en este texto, hemos querido recuperar la temporalidad como una dimensión clave en el análisis del discurso, particularmente en momentos de cambio social. Consideramos que el estudio del tiempo en el discurso social puede revelar aspectos diversos de la experiencia de los distintos actores y aportar análisis de gran riqueza. Hemos ejemplificado esta idea en el caso de las trabajadoras del hogar, cuya posición social las expone, además, a multiplicidad de temporalidades cruzadas. Pero, en un momento como el actual, en el que la percepción del tiempo se ha modificado de forma tan brusca a nivel social, es probable que casi cualquier temática o sujeto se enriquezca con un estudio centrado en la temporalidad.

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*Este artículo muestra parte de los resultados del proyecto de investigación “El cuidado importa. Impacto de género en las cuidadoras/es de mayores y dependientes en tiempos de la Covid-19” (CUMADE), financiado por el Fondo Supera Covid-19 (Santander Universidades, Consejo Superior de Investigaciones Científicas y Conferencia de Rectores de las Universidades Españolas). Ejecutado en el año 2021 y dirigido por la Dra. Dolors Comas-d’Argemir Cendra de la Universidad Rovira i Virgili de Tarragona (España), con la participación de diez instituciones académicas españolas. Agradecemos a la Dra. Carmen Gregorio Gil de la Universidad de Granada por sus contribuciones a nuestros debates y sus comentarios al texto. Se enmarca también en el proyecto “El modelo de cuidados de larga duración en transición: estrategias políticas, familiares y comunitarias para afrontar las consecuencias de la pandemia Covid-19” (CAREMODEL), financiado por el Ministerio de Innovación y Ciencia (PID2020-114887RB-C31).

1Entre las que destaca el Subsidio Extraordinario por falta de actividad para las personas integradas en el Sistema Especial de Empleadas de Hogar del Régimen General de la Seguridad Social, capítulo 6, artículo 30 del Real Decreto-Ley 11 de 2020, 31 de marzo, Boletín Oficial del Estado n.° 91, del 1.º de abril de 2020, https://www.boe.es/eli/es/rdl/2020/03/31/11/con

2Véanse, por ejemplo, los dosieres “Migraciones, trabajos de cuidados y riesgos sociales: las contradicciones del bienestar en el contexto de la covid-19”, Revista Migraciones 55 (2021), https://revistas.comillas.edu/index.php/revistamigraciones/issue/view/1172 o “Mulheres migrantes e trabalho doméstico”, REMHU, Revista Internacional da Mobilidade Humana 30, n.° 65 (2022), http://remhu.csem.org.br/index.php/remhu/issue/view/45

3Los equipos de investigación interdisciplinarios contaron con la participación de personas expertas en los ámbitos de antropología, sociología, trabajo social, salud pública y enfermería.

4Coordinada por Silvia Bofill-Poch y Maria Offenhenden e integrada por catorce investigadoras/es de seis universidades, quienes realizaron ochenta entrevistas distribuidas por toda España.

5Corresponden a dos capitales de provincia españolas. Granada capital se encuentra al sur del país, en la Comunidad Autónoma de Andalucía, y cuenta con 228 682 habitantes (según el censo de 2022). Zaragoza capital se encuentra al norte del país, en la Comunidad Autónoma de Aragón, y cuenta con una población de 673 010 habitantes (según el censo de 2022). La información puede consultarse en https://www.ine.es/jaxiT3/Datos.htm?t=2871 y https://www.ine.es/jaxiT3/Datos.htm?t=2907

6 Salvo en los casos de Carolina y Marysol, que aceptaron usar sus nombres reales, se trata de seudónimos.

7Se define una situación laboral como de “alta tensión” cuando el nivel de exigencia es alto, mientras que el nivel de control es bajo (Salas-Nicás et al. 2020).

8Es importante señalar que este reconocimiento y, por tanto, la protección por medio de prestaciones económicas por parte del Estado, se dio después del trabajo de incidencia política que desarrollaron las asociaciones de trabajadoras del hogar durante los primeros meses de la pandemia (Comas-d’Argemir y Bofill-Poch 2021).

Cómo citar este artículo: Martínez Sevilla, Jesús, Ana Lucía Hernández Cordero y María del Pilar Tudela-Vázquez. 2023. “‘Este tiempo me cambió la vida’: discursos y vivencias del tiempo de las empleadas de hogar durante la pandemia en Granada y Zaragoza, España”. Antípoda. Revista de Antropología y Arqueología 51: 77-101. https://doi.org/10.7440/antipoda51.2023.04

Recibido: 15 de Junio de 2022; Aprobado: 12 de Diciembre de 2022

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