La vida clásica de los antepasados cuelga de los sordos muros quietos lo mismo que grandes paisajes; hay arañas y olor a eximias alacenas augustas, coloniales, llenas y vacías, vacías y llenas con recuerdos, membrillos, camisas, calzones, corpiños de mujer bonita, retratos y la utilería de los ritos cristianos.
(De Rokha, 2008, “Las casas antiguas”, 222)
En Chile, debido al impulso efectuado por diversos agentes del Estado, desde mediados del siglo XIX, la zona sur austral experimentó un sistemático proceso migratorio, escenario por el cual personas y familias provenientes preferentemente de Europa occidental arribaron ahí, provocando un proceso de inserción de influencias sociales, económicas y políticas. Es así como inmigrantes alemanes se transformaron en la colonia representativa tanto en las ciudades de Valdivia y Osorno, como en la ribera del lago Llanquihue (Almonacid 2013, 1995; Blancpain 1985; Guarda 2001, 1979, 1973 ; Held 1965). Este proceso y el análisis de sus consecuencias han producido una amplia documentación, impulsada tanto por las ciencias sociales, la historia, la geografía o la arquitectura, estableciendo consensuadamente la magnitud del impacto y las transformaciones acontecidas1.
Una de ellas es la conformación de un extenso volumen de construcciones, reconocidas socialmente como arquitectura alemana (Cerda 1987; Cherubini 2016; D’Alençon y Prado 2013; Guarda 1995, 1980, 1970 ; Guarda y Rodríguez 2013; Montecinos, Salinas y Basáez 1981), las cuales, con el transcurso del tiempo, se han valorizado y aceptado como herencia material y contribución excluyente de sujetos migrantes.
De esta manera, las arquitecturas derivadas de este proceso parecen cuestiones vistas o asuntos dirimidos y, en la eventualidad de alguna incipiente controversia, esta se resuelve raudamente sin reclamar examen o sospecha. Asimismo, cualquier atisbo de discusión a lo anunciado, a eso socialmente aquilatado como discurso, resuelta en una posición apartada y poco apoyada en su agencia. Desde esa posición, la influencia europea en la conformación de una escena arquitectural en las zonas meridionales chilenas resuena concordante con un itinerario de colonización y acarrea junto a él convenciones discursivas en favor de una posición dominante, que ofrece una acción sistemática en el tiempo y operativizada en las orientaciones disponibles para desarrollar un análisis arquitectónico. Empero, quisiéramos volver sobre ellas, revisar algunos antecedentes y, sobre todo, intentar superar la expedita asignación de clasificación de algunos de estos inmuebles, introduciendo una hipótesis desestabilizadora del escenario conocido, concerniente a que en ellos sería posible encontrar antecedentes capaces de caracterizarlas de manera singular, transitando hacia un producto cultural inédito (Browne 1988). Este solo planteamiento resulta disruptivo, pero, al amparo de la bibliografía señalada, es posible identificar un andamiaje de posicionamiento mediante el cual se asigna una extrema valoración a los aportes extranjeros al devenir de las prácticas arquitectónicas como consecuencia del proceso migratorio, propiciando una voluntad de exhibición (Horn 2022) como corolario de sujetos de éxito y prosperidad.
Insinuar la revisión de los atributos constitutivos de una catalogación arquitectónica ampliamente difundida y eficientemente reproducida para un oficioso discurso de adscripción, pareciera una operación temeraria, toda vez que los antecedentes conocidos resultan plausibles y socialmente aceptados. Sin embargo, la emergencia de un estatuto epistemológico distinto, amplio y complejo, encaminado por los movimientos decoloniales, posibilita la apertura de una vía capaz de acallar la mirada homogénea y comparativa, instalada como posición dominante, ejerciendo una coerción sobre la sociedad y repercutiendo -también- en sus arquitecturas, con el propósito de articular discursos en favor de imágenes específicas, externas y ajenas. En lo sucesivo, uno de los objetivos de este artículo será exponer los mecanismos de su implementación como dispositivo subsidiario a las ideas de progreso y modernidad emparentadas a los contingentes migrantes europeos que arribaron al sur de Chile y, al mismo tiempo, relevar cómo la ausencia de cuestionamientos impulsa un discurso de adscripción voluble y escaso en correspondencia material empírica para un conjunto de inmuebles específicos ubicados en la denominada “Zona Típica calle general Pedro Lagos de Valdivia”, signada por antonomasia como una zona icónica del proceso migratorio y sus arquitecturas. Sobre esto, y sus consecuencias hasta el presente, trata este artículo sustentado en la tesis doctoral del mismo autor.
La articulación del escrito comenzará con una exposición del escenario donde se inscribe el debate y continúa con el desarrollo teórico que permite un análisis complejo y situado, aplicable a un campo arquitectural. Más adelante se presenta el diseño metodológico de la investigación, las especificidades del caso y los aspectos tratados, apoyados tanto con evidencias bibliográficas, como con trabajo de campo. Finalmente, se exponen los hallazgos obtenidos como consecuencia de la aplicación de este modelo epistemológico sobre un grupo de inmuebles y una zona particular, lo que devela aspectos y pone énfasis en los mecanismos de exhibición y distinción implementados.
Aproximación y método
Preliminarmente, necesitamos precisar acerca de los deslindes adoptados en torno a los conceptos de modernidad y discurso, considerados gravitantes en la aproximación y argumentación del campo temático, sin pretender la adopción de una definición de amplio espectro, sino, más bien, presentar una faceta acotada, circunscrita desde y hacia la arquitectura, sin excluir las posibilidades dialógicas inherentes. Lo anterior no pretende coartar ni cercenar otras acepciones, pero sí orientar la lectura y los posicionamientos desde los cuales se formula este trabajo, reiterando la imposibilidad de ofrecer una aproximación resolutiva, toda vez que aún persisten controversias y disputas en su adopción.
También es necesario precisar la posición desde la que se sitúa la mirada de la investigación; en particular, desde el tiempo propio, es decir, el tiempo contemporáneo, esto es, siguiendo la direccionalidad propuesta por Agamben, el único tiempo desde el que es posible ejercer las acciones necesarias para neutralizar las luces de una época y, de esta forma, intentar, sin ser excluyente en el ejercicio de un análisis o reflexión, percibir su oscuridad (2011). Igualmente, esta posición aloja su justificación en el materialismo histórico benjaminiano, como una observación y atención a contrapelo de los hechos, adentrándonos en sus pliegues (Benjamin 2015, 1989), como morada del acontecimiento puro (Baudrillard y Nouvel 2001), sin considerar un tiempo cronológico e impertérrito, sino “[…] cuyo lugar no está constituido por el tiempo homogéneo y vacío, sino por un tiempo colmado de presente (jetztzeit)” (Benjamin 2018, 315)2.
A partir del siglo XVII se comienza a fraguar una visión del mundo, asociado a una mayor conciencia de las capacidades humanas, muy crítica del pasado inmediato, pero extremadamente optimista del presente y el futuro, sin constituirse en la noción de progreso como tal. Este ideario, consecuencia de procesos históricos y culturales, fue desencadenado por algunos detonantes como la ciencia moderna, el escepticismo y las reformas religiosas -tanto católicas como protestantes-, encausando un espíritu moderno, caracterizado por una connotación valórica que fustigaba el pasado y, de este modo, desprestigiaba lo antiguo. Aquella hegemonía del dominio discursivo fue cuestionada durante el periodo final del siglo XVII con la Querella entre los antiguos y los modernos (Querelle des anciens et des modernes), en la que los modernos se consideraban superiores a los antiguos, sólo por haber logrado una comprensión racional de sus leyes (Calinescu 2003). Así, los argumentos fueron colocados en crisis y la sociedad depositó en la razón su elemento fundacional, desde donde colosales tratados y enciclopedias se convirtieron en testimonios de ese pensamiento moderno, siendo herramientas con una “vocación cognitiva y pedagógica” (Depetris 2013) y embarcando a la humanidad hacia su propia emancipación y en un infinito mejoramiento social y moral (Habermas 1993 ), basado en la idea de progreso y ruptura con la historia y la tradición propuesta por la Modernidad (Harvey 1998). Esto último trajo consigo una razón manipulada y el fetiche de totalidad (Harvey 1998) presentes en el discurso de la Modernidad.
Junto a lo anterior, es posible reconocer la exuberante capacidad de instalación de la Modernidad en diversos escenarios, tal como lo expresara Montaner, incluso en un momento anterior a los ya enunciados por Habermas, articulada en una denominada conciencia de modernidad (Montaner 1999), posible de ser retratada en el instante mismo de avistamiento y arribo por parte del hombre europeo al continente americano. Será esa “conciencia” y perspectiva eurocéntrica del mundo, acoplada al encuentro/confrontación con las diferencias entre aquel hombre tradicional europeo y los pueblos originarios americanos, lo que incita su definición de identidad y, en consecuencia, su posición como sujetos dominantes, ejerciendo una coerción sobre el continente americano y sus habitantes. Esta acción coercitiva también dispone de una repercusión y concreción en los entornos materiales de las ciudades y sus arquitecturas.
Así, una perspectiva estrictamente moderna aplicada sobre el modelo de análisis y comprensión del fenómeno arquitectural en territorios colonizados ha permitido visualizar el producto material resultante de este periodo -los inmuebles- únicamente como objetos, obstaculizando la lectura de su contenido y reduciendo sus posibilidades interpretativas. Con esto presente, la tradición en el análisis arquitectónico quedó sujeta en una atención casi exclusiva al denominado “espacio arquitectónico”, concepto que acarrea junto a él convenciones discursivas. Esto no sería un hecho casual, sino más bien una acción sistemática que deja en evidencia un latente sesgo, que ha operado en orientar las opciones de análisis hacia la dimensión física y material de las obras (Giedion [1941] 1952 ; Schmarsow [1893] 1894 ; Semper [1851] 1989 ), erigiendo una brecha entre la reflexión teórica y la práctica material propiamente tal. Luego, en el siglo XX, se comienza a formalizar una tibia crítica a la racionalidad y la automatización de la producción arquitectónica desarrollada hasta la fecha, destacando la “producción de signos e imágenes” y “la ciudad como fusión de hechos e imaginación” de Raban (1998), el “regionalismo crítico” de Tzonis y Lefaivre (2012), “la arquitectura de resistencia” de Frampton (1985) y “la arquitectura es acerca del mundo, la vida y los significados existenciales” de Pallasmaa (2016). Proposiciones que abordaron la clausura autoimpuesta por el desarrollo histórico de la disciplina y su acometida moderna.
Por lo anterior y atendiendo la parcelación investigativa anunciada, adoptaremos una concepción de la Modernidad desde su dimensión filosófica, histórica y sociológica (Benjamin 2018; Calinescu 2003; Habermas 1993; Harvey 1998; Lyotard 2012; Montaner 1999), vinculada a la noción de eurocentrismo (Dussel 2011) y, sobre todo, sus alcances con la noción de civilización europea (Gruzinski 2000; Jameson 2002; Ortiz [1940] 1983 ), constituyentes de una posición dominante e impulsora de una acción discursiva (Deleuze y Guattari 2010; Derrida 2008), capaz de modelar escenarios de veracidad incuestionables. Desde ahí, y como respuesta a esa posición, los movimientos decoloniales y subalternos (Beverley 2004; De Sousa Santos 2018, 2010 ; Fanon 2009), añaden ineludiblemente un componente esencial en este andamiaje epistemológico.
A pesar del tiempo transcurrido, no se han desarrollado investigaciones que pongan su mirada en las influencias e influjos acontecidos en los territorios colonizados del sur de Chile, considerando, tal como lo señala Herrle , “todo intercambio cultural oscila siempre entre la fertilización cruzada, la adaptación y la usurpación” (en D’Alençon y Prado 2013, 10). Insinuaciones de esa transferencia han sido expuestas por Cerda (1987) en el análisis de las arquitecturas en ciudades homólogas del proceso de inmigración del sur de Chile, pero manteniendo trazas de una modernidad discursiva, debido al hincapié en los aportes extranjeros para ofrecer explicación a las consecuencias materiales del proceso. Lo anterior ratifica los encorsetamientos disciplinares y, en consecuencia, la urgencia de la aproximación ofrecida, asumiendo con ello la posibilidad del encuentro de atributos que invisibilizan, pero inherentes al mismo repertorio de inmuebles.
Esto ha operado bajo una relación de poder entre los grupos humanos involucrados, la cual, bajo estrategias desarrolladas por la sociedad, es replicada, o más bien reflejada, en esos inmuebles, advertida “[...] primero bajo la forma de un simple reflejo, furtivo y lejano; recorre en silencio los espacios del mundo” (Foucault 1968, 30). Aquí, la exclusión (Foucault 1989) se disfraza detrás de las obras arquitectónicas, manipulando los niveles de catalogación y adscripción, así como los discursos utilizados y las referencias empleadas. De esta manera, la denominada arquitectura alemana es un discurso y, en tanto discurso, se ha convertido en un accionar de poder de una clase dominante, imbuidos de la Modernidad debido a su representación cultural, cuyo sentido está dado precisamente por su contexto histórico (Núñez 2010). Entonces, la ciudad y sus arquitecturas son una plataforma de representación discursiva, reproductora del dominio social y las relaciones de poder presentes en un determinado contexto (Van Dijk 2012), que manifiestan la articulación de discursos en favor de una imagen específica.
Empero, la posición respecto a los asuntos en examen no está exenta de cuestionamientos o dificultades propias en su estudio, debido a que “algunos son propios de la experiencia común y otros se derivan de hábitos intelectuales y de automatismos de pensamiento de los que a las ciencias sociales a veces les cuesta desembarazarse” (Gruzinski 2000, 19). Estos ahogos epistemológicos tampoco fueron ajenos para Fernando Ortiz, quien, adelantándose a la matriz funcionalista de los estudios culturales predominantes de su época, participa del impulso de superación del colonialismo en América, al inaugurar una aproximación capaz de desmantelar la persuasión de las acciones discursivas modernas de orientación eurocéntrica, redibujar las diferencias entre mundos, ampliar la mirada, abordar las omisiones y develar los ocultamientos; todo lo anterior, sintetizado virtuosamente en el neologismo transculturación (Ortiz [1940] 1983 )3. Este concepto intenta modificar la concepción tradicional sobre el entendimiento de las adquisiciones e imposiciones culturales en América devenidas de los procesos de conquista y colonización acontecidos, discrepando con la perspectiva moderna hegemónica.
Por su aproximación crítica sobre las consecuencias del acto de sometimiento derivado de las conquistas europeas en América, el concepto transculturación (Ortiz [1940] 1983 ) es indispensable para comprender la conformación de la identidad cultural cubana, y por extrapolación sería posible su aplicación en otros fenómenos derivados de la conquista y colonización en otras latitudes de América Latina. Por lo tanto, siguiendo esa confrontación cultural entre Europa y el Nuevo Mundo en el siglo XVI planteada por Ortiz, existiría -según lo señalado por los autores citados- un incuestionable consenso en la inserción de una cultura foránea en el sur de Chile, debido a la inmigración europea de finales del siglo XIX y principios del XX, en que “dos mundos que recíprocamente se descubrieron y chocaron” (Ortiz [1940] 1983 , 88), lo que devela una confrontación y una disputa por el dominio simbólico de un territorio bajo acción colonizante. Si bien la transculturación (Ortiz [1940] 1983 ) interpela hacia una superación del colonialismo en América, sigue siendo un término empleado esencialmente en los estudios culturales coloniales, por lo que su adopción y aplicabilidad en escenarios diferentes a los señalados es limitado, debido a que la acción combinatoria excedería la identidad y reconocimiento de las entidades convocadas, siendo “[...] un proceso en el cual emerge una nueva realidad, compuesta y compleja; una realidad que no es una aglomeración mecánica de caracteres, ni siquiera un mosaico, sino un fenómeno nuevo, original e independiente” (Malinowski [1940] 1983, 5). Entonces, la respuesta estaría en el concepto de mestizaje (Gruzinski 2000), el cual se despliega ameno en el reconocimiento de aportes diferenciados en un mismo objeto arquitectónico, lo que le permite a ese objeto ser depositario simultáneamente de valores y atributos de diversas procedencias, orden y magnitud; en definitiva, una mezcla, sin jerarquía, sin marginalidad, ni centralidad. Lo anterior deberá ejecutarse cautelando no construir una -aparente- nueva realidad, sino, por el contrario, permitir la acogida de una diversidad y multiplicidad, emancipándose así de la noción de la Modernidad y, de este modo, admitir la exclusión y la hibridez (Derrida 2008, 2006, 1989b, 1989a ; García 2009) sobre el empobrecimiento y petrificación de las categorías de adscripción previamente establecidas.
Con ello, estos bienes materiales entendidos como capital son empleados por un determinado grupo social que necesita distinguirse y, de este modo, ejercer una dominación simbólica sobre otros, la cual actúa de manera dual, esto es, incluyendo y excluyendo simultáneamente según reglas, necesidades, significados y valores de un grupo determinado. Esto no haría más que recalcar, ahora, con una perspectiva arquitectural, que aquello se trataría de un ejercicio de dominación y del establecimiento de reglas de distinción (Bourdieu 1998), aplicados en su dimensión material4.
De esta manera, el interés por orientar el campo de trabajo de este proyecto investigativo en obras de arquitectura pretende abordar una dimensión cualitativa y ampliada del fenómeno arquitectural, incorporando para ello la complejidad trascendente de la dimensión ontológica. Con esta disposición, la atención en el ámbito doméstico de la arquitectura -nos referimos específicamente a inmuebles con destino habitacional-, se presenta como una inmejorable oportunidad para ser trabajada en colaboración con cuerpos teóricos provenientes de las ciencias humanas/sociales, perspectiva desde la cual, las “auténticas construcciones” de Heidegger ([1951] 2016 ), “el significado social del espacio” de Muntañola (2002), “la experiencia emocional del espacio” de Kaufmann (1999), la “filosofía del espacio” de Derrida (2006) y Ricoeur (2008), o la “poética del espacio” de Bachelard (2000), asoman como ineludibles en el andamiaje, reconciliando las rupturas derivadas de la tradición moderna e interpelando a la sociedad en su conjunto, tanto desde lo que declara -sus discursos-, como de la ejecución de sus bienes materiales -sus arquitecturas-.
Asimismo, la interrogación sobre la definición y construcción de espacios con una capacidad de comunicar (Barthes 1990; Bergson 2006; Eco 1999), que cuestionan el rol funcional sobre el que se analizaba el propio ejercicio arquitectónico, vendría a justificar las acciones conducentes a la sustitución del aparato teórico de la lingüística estructural y el paradigma de la comunicación por el paradigma de la significación o interpretación (Bonta 1977; Hesselgren 1973; Tudela 1975).
Por consiguiente, la comprensión del fenómeno arquitectural desde el ámbito doméstico se presenta como una inmejorable oportunidad de análisis debido a que son elementos cercanos, cotidianos y tal como lo expresan Maturana y Herrle, “la arquitectura asociada a estas influencias es uno de sus más perdurables legados, pues los edificios son testigos tangibles y duraderos, accesibles a todos de manera cotidiana” (D’Alençon y Prado 2013, 10). Entonces, la acción investigativa a través de un modelo dialógico para la arquitectura pretende evolucionar hacia una comprensión profunda y densa del espacio arquitectónico de carácter doméstico, dirigiendo una embestida hacia los pliegues de su espacialidad y asumiendo el abismo que conlleva.
La emergencia de mirar, revisar y remirar revisten un desplazamiento disciplinar y, con ello, la apertura para el transitar des-atado de los asuntos, considerando una matriz preliminar construida desde el canon arquitectónico. Junto a esto, las precisiones procedimentales y la focalización del corpus de trabajo que luego expondremos, conformado tanto por inmuebles individuales, como por la zona donde estos se ubican, permitirán ampliar las dimensiones discursivas y, en tanto, depositarias de dimensiones culturales, políticas, económicas, sociales e ideológicas.
En atención a lo señalado, la noción introducida advierte que esto no sucede ni acontece de manera tácita ni concreta, sino, más bien, resulta de eventos sigilosos y sistemáticos, efectuados por diversos agentes y en distintos escenarios, extremando los argumentos, ocultando las evidencias en favor de la injerencia de un mecanismo de encubrimiento, es decir, una ilusión, acrecentada definitivamente por un proceso de oficialización, subsidiario a la idea de valoración extrema de los aportes extranjeros a las prácticas arquitectónicas en la ciudad de Valdivia. Visto así, sería iluso rastrear eventos singulares y pormenorizados respecto de estas materias, lo cual -incluso- tendría muchas más posibilidades de decepción e infortunio al no lograr remitir a evidencias concretas lo dicho y/o anunciado. En consecuencia, asumimos una construcción discursiva, obrada en largo aliento y de manera sutil, sin generar sospechas ni cuestionamientos, introducida con contundencia, efectividad y eficacia, las cuales examinaremos en lo sucesivo.
Para operativizar lo anterior, nos apoyaremos en la noción de huella (Derrida 2008), imprescindible por su capacidad de esquivar los binomios y su respectiva asociación con las ideas de jerarquía y centralidad (p. ej., América/Europa, conquistado/conquistador, dominado/dominador, barbarie/civilización, indio/blanco, entre otros), para cuestionar la idea de origen y con ello las implicancias de procedencia presentes en los discursos de adscripciones de las arquitecturas en examen. En efecto, esta huella nos permitirá conformar un panorama de manifestaciones y sucesos que escenifiquen el territorio donde aconteció este fenómeno arquitectural, transitando desde la dimensión material -y también representacional- de la arquitectura, hacia una dimensión discursiva, entendida como un fenómeno cultural, político, económico, social e ideológico, con lo cual pretenderemos desenmascarar los instrumentos distorsionadores en favor de una idealización de las apariencias sobre, en este caso, la denominación de arquitectura alemana en Valdivia.
Todo lo anterior viene a ratificar la insuficiencia en el entendimiento del resultado de los eventos acontecidos en los territorios del sur de Chile -en particular, las obras de arquitectura-, convirtiéndose en antítesis del progreso, la modernidad y el colonialismo presentes, impugnando la acción entrometida (europea) deseosa -por medio del poder y la dominación- de homologar y transformar el territorio de arribo a su imagen/imaginario. Únicamente el cruce y entrecruce disciplinar podrían sobrepasar al objeto construido, arrojándose hacia su profundidad interior, saturando el contenido, desprendiéndose de la opaca lectura, neutralizando la dominación y las acciones persuasivas sobre ellos, y en consecuencia, reconociendo en su contenido almacenado (Bachelard 2000; Benjamin 2015; Monteys 2014; Pallasmaa 2016) la conformación de un mundo, capaz de ser traducido (Baudrillard y Nouvel 2001) y, a su vez, depositario de sentido (Deleuze 2005), como una fuerza que, sobre otras, domina el objeto (Deleuze 1986), no obstante adscripciones y discursos concebidos.
El diseño metodológico empleado en la investigación fue de tipo exploratorio, con ejecución de actividades de documentación, registro y observación, acompañado de un trabajo de campo y entrevistas a informantes claves, caracterizado por incluir registros de diferentes órdenes y magnitudes, con el objetivo de brindar una comprensión diacrónica y cualitativa del fenómeno. Las actividades documentales se basaron en la revisión de fuentes bibliográficas para exponer el escenario específico sobre el cual se construye el proceso de catalogación y adscripción enunciado de los inmuebles. Además, se consideraron fuentes documentales que permitieran relevar y demostrar la validez del repertorio de los inmuebles seleccionados, con las siguientes actividades: a) revisión bibliográfica: fuentes de primer y segundo orden; b) revisión de archivos: Archivo Nacional de Chile, Biblioteca Nacional de Chile, especialmente las secciones Mapoteca y Archivo Fotográfico, Museo Histórico Nacional, Biblioteca y Archivo Emilio Held Winkler, Laboratorio de Conservación y Documentación de la Dirección Museológica Universidad Austral de Chile; c) pesquisa y revisión de archivos fotográficos locales y/o familiares, y d) revisión de revistas de interés, en particular, En Viaje y Arquitectura y Arte Decorativo. Con el propósito de precisar en reveladores pertinentes, se focalizó la búsqueda y el análisis en elementos perdurables de los inmuebles, esto es, dimensiones que, a pesar del paso del tiempo, el estado de conservación, o incluso el nivel de alteración actual, permitan inferir que analizaremos elementos esenciales y primarios. Esta decisión se basa en el restringido material bibliográfico, fotográfico y planimétrico existente del periodo de estudio para documentar las arquitecturas y construcciones en Valdivia, limitando la opción de una lectura fidedigna de la situación inicial de los inmuebles o sus sitios. En consecuencia, se revisaron aspectos de tipo: a) constructivo, b) materiales, c) morfológico, d) espaciales y e) ornamentales. Las cuatro primeras variables han sido empleadas por diversos autores para argumentar la adscripción mencionada, justificando la opción de trabajar desde/sobre ellas.
El trabajo de campo consistió en la recolección de datos directamente del escenario donde se inscribe el corpus de análisis, considerando las siguientes actividades: a) levantamiento planimétrico de los inmuebles, b) flâneur y c) entrevistas abiertas a informantes calificados. Estas actividades tenían como propósito precisar en la recopilación de antecedentes arquitectónicos y constructivos, así como atributos de carácter sociocultural, presentes tanto en la zona como en los inmuebles. Todas ellas se ejecutaron de manera presencial, exponiendo a las personas los alcances de la investigación y formalizando sus contribuciones y permisos mediante consentimientos informados. Más adelante, se procedió a sistematizar los testimonios obtenidos en función de los objetivos planteados, complementando la información de la fase documental.
En el ámbito de lo dialógico, la investigación demandó la consulta de material bibliográfico de la disciplina troncal (arquitectura) como de las disciplinas convocadas desde las ciencias humanas / sociales (antropología, filosofía, semiótica y sociología), junto con un andamiaje teórico-metodológico complementario y subsidiario de los objetivos de investigación trazados.
De este modo, confeccionar un diseño metodológico incorporando insumos documentales, de campo y dialógicos, permitirá su aplicación en un repertorio de inmuebles seleccionados, cerniendo sus variables y obteniendo como resultado la validez o no de sus grados de adscripción y catalogación. Si los resultados no son concluyentes, el mismo modelo deberá ofrecer los insumos necesarios para proponer otra catalogación, ahora, pertinente y liberada del sesgo discursivo preliminar.
Un repertorio para la arquitectura alemana de Valdivia: Los Canelos
No fueron motivo de la investigación todos los inmuebles que, según los autores consultados, podrían ser catalogados como arquitectura alemana de Valdivia. Si bien es posible reconocer que la elaboración de un modelo más amplio sería un asunto importante, atenderemos una zona acotada particular y, por supuesto, representativa de la adscripción. En concreto, referimos a la calle Los Canelos, que se convirtió con los años en el sector por antonomasia en la adscripción señalada5. Pero esto no siempre fue así, ya que tras exhaustivas revisiones a documentos de época, el sector es escasamente mencionado por parte de los exploradores y cronistas de los siglos XIX y XX (Alfonso 1900 a, 1900b ; Domeyko 1850; Pérez [1882] 1886 ; Santos 1872; Treutler 1958, 1861 ), y cuando ocurría, era descrito como un “sector bajo”, “alejado” y “poco valioso”, contrastando drásticamente con otras zonas de la ciudad, las que eran referidas como “zonas altas” y “aptas para habitar”, particularmente, la zona interior y área fundacional (Adán, Urbina y Alvarado 2017; Guarda 2001, 1979, 1973 ; Urbina et al. 2012) de la ciudad de Valdivia. No obstante esta exclusión, su cercanía a la zona fundacional de la ciudad y su escasa ocupación habitacional, el sector ofreció respuesta a dos demandas de la época: primero, satisfacer la necesidad de suelo edificable para acoger migraciones internas (ca. 1810) y, segundo, el proceso de migración extranjera (ca. 1850), al redoblar el requerimiento para localizar a nuevos residentes, nacionales o extranjeros (Alfonso 1900 ; Domeyko 1850; Pérez [1882] 1886 ; Treutler 1958). A pesar de ello, podríamos aseverar que por años fue un lugar desatendido, a trasmano, distante y de nula consideración para efectos de una perspectiva moderna y discursiva:
Las medidas proteccionistas de la corona a favor de los indígenas -y el temor que inspiraban- no favorecen entre 1645 y 1750 el desarrollo agrícola, circunscrito a los predios inmediatos a la plaza; […] que se limita a las chacras: hacia el sur, junto al camino de los Canelos, la de “Las Mulatas”, de la Familia Castro; hacia Angachilla, las de Mejía, Matos, Valentín, Silva, Lara y Jaramillo. (Guarda 2001, 343)
Esto viene a reforzar la existencia de un cordón agropecuario en los alrededores de la ciudad (ss. XVI y XVII), denominado chacras, las cuales estaban bajo administración y explotación de españoles y criollos (Adán y Navarro 1998; Guarda 2001, 1973 ; Urbina-Araya, Adán-Alfaro y Chamorro-Palma 2017) y eran bastas y fecundas en la provisión de productos para el abastecimiento interno. Entre estas se encontraba el área de Los Canelos y Las Mulatas, amplia zona ribereña, habitada y cultivada: “Las chacras de los alrededores proporcionan productos que cubren otras necesidades: había en el distrito de la ciudad muy buenas crías de ganado mayor, menor y de serda, por ser tierra a propósito y de buenos pastos” (Guarda 2001, 51).
Y, al mismo tiempo, del sector Los Canelos se diría como ratificación de una impronta y vinculación con la ciudad interior, desestimando en la práctica la drástica separación y desconexión:
[…] como Las Mulatas, también debieron tener fuerte población nativa, a la que se debe agregar, en el sector céntrico, la de servicio; recordemos que la parroquia de San Antonio era para los naturales; que los 6000 de Rosales […] están inmersos en un medio urbano o semi urbano, cuyo radio debió extenderse a la superficie que ocupará la ciudad hasta mediados del presente siglo [s. XVI], formando una unidad con el casco descrito en el plano de 1643. (Guarda 2001, 74)
Este riquísimo panorama es alimentado por algunas evidencias complementarias que comienzan a desplazar el velo desinformativo sobre este sector y, con ello, abre posibilidades de comprensión tributaria en materias tan sensibles para el caso de ciudades americanas y sus aportes, una vez acontecidos los procesos de conquista y colonización experimentados consecutivamente desde mediados del siglo XVI: “Después de las carreras a la chilena, con caballos de Guillermo Frick Asenjo, Gustavo y Carlos Prochelle, en las canchas del fundo Estancilla, Los Canelos, […]” (Guarda 2001, 660).
Todo lo anterior apoya la imprecisa asimilación de este sector como un lugar apartado, distante y ajeno a las dinámicas ampliamente difundidas para la plaza y la ciudad de Valdivia. Si bien estos antecedentes son limitados, su sola reunión invita a una amplitud de mirada, desestimando con ello las clausuras modernas y la posibilidad cierta de un escenario complejo, acumulativo y sedimentado en un sector donde décadas después -y bajo una atenta ejecución discursiva- se incentivó un ejercicio de posicionamiento y esplendor del sector escogido (ca. 1980-1990), asunto reafirmado con expresiones tales como, “[…] no dudamos en calificar esta calle como la reserva más importante del patrimonio cultural, arquitectónico y turístico de Valdivia, el cual, preservado […] puede constituirse, en un caso único en el país” (Guarda 1980, 27). En relación con la trascendencia de esta área para la instalación y desarrollo de un discurso para consolidar un enclave de influencia “alemana” y por asociación “europea”, podemos recurrir a descripciones tales como “[…] traspuesto el Torreón, una puerta rastrillo, el canal de desagüe de la laguna, con su ‘artificio’ y puente levadizo, conducía al acceso sur de la ciudad, bordeado de chacras y quintas, de las cuales las del lado poniente daban al río” (Guarda 1980, 27). Complementa la frase anterior una descripción del ambiente urbano percibido en la década de 1850, en la que “[…] diversos propietarios eligen el lugar para instalar talleres cómodamente servidos por la navegación fluvial y controlados por el dueño, cuya casa da a la calle” (Guarda 1980, 27). Probablemente, las citas anteriores terminaron por inundar cada intento posterior, consolidando una acción discursiva en favor de establecer un sitio con singulares características y sustancial valor arquitectónico, concretado en 1991 con la declaratoria de la Zona Típica de la calle General Pedro Lagos de Valdivia (Chile 1991) como monumento nacional6.
Anunciado el escenario, corresponde delimitar la cobertura, escogiendo un conjunto de inmuebles ubicados en el segundo tramo de la Zona Típica de la calle General Pedro Lagos de Valdivia, en concreto, según la proposición de los autores consultados (D’Alençon y Prado 2013; Guarda 2001, 1980 ; Guarda y Rodríguez 2013), inmuebles que hayan sido incluidos en catastros debido a su asociación con inmigrantes alemanes en el Sur de Chile. Exponemos una tabla comparativa (tabla 1) con las fuentes bibliográficas especializadas en las que se detectan y cotejan cada uno de los inmuebles. La diversidad de resultados viene a reclamar las diferencias sobre los criterios y valoraciones posibles de consolidar para estos inmuebles según lo expuesto: en Guarda (1980) con 14 inmuebles; en el Decreto Supremo 89 (1991) con 13 inmuebles; en la Ordenanza Local del Plan Regulador Comunal de Valdivia (2004) con 18 inmuebles; en Universidad Austral de Chile y Diagnóstico del patrimonio cultural. Región de Los Ríos con 33 inmuebles y Guarda y Rodríguez (2013) con 6 inmuebles. Así, considerando el valor de la mediana, podemos identificar sólo 15 inmuebles que están mencionados en 3 o más de estas catastros, que logran casi coincidir con la mediana establecida para un universo total de 43 casos, acotando este catastro y, al mismo tiempo, estableciendo una correspondencia aritmética de recurrencias, sin que ello signifique coincidencias arquitectónicas, cronológicas, constructivas y/o socioculturales, sino más bien sólo un enmascaramiento de limitación para poder ejecutar un análisis pormenorizado con inmuebles que tengan algún grado de continuidad entre diversos catastros.
Tabla 1. Tabla comparativa de catastros de inmuebles
| ID | Nombre | Calle | N.º | Guarda (1980) | Declaratoria Zona Típica (1991) | I. Municipalidad de Valdivia (2004) | UACh (2009) | Guarda y Rodríguez (2013) |
| a | b | c | d | e | ||||
| 01 | Casa 837 | General Lagos | 837 | * | ||||
| 02 | Casa Gaete García | General Lagos | 891 A | 1 | ||||
| 03 | Casa Lopetegui Mena | General Lagos | 891 B | 1 | 1 | 1 | 1 | |
| 04 | Casa Von Stillfried | General Lagos | 911 | 1 | 1 | 1 | 1 | 1 |
| 05 | Casa Werkmeister | General Lagos | 965 | * | * | * | ||
| 06 | Casa Monje Anwandter | General Lagos | 985 | 1 | 1 | 1 | 1 | 1 |
| 07 | Hogar Villa Virginia UACh | General Lagos | 1001 | 1 | 1 | 1 | ||
| 08 | Casa Ehrenfeld | General Lagos | 1107 | 1 | 1 | 1 | 1 | |
| 09 | Casa Río, Conj. Behrens | Pasaje Behrens | s/n | * | * | |||
| 10 | Casa A, Conj. Behrens | Pasaje Behrens | 60 | 1 | 1 | 1 | 1 | 1 |
| 11 | Casa B, Conj. Behrens | Pasaje Behrens | 81 | 1 | 1 | 1 | 1 | |
| 12 | Casa Interior, Conj. Behrens | Pasaje Behrens | s/n | * | * | |||
| 13 | Casa Bartsch | General Lagos | 1271 | * | ||||
| 14 | Casa 1551 | General Lagos | 1551 | * | * | |||
| 15 | Casa 1757 | General Lagos | 1757 | * | ||||
| 16 | Casa 1845 | General Lagos | 1845 | 1 | ||||
| 17 | Conjunto Haverbeck Skalweit | General Lagos | 1927 | 1 | 1 | 1 | ||
| 18 | Casa 2041 | General Lagos | 2041 | 1 | ||||
| 19 | Casa 850 | General Lagos | 850 | 1 | ||||
| 20 | Casa 856 | General Lagos | 856 | 1 | ||||
| 21 | Casa Cite | General Lagos | 890 | 1 | 1 | |||
| 22 | Casa Noelke Pausenberger | General Lagos | 990 | 1 | 1 | 1 | ||
| 23 | Conjunto Riquelme B | General Lagos | 1006-1018 | 1 | 1 | 1 | 1 | |
| 24 | Casa Pausenberger | General Lagos | 1036 | 1 | 1 | 1 | ||
| 25 | Casa Eggers | General Lagos | 1064 | 1 | ||||
| 26 | Casa 1118 | General Lagos | 1118 | 1 | ||||
| 27 | Casa Hoffmann Huber | General Lagos | 1190 | 1 | 1 | 1 | 1 | 1 |
| 28 | Casa Commentz Hoffmann | General Lagos | 1194 | 1 | 1 | 1 | 1 | 1 |
| 29 | Casa Möller | General Lagos | 1334 | 1 | ||||
| 30 | Casa Schuller | General Lagos | 1352 | 1 | 1 | |||
| 31 | Casa Weiss | General Lagos | 1394 | * | * | |||
| 32 | Casa 1448 | General Lagos | 1448 | 1 | 1 | |||
| 33 | Casa Liewald | General Lagos | 1452 | 1 | 1 | 1 | ||
| 34 | Hogar Leiva Mella, UACh | General Lagos | 1470 | 1 | 1 | |||
| 35 | Casa 1480 | General Lagos | 1480 | 1 | ||||
| 36 | Casa 1550 | General Lagos | 1550 | 1 | ||||
| 37 | Casa Harwart | General Lagos | 1608 | 1 | 1 | |||
| 38 | Casa 1638 | General Lagos | 1638 | 1 | ||||
| 39 | Casa Krammer | General Lagos | 1654 | 1 | ||||
| 40 | Casa 1748 | General Lagos | 1748 | 1 | ||||
| 41 | Casa Pérez Yoma | General Lagos | 1768 | 1 | ||||
| 42 | Casa Haverbeck I | General Lagos | 2026 | 1 | 1 | 1 | ||
| 43 | Casa Haverbeck II | General Lagos | 2050 | 1 | ||||
| Total | 14 | 13 | 18 | 33 | 6 | |||
Nota 1: (1) inmueble aparece en fuente bibliográfica. (*) Inmueble aparece en fuente bibliográfica pero no existe en la actualidad. Columnas: a: Conjuntos urbanos históricos arquitectónicos, Valdivia, ss. XVIII-XIX (Guarda 1980); columna b: declaratoria de Zona Típica de la calle General Pedro Lagos (Chile, Decreto Supremo N.º 89 1991); columna c: inmuebles de conservación histórica en Plan Regulador Comunal de Valdivia (Chile, Ordenanza Local, Plan Regulador Comunal de Valdivia 2004); columna d: Diagnóstico del patrimonio cultural. Región de Los Ríos (Witker et al. 2010); columna e: Casas de Valdivia: herencia alemana (Guarda y Rodríguez 2013).
Nota 2: se individualiza cada inmueble con un código numérico y asignando un valor de uno (1) por cada mención. Se ha desestimado incorporar en el trabajo menciones respecto a los años de construcción de cada inmueble, debido a que la información no se dispone para la mayoría ellos y, de existir, no ha podido corroborarse por otros medios, razón por la cual las fechas podrían ser imprecisas.
Fuente: elaboración propia, 2024.
Además de lo anterior, depuraremos este registro con los inmuebles listados en la tabla 1 y que aún se encuentran construidos, para reducir la especulación sobre asuntos difícilmente constatables de manera empírica en el tiempo presente, de modo tal que el análisis refiera a lo que acontece (Horn 2022), por encima de la recursividad discursiva avisada en párrafos anteriores. De esta manera, la figura 1 identifica y espacializa los 27 inmuebles disponibles en el área y la figura 2 expresa su conformación volumétrica.

Fuente: elaboración propia mediante el software Autodesk Autocad 2024 en su versión educativa, a partir de la base cartográfica vectorial proporcionada por la Ordenanza Local del Plan Regulador Comunal de Valdivia, 2024.
Figura 1. Ubicación de inmuebles
Las curtiembres son un asunto capitalista y de refinamiento
Aun cuando en Chile la industria del refinamiento de pieles naturales y la confección de cueros tienen una extensa tradición, en la ciudad de Valdivia lograría su mayor expresión comercial sólo hasta el arribo de los inmigrantes alemanes (Bernedo 1999; Blancpain 1985; Guarda 2001)7, quienes introdujeron una innovación productiva al añadir corteza de lingue (Persea lingue), debido a su alta concentración de taninos, lo que impulsó su crecimiento general para situarse como uno de los cuatro rubros productivos relevantes de la ciudad (Bernedo 1999; Pérez 1894)8. Instaladas las bases productivas y unos primeros años con un discreto volumen de comercialización amparado casi exclusivamente en una demanda local y nacional, la industria adquiría un explosivo crecimiento mediante la suscripción de sendos acuerdos comerciales, en específico, en 1862 con una línea de cabotaje directa entre Valdivia y Valparaíso y, en 1872, una ruta de tráfico marítimo entre Valdivia y Hamburgo (Bernedo 1999). Ahora, decididamente encaminada por los inmigrantes alemanes, la industria de los cueros adquiría relevancia en la sociedad valdiviana (Bernedo 1999; Guarda 2001; Kassai 2000; Pérez 1894).
El impacto no solo radicaría en el número de fábricas, sino también -y quizás de manera trascendente- en su organización capitalista, esto es,
[…] que las curtidurías fundadas por los valdivianos-alemanes, ya hacia la década de 1880, estaban organizadas como fábricas, es decir, como empresas modernas, que disponían de maquinarias movidas por vapor y electricidad, que pagaban salarios en efectivo y que, en al menos un caso, aplicaban el concepto de productividad en este ámbito. (Bernedo 1999, 25)
En consecuencia, a principios de la década de 1900 la industria de la tenería lograba posicionarse como la mayor empleadora de la región (Bernedo 1999) y en años siguientes emprendía un proceso de decaimiento por diversos factores9. Este contraste en un reducido periodo de una actividad económica fuertemente impulsada por la comunidad de alemanes en Valdivia resultaría determinante, así como las implicancias del tránsito social entre ambas condiciones en un escenario de colonización.
De manera complementaria, la recopilación y empadronamiento en Colonia alemana de Valdivia 1891 (Soto 1986) señala algunos rasgos centrales sobre las actividades y oficios ejecutados por los residentes del sector Los Canelos. De ellos, las actividades realizadas con mayor recurrencia hacia fines del siglo XIX eran las asociadas a las curtiembres y curtidores, así como también la carnicería, la herrería, la cerrajería y/o la contaduría. Todas ellas tienen un carácter singular, vinculado a actividades comerciales de menor impacto y rentabilidad económica (Almonacid 2013; Bernedo 1999) para el escenario capitalista que se deseaba instalar por la vía de los inmigrantes alemanes avecindados en la ciudad. Lo anterior es ratificado con anuncios de publicidad de las actividades ejercidas en el sector, constatando que las curtidurías eran las más distintivas y recurrentes. Todo esto nos permite consolidar con precisión algunos rasgos centrales del carácter y vocación del lugar hacia fines del siglo XIX. En concreto, las curtiembres, junto a su proceso productivo fueron agrupadas sistemáticamente en este sector de la ciudad con motivo de las externalidades negativas, en particular, los desechos como consecuencia de la elaboración eran arrojados, tanto a los cursos fluviales en formato de líquidos lixiviados, como a la atmósfera mediante la emanación de vapores y fuertes olores.
Si bien estas evidencias ofrecen un panorama asociado a la industria de la tenería en Valdivia, emplazada en distintas zonas, hubo un sector que conglomeró una mayoría y consolidó un enclave productivo, donde las curtidurías y los servicios derivados dominaban el ámbito industrial:
Existen 23 establecimientos de curtiduría, una gran fábrica de calzado a vapor i tres fábricas de cola que utilizan residuos de las pieles. En los Canelos se encuentran las curtidurías de los señores Jerman Ehrenfeld, Schüler Hermanos, Jorje i Cárlos Martin, Rudolfo Beckdof, Jorje Haverbeck, (paralizada en la actualidad), Adan Nelcke, Sebastian Werkmeister, Anwandter Hermanos, Teodoro Pausenberger i Julio Lopetegui. Los señores Schüler Hermanos i Alberto Haverbeck poseen allí mismo establecimientos para el beneficio de animales i la preparacion de cecinas. (Pérez 1894, 12)
A pesar de esto, desde una perspectiva de posicionamiento urbano y social, el panorama para el sector fue menos auspicioso debido a que las familias emergentes alemanas que desarrollaban actividades de mayor impacto y envergadura económica, es decir, aquellas asociadas a la explotación maderera de los bosques cercanos, la industria de elaboración y comercialización de cerveza y destilados, la de confección de zapatos y la industria naval de astilleros, privilegiaron los sectores de Isla Teja, Las Ánimas o Collico para ubicar sus fábricas y también sus viviendas. Esto dejó evidencias sustanciales de que lo acontecido en el sector Los Canelos podría referir a asuntos menos habituales respecto de aseveraciones endosadas a la totalidad de la comunidad de inmigrantes alemanes en Valdivia. Resulta sugerente, y al mismo tiempo alimenta la sospecha de un asunto inconclusamente revelado, la constatación de un entorno fraguado entre curtiembres, pieles, sangre, putrefacción carnal y envolturas orgánicas. Visto así, la calle apreciada en los registros históricos no sólo es una calle donde deambulan las gentes de Valdivia y sus recientes vecinos, sino también una donde circulan pieles, una calle donde estas no parecen estar expuestas ni reveladas. Indicios de un artilugio de encubrimiento.
De esta manera, el sector es relevante en la conformación del mecanismo de persuasión, así como también las evidencias que lo acompañan, sindicando un escenario de pestilencia y putrefacción, condiciones indignas para una imagen pulcra del emprendimiento capitalista alemán y la sofisticación europea que tanto se deseaba transmitir en las ciudades bajo procesos de inmigración. No cabe duda de que se trataba de una ciudad industrial, pero dentro de ese escenario, algunas actividades eran despreciables o, al menos, ameritaron un tratamiento especial al designar un sector para su desarrollo y poder controlar la diseminación de olores y externalidades por toda la ciudad. El sector escogido fue el de Los Canelos.
Hallazgos
Ahora, con las evidencias expuestas y la constatación empírica de que el escenario sobre el cual se concretaron los inmuebles ubicados en el sector Los Canelos difiere de un sublime y prolífico panorama económico vinculado por antonomasia a las familias inmigrantes alemanas en Valdivia, el examen de estos inmuebles implica asechar la escena hasta revelar las trazas de lo que efectivamente acontecía ahí, aun cuando esos inmuebles se exhiban disímiles y cómplices. Las condiciones históricas y materiales parecen impulsar una voluntad de transgresión y, con ello, la concreción de un mecanismo expiatorio capaz de manifestar aquello impropio.
Entonces, vueltos a mirar, según la figura 3, en los inmuebles pueden identificarse las siguientes expresiones materiales en sus revestimientos, en que las mayores recurrencias son la madera lisa y el metal en planchas, que reúnen el 84 % de planos verticales de fachadas. Lo anterior pareciera ser concluyente respecto de una distribución equitativa, dejando en entredicho el anuncio de un mecanismo de envolvimiento y apariencia si la madera lisa -asociada a materiales locales de reducida elaboración- es aún muy representativa.
Pero esta misma circunstancia, recostada sobre una estrategia de abultamiento y saturación, anuncia la presencia de un encubrimiento. Volvemos a revisar el repertorio, esta vez, prescindiendo de las cuantificaciones brutas para examinar su espacialización y, además, su relación con el entorno inmediato, donde el total de fachadas principales están representadas en un 66 % por metales, relegando a las maderas a las ubicaciones laterales y/o posteriores de los inmuebles y con ello eximiéndolas de la vía pública y la exposición simbólica. El repliegue de la madera abre las posibilidades, en particular, de la inclusión de metales como refinamiento y elementos de distinción en un específico entorno sociocultural y arquitectural. Complementa esta evidencia, que el 85 % de los inmuebles (22 de 27) tienen decorados exteriores en la fachada principal, los cuales se presentan en formatos y geometrías diversas e introducen remarcados de aristas, bordes, cornisas, o algún sobrerrelieve. Todo esto puede apreciarse en la figura 4, en la que se representan los planos de fachada identificados con metales y decorados exteriores, y se indica la correspondiente ubicación de estos en relación con la orientación hacia la vía pública.

Fuente: elaboración propia mediante el software Autodesk Autocad 2024 en su versión educativa, a partir de datos obtenidos en trabajo de campo, 2024.
Figura 3. Diagrama de recurrencias de variables en los inmuebles analizados

Fuente: elaboración del autor mediante el software Autodesk Autocad 2024 en su versión educativa, a partir de datos obtenidos en trabajo de campo, 2024.
Figura 4. Recurrencia de metales y decorados exteriores en inmuebles
De este modo, el panorama analizado ha cambiado de fisonomía, entonces -vueltos a mirar- los inmuebles han fijado una exterioridad entendida como una imagen proyectada, un discurso enunciado y, así, una apariencia ambicionada, ejecutada por unos embajadores de progreso, quienes, imputados por una voluntad de posicionamiento y reconocimiento en la estructura social de la ciudad, subvierten las condiciones materiales del sector de residencia caracterizado por la elaboración de pieles, su pestilencia y putrefacción mediante un mecanismo expiatorio y, al mismo tiempo, compensatorio. Para ello, recurren a un artilugio caracterizado por el advenimiento de los revestimientos basados en metales (Gredig 1985; Horn-Morgenstern 2024; Villagra 2019) y los ornamentos exteriores superficiales, asistiendo la conversión encubierta de las pieles orgánicas elaboradas en el sector como vehículo económico y prosperidad familiar en unas pieles arquitecturizadas. En definitiva, estas nuevas pieles son las comisionadas a completar el proceso, al encubrir las denunciadas condiciones materiales de sus ocupantes y, en el instante, exponer hacia la vía pública y la atenta mirada de los transeúntes, aquellos atributos capaces de arrogar distinción y nobleza.
Para transitar hacia su concreción debemos revelar el doble encubrimiento empleado, por un lado, el envolvimiento de las impuras labores productivas del sector carentes de impacto y envergadura en la dimensión de progreso y modernización y, por otro, el encubrimiento de ellas mismas empleando diferentes formatos, tamaños y ejecuciones dentro del acotado repertorio de análisis, sin embargo, nos permiten asumir la condición inequívoca de su validación. Son tan diferentes entre ellos, imposible de rastrear un patrón u horma, en que, detrás de toda esa heterogeneidad, se encubre un dispositivo de modelamiento arquitectural basado en la simulación y el disfraz. Sería un asunto paradójico, para una agencia colonizadora, continuar trabajando los mismos cueros y pieles como lo haría cualquier manufacturero local, reduciendo las diferencias entre clases y situando a los nuevos vecinos alemanes como iguales o, al menos, una fracción de ellos, específicamente, quienes vivían o trabajaban en el sector Los Canelos de Valdivia.
No obstante lo señalado, la noción de pieles arquitecturizadas impugna el estado ambicionado del repertorio y, al mismo tiempo, concilia los frustrados deseos de una distinción material, asimilada como aquella que permitiría la participación en un escenario dignificado y hereditario, esta vez cristalizado en objetos arquitectónicos. Sin embargo, las acciones en favor de este enmascaramiento bajo la modalidad de decorados exteriores superficiales (Horn-Morgenstern 2024), no son capaces de saturar el inmueble en contenido y significado, por el contrario, acaban con su desnudez total.
Así, aristas y contornos perfilan un artilugio en el que la arquitectura de las pieles se convertiría, años más tarde, en la arquitectura alemana de Valdivia, transfigurando su impronta y los motivos de su aparición. Esta noción funda una comprensión dialógica en unos inmuebles edificados en la ciudad de Valdivia entre fines del siglo XIX e inicios del XX, en que la agencia de colonización, el emprendimiento individual, el desarrollo de un capitalismo periférico, el deseo de distinción y la voluntad del origen noble, forzaron una expresión material heterogénea en la forma y homogénea en el fondo, con el objetivo de construir ascenso y posición social. Si bien no es posible desatender la existencia y desarrollo de una clase alta capitalista dentro de los inmigrantes alemanes de Valdivia, aquellos antecedentes no son motivo suficiente para su endoso a sectores como Los Canelos (calle General Pedro Lagos) en Valdivia. Todo lo dicho no embiste ni reprocha lo acontecido, por el contrario, se observa de manera comprensiva y únicamente consecuente respecto de una vorágine introducida por determinados sujetos y grupos sociales desde mediados del siglo XIX en el sur de Chile.
Conclusiones
Aunque la categoría arquitectura alemana en Valdivia pueda ser vinculada a diversos inmuebles y locaciones en el escenario de Valdivia, lo acontecido en la calle General Pedro Lagos -Los Canelos- resulta relevante, toda vez que aquel lugar se ha convertido por antonomasia en la categoría señalada. Este asunto, refrendado por la acaparada atención general, la valoración social del sector y los innumerables trabajos en esta área, no ha tenido parangón ni rivalidad con otro sector de la ciudad, por lo tanto, el lugar continúa siendo relevante respecto a los asuntos señalados. Pero, tal como hemos revisado, la construcción discursiva es consecuencia del despliegue de un mecanismo sigiloso, pero extremadamente efectivo si estimamos suficientes las consideraciones iniciales, con el convincente propósito de ser ejecutado para obtener una determinada posición social dentro de la escena social de una ciudad bajo influencia migrante. Sin embargo, el mecanismo estaba incompleto debido a la carencia de una unidad formal capaz de aglutinar todos los inmuebles del sector de manera congruente para los propósitos señalados, en los que, mirando pormenorizadamente, algunos tienen coherencia morfológica o material, otros coherencia tipológica, otros una correspondencia programática, o incluso, los menos, una correspondencia organizacional de los recintos interiores, así como categorías asignadas por diversos autores, pero, en definitiva, sin disponer ni arrojar rasgos amplios y contundentes en relación con estos supuestos. Todo lo anterior incidió en el impulso de interpretaciones y en la dotación de explicaciones distantes de lo observado, apresurando conjeturas e inscribiendo atributos de cuestionable validez empírica, asunto afecto en los catastros revisados previamente, que escindieron así las posibilidades de erigir un repertorio eficaz para dichos propósitos y, sobre todo, capaz de aunar criterios y evidencias parciales enmascaradas de generalidad, subsidiarias al mecanismo. Esto último podría considerarse un fracaso y la imposibilidad de esclarecer el repertorio si se mantiene una comprensión bajo preceptos similares, al insistir en la adscripción y forzar la catalogación.
En el ámbito arquitectural, cada inmueble tiene sus propias voluntades y motivaciones de concreción, en las que surgen adecuaciones, adaptaciones y particularidades, por lo que tentar las posibilidades de establecer determinadas variables como sucesos fácticos de manera congruente y general sería más bien desesperante e impreciso. Así, el discurso de la arquitectura alemana de Valdivia quedó aferrado a todas aquellas variables y atributos ausentes, empero, justamente aquella ausencia permitió el surgimiento del discurso social y el posterior proceso de adscripción hacia lo señalado. No obstante, el mecanismo guardaba otra dimensión, con la cual podría hacer frente a esto y contribuir eficazmente al proceso expiatorio. En definitiva, lo que opera en el repertorio bajo los preceptos de adscripción y catalogación de los objetos de la sociedad moderna en este universo concreto, es esa idea de colección (Baudrillard 2010). Es decir, sobre la evidente limitación para conformar un repertorio de arquitectura de clase e inmigrante para su valoración y exhibición social, se subvierte su carencia mediante el mecanismo expiatorio presentado, esgrimiendo con ello un discurso basado en lo ausente, esto es, afianzarse sobre atributos y características no identificables en los inmuebles, como sería el anhelo de ser construidas por carpinteros alemanes, la inclusión de técnicas y elementos importados directamente por sus propietarios, así como la decisión de replicar morfologías y estilos originarios desde sus distantes lugares de procedencia. Estos atributos, por cierto, son la base de las argumentaciones conocidas y sobre las cuales el repertorio ha aquilatado su validez social y disciplinar.
Sin embargo, como hemos revisado, tanto la replicabilidad de condiciones morfológicas y tipológicas son asuntos de dudosa trazabilidad como para ser considerados netamente foráneos y, en particular, alemanes. Más bien, la falta de evidencias que las sustenten en el repertorio examinado permite cuestionar la permanente alusión en el discurso. En definitiva, la colección viene a completar el proceso expiatorio, encubriendo las condiciones materiales y económicas de sus habitantes, exponiendo con amplitud y acaparamiento que las estrategias fueron aplicadas en las fachadas principales y, de esta manera, lograron posicionar visible y públicamente aquellos atributos materiales capaces de arrogar distinción y nobleza. Todo esto como antesala a una construcción discursiva.
Vistos de otro modo, los conceptos de impureza y pieles arquitecturizadas llegan a impugnar el estado expiatorio dentro del repertorio bajo la consideración de una mirada profusa, desprejuiciada y que excede el objeto arquitectónico en sí. En este instante podemos verificar la consistencia argumental de los conceptos introducidos como asuntos aglutinadores de una voluntad y deseo arquitectural ejercido por un grupo de sujetos con limitadas condiciones económicas, ya sea para permanecer o ascender en la estructura social de la ciudad. Las limitaciones señaladas incluyen, por cierto, la posibilidad de financiar la participación de un profesional arquitecto para el diseño de estas viviendas, asunto que ratificaría la posición y se enlaza consistentemente con los exiguos empadronamientos de arquitectos en la ciudad y, por el contrario, un número muy significativo de constructores y carpinteros, acreditados de diversas procedencias y orígenes, lo que multiplica las posibilidades.
Así, la pureza -entendida como un discurso de adscripción para la arquitectura- es un simulacro de ocultamiento, en el que los recubrimientos y la conformación de una colección operan como un talismán arquitectural, mediante la búsqueda de un signo capaz de convertir a un inmueble en un objeto de distinción. Dicho de otra forma, el gesto de recubrimiento es la expiación en la arquitectura, la cual instala el mito de origen respecto de una procedencia pulcra e incólume, lejana y foránea, distanciando lo situado de lo figurado. Todo este proceso, análogo a un simulacro de procedencia, viene a ratificar un movimiento inerte, encubriendo la trazabilidad y los antecedentes de unos inmuebles específicos en el entorno de una ciudad inserta en el crisol de la Modernidad que significó el proceso de colonización e inmigración extranjera en el sur de Chile desde mediados del siglo XIX.
Frente a lo expuesto, las acciones circunscritas al sector de Los Canelos, y con ello la instauración de un discurso en favor de una valoración e inscripción de un conjunto de inmuebles como arquitectura alemana en Valdivia, vendría a constituirse como un enclave y un entorno de valoración, más que por razones empíricas que sustenten los argumentos. Así, el enclave viene a clausurar los posibles cuestionamientos o incluso a desanimar la audacia de eventuales revisiones debido a que se erige como un corpus dominante y subsidiario, en el que lo acontecido en su interior responde a unas ideas generales, socialmente aceptadas y con altos grados de subsidiaridad entre sus partes comprometidas, es decir, el colectivo de inmuebles opera como una única unidad, por consiguiente, si en alguno de los casos las evidencias y variables no son muy elocuentes, son las del conjunto las endosadas y con ello contribuyentes a la membresía.
De esta manera, la Zona Típica calle General Lagos de Valdivia y, con ello, la arquitectura alemana de Valdivia, vienen a resguardar y conservar las ideas emanadas de la Modernidad respecto a un grupo de sujetos -los inmigrantes alemanes- que emprendieron una aventura al otro lado del mundo, dejando atrás las pocas comodidades que aún disfrutaban en su país de origen, arriesgando los limitados recursos disponibles para apostarlos en un lugar desconocido, pero que les permitió un nuevo comienzo. Será justamente este nuevo comienzo la matriz de las acciones emprendidas, que desplaza a los locales, se apodera de los medios de producción y con ello aumenta las riquezas propias. Se convierte en un potente crisol de nuevas oportunidades, mejora sus condiciones sociales y económicas e impulsa la voluntad de exhibición de logros y dominio adquirido, irradiando a ciudadanos de éxito y emprendimiento individual, quienes vieron en la arquitectura y sus viviendas un escenario propicio de cristalización. En definitiva, las pieles arquitecturizadas (figuras 5 y 6) asoman como una condición dialógica entre asuntos manifiestos y latentes, buscan su posibilidad de acontecer en ese instante cuando se ausenta la semejanza y las forzosas homologaciones hacia asuntos ajenos, y favorecen el asomo de un miramiento sobre sí mismo, es decir, sobre su posición en el mundo.
















