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Revista Científica General José María Córdova

versão impressa ISSN 1900-6586

Rev. Cient. Gen. José María Córdova vol.12 no.14 Bogotá jul./dez. 2014

 

La última enfermedad, los últimos momentos y los funerales del Libertador Simón Bolívar por su médico de cabecera el Doctor A. P. Reverend

París: Imprenta Hispano-Americana de Cosson y Comp
Calle Dufour - Saint - Germain, 43, 1866

Reseña escrita por Alexander Montero *

* Asesor político de la Embajada de Palestina


El libro La última enfermedad, los últimos momentos y los funerales del libertador Simón Bolívar es una pieza histórica de invaluable valor. En ella se presentan no solo las reflexiones de primera mano del médico de cabecera del Libertador Simón Bolívar sobre la evolución de su enfermedad terminal, sino también deja entrever el pesar de los allegados por la muerte del ilustre prócer y la representación simbólica de su partida para la patria.

Por esta razón, la introducción del libro es una carta escrita por Miguel Vengoechea y dirigida al señor doctor Alejandro Próspero Reverend, en la que resalta el interés latinoamericano logrado por la trascendencia política de los detalles descritos en la obra, así como la vigencia del pensamiento de Bolívar. La reflexión que mejor puede reseñar el espíritu de la obra es aquella que Vengoechea trae a colación: “Bolívar ha aparecido más grande en su genio y en su raro desprendimiento y todo lo que se relaciona con su historia despierta vivamente la atención pública”.

La primera parte del libro constituye la memoria médica de los últimos días del Libertador. Está compuesta por el “Diario sobre la enfermedad que padece S.E El Libertador y sus progresos y disminuciones y Método curativo seguido por el Médico de Cabecera Dr. Alejandro Próspero Reverend”, integrada por 33 boletines en los cuales se detalla la evolución de la enfermedad del Libertador. En estos es posible ver el constante decaimiento, la profunda enfermedad pulmonar y la transición del Libertador entre la conciencia y el desvarío, que sin embargo no logró mermar la imagen del gran hombre. Así, Reverend cierra su último boletín con la apesadumbrada frase “A las doce empezó el ronquido, y a la una en punto expiró el Excmo. Señor Libertador, después de una agonía larga pero tranquila - San Pedro. Diciembre 17, a la una del día. - REVEREND”.

La segunda parte de la obra revela la “Autopsia del cadáver del Excelentísimo Señor Libertador General Simón Bolívar”. Así, el médico de cabecera del Libertador narra con copiosa exactitud los procedimientos de la autopsia practicada y los hallazgos relacionados con las causas de la muerte del Libertador. En presencia de los señores generales Mariano Montilla y José Laurencio Silva, la inspección del cadáver se referencia por medio de los estudios del cuerpo, la cabeza, el pecho y el abdomen. La conclusión a la que se llega es definitiva: “Según este examen, es fácil reconocer que la enfermedad de que ha muerto S.E. el Libertador era en su principio un catarro pulmonar, que habiendo sido descuidado pasó al estado crónico y consecutivamente degeneró en tisis tuberculosa”.

En las postrimerías de la segunda parte, luego de revelar los detalles de la autopsia, una anécdota muestra simultáneamente las bajezas en contra de Bolívar confrontadas por la grandeza de su imagen. Reverend menciona que a la hora de vestir el cadáver del Libertador, y revisando las piezas de vestido que fueron dispuestas, encontró rota la camisa que llevaría Bolívar en el sepulcro, ante lo cual afirma: “No pude contener mi despecho, y tirando la camisa exclamé: Bolívar aún cadáver no viste ropa rasgada, si no hay otra, voy a mandar por una de las mías”. Este episodio es resuelto por el mismo Reverend, quien detalla que

En primer lugar esta penuria puede sorprender y molestar a la vez a los que simpatizan con el Héroe Colombiano; pero impresión tan penosa se desvanece muy pronto, cuando se considera que esta misma escasez hasta en sus recursos pecuniarios era el resultado de los innumerables sacrificios que nunca excusó el Libertador para dar patria a unas cuantas nacionalidades de Sur América, y sirve mas bien para glorificar y popularizar el nombre de Bolívar.

La tercera parte del libro se concentra en narrar los “Detalles muy interesantes ocurridos entre el Libertador y su Médico de cabecera”. En realidad, el título se queda corto, pues el aparte es generoso en anécdotas no solo entre el Libertador y su médico, sino también entre el Libertador y los generales que le acompañaron. También se dedica una buena parte al infortunado episodio en el cual al médico del Libertador, luego de haber rechazado cualquier tipo de cobro por los servicios prestados, rechazó también el cargo ofrecido de Cirujano Mayor del Ejército. Convencido por el señor general Montilla de aceptar el cargo Ad Honorem, a Reverend nunca le fue entregado el despacho como tal y, por el contrario, durante el gobierno del general Urdaneta —calificado por el autor como gobierno intruso— esta asignación le fue retirada con los mayores improperios en contra del médico.

La última parte del libro contiene una serie de documentos relacionados con los partes políticos y militares que se dieron y que informaron la muerte del Libertador, así como su testamento y última proclama. Entre estos, por su valor espiritual y místico en el contexto militar, así como por la vigencia del mandato dado a la tropa, es perentorio recordar la Orden General para el 17 de diciembre de 1830.

Es la una de la tarde, y Colombia acaba de perder para siempre a su libertador y padre. Si grande y magnánime fue la vida del Genio de nuestra independencia y libertad, su muerte ha sido la de un verdadero Héroe… Qué sufrimiento! Qué constancia! Qué tranquilidad de espíritu! Un espacio inmenso se ha interpuesto ya entre Colombia y su libertador y nada podrá calmar la dura pena de los colombianos… El ejército, esa parte preciosa del pueblo que tantos días de gloria ha dado a la Patria ya no verá más al frente de sus banderas al Varón Ilustre que por el camino del honor y de la victoria le condujo al templo de la inmortalidad. Soldados: un eterno adiós nos ha dicho nuestro LIBERTADOR, nuestro General, y al separarse de nosotros nos ha dirigido las siguientes palabras:

Colombianos: Habéis presenciado mis esfuerzos para plantear la libertad donde reinaba antes la tiranía. He trabajado con desinterés, abandonando mi fortuna y aún mi tranquilidad. Me separé del mando cuando me persuadí que desconfiabais de mi desprendimiento. Mis enemigos abusaron de vuestra credulidad, y hollaron lo que me es más sagrado: mi reputación, y mi amor a la libertad. He sido víctima de mis perseguidores que me han conducido a las puertas del sepulcro. Yo les perdono. Al desaparecer de en medio de vosotros, mi cariño me dice que debo hacer la manifestación de mis últimos deseos. No aspiro a otra gloria que a la consolidación de Colombia. Todos debéis trabajar por el bien inestimable de la Unión: los pueblos obedeciendo al actual gobierno para libertarse de la anarquía; los ministros del Santuario dirigiendo sus oraciones al Cielo, y los militares empleando su espada en defender las garantías sociales.

COLOMBIANOS: Mis últimos votos son por la felicidad de la Patria; si mi muerte contribuye para que cesen los partidos y se consolide la Unión, yo bajaré tranquilo al sepulcro.

Este precepto, esta ley pronunciada sobre el sepulcro por el fundador de Colombia, será para el ejército una regla inviolable, y desgraciado de aquel que desobedezca tan soluble mandato! La sombra del LIBERTADOR lo buscará por todas partes, no podrá sufrir los remordimientos que le acompañarán.

El general comandante, general Mariano Montilla”

La herencia que se obtiene de esta obra para el Ejército es enorme. La obligación del oficial con su sociedad debe reflejar el pensamiento integracionista y emancipador que inspiró a los generales que dieron la independencia a Colombia.