SciELO - Scientific Electronic Library Online

 
vol.18 issue31What the norm represents for young police officers and factors influencing its enforcementThe implementation of the peace agreement and the transformation of the armed conflict in Colombia author indexsubject indexarticles search
Home Pagealphabetic serial listing  

Services on Demand

Journal

Article

Indicators

Related links

  • On index processCited by Google
  • Have no similar articlesSimilars in SciELO
  • On index processSimilars in Google

Share


Revista Científica General José María Córdova

Print version ISSN 1900-6586On-line version ISSN 2500-7645

Rev. Cient. Gen. José María Córdova vol.18 no.31 Bogotá July/Sept. 2020  Epub Dec 05, 2020

https://doi.org/10.21830/19006586.615 

Seguridad y defensa

La inseguridad colectiva: respuestas a lo inesperado

Collective insecurity: responses to the unexpected

Sara Patricia Quintero Cordero* 

* Escuela Militar de Cadetes "General José María Córdova", Bogotá D.C., Colombia https://orcid.org/0000-0002-9053-377X sara.quintero@esmic.edu.co


RESUMEN.

Las estrategias adoptadas por los Estados frente a la actual pandemia se han enfocado en el ejercicio del poder a través de la intromisión en las libertades individuales, como una opción marcadamente biopolítica. Este artículo revisa los debates actuales sobre estas medidas y sus consecuencias, especialmente desde la filosofía y la política, con especial énfasis en la tensión entre seguridad, salud y economía. Se plantea cómo la necesidad de buscar soluciones frente a la amenaza de salud pública y el riesgo de muerte se aprovecha para anular la convivencia democrática por parte de algunos gobiernos actualmente. Asimismo, se discute la influencia de la biopolítica y su relación con las ideologías políticas de los gobiernos en tiempos de pandemia, para identificar la necesidad de ciertos cambios en el orden mundial pospandemia.

PALABRAS CLAVE: biopolítica; capitalismo; crisis política; crisis sanitaria; globalización; pandemia

ABSTRACT.

Given the current pandemic, States have adopted strategies focused on the exercise of power, which encroach on individual freedoms, as a markedly biopolitical option. This article reviews the current debates on these measures and their consequences, especially from the perspective of philosophy and politics. It makes a distinct emphasis on the tension between security, health, and the economy. It considers how the need to seek solutions in the face of the threat to public health and the risk of death is being used to nullify democratic coexistence by some governments at present. Likewise, the influence of biopolitics and its relationship with the political ideologies of governments in times of pandemics is discussed to identify the need for specific changes in the post-pandemic world order.

KEYWORDS: biopolitics; capitalism; health crisis; globalization; pandemic; political crisis

Introducción

Definir los problemas territoriales que conllevan crisis como la generada por la pandemia actual obliga a delimitar varios conceptos que pasan por lo político, lo biológico, la filosofía y el territorio. De manera general, los Estados se preparan de manera suficiente para hechos predecibles y con alguna certidumbre (guerras, crisis económicas, entre otras); pero les es difícil identificar el tipo y magnitud de cambios que genera un acontecimiento de tipo biológico, en el que se juega la vida de los gobernados. Ante un acontecimiento así, las herramientas de planificación improvisadas resultan insuficientes para hacer frente a millones de muertes, ya sea por la crisis sanitaria o por la crisis social, a causa de la falta de un mínimo vital o de las fallas en los sistemas de salud pública.

Estas circunstancias alarmantes, que afectan a la población rápida y masivamente, generan casi siempre las mismas respuestas por parte de los Gobiernos: control de la movilización; cierre de fronteras y vigilancia de los individuos, enfermos y sanos, como medio de supresión de los efectos del virus; el control de la muerte, y el mantenimiento del orden económico previamente establecido. El imperio de la seguridad y el control se articula con las políticas económicas de consumo: el mantenimiento de la producción garantiza el consumo y compra de bienes y servicios, de forma que la maquinaria económica continúa su curso normal. El Estado controla y cuida los cuerpos, para que los trabajadores puedan generar los bienes para el consumo. Así es como se busca garantizar la estabilidad de la economía y multiplicar esa estabilidad en las demás políticas del territorio.

Sin embargo, la relación de las decisiones de gobernanza con los factores biológicos y humanos de los ciudadanos involucra matices segregadores y conflictos raciales, lo que conlleva una categorización de los individuos a partir de criterios xenófobos, en donde los soberanos "deciden quién debe vivir" y así mismo permiten la muerte de cierto grupo de personas. Los Estados se sustentan en el individuo que vota, elige y reclama respuestas por parte de sus gobernantes; es ahí donde los Gobiernos encuentran la utilidad de las vidas que protegen. Pero, más allá de eso, ¿existe realmente un interés y una preocupación de los Gobiernos y del poder en general por el bienestar de los ciudadanos? (Tejeda, 2011, p. 83).

Podría parecer arriesgado afirmar que los Gobiernos adoptan medidas necropolíticas frente a situaciones de pandemia; pero, debido a la deficiente planeación y la improvisación en el manejo de sus efectos, se hace evidente que los Gobiernos resultan responsables de las muertes que la expansión de un virus puede provocar en el territorio.

El propósito de este artículo es revisar los debates surgidos en torno a las estrategias que han adoptado los Estados frente a la pandemia, específicamente sobre la relación entre las políticas de seguridad (control poblacional), salud y economía. De la literatura revisada, se analizan los conceptos sobre el sistema económico capitalista y el modelo neoliberal, las medidas de biopolítica y lo referente a los sistemas de salud pública en diferentes Estados, para tratar de comprender 1) por qué se relacionan tan estrechamente las políticas de seguridad con la enfermedad, y 2) por qué, ante la posibilidad de la pandemia, es tan precaria la planeación y tan improvisadas las respuestas.

Asimismo, la tensión entre los conceptos de contagio, seguridad y economía se revisará desde diferentes posturas políticas y filosóficas, teniendo en cuenta algunos conceptos políticos y otros técnicos de medicina social provenientes de la Organización Mundial de la Salud (OMS) acerca del abordaje adecuado de los Estados en estas situaciones excepcionales, aunque no inéditas. Finalmente, se presentan algunas conclusiones sobre la incidencia de las medidas adoptadas por los Gobiernos en la actual situación de pandemia, y las proyecciones de cambios pospandemia que, se espera, modifiquen drásticamente las relaciones humanas.

El doble filo de la globalización

Las pandemias no son un tema nuevo ni desconocido para los Estados en la historia reciente. Etimológicamente, la palabra pandemia se traduce como "enfermedad del pueblo entero". Una pandemia ocurre cuando aparece una enfermedad nueva capaz de afectar a un gran porcentaje de la población de varios países o del mundo entero. Factores como las condiciones poblacionales, deficiencias alimentarias, preexistencias clínicas de los individuos y deficiencias en los sistemas de salud, así como el aumento de las migraciones y el desarrollo de las comunicaciones a escala mundial han hecho que, en la actualidad, la propagación de cualquier virus sea más rápida en comparación con años anteriores (OMS, 2007).

El fenómeno de la globalización ha generado avances destacables y cambios sustanciales en el comportamiento de individuos, mercados y Estados. La interdependencia entre naciones y la facilidad de los intercambios de bienes, servicios y conocimiento han resignificado maravillosamente cuestiones sobre la vida y el comportamiento. En este sentido, ante la amenaza de pandemia, los controles migratorios son los primeros en reforzarse, por lo cual el virus limita el intercambio de bienes y servicios, así como la movilización de personas. Esto hace que escaseen las oportunidades de trabajo para los grupos de migrantes, quienes son los primeros afectados con las medidas de confinamiento y limitación de la movilidad. En palabras de Moulier-Boutang (2006):

Las operaciones de determinación de forma particular que representa la política migratoria [...] están relacionadas con el control del mercado laboral como pone de manifiesto el discurso mismo de los actores directamente implicados en ellas, que recurren a la expresión casi mágica de "control de los flujos migratorios". (p. 26)

No obstante, a pesar del desarrollo tecnológico, el auge de los impactos de la globalización también ha hecho que esa misma rapidez de migración humana e intercambio ágil de bienes y servicios amplifique el impacto y las consecuencias biológicas de las pandemias. Por ello, en su abordaje, los Estados deban tomar medidas de orden multilateral en aras de lograr una pronta inmunización de sus poblaciones. Sobre este aspecto en particular, Alan Badiou (2020, p. 71) advierte que "una epidemia es compleja porque siempre es un punto de articulación entre determinaciones naturales y determinaciones sociales. Su análisis completo es transversal: debemos captar los puntos donde las dos determinaciones se cruzan para obtener las consecuencias".

La amplitud de las relaciones que trae consigo la consolidación de la "aldea global", producto de la globalización, hace que la visión de los Estados y su potestad de soberanía ceda ante la "sorpresa pandémica", por lo cual admiten la necesidad de tomar decisiones en conjunto y en una misma línea, orientadas a salvaguardar la vida humana y mantener el equilibrio de sus naciones, con el fin de obtener beneficios conjuntos. Así, se hace más pronunciada la idea del cosmopolitismo (Held, 2005), donde el deber democrático trasciende las fronteras físicas de los Estados.

Pero estas decisiones no siempre son armónicas, menos aún cuando está en juego la fuerza de trabajo que sustenta el capitalismo como modelo económico de las naciones. La lucha entre preservar la vida y el mantenimiento del modelo económico es un problema para los gobernantes, quienes cuentan con un motivo más allá de la vida misma para proteger a sus ciudadanos: mantener el sistema de producción y consumo que sustenta el modelo capitalista. Estas cuestiones tan delicadas se ven intervenidas por la seguridad y el control de los cuerpos como respuesta casi que segura ante las crisis pandémicas. El dilema en este punto se resume en el interés que tiene el Estado capitalista en la supervivencia de la persona en cuanto obrero, pues de ella depende la continuidad del proceso de producción, para garantizar la productividad y competitividad de su sistema (Berardi, 2020, p. 54).

Allí se tiene la otra cara de la globalización. Lo que han sido avances maravillosos también conlleva hechos nefastos y en masa, más aún cuando los sistemas económicos capitalistas se sustentan en el "libre mercado" como su principal aliado. De nada serviría la producción excesiva sin la posibilidad de venta y tráfico comercial mundial. Las relaciones libres, rápidas y frecuentes entre países para el intercambio de bienes y servicios aumentan los modos de producción, pues se desborda el consumo al convertir en "necesario" lo que antes se consideraba suntuario o lujoso.

Aunado a lo anterior, las formas de producción de la "religión capitalista" naturalizan nuevas formas de esclavitud al discriminar ciertos grupos humanos, quienes, por lo general, son la base de la cadena o la mano obrera en la producción de los bienes que se consumen y los servicios que se prestan. Estas personas, por lo general, pertenecen a países pobres o en vías de desarrollo, donde, por supuesto, los sistemas de salud son malos y la corrupción gubernamental es altísima.

La misma distinción hecha por el capitalismo entre "humanos de primera, segunda y tercera categoría" es el panorama que se proyecta en la pandemia al momento de infectar los cuerpos, pues, si bien el virus no discrimina, ante la ausencia de una atención en salud adecuada para todos, serán los más pobres los primeros en morir por falta de atención.

Frente a esta situación, los Gobiernos buscan por todos los medios evitar las muertes en masa, pero curiosamente sus inversiones no se dirigen exclusivamente a mejorar los sistemas de salud, sino que resulta una solución más rápida y menos costosa el fortalecer las políticas de seguridad y vigilancia, apropiarse de la libertad de los habitantes y crear límites y fronteras de reclusión con el confinamiento, en aras de evitar el contagio como premisa de intervención.

Estas políticas de seguridad también cuentan con un ramillete de posibilidades y variables que dependen del nivel de preparación, la postura política y el número de habitantes de un Estado. En un grupo de medidas se encuentra la política de seguridad guiada por el confinamiento o la cuarentena. En estos casos, el Estado logra que sus ciudadanos no salgan de sus casas como forma de evitar la propagación de la enfermedad; frente al incumplimiento del confinamiento hay un castigo o proscripción, ya sea una multa, la cárcel (otro confinamiento) o cualquier penalización por salir del "acuartelamiento", en ejercicio del derecho a la libertad de circulación.

Otro grupo de medidas es el de las políticas de seguridad y vigilancia biológica directa. En este caso, los países que cuentan con presupuesto y facilidades para su obtención se deciden por el testeo y la práctica de pruebas masivas a la población. Al identificar rápidamente los contagiados, estos son aislados y tratados hasta su muerte o su mejoría. Las medidas de este tipo también implican un factor segregador, pues no todos los ciudadanos pueden acceder a la prueba ni al diagnóstico, por lo que el virus puede afectar más a este perfil de población. Otra medida de seguridad es el control de los movimientos de los ciudadanos. En estos casos, el Estado y sus gobernantes saben qué compran, qué lugares visitan, cuáles son sus preferencias de consumo, entre otras cosas personalísimas, que logran identificar por rastreos hechos mediante GPS a cada ciudadano, debido a que, dentro del "contrato social" pactado al elegir a sus gobernantes, los ciudadanos han cedido sus datos y, con ello, su privacidad.

El virus nos hace ver rápidamente los efectos planetarios del capitalismo: muerte de múltiples especies, cambio climático acelerado, aumento de la contaminación visual, aérea y marítima, entre otras catástrofes. En el ámbito socioeconómico, se evidencia la concentración del dinero en muy pocas manos, la precarización laboral, el aumento de las brechas socioeconómicas y la deshumanización del trabajo a cambio de mantener un sistema de producción imparable. Paradójicamente, es el virus -en contra de todos los principios del capitalismo- quien contradice a quienes "afirmaban que era imposible dejar de producir, reducir el número de vuelos, aumentar las inversiones gubernamentales y cambiar radicalmente los hábitos de consumo" (Brum, 2020).

Respuestas frente a lo inesperado

Asumiendo que la pandemia ha sido inesperada en cierto modo, y su avance ha sido rápido y en todo caso peligroso, los Estados tratan de dar sus mejores batallas frente a ese enemigo común que disminuye vidas y, así mismo, desarticula las dinámicas de trabajo propias del sistema capitalista. Pero si bien era en alguna medida inesperada, también es cierto que era posible prever un conjunto de medidas "prepandémicas", pues desde la gripe española, la crisis causada por el ébola, los efectos del dengue en zonas tropicales y la proliferación de las afecciones respiratorias producto de la manipulación de las cepas que dan lugar a los Síndromes Agudos Respiratorios Graves (SARS, por sus siglas en inglés) en años pasados, es comúnmente conocida la letalidad de sus efectos y la posibilidad de su propagación.

Si nos remontamos a la consolidación del sistema capitalista, en donde la producción y el consumo son primordiales, la salud no se escapa de este sistema. Así, para las farmacéuticas, que son las reguladoras del mercado de la salud, a mayor enfermedad, mayor venta de medicinas y mejores ingresos para la industria medicinal. Sin irnos por las teorías conspiracionistas sobre la supuesta creación en laboratorio de enfermedades que dejan millones de muertes en el mundo en aras de enriquecer dicha industria, sí haremos énfasis en la falta de atención y regulación de los Estados frente al mercado farmacéutico, pues es sabido que una de las variables para determinar el valor de la vida es el acceso de los ciudadanos a un sistema de salud pública confiable y digno que permita brindar las medicinas requeridas ante una enfermedad y así proteger o reparar las fallas del cuerpo humano.

Las situaciones de emergencia tienden a romper la cotidianidad y a hacer más frágiles a aquellos grupos humanos menos favorecidos (Llerena & Narváez, 2020). Su carácter inesperado profundiza la precariedad de las instituciones, que, si ya no son del todo robustas en situaciones de normalidad, empeoran su gestión de cara a la crisis. Así mismo, aspectos como la corrupción, la falta de acceso a servicios públicos básicos y el aumento en los índices de pobreza y vulnerabilidad de ciertas regiones hacen visible la inoperancia de los Gobiernos ante la crisis.

Uno de los grupos poblacionales menos favorecidos en épocas de confinamiento es el de las mujeres, quienes exponen sus vidas al verse obligadas a compartir su residencia con abusadores o maltratadores, en medio de una política que aboga por la seguridad (Ruiz-Pérez & Pastor-Moreno, en prensa). Los límites a la movilidad física potencian el poder que los maltratadores ejercen sobre las mujeres violentadas al impedirles que acudan a los centros de salud. Esto demuestra que las medidas tomadas frente a la pandemia resultan peligrosas o ineficaces (Organización de las Naciones Unidas [ONU], 2020).

Pero ¿qué hace que sea difícil para los Estados reconocer la importancia vital de políticas de salud claras en sus territorios? ¿A qué acuerdos llegan la industria farmacéutica y los Gobiernos? ¿Cuál es el móvil para invertir grandes sumas en presupuesto para guerra y no en salud y educación? ¿Por qué los Estados no infieren que, cuando el cuerpo humano se enferma, el capitalismo se afecta? Parece que la lógica política de las naciones con un fuerte sistema capitalista asume al humano mismo como una maquina productora de dinero, que a la vez necesita consumir para subsistir, pues es el consumo en sí mismo el que brinda bienestar. Tal como lo expresa Patricia Manrique (2020):

[...] será interesante ver hasta qué punto reconocen esto los propios neoliberales, la evidencia clara de que la mano invisible del mercado, más invisible que nunca, se ha demostrado incapaz de sostener la vida, llevando a sus defensores a clamar por lo comunitario-estatal en la Sanidad e incluso en la protección social que riega los circuitos comerciales -keynesianismo de toda la vida- donde antes solo les interesaba el Estado como miembro fantasma garante de sus latrocinios especulativos [...] para rescatar bancos, capitalismo de amiguetes y cuestiones así. (p. 150)

En los países de América Latina, la economía regional ha develado una realidad de pobreza que reafirma el proceso de estancamiento económico y lo agudiza con la caída de los precios del petróleo y demás materias primas, que son una fuente importante de ingresos para países como Colombia, Brasil y Venezuela (Ríos, 2020). En datos de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal) (2020a), la pandemia ha confirmado que aproximadamente 200 millones de personas son pobres en América Latina, y la mitad de ellas se encuentra en situaciones de pobreza extrema.

Este panorama desalentador demuestra que las situaciones problemáticas previas a la pandemia empeorarán en medio de esta, pues la fractura social y los niveles de informalidad y trabajo precario muestran una asimetría que obliga a pensar medidas que posibiliten mejorar la relación sociedad-mercado en términos más inclusivos y de igualdad (Cepal, 2020b). No obstante, el aumento del conflicto social que trae el hambre no muestra que la situación resulte alentadora en un futuro próximo:

América Latina y el Caribe enfrenta la pandemia desde una posición más débil que la del resto del mundo. Antes de la pandemia, la Cepal preveía que la región crecería un máximo del 1,3 % en 2020. Sin embargo, los efectos de la crisis han llevado a cambiar esa previsión y pronosticar una caída del PIB de al menos un 1,8 %. Sin embargo, no se descarta que el desarrollo de la pandemia lleve a contracciones entre un 3 % y un 4 %, o incluso más. El impacto económico final dependerá de las medidas que se tomen a nivel nacional y mundial. (Cepal, 2020b, p. 5)

Aunado a lo anterior, el mismo informe proyecta que los cinco canales que más afectarán la situación económica de los países latinoamericanos son los que dependen de la exportación de materias primas, cuyos precios caerán drásticamente, lo que contraerá las fuentes de ingresos y en consecuencia disminuirá las oportunidades de empleo. La falta de demanda por parte de países del primer mundo sobre los bienes producidos en América Latina interrumpirá las cadenas de valor a nivel mundial, y el sector más afectado será el latinoamericano. Finalmente, la caída del sector turístico (Organización Internacional de Trabajo, 2020) redundará en disminución de empleos para este sector, que resultaba una buena salida económica antes de la pandemia (Cepal, 2020b).

El capitalismo se afecta con la pandemia porque el ser humano (como máquina de producción) se estanca, se resguarda, se aísla y empieza a cuestionarse si realmente todo su esfuerzo ha valido la pena; se pregunta si ese era el mundo que él quería para sí y su familia, y, sobre todo, se cuestiona si el tiempo invertido en sus miles de horas de trabajo ha sido provechoso para un sistema que apenas lo reconoce como válido. Especialmente cuando los que podrían ser sus últimos días se resumen en habitar el espacio de su pequeña casa y, en los casos más afortunados, el de su jardín o terraza.

¿Confinamiento o testeo? Seguridad y pandemia

Lo curioso de la pandemia, tan pública y democrática, es el efecto inmediato que genera: políticas de terror que limitan la libertad de los individuos; seguridad en extremos inimaginables, y la inevitable muerte. Para plantear un paso a paso de las reacciones que se dan frente a la pandemia, podríamos decir que, primero, se asume como una "especulación", pues, lamentablemente, hasta que no se dan las primeras muertes en masa, no se toma al virus en serio, se hacen chistes sobre si salir o no, visitar a un ser querido o mejor no, y no se toman medidas de política pública orientadas a su prevención o solución hasta que no se ven en los territorios las consecuencias sobre la salud y la vida.

Con base en ello, el pensamiento pandémico debe orientarse a interpretar la realidad vigente en razón a los cambios que el aislamiento de la realidad ha generado en los humanos (Adorno, 1994). Las interpretaciones guiadas por los medios de comunicación tienden a generar pánico o, en su defecto, a generar incertidumbre al aumentar la sensación de vulnerabilidad frente a la omnipotencia del virus, lo que hace que los ciudadanos vivan en torno a la enfermedad, gracias a lo cual el Estado podrá tomar medidas de biopolítica justificadas en la necesidad de erradicarla:

El Estado se había encarnado en una serie de maneras precisas de gobernar y a la vez, en instituciones correlativas a ella […], de acuerdo con la razón del Estado, el Gobierno se organiza y cobra cuerpo en una práctica que es la gestión interna, esto es, lo que en la época se denominaba policía, la reglamentación indefinida del país según el modelo de una organización urbana apretada [...], la constitución de un ejército permanente. (Foucault, 2004, p. 18)

Las medidas de política pública que se toman frente a un brote inesperado de alguna enfermedad o virus mortal suelen ser desesperadas, no planeadas y por lo general insuficientes. La complejidad de abarcar aspectos naturales o biológicos junto con temas sociales requiere un esfuerzo mayor en la determinación de los cruces de una medida con otra y sus posibles consecuencias (Badiou, 2020, p. 71). La pandemia incrementa la inequidad social, pues, ante las fallas previas de una política de salud pública digna para todos los habitantes de un territorio, indiscutiblemente el virus entrará a discriminar entre ricos y pobres (Butler, 2020, p. 65). ¿Por qué los Estados no tratan a todas las vidas como si tuvieran el mismo valor?

Las cuestiones sobre el valor de la vida y su fragilidad como factor común al que toda la especie humana está expuesta salen a la luz con la pandemia. El virus, sin distinción alguna, nos recuerda la volatilidad de la vida misma (Butler, 2020, p. 140). Por esto, la lucha de las decisiones de gobierno a partir de la pandemia consisten en desnaturalizar al cuerpo como máquina de trabajo para sustentar los modos de producción y así otorgarle un valor a dicho cuerpo: "Dime cómo tu comunidad construye su soberanía política y te diré qué formas tomarán tus epidemias y cómo las afrontarás" (Preciado, 2020, p. 167).

No es gratuito que, ante la urgencia que representan estas situaciones, los regímenes y gobiernos ultraderechistas se consoliden al anteponer la necesidad de "brindar seguridad frente al contagio" a través de estados de excepción, leyes y mandatos que transgreden la libertad y discriminan grupos minoritarios, y que se oponen a los derechos de libre movilización y expresión de pensamiento político, y limitan el derecho a la protesta, en aras de salvaguardar la vida y la seguridad de la comunidad, como también en aras de preservar la continuidad del sistema de producción y consumo. En este sentido, señala Markus Gabriel (2020):

Tenemos que reconocer que la cadena infecciosa del capitalismo global destruye nuestra naturaleza y atonta a los ciudadanos de los Estados nacionales para que nos convirtamos en turistas profesionales y en consumidores de bienes cuya producción causará a la larga más muertes que todos los virus juntos. ¿Por qué la solidaridad se despierta con el conocimiento médico y virológico, pero no con la conciencia filosófica de que la única salida de la globalización suicida es un orden mundial que supere la acumulación de Estados nacionales enfrentados entre sí obedeciendo a una estúpida lógica económica cuantitativa? Cuando pase la pandemia viral necesitaremos una pandemia metafísica, una unión de todos los pueblos bajo el techo común del cielo del que nunca podremos evadirnos. Vivimos y seguiremos viviendo en la Tierra; somos y seguiremos siendo mortales y frágiles. Convirtámonos, por tanto, en ciudadanos del mundo, en cosmopolitas de una pandemia metafísica. Cualquier otra actitud nos exterminará y ningún virólogo nos podrá salvar. (p. 134)

La relación del virus con la seguridad pone en riesgo el capitalismo porque lo que se pone en juego es el lado más íntimo de los seres humanos, lo que no tiene valor: el contacto con el otro, el reconocimiento de la otredad como lo necesario, lo que se extraña y, a la vez, la fuente de peligro. El cierre de fronteras, la cancelación de vuelos aéreos y trayectos terrestres, la creación de la frontera imaginada entre mi casa y el exterior, entre otras medidas, crean una doble figura respecto al otro: la de enemigo y la de lo extrañado y deseado. La vida en comunidad es peligrosa, pero a la vez es lo soñado.

Así, el virus, que imposibilitó el contacto con los demás, se entiende como un enemigo común para Estados y gobernados. Se convierte así en un arma de prohibición que desnaturaliza la reunión de la comunidad, pues dicha expresión de la libertad es a todas luces peligrosa. Bajo una distópica lógica darwiniana, María Galindo (2020, p. 121) señala que el coronavirus podría ser el holocausto del siglo XXI, pues genera un exterminio masivo de personas que morirán y están muriendo, porque sus cuerpos no resisten la enfermedad, de modo que los sistemas de salud los han clasificado como parte de quienes no tienen utilidad y por eso deben morir.

Es natural que, en búsqueda de mantener el mismo sistema capitalista más que por razones de seguridad, los Estados desde hace algunos años hayan optado por extraer información sobre las preferencias, hábitos, comportamientos y consumo de sus gobernados, articulando una estrategia de control constante que permite identificar y generar un perfil de cada ciudadano. Los límites de los gobernantes frente al control de la humanidad en su totalidad son establecidos por los derechos humanos, pero estos logros no son suficientes al momento de hacer una ponderación entre la vida y la libertad.

La tecnología ha sido una herramienta muy útil para el progreso humano, y también, lo ha sido a la hora de rastrear a los individuos. Su utilización implica para los usuarios hacer concesiones a la privacidad y admitir restricciones a la libertad, muchas veces transgrediendo algunos derechos humanos. Esta apreciación resulta pertinente al momento de referirnos al uso de la biopolítica, entendida como aquellas decisiones que los Estados toman sobre los cuerpos y la objetivación que se hace del comportamiento del individuo. Las políticas de control demográfico, natalidad, sexualidad y los límites a la libertad de locomoción son temas propios de la biopolítica:

Las cuestiones de poder y las relaciones de poder son fundamentales [...]. La noción de "vida en sí" se encuentra en el corazón del capitalismo biogenético (Parisi, 2004) como un sitio de inversiones financieras y ganancias potenciales. Las intervenciones tecnológicas no suspenden ni mejoran automáticamente las relaciones sociales de exclusión e inclusión que históricamente se habían predicado a lo largo de los ejes de clase y socioeconomía, así como a lo largo de las líneas de demarcación sexualizadas y racializadas de la "otredad". (Braidotti, 2007, p. 21, traducción propia)

En relación con la comunidad, el concepto de inmunidad es adoptado primero por el derecho y luego por la medicina. En el campo jurídico, el concepto entiende la inmunidad como la forma de liberar al individuo de las cargas que debe asumir en sociedad o en la comunidad; inmunidad y comunidad son antónimos. Desde la medicina, la inmunidad es entendida como el estado de resistencia natural o adquirida que poseen algunos organismos frente a una enfermedad determinada o frente al ataque de un agente infeccioso o tóxico. En ambas acepciones, el "inmunizado" es liberado de una carga o separado de algo. La inmunización involucra el aislamiento o el retiro en relación con algo común.

Entonces, la inmunidad necesariamente es el control sobre el individuo, su cuerpo y sus derechos y deberes. Sobre el control político que se ejerce sobre el cuerpo, Donna Haraway, en Ciencia, cyborgsy mujeres (1995), señala lo siguiente:

Se reproducen ahora sobre los cuerpos individuales las políticas de la frontera y las medidas estrictas de confinamiento e inmovilización que como comunidad hemos aplicado durante estos últimos años a migrantes y refugiados -hasta dejarlos fuera de toda comunidad-. Durante años los tuvimos en el limbo de los centros de retención. Ahora somos nosotros los que vivimos en el limbo del centro de retención de nuestras propias casas. (p. 175)

Es frente a la fragilidad de la vida que toma importancia el papel de los cuerpos como motor del capitalismo, y sobre el cual los Estados quieren tomar control para su preservación. Un cuerpo inactivo no produce; sin producción no hay consumo, y sin consumo el sistema se quiebra. Estas cuestiones hacen que sea lógico, pero discutible, adoptar políticas extremas de seguridad ante la pandemia, pues el Estado necesita la vida del "obrero" para sustentar sus políticas económicas. Si no tiene poder sobre ese cuerpo, no podrá garantizar el éxito de su mandato.

Biopolítica y seguridad

Si bien las decisiones que involucran aspectos biopolíticos son comunes, Michel Foucault -uno de los principales teóricos de la época moderna- resalta la relación entre los mecanismos de poder y el control de los cuerpos como objeto del Estado. La organización de las naciones en torno a la vida no solo involucra los derechos al libre ejercicio de derechos, sino que estos van aparejados de una necesidad de control por parte del Estado frente a dicha potestad. El Estado constantemente vigila los desarrollos biológicos de sus gobernados a través del control de natalidad y mortalidad, la movilización de extranjeros y hasta las preferencias sexuales de las personas (Foucault, 1976, p. 183).

En la actualidad, se ha visto cómo las estrategias gubernamentales frente a la pandemia se han centrado en un exceso de seguridad y vigilancia a los ciudadanos como forma de evitar los contagios y así disminuir los índices de mortalidad, a través de la aceptación de un "racismo moderno"; la seguridad, entendida como respuesta a los flagelos del virus, tiene su categorización en razón del individuo al que se trate. Es natural ver que en países latinoamericanos, como Brasil, Colombia y Chile, en aras de "salvar la economía", aunque mantienen el cierre de fronteras y limitan el derecho de circulación, las medidas de confinamiento para algunos sectores poblacionales han sido levantadas para reanudar actividades; es el caso del sector de manufacturas y construcción en Colombia. O incluso hay países que niegan la necesidad de cuarentena, como es el caso de Brasil.

Ejemplo de ello fueron las medidas tomadas a nivel internacional frente al impacto del sida en las dos últimas décadas del siglo XX, cuando se vio por primera vez la enfermedad como un problema de seguridad pública. Estas apreciaciones de vigilancia en torno a la enfermedad hacen que se desestime su impacto en otras aristas del devenir humano. Según Elbe (2005)), las técnicas de vigilancia ponen en peligro a ciertos grupos en riesgo a partir de sus características biológicas:

En este caso, sin embargo, la secularización del VIH/SIDA toma un particular significado para las políticas del mundo contemporáneo no solo porque es una nueva forma de enmarcar la enfermedad, sino también porque esto ilustra cómo la seguridad internacional constituye un sitio importante para la diseminación de las estrategias biopolíticas hacia el mundo no-occidental, otorgándole realce a la normatividad de los peligros emergentes. (Elbe, 2005, 408)

En Brasil, la pandemia ha sido todo un espectáculo en términos de gobernanza, puesto que el presidente Jair Bolsonaro ha entrado en disputa con su propio ministro de Sanidad, en aras de salvaguardar las políticas neoliberales y de mercado, marcando dos caminos irrefutables para los brasileros: la salud o la economía; o mejor: la vida o la economía. Tal vez sea esta una de las naciones emblemáticas que frente a la actual pandemia ha preferido mantener la economía a costa de cualquier tipo de seguridad o preservación de la vida de sus ciudadanos en nombre del libre mercado. Sobre esto, retomando a Esposito (2013), cabe resaltar lo siguiente:

Si la communitas es aquello que liga a sus miembros en un empeño donativo del uno al otro, la immunitas, por el contrario, es aquello que libra de esta carga, que exonera de este peso. Así como la comunidad reenvía a algo general y abierto, la inmunidad, o la inmunización, lo hace a la particularidad privilegiada de una situación definida por sustraerse a una condición común [...]; si la comunidad determina la fractura de las barreras de protección de la identidad individual, la inmunidad constituye el intento de reconstruirla en una forma defensiva y ofensiva contra todo elemento externo capaz de amenazarla [.]. La inmunidad, aunque necesaria para la conservación de nuestra vida, una vez llevada más allá de un cierto umbral, la constriñe en una suerte de jaula en la que acaba por perderse no solo nuestra libertad, sino el sentido mismo de nuestra existencia -o bien aquel abrirse de la existencia hacia fuera de sí misma a la cual se ha dado el nombre de communitas. (p. 104)

Entendiendo esto, se comprende que la estrategia de "inmunización" del presidente brasileño Bolsonaro es negar la realidad biológica que acarrea el virus y exonerarse del peso de las muertes causadas por la pandemia, asegurando que cada deceso corresponde a quienes, en un darwinismo maquiavélico, no fueron capaces de resistir y, por tanto, de acuerdo con la ley del más fuerte, debían morir. En este sentido, y retomando lo dicho por Foucault (1994) en cuanto al predominio de la biopolítica:

[El Gobierno] es un conjunto de acciones sobre acciones posibles. Trabaja sobre un campo de posibilidad en el que viene a inscribirse el comportamiento de los sujetos que actúan: incita, induce, desvía, facilita o dificulta, extiende o limita, hace más o menos probable, llevado al límite, obliga o impide absolutamente. Pero es siempre una manera de actuar sobre uno o varios sujetos actuantes, y ello en tanto que actúan o son susceptibles de actuar. Una acción sobre acciones. (p. 237, traducción propia)

El inminente colapso de los hospitales debido al contagio simultáneo es usado como una estrategia para que los gobiernos perfilen sus intereses en temas de control de mortalidad, de circulación, así como para el establecimiento de políticas autoritarias sobre los cuerpos. La seguridad biológica prima sobre el derecho individual a la privacidad y a la libertad, siendo este el costo que los individuos debemos asumir en razón a la latencia del virus: "El espíritu solo conquista su verdad cuando es capaz de encontrarse a sí mismo en el absoluto desgarramiento" (Hegel, 1972, p. 17).

Conclusiones. La vida después de la pandemia

Cabe considerar que la muerte es un punto de quiebre entre el mundo de antes y el de ahora, más aún cuando la tecnología había hecho casi posible la idea de inmortalidad. Pero ante la pandemia, estos ideales son solo expectativas frente a la fragilidad de la vida y el aumento de muertes sin distinción en todo el mundo. Las intenciones de algunos de cambiar el modelo económico, lograr una renta básica mundial o modificar sustancial-mente las estructuras de mercado aun no son un debate posible frente a la atención que requiere la pandemia.

Las medidas improvisadas que adoptan los Gobiernos para preservar la vida, no se enfocan en la clase trabajadora como base del sistema económico; por el contrario, en los casos en que se adoptan medidas de confinamiento preventivo, son los trabajadores los primeros en exponerse cuando son excluidos de las medidas; y en cuanto al testeo masivo, son los últimos en acceder a las pruebas. El dilema entre el sustento diario y la vida no da muchas opciones para los menos favorecidos.

La pandemia puede sacar lo mejor y lo peor de la humanidad. De ahí la importancia de recurrir al sentido de solidaridad, que poco nos caracteriza como humanidad. Ante la urgencia en la toma de medidas, la adopción de políticas de extrema seguridad ha generado brotes de xenofobia a causa del cierre de fronteras, lo que ha hecho que los sentimientos nacionalistas resalten el egoísmo y la individualidad, y desvirtúen la vida en comunidad.

Han sido varios los medios de comunicación que se han pronunciado frente a la necesidad de "reinventar el Estado", haciendo una distribución más equitativa del ingreso, priorizando las políticas de salud y garantizando una renta mínima básica. Sin embargo, muchas de estas propuestas no tienen eco en las altas esferas de gobierno, pues es difícil sustraerse del apoyo que estos reciben de las multinacionales para la financiación de sus campañas o, en el peor de los casos, no se puede obviar el aporte que al PIB de ciertos países dan el contrabando o el narcotráfico como prácticas socialmente aceptadas y a las que recurren varios de los gobiernos de turno.

Los debates sobre una nueva forma de organización mundial y el exceso de uso en la expresión "reinventarse" aun no encuentran una salida clara; muchas veces, estas formas de abordar la tragedia de la pandemia simplemente se erigen como cortinas de humo, a efectos de tapar las transacciones entre grandes empresas, multinacionales y Gobiernos, que se hacen para mantener el sistema económico sin mayor afectación. A falta de desarrollar un pensamiento colectivo, nos exponemos a un capitalismo voraz pospandemia.

Los Estados tienen obligaciones irrenunciables frente a sus ciudadanos. Una de esas obligaciones es garantizar un sistema de salud pública gratuita y eficiente, que proteja la vida sobre todas las cosas y sin distinciones, antes de llegar a la intervención social por medio de políticas de seguridad extrema que limiten la libertad y llenen de poder a gobiernos de ultraderecha o fascistas (Beregovenko, 2020).

Estas cuestiones sobre la situación actual dan lugar a preguntarse si los gobiernos estarán dispuestos a priorizar sus políticas de salud una vez se mitigue el impacto del coronavirus. ¿Los sistemas de gobernanza actual tendrán en cuenta las necesidades de los ciudadanos con mayores dificultades en el acceso al sistema de salud al momento de proponer sus estrategias? La frontera entre el control estatal y los desmanes políticos en nombre de la seguridad es muy corta; los cuerpos políticos que, al establecer una barrera con el exterior, tienen total poderío sobre sus territorios tienden a violentar las garantías de sus gobernados. En palabras de Espósito (2011):

Ahora bien, un funcionamiento similar se hace reconocible también en el cuerpo político, cuando las barreras protectoras con el exterior comienzan a convertirse en un riesgo mayor que aquel que intentaban evitar. Como se sabe, hoy en día uno de los mayores riesgos de nuestras sociedades radica en la excesiva demanda de protección, que en algunos casos tiende a producir una impresión de peligro, real o imaginario, con el único fin de activar medios de defensa preventiva cada vez más potentes en su contra. (p. 102)

Las pandemias nos han mostrado el crecimiento excesivo de los dispositivos de control, cámaras, seguimiento a través de georreferenciación, acceso de los gobiernos a datos de ordenadores y celulares. Estos límites a la libertad generan una consecuencia en la uniformidad de pensamiento, en donde se le hace creer al ciudadano que está ejerciendo plenamente su derecho a la libertad, pues tiene acceso a todo cuanto quiere, aunque en realidad se le está controlando plenamente, al tener control y conocimiento sobre sus gustos y actividades diarias.

Las crisis nos dan la oportunidad de replantear las formas de construcción más allá de las normas culturales tradicionalmente aceptadas (Butler, 2010). Ante las tendencias de represión y vigilancia por parte de los Gobiernos, las expresiones de odio aumentarán y la gestión de la normalidad se verá reforzada por el miedo, que será el eje conductor de las políticas pospandémicas.

A este deseo de libertad mermado por el control gubernamental se suma la dificultad de enfrentar una pandemia en los países pobres y desiguales, pues la categorización de los humanos sale a la luz cuando la mayoría de las muertes se dan en grupos minoritarios, principalmente migrantes y, por lo general, pertenecientes a la clase trabajadora. Las disputas sobre el futuro pospandémico no contemplan en sus agendas la situación de estos grupos poblacionales, pues no son de interés de los gobiernos salvo en época electoral.

Algunas crisis pasadas derivadas de otras pandemias (como el ébola o el sida) lograron articular naciones poderosas a nivel mundial cuando, por encima de intereses nacionales, se propusieron soluciones a los efectos derivados de la crisis. No obstante, la crisis actual no cuenta con esta ventaja, pues las disputas entre Estados Unidos y China no permiten avizorar una posible solución conjunta a las consecuencias derivadas de la pandemia. Así lo resalta David Harvey (2020):

China es la segunda mayor economía del mundo y que había rescatado de manera eficaz al capitalismo global en el periodo de las secuelas de 2007-8, de manera que cualquier golpe a la economía china estaba destinado a tener consecuencias graves para una economía global que ya se encontraba, en cualquier caso, en una situación arriesgada. El modelo existente de la acumulación de capital ya estaba, me parecía a mí, en dificultades. (p. 81)

Queda un sinsabor al saber que la suerte de todo un planeta depende de la disputa de dos países poderosos que, para defender sus intereses, hacen que todas las medidas resulten contraproducentes para salvaguardar millones de vidas en todo el mundo. De esta desalentadora situación, la salida puntual más factible sería dotar de mayores poderes a los organismos multilaterales como el Consejo de Seguridad de la ONU, para encontrar soluciones comunes a los gobiernos como respuestas colaborativas a los efectos de la pandemia. Sin embargo, la actuación de los gobiernos se aleja de esta realidad, pues todos parecen enfocados en encontrar un culpable de la pandemia. El mundo pospandémico augura ser uno con gobernantes más autoritarios, con altos índices de censura y una fuerte restricción a las libertades individuales.

En nombre de la vida, los gobiernos probablemente violentarán derechos humanos, lo que puede generar un retraso significativo en el terreno previamente ganado por grupos minoritarios o segregados. Este es un panorama a todas luces desalentador, pues América Latina sigue siendo la región con mayores índices de desigualdad y con una mayor concentración de la riqueza en pocas manos. Sumado a ello, el desplazamiento forzado y las luchas entre los grupos al margen de la ley en países como Colombia hace que sea una de las zonas más peligrosas para activistas de derechos humanos y defensores del medio ambiente. No menos importante resulta la situación de las mujeres, puesto que los índices de feminicidio y violencia de género de la región son de los más altos a nivel mundial.

No es labor sencilla para ningún Estado determinar en qué momento el derecho penal debe ocuparse de asuntos de salud pública. Sin embargo, es claro que políticas que violentan los derechos de mujeres y grupos minoritarios no son el tipo de políticas esperados por los ciudadanos, lo cual genera desconfianza en las instituciones y deslegitima la labor de los gobiernos: "no se debe perder de vista que el derecho penal debe ser, en especial en estos momentos, el último recurso al que se debe acudir. En medio de una evidente pobreza social, con altas tasas de desempleo y escasa formalización laboral, las personas necesitan subsistir" (Guzmán, 2020, p. 16).

En cuanto al orden internacional, el filósofo Chul Han (2020) advirtió que este se desplazará aún más para el continente asiático, debido a que el liberalismo, desde la concepción occidental, no es lo mismo para muchos países asiáticos, donde las sociedades están más acostumbradas a un estricto control político y social. Por eso para estos países ha resultado mucho más fácil controlar y vigilar las personas contagiadas, ya sea a través de una vigilancia digital o una especie de sumisión al orden político establecido. De esta manera, Occidente tendrá un desafío mayor al tener que ponderar las libertades individuales con un seguimiento y control de sus sociedades.

Así, Chul Han (2020) considera que la pandemia no es solo un tema médico, sino social, donde los países con mayores desigualdades estarán inmersos en crisis sanitarias mucho más graves que aquellos países donde la brecha social no es tan grande. Sin embargo, los Estados aun confían en sus sistemas de valores y de defensa, como si este último tuviera la respuesta para cualquier amenaza inesperada al Estado o la población. Además, la sociedad con miedo ve en sus líderes la respuesta a sus angustias, por lo cual pone su confianza en la toma de decisiones; el miedo a la muerte ha puesto a las sociedades frente a respuestas inesperadas, y el afán de supervivencia en una fase de inseguridad colectiva. De todas maneras, tal parece que la COVID-19 no solo produjo respuestas a lo insospechado (erróneas o no), sino también un intento de desestabilizar el mundo capitalista sin que signifique realmente su desaparición; todo lo contrario: se fortaleció en medio de la crisis, como antes se ha alimentado de otras crisis. Tampoco desestabilizó los valores de la Ilustración ni la democracia, aunque está alimentando discursos populistas que aprovechan la angustia de la población para el manejo de la pandemia. Igualmente se demostró que la crisis del Estado, definido como nación, soberanía y delimitación de fronteras, se volcó a su reafirmación, cuando las primeras medidas contra la pandemia fueron precisamente el cierre de fronteras y el control de la población con decisiones tomadas por la institucionalidad; el paternalismo estatal en todo su esplendor.

Sin embargo, la COVID-19 dio a entender que las políticas para la disminución de la pobreza, el hambre, la miseria, así como los conceptos de seguridad humana y desarrollo humano -utilizados durante treinta años con unos objetivos de desarrollo comunes como lo son actualmente los Objetivos de Desarrollo Sostenible- solo fueron un barniz de consolación de lo que la globalización y la posmodernidad han hecho del individuo.

Finalmente, la pandemia prueba sin lugar a dudas que el progreso en cuanto desarrollo tecnológico no es sinónimo, en ninguna medida, de progreso humano. La pandemia puede ser aprovechada como un proceso que genera liberación cognitiva, y este debe ser el norte de los países latinoamericanos, al ser los más expuestos en el mundo pospandémico: la conciencia de los afectados debe ser la base de transformaciones viables y equitativas para el mundo.

Agradecimientos

La autora desea agradecer a la Escuela Militar de Cadetes "General José María Córdova" por su apoyo en la realización de este artículo.

Referencias

Adorno, T. W (1994). Actualidad en la filosofía. Altaya. [ Links ]

Badiou, A. (2020) Sobre la situación pandémica. En P. Amadeo (Ed.), Sopa de Wuhan, pensamiento contemporáneo en tiempos de pandemias (pp. 67-78). Aislamiento Social Preventivo Obligatorio (ASPO). [ Links ]

Berardi, F. (2020) Crónica de la psicodeflación. En P. Amadeo (Ed.), Sopa de Wuhan, pensamiento contemporáneo en tiempos de pandemias (pp. 35-54). Aislamiento Social Preventivo Obligatorio (ASPO). [ Links ]

Beregovenko, G. T. (2020). Coronavirus y síntomas sociales desde el lente de la literatura y la filosofía. Dialektika: Revista de Investigación Filosófica y Teoría Social, 2(4), 87-91. https://bit.ly/3fATmMtLinks ]

Braidotti, R. (2007). Bio-power and Necro-politics. Springerin, Hefte für Gegenwartskunst, 13(2), 18-23. https://bit.ly/38QeU4OLinks ]

Brum, E. (2020, 9 de abril). El futuro poscoronavirus ya está en disputa. El País (España), https://bit.ly/32a-VWodLinks ]

Butler, J. (2010). Performative agency. Journal of Cultural Economy, 3(2), 147-161. [ Links ]

Butler, J. (2020). El capitalismo tiene sus límites. En P. Amadeo (Ed.), Sopa de Wuhan, pensamiento contemporáneo en tiempos de pandemias (pp. 59-66). Aislamiento Social Preventivo Obligatorio (ASPO). [ Links ]

Chul Han, B. (2020, 18 de mayo). Sobrevivir se convertirá en algo absoluto, como un estado de guerra permanente. CNN Chile. https://bit.ly/2ZrwJ7zLinks ]

Comisión Económica para América Latina y el Caribe. (2020a). Panorama Social de América Latina 2019. Naciones Unidas. [ Links ]

Comisión Económica para América Latina y el Caribe. (2020b). América Latina y el Caribe ante la pandemia del COVID-19: efectos económicos y sociales. Naciones Unidas [ Links ]

Elbe, S. (2005). AIDS, security, biopolitics. International Relations, 19(4), 403-419. [ Links ]

Esposito, R. (2011). El dispositivo de la persona. Amorrortu Editores. [ Links ]

Esposito, R. (2013). Comunidad, inmunidad y biopolítica. Herder Editorial. [ Links ]

Foucault, M. (1976). La volonté de savoir (vol. 1). Gallimard. [ Links ]

Foucault, M. (1994). ¿Qu'est-ce que les lumières? Dits et écrits (vol. IV). Gallimard. [ Links ]

Foucault, M. (2004). Nacimiento de la biopolítica: Curso del Collège de France (1978-1979). Ediciones Akal. [ Links ]

Gabriel, M. (2020). El virus, el sistema letal y algunas pistas... En P. Amadeo (Ed.), Sopa de Wuhan, pensamiento contemporáneo en tiempos de pandemias (pp. 129-134). Aislamiento Social Preventivo Obligatorio (ASPO). [ Links ]

Galindo, M. (2020). Desobediencia, por tu culpa voy a sobrevivir. En P. Amadeo (Ed.), Sopa de Wuhan, pensamiento contemporáneo en tiempos de pandemias (pp. 119-128). Aislamiento Social Preventivo Obligatorio (ASPO). [ Links ]

Guzmán, C. A. (2020). El delito en tiempos del Covid: análisis de la violación de medida sanitaria de aislamiento en Colombia. Academia. https://bit.ly/3enpUYLLinks ]

Haraway, D. (1995). Ciencia, cyborgsy mujeres: la reinvención de la naturaleza. Cátedra. [ Links ]

Harvey, D. (2020). Política anticapitalista en tiempos de coronavirus. En P. Amadeo (Ed.), Sopa de Wuhan, pensamiento contemporáneo en tiempos de pandemias (pp. 79-96). Aislamiento Social Preventivo Obligatorio (ASPO). [ Links ]

Hegel, G. W (1972). Fenomenología del espíritu. Editorial Ciencias Sociales. [ Links ]

Held, D. (2005). Un pacto global: la alternativa socialdemócrata al consenso de Washington. Taurus. [ Links ]

Llerena, R., & Narváez, C. S. (2020). Emergencia, gestión, vulnerabilidad y respuestas frente al impacto de la pandemia COVID-19 en el Perú [preprint]. [ Links ]

Manrique, P. (2020). Hospitalidad virtuosa. En P. Amadeo (Ed.), Sopa de Wuhan, pensamiento contemporáneo en tiempos de pandemias (pp. 145-162). Aislamiento Social Preventivo Obligatorio (ASPO). [ Links ]

Moulier-Boutang, Y. (2006). De la esclavitud al trabajo asalariado. Economía histórica del trabajo embridado. Akal. [ Links ]

Organización de las Naciones Unidas. (2020, 5 de abril). Ante el aumento de la violencia doméstica por el coronavirus, Guterres llama a la paz en los hogares. Noticias ONU. https://news.un.org/es/story/2020/04/1472392. [ Links ]

Organización Internacional del Trabajo. (2020, 18 de marzo). El COVID-19 y el mundo del trabajo: repercusiones y respuestas. Observatorio de la OIT. https://bit.ly/306bas2Links ]

Organización Mundial de la Salud. (2007, 23 de agosto). La propagación internacional de enfermedades amenaza la salud, la economía y la seguridad. Centro de Prensa. https://bit.ly/3hk3IR0Links ]

Preciado, P. B. (2020). Aprendiendo del virus. En P. Amadeo (Ed.), Sopa de Wuhan, pensamiento contemporáneo en tiempos de pandemias (pp. 163-185). Aislamiento Social Preventivo Obligatorio (ASPO). [ Links ]

Wos, J. (2020). La inexistente respuesta regional a la COVID-19 en América Latina. Revista de Estudios sobre Espacio y Poder, ll(Especial), 209-222. https://doi.org/10.5209/geop.69324Links ]

Ruiz-Pérez, I., & Pastor-Moreno, G. (en prensa). Medidas de contención de la violencia de género durante la pandemia de COVID-19. Gaceta Sanitaria. [ Links ]

Tejeda, J. L. (2011). Biopolítica, control y dominación. Espiral, 18(52), 77-107. https://bit.ly/3gYF0FXLinks ]

Citación: Quintero Cordero, S. P. (2020). La inseguridad colectiva: respuestas a lo inesperado. Revista Científica General José María Córdova, 18(31), 547-564. http://dx.doi.org/10.21830/19006586.615

Publicado en línea: 1.° de julio de 2020

Declaración de divulgación La autora declara que no existe ningún potencial conflicto de interés relacionado con el artículo. Este artículo hace parte de los resultados de la investigación titulada "La construcción de la identidad nacional en Colombia a partir de la consolidación de la seguridad nacional", de la Facultad de Relaciones Internacionales y del Grupo de Investigación en Ciencias Militares de la Escuela Militar de Cadetes "General José María Córdova".

Financiamiento La autora no declara fuente de financiamiento para la realización de este artículo.

Sobre la autora

Sandra Patricia Quintero Cordero Es internacionalista de la Universidad Militar Nueva Granada, magíster en relaciones internacionales de la Universidad de Buenos Aires y magíster en seguridad y defensa nacionales de la Escuela Superior de Guerra. Docente e investigadora de la Escuela Militar de Cadetes "General José María Córdova". Actualmente estudia Derecho en la Universidad Militar Nueva Granada. https://orcid.org/0000-0002-9053-377X - Contacto: sara.quintero@esmic.edu.co

Recibido: 29 de Marzo de 2020; Aprobado: 10 de Junio de 2020

CONTACTO: Sara Patricia Quintero Cordero sara.quintero@esmic.edu.co

Creative Commons License Los artículos publicados por la Revista Científica General José María Córdova son de acceso abierto bajo una licencia Creative Commons: Atribución - No Comercial - Sin Derivados.