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Revista Científica General José María Córdova

Print version ISSN 1900-6586On-line version ISSN 2500-7645

Rev. Cient. Gen. José María Córdova vol.18 no.32 Bogotá Oct./Dec. 2020  Epub Oct 01, 2020

https://doi.org/10.21830/19006586.660 

Dosier

Impacto social del Ejército colombiano visto a través de la percepción de sus soldados

The social impact of the Colombian Army seen from a soldier's perspective

Estefanía Salazar Manrique1 

María Isabel Zapata Villamil2 

1Centro de Estudios Históricos del Ejército, Bogotá D.C., Colombia https://orcid.org/0000-0002-7281-4519 cehej@buzonejercito.mil.co

2Pontificia Universidad Javeriana, Bogotá D.C., Colombia https://orcid.org/0000-0002-8660-2015 mizapata@javeriana.edu.co


Resumen.

Este artículo investiga el impacto social que genera el Ejército Nacional de Colombia en tres territorios colombianos, con base en la presencia e interacción que tienen los soldados con la población civil. Para ello, se examina la percepción del soldado frente a su formación e identidad social dentro de una institución militar, sus experiencias en cuanto a su relación con la sociedad civil y el territorio en el que se encuentran inmersos. Metodológicamente, se obtiene la información mediante grupos focales y cuestionarios, en el marco de un trabajo de campo hecho en un batallón del Ejército. Los resultados evidencian que el impacto social no es homogéneo, pues depende tanto de las dinámicas del territorio como del significado que la población da a la institución y las experiencias de interacción particulares.

Palabras Clave: Ejército Nacional de Colombia; identidad; impacto social; institución militar; interacción social; sociología militar

ABSTRACT.

This article assesses the Colombian National Army's social impact in three Colombian territories, based on the soldiers' presence and interaction with the civilian population. To this end, it examines the soldiers' perception predicated on their training and social identity within a military institution, their experiences and relationships with civil society, and the territory in which they are immersed. Methodologically, the information was obtained through focus groups and questionnaires, collected through fieldwork in an Army battalion. The results show that the social impact is not homogeneous. It depends on the territory's dynamics and the meaning the population attributes the institution, as well the particular experiences of interaction.

Keywords: identity; military institution; military sociology; National Army of Colombia; social impact; social interaction

Introducción

El Ejército Nacional de Colombia es una institución encargada de la protección del Estado y sus recursos (población, territorio, soberanía), especialmente en regiones permeadas por factores de inestabilidad económicos, sociales y de seguridad por actores armados, que hacen presencia en zonas como el sur del Cesar, el sur de Bolívar y el occidente del Norte de Santander. En territorios como estos se suelen encontrar problemas sociales a raíz de fenómenos como el narcotráfico, la minería ilegal, el contrabando, la migración irregular y el crecimiento de grupos ilegales (Badillo, 2018; Gutiérrez, 2018; Viloria, 2009). El Ejército interviene allí en busca de erradicar esas problemáticas. Sin embargo, esta intervención trae consigo una serie de dinámicas y percepciones que, positiva o negativamente, generan un impacto social en la población. Por lo anterior, el objetivo principal de esta investigación es identificar el impacto social que genera el Ejército de Colombia en dichas regiones a través del rol de los soldados que han estado en estas áreas. Para ello, se toma como referencia a soldados tanto regulares (quienes prestan su servicio militar obligatorio) como soldados profesionales (quienes se dedican de lleno a esta labor) que hacen reentrenamiento en el Batallón de Instrucción y Entrenamiento n.° 5 Andrés María Rosillo (BITER 5).

Tradicionalmente, las Fuerzas Armadas se han consolidado como instituciones sociales cuya tarea incluye no solamente la defensa nacional, sino también la formación de individuos como miembros productivos y responsables dentro de las comunidades, cuya iniciación y entrenamiento dado promueve su salud física, habilidades básicas, disciplina y respeto. Esto lo hace la institución mediante la movilización, la exposición a la doctrina nacionalista y la cohesión. La experiencia cotidiana de la vida militar le muestra a un individuo, que vive en aislamiento geográfico, una variedad de grupos étnicos con los que comparte un territorio, construye camaradería y los relaciona con temas nacionalistas y patrióticos. De esta forma, el Ejercito, como las otras fuerzas armadas, desarrolla ciudadanos y promueve comunidad (Centeno, 2014). Claramente, estas funciones se desarrollan de forma heterogénea en cada territorio e institución, y de eso se ocupa la investigación en términos de historia comparada en relación con países latinoamericanos (López-Alves, 2003). En este sentido, es oportuno también preguntarse por las experiencias y excepciones dadas en las mencionadas regiones colombianas.

Por lo tanto, esta investigación aborda dos vertientes de la sociología militar. Por un lado, estudia cómo el contexto social afecta al soldado en cuanto individuo inmerso como integrante y representante de una institución militar. Por otro lado, investiga la percepción del soldado, desde su rol en el Ejército, acerca de cómo la acción de este impacta a la población y el territorio en el que se desarrollan las operaciones tácticas. Por consiguiente, las principales categorías para abordar el impacto social en este trabajo son tres: el Ejército Nacional como institución militar, la identidad social de los soldados como individuos y finalmente la interacción que estos llegan a tener con la población civil.

El artículo se desarrolla de la siguiente manera: primero se hace un abordaje teórico de las categorías empleadas; en segundo lugar, se expone el abordaje metodológico; en tercer lugar, se muestran y discuten los resultados; finalmente, se ofrecen las conclusiones sobre el impacto social de estos hombres en las distintas regiones.

Impacto social, percepción, identidad e interacción social. Un abordaje teórico

Aunque el concepto de impacto social como categoría no ha sido lo suficientemente explorado, se puede definir como los efectos tanto positivos como negativos, previstos o no previstos, que se generan después de la implementación de algún programa en un grupo social (Liberta, 2007). De esta forma, para estudiar el impacto social se comienza por evaluar este tipo de efectos o consecuencias, que pueden derivarse de acciones, decisiones o programas en contextos particulares (Burge & Vanclay, 1995) y cuyos efectos, asimismo, varían conforme a cada lugar, a cada proyecto o incluso a cada grupo social.

En este caso, por tanto, se busca conocer el impacto social desde la perspectiva del propio agente que realiza la acción, es decir, el soldado. Así, si el impacto social está vinculado a un lugar y una acción, las percepciones también están relacionadas con ello. De esta forma, la percepción se origina a partir de realidades vividas y es influenciada por condiciones propias, creencias y valores, sumadas a la interacción que el agente tiene con el entorno (Padlog, 2009). Para Rodaway (1994), la percepción se da mediante la recepción de información externa a través de los sentidos; pero también se da a través de la conciencia, en una participación tanto de la sensación como de la cognición, que juegan un papel preponderante a la hora de percibir la realidad.

De acuerdo con esto, se puede decir que las percepciones de los soldados surgen a partir de dos momentos: primero, a partir de la institución, en este caso del batallón donde se forman en sus primeras fases con su grupo primario; y segundo, a partir de la experiencia en el área de operaciones, en las cuales interactúan con la población. En este sentido, para el primer momento, el Ejército Nacional se caracteriza como una institución total, esto es, en términos de Goffman (2001), un “lugar de residencia y trabajo, donde un gran número de individuos en igual situación, aislados de la sociedad por un periodo apreciable de tiempo, comparten en su encierro una rutina diaria administrada formalmente” (p. 13). Esta institución total sería equiparable al modelo institucional o divergente propuesto por Charles Moskos (Guitiérrez, 2002), en el que la institución militar está desarrollada en función de valores y normas por encima de los intereses individuales. Valores como el deber, la lealtad, la patria y el honor forman un vínculo vocacional del militar con esta institución, gracias al cual puede llegar a un máximo sacrificio.

Contrapuesto al anterior, y también propuesto por Moskos, se encuentra el modelo convergente u ocupacional, que establece una similitud casi completa entre el sistema de organización militar y los demás sistemas civiles, que también prioriza intereses individuales por encima de lo vocacional. En este modelo, el Ejército es visto como un grupo corporativo cuya solidaridad no se forma en torno a valores sino a la división del trabajo (Guitiérrez, 2002). Sin embargo, Moskos propone un tercer modelo intermedio entre ambos: el modelo segmentado o plural, en el que simultáneamente convergen los modelos anteriores. Según esto, es necesario entender el Ejército como institución militar a partir de estos modelos, con el fin de entender “el continuum que va desde una organización militar altamente diferenciada de la sociedad civil hasta un sistema militar fuertemente convergente con las estructuras civiles” (Moskos, 1985, p. 299). Y del mismo modo se puede entender la instrucción y formación que se le da al soldado, que por lo general se caracteriza por rasgos institucionales como los tiempos, la disponibilidad permanente para el servicio, los traslados, la disciplina y una remuneración en función del empleo o las necesidades (Moskos, 1985).

Entre tanto, del modelo institucional del Ejército depende la formación de los soldados y a su vez la identidad que adquieren en su paso formativo, ya que “allí viven, trabajan y crean la identidad que los une” (Moskos, 1985). Esta es una identidad que empieza a ser parte del soldado y lo acompaña durante su servicio militar. De esta forma, Gilberto Giménez (2007) presenta el concepto de identidad como una necesidad teórica, debido a su papel en la interacción social. Este concepto se enmarca en la pregunta de quiénes somos y quiénes son los otros, ante lo cual se genera un patrón de similitud o disimilitud a partir de condiciones subjetivas, patrón con el cual los sujetos se atribuyen o autoasignan un concepto enmarcado en un proceso histórico de construcción de pautas de sentido.

Al surgir del proceso formativo del militar, esta identidad cabe dentro de la teoría de la identidad social, según la cual el individuo posee múltiples identidades, cada una de las cuales le informa quién es y qué implicaciones tiene cada identidad, dependiendo de las circunstancias y situaciones que lo rodean. De esta forma, el comportamiento social puede ser interpersonal y grupal. El primero está determinado por relaciones interpersonales y características individuales, mientras que el segundo se ve afectado por el grupo social al cual se pertenece, como es el caso del comportamiento de los soldados (Tajfel & Turner, 2004).

Así, este grupo de individuos se caracteriza porque “se autoperciben [como] miembros de la misma categoría social, comparten alguna implicación emocional con una definición común de sí mismos, y logran algún grado de consenso social sobre la evaluación de su grupo y su membresía en él” (Tajfel & Turner, 2004). De esta forma, la diferenciación intergrupal en situaciones concretas comienza cuando los miembros, desde su autoconcepto, internalizan la pertenencia al grupo y se identifican en él, donde su autopercepción es creada a partir de ciertos grupos o categorías sociales (Tajfel, 1984).

Esta identidad pasa a ser asumida por ellos mismos y vista por los demás. Ahí juega un papel principal la interacción entre individuos y el entorno, pues se generan relaciones a las que se otorgan diversos significados y percepciones según los roles y las acciones de cada uno de los individuos. Esto se enmarca en el interaccionismo simbólico de Herbert Blumer, teoría que permite interpretar y, a su vez, ver el soldado como un símbolo con un significado, cuyas interacciones se desarrollan bajo su mismo rol. De acuerdo con las premisas teóricas de Blumer, primero, el ser humano orienta sus actos hacia las cosas (objetos, personas, instituciones, ideales, valores, situaciones cotidianas) en función de lo que estas significan para él; la segunda premisa muestra que el significado de las cosas es consecuencia de la interacción social que cada cual mantiene con ellas; y según la tercera premisa, los significados se manipulan y modifican mediante un proceso interpretativo que desarrolla la persona al enfrentarse con las cosas que va hallando a su paso (Blumer, 1982).

En consecuencia, aproximarse al impacto social de los soldados a través de sus percepciones implica partir de la interacción de ellos con la población y del significado que dan a estas interacciones, mediante un proceso de revisión e interpretación de estos significados. Igualmente, la interacción puede ser consecuencia de expectativas normativas que dan paso a la identidad social esperada (identidad virtual), la cual, en la interacción social, se verifica con la identidad social real (Torregrosa, 1983). Es decir, la población civil tiene unas expectativas y una imagen acerca de las formas de ser y las acciones esperadas de los soldados que verifican al conocerlos más e interactuar con ellos. Esto genera una percepción mutua en ambos grupos sociales acerca de esta interacción. Por lo anterior:

[...] las personas se ven necesariamente obligadas a tener en cuenta los actos ajenos en el momento de realizar los propios. La ejecución de tales actos implica un doble proceso: el de indicar a los demás el modo en que deben actuar y el de interpretar las indicaciones ajenas. (Blumer & Mugny, 1972, pp. 30-31)

Por lo tanto, esta interpretación genera significados que son creados a partir de la interacción, del lenguaje y del conjunto de símbolos establecidos para entender el entorno. Por ello, esta teoría no solo ayuda a entender la interacción de los soldados con la población, sino los significados que los actores dan a dichas interacciones.

Metodología

Para la investigación se asume la perspectiva del análisis hermenéutico-fenomenológico, con el cual se reconocen las percepciones de los sujetos acerca de las relaciones, experiencias e interacciones frente a los fenómenos sociales. Por ello, también es una investigación de carácter inductivo, ya que desarrolla la comprensión de los sujetos a partir de datos suministrados por ellos mismos (Taylor & Bogdan, 1987). Asimismo, es de tipo transversal y su alcance es tanto exploratorio como descriptivo, dado que, en el caso colombiano, el tema ha sido poco explorado. Por otra parte, es descriptiva, ya que se quiere caracterizar a los sujetos desde sus percepciones, sus identidades y sus formas de interacción social.

En esta medida, la investigación se basó en grupos focales guiados con doce preguntas semiestructuradas y cuestionarios de diez preguntas dicotómicas estructuradas. La elaboración de estas preguntas fue cuidadosamente basada en el marco teórico planteado y en el conocimiento situado de uno de los investigadores. Además, se hizo un pilotaje previo con soldados regulares, a fin de indagar sobre la claridad y pertinencia de las preguntas, y así realizar las correcciones necesarias. Ambos instrumentos fueron seleccionados con el objeto de contrastar las respuestas grupales y las respuestas individuales suministradas. Posteriormente, se sistematizaron en el software para la investigación cualitativa Atlas.Ti y en Excel.

Teniendo en cuenta que la aproximación al impacto social se hace a través de la percepción de los soldados, resulta fundamental el trabajo con grupos focales, ya que con esta técnica se logra identificar la pluralidad y variedad de las opiniones, actitudes y percepciones colectivas generadas a través de experiencias. Primero, se clasificaron los soldados en diferentes grupos según el área de operaciones en las que estuvieron, es decir, la zona en la que realizaron sus diferentes actividades. De esta forma se pretendió que, dentro de los grupos focales, los sujetos hicieran una narrativa de sus experiencias (Lieblich et al., 1998), para que relataran los acontecimientos en secuencia causal y temporal. Para ello, se tomó una muestra no probabilística por conveniencia y oportunidad (Hernández et al., 2006) de 72 soldados entre 18 y 37 años de edad, de los cuales 36 participaron en 3 grupos focales divididos en 3 bloques de 12 participantes según región. El primer grupo estuvo compuesto por soldados regulares del sur del Cesar, el segundo y el tercero por soldados profesionales del sur de Bolívar y del Norte de Santander.

Por otra parte, se tomó a 36 soldados más para aplicarles un cuestionario con preguntas cerradas, donde se indagaban percepciones sobre la labor en la institución y las interacciones con la población civil. Estos soldados eran regulares, de los cuales 28 pertenecían a la región de Norte de Santander y 8 al sur del Cesar. No se contó con la participación de soldados regulares del sur de Bolívar debido a que, por las condiciones propias de seguridad de los lugares, allí solo se encuentran soldados profesionales.

La elección de la muestra se dio con base en que los soldados que participaron en la investigación y que contaban con los requisitos para la investigación eran quienes estaban disponibles en ese momento en el BITER 5. Igualmente, se indagó previamente y se hizo un seguimiento durante tres meses previos a la aplicación metodológica, con el fin de calcular la fecha exacta en que hubiese un mayor número de soldados que tuviesen las características buscadas. Por último, el análisis de los datos númericos obtenidos se puso en diálogo, a lo largo de esta investigación, con la percepcion cualitativa expresada en las respuestas de los soldados.

Resultados y discusión

La investigación dio cuenta de la percepción que tienen los soldados del Ejército Nacional del impacto social generado en tres regiones diferentes, según su área de operaciones. Varias de sus opiniones sobre aspectos como la relación con la población civil difieren por características propias de la región que intervinieron en cuanto al trato, la relación o la interacción con dicha población. Por el contrario, aspectos como la percepción del Ejército como institución, el impacto que esta tiene en ellos y la formación de la identidad social, en general, son similares y solo se encontraron unas pequeñas variaciones.

La institución para el soldado: trabajo, experiencia, compromiso

Las percepciones que los soldados tienen del Ejército como institución, y a su vez los impactos que este genera en ellos, se explican desde las experiencias adquiridas con sus vivencias subjetivas en determinadas situaciones y la autopercepción de sus roles (Dubet, 2010). A esto se suman las motivaciones del ingreso a la institución, ya sea prestando el servicio militar o en su profesión como soldados. Así, en la Figura 1 se observan algunas respuestas dadas por los soldados respecto a su percepción de la institución.

Fuente: Elaboración propia.

Figura 1 Aspectos institucionales de los soldados.  

En cuanto a la información suministrada, se observa que todos los sujetos encuestados del sur del Cesar prestan servicio de manera voluntaria, frente a un 80% para los del Norte de Santander. Asimismo, todos manifiestan sentirse cómodos prestando el servicio militar, lo que significa que estos soldados regulares muestran fuertes tendencias institucionales. Sin embargo, esta tendencia varía un poco ante la tercera pregunta: ¿Continuaría en el Ejército? Los soldados del sur del Cesar respondieron afirmativamente en un 70%, mientras que para los del Norte de Santander solo continuaría el 40%. Al comparar esto con las narrativas suministradas en el grupo focal, la experiencia en el Ejército para algunos está ligada a una obligatoriedad (la obligación de prestar el servicio militar para obtener la libreta militar) y, por tanto, es más un medio que un fin, pues señalan tener otros proyectos de vida fuera del ámbito militar.

De hecho, entre los hallazgos más notables de los grupos focales sobre la motivación por pertenecer a la institución se destacan las perspectivas instrumentalistas, es decir, como en el caso anterior, que hacer parte de la institución es un medio para obtener un fin. Este fin puede ser:

  1. La obtención de un mayor estatus dentro de la población, que se evidencia en un refuerzo de su masculinidad y la llegada a la madurez (esto se expone más adelante en el apartado de la identidad).

  2. Beneficios económicos y prebendas laborales especiales de la institución -algunos manifiestan que obtener una libreta de primera abre muchas más puertas que una de segunda-.

  3. Nuevas oportunidades, en todos los ámbitos, que les permitan salir de la pobreza.

  4. Al respecto, es importante resaltar que muchos de los sujetos de estudio no completaron su escolaridad, nacieron en lugares alejados de las ciudades y, en general, pertenecen a poblaciones vulnerables.

Especialmente para los soldados profesionales, el significado del Ejército se asemeja al de una organización en la que trabajan defendiendo al país y que, a su vez, les ofrece una serie de retribuciones y beneficios económicos y sociales, dado que posibilita una ganancia individual y una superación personal (Connor et al., 2019; Forero et al., 2018; Vest, 2013). Así, uno de ellos comenta: “Pues en este momento, para mí el Ejército significa todo [...], significa algo en donde uno puede cumplir sus metas, uno acá puede conseguir cosas que en la civil difícilmente puede conseguir”.

En contraposición a esta percepción se encuentran quienes entraron al Ejército por gusto y vocación, como lo expresa un soldado profesional del sur de Bolívar: “Cuando uno entra de soldado regular le nace entrar de soldado profesional, porque le gusta”. En este caso, se evidencia un sentido de pertenencia que concibe a la institución como garante de derechos, proveedora de seguridad y defensora. Por ello, muchos de los soldados regulares continúan con la carrera militar, pues, como lo relata un soldado perteneciente al sur del Cesar al hablar de sus razones para seguir en el Ejército: “Primero, porque es una buena carrera, segundo porque me gusta servir a la patria, darle seguridad a los demás”.

No obstante, llevar a cabo este trabajo en el cumplimiento del deber institucional implica un sacrificio físico, que implica dejar las comodidades que se llevaban en la vida civil (Ichikawa, 2009) y una ruptura del yo con la pérdida de la individualidad (Castañeda, 2005). Sin embargo, los soldados son conscientes de que el sacrificio hace parte de la experiencia militar, y a ella se acostumbran e, incluso, adquieren un gusto por ella. Como lo comenta un soldado profesional:

[…] uno venirse de la casa, dejar la mujer, la familia, los hijos botados por venir a cumplir un deber. Que lo cumple uno por unos ingresos que le pagan a uno y en el área, pues muchas dificultades que puede uno pasar. Demasiadas, cargando la comida en la espalda y no poder comerla.

En algunos soldados afloran discursos y perspectivas patriotas al pensar en el sacrificio que han hecho por la patria y por su país (Ichikawa, 2009). Expresan también un profundo agradecimiento al Ejército Nacional al manifestar que se sienten orgullosos de pertenecer a la institución (Malamud, 2013). Así lo declara uno de los soldados:

Para mí esta vaina sí es un orgullo y un honor muy bonito. [...] hay muchos compañeros de nosotros quienes han perdido las extremidades del cuerpo, han muerto pues por, sí, pues como cuando uno hace el juramento a la bandera que uno jura defender la bandera y el país, y exactamente eso es lo que hacemos nosotros.

Otro aspecto es el hecho de que algunos de los soldados comprenden su estancia en el Ejército como una forma de extender su prestigio, así como el de su familia; es una forma de exaltar el valor de su apellido.

Asimismo, algunos soldados, sobre todo quienes tuvieron como área de operaciones el departamento de Norte de Santander, expresan que para ellos representaba un trabajo más, mientras que otros plantean que pertenecer al Ejército lo es todo para ellos, asumiendo incluso una posición de superioridad. “Entre mil nos escogieron a nosotros”, dice uno de los soldados, con lo cual resaltan todo lo que han logrado aprender en la institución. Así, la percepción institucional que tienen los sujetos depende de varios factores y experiencias expresadas desde sus subjetividades.

Obteniendo identidades: el rol del sujeto como soldado

La formación como soldado no es una actividad individual sino colectiva; se trata de un proceso en el que un conjunto de hombres se despoja de sus costumbres civiles para incorporarse a la institución y recibir un entrenamiento, que lleva consigo un conjunto de saberes, disciplinas y prácticas. Es, asimismo, un proceso en el que permanecen aislados durante un tiempo del entorno civil, mientras adquieren las destrezas suficientes para ir a la práctica en las áreas de operaciones a las que son asignados. Así, algunos de los soldados regulares consideran su paso por la institución en su cumplimiento del servicio militar como una experiencia que marca sus vidas, ya que produce una ruptura de la cotidianidad que tenían en la vida civil. Además, se trata de una experiencia que marca el inicio de la mayoría de edad de muchos de los nuevos soldados que se integran a la institución.

De acuerdo con Vest (2013), la conformación de esta identidad pasa por tres etapas: comportamiento/práctica, desplazamiento espacial y narratividad. En este proceso de formación de su identidad, se entrenan y realizan diferentes actividades conjuntamente; comparten los mismos espacios, e incluso adoptan las mismas narrativas y percepciones de acuerdo con su experiencia.

Por otra parte, asumir el rol como soldado no solamente se centra en abandonar la vida civil y sus costumbres, puesto que, como se ha visto, también implica dejar a la familia de origen, que es reemplazada por sus compañeros, con quienes comparten todo el tiempo mientras permanezcan dentro de la institución. Esto genera una cohesión no solamente para llevar a cabo las tareas asignadas, sino también una cohesión social (MacCoun et al., 2006). En este sentido, el compañerismo hace parte de esa identidad (Connor et al., 2019). Como parte de la nueva dinámica, surge esa integración grupal en la que todos dependen de uno y uno depende de todos (King, 2013). Así lo manifiesta uno de ellos: “Si uno falla en el área de operaciones, puede costar la vida de todo un pelotón”.

El acompañamiento permanente entre los soldados genera unanimidad (King, 2006). Es un ambiente en el que comparten espacios, órdenes, decisiones, entrenamientos, entre otros aspectos que van conformando su identidad social como identidad grupal (Goffman, 2001). En esta impera la disciplina, la lealtad, el compañerismo, la obediencia, el compromiso y demás valores institucionales (Malamud, 2013) que los permean y se convierte en características esenciales hacia ellos mismos y hacia los demás.

Además, está el surgimiento de lazos afectivos, pues, como relata uno de ellos: “Compartir con gente que uno nunca ha conocido ni que uno pensó conocer y tener ese trato, tener como un apoyo, eso es bonito”. Otro de ellos comenta: “Uno le mete las ganas, porque están los compañeros de uno adelante y toca acompañarlos, no dejarlos botados tampoco”. De esta forma, el vínculo emocional que se crea con los compañeros es una muestra de esa identidad que se genera. A su vez, esa compañía entre ellos y las relaciones intergrupales que se entablan se convierten en una motivación para estar ahí, ya sea en su prestación del servicio o en la carrera como soldado profesional. Este incentivo de continuar al ver a sus compañeros como ejemplo es evidencia también del reflejo en el otro y del representarse a sí mismo en los demás miembros del grupo, lo que refuerza la identidad grupal.

Otro aspecto que hace parte de esa identidad, y además la visibiliza, es el porte del uniforme o camuflado. Quien lo lleva consigo no solamente representa a la institución sino un deber ser, un comportamiento más profesional y una actitud para realizar las funciones correspondientes de la mejor manera (Vest, 2013). Así, respecto al uso de este elemento, manifiestan: “Pues llevar el uniforme es una representación. Nosotros somos representantes del Estado”. Otro de ellos complementa: “Y representante de la familia y de las demás personas. Representamos también un apellido, una actitud”. Por lo tanto, el significado de la representatividad que afirman tener está ligado con un orgullo de portar el uniforme:

Llevar puesto el uniforme es un orgullo, y a veces ha pasado que uno viene cansado, con la cabeza gacha, y va a pasar como que en medio de un pueblo y uno como que alza la mirada. Cuando uno pasa al pueblo es para que me vean en alto, que no me vean pues derrotado.

Otro de ellos asegura: “Uno no tiene que estar mal parado, porque si uno la embarra no van a decir: es el soldado el que la embarró, sino que fue el Ejército”. Quien usa el uniforme lleva consigo un estatus y una imagen que muestra a los demás, y que, al ser una representación, es para ellos motivo de orgullo. Sin embargo, aunque a la mayoría de soldados tanto regulares como profesionales les gusta llevar puesto el camuflado, una parte de los soldados regulares encuestados, perteneciente al 11% de los que realizaron operaciones militares en Norte de Santander, sienten temor, ya que llevar el camuflado puede llegar a ser un riesgo para ellos, pues estarían fácilmente en la mira enemiga. En este sentido, el orgullo o el miedo de portar el uniforme depende de un conjunto de factores y de cómo se ve el soldado a sí mismo frente a cómo lo ven los otros, quiénes son y qué significa el uniforme para esos otros.

Esta identidad no solo se forma al portar un uniforme, sino también a través de aprender y realizar nuevas funciones, adquirir nuevas responsabilidades y otros factores que implican tener una representación significativa, así como una autopercepción heroica, lo que los lleva a reflejar mucha más seriedad y más madurez. Según lo comentan, estos son aspectos percibidos por ellos mismos, por su familia y por los demás.

Respecto a este sentimiento heroico, la perspectiva que se tiene del yo cambia, pues se da una relación de superioridad con respecto a la población civil. Así, en algunos soldados se ve cómo interiorizan el discurso del militar como el héroe y, por ende, se autoperciben como hombres más fuertes, maduros y atractivos para las mujeres.

Así, resulta claro que esa identidad se refleja tanto extrínsecamente con el uniforme como intrínsecamente en su deber ser como actores normativos, cuyas acciones hacen parte de su sentido de pertenencia y son guiadas por sus compromisos y por lo que los demás esperan de ellos (Connor et al., 2019). Esto se ve imbricado en el conjunto de valores y enseñanzas que afirman haber adquirido:

Ah sí, la disciplina, el respeto, la responsabilidad, el compromiso, todo eso se lo enseñan a uno. Es que tantas cosas, uno aquí aprende muchas cosas como el compañerismo, la unión, trabajar en equipo, la lealtad con el compañero y todo eso.

De esta forma, adquieren no solo conocimientos militares, sino también conocimientos de la vida práctica.

Saliendo al área de operaciones: una percepción del impacto en la población y la interacción con ella

Dentro de las áreas de operaciones, los soldados no solo tienen contacto con otros soldados o personal militar, sino también con la población civil que habita las zonas a las que son asignados. Si bien este contacto no siempre es directo, una característica fundamental de la presencia de los soldados en las regiones es que no pasa desapercibida, puesto que siempre conlleva para la población un significado, ya sea positivo o negativo (Forero et al., 2018), dependiendo de la interpretación social que se tenga y de las funciones que cumplan en los lugares asignados (Blumer, 1982). En este sentido, en el relato de los participantes se evidencian múltiples apreciaciones sobre sus experiencias en diferentes territorios.

Por un lado, se encuentran las experiencias positivas, reveladas sobre todo por los soldados regulares que realizaron actividades en el sur del Cesar. En su mayoría, estos soldados comentaron que la población los acogió de manera servicial e incluso recibieron felicitaciones de parte de esta. La razón de esto la encuentran en que su presencia aumenta la percepción de seguridad de la población, lo que despierta sentimientos de agradecimiento y admiración, pues son comunidades muy aisladas o alejadas de las cabeceras municipales; en algunas ocasiones, solo cuentan con la presencia del Estado en temporada de elecciones.

A esto se suman las diversas opiniones de los soldados regulares encuestados (Figura 2), quienes en su totalidad consideran que sus labores favorecen a la población. Asimismo, todos los miembros del sur del Cesar consideran que sus labores fueron bien vistas. No obstante, solo el 89% perteneciente a Norte de Santander tuvo la misma opinión. De igual manera, todos los soldados de ambas regiones manifiestan no haber tenido problemas con la población, aunque no todos se sintieron aceptados. Esto se refleja en un 25% del sur del Cesar y un 29% de Norte de Santander que no sintieron aceptación por parte de la población. Así mismo, el 13% del sur del Cesar y el 21% de Norte de Santander niegan haber tenido buenas relaciones con la gente, como se aprecia en la Figura 2.

Fuente: Elaboración propia.

Figura 2 Interacción de soldados con población civil. 

En este sentido, no se considera que haya habido una receptividad homogénea, dado que se encuentran múltiples apreciaciones. Estas estadísticas contrastan directamente con lo indagado dentro de los grupos focales al presentar resultados similares. Allí, los soldados del sur del Cesar manifiestan que, aunque no tuvieron problemas directos con la población, la aceptación y relación con esta no siempre es la mejor: “Uno de parte y parte recibe. Tanto lo felicitan a uno como también lo insultan, y eso es normal”. En esto se evidencian tratos e interacciones normalizadas en lo que perciben frente a la población, cuyo descontento se genera por la inconformidad de la población con el cumplimento del deber militar, como se refleja en lo siguiente: “Lo tratan a uno mal porque a veces uno pide por ejemplo una requisa o algo, a veces la gente no quiere y lo trata a uno mal por no quererse dejar requisar”. Añaden que no a todas las personas les gusta el Ejército y tampoco el camuflado mismo, de lo cual también depende la receptividad o el rechazo hacia los soldados, pues, dado el desconocimiento de la institución, las personas pueden llegar a confundir a un soldado con un actor armado ilegal y crear un temor frente al otro. Por ello afirman: “Como bien sabemos, el camuflado prácticamente cualquiera lo puede portar y ese es el miedo que lo usen como pa' infiltrarse”.

Uno de los comunes denominadores de los aspectos negativos percibidos por los soldados, tanto regulares como profesionales, son los conflictos con la población en el cumplimiento de su deber. Sin embargo, estas percepciones también varían según la región en la que se encuentran. Por ejemplo, algunos soldados expresan que la comunidad no los recibió de manera receptiva o, en sus términos, la población no es afecta, por varias razones, como se plantea a continuación.

En primer lugar, aquellos que tuvieron como área de operaciones el sur del departamento de Bolívar explican que esa reticencia de la población se debe principalmente a la presencia de actores armados en el territorio. Esto, por una parte, genera miedo e inseguridad en la población de cara a la interacción con los soldados. Por otra parte, hay personas afectas a los grupos armados que han hecho presencia en la región y han sido parte de la cotidianidad de la población, por lo cual, de acuerdo con Forero (2017), legitiman y respetan esta autoridad. Sumado a esto, los soldados consideran que el rechazo también se debe a cuestiones ideológicas, ya que algunas personas desde pequeñas son educadas para sentir rencor y desconfianza hacia las Fuerzas Armadas. Al respecto manifiestan:

No pues la gente en verdad no habla con uno, lo ven llegar a uno y ellos mismos se encargan de sapearle a la guerrilla que llegó uno, para que uno se vaya de ahí porque a ellos no les conviene que uno esté ahí.

De igual manera, afirman que, cuando llegan a algunas zonas, quien se les acerca lo hace solamente para indagar sobre sus actividades y sobre el tiempo que permanecerán allí; en palabras de ellos: “para hacerles inteligencia”. Esto genera temor entre los soldados y una actitud reservada frente a la población; es decir, “orientan sus acciones en función de lo que advierten” (Blumer, 1982, p. 60). Adicionalmente, niegan cualquier acto de amabilidad por parte de las personas: “Cuando uno llega, nadie nos mira. Le niegan hasta el agua a uno”. De igual modo, afirman que, si alguien llega a ser amable, es porque tiene una segunda intención, y asumen que son enviados por la guerrilla o por algún grupo armado para obtener información. Incluso manifiestan que, cuando logran que alguien les venda algo o les preste algún servicio de alimentación o lavado, esa persona lo hace con mala actitud o lo vende a un precio mayor.

En segundo lugar, la desconfianza de la población del sur de Bolívar contra miembros del Ejército surge debido a la intermitencia de su presencia en los territorios controlados por grupos armados ilegales, debido a lo cual estos grupos pueden arremeter contra la población si saben que colaboraron con las Fuerzas Armadas. Como plantea uno de los soldados:

Pero los que son afectos, quieren colaborarle al Ejército, pero les da miedo porque saben que al Ejército los meten por un tiempo y luego los sacan, eso no es garantía y quedan los civiles allá solos y allá es donde llega la guerrilla y todo eso y pues los matan.

El temor fundado por la presencia de otros grupos y el significado que tienen en el territorio provoca que la población se mantenga al margen de cualquier miembro del Ejército, pues cualquier mínima interacción significa un peligro potencial, lo cual quieren evitar. Surge, entonces, un temor generalizado de las personas hacia cualquier miembro del Ejército y viceversa. De acuerdo con Pastrana & Vera (2019), esto crea una desconfianza mutua entre el sector civil y el militar, pues los soldados afirman que también evitan cualquier interacción con la población para no tener inconvenientes.

Por otra parte, en tercer lugar, la aceptación o no del Ejército Nacional tiene que ver con las funciones que desempeñaba en los territorios. Así, en las operaciones más intrusivas, la acogida de las fuerzas militares fue menor, como es el caso del sur de Bolívar y Norte de Santander. En el caso del sur de Bolívar, el choque con la población fue mucho más fuerte, debido a que se atacó lo que esta consideraba como su sustento económico con la erradicación de cultivos ilícitos. Así lo plantea el siguiente soldado: “La gente no gusta de nosotros; allá están los cultivos de coca amontonados y pues, al llegar nosotros, les causamos problemas a ellos porque, sí, esto es como un sustento para ellos”. En este caso, la percepción que la población tiene del Ejército, específicamente de los soldados de estas regiones, no es la de los héroes que brindan seguridad y bienestar al territorio, sino que, por el contrario, son vistos como el enemigo externo que altera las dinámicas internas de su cotidianidad.

En el caso de Norte de Santander, las operaciones que se realizaban eran ofensivas; no obstante, también afirman que hay lugares con presencia de actores armados, lo cual los hace estar prevenidos. Por ello, la relación con la población es difícil por los mismos aspectos que mencionaron soldados en el sur de Bolívar, pues temen que las personas tengan problemas o amenazas a consecuencia de la interacción.

En cuarto y último lugar, algunos soldados pertenecientes a Norte de Santander perciben que su interacción con la población es mucho más posible en aquellas zonas donde no ha existido o existe menos conflicto armado. Por el contrario, en las zonas “rojas”, la relación con la población es mucho más conflictiva y las comunidades son mucho más cerradas y poco colaborativas. Esto lo explica un soldado de la siguiente manera: “Pues es que allá hay conflicto armado; lo que pasa es que el militar adonde llega es pasajero, máximo quince días y de resto pues conviven es con sus conflictos”. Otro de ellos afirma: “La población civil es afecta pero en estos lugares poblados, en donde no hay problemas, en donde no hay nada. Ahí sí quieren el Ejército full”.

Por otro lado, la recepción o rechazo no solamente depende de factores extrínsecos como las dinámicas territoriales, pues también están las apreciaciones subjetivas frente a la interacción de sujetos particulares con grupos particulares de soldados; es decir, la imagen o interacción es creada a partir de la confianza o desconfianza dada de las relaciones mutuas. Por ejemplo, soldados de Norte de Santander manifiestan haber entablado relaciones de confianza mutua con personas de la población, ya que para ellos la receptividad y el trato que reciben de los demás también depende del trato y la imagen que ellos generan.

A esto se añade la imagen que cada grupo de soldados genera al pasar por ciertos lugares, pues comentan que son rechazados o no son bien recibidos a causa de una mala imagen dejada por anteriores soldados al tirar basuras, dañar árboles frutales, hurtar cosechas, cosas o animales. Por lo tanto, quienes llegan buscan una reconfiguración de su autoimagen (Goffman, 1979) con una reivindicación identitaria. Esto no solo lo hacen con el objetivo de mejorar la imagen institucional, sino también con el fin de generar relaciones de afecto con la comunidad y así obtener favores como alimentación u hospedaje. Pero igualmente buscan relaciones de reciprocidad, de forma que les colaboran a las personas con lo que puedan y así entablan una confianza e incluso vínculos de fraternidad. Uno de ellos manifiesta: “Muchas veces uno se gana a la población dándoles mercado, que a uno le queda mucho o diciéndole que lo que necesiten”.

En Norte de Santander y el sur del Cesar, se logran consolidar en algunos casos relaciones muy cercanas entre soldados y mujeres civiles. Según ellos, las mujeres son mucho más amables, e incluso pueden establecer relaciones de carácter sentimental. Esto se evidencia en los resultados del cuestionario, donde 7% de los soldados de Norte de Santander manifiestan haber tenido alguna relación afectiva con mujeres de la región. Ellos consideran que, por ser militares, las mujeres los ven atractivos, representan para ellas madurez, estabilidad laboral y económica. Un soldado afirmó tener una relación sentimental con una mujer mucho mayor que él, lo cual fue posible por ser militar, según manifiesta. Así, es claro que la interacción y percepción que se tiene de los soldados y del Ejército es múltiple, según la región y la representación que la población tiene de ellos.

Conclusiones

Son varios los hallazgos encontrados en el marco de esta investigación. En primer lugar, se evidenció cómo la percepción que tienen los sujetos de estudio sobre la institución de la que hacen parte varía sustancialmente dependiendo de varios factores, entre ellos las condiciones de origen de los sujetos, el tipo de soldados que son, el nivel de riesgo y peligro del lugar de operaciones, el ingreso de manera voluntaria o no al Ejército, el rol que cumplen en el Ejército Nacional, entre otros. De acuerdo con esto, se determina que los soldados oscilan entre lo institucional y lo organizacional en cuanto a sus motivaciones, orientaciones y deberes.

Por otro lado, la identidad de los soldados es formada conforme a los objetivos institucionales, en los que impera la disciplina, el respeto, la responsabilidad y un conjunto de valores y prácticas que conforman el deber ser y la identidad del nuevo rol del individuo. Aunque el rol del soldado no interviene directamente en las dinámicas y la organización del Ejército, sí es uno de los principales representantes ante la población civil. En este sentido, los soldados que van a las áreas de operaciones descritas en este artículo implican diversos significados y pueden generar un impacto tanto positivo como negativo, lo cual depende del territorio, del tipo de soldados y de las dinámicas de la población. Así, en territorios como el sur de Bolívar y el occidente de Norte de Santander, los soldados no suelen generar un impacto positivo, pues el significado que su presencia trae genera un conjunto de percepciones negativas por parte de la población, quienes consideran que la labor de estos hombres es intrusiva para las dinámicas poblacionales. Por el contrario, en regiones como el sur del Cesar, los soldados generan un mejor impacto, puesto que su presencia y sus actividades son mejor vistas por la población.

Finalmente, el alcance de esta aproximación al impacto social de los sujetos a partir de sus percepciones permite conocer a los soldados desde su formación interinstitucional hasta su interacción social con la población civil en estas tres regiones. Sin embargo, hay aspectos que, aunque se mencionan en el artículo, no se desarrollan lo suficiente, por lo cual se sugieren para futuras investigaciones, entre ellos el heroísmo, el patriotismo, las prácticas, las representaciones, la atracción, la masculinidad, entre otros. Asimismo, sería interesante desarrollar investigaciones que se aproximen al impacto social en otras regiones o con otros actores, ya sea a través de miembros de las Fuerzas Armadas o a través de la perspectiva de la población misma.

Agradecimientos

Las autoras desean agradecer al Centro de Estudios Históricos del Ejército, a la Universidad de La Salle y a MComunicaciones S. A. S. por su apoyo en la realización de este artículo.

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Estefanía Salazar Manrique es socióloga de la Universidad Nacional de Colombia, con estudios complementarios en socioantropología de la economía y la religión de la Universidade de São Paulo (Brasil). Se interesa por temas como la sociología militar, sociología de la cultura, sociología de la religión y sociología del consumo. https://orcid.org/0000-0002-7281-4519 - Contacto: cehej@buzonejercito.mil.co

María Isabel Zapata Villamil es historiadora y magistra en comunicación social de la Pontificia Universidad Javeriana y doctora en historia de la Universidad Nacional de Colombia. Sus investigaciones giran en torno a la historia de la comunicación, la historia del centenario de la independencia y la cultura visual, género y moda. https://orcid.org/0000-0002-8660-2015 - Contacto: mizapata@javeriana.edu.co

Citación: Salazar Manrique, E., & Zapata Villamil, M. I. (2020). Impacto social del Ejército colombiano visto a través de la percepción de sus soldados. Revista Científica General José María Córdova, 18(32), 907-924. http://dx.doi.org/10.21830/19006586.660

Declaración de divulgación Las autoras declaran que no existe ningún potencial conflicto de interés relacionado con el artículo. Este artículo surge del proyecto “Impacto social del Ejército en la región del sur de Bolívar, sur del Cesar y noroccidente del Norte de Santander” a cargo del Grupo de Investigación Historia y Cultura Militar del Centro de Estudios Históricos del Ejército, en conjunto con el Grupo de Investigación de Prácticas Culturales, Imaginarios y Representaciones.

Financiamiento La investigación fue financiada por el Centro de Estudios Históricos del Ejército y MComunicaciones S. A. S.

Publicado en línea: 1.° de octubre de 2020

Recibido: 22 de Julio de 2020; Aprobado: 01 de Septiembre de 2020

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