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Revista Científica General José María Córdova

Print version ISSN 1900-6586On-line version ISSN 2500-7645

Rev. Cient. Gen. José María Córdova vol.19 no.35 Bogotá July/Sept. 2021  Epub July 01, 2021

https://doi.org/10.21830/19006586.806 

Dossier

Las relaciones Chile-Perú tras la Guerra del Pacífico: elementos para una polemología latinoamericana

Chile-Peru relations post the War of the Pacific: elements for a Latin American polemology

Jorge Gatica-Bórquez1 
http://orcid.org/0000-0003-1596-5588

Hugo Enrique Harvey-Valdés2  * 
http://orcid.org/0000-0002-7184-1670

1 Academia Nacional de Estudios Políticos y Estratégicos de Chile, Santiago, Chile jgatica@anepe.cl

2 Academia Nacional de Estudios Políticos y Estratégicos de Chile, Santiago, Chile hharvey@anepe.cl


RESUMEN.

Este artículo pretende revitalizar una disciplina que ha permanecido inexplorada en los últimos años: la polemología. Esta disciplina, surgida a mediados del siglo XX para comprender la complejidad del fenómeno de la guerra, sus disímiles causas y consecuencias, ha sido aislada y catalogada como belicista. En ese sentido, mediante la revisión de sus principales postulados y su aplicación a las teorías de cooperación internacional, este artículo rescata su influjo pacifista y positivo. Para ello, se estudian las relaciones entre Chile y Perú, que demuestran su capacidad para superar paulatinamente la carga histórica de la Guerra del Pacífico, con el fin de sumar elementos para una nueva polemología latinoamericana, que potencie los estudios de la guerra en la región.

PALABRAS CLAVE: cooperación internacional; estudio de la guerra; paz; polemología; relaciones bilaterales

ABSTRACT.

This article aims to revitalize a discipline that has remained unexplored in recent years: polemology. This discipline, which emerged in the mid-twentieth century to understand the complexity of the phenomenon of war, its dissimilar causes, and consequences, has been isolated and labeled as warmongering. By reviewing its main postulates and their application to the theories of international cooperation, this article rescues its pacifist and positive influence. To this end, we studied the relations between Chile and Peru, demonstrating their ability to gradually overcome the historical burden of the War of the Pacific, adding elements for a new Latin American polemology and enhancing war studies in the region.

KEYWORDS: bilateral relations; international cooperation; peace; polemology; war studies

Introducción

El interés del ser humano por estudiar la guerra ha sido constante y recurrente a lo largo de la historia, debido a que los conflictos entre sociedades representan una regularidad. Así, diferentes disciplinas han dedicado esfuerzos en relatar la guerra, comprenderla, analizarla e incluso evitarla. Desde la historiografía, la arqueología, la paleontología, la etnología y la antropología, así como desde la demografía, la geografía política, la filosofía y la ciencia política, e incluso enfoques desde la etología y la psicología social, junto a otras múltiples áreas del saber, han enriquecido el conocimiento del fenómeno de la guerra. Esto demuestra que las problemáticas relacionadas con los conflictos armados remueven los cimientos de las sociedades en general, lo cual orienta el análisis hacia tratar este fenómeno con una lógica de "hecho social" (Molina, 2014).

De esta aproximación surge lapolemología, neologismo científico introducido por el sociólogo y demógrafo francés Gaston Bouthoul en 1945, que se institucionalizó como disciplina científica en la segunda mitad del siglo XX. No obstante, debido a diversos factores, pero principalmente por su objeto de estudio (la guerra), la polemología fue catalogada como una disciplina beligerante, y Bouthoul fue acusado de ser enemigo de la paz, por lo cual sufrió un aislamiento académico y su desestimación por parte de especialistas de otras ciencias (Molina, 2007, pp. 188-189). Esto ha generado que la polemología se mantenga como una disciplina incipiente, con escasos avances desarrollados principalmente en el continente europeo, y desde una concepción que considera la guerra como la normalidad y la paz como anomalía.

Este artículo identifica este problema e intenta proponer un nuevo enfoque, para detener y encauzar esta tendencia pesimista respecto a la disciplina. Para ello, se siguió la siguiente metodología: en primer lugar, se ofrece una revisión bibliográfica y teórica para establecer las generalidades de la polemología; luego se analiza la disciplina desde otro ángulo, en busca de ampliar sus alcances; posteriormente, es relacionada con paradigmas de integración internacional, para, finalmente, explicar esta nueva mirada desde el análisis de las complejas relaciones entre Chile y Perú, identificando los elementos que en su momento fueron la fuente del conflicto y que, transcurrido más de un siglo, representan hoy factores de paz.

Así, mediante la exposición de las principales aproximaciones polemológicas y su aplicación a las teorías de cooperación internacional y al análisis de la evolución de las relaciones entre Chile y Perú, se pretende revalorar la disciplina desde una impronta pacifista y positiva, brindando elementos que permitan el impulso de una polemología latinoamericana.

Generalidades de la polemología

El camino de la polemología hasta su posicionamiento vivió las vacilaciones propias de cualquier rama del saber. Antes de consolidarse, pasó por lo que se ha denominado una "polemología implícita" (Pendas, 2020, p. 361), esto es, avances zigzagueantes pero ascendentes en el tema de una disciplina que van abriendo camino para su desarrollo. Fue Georg Simmel quien encauzó las diversas vertientes "implícitamente polemológicas" por el camino de la sociología, al considerar el conflicto como el catalizador esencial para cambios profundos: "la lucha [...] abarca el contraste relativo entre guerra y paz: esa paz absoluta [...] persiste como un secreto eterno" (Simmel & Levine, 2010, p. 393). En su concepción, el conflicto y la cooperación son dos formas de interacción estrechamente relacionadas (Fellmann, 2021). Sin embargo, sus intereses, pensamientos y obra se vieron afectados principalmente por la animadversión hacia estos estudios luego de la Primera Guerra Mundial.

Sin exhibir avances relevantes en el periodo de entreguerras, la academia reanudó las investigaciones en estas temáticas una vez concluida la segunda gran conflagración. Esta reanudación estuvo influida por el contexto de la naciente Guerra Fría e impulsada por el influjo de las potencias en pugna. En este marco surgieron los aportes franceses de Gaston Bouthoul, Julien Freund y Raymond Aron; la contribución inglesa de Lewis Fry Richardson, y los aportes estadounidenses de Quincy Wright, Lewis A. Coser y David Singer (Pendás, 2020, p. 362), todos impactados por el rol de sus países en la Segunda Guerra Mundial y expectantes por el papel que desempeñarían en el futuro.

Pensamiento de Gastón Bouthoul

El pensamiento de Bouthoul se vio permeado por el fracaso de los sentimientos idealistas y las tesis jurídicas del periodo de entreguerras, lo que terminó por convencerlo de la precariedad y excepcionalidad de la paz (Molina, 2007, p. 192). En todo caso, sus trabajos no fueron los únicos que migraron de una visión optimista tras la Primera Guerra Mundial, iluminados por el espíritu de prevención de nuevos conflictos, a una visión realista de la inseguridad del escenario internacional (Harvey et al., 2016, p. 131). Desde la historia germinó una de las obras fundamentales de las relaciones internacionales, la de E. H. Carr, que planteó una enérgica crítica a los teóricos utópicos considerando que su supuesto interés mundial por la paz había generado efectos nocivos para la política internacional (Carr, 1939, p. 53).

Sin embargo, mientras Carr ha sido considerado uno de los padres de la disciplina de las relaciones internacionales modernas (Thompson, 1980), Bouthoul fue tildado como enemigo de la paz (Molina, 2007, p. 189). Afortunadamente, estas acusaciones no le impidieron realizar su gran aspiración: la creación del Institut Français de Polémologiepour l'étude scientifique des causes des guerres (IFP), fundado en 1945, aunque durante veinte años sí lograron restringir la producción académica a las obras de su fundador.

Transcurrido dicho periodo, cuando las cortapisas habían menguado el ímpetu de Bouthoul, el instituto y la disciplina recibieron un impulso, científico y económico, proveniente de las fuerzas armadas francesas. Entonces inició una nueva etapa de intercambios académicos con organismos afines y se estableció una importante vitrina: la revista Guerres et Paix, en cuyo primer número, en un tono más conciliador, Bouthoul (1966) reflexionaba: "la victoria ha favorecido a uno u otro beligerante; uno ganaba la guerra, pero inexorablemente los dos perdían la paz" (p. 13, traducción propia).

No obstante, la polemología aún no lograba posicionarse en la academia francesa. El mismo Bouthoul reconocía esta realidad en 1971, y se preguntaba: "¿Por qué el fenómeno social más importante no ha suscitado a ningún investigador el estudio objetivo de sus características y sus aspectos funcionales?" (Bouthoul, 1971, p. 6). La respuesta la encontraba en la "conspiración" de una serie de factores, entre los cuales incluía el izquierdismo de cátedra, el antimilitarismo difuso y la impaciencia del pacifismo (Molina, 2019, p. 18). Consideraba que el principal obstáculo para que los estudios polemológicos despegaran era la "preocupación terapéutica inmediata", es decir, la prisa por encontrar remedio antes de conocer el mal (Molina, 2019, p. 8).

Consciente de esa realidad, Bouthoul intentó dotar de nuevos aires a la disciplina señalando que, en la medida que la polemología avanzara en su saber, se lograría "un verdadero pacifismo funcional, puesto que cualquier otra forma de pacifismo solo podría retrasar los conflictos armados con un bloqueo político temporal" (1975, p. 170, traducción propia). Por eso, Bouthoul defiende que esta disciplina permitiría evitar la guerra o, al menos, advertirla, a través de lo que denominó "barómetros polemológicos" (p. 169).

Con todo, al analizar la obra de Bouthoul, es factible evidenciar un conflicto epistemológico. En efecto, Bouthoul oscila entre considerar la polemología como rama de la sociología o darle a esta un enfoque transdisciplinar. Desde los estudios sociológicos, buscaba singularidad para el estudio de la guerra, estática o dinámica, pero encasillada (Bouthoul, 1965). Sin embargo, su filiación no era única y otorgaba a la guerra una dimensión multifactorial, por lo que recurrentemente acudía a su propia multidisciplinariedad y a otras ciencias. Consideraba que la complejidad de los conflictos, sus factores explicativos -heterogéneos y simultáneos- y lo trascendental de sus consecuencias dificultaban su comprensión holística desde un solo prisma y exigían análisis cruzados (Bouthoul, 1971). En este sentido, su crítica a los enfoques propuestos en su tiempo, incluso si tenían un valor explicativo y prospectivo real, apuntaba a su unificación y limitación (Coste, 2002, p. 11).

La polemología desde otro ángulo

La guerra representa violencia somática directa entre actores con intereses en pugna, que se desata en una situación de conflicto social y oposición. Los actores consideran la consecución de sus objetivos como incompatibles o exclusivos, por lo cual es imposible lograr una solución mediante métodos pacíficos. Como una modalidad de violencia directa, se manifiesta en diversas formas dependiendo del sistema social en el cual ocurre (Evans & Newnham, 1998, p. 565). Asimismo, se presenta en diferentes dimensiones: interestatales, civiles, étnicas, comerciales y culturales, entre otra serie de tipologías. Dependiendo de sus acontecimientos, desarrollo y voluntades, estas dimensiones pueden entremezclarse difuminando sus límites, por lo que un conflicto local puede transformarse en una guerra de otra clase (Aron, 1981, p. 7).

Esto sugiere un estudio de la guerra como un todo. Sin embargo, es recomendable analizarla obedeciendo a la lógica de niveles, ya que, ante tan enmarañados fenómenos, el método cartesiano parece el apropiado. Así queda claro en los trabajos de Keneth Waltz, quien disgrega su explicación, y comprensión, desde teorías individuales, sociales y estructurales (Waltz, 1959). Varias disciplinas se abocan a su estudio de esta misma forma. Así, la psicología se ocupa de la personalidad de los líderes, las percepciones (Jervis, 1976) y el pensamiento grupal (Hart, 1991), entre otros temas, y la antropología constantemente ha cuestionado la tendencia de algunas culturas a la agresión (Malinowski, 1941; Nordstrom, 2004; Otterbein, 2009). Por su parte, la economía ha aportado desde la aplicación de la "teoría de juegos" (Jervis, 1988; Frahm, 2019), mientras la ciencia política ha hecho lo propio, principalmente, a través de análisis políticos y "teorías de sistemas", para estudiar los aspectos micro- y macro- de la guerra (Stetter, 2007).

Sin embargo, estas aproximaciones analizan la guerra como un fenómeno disfuncional y una anomalía, por lo que resulta pertinente girar hacia la sociología, que asume la guerra como una regularidad. En efecto, las teorías sociológicas comparten como principio el reconocimiento de la guerra como un fenómeno normal en la vida de los pueblos (Serrano, 1971, p. 150). De hecho, el conflicto y el peligro de la guerra han permitido la integración entre Estados, ya que, en tales circunstancias, la búsqueda de enemigos facilita mantener o incrementar la solidaridad entre sociedades. La amenaza de una guerra puede ser utilizada por grupos de interés para extender su control político y/o económico en un Estado. Incluso la violencia ha permitido la creación de nuevos Estados, tal como la unificación alemana del siglo XIX, lograda por la derrota de Dinamarca, Austria y Francia. Las mismas teorías marxistas del siglo XX fundamentaban las guerras de liberación nacional como un medio lícito (Evans & Newnham, 1998, p. 565).

Pero para ir más allá de este abordaje especializado, cabe señalar que hoy en día, entrando a la tercera década del siglo XXI, la guerra continúa representando una de las principales preocupaciones de las sociedades. Es claro, así, que ninguno de los desafíos, oportunidades y limitaciones que genera este fenómeno es exclusivo del estudio de los conflictos, y por el contrario son temas importantes de debate académico e investigación en las ciencias sociales en general (Hauter, 2019, p. 99). En esta perspectiva de integración se enmarca el Departamento de Estudios de Guerra del King's College de Londres, "uno de los únicos departamentos académicos en el mundo que se enfoca en comprender el complejo ámbito del conflicto, la seguridad y la política internacional a través de la enseñanza, la investigación y los enlaces interdisciplinarios" (Department of War Studies, 2021, traducción propia).

Con una visión más amplia, la Universidad de Estrasburgo, a través de su Instituto de Polemología, desarrolla un proyecto en la disciplina que no se limita a los estudios estratégicos y de la guerra:

Tiene como objetivo aprehender la dinámica del conflicto desde una perspectiva interdisciplinar, multifactorial, reflexiva y crítica, para analizar las diferentes dimensiones del conflicto con el fin de comprender sus motivaciones y, en la medida de lo posible, promover su prevención y resolución. (Institut de Polémologie, Université de Strasbourg, s. f., traducción propia)

Esto confirma que estudiar el fenómeno de la guerra, desde un método académico y científico, exige un análisis exhaustivo de sus causas, o bien del fracaso de las estructuras encargadas de preservar la paz. En este punto, la polemología en cuanto disciplina científica se dedica a la comprensión de los orígenes de los enfrentamientos, donde se encuentra el espacio propicio para proponer presupuestos teóricos para mitigarlos, y contribuir con ello a asegurar la paz sobre bases más sólidas.

Una polemología para la paz

Como se señaló antes, este artículo expone los elementos esenciales de las relaciones entre Chile y Perú desde una perspectiva de cooperación y coexistencia pacífica, con un telón de fondo teñido de conflicto. De esta forma, se ofrece un nuevo esquema de relaciones en el cual los intercambios de tipo social, económico, étnico y diplomático conviven con una agenda de intercambio militar -al menos hasta ahora- menos vigorosa.

Una aproximación superficial a los últimos 142 años de relaciones entre ambos Estados mostraría un conflicto armado de 5 años y 137 años de paz. Sin embargo, al empeñarse en un análisis minucioso de este singular vínculo, es factible identificar las complejas dinámicas que se han desarrollado en el periodo de paz, que incluyen un amplio abanico de tensiones, situaciones de conflictividad y crisis que no han logrado escalar a estadios superiores. En ese sentido, la guerra representa una de las formas de enfrenta-miento entre los Estados, mientras que la paz no implica necesariamente ningún tipo de encuentro. Resulta así "posible estar en paz con un Estado con el que el nivel de relación es lo suficientemente bajo como para entrar en guerra, sin que por ello existan otras formas de relación específicas" (Surasky, 2017, p. 10).

Dicha modalidad de interacción, una suerte de paz tensionada, fue la característica principal de la relación entre Chile y Perú durante los primeros cien años posteriores a la Guerra del Pacífico (conocida también como Guerra del Salitre), una tendencia que ambos países han logrado enmendar mediante un intenso intercambio y acercamientos desde la última década del siglo XX.

Entendiendo que el nuevo orden mundial demandará mayores esfuerzos en pro del mantenimiento de la paz, resulta imperioso dirigir los empeños también hacia una nueva institucionalización que otorgue solidez a las relaciones de cooperación; es decir, cláusulas que excedan la prohibición general del uso de la fuerza armada, para construir y mantener la paz.

La base fundamental del mantenimiento de la paz debe ser la cooperación internacional, mediante la conjunción de esfuerzos estatales y no estatales, en busca de fortalecer áreas de interés comunes o al menos compatibles. En palabras de Axelrod y Keohane (1985, p. 226), la cooperación solo puede darse en situaciones que contienen una combinación de intereses conflictivos y complementarios entre sus protagonistas.

Esta propuesta se asemeja a los planteamientos de Keohane sobre la interdependencia, más compleja que simple, y su forma de asimilar la cooperación como una "mutua adaptación" (1988, p. 26). En este caso, la propuesta ha sido producto de un aprendizaje constante, con los vaivenes propios de las relaciones internacionales.

En su momento, Bouthoul reemplazó el adagio romano si vispacem, para bellum ("si quieres la paz, prepara la guerra") por "si quieres la paz, conoce la guerra". Luego Serrano planteó la necesidad de sustituirlo por algo "mucho más lógico y evidentemente mucho más justo y pacífico: si vis pacem, para pacem" (1971, p. 148). Parafraseando a ambos, en estas líneas se propone algo basado en evidencia, ajustado a una realidad particular de la relación de Chile y Perú: si vis pacem, pacem confirma, "si quieres la paz, fortalece la paz".

Chile-Perú: una relación marcada por la complejidad

Al reflexionar sobre las relaciones binacionales entre Chile y Perú, resulta complejo encontrar una explicación plausible para el hecho de que, tras casi 140 años de terminada la Guerra del Pacífico, en ambos lados de la frontera persistan ideas negativas respecto del otrora enemigo. Así lo refleja Joaquín Fermandois (2011) cuando afirma que "existe un estado de ánimo de hostilidad potencial y al menos de desconfianza que sigue muy vivo 130 años después de los hechos bélicos" (p. 69).

Un posible origen podría encontrarse en que ambos países demoraron setenta años en firmar el Acta de Ejecución para implementar los aspectos pendientes del Tratado de Lima, suscrito el 3 de junio de 1929. Sin embargo, cuesta creer que la demora en la construcción de infraestructura portuaria, de un edificio para la agencia aduanera peruana y de una estación terminal para el ferrocarril a Tacna pudieran ser causas de la poca simpatía que aún se percibe en algunos sectores de la sociedad chilena y peruana con respecto a sus vecinos.

En efecto, las consecuencias del conflicto han marcado el imaginario colectivo de ambos países. Los chilenos acusan sostenidamente a los peruanos de irredentismo, mientras estos últimos han mantenido un discurso agresivo hacia sus vecinos criticando su expansionismo como causa de la guerra y la merma de su territorio. Asimismo, les imputan irregularidades que habrían cometido las tropas chilenas contra los ciudadanos y el patrimonio cultural durante su ocupación de Lima por casi tres años (de enero de 1881 a octubre de 1883). El académico peruano Antonio Zapata indica que, para los peruanos, Chile "ha sido el enemigo por excelencia, la contradicción en estado puro", mientras los chilenos perciben a los peruanos "como un pueblo resentido en el alma y dispuesto a seguir disputando con regularidad en el ánimo de la revancha" (Zapata, 2011, p. 13).

Por otra parte, se puede argumentar que el diferendo marítimo que sostuvieron ambos países hasta el año 2014, que tuvo su punto culminante en la demanda que interpuso Perú contra Chile en La Haya en el año 2008, pudo haber potenciado las actuales miradas de recelo1. El fallo de la Corte Internacional de Justicia (CIJ) del 27 de enero de 2014 fue rápidamente aceptado por ambos gobiernos, e incluso (con algunas excepciones) fue reconocido como beneficioso en un amplio sentido. Lo más destacado transversalmente fue que, terminado este conflicto, se pudo pasar a lo graficado años antes como los "intereses sin conflicto" y las "estrategias sin colisión", de tipo político, económico y estratégico-mi-litar (Rodríguez, 2004, p. 239).

En la misma línea, el peruano Daniel Parodi sostuvo, un año antes del dictamen de la CIJ, que esta era "una oportunidad de iniciar una nueva etapa de las relaciones bilaterales mediante la aplicación de una impostergable política de la reconciliación para cerrar las heridas del pasado y de proyectos dirigidos a promover el desarrollo económico conjunto. Peruanos y chilenos nos merecemos -hace rato- una relación basada en la confianza" (Parodi, 2014, p. 264). Con esto se evidencia que el vínculo se mantenía en una lógica de conflicto y recelos.

Con el fallo de la CIJ quedó resuelto el diferendo marítimo, levantándose un nuevo contencioso marginal a partir de la interpretación peruana del dictamen -que, por cierto, Chile no comparte- sobre lo que denominó "triángulo terrestre": una pequeña porción de costa de 3,7 hectáreas reclamada por ambos países. Este hecho puede tensionar las relaciones a partir de decisiones soberanas de uno u otro lado. Por ejemplo, en noviembre del 2015, el entonces presidente Humala promulgó la ley que creó el distrito La Yarada-Los Palos, en el cual quedó incluido el "triángulo terrestre" (Gobierno del Perú, 2015). Esto originó una nota de protesta del Gobierno chileno y otras medidas diplomáticas.

Marco institucional

La institucionalidad es un aspecto de gran importancia en esta relación binacional. El lastre de un imaginario colectivo marcado por la guerra, sumado al diferendo marítimo, generaba incertidumbre sobre cuál sería su impacto en las actividades comerciales. Sin embargo, como lo indica Keohane, un sistema internacional anárquico no implica una condición de total caos y luchas donde predomina el más fuerte. Además, señala que "gran parte del comportamiento es reconocido por parte de los participantes como un reflejo de reglas, normas y convenciones establecidas y su sentido se interpreta a la luz de esta comprensión" (Keohane, 1993, p. 14). Posteriormente, refiriéndose a los acuerdos internacionales, afirma que, aunque no son fáciles de hacer o de mantener:

[...] la capacidad de los Estados para comunicarse y cooperar depende de las instituciones hechas por el hombre, que varían históricamente y según los temas, en naturaleza (respecto de las políticas que incorporan) y en fuerza (en términos del grado hasta el cual sus reglas están claramente especificadas y son rutinariamente obedecidas). (Keohane, 1993, p. 15)

En este aspecto, Chile y Perú han avanzado significativamente en los últimos veinte años. A partir del Acuerdo de Complementación Económica n.° 38, suscrito en el marco del Tratado de Montevideo de 1980 que creó la Asociación Latinoamericana de Integración (ALADI), se prosperó hasta alcanzar el Acuerdo de Libre Comercio de 2006 que comenzó a operar en 2009.

En términos más amplios, en el último tiempo se ha implementado un Gabinete Binacional Chile-Perú, compuesto por ministros de diferentes carteras, con el propósito de buscar puntos de encuentro y establecer acuerdos en materias de interés común. El primer Gabinete Binacional se desarrolló en julio de 2017, presidido por los presidentes Bachelet y Kuczynski, y dio origen a la "Declaración de Lima", que contiene 25 acuerdos relacionados con variados asuntos, entre los que se destaca la cooperación económica, energética, cultural y los aspectos fronterizos.

En noviembre de 2018, los presidentes Piñera y Vizcarra firmaron la "Declaración de Santiago", que da cuenta de 163 aspectos de diversos ámbitos: minería, medioambiente, trabajo, cooperación en zonas fronterizas, etc. Uno de los más llamativos plantea un acuerdo para "mantener los mecanismos existentes de fomento de la confianza mutua entre las Fuerzas Armadas de ambos países, así como de proyectar el nivel de cooperación en el marco de las operaciones de mantenimiento de la paz, desminado humanitario y participación de la mujer en las Fuerzas Armadas" (Ministerio de Relaciones Exteriores de Chile, 2018).

El último Gabinete Binacional aconteció en el año 2019 en Paracas (Perú). En esta instancia se lograron 160 acuerdos en los ámbitos sociales y culturales, de seguridad y defensa, comercio, inversiones, turismo, ciencia y tecnología, medioambiente, energía y minería. Uno de los aspectos más relevantes fue el acuerdo por trabajar unidos en estudios de futuro, mediante un "Consejo Bilateral de Prospectiva que proporcione una visión de largo plazo que facilite a ambos países la toma de decisiones respecto de desafíos comunes, fortaleciendo la integración y el desarrollo" (Ministerio de Relaciones Exteriores de Chile, 2019).

Asimismo, ambos países han abierto sus economías al mundo y participan en diversas iniciativas multilaterales. Junto a Colombia, México y Panamá (como observador), conforman la Alianza del Pacífico; son socios del Tratado Integral y Progresivo de Asociación Transpacífico (CPTTP), aunque ninguno de los dos países lo ha ratificado aún; además, son socios del Foro de Cooperación Económica Asia-Pacífico (APEC). A la vez, Chile es miembro de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE) desde el año 2010 y Perú es candidato desde el año 2017.

En el ámbito político, los presidentes Piñera y Vizcarra participaron en el Encuentro de Presidentes de América del Sur, desarrollado en Santiago en marzo de 2019, junto a Argentina, Brasil, Colombia, Ecuador, Guyana y Paraguay. Esta instancia ha continuado ejecutándose con la inclusión de otros países y organismos. El último encuentro se llevó a cabo en febrero de 2021:

En la reunión participaron los Jefes de Estado y Altos Representantes de Brasil, Colombia, Ecuador, República Cooperativa de Guyana, Paraguay, Perú, Surinam y Uruguay. Estuvieron presentes también autoridades de la Organización Panamericana de la Salud, el Banco Interamericano de Desarrollo y el Fondo Monetario Internacional. (Dirección de Prensa, Presidencia de la República de Chile, 2021)

La necesaria interdependencia

En los últimos años, la relación entre ambos países los llevó a establecer una particular fórmula de interacción durante el periodo del proceso en La Haya. Conscientes ambos gobiernos de que la demanda marítima comportaba una instancia compleja -lo que conllevaba un gran esfuerzo jurídico, comunicacional y diplomático-, diseñaron una fórmula para mantener los flujos comerciales desarrollados e incrementados desde la última década del siglo pasado. Se trata de la conocida como doctrina de las cuerdas separadas, con la cual pudieron mantener las relaciones comerciales y políticas por vías paralelas, con el objeto de evitar que se contaminaran. Esto les permitió, en efecto, encapsular el diferendo marítimo, mientras todo lo asociado con el área económica se mantuvo plenamente activo.

Esta doctrina dio cuenta de un real pragmatismo; ambos gobiernos aceptaron que se necesitaban mutuamente y que las relaciones que se venían incrementando desde hacía dos décadas no podían ni debían revertirse. Como lo indican Milet y Rojas (1999): "Desde 1990 en adelante el intercambio comercial entre Chile y Perú ha aumentado sustancialmente. En 1997 superó los US$ 460 millones (en 1991 llegaba solo a los US$ 210 millones)" (p. 7).

La robustez de la institucionalidad explica que el intercambio comercial creciera a un ritmo anual promedio de un 16 % entre los años 1990 y 2010. Aunque al comienzo el crecimiento fue lento, debido a la crisis asiática, posteriormente se registró un explosivo aumento, multiplicándose por seis entre 1998 y 2008 (López & Muñoz, 2011). Después del máximo alcanzado en el año 2012 (US$ 3852 millones), el intercambio comercial se estabilizó entre el año 2015 (US$ 2714 millones) y el 2019 (US$ 2989 millones); sin embargo, se revirtió durante el 2020 (US$ 2601), lo que podría explicarse por la crisis mundial ocasionada por la pandemia (Subsecretaría de Relaciones Económicas Internacionales, 2021).

A pesar de los incidentes menores, las relaciones bilaterales atraviesan un gran momento y ambos países experimentan en los últimos años un desarrollo en sus economías. Son vistos desde el exterior como dos países pujantes, según lo resaltan John Spillan y Mohammad Rahman:

Chile y Perú son países importantes de América Latina. Tienen una alta clasificación en casi todos los "gráficos internacionales de negocios" de reconocido prestigio. Si bien Chile mantiene la reputación de ser el país más exitoso económica y políticamente, Perú ha logrado importantes avances desde principios del siglo XXI. (Spillan & Rahman, 2020, p. 11, traducción propia)

Sin embargo, es necesario evaluar los efectos reales que tendrán las crisis políticas internas que han afectado a cada uno en los últimos años y, especialmente, las consecuencias de la pandemia de COVID-19, que los ha azotado con mucha fuerza, probablemente más a Perú que a Chile.

El factor militar

Carga histórica

En el ámbito militar, el cambio de mirada con respecto al "otro" ha sido más difícil de lograr. La Guerra del Pacífico fue el conflicto más relevante sostenido por ambos países en sus respectivas historias, después de los que les permitieron la independencia. Fue un conflicto tan significativo que eventos tan importantes como la Guerra contra España (1865-1866), en la que ambos combatieron como aliados contra la entonces potencia europea, han quedado prácticamente en el olvido.

Para las Fuerzas Armadas de Chile, la Guerra del Pacífico tomó importancia tras el hecho de haber logrado la victoria y, con ello, la extensión territorial del país. Pero, además, la ocupación por casi tres años de la ciudad capital del entonces país enemigo, junto a la gran cantidad de episodios que han permitido resaltar la figura del chileno guerrero en tierra y en mar, han contribuido a la conformación de una autoimagen positiva y a la consolidación de una identidad de valor militar que ha sido fundamental en la mística de las instituciones chilenas.

Tanto es así que, solo por citar algunos ejemplos, en el Ejército, el 20 % de las unidades operativas llevan nombres asociados a hechos ocurridos en este conflicto, mientras que otro 20 % recuerda su participación en otros eventos bélicos ocurridos en sus doscientos años de historia republicana e incluso antes, y un 60 % adoptan denominaciones de otras naturalezas (héroes de pueblos originarios, ciudades, tradiciones, etc.) (Gatica-Bórquez, 2019). Además, la ceremonia de juramento a la bandera de todos los miembros del Ejército se realiza el día en que se conmemora el Combate de la Concepción, un evento de la Guerra del Pacífico resaltado como ejemplo de sacrificio y ofrenda de la propia vida a la Patria. Asimismo, parte importante de los nombres de personas, hechos y lugares icónicos de su tradición guerrera provienen de ese capítulo de la historia militar. En la Armada, igualmente, el principal héroe institucional (y para muchos nacional) es el Capitán Arturo Prat, muerto en el Combate Naval de Iquique, de la misma guerra; y de los doce buques que conforman la Escuadra Nacional actualmente, seis rememoran a marinos destacados en dicho conflicto.

Por su parte, las Fuerzas Armadas del Perú han revertido la condición de vencidos destacando victorias parciales o hechos que, aunque constituyeron derrotas militares, les han permitido rescatar valores tales como el heroísmo, el sacrificio o el liderazgo. Así, el periodo de la ocupación de Lima se ha transformado en un símbolo de la capacidad de resistencia y de indoblegable valor, pues da cuenta de la lucha heroica emprendida desde la Sierra hasta recuperar la posesión de la ciudad capital.

Tal como en Chile, en las Fuerzas Armadas del Perú existe una notoria exaltación de las figuras de la Guerra del Pacífico. El personaje más representativo para el Ejército es el Coronel Francisco Bolognesi, caído en combate en defensa del morro de Arica durante la guerra. Es el patrono institucional, evocado por la Escuela Militar de Chorrillos, y el 4 de noviembre, día de su nacimiento, se celebra el Día del Soldado en Perú. Otro símbolo, patrono de la Infantería, es el Mariscal Andrés Avelino Cáceres, conocido popularmente como El brujo de Los Andes, quien organizó guerrillas, a base de los remanentes del ejército derrotado y las montoneras, para resistir a la ocupación de Lima desde la Sierra. La Marina de Guerra destaca la imagen del Gran Almirante del Perú Miguel Grau, reconocido como máximo héroe nacional, también denominado Caballero de los Mares y elegido como "Peruano del Milenio"; en la revisión del sitio web institucional, el 40 % de las efemérides incluidas son hechos acaecidos durante este conflicto.

Situación actual y futura

Actualmente, las Fuerzas Armadas de ambos países han morigerado sus visiones y han modificado la manera de mirar a sus antiguos enemigos -funcional en su momento para la formación del ideario descrito- hacia una forma muy distinta de relacionarse, sustentada en el recuerdo de las glorias, con respeto y reconocimiento al valor del otrora adversario. Desde la lógica de las trasformaciones militares, los intereses nacionales complementarios de ambas naciones han modificado la mutua noción de amenaza generando el círculo virtuoso que señala Fernández-Osorio et al. (2019). Hoy en día han comprendido el valor de operar en conjunto, especialmente en operaciones militares distintas a la guerra, insertas en un contexto de seguridad diferente en el cual el conflicto interestatal ha dado paso a la aparición de nuevas amenazas y riesgos.

Por cierto, un fuerte impulso para ello fue el acuerdo adoptado durante la Conferencia Hemisférica de Seguridad organizada por la Organización de Estados Americanos (OEA) en México. Allí se estableció que la concepción de seguridad en el hemisferio es de alcance multidimensional (Cabrera-Ortiz, 2021): respeta e incorpora las prioridades de cada Estado y contribuye a la consolidación de la paz, al desarrollo integral y a la justicia social. Por otra parte, explícitamente declara que se basa en valores democráticos: el respeto, la promoción y defensa de los derechos humanos, la solidaridad, la cooperación y el respeto a la soberanía nacional. Asimismo, identifica nuevas amenazas y propone mecanismos destinados a neutralizarlas, entre los cuales la cooperación interestatal es un pilar central (OEA, 2003).

La obligación de enfrentar nuevos fenómenos -y por consiguiente nuevas tareas- reforzó la transición desde una lógica de conflicto interestatal hacia una de cooperación internacional. Junto con ello, se avanzó en una nueva conceptualización de seguridad y defensa, que entiende que la primera contiene a la segunda y que, en consecuencia, el instrumento militar debe estar al servicio de su sociedad en una función más amplia que la tradicional defensa de la integridad territorial y soberanía, si bien sin renunciar a estas. El académico chileno Carlos Gutiérrez (2013) afirma: "Un avance fundamental [...] fue el de la distinción conceptual entre seguridad y defensa, que ha logrado hacer del primero una noción más abarcadora y plural, y del segundo un concepto más acotado y específico" (p. 59).

Una clara demostración de esta nueva forma de entender la relación desde la perspectiva militar fue el despliegue de efectivos de ambos países en Haití, inicialmente como parte de la Fuerza Interina de la Transición y luego en la Misión de Naciones Unidas de Estabilización. En cifras, la participación llegó a "cerca de diez mil integrantes de las fuerzas armadas [...] hasta 2017" (Arancibia & Montoya, 2020b, p. 85). Estas operaciones dan cuenta del nivel de confianza que se ha logrado en los últimos años, a partir de instancias preparatorias y de entrenamiento para operaciones de paz que se ha ejecutado entre las entidades encargadas de esa función (el Centro de Entrenamiento Conjunto de Operaciones de Paz de Chile y el Centro de Entrenamiento y Capacitación para Operaciones de Paz del Perú), además de ejercicios combinados realizados en el marco de Unasur.

Un último punto se relaciona con los acuerdos para actuar en tareas de asistencia en desastres y ayuda humanitaria. Desde el año 2002 existe el Sistema de Apoyo Mutuo en caso de Desastre y un comité integrado por representantes de los Comandos Conjuntos (Arancibia & Montoya, 2020a, p. 153). A esto se agregan los entendimientos y acuerdos logrados en los Gabinetes Binacionales que se han mencionado antes.

Actores no estatales que configuran la relación

Por otra parte, es necesario revisar la contribución y los esfuerzos de actores no estatales en diversos ámbitos para fortalecer la relación entre ambos países. En efecto, hay otros aspectos que aportan a la construcción de un imaginario distinto, destinado a revertir los resquemores aún latentes y potenciar los elementos de unión. Entre ellos, es importante destacar los esfuerzos que se hacen en el ámbito de la educación y de la cultura, como el del chileno Eduardo Cavieres y el peruano Cristóbal Aljovín, autores de la obra titulada Chile-Perú. Perú-Chile. 1820-1920. Desarrollos políticos, económicos y culturales (Cavieres & Aljovín, 2005). En esta misma área, también es necesario resaltar el trabajo que ya por más de una década ha desarrollado un grupo de académicos de ambos países, quienes, con el apoyo de la Fundación Konrad Adenauer, han logrado publicar varias obras dedicadas a los más diversos temas "que permitan construir una nueva relación entre ambos países basada en la confianza y el mutuo entendimiento" (Grupo Generación de Diálogo, s. f.).

Otro aspecto significativo es la migración, particularmente la población peruana residente en Chile, ya que los chilenos residentes en Perú apenas alcanzan a ser 12 588, que constituye un número muy marginal (Vásquez & Stefoni, 2020, p. 104). Por el contrario, la Encuesta de Caracterización Socioeconómica Nacional (CASEN) de Chile señala que el 33,3 % de los migrantes en el año 2013 y el 30 % en el año 2015 provenían de Perú (Ministerio de Desarrollo Social de Chile, 2016). Un dato más actualizado indica que, hasta fines del año 2019, los migrantes procedentes de Perú alcanzaban la cantidad de 235 165 personas, conformando el segundo grupo más numeroso después de los venezolanos (Instituto Nacional de Estadísticas de Chile, 2020).

El último elemento que se debe considerar es la particular relación que existe entre las ciudades de Arica (Chile) y Tacna (Perú). Como lo describen Dilla y Álvarez, las dos ciudades vecinas:

[...] Tacna, con una población cercana a los 300 mil habitantes y Arica con unos 200 mil, constituyen un complejo urbano transfronterizo (CUT) definido en Dilla (2015) como dos o más ciudades interrelacionadas por un límite fronterizo, que comparten un entorno ambiental, forman una economía regional interdependiente y asimétrica, sostienen relaciones formales e informales más allá de la economía, y sus habitantes comparten una percepción de mutua necesidad. (Dilla & Álvarez, 2018, pp. 99-100)

Esto se refleja en el cruce diario y permanente de ciudadanos de uno a otro lado de la frontera, con un flujo comercial y efectos culturales y sociales importantes, que merecen ser estudiados en profundidad.

Conclusiones

En su calidad de "catalizador esencial", como la definió Georg Simmel, la guerra perturba a las sociedades en general, lo cual explica la preocupación de múltiples disciplinas por intentar comprenderla, con el fin de evitarla o aminorar sus efectos. La complejidad de los conflictos, sus disímiles orígenes y causas, sus distintos niveles y capas, y lo desastroso de sus consecuencias, demanda de los académicos una visión científica rigurosa, inter- y transdisciplinaria, basada en análisis multifactoriales, pero con una visión integradora.

Ante esta demanda surge la polemología como un espacio propicio para su estudio. En cuanto ciencia social nacida en un continente azotado por la guerra, respondió a su propia realidad en un periodo histórico pesimista, de fracaso de las estructuras de paz y de cambios en el orden internacional. Así, fruto de un ambiente hostil y tras sufrir un aislamiento académico, se caracterizó como una disciplina belicista. En este sentido, al exponer los elementos esenciales de las relaciones entre Chile y Perú, desde una perspectiva de cooperación y coexistencia pacífica, se ha demostrado la capacidad de estos países, y sus pueblos, para superar de manera paulatina la carga histórica de recelos y desconfianzas tras la Guerra del Pacífico, lo cual puede proporcionar un influjo pacifista y positivo a la polemología.

A partir de la identificación de intereses comunes y complementarios entre Chile y Perú, fue posible crear una institucionalidad bilateral robusta, materializada en normas, convenciones y acuerdos, que configuró la estructura para una complementación económica vigorosa y sentó las bases para aproximaciones políticas e intercambios en los más diversos ámbitos. Ha sido tal la magnitud del vínculo que permitió a las respectivas autoridades actuar de manera pragmática encapsulando los efectos negativos del contencioso de La Haya, en beneficio del mantenimiento de las buenas relaciones, particularmente de los flujos comerciales y sociales.

Asimismo, en un círculo virtuoso de trasformaciones militares, las Fuerzas Armadas de ambos países, sin desconocer sus tradiciones ni su orgullo por sus glorias y héroes, han hecho esfuerzos por modificar la mirada sobre su actuación en el conflicto del siglo XIX. Gracias a ello, se puede distinguir al otrora adversario del militar del siglo XXI que es capaz de interoperar ante amenazas comunes.

Finalmente, tomando en consideración que la polemología adopta las características del tiempo y el espacio en que se desarrolla, la Revista Científica General José María Córdova, así como lo fue Guerres et Paix, puede representar una importante vitrina para impulsar una nueva etapa de intercambios académicos entre estudiosos de la guerra, con el propósito de desarrollar una nueva polemología latinoamericana que refuerce la idea de "si vispacem, pacem confirma".

Agradecimientos

Los autores desean agradecer a la Academia Nacional de Estudios Políticos y Estratégicos de Chile por su apoyo en la realización de este artículo.

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1En todo caso, este diferendo no es una continuidad de la Guerra del Pacífico; surgió a mediados del siglo XX, cuando en el mundo se comenzó a discutir sobre el derecho del mar. Es pertinente mencionar que, en 1947, Chile y Perú plantearon la tesis de las 200 millas marítimas.

Citación: Gatica-Bórquez, J., & Harvey-Valdés, H. E. (2021). Las relaciones Chile-Perú tras la Guerra del Pacífico: elementos para una polemología latinoamericana. Revista Científica General José María Córdova, 19(35), 779-797. http://dx.doi.org/10.21830/19006586.806

Publicado en línea: 1.° de julio de 2021

Declaración de divulgación Los autores declaran que no existe ningún potencial conflicto de interés relacionado con el artículo.

Financiamiento Los autores no declaran fuente de financiamiento para la realización de este artículo.

Sobre los autores

Jorge Gatica-Bórquez es doctor en estudios americanos con mención en estudios internacionales (Universidad de Santiago de Chile), magíster en ciencia política y magíster y licenciado en ciencias militares. Coronel (R) del Ejército de Chile. Oficial de Estado Mayor y profesor de academia en inteligencia y geopolítica. Actualmente es académico en la ANEPE. https://orcid.org/0000-0003-1596-5588 - Contacto: jgatica@anepe.cl

Hugo Enrique Harvey-Valdés es doctor en estudios americanos con mención en estudios internacionales (Universidad de Santiago de Chile), magíster y licenciado en ciencias militares, y licenciado en educación superior. Teniente Coronel (R) del Ejército de Chile. Oficial de Estado Mayor y profesor de academia en geopolítica. Actualmente es encargado de evaluación docente de la ANEPE. https://orcid.org/0000-0002-7184-1670 - Contacto: hharvey@anepe.cl

Recibido: 08 de Enero de 2021; Aprobado: 22 de Mayo de 2021

*CONTACTO: Hugo Enrique Harvey-Valdés hharvey@anepe.cl

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