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CES Medicina Veterinaria y Zootecnia

On-line version ISSN 1900-9607

Ces. Med. Vet. Zootec. vol.6 no.2 Medellín July/Dec. 2011

 

Editorial

El reto apremiante de generar nuevos conocimientos en las ciencias pecuarias tropicales para un entorno cambiante

The pressing challenge of generating new knowledge in tropical livestock science for a changing environment

Enrique Murgueitio Restrepo1

1 Director Ejecutivo Fundación CIPAV; E-mail: enriquem@cipav.org.co


Una de las personalidades más interesantes y polifacéticas de Antioquia fue Antonio José Restrepo, a quien la vida le alcanzó para ser minero, empresario, abogado, congresista, diplomático, periodista, filósofo, filólogo, escritor, compilador de cantares populares, orador insigne, librepensador, ganadero, cafetero, compositor, poeta, trovador y bohemio.

Cuando "Ñito" de Concordia, como lo nombraban algunos amigos, estuvo dedicado hace poco más de un siglo a las faenas de la ganadería en la región del Magdalena medio, hoy municipio de La Victoria (Caldas), analizaba con mucha inteligencia la dureza de esta actividad llena de riesgos, sin vías de comunicación, sin financiamiento ni tecnología, expuesta a los caprichos de los escasos comercializadores de ganado tanto como a las mordeduras de serpientes venenosas y los ataques frecuentes del jaguar y el puma. Pero nada le preocupaba más que las enfermedades infecto-contagiosas del ganado, en especial el carbón bacteridiano, para el cual el país no tenía métodos de prevención en esa época. Sabiamente dejó para la historia esta afirmación: "El ministro que funde cuatro centros de producción de vacuna contra el carbón y la haga vender fresca y barata le habrá hecho más bien a este país que el que sancionó el Concordato...".

Empiezo estas notas recordando la anécdota citada, porque tengo la certeza de que buena parte de nuestros problemas y desafíos modernos deben ser asumidos con el espíritu de grandeza, inteligencia y tesón de los grandes personajes del pasado, que se enfrentaron a situaciones mucho más difíciles con herramientas científicas y tecnológicas precarias. Es una necesidad transmitir a las nuevas generaciones de profesionales, docentes e investigadores agropecuarios el amor por la historia de su tierra. La sociedad espera de sus profesionales no sólo conocimientos sino también el concurso de sus servicios por el bienestar común.

Los habitantes de América Latina y el Caribe son cada vez más conscientes de la estrecha relación que existe entre la calidad de vida de la población y el medio ambiente, por un lado, y de las oportunidades y limitaciones que las consideraciones ambientales suponen para el crecimiento y competitividad de la economía.

En un mercado globalizado con exigencias sociales y ambientales cada vez mayores, el manejo poco respetuoso de la tierra y de los recursos naturales renovables, puede cerrar mercados e inclusive amenazar la viabilidad económica del sector de la producción animal.

La competitividad y el desarrollo rural sostenible van de la mano cuando se analizan los costos de producción y los efectos colaterales de las prácticas de producción en el mediano y largo plazo.

Un análisis reciente del Banco Mundial sobre ocho cultivos que ocupan una extensión total de 1,2 millones de hectáreas en Colombia, señaló que el uso de pesticidas oscila entre 9 y 13 kilos por hectárea por año y el uso de fertilizantes es más del doble que en países como Brasil, Ecuador y Venezuela y mucho más alto que México, Argentina, Panamá y Perú. El costo de los insumos para los agricultores ha aumentado varias veces en los últimos años como resultado de precios cada vez más altos del petróleo y sus derivados. Una tendencia similar han tenido los componentes de fósforo y potasio de los abonos simples o compuestos, dados los costos de extracción y transporte desde las fuentes mineras del mundo. ¿Por qué entonces tiembla la producción de leche soportada en modelos intensivos en el uso de concentrados, fertilizantes y agroquímicos cuando se firman tratados de comercio internacional? Porque la lechería especializada que se ha promovido en el trópico de altura de Antioquia, Cundinamarca, Boyacá y Nariño no puede competir, dados sus altos costos, con los productos que llegan a través de tratados de libre comercio desde Estados Unidos, la Unión Europea o Canadá.

Ante esta situación, los productores no deberían esperar más políticas públicas de subsidio a los fertilizantes y materias primas de los concentrados, sino que deben cambiar sus modelos de producción mediante métodos más naturales para mantener o incrementar la fertilidad de sus suelos. Y para que este cambio ocurra, es necesario que los investigadores y profesionales pecuarios hagan correctamente su tarea, abandonando la dependencia mental y científica hacia los modelos importados de los países industrializados.

Además, hay otra razón más apremiante: el cambio climático llegó para quedarse. Sus expresiones son cada vez más devastadoras. Así lo confirman los sucesos vividos y sufridos por la región entre el 2009 y el 2011, cuando la oscilación decadal de las corrientes del Océano Pacífico, conocida como El Niño, se unió con la de La Niña en forma continua, algo que muy rara vez ha sucedido en los 56 registros científicos que se conocen. En el primer evento, millones de personas en buena parte del continente se quedaron sin servicios de agua y electricidad, se hundieron las esperanzas de buenas cosechas campesinas y cientos de miles de animales murieron de sed. En el segundo evento, cuando el péndulo climático viró bruscamente hacia el fenómeno de La Niña, hemos padecido vastas inundaciones y gravísimos deslizamientos de tierra que han acabado con numerosas vidas y han arrasado viviendas, cultivos e infraestructura pública y privada.

No es casualidad que durante este mismo año (2011) en México, un frente frío como no se registraba hace más de medio siglo, haya quemado con sus hielos más de 700 mil hectáreas de maíz, sorgo y hortalizas en el estado de Sinaloa. Y lo mismo sucede con la llegada cada vez más devastadora de los frentes fríos del Polo Sur a las regiones subtropicales de Argentina, Brasil y Uruguay. También los altos Andes están sufriendo heladas inesperadas y prolongadas que acaban los cultivos de papa y cereales y queman las praderas del ganado lechero.

Entre las emergencias que generan tantas y sucesivas tragedias, parece no haber hay tiempo para pensar en la vulnerabilidad que deja a su paso este modelo de desarrollo, cuando los agropaisajes se empobrecen de gente y vegetación natural. Vale la pena repensar qué se debe hacer para formar a los nuevos profesionales pecuarios en la cultura de la prevención, mitigación y adaptación al cambio climático global. Es urgente revisar los temas y métodos de formación en pre y postgrado porque la sociedad requiere personas con mayores habilidades para integrar conocimientos, con mayor sensibilidad social y ambiental y con una formación más sólida en los valores que constituyen nuestra identidad.

La primera generación de Médicos Veterinarios Zootecnistas formada en Colombia fue capaz de cumplir la demanda que señalaba Ñito Restrepo en los estertores del siglo XIX sobre la vacuna contra el carbón bacteridiano. La generación de profesionales pecuarios del primer tercio del siglo XXI tiene retos mayores y más apremiantes, pero no puede ser inferior a quienes nos precedieron, porque tiene a su alcance más y mejores herramientas científicas y tecnológicas. La historia dirá si su actitud fue tan alta, noble y efectiva como lo necesitan el país y el mundo, aquí y ahora.