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CES Medicina Veterinaria y Zootecnia

On-line version ISSN 1900-9607

Ces. Med. Vet. Zootec. vol.13 no.3 Medellín Sep./Dec. 2018

 

Editorial

Por una fórmula “sin impurezas” para la avicultura sostenible

Alexander Barajas Maldonado* 

*Editorialista invitado; Comunicador Social - Periodista, Universidad Pontificia Bolivariana. Tiene estudios complementarios en Economía y Mercadeo Digital. Corresponsal en Colombia desde el 2013 de mayor portal informativo en agroindustria avícola (Watt Agnet / Industria Avícola). Es autor del blog especializado: “Avicultura latina al día”.


La sostenibilidad es el gran tema para la producción de cualquier bien o servicio en el mundo, y es también el reto para la avicultura comercial de cara a una demanda en crecimiento por alimentos económicos, saludables y de alta calidad nutricional, como lo son el huevo y la carne de pollo.

Entender entonces lo que significa y demanda la sostenibilidad en el negocio avícola es una prioridad para definir en dónde enfocar los esfuerzos en esta agroindustria y evitar desviaciones que por razones más emocionales que objetivas han demostrado estar en contravía de una producción sostenible.

Si asimilamos el objetivo de construir la sostenibilidad en la avicultura con el proceso de formular el alimento concentrado de ponedoras y pollos de engorde, debemos pensar consecuentemente en escoger excelentes ingredientes (con criterios probados de pertinencia), y en la medida de lo posible, mejorarlos mediante investigación (con ciencia convertida en tecnología) e innovación, lo que propone un abanico interesante de oportunidades para la academia y el ejercicio profesional de los egresados en ciencias agropecuarias.

¿Cómo podría ser eso? Primero, analicemos las tres dimensiones conocidas de la sostenibilidad, aplicadas a la industria avícola. Una es la ambiental y allí pesan cuestiones como la generación de gases de efecto invernadero y la máxima optimización de recursos cada vez más preciados como el agua, energía y suelos.

En esta dimensión observamos que la avicultura de precisión ya es un hecho en otras latitudes, por lo cual se hace necesario seguir adaptándola al entorno local, así como la autogeneración energética (fotovoltaica o biogás). Asimismo, para reducir la demanda de tierras y los conflictos con poblaciones humanas vecinas, ¿por qué no pensar en opciones de producción sobre cuerpos de agua, por ejemplo?

Si tenemos en cuenta que más de dos terceras partes de la huella de carbono avícola (la menor entre todas las carnes de vertebrados terrestres) proviene de sus insumos (maíz y soya cultivados en campos que antes eran bosques), ¿por qué no pensar en reemplazarlos del todo por alternativas menos cuestionables ambientalmente, como el cultivo intensivo de insectos?

La segunda dimensión de la sostenibilidad es la económica, que abarca tópicos como productividad, costos, precio/lucro y la demanda del consumidor. Aquí la avicultura ha avanzado mucho por cuenta propia, sobre todo gracias a los logros en genética y nutrición que permiten niveles de conversión de concentrados para aves en alimentos para consumo humano que se acercan cada vez más -y en virtud de la investigación- al ideal 1 x 1. Por eso el huevo y la carne de pollo no solamente son inmejorables alimentos, también son más baratos para el consumidor final que otras proteínas de origen animal.

Sin embargo, esos grandes éxitos que indudablemente contribuyen a la anhelada sostenibilidad podrían verse reversados por una creciente tendencia -a mi juicio bien intencionada, pero errada en su enfoque y ejecución- en algunos de los elementos que encontramos en la última dimensión de la sostenibilidad, que es la social. En este acápite están el bienestar animal, la inocuidad del huevo y la carne de pollo, la salud y seguridad para los trabajadores avícolas, al igual que el aporte de esta agroindustria a la seguridad alimentaria.

Las amenazas que quiero señalar están principalmente en dos temas polémicos, aunque no son los únicos. Por un lado, el uso de maíz y soya OGM (organismos genéticamente modificados) que es satanizado irresponsablemente por mediáticos grupos de presión, los cuales alegan daños que no se han demostrado en más de dos décadas de estos cultivos y sus cosechas. Esta necia actitud impide aumentar el impacto benéfico de estos avances a la seguridad alimentaria, bien sea para nutrición humana o de animales para consumo, con granos más resistentes a enfermedades, mejores rendimientos por hectárea, y por ende, más baratos.

En ese mismo sentido pueden entenderse también a los sistemas alternativos de producción avícola basados en una “idea humana” del bienestar animal, que organizaciones animalistas quieren convertir en norma pese a que no solo propician mayor malestar a las aves (lesiones, depredación, parasitismo); también son menos productivos, gastan más recursos (granos, suelos) y generan una huella de carbono mayor con respecto a los sistemas convencionales (baterías de jaulas o jaulas enriquecidas para los huevos; galpones en piso para los pollos).

En la Unión Europea, Australia, Estados Unidos y Canadá lo saben luego de más de una década de promoción desde la norma de estos sistemas alternativos (aviarios y pastoreo, para el caso del huevo; camperos y orgánicos, para los pollos). Decenas de estudios independientes en miles de granjas con diversos sistemas de producción en esas mismas regiones, así lo concluyen.

Es en este momento en que vale preguntarse ¿qué tiene que ver todo eso que se promueve, con tanto ahínco dentro de la sostenibilidad, con la sostenibilidad? En realidad, son impurezas que enrarecen y ralentizan los beneficios de los demás ingredientes para la formulación sostenible en la que estamos encaminados mayoritariamente luego de décadas de desarrollo investigativo, innovador y tecnológico.

No me cabe duda de que se deben sacar esas variables de la receta y relegarlas a su condición natural de nicho, para un público capaz de pagar por tales ineficiencias a cambio de un poco más de cuestionable tranquilidad de conciencia. El quehacer de la academia bien podría ser además el de defensora del avance científico, promoviendo con la investigación local y la difusión informativa a que la emoción ciega ceda esta vez ante la razón y el sentido común. Ojalá.

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