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Print version ISSN 1909-0455

Rev. P+L vol.9 no.2 Caldas July/Dec. 2014

 

Bioética y educación: educación para la bioética*

Bioethics and education: education for bioethics

Bioética E Educação: educação para a bioética

Guillermo León Zuleta Salas**

* Articulo derivado de la investigación "Una hermenéutica en torno a la génesis de la bioética en Colombia", proyecto de investigación conjunta entre la Vicerrectoría de Investigación de la Corporación Universitaria Lasallista y el área de Bioética del Instituto de Humanismo Cristiano de la Universidad Pontificia Bolivariana de Medellín.
** Licenciado en Teología Moral (Magna cum laude) en la P.U. Gregoriana (Roma, 1984). Se especializó en Bioética en el Instituto Louis Pasteur (París, 1984) y en Biogenética en el Centro Borja de Bioética (Saint Cujart Des y Valles. Barcelona, 1984). Es Licenciado en Filosofía y en Educación Religiosa Escolar en la UPB. Doctor en Teología (Summa cum laude) de la UPB. Diplomado en Gestión universitaria y Gerencia administrativa. Miembro de la Comisión Teológica Internacional de la Ciudad del Vaticano y Miembro del Equipo de Reflexión Teológico Pastoral del CELAM. Docente de Bioética en la Escuela de Ciencias de la Salud de la UPB, Director del Instituto de Humanismo Cristiano (Instituto de Ética y Bioética, Doctrina Social y Espiritualidad) y Decano de la Escuela de Teología, Filosofía y Humanidades en la misma Universidad. Colombia. Correspondencia, e-mail: Guillermo.zuleta@upb.edu.co

Artículo recibido: 28/05/2014; Artículo aprobado: 25/11/2014


Resumen

En este artículo, después de unas cortas reflexiones sobre la bioética, se pretende aportar algunos puntos de reflexión sobre la educación bioética en la escuela, en un sentido global, integral de la misma, algo que lógicamente va más allá de las "clases" la "asignatura" y más allá también de la cuestión sobre si una institución educativa se define o no, como confesional. Para ello se busca responder a dos preguntas: ¿quién educa? y ¿educar desde dónde? y complementarlo con unas consideraciones acerca de la institución educativa y la familia, así como lo que significa ser Educando hoy en día.

Palabras clave: bioética, educación, persona, familia, libertad, responsabilidad.


Abstract

This article, after some short reflections about bioethics, aims to contribute with some reflection points about bioethical education in schools, in a global and integral sense, going beyond "classes" the "subject" and also beyond the question about whether or not an institution is defined as confessional. For this purpose two questions are aimed to be answered:Who educates? And. from where is education made? As a complement, some reflections about the educative institution and the family are proposed, and also others about what being a pupil means nowadays.

Key words: bioethics, education, person, family, freedom responsibility.


Resumo

Neste artigo, depois de umas curtas reflexões sobre a bioética, pretende-se contribuir alguns pontos de reflexão sobre a educação bioética na escola, num sentido global, integral da mesma, algo que logicamente vai além das "classes" da "matéria" e além também da questão sobre se uma instituição educativa se define ou não,como confessional.Para isso se procura responder a duas perguntas:quem educa? e educar desde onde? e complementá-lo com umas considerações a respeito da instituição educativa e a família, bem como o que significa ser Educando hoje em dia.

Palavras chaves: bioética, educação, pessoa, família, liberdade, responsabilidade.


Los comienzos de la bioética1

La ética, centrada en la relación de los hombres con otros hombres (Albert Schweitzer) comienza a pensar que su ámbito de acción debe ampliarse a una consideración de la relación del Hombre con el BIOS evolucionado/creado; que hablar más de responsabilidad puede darle mejores réditos para ese mundo tecno-científico que seguir considerando una ética del mandato y la obediencia o de la simple juridización de los comportamientos como si de ellos se desprendieran automáticamente las convicciones necesarias por encima de las obligaciones impuestas, temerosamente impuestas; la autonomía no lo dijo todo y no todo lo dijo bien; la solidaridad y solidarización de las responsabilidades que nos implican como seres vivos y humanos se convierten en algo más prometedor pensando hacia el futuro... y hacia el futuro de las especies en el planeta que ocupamos y nos ocupa.

En esta panorámica, en la década de los 70, aparece un sujeto que pasaría a la historia del origen de la bioética; un norteamericano, médico oncólogo y bioquímico, llamado Van Rensselaer Potter que si bien últimamente no ha sido reconocido como el único "autor" de lo que se llamaría la "bioética" sí se reconoce como el que llevó al conocimiento público y al inicio de los primeros pasos y maduración de lo que hoy en día llamamos a veces con rimbombancia "LA BIOÉTICA".

El desarrollo de la bioética, como la conocemos en Occidente, nace y se va a desarrollar durante mucho tiempo en el ámbito de las así llamadas "Ciencias de la Salud", específicamente muy ligada al desarrollo tanto epistemológico como práctico/clínico de la medicina.Y hasta finales de los años ochenta va a estar muy ligada únicamente al área de la medicina; por eso, en cierta forma, va a ser minusvalorada porque se piensa que si es una cosa de los médicos o de las ciencias de la salud obviamente que se entiendan ellos con eso.

Con el transcurrir del tiempo empezamos a encontrar que el problema que la ocupaba no era solamente de las ciencias de la salud, que había un problema serio con el medio ambiente y que se generaban retos entre el derecho y los adelantos tecno-científicos, y que a eso también había que darle algún tipo de respuesta, pero que en general existían fuertes interrogantes sobre el futuro de la vida en este planeta y el futuro de la humanidad, en otras palabras, que había problemas que no eran única y exclusivamente de las ciencias de la salud.

Esta situación lleva a que Potter se plantee tres grandes cuestionamientos en su ejercicio profesional médico: primero, los problemas de su práctica médica le muestran un cambio en la relación médico/ paciente (modelo de relación); segundo, el sentido o finalidad de la ciencia, no solamente de la ciencia médica; y, tercero, el peligro de la supervivencia de la vida tanto de la naturaleza como del mismo ser humano.

Esta última preocupación resulta ser la más importante y la que dará origen como tal a la bioética, ya que para conservar la vida en este planeta, se necesita un puente que permita que la ética y la ciencia se puedan interrelacionar,toda vez que existe el peligro de que una ciencia sin ética termine desorientándose y deshumanizándose, y una ética sin ciencia quede solo como algo abstracto y sin sentido real. De allí que hoy exista una necesidad de formar en bioética, no solo desde la Educación Superior, como en algunos casos se ha venido haciendo, sino desde la misma Educación Básica.

La educación bioética. propuesta no solo para la educación superior sino para la educación básica

El solo enunciado de este tema pone ante nuestra consideración un amplio espectro de interrogantes y problemas. Existe hoy en casi todas partes una acentuada sensibilidad hacia todos los temas relacionados con la enseñanza. Preocupan los aspectos sociales, económicos, religiosos, administrativos, etc., que de alguna manera puedan incidir en el tema educativo. Sin embargo, salvo en contadas ocasiones, no se observa una preocupación suficiente por la formación bioética en la escuela2. Seguramente por inadvertencia de la mayoría o, tal vez, por englobar este tema y preocupación junto a la dimensión religiosa y muchas veces abordado en los cursos de ética.

A pesar de que estos esfuerzos sean válidos, ante la ya descomunal cantidad de información científica y tecnológica de que disponemos es cuando se hace necesaria la enseñanza formal de la bioética, así como de otras asignaturas eminentemente humanísticas, como la deontología y posiblemente hasta la de la antropología filosófica, que le permitan al estudiante una reflexión crítica ante la gran cantidad de información que recibe, ya que frecuentemente los medios de comunicación nos presentan muchos adelantos de la ciencia, que de momento generan altas expectativas o que producen la sensación de que todo se puede lograr solo con tecnología... Por eso es tan importante recibir esta formación.

Por otro lado, el proceso de enseñanza-aprendizaje también ha cambiado en los últimos años. Pasó de ser un proceso donde una parte emisora activa (quien enseña) vierte sus actitudes, habilidades o conocimientos en una parte receptora pasiva (quien aprende). Actualmente no podemos aceptar un proceso educativo sin que la parte receptora sea muy participativa, muy activa. Es más, existe de hecho un contra-flujo que parte de quien aprende y que le permite a quien enseña continuar mejorando en cuanto a su modo de realizar la parte que le corresponde en este proceso.

Con este artículo, se pretende aportar unos puntos de luz y de reflexión sobre la educación bioética en la escuela, pero en un sentido global, integral de la misma, algo que lógicamente va más allá de las "clases" de la "asignatura" y más allá también de la cuestión sobre si una institución educativa se define, o no, como confesional, asunto que es independiente, entendiendo que la bioética no es religiosa o laica, sino que es simplemente bioética.

Para cumplir el objetivo propuesto, se busca responder al menos desde el abordaje de dos preguntas: ¿quién educa? y ¿educar desde dónde? Y complementarlo con unas consideraciones acerca de la institución educativa y la familia, así como unas reflexiones finales sobre lo que significa ser Educando hoy en día.

¿Quién educa?

Es una de las primeras preguntas que podemos hacernos. Cuestión incluso tan importante, o más, que los mismos contenidos educativos y que la metodología. Resulta evidente que la labor de la escuela, de los maestros, es en este, como en otros aspectos de la educación, subsidiaria de la tarea de los padres, aunque no deberíamos olvidar que la escuela tiene también, inevitablemente, su específica tarea educativa. Es decir, la educación que imparte la escuela no se limita, ni debe limitarse jamás, a "tapar huecos", suplir deficiencias, corregir errores respecto al bagaje formativo que el niño traiga desde su familia. La escuela tiene su propia y específica tarea educadora en todos los campos de la persona. También, por supuesto, en el campo bioético.

Para el infante y el adolescente la escuela es su mundo; en ella pasa la mayor parte del día; su dimensión socializadora y su apertura al mundo se darán en gran parte en y a través de la escuela, y progresivamente esta va a ir ganando en importancia a la familia en lo que a influir en él se refiere.

Pensemos en las relaciones que establecen con los profesores, algunos de los cuales los marcarán definitivamente; pensemos en los compañeros, en las primeras amistades, en las "grupos" tan característicos de la etapa escolar; recordemos, en fin, que la escuela es el punto de referencia del discente cuando este se abre al universo cultural, del que está hambriento. Con todo esto quiero decir que la escuela y su mundo son fundamentales y no constituyen sin más un mero añadido a la familia.

La persona que educa a otros en la dimensión ética/bioética de la persona es ciertamente importante. Pero lo es singularmente importante en el caso del profesor de niños y adolescentes, ya que tienden a personalizar las ideas y los contenidos educativos; con frecuencia, tal o cual asignatura es o no agradable según lo sea, o no, tanto para ellos como para el maestro.

Unas inevitables corrientes transferenciales se establecen en el binomio profesor-alumno. Añádase a esto el progresivo sentido crítico de los niños y adolescentes, hoy seguramente acentuado por diversos motivos. Estos observarán con lupa muchas veces las actuaciones de los maestros que les enseñan y educan.

Por eso la coherencia personal en quien imparte una enseñanza de contenidos bioéticos es algo fundamental. Durante la etapa escolar no tiene todavía el niño la suficiente capacidad para relativizar las actuaciones de sus profesores; por eso es fácil advertir en sus juicios dureza, acritud y hasta crueldad. ¿No estará aquí, en parte al menos, una de las causas del rechazo de la asignatura de religión y ética por parte de un considerable número de alumnos?

No se puede negar que existen también otros motivos de tal rechazo,tal vez el más importante de los cuales sea que a tales enseñanzas se las siga considerando asignatura. Pero es también evidente que la falta de coherencia personal (real o aparente, es decir, solo a los ojos de los alumnos) está muchas veces en la base de lo que comentamos.

Hoy nos encontramos frente a un problema frecuente: no raras veces por imperativos académicos, se ve obligado a impartir los contenidos de formación éticos y religiosos quien no es creyente o no se adscribe a una posición concreta frente a la ética. Para que nos entendamos, tiene que dar la "clase" de religión y de ética quien no se profesa creyente en ellas. Es claro que podría hablar desde una perspectiva puramente "natural", prescindiendo de una ética propiamente revelada. Pero en la práctica esto ha sido, y es todavía en algunos casos, motivo de conflictos. Lo deseable es que imparta estas enseñanzas quien opta libremente por ello, y esto será también muy importante para quien pretenda impartir la enseñanza de la bioética.

Pues es claro que en este terreno no se puede decir algo mientras se piensa y/o se vive lo contrario. Ni tampoco se puede hablar en plan simplemente aséptico y frío. No se pueden impartir estos contenido con la "frialdad" y distanciamiento de quien explica, por ejemplo, matemáticas.

Se exige también, desde luego, a quien imparte los contenidos éticos en la educación, una preparación técnica. Pienso que tal como se está llevando a cabo en los momentos actuales, encierra grandes deficiencias.

Por contraposición, están surgiendo grupos de maestros cada vez más y mejor comprometidos con esta tarea, profesores que buscan prepararse adecuadamente, pero esto resulta todavía francamente minoritario.

En el fondo de todo esto se plantea la cuestión más radical: formación ética y bioética en el centro educativo, ¿sí o no?, ¿qué tipo de formación?, ¿obligatoria o no?, ¿desde el contexto de una asignatura o aparte? Claro que sí.

Pero, sin olvidar que la educación bioética en la escuela va más allá de las clases y de los profesores que imparten tales clases,importa todo el grupo de profesores,y es fundamental el ideario del centro, así como el estilo, la "solera" del mismo, los métodos que se emplean, etc. La mejor clase de bioética puede quedar relativizada y desprestigiada ante el alumno cuando es impartida, mirando el conjunto de lo que es y supone el centro, en un contexto no coherente.

Quisiera también señalar, por último, que, más que otros profesores, el profesor o maestro que forma en la dimensión ética y bioética de la persona debe ser alguien capaz de sintonizar y empatizar con el mundo de los educandos, capaz de entablar una relación equilibrada, cálida y personal con cada educando.

Educar en la dimensión ética y bioética de la vida no es impartir sin más unos conocimientos que ha de aprender el alumno; es ser capaz de formar personas libres y responsables.Y para ello se necesita capacidad de cercanía, amor al educando, respeto profundo por él, habilidad para educar y sacar del fondo de la personalidad humana las más nobles potencialidades. Es realmente un arte el que hay que poseer.

No olvidemos, en fin, que todos los profesores son educadores reales del sentido ético y bioético en el educando. Esto, quiérase o no, y en un sentido positivo o negativo. Con frecuencia las mejores lecciones bioéticas las reciben los alumnos no ya del profesor "oficial" de este tema, sino del talante, delestilo, de la actuación personal, de las decisiones o palabras oportunas y hasta del silencio oportuno de cualquier otro maestro.

¿Educar desde dónde?

Esta pregunta incide en la variada problemática que presenta hoy día el tema de la escuela y de la educación en general. Se puede desmenuzar así la pregunta inicial: a) ¿Educar desde la neutralidad?; b) ¿Educar desde la confesionalidad?; c) ¿Educar desde una serie de principios éticos generales? Porque debemos ser honestos y responsables de este tema y debemos precisar desde qué presupuestos tal o cual centro educa en un sentido bioético de la vida.

Los centros educativos tienen la obligación de definirse, y los padres, la obligación de informarse y obrar en consecuencia a la hora de optar por el tipo de centro que desean para sus hijos. La ley, por lo demás, debe permitir y garantizar que esto sea, de hecho y no solo en teoría, posible para todos los padres.

¿Es posible educar desde la neutralidad? ¿En qué consistiría tal neutralidad? Quienes defienden esta posición piensan de momento en una educación bioética que no pone sus raíces en una ética definida.Tal neutralidad creo que resulta utópica. El hombre es unidad, un todo global, y cuando el profesor educa lo hace desde sus convicciones personales, dentro de las cuales, quiérase o no, ocupan un lugar importante las convicciones éticas/bioéticas.

El mismo centro, explícita o implícitamente, tiene una ideología, un estilo, una serie de opciones y actitudes que ha ido asumiendo a lo largo del tiempo, todo lo cual constituye, a no dudarlo, un universo ético determinado. La neutralidad, pues, parece algo irreal y cuando pretende darse termina generando confusión. Se cae en relativismos que parecen dar todo por válido.Y siempre será más coherente y sincero que el centro y los profesores se definan en este campo ante los alumnos, los padres o tutores de los mismos.

Si se desecha, por lógica y por sinceridad, esa irreal neutralidad, podría hablarse de una educación bioética de los educandos desde una serie de principios generales basados en un cierto humanismo.

Nos encontraríamos entonces en una situación parecida a la opción anterior.Y, claro, lo primero que habría que dilucidar es ante qué humanismo nos encontramos. No hay propiamente un humanismo sino diversos humanismos.

Y, aunque todos ellos coincidan en algunos puntos fundamentales, también habría que explicitar tales puntos ante los educandos y sus padres. Por lo demás, es difícil quedarse (por parte de los profesores y del centro en cuanto tal) en un humanismo vago e indefinido. Esta cuestión quedaría, por tanto, reducida a lo que se dijo en el punto anterior.

Si se educa desde una posición definida, el panorama se aclara suficientemente. Cada vez más, los padres que envían a sus hijos a un centro educativo debieran ser conscientes de la opción que toman. Y a los mismos educandos se les debe ir haciendo participes progresivamente de tal opción.

En resumen, importa que el centro educativo se defina ante los padres y ante los alumnos respecto a los contenidos bioéticos que se van a impartir y a los que se hallan presentes en todo el proceso educativo; todo ello debe quedar bien claro en el ideario del centro. Por lo demás, es evidente que al tratar de una educación integral de los alumnos, que es la finalidad del centro educativo, hay que señalar que en ella debe entrar, como algo básico, la dimensión ética y bioética de la persona. No se concibe una verdadera educación integral si esta no ayuda al alumno a ser libre y responsable, a enfrentarse consciente y humanamente con la realidad circundante, a relacionarse adecuadamente con los demás, y a abrirse, de una u otra manera, al sentido trascendente de la vida.

Institución educativa y familia

Psicológicamente para el niño resulta una encrucijada el abandono de la casa y la entrada en el mundo escolar. Pueden ser dos mundos (la casa y la escuela) en continuidad, complementarios, contrapuestos o en mutua ignorancia. Por otra parte, existe la convicción generalizada de que ha de darse una interacción y colaboración entre la escuela y la familia en todos los planos.Y ello en bien del alumno, sujeto y beneficiario de la acción educativa.

Abundan hoy las asociaciones de padres de diversa índole y con objetivos también diversos. Pero aun se puede evidenciar de que son solo una minoría los realmente implicados en el proceso educativo de sus hijos más allá de las paredes de la casa; menos todavía son los que, integrados en la dinámica real del centro de estudios, han llegado a formar con los profesores del mismo una verdadera comunidad educativa.Y esto en todos los campos de la educación.

Con gran frecuencia encontramos serias contradicciones, incluso oposiciones, entre el mundo educativo familiar y el escolar. Esto se debe, en primer lugar, a que muchos padres envían a sus hijos a tales o cuales centros no en función de la ideología, del ideario, sino por otros motivos, tales como la calidad técnica de la enseñanza, la cercanía del colegio respecto al hogar familiar, el coste de los estudios, la fuerza de diversas circunstancias, etc. Por eso no es raro encontrar a padres que no "sintonizan" con el mundo ético del colegio de sus hijos.

Incluso, curiosamente, hay quienes quieren para sus hijos una formación ética que ellos mismos no viven ni en la teoría ni en la práctica.A nadie se le oculta que tales contradicciones resultan perjudiciales para el proceso educativo de los educandos.

La familia, los padres, deben ser los primeros educadores de sus hijos. Esto en todos los campos, pero especialmente cuando hablamos de una formación ética y mucho más si vamos a hablar de una formación bioética. La labor de la escuela es siempre complementaria, subsidiaria. Lo deseable es, pues, que exista una continuidad, no una ruptura, entre estos dos agentes educativos: familia y escuela. Habrán de coordinarse los esfuerzos, las iniciativas. Se necesitará explicitar claramente el ideario del centro educativo, y será siempre exigible una presencia real, crítica y dialogante de los padres en el centro educativo de sus hijos.

Somos conscientes de las dificultades, a veces insuperables, que esto encierra. Sabemos, además, pues los hemos constatado en múltiples casos, que la mayoría de los padres y de los colegios están lejos de alcanzar este ideal. Pero todo eso no se dará mientras no lleguemos a una verdadera comunidad educativa que englobe e implique a los padres, a los profesores, a los alumnos, a todos los implicados en el proceso educativo. Esta comunidad es algo más que la mera intervención en la "gestión" de los asuntos del centro educativo. Es algo mucho más profundo e importante.

El universo ético/bioético de los niños y adolescentes se configurará tanto más acertadamente cuanto más sea fruto de una verdadera comunidad educativa.Al educando se le invitará así a la coherencia, no verá por doquier contradicción entre lo que se dice y lo que se hace, entre su casa y el colegio.Y las inevitables contradicciones humanas serán más fácilmente aceptadas y asumidas.

La comunidad educativa ofrece el ámbito más propicio para resucitar el campo del diálogo entre todos sus miembros.Todos los elementos de ella tienen sus papeles a realizar, pero sería suicida que la familia abandonase el protagonismo que le corresponde. La sociedad actual, netamente hedonista y materializada, actúa en el sentido de agotar a los padres en busca de mayores ganancias. La conquista de bienes próximos lleva consigo el olvido de tareas trascendentes y rentables a largo plazo. La colaboración entre escuela y familia es desde todo punto necesaria. Son intrínsecamente complementarias. El mantenerse en posiciones de autonomía y colaboración exige una política de comprensión y generosidad (Mayorga, 1978).

El educando de hoy

Cuando hablamos de educación ética/bioética en el centro educativo nos estamos refiriendo a unos educandos concretos, los de hoy, como sujetos y beneficiarios de tal educación. Es evidente que los educandos "de hoy" tienen básicamente las características psicológicas de los educandos "de siempre". Pero sería bueno insistir ahora especialmente en algunas características de los educandos de hoy, inevitablemente influidos por unos ambientes determinados, por unas familias y unos padres de hoy, por unos medios a su alcance y por una concepción determinada de la vida que por doquier existe.

  • La mayoría de los educandos aparecen hoy muy receptivos. Seguramente que los innumerables estímulos producidos por los medios de comunicación social,las así llamadas TIC y por el medio ambiente en general suscitan en ellos, como respuesta, tal receptividad y tal agilidad. Es fácil que muy pronto, prematuramente en muchos casos, estos educandos conozcan muchas cosas. Como contrapartida, es frecuente encontrar en los mismos buenas dosis de pasividad y una menor creatividad y originalidad.

  • Inclinación a los comportamientos "estándar". Dentro de unas mismas coordenadas socioculturales es fácil constatar esta afirmación. Seguramente ambientes familiares parecidos, masificación actual de las aglomeraciones urbanas,utilización de idénticos medios de comunicación,propaganda y publicidad masivas que se inoculan agresivamente en el psiquismo,etc.,actúan como factores de igualación comportamental.

  • Sentido crítico, frecuentemente hipercrítico, ante los padres y figuras parentales (profesores, autoridad, entre otros).

  • Sentido frecuentemente hedonista y consumista de la vida. Evidentemente como reflejo y consecuencia de la sociedad circundante.

  • Individualismo y dificultad para la solidaridad y lo comunitario. Esto es especialmente notable en las grandes aglomeraciones urbanas y más notable todavía en las familias económicamente fuertes.

  • Los educandos de hoy aparecen con una mayor capacidad para el diálogo, para el pluralismo ideológico y religioso y para aceptar las diferencias.
  • Poseen también estos educandos un tipo de vivencias a escala "planetaria", valga la expresión. Las vivencias de estos educandos, por ejemplo, son cada vez más parecidas entre sí y con las de los educandos de otros lugares del mundo. Entre otros motivos, esto se debe al acercamiento que de los diversos lugares y hombres de mundo han hecho los medios de comunicación, los viajes, el turismo, las computadoras, el correo electrónico, el Internet, etc.
  • Es también muy de notar el impacto que en los educandos ha supuesto la agresividad ambiental (ahí tenemos el rebajamiento progresivo de la edad delictiva, los problemas derivados de las drogas, entre otros) y la erotización y comercialización del sexo, todo lo cual resulta un verdadero atraco a la sensibilidad y al psiquismo de los educandos.
  • Sentido de la inmediatez, que muy bien podría definirse con la expresión: "quiero esto aquí y ahora mismo" ("aquí estoy y aquí me quedo"). Seguramente por una exaltación de lo automático, de lo eficaz y rápido. Es esa civilización de lo fugaz, de lo instantáneo, a la que tantos filósofos y pensadores se han referido y que tiene hondas repercusiones en todos.
  • Intolerancia al dolor y al sufrimiento. Dificultad para el esfuerzo duro y continuado, se trate de lo que se trate.

Hay otras características, propias de los educandos de hoy, provenientes del ambiente socioeconómico, cultural,religioso,etc.,en el que se desarrollan sus vidas.Pero lo mencionado me parece suficientemente generalizador y definitorio de lo que son los educandos de hoy, sin olvidar, por lo demás, que lo antedicho tiene bastante de estereotipo y, desde luego, de meramente aproximativo.

Hacia un tipo de ser humano bioético

Es a ese educando, anteriormente descrito, al que tiene que educar el centro educativo para un sentido ético/bioético en su vida. Entonces, ¿qué tipo de persona, pues, queremos lograr? ¿Hacia dónde conduce el proceso educativo que deseamos llevar a cabo? ¿Cuál es el perfil personal deseable que se deduce de una acertada educación ética/bioética en la escuela?

Ante todo no debemos olvidar que la bioética ha de ser proyectiva, realmente creativa y pedagógica, si es que de verdad queremos que constituya una dimensión fundamental de la persona. Entendida así, trataré de delinear en los siguientes puntos lo que me parece una meta a lograr con la educación bioética en la escuela:

Educar para ser persona. Es la base.

La bioética no puede resultar para el educando una realidad superpuesta y postiza, que venga a tarar o disminuir sus potencialidades. Ha de ser, por el contrario, una dimensión fundamental de la persona. Cuando educamos para que el individuo desarrolle todas sus posibilidades vitales de una manera armónica, integral, coherente, le estamos aportando las más sólidas bases para su educación bioética.

Si prolongamos esta reflexión, hemos de decir, además, que hay que educar para ser y no para tener. En ello debemos insistir y poner una acentuación especial; si es que queremos que el educando haga frente a la sociedad hedonista, fácil y consumista que le rodea y en la que necesariamente ha de vivir. Educar para ser persona supone concebir a esta como algo unitario y global; no hay una bioética de y para el cuerpo y otra de y para el espíritu; hay que evitar esas dicotomías ya superadas y toda simplificación que comienza diciendo:"el hombre no es más que...".En realidad no educa para ser persona quien no tiene capacidad de asombro para admirar esa singularidad maravillosa e irrepetible que es cada ser humano.

El educar para ser persona supone también que habremos de tener muy en cuenta que todo hombre es un ser evolutivo, en dinámica constante. Si esto es cierto en todo caso, hay que resaltarlo especialmente cuando nos referimos a los educandos. El niño o el adolescente no son solo adultos en potencia,"hombrecitos", seres que alcanzarán la "perfección" en la adultez, sino que son simplemente eso: un niño o un adolescente, que sufre y vive una determinada etapa, además de que es alguien en formación.Todos lo somos en tanto no estamos "acabados",pero en esa etapa de la vida con mayor razón.

Hay que esperar de él,exigirle,"juzgarle" según esa etapa que está viviendo;su dimensión ética/bioética personal la vivirá inevitablemente desde ese presente evolutivo en el que se halla. Ni qué decir que las consideraciones y la pedagogía bioética deberán tener muy en cuenta este aspecto evolutivo de la personalidad.

Cuando hablamos de la persona como algo unitario, global, evolutivo, psicosomático, etc., pensamos que la personalidad hacia la que caminamos mediante el proceso educativo es el sujeto centrado, equilibrado,totalmente integrado.Tal vez todo esto sea una utopía,nunca se logre,y debamos tener en cuenta tal limitación y relatividad de nuestros esfuerzos. Pero siempre será cierto que el equilibrio personal, el logro y realización humanos, están en la base de una auténtica realización bioética.

Educar para la libertad y la responsabilidad. Es evidente.

Toda educación y, más si cabe, toda educación bioética debe ser una educación desde y para la libertad. Es decir, una educación que posibilite la madurez personal para que el educando poco a poco sea capaz de enfrentarse responsablemente con la vida, con los demás, con la realidad toda. El individuo creativamente proyectado hacia la realidad es el individuo responsable y libre. Esto constituye ya una actitud, más todavía, se trata de la verdadera dimensión bioética de la persona.

Esta nace justamente del enfrentamiento lúcido, libre y responsable que el individuo hace ante la realidad en y de cada momento, de tal modo que, mediante esa vía, llegue a ser él mismo, fiel a sí mismo y fiel a la realidad.Esto no es fácil,lo sabemos.Pero es básico desde todo punto de vista.Si no educamos para esa libertad y responsabilidad fundamentales, todo falla.Y lo más que podrá hacerse (y en este plano aparente y formal se quedan muchos padres y educadores dentro de los centros educativos) es "conceder libertades" y dar la apariencia de una formación más o menos abierta.

Digamos, en fin, que para lograr esa libertad responsable hay que tener lucidez. Por eso la formación bioética tiene mucho de iluminación, de esclarecimiento de la realidad, la cual no puede enfrentar adecuadamente el individuo si no "ve" claro. La conciencia será, pues, lucidez.Y también libertad de decisión y opción responsables.

Educar para una vida entendida como proyecto dinámico. Se deduce de lo dicho en torno a la persona.

La verdadera bioética ha de ser proyectiva, si es que quiere ser respuesta libre y responsable a la realidad. El individuo no puede ser, pues, un "reloj de repetición", el eco de sus profesores. No se trata de enseñar a los educandos una colección de respuestas-cliché para cualquier situación que se les pueda presentar. Es más importante, y ha de estar en la base de toda educación bioética, enseñarles a ser creativos, a vivir su propia e irrepetible originalidad vital, a entender y realizar su vida como proyecto siempre abierto a una mayor exigencia y perfección. La dimensión ética/bioética de la persona no es algo estático y dado ahí para siempre.

Es dimensión que hay que recrear, asumir en cada momento, para hacer frente al desafío, siempre ambiguo y problemático, que la realidad nos presenta. No es esto, así creo, caer en el subjetivismo. Es más bien tener presente que toda actuación bioética es vivida desde el sujeto que es uno mismo y es vivida ante cada situación siempre cambiante, siempre nueva. Los contenidos objetivos de una bioética tendrán que ser en todo caso asumidos realmente por el sujeto para que lleguen a formar parte de lo que globalmente llamamos dimensión o parámetro bioético de la persona.

Educar para la alteridad. La educación bioética debe hacer del educando un ser abierto a los otros (dimensión social), al otro (dimensión interpersonal), a lo otro (dimensión de realidad), al Otro (dimensión trascendente, religiosa).

Para ello necesitará buenas dosis de flexibilidad, de adaptación, de capacidad de cambio, de diálogo, de silencio y escucha, exigencias educativas indispensables y objeto por sí mismas de una especial atención en todo buen proceso educativo. Solo mediante una educación para la alteridad el educando podrá entender y vivir una bioética del amor, del sí, de lo positivo.

Cuando a la persona se le quiere y se le enseña a querer; cuando se vive un clima en el que lo natural y espontáneo es el compañerismo y la amistad; cuando la persona aprende teórica y vivencialmente que los otros "tú" no son una amenaza para el propio "yo"; cuando la persona encuentra que es más "sí-mismo" si es más "con-los-otros"; cuando aprende a compartir, hemos logrado en él las bases fundamentales para una bioética de la alteridad.

Resulta, por tanto, claro que el perfil bioético personal que, como desiderátum, trataría de lograr la educación bioética en la escuela, es este:

  • Ser persona,
  • lúcida, libre y responsable,
  • como proyecto dinámico y creativo,
  • en apertura al otro, a los otros, a lo otro, al otro.

Evitando algunos defectos

No es por ánimo de encontrar defectos a cualquier tipo de formación pasada, pero a nadie se le oculta que estos y otros defectos se han venido dando;conocemos casos generalizados en los que algunos de los mismos persisten (y se defienden incluso ideológicamente tales posturas) y,desde luego,van en dirección contraria a todo lo expuesto hasta aquí:

  • Formación bioética casuística, ejemplar, de "receta".
  • Es importante evitar este gran defecto en la formación bioética dentro de la escuela. Basta una simple mención para saber de qué se trata. Es una concepción moral simplista, basada en un mecanismo watsoniano y conductista según el esquema estímulo-respuesta.

    "Recetas" para evitar el pecado,"vademécum" para saber cuándo se ha "caído" o no, catálogos de pecados y contabilidad de los mismos,"creación" de hábitos morales a base de mera repetición de actos, etc.Toda una pintoresca galería. Todo esto incluye y esconde, entre otras cosas, un fondo genuinamente "mágico".

  • Otro gran defecto del que huir en la formación bioética escolar es presentar la dimensión bioética como algo postizo y sobreañadido a la persona, ese "aguafiestas" de la realización persona y de la alegría del educando.
  • Es claro que hay que evitar la presentación en el centro educativo de una bioética negativista, del no, del temor y de la culpa.
  • Entender la conciencia solo bajo el aspecto de la iluminación, de saber y conocer simplistamente dónde está el bien y dónde el mal, distinguir claramente sus fronteras. Se olvidaría así que la conciencia no es solo iluminación sino, sobre todo, clarificación y formación para la actitud y la acción.
  • A veces se presenta la bioética, como la ética o la moral, como algo abstracto, irreal, ajeno a la vida, como algo puramente deductivo y normativo a lo que hay que acomodar la vida del educando sin más.
  • El directivismo ético/bioético. Consiste este defecto en que al educando no se le educa para que sea capaz de decidir ética/bioéticamente por sí mismo sino que se le enseña a preguntar siempre de antemano antes de decidir.Todo esto es causa de infantilismos posteriores y de personalidades psicológica y éticamente inseguras e inmaduras.
  • Un defecto en el que se ha caído con frecuencia en la formación moral tradicional ha sido la presentación de una bioética individualista, con descuido de la dimensión social.
  • También es un defecto descuidar el sentido religioso/trascendente o incluso olvidarlo totalmente al educar ética/bioéticamente, quedándose solo en la educación para una ética/bioética "horizontal". Es un defecto de algunos sectores presentes en nuestros ambientes educativos.
  • A veces algunos educadores se quedan, a la hora de formar, en los contenidos éticos/bioéticos sin pasar a la creación de actitudes.
  • El educador, en fin, debe evitar transferir sus propios miedos, inseguridades, esclavitudes grandes o pequeñas, etc. Haría falta un autoanálisis constante sobre este punto por parte de los maestros (evitar, por ejemplo, la simple "opinadera" sin una reflexión crítica y sin un horizonte claro; o imponer una visión sin presentar todas las posibles y presentando los argumentos valiosos).

Metodología

Por fortuna, en muchos casos no se dan estos defectos, o se dan muy disminuidos. Hablar de metodología de la enseñanza de la bioética necesitaría mayor espacio del aquí previsto. Baste detenerse en algunos aspectos más importantes.

  • El educador. Es el elemento metodológico más importante de la formación bioética. Sin él toda metodología carecerá de sentido y de apoyo. Por el contrario, con un buen educador todos los métodos, aunque en principio fuesen menos valiosos, resultarán realmente operantes y eficaces.
  • Educar para la dimensión bioética de las personas es algo más que transmitir unos conocimientos. Es transmitir una vida coherente, unas vivencias, un estilo y talante, una forma de ser y estar en el mundo y ante la realidad. Claro que serán buenas y necesarias las técnicas y los métodos concretos, pero con tal de que sean sabiamente administrados por el educador. El educador en ética/bioética necesita ser testigo y, con frecuencia, profeta.

  • La comunidad, el grupo, como marco de referencia. La educación bioética no es solo fruto de la relación bipersonal profesor-alumno. Se desarrolla, además, en y desde una comunidad concreta. Esa comunidad la forman el colegio, la escuela (con su carga ideológica, su estilo, etc.), los demás alumnos, los profesores, los mismos padres de familia (influyentes en el centro de diverso modo, pero siempre presentes de alguna manera...).
  • Junto al educador es la comunidad, el grupo,el primer método a tener en cuenta y,en consecuencia, a cuidar. Un grupo constructivo y provechoso es el marco natural más apropiado para que en él desarrolle el educando su sentido ético/bioético.

  • Los métodos concretos para la educación bioética deben ser preponderantemente inductivos, partiendo de la misma vida del educando y no ya de situaciones irreales, abstractas o deductivas sin más. Las normas bioéticas habrán de ser presentadas como liberadoras y no como opresoras, como canalizaciones de la propia personalidad y no como coartación de posibilidades vitales.
  • Debe existir un llamado constante a la interiorización. Para hacer propio lo normativo, para saber responder desde la propia originalidad vital. La actitud ética/bioética surgirá así como respuesta a una llamada a la plenitud.
  • En este campo de la educación, como en otros, es importante que el educando se sienta sujeto activo, dinámico, inquisitivo, con buen sentido crítico, capaz de diálogo. No se le puede presentar el campo de la bioética como algo compacto y pétreo, que hay que aceptar sin más.
  • No se le puede quitar ese sentido de búsqueda que connaturalmente posee.Todos los métodos que se empleen en el centro educativo para el aprendizaje ético/bioético deberían tener en cuenta este aspecto.

  • Se trata, en fin, de hacer ver, con cualesquiera métodos, que el campo de la bioética no es un campo aparte de la propia vida.Vivir es vivir bioéticamente. Esto debería quedar grabado hondamente en el ánimo del educando.

Pie de página

1 Las ideas que siguen a continuación están tomadas de la publicación del Congreso Iberoamericano de Bioética, cuyas Memorias fueron publicadas en la Revista Lasallista de Investigacion 11(1). La aparición de la Bioética y el porqué de la misma.
2 Entendida esta en el sentido más general de la palabra:"establecimiento público donde se da cualquier género de instrucción". Real Academia de la Lengua. Diccionario de la Lengua Española. XXI ed. I.T. Ed. Espasa-Calpe: Madrid, 1992. P. 883.


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