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versão impressa ISSN 1909-0455

Rev. P+L vol.9 no.2 Caldas jul./dez. 2014

 

Bioética y tecnología digital: una puerta a la investigación desde la perspectiva de las ciencias sociales*

Bioethics and digital technology: a doorway to research from the social sciences´ perspective

Bioética e tecnologia digital: uma porta à investigação desde a perspectiva das ciências sociais

Gonzalo Jiménez Jaramillo**,
Conrado Giraldo Zuluaga***

* Artículo derivado del proyecto de investigación titulado "Posmodernidad y Sociedad de Información",ejecutado entre enero y Noviembre de 2014 por el Grupo de Investigación Filosofía y Teología Crítica y financiado por la Fundación Universitaria Luis Amigó.
** Doctor en Filosofía por la Universidad Pontificia Bolivariana (Medellín-Colombia), magíster en Administración e Ingeniero de Producción de EAFIT (Medellín-Colombia). Docente investigador de la Fundación Universitaria Luis Amigó de Medellín. Autor para correspondencia, email: gjimenezjaramillo@gmail.com
*** Doctor en Filosofía, magíster en Desarrollo y filósofo por la Universidad Pontificia Bolivariana (Medellín-Colombia).Profesor titular de la Facultad de Filosofía de esta Universidad. Hace parte del Grupo de Investigación Epimeleia. Colabora como articulista en varias revistas nacionales y foráneas. Correspondencia, e-mail: conrado.giraldo@upb.edu.co.

Artículo recibido: 22/03/2014; Artículo aprobado: 25/11/2014


Resumen

En este artículo se presenta el avance de la tecnología como argumento para la investigación social, mirando la manera como, desde una perspectiva bioética del cuidado, su desarrollo marca tendencias y perfila la prospectiva de otras disciplinas del campo de las ciencias sociales, haciendo una revisión de los aspectos que referidos a la educación, el trabajo, las organizaciones, la cultura, el mercado, la ecología y la salud tienen un compromiso con la tecnología y que desde el siglo XX -para el análisis en cuestión- se presentan como marcadores en múltiples enfoques sobre la prospectiva de la transformación social. Los autores se han concentrado en el análisis del avance tecnológico como atmósfera para generar dinámicas y propiciar escenarios para la investigación social, favorecidas por el grado de compromiso que guarda con este.

Palabras clave: tecnologías de información y comunicación, modernidad, posmodernidad, tecnología digital, determinismo hedonista.


Abstract

This article approaches the advance of technology as an argument for social research, looking at the way –from a bioethical perspective of care- its development marks trends and defines the profile of the prospective for other disciplines from the social sciences fields, making a revision to the aspects related to education, work, organizations, culture, market, ecology and health that are committed to technology and that, from the 20th century (for the analysis in hand), are presented as markers in several focuses about the social transformation´s prospective.The authors have concentrated on analyzing the technological advances as an atmosphere to create dynamics and produce scenarios for social research, favored by the degree of commitment these dynamics have with those advances.

Key words: IT, modernity, postmodernity, digital technology, hedonistic determinism.


Resumo

Neste artigo se apresenta o avanço da tecnologia como argumento para a investigação social, olhando a maneira como,desde uma perspectiva bioética do cuidado,seu desenvolvimento marca tendências e perfila a prospectiva de outras disciplinas do campo das ciências sociais, fazendo uma revisão dos aspectos que referidos à educação, o trabalho, as organizações, a cultura, o mercado, a ecologia e a saúde têm um compromisso com a tecnologia e que desde o século XX –para a análise em questão– apresentam-se como marcadores em múltiplos enfoques sobre a prospectiva da transformação social. Os autores se concentrou na análise do avanço tecnológico como atmosfera para gerar dinâmicas e propiciar palcos para a investigação social, favorecidas pelo grau de compromisso que guarda com este.

Palavras chave: tecnologias de informação e comunicação, modernidade, pós-modernidade, tecnologia digital, determinismo hedonista.


La excerpta de la Modernidad no dejó solamente una estela de experiencias inéditas en la historia de la especie humana: un siglo breve y sangriento1 (Hobsbawm, 2009) o que desligó la historia y sus crónicas de los referentes cronológicos para llevar a cabo su proyecto a partir de los hechos y la fenomenología (Hobsbawm, 2007). Legó también un exorcismo a la ciencia y alejó a la tecnología de las miradas puritanas, de frente a su desarrollo con nuevas perspectivas que han avanzado hasta lo contemporáneo en donde lo ético es hardware y lo moral es software.

Las problemáticas de inicio del mundo moderno cobra vigencia hoy, en pleno centro del "debate" (Casullo, 1993) de la cuestión posmoderna, ya que pese a las diferencias entre ambos mundos que impulsan y agudizan la discusión sobre el fin (Lyotard, 1987) o la defensa del proyecto moderno (Habermas y Ben-Habib, 1981), se coincide en las ideas sobre el papel de las tecnologías asociadas a la difusión del conocimiento obligando a paralelismos entre los comienzos de la sociedad moderna y la época actual, como puede inferirse de los escritos de Harnad (1991).

La imprenta de Gutenberg hizo del mundo moderno una sociedad democrática en materia de acceso al conocimiento (Borgman, 2003), en donde la información cobró el poder absolutista y el conocimiento alcanzó los niveles de profusión y accesibilidad que habrían de caracterizar posteriormente a las economías de escala, re-significando el cambio en el paradigma tecnológico como la etapa necesariamente previa para las transformaciones en las comunicaciones como una revolución cultural importante en donde se da un cambio simbólico hacia la desmaterialización de la cultura2.

Hoy el progreso tecnológico, aunque se ha desplegado en múltiples frentes, no deja de mostrar que en el campo del desarrollo de las comunicaciones ha logrado hacer de la información y su peso totalitario, un elemento que estimula las mismas expectativas de progreso que en los inicios de la Modernidad iban a elevar la imprenta como fenómeno democratizador del conocimiento, y sus alcances como mecanismos renovadores sobre el juicio y las perspectivas de la comprensión3. No resulta posible hablar ya de una occidentalización de la cultura como un programa de magnitudes e intereses globales como lo plantean Huntington (1993) y Fukuyama (1989) en el sentido de que hoy la prevalencia de occidente en el condicionamiento a los comportamientos individuales resulta borrosa, y a la luz del mundo contemporáneo es mucho más específico considerar como un factor mucho más efectivo e fenómeno llamado "digitalización de la cultura" (Alsina, 2010).

Las tecnologías de la información y las telecomunicaciones en general lograron transformar a la sociedad y sus individuos como ninguna otra en la historia de la humanidad, y la dinámica de su acción enseña que apenas empiezan sus implicaciones éticas y bioéticas al crear nuevas posibilidades al devenir de la sociedad y a la política y la economía, mediante el nacimiento de la red digital que se constituye en el eje del mundo contemporáneo con una hegemonía que ha logrado rebasar la de cualquier otro fenómeno tecnológico en la historia (Castells, 1996).

En la primera parte de este artículo se hace un análisis respecto a los efectos de la tecnología digital en la educación: la rapidez, efectividad y abundancia de información exigen un mayor análisis crítico que no es garantizado por el incremento de estudiantes nuevos en el sistema educativo.En el segundo apartado se expone el surgimiento de una nueva estratificación socioeconómica originada por el manejo y uso de las nuevas tecnologías de la comunicación que, más allá de una relación económica, lo que hace surgir es una nueva manera de realizar la política. En el tercer momento se presenta la nueva manera de pensar la demografía desde las formas contemporáneas de familia generadas a partir del acceso a la tecnología en todas sus nuevas formas. El cuarto apartado muestra la preocupación surgida por la pérdida creciente del sentido de identidad cultural que se da cuando, por las nuevas tecnologías, las grandes organizaciones "remplazan" los Estados nacionales. En el quinto, desde un sentido bioético, se propone el efecto ecológico de los nuevos consumidores bien informados y las necesarias maneras responsables de producción de bienes de consumo hoy. El último apartado da cuenta de la preocupación actual en torno a la relación presente entre las nuevas tecnologías y desarrollos médicos, y la necesidad bioética del cuidado de sí.

Educación crítica

Cuando en el contexto actual se habla de desarrollo de la red, se hace referencia no solo al conjunto de causas y efectos de dimensiones globales sobre las que tiene correspondencia, sino a la capacidad de dicha tecnología para traspasar las fronteras y salvar las barreras interpuestas por el complejo entramado de países que le permite alcanzar un estatus de catalizador para la construcción social y, más allá, a su poder transformador en la perspectiva de los individuos, la arquitectura de su pensamiento y los enfoques de su razón.

No se puede pasar por alto que, además de la transformación social y cultural producto del determinismo tecnológico defendido por Chandler (1995), Daly (2000) y Warschauer (2003) sometido a debate, aunque de manera superflua en algunos casos como en Smith (1994) y mejor sustentado en otros como en Kranzberg (1992), se han transformado los intereses del sujeto desde una perspectiva individual como individuo aparte. Se trata –debe– de señalar la metamorfosis del individuo y sus relaciones con la tecnología (Borgman, 2009) en todo aquello que refiere a lo que no puede tener lectura como parte de un engranaje social y que pueda ser considerado únicamente por su acción en el sujeto.Acá, los propósitos de la tecnología digital se han desplegado desde su primacía en la óptica social, que ha debido legitimarla, para desarrollar los objetivos que la perpetúan en la cabeza del individuo.

La educación, como resultado y objetivo del desarrollo tecnológico, y más específicamente de la explosión digital, se ha transformado en el vehículo para apropiarse de la tecnología y, simultáneamente, en el mecanismo para reproducirla, y se ha convertido en el eje de la economía digital como un dispositivo para el acceso a las tecnologías que la someten4.

La interacción educación-tecnología ha llevado a la sociedad y sus individuos a un nivel de percepción más complejo y heterogéneo de sí mismos, creando versiones y dinámicas aún sin explorar que dejan al descubierto nuevas vetas en la investigación social en la que se posibilitan pesquisas llevadas a límites exponenciales, por la efectividad de los sistemas informacionales, que no solo se reducen en tiempo sino que posibilitan la recomposición y complementariedad a lo ya estudiado, creando dinámicas más efectivas, no solo en materia de referencia y citación5 sino en lo que a búsqueda y difusión del conocimiento se refiere.

El desarrollo de la difusión como estrategia de la tecnología digital ha roto la dependencia de la educación con los sistemas tiempo-espacio mediante la inserción de novedades técnicas y tecnológicas y a través de la liberalización de las ideas de aprendizaje para la apropiación del conocimiento, logrando una mayor eficacia y menores costos en sus procesos y posibilitando modelos de aprendizaje en los que mediante la experiencia se han revalorizado las diversas formas de conocimiento y promovido su validación lejos del aula de clase en los que el reconocimiento del saber se da a través del mercado de competencias y no mediante la autoridad escolar. Esto ha logrado hacer de la educación un modelo más eficiente que valida diversos escenarios más allá del aula de clase, lejos de los pares escolares.

La gran explosión de información ha obligado a los sistemas de educación a ir excluyendo de sus métodos la entrega del conocimiento explícito, y a circunscribir el conocimiento implícito a partir de la "educación para la vida" (Torroela, 2001); una serie de estrategias de enseñanza para aprender a aprender con el fin de que las personas puedan ser selectivas al momento de encontrar intereses y sepan llevar a cabo un proyecto de formación permanente y de beneficio personal a partir de la información global.

No resulta entonces extraño que las personas abandonen la escuela en actitud de desencanto y opten por figuras alternativas como la psicagogia, el aprendizaje colaborativo o la formación mediante entrenamiento y aprendizaje en el lugar de trabajo, en las que el Estado se ve obligado a desarrollar mecanismos para la validación de los procesos de autoformación y adiestramiento laboral logrando despojar –a la escuela– de los privilegios en el diseño de la educación de sus ciudadanos desde sus políticas públicas.

Hoy el proceso avanza hacia un nivel inverso y es el Estado quien indaga la forma como se desarrollan los procesos educativos para desplegar acciones y estrategias que los fortalezcan, y enfrentar los fenómenos resultantes de la autoformación tales como la formación autónoma que desde la virtualidad ha creado esquemas de pensamiento global; ideologías indexadas en el universo digital que crean pensamientos y posiciones transnacionales, aún sin explorar, producto de la educación colaborativa que más allá del aula logran perspectivas críticas y emancipadoras que solo tendrán posibilidades desde la educación no formal (Gallego, 2008).

El acceso a la tecnología como situación afectada por el poder adquisitivo del individuo ha ido mejorando, por un lado, en la medida en que el Estado democrático la ha incorporado como un derecho ciudadano y, por otro, al ir disminuyendo los costos de la misma como resultado de la innovación tecnológica y el alto crecimiento en la razón oferta/demanda de los sistemas educativos. El efecto resultante es que hoy haya muchas más personas que optan por la academia. Esta vez se trata de trabajadores estudiantes y estudiantes trabajadores que gracias a las nuevas posibilidades en educación logran complementar ambas actividades sin que se interpongan entre sí, y de trabajadores mayores que aplican a los programas de formación obligando el perfeccionamiento de modelos andragógicos6 ajustados a sus objetivos de formación a todo lo largo de su existencia que les permitan, además, ajustarse a los cambios que surgen con el desarrollo tecnológico y a sus intereses personales, resultado de su incursión en el universo abierto del conocimiento.

Lo anterior ha generado un efecto paradójico: la alta demanda en la educación ha obligado a los organismos que la regulan a permitir el incremento de la oferta lo que resulta, por el crecimiento desmesurado que desborda los sistemas de control, en una merma de la calidad y contribuye, además, a crear condiciones que cuestionan la legitimidad de la educación tradicional, y mejores contextos para una mayor aceptación de la educación autónoma.

Los consecuentes incrementos de la competencia desigual obligan a la escuela convencional a asumir la derrota y a repensar sus funciones como transmisor del conocimiento y reproductor oral del saber en beneficio de aquellos nichos de acción que la formación autónoma aún no impulsa dentro de sus principales objetivos: en primera instancia, estableciendo nuevo camino para la formación, el de enseñar a aprender y seguidamente impulsando en la investigación el desarrollo de la innovación. Ambas funciones, como acción estratégica de alcances sociales, le garantizan la exclusividad de su mercado y su pervivencia en el tiempo. La certificación y acreditación de sus procesos y programas con pares internacionales van discurriendo no tanto con el objetivo de mantenerse acordes con unas políticas de Estado desarrolladas en su afán del ordenamiento,sino con el propósito de mantenerse en sintonía con los estándares que reclama el mercado.

La transformación de la escuela desde la perspectiva de sus nuevos dispositivos, objetos y sujetos ha abierto un panorama aún sin explorar, el de la educación crítica, que no es posible sino por quien ha aprendido a aprender, y nuevos caminos que sabrán orientar los nuevos propósitos de la educación en un escenario en el que las nuevas culturas y sus dinámicas de inserción en una cultura global serán solo una de las infinitas caras de sujetos y objetos que deberá enfrentar la educación.

Producción y estratificación de la sociedad

Las prioridades que surgieron en el materialismo histórico como la base para la construcción de una sociedad civilizada han sido rebasadas más allá de sus relaciones de producción para la construcción social7, por su capacidad innovadora y, posteriormente, por su capacidad para difundir las innovaciones y su poder para establecer una nueva perspectiva del hombre desde el yo como parte de un engranaje social.

El individuo de la sociedad condicionada y delimitada por los cánones de la red ha logrado en simultánea alcanzar los beneficios de una colectividad productiva, que lo integra, le reporta beneficios y le permite ascender libremente en las escalas política y económica en la medida de sus fuerzas intelectuales.

Estas nuevas relaciones de producción forman la estructura económica de la sociedad sobre la que se eleva una superestructura reglamentaria y política que no corresponde a formas de conciencia nacional sino a nuevas formas de pensamiento global que le permiten acceder y lograr posiciones en sociedades que no están limitadas al territorio.

El individuo de la sociedad digital, como ser social, determina su conciencia, pero esta vez en el ámbito de sus inquietudes como ser global y no como individuo. Es por ello que el cuidado bioético del medio ambiente y de los animales, la preocupación por la paz mundial, o el respeto por los intereses e ideales del otro han pasado de ser inquietudes de los sectores en cuestión para formar parte de la agenda del común civilizado.

El ser humano de la sociedad digital ha logrado identificar en su fuerza de producción intelectual el mecanismo para integrarse a una nueva realidad determinada por sus responsabilidades en la medida en que lo legitiman y le dan reconocimiento, y en la medida en que lo vinculan como parte activa en la construcción social.

La estratificación de naturaleza socioeconómica, desarrollada a partir de la experiencia material y que le da legalidad al individuo en la sociedad industrial, ha evolucionado desde las tecnologías digitales hacia otras dimensiones. Es decir, hoy los individuos, en términos de la economía digital, no son categorizados desde su potencial económico y su posición social, sino a partir de la vinculación política que logran desde su alcance intelectual y nivel de acción en las tecnologías digitales.

Esto último ha posibilitado el marco para la construcción de una sociedad llamada, "poscapitalista" (Drucker, 2004), con razones de peso para pensar en un nuevo capitalismo: el fin del ahorro como consecuencia de la desmaterialización del dinero (Rifkin, 2000, 23), el incremento de la oferta como resultado de la ultra-especialización industrial (Marshall, 1999, 199), la competencia soportada en la oferta de la seducción continua (Lipovetsky, 2000, 17), las apuestas de innovación tecnológica como principal estrategia para la competitividad (Clark, 1998) o los modelos de crecimiento económico impulsados por el endeudamiento y el consumo8, como unas pocas de las múltiples primicias que se desarrollan en el mundo contemporáneo y como referentes para la cimentación de una sociedad sin referentes históricos para su confrontación.

También lo ha sido para interpretar un nuevo suceso en la relación tecnología-sociedad, una nueva jerarquización en el nivel económico que ha llevado a la división del mundo en dos grandes esferas conformadas por quienes hacen parte de productores, exportadores y consumidores de materias primas y productos al estilo de la economía del siglo XX, y por aquellos que producen, exportan y consumen bienes y servicios con alto contenido tecnológico y de conocimiento.

Se exponen, entonces, mundos que parecen alejarse de las viejas dinámicas de inculturación: unos con compromisos que parecen rezagados y de vuelta a las dinámicas de la rutina feudal, la explotación de los recursos y el consumo de la estandarización, y otros, más complejos, relacionados con la transformación misma de la experiencia humana y que conducen a sus individuos por el sendero del consumo sofisticado, basado en el impulso por juicios de valor a aquello por lo que se siente seducido y el importe agregado por la investigación e innovación reflejada en el bien o servicio que se consume.

Es una dinámica vanguardista que deja rezagado al escenario relacionado con las preocupaciones inherentes a la división del trabajo y a la producción en masa, para dar paso al impulso de un futuro que tiene como prioridad la innovación.

No significa esto la muerte progresiva de la fábrica, signo y privilegio de los países desarrollados en la era industrial, que se perfeccionó a partir de la experiencia y el desarrollo tecnológico y que hoy se constituye en la referencia para la producción en gran escala, incluido el conocimiento, sino que es el surgimiento de una nueva norma en el mundo que separa aquellos mercados de factores de producción con los de la dictadura de nuevas élites sociales transnacionales que rigen los destinos del mundo en donde se premia el nivel y pervivencia de las habilidades intelectuales.

Hoy el mundo no está conducido entonces por quien despliega la capacidad de producción, sino por quien ostenta el poder político que viabiliza el dominio de la información y sus significados que se reflejan en el poder de la decisión y la capacidad de innovación estratégica.

Demografía, familia y acceso tecnológico

La tecnología como propulsor del crecimiento de la infraestructura física y la capacidad productiva ha traído efectos sobre la demografía en los países en el sentido de que han generado movimientos migratorios por la demanda creciente de mano de obra generada que ha llevado a un crecimiento de la población (WTO, 2013, 114) y a cambios en las estructuras de la familia9.

La necesidad de control al crecimiento poblacional como una política de Estado ha sido la base de las economías sustentables que han desarrollado modelos no solo de oferta y demanda mantenidos mediante los cambios demográficos sino también de seguridad social y sana distribución de la riqueza que se logran, al menos en teoría, solo si esta es controlada10.

Las migraciones, el envejecimiento de la población o la desigualdad en el crecimiento poblacional entre países con diferentes niveles de riqueza son solamente algunos de los asuntos que hacen del fenómeno demográfico y la transformación de la familia un tema que evoluciona con ritmos a escala global impuestos por el uso de la tecnología y que obliga a medidas desde la misma para mitigar su impacto.

La forma como la tecnología actúa sobre el fenómeno demográfico y la familia se evidencia no solamente desde el punto de vista de su capacidad para generar desarrollo en las personas que a ella se exponen, sino también en los accesos a la misma. Es decir que no todas las personas siguen caminos señalados por quienes las promueven –tecnologías– o por iniciativas propias, sino por la capacidad de las tecnologías mismas, como entes, de enganchar a quienes a ellas se vinculan en un proceso que las fuerzas del mercado perfeccionan en la medida en que los usuarios las emplean y mejoran desde la interactividad con sus estructuras. Así, las personas reconfiguran sus relaciones y dinámicas de construcción social para la transformación demográfica al ritmo de las posibilidades y limitaciones que la misma impone; urge aquí realizar una seria reflexión bioética e incluso biojurídica; tal es el caso de las redes sociales a las que los usuarios han encontrado nuevos usos y aplicaciones a los originalmente concebidos; las tecnologías para la reproducción asistida que logran, por parte de los usuarios, transformaciones y replanteamiento institucional al enfrentar los interrogantes de las parejas monoparentales, o las terapias para muerte asistida en las que se hace necesario redefinir los límites del Estado sobre los derechos de la vida ciudadana.

Lo anterior no quiere decir que la tecnología haya impuesto el único mecanismo de acción sobre el tema en cuestión, ya que, de hecho, se tienen desigualdades en el crecimiento y movilidad poblacional entre los países, sino que participa como un mecanismo global que interactúa y cuya su acción no puede ser omitida.

En el caso de las uniones tempranas que como fenómeno generalizado son responsables de los breves lapsos entre las sucesivas generaciones con consecuencias en el rápido crecimiento poblacional (UNFPA, 2011, 18), no se puede desconocer que el desarrollo tecnológico ha tenido un gran compromiso con este hecho al propiciar grandes niveles de información, acceso e independencia que logra que las generaciones evidencien transformaciones con simetrías globales unificadas con estándares más cómodos en los jóvenes que los llevan a acceder a una sexualidad más temprana y, en algunos casos, la autonomía para conformar una familia, y de otro lado, asimetrías en la forma como crecen demográficamente sus comunidades11 al proveer desde la accesibilidad cultural, condiciones del entorno y ambiental y económico, disponibilidad de elementos tecnológicos y políticas públicas, condiciones estas que transforman el panorama migratorio.

Es claro que, aunque las comunidades de la era digital no están aglutinadas bajo la égida del territorio, sí lo hacen en el amparo del gusto, y este último, aunque en principio es el resultado de apetencias personales, está influenciado por elementos locales que persisten en los individuos que conforman las comunidades globales (Velasco, 1998).

La mayores expectativas de vida, como factor resultante de los crecientes desempeños de la tecnología en economía y desarrollo, también han logrado un aporte importante a la demografía en general (UNFPA, 2013, 68,79). Aunque los países han visto la aparición de nuevas enfermedades, el resurgimiento de algunas que ya se consideraban extintas, y la permanente batalla a pandemias de dimensiones globales que han mermado, en el menos grave de los casos, o devastado la capacidad productiva de las personas y que han golpeado más duramente a los países pobres y en vías de desarrollo, en los países desarrollados se cuenta no solo una mayor expectativa de vida, sino con un envejecimiento de la población que ha obligado a una transformación en los sistemas de seguridad social prolongando la edad de retiro o mermando las mesadas pensionales para hacerse sostenible financieramente, e imponiendo nuevos discursos sobre productividad en el individuo y llevando a una reflexión desde la sociedad y desde las expectativas mismas de la persona sobre su ciclo vital, y a nuevos roles en la vida complementaria que le redefinen el papel de su existencia.

También es importante considerar el impacto sobre la migración como un fenómeno que impulsa el desarrollo de territorios más aptos para albergar trabajadores superiormente calificados dejando a otros literalmente despoblados y rezagados en materia de desarrollo con consecuencias sobre la estructura familiar. Esto es, territorios que concentran pobladores con alto nivel de conocimiento tendrán estructuras familiares más flexibles con menor importancia en los rituales y menores costos afectivos y una mejor disponibilidad de recursos e infraestructuras urbanas más desarrolladas frente a territorios que aglutinan trabajadores de mano de obra fabril con estructuras familiares más rígidas, condiciones empobrecidas ante la escasez de recursos y crecientes círculos viciosos de analfabetismo, producto del escaso intercambio entre educación e ingreso.

Hoy la demografía mundial ha sido impulsada por el poder de la red que ha logrado el establecimiento de vínculos locales entre los individuos por encima de las identidades nacionales (Castells, 2003) y fenómenos migratorios que tienen impactos en el crecimiento de la población (OIM, 2014) y en la transformación en el uso de los territorios (Sullivan, 2013).

Así, los criterios sobre sostenibilidad ambiental han mirado el crecimiento poblacional con recelo, señalando que las acciones para el cuidado ambiental inician con la racionalidad, el ahorro, y la abstinencia, apoyadas por el control de la natalidad y el desarrollo de políticas ambientales que se centran en el control a los sectores productivos como lo más significativo para mitigar los efectos al entorno. El desinterés por la reproducción y la preocupación por el deterioro del hábitat, que surgen ambos como fenómenos característicos de los países desarrollados, han llevado a la sociedad actual a ser, si no la primera con un interés de consenso global por el cuidado del plantea con pocos resultados, al menos como una de las pocas que ha tenido transformaciones demográficas como resultado de la decisión personal de sus individuos.

Grandes organizaciones e identidad cultural

La sociedad que se va configurando es una con complexión de gran organización que se hace necesaria para alcanzar la eficiencia y difusión que dictan la norma de la red digital y sus procesos.

El reto para el individuo en la sociedad de información, que lo convierte en un ciudadano apátrida, transnacional y con acceso global desde la virtualidad y lo explícito, es la conservación de una identidad cultural en el desamparo que queda por la inoperancia de las identidades nacionales que se hacen difusas por los flujos que propician las tecnologías digitales, y la construcción de nuevas a partir de las apetencias y los elementos que intervienen cotidianamente en el nivel de mínimos comunes. Sin embargo,en la práctica prevalecen los fenómenos sociales de naturaleza paradójica (Lipovetsky,2006):

Cuanto más abstracto se hace el poder de los flujos globales de capital, tecnología, e información, más concretamente se afirma la experiencia compartida en el territorio, en la historia, en la lengua,en la religión y también en la etnia.El mito universalista de los racionalismos liberal y marxista ha sido desmentido por la experiencia histórica. La cuestión que se plantea entonces, es el de las condiciones de su comunicación en un futuro compartido. Pero pensar la relación de identidades en su diversidad exige su reconocimiento previo (Castells, 2003).

El mundo presencia el surgimiento de múltiples culturas con asidero, ya no en la nación sino en el gusto, la creencia, la apariencia, el ser o el saber que deberán ser estudiadas como una forma de entender al hombre y su devenir histórico. "La globalización de la cultura no significa suprimir las idiosincrasias nacionales, busca simplemente unificar el planeta a través del mercado" (Lipovetsky, 2008). Es allí en donde actúa la tecnología.

De otro lado, desde la perspectiva de la empresa, las organizaciones de la sociedad industrial demandan nuevos requerimientos, producto de profundas transformaciones en sus mercados y procesos que hacen que los preceptos de la economía y la administración de sus recursos resulten descontextualizados en un modelo en el que la idea del negocio se ha transformado en algo tan complejo como indeterminado. La búsqueda de la máxima eficiencia en la cadena de valor ha llevado a que las empresas se hayan volcado hacia estructuras nuevas con reglas de juego que rebasan el alcance de las instituciones nacionales y objetivos abstractos en los que intervienen los países y sus ciudadanos como meros servidores temporales para la explotación de los recursos, y que impulsan, a su vez, el poder de los pocos que logran avanzar en la medida de su capacidad para coordinar y sortear las dificultades resultantes de la integración de los participantes en red y dispersos por el mundo de la cadena de valor.

Resulta absolutamente novedosa la idea de una organización transnacional sin nacionalidad acreditable, e insólito el hecho de una sociedad cuya economía, gustos y riqueza empiezan a ser concentradas y dominadas por un pequeño número de grandes empresas.

Los valores de la empresa altruista tales como la fidelidad, el compañerismo o el respeto por las ideas del otro empiezan a ser insignias de la organización industrial y competitiva que se transmiten al diario vivir para pasar a ser parte de los valores sociales: el corazón de la empresa y su filosofía que da estatus a quienes a ella pertenecen (Etkin, 1996). No por ello la nueva institución rige los destinos de la sociedad, sino que se convierte en un dispositivo que potencia aquellos compartidos globalmente para contextualizarlos de acuerdo con las particularidades e intereses que motivan el territorio, la cultura y la historia.

La era posindustrial marca un nuevo rol a la empresa de la sociedad capitalista que había posibilitado la construcción colectiva por los trabajadores con únicos valores basados en el derecho al trabajo y la propiedad privada hacia una empresa-institución que construye pequeñas ciudadanías en los vacíos que ha dejado el Estado de la economía digital.

En ese sentido el papel de los Estados para la construcción de ciudadanías ha perdido eficacia al enfrentar a un ciudadano volátil que interactúa no solo como agente de una economía global sino que es regido por sus normas e instituciones. El rol del Estado queda reducido, a través de la acción de sus gobiernos, a la gestión de las condiciones de competitividad del territorio mediante la calidad de sus instituciones que oferta en el mercado entre los proveedores de fuentes de empleo para sus pobladores: las empresas transnacionales.

La urgencia del Estado para establecer alianzas binacionales y su inserción en bloques económicos hace que los gobiernos aboguen más por la estandarización de su instituciones y por la animación de nuevos valores culturales ajustados a los patrones globales, que sobrepasan aquellos con origen en las culturas nacionales, exaltando formas que resultan más acordes con los intereses del mercado global y que se conjugan con los intereses de las empresas con el fin de convertir la economía local en un atractivo para la inversión extranjera y en plataforma propicia para la industria y el comercio del mundo.

La seguridad nacional, la institucionalidad o la libertad de sus ciudadanos ya no son propósitos del Estado para las garantías individuales sino,más allá,son un requisito para la consolidación de condiciones competitivas y la participación en un mercado global que podrá redundar o no en las necesidades del individuo.

Lo anterior reclama nuevos actores tecnológicos para las causas nacionales. El poder de los medios se consolida como parte del engranaje estatal asumiendo compromisos que van más allá de la naturaleza de la comunicación democrática, al poner en juego los intereses nacionales cuando expone libremente los métodos del Estado-nación generando dificultades en la legitimidad y credibilidad de sus sistemas democráticos y en los que el Gobierno se la juega solamente mediante el control de la tecnología:

[...] Este encuadre de la política por su captura en el espacio de los medios, (una tendencia característica en la era de la información) repercute no solo en las elecciones, sino en la organización política, en la toma de decisiones y en el gobierno, modificando en definitiva la naturaleza de la relación existente entre el Estado y la sociedad, y como los políticos se siguen basando en formas organizativas y estrategias políticas de la era industrial, han quedado obsoletos en cuanto a política y ven negada su autonomía por los flujos de información de los que dependen. Esta es una fuente fundamental de la crisis de la democracia en la era de la información" (Castells, 1997, 344).

Las naciones tienen como responsabilidad la reconstrucción de sus sistemas democráticos, pero sometidas a los nuevos poderes globales: los de la información y la comunicación.

Si lo anterior no puede ser abordado como un compromiso bioético desde la investigación en las ciencias sociales, no se podrá avanzar en la agenda de la sociedad actual que empieza a replantear la idea de la acumulación de capital en el sentido que le da un mayor peso a quienes ahora reconoce como los guardianes del equilibrio económico: los grandes concentradores de poder basado en el control de la información.

Consumo conspicuo y ecológico

La era de la industrialización posibilitó no solo el abastecimiento de las necesidades individuales para la supervivencia, el confort o el lujo. Permitió también el ordenamiento del trabajo y el mercado de la mano de obra, el desarrollo de los modos de producción y el ascenso social y el desarrollo del comercio asociado a otras esferas como las finanzas o la información.

Si bien en el nivel económico no se puede ignorar la fuerza de su impacto, es claramente determinante la huella que ha dejado en la construcción de la sociedad contemporánea.

Aunque la urgencia de satisfacer necesidades para el mejoramiento de la calidad de vida de los individuos impulsó el desarrollo de la industria de bienes en el marco de un mercado de sobredemanda, hoy su prioridad se centra en ubicar bienes y servicios en un escenario de sobreoferta y poder asir un arsenal de elementos que le permitan batallar el rigor de la competencia y conservar sus réditos.

La transformación del panorama de la industria se ha logrado mediante el perfeccionamiento de las tecnologías de producción que han permitido un mercado de dimensiones globales con demandas particulares de los individuos convirtiendo la industria en un organismo complejo que debe conjugar tecnologías de información, estrategias de negocio y políticas públicas como parte de su nuevo campo de acción.

Solamente en el campo comercial, el desarrollo de la idea de la marca, su posicionamiento en la mente del consumidor, la identificación de mercados objetivo, el desarrollo de nichos comerciales y la creación de necesidades en el consumo fueron perfeccionamientos bizarros que sirvieron de antesala a un fenómeno contemporáneo más complejo cuyo ascenso ha posibilitado la red digital: el consumidor conspicuo.

El ciclo industrial que vincula demanda, empleo y producción, se ha transformado desde las perspectivas de satisfacer necesidades existentes, hacia la creación de las mismas para posteriormente tener que hacerlo desde su identificación en las semióticas del gusto. Esto es que, si bien, en un comienzo la industria guiaba la demanda del mercado desde la tiranía que le permitía su dominio sobre la producción en masa, hoy ha pasado a ser guiada por el consumidor al imponer este último los referentes para la industria basados en la forma como evoluciona su seducción (Lipovetsky, 2000) y sometiéndola a sus caprichos. Dicha transformación ha generado novedades en la estructura de los negocios haciendo de la antigua y estratégica función de producción, que se servía de operativas comerciales, una unidad operativa que sirve a los intereses de las unidades comerciales, ahora de acción y consecuencias estratégicas.

El consumidor informado guía a la industria y sus señales son el referente que promueve el desarrollo de tecnologías para la producción de bienes y servicios que van en la búsqueda de identificar sus expectativas anticipadamente para satisfacerlas. Surge lo que acá se llamaría un imperio del determinismo hedonista12 que guía la economía, la sociedad, la cultura y la tecnología, basado en las apetencias por el lujo y el bienestar.

Los principales elementos que rigen el fenómeno del consumo pueden resumirse en la estructura del mundo como un gran supermercado, el consumidor informado, el consumidor conspicuo y la conciencia bioética ecológica cuyos efectos y clasificación han dejado evidencias y compromisos en los niveles político, económico, social y cultural, respectivamente.

Hoy, aunque quedan dudas en la forma como la red ha reconfigurado la idea de las fronteras económicas y geográficas hacia fronteras comerciales como la base para la creación de nuevas culturas y una nueva grafía del mundo, sigue creando incertidumbre el futuro de las sociedades y sus identidades.

La transformación de las estructuras políticas en el mundo se ha orientado por lo que se ha llamado la calle comercial más grande del mundo:la Internet,y por sus secuelas en la construcción de la identidad (Castells, 1997). No ha sido solamente el desarrollo de las comunidades con hábitos de consumo equiparables, sino la posibilidad de asociación de individuos con un único elemento común desde la propensión en el gusto.

El consumidor informado y conspicuo como agente para la transformación económica y social logró intercambiar el rol de la industria como determinista tecnológico de la sociedad y agente del materialismo histórico, y su razón sometida a los destinos señalados por la industria hacia un idealismo filosófico en el que el hombre guía su destino y este se exhibe como el resultado de la reflexión, y como su conciencia.

La protección ambiental no resulta pues tan sorprendente como fenómeno cultural en este punto de la transformación del individuo. No ha sido solamente el temor a la pérdida de su hábitat ni los peligros para la calidad de sus condiciones óptimas de vida, sino algo que, si bien está impactado por su preocupación por el planeta y las posibilidades de supervivencia para sus descendientes y para sí mismo, está afectado mayormente por asuntos derivados de la transformación misma del individuo desde sus perspectivas ética y moral: está aquí presente no solo la preocupación bioética del hombre de hoy respecto a los efectos del desarrollo tecnológico en lo industrial y lo médico, sino también en los efectos sociopolíticos futuros que afectarán la comprensión y el sentido del mismo ser humano como persona.

No se enfrentan hoy entonces las ciencias sociales a un asunto con el nivel de novedad en las estrategias de las disciplinas destinadas a la gestión, del tema medioambiental en este caso, sino que se presencia un desafío para el individuo, preocupado como nunca por su devenir histórico, y un punto de discusión al proyecto moderno.

El cuidado de sí

Los propósitos y avances de la medicina se han centrado en el aumento de las expectativas y calidad de vida de los individuos que en los últimas décadas se han convertido en un componente de nuevas funciones del Estado (Green, 1999) entendiéndolas como una lógica consecuencia de la eficiencia en sus programas para la prevención, protección, restauración y promoción de la salud, con el fin de garantizar el bienestar ciudadano. Ello ha llevado no solo a un robustecimiento de sus compromisos con las personas, ya que desde comienzos del siglo XX involucró como un derecho colectivo lo que hasta ese momento se concebía como individual (Huerta, 2008), sino también que desencadenó una transformación en los criterios del individuo respecto a su propio bienestar.

Los nuevos retos han brotado como resultado del surgimiento de dinámicas en materia de salud pública resultantes de la gran movilidad y actividad económica de la población mundial que han expuesto a las personas a nuevas fuentes de contagio y patologías derivadas del desarrollo. Lo anterior ha llevado a entender que no solo es importante la rigurosidad en el diseño y ejecución de los programas por la magnitud y alcance de sus objetivos, sino que se involucren otras disciplinas del campo de las ciencias sociales que trazan dinámicas con impactos más profundos y consecuencias más duraderas y definitivas en el individuo quien empieza a entender y a asumir el cuidado físico y mental como parte de las tecnologías en la construcción del sujeto (Foucault, trad. 1990).

De otro lado, los diferentes indicadores de expectativa y calidad de vida como sensores del desarrollo de las economías reflejan cómo se dan, producto de las exigencias de la industria de la salud con grandes inversiones en investigación y desarrollo, acciones de naturaleza política y económica que discriminan países y reducen el alcance beneficioso de los descubrimientos, lo que da como resultado una balanza en la que se encuentran, en un lado, países con mejor acceso a tecnologías, mejores condiciones para el progreso de la sociedad y contextos más propicios para el avance en la construcción del sujeto, y en el otro, comunidades subdesarrolladas con posibilidades marginales como resultado de su precaria acción política y pobre representatividad económica. Este es un terreno abonado para que, desde una perspectiva bioética, las ciencias sociales investiguen a profundidad.

En el camino de la búsqueda de soluciones innovadoras a los problemas que el hombre siempre ha enfrentado, las tecnologías de la salud se han visto abocadas a retos difíciles así como a desafíos biopolíticos ante instituciones establecidas que presentan modelos bioéticos que se limitan a lo estrictamente jurídico y que, apoyándose en los derechos individuales, ponen en el debate aspectos relacionados con manipulación genética, comercio de órganos, control de la natalidad, reproducción selectiva o muerte asistida, entre muchos. Es la confrontación de lo tradicionalmente instaurado y fundamentado en lo moral o el beneficio común, y las nuevas versiones que privilegian el derecho y las libertades con fundamentos en una nueva ética que se esgrime desde el compromiso individual.

El interés por el cuidado personal, bien sea como una función del Estado o como una decisión individual, no solo ha propiciado un impulso a la investigación sobre terapias para el cuidado preventivo, paliativo o restaurador de órganos y tejidos, sino realidades en las que las nuevas condiciones de vitalidad del individuo de hoy han logrado que este pueda destinar gran parte de su vida al disfrute de la existencia y al desarrollo de propósitos para una vida plena que le permitan dedicar gran parte de ella a la reflexión sobre sí mismo y su entorno.

La intervención y modificación corporales en la que el individuo, aunque no precisa por el cuidado de la vida, propende por su suscripción en el proyecto de la existencia mediante su participación en las decisiones sobre la apariencia y su naturaleza, tecnologías como las células madre o la restauración celular para la mejora de la apariencia van acá de la mano con esquemas, como las terapias hormonales o las intervenciones de microcirugía, entre muchas otras, para la transformación en el aspecto o en el género, y en las que el individuo, al igual que en lo anterior, participa en el azar de la naturaleza y en el proyecto de construcción de su propio cuerpo y exploración como sujeto.

COnclusiones

En el campo del desarrollo tecnológico, las razones asociadas a la información y la comunicación se constituyen en el mayor argumento para establecer los nuevos referentes que sirven de entendimiento a la transformación a la sociedad.

En educación se validan las distintas formas de aprehensión del conocimiento, y se recomienda la educación crítica que solamente es posible desde la estrategia de aprender a aprender y en el que la tecnología digital como un promotor de la movilidad social y el desarrollo económico se constituye en el principal agente de transformación social propendiendo por dinámicas pedagógicas que han transformado la aprehensión del conocimiento desde la enseñanza de saberes hacia las que se basan en la enseñanza del aprendizaje.

La estratificación del individuo con orígenes en la posición social y en el poder adquisitivo que prevaleció en era industrial ha dado paso a un ordenamiento de la sociedad basada en los niveles de poder político que otorga el acceso a la información y los significados que se alcanzan mediante el conocimiento para la innovación y la movilidad estratégica del individuo.

La tecnología como mecanismo de acceso global ha logrado niveles de información e independencia en las personas y ha logrado generar, como dispositivo antropomorfizado y autónomo, estrategias que transforman la sociedad en un proceso de autopoiesis que busca enganchar a los individuos para su sustento y hegemonía logrando transformar la sociedad en su acción y reproducción.

La crisis de la identidad nace, entonces, no solo como un asunto con asidero en la desmoralización cultural, sino también como un aspecto potenciado por la tecnología en la medida que impulsa el surgimiento de nuevas comunidades identificadas por ejes que antes, como elementos, se consideraban una característica cultural. En otras palabras, ha subsanado el vacío dejado por la falta de un referente cultural occidental para ofrecer un referente cultural tecnológico global.

Así, el consumo como uno de los ejes culturales que posibilitan las nuevas identidades pasa a desencadenar conciencias paralelas no solo sobre la nimiedad de la existencia sino sobre la fragilidad del ecosistema y la urgencia del cuidado de sí mismo como el mecanismo primero y último para el disfrute de la vida.

La tecnología, en especial aquella con competencia en la comunicación e información como puerta a la investigación en ciencias sociales, cobra fuerza en la medida en que se ha constituido en el eje de las transformaciones del individuo en el mundo contemporáneo, y en el principal argumento para referenciar la transformación de su existencia. Las tecnologías informáticas digitales requieren de una reflexión bioética profunda y seria. Las ciencias sociales tienen la puerta abierta para la investigación de esta relación: la pervivencia del género humano no solo está en riesgo por asuntos de salud; los riesgos de pérdida del sentido del ser humano, de su realidad sociocultural en medio del consumismo absurdo constituyen un llamado de atención hoy a la reflexión de nuestros académicos e intelectuales.


Pie de página

1 Reacciones y cambios paradigmáticos de las concepciones tradicionales soportadas en una geometrización que cada vez se muestra caduca por los recientes hallazgos
2 "Computer-based communications have been identified as a major cultural revolution (Harnad, 1991) representing not just a technological paradigm shift like the Gutenberg printing press, but also a symbolic shift towards the dematerialisation of culture" (Huggett, 1994).
3 Si bien el presente artículo en principio está desarrollado atendiendo la perspectiva del determinismo tecnológico más adelante propondrá, desde una preocupación bioética, la idea de un determinismo hedonista que guía la economía, la sociedad, la cultura y la tecnología, sometidas por los caprichos del gusto por el lujo y el bienestar.
4 Este enfoque, aunque está de acuerdo en lo que algunos importantes estudiosos de la relación entre sociedad y tecnología plantean citando la obra de Braduel (1967):"La tecnología no determina la sociedad:la plasma.Pero tampoco la sociedad determina la innovación tecnológica: la utiliza..." (Castells, 1996, 31), establece un papel distinto a dicha relación al señalar un papel que va más allá de la utilización de la tecnología y sus innovaciones,en el caso específico de las digitales,por parte de la sociedad:su reproducción a través de la educación.
5 En otros ámbitos ya se han elaborado discernimientos complejos sobre el papel de la citación y la referencia alrededor de la llamada teoría de la citación.Ver (Gonzalez, 2011)
6 En el contexto de la lectura, se hace referencia acá a los modelos basados en la andragogía como comúnmente se entiende. El concepto carece de significado en el diccionario (DRAE, 2001) debido a su raíz griega que resulta inadecuada (andros: hombre; ágo: yo guío o conduzco) aunque el término fue acuñado por el alemán (Kapp, 1883) para hacer referencia a los modelos usados por el filósofo griego Platón (Thorpe, 1993). Kapp hace un uso correcto de la palabra, para referirse a una escuela en particular, la de Platón, que es exclusiva de educación de varones adultos mientras que en la actualidad, se hace uso indiscriminado para referirse a la educación de personas adultas.
7 "... en la producción social de su vida los hombres establecen determinadas relaciones necesarias e independientes de su voluntad, relaciones de producción que corresponden a una fase determinada de desarrollo de sus fuerzas productivas materiales. El conjunto de estas relaciones de producción formala estructura económica de la sociedad,la base real sobre la que se levanta la superestructura jurídica y política y a la que corresponden determinadas formas de conciencia social. El modo de producción de la vida material condiciona el proceso de la vida social política y espiritual en general. No es la conciencia del hombre la que determina su ser sino, por el contrario, el ser social es lo que determina su conciencia" (Marx, 1980, 7-8).
8 La Ley de Say (2001) es un principio referido a comienzos del siglo XIX que indica que no puede haber demanda sin oferta: la prosperidad y la demanda deben ser aumentadas estimulando la producción, no el consumo.
9 Forrester (1997) señala la transformación de los roles en el hogar como el principal detonante de la crisis de la familia y su deterioro en la medida en que la madre se ha ido integrando a los aparatos productivos de la economía.
10 Al respecto existen posiciones encontradas sobre los beneficios del crecimiento poblacional dado que si bien algunos encuentran en el crecimiento de la población la razón de la pobreza (Malthus, 2013), algunos señalan consecuencias negativas en la disminución de la misma (Keynes, 1937).
11 El concepto de comunidad aquí no se refiere a sociedades que están bajo un mismo territorio exclusivamente sino definidas por unas mismas condiciones. Para el caso específico, a su nivel de exposición a las capacidades de transformación de la tecnología.
12 No coincide este concepto -determinismo hedonista- con el que Nietzsche llamó peyorativamente al pensamiento positivista en la medida en que desde su perspectiva vitalista –Nietzsche- propendía por la celebración de las necesidades vitales y la individualidad. (Ball, 2013)


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