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Luna Azul

versión impresa ISSN 1909-2474

Luna Azul  n.27 Manizales jul./dic. 2008

 

EDITORIAL

Denunciar la crisis ambiental, esbozando las causas y las consecuencias, los procesos que la median y que la circunscriben, es una de las premisas fundamentales de muchas -sino todas- las producciones con respecto al medio ambiente. Sea desde una vertiente conservacionista, desde una biocéntrica, desde una sociológica, antropológica, filosófica o, inclusive, desde manifestaciones artísticas -cualquiera de ellas- o desde las más antagónicas posiciones de la política contemporánea, la crisis ambiental se proyecta como el discurso que inaugura las preocupaciones actuales. Valdría la pena entonces la pregunta por lo que es la crisis, su significado, las relaciones y descripciones que se tengan con respecto a ella. ¿Son idénticas estas definiciones?, ¿relatan, al menos, una parte similar de la realidad actual?, ¿corresponden tales líneas discursivas a planteamientos políticos afines? De manera contundente la respuesta es no. El discurso medioambiental se nos aparece como uno de los únicos capaces de hacer mixtura de posiciones inclusive contrapuestas. No obstante, ¿qué es lo que ello indica?, ¿es el discurso que apela al medio ambiente aquel que aparece como reconciliador de posturas tan diversas y disímiles? Es en esta parte en donde ingresa el problema de las posturas y producciones con respecto al medio ambiente. Lo integrador -si se quiere- o el papel de reconciliador es cumplido por el cliché de la crisis ambiental, y no por las producciones que al respecto tienen aquellos que han dedicado sus vidas y obras a pensar la temática ambiental. Aquellos que toman esta -tal vez- disciplina como la garante de los cambios de paradigma de pensamiento universal-occidental que se ha sentado sobre los demás tipos de pensamientos. Diríamos cliché porque se pasa de una consideración compleja en todos sus términos, al uso de una afirmación sin sustento y sin contenido.

¿Pero a qué pueden referirse los autores de las más diversas disciplinas o los militantes de partidos políticos o movimientos sociales cuando aluden a la crisis medioambiental? Tanto el recuerdo de Chernobyl o sus plurales en otras regiones del planeta, las quemas de bosques en EEUU denunciadas por los militantes de La Tierra Primero, las deforestaciones masivas en zonas de alta importancia natural, el del calentamiento global, las emisiones de dióxido de carbono, la ya sabida y denunciada reticencia de los imperios mundiales de no seguir protocolos como el de Kyoto, son algunas de las pautas por las que se alzan los discursos de la crisis. Pero crisis ambiental es también la pobreza y hambruna de un alto porcentaje países africanos, de los latinoamericanos. Crisis es también el estudio comparativo entre el hambre y el hiperconsumo, precisamente justificada en modelos económicos que le sirven a unos pocos sobre la base de la explotación y el exterminio de otros muchos. Crisis son las guerras por petróleo, por patentes, por territorios. Crisis es la situación de la tierra en Colombia, justo cuando miles y miles de hectáreas pertenecen a un pequeño grupo de personas, siendo las demás desplazadas, masacradas, desaparecidas. Crisis es el maltrato animal sobre la base de mayores producciones y, a la par, el maltrato humanitario sobre la base de discriminaciones, violencias y explotaciones.

Que el ambiente se convierta en un discurso común no debe implicar consensos internos en los diversos discursos que lo nombran. Sin duda debe generarse una lucha discursiva frontal que permita dilucidar las diferencias de postulados, de ideologías y de formas de acción con respecto al medio ambiente. El campo de batalla sería cualquiera, indicando, en todo caso, a los quienes de la crisis, a los responsables directos que, tanto económica como política y militarmente están detrás de todo este proyecto que osa llamarse civilizatorio.

Natalia Agudelo Sepúlveda
Profesional en Filosofía
Mg Estudios Latinoamericanos

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