SciELO - Scientific Electronic Library Online

 
vol.8 número1MULTILATERALISMO ATUAL: CRISE E DESAFIOSA GUERRA FRIA NA COLÔMBIA: O PAPEL DOS EUA NA POLÍTICA DE DEFESA DA COLÔMBIA NO PERÍODO 1966-1970 índice de autoresíndice de assuntospesquisa de artigos
Home Pagelista alfabética de periódicos  

Serviços Personalizados

Journal

Artigo

Indicadores

Links relacionados

  • Em processo de indexaçãoCitado por Google
  • Não possue artigos similaresSimilares em SciELO
  • Em processo de indexaçãoSimilares em Google

Compartilhar


Revista de Relaciones Internacionales, Estrategia y Seguridad

versão impressa ISSN 1909-3063

rev.relac.int.estrateg.segur. vol.8 no.1 Bogotá jan./jun. 2013

 


EL PODER BLANDO Y LA DIPLOMACIA CULTURAL DE TURQUÍA:
ANÁLISIS DE LOS FACTORES HISTÓRICOS Y REGIONALES
*

Marcela Guerrero Turbay**, Mauricio Jaramillo Jassir***

** Internacionalista de la Universidad del Rosario. Profesora de la Cátedra Política Exterior Comparada del Centro de Estudios Internacionales (CEPI) de la Universidad del Rosario.
Marcela.guerrero@hotmail.com

*** Profesor de las Facultades de Ciencia Política y Gobierno y de Relaciones Internacionales de la Universidad del Rosario. Magíster en Geopolítica de la Universidad de París VIII.
mauricio.jaramilloj@urosario.edu.co

Recibido: 26 de Septiembre de 2012 - Aceptado: 13 de Marzo de 2013



RESUMEN

La proyección de potencias emergentes es un fenómeno que demuestra la voluntad de algunos Estados por recuperar espacios políticos del pasado o por acceder a una visibilidad que jamás han alcanzado. En medio de esta discusión, existe otro tipo de naciones con diferentes ambiciones porque su alcance no es global. Uno de esos casos es Turquía, que en los últimos años se ha proyectado, amparada en la diplomacia cultural y en el poder blando, en su región. Consecuentemente, el presente artículo explora dicha problemática en tres dimensiones; la historia turca que da cuenta de sus rasgos más protuberantes, la posición de Turquía en la Guerra Fría que devela una búsqueda de equilibrios, y el alcance regional.

Palabras clave: Poder blando, diplomacia cultural, alcance regional, kemalismo, neotomanismo.



SOFT POWER AND CULTURAL DIPLOMACY IN TURKEY:
ANALYSIS OF HISTORICAL AND REGIONAL FACTORS

ABSTRACT

The projection of emerging powers is a phenomenon that demonstrates the will of some States to recover political spaces from the past or to attain a visibility they never had before. In the midst of this discussion, there are other nations with different ambitions, because their aim is not global. Turkey is one of these cases, as in recent years has projected itself in the region, sheltered in the cultural diplomacy and the use of soft power. Therefore, this article explores such situation in three dimensions: the Turkish history that highlights its most prominent characteristics, the role of Turkey during the Cold War that reveals a search for balance and, finally, its regional scope.

Key words: Soft power, cultural diplomacy, regional scope, kemalism, neottomanism



PODER SUAVE E DIPLOMACIA CULTURAL DA TURQUIA:
ANÁLISE DOS FATORES HISTÓRICOS E REGIONAIS

RESUMO

A projeção das potências emergentes é um fenômeno que demonstra a aspiração de alguns Estados por recuperar espaços políticos do passado ou ter acesso a uma visibilidade nunca alcançada. No meio desta discussão, existem outras nações com diferentes ambições, porque o seu âmbito de ação não é global. Um desses casos é o da Turquia, que nos últimos anos tem se destacado, amparada em uma diplomacia cultural e um poder suave em sua região. Por tanto, o artigo explora este problema em três dimensões, a história turca que expõe os traços mais salientes, a posição da Turquia na Guerra Fria que revela uma busca Pelo equilíbrio, e a cobertura regional.

Palavras-chave: poder suave, a diplomacia cultural, regional, kemalismo, neotomanismo



INTRODUCCIÓN

Desde la desintegración de la Unión Soviética y el fin de la Guerra Fría, el debate sobre la multipolaridad o unipolaridad del sistema internacional ha cobrado vigencia (Wilkinson, 1999; Kupchan, 1998, pp. 40-42). En ese orden de ideas, el surgimiento de potencias como Brasil y la India o el resurgimiento de algunas como la República Popular China y Rusia se ha vuelto uno de los temas más connotados en el estudio de las relaciones internacionales. Las causas de este interés por las potencias que facilitan un esquema multipolar se podrían resumir en tres.

En primer lugar, es indudable que la caída de la URSS abrió las posibilidades para que otras naciones con ambiciones globales ganaran terreno político. Esto a su vez se vio favorecido por el fortalecimiento de algunos bloques regionales de integración o de algunos foros de discusión que afirmaron el poder de dicho actores. La ampliación de la ASEAN y sus vínculos cada vez más estrechos con China, el surgimiento reciente de la Unión de Naciones Suramericanas, la Organización para la Cooperación de Shanghái, así como el G20, dan cuenta de este fenómeno.

En segundo lugar, la agudización de algunas crisis regionales con impacto global ha obligado a Estados Unidos a acudir a mecanismos de diplomacia multilateral para su resolución. Los despliegues militares en Kosovo (1999), Afganistán (2001), Irak (2003) y Libia (2011) han desacreditado las intervenciones militares, bien sean unilaterales o multilaterales. Por ende, en casos como las crisis nucleares de Corea del Norte e Irán se ha privilegiado la participación de otros actores para aumentar las posibilidades de interlocución y destrabar un proceso que por su naturaleza tiende a la dilación indefinida.

Y en tercer lugar, la democratización de la vida internacional es un ideal cada vez más anhelado por distintos sectores de la sociedad civil. Las reuniones del G8, de la Organización Mundial del Comercio o de cualquier instancia en las que estén representados los intereses de las grandes potencias, despiertan manifestaciones exigiendo un cambio estructural de los parámetros con los que se rige la vida internacional. Esta realidad se puede rastrear desde las primeras manifestaciones en 1999 en Seattle en contra de la arquitectura financiera internacional y que condujo al surgimiento del "altermundialismo".

En este contexto, la emergencia de actores que aún no son reconocidos como potencias, pero con ambiciones regionales y en algunos casos globales, gana evidencia. Turquía se constituye en uno de los ejemplos más claros de esta dinámica. En primera instancia, el fortalecimiento de bloques regionales ya referido, terminó por confirmar su vocación europea a pesar de que la posibilidad de membresía plena sea cada vez más remota. Paralelamente, su participación activa en organizaciones como la Organización para la Cooperación Islámica ha dado cuenta de una reivindicación musulmana que corrobora su voluntad de proyección hacia Oriente. En segundo término, también es relevante el papel de Turquía como un Estado responsable en situaciones donde se reivindica la multipolaridad. Vale recodar su importancia para Estados Unidos en la intervención y en la actual reconstrucción de Irak; es indiscutible, por ejemplo, el papel a desempeñar por Turquía en el norte kurdo de Irak con miras a la construcción del Estado, luego de un frágil equilibro entre comunidades. De igual forma, su papel cada vez más activo en las crisis más importantes (el conflicto entre Palestina e Israel y la crisis de Siria) de Oriente Medio así lo confirman. Y finalmente, el potencial de Turquía para la democratización de la vida internacional se pudo observar recientemente en su intento de mediación junto con Brasil para resolver la crisis nuclear iraní.

Lo anterior no debe sugerir una lectura inocente y apologética de la proyección turca, ya que los obstáculos aún son innumerables, así como las debilidades, especialmente en lo que tiene que ver con su sistema político y la percepción que algunos Estados europeos tienen del régimen de Ankara. A pesar de ello, la utilización de la diplomacia cultural y del poder blando le ha permitido tener un alcance regional importante en algunos temas específicos, obteniendo provecho de un ambiente regional e internacional favorable para sus intereses.


1. EL TALANTE HISTÓRICO: MODERNIDAD, LAICIDAD E ISLAM

Más allá de los atributos de poder materiales, existe una serie de poderes que en la Posguerra Fría, notoriamente, han cobrado valor. Tradicionalmente, se percibía el interés de los Estados en términos de poder, sobre todo en el plano material. Bajo este esquema, se puede citar a Morgenthau (1993, pp. 124-165) como el principal referente de dicha premisa y para quien los principales elementos del poder tienen que ver con atributos materiales como le geografía, la población, los recursos naturales, la industria y las capacidades militares, entre otros. Además de ellos, Morgenthau señala un carácter y una moral nacional que pueden definir a su vez el interés del Estado. Aunque este autor los enuncia, en el centro de la proyección de los Estados se encuentran los recursos materiales primordialmente y se puede decir que para el realismo los recursos de mayor valor son los militares.

Con la aparición del concepto de poder blando acuñado por Joseph Nye Jr., queda en evidencia la evolución de los atributos de poder, y elementos que en el pasado no tenían transcendencia en la configuración de los Estados adquieren mayor relevancia. Como bien lo menciona Nye (1990, p. 154), el énfasis que se había puesto en los asuntos militares ha cedido terreno frente a la tecnología, la educación y el crecimiento económico. De esta manera, pues, elementos como la geografía, la población y los recursos naturales, han perdido relevancia. ¿De qué forma se ejerce este poder blando (soft power)? Según Nye Jr. es clave que un Estado con ambiciones de potencia no se imponga como ocurría en el pasado, sino que atraiga a otros actores. Se puede afirmar que la principal señal de éxito tiene que ver con que su modelo se convierta en una suerte de paradigma y otros Estados quieran seguirlo (Nye, 1990, p. 166). En este orden de ideas, se presume que la capacidad clave de los Estados consiste en promover sus valores para que adquieran una naturaleza cada vez más universal (Nye, 1990, p. 164). Así se resume la idea en torno al poder blando.

Para el caso de Turquía, es necesario explorar en su historia algunos referentes que permiten rastrear valores y que actualmente el gobierno reivindica en el plano internacional. Éstos pretenden ser proyectados como si fuesen universales, tal como lo supone el poder blando. Para dicha tarea, resulta imprescindible ubicarse en el contexto de la década de 1920 del siglo XX. Se debe recodar que Turquía es el resultado de la desintegración del Imperio Otomano luego de la Primera Guerra Mundial. En consecuencia, el proyecto que emprendió Turquía a partir de 1923 debe entenderse bajo este contexto de (re?) construcción del Estado (state-building, según la literatura especializada (Ayoob, 1995, p. 21). Los cambios producidos en esa época en Turquía fueron materializados bajo el liderazgo de Mustafa Kemal Atatürk. Fue él quien insistió en la creación de un Estado lacio y moderno. La división entre la religión y los asuntos religiosos era clave para que Turquía saliera del rezago, luego del desastre de la guerra.

Para Atatürk, el Islam era, en buena medida, responsable del atraso económico y político turco, y de allí la importancia de construir un referente de identidad turco y no islámico. Esto quería decir que se debían involucrar dentro del proyecto de Estado-nación otros grupos, como armenios, griegos y judíos. La idea era incorporarlos dentro de la fuerza de trabajo y, de esta forma, lograr la turkización de la economía (Yavuz, 1997, p. 23). Esta apuesta, que empezaba por reconstituir la identidad turca, la acercó a Occidente y empezó a tomar distancia del mundo árabe y musulmán. Durante la Guerra Fría este alineamiento se acentuó y, como se verá en el siguiente apartado, significó un desafío mayor en términos de política exterior, habida cuenta de su vecindario oriental, mayoritariamente musulmán y árabe.

Este alineamiento con Occidente obligó a una reformulación de la política que se manifestó en las elecciones de 1950. En ellas quedó en evidencia un nuevo equilibrio interno que reveló una puja entre dos versiones de la identidad turca; por un lado, la vertiente defendida por el modelo kemalista que promovía un Estadio laico y moderno, y otra que aspiraba a la reivindicación de valores musulmanes y a una visión alternativa al kemalismo que había sido la impronta del Estado turco. En dicha contienda electoral, el partido kemalista, el Partido Popular Republicano (PPR) fue derrotado por el Partido Democrático (PD), que obtuvo 487 de los 556 escaños en el parlamento (Yavuz, 1997, p. 24). Hasta ese momento se trataba de un hecho inédito para el kemalismo. El PD prometía un respeto por el Islam como valor tradicional de Turquía y su triunfo marcó el surgimiento de una identidad turca bicéfala y cuya disputa marcó su devenir político en años posteriores. Dicho de otra forma, la pugna entre modernidad/laicidad y valores tradicionales fue el mayor condicionante de la política interna de Turquía durante las décadas posteriores, es decir en la segunda mitad del siglo XX.

Este debate interno cuya substancia es la vocación de identidad turca fue la que originó, entre otros, el golpismo militar que irrumpió entre las décadas de los 60 y los 80. En este periodo se dieron tres golpes de Estado que prosperaron y tres que fracasaron, lo que da cuenta del control sobre el apartado estatal que llegaron a tener los militares (Kemal, 1984, p. 12). La cicatriz por lo ocurrido entonces es de tal magnitud que el resurgimiento de dicho golpismo sigue siendo una posibilidad que se evoca en épocas de tensiones y/o de crisis.


El golpismo militar y la pugna por la identidad turca

El poder en ascenso de los militares se explica por una potestad de la que se fueron dotando gradualmente a partir de los años 60. Como lo señaló en su momento el General Kenan Evren, la prerrogativa de la que disponían los militares con respecto al Estado consistía en "deshacerse de gobiernos" que pusieran en riesgo los principios de la nación (Kemal, 1984, p. 12). De las declaraciones de Evren sobresale la potestad que recae en los militares de eliminar del panorama político cualquier amenaza contra el Estado que provenga desde un gobierno. Es decir, esta declaración revela una dualidad propia del sistema turco de las décadas de los 60, 70 y 80. Los militares debían respetar la democracia e incluso constituirse en sus guardianes, y paralelamente la unidad nacional no debía ser afectada bajo ninguna circunstancia.

De esta forma, el poder político de los militares se puede resumir esquemáticamente de la siguiente forma, tal como lo plantea Kemal (1984, p. 13); los militares encarnaban el gobierno desde arriba, mientras que el Congreso y demás actores de la política eran la expresión de la administración desde abajo. Se debe señalar que aunque esta estructura era incompatible con la democracia, porque pone en entredicho la independencia de las ramas del poder público, las intervenciones militares no fueron abiertamente censuradas por el grueso de la población turca (según Kemal, 1984).

El primer golpe de Estado tuvo lugar en mayo de 1960, cuando el general Cemal Gürsel removió al presidente Celal Bayar y a su primer ministro Adnan Menderes (Oron, 1960, p. 438). Algunos de ellos fueron acusados de corrupción y traición a la patria. Una de las principales razones por las que se generó una tensión entre los militares y el gobierno tuvo que ver con la forma como este último gestionó el poder luego de la muerte de Atatürk en 1938. Aparentemente, el gobierno habría permitido una mayor participación del Islam en la vida pública, lo que facilitó que la religión empezara a ser utilizada como vehículo político. Se debe recodar que en la década del 40, el Islam resurgió en la agenda política y el legado kemalista poco a poco fue cediendo terreno; en 1948, por ejemplo, se permitió que algunos colegios de manera voluntaria impartieran formación religiosa. Como consecuencia, en 1949 la Universidad de Ankara abrió un programa en teología para cubrir la demanda en ascenso de profesores para los colegios que enseñaban religión. Este tipo de cambios empezó a generar una polarización y la intervención de los militares no solo se justificó en la defensa de la democracia, sino en la prevención de una guerra civil (Karakas, 2007, p. 13).

El golpe fue recordado por su severidad, ya que un grupo de ministros, incluido Adnan Menderes, fue ejecutado por los militares. Durante dicho episodio, Turquía estuvo sumida en confrontaciones entre manifestantes que se oponían al régimen militar y las fuerzas del orden. Ante tales circunstancias, los militares optaron por declarar el Estado de emergencia y la ley marcial. Esto les permitió someter a aquellos sectores que no comulgaban con el golpe. Con el fin de contar con un mecanismo legal de intervención, el gobierno castrense modificó la Constitución y creó el Consejo Nacional de Seguridad encargado de salvaguardar el legado kemalista. De la misma forma, que ha ocurrido con otros golpes de Estado en manos de las Fuerzas Militares (léase en América Latina)1, la maniobra fue justificada en la defensa de la democracia.

Posteriormente, en 1971, tuvo lugar el segundo golpe de Estado que sacudió el régimen de Ankara. Esta vez el gobierno del primer ministro Süleyman Demirel fue obligado a renunciar por parte de los militares, quienes además, le declararon un ultimátum para poner fin a la situación de inestabilidad en la que estaba sumido el país. Los choques entre el conservatismo y el modernismo se acentuaban y la izquierda radical empezó a tomar partido en la disputa. En 1968, se produjo una revuelta de estudiantes para protestar en contra de los abusos militares cometidos en nombre del kemalismo, y en ellas había una notoria influencia de movimientos sociales de izquierda (Kürkçügil, 1998). En la medida en que el gobierno se mostraba incapaz de estabilizar el país y en pleno contexto de la Guerra Fría que evidenciaba el temor por el contagio de ideas socialistas, los militares tomaron de nuevo control de la situación.

A lo largo de la década de los 70, la polarización se profundizó y los choques entre la izquierda y el conservatismo religioso se multiplicaron. De igual forma, surgieron todo tipo sectarismos que amenazaban la unidad nacional; por ejemplo, en dicha época se dio el resurgimiento del nacionalismo kurdo que afectó la gobernabilidad de Ankara. A finales de la década, más de 1100 asesinatos políticos tuvieron lugar y luego en 1980 el número ascendió hasta los 1500 (Karakas, 2007, p. 16).

Precisamente en 1980 tuvo lugar el tercer golpe de Estado. De nuevo el gobierno de Demirel fue depuesto por los militares, quienes se quejaban de la incapacidad para controlar la situación del orden público. Asimismo, la estagnación económica había conducido al desespero de la población turca. En consecuencia, se podría decir que este golpe no solo fue provocado por las circunstancias de fragmentación política sino que se añadió la difícil situación económica.

A esto se debe sumar un ambiente internacional de temor y polarización por la Revolución Islámica en Irán que había triunfado en 1979. El temor por un posible contagio de las ideas que habían inspirado dicho movimiento en Irán, era evidente en Estados Unidos y en buena parte de Occidente que veía en el Islam chíi una religión hostil. Por ello, se puede decir que hubo una presión interna (sectores kemalistas) y externa (Estados Unidos) para que un golpe de Estado militar previniera la caída del modelo laico en Turquía. El principal temor estaba relacionado con la posibilidad de establecer una teocracia teniendo en cuenta la popularidad en una parte del mundo musulmán frente a lo ocurrido en Irán.

La serie de golpes de Estado que tuvo lugar durante dichas décadas, puso a prueba al régimen turco y se podría señalar que dicho periodo sirvió para crear una consciencia nacional sobre los riesgos que significaba la radicalización, el poder de los militares y las influencias externas. Por ende, paradójicamente, este antecedente sirvió en los años posteriores para blindar al régimen y se constituyó en la prueba de mayor envergadura que este enfrentó. Los regímenes y los sistemas políticos no se consolidan por el hecho de no enfrentar crisis, sino por la capacidad que muestran al superarlas una vez que estas surgen. Dicha idea hace parte de los estudios sobre la consolidación democrática de las jóvenes democracias, tal como le planeta Andreas Schedler y es perfectamente adaptable al caso turco:

"Las crisis de los regímenes hacen surgir dentro de la vida democrática momentos dramáticos de incertidumbre. Cada vez que una democracia joven se sume en una situación de crisis, tres escenarios son posibles: que la democracia colapse, que el régimen se estanque en una dinámica de debilidad y las crisis aparezcan de una manera recurrente, o que los actores de la democracia sienten un precedente durable de resistencia democrática. (Schedler, 2001, p. 232)"2.

Aunque es claro que en cada golpe hubo una amenaza directa contra la democracia, en adelante Turquía ha manejado las crisis políticas dentro del marco de la institucionalidad. Entre las décadas del 60 y 80 es indudable que el régimen estuvo atrapado en una espiral de inestabilidad y debilidad institucional por las prerrogativas del aparato castrense. Sin embargo, el fenómeno se constituyó en una prueba que Turquía terminó por superar. Uno de los logros internos más importantes que Ankara aspira a proyectar tiene que ver con un régimen que ha sobrevivido a duras pruebas, siendo la más compleja la que tiene que ver con su identidad laica pero con una mayoría musulmana. El hecho de haber superado estas pruebas le permitieron llegar a la Posguerra Fría con un sistema de ideas consolidado e incluso admirado por algunos de sus vecinos.


El Partido de la Justicia y del Desarrollo y la modernidad

El 2002 fue determinante para la consolidación del régimen en el plano interno y en la proyección del modelo turco tanto en el ámbito regional como en el global. La creación del Partido de la Justicia y el Desarrollo (PJD) supone una evolución del hecho de que el Islam se consolide como un vehículo político. Esta reinvención de los islamistas consistió en una flexibilidad del discurso frente a la idea de laicidad y de política económica.

En un primer sentido, se llegó a la conclusión que dicho concepto no debía traducir una hostilidad hacia la religión, sino una neutralidad frente a las diferentes expresiones religiosas que tienen lugar en Turquía. Esto permitió la difusión de un discurso moderado y en sintonía con la democracia liberal. Así, este cambio se tradujo en una ruptura con el pasado reciente y con los líderes de tendencia islámica, particularmente con Necmettin Erbakan, quien como primer ministro fue obligado a renunciar por parte de los militares en 1997 (Zaman, 1997). Dicha salida volvió a recordar los episodios del golpismo militar que habían sacudido a Turquía en décadas anteriores. La salida de Erbakan se produjo en medio de una polémica por el control de los militares sobre el sistema político. No obstante, la adaptación del discurso del PJD permitió la supervivencia del Islamismo.

En lo que tiene que ver con la economía, se aceptó la liberalización económica y se abandonó la tesis de que el Estado debía controlar sectores clave y especialmente la industria pesada (Karakas, 2007, p. 29). Y una tercera razón, más allá de la política y económica, tiene que ver con lo social. El aumento de la cobertura del sistema de educación significó el incremento de la tasas de alfabetismo entre la población musulmana (Tepe, 2005, p. 71) y con ello las posibilidades de participación política se multiplicaron. Así pues, en las elecciones de 2002 el actual primer ministro Tayyip Recep Erdogan, del PJD, accedió al poder y con ello surgió un desafío mayor para los militares.

A Erdogan se le acusaba de amenazar el carácter laico de la República, ya que se trata de un hombre con profundas convicciones religiosas. Públicamente, Erdogan se ha declarado musulmán y ha asumido posturas que han causado polémicas al respecto. Cuando fue alcalde de Estambul intentó prohibir la venta de alcohol en cafés y en 1998 se dio el episodio más controvertido de su vida política antes de convertirse en primer ministro. Ese año leyó abiertamente un poema que fue considerado por las autoridades como pro-musulmán, lo que le valió una condena de 10 meses en prisión, de los cuales solo pasó cuatro. El poema en mención decía lo siguiente: "Las mezquitas son nuestros cuarteles, las cúpulas nuestros cascos, las minaretes nuestras bayonetas y nuestros creyentes soldados..." (Smith, 2003, p. 14). A pesar de toda la polémica alrededor de su figura, una vez en el poder, Erdogan se mostró como un político pragmático en política exterior. Esto le permitió conjurar con éxito las críticas por sus posiciones políticas. En consecuencia, las reformas emprendidas por Erdogan a partir del 2002 deben ser entendidas en un nuevo contexto interno, como el descrito, y un ambiente regional en el que Turquía hizo expresa su voluntad de reformarse en aras de ingresar a la Unión Europea. Este ideal llevó a que el primer ministro forjara la restructuración del Estado turco y ganara con ello un crédito nacional e internacional que le urgía luego de la polarización por su pasado islámico.

Dichas transformaciones, que buscaban cumplir los denominados criterios de Copenhague, impulsaron el fortalecimiento del control político y social sobre el gobierno y los mecanismos de rendición de cuentas (accountability), además de la garantía para la libertad de expresión y asociación, lo cual incluyó una apertura para minorías con la posibilidad de emisión de programas en otros idiomas, principalmente el kurdo. Las mediadas más representativas tocaron tres puntos fundamentales que dan la idea de una Turquía que efectivamente reforzó su sistema democrático: la libertad de información, que permitió a ciudadanos el acceso a documentos del Estado; la protección de las mujeres y de los niños a través de la reforma al código penal, que tipificó agresiones en contra de estos, y un control judicial sobre las labores de los militares (Tepe, 2005, p. 72). Sin duda se trata de tres puntos sensibles que dan cuenta de la transformación del sistema turco.

La elección en 2007 de Abdulah Gül como presidente confirmó el avance significativo del Partido y al convertirse en el primer presidente musulmán de la República, los rumores sobre un intento de golpe de Estado por parte de los militares resurgieron. El presidente debía ser propuesto por el primer ministro. En este caso, Erdogan postuló a Gül, lo que inmediatamente despertó el rechazo de los partidos políticos y diversos sectores laicos que boicotearon la elección en el parlamento. Aun así, Gül recibió el apoyo de dos terceras partes (con un total de 357, 10 más de lo exigido) (Sabrina, 2007), una mayoría calificada que le permitió ser elegido como presidente.

Frente a la situación los militares hicieron público un comunicado en el que criticaban algunas manifestaciones religiosas como la celebración por esos días del aniversario del nacimiento del profeta Mahoma en algunos colegios. Por ende declararon lo siguiente:

"Esta situación ha sido seguida de cerca por las Fuerzas Militares de Turquía. Las Fuerzas Armadas Turcas mantienen su firme determinación para llevar a cabo sus deberes específicos y profesan una lealtad absoluta y convicción en dicha determinación [...] El hecho de que una serie de actividades hayan tenido lugar con el consentimiento y aprobación del gobierno local agravan la situación" (Sabrina, 2007).

Dicha postura hizo temer por un nuevo golpe de Estado; sin embargo, para los militares no hubo una alternativa diferente a la de aceptar la formación del nuevo gobierno que había cumplido con todos los requisitos de la ley y en consonancia con el Estado de derecho. La situación del gobierno con respecto a los militares no terminó allí y en septiembre de 2012 a través de un fallo histórico una corte encontró culpables a más de 300 militares por haber planeado un golpe de Estado en 2003 (Frazer, 2012). De igual forma, dicha sentencia significó una proscripción de actividades como la intimidación a periodistas, políticos y a ONG's efectuada supuestamente por los militares. El fallo desató una controversia acerca de su supuesta naturaleza política, ya que según los defensores de los militares el gobierno habría buscado una retaliación en contra de éstos. Más allá de esta polémica sigue habiendo una realidad que pone en tela de juicio la efectividad de algunas reformas emprendidas por el PJD. Cabe recordar que Turquía aún tiene un número alto de periodistas en detención, incluso por encima de Estados como Irán y la República Popular China (Rodrik, 2012). Asimismo, existen denuncias en contra del gobierno por haber orquestado una persecución político-judicial contra periodistas, políticos y activistas de la oposición. La respuesta del gobierno turco se basa en que existe un movimiento terrorista que atenta contra el Estado. Según Ankara se habría conformado una organización bajo el nombre de Ergenekon3, encargada de atacar mezquitas, de planear un golpe contra el gobierno y de diversas actividades contra la seguridad del Estado.

En la actualidad, Turquía es vista dentro de la región y en buena medida en occidente como un paradigma de la forma como la democracia y el Islam pueden ser compatibles, sobre todo porque se ha defendido la secularidad más allá de las coyunturas.


El poder blando que se desprende del éxito de su modelo

De esta forma, se puede evidenciar que a pesar de las limitaciones del sistema político, Turquía despierta admiración y frente a las amenazas contra su régimen (golpismo, rumores sobre nuevos golpes, violaciones a los DDHH), Ankara ha hecho prueba de una gestión efectiva de crisis, un requisito indispensable a la hora de evaluar la consolidación de los sistemas políticos. Esta realidad cobra una importancia particular si se tiene en cuenta que en un número considerable de Estados de la región, los regímenes han sucumbido frente a pruebas del tipo que Turquía ha superado. Dos ejemplos concretos dan cuenta de esta realidad.

En primer lugar, el caso turco se puede contrastar con el argelino, ya que en esta región se dio un debate similar entre las autoridades sobre la forma de gestionar el avance del Islam en el terreno político. Se debe recodar que en las elecciones legislativas de 1991, el Frente Islámico de Salvación (FIS) ganó y ante el eventual arribo de un líder islámico las autoridades militares dieron el poder a Mohamed Boudiaf, quien fue nombrado presidente interino hasta 1994. No obstante, en 1992 los dos principales líderes del FIS fueron encarcelados y el presidente Boudiaf fue asesinado, lo que dio inicio a una cruenta Guerra Civil que se prolongaría a lo largo de la década. En dicho conflicto perdieron la vida entre 150.000 y 200.000 personas (Aichoune, 2011) y se estima que unas 7000 desaparecieron. Estas cifras reflejan la envergadura de una Guerra Civil cuando se da la participación del Islam en política.

A diferencia de Argelia, Turquía blindó su sistema al preconizar como principio fundador del Estado la laicidad, lo cual no quiere decir que estuviese exento de violencia sectaria y que no hubiese estado al borde de una Guerra Civil. Esta situación fue especialmente innegable en la década de los 60. No obstante, el país nunca se sumió en un conflicto como el ocurrido en Argelia, aunque tenía unas circunstancias relativamente similares, en lo que concerniente al poder militar como garante de la secularidad, una movilización islámica organizada y una tensión entre ambos sectores con respecto al modelo a seguir.

En segundo lugar, y tomando en consideración el colapso de algunos regímenes en la denominada Primavera Árabe, Ankara puede subrayar que a pesar de que los sistemas políticos de sus vecinos han sido incapaces de sobrevivir a las crisis, Turquía, por el contrario, las ha superado de una manera indiscutible; el hecho de haber superado el golpismo militar constituye una muestra inequívoca de consolidación del régimen. Esta situación contrasta con la realidad de buena parte de naciones del mundo musulmán y árabe.

En los últimos años los proyectos de liderazgo en el mundo árabe-musulmán han sucumbido frente a las presiones sociales, mientras que el régimen de Ankara sigue gozando de reconocimiento en el plano internacional por la defensa de su modelo secular-moderno. Es más, la admiración de Turquía en el mundo árabe, a pesar de no pertenecer a él, es notoria, tal y como veremos más adelante.


2. EL FRÁGIL EQUILIBRO DE LAS RELACIONES ENTRE ORIENTE Y OCCIDENTE

Como se anotó anteriormente, desde la creación de la República Turquía en 1923, la política exterior de este país dejó atrás el legado del Imperio Otomano y se orientó hacia Occidente. No obstante, Ahmet Davutoglu4, actual ministro de Relaciones Exteriores, propugnó por una política exterior basada en un equilibrio en sus relaciones exteriores y complementando las existentes, en particular con los vecinos (Casa Árabe e Instituto Internacional de Estudios Árabes y del Mundo Musulmán, 2010, p. 1). Prueba de lo anterior son sus acercamientos a Israel, Irán y la Organización del Tratado del Atlántico Norte. En ellas se puede apreciar el equilibrio logrado entre sus relaciones con Occidente y Oriente.


Turquía e Israel: ¿ante el fin de una alianza estratégica?

La relación entre Israel y Turquía se ha caracterizado por ser dinámica y privilegiar la cooperación en los ámbitos económico y militar. Durante la guerra y la posguerra fría, los vínculos turcos e israelíes fueron enmarcados dentro del concepto de "alianza estratégica", en gran medida impulsada por Estados Unidos, que buscaba asegurarse aliados en una región que consideraba hostil. Sin embargo, el nuevo siglo ha puesto a prueba esta alianza, hasta el punto en que actualmente se habla de un enfriamiento en las relaciones de las llamadas democracias del Medio Oriente.

En 1949, Turquía fue el primer Estado musulmán en reconocer al recién creado Estado de Israel y en 1952 formalizó relaciones diplomáticas con este. Dos razones motivan este reconocimiento. Por un lado, es necesario tener en cuenta los vínculos culturales entre judíos y otomanos. El Imperio Otomano fue el lugar de llegada de los judíos expulsados de Europa, que lograron mantener sus costumbres e influencia durante este periodo de tiempo. Por otra parte, la creación de Israel se da en un contexto crucial de inserción turca a Occidente. De esta manera, las relaciones con esta parte del mundo se vieron privilegiadas, sacrificando su relación con el Medio Oriente y los otros países musulmanes.

Las relaciones durante la segunda mitad del siglo XX se caracterizaron por la firma de una serie de acuerdos que fortalecieron su alianza estratégica. A pesar de algunos acercamientos de Turquía con los países árabes de Medio Oriente - como el apoyo a los palestinos durante las guerras árabe-israelíes, apertura de una oficina de la OLP en Ankara y la disminución de la representación diplomática turca desde la proclamación de Jerusalén como capital de Israel-, la relación entre Israel y Turquía no sufrió ninguna ruptura. De hecho, la década de los noventa trajo consigo una profundización de las relaciones entre los Estados e incluso se considera como el mejor momento de sus vínculos. Esto lo demuestran visitas bilaterales de alto nivel y la firma de acuerdos en material comercial y de seguridad. Este fortalecimiento está dado por los intereses de cada Estado. Por una parte, Israel asegura entrenar a sus tropas de aviación en el espacio aéreo turco, y cuenta con un corredor hacia Siria, Irán e Irak. Además, representa un gran mercado, sobre todo en lo que concierne a la industria militar (Bolado, 2009). Por su parte, los generales turcos que gobernaban Turquía en aquel entonces, encontraron al mejor de los socios posibles para la modernización de sus Fuerzas Armadas (Sanz, 2010). Esta modernización le permitió una lucha más efectiva contra el Partido de Trabajadores de Kurdistán (PKK, por sus siglas en turco) y consolidar uno de los ejércitos más importantes de Medio Oriente.

Estos intereses se vieron materializados en 1996 con la firma del Acuerdo de Cooperación y Capacitación Militares, de febrero, y el Acuerdo de Cooperación de Industria Militar, firmado en agosto. El anterior acuerdo convertía a Turquía en uno de los principales compradores de armas israelíes y, a su vez, le permitía reducir su dependencia de terceros abastecedores que no quieran venderle arsenal militar (Rajmil, 2011). Cabe resaltar que estos acuerdos contaron con el beneplácito estadounidense, y aunque hubo críticas por parte de los países árabes e Irán, la firma del acuerdo en medio de un ambiente pacífico y lleno de optimismo, dado por los Acuerdos de Oslo (1993-2000) entre la OLP e Israel, amortiguó las críticas y la controversia.

No obstante, el inicio del nuevo siglo marcó una época en el enfriamiento de las relaciones turco-israelíes, influenciado por una política exterior de Ankara basada en el acercamiento a Oriente (neotomanismo). El acercamiento de Ankara a Hamás y la Guerra del Líbano de 20065 y la Operación Plomo Fundido en la Franja de Gaza entre 2008 y 2009, marcan el inicio de una serie de roces diplomáticos entre Turquía e Israel. Sin embargo, el declive definitivo de las relaciones se da en 2010 con el ataque israelí a la flotilla de bandera turca que llevaba ayuda humanitaria a la Franja de Gaza, y en la que murieron nueve ciudadanos turcos. Una vez más, los roces diplomáticos no se hicieron esperar y el primer ministro Erdogan se refirió con duros términos al gobierno de Israel, al que acusó de violar "los principios del derecho internacional y (de ejercer) un inhumano terrorismo de Estado" (Sanz, 2010). Consecuentemente, el gobierno turco decidió retirar a su embajador en Tel Aviv. A su vez, Turquía decidió suspender acuerdos comerciales, militares e industriales y congelar las relaciones diplomáticas, ante la negativa israelí de dar una disculpa pública por el incidente.

Así pues, cabe preguntarse si se trata del fin de una relación especial Ankara-Tel Aviv. Este último es consciente de la importancia del apoyo turco, en un escenario hostil y en el que no cuenta con aliados regionales. En un contexto de revoluciones árabes, incluso Egipto, otro Estado cercano a raíz de los acuerdos de paz de Camp David I a finales de los 70, parece darle la espalda. En medio de este contexto, matizado por la nueva vocación de la política exterior turca y por la falta de voluntad israelí por llegar un acuerdo con Ankara surge una amplia gama de preguntas por responder.


Turquía y la OTAN: alineación con Occidente

Turquía ingresó a la OTAN en 1952, con el objetivo de protegerse de la amenaza que representaba la Unión Soviética y la expansión del comunismo. Existen además razones de política exterior que explican dicho alineamiento. En primer lugar, el ingreso de Turquía a la OTAN confirmó la vocación del gobierno turco de alineación a Occidente, que en el campo de la seguridad y defensa, aunque con matices, actualmente se mantiene. Si bien durante la Guerra Fría el gobierno turco se benefició de la alianza atlántica recibiendo ayuda militar y económica de Estados Unidos, y a cambio prestó bases militares a sus aliados occidentales como puntos de supervisión de la Unión Soviética, los cambios geopolíticos de 1991 y el deseo de tener "cero problemas" con los países vecinos, han creado nuevos objetivos para los estrategas de política exterior turca (Ülgen, 2011). De esta manera, la política de seguridad y defensa de Turquía frente a la OTAN se ha reconfigurado y ha ganado autonomía, pero aun así, las relaciones se sostienen fortalecidas en gran medida por la lucha contra el terrorismo, la búsqueda de estabilización de crisis y el mantenimiento de la paz. Así pues, el gobierno turco, siendo miembro activo de la OTAN, ha venido participando actualmente en misiones para Kosovo, Afganistán e Irak.

En segundo lugar, aún prevalece el valor geoestratégico turco, que durante la Guerra Fría sirvió como frontera con el bloque soviético y hoy lo sigue representando con el Medio Oriente. La posición geográfica de Turquía se ha prestado para ser terreno de entrada al Medio Oriente, así como para la contención de amenazas que de esta región del mundo pueden provenir. Sin embargo, la negativa turca de 2003 de prestar su territorio como punto de partida de las tropas estadounidenses para la invasión iraquí, puso en tela de juicio la alineación del gobierno de Ankara con Washington. A pesar de ello, más adelante sirvió con fuerzas para la reconstrucción d (Centro de Estudios y Documentación Internacionales de Barcelona (CIDOB), 2011)el país, a través de la denominada "Training Mission". (Centro de Estudios y Documentación Internacionales de Barcelona, CIDOB, 2011, p. 471).

Esta particular posición le ha permitido al gobierno de Ankara realizar una búsqueda por reconciliar la vocación de política exterior turca entre Occidente y Oriente y su principio de mantener un vecindario estable y pacífico. Incluso se ha llegado a afirmar que debe ser la OTAN quien acompañe al gobierno turco en la estabilización de los países de Medio Oriente. Lo anterior se ha hecho latente este año en la conmemoración de los 60 años de la vinculación de Turquía a la OTAN, en la que se ha puesto como tema de discusión la crisis en Siria.

Finalmente, la OTAN se presenta para Turquía como escenario de construcción de una política de seguridad y de proyección regional y global. Además de tener el mayor ejército de la organización, después de Estados Unidos, el gobierno de Turquía ha demostrado su importancia en la OTAN, así como su interés en la alianza. Esta realidad se refleja en dos cuestiones. Por un lado, Turquía demuestra su peso y capacidad de acción en Occidente. La OTAN se ha convertido en una aliada para la construcción de la política de seguridad y defensa de la Unión Europea. Sin embargo, así como Chipre obstaculiza la entrada de Turquía a la Unión Europea, Turquía pone resistencia a lograr un acuerdo de seguridad OTAN-UE, debido a la presencia chipriota. Así pues, en la dinámica de favorecer intereses nacionales, se dificulta la relación. Sin un buen término del conflicto entre Chipre y Turquía, no habrá posibilidades de un acuerdo de cooperación entre la Unión Europea y la OTAN.

Por otra parte, el gobierno de Ankara busca reinventar la organización, poniendo sobre la mesa varios asuntos como las capacidades de disuasión de la OTAN, el equilibrio entre las capacidades nucleares y convencionales de la alianza, y el papel de un sistema de defensa antimisiles en este contexto (Ülgen, 2011). Esto se debe a que la OTAN sigue siendo para Turquía una prioridad de política exterior de defensa y seguridad, porque se constituye como un espacio en el que se fija la agenda transatlántica (Ülgen, 2012), y le brinda la oportunidad de confirmarse como potencia regional.

El tema de la UE debe ser analizado aparte, ya que el interés de Ankara por el bloque regional ha venido evolucionando en los últimos años. Si bien en el pasado reciente se tenían grandes expectativas frente al ingreso, con la dilación indefinida por parte de Bruselas se ha despertado el nacionalismo en la población turca, que reprueba la forma como Europa ha abordado la cuestión. Se debe recordar que desde finales de los años 50, Ankara ha expresado un vivo interés por el proyecto europeo. En consonancia, en 1963 firmó un acuerdo de asociación con la entonces Comunidad Económica Europea y en 1987 solicitó formalmente la entrada a la institución. Sin embargo, esta fue rechazada por la Comisión Europea. En 1997, durante las negociaciones de ampliación en el contexto de la posguerra Fría para la entrada de los países de la otrora órbita soviética, Turquía de nuevo sintió el rechazo de su par europeo, al no ser incluida dentro del grupo de los diálogos.

A pesar de todo ello, desde 2002 el ingreso se convirtió de nuevo en una prioridad para la diplomacia turca. Las negociaciones iniciaron en 2005, pero la llegada de gobiernos hostiles a la entrada de Ankara, como Ángela Merkel en Alemania y Nicolás Sarkozy en Francia redujo las posibilidades de una ampliación. Por ello, no era de extrañar que para 2010, un porcentaje representativo de turcos se mostrara en contra del ingreso a la UE. En 2005, 68% de la ciudadanía estaba a favor de dicho ingreso en contraste con un 27% cinco años después. En 2010, tan sólo el 38% consideraba como positivo entrar al bloque europeo (The Economist, 2010).

Según un informe especial de la prestigiosa publicación The Economist, existen tres razones que complejizan la entrada de Ankara al proyecto europeo (The Economist, 2010). En primer lugar, el desacuerdo con respecto a la cuestión chipriota. Se debe recordar que no existen relaciones diplomáticas entre Chipre y Turquía. Esta nación se convirtió en miembro pleno de la UE en 2004, y el problema histórico6 de difícil solución se ha convertido en uno de los principales inamovibles de ambas partes. En segundo lugar, la inestabilidad política que ha marcado la historia reciente de Turquía serviría de argumento para aquellos que en el seno de Europa Occidental se oponen a dicho ingreso. Los rumores de golpe de Estado frente a la elección de Abdullah Güll así parecían confirmarlo. Y tercero, la crisis económica europea ha dificultado el proceso de ampliación, por los costos que nuevos Estados podrían representar. Estos hechos han derivado en una redefinición de los intereses de Turquía en Europa y Asia. Aunque no exista una perspectiva histórica suficiente como para hacer balances de la gestión turca al respecto, se puede confirmar que Ankara ha mostrado una capacidad de adaptación al ambiente hostil europeo y se ha acercado con buen tino a otras zonas de enorme valor.


Turquía e Irán: entre rivales y aliados

La relación entre Turquía e Irán puede denominarse como compleja. Por un lado, son regímenes con tintes ideológicos diferentes: Turquía con una democracia parlamentaria secular e Irán con una teocracia. Por otro lado, existe una competencia geopolítica en la zona del Cáucaso y Asia Central, donde cada uno de los Estados tiene intereses particulares. Sin embargo, las relaciones turco-iraníes se han mantenido cordiales y sin mayores enfrentamientos en lo diplomático.

Durante la Dinastía Pahlevi (1925-1979), Irán y Turquía tuvieron relaciones cercanas (Altuni§ik, 2010, p. 6). Estas naciones fueron aliadas en la contención del comunismo en la primera etapa de la Guerra Fría, y en pro del bloque occidental firmaron en 1955 el Pacto de Bagdad, con Irak, Pakistán y el Reino Unido. El acuerdo, también llamado Central Treaty Organization (CENTO), fue inspirado en el modelo de la OTAN y tenía la tarea de evitar la influencia de la Unión Soviética en la zona. Sin embargo, la década de los setenta experimentó dinámicas regionales en las que se observaron cambios en la alineación de los gobiernos con la Unión Soviética, la caída de algunos regímenes y conflictos regionales. Así pues, esta iniciativa y algunos lazos formados fueron sepultados.

Lo anterior se confirma con la Revolución Islámica iraní. Después de 1979, las relaciones entre Irán y Turquía se complejizaron debido a la rivalidad ideológica. Dicha competencia forma parte de la configuración bilateral (Altuni§ik, 2010, p. 6). Los años noventa dan muestra de ese deterioro en las relaciones turco-iraníes. En primer lugar, Turquía temía una expansión de la revolución islámica en su territorio, que afectara su modelo de democracia secular. Estos temores se confirmaron con denuncias de una expansión del radicalismo islámico iraní, lo que trajo roces diplomáticos entre los países. En segundo lugar, hubo denuncias sobre el supuesto apoyo del régimen de los Ayatollah al PKK. En tercer lugar, los dos países se enfrentaron en una competencia geopolítica en Asia Central y el Cáucaso, así como en Irak (Altuni§ik, 2010, p. 6).

Las dinámicas regionales del inicio del siglo XXI permitieron una reconfiguración de las relaciones entre Ankara y Teherán. El primer motivo está relacionado con un hecho explicado anteriormente; el AKP que accedió al poder en Turquía determinó una política exterior de acercamiento y mejoramiento con sus vecinos de Oriente, en este caso Irán. El segundo motivo se desprende de la invasión estadounidense a Irak de 2003 y al factor kurdo. La Guerra en Irak trajo para turcos e iraníes una grave consecuencia: la ganancia de autonomía de los kurdos iraquíes. A partir de esto, las poblaciones kurdas, tanto en Turquía como en Irán, empezaron a tener un papel más agitado y sus movimientos fueron más activos. En 2004, el PKK de Turquía retomó sus ataques, después de su declaración de alto al fuego de 1998. Asimismo, en 2004 se creó en Irán el Partido para una Vida Libre en Kurdistán (PJAK) (Altuni§ik, 2010, p. 7).

De esta manera, Ankara y Teherán buscaron desarrollar mecanismos de cooperación que permitieran luchar contra estos grupos considerados terroristas. Así pues, en 2004 el primer ministro Erdogan viajó a Teherán para concretar estos esfuerzos en un Memorando de Entendimiento sobre Cooperación en Seguridad. Este acercamiento en materia seguridad permitió que se desarrollaran relaciones bilaterales de otro tipo, incluyendo sectores como el energético, así como un fortalecimiento de los vínculos comerciales y económicos. Después de Rusia, Irán se constituye como el segundo proveedor de gas natural para Turquía. Por tal razón, en 2007 se llegó a un acuerdo denominado "Proyecto Nabucco", sobre la distribución del gas iraní a través de Turquía, convirtiendo a este último en un corredor energético entre el mar Caspio, Oriente Medio y Europa. No obstante, el proyecto está obstaculizado por Estados Unidos, que a través de una ley sanciona a empresas que inviertan más de 20 millones de dólares al año en el sector energético iraní (Casa Árabe e Instituto Internacional de Estudios Árabes y del Mundo Musulmán, 2010, p. 3).

Actualmente, son dos los asuntos que ocupan la agenda bilateral entre Turquía e Irán, y que han generado puntos de desencuentro entre sus líderes: el proyecto nuclear iraní y la crisis siria (2011-2012). En primer lugar, Turquía está preocupada por la capacidad nuclear iraní, ya que podría alterar el equilibrio bilateral y regional del poder. Asimismo, Turquía ha mostrado inquietud por la escalada del conflicto entre sus aliados occidentales e Irán (Altuni§ik, 2010). En consecuencia, Ankara ha sido escéptico con respecto a la efectividad de las sanciones del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas, y ha tomado ventaja de su posición de interlocutor entre Irán y Occidente para superar desacuerdos a través de la diplomacia. Así pues, el gobierno de Erdogan ha instado a Irán a cooperar con la Agencia Internacional de Energía Atómica (IAEA).

En 2010, el primer ministro turco y el entonces presidente brasilero Luis Inacio Lula da Silva coordinaron esfuerzos previos a la cumbre del G-15 para lograr un acuerdo con Irán respecto al intercambio de uranio enriquecido, que le permitiera evitar nuevas sanciones internacionales. No obstante, las condenas al proyecto nuclear iraní han persistido. En segundo lugar, la crisis siria, producto de la mal llamada Primavera Árabe, ha puesto en contraposición a los gobiernos turco e iraní. Por una parte, Ankara promueve una intervención extranjera en Siria, que lleve a resolver el conflicto que ha dejado aproximadamente 29.000 muertos según el Observatorio Sirio de Derechos Humanos. Por su parte, Irán ha apoyado abiertamente al régimen de Bashar al-Assad, y se opone a la presencia occidental en la región. Turquía busca que, a través de Teherán y Damasco, se llegue a una resolución del conflicto. Sin embargo, los esfuerzos no han dado resultado.


3. "CERO PROBLEMAS" CON LOS VECINOS Y NEOTOMANISMO. PODER BLANDO Y DIPLOMACIA CULTURAL AL SERVICIO DE LA PROYECCIÓN REGIONAL

Con el incidente de la Flotilla de la Libertad quedó en evidencia el interés de Turquía por recuperar su prestigio en su "región natural": el Medio Oriente. La reacción de Ankara frente al hecho fue contundente en tanto que se revisó la proximidad con Israel que había alcanzado un apogeo en 1996 con la firma del acuerdo militar descrito en el título anterior. A pesar de ello, con el brutal ataque cometido por Tel Aviv, Ankara tomo distancia frente a este, y ordenó el retiro del embajador israelí de su territorio. Asimismo, el tono de la reacción de Erdogan reflejó una gran solidaridad con Palestina que fue bien percibida en varios sectores del mundo árabe musulmán que demandaban de Ankara una mayor incidencia en la situación palestina. A este propósito vale la pena recordar que los acercamientos con Palestina no han sido fortuitos y obedecen a una orientación promovida desde el Ministerio de Relaciones Exteriores turco.

Esto incluyó en su momento diálogos directos con los jefes políticos del Movimiento de la Resistencia Islámica (Hamas) al tiempo que la Comunidad Internacional lo había aislado, condenando de paso a la población en la Franja de Gaza a la misma suerte. El triunfo del Hamas en las elecciones legislativas de 2006 dio muestra de esto, cuando Erdogan invitó a Ankara a una delegación de este partido presidida por Jaled Mashal, su representante exiliado en Damasco (Casa Árabe e Instituto Internacional de Estudios Árabes y del Mundo Musulmán, 2010, p. 2). Luego, en enero de 2012, el primer ministro Erdogan recibió a su homólogo de Hamas, Ismail Haniya, en una visita que provocó el repudio de Israel pero que ubicó a Ankara en una posición interesante frente a un tema en el que tradicionalmente no se había involucrado, como es el conflicto entre Palestina e Israel. Las palabras de los políticos del PJD hacia los palestinos son cada vez más cordiales y evidencian una toma de distancia frente a Tel Aviv. Omer Celik, figura del partido, pidió en la visita de Haniya que Hamas fuese reconocido por la Comunidad Internacional como una organización política legítima y calificó el tema palestino como un asunto "de interés nacional". Simultáneamente, Erdogan se comprometió a combatir el bloqueo israelí en la Franja de Gaza (Arsu & Bronner, 2012).

Este acercamiento con el Medio Oriente no se restringe a Palestina. En Irak, a su vez, el despliegue de la diplomacia turca es notorio y para ello se apoya en su influencia en la comunidad kurda al norte de dicho Estado. En el pasado ésta era vista como una comunidad hostil que abrigaba el deseo independentista de Kurdistán. No obstante, en los últimos años es percibida como una zona de proyección económica y cultural. En consecuencia, se abrió un consulado turco en Erbil, la ciudad más importante del Kurdistán iraquí (Franchon, 2010).

Ahora con la crisis en Siria, Turquía se ha mostrado como un actor relevante en la zona y como un gestor de una salida militar o negociada. Si bien existe una hostilidad creciente entre Damasco y Ankara por el apoyo de esta última a los rebeldes sirios, en una negociación se tendrá que tomar en consideración la posición de Turquía. Buena parte de la dirigencia siria en el exilio se encuentra en dicho Estado. Asimismo, se debe recordar que antes de que estallara la crisis, las relaciones entre Siria y Turquía estaban en una etapa de distensión. Al margen del destino de Siria, el fortalecimiento de la relación con Ankara será una prioridad.

Esta nueva aproximación a Medio Oriente, que Turquía ha bautizado como "cero problemas" con los vecinos, muestra un cambio sustancial de la percepción de Ankara sobre su zona de influencia natural. Las disputas con Irán parecen superadas en la actualidad, y su papel en la reconstrucción de Irak es fehaciente, así como un perfil cada vez más solidario con los palestinos.

Estos tres frentes reflejan un nuevo esquema de proyección que a su vez da cuenta de la evolución de los atributos de poder, que actualmente tienen más que ver con: a. capacidades de influenciar económicamente; b. de evidenciar coincidencias o compatibilidades culturales (especialmente con el mundo musulmán); y c. de mostrar como exportable un modelo político que ha superado pruebas.

Los resultados de este neotomanismo son observables. En plena crisis entre Israel y Turquía por el ataque a la Flotilla en cuestión, el jefe de redacción de la sección internacional del diario francés Le Monde aseguró:

"¿Las reminiscencias del Imperio Otomano que permanecen en la memoria árabe, pueden pesar contra el acercamiento de Ankara? Aparentemente, no, en nada. Actualmente, Turquía habría pasado a ser una especie de "modelo" para los árabes. Una encuesta llevada a cabo por el Instituto turco Tesev (Turkish Economic and Social Foundation) que consistió en un vasto estudio sobre la opinión en siete países árabes arrojo resultados halagadores para Turquía. Con un 75% de opiniones favorables, se trata del país no árabe más apreciado en el mundo árabe; 63% juzgan que dicha nación consiguió una buena "combinación entre islam y democracia" y un porcentaje similar estima que la adhesión a la UE [Unión Europea] reforzaría su alcance en Medio Oriente" (Franchon, 2010)7.

De esta forma, se puede constatar que existe una admiración hacia Turquía por parte de su entorno y que esta ha sido capitalizada por Ankara. En este punto se debe rescatar un acierto de Erdogan - Gül que consiste en haber alterado la premisa básica con la que se fundó la Turquía moderna con Mutafa Kemal Atatürk. Para este líder, como se mencionó al principio del texto, la religión explicaba en buena medida el rezago turco a comienzos de siglo. Ahora bien, con las nuevas circunstancias globales y regionales es indudable que la religión no sólo dista de ser un impedimento exterior para Ankara, sino que por el contrario se ha configurado como uno de los elementos de proyección turca. Es decir, la cultura y la religión se han convertido en instrumentos de política exterior. En dicha premisa se basa la diplomacia cultural (Montiel, 2008, p. 18). La contribución del modelo turco actual consiste en reconocer que la cultura nunca es neutral y que de dicho reconocimiento puede partir una política exterior de compatibilidades culturales con el vecindario o zonas de otras latitudes.


CONCLUSIONES

El hecho de haber superado las pruebas internas a lo largo de la segunda mitad del siglo XX, hace pensar en una Turquía poseedora de un sistema político de trascendencia y que despierta la admiración de sus vecinos. Este es el resultado de una proyección regional que parte del equilibrio de relaciones con Occidente, con quien tuvo afinidades geopolíticas y en materia de seguridad, especialmente en la Guerra Fría y con Oriente, que se constituye en un escenario de cercanía cultural.

Es de mencionar que el acercamiento con Oriente ha sido complejo por la relación trazada por la rivalidad con Teherán y el inestable vínculo con Tel Aviv. A su vez, su poca participación directa en el asunto palestino la alejó de la región durante décadas. No obstante, la utilización efectiva de elementos de poder ligados al soft power, especialmente por la difusión de la idea de un modelo político que consiguió conjugar con éxito, democracia e Islam, ha hecho de Turquía una potencia regional en la zona de Medio Oriente. Gracias a la política de "cero problemas" con los vecinos, Turquía ha logrado insertarse en dinámicas constitutivas de la región, sin sacrificar su relación con Occidente. Para ello ha sido indispensable cambiar su percepción con respecto a la religión. Ankara pasó de ver en ella una talanquera, a convertirla en un factor para la reinvención y oxigenación de sus relaciones con el mundo árabe y musulmán.

Empero, aún subsisten dudas en cuanto al alcance de la proyección turca y a algunas debilidades internas que no han desaparecido. En cuanto al ámbito regional no existe claridad sobre la forma en que la dilación indefinida para entrar a la Unión Europea puede comprometer su reputación global. A pesar de ello, es prudente recodar que la mayoría de la población turca sigue oponiéndose a dicha entrada. Es probable que la crisis económica en Grecia haya significado una desilusión frente a las ventajas reales que se derivan de la membresía de la UE. Más allá de su entrada, Turquía está llamada a desempeñar un papel importante en la inserción de Kosovo en el sistema internacional, en la reconciliación por el tema chipriota y en la armonización de las relaciones entre la Europa cristiana y un sector musulmán europeo en ascenso.

En lo que tiene que ver con su acercamiento a Oriente mediante el neotomanismo, cabe preguntarse acerca del carácter irreversible de la consolidación del proyecto turco. Dicho de otro modo, ¿se debe descartar la posibilidad de que Turquía abandone el modelo secular? Hasta el momento la influencia de Turquía en otros Estados y la admiración que despierta son dos hechos constatables. No obstante, ¿hasta qué punto el régimen de Ankara está dispuesto a dejarse influenciar por otros modelos? Y con el nuevo contexto después de la denominada Primavera Árabe ¿cuál es el margen de cambio del modelo político turco?

En la respuesta a dichas pregunta reposa la viabilidad de la proyección regional turca hacia Oriente, realidad que solo podrá ser analizada con la perspectiva que otorga el paso del tiempo.



NOTAS

1 Este fue el argumento en el golpe de Estado contra Jacobo Arbenz en Guatemala, Joao Goulart en Brasil, Juan Bosch en República Dominicana, María Estela de Perón en Argentina y Salvador Allende en Chile.

2 Traducción libre de los autores. En el texto original aparece así: "Les crises de régimes font réapparaître au sein de la vie démocratique des moments dramatiques d'incertitude. Chaque fois qu'une démocratie naissante plonge en situation de crise, on peut observer trois résultats possibles: la démocratie s'écroule; le régime démocratique glisse vers une dynamique de faiblesse aux crises récurrentes créant une situation de fragilité permanente; ou alors les acteurs démocratiques réussissent à surmonter la crise avec succès et établissent ainsi un précédent durable de résistance démocratique".

3 Ergenekon es un valle de importancia histórica para Turquía. Se trata de un lugar donde un grupo de turcos estuvo atrapado por más de 4 siglos.

4 A esta nueva forma de concebir la política exterior se le conoce como doctrina de profundidad estratégica.

5 Se trata de la Guerra de los 33 días entre Israel y Hezbollah.

6 Se debe recordar que Chipre actualmente está dividido en dos comunidades. En el norte los turco chipriotas que conforman la República Turca del Norte de Chipre, región ocupada por Ankara desde 1974. En el sur la República de Chipre reconocida internacionalmente y miembro de la UE.

7 Traducción libre de los autores. En el texto original aparece así: Les réminiscences de l'Empire ottoman dans la mémoire arabe peuvent-elles peser contre le rapprochement avec Ankara? Apparemment, il n'en est rien. La Turquie d'aujourd'hui serait même en passe de devenir une sorte de "modèle" pour les Arabes. Menée en janvier par l'institut turc Tesev (Turkish Economic and Social Foundation), une vaste étude d'opinion dans sept pays arabes donnait des résultats flatteurs pour la Turquie. Avec 75 % d'opinions favorables, elle est le pays non arabe le plus apprécié dans le monde arabe; 63 % jugent qu'elle a réussi la bonne "combinaison entre islam et démocratie"; autant estiment que son adhésion à l'UE ne ferait que renforcer son aura au Proche-Orient.



REFERENCIAS

• Aichoune, F. (2011). Algérie. Bouteflika chaouté par son camp. Le Nouvelle Observateur.         [ Links ]

• Altunisik, M. B. (Mayo de 2010). Research Unit on International Security and Cooperation (UNISCI). Recuperado el 13 de Septiembre de 2012, de http://www.isn.ethz.ch/isn/Digital-Library/Publications/Detail/?ots783=0c54e3b3-1e9c-be1e-2c24-a6a8c7060233& ots591=0c54e3b3-1e9c-be1e-2c24-a6a8c7060233&lng=en&id=117271        [ Links ]

• Arsu, S., & Bronner, E. (2 de enero de 2012). Gaza Premier in Turkey, in First Official Trip Abroad. The New York Times.         [ Links ]

• Ayoob, M. (1995). En M. Ayoob, Third World Security Predicament. State-making, regional conflict and the International System. Londres: Rienner.         [ Links ]

• Bolado, A. (Noviembre-Diciembre de 2009). Comité de Solidaridad con la Causa Árabe. Recuperado el 31 de Agosto de 2012, de CSCA web: http://www.nodo50.org/csca/agenda09/misc/arti63.html        [ Links ]

• Casa Árabe e Instituto Internacional de Estudios Árabes y del Mundo Musulmán. (2010). Turquía: una política exterior en expansión. Atayala Sociopolítica de Casa Árabe, 1-3.         [ Links ]

• Centro de Estudios y Documentación Internacionales de Barcelona (CIDOB). (2011). La política de defensa y seguridad de Turquía (CIDOB). Recuperado el 13 de Septiembre de 2012, de https://docs.google.com/viewer?a=v&q=cache:xlm-3UMai_cJ:www.cidob.org/ca/content/download/29294/351319/file/469-476_ANEXO_POLITICA%2BDEFENSA% 2BDE%2BTURQUIA.pdf+&hl=en&gl=co&pid=bl&srcid=ADGEESgVXZ2cgcU5mZLFE-zlPH-M2Kxk2pF-e_Dg3LBUMessX5ESHauoCaCwt8zq6ZZxB        [ Links ]

• Franchon, A. (4 de junio de 2010). Israël et la Turquie, la fin d'une époque. Le Monde.         [ Links ]

• Frazer, S. (21 de septiembre de 2012). Turkey Military Coup Plot: Court Convicts 326 Military Officers Over Attempt To Overthrow Government. Hufftingon Post.         [ Links ]

• Karakas, C. (2007). Turkey: Islam and Laicism Between the Interests of the State, politics and Society. Frankfurt: Peace Research Institute Frankfurt.         [ Links ]

• Kemal, A. (1984). Military Rule and the Future of Democracy in Turkey. Middle East Reseach and Information Projet, 12-15.         [ Links ]

• Kupchan, C. (1998). Afetr Pax Americana: Benign Power, regional Integration, and Sources of Multipolarity. International Security, 40-79.         [ Links ]

• Kürkçügil, M. (julio-agosto de 1998). Imprecor. Recuperado el 2012 de 18 de septiembre de 2012, de http://orta.dynalias.org/inprecor/article-inprecor?id=556        [ Links ]

• Montiel, É. (2008). La cultura, recurso estratégico de política internacional. Introducción al concepto. En Encuentro Andina sobre Diplomacia Cultural (págs. 17-43). Bogotá: Ministerio de Relaciones Exteriores de Colombia.         [ Links ]

• Morgenthau, H. (1993). Elements of National Power. En H. Morgenthau, Politics among Nations (pp. 124-165). Chicago: Mc Graw Hill.         [ Links ]

• Nye Jr., N. (1990). Soft Power. Foreign Policy, 153-171.         [ Links ]

• Oron, Y. (1960). En Middle East Record. Londres: George Weidenfeld & Nicolson Limited.         [ Links ]

• Rajmil, D. (2011). Israel y Turquía: crónica de una ruptura anunciada. Atenea Digital.         [ Links ]

• Rodrik, D. (21 de septiembre de 2012). Turkey's Miscarriage of Justice. The Washington Post.         [ Links ]

• Sabrina, T. (28 de abril de 2007). Turkish Military Issues Threat as Voting is Derailed. The New York Times.         [ Links ]

• Sanz, J. C. (1 de Junio de 2010). Erdogan considera "terrorismo de Estado" el asalto. El País.         [ Links ]

• Schedler, A. (2001). Comment observer la consolidation démocratique? Politique étrangère, 225-244.         [ Links ]

• Smith, H. (2003). Erdogan's veiled motives. New Statesman, 14.         [ Links ]

• Tepe, S. (2005). Turkey's AKP: A Model "Muslim- Democratic" Party. Journal of Democracy, 69-82.         [ Links ]

• The Economist (2010). A fading European dream. Will Turkey ever join the EU? The Economist, Recuperado de http://www.economist.com/node/17276372.         [ Links ]

• Ülgen, S. (13 de Junio de 2011). Revista de Prensa: "Tribuna Libre". Recuperado el 20 de Septiembre de 2012, de http://www.almendron.com/tribuna/la-otan-y-la-nueva-turquia/        [ Links ]

• Ülgen, S. (2012). Turquía: qué significan 60 años en la OTAN. (R. d. OTAN, Entrevistador)        [ Links ]

• Wilkinson, D. (1999). Unipolarity without hegemony. International Studies Review, 141-172.         [ Links ]

• Yavuz, H. (1997). Turkish-Israeli Relations Through the Lens of the Turkish Identity Debate. Journal of Palestine Studies, 22 - 37.         [ Links ]

• Zaman, A. (19 de junio de 1997). Pressured by The Military, Turkish Premier Resigned. Los Angeles Times.         [ Links ]

* Este artículo es el resultado inicial de una investigación sobre elementos no tradicionales de poder en la proyección de potencias medias tomando como caso de estudio a Turquía. Dicha investigación se lleva a cabo en el Centro de Estudios Políticos e Internacionales de la Universidad del Rosario y hace parte de la línea de estudios "Asuntos y dinámicas internacionales".

Inicio