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Revista de Relaciones Internacionales, Estrategia y Seguridad

versão impressa ISSN 1909-3063

rev.relac.int.estrateg.segur. vol.12 no.1 Bogotá jan./jun. 2017

https://doi.org/10.18359/ries.2467 

ARTÍCULO DE REFLEXIÓN
DOI: http://dx.doi.org/10.18359/ries.2467

CHILE Y LA GUERRA DE COREA. UN EPISODIO DE LA POLÍTICA EXTERIOR CHILENA*

CHILE AND THE KOREAN WAR. AN EPISODE OF THE CHILEAN FOREIGN POLITICS

CHILE E A GUERRA DA COREIA. UM EPISÓDIO DA POLITICA EXTERNA CHILENA

Cristián Garay Vera**
Javier Castro Arcos***

* El presente artículo de reflexión surge del proyecto Fondecyt Regular Chile 2011, Núm. 1120372, "Radicales y militares en los inicios de la Guerra Fría. Política internacional y estrategia militar en la política nacional 1946-1952".
** Doctor en Estudios Americanos por la USACH y Doctor en Historia por la UNED. Profesor de la Universidad de Santiago, IDEA. Grupo de Investigación de Análisis, Gestión y Resolución de Conflictos, Universidad Antonio de Nebrija (Madrid). El presente es parte del proyecto Fondecyt Regular 2011, Núm. 1120372, "Radicales y militares en los inicios de la Guerra Fría. Política internacional y estrategia militar en la política nacional 1946-1952". Investigador principal. cristian.garay@usach.cl Parte del trabajo de recopilación se debe al ayudante de la investigación Alfredo Damiasso Passarella.
*** Becario Doctoral CONICYT del programa de Doctorado en Historia de la Universidad de los Andes, Santiago de Chile. Magíster en Historia, Universidad de los Andes, Santiago de Chile. Magister en Estudios Internacionales por el Instituto de Estudios Avanzados (IDEA) de la Universidad de Santiago de Chile. javiercastro@oikonomos.cl

Referencia: Garay Vera, C., Castro Arcos, J. (2016). Chile y la guerra de Corea. Un episodio de la política exterior chilena. Revista de Relaciones Internacionales, Estrategia y Seguridad. 12(1). pp. 131-157. DOI: http://dx.doi.org/10.18359/ries.2467

Recibido: 5 de mayo de 2016
Evaluado: 15 de julio de 2016
Aprobado: 26 de agosto de 2016


RESUMEN

La Guerra de Corea en el ojo del huracán durante la Guerra Fría. Escenario de tensión que en sus inicios implicó a Latinoamérica, y que problematizó la posición chilena. ¿Hubiese sido factible la participación efectiva de sus Fuerzas Armadas en los albores de la Guerra de Corea, como parte de una estrategia diplomática de alineamiento anticomunista? La diplomacia chilena se tentó del conflicto como escalera política de posicionamiento internacional, no exclusivamente ligada a Washington. El objeto es analizar el enfrentamiento bélico significativo dentro del contexto de la Guerra Fría, que generaron planificaciones y cálculos chilenos como participante latinoamericano del enfrentamiento Este-Oeste. Los resultados se develaron en una estrategia plagada de variables con predominio económico y diplomático. Sin embargo, la estrategia central, continuaba siendo la consideración de la ideología transversal de contención -tan propia de la Guerra Fría -, y que por ende, se sometía inmediatamente a lógicas estratégicas de alianzas en Seguridad Hemisférica. Para la realización de la investigación, se utilizó una metodología basada en el análisis documental de archivos inéditos, fuentes diplomáticas y de orden secundario.

Palabras Clave: Chile Contemporáneo; Guerra de Corea; Guerra Fría; Relaciones civiles-militares.


ABSTRACT

The Korean War was in the eye of the hurricane during the Cold War. It was a stage of tension that included Latin America during its first years, and posed a problem to the Chilean position. Would had it been wise for Chile to effectively participate by means of its Armed Forces in the earliest years of the Korean War as part of a diplomatic strategy of anti-communist alignment? The Chilean diplomacy was tempted to take part in the conflict as a sort of international political positioning stairway, one that was not exclusively linked to Washington. The object of this study is to analyze this meaningful military conflict in the context of the Cold War, where Chile planned and calculated its participation as a Latin American nation in the East-West confrontation. The results evidence a strategy with multiple variables, most of them economically and diplomatically oriented. Nevertheless, the main strategy was still the consideration of a transversal ideology of contention - proper to the Cold War -; one that therefore was immediately subjected to the strategic logic of alliances for Hemispheric Security. In order to carry out the research, a methodology based on documentary analysis of unreleased files, diplomatic sources, and other secondary means was used.

Keywords: Contemporary Chile; Korean War; Cold War; Military-Civil Relations.


RESUMO

A guerra da Coreia no olho do furacão durante a Guerra Fria. Cenário de tensão que nos seus inicios implicou a América Latina e que problematizou a posição chilena. Teria sido exequível a participação efetiva das suas Forças Armadas nos amanheceres da Guerra da Coreia como parte de uma estratégia diplomática de alinhamento anticomunista? A diplomacia chilena se acolheu do conflito como escada política de posicionamento internacional, não exclusivamente ligada a Washington. O objeto é analisar o enfrentamento bélico significativo dentro do contexto da Guerra Fria, que geraram planejamentos e cálculos chilenos como participante latino-americano do enfrentamento Leste-Oeste. Os resultados se revelaram em uma estratégia pragada de variáveis com predomínio econômico e diplomático. Sem embargo, a estratégia central, continuava sendo a consideração da ideologia transversal de contenção- tão própria da Guerra Fria- e que por tanto, se submetia imediatamente a lógicas estratégicas de parcerias em Segurança Hemisférica. Para a realização da pesquisa, foi utilizada uma metodologia baseada na análises documental de arquivos inéditos, fontes diplomáticas e de ordem secundária.

Palavras-chave: Chile Contemporâneo; Guerra de Coreia; Guerra Fria; Relações civis-militares.


Introducción

El objeto de esta investigación es relacionar los inicios de la Guerra de Corea, enfrentamiento armado significativo de la Guerra Fría, con las planificaciones y cálculos que se realizaban acerca de la situación de Chile como participante del enfrentamiento Este-Oeste. Dando por descontado que este panorama era tributario de una temprana alineación, y que ella se veía reflejada en la confianza en Estados Unidos y su liderazgo. En este contexto, Chile añade sus particulares intereses y objetivos, asociados pero distintos a los de la lucha ideológica mundial. En este caso su confrontación vecinal con Argentina.

Otro elemento adicional fue el tema doméstico. Chile tenía una adelantada "Guerra fría" al discutir la salida y proscripción de los comunistas de su sistema democrático liberal en 1947.1 En este sentido hay una temprana interacción entre el escenario internacional y el interno, mutuamente en interrelación o en feedback. En este sentido hay paralelismo entre la contienda entre el Gobierno radical y los comunistas que se traduce en la Ley de Defensa de la Democracia (1948). Inevitablemente esta acción establece simpatías inmediatas respecto de la contención que hacía Washington del comunismo y el sovietismo.

La pregunta de ¿era la contención interna de los comunistas en Chile impulso de una participación activa chilena de la contención en Corea? En principio la respuesta podría ser negativa si no fuera porque nuestra investigación sugiere que la respuesta política fue positiva y se revirtió por una negativa evaluación militar de sus capacidades en el terreno. Los motivos y matices de esta contradicción en el gobierno chileno es el objetivo de este artículo.

En este sentido, utilizamos los Archivos del Ministerio de Relaciones Exteriores (AMRE), archivos de la Presidencia González Videla contenidos en el Archivo Nacional de Chile, y las Memorias inéditas del General Guillermo Barrios Tirado, como base del clima interno que precedió a las evaluaciones para una toma de decisión sobre el conflicto coreano de parte del Gobierno chileno. De ahí nace nuestra convicción de las evaluaciones de la guerra como una tentación para la participación.

El prestigio internacional: la sombra de Naciones Unidas

La Guerra de Corea se encontraba en el ojo del huracán mundial. Fue además el único caso del periodo 1947- 1989 en que se asistió a una defensa colectiva de un miembro de Naciones Unidas basada en el principio de la seguridad colectiva. Así, la diplomacia chilena vio a este conflicto como una ocasión para quedar bien posicionado respecto de la comunidad internacional y no solo ante Washington. Esta distinción nos parece interesante, ya que el Presidente Gabriel González Videla había pensado en un sistema de seguridad colectivo democrático a cargo de Naciones Unidas (Garay & Soto, 2013).

Por otro lado estaba el temor del costo de un incremento del conflicto a nivel mundial. Iniciada la Guerra entre las Coreas, El Mercurio informaba,

    Cúmplenos solamente ahora tratar de atisbar las derivaciones posibles de la peligrosísima situación fríamente planteada por el Comunismo a las Naciones Unidas y al mundo no sometido a su dictado. Ateniéndonos a los antecedentes históricos y a la auténtica significación del imperialismo ruso, una cosa aparece con claridad meridiana; una capitulación -al estilo de Munich - que consistiera la unificación de Corea bajo régimen comunista sería un paso más hacia la guerra mundial número tres, aunque de momento pareciera proporcionar un respiro de paz al mundo. Las Naciones Unidas y Norteamérica quedarían como la vieja Sociedad de las Naciones y los Aliados europeos quedaron después de sus capitulaciones ante Mussolini e Hitler. En consecuencia, la línea de conducta parece no ofrecer opción: la NU y Norteamérica se ven obligadas a llevar hasta sus últimas consecuencias -con toda serenidad a la luz del mundo entero - la actitud que han iniciado. Sin lugar a dudas, si Rusia no retrocediera, esto podría conducir también a la guerra universal". (El Mercurio, martes 27 de junio de 1950. p. 3)

Para varios sectores la Guerra de Corea era el preámbulo de la tan anunciada y temida III Guerra Mundial, vaticinio expresado de modo muy concreto en el pacifismo de Gabriela Mistral - reconocida con el título de Cónsul chilena en Nueva York (1953 )- que inspirada en cientos de cartas de las más diversas personalidades, manifestaba su preocupación por la posibilidad de una nueva catástrofe internacional, donde el asunto coreano se percibía como modelo de prueba de una escalada beligerante de proporciones nucleares. Mistral acogería las voces y daría a conocer una crítica llamada "La palabra Maldita" -refiriéndose a la palabra "Paz" "- en la que atendía los recientes sucesos y sentimientos de la opinión pública en torno a Corea,

    "¡Basta! -decimos - ¡basta de carnicería! (...) Tengan ustedes coraje, amigos míos. El pacifismo no es la jalea dulzona que algunos creen; el coraje lo pone en nosotros una convicción impetuosa que no puede quedársenos estática. Digámosla cada día en donde estemos, por donde vayamos, hasta que tome cuerpo y cree una "militancia de paz" la cual llene el aire denso y sucio y vaya purificándolo". (Mistral, 1978)

Pero más allá de los sentimientos humanitarios de la Mistral, la diplomacia chilena dependía de los intereses nacionales, divididos entre aquellos de prestigio internacional y de liderazgo -propiamente incorpóreos - y los de naturaleza material que constituyen otro impulso potente en las relaciones internacionales.

La mayor resistencia era lógicamente la proveniente de sectores por Moscú. Pero en ese sentido la participación de los comunistas en el movimiento por la paz fue contemporánea al conflicto. Tanto porque el Congreso de los Pueblos por la Paz realizado en Wroclaw, en Polonia, fue el modelo de la resistencia a cualquier alineamiento con Estados Unidos, y desde, como dice Judt, "... 1949 hasta la muerte de Stalin, la "'Paz" ' fue la clave de la estrategia cultural soviética" (Judt, 2012). Al año siguiente, 1950, un mes después de iniciada la Guerra de Corea, Dean Acheson, secretario de Estado, advirtió del Congreso de Paz Mundial reunido en Estocolmo, reunido antes en Nueva York y París, para llamar a la paz mundial. Una maniobra que el embajador Nieto del Río calificaba de "hábil maniobra comunista"2. Advertencia que se inspiraba en las declaraciones de Acheson, que la calificaba de "un artificio de propaganda en la falsa 'ofensiva de paz ' de la Unión Soviética"3. Y el comentario sobre la Guerra de Corea era totalmente pertinente al llamamiento para la autoridad estadounidense:

    "En lo que respecta al segundo punto, que dice primordialmente que cualquiera nación que emplee armas atómicas cometerá un crimen contra la humanidad y deberá ser calificado como un criminal de guerra, es muy obvio que esto constituye una posición cínica para enfrentar el problema. El verdadero crimen contra la humanidad es la agresión y específicamente el deliberado recurrimiento (sic) a la agresión armada en desafío de las Naciones Unidas."
    Los criminales de guerra son aquellos que aprueban tales actos. Las armas usadas estén en perfecta relación con el crimen. En esta forma los comunistas a través del mundo han negado los propósitos de Estocolmo al ayudar a la agresión norcoreana."
    "Con anterioridad el ataque no provocado de las fuerzas armadas de Corea del Norte contra la República de Corea, se ha sabido que más de la mitad de la población de Corea del Norte firmó la petición. Este es el mejor ejemplo de la elemental hipocresía que existe en el "llamamiento a la paz" de los comunistas".4

Entremos en detalle. Apenas producida la invasión norcoreana, el Gobierno informa de su solidaridad con Estados Unidos y la decisión de Naciones Unidas de contener la agresión. El propio canciller comunica que la nota enviada al Secretario General de NNUU debe enviarse al Presidente Truman. Walker dice "En relación con conversación telefónica de S.E. con US, ruego hacer llegar a Presidente Truman cable enviado por infrascrito a Secretario General de las N.U. y manifestarle en nombre Presidente González Videla, que Chile acompaña a EE. UU., en este momento decisivo y se solidariza con actitud adoptada por Presidente Truman en defensa de los principios que informan la Carta de las Naciones Unidas y de cuyo respeto depende la suerte del mundo civilizado".5 Al mismo tiempo mostrando un franco repudio a la actitud y doctrina sustentada por la Rusia Soviética (El Mercurio, miércoles 28 de junio de 1950. p. 29). En el texto enviado al Secretario General de Naciones Unidas, Trygve Lie, se anticipa una posición favorable a una actitud más activa de Chile. En efecto, se comunicaba que además de protestar por la "agresión comunista no motivada a Corea del Sur y adhesión decidida a la posición y resoluciones adoptados por Consejo de Seguridad, las que significan fiel cumplimiento Carta Naciones Unidas y defensa seguridad internacional.6 Públicamente, el Presidente González Videla enfatizaba que por ahora "la cooperación de Chile consistirá en asegurar aprovisionamiento regular y adecuado cobre, salitre y otros materiales estratégicos a países a cargo operaciones" (El Mercurio, sábado 1 de julio de 1950).7

El 3 de agosto de 1950 la Embajada de Chile en Washington comunicaba, a más de un mes de iniciarse la Guerra de Corea, por medio del Ministro Walker, que la Delegación chilena en Estados Unidos como otras, estaba desorientada respecto de la "mejor forma de prestar su respaldo a acción Naciones Unidas frente agresión comunista a Corea del Sur". En el punto 2º de la comunicación se expresaba taxativamente:

    "2. Pensamos es indispensable fuerte apoyo moral a Naciones Unidas en actuales circunstancias y que exista coordinación en el esfuerzo económico o militar que naciones Americanas deban llevar a cabo.- Creemos que el frente político debe también actuar en la forma más firme posible".8

Aquí se desliza la idea de la coordinación económica o militar en el conflicto de Corea más allá de la solidaridad moral. Es que participar en Corea a la sombra de Naciones Unidas, se avizoraba como una beneficiosa opción que garantizaba cierto blindaje interior, que a la vez, resguardaba las críticas pro-comunistas en el debate criollo. Sin embargo, era necesario también, no perder la oportunidad de crecer en protagonismo regional. La vía diplomática sería explotada, para hacer ver desde Naciones Unidas, el compromiso chileno con el bloque occidental. Para los expertos chilenos la política exterior chilena ha atribuido desde su creación una destacada importancia a su participación en esta Organización y ha considerado respecto de determinados temas, que constituye el foro más autorizado para generar acuerdos fundamentales de la comunidad internacional, promover intereses y plantear iniciativas de cooperación.9

Tiempo más tarde, el Secretario General de Naciones Unidas al cual le competió la difícil decisión de entrar al conflicto de Corea, Trigve Lie, exponía la relevancia de la operación no solo para la misma Corea, sino que también, para la conformación definitiva de Naciones Unidas, considerando a los países que realmente se habían comprometido con el Organismo en la propia acción, tanto militar como diplomática,

    "Las grandes potencias habían convenido originariamente que el pueblo coreano habría de obtener la plena libertad en 1950. En lugar de esto lo que recogieron fue la tragedia. La agresión en Corea también podría haber hundido a las Naciones Unidas; pero allí, en el continente asiático las Naciones Unidas vencieron la prueba y sentaron un primer precedente de policía armada internacional en el campo de batalla. Y aunque su Secretario General fue gravemente criticado por aquellos que apoyaban al agresor, yo considero mi postura en Corea como el acto mejor justificado de los siete años que estuve sirviendo a la paz." (Lie, 1957:375)

Hernán Santa Cruz, ícono de la diplomacia chilena -quien además participó en la redacción de la carta de las Naciones Unidas - denota el papel de relevancia que adquirió América Latina entre 1947 y 1953 en la agenda de Naciones Unidas, (...) Entre los años 1947 y 1948, los países de la periferia que actuaban en Naciones Unidas, en la Asamblea General y en los Consejos de la Organización, obtuvieron una serie de éxitos, tales como la creación de la CEPAL. (...) -Sin embargo -, aquella situación lograda por las naciones periféricas varió en forma drástica en 1953. Perdió fuerza el "espíritu de San Francisco". La Guerra Fría que había comenzado ya en 1948, subió de temperamento en muchos grados, cuando explotó en 1950 la guerra en Corea (Santa Cruz, 1993).

El Gobierno estadounidense, convencido de estar dando una "oportunidad" a los países latinoamericanos, buscó asimismo enrolar a algunos de los vecinos en la lucha de Corea. Saúl Hernández comenta que en primera instancia el interés norteamericano se dirigió a países con un alto nivel demográfico y con posibilidades logísticas propias, como lo eran Argentina, Brasil y México. Además, los dos últimos países habían combatido exitosamente junto a las tropas aliadas en la Segunda Guerra Mundial, lo cual los hacía más útiles en los aspectos militares, por el adoctrinamiento recibido (Rodríguez, 2004:98).

En el caso argentino, el canciller Hipólito Paz declara en sus memorias el momento de "tentación" para restablecer las relaciones argentinas con Estados Unidos, "(...) Pensé que era el momento oportuno de dar un paso, en apariencia osado pero no costoso, que significaría un avance importante en la recomposición de las relaciones con Estados Unidos" (Paz, 1999). Simonoff agrega que aunque, según el Canciller, a pesar del acuerdo inicial y del mensaje enviado a Washington, Perón "dio un paso al costado" y afirmó el 18 de julio de 1950 que se haría lo que el pueblo quisiese y que ninguna gota de sangre argentina sería derramada en Corea. (...) En la reunión de la OEA se aprobó la contribución económica y una cooperación militar simbólica. La posición de la Argentina era no sumarse a Estados Unidos en lo bélico, pero a la vez cumplir con el TIAR y que la OEA actuara como bloque. (Simonoff, 2006:376)

Como bien se conoce, de toda Latinoamérica, únicamente Colombia participó con tropas y unidades navales en el conflicto de Corea, bajo el argumento de "defender la civilización Cristiana" y "evitar que la iniquidad domine la Tierra" (El Siglo Bogotá, 13 de mayo de 1951). Gobernando Laureano Gómez en medio de un conflicto social y una insoportable ola de violencia que se venía arrastrando desde 1948 (" El Bogotazo"), inexplicablemente se envían tropas colombianas con el fin de aprovechar la oportunidad concedida y de esa manera construir la relación más profunda y amistosa que Estados Unidos ofrecía a quienes le acompañaban a la batalla. Al día de hoy, se aprecia la huella colombiana en la inscripción de un monumento conmemorativo a la participación colombiana en la guerra de Corea. Inchon, Corea del Sur:

    "(...) Gallardos soldados de Colombia, nacidos en el espíritu del Mar Caribe. Pusisteis en alto el estandarte de las Naciones Unidas luchando por la libertad y por la paz. 611 de vuestros nobles guerreros vertieron por último su sangre. Para vuestra eterna memoria, erigimos, y dedicamos este monumento." (Caicedo, 1997)

En la misma línea, Anastasio Somoza informado por la United Press de la declaración de Guerra de Corea bolchevique contra Corea meridional explicó, "Tal declaración debe poner en estado de alarma a la democracia latinoamericana, porque pudiera significar el primer paso de Rusia hacia la tercera guerra mundial. Nicaragua, aunque pequeña, es tradicionalmente guerrera y apostaría su espíritu combativo en favor de Estados Unidos y la democracia." (La Hora, lunes 26 de junio 1950, p. 10).

Visto así, Chile no se encontraba necesariamente "nadando contra la corriente" entre las posiciones adoptadas por sus vecinos -aun cuando existían matices de opinión -, pues tras el desenlace coreano, Latinoamérica abandonó poco a poco su posición de mediadora y se alineó al lado de Occidente, en los debates del Consejo de Seguridad estuvo acorde con los EE. UU., atacó la agresión de Corea del Norte y la consideró como una amenaza a la paz y seguridad internacional (varios de ellos pidieron sanciones para China en 1951). Como lo corrobora Laredo, cuando el caso pasó a la Asamblea General -en razón de la resolución "Unión pro Paz "- la actitud latinoamericana siguió alineada con la de Estados Unidos y contra el mundo comunista. Durante la acción de la ONU en Corea, diecisiete Estados latinoamericanos ayudaron voluntariamente a la Organización, pero sólo Colombia envió contingentes nacionales. Desde Corea en adelante Latinoamérica consolida más y más su posición con EE. UU. y con Occidente. (Laredo, 1964:594)

En agosto de 1950 la embajada chilena en Estados Unidos advertía de la urgencia de tomar una posición debido a la inminente consulta acerca de una eventual participación chilena en la guerra. Pero a la vez, se colocan los pies sobre la tierra respecto del poder de negociación latinoamericano, que estaba bregando por obtener compensaciones de Estados Unidos. Aspecto que además era subrayado por la petición del entonces Secretario General para evaluar la forma de asistir militarmente a las fuerzas de Naciones Unidas. Cualquier fórmula, razonaba el embajador Nieto del Río, era necesario consultarla simultáneamente con el Departamento de Estado y la OEA, y sería el marco de cualquier petición chilena.

Precisamente una característica de la intención de desplegarse política y militarmente desde Chile era que el enfrentamiento estaba visto en un esfuerzo colectivo de los países latinoamericanos, en un marco multilateral, que minimizara el efecto de un conflicto que podía tener un costo eventualmente muy sangriento.

Por ello el Ejecutivo chileno estudia, de acuerdo al diagnóstico de su cuerpo diplomático, la posibilidad de una cooperación militar de Chile. Esta idea va subiendo su intensidad hasta que se descubre que la eventual participación chilena tropieza con la realidad material del país y de sus fuerzas armadas, y con que la participación chilena puede ser modesta salvo que se le dan armas, equipos y entrenamiento más adecuado a un conflicto real.10 La dosis de autocrítica era evidente en este caso, donde las apreciaciones internas respecto de la debilidad militar eran subidas de tono entre sus oficiales.11 En relación a lo anterior, Joaquín Fermandois, hace hincapié en señalar que "los Norteamericanos, para poner énfasis en lo de "fuerzas de las Naciones Unidas", solicitaron envío de tropas, aunque sea simbólica. Para Chile era un símbolo que políticamente no podía permitirse; para tanto no alcanzaba el alineamiento con Estados Unidos" (Fermandois, 2005). Sin embargo, si Chile hubiese contado con la logística, abastecimiento y reserva militar necesaria ¿habría sido posible la participación chilena en la Guerra de Corea? La expulsión del Partido comunista chileno en 1948, no fue un mero símbolo, por el contrario, fue una operación concreta que costó muchos esfuerzos políticos al Gobierno de González Videla. Convencido de que se encontraba ad portas de una Tercera Guerra Mundial (Huneeus, 2009:146), su gobierno apostaría a cualquier esfuerzo contra el Comunismo que amenazara, en su concepto, su seguridad y la del bloque occidental en la que se incluía.

En entrevista exclusiva con Ercilla, el Presidente Gabriel González Videla aseveraba que el comienzo de la Tercera Guerra Mundial era inminente, por lo que debían preveerse las medidas anticipatorias para fortalecer, vigilar y controlar el "frente interno", en lo que además involucraría un conflicto del Occidente contra el Oriente.

    La Moneda cree que en caso de que venga el conflicto, los comunistas se quitarán sus camisas chilenas y aparecerán con sus camisas rusas. Como soldados disciplinados y amantes de una potencia extranjera empezarán a gatillar sus ametralladoras en el lugar que se les indique: sabotajes en las industrias y medios de transporte; campaña de rumores: mítines callejeros, vasto oleaje de huelgas, etc. Los comunistas -dijo GGV - harán esto y mucho más con la mayor audacia: porque son fanáticos y porque están convencidos de que así defenderán la causa de la paz... rusa que se logra después del aplastamiento de todos los países democráticos por la guerra. El tiempo me está dando la razón, la provocación comunista en Corea es un eslabón más del avance armado de Rusia para conquistar nuevas posiciones estratégicas. Por suerte, esta vez la democracia reaccionó de inmediato. A la provocación se respondió con la movilización armada de las fuerzas de aire, mar y tierra de los EE. UU. e Inglaterra. Ahora se respondió al reto comunista, y Rusia o tendrá que darse por notificada que empezó la guerra con todas sus consecuencias o tendrá que retroceder. (Ercilla, martes 4 de julio de 1950, p. 4)

González Videla enfatizó la importancia del papel chileno en la contribución de material estratégico. Indicando además, que a causa de los enemigos internos de la democracia, esta decisión informada desde la Cancillería implicó de inmediato una triple vigilancia sobre los centros productores de materias estratégicas y la decisión de impedir ahora, de cualquier modo, un conflicto huelguístico como "... los que acaban de ser solucionados por Ruperto Puga en Chuquicamata, María Elena y Tocopilla." (Ercilla, martes 4 de julio de 1950, p. 4). Lo anterior, haciendo referencia a que días de iniciado el conflicto entre las Coreas, y apenas conocido públicamente el aporte en minerales chilenos, se originaron huelgas de los obreros portuarios en el norte grande, negándose a cargar envíos de salitre. El Ministro del Interior, Pedro Alfonso Barrios, expresó: "Tenemos conocimiento que esta actitud de los gremios portuarios, como también la de sindicatos salitreros que se mantienen en huelga, obedecería a un plan coordinado de actividades comunistas tendientes a provocar perturbaciones en la producción nacional destinada a proporcionar elementos estratégicos a los países que han decidido detener los planes expansionistas de los soviéticos" (El Mercurio, domingo 2 de julio de 1950, p. 40). González Videla recalcaba, "... Existe una sugestiva coincidencia en el tiempo entre los sangrientos sucesos coreanos provocados por los comunistas y los conflictos sociales también agitados por ellos en la zona norte de Chile" (El Imparcial, 27 de junio de 1950). Esta sincronización que interpretaba el presidente chileno ciertamente era exagerada pero conectaba la política local con el gran juego del poder mundial.

El Partido Comunista respondió más tarde, a través de su órgano oficial, la revista Principios, calificando de "títere norteamericano" a Gabriel González Videla, a causa de proporcionar apoyo a Naciones Unidas y Estados Unidos en la situación coreana, lo que significaría guerra, colonización imperialista, sumisión, crisis, miseria, regresión y fascismo,

    "Los hogares de nuestro pueblo conocen hoy las mayores privaciones, el hambre se extiende por el país, las madres sienten la angustia de no poder alimentar a sus hijos, se encuentran abandonadas la enseñanza y la salubridad, la corrupción está entronizada en el poder, la producción industrial disminuye, el comercio es coartado por la restricción del mercado consumidor, la agricultura cae en la bancarrota y el país retrocede en todos los órdenes, como consecuencias del brutal alineamiento de Chile en el campo de los enemigos de la humanidad, que han ordenado sacrificar la nación para los preparativos de una tercera guerra mundial." (Pérez, 1951:3)

Las declaraciones y suposiciones frente al papel chileno ante el conflicto coreano fueron matizadas de acuerdo a los enclaves ideológicos locales, y a los ritmos de tensión doméstica y/o global que pusieran de manifiesto la urgencia de la guerra. Lo cierto, es que las posibilidades de participación directa nunca quedaron del todo desestimadas, aún el Washington Post aseveró la participación de más de cien efectivos chilenos listos para enrolarse y combatir en Corea,

    Chile Reports over 100 volunters for fighting, Santiago, Chile, July 18. National Defense Ministry sources said today that more than 100 chileans and foreigners have volunteered to fight in the Korean war. (The Washington Post, 19 de julio de 1950, p. 2)

Chile no enviaría jamás a Corea aquellos cien voluntarios, por el contrario, las limitantes logísticas, las contiendas partidarias internas, y el peso de la realidad técnica en asuntos militares, terminarían por enfocar los esfuerzos nacionales en prepararse para la tercera guerra mundial, bloqueando la influencia socialista como símbolo de la lucha global en territorios locales y abasteciendo materialmente las líneas de producción armamentística contra la Corea comunista.

Una explicación estadounidense a la inactividad militar chilena

Paul Edwards, en su Historical Dictionary of the Korean War, sostiene que la respuesta chilena en la estrategia interamericana significaba no solo el apoyo político y diplomático, sino que también el envío de tropas al campo de guerra coreano, pero ... "Chile se negó a enviar tropas en apoyo a la acción de las Naciones Unidas por falta de apoyo interno, pero durante el curso de la Guerra, esta nación latinoamericana suministró material estratégico de guerra." (Edwards, 2010)

Esta conclusión está refrendada por las explicaciones y roles asignados desde el Estado Mayor Conjunto del Ejército Norteamericano en coordinación con sus asesores diplomáticos para América Latina. Este organismo asumió por conclusión que, a consecuencia de las falencias logísticas y a factores tan básicos como la lejanía geográfica, muchos de los países latinoamericanos no podían ser partícipes directos en terreno asiático, por lo tanto debía examinarse la manera de colaboración estratégica entre estos y la cuestión coreana. A países como Chile, Paraguay, Cuba o Nicaragua se les encomendó la tarea de aprovisionamiento de material estratégico. Un oficio del Estado Mayor Conjunto revela una explicación más clara de la decisión,

    "(...) Como estos países ofrecen suministrar material estratégico y no unidades de combate, esta oferta debe ser considerada por el Departamento de Estado y por otras agencias de los Estados Unidos, más bien que por el Estado Mayor Conjunto. El material estratégico normalmente producido por tales países siempre ha sido buscado por el nuestro. Los materiales son los siguientes:
    Chile: Cobre, Maganeso, Chemical Grade, y metalurgical grade. (...) Si pueden proveer estos materiales especificando la forma de compra, el gobierno de los Estados Unidos puede aprovechar tales ofertas. Por consiguiente sugiero que ellas sean diferidas al Servicio Federal de Suministro del Servicio General de Administración, el cual las examinará en relación con la situación actual de los depósitos.12

El aporte chileno sería elementalmente supeditado al envío de Cobre. Tal como lo expone James Cookcroft, las exportaciones chilenas de cobre tuvieron un gran auge durante la segunda guerra mundial, dado que era un metal estratégico utilizado en la fabricación de aviones y municiones, y Chile tenía el 30% de las reservas conocidas de cobre del mundo. Durante la Guerra de Corea, a principios de los cincuenta, la producción de cobre volvió a crecer y hubo un intento continuo de diversificar la economía (Cockcroft, 2001).

La facilidad que se entregó al Gobierno Americano para obtener a un menor costo y con impuestos bajísimos grandes cantidades de cobre, traería repercusiones al inicio del segundo gobierno de Carlos Ibáñez del Campo, debido a que se produjo un significativo debate originado en el hecho de que las dos grandes empresas norteamericanas filiales de Kennecott y Anaconda vendieron varias veces su cobre a precios propuestos por EE. UU. (...) En 1951, al inicio de la guerra de Corea, el gobierno de EE. UU. fijó un precio de 24,5 c/lb al cobre de las empresas norteamericanas en circunstancias que el precio LME era de 54,5 c/lb. Esto originó -de acuerdo a Augusto Millán - que se dictara en 1952 la Ley No. 10.255, que facultaba al fisco para adquirir el 20% de la producción de El Teniente, Chuquicamata, y Potrerillos al bajísimo precio de 24,5 c/lb y revenderlo al precio del mercado mundial obteniendo un sobreprecio para el Estado, lo que originó protestas del gobierno de EE. UU. (Millán, 2006 - Fermandois, 2009 - The Washington Post, 30 de junio de 1950, p. 22). A pesar de lo anterior, durante 1950 y mediados de 1952 el compromiso chileno se cumplió, haciendo valer la premisa de resguardar al Mundo Occidental del Comunismo, a través de un material estratégico relevante como lo era el cobre.

El panorama estratégico era construido desde variables que implicaban factores de orden económico y diplomático. Sin embargo, la estrategia central continuaba siendo la consideración de la ideología transversal de "contención" -tan propia de la Guerra Fría -, y que por ende se sometía inmediatamente a lógicas estratégicas de alianzas en Seguridad Hemisférica. Especialistas militares están de acuerdo en razonar que las iniciativas estadounidenses se materializaban en el contexto de una estrategia de seguridad de ese período tenía como objetivo la contención del comunismo a nivel mundial. Sobre todo a partir de los sucesos de la Guerra de Corea, en 1950, "que significó un cambio de estrategia, desde una contención soviética circunscrita a Europa a una contención global" (Griffiths, 2011). Chile, sería parte del muro de defensa y seguridad en la región latinoamericana que se consolida en torno a la guerra coreana. William Stueck y Joseph Smith, de manera particular, se remiten a señalar exclusivamente con base en el caso coreano, lo siguiente:

    "The Korean conflict provided an opportunity to consolidate the Western alliance and to develop military strength commensurate with U.S. commitments abroad. The U.S. response to the North Korean attack had eliminated doubts in Europe that the United States would respond forcefully to a Soviet military challenge" (Stueck, 1995).
    "The Korean War, however, exposed a divergence of opinion over how to respond to the external Communist threat. (...) Under the US Mutual Security Act of 1951, designed to promote the common defense of the hemisphere, twelve Latin American governments signed treaties with the United States for the provision of weapons and training." (Smith, 2005)

El conflicto coreano sería clave en la construcción de un modelo de seguridad global occidental, no bastaba con la OTAN. La OEA también se alineaba por medio del Tratado Tripartito de Seguridad (1951) e iniciaba una fase de defensa común hemisférica contra la insurgencia comunista, en la que se destacaba la formación y promoción militar norteamericana, que sin lugar a dudas dejaría su impronta desde mediados del siglo XX latinoamericano. Dentro de este panorama estratégico, Chile fue un actor regional medio que hasta fines del gobierno de González Videla se ancló a la voluntad norteamericana hasta donde sus fuerzas y recursos se lo permitieron, pues ideológicamente la confianza en la planificación global de EE. UU. fue indubitable.

El interés diplomático chileno

En Washington el personal de la embajada13interpretaba los nubarrones de la guerra como una forma de legitimarse en el escenario internacional y de conciliar sus intereses nacionales con la seguridad hemisférica promovida por EE. UU. Pero la realidad nacional era otra cosa. No hay dos miradas que disientan de la idea de la pobreza material de las fuerzas armadas. La ausencia de un mecanismo capaz de dar apoyo coactivo a una acción era la evidencia que se iba imponiendo y cambiando poco a poco el foco de la discusión.

De todas maneras el colectivo latinoamericano apostaba a favor de EE. UU.14, y Chile, aseguraba su contribución por medio de la presencia diplomática en Naciones Unidas.

En octubre de 1950, la delegación chilena fue parte de la Comisión de Ocupación del Territorio recuperado por Naciones Unidas, teniendo por objetivo asegurar una posible unificación y el desarrollo de una nación independiente y democrática,

    "Following up on the victory after the successful Inchon Landing, the United Nations sought to move toward unification of Korea. This commission, created under the United Nations Resolution 376, 7 October 1950, consisted of representatives from Australia, Chile, The Netherlands, Pakistan, the Philippines, Thailand and Turkey. Although its immediate goal was to represent the United Nations in occupied territory, it was also charged with efforts to bring about a unified and independent democratic nation." (Edwards, 2010:301)

En julio de 1951, el embajador norteamericano en Chile, Claude Bowers enviaba al Ministro de Relaciones Exteriores don Eduardo Yrrarazaval Concha, comentarios acerca de la manera en cómo se estaba llevando a cabo la misión de Naciones Unidas en Corea. Para el embajador estadounidense la operación de Naciones Unidas tenía así una legitimidad transversal, donde Chile se podía -y debía - sumarse,

    "(...) Al actuar oponiéndose a la agresión comunista en Corea, las Naciones Unidas dieron un ejemplo imponente de la vindicación de la función de la ley en asuntos internacionales. En esta forma la Organización justificó su existencia y evitó caer a una posición de autoridad más bien nominal como fue el caso de la Liga de las Naciones que no pudo actuar en casos similares de agresión militar. Cincuenta y tres naciones miembros de la Organización de las Naciones Unidas apoyaron oficialmente la acción en Corea. Las diferencias que haya podido suscitarse desde entonces entre las naciones miembros en lo que se refiere a la conducción de la campaña de Corea no hacen sino confirmar el hecho de que la Organización de las Naciones Unidas es genuinamente democrática y no está dominada por miembro alguno de camarilla.
    El Gobierno de los Estados Unidos de América tiene la ferviente esperanza de que los Gobiernos de otras naciones del mundo libre adopten medidas enérgicas semejantes. Agradecería algunas indicaciones de parte del Gobierno de Vuestra excelencia en cuanto a sus puntos de vista y planes sobre esta materia y en cuanto a las medidas tomadas o que habrán de tomarse con el fin de llevar al pueblo de Chile a una comprensión clara de la naturaleza desleal de esta propaganda comunista de "paz" como asimismo de la enormidad del plan comunista para socavar y obstruir el funcionamiento de las Naciones Unidas".15

Con el propósito de sentirse parte del acontecer mundial, y del "mundo libre", Chile continuaba marcando sus posiciones en la demarcación que imprimía la hoja de ruta norteamericana en plena Guerra de Corea. La que a fin de cuentas sirvió a EE. UU. para un doble objetivo inmediato: reforzar los lazos económicos y militares que favorecen la dependencia de los países latinoamericanos y, al mismo tiempo y como consecuencia, combatir el nacionalismo de cada uno de ellos y de la nación latinoamericana toda. Urán se empeña en asentar esta tesis, "(...) Puede decirse que uno de los principales objetivos de la solidaridad internacional artificialmente montada para los países del Tercer Mundo alrededor del conflicto Este - Oeste es la disolución de sus respectivos nacionalismos." (Urán, 1986, 63). De esta manera, la estrategia anticomunista ideológicamente comandada por EE. UU. y operativamente anclada a la figura de las Naciones Unidas implicaba una multiplicidad de efectos en la política regional latinoamericana que iban desde situar al Continente en el Bloque Occidental, proveer la conciencia del "enemigo interno" en cada país latinoamericano, desarrollar una estratégica de seguridad hemisférica, y aplacar los posibles populismos y nacionalismos tan típicos en el continente: terminando por configurar el proceder de los eventos que serían historia, principalmente durante las décadas de los años 60 y 70 en América Latina.

La tentación de la participación directa

Si de algo sirvió la autocrítica militar fue para acelerar la urgencia de compras militares. Para ello hay que observar la búsqueda de adquisiciones militares. En noviembre 20 de 1950 el Vicealmirante Carlos Hevia, comandante en Jefe de la Armada, manifestó su reconocimiento a la autorización de compra de dos cruceros por el Presidente de la República.16 Este era un proceso anterior: en un documento de solo cuatro hojas, fechado antes de febrero de 1950 se describe el encuentro entre oficiales de la Embajada de Chile y representantes del Departamento de Estado para tratar las cuestiones relativas a la adquisición de medios de defensa, materiales y servicios según los principios de Mutual Aid Applicable a la Común Defensa del Continente Americano. Compras que involucraban 15 millones de pesos chilenos.17

La necesidad de equipos modernos para la guerra era una necesidad colectiva en la región. Así, el general Walton Ojeda, agregado militar chileno, transcribe el 5 de julio de 1950 una conversación con oficiales argentinos y colombianos en el marco de una visita argentina presidida por el Jefe del Estado Mayor de Coordinación, general Víctor Majó. En ella señalaba la búsqueda entre los oficiales y de modo informal de un consenso en torno a buscar ayuda en EE. U., para cooperar en la defensa del continente, y superar los problemas de falta de divisas para hacer las adquisiciones en cada país.18

En medio de este problema, los inconvenientes de abastecimiento militar, esgrimidos para no tener presencia en Corea, fueron parte de la dificultad del sector Defensa en este periodo. El Ministro Barrios Tirado escribió que las acciones de EE. UU. para provocar la coordinación de la región ante un eventual conflicto "obligaron a los Ministerios de Relaciones y de Defensa a convivir en estrecha confraternidad y dentro de una armonía que evidenció completa y sentida comunidad de doctrina, "No es exagerado afirmar que durante mi larga gestión ministerial no pasó un día sin que el Ministerio de Defensa o uno de sus personeros no tuviera un contacto con los de la Secretaría de Relaciones".19

Pero, sigue explicando el Ministro, aunque la guerra de Corea obligaba a acciones concretas, a "cooperar en los teatros asiáticos con efectivos militares o navales" estos propósitos "debieron ser pospuestos para mejor ocasión por incapacidad material de las Fuerzas Armadas. Estudios serenos y bien intencionados llevados a cabo por tácticos de ambos ministerios evidenciaron que muchas de las cláusulas de los tratados referentes a la defensa continental nuestro país no podía cumplirlas por incapacidad de sus medios materiales".20

Preparándose a la idea de que se podría hacerse algo, las evaluaciones del Gobierno chileno empiezan a hacerse más precisas, así por ejemplo se hacen llegar las evaluaciones del Ministro de Economía, que trasmiten al Canciller Walker para remitirla al Presidente Truman, y que acotan la posible participación de Chile en la guerra de Corea, y en una futura III Guerra Mundial:

    "Ministro Economía dice: Por expresas instrucciones S.E. el Presidente de la República agradeceré a US. transmitir a Presidente Truman que vista situación internacional se aprecia lo siguiente:
    1.- Las industrias cobre y salitre vitales para necesidades bélicas requieren imprescindiblemente oportuno abastecimiento de combustibles líquidos.
    2.- Posición estratégica Chile requiere mantener stock razonable combustibles para flota chilena en caso de guerra y eventualmente para buques armada de EE. UU. que deban operar costa chilena.
    3.- Chile no cuenta desgraciadamente con buques tanques para satisfacer necesidades anteriores que podrían resolverse en gran parte con transferencia "Fort Meiggs" cuyos antecedentes según informaciones encuéntrese desde Lunes 24 en la Casa Blanca. Plazo para obtener transferencia vence impostergablemente 31 de Julio fecha en que el país perdería opción a "Fort Meiggs".- Walker."21

Todo ello obliga a evaluar qué se puede hacer realmente. El Ministro de Defensa, insistía ante la inminente posibilidad de guerra que en su actualidad, las Fuerzas Armadas de Chile no estaban en condiciones de prestar ayuda inmediata fuera del Continente, en razón del estado actual de sus efectivos humanos y materiales, pero sí está, a pesar de su pobreza material, en condiciones de asegurar la paz interior y la producción y el abastecimiento de las materias primas con que cuenta. "Chile, al intensificar y asegurar la producción de sus materias primas, colaborará eficaz y eficientemente al esfuerzo bélico de los países democráticos" 22.

Sólo en atender, decía, las innumerables actividades que tal hecho significará, gastará el esfuerzo de todos sus habitantes y el de los elementos de su Defensa Nacional para procurar paz interior y tranquilidad social.

Además de este hecho, que ya es un aporte efectivo al esfuerzo bélico del Continente, Chile tiene una tarea de innegable valor estratégico para el cuadro militar del Continente, como es la de asegurar las rutas marítimas y uso de las comunicaciones en el Estrecho de Magallanes y Mar de Drake, cuya vigilancia y protección le exigirán esfuerzos que no tendrán otros países de América, en razón de su distinta ubicación geográfica.

Resumiendo decía:

    "Este Ministerio puede manifestar a US. lo siguiente:
    a. Las Fuerzas Armadas están en condiciones, a pesar de su pobreza material, de garantizar la producción de materias primas y de afrontar la acción de las quintacolumnas que traten de impedir o entorpecer la producción;
    b. Las Fuerzas Armadas no están en condiciones de prestar ayuda inmediata fuera del Continente, a excepción de la Armada que podría contribuir con el envío de una Fragata, como asimismo, con los transportes de tropas que necesiten las otras Instituciones. La Fuerza Aérea, previo entrenamiento en bases norteamericanas, podría proporcionar el personal correspondiente a una escuadrilla de cazas, encuadrada en un Grupo de Cazas; Las Fuerzas Armadas están en condiciones de cumplir compromisos de carácter internacional siempre que se cumpla el Plan de Necesidades que se acompaña;
    c. Todo lo anteriormente expuesto será posible siempre que se proporcionen los recursos económicos necesarios; y
    d. Finalmente, el Consejo Superior de Defensa Nacional estima como condición indispensable y previa al envío de Fuerzas al exterior, el fortalecimiento del frente interno y el apoyo moral de la ciudadanía en esta emergencia".23

Leer este documento de forma rigurosa impone advertir las fracturas en él. La primera era que Chile estaba con EE. UU. pero tenía limitaciones naturales. "Podía" participar pero habría que tener recursos económicos, que aunque no se dicen, debían ser provistos desde EE. UU. Se "estaba" dispuesto a proporcionar contingentes pero siempre que se cumpliera con un Plan de Necesidades. Y finalmente, dirigiéndose al Ejecutivo chileno, si bien se "podía" enviar un contingente sin un fortalecimiento de la estabilidad interna y de un consenso social no habría expedición alguna, pues eso era un requisito previo.

Y aquí entraban a jugar de rebote las exigencias técnicas de los militares, expuestos por Barrios Tirado: debido a las exigencias logísticas que requería Naciones Unidas, la Fuerza Aérea de Chile debería soportar el peso de la participación. Pero para ello se necesitaban aviones, repuestos, uniformes, alimentación. Se añadía quizás, también, el abastecimiento de gasolina, municiones, hospitalización, etcétera, lo que se podría combinar a través de otras líneas de abastecimientos logísticos de las Naciones Unidas.24 Realizándose diagnósticos previos se llegaba a la conclusión de que no se contaba con los armamentos, municiones, cantidad y organización de las Unidades, pues no satisfacían las exigencias impuestas. El Ministro de Defensa advertía que estas deficiencias tampoco habrían permitido a Chile mantener Unidades de Reserva, debidamente equipadas y en condiciones de ser empleadas fuera del territorio en misiones de carácter internacional. Se exigía también que el personal que integre estas Unidades, en el mayor número posible, hablara el idioma inglés, condición que tampoco podía cumplirse.25 El Estado Mayor Norteamericano no vacilaba y mantenía una posición firme ante tales exigencias,

    "(...) Nada de voluntarios latinoamericanos ni de unidades pequeñas por debajo del nivel de compañías (alrededor de 150 hombres); de preferencia unidades grandes de combate, ojalá a nivel de división (aproximadamente 12.000 a 14.000 hombres) pero siempre en el entendido, por parte de los mismos militares, de que América Latina es probablemente la más prometedora fuente de contribuciones sustanciales."26

De ese modo los documentos explican la contradicción chilena. Mientras los diplomáticos estaban dispuestos a considerar la necesidad política de enviar un contingente, los expertos y directivos militares enviaban el mensaje de que ello no era posible aunque quisieran. De manera bastante racional, la tesis de la "oportunidad" comenzó a esfumarse ante el peso de la realidad que sostenía a las Fuerzas Armadas chilenas.

Visto así, la contribución chilena se redujo a un solo aspecto: el abastecimiento del cobre como mineral estratégico de la guerra. Por ello, en este marco tan acotado de contribución chileno (el precio de la tonelada) era irritante la acusación estadounidense de que se exportaba hacia países del bloque soviético. El Ministro de Relaciones Exteriores, Horacio Walker puntualizaba en este aspecto:

    "Presidente República no ha dicho a nadie que Chile no tomaría en cuenta petición EE.UU. respecto prohibir embarque materiales estratégicos destinados países comunistas, ni ha dicho que continuará vendiendo mercancías, incluso cobre, donde quiera que se paguen precios justos. Presidente se limitó decir que hacía distingo entre relaciones políticas y económicas y que a veces un país puede verse obligado a adquirir mercancías esenciales en otro con el cual no tenga relaciones diplomáticas.
    Carece sentido concepto Chile siga vendiendo mercancías estrategias a países satélites, puesto que no los ha vendido hasta el presente. A nuestro Gobierno le preocupa el problema del cobre y lo está ventilando por vías diplomáticas, pero nada hará que pueda perjudicar las necesidades de la defensa que las Naciones Unidas están haciendo del Occidente. Nuestro país no ha pensado en alterar la política clara y definida que ha seguido en la organización mundial y en todas partes. Sírvase US. publicar esta rectificación.- Walker" 27

Cada vez más lejana, la "tentación" pasó a ser un eufemismo acerca de lo próximo que se estuvo de ser aliado militar directo de EE. UU. y del apoyo que se brindó "estratégicamente" a Naciones Unidas en son de la Libertad y Democracia occidental. Al final fue la oportunidad de discutir en el futuro el precio del cobre, pero no de insistir en la contribución militar chilena. ¿Astucia o carencia real? Fuera como fuera, la petición estadounidense reforzaba para Santiago la "importancia" de Chile en la lucha global ideológica, aunque en términos concretos fuera la demostración de la impotencia de Chile para dar algún salto cualitativo mayor.

Conclusiones

La Guerra de Corea, un episodio de la Guerra Fría ampliamente descrito para la política mundial, está sin embargo poco explorado para el caso chileno. No solo se trata de un episodio de su larga lista de hechos "contemplados" desde un alejado palco (Chile), sino que además, aparentemente no tendría ninguna relación muy consistente con las determinaciones de la política exterior chilena.

Sin embargo, nuestra tesis es que esto no fue así. La Guerra de Corea fue visualizada como "oportunidad" que haría visible a las democracias y a EE. UU. la militancia de Santiago al proyecto occidental y a Naciones Unidas.

Si Chile no había participado de la causa de la democracia en 1939 (Polonia) o 1941 (Pearl Harbor), esta vez se repararía el error. A la vez la idea dio incentivos para la alineación con EE. UU., y representó una suerte de prueba de la capacidad militar chilena -de la que salió reprobada - para actuar en conjunto con el bloque Occidental.

La moraleja de este episodio es que si a nivel político las cartas estaban jugadas a la idea de la intervención chilena, en lo militar habían carencias tan grandes que terminaron siendo la objeción militar y profesional.

Chile no tenía la estructura militar para un enfrentamiento bélico en serio y en consecuencia no podía caer en la tentación que veían los políticos. Por otro lado, a pesar del entusiasmo político, la Guerra de Corea demostró que la carencia de medios para la política exterior hacían más evidente la impotencia de Chile en el gran juego de poder, pero también servía para legitimar en lo externo la proscripción de los comunistas en lo interno.

Al final, paradojalmente, la imposibilidad de prestar ayuda militar sirvió para retornar al tema de la "contribución" chilena del precio del cobre y volver a discutir este tema, necesario para el equilibrio fiscal. Es decir, desde la idea de la contribución militar se terminó en el viejo tema del precio del cobre y de sus repercusiones en la economía chilena, y en la condición de estratégico para el momento.

En ese periodo tan convulsionado, la idea de una III Guerra Mundial exigía un diseño estratégico de complemento con la Guerra Fría, pero los intereses materiales no acompañaban la función de prestigio. Corea apareció en el panorama chileno por impulso de la lucha ideológica mundial, no porque hubiera una relación de intereses con la península coreana.

En consecuencia, la tesis de la oportunidad que daba la Guerra se disuelve consistentemente hasta ser un elemento más en la relación diplomática de EE. UU. Finalmente, si la idea se disuelve es por las instancias técnicas, en el caso de los militares, y devuelven al Gobierno chileno a la realidad. Donde, solo Argentina, Brasil o México, y por cierto Colombia, podían poseer capacidades para ir a una guerra aunque fuera con recursos muy limitados.


NOTAS

1 Así lo ha postulado Carlos Huneeus, (Huneeus, 2009). Volver

2 Nieto comentaba que "en el Congreso de Paz Mundial, participaban los más destacados líderes y simpatizantes del comunismo mundial". AMRE, Vol. 2979, 1950. Embajada de Chile en Estados Unidos. Departamento Diplomático, "'Llamamiento de paz mundial'. Declaraciones de Mr. Acheson", N° 1090- 330, Washington, 25 de Julio de 1950. Volver

3 AMRE, Vol. 2979, 1950. Embajada de Chile en Estados Unidos. Departamento Diplomático, "'Llamamiento de paz mundial'. Declaraciones de Mr. Acheson", N° 1090-330, Washington, 25 de Julio de 1950. Volver

4 AMRE, Vol. 2979, 1950. Embajada de Chile en Estados Unidos. Departamento Diplomático, "'Llamamiento de paz mundial'. Declaraciones de Mr. Acheson", N° 1090-330, Washington, 25 de Julio de 1950. Volver

5 Embajada de Chile en Washington. 3 de julio de 1950. AMRE, TELEX N° 152. Volver

6 Embajada de Chile en Washington. 3 de julio de 1950 AMRE, TELEX N° 152. Ver además: El Mercurio, Jueves 29 de junio de 1950. p. 48. La hora, martes 27 de junio de 1950, Portada y p.5. La hora, miércoles 28 de junio de 1950, p. 7. Volver

7 Ver además: La hora, jueves 29 de junio de 1950, p. 1 Los Angeles Times. 07 September 1950- A4. Volver

8 Embajada Chile en EE UU, 1950. "EmbaChile Washington. N. 175, agosto, 3/1950". AMRE, Vol. 2981. Volver

9 Informe Instituto de Estudios Internacionales Universidad de Chile. "Chile y las Naciones Unidas". Estudios Internacionales, Año 29, No. 114 (Abril-Junio 1996), 246. Volver

10 Días más tarde, el mismo firmante remite el "Aerograma No. 90", 24.08.1950, el contenido de una respuesta al presidente de Corea del Sur en torno a reafirmar la "invariable posición democrática" chilena y reiterar el conocimiento de las obligaciones como signatario de Naciones Unidas. EmbaChile en EE. UU., 1950. AMRE. Vol. 2981. Volver

11 En todo ese periodo hay una gran efervescencia sobre la capacidad de las fuerzas armadas entre sus miembros y en relación a la elite política. Volver

12 Estado Mayor Conjunto 1776/99, 8 de septiembre, 1950. Tema: Ofrecimientos de ayuda para Corea, de Chile, Cuba, Paraguay y Nicaragua. RG 319, G-3 09, (KOREA), Sección IX, Caja 126. Archivo Nacional. Washington. En: (Urán, 1986) "(...) A esta oferta se sumaban las de Chile, Cuba, Nicaragua y Paraguay, países que ofrecían sus existencias de materiales estratégicos como ayuda en conexión con la guerra de Corea". (Valencia & Sandoval, 2002:175) Volver

13 La lista completa de funcionarios de la Embajada en Washington está en Embajada de Chile. Notas y Oficios E R(eservados), 1950. "Nº 4V3/69", de Embajador de Chile a Secretario de Estado de EE. UU., 20.03.1950. AMRE. Vol. 2980. Volver

14 De acuerdo a Kaufmann y Hula, "Para organizar y llevar a cabo la acción de las Naciones Unidas en Corea, el gobierno de los Estados Unidos contó con el apoyo moral de casi todos los Estados no comunistas; esto a pesar de que solo quince de los Estados miembros participaron, en una u otra forma, en las operaciones militares. Comprendieron que la agresión norcoreana constituía un caso tipo para las Naciones Unidas." (Kaufmann & Hula, 1961 Volver

15 Oficio Ordinario. N° 9. 09 de julio de 1951. Embajada de Chile en EE. UU. Oficios ordinarios enviados al Ministerio de RR.EE. de Chile. AMRE. Volver

16 Telegrama de Vicealmirante Carlos Hevia a Embachile, Washington, 20.11,1950. AMRE. Vol. 2981. Volver

17 Embajada de Chile. Notas y Oficios E R(eservados), 1950. "Draft of proposed note to the Ambassasor of Chile wich will constitute the U.S. side of an Exchange of notes bearing identical dates and formalising a final lend-lease settlement arrangement with Chile". 4 hojas. En febrero 20 de 1950, una nota del Jefe de la Comisión Naval en Washington, Cap. de Fragata Jorge Escobedo, precisa al Embajador de Chile que se trata del pago de la deuda final del Lend-Lease Bill (Ley de Préstamos y Arrendamientos) entregado a Chile por EE. UU. "Informa sobre cancelación de deuda Lend-Lease por $ 15.000.000", Washington DC, Jefe Interino de la Misión Naval a Embajador de Chile. Folio 282. AMRE. Vol. 2980. Volver

18 Embajada de Chile. Notas y Oficios E R(eservados), 1950. "Oficio N. 138, Secreto. Agregado Militar a Embajador Félix Nieto del Río, Washington, 5.07.1950. AMRE. Vol. 2980. Volver

19 Guillermo Barrios Tirado, Memorias del General Guillermo Barrios Tirado (inédito), Vol.VIII, 75. Volver

20 Guillermo Barrios Tirado, Memorias del General Guillermo Barrios Tirado (inédito), Vol.VIII, 75. Volver

21 Télex Confidencial N° 169. 26 de Julio de 1950. Embajada de Chile en Washington. Ver además: La hora, viernes 30 de junio de 1950, p. 18. Volver

22 Ministerio de RR.EE. de Chile. Oficios confidenciales y ordinarios intercambiados con el Ministerio de Defensa de Chile .Oficio Secreto E.M. FF. AA. OP. I. N° 124. 14 de marzo de 1951. Ministerio de Defensa Nacional. Subsecretaría de Guerra. AMRE. Vol. 3160. Volver

23 Ministerio de RR.EE. de Chile. Oficios confidenciales y ordinarios intercambiados con el Ministerio de Defensa de Chile .Oficio Secreto E.M. FF. AA. OP. I. N° 124. 14 de marzo de 1951. Ministerio de Defensa Nacional. Subsecretaría de Guerra. AMRE. Vol. 3160. Volver

24 Embajada de Chile. Notas y Oficios E R(eservados), 1950. Oficio Confidencial N°55. Agregado Militar Embajada de Chile en Washington. "Informe sobre cooperación Militar en el conflicto de Corea." ANEXO N3. 11 de agosto de 1950. AMRE. Vol. 2980. Volver

25 Oficio Secreto S.L. N° 436 REF. 698. 23 de agosto de 1950. Ministerio de Defensa Nacional, Subsecretaría de Guerra. Volver

26 Departamento de Estado, Top Secret, Carta de octubre 10, 1951; RG 330 Folder #8, Archivo Nacional, Washington. Volver

27 Telegramas recibidos del Ministerio de RR.EE. de Chile. Telex N° 57, 01 de marzo de 1951. Embajada de Chile en Washington D.C. AMRE. Vol. 3098. Volver


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