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Revista de Relaciones Internacionales, Estrategia y Seguridad

versão impressa ISSN 1909-3063

rev.relac.int.estrateg.segur. vol.16 no.2 Bogotá jul./dez. 2021  Epub 31-Dez-2021

https://doi.org/10.18359/ries.4933 

Artículos

El repliegue de tropas de Estados Unidos en el mundo: declive relativo, reajustes estratégicos y unilateralismo operacional en el siglo XXI*

The Withdrawal of United States Troops Worldwide: Relative Decline, Strategic Readjustments, and Operational Unilateralism in the 21st Century

A retirada de tropas dos Estados Unidos no mundo: declínio relativo, reajustes estratégicos e unilateralismo operacional no século XXI

David Herrera Santanaa 

a Doctor en Ciencias Políticas y Sociales, magíster en Estudios en Relaciones Internacionales y licenciado en Relaciones Internacionales de la UNAM. Profesor titular en la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM, Ciudad de México, México. Correo electrónico: david.herrera@comunidad.unam.mx ORCID: http://orcid.org/0000-0002-6189-4410


Resumen:

En las últimas décadas se ha registrado un descenso en el número de tropas estadounidenses desplegadas a nivel mundial. Algunos análisis relacionan esta tendencia con una pérdida de capacidades militares y un declive de la hegemonía de Estados Unidos. No obstante, consideramos que debe observarse una complejidad mayor relacionada con algunos procesos que impactan en la lógica de repliegue, específicamente tres. Primero, el cambio en la lógica operacional hacia un unilateralismo en la acción, tendiente a liberar el actuar militar de Estados Unidos de constreñimientos políticos, diplomáticos y sociales. En segundo lugar, una serie de reajustes posfordistas en el ámbito militar, resultante de las reestructuraciones posteriores a la crisis económica de la década de 1970, que se hacen acompañar de diversas innovaciones derivadas de los avances e innovaciones tecnológicas de los últimos decenios, específicamente la utilización de drones. Tercero, una creciente resistencia que se opone a la presencia militar de Estados Unidos en distintos territorios fundamentales para la proyección mundial estadounidense. De esta manera, el repliegue, si bien responde a un declive relativo, es también signo de una forma de despliegue distinto y una lógica ofensiva transformada, correspondientes a la conflictividad del siglo XXI.

Palabras clave: repliegue de tropas; unilateralismo operacional; declive relativo; reajustes estratégicos; lógica ofensiva

Abstract:

In recent decades there has been a decrease in US troops deployed globally. Some analyses link this trend to a loss of military capabilities and a decline in US hegemony. However, we consider the enormous complexity of three processes that impact the withdrawal logic. First, the change in the operational logic towards action unilateralism tends to free the United States military action from political, diplomatic, and social constraints. Second, a series of post-Fordist readjustments in the military field resulting from the restructuring after the 1970s economic crisis is accompanied by various innovations derived from the technological advances in the last decades, specifically drones. Third, there is growing resistance to the military presence of the United States in various territories fundamental for the American world projection. Therefore, while it responds to a relative decline, withdrawal is also a sign of a different form of deployment and a transformed offensive logic for the 21st-century conflict.

Keywords: Troop withdrawal; operational unilateralism; relative decline; strategic readjustments; offensive logic

Resumo:

Nas últimas décadas, vem sendo registrado um declínio no número de tropas estadunidenses em todo o mundo. Algumas análises relacionam essa tendência com uma perda de capacidades militares e uma decadência da hegemonia dos Estados Unidos. Contudo, consideramos que deve ser observada uma complexidade maior relacionada com alguns processos que impactam na lógica da retirada, especificamente três. Primeiro, a mudança na lógica operacional a um unilateralismo na ação, que tende a liberar o agir militar dos Estados Unidos de constrangimentos políticos, diplomáticos e sociais. Em segundo lugar, uma série de reajustes pós-fordistas no âmbito militar, resultante das reestruturações posteriores à crise econômica da década de 1970, que se fazem acompanhar de diversas inovações derivadas dos avanços e das inovações tecnológicas dos últimos decênios, em específico a utilização de drones. Terceiro, uma crescente resistência que se opõe à presença militar dos Estados Unidos em diferentes territórios fundamentais para a projeção mundial estadunidense. Dessa maneira, a retirada, embora responda a um declínio relativo, é também sinal de uma forma de desenvolvimento diferenciado e uma lógica ofensiva transformada, correspondentes à conflitividade do século XXI.

Palavras-chave: retirada de tropas; unilateralismo operacional; declínio relativo; reajustes estratégicos; lógica ofensiva

Introducción

Hasta junio de 2021, las tropas estadounidenses desplegadas por el mundo ascendían a alrededor de 200 000, la gran mayoría estacionadas en países de Asia, Europa y Medio Oriente. Japón, Alemania, Corea del Sur, Italia, Reino Unido, Afganistán y Bahréin, en ese orden, fueron los países que, de manera individual, albergaron mayor cantidad de tropas de Estados Unidos. Guam, por su parte, se posicionó como el territorio de ultramar con mayor cantidad de efectivos (Departamento de Defensa de Estados Unidos [DOD], 2021). Con respecto a África, este es el continente que, durante las últimas dos décadas, ha visto el mayor incremento porcentual en la presencia militar estadounidense, si bien, en términos generales, esta es considerablemente menor con respecto a aquella que se registra en otras latitudes (DOD, 2021).

A pesar de que la cantidad de efectivos desplegados por diversas regiones del mundo es relevante, se trata del número más bajo registrado desde 1950. El despliegue de tropas ha respondido, desde la segunda posguerra, tanto a una lógica ofensiva como a la necesidad de mantener una presencia en ciertas regiones consideradas como estratégicas, así como a la dinámica de conflictos bélicos que se han desarrollado como consecuencia del actuar de la super-potencia en el mundo y de las rivalidades que se han producido en las diversas etapas desde entonces. Ello explica la variación en el periodo 1950-1973.

Sin embargo, los datos indican que, desde entonces -cuando se registra un abrupto descenso de la presencia de tropas en Asia- y sobre todo al finalizar la Guerra Fría -cuando se inicia un repliegue considerable de tropas de Europa occidental-, la tendencia a la baja es más pronunciada y, en términos generales, marca una etapa de repliegue que continúa hasta hoy. También es cierto que, debido a las coyunturas históricas, el descenso de la presencia militar en Asia y en Europa se contrasta con un aumento considerable del despliegue de tropas en Medio Oriente, sobre todo a partir de 2001, así como la creciente presencia en África. Sin embargo, estos repuntes no son suficientes para contrarrestar la tendencial caída de la presencia militar estadounidense a escala mundial.

El objetivo que perseguimos en este artículo es el de analizar el despliegue mundial de tropas estadounidenses, tanto en sus aspectos generales como en algunos más específicos por región, para presentar la forma como se ha registrado una tendencia hacia el repliegue estratégico de tropas, que contrasta con una etapa anterior. Pretendemos no solamente mostrar datos y estadísticas, sino ante todo brindar una explicación que, más allá de las voces que observan en este proceso un signo del declive de la potencia estadounidense, brinde algunos elementos para complejizar el análisis y para entender la forma como el repliegue responde en realidad a varios factores, incluyendo una nueva lógica ofensiva.

Nos centramos, específicamente, en los siguientes procesos. Primero, el impacto que ha tenido el modo de regulación posfordista en la lógica de articulación del pensamiento y las praxis militares en Estados Unidos, así como los objetivos que se persiguen (aseguramiento de flujos y cadenas logísticas de aprovisionamiento) en esta nueva etapa, que impulsan a modificar las formas de despliegue y a optimizarlas. Segundo, el impacto de las resistencias y reticencias políticas frente a la presencia militar estadounidense en ciertos lugares que ha obligado a replegar las tropas hacia territorios más controlados y relativamente más seguros y menos volátiles. Tercero, junto con lo anterior, la marcada tendencia hacia el unilateralismo operacional, que significa librarse de constreñimientos político-diplomáticos y sociales que obstaculizan la labor del personal militar desplegado en otros países, a partir de la relocalización en territorios más controlados y de la adopción de una estrategia rotacional de tropas. Por último, aunque lo abordamos de forma muy marginal, la utilización de nuevas tecnologías, específicamente de drones, en las formas actuales de ocupación militar-territorial en el mundo.

Proponemos comprender un cambio sustancial en la configuración actual del despliegue militar de Estados Unidos a partir del repliegue estratégico de tropas, observando las formas reticulares actuales de ocupación territorial contra las anteriores, con gran presencia de efectivos y poca movilidad. Al mismo tiempo, nos centramos en el análisis de la praxis de control de commons (espacios comunes) y de nodos (puntos geoestratégicos). Con ello, buscamos plantear que, a pesar de que el repliegue de tropas puede ser visto como un signo de declive, responde también a una compleja trama que es resultado de una serie de procesos y reajustes en el ámbito militar, la cual se relaciona con un contexto estratégico modificado y con una nueva percepción de riesgos y amenazas.

Los datos que empleamos para el análisis provienen de fuentes oficiales, como el Departamento de Defensa estadounidense (DOD), así como de fuentes especializadas, como el Instituto Internacional de Estudios para la Paz de Estocolmo (Stockholm International Peace Research Institute, sipri) y de analistas reconocidos en la materia, como Tim Kane (2006; 2016), David Vine (2015) y Chalmers Johnson (2004). También hemos empleado fuentes periodísticas de prestigio, como The New York Times, The Washington Post, BBC News y The Intercept, para suplir la falta de información sobre escenarios sumamente relevantes como Afganistán, Irak y Siria, que no son reportados por el DOD. Se han considerado aquellos datos que corresponden a la categoría de personal militar en activo reportada por el Pentágono (DOD, 2021), por lo que la presencia de otro tipo de personal de carácter civil no es contabilizada en los datos ofrecidos en este artículo.

El repliegue estratégico de la presencia militar de Estados Unidos en el mundo: análisis de tendencias

Al finalizar la Segunda Guerra Mundial (1945), Estados Unidos adquiere una centralidad en el sistema mundial que se refleja no solamente en su posición de líder entre las potencias capitalistas occidentales, sino también en una serie de despliegues estratégicos de diversa índole, uno de los cuales se relaciona con una gran ocupación militar territorial que se extiende por numerosas partes del mundo, pero especialmente en Eurasia. La estrategia de guerra, consistente en el establecimiento de un complejo de fronteras en territorios de aliados y enemigos, o cercanos a estos, consistía en librar los enfrentamientos en regiones alejadas del territorio continental de Estados Unidos. A decir de Nicholas Spykman:

El hombre de la calle entiende por “defensa nacional” responder al ataque e identifica el ataque con la invasión. En general, el público sitúa en la frontera del país el lugar lógico donde detener la invasión e instintivamente prefiere defender la frontera a toda otra forma de hacer la guerra [...] Semejante inclinación del hombre bueno que prefiere morir en su propio suelo mejor que en tierra extranjera constituye una seria condición de inferioridad para el Estado democrático. Casi todas las guerras afortunadas fueron llevadas a territorio ajeno […]. (1944, p. 34)

Las lecciones de la historia proyectan serias dudas sobre la prudencia de la respuesta que el hombre bueno de la calle da de manera instintiva al problema de cómo se debe llevar una guerra. La estrategia enseña que no hay victoria posible sin acción ofensiva, que la mera defensa de la frontera puede aportar empate pero jamás la decisión. […] Los estados [sic] no han combatido en casa más que en épocas de flaqueza y decadencia. En las épocas de vitalidad y poder, han combatido en territorio de otros pueblos. (1944, p. 36)

Es precisamente a esta lógica a la que denominamos como fronteras estratégicas, que significa el situar las fronteras de la guerra y las estrategias ofensivas en los territorios enemigos, o cerca de estos, en territorios aliados. La Segunda Guerra Mundial es el inicio de una praxis estratégica que consiste, entre otras cosas, en la ocupación militar territorial de grandes porciones de Eurasia y otras regiones, para establecer una presencia constante de efectivos e instalaciones militares, así como de equipo bélico de distinta índole, que permita una proyección de la influencia estadounidense en el mundo. Ello permite también el ejercicio de las estrategias de contención, disuasión y persuasión que acompañan un buen tramo de la etapa de la Guerra Fría y que también serán la base material del equilibrio del terror y del principio de destrucción mutua asegurada (MAD, por sus siglas en inglés) que sostiene la confrontación con la Unión Soviética y el bloque comunista.

En ese contexto, no es de sorprender, entonces, el gran despliegue de tropas que se incrementa a partir de los años 1950, sobre todo en ciertas regiones del mundo en las cuales los intereses estadounidenses y la lógica de confrontación bipolar van definiendo la necesidad de incrementar y de mantener una presencia militar que, al tiempo que permite el sostenimiento de la confrontación interbloque, también se consolida como un elemento central para el aseguramiento de la reproducción del capitalismo mundial. Igualmente, constituye un componente de primer orden que nutre la dinámica económica estadounidense en toda la etapa de Guerra Fría -y posteriormente- a partir de la consolidación del complejo militar-industrial, sus ramificaciones y los múltiples intereses corporativos y políticos que en él se enquistan, en esa expresión concreta que Richard Barnet (1976) denominara como la economía de la muerte.

En términos globales, la presencia militar estadounidense en el mundo ha sido sumamente relevante. Tim Kane (2006) afirma que un promedio de 23% del total de tropas estadounidenses fue desplegado en el extranjero durante el periodo 1950-2005, encontrando su punto más bajo, incluso hasta el día de hoy, en 1995, cuando solamente el 13.7% del total se hallaba en el extranjero. Sin embargo, ese porcentaje lo es con respecto al total de fuerzas armadas estadounidenses. Ello es relevante porque en las últimas tres décadas se ha registrado un descenso tanto en el número total de efectivos militares en activo como, por consiguiente, de tropas desplegadas en el extranjero, aunque la proporción haya sido similar en 1950 y a principios del siglo XXI. Con lo anterior, se ha visto una disminución real de la presencia de tropas estadounidenses en el mundo, siendo 2021 el punto más bajo de la historia (DOD, 2021).

Como es posible observar en la Gráfica 1, tanto la proporción global entre tropas en el extranjero y tropas en Estados Unidos como el número total de ambas se reduce considerablemente a partir de la década de 1980 y, sobre todo, en el periodo posterior al fin de la Guerra Fría. La fase de la guerra contra el terrorismo, a partir de 2001, registra un incremento de tropas desplegadas en el extranjero, aproximadamente hasta 2014, cuando se inicia un descenso de alrededor del 50%, y hasta llegar a los casi 200 000 efectivos que se registraron en 2021, como puede apreciarse en la Gráfica 2.

Fuente: elaboración propia con base en datos ofrecidos por Kane (2016). *Cálculo elaborado con base en información obtenida de Kane (2016) y DOD (2021).

Gráfica 1 Número total de tropas de EE.UU., 1950-2021 

Fuente: elaboración propia con base en datos ofrecidos por Kane (2016). *Cálculo elaborado con base en información obtenida de Kane (2016) y DOD (2021).

Gráfica 2 Despliegue de tropas de EE.UU. en el extranjero, 1950-2021 

Si bien estos datos son bastante indicativos de parte de la problemática que planteamos en este artículo, es necesario desagregar esta información por regiones para observar los patrones y las tendencias que guiaron ese despliegue estratégico que, en la lógica spykmaniana1, responden a una acción ofensiva cuyo centro está en la consolidación de fronteras estratégicas alrededor del mundo, fortificadas por la presencia militar estadounidense. Este es el trasfondo de la gran ocupación militar territorial.

La presencia militar estadounidense en Europa occidental estuvo marcada por el hecho de que esa región se consolidó como el principal escenario de confrontación interbloque durante toda la Guerra Fría. Por ello, el despliegue de tropas e instalaciones militares, así como de material bélico, más la consolidación de la principal alianza político-diplomático-militar-la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN)-, se concentró en gran medida en esa parte de Eurasia. Alemania, Reino Unido e Italia se posicionaron, desde entonces, como los países que han albergado el mayor número de tropas. En el caso de Alemania e Italia, la situación en que quedaron después de la guerra, sobre todo el primer país, que fue dividido, facilitó esta presencia militar.

En Asia2, por su parte, la ocupación militar estadounidense en Japón, que se prolongó hasta principios de los años 1950, y el pacto de defensa conjunta con ese país, la Guerra de Corea (1950-1953) y la ocupación de la parte sur de la península, la división de China y Taiwán y el apuntalamiento de este último desde finales de 1940, más el creciente involucramiento en la conflictividad en el sur y sureste de Asia, llegando al desarrollo de los conflictos en Indochina y la Guerra de Vietnam desde mediados de 1950 hasta mediados de 1970, son todos factores que definieron un involucramiento mayor de Estados Unidos y un gran despliegue de tropas en la región. Japón y Corea del Sur serían, desde entonces, los dos países que más tropas estadounidenses albergarían en Asia, e incluso a nivel mundial.

Medio Oriente, por su parte, es la tercera región en la cual se desplegó una cantidad relevante de efectivos militares, aunque, en términos globales, de manera insignificante con relación al despliegue en Europa occidental y Asia. Lo anterior, a pesar de ser la región más importante en cuanto a abastecimiento y aseguramiento de los flujos de petróleo que, hasta la década de 1970, brindó a Estados Unidos una fuente confiable para su creciente consumo y su producción en declive. Este hecho puede explicarse por una doble estrategia. La primera, aquella que confió a las viejas potencias coloniales, especialmente al Reino Unido, la seguridad de la región. La segunda, y una vez que los británicos anunciaron su intención de replegarse de las posiciones más allá del Suez a finales de la década de 1960, la inauguración de la política de los pilares gemelos, que depositaba en Irán y Arabia Saudí la responsabilidad de vigilar y mantener estable la región, apuntalados por la presencia de Israel. Así, la presencia directa de tropas estadounidenses podía continuar siendo limitada, mientras se concentraba en los otros dos escenarios (Klare, 2004).

En América, Estados Unidos mantuvo una presencia militar un poco más alta que en Medio Oriente, aunque sin llegar jamás a los niveles de Europa occidental y Asia. La consolidación del sistema interamericano, la cercanía de numerosos regímenes políticos latinoamericanos con Estados Unidos, así como las estrategias de contrain- surgencia y los golpes de Estado que se ejercieron desde Washington y sus agencias, respaldadas por numerosos intereses corporativos, hicieron que esta región fuera bastante estable para los intereses estadounidenses. El despliegue de tropas entre 1950 y la década de 1970 se concentró en su mayoría en Canadá, Panamá y Bermudas, reflejando un triángulo estratégico que abarcaba todo el Caribe, la región norte y el acceso a las regiones centro y sur del continente (Kane, 2006).

África, por su parte, fue la región que menor despliegue de tropas registró en la Guerra Fría. La presencia de tropas estadounidenses ahí manifestó incluso un mayor declive que la del resto de regiones, revelándose casi de forma nula para la década de 1980, cuando algunos cientos de tropas se encontraban desplegadas en la región. A partir de entonces, como mostraremos más adelante, se ha registrado un incremento relevante, siendo esta, junto con Medio Oriente, una de las regiones que ha tenido una contratendencia en el contexto general de repliegue de tropas.

Evidentemente, Europa del Este y la Unión Soviética registraron bajísimos niveles de presencia de tropas de Estados Unidos en toda la etapa de la Guerra Fría. No obstante, aunque en ambos casos no se rebasó el número de 100 hasta la década de 1980, es destacable que haya existido esa presencia, aunque haya sido tan marginal. La política interbloque requirió, en todo momento, de ese despliegue estratégico.

A partir de la década de 1980 se inicia una transformación en la lógica de despliegue global de tropas estadounidenses en el mundo, iniciando la tendencia al repliegue en la que ahora nos centraremos. Esta se agudiza con el fin de la Guerra Fría, lo cual cobra un sentido mayor ante la percepción de que la amenaza ha desaparecido y de que el contexto estratégico presenta ahora un tipo de riesgo muy distinto a aquel que prevalecía en la etapa precedente, lo cual requiere también de otras formas para afrontarlo. La disminución de la presencia de tropas estadounidenses por región es evidente a partir de 1992 y esta tendencia prevalecerá, con ciertas excepciones y algunos altibajos, hasta el momento actual.

Como es posible observar en la Gráfica 3, la década de 1990 es la que registra los niveles más bajos en cuanto al despliegue de tropas estadounidenses en el mundo, siendo las regiones de Europa occidental y Asia las que mantienen una fuerte presencia, aunque esta sea apenas una cuarta parte, o incluso menos, de la registrada en las décadas de 1950 y 1960. El repunte más relevante, en la primera década del siglo XXI, se dará en la región del Medio Oriente, en concordancia con la política belicista neoconservadora de reposicionamiento de la hegemonía estadounidense a escala mundial, vía sus amplias capacidades militares. En esta década, dicha región cobró una especial importancia por diversas razones, incluyendo, por supuesto, las reservas de petróleo, pero así también su ins- trumentalización como parte de la estrategia de penetración, contención y fragmentación de alianzas euroasiáticas de gran envergadura (Brzezinski, 1998), como la Organización Shanghái para la Cooperación (OSC), fundada en 2001.

Fuente: elaboración propia con base en datos ofrecidos por Kane (2016). *Cálculo elaborado con base en información obtenida de Kane (2016) y DOD (2021).

Gráfica 3 Despliegue de tropas por región, 1950-2021 

Presentamos en las Gráficas 4 y 5 dos perspectivas distintas de la variación de tropas por región. En la primera se observan las etapas que registran una mayor cantidad de despliegue de tropas en Europa occidental (1950-1963) y cómo se estabiliza el número de fuerzas desplegadas en el periodo 19641992, a partir de lo cual se observa una abrupta caída relacionada con el repliegue del periodo de la posguerra fría, que se profundiza después de 2001. Se observa que el momento de mayor despliegue de tropas en Asia es durante el periodo 1964-1973, para registrar en la siguiente etapa una fuerte caída y una tendencia de relativa estabilización en el número de tropas desplegadas en la región hasta principios de la década de 1990, cuando vuelve a registrarse un descenso que se estabiliza a partir de entonces y hasta el periodo 2015-2020, cuando se observa un ligero aumento.

De igual manera, se muestra una tendencia a la baja en las tropas desplegadas en América, así como un leve repunte de aquellas localizadas en África. No obstante, lo más relevante, sin duda, es el gran despunte de Medio Oriente como región que alberga una buena cantidad de tropas estadounidenses, que durante el periodo 2001-2015 rebasan, por primera vez, el número de aquellas desplegadas en Europa occidental y Asia, casi triplicando a las de la primera región y más que triplicando las de la segunda. Ello responde a la guerra contra el terrorismo y a toda la geoestrategia de la administración de George W. Bush y sus resonancias en la administración de Barack Obama, consistente en la penetración de Medio Oriente con múltiples objetivos: 1) el aseguramiento de las fuentes y rutas de aprovisionamiento de petróleo, 2) los golpes tácticos en Afganistán (2001) e Irak (2003) para la fragmentación del espacio euroasiático, 3) las estrategias de contención y disuasión de Irán, 4) el apuntalamiento de Israel, 5) la estrategia de desestabilización de Asia central con el objetivo de dividir la OSC, 6) el combate a Dáesh, 7) la estrategia de desestabilización de Siria y 8) el objetivo más amplio de reposicionamiento en la región como parte de la fragmentación del espacio euroasiático, en riesgo de caer en una posible unificación por parte de potencias regionales (Herrera, 2012). En el periodo 2015-2019 vuelve a caer el número de tropas desplegadas, para ubicarse por debajo de las dos regiones principales.

Por su parte, la Gráfica 5 muestra la variación de tropas entre Europa del Este, los países de la ex Unión Soviética y de África. Como puede observarse, para el primer caso se da la preparación de la expansión europea y la expansión de la OTAN -con programas como el Partnershinp for Peace- en la década de 1990, posterior a la implosión soviética, así como el cerco completo a la Federación Rusa, desplegándose un número considerable de tropas en la región, siendo el máximo entre 1993 y 2001, cuando se registra un promedio de 9477 efectivos, que contrastan fuertemente con los 126 del periodo 1981-1992. La estrategia ofensiva se hace notar con fuerza en la Europa del Este en transición.

Los países de la ex Unión Soviética, sobre todo en las fronteras europeas, caucásicas y centroasiá- ticas de la Federación Rusa, registran un fuerte incremento de la presencia militar estadounidense en el periodo 2002-2014, con un promedio de 3890 efectivos estacionados en diversas partes (Georgia, Uzbekistán, Kazajistán), un incremento igualmente dramático si se contemplan los 54 efectivos del periodo 1981-1992 o incluso los 119 del periodo 1993-2001. Ello, como la geoestrategia en Medio Oriente, se relaciona con varias cuestiones: 1) la estrategia de cercamiento, contención y disuasión de Rusia, 2) el intento de fragmentación de las alianzas regionales (OSC), 3) el control de rutas de flujos estratégicos (hidrocarburos entre ellos), 4) el posicionamiento en el centro de la conflictividad euroasiática y 5) un complemento para las acciones en Medio Oriente (Herrera, 2012).

Fuente: elaboración propia con base en datos ofrecidos por Kane (2016). *Cálculo elaborado con base en información obtenida de Kane (2016) y DOD (2021).

Gráfica 4 Variación del despliegue de tropas por región, 1950-2021 

Fuente: elaboración propia con base en datos ofrecidos por Kane (2016).

Gráfica 5 Variación del despliegue de tropas por región, 1950-2015 

Lo más notable que muestra la Gráfica 5 es el ascenso sostenido de la presencia militar estadounidense en África, región que en el periodo 1981-1992 registró un promedio de 306 tropas estadounidenses desplegadas, pero para 2002-2014 ya cuenta con 2653, y entre 2015 y 2019 ya promedia un total de 5445 efectivos. Como puede observarse, es la única región que sostiene un incremento constante, sin altibajos, rebasando a Europa del Este y a la ex Unión Soviética, por lo menos en los registros obtenidos.

Aún con ello, es notable la tendencia a la baja, en términos globales, del despliegue de tropas en el mundo y en las diversas regiones individuales, salvo África. Lo anterior puede ser interpretado desde distintas ópticas, incluyendo aquellas que observan en este proceso un declive de la presencia militar de Estados Unidos y, por consiguiente, una desventaja estratégica (Kagan, 2000; Adesnik, 2016). A continuación, nos centraremos en una serie de elementos que nos parecen centrales para el análisis de este proceso, que identificamos como un repliegue estratégico, para destacar que responde a estrategias de reestructuración posteriores a la crisis de los años 1970, el fin de la Guerra Fría y la búsqueda de un reposicionamiento mundial.

El repliegue estratégico de tropas y las nuevas lógicas operacionales: posfordismo, el unilateralismo y los despliegues rizomáticos

A mediados del 2021, el DOD reporta 172 881 efectivos estadounidenses desplegados en aproximadamente 173 países, concentrándose la gran mayoría en Asia, Europa occidental y Medio Oriente, que agruparon casi al 85% de ese total (DOD, 2021). Con datos obtenidos de fuentes periodísticas y de investigación, sobre todo referentes al despliegue en Afganistán, Irak y Siria, que no es reportado por el Pentágono, se calcula una cifra cercana a 200 000 efectivos en total (“Afghanistan crisis”, 2021, 19 de agosto; “US combat forces”, 2021, 27 de julio). En términos individuales, Japón, Alemania, Corea del Sur, Italia, Reino Unido, Afganistán3, Bahréin, España, Irak y Turquía ocuparon los 10 primeros lugares en la lista. Si se contempla Guam, esta isla ocupa el número 6, es decir, antes que Irak (ver Gráfica 6).

Fuente: elaboración propia con base en datos proporcionados por DOD (2021). *Datos obtenidos de “Afganistán crisis” (2021, 19 de agosto, “US combat forces”, 2021, 27 de julio).

Gráfica 6 Tropas de EE.UU desplegadas en el mundo, 2021 

Como puede observarse, Japón ocupa la primera posición por mucho, con un total de 53 938 tropas estacionadas en Okinawa. Le sigue Alemania, con 35 486 y Corea del Sur, con 26 326. Italia (12 535), Reino Unido (9515), Guam (6161), Afganistán (5000), Bahréin (4008), España (3256) e Irak (2500) componen la lista de países con mayor cantidad de tropas desplegadas (DOD, 2021; “Afghanistan crisis”, 2021, 19 de agosto; “us combat forces”, 2021, 27 de julio). Como hemos planteado antes, estas cifras son muy inferiores a aquellas que se registraron en etapas precedentes. Ahora nos centraremos en aquellos elementos que consideramos centrales para explicar la nueva posición de la ocupación militar territorial de Estados Unidos a escala mundial, así como las lógicas que la sustentan.

El Pentágono reportó que para el año fiscal 2018 administraba una amplia red de instalaciones militares desplegada por los 50 estados y ocho territorios de Estados Unidos, además de aquellas localizadas en otros 45 países, siendo los principales Alemania (194), Japón (121) y Corea del Sur (83). En total, son 4775 instalaciones militares4 alrededor del globo, la mayoría de las cuales se encuentran en territorio estadounidense. Unos 108860 km2 distribuidos por todo el mundo son administrados por el DOD y sus distintas agencias, de los cuales más del 98% se encuentran localizados en Estados Unidos (DOD, 2018). Del total de instalaciones, 51% corresponden al ejército, 32% a la Fuerza Aérea, 9 % al Cuerpo de Marines y tan solo 8% a la Marina (DOD, 2018, p. 15).

Aunque los componentes ubicados fuera del territorio estadounidense pudieran parecer marginales, en realidad se despliegan estratégicamente (ver Gráfica 7). De la misma manera, las bases navales, aunque secundarias en el conteo total, son centrales para la geoestrategia mundial. En 2015, David Vine (2015) calculaba la existencia de unas 800 bases repartidas en más de 70 países. Por su parte, Chalmers Johnson (2004) afirmó que este ya podía ser considerado como un imperio de bases, cuya totalidad incluye instalaciones declaradas y otras secretas, arrendadas y prestadas, o también ocupadas, en donde cientos de miles de tropas, técnicos, espías, contratistas civiles y hasta maestros y otros profesionistas son desplegados (estacionados, en la jerga militar estadounidense) para conformar una compleja red de ocupación territorial en escala mundial.

Fuente: elaboración propia con base en datos proporcionados por DOD (2020).

Gráfica 7 Distribución de tropas por región, 2015-2020 

Esta geografía de la ocupación militar territorial estadounidense en el mundo responde ciertamente a una herencia de la Guerra Fría y a la noción de fronteras estratégicas a la que antes hemos hecho referencia -la voluntad ofensiva de Estados Unidos-, pero así también ha ido cambiando hacia una lógica rizomática que se encuentra en consonancia con el modo de regulación posfordista inaugurado durante la crisis de sobreacumulación de la década de 1970. Aparentemente con poca relación, la reestructuración capitalista es fundamental para comprender los despliegues militares estadounidenses desde entonces.

A diferencia del fordismo, el modo de regulación posfordista se basa en la producción de formas fragmentarias, cuyo correlato espacial se encuentra en la profundización de un desarrollo desigual y diferenciado que, no obstante, es producido estratégicamente; múltiples fragmentos (procesos productivos) unidos mediante una compleja red (un amplio sistema de circulación). Ante estos procesos de diferenciación socioespacial, son necesarias tecnologías y procesos de nivelación e igualación que permitan que lo que antes ha sido fragmentado pueda ser articulado nuevamente (Smith, 2008). Por ello, tanto las nuevas tecnologías de la información y la comunicación como la producción de fijos espaciales (Harvey, 2007), sobre todo desarrollos infraestructurales (Herrera, 2019), son necesarios para una praxis de articulación logística de los distintos fragmentos.

En contraposición con la etapa anterior, en la cual rigen las perimetrizaciones espaciales que permiten la centralización de procesos estratégicos en ciertos territorios, esta nueva fase privilegia la producción de mallas y retículas espaciales que se extienden por gran parte del mundo, inaugurando una nueva dinámica de fronteras. Su función es aglutinar una serie de procesos, factores de producción y elementos diversos esparcidos por distintos territorios en una sola dinámica que, por lo tanto, no se localiza en ciertos lugares, sino que se yuxtapone a una diversidad de muchos otros (Mezzadra y Neilson, 2014). No obstante, estas mallas son abiertamente jerárquicas y ordenadas por relaciones de poder muy claras (Herrera, 2019).

En este contexto estratégico modificado, la concepción sobre los riesgos y la seguridad también se ve alterada, por lo que los despliegues militares deben ser adaptados a unas formas que ya no se corresponden con aquellas que en principio les dieron vida. Deborah Cowen lo observa de la siguiente manera:

Desde el fin de la Guerra Fría, agencias tanto civiles como militares han estado pensando activamente la seguridad para responder a las nociones cambiantes sobre la amenaza. Si un modelo territorial de la seguridad, que permitió la construcción de los Estados, produjo tanto como dependía de la distinción entre el “adentro” y el “afuera” del espacio nacional, las preocupaciones actuales por la seguridad de los sistemas supranacionales problematizan estas formas simultáneas sociales y espaciales. (2010, p. 603)

En la lógica militar, pronto apareció el concepto de costuras globales (global seams) para hacer referencia a “una zona liminal entre el adentro y el afuera del espacio, donde las viejas divisiones no tenían cabida” (Cowen, 2010, p. 603). Es decir, se trata de unas mallas extendidas por todo el mundo, que conectan en distintos puntos y que se despliegan a través de diversos territorios en grandes distancias, por lo que la vigilancia y aseguramiento debe ser en toda la cadena de articulación y no solamente en ciertos puntos, aunque es a partir de ciertos puntos que puede ejercerse ese control.

Estos cambios comienzan a gestarse desde la década de 1980, como puede observarse en las gráficas que hemos presentado sobre el despliegue de tropas, pero impactan directamente a partir de 1992, como también es posible observar. En la administración de William “Bill” Clinton comienza a plantearse una reducción del gasto militar y un incremento en la eficiencia de las fuerzas armadas, a partir tanto de la revolución en los asuntos militares (RAM)5 como de otro tipo de despliegue operacional, que ya prefigura lo que una década después será conocido como la rotación de tropas.

Se trata de mantener una menor cantidad de tropas estacionadas en puntos estratégicos, desde los cuales se pueda actuar rápidamente. Las Fuerzas de Reacción Rápida de 1980, predecesoras del Comando Central (Centcom), tenían una lógica similar. Sin duda, el presupuesto militar es un elemento central que, al verse disminuido, también condiciona la capacidad de despliegue de tropas. Pero no se trata únicamente de una cuestión de dinero, sino de una lógica operacional distinta, que se profundizará a partir de 2001.

Como se evidencia en la Gráfica 8, hubo una disminución drástica en el presupuesto de defensa en el periodo 1991-2001, para después registrar un periodo de aumento sostenido hasta 2010, cuando vuelve a presentarse una leve caída que comienza a repuntar en 2019 y, sobre todo con la aprobación del presupuesto para 2021, de 703 700 millones de dólares. No obstante, el aumento de presupuesto, aunque se relaciona con el incremento de tropas en África y Medio Oriente que antes hemos apuntado, no significa un incremento del despliegue militar que impacte todas las regiones y, por lo tanto, que sea global.

Fuente: elaboración propia con base en datos ofrecidos por SIPRI (2020). *Incremento propuesto para 2021. Dato obtenido de (DOD, 2020, 10 de febrero). Los valores están en dólares constantes de 2017, excepto los años 2018-2021, que están en dólares constantes de 2018.

Gráfica 8 Presupuesto de defensa de EE.UU., 1950-2021 

La lógica operacional que se encuentra detrás es aquella de la presencia rotativa o rotacional de tropas. El planteamiento se basa en la noción de que resulta más efectivo un esquema de rotación que uno que estacione las tropas en algún lugar específico. Desde esta perspectiva, rotar las tropas desde posiciones estratégicas (Japón, Corea del Sur, Alemania y el mismo territorio estadounidense, incluyendo Guam y Hawái) representaría tanto un ahorro frente a los constreñimientos fiscales recientes como también una ventaja estratégica, al tener la posibilidad de movilizar una cantidad considerable de tropas hacia una diversidad de escenarios regionales (Deni, 2017).

De esta forma, la disuasión, la contención y el aseguramiento se plantean desde una lógica fragmentaria y reticular, a partir de mallas que observan un todo sistémico y la necesidad de producir, con base en ello, un propio sistema con una gran capacidad de resiliencia, de autoorganización y de despliegue diverso, que permita ejercer un control efectivo sobre las mallas y las costuras globales, así como sobre las cadenas logísticas de aprovisionamiento y las infraestructuras vitales. Estas últimas permiten que el gran espacio mundial, concebido como un flujo continuo, pueda reproducirse con los mínimos contratiempos (Cowen, 2014). En este sentido, retomamos la reflexión de Sasha Davis cuando afirma que:

Un ejército efectivo es más que solo soldados y armas, es también los centros de control y comando, las bases ultramarinas, las oficinas, los estratégicos think-tanks y las instalaciones de producción de armamento. Los espacios de su operación no se encuentran limitados, por lo tanto, a los campos de batalla, sino que están diseminados a través del mundo y las sociedades. Por ello, un ejército solo funciona globalmente cuando puede funcionar efectivamente en una variedad de otras escalas. (2011, p. 215)

Esa articulación transescalar y multiterritorial es precisamente el quid de los despliegues rizomáticos. No obstante, su buen funcionamiento depende de múltiples factores, incluida la capacidad de penetrar y enquistarse correctamente en ciertos espacios que permitan las formas operacionales vigentes. Por su relevancia central, resaltamos aqui dos tipos de espacios que deben ser apropiados y producidos conforme la dinámica que los despliegues requieren: los espacios comunes (commons) y los nodos estratégicos. Los primeros son aquellos que, por encontrarse fuera de la soberanía de los Estados, no son susceptibles de ser apropiados por alguno de ellos según la legislación internacional vigente. Como ha planteado Barry Posen:

Los commons, en el caso del mar y el espacio, son áreas que no pertenecen a ningún Estado y que proveen acceso a gran parte del globo [...]. Dominar los commons no significa que otros Estados no puedan hacer uso de ellos en tiempos de paz. Tampoco que otros no puedan adquirir activos militares que puedan ser movilizados o incluso aprovechados a través de los espacios comunes cuando ello no es prohibido por Estados Unidos. Dominar significa que Estados Unidos posee una utilización más vasta del espacio, el mar y el aire, de la que ejercen otros; que pueden amenazar realmente con denegar el acceso a otros; y que otros perderían cualquier enfrentamiento militar si decidieran negar su acceso a Estados Unidos. (2003, p. 8. Énfasis añadido)

Ese control efectivo sobre los espacios que, por una parte, brindan acceso a todo el globo y, por la otra, son igualmente estratégicos para la reproducción del sistema mundial en su totalidad, permite a Estados Unidos erigirse sobre el resto de los competidores en el ámbito internacional. El despliegue de tropas, por lo tanto, debe ser lo suficientemente efectivo como para ejercer el dominio sobre los commons de forma rápida y decisiva, con la menor cantidad posible de tropas, sin mantener una presencia permanente que, por otra parte, resultaría extremadamente costosa.

Junto con el dominio sobre los espacios comunes, se requiere también, en esta malla extendida por el mundo, el establecimiento y el control de ciertos nodos territoriales, ordenados jerárquicamente, que permitan que esta praxis y concepción sistémica se erija como un flujo continuo y yuxtapuesto de efectivos militares y fijos espaciales, que también brinden la posibilidad de autoorganización y resiliencia que antes hemos referido. Como es posible observar en el caso de instalaciones militares y tropas, esos nodos son fácilmente identificables; corresponden a Japón (Okinawa), Corea del Sur (Seúl), Alemania (Ramstein y otros), Italia, Reino Unido, España, Bahréin y Turquía, a los que debe agregarse Guam, Hawái y Diego García (estos dos últimos no tanto por el número de tropas que albergan, difícil de saber en el caso del segundo, sino por la posición que ocupan y por la tendencia al unilateralismo que mencionaremos más adelante). Otros nodos, de gran jerarquía, se localizan en Virginia, Florida, Carolina del Norte, Washington y otras posiciones en el territorio continental estadounidense (DOD, 2021). Su calidad de nodo permite también que alberguen, continua y sostenidamente, una gran cantidad de tropas, a pesar del repliegue generalizado en la escala mundial.

Los commons y los nodos se conjugan en esta gran malla de ocupación militar territorial y son, en gran medida, el porqué del repliegue al que hemos venido refiriendo como estratégico, no solo porque sea fundamental en la geopolítica estadounidense actual, sino porque responde a una visión estratégica de primer orden. A partir de ese repliegue, del dominio de los commons y del control de ciertos nodos, hoy se presenta la forma de despliegue de Estados Unidos en todo el mundo (ver Mapa 1).

La dominación de espectro completo, planteada desde el Joint Vision 2020 del año 2000 y ejecutada como visión de conjunto a partir de 2001, se basa en buena medida en esta forma de espacialización o territorialización militar. Se explica que

[l]a etiqueta dominación de espectro completo implica que las fuerzas de Estados Unidos sean capaces de conducir operaciones rápidas, prolongadas y sincronizadas con combinaciones de fuerza hechas a la medida de situaciones específicas y con acceso a y libertad para operar en todos los dominios -espacio, mar, tierra, aire e información-. (Joint Chiefs of Staff, 2000, p. 6. Énfasis añadido)

Desde luego, estos planteamientos tienen fuertes limitaciones, la principal de las cuales se alberga en las contradicciones a las que se enfrentan. Como toda representación y conceptualización de un espacio estratégico (Lefebvre, 2013), esta gran ocupación militar territorial se confronta con resistencias y reticencias, en diversas escalas y en distintos contextos.

En el ámbito del dominio sobre los commons, diversos procesos y tendencias han ido consolidándose como obstáculos efectivos. Se trata de estrategias de denegación de área y antiacceso (A2/AD) que emplean algunos Estados -China a la cabeza- para tratar de evitar la penetración estadounidense en espacios y territorios vitales para sus intereses. La efectividad del dominio sobre los commons, de esta manera, se ve seriamente comprometida si del mismo modo no puede tenerse acceso irrestricto a espacios y territorios en escalas más concretas (locales, urbanas, estatalnacionales), que son de vital importancia para la geoestrategia global. El desarrollo de estas capacidades de denegación de área y de antiacceso se ha convertido en una fortaleza para los competidores, a pesar de la gran disparidad tanto en presencia como en equipamiento, tropas y presupuesto frente a Estados Unidos, como se refleja en la Gráfica 9. Las estrategias para contrarrestar el A2/AD han sido adoptadas con mayor frecuencia; consisten en tecnologías más eficientes (como los drones) y en la propia concepción rotacional de tropas, junto con la práctica de respuesta rápida que brinda en teoría, además de la dimensión político-diplomática y comercial que se conjuga con estos esfuerzos (Keck, 2014, 19 de marzo).

Con respecto a los nodos, estos también se han visto comprometidos debido a ciertas resistencias ante la ocupación territorial estadounidense en ciertas regiones, ciudades y lugares. Como explica Davis, es importante contar con un acercamiento a la geografía de la ocupación militar estadounidense no solamente a partir de entender cómo se despliegan los diversos componentes de esta, es decir, “no solo como sitios [y personal] que permiten la proyección de fuerza militar, sino también como zonas de encuentro entre las fuerzas armadas de Estados Unidos y la gente y los ambientes que las alojan. Son sitios de numerosas violencias locales, cotidianas” (2011, p. 217). Son también, por lo tanto, sitios de resistencia concreta ante esas violencias y, por ello, frente a la presencia militar estadounidense.

Fuente: elaboración propia con base en datos obtenidos de DOD (2021).

Mapa 1 Presencia de tropas en el mundo y nodos estratégicos, 2021 

Fuente: elaboración propia con base en datos ofrecidos por SIPRI (2020). Los valores están en dólares constantes de 2017, excepto en los años 2018 y 2019, que están en dólares constantes de 2018. *Datos disponibles de los años 1989, 1990 y 1992 para URSS/Rusia.

Gráfica 9 Principales presupuestos de defensa, 1989-2020 

Los casos de Manta, en Ecuador, Vieques, en Puerto Rico, Okinawa, en Japón o incluso Seúl, en Corea del Sur (Davis, 2011), además de las protestas en Italia, Alemania y Afganistán contra la ocupación militar de ciertas zonas y regiones (Si Vis Pacem, 2010), por poner solamente algunos ejemplos, son muestra clara de la creciente resistencia ante el despliegue de tropas y de instalaciones militares de Estados Unidos en el mundo. Por otra parte, también se ha registrado un problema que se ha denominado como desafíos por invasión (encroachment challenges), referidos a la forma como, en la escala urbana, la cada vez mayor presencia de construcciones civiles cerca de las bases, el desarrollo de redes de comunicación y de transmisión de información, más la infraestructura física que permite su operación, además del cambio en los regímenes de uso de suelo y la pérdida de zonas de seguridad amplias que circunden las instalaciones militares, han propiciado problemas de operación en esas instalaciones para el personal militar, comprometiendo sobre todo a aquellas labores clasificadas como secretas o ultrasecretas, o interrumpiendo las labores diarias en esas locaciones (Conger, 2018, 4 de octubre).

El desafío de invasión (encroachment), sin embargo, también es considerado cuando una legislación, una propuesta o una manifestación política, o una serie de acciones efectivas por parte de la población local, impiden el funcionamiento normal del personal militar y de las instalaciones que los albergan. Así, Washington pugna cada vez más por mantener un régimen de excepcionalidad, al estilo de Guantánamo, en toda la malla de ocupación militar, algo que ha sido el punto más álgido tanto en la convivencia cotidiana de las fuerzas armadas con las poblaciones locales como en la negociación con otros gobiernos al momento de proponer la instalación de bases o la presencia de tropas.

Frente a esta serie de obstáculos, y desde hace casi una década, justo cuando se planteaba la estrategia del pivote del Pacífico (Clinton, 2011, 11 de octubre), comenzó una compleja rearticulación de la presencia militar estadounidense, que encontró en el repliegue estratégico de tropas una respuesta fundamental. Se trata de replegar al personal militar hacia posiciones cuyo control sea efectivo, sin tener que lidiar con resistencias locales o, en todo caso, contando con la capacidad de contrarrestarlas, al no tener, al mismo tiempo, la necesidad de negociar con autoridades extranjeras la presencia militar estadounidense. De ello deriva la importancia de Guam, Hawái, Diego García e incluso Darwin, en Australia. Como ha anotado Davis, “los militares han reaccionado ante los constreñimientos puestos sobre sus operaciones a partir de buscar sitios para las bases [y las tropas, por ende,] que no solo brinden de una cobertura global, sino también que doten de la capacidad de un unilateralismo operacional” (2011, p. 220. Énfasis añadido).

Se trata de un nuevo colonialismo militar, en el cual la instalación de bases y la presencia de tropas se lleva a cabo en territorios bajo férreo control de Estados Unidos, en donde pueden darse los desplazamientos de población y la apropiación de tierras necesarios, sin que ello signifique un obstáculo diplomático o siquiera una resistencia social que sea considerada como relevante. Guam, que hoy alberga 6161 tropas, es un claro ejemplo de ello (DOD, 2021).

De esta forma, el repliegue estratégico apuntala este unilateralismo operacional, que a su vez permite una libertad de acción mayor al eludir constreñimientos políticos, sociales y legales, además de un acceso efectivo y eficiente tanto a los commons y a los nodos como a escenarios de conflicto, actuales y probables, a escala mundial. Si bien este repliegue es parte de esta geoestrategia, es también muestra de una ambivalencia plena. Se observa, al mismo tiempo, un declive relativo, presiones financieras, contradicciones en la geografía de la ocupación militar y planteamientos poco claros en torno a la posición global -no solo militar- de Estados Unidos en las próximas décadas. Lo cierto es que la tendencia hacia el unilateralismo en la acción se ha fortalecido en los últimos años y, en las condiciones actuales, pareciera que se irá reforzando cada vez más.

Quisieramos apuntar, por último, aunque de forma marginal, el papel de algunas tecnologías en este repliegue estratégico de tropas. Nos referimos específicamente a las aeronaves no tripuladas, los llamados drones, que han impactado desde 2001, pero con mucho énfasis desde 2008, la forma de ocupación militar territorial de Estados Unidos en el mundo. No solamente han significado la inauguración de una era en la cual se pueden dar asesinatos selectivos, como el de Qasem Soleimani en enero de 2020, o de mayor magnitud, como algunos ocurridos en Líbano, que implican una coordinación en comunicaciones, una logística de cientos de kilómetros y un alcance en la toma de decisiones de miles de kilómetros, sino también la posibilidad de ocupar territorios con relativamente poca inversión y con una eficiencia suficiente para nutrir la red militar global.

Junto con el repunte en la presencia de tropas en África que, como hemos mencionado, es la región que ha reportado un incremento sostenido casi lineal desde la década de 1980, también se han establecido bases e instalaciones militares desde las cuales se operan ataques y se vigila con drones. Es el caso de la base aérea Arba Minch, 400 kilómetros al sur de Addis Abeba, Etiopía (cerrada a finales de 2015), las instalaciones en el aeropuerto internacional de Seychelles, en la Isla Mahé o el aeropuerto de Kysmayo en Somalia (Melvin, 2019). Documentos del Africom (comando africano) muestran una intensa actividad de las instalaciones de operación de drones en la región, junto con los centros de detención clandestina y de tortura, operados por la Agencia Central de Inteligencia (CIA), además de las actividades que se llevan a cabo desde Camp Lemonnier, Yibuti (Turse, 2018, 1 de diciembre).

Las tecnologías de vigilancia y ataques a partir de la utilización de drones no sustituyen, hasta el momento, la presencia de tropas, pero sí resignifican el concepto de ocupación militar territorial reduciendo su costo (monetario y en vidas de soldados expuestas), ampliando el rango de vigilancia (territorial y temporalmente), aumentando la letalidad y la precisión de los ataques y fortaleciendo, en general, la representación de un verdadero panóptico global, que complementa la malla global de la ocupación militar. En este sentido, los drones también son parte esencial de la lógica del repliegue estratégico de tropas, al permitir que en algunas regiones no se requiera la presencia física de grandes cantidades de tropas. Así, el despliegue de tecnologías de vigilancia militar-territorial es parte del repliegue general de tropas.

Conclusiones

Los datos disponibles muestran una tendencia hacia la disminución de la presencia de tropas estadounidenses en el mundo. Aunque pueden darse diversas interpretaciones de este proceso, hemos decidido aportar algunos elementos que consideramos centrales en la explicación del repliegue estratégico. La historia de la presencia militar estadounidense en el mundo refleja ciertas tendencias de continuidad, pero también es prueba de que esta no es estática y de que no se constituye en estructuras permanentes e inmutables. Se trata, por el contrario, de una compleja red que atraviesa diversos territorios y distintas escalas, estableciendo diferentes fijos espaciales que permiten una dinámica constante de flujos, en la cual las tropas juegan una parte esencial, sobre todo en el nuevo esquema rotativo.

En la lógica spykmaniana heredada de la Segunda Guerra Mundial y aplicada durante buena parte de la Guerra Fría, el despliegue de tropas reflejó la necesidad de consolidar lo que hemos denominado como fronteras estratégicas, lo que implica una estrategia ofensiva, establecer avanzadas militares, políticas y diplomáticas en los territorios enemigos o en territorios aliados para evitar que la conflic- tividad llegue al territorio continental de Estados Unidos. De ello derivó la instrumentalización del espacio euroasiático y el gran despliegue de instalaciones y de personal militar de las décadas de 1950 y 1960. La lógica de confrontación interbloque también influyó en esta forma de despliegue.

No obstante, como toda forma histórica, esta forma de ocupación espacial militar tuvo una vigencia que se compaginó también con el industrialismo y el régimen de acumulación fordista, que privilegiaba las perimetrizaciones y las centralizaciones. De esta manera, al llegar a sus límites en la década de 1970, debido a la crisis de sobreacumulación y el cambio hacia el régimen posfordista, más el cambio en las prioridades hacia el aseguramiento de fuentes de aprovisionamiento de recursos estratégicos, el incremento de la competencia internacional, el surgimiento de nuevos patrones tecnológicos y las nuevas formas de articulación de la producción hicieron virar también la lógica de despliegue de tropas a escala mundial. Desde entonces, este despliegue adoptó una forma más fragmentaria y orientada hacia la protección de las cadenas logísticas globales, así como a la noción de mallas espaciales que privilegian la ocupación de espacios comunes y la creación de nodos jerarquizados para ejercer un dominio efectivo sobre los puntos geoestratégicos; estos permiten la dinámica de un espacio mundial concebido como un flujo continuo.

El fin de la Guerra Fría marcó la pauta para la introducción de nuevas lógicas operacionales frente a un contexto estratégico totalmente transformado. Ello significó el descenso abrupto tanto en el presupuesto de defensa como en el despliegue de tropas en el mundo, haciéndose acompañar de intentos de hipertecnologización de las fuerzas armadas que permitieran una presencia de menor costo y más efectiva. La única región que vio un aumento de la presencia militar estadounidense fue Europa del Este, debido a la política de cercamiento contra la Federación Rusa.

Después de 2001, la guerra contra el terrorismo y la política de reposicionamiento mundial a partir de la utilización de las amplias capacidades militares de Estados Unidos indujeron un repunte en la presencia de tropas en Medio Oriente, más un aumento progresivo en el despliegue de efectivos militares en África. No obstante, en términos globales, el repliegue continuó en marcha y se profundizó durante la última década. Aunque las presiones presupuestales son parte de la explicación, como hemos mostrado, el presupuesto de defensa comenzó a aumentar a partir de 2015, después de cinco años de permanecer a la baja, algo que no se reflejó en un aumento relevante del despliegue de tropas. Por lo anterior, más que apelar a un declive de la superpotencia, nos hemos enfocado en ciertas tendencias relevantes.

De esta manera, observamos un fuerte impacto de la lógica posfordista en la forma de despliegue actual de las fuerzas armadas estadounidenses en el mundo. La producción de un sistema de ocupación militar territorial (conformado por instalaciones, equipo militar, infraestructura de comunicaciones y personal), como hemos insistido, se despliega por diversos territorios y a distintas escalas. Estas interactúan de forma compleja, apuntalando una lógica de dominio eficiente y eficaz, que se compagina con la noción de dominación de espectro completo.

El sentido de la estrategia de rotación de tropas sigue esos reajustes al plantear la capacidad de reacción rápida de divisiones enteras de las Fuerzas Armadas en donde se las requiera. Para ello, el control sobre los commons y los nodos resulta fundamental. Las tropas se concentran únicamente en los nodos estratégicos que permiten su rápido despliegue a zonas de conflicto o de posible conflicto.

Siguiendo las reflexiones de Davis, observamos, sin embargo, que las contradicciones a las que se enfrentan estos despliegues en el terreno son también una parte importante para explicar el repliegue. Las resistencias sociopolíticas que se producen en la interacción violenta y cotidiana en entornos locales con poblaciones y comunidades originarias, en distintas partes del mundo, explican gran parte de la necesidad de trasladar las instalaciones y las tropas hacia territorios seguros y controlados donde, como mínimo, no deba negociarse con gobiernos ni con soberanías extranjeras. Ello no quiere decir, de ninguna manera, que no existan resistencias en las nuevas locaciones, pero sí que son consideradas como más controlables.

Todo lo anterior refuerza la tendencia hacia un unilateralismo operacional que busca dotarse de capacidades incrementadas para la actuación de las Fuerzas Militares estadounidenses. Paradójicamente, esos repliegues que otorgan la posibilidad de actuar con menores restricciones son muestra de una dinámica contradictoria. En esta lógica, desplegar tropas en territorios extranjeros es algo cada vez más complicado que se convierte en un punto de tensión política a diversas escalas, por lo cual puede concluirse que la red de ocupación militar territorial mundial no solamente se modifica como consecuencia de las planeaciones y representaciones estratégicas en Washington, sino que responde a presiones y resistencias que se presentan en toda la malla espacial.

Por último, el papel de las nuevas tecnologías explica también una parte de las lógicas de repliegue y despliegue actuales. Permiten una ocupación más económica, eficiente, al tiempo que amplían la capacidad de vigilancia en el ámbito espacio- temporal. De igual manera, las nuevas tecnologías profundizan la letalidad de los ataques y, aunque rebasa con mucho este análisis, es menester decir también que propician una mayor deshumanización del enemigo, haciendo de los ataques un juego de realidad virtual aumentada para quien los perpetra y una tragedia fantasmagórica para quienes son sujetos de estos.

El repliegue estratégico responde a numerosos elementos que no pueden ser reducidos a una interpretación simple. Tampoco es muestra, por sí mismo, de un declive absoluto de Estados Unidos y de su presencia militar mundial. De igual manera, no puede ser interpretado como una debilidad frente a los competidores. Es parte de una estrategia global en plena transformación cuya complejidad confiamos, cuando menos, haber plasmado en las líneas anteriores.

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1 Se refiere a la noción ofensiva que planteara Nicholas Spykman (1944) durante la Segunda Guerra Mundial, a la cual se ha hecho referencia anteriormente.

2La región Asia no contempla a Medio Oriente, que, por su importancia geoestratégica y sus características, se reporta aparte en los datos ofrecidos por el Pentágono.

3Si bien hasta junio de 2021 Afganistán albergaba una gran cantidad de tropas, el repliegue ordenado por la administración de Joe Biden estaría determinando la salida total del territorio afgano para finales de agosto (Mars, A. y Sánchez-Vallejo M. (2021, 8 de julio). Las últimas tropas de Estados Unidos saldrán de Afganistán el 31 de agosto. El País. https://elpais.com/internacional/2021-07-08/las-ultimas-tropas-de-estados-unidos-saldran-de-afganis- tan-el-31-de-agosto.html). Los datos reales, no obstante, estarán disponibles hasta finales de año.

4Este número contempla las instalaciones militares operativas, pero así también administrativas, logísticas, de servicios de salud y otros. Los datos reportados por el Pentágono, no obstante, muestran que el 32% están destinadas al rubro de operación y entrenamiento y el 46%, al de utilidad y mejoras en el terreno (DOD, 2018).

5Se refiere a la serie de nuevas técnicas, tecnologías, doctrinas y formas organizativas, que comienzan a plantearse desde la década de 1980 y a hacerse efectivas en la posguerra fría, para eficientar las labores de las fuerzas armadas estadounidenses. Las innovaciones derivadas de la última revolución científicotécnica son el eje central de esta nueva concepción militar que, por otro lado, se refleja directamente en la propuesta de repliegue estratégico que aquí analizamos.

*Este artículo es resultado de las labores de investigación del proyecto PAPIIT IN303218, auspiciado por la Dirección General de Asuntos del Personal Académico de la Universidad Nacional Autónoma de México.

Cómo citar: Herrera Santana, D. (2021). El repliegue de tropas de Estados Unidos en el mundo: declive relativo, reajustes estratégicos y unilateralismo operacional en el siglo XXI. Revista De Relaciones Internacionales, Estrategia Y Seguridad, 16(2), 97-120. https://doi.org/10.18359/ries.4933

Recibido: 26 de Junio de 2020; Aprobado: 02 de Septiembre de 2021; Publicado: 31 de Diciembre de 2021

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