Bien común y los comunes
La idea de bien común es una concepción bastante general, es un término muy amplio, extenso, complejo y universal. Por ello, en muchas ocasiones las definiciones de este vocablo resultan complejas. Ante este dilema surge la pregunta una y otra vez: ¿Qué es el bien común? Existen algunos conceptos que buscan aproximarse a la definición de bien común, como el de justicia. Pero ¿realmente el bien común es justicia o la justicia es el bien común?
Con la relación del binomio bien común-justicia parece existir un problema tal como lo plantea John Rawls: la idea de bien común en términos de desarrollo se contrapone con la de justicia, en los mismos términos. Por otro lado, Walzer menciona que para comprender a la justicia es necesario reconocer la importancia de los bienes colectivos y cualquiera de estos debe estar inmerso en una comunidad viva, se debe encarnar en un espacio y tiempo concretos. Además de ello, se debe tener una comprensión compartida preexistente (Nebel, 2017). Así, estos bienes colectivos concretos se encuentran en una tensión con el bien común universal, que es más frecuente escucharlo en muchos discursos políticos, empresariales o académicos.
La idea de bien común ha vuelto a resurgir en el ámbito público, se escucha hablar a muchas personas sobre el bien común y se lee en muchas partes. Tuvo sus cotas altas en la Edad Media, se fue erosionando en la modernidad y se fue casi a la tumba en la posmodernidad. Antes del libro Governing de Commons, de Elinor Ostrom, encontramos todavía el término del bien común en los escritos de la Doctrina Social de la Iglesia1, pero este concepto se desplegó desde los ámbitos teológico y filosófico. Específicamente en el ámbito de la filosofía me refiero a que se desarrolló dentro de las cuestiones metafísicas, antropológicas, éticas, de la filosofía social y de la filosofía política. Parece que tratar el bien común desde la metafísica no ha ayudado mucho en su concepción, aceptación y aplicación y, más bien, el tema se ha quedado estancado y no se ha difundido en la realidad. Por eso los nuevos estudios sobre el bien común han ampliado su campo, específicamente en el de la acción. La pregunta que podría resumir esta cuestión es: ¿Cómo hacer bien común?
En su concepción general o universal, el bien común es algo analógico, esto significa que es algo parte igual y parte distinto y predomina la distinción. Además, considero que hay cuatro diferentes tipos de bienes comunes en su acepción general: 1) inmanente natural; 2) inmanente sobrenatural; 3) trascendente natural y 4) trascendente sobrenatural. Solo trataremos el bien común inmanente natural, porque incluye las cuestiones de la sociedad perfecta, es decir, de una sociedad constituida que no necesita de otras sociedades para cumplir con sus necesidades, por ejemplo, una familia es una sociedad, pero no es perfecta, pues por ella misma no puede cultivar y producir comida, no se puede construir a sí misma una casa, no puede dar una educación desde básica hasta universitaria a sus miembros, entre otras muchas cosas más, necesita de otras sociedades.
¿De qué trata este bien común o de qué está compuesto materialmente? Está compuesto de bienes exteriores e interiores del cuerpo y bienes exteriores e interiores del alma2. El primero versa sobre los bienes que podríamos llamar servicios públicos, como agua, luz, gas, pavimento, entre otros; el segundo, sobre elementos de salubridad o esparcimiento, como nutrición, ejercicio, higiene, etc.; el tercero, elementos socioculturales como la economía, la educación, la política, la seguridad, etc.; y, por último, son bienes como los hábitos del alma, relaciones interpersonales, goce efectivo de derechos humanos y el enriquecimiento de las facultades del ser humano, entre otros.
Además de los elementos materiales3 antes mencionados, también tiene algo que le da forma, lo que se denomina en términos aristotélicos como la causa formal y que está constituido por la totalidad de su esencia, la tríada perfección, perfectivo-perfeccionante, la difusión de sí, el fin último común de la sociedad y la igualdad proporcional. Estos elementos de la causa formal tienen su concreción en la realidad en tres elementos: el Estado de derecho, las leyes y las estructuras institucionales. En el caso del Estado de derecho, la característica común es la existencia de una Constitución, que debe ir conforme a la identidad de los miembros de la nación, que nos diga de dónde venimos y hacia dónde queremos ir, cómo nos vamos a organizar (Cfr. Gutiérrez, M., 2021). Según Weiler, las Constituciones hacen tres cosas: 1) organizan las funciones de los Estados; 2) definen la relación entre ciudadanos y el Estado y 3) son el repositorio, la caja fuerte de los valores, símbolos e ideas que hacen que esa sociedad sea esa sociedad, asimismo como el ethos y el thelos, los fundamentos y aspiraciones culturales de una comunidad política (citado en Weigel, 2005).
Ahora bien, hasta este momento la pregunta sigue sin ser contestada, pues solo se han abordado algunos elementos que constituyen el bien común universal. Lo que nos inquieta sigue siendo: ¿Cómo hacer un bien común? Normalmente las doctrinas del bien común se han basado en una concepción que parte de lo individual; actualmente se está pensando el bien común desde la comunidad, sin dejar de lado el núcleo que es la persona humana. Asimismo, otro elemento que está cobrando mucha importancia en el desarrollo de la noción de bien común se da el ámbito de la acción, que se circunscribe en la rama filosófica de la ética4. En palabras de Dietrich von Hildebrand podemos decir que la persona humana es el sujeto que tiene una toma de posición. Esto significa que una conciencia tiene un contenido vivencial5, como un tipo de familiaridad; este contenido vivencial se encuentra en mí y está referido a mí y no al objeto. Se llama conciencia al saber cómo se encuentra el estado de cosas ahí para cada uno de nosotros. Con ella tenemos un actuar auténtico en un sentido de realización vivida consciente del estado de cosas y su valor, pues toda acción supone una realización vivida del estado de cosas y no una realización objetiva. Asimismo, para diferenciarse de otras acciones como comer, pasear, dormir tiene una característica trascendente.
¿Qué significa una acción en sentido de realización vivida del estado de cosas? Que la conciencia tenga un saber del valor del estado de cosas, y este es el fundamento de la voluntad; la respuesta que yo tengo al saber su valor es la dirección al estado de cosas. Pero esto no basta como tampoco es suficiente responder ante ello, sino que aparece un tercer elemento, totalmente nuevo: el hecho objetivo que se ha realizado en el mundo exterior. Así, podemos establecer que deben hallarse tres elementos para poder realizar el acto; a saber, “primero, una conciencia fundante referida al estado de cosas y a su significado; segundo, una toma de posición, el querer; y [... tercero,] el realizar (fundado en el querer) el estado de cosas» (Hildebrand, D., 2014, p. 48).
Aunque en este momento todavía no hablamos de un juicio moral en la acción que hemos descrito, Hildebrand pone como ejemplo el rescate de una persona que se encuentra en una casa en llamas y da entender que cuando un ser humano realiza una acción buena en referencia a otro ser humano (como salvarle la vida a la persona que se encuentra dentro de la casa) no solo es bella la acción, sino que “mediante la realización de la acción en el mundo se ha enriquecido con un bien moral; si se hubiera omitido, el mundo sería más pobre en cuanto a ese bien” (2014, p. 13).
Si la acción buena moralmente, descrita por Hildebrand, de un ser humano a otro introduce en el mundo una riqueza; la acción de un ser humano por la consecución del bien común debe introducir algo parecido en el mundo que en la operación ordinaria de un sujeto. Pero la acción de muchos debe introducir al mundo una riqueza excelsa, pues el bien común necesita de la participación y cooperación común y no de uno solo. Ahora bien, en la acción en común debe existir un tipo de conciencia referido a un contenido vivencial actual (real) o a varios contenidos vivenciales actuales (reales).
O bien, para no hablar de una conciencia colectiva, podemos decir que los individuos que están reunidos en comunidad deben conocer el valor de las cosas y deben ser conscientes de ello, es decir, deben conocerlo y valorarlo en conjunto. Si la comunidad de personas no conoce el valor del estado de cosas, no tiene una aprehensión cognoscitiva de ellas y no es consciente de ella, entonces no puede darse el paso al segundo elemento de la acción, que es el querer. Pero si toda la comunidad aprehende el valor y es consciente de su valor, entonces puede tener una toma una posición ante el objeto y su valor, y por ende quererlo y poner en marcha o en acto todo lo necesario para su realización en comunión.
Con la acción en común podemos darnos cuenta de que en realidad no es tan sencilla la acción en concreto6, pues ¿todos han aprehendido cognoscitivamente el objeto? Y si sí, ¿todos han tenido un contenido vivencial del objeto, y con ello se han dado cuenta de la importancia del objeto? Y, por último, ¿todos conocen el valor y valoran del mismo modo el objeto? Muchas personas pueden aprehender cognoscitivamente un auditorio universitario, pero solo algunos tendrán un contenido vivencial de él, como los estudiantes que están estudiando ahí, los profesores que están impartiendo clases ahí, los conferencistas que exponen ahí, los directivos que pasan por ahí, el personal de intendencia que trabaja ahí. Pero no todos los descritos saben de su importancia, así como de todo el estado de cosas que están en ese auditorio; no todos conocen su valor, ni de todo el estado de cosas que está ahí; no saben valorarlo de la misma forma, pues algunos estudiantes pueden hacerlo rayando las bancas y paredes con tinta o con algún objeto punzocortante, tirando basura en el piso y dejarlo sucio, tomándolo por la fuerza y establecer un campamento y un negocio. Vemos que, si el primer elemento que describe Hildebrand no se cumple, por tanto, tampoco se cumple la toma de posición, y mucho menos la acción.
Ahora bien, si las personas que han aprehendido cognoscitivamente el objeto, tienen un contenido vivencial, son conscientes del valor del estado de cosas, y todos lo valoran con la misma cualidad, entonces quieren con un propósito e intención y actúan. Para Nebel (2018), el bien común es un proceso en el que toda la comunidad “se reúne en torno a un objetivo y surge de la consecución de este objetivo” (p. 34). Esta reunión se da por medio de las necesidades comunes, en muchas ocasiones, pero también se tiene en cuenta la historia compartida y la solidaridad7 y se genera y producen tales bienes como fruto de la cooperación y la apreciación común.
Este bien como fruto de la acción común organizará a todas las personas y desarrollará una forma de vida en común, que se manifiesta en la capacidad de desarrollar “estructuras organizativas ‘anatómicas’ que gobiernan de manera participativa y corresponsable los recursos” (Belloti, 2014, p. 48).
Siguiendo a Nebel (2018) podemos entender que el bien común es una de las interrogantes que se hace siempre una comunidad, pero no es la pregunta sobre la esencia del bien común, sino sobre cómo se hace realidad; por ello, propone cuatro preguntas que pueden ayudarnos a comprender y resolver la inicial. Estas son:
Qué queremos ser los unos para los otros? [¿Cuáles son los bienes que nos congregan como comunidad?] ¿Qué valoramos juntos? ¿Qué queremos y podemos alcanzar juntos? [¿Cómo realizarlo en común? ¿Cómo lograr los unos con los otros -juntos- los bienes que nos proponemos alcanzar?]. (p. 37)8
Estas inquietudes se pueden aplicar a cualquier tipo de comunidad para conocer si se reúnen alrededor de ese bien valorado y a su consecución. De esta forma emergen ciertos bienes que tienen un valor que todos comparten y que solo esa comunidad puede alcanzar.
Ahora bien, no todas las comunidades políticas tienen la totalidad de sus partes de forma semejante, sino que están conformadas por elementos diversos (Aristóteles, 1261a, pp. 22-30). Por esta razón, podemos decir que las comunidades aglutinadas en la comunidad política buscan diferentes bienes comunes una colectividad universitaria buscará el bien de la verdad, la de empresarios generar riquezas para el bien vivir, la de médicos el bien de la salud, la militar buscará el bien de la seguridad, etc. Por eso es más preciso hablar de bienes comunes que de bien común, aunque todos los bienes comunes tienden hacia el bien común universal.
Definición de doctrina
Antes de preguntarnos si la doctrina militar mexicana es un bien común, nos gustaría analizar qué es una doctrina y después una doctrina militar. El objetivo de este análisis es saber si México tiene uno, y si sí, entonces preguntarnos si es un bien común.
La palabra doctrina es un término que en la actualidad tiene una concepción peyorativa, normalmente se relaciona con la idea de lavado de cerebro. Se puede asociar tanto a instituciones religiosas como políticas. Otro elemento que empobrece la idea de doctrina es el pensamiento por el cual las personas creen que se les corta su libertad, pues opinan que una doctrina violenta su autonomía, porque dicen que es una imposición que proviene de fuera y, por tanto, es heterónoma. Con fundamento en esta idea dicen que nadie puede venir a decir cómo debe vivir la vida cada quien, pues cada uno tiene sus propias creencias y su libertad.
Por doctrina entiendo un conjunto de verdades que han interpelado9 a nuestra existencia como comunidad y que dan una estructura y forma a nuestro ser como personas humanas y como sociedad. Normalmente, la palabra doctrina se entiende como enseñanza, pues etimológicamente proviene de la palabra latina docere que significa enseñar. Pero ¿qué es lo que se enseña? ¿Cuál es el contenido de esas enseñanzas? ¿Se enseñan mentiras? ¿Se enseñan errores? Lo que realmente se busca enseñar es la verdad, aunque haya veces que nos lleguemos a equivocar y creamos que una falsedad es una verdad, pero esto no se debe a que la verdad cambie por la época, sino a que hubo un error en nuestro proceso de conocimiento de la cosa en sí; no es que la cosa en sí haya cambiado por los hechos y sucesos históricos, sino lo que cambió fue nuestra percepción de ella, después de un cambio del juicio o de los juicios que hayamos realizado de ella.
La cuestión fundamental y álgida del tema de la doctrina no es la enseñanza, es decir, no es el método por el cual se enseña: el problema medular radica en la palabra verdad. Si a alguien se le trata de mostrar la verdad que hemos alcanzado en conjunto o personalmente, ese alguien puede objetar que se le está imponiendo. ¿Realmente sucede esto cuando hablamos de doctrina o enseñanza? La respuesta es un rotundo no; y esta mala interpretación se debe también a una falta de comprensión del tema sobre la verdad, porque normalmente creemos que poseemos una o varias verdades, pero en la realidad es la verdad la que me posee y me transforma. Cuando conozco una verdad, noto una modificación en mi vida, en mi forma de pensar, de actuar, de relacionarme.
Pero, hay otras personas que todavía no son interpeladas por esa verdad, todavía no la llegan a descubrir. No podemos poseer una verdad de algo, porque la verdad de ese algo es sumamente amplia, basta, sobrepasa nuestro entendimiento. Santo Tomás de Aquino dirá que no podemos conocer ni la esencia de una mosca (1989); Immanuel Kant dirá que no podemos conocer el noumeno, sino lo único que conocemos es el fenómeno, la representación fenoménica que tengo del noumeno (2010). Asimismo, para santo Tomás, la verdad es un ir y venir del pensamiento humano hacia la cosa, por eso retoma la traducción que hace Isaac Israelí, quien define a la verdad como la adecuación de la cosa y del intelecto (De Aquino, 2012)10.
En 2015 me invitaron a dar una conferencia en la Sexta Sección del Estado Mayor sobre la Doctrina de la Iglesia católica y una posible analogía entre esta y la doctrina militar. Me llamó mucho la atención que quisieran saber qué es lo que entiende la Iglesia por doctrina y cómo le hace la Iglesia para transmitirla. En esa ocasión dije que la doctrina ayuda a dar identidad al fiel, que la doctrina es sólida, sencilla, luminosa y contiene verdades fundamentales. ¿Cuál es la jerarquía de la Iglesia católica? Que dentro de esa doctrina se menciona que el fiel está en constante combate contra el mundo, la carne y el demonio, y nos defendemos por la oración, el ayuno y la limosna, que nos ayudan a vencer el deseo de dominio y prestigio, el deseo de los placeres y el deseo de poseer; que las verdades fundamentales de la doctrina se basan en las Fuentes de la Revelación, a saber, Sagradas Escrituras, Tradición y Magisterio, así como del Código del Derecho Canónico.
Revisando la literatura sobre la doctrina militar, encontré algo parecido a esta iniciativa en Military doctrine, command philosophy and the generation of fighting power: genesis and theory de Geoffrey Sloan (2012). Él dice que hay tres perspectivas para definir y entender la idea de doctrina: 1) proviene del contexto de la Iglesia Católica Romana, donde es usado para designar los artículos de la fe aceptados y correctos enseñados por la Iglesia y, además, puede ser entendido como un conjunto de creencias estructuradas o los principios por los cuales guía a una organización y como interactúa en ambientes amplios11. Salta a la vista que en esta definición que ofrece Goffrey hace falta mencionar algo sobre la Doctrina de la Iglesia: el dogma, que se relaciona con las palabras artículos de la fe y conjunto de creencias. Estas tres palabras resultan de nuevo difíciles de comprender en un ambiente posmoderno y secularizante, es decir, ajeno a aceptar verdades fundamentales y a adecuarse a las exigencias y gustos del propio yo y un mundo ajeno a la religión y a Dios. ¿Qué se entiende por fe, creencia y dogma? Tampoco es mi cometido definir completamente cada una de ellas, hacer un tratado de estos tres vocablos. Solo retomaré los elementos que creo importantes de las ideas de fe y de dogma para los fines del tema de doctrina.
Para la Iglesia católica la fe es una virtud teologal, una virtud que es infundida por Dios mismo cuando la persona es bautizada. En ese momento decimos que Dios da los siguientes regalos a la persona: las virtudes teologales (fe, esperanza y caridad), ser hijos de Dios por adopción filial, se borran el pecado original y los pecados cometidos hasta ese momento; es decir, el bautizado empieza a participar de la vida divina.
Tomás de Aquino define la fe como asentimiento del entendimiento. Con esta definición involucra tanto al intelecto como a la voluntad de los seres humanos; lo interesante de esta noción es que cuando el intelecto ha conocido una verdad, no se queda en la mera especulación o en la mera teoría, sino que al usar el tema de asentir ya empieza a formar parte de mi vida, esa verdad trato de hacerla vida, que se encarne aquí y ahora en mi actuar, veo al mundo con una diferente perspectiva. Además, dice que la fe es lo primero necesario para poder decir que alguien es cristiano y que además da cuatro bienes: el alma se une a Dios, incoa en nosotros la vida eterna, dirige la vida presente y es por lo que vencemos las tentaciones (De Aquino, 1989).
Una de las dificultades que veo normalmente al abordar el tema de la fe es siempre su relación con la razón, pues existe un estigma bastante generalizado que dice que una persona que tiene fe es irracional. Pero para la Iglesia católica no es así, sino que existe una armonía entre fe y razón (Juan Pablo II). Otro estigma que se encuentra es la disputa entre la fe y la ciencia, que también es algo totalmente infundado, pues en la historia del desarrollo científico encontramos muchos científicos católicos que han aportado muchos avances a la ciencia gracias a su fe, como lo pueden ser Nicolás Oresme, Nicolás de Cusa, Nicolás Copérnico, Galileo, Descartes, Pascal, llegando hasta el padre del Big Bang, Lemaítre y el padre de la genética, Mendel, entre otros muchos grandes científicos católicos.
Otro elemento importante al hablar de la fe es su relación con una acción: creer. En muchos ámbitos se ha dejado de preguntar ¿qué cree la Iglesia? Y se da por supuesto cosas que no cree la Iglesia. Dos preguntas aparejadas a la anterior son: ¿Quién cree y cómo cree? La Iglesia ha tratado en conjunto las preguntas qué y quién cree, como si tuvieran una unidad interior. Lo que se quiere decir es que con ellas “se ilustra el acto de la fe y el contenido de la misma en su inseparabilidad” (Ratzinger, 2013, p. 133). Y, además, la Iglesia enseña con la fórmula creo-creemos la fe de la Iglesia y el carácter personal de la fe. Una persona que cree es iluminada tanto en su vida como en su inteligencia, por esta razón G. K. Chesterton dirá “[...] pero descubrí luego que si bien mis verdades eran verdades, mis verdades no eran mías. Me hallé en la ridícula situación de creer que me sostenía solo: estando en realidad sostenido por toda la cristiandad” (Chesterton, 2014, p. 6). El acto de creer no es personal, es comunitario. El hombre que cree, no cree aisladamente, no es una creencia de tipo egoísta, porque lo hacemos en comunidad. Pues así como nadie puede vivir solo, nadie puede creer y salvarse solo. “Cada creyente es como un eslabón en la gran cadena de los creyentes. Yo no puedo creer sin ser sostenido por la fe de los otros, y por mi fe yo contribuyo a sostener la fe de los otros” (Santa Sede, n.° 166).
Entiendo la palabra dogma como una verdad revelada, una verdad que por las fuerzas de mi propio entendimiento nunca habría alcanzado. Un ejemplo de verdad revelada lo podemos encontrar en un artículo de fe: Jesucristo se hizo hombre; es decir, la Segunda Persona de la Santísima Trinidad -por tanto, tiene la misma naturaleza divina de la Primera Persona de la Santísima Trinidad, o sea, es Dios- descendió de los cielos para encarnarse en el seno de una mujer virgen por obra de la Tercera Persona de la Santísima Trinidad; esto quiere decir que la Persona de Cristo tiene naturaleza divina y humana. Esta verdad revelada, no es algo que yo conozca porque me lo dicta mi razón humana, sino que esta verdad se me ha dado en revelación a mi entendimiento para que pueda empezar a asimilar La Verdad, que supera por completo mi pobre entendimiento humano.
Al hablar o usar la palabra dogma siempre surge una complicación y es que, normalmente se cree que un dogma no se puede “cuestionar” porque si no, te condena Dios o la Iglesia. En realidad, tampoco sucede así. Este artículo de fe -que he tratado de exponer con las palabras precisas- ha sido uno de los dogmas más cuestionados, pero para ir avanzando en la comprensión de esta verdad que supera nuestro entendimiento, la Iglesia debió defender y aclarar este dogma en virtud de las herejías que surgían en el ambiente teológico, como la negación de la humanidad o de la divinidad de Jesucristo.
La Iglesia reunió varios Concilios como el de Antioquía, Nicea y Calcedonia para defender esta verdad, aclararla y explicarla. Este desarrollo de aclaración de esta verdad revelada la podemos observar en el transcurso histórico de lo que conocemos como la oración del Credo. La primera formulación se le preguntaba al bautizado: ¿Crees en Dios Padre todopoderoso, creador del Cielo y de la Tierra?, ¿crees en Jesucristo, su único Hijo, nuestro Señor; que fue concebido por obra y gracia del Espíritu Santo, nació de santa María Virgen, etc.? Después, esta fórmula de pregunta y respuesta se transformó en la oración conocida como el Símbolo de los Apóstoles, que explica la segunda pregunta que se le hacía al bautizado. Hay un desarrollo y una mayor comprensión de lo que profesamos12 y el Símbolo13 es lo que nos une.
Con los Concilios de Nicea y Constantinopla existe un desarrollo mayor de esta verdad revelada, y lo encontramos en el Credo Nicenoconstantinopolitano, que dice: “[…] Creo en un solo Señor Jesucristo, Hijo único de Dios, nacido del Padre antes de todos los siglos, Dios de Dios, Luz de Luz, Dios verdadero de Dios verdadero; engendrado, no creado, de la misma naturaleza del Padre, por quien todo fue hecho; que por nosotros los hombres y por nuestra salvación, bajó del Cielo y por obra del Espíritu Santo se encarnó de María, la Virgen, y se hizo hombre [...]”14. Y no se ha quedado ahí, sino que los que estudian la ciencia teológica siguen sacando tratados y libros sobre la cristología para seguir comprendiendo este misterio.
Con lo escrito anteriormente sobre el tema de la doctrina en la Iglesia católica podemos ver que Geoffrey Sloan no comprende del todo la doctrina católica pues carece del ethos cristiano, no se nutrió ni creció en ese lugar en común que tenemos los cristianos. Tal vez fue formado, pero no llegó a comprender completamente lo que la Iglesia católica cree, enseña y “cómo opera”; se quedó en una visión meramente especulativa o una mera creencia, entendiendo creencia como un “supuesto” o “hipótesis” que no se ha verificado en la realidad o también se puede entender actualmente creencia como opinión.
Además, si revisamos las otras dos perspectivas del origen de la idea de doctrina que ofrece Geoffrey, vemos que la misma Doctrina Católica lo aplica, pues es un objeto del pensamiento que se concibe como la encarnación del vínculo vital entre la teoría y la práctica (Sloan, 2012, p. 244). Con santo Tomás de Aquino hemos visto que la definición de fe nos da el actuar gracias al conocimiento de esa verdad. Además, la fe produce el bien de dirigir nuestra vida presente y nos ayuda a vencer las tentaciones; es decir, la fe ofrece algo más que la mera práctica, el mero hacer o el mero obrar, nos da fortaleza para vencer el mal que pueda surgirnos y surgir a nuestro alrededor, pero antes, nos da la capacidad de discernir entre el bien y el mal. Y con la tercera propuesta, ¿qué procesos se deben desarrollar para que la doctrina tenga una fuerza de efecto multiplicador? (Sloan, 2012, p. 244).
La respuesta la volvemos a encontrar en santo Tomás en los otros dos bienes que produce, la unión con Dios y la incoación de la vida eterna. Para el cristiano, Dios es el fin último, es por quien vivimos, nos movemos y existimos, es nuestra recompensa final; pero para poder llegar a Él no solo es necesario creer en Él, sino ser eficaces en la caridad (3a virtud teologal). Esto significa amar al prójimo como a uno mismo, amar a nuestros amigos y enemigos, vencer el mal a fuerza de bien; y al ser ejemplo de lo que creemos y vivimos, es la forma en la cual propagamos nuestra fe (propaganda fidei).
Creo que lo expuesto hasta este momento sobre la Doctrina en la Iglesia Católica podemos rescatar muchos elementos para hablar sobre la doctrina militar mexicana y saber si existe y, por tanto, saber si es un bien común.
La doctrina militar mexicana15
Basándonos en la experiencia casi bimilenaria de la institución de la Iglesia católica, podremos observar que la Doctrina de la Iglesia no se ha modificado, no ha cambiado, por más que muchas personas ad intra y ad extra de la Iglesia quieran; pues ella es depositaria de la fe16 de las verdades que le han sido reveladas. Si la Iglesia fuera hacia la derecha o hacia la izquierda, dejaría de ser la custodia de esa verdad que le fue encomendada, y de esta forma traicionaría su misión, se pervertiría y se dejaría corromper y traicionaría su identidad.
Las preguntas que enunciaré serán para reflexionar, porque no creo ser capaz de responderlas, pues no vivo en el ethos castrense, eso será para aquellos que sí lo viven día a día. ¿Existe un ethos castrense mexicano y, si es así, cuál es o cómo podríamos definirlo y explicarlo? O ¿existen varios ethos?, ¿existe una doctrina militar que sea una reflexión de las verdades que han alcanzado a conocer dentro del Ejército y Fuerza Aérea Mexicanos?17 O ¿existen varias doctrinas? Si existe una sola doctrina ¿han sido fieles a ella o han claudicado de esas verdades?, ¿han sido fieles a su identidad y a la misión que les fue encomendada?, ¿es lo mismo la doctrina militar que la teoría militar liberal?18, ¿cuáles son los hábitos colectivos o virtudes que se viven y practican dentro del ámbito castrense?, ¿cómo incrementan o promueven la vivencia de estas virtudes? Con respecto a la doctrina ¿han existido “concilios”, reuniones con los peritos en los temas de las “verdades castrenses”, para discutir, defender esas verdades, aclararlas y explicarlas?19, ¿se cree que la doctrina militar detiene el avance de las ciencias militares?, ¿cómo la doctrina militar ayuda a sus miembros a ser eslabones?, ¿quiénes y cómo ayudan a un soldado a sostenerse en lo que creeen el Ejército y Fuerza Aérea Mexicanos?, ¿cómo ese soldado ayuda a sostener a otros en lo que cree la institución?, ¿cuál es la recompensa de un militar que pone su vida al servicio de la patria?, ¿el militar está realmente unido a su patria?, ¿creen que hablar de doctrina significa lavar cerebros?, ¿cómo llevar a la práctica la parte teórica de la doctrina?, ¿hacia qué tiende la doctrina, hacia algo meramente material, inmanente o hacia algo espiritual y trascendente?, ¿cómo propagar el amor a la patria para que la doctrina militar tenga esa fuerza de efecto multiplicador?, ¿todos los militares son propagadores de estas verdades y de este amor a la patria o solo los que tienen cierto grado militar, como un General?
¿Estas verdades militares ayudan a aclarar y a dar fuerza al pensamiento y acción de cualquier militar?, ¿de quién depende el desarrollo de la doctrina militar, pues parece que los teóricos creen que la doctrina la modifica el presidente en turno?20.
Estas son algunas de las preguntas que me surgen cuando comparo el tema de la Doctrina de la Iglesia, y me parece que son pocas comparadas con las que se pueden formular gracias a la Doctrina Social de la Iglesia, que es una rama de la teología moral.
Ahora bien, llegados a este punto, tendremos que hacernos la pregunta sobre si la doctrina militar mexicana es un bien común. A inicios de enero de 2015 envié una solicitud al entonces Instituto Federal de Acceso a la Información y Protección de Datos (IFAI), para que me informaran sobre qué es la doctrina militar y cuál es la doctrina militar de México y no obtuve ninguna respuesta. El 9 de junio de 2020 envié otra solicitud al ahora Instituto Nacional de Transparencia, Acceso a la Información y Protección de Datos Personales (INAI) con el número de folio 0000700172620, que tampoco ha tenido una respuesta. Esta última petición dice así:
Quiero saber si la Sexta División (sic) del Estado Mayor de la Secretaría de la Defensa Nacional cuenta con un documento donde se explique qué es, en qué consiste la Doctrina Militar. ¿Cuáles son sus principios, normas y procedimientos?, ¿cuál es la filosofía de la Doctrina Militar o cuál es el aspecto teórico-filosófico del pensamiento castrense? También quiero saber ¿cuáles son los documentos impresos que ha requerido la SEDENA para la difusión de la Doctrina Militar realizados por la Dirección General de Comunicación Social, como lo dice el art. 62 Del Reglamento Interior de la Secretaría de la Defensa Nacional?21.
La respuesta obtenida es:
[…] se hace de su conocimiento que de sus interrogantes no se desprende una solicitud de acceso a documentos específicos que obren en los archivos de esta dependencia, sino que constituyen cuestionamientos de índole personal, por lo que no cumplen con los requisitos establecidos...
El objetivo de enviar esta información a la Secretaría de Defensa Nacional fue conocer si existe el famoso Libro blanco que tienen algunos Ministerios de Defensa. En un texto que se encuentra en la página de Internet de la Organización de los Estados Americanos (OEA) se encuentra un documento al que llamaré Ejército y Fuerza Aérea Mexicanos (pues no aparece el título). En el Título Segundo (Seguridad y Defensa Nacionales) Capítulo VI, se trata el tema de la doctrina militar mexicana y se afirma que las bases de la doctrina militar se encuentran en “la Constitución, Leyes, Reglamentos, decretos, disposiciones, manuales y circulares” (Secretaría de Defensa Nacional, p. 43), que la doctrina militar es un conjunto de normas, que las acciones que permite hacer la doctrina militar son: la proyección del pensamiento teórico-filosófico del pensar militar, la dinámica del campo militar, proyección de la esencia de las instituciones, que tiene una forma de ser permanente por sus aspectos filosóficos y de tradición pero que tiene una evolución gracias a los factores que pueden intervenir en ella, es esencial para el desarrollo de planeación y es imperativo (Secretaría de Defensa Nacional).
En el Marco Jurídico Castrense no se menciona el concepto doctrina militar en las siguientes leyes: Ley Orgánica del Ejército y Fuerza Aérea Mexicanos, Ley de Disciplina del Ejército y Fuerza Aérea Mexicanos, Ley de Ascensos y Recompensas del Ejército y Fuerzas Aéreos Mexicanos, Código de Justicia Militar. Pero hay tres documentos en los que sí se alude a la doctrina militar: Reglamento de la Ley de Educación Militar del Ejército y Fuerza Aérea Mexicanos (RLEMEFAM), Ley de Educación Militar del Ejército y Fuerza Aérea Mexicanos (Lemefam) y Reglamento Interior de la Secretaría de la Defensa Nacional (RISDN); en el caso de la Marina solo consulté el Reglamento de la Heroica Escuela Naval Militar (RHENM). ¿Qué dice cada uno de ellos?
En el RLEMEFAM en el título IX se habla de la Investigación y Doctrina Militar; específicamente en los artículos 170 y 171. En el artículo 170 se menciona qué se entiende por doctrina militar, y dice que es un conjunto de normas, el cual tiene congruencia con “la política militar, fundamentan la existencia, normatividad jurídica, estructura, educación, adiestramiento y operación” (Cámara de Diputados del Honorable Congreso de la Unión, 2012, a. 170) y la doctrina tiene como finalidad la viabilidad de la organización para el cumplimiento de sus misiones. En el art. 171 que las direcciones y rectorías de los institutos de educación harán “la investigación, actualización y el desarrollo de la doctrina militar” (Cámara de Diputados del Honorable Congreso de la Unión, 2012, a. 171). En la LEMEFAM el capítulo 1 artículo. 5 §IV señala que uno de los objetivos de la educación militar es la promoción de la doctrina militar; y en el capítulo 2 artículo 10 se dice que el sistema educativo militar está condicionado por una doctrina. En el RISDN en el capítulo IV artículo 16 § XV se afirma que se supervisará la observación de la doctrina militar y el capítulo V artículo 18 §XX indica que el Estado Mayor está a cargo de “coordinar y participar en la actualización de la doctrina militar”, y en el artículo 62 §VIII la realización de “impresión de documentos que requiera la Secretaría para difusión de la doctrina militar”.
Por otro lado, en el Reglamento de la Secretaría de Marina (RHENM) el artículo 4 §IX especifica que la doctrina naval es “el conjunto de principios, normas y procedimientos, establecidos por el Alto Mando, que proporcionará a los Cadetes la guía para el cumplimiento de las funciones que se le asignarán en la Armada” (Cámara de Diputados del Honorable Congreso de la Unión, 2016, a. 4 § IX). En otros artículos, se señala que “inculcar, difundir, la aplicación, la enseñanza y aprendizaje de la doctrina naval” (Cámara de Diputados del Honorable Congreso de la Unión., 2016, art. 5§ I, art. 8 §IV, art. 10 § I, art. 25 §II y art. 59).
Encuentro una discrepancia en la definición, pues mientras el EFAM sostiene que la doctrina militar es un conjunto de normas, la definición de la Fuerza Naval es muchísimo más rica, porque incluye principios y procedimientos. ¿La doctrina militar es meramente normas, leyes? No sé qué tan imbuidos estén en esta idea de doctrina los pensamientos de Immanuel Kant y de Hans Kelsen, pero limitar la doctrina al campo del deber, corta de tajo muchas otras posibilidades y opciones para trabajar y mejorar en las instituciones. Asimismo, se cree que la doctrina son los niveles tácticos, operacionales y estratégicos; creo que la doctrina está por encima de ellos -y del componente normativo- y que, al tener claridad, podrían incidir e iluminar el actuar táctico, operacional y estratégico. Así pues, ¿es posible identificar y evaluar las partes componentes de la doctrina militar, y comprender cómo se manifiestan en los niveles tácticos, operacionales y estratégicos?
Un alumno del Heroico Colegio Militar, entrevistado, dice que la doctrina militar se concibe como los procedimientos y acciones que regulan la actuación militar desde algunas circunstancias. Y que tiene cinco funciones principales: 1) defender la integridad, independencia y soberanía de la nación; 2) garantizar la seguridad exterior; 3) auxiliar a la población civil en casos de necesidad pública; 4) realizar acciones cívicas y obras sociales que busquen el progreso del país y 5) en caso de desastre, prestar ayuda para el mantenimiento del orden, auxiliar a las personas y sus bienes y reconstruir las zonas afectadas. De estas cinco misiones, la primera se comprende en la defensa de la seguridad exterior, y las otras cuatro de la seguridad interior. Entiende la doctrina militar como un conjunto de decisiones que se toman al instante, teniendo como base la situación táctica y estratégica, siempre en el marco normativo de las leyes y reglamentos militares, civiles y del derecho internacional.
Analizando estos documentos y sin haber recibido respuesta de la SEDENA sobre la doctrina militar, creo que no existe como tal, tampoco hay claridad sobre este concepto. Si no hay claridad, menos habrá un escrito sobre lo que es y así será difícil concebirlo como un bien que valoren todos juntos, pues cada uno de sus miembros piensa cómo ha de ser la doctrina militar, cómo ha de ser interpretada y cada uno la enseña como cree que es, según sus conocimientos y posibilidades, a pesar de que algunos teóricos sigan afirmando que existe y se enseña, como podría ser el caso de su enseñanza en la Universidad del Ejército y Fuerza Área o en el Heroico Colegio Militar22.
Recordemos que una de las preguntas que debe responderse para que emerja un bien y que sea común para todos es: ¿Qué queremos ser los unos para los otros? Tal vez la Sexta Sección piensa una idea de doctrina militar, mientras que la Universidad del Ejército y la Fuerza Aérea piensan otra, el Heroico Colegio Militar otra totalmente diferente o el Instituto Mexicano de Estudios Estratégicos en Seguridad y Defensas Nacionales piensa otra muy distinta a las instituciones anteriores. Lo que quiero decir es que no existe una unidad de doctrina, y por lo tanto, la dinámica que se genera a veces puede resultar positiva, pero en muchas ocasiones es negativa. Si todos encuentran que hay una verdad, y que esa verdad es un bien para todos, entonces se estaría dando un paso importante para comprender por qué la doctrina militar es un bien común; por tanto, mi conclusión es que al no dar respuesta a la primera pregunta sobre el bien común y al no existir un escrito que ponga en común y que explicite lo que es la doctrina militar mexicana no podemos hablar de que la doctrina militar sea un bien común, y ¿por qué es importante considerar la doctrina militar mexicana como un bien común? Porque el bien común es un principio regulatorio de acción que nos marca como ruta el proyecto de nación que queremos, y hasta donde tengo entendido, es lo que queremos y podemos alcanzar en conjunto las Fuerzas Armadas y la sociedad civil