La economía mundial en la actualidad abastece un estimado a 2015 de 7.200 millones de personas, cifra que dista considerablemente de los 800 millones al inicio de la revolución industrial; hoy lo logra a través de la interconexión comercial, financiera, tecnológica, productiva e incluso, interconectando aspectos que pudieran resultar disímiles como las migraciones y las redes sociales. A futuro, dicha economía deberá ser capaz de hacerlo en un escenario de crecimiento poblacional global esperado de 75 millones de habitantes por año [1].
Ante este panorama, cabe preguntarse qué papel juegan hoy las diferentes disciplinas ingenieriles, qué papel jugarán en el nuevo escenario de mayor población demandante de recursos, bienes y servicios e, incluso, qué nuevos ingenieros necesitará un mundo donde las problemáticas relacionadas con energía, alimentación, crecimiento económico, educación, avance tecnológico, salud, ciudades inteligentes, clima y biodiversidad marcan la tendencia [1].
En especial resulta pertinente cuestionarse respecto a las soluciones que desde la ingeniería se brindan y se brindarán, teniendo en cuenta que, en el pasado, el presente o en el futuro, toda especie viva y la economía mundial dependen de la naturaleza para la obtención de agua, aire, alimento, materiales, entre otros.
Pudiera resultar aún más crítico o retador, repensar el papel de la ciencia y la ingeniería desde su fundamento, de modo que incluya el planeta como parte de las variables a considerar, proteger y priorizar. Y derivado de ella, el papel del aparato productivo mundial con una perspectiva de responsabilidad y desarrollo sostenible, en función de una calidad de vida humana digna, respetuosa de su entorno y equitativa.
Cuando de calidad de vida humana se trata, cabe mencionar el papel protagónico que las empresas MIPYMES juegan en estos escenarios, en tanto contribuyen con porcentajes superiores a 95% a nivel mundial en la generación de empleo [2-4]. Así, las estrategias direccionadas a su fortalecimiento y a la generación de condiciones dignas de trabajo de sus funcionarios en equilibrio con su propia competitividad, son justificadas y urgentes.
En este sentido, resulta pertinente considerar viejas y nuevas alternativas como la conducta estratégica propuesta desde la microeconomía, la reacción en cadena de Deming abordada desde la Ingeniería Industrial o los objetivos de desarrollo sostenible como lineamientos modernos y de envergadura política global.
La Conducta Estratégica, son los mecanismos de acción que permiten a una empresa enfrentar su competencia, en condiciones de mercado imperfectas [5-7]. La reacción en cadena de Deming establece que la calidad genera productividad, asociada a la disminución de reprocesos y liberación de recursos disponibles siendo posible de esta manera llegar al mercado con productos y servicios con menor costo de producción y mejor calidad, lo cual mejora la posición competitiva de una empresa [8]. Los objetivos de desarrollo sostenible son la guía para la diplomacia económica mundial de la próxima generación [1].
Todo lo anterior enmarcado dentro de los lineamientos gubernamentales que, como en el caso de Colombia, priorizan la competitividad empresarial y de las MIPYMES en especial, como factor determinante de su desarrollo [3,9,10] y que, sin los buenos oficios de la ingeniería en su interdisciplinariedad, seguirán disminuyendo su capacidad productiva y de posicionamiento competitivo, quedando relegadas, en consecuencia [4].
La ciencia y la ingeniería no han sido, no son, ni serán ajenas a las dinámicas de las MIPYMES, del aparato productivo o de la economía mundial.