SciELO - Scientific Electronic Library Online

 
vol.4 número7EDITORIALTODOS UNIDOS POR COLOMBIA. ENTREVISTA A LA PRESIDENTE Y FUNDADORA DE UNITED FOR COLOMBIA índice de autoresíndice de materiabúsqueda de artículos
Home Pagelista alfabética de revistas  

Servicios Personalizados

Revista

Articulo

Indicadores

Links relacionados

  • En proceso de indezaciónCitado por Google
  • No hay articulos similaresSimilares en SciELO
  • En proceso de indezaciónSimilares en Google

Compartir


Revista Ingeniería Biomédica

versión impresa ISSN 1909-9762

Rev. ing. biomed. vol.4 no.7 Medellín ene./jun. 2010

 

ENTREVISTA A JOHN DIEGO RIASCOS, EL SOLDADO SIN ROSTRO

 

Andrés Felipe Salazar Gómez

Investigador del NeuroSciences Statistics Research Laboratory del MGH - Harvard - MIT y estudiante de doctorado de Cognitive and Neural Systems en la Boston University. Su dirección de contacto es salacho@bu.edu.


 

La de John Riascos, el soldado sin rostro, es una historia que pocos en el mundo han vivido, mas que comparte con miles de soldados colombianos: héroes de la patria que se jugaron la vida por nosotros y fueron heridos en combate. Son ellos los que en medio del silencio y oscuridad de la noche han luchado por iluminar nuestro camino; los que nunca hemos visto ni escuchado pero con los que siempre contaremos.

Hoy queremos abrir ojos y oidos por ellos, queremos resaltar su compromiso, valor y dedicación; hoy queremos escuchar a John.

Frente a esas experiencias vividas muchos esperaríamos encontrarnos con una voz ensombrecida por las circunstancias, opacada por los pesares o la adversidad. Sin embargo, sus palabras revelan que la verdadera realidad es invisible a los ojos; que la felicidad y la alegría, los colores de la madrugada o del atardecer trascienden a la vista. En sus palabras se percibe una esperanza y gozo por la vida que muchos envidiaríamos, una llama interior de alguien que, como el fénix, renació para con sus cenizas construir un nuevo futuro, uno donde su voz se levanta para hacer eco en el corazón y mente de todos aquellos que de una u otra forma quieren hacer patria, construir un mejor país. Todo esto me lo recordó John al contarnos su historia y espero ustedes sientan lo mismo.

Esta historia trasciende nuestro interés como publicación científica mas no se aleja de éste; el sentido de la ciencia es el ser humano: "La ciencia es el camino y el hombre su misión", diría alguien que espero nos haya leído en el pasado y aún lo haga. Queremos hacer un llamado a la sociedad civil para que se una a la causa de United for Colombia1 (UFC) y se replique en el país lo que hacen la Mayo Clinic y el Baylor College of Medicine por nuestros soldados. ¡La Mayo Clinic!, una institución ajena a nuestro conflicto. De estas iniciativas todos los colombianos podemos hacer parte, sabemos que se pueden llevar a cabo pues poseemos el personal capacitado y, en su mayoría, la tecnología; sólo faltan las instituciones. Hoy queremos invitarlos a todos para que los soldados reciban este mismo tratamiento, o similares, cerca de sus familiares, en un entorno y sociedad que les sean propios y a unos costos mucho menores. Sí es posible; si lo soñamos lo lograremos.

 

JOHN Y EL ACCIDENTE

John Diego Riascos ha sido soldado profesional del ejército colombiano por casi 10 años. Los últimos 4 los ha pasado lejos de lo que imaginó sería su vida castrense, historia que cambió el 20 de febrero de 2006. El día anterior, el batallón de contraguerrilla del que hacía parte tuvo combates en Cumbal Nariño, cerca de Ipiales en la frontera con Ecuador. En el enfrentamiento se tomaron un campamento que servía como fábrica de granadas de mortero; allí murieron un secuestrado, un cabo (comandante de una escuadra) y un lanza2 de John. Luego de entrar a la zona descubrieron que estaba minada y tuvieron que esperar la llegada del grupo Marte del Ejército, comando élite encargado de desactivar minas antipersona. Ese día esperaron y prestaron guardia como es de costumbre y a las 5 de la mañana del 20 de febrero, como centinela, John cuidaba el sueño de sus compañeros cuando la guerrilla atacó a los soldados con granadas de mortero. Una de estas explotó cerca de él causándole una severa lesión en la cara, múltiples heridas en los brazos y pies, especialmente una fractura en la tibia y peroné izquierdos.

John no recuerda lo que ocurrió después del ataque. Él se despertó a finales de marzo en el Hospital Militar Central de Bogotá.

Historias de sus compañeros relatan lo sucedió después del ataque: tras la explosión lo encontraron herido, desorientado, ensangrentado y sin cara... Sólo pensaron en evacuarlo; desafortunadamente los combates seguían y tuvieron que esperar hasta que la guerrilla cesó el hostigamiento. Fue transportado al centro de salud de un pueblo cercano pero el médico de turno dijo "no hay nada que hacer", por lo que fue remitido en helicóptero a Pasto donde en un hospital de la ciudad les dijeron lo mismo. En ese momento llegaron su hermana y esposa quienes lo encontraron tendido en una camilla en el corredor, todavía sucio y cubierto de tierra, no había recibido tratamiento alguno. Lo limpiaron y solicitaron que fuera atendido y finalmente viajó en una avioneta de la policía a Bogotá. El 21 de febrero en horas de la tarde ya se encontraba en el Hospital Militar de la capital.

John se despertó a finales de marzo con las manos vendadas, un tutor en la pierna izquierda, una traqueotomía y el cuerpo amarrado; sus oidos estaban sensibles y no podía caminar. La primera reacción al despertar fue preguntar por qué no podía ver, dónde andaba, qué le había pasado pero ni siquiera podía hablar, la traqueotomía se lo impedía. Se pudo comunicar escribiendo y así comprendió donde se encontraba y qué había sucedido. Estaba en el sexto piso del Hospital Militar, el pabellón de soldados heridos en combate; compartía habitación con otros tres soldados pero tras algunos inconvenientes fue reubicado en el décimo piso. Allí permaneció casi dos años.

Siendo del Valle, John no tenía amigos ni familia en Bogotá. En la soledad de un hospital atiborrado de heridos y sin la compañía de los suyos, sin su hija recién nacida, con problemas en el hogar y ante su recién adquirida discapacidad tomó una decisión radical: saltar al vacío. Los ventanales de la habitación lo hacían sencillo, pero tras ponerse de pie no pudo romper el vidrio, las fuerzas se le escapaban. John recuerda que en ese momento no pensó en la pensión ni en las otras opciones que ahora tiene claras; para él en aquel tiempo no había otro camino:

- "Tengo una hija, ¿y yo así como la voy a mantener?", revoloteaba en su mente esta pregunta mas no encontraba respuesta alguna.

John fue atajado por un ángel, uno de esos que sin pensarlo le cambian a uno la vida: la señora que llevaba la comida a los pacientes había dejado abierta la puerta y por ello una enfermera que pasaba lo vió intentando saltar. Inmediatamente lo montó en una silla de ruedas y lo llevó a otro lugar, lo alejó de ese destino. A partir de ese momento él tuvo citas con psicólogos día tras día, mañana y tarde.

Sin embargo, el verdadero tratamiento estaba por llegar y comenzó al conocer por primera vez a un invidente que era capaz de vivir normalmente; allí descubió que no estaba solo.

John sólo recuerda haber visto un ciego antes del accidente y este era un anciano que pedía limosna en el barrio donde vivía. Él lo expresa claramente:

- "Uno no le pone cuidado a las personas porque uno anda en lo que anda", y no es consciente de esos otros que pasan cerca de nuestras vidas.

- "Ahora que estoy ciego, ¿cómo le voy a hacer?", se preguntaba.

La imposiblidad de realizar las tareas diarias lo atormentaba, pero ante todo estaba la idea de sacar adelante a su hija.

Después de un tiempo en el hospital un sacerdote le preguntó si le permitía presentarle a alguien. Esta persona lo visitó y le comentó que él también era ciego y que aún así tenía una vida normal; salía a caminar por la ciudad, llegaba a un lugar cuando le daban la dirección, le cambiaba el pañal a su hija, cocinaba los alimentos y hasta llegaba a su casa a las 3 de la mañana borracho y sin perderse. John es un poco desconfiado y por supuesto le preguntó cómo confirmar que era invidente. Esta persona se quitó las prótesis oculares y se las pasó.

- "Me intentaron robar la moto y me pegaron dos tiros en la frente dejándome ciego", le dijo.

- "¿Ahora sí me cree?. Si quiere también puede sentir los orificos de las balas, están en la frente". Esas realidades que superan siempre la ficción.

Ante esa situación John dijo:

- "Si este man es capaz de hacer todo esto, ¿yo por qué no? Eso de matarme ya no". Aquí todo cambió.

John descubrió que había mucho por aprender, gente por conocer y oportunidades de salir adelante. Fue así como entró al CRAC, Centro de Rehabilitación para Adultos Ciegos3, donde pudo compartir con otros invidentes sus experiencias, aprender a cocinar, agudizar sus sentidos, comunicarse en braille y utilizar un bastón, el lazarillo. Aquí encontró que mensualmente muchos más ciegos se unían a la fundación y que hay una población que los demás en la sociedad no han querido o podido ver.

Un conductor lo llevaba al CRAC todos los días: lo recogía a las 7 a.m. y volvía por él a las 4 p.m. Mas allá de esta rutina no salía del hospital; casi dos años en la institución pasando de un edificio a otro, de fisioterapia a terapia ocupacional y luego a las clases en el CRAC. A estas últimas se dedicó sólo dos meses antes de viajar a los Estados Unidos de América.

La fisioterapia la comenzó temprano, todos los días después de aquel despertar en marzo del 2006: terapia para mejorar el movimiento de los dedos y las manos, la boca y las piernas así como masajes en la cara. Al mejorar su motricidad fina en las manos empezó terapia ocupacional. Todo ese tiempo John no recibía educación especial alguna relacionada con su invidencia, nunca hasta que llegó al CRAC.

Sobre su lesión en la cara y el tratamiento que recibió en el Hospital Militar nos cuenta que los médicos hicieron un injerto a partir de tejido de su espalda con el cual cubrieron las heridas y lo que quedaba de su rostro. Sin embargo, este procedimiento no quedó muy bien; la piel de la espalda es muy diferente a la de la cara por lo que John se refiere a lo que había allí como un ‘colgajo de piel'. Esta situación, y la oportuna participación de la Fundación United for Colombia le dieron la oportunidad de viajar a los Estados Unidos de América para recibir un tratamiento especializado en la Mayo Clinic, en Rochester, Minnesota.

El viaje a los Estados Unidos se vio frustrado incialmente ya que algunos médicos aludieron que en Colombia John podía recibir un transplante de piel (idea que no le era atractiva, pues él prefería la opción de una cirugía reconstructiva), por lo que no era necesario que viajara. Este primer intento no dio frutos pero unos meses después le avisaron que todo estaba listo para su viaje y en menos de una semana ya estaba rumbo a Rochester, camino a una nueva vida.

Todo fue posible gracias a la labor de la Fundación United for Colombia bajo el marco del programa Solidaridad Americana, el cual permite que "militares gravemente heridos en combate reciban tratamientos quirúrgicos y de rehabilitación en hospitales de los Estados Unidos. UFC estableció un convenio con la Mayo Clinic..." por medio del cual, y con la participación de más de 39 especialistas, se tiene un grupo permanente de cinco pacientes en tratamiento médico. A la fecha, este programa cuenta con 11 beneficiarios completamente rehabilitados y dos más en proceso (aquí está incluido John). En Rochester todos los pacientes asisten a clases de inglés y de sistemas, y los pacientes invidentes reciben clases de braille, desplazamiento y JAWS (software especial para personas con discapacidad visual que les permite escuchar los comandos y leer los textos e interactuar con el mouse). Este convenio ha sido posible gracias a una subvención del Departamento de Estado de los Estados Unidos de America por valor de US$500,000 para cubrir los costos de manutención de los soldados en Rochester.

Hasta la fecha 13 militares colombianos se han beneficiado del programa y actualmente 4 se encuentran en Rochester; dos recibiendo tratamiento y 2 acompañando y coordinando las actividades. El comandante del grupo es un capitán que se encarga, además, de organizar conferencias y mantener un canal de comunicación con Comando Ejército en Colombia. Hay un suboficial, un sargento primero enfermero de combate, quien acompaña a John en todas las actividades. El grupo lo completa otro soldado en situación de discapacidad quien también está recibiendo tratamiento.

 

LA VIDA EN ESTADOS UNIDOS

La rutina diaria empieza a las 7 a.m. Después del baño y de organizarse, John escucha las noticias de Colombia a las 7:30 a través de los canales nacionales, desayuna y se va para clase: de 8 a 12 estudia inglés. Él comenta que aún le falta mucho por aprender pero que a veces le pregunta la nota a la profe después de los exámenes con un jocoso: "teacher, ¿100%?". John también recibe clases de lectura y escritura en braille cuyas bases aprendió en el CRAC pero que ha perfeccionado mediante atención personalizada en los Estados Unidos. Ya lee y escribe en braille.

En la tarde se dedica al gimnasio y otras actividades y por la noche a navegar por internet y comunicarse con sus amigos de la red. Las citas médicas son la prioridad y estas se llevan a cabo por encima de la rutina diaria. Los fines de semana son de descanso y esparcimiento y algunas veces los comparte con otros colombianos pues también hay tiempo para la distracción y el juego.

- "John me impresionó jugando bolos, juega super bien", comenta Claudia Estrada, coordinadora del programa en Washington D.C. y funcionaria del Ministerio de la Defensa de Colombia.

Otra actividad que para John es muy importante cobija las charlas que el capitán coordina con Claudia. Estas se dan a empresas, colegios y universidades. El objetivo primordial es explorar el fenómeno de la guerrilla en Colombia, cómo era la realidad antes y después de la zona de distensión, el daño que causan las minas antipersona y explicar la labor que las Fuerzas Armadas de Colombia realizan en el país. Además, según comenta John, estas conferencias buscan despertar consciencia sobre el fenómeno de la guerrilla ya que al parecer en los Estados Unidos este grupo también está dando sus propias charlas.

- "Hay que neutralizar al enemigo", dice John con orgullo.

El tratamiento de John:

Como el mismo John lo dice; él llegó a la Mayo Clinic con un ‘colgajo de piel' en el rostro. Aquí le han realizado dos cirugías para adelgazarle dicho colgajo, una cirugía para reconstruir las vías respiratorias con el fin de que aprenda nuevamente a respirar por la nariz, y cerrarle la traqueotomía, y un transplante de hueso en el maxilar inferior para adecuarle implantes dentales. Un grupo interdisciplinario de médicos creó una máscara que representa cómo quedará su rostro al final y que sirve de guía para la realización del tratamiento, el cual ha incluido realizar cirugías que han amoldado su cara a las prótesis que tendrá. A John también le adecuaron cuatro implantes a la altura de las cejas de los cuales se sujetará la prótesis facial que están modificando actualmente los médicos para hacerla lo más parecida al rostro que tenía antes del accidente. Paralelamente a su reconstrucción facial John ha sido tratado en ortopedia para retirarle una plaqueta de metal que tenía en la mano izquierda y que le producía dolor. Como se aprecia, esta labor ha tomado tiempo pero ya se acerca el final de esta etapa en los Estados Unidos; John regresará pronto a Colombia.

El efecto de la tecnología:

John no sabía nada de computadores antes del accidente. En el CRAC le informaron sobre un software (JAWS) que lee las opciones de la pantalla y guía al usuario de tal forma que puede interactuar con el computador usando un ratón. Lamentablemente, en Colombia no tenía dinero para el equipo ni para el software. Ya en los Estados Unidos recibió un computador de regalo y aprendió lo básico para comenzar a utilizarlo. Claudia lo contactó con un muchacho de Medellín quien también es ciego, y fue soldado de la armada, y éste le compartió el JAWS. A partir de ese momento John no se ha despegado del computador: todas las noches se conecta y ha creado una red de amigos con los cuales comparte y aprende cada vez más. John vive navegando la red; es más, esta entrevista se realizó a través de Skype.

El impacto que la tecnología ha tenido en la vida de John no se reduce al tratamiento y rehabilitación; trasciende a las herramientas que lo mantienen conectado con el mundo y que le han permitido mantenerse informado, aprender y explotar sus talentos: "pregúnteme por una película o una canción y yo se la consigo, sólo necesito conexión a internet".

¿Qué sigue después?

Al regresar a Colombia John deberá permanecer en Bogotá por algún tiempo. Primero tendrá una junta médica en la cual se evaluará su estado de salud con la posibilidad de pensionarse. A su vez, continuará las clases en el CRAC, al menos 6 meses más; y finalmente planea culminar su estudios de bachillerato (pues sólo cursó hasta octavo de secundaria). John tiene amigos en la costa, en Medellín, Cali y Bogotá y basado en sus comentarios, aunque la ayuda no es mucha, está mejor en la capital del país que en las otras ciudades. Por esta razón él tiene decidido permanecer allá hasta que se capacite apropiadamente y encuentre un trabajo.

Al terminar el bachillerato tiene planeado continuar estudiando, tal vez en el SENA ya que se ha enterado de algunos cursos que brinda esta institución a personas en situación de discapacidad.

¿Qué hace falta? Espacios y personas incluyentes

Cuando se le preguntó a John qué hace falta en el país que él haya encontrado aquí en los Estados Unidos surgen muchos comentarios, algunos de los cuales trascienden el enfoque de la tecnología; hay aspectos culturales y sociales, sobre el papel y apoyo del estado pero también de la ciudadanía.

Según él ante la condición de los invidentes hay muchos elementos culturales que aún no se tienen en Colombia. Los buses y taxis no le paran a los ciegos; ven un bastón y se asustan (toca esconderlos). Estos no tienen parlantes que informen las paradas para saber la estación o la calle en la que se encuentran. Además, no se autoriza el ingreso a ningún establecimiento o servicio de transporte público si se anda con un perro guía (entrenado) el cual por ley debería ser aceptado. Este hecho lo recalca John pues es una de las quejas más comunes en el CRAC.

John habló sobre la inclusión social que percibe en su entorno, en las edificaciones, en la calle, en los medios de transporte y hasta en las empresas de servicios. En la clínica hay espacios para ciegos, para personas en sillas de ruedas, para todos. Los buses tienen audio lo mismo que los ascensores; de esta forma se sabe en qué piso o estación se está. Si se va solo no se cuenta con los demás para que lo orienten y esta información es vital. John recuerda que el Transmilenio en Bogotá tenía esta capacidad, "pero eso es sólo cuando funciona", dice medio risueño. Además, los espacios están señalizados no sólo con imágenes y texto; también hay letreros en braille: hasta "las cucharas y las gaseosas tienen marcas en braille", vuelve a reir. Los cajeros electrónicos permiten conectar audífonos para escuchar los comandos así como braille en las teclas tal que se puedan utilizar sin problema. Los buses y las calles poseen rampas para las personas que se movilizan en sillas de ruedas y los espacios y sillas para discapacitados en los buses se respetan, "la gente no se hace la dormida"; esta vez no ríe. Muy a pesar nuestro en Colombia no hay esta cultura o apenas estamos descubriéndola.

Las oportunidades laborales y los subsidios que otorga el estado son otra preocupación para John pues aunque aquí en los Estados Unidos se dan tales beneficios, él se preocupa por los discapacitados en Colombia.

- "En Colombia se mueren de física hambre pues no tienen un subsidio, no hay para pagar los servicios. Y si no se tiene dinero pues se busca trabajo pero tampoco les dan esas oportunidades".

En los Estados Unidos, dice, se dan muchas donaciones, la comunidad y la sociedad civil participa activamente en las fundaciones y apoyan económicamente a las instituciones. Una anécdota en la que John refleja este sentimiento es cuando le pidió a su profesora de braille que le enseñara a escribir y ella le entregó una máquina para escribir en braille. Cuándo John le preguntó de donde venía, ella le dijo que era de unas donaciones, y que la podía conservar, era un regalo.

El trato con los médicos:

El trabajo en el hospital es con un grupo interdisciplinario que requiere siempre de una intrérprete que paticipa activamente y le permite a los pacientes dirigirse directamente a los médicos y especialistas (esto no sólo aplica a John sino a todos los diferentes pacientes que tiene la clínica pues hay intérpretes para muchos idiomas). John recuerda que los médicos le explican con lujo de detalles los procedimientos, los riesgos y beneficios que pueden traer, las otras opciones que se tienen y le preguntan cuál prefiere tras conocer los pros y contras. Si van a hacer una cirugía ellos explican todo el proceso, cómo, cuándo y por qué y se toman el tiempo de aclarar dudas. El diálogo es directo y de iguales. Los médicos siempre consultan con los residente frente a él y llegan a decisiones contando con su opinión. John recuerda con algo de tristeza que en el Hospital Militar el trato era directo con las enfermeras o residentes pero rara vez con los especialistas. "El residente era quien llevaba las razones al especialista, o éste se paraba cerca de la puerta y esperaba a que el residente hiciera su labor".

- "El especiaista parece harina de otro costal, como mandando a los residentes". "Aquí en la Mayo el especialista va a mirarlo a uno con el residente, verifica y hace preguntas y trabaja con uno ahí. En Colombia no es así, el paciente habla con el residente y el resto lo hablan entre ellos en otro lado. Uno no se entera de nada."

John le manda un mensaje a los médicos; no como una queja sino como deseando, con alegría, que su voz sea escuchada:

- "Los pacientes no tienen la culpa. Por favor sean más conscientes en la forma de tratar y en la forma de ser".

- "Algunos (médicos) no pisan tierra, sino que andan como en el aire, como que son más que los demás y en el cementerio todos somos iguales"

Este tema es álgido e incómodo y somos conscientes de las múltiples obligaciones que los médicos tienen en los hospitales (especialmente aquellos vinculados con el estado) pues los recursos, especialistas y tiempo son pocos. Sin embargo, nos parece importante resaltar que el tratamiento y rehabilitación de los pacientes depende no sólo de los aspectos físicos de la enfermedad sino también del vínculo médico-paciente que permite alivianarla; de esa confianza que el paciente endosa al médico entregándole su futuro, su vida y si este vínculo se rompe el proceso de recuperación corre el riesgo de fallar.

John se encuentra muy agradecido por la labor que todas las instituciones, en Colombia y en el extranjero, han realizado en pro de su recuperación. United for Colombia, la Mayo Clinic, el Ministerio de la Defensa y el Ejército son esos cuatro pilares que le han permitido sostenerse en estos tiempos difíciles y que lo han guiado para, poco a poco, encontrar ese nuevo camino que pronto ha de seguir. El John con el que hablamos ahora representa no sólo un soldado de la patria; representa a una Colombia que está lastimada y que reclama atención, cariño, cuidado y sobre todo el apoyo del estado y, en la misma medida, de la sociedad civil.

***

Para terminar queremos resaltar el papel que muchas fundaciones están haciendo por mejorar la calidad de vida de las víctimas de las minas antipersona y alzar la voz rechazando totalmente esta práctica brutal, esta barbarie que no trae sino dolor y sueños rotos y que soñamos termine pronto.

Queremos invitar además a los colombianos de a pie a vincularse a estos programas. EL CRAC está esperando el apoyo de especialistas y donaciones para continuar con su invaluable labor de demostrar que sí hay otro camino, que no se está solo. Elevamos la voz esperando haga eco en los hospitales, clínicas y en los especialistas del sector salud así como en la empresa privada, con la ilusión de que se vinculen para replicar el programa Solidaridad Americana y decir con orgullo que en Colombia hay Solidaridad Colombiana. Finalmente, el llamado es a los ingenieros para que pongan su mirada en este campo, la sociedad debe ser inclusiva y los espacios y tecnologías deben ser accesibles para todos. Hay mucho por hacer pero si lo soñamos, lo logramos.

Si desea mas información o contactar la Fundación United for Colombia puede escribir al correo electrónico: contactus@unitedforcolombia.org, llamar al teléfono en Bogotá 691 3051, el teléfono en Washington 202 536 5625, o en la página web: http://www.unitedforcolombia.org/

 

_____________________________
NOTAS
1 Para saber más sobre el trabajo que está realizando la fundación United for Colombia, revisar en este mismo número de la Revista la entrevista realizada a su fundadora y presidente, Gabriela Febres-Cordero.
2 En la jerga del ejército, lanza es el soldado más cercano, un verdadero amigo; en quien se confía plenamente.
3 Centro de Rehabilitación para Adultos Ciegos. http://www.cracolombia.org/.