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CS

versión impresa ISSN 2011-0324

CS  no.4 Cali jul./dic. 2009

https://doi.org/10.18046/recs.i4.439 

ARTÍCULOS

Doi: 10.18046/recs.i4.439

 

Configuración de una élite política en Cali: 1958–19981

 

 

José Darío Sáenz

Universidad Icesi, Cali, Colombia.

 


Abstract

This article examines the key characteristics among political elite groups in Cali during the last four decades of the twentieth–century. One can assert that a gradual change has occurred from a political elite group with a strong entrepreneurial component and close ties to the business sector, to one whose character is both political and professional. What has not varied however, are the political party affiliations that have remained loyal to either the Liberal or the Conservative party, even as the number of political factions have increased, political elite groups still ascribe to traditional parties. From this, we can affirm that the local political system is still tightly closed, even after the institutional changes generated by the end of el Frente Nacional and the 1991 constitution.


 

 

Introducción

El presente estudio sobre la élite política parte de considerar la existencia de una desigual distribución de los recursos o fuentes de poder que conlleva, en consecuencia, a un ejercicio de la política concentrado en ciertos grupos. En este sentido, una de las preguntas centrales indaga por ¿quiénes y cuántos concentran los recursos eficientes y, con ello, ejercen el poder y toman las decisiones claves en sociedad? En general, las respuestas teóricas que podemos hallar se sitúan entre: los elitistas, para quienes sólo unos pocos se constituyen en los detentadores del poder; los pluralistas, que indican que el poder se distribuye entre muchos y los que señalan la existencia de una clase dominante que controla los medios de producción fundamentales y con ello orientan la política en general.

Por lo tanto, un estudio de la o las élites se puede constituir en una opción académica de análisis frente a la noción de clase social, desarrollado, ante todo, desde la perspectiva marxista o de otro tipo de orientaciones teóricas. Pero, más que una disyuntiva analítica, puede ser una primera aproximación teórica al mismo fenómeno social o político. El concepto de élite es amplio pues puede referirse a grupos que concentran para sí ciertas formas de capital eficientes en una determinada sociedad y en una dimensión de la misma, bien sea económica, política, militar, etc. Así, dentro de una clase social podemos hallar élites o una élite capaz de centralizar importantes fuentes de poder de cualquier orden. A su vez, en una sociedad podemos hallar muchos tipos de élites, pero el punto está en que no todos tienen la misma capacidad efectiva de imponer o ejercer formas de autoridad de manera extensiva y vinculante para toda la sociedad en general. Esto nos lleva a la reflexión sobre quiénes son los que realmente controlan los resortes del poder y la dominación en las dimensiones básicas de las relaciones sociales cotidianas e institucionalizadas del orden social. En este sentido es que consideramos que la noción de élite con todos sus desarrollos se constituye en un "instrumento" analítico para comprender realidades empíricas, para poder reflexionar sobre nuestras propias realidades históricas y presentes.

Tratando de presentar un mínimo de la historia de este concepto, o si se quiere de la teoría de las élites, podemos señalar que fue Wilfredo Pareto (1987) quien en primer lugar definió a la élite como un conjunto de individuos que poseen cualidades excepcionales en una determinada actividad profesional. A su vez, introdujo el concepto de "circulación de élites" para señalar la incesante renovación de los miembros de la élite en la sociedad en contra del carácter hereditario de esta, ya que los hijos no necesariamente adquieren las virtudes de sus padres. Se puede sugerir que con Gaetano Mosca (1984) la noción de élite logra un mayor desarrollo sociológico. Con este autor se la entiende ante todo como a un grupo más o menos cohesionado capaz de monopolizar el poder. La identifica con una suerte de clase política, en la que su capacidad de organización se constituye en el fundamento de su poder y cohesión de grupo.

Esta perspectiva analítica va a ser enriquecida posteriormente con las definiciones y posturas teóricas de quienes plantean la existencia de una unidad o pluralidad de élites, asunto que a su vez especificará distintas concepciones teóricas y metodológicas para su estudio empírico. Por ejemplo, el debate adelantado, entre otros, por C. Wright Mills (1993) y Robert Dahl (1961) desde la sociología y la ciencia política norteamericana. El primero con su tesis sobre la existencia de una "élite de poder", compuesta por quienes ocupan las altas posiciones estructurales de poder, con una tupida red de relaciones que posibilita la coincidencia de orígenes sociales y familiares comunes. El segundo, cuya formulación se conoce como "pluralismo político", considera que en la sociedad el control de los recursos políticos se disemina entre muchos grupos de poder, lo cual permite un equilibrio de los mismos, asunto propio de las sociedades democráticas modernas.

El estudio de la configuración y acción política de la élite durante el siglo XX en la ciudad de Cali es una historia aún en construcción. En general hallamos estudios de carácter histórico centrados en periodos de finales del siglo XIX y principios del XX2 o estudios que privilegian la formación de las élites económicas3 ligadas a los sectores agroindustrial o industrial. Pero es a partir de la década de los sesenta que se hallan estudios que tratan específicamente el problema de las élites políticas y su relación, ya sea con la propiedad de la prensa en la ciudad o con ciertos medios de producción claves en la región.

Para el presente trabajo se considera a la élite política como el grupo que en el tiempo logra concentrar los recursos de poder político fundamentales de una organización social y participa de un proyecto político hegemónico que le permite establecer espacios de dominación eficaces. La élite política no se relaciona, en lo fundamental, con la propiedad o no de los recursos económicos esenciales de la sociedad, ella se constituye en el actor central del poder estatal en la sociedad moderna. 4

En lo concerniente a la ciudad de Cali, se puede plantear que los grupos constituidos como élite política en los últimos cuarenta años han transitado del ejercicio directo del poder político por parte de los poseedores de los medios de producción –élite de poder en las urbes y gamonales en áreas rurales, fundamentalmente– a los denominados polivados5 y, luego, a formas de élite política propiamente dicha, compuesta por profesionales que viven de la política y para la política, como señalara M. Weber (1967). A su vez, y como una apuesta analítica, se puede afirmar que en la ciudad no hallamos élites en plural, sino una élite en singular que renueva sus miembros de élite política principalmente a partir de los cuadros importantes de los partidos liberal y conservador.

Los miembros de la élite política como sector minoritario de la sociedad logran constituirse en un grupo más o menos homogéneo, con sentido solidario de cuerpo cuyos miembros comparten ciertos rasgos en los estilos de vida, que los identifica en sus procesos de escenificación. Las formas organizativas que les brindan sustento político y electoral son las fracciones y los partidos políticos, que se constituyen en fundamento de legitimidad y reconocimiento social, así como en instrumento formal para los procesos de reclutamiento de miembros de la élite política.

En términos operacionales y para los efectos del presente documento, señalamos que los miembros de la élite política son aquellos que ocupan las altas posiciones de las estructuras institucionales políticas, circulan por ellas, manejan y controlan los recursos institucionales (burocracia, presupuestos, etc.), de influencia (prestigio, capital social y simbólico, etc.), y coercitivos que desde dicha posición se pueden movilizar. Lugares desde donde participan en la toma de decisiones públicas en conflicto con otros actores de poder. En este sentido, el presente trabajo se fundamenta en una metodología posicional, aunque toma en consideración algunos aspectos decisionales, no desarrollados en el presente documento.

De esta forma se constituyó una base de datos compuesta por más de 2.600 nombres (posiciones políticas institucionales) de personas que ocuparon al menos una vez, entre 1958 y 1998 alguno de los siguientes cargos públicos: Concejal de Cali, Alcalde de Cali, Gobernador del Valle, Diputado del Valle, Senador o Representante a la Cámara por el Valle. Con el dato de las posiciones que ocupan los individuos en este periodo, se logró establecer la configuración de un núcleo de élite política de la ciudad en los últimos cuarenta años de vida política local.

 

Configuración de un núcleo de élite política en Cali

A partir de la creación del departamento del Valle del Cauca en 1910, Cali, como su capital, pasó de ser una pequeña aldea sin mayor significado económico, político y social, a constituirse durante el siglo XX en una ciudad de primer orden en el ámbito nacional, como sugieren los estudios de Jacques Aprile–Gniset (1992), Edgar Vásquez (2001) y otros. El camino recorrido durante este siglo produjo y requirió, entre otros muchos aspectos, la configuración de una élite que asumiera como sector dirigente y dominante las grandes tareas e ideas que representaban el desarrollo de la región y la localidad en particular. Grupo que al asumir con mayor autonomía y soberanía las faenas propias de la política, también estaba bastante comprometido con los asuntos y redes de los negocios6 privados. Esta élite en su proceso de formación y transformación va a constituirse, sólo hasta la década de los sesenta, en un sector dedicado básicamente a los asuntos políticos de manera profesional.

Así, con fundamento en la base de datos organizada para la ciudad, se seleccionaron como miembros del núcleo de la élite política local a aquellos que hubieran sumado en el periodo considerado al menos seis (6) de los cargos anteriormente referidos. ¿Por qué determinar que al menos seis de los cargos obtenidos definan a un individuo como perteneciente a la élite política? La decisión puede parecer arbitraria, pero si consideramos que un individuo tarda más o menos dieciocho años en lograr ocupar al menos seis de los cargos señalados, ello lo constituye en un profesional de la política. Es una verdadera carrera profesional dedicada a la construcción del acceso y al ejercicio de los cargos con la cual, de alguna manera, el criterio cuantitativo es básico para este estudio al momento de sugerir al individuo como político profesional. Lo que indica que el individuo vive de y para la política, que esta actividad se constituye en el centro de su ejercicio profesional y lo abstrae fundamentalmente de otro tipo de actividades públicas.

De esta forma, con base en la organización de los datos obtenidos, se estableció que el núcleo de élite política local está compuesto por 47 personas que en su conjunto ocuparon 427 veces cargos de los mencionados durante el periodo 1958–1998 (ver cuadro No. 1). Esto resulta significativo si se tiene en cuenta la importancia de esas posiciones en la definición de asuntos importantes para la vida de la ciudad, y el hecho de que en cada caso se trató de la suma de posiciones logradas en un lapso de 40 años.

En general, este grupo núcleo de la élite política ha ejercido el poder y la autoridad en la ciudad desde 1958 hasta 1998; por supuesto hay que aclarar que durante este corto periodo algunos se retiraron en diferentes épocas en tanto no aparecen ejerciendo cargos de los considerados.

A continuación podemos observar los nombres de quienes para nuestro estudio se constituyen en miembros de la élite política en la ciudad. En el cuadro se explicita el tipo y número de cargos que cada uno de ellos ha ocupado.

Como ya señalamos, el procedimiento de selección utilizado es relevante metodológicamente para este estudio, aunque implica arriesgarse a no tomar en consideración personajes que, aun ejerciendo activamente mucho poder e influencia política, no son ubicados desde nuestra perspectiva como miembros de la élite. Es posible que algunos individuos hayan culminado su participación en las contiendas electorales locales, regionales o nacionales, pero ejerzan cargos públicos de notable importancia política por designación: embajador, comisionado, ministro, etc., desde donde pueden desplegar acción política. Pero si nos encontramos con esta desventaja en la metodología, esta tiene la virtud de aportar un elemento de valoración empírica, ya que registra todos los logros del miembro de la élite en las contiendas electorales. Por ejemplo, ser concejal indica que la persona ha puesto en escena toda la argumentación, destreza y habilidad político–electoral frente a la legalidad, sus contendores, los electores, su fracción política o partido, etc. Ha asumido los costos financieros, temporales, de desgaste personal, asesorías, campaña, jugadas y maniobras electorales, entre muchas otras actividades propias de la profesión. Por ello podríamos afirmar que, si bien no están todos lo que son, si son todos los que están.7

Pero, ¿qué nos sugieren los datos contenidos en el cuadro anterior? En primer lugar, en relación con las personas definidas como núcleo de la élite política, se evidencia un sobrepeso del sexo masculino frente a una débil participación de las mujeres en la élite política local, lo que de alguna manera refleja la situación nacional e internacional de la mujer en el ámbito de lo político. Pues, como se sabe, la actividad política demanda tiempo, amplia dedicación pública, etc., lo que de alguna manera exige y demanda en el caso de las mujeres desanudar los lazos domésticos que aún atan a este sector poblacional. Recordemos, por ejemplo, que en Colombia las mujeres adquieren el derecho político de votar sólo desde el plebiscito de 1957, lo que podría definirse como una especie de ciudadanía política electoral tardía, que con el tiempo se ha ido extendiendo en términos de su participación lenta en el ejercicio de las dinámicas y prácticas políticas generales. Vista la situación en función del número de cargos ocupados por sexo, tenemos que la incidencia masculina en la élite nuclear de la ciudad es fuerte y preponderante.

En segundo lugar, se consideran los tipos de cargos y su número como significativos al momento de configurar sociológicamente al núcleo de la élite local. Examinemos, por lo tanto, algunos datos si agrupamos a los miembros de la élite según el número de cargos obtenidos durante estos 40 años. Esto permite ponderar el peso del individuo en la política local y su incidencia en las instituciones en que participan en general. Se pueden definir tres categorías de subgrupos de acuerdo con el número de cargos obtenidos por estas personas, así: (1) para los que lograron entre 10 y 20 cargos, (2) para quienes lograron entre 7 y 9 cargos, y (3) para aquellos que obtuvieron (6) de los cargos indicados.

Como podemos observar, el subgrupo de élite No. 1 concentra el 36,17% del total de miembros de la élite local y conserva la mayor distribución porcentual de cargos, con el 50,11%. Lo cual significa que dentro de la élite hay un pequeño grupo que ha concentrado el mayor número de cargos en los últimos cuarenta años de historia política de la ciudad. Estos individuos son quienes ocupan los puestos burocráticos de mayor importancia decisional en la administración pública municipal y concentran las formas de capital simbólico, como reputación y reconocimiento en la vida pública local y regional. En su mayoría estas personas comienzan a ocupar posiciones a principios de los años sesenta y en general figuran hasta los años noventa como políticos activos (exceptuando a algunos). Es, como ya señalamos, un grupo que podría considerarse como la cúpula de la élite local. El segundo subgrupo, aunque representa al 40,42% de las personas de la élite, tiene sólo el 34,42% de los cargos del total. En su mayoría ingresan en la década del setenta y avanzan hasta los noventa; son miembros de la élite aún "vivos" políticamente hablando.

El tercer subgrupo es más diverso, pequeño y con poco peso en términos de cargos; son en general miembros de la élite política adscritos a la órbita de influencia política de la cúpula de la élite. Así, en general, podemos decir que se puede evidenciar una suerte de jerarquías en el interior de la élite local, que indica la existencia de individuos con gran fuerza política y electoral que son quienes finalmente toman las decisiones más importantes sobre el rumbo de la ciudad y, tal vez, de la región.

En tercer lugar, si registramos en líneas anteriores el peso significativo del grupo en la élite política, veamos a continuación la importancia que tienen los tipos de cargo, según el número de veces que han sido ocupados por el grupo de los 47 componentes de la élite política local.

Como se puede observar, el peso del cargo de concejal en la élite local es el más significativo, con un 39,11%. Este dato es fundamental, pues si a este le agregamos el porcentaje de alcalde (2,57%), obtenemos un 41,68%, muy relevante en tanto que nos referimos a la configuración de la élite política de la ciudad. Este núcleo de la élite política obtuvo en términos cuantitativos un importante número de cargos públicos durante los cuarenta años considerados.

Esta concentración de poder como ejercicio político desde las posiciones institucionales en cabeza de los 47 miembros de la élite política de alguna forma objeta a la tesis pluralista, según la cual el poder en las sociedades occidentales es "difuso y competitivo", donde todos tienen acceso al poder directamente o por medio de grupos organizados. Así, empíricamente objeta dicho enfoque, ya que el pluralismo se constituiría en realidad en una ficción política que está en la base de las formas de democracia occidental. Por tanto, se puede considerar que la tesis o hipótesis del pluralismo funciona teórica o empíricamente sólo con referencia a los miembros o grupos de élite política con fuertes compromisos institucionales, quienes compiten entre sí con el ánimo de hacerse elegir y acceder al poder, pero de forma cerrada y no "democratizada" con respecto a la sociedad en general o a otras posibilidades de representación política de grupo o de élite. En este sentido, tendría una suerte de funcionalidad "homogámica", pues cuando uno de sus miembros logra escalar posiciones y reconocimiento entre los electores, sustituye al jefe, bien cuando este muere, se retira o pierde espacios de poder político. La competencia no es "heterogámica" en relación con otros proyectos políticos, es interna entre propios pares políticos, pues los proyectos contrarios o divergentes son excluidos desde el sistema, para no señalar algunos procesos de violencia que han afectado a diferentes sectores sociales y políticos excluyéndolos de esta manera de la competencia política.8

Finalmente, veamos por ejemplo como se distribuyen los cargos señalados en relación con la pertenencia a los partidos políticos. Con base en el cuadro anterior se puede afirmar que la élite de la ciudad, fundamentalmente, ha pertenecido a los partidos Liberal y Conservador durante los últimos cuarenta años, con un acumulado de 82,98%. Hallamos una mayor representación del liberalismo en la élite, lo que puede estar asociado a su mayor flexibilidad y apertura a la promoción de individuos al núcleo de la élite, o, como puede evidenciarse en los resultados electorales, a un carácter más "liberal" de la ciudad, debido por supuesto a un mayor capital electoral, y por ello a la promoción de más individuos de este partido político a la instancia de élite política. El segundo lugar es ocupado por los miembros de élite pertenecientes al Partido Conservador.

En relación con la Anapo (Alianza Nacional Popular), sus miembros provienen de alguno de los dos anteriores partidos, como representantes de la corriente "rebelde" orientada en lo nacional por Gustavo Rojas Pinilla; pero finalmente, en su mayoría, sus miembros regresan al liberalismo o al conservatismo, y tiende a diluirse como organización política después de los fracasos electorales del setenta y años posteriores.

El caso del Partido Comunista es muy particular, pues dos de sus miembros más destacados en la localidad logran participar en los espacios de poder político en la ciudad por muchos periodos en el Concejo Municipal, la Asamblea y la Cámara de Representantes. Si bien se deben considerar como miembros de la élite política por el número de posiciones ocupadas, habría que indagar por la forma como se relacionan con los miembros de los partidos Conservador y Liberal, máxime cuando el periodo histórico que comparten es política e ideológicamente más tenso y conflictivo que el actual (guerra fría, doctrina de la seguridad nacional y enemigo interno, etc.). Esto nos puede sugerir que, si bien, algunos miembros del Partido Comunista llegan a las instancias de poder de élite, no logran constituirse como tales, pues su proyecto político contrasta profundamente con quienes componiendo la mayoría en las instancias de poder político (bipartidismo), sí logran imponer, "proponiéndolo", un proyecto de dominación determinado. Sin embargo, si se han creado mayores espacios institucionales para la apertura del sistema político local con la elección popular de alcaldes y gobernadores, si la élite potencial, al menos del liberalismo, quedó fracturada por cuenta del "proceso 8.000", si la Constitución de 1991 actuó en el sentido de ampliar los espacios institucionales para la participación, debemos preguntarnos: ¿Por qué el espacio elitario se constituye después de los noventa sólo en sentido liberal y conservador?, ¿por qué, aún con la presencia del Frente Nacional como contexto político nacional antes de los noventa, los espacios elitarios eran más abiertos a fuerzas contrarias como el Partido Comunista o la Anapo?

Veamos ahora la forma más menuda de los partidos políticos en lo local, o sea, las llamadas fracciones políticas. En relación con la adscripción no sólo partidista, sino de fracción de los miembros de la élite local, el siguiente cuadro presenta la pertenencia por fracción política de cada uno de ellos, señalando no la secuencia de trayectorias por la que cada uno haya pasado (muchos han transitado por 4 o 5 fracciones), sino en la que aparece adscrito al año 2000.

En general sobre el cuadro No. 5 se pueden sugerir las siguientes observaciones. En primer lugar, en relación con la adscripción por partido, los 47 miembros de la élite política se distribuyen entre comunistas, anapistas, conservadores, y liberales. Esto sugiere de manera clara que para los años sesenta y setenta existía en la ciudad una cierta competitividad y disputa por parte de los partidos y grupos políticos por las posiciones de poder públic y de poder político (concejo, asamblea, etc.) desde la élite. De alguna manera, se puede afirmar que el sistema de partidos era relativamente abierto, desde una perspectiva elitaria, que es la que corresponde a esta investigación.

Para este periodo encontramos una Anapo fuerte y a un Partido Comunista compitiendo con fuerza en los espacios de poder, frente a los partidos Liberal y Conservador. Pero, ya para los años ochenta y noventa, la competencia con organizaciones políticas distintas a lo políticamente tradicional (Anapo y Comunista) disminuye notablemente y la emulación se circunscribe a la corriente endogámica de los partidos Liberal y Conservador (homogamia política), quienes finalmente sólo tienen diferencias básicamente de interés – ante todo burocrático – y de poder pragmático en general. En este segundo periodo se nota una preponderancia del Partido Liberal frente al Conservador.

En segundo lugar, en lo concerniente a las adscripciones por fracción política, podemos percibir un gran despliegue de colores que corresponde a una amplia gama de fracciones existentes en la ciudad, de las cuales, en general, los miembros de la élite política son sus líderes y máximos representantes. Esto evidencia una gran segmentación de los partidos políticos. Esta proliferación de movimientos políticos evidencia una pérdida de legitimidad por parte de los partidos frente a los líderes regionales y locales y sus pretensiones eficaces de constituir verdaderas empresas electorales. Así, la ideología, el programa político, el orden de jerarquías interno y los estatutos tienden a perder significación dentro del partido y la extensión de una flexibilidad orgánica y un pragmatismo político fracturan dichas organizaciones. Finalmente lo que hallamos es una balcanización, donde cualquier líder o persona con una posición institucional medianamente importante se cree jefe y dueño de su parcela política y por ello organiza su pequeña empresa electoral de carácter burocrático.

En tercer lugar, el Partido Comunista y la Anapo no constituyen fracciones políticas, o sea, el análisis por fracción no es pertinente para estas organizaciones políticas. Por supuesto que estas organizaciones tienen disidencias y también se fraccionan, pero como la nuestra es una perspectiva de élites, posiblemente este fenómeno no queda registrado en nuestro análisis a partir del logro de posiciones de poder político por dichos individuos y sus fracciones.

Finalmente, el cuadro siguiente presenta en el tiempo, de 1968 a 1998, la forma como van surgiendo fracciones políticas que responden ante todo a intereses electorales y personalistas de quienes las fundan y organizan. Por ejemplo, para el periodo 1968–1982 se hallan sólo cuatro fracciones de los partidos Liberal y Conservador, mientras que para el periodo 1994–1998 aparecen 13 fracciones políticas con representantes en la cúpula de la élite política local. Esto corrobora las anteriores afirmaciones en relación con el fraccionamiento, balcanización de los partidos y personalismo de la política, en el marco de una democracia mas modernizada a partir de la Constitución Política de 1991.

 

¿Circulación de élites o circulación de miembros de élite?

El asunto a esta altura es la discusión entre un enfoque de élite en singular o en plural. Para el caso que nos ocupa, nos referimos a una élite política en singular, en tanto su carácter político partidista y de fracción, en general,9 la hace única. En este mismo sentido, no se podría hablar de circulación de élites, como señalara V. Pareto, sino de circulación de miembros de élite dentro de la élite política, pues en general ella sólo se renueva generacionalmente con miembros adscritos a la misma fracción política y al mismo carácter político de sus antecesores, casi siempre con la venia de sus antiguos jefes. Por lo corriente, son miembros nacidos bajo la tutela ideológica permanente de los jefes, a quienes muchas veces terminan por reemplazar. Pero, ante dicha sucesión no surge una nueva propuesta política, esta se constituye fundamentalmente en una acción encaminada al logro y acceso del poder burocrático, con pretensiones de constituir su propia empresa o microempresa electoral, orientada a los propósitos de la propia fracción política.

Con el ánimo de sustentar más el punto en cuestión, veamos como estaba definida en 1998 la élite política potencial de la ciudad en términos de sus adscripciones partidista y de fracción política.

Con base en el cuadro anterior podemos afirmar, en relación con el partido, que el 64% de los miembros de élite potencial son liberales (16 personas) y el 36% conservadores (9 personas). Nótese que para la década de los noventa desaparecen totalmente personas adscritas a otros proyectos políticos diferentes al liberal o conservador, como sí se presentaba en las décadas de los sesenta y setenta donde se evidenciaba una fuerte competencia política entre liberales, conservadores, anapistas y comunistas. Esto en el tiempo desaparece y lo que hallamos en los ochenta es una hegemonía liberal, desde la composición partidista de la élite política, y para los noventa se presenta un periodo que se distingue por una conservatización de partido de la élite política.

Tal vez si el denominado proceso 8.000 no se hubiese "atravesado" a los miembros de élite potencial, el cuarto periodo, sin duda, habría sido nuevamente liberal, según la información con que contamos para esta investigación. Si bien el denominado proceso 8.000 implicó sólo a tres miembros de la élite política de Cali (Germán Romero Terreros, Álvaro Mejía López y Hugo Castro Borja), un liberal y dos conservadores, la élite política potencial vigente fue involucrada en más de un 50% de sus miembros, todos pertenecientes al partido liberal: el guzmanismo con la condena de Mauricio Guzmán y la vinculación y posterior exoneración de cargos de Yolima Espinosa. En segundo lugar el quiquismo con la condena de Manuel Francisco Becerra Barney y la vinculación de Armando Mosquera Torres. Así las cosas, las dos fracciones más fuertes y exitosas, no sólo localmente, quedaron prácticamente desarticuladas como organizaciones políticas en la región. Lo anterior fue sintetizado por la revista Cambio en una de sus ediciones con la frase "Generación perdida".11 De otro lado, si el balcarcismo venia perdiendo posiciones políticas sobre todo con el retiro del jefe máximo (Bálcazar), con la vinculación de Jaime Arizabaleta Calderón a dicho proceso sufre un duro revés en sus posibilidades de reconstituirse como fracción política. En el mismo sentido que los anteriores, para el sarrismo de Armando Holguín Sarria, el borrerismo de Claudio Borrero Quijano y el grupo que lideraba el ex–gobernador Gustavo Álvarez Gardeazabal, las posibilidades de reconstruir y perfilarse como élite política en Cali y la región quedaron cerradas por cuenta de su vinculación al proceso 8.000.

En relación con las adscripciones a fracciones políticas, se evidencia que todos los miembros de élite potencial están adscritos a fracciones que provienen de los llamados partidos tradicionales: pastranismo, sarrismo, guzmanismo, holmismo, humbertismo, quiquismo, lloredismo, bustamantismo, holguinismo, entre otros. En este mismo sentido, y cambiando de tono la argumentación crítica en relación con la hipótesis de la circulación de miembros de la élite, se pueden citar los hallazgos de dos estudios adelantados en épocas diferentes en relación con algunas características de liberales y conservadores como proyectos político–ideológicos. El primero fue realizado por Stephen L. Rozman (1975), "sobre conservadores y liberales en Cali"; en 1968 el segundo, producto de una investigación de Enrique Ogliastri (1989) sobre élites liberales y conservadoras en 11 ciudades de Colombia, y presentado en 1983.12 Estos trabajos concluyen que se intuye cierta dilución de las diferencias fundamentales entre liberales y conservadores. Los aspectos de orden ideológico como indicador diferencial clave en términos de organizaciones políticas se va extinguiendo y el pragmatismo de la lucha por burocracia y cuotas de poder se ubican en el centro del interés y el conflicto entre los miembros de la élite política, con lo que de algún modo se abre paso al proceso de personalización de su actividad.

Desde otra perspectiva, Gerardo Molina llega a conclusiones del mismo tenor, que resultan pertinentes citar, en relación con los partidos Liberal y Conservador:

    Los partidos políticos fueron una de las víctimas del Frente Nacional. Seguro cada uno de ellos de que tenía derecho a la mitad de los cargos y de que podía disponer de la Presidencia de la República cuando el turno le llegara, los dos perdieron ímpetu, cariño por las ideas, voluntad de dominio y capacidad de oposición. Fragmentados, burocratizados, con planes que no van más allá de las 24 horas diarias, ellos son los ausentes de la vida nacional, sin contar con que por la hermandad durante un largo trecho ha continuado el desvanecimiento de la raya que los separaba (Molina, 1979:323).

Señala también G. Molina cómo lo anterior llevaba a continuos procesos de abstencionismo, que mostraban la indiferencia de "la nueva Colombia por las viejas agrupaciones".

Retomando el asunto de si se debe hablar de circulación de élites o de miembros de la élite, se puede indicar que hubo una cierta insinuación de circulación de élites en el decenio del sesenta y la primera parte del setenta, cuando miembros del Partido Comunista, del Movimiento Revolucionario Liberal radical (MRL) y la Anapo radical ingresan en los espacios de poder local y consiguen disputar ciertas posiciones en el ámbito de poder institucional de la élite en la capital vallecaucana. Aunque, como los datos lo indican, el sistema de élite política en Cali es cerrado, pues no posibilita el ingreso de miembros con proyectos políticos diferentes de lo liberal y conservador, sí "admite" con ciertas reticencias a los disidentes contritos, a aquellos que "vuelven al redil". Por ello, como anotamos anteriormente, la circulación interna de la élite es en relación con los individuos que la constituyen, y es de carácter homogámico, en tanto que corrientemente acceden al grupo de élite sólo los miembros adscritos al bipartidismo. Claro que la ausencia de circulación de élites local o regional está muy relacionada y es dependiente de los sucesos nacionales, de la correlación de fuerzas políticas en los espacios del poder político nacional.

Por supuesto que con la forma moderna de dominación política se fractura la predeterminación de quienes ejercían el poder político como oligarquías o como miembros del poder económico que se autorepresentaban desde las instancias políticas, pues hay una lucha entre los miembros de los partidos y fracciones políticas por acceder al poder político. La configuración de una élite política moderna es posible en el marco de la democracia e implica eficacia de la política pública, aplicación de procedimientos legales y la constitución de "fórmulas políticas" como principios de legitimidad. A su vez, la regularización de los mecanismos y procedimientos, aplicados permanentemente, se constituye en una especie de habitus político, individual y colectivo, que permite la reproducción del propio sistema.

La élite política renueva permanentemente la legitimación del régimen político y de los propios actores implicados en el proceso de dominación política con la presentación de resultados materiales como políticas sociales, con la configuración de simbolismos que generan sentidos de pertenencia e integración social (discursos sobre el civismo), o mediante la formulación de ideas de ciudad amable y solidaria (los discursos y acciones de filantropía social) a los pobres y excluidos de la ciudad.

Así, el tránsito de una élite del poder a una élite política de cuadros profesionales, abstraída de las esferas económicas o societales, se constituye en el cuadro de dominación política que encarna el modelo de democracia liberal de élite. Por tanto, la constatación empírica de la existencia de una élite política contradice la idea de la "igualdad" en la ciudadanía del modelo democrático, pues más que realidades antitéticas, democracia y élite evidencian una compatibilidad funcional que, a pesar de ser muchas veces discutidas por algunos (Dahl 1993), son de alguna forma las dos caras de la misma moneda.

 

De una élite de poder a la élite política profesional

El núcleo de la élite política local en las décadas de los cuarenta y cincuenta tenía como fundamento organizativo central al partido. El partido era la fuente de sustento político y electoral por excelencia y la adscripción a él era cardinal. En este sentido, los dirigentes locales seguían fielmente las instrucciones de los "jefes" nacionales y, de alguna manera, los grupos políticos se organizaban de acuerdo con las tendencias13 y figuras más destacadas de la política partidista nacional. Así, los representantes de los partidos Liberal y Conservador, para este periodo, se alineaban de la siguiente manera: en primer lugar, por el Partido Liberal Mariano Ramos seguía la tendencia radical de Eduardo Santos y Francisco Eladio Ramírez la tendencia moderada encabezada por Alfonso López Pumarejo. Por el Partido Conservador, Hernando Caicedo era seguidor de la tendencia nacional de Laureano Gómez y Álvaro José Lloreda, de Mariano Ospina Pérez.

Así, lo que se observa es la adhesión de los representantes de los partidos políticos, en el ámbito local a los dirigentes que representan corrientes políticas e ideológicas de partido en el ámbito nacional. Al retiro de los anteriores jefes de la política partidista, el cuadro de jefaturas en la localidad quedó conformado por los políticos profesionales más descollantes y que mejor representaban a los antiguos jefes. La nueva dirigencia que entraba en la escena política sería: por el sector liberal, Gustavo Balcázar Monzón y, hacia 1966, disputándole a este su liderazgo en el liberalismo oficial, Carlos Holmes Trujillo Miranda. Al respecto, Stephen L. Rozman en un estudio sobre los conservadores y liberales en Cali en relación con el fraccionalismo de los sesenta comenta que:

    Las tres facciones en que se dividía el partido liberal incluían los siguientes movimientos: los oficialistas, que representaban el Partido Liberal en el gobierno de coalición del Frente Nacional. El Movimiento de Renovación y Revitalización Liberal, un movimiento disidente dentro del Departamento del Valle, que desempeñaba el papel de apoyo crítico al Frente Nacional, pero dentro de los límites de la coalición. Y el Movimiento Revolucionario Liberal (MRL) que desempeñaba el papel de pasar de oponerse al Frente Nacional a respaldarlo precautelativamente, pero siempre fuera de la coalición, por decisión propia. (Cinco meses después de terminarse las entrevistas, el MRL y el Movimiento de Revitalización se unieron a los oficialistas y produjeron la unión del Partido Liberal). La división aquí explicada se complica aún más, ya que dentro del oficialismo aparecían dos grupos: los pachoeladistas, seguidores del dirigente Francisco Eladio Ramírez; y los balcarcistas, seguidores del dirigente Gustavo Balcázar Monzón. Sin embargo, ambos grupos estaban unidos alrededor de un solo directorio (Rozman, 1975: 250).

Francisco Eladio Ramírez prolonga su liderazgo unos pocos años más que Mariano Ramos, pero finalmente a mediados de los sesenta es reemplazado por Carlos Holmes Trujillo, quien se constituye en otro de los jefes del liberalismo, junto a la jefatura de Gustavo Balcázar Monzón.

Entre tanto, por el lado del sector conservador, comenta Stephen L. R. que:

    (...) el faccionalismo del partido conservador era considerablemente menos complicado que el del liberal, ya que el faccionalismo a nivel local reflejaba la división existente a nivel nacional y no se notaba la existencia de subfaccionalismo organizado. Las facciones del partido conservador eran: los unionistas, sector conservador integrante del Frente Nacional; los independientes (lauro–alzatistas); y la Alianza Nacional Popular (ANAPO). Las dos últimas facciones eran de oposición al Frente Nacional. (Rozman, 1975: 250).

Señala el referido autor que, finalmente, la lucha dentro del Partido Conservador se libraba entre los seguidores de Mariano Ospina Pérez y Laureano Gómez, quienes se unieron para las elecciones de 1964. Finalmente el Partido Conservador queda liderado en la localidad por Humberto González Narváez, Carlos Holguín Sardi y Rodrigo Lloreda Caicedo.

Como se puede apreciar, con el inicio del Frente Nacional prácticamente se define el núcleo de la élite local de primera línea que tomará las decisiones locales y regionales, y que comandará lo político–electoral en la región por más de 30 años. En definitiva, para mediados de la década del sesenta, el cuadro de dirigencia política queda configurado de la siguiente manera: por el Partido Liberal, las banderas de Mariano Ramos son asumidas por Gustavo Balcázar Monzón y las de Francisco Eladio Ramírez serían apropiadas por Carlos Holmes Trujillo Miranda. Por las huestes conservadoras, a Hernando Caicedo le siguen el liderazgo de Humberto González Narváez, y la jefatura de Álvaro José Lloreda es adjudicada a su hijo Rodrigo Lloreda Caicedo.

¿Qué sugiere este cambio de jefaturas en el interior de los partidos y fracciones políticas en la localidad? Para dar respuesta a esta pregunta, en primer lugar, se puede establecer un breve cuadro con algunos rasgos de las formas de capital con que cuentan estas personas, asunto que permitirá evidenciar las fisonomías sociales de uno y otro grupo.

En términos generales, las cuatro personas referidas (Mariano Ramos, Francisco Eladio Ramírez, Hernando Caicedo y Álvaro José Lloreda) nacen a finales del siglo XIX y principios del siglo XX. Excepto Álvaro José Lloreda que nace en la ciudad de Cali, los demás son de otras zonas relativamente cercanas a esta ciudad: Roldanillo (Valle), Popayán (Cauca), y Palmira (Valle). Estas dos últimas regiones (Popayán y Palmira) fueron muy importantes política y económicamente hasta antes de que el Valle del Cauca y Cali ganaran soberanía política y administrativa frente al Gran Cauca. Se trata de un grupo con cierta tradición familiar y que ha logrado cierto capital escolar, todos, exceptuando a Álvaro José Lloreda (bachiller en filosofía y letras), son universitarios graduados en derecho; con formación primaria y secundaria en instituciones educativas de carácter religioso. Todos tienen acceso a espacios periodísticos, bien como actividad profesional desde donde crean y movilizan opinión política, o como empresa económica, fundamentalmente de carácter familiar. Ante todo, son los representantes del Partido Conservador quienes como familia se constituyen en dueños de medios de comunicación representativos en la región: Hernando Caicedo, dueño y accionista de El Heraldo y El Progreso en la ciudad de Palmira y de El Occidente en Cali; y Álvaro José Lloreda dueño de El País en Cali (Collins, 1981).

El capital social y familiar de estas personas es bastante amplio y potencialmente importante por sus posibilidades para acceder a espacios de poder institucional, así como para acrecentar otros tipos de capital. Sobre todo los conservadores, de quienes tenemos más información, provienen de familias representativas de los sectores económicamente dominantes en la región. Sus padres ostentan importantes formas de capital escolar (abogado, médico, etc.), ante todo por lo que ello significa socialmente en el siglo XIX. En su mayoría son propietarios de tierras y grandes empresas; casi todos activos en la vida pública, tanto que ocuparon importantes cargos políticos. Los cuatro dirigentes señalados fueron activos representantes de sus directorios políticos; ocuparon cargos de concejal, alcalde, diputado, congresista, embajador, entre otros cargos públicos destacados en la región del Valle del Cauca. Sus carreras están llenas de menciones y distinciones honoríficas, condecoraciones y doctorados honoris causa.

En lo relativo al capital económico, encontramos que todos son propietarios, en general por tradición familiar, de empresas, tierras y bienes que a su vez son acrecentados por ellos mismos: viñedos, pastas alimenticias, empresas comerciales y de bienes raíces, inmuebles, semovientes, automóviles, etc.; industrias de fósforos, cerveza, dulces, maderas, periódicos, puntillas, hidroeléctricas, grasas, cigarrillos, bancos, trilladoras de café, iniciadores de cine mudo, automobiliarias, jabón, ingenios azucareros, etc.

Muy relacionado con las actividades económicas está su participación en actividades de liderazgo empresarial en instituciones como la Cámara de Comercio de Cali o la Asociación Nacional de Industriales (ANDI), al igual que en fracciones gremiales del sector agrícola o ganadero, espacios desde donde se fortalece el ámbito económico de la región. Lo anterior indica que estos dirigentes conjugaban su actividad política con orientaciones de orden económico regional. Así, cabe señalar que la capacidad económica de quienes heredaron el poder político en la región en la década de los sesenta los constituye sin lugar a dudas en una verdadera élite de poder, con gran capacidad de influencia y decisión política. Son sectores económicos con la facultad de autorepresentarse en los espacios del poder político institucional en la localidad.

Como se señaló en páginas anteriores, el liderazgo político es cedido a una nueva dirigencia local representada por Humberto González Narváez, Carlos Holguín Sardi y Rodrigo Lloreda Caicedo por el Partido Conservador, y Carlos Holmes Trujillo y Gustavo Balcázar Monzón por el Partido Liberal. En relación con esta nueva dirigencia, se puede afirmar que la tendencia de sectores de élite de poder económico representados en las esferas políticas es más marcada en los miembros de élite conservadora, mientras que en el liberalismo esta se hace más tenue. Sin embargo, es con esta nueva dirigencia, que podríamos denominar cúpula de élite, que el carácter de los miembros de la élite política inicia un cambio hacia la profesionalización de la política en manos de sectores medios y populares. Lo anterior queda mayormente sustentado si logramos identificar algunos de los rasgos generales de los 47 miembros de la élite política de Cali.

El perfil general de la élite política de Cali de 1958 a 1998, con base en los datos obtenidos por diversas fuentes documentales,14 nos señala que son caleños, nacidos entre 1940 y 1947, viven en el barrio San Fernando o El Ingenio de esta ciudad; han realizado los estudios secundarios en el colegio Bermanchs, de Cali, ante todo si se trata de la cúpula; son profesionales de la Universidad Santiago de Cali o de la Universidad Javeriana de Bogotá; abogados de profesión y han ocupado cargos políticos importantes como los de gobernador, gerente o directivo de las Empresas Municipales de Cali (EMCALI), embajador, y tienen una que otra medalla y condecoración por sus labores públicas y profesionales. En este grupo ya se observa la presencia de personas provenientes de sectores populares como el caso de José Luís Arcila y José Rómulo Salazar, entre otros.15

Es a partir de ésta nueva dirigencia de la década del sesenta que se organizan las fracciones políticas más importantes de la localidad. Por el Partido Liberal, el balcarcismo y el holmismo. Por el conservatismo, se constituyen el holguinismo, el humbertismo y el lloredismo. Cada fracción responde al liderazgo e interés del líder político: Gustavo Balcázar, Carlos Holmes Trujillo, Carlos Holguín Sardi, Humberto González Narváez y Rodrigo Lloreda Caicedo. Posteriormente se comienzan a desgranar las formas personalizadas de grupismo político electoral, acelerado por el Frente Nacional, que en primer lugar desideologiza a los partidos políticos; en segundo término, asocia en ciertas contiendas electorales a quienes antes eran enemigos encomiables y, finalmente, regionaliza la política y la centra básicamente en la lucha por la distribución de la burocracia local en un juego clientelista a través de microempresas electorales, forma organizativa propia de la nueva dinámica político electoral.

Finalmente, podemos afirmar que la élite local continua siendo inseparable de los partidos Liberal y Conservador, evidenciado esto tanto en el tipo de fracciones existentes como en la élite potencial que se ha erigido frente a los antiguos líderes de la política. A su vez, a pesar de los importantes cambios institucionales que ha conllevado la Constitución de 1991, aún se revela un sistema político local cerrado a la presencia de proyectos políticos diferentes a los llamados partidos tradicionales. Si bien se observa un cambio de carácter en la élite dirigente local, que ha ido transitando de una élite de poder que a mediados del siglo XX se autorepresentaba en las instancias de poder político a otra propiamente política y profesional –que vive de y para la política como señalara M. Weber–, en general el sentido de su accionar político poco ha variado.

 


NOTAS AL PIE DE PÁGINA

1. La investigación que sirve de sustento al presente trabajo se adelantó entre los años 2000 y 2003 en la ciudad de Cali. La información se construye con datos obtenidos del archivo del Concejo Municipal de Cali, el Archivo Histórico Municipal, la Hemeroteca Departamental, la hemeroteca del Banco de la República y los Centros de Documentación de la alcaldía de Cali, la Gobernación del Valle y la Asamblea Departamental. En segundo lugar, se elabora una ficha que fue aplicada personalmente a algunos miembros de élite política o personas muy cercanas a las mismas. Y, en tercer término, se adelantaron algunas entrevistas con miembros de élite política o políticos profesionales conocedores de la historia y dinámica política de la ciudad. Para el presente artículo, tomamos en consideración dos archivos construidos durante la investigación: una base de datos con los nombres de los políticos profesionales de la ciudad de 1958–1998 y el archivo con información sociobiográfica de los miembros núcleo de élite política de Cali.

2. Por ejemplo: Colmenares, Germán, Cali, terratenientes, mineros y comerciantes, siglo XVIII. TM Editores–Universidad del Valle–Banco de la República–Colciencias. Colombia, 1997 (cuarta edición)., Valencia Ll., Alonso Empresarios y políticos en el estado soberano del Cauca, Editorial Facultad de Humanidades, Universidad del Valle–Banco de la República, Cali 1993; Aprile–Gniset, Jacques, La ciudad colombiana siglo XIX y siglo XX, Banco Popular, Santafé de Bogotá, 1992 ; Vásquez B., Edgar, Historia del desarrollo económico–social y urbano en Santiago de Cali 1900–1975. Cidse, (sin más datos); Florez, Lenín, Modernidad política en Colombia: El republicanismo en el Valle del Cauca 1880–1920, Universidad del Valle–Facultad de Humanidades, Cali, 1997.

3. Rojas, José María, "Empresarios y tecnología en la formación del sector azucarero de Colombia 1860–1980", en: Sociedad y Economía en el Valle del Cauca, Tomo V. Banco de la República, Bogotá, Colombia, 1983; Vásquez B., Edgar, Corchuelo, Alberto y otros, Periodización y relaciones de las variables urbanas en la ciudad de Cali 1900–1990, "Retrospectiva urbana y servicios públicos en Cali 1900–1993", Cidse–Emcali, Cali junio de 1995; Valdivia, Luís, Economía y espacio en el Valle del Cauca 1850–1950, Universidad del Valle– Centro editorial de la Facultad de Humanidades, Cali 1992; Valdivia, Luís, "El Valle del Cauca y las posibilidades de su desarrollo capitalista", Universidad del Valle (Tesis doctoral); Sáenz Rovner, Eduardo (compilador), Perfiles de empresas y empresarios en Colombia 1945–1950. Partes I y II, Universidad de los Andes, Facultad de Administración, 1991; Sáenz R., Eduardo, La ofensiva empresarial: Industriales, políticos y violencia en los años 40 en Colombia. Tercer Mundo Editores–Ediciones Uniandes, Colombia 1992; Dávila L. Guevara, Carlos, El empresariado colombiano: una perspectiva histórica, Bogotá, Pontificia Universidad Javeriana, Facultad de Ciencias Económicas y Administrativas, 1986; Rojas, José María. "Sobre el papel de los empresarios en la formación del sector azucarero", en: Boletín Socioeconómico 14–15. Cidse, Universidad del Valle, julio de 1985; Ordóñez B., Luís Aurelio, Industrias y empresarios pioneros, Cali 1910–1945, Editorial Facultad de Humanidades–Facultad de Ciencias de la Administración, Cali 199.; Collins, Charles D., "Formación de un sector de clase social: la burguesía azucarera en el Valle del Cauca durante los años treinta y cuarenta", en: Boletín socioeconómico No 14–15, CIDSE, Universidad del Valle, julio de 1985.

4. Este estudio tiene en cuenta la investigación adelantada por el autor sobre la conformación de la élite política, partidos, fracciones y políticas públicas en Cali de 1958 a 1998 (investigación realizada en 2003). De otro lado, entre los documentos clásicos de estudio de las élites locales tenemos: Collins, Charles D, "La prensa y el poder en Cali: El País y sus treinta años", en: Boletín socioeconómico No 2, CIDSE, Univalle. 1981; Walton, John, Elites and Economic development, Institute of Latin American Studies, University Texas, Austin, 1977; Weber, Irving L. y Ocampo Zamorano, Alfredo (compiladores), Valores, desarrollo e historia, Popayán, Medellín, Cali y el Valle el Cauca, Coedición División de Ciencias Económicas y Sociales Universidad del Valle y Ediciones Tercer Mundo. Bogotá–Colombia 1975.

5. Sin embargo, cada vez los polivados tienden a ser los menos y una suerte de núcleo de la clase política, como grupo profesional, con recursos y características particulares, asume las funciones políticas (la clase política no es de interés inmediato a este estudio, pero está por determinarse en un programa de investigación más amplio para la ciudad de Cali). Esta clase política es más amplia, extensivamente, que la élite política, pues esta última hace parte de ella, así como también los burócratas, los dirigentes de los partidos que no ocupan posiciones institucionales estatales, entre otros. Esta clase política vive en general de las rentas del Estado e introduce políticas desde los espacios del gobierno o el Estado para lograr "independencia" económica y autonomía política. Podemos considerar en primera instancia a la clase política como diferenciable de la élite política. Esta segunda está incluida generalmente en la primera, pero no viceversa. Podemos entender el término de clase política, con Klaus Von Beyme, como a todos los políticos que de alguna manera participan de la estructura de privilegios, aunque no tengan jerarquías: los que influyen en las decisiones, la élite administrativa, las élites económicas, grupos de intereses importantes. Generalmente esta clase política coopera con otros sectores para mantener su propia autonomía; su orientación es autoreferencial, es un grupo de interés por sí mismo; promulga leyes (desde el legislativo), con el objeto de mantener su existencia (leyes de financiación de partidos, retribuciones parlamentarias, etc.); consolida su poder en muchos de los ámbitos de lo social: administración, medios de comunicación, economía pública, etc.; incluye a políticos de segunda línea que sólo participan periféricamente en las decisiones políticas, pero viven de los privilegios. Incluye también la clase política a los miembros de los partidos de la oposición, pues el elemento de unión de la clase política es el Estado de partidos. (Beyme, 1995: 30).

6. Como señala Carlos Dávila L. Guevara (1986) los individuos de élite de principios del siglo XX se dedican a múltiples actividades públicas: políticas, literarias, de negocios, etc. Eran hombres que se movilizaban en diversos campos de la vida social (en general los campos no estaban tan claramente definidos como después de la década de los cincuenta), propio de hombres que han vivido parte importante de sus vidas en el siglo XIX. A su vez, podemos señalar, como hipótesis, que aún no hallamos un ámbito de lo político claramente definido.

7. Una aproximación diferente, por ejemplo basada en un criterio reputacional, o sea de aquellos simplemente "considerados" por su reconocimiento público como miembros de élite, seguramente permitiría evidenciar la influencia de individuos que sin ponerse a prueba electoral, tienen aún gran peso en la influencia de decisiones políticas importantes en la región o el país.

8. Como una forma de comprender el debate en el plano de la investigación empírica, se sugieren los conceptos de homogamia y heterogamia, muy utilizados en otros campos académicos. Utilizo el concepto de competencia política homogámica de una comunidad de élite política para referirme a que la circulación de miembros de élite y la alta competencia se presenta entre individuos "iguales", por adscripción partidista (bipartidismo) y carácter político–institucional de favorabilidad al sistema establecido. O sea, la confrontación política no se refiere a pugnas ideológicas o de proyectos de sociedad divergentes, con "otros", sino a competencia interna por intereses de grupo, cuotas de poder, cargos o posiciones. En este sentido es endogámica, en tanto, compartiendo el mismo "tótem" (pertenecer al bipartidismo liberal–conservador y su carácter ideológico), acceden a los favores de la "carne" totémica (la burocracia) y la "doncella" en cuestión (espacios de poder político), los que finalmente son "preservados" para los miembros pertenecientes al grupo de élite del mismo clan.

9. Decimos "en general" pues hallamos en el grupo de los 47 muy pocos nombres de personas que estaban por fuera del proyecto político liberal–conservador. Sobre este asunto volveremos adelante.

10. Los criterios utilizados para la selección de este grupo de élite potencial de Cali 1958–1998 fueron así: en primer lugar, estos 25 nombres se seleccionaron de la lista de personas que han ocupado al menos tres de los cargos considerados en el estudio; en segundo lugar, se especificó que al menos uno de los cargos haya sido de Concejal de Cali o Alcalde de Cali o Gobernador del Valle del Cauca; y finalmente, se seleccionaron quienes su año de finalización (según nuestra base de datos) se ubica entre 1990 y 1998, o sea, personas con vigencia política.

11. En Revista Cambio, junio 28–julio 5 de 1999.

12. Los estudios referenciados poseen algo en común: de un lado tienen como informantes a miembros de la élite política de los partidos Liberal y Conservador y, en segundo lugar, tratan de indagar sobre aspectos relacionados con la ideología de dichas organizaciones políticas. En otro sentido, difieren en que el primero es realizado directamente en Cali, mientras el segundo se adelanta en 11 ciudades, excluida Cali y, sobre todo, en ciudades pequeñas. Así mismo, la primera investigación se desarrolla a finales de los sesenta (1968) y la segunda en 1983, o sea hay quince años de diferencia entre ambas.

13. La tendencia alude fundamentalmente a corrientes con ciertas características ideológicas y de actitud que se mueven y surgen dentro de los partidos políticos. Una tendencia puede desembocar en fracción política, o en una facción; aunque generalmente permanecen dentro del partido como matiz interno, o puede ser factor constitutivo de fracciones locales o regionales.

14. Esta información se obtuvo por la vía de entrevistas y aplicación de fichas con miembros de la élite política o políticos profesionales de la ciudad. En segundo lugar, a través de archivos de prensa, revistas, magacines, etc.

15. Por ejemplo, terminan sus estudios profesionales en la Univerisdad Santiago de Cali: Álvaro Mejía López (abogado), Francisco Javier Murgueitio (abogado), José Rómulo Salazar Hurtado (contador), José Didier Ospina Arango (abogado), José Luís Arcila Córdoba (abogado) y Marino Paz Ospina (abogado).


 

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