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versión impresa ISSN 2011-0324

CS  no.11 Cali ene./jun. 2013

https://doi.org/10.18046/recs.i11.1570 

ARTÍCULOS

 

EMPODERAMIENTO EN JÓVENES EN SITUACIÓN DE DESPLAZAMIENTO. EL CASO DE LA UNIDAD DE ATENCIÓN Y ORIENTACIÓN (UAO) DE LA ALCALDÍA DE PASTO

 

YOUTH'S EMPOWERMENT FOR PEOPLE IN CONDITIONS OF DISPLACEMENT. THE CASE OF THE ATTENTION AND ORIENTATION UNIT (UAO) OF THE MUNICIPALITY OF PASTO

 

PROCESSOS DE EMPODERAMENTO PARA JOVENS EM CONDIÇÃO DE DESLOCAMENTO. O CASO DA UNIDADE DE ATENÇÃO E ORIENTAÇÃO (UAO) DO MUNICÍPIO DE PASTO

 

 

KAREN MELISSA RICAURTE1, ELIZABETH OJEDA2, SONIA BETANCOURTH3, HEIDY MABEL BURBANO4

1 Universidad de Nariño, Pasto, Colombia. meli1254@hotmail.com

2 Universidad de Nariño, Pasto, Colombia. deliza75@yahoo.com

3 Universidad de Nariño, Pasto, Colombia. sbetan@gmail.com

4 Universidad de Nariño, Pasto, Colombia. heidirris@hotmail.com

 

Artículo de reflexión: recibido 30/07/12 y aprobado 31/05/13

 


RESUMEN

El presente artículo expone los resultados de un proceso de investigación–acción llevado a cabo con jóvenes entre 15 y 27 años en situación de desplazamiento, asistentes a la Unidad de Atención y Orientación (UAO) de la Alcaldía de Pasto. El trabajo buscó generar procesos de empoderamiento en esta población mediante la resignificación de sus imaginarios de victimización, así como a través de la orientación vocacional, profesional y laboral. Al término del estudio, los jóvenes objeto de intervención lograron revalorar una serie de representaciones sobre sí mismos y acerca del desplazamiento, así como construir planes de vida y emprender acciones productivas.

Palabras clave: Empoderamiento, imaginarios de victimización, orientación vocacional, desplazamiento, intervención psico–social.


ABSTRACT

This article divulges the results of a research realized with 15–27 years old people in conditions of displacement, actually receiving the attention services of the Attention and Orientation Unit (AOU) of Municipality of Pasto. The study was designed to create empowerment processes with this population, through the understanding of significance of victimisation, and the implementing of vocational, professional, and occupational assistance. At the end of the study the young people under the AOU coverage were able to reassess the different implicit circumstances in displacement, as well as their own personal situations, and to establish productive life projects, and profitable action initiatives.

Key words: Empowerment, imaginary victimization, vocational, displacement, psycho–social intervention.


RESUMO

O artigo exibe os resultados de uma investigação conduzida com uma população de jovens entre os 15 e 27 anos de idade, em condições de deslocamento, que são acolhidos e atendidos na Unidade de Atenção e Orientação (UAO) do município de Pasto. O estudo procurou motivar processos de empoderamento nessa população, através da ressignificação dos seus imaginários de vitimização, bem como pelo meio de orientação profissional, vocacional e ocupacional. No final do estudo os jovens estiveram na capacidade de reavaliar uma série de representações sobre eles mesmos e sobre o deslocamento, para logo estabelecer projetos de vida e de ação produtiva.

Palavras–chave: Empoderamento, vitimização, imaginário, profissional, deslocamento intervenção, psicossocial.


 

 

Introducción

La agudización del conflicto interno en Colombia durante las últimas décadas del siglo XX, ha traído consigo el crecimiento del fenómeno del desplazamiento forzado. Actualmente, y de acuerdo con estadísticas de la Consultoría para los Derechos Humanos y el Desplazamiento (CODHES, 2012), los departamentos con más altos índices de desplazamiento forzado son Antioquia (34.333 desplazados), Nariño (9.601), Cauca (4.957), Valle del Cauca (4.404) y Córdoba (2.849).

Nariño, como puede apreciarse, representa uno de los principales escenarios de este fenómeno. La problemática en cuestión se ha incrementado ostensiblemente en este departamento, tal como lo evidencia afirma el Informe sobre el Estado de Avance de los Objetivos de Desarrollo del Milenio (2011). La población más afectada es la adulta, seguida por los niños y los pequeños de la primera infancia, así como por los adolescentes y, en menor medida, los adultos mayores.

De acuerdo con la Unidad para la Atención y Reparación Integral a las Víctimas (2012), el 24.5% del total de la población desplazada corresponde a jóvenes entre 15 y 26 años, quienes sufren diversos y profundos impactos no solo por las carencias materiales que afrontan al huir de su lugar de origen, sino también por la fragmentación de sus familias y el efecto del desarraigo en la capacidad de agenciar sus propios proyectos de vida.

En tanto consecuencia del desplazamiento, la separación de las familias genera importantes modificaciones en los roles de sus miembros. Para muchos de estos jóvenes, esta trae consigo la necesidad de asumirse como sostén económico familiar. Frente a la necesidad de ser productivos, el cómo hacerlo plantea profundos interrogantes respecto de sus habilidades, capacidades y deseos, que pueden no coincidir con las exigencias y oportunidades de su presente.

Según el Informe de Crisis Humanitaria en Nariño (2010), el drama por el que atraviesan los jóvenes debido a las escasas oportunidades que se les presentan, así como su exposición a factores de riesgo como drogadicción, delincuencia juvenil e integración a pandillas, configuran un marco de circunstancias que los ubica en situación de mayor riesgo psicosocial. Este, sin embargo, no es el único problema. La falta de motivación de estos jóvenes para vislumbrar soluciones y construir objetivos frente a su futuro termina sumiéndolos en un estancamiento asistencialista bajo el cual se asumen como víctimas permanentes, a la espera de ayudas y lejos de una idea de generar iniciativas y acciones productivas desde la concepción de sí mismos como personas más allá de su situación de desplazamiento.

Como medida para hacerle frente al desplazamiento, el Estado colombiano formuló la Ley 387 de 1997, por la cual se adoptan medidas para la prevención del desplazamiento forzado; la atención, protección, consolidación y estabilización socioeconómica de los desplazados internos por la violencia. No obstante, según Aguilera (2001), esta ley repite desaciertos y errores de otros organismos no gubernamentales que, con mucha anterioridad, venían atendiendo la problemática del desplazamiento forzado en Colombia. Uno de los errores de esta legislación fue la implementación, como política de Estado, del asistencialismo a la población desplazada, lo cual derivó indirectamente en una representación del desplazado como una víctima y un ser enfermo.

Posiblemente, los programas de intervención generados desde estas políticas (otorgar ayudas alimentarias, de vivienda o monetarias, por ejemplo) fueron desarrollados desde el enfoque de la vulnerabilidad, una perspectiva cuestionada dado el alto riesgo tanto de asistencialismo como de perpetuación de la ayuda humanitaria de emergencia. Enmarcada en esta situación, la Corte Constitucional falló la Sentencia T–025 de 2004, que tutela los derechos de la población en condición de desplazamiento, declarando el estado de cosas inconstitucional frente a la población en esta condición por considerar que existe una vulneración sistemática de sus derechos y, por ello, le ordena a las distintas agencias de atención a la población desplazada1 diseñar, adoptar y ejecutar una serie de medidas para superar este grave estado.

Los propósitos de esta medida, de acuerdo con el Informe del Gobierno Nacional a la Corte Constitucional sobre el avance en la superación del estado de cosas inconstitucional (2011), fueron fortalecer y ajustar los mecanismos de atención existentes, así como formular nuevas rutas y procedimientos tendientes a otorgar reparación integral a las víctimas de desplazamiento, bajo un enfoque diferencial que garantice la participación y representación de éstas y sus organizaciones en su implementación. En correspondencia con tales objetivos se sancionó la Ley 1449 del 10 de junio de 2011: 'Por la cual se dictan medidas de atención, asistencia y reparación integral a las víctimas del conflicto armado interno y se dictan otras disposiciones'. Esas últimas medidas representaron avances en materia de política pública, constituyendo a la vez un recurso importante para la atención integral de las personas en situación de desplazamiento y un reto para su implementación efectiva en los territorios.

Tomando como punto de referencia este marco de iniciativas, la investigación de la que dan cuenta estas páginas tuvo por objeto generar procesos de empoderamiento en jóvenes de 15 a 27 años en situación de desplazamiento asistentes a la Unidad de Atención y Orientación (UAO) de la Alcaldía de Pasto. Dichos procesos estuvieron relacionados con la resignificación de imaginarios de victimización, así como con la orientación vocacional, profesional y laboral de estas personas. Con este fin, se llevó a cabo un estudio con enfoque cualitativo de tipo 'investigación–acción', realizado a través de observaciones, entrevistas individuales semiestructuradas, grupos focales, talleres grupales e intervención clínica individual y familiar. El proceso de intervención de aquí desprendido tuvo como resultados la resignficación, en los jóvenes participantes, de los imaginarios frente a sí mismos y al desplazamiento, la construcción de planes de vida, el emprendimiento de acciones productivas y la vinculación a programas de formación técnica. En materia de alcances, el estudio logró una sensibilización de la UAO en torno a la atención a la población desplazada, así como la implementación de programas orientados al fortalecimiento e impulso de las capacidades de la misma.

El empoderamiento es un término de uso común en la actualidad (Suset, et al. 2010). Para fines de este estudio, esta noción fue comprendida como la expansión de la libertad de elección y acción. Se trata, en este sentido, de un proceso intencional, intersubjetivo y continuo de conversión de los individuos en sujetos conscientes de sí mismos, de las circunstancias y del entorno social, mediante la acción comprensiva, crítica y transformadora sobre sus propias interacciones sociales. Por su parte, la orientación vocacional profesional y laboral es considerada como un proceso sistemático que pretende el estudio de los intereses individuales para orientar la elección de un oficio en las personas. Según Gavilán y Castignani (2011), ésta se encuentra orientada a construir las herramientas necesarias para la incorporación activa al mundo de la producción y/o para la continuación de estudios superiores o de capacitación, posibilitando la elaboración de proyectos personales en torno a ello.

La victimización se refiere al proceso social en que una persona llega a ser considerada víctima (Tapia, 1996). A través de la lectura de la situación de desplazamiento y de la misma figura del desplazado, los imaginarios de victimización se entienden como esquemas de interpretación surgidos a partir del desplazamiento, que conducen a las personas a un auto–reconocimiento permanente como víctimas, así como a un estancamiento de la mismas en la condición de vulnerabilidad y desplazamiento, otorgando responsabilidades actuales y futuras a terceros, y al tiempo desconociendo los recursos propios para afrontar esta situación.

Por último, la resignificación se concibe como la posibilidad que tiene cada sujeto de reconocer la posición desde la cual está actuando y generar nuevas miradas que les permitan asumirse como agentes constructores y transformadores de realidades, capaces de direccionar sus vidas ya no desde el referente 'soy desplazado', sino desde los referentes de sus capacidades, aspiraciones y sueños, asumiéndose como seres humanos que le han apostado a la decisión de la responsabilidad frente a su existencia.

 

Método

La investigación se enmarcó en el paradigma cualitativo. Dadas las características particulares del estudio, se realizó una 'investigación–acción' (IA), modalidad que permite adelantar el trabajo investigativo a través de la convergencia de dos procesos, el de conocer y el de intervenir. La relación directa entre teoría y práctica permite comprender la realidad que vive la población, al tiempo que faculta a los investigadores a orientar a los participantes en la construcción de estrategias de intervención (Sánchez, 2002).

La investigación se desarrolló con un grupo de 30 jóvenes (22 mujeres y 8 hombres) en situación de desplazamiento, con edades entre los 15 y 27 años, asistentes a la UAO de la Alcaldía de Pasto durante los períodos B de 2009 y A de 2010.

Para la conformación del grupo de trabajo se realizó un proceso de convocatoria abierta en la dependencia de la UAO. Este proceso incluyó la invitación a través de carteles y volantes con la información relevante al estudio, que fueron ubicados en lugares estratégicos de la Unidad. La invitación también fue divulgada mediante charlas informativas a la población y a las personas vinculadas a procesos psicoterapéuticos. Los funcionarios de la UAO también proporcionaron información del estudio desde cada una de sus dependencias.

La figura 1 presenta el procedimiento de investigación que comenzó con la convocatoria arriba descrita, incluyó una consolidación del grupo a intervenir, así como una caracterización del mismo frente a los imaginarios de victimización y las capacidades vocacionales, profesionales y laborales de sus integrantes; y culminó con el planteamiento y puesta en marcha de una propuesta de intervención basada en la resignificación de imaginarios de victimización y en la orientación vocacional, profesional y laboral, tendiente a generar procesos de empoderamiento. Los anteriores procesos permitieron construir categorías y analizar los resultados a partir de las mismas.

 

La investigación, en conformidad con la Ley 1090 del 2006, se guió bajo los principios de ética y bioética para la investigación con sujetos humanos. Cada uno de los jóvenes participó voluntariamente con el conocimiento necesario y suficiente para tomar la decisión con responsabilidad. Todos ellos fueron informados sobre la finalidad, riesgos y beneficios de la investigación, y firmaron un consentimiento tras recibir explicación sobre los objetivos y metodología del trabajo.

En el estudio se emplearon diferentes técnicas de recolección de la información. La observación estuvo dirigida a las dinámicas establecidas entre los funcionarios y las personas en situación de desplazamiento cuando se solicitaban apoyos. Las entrevistas individuales semi–estructuradas (practicadas a los participantes y a sus familias) permitieron caracterizar la población y aproximase a sus concepciones frente al desplazamiento, así como frente a las implicaciones del mismo en sus vidas, sus expectativas, su presente y su futuro. A los entrevistados se les hicieron preguntas como ¿qué es para ti el desplazamiento? ¿Hace cuánto tiempo se produjo la situación de desplazamiento? ¿Cuáles han sido las consecuencias del desplazamiento en tu vida? ¿Cuales han sido las consecuencias del desplazamiento en tu familia? ¿Qué esperas para el futuro?

Los grupos focales, por su parte, permitieron recolectar información para el análisis, a la vez que hicieron posible identificar los sentimientos de los participantes frente la situación de desplazamiento y la realidad actual. En total se realizaron 3 grupos, uno con los jóvenes en situación de desplazamiento, otro con las familias, y uno más con los funcionarios de la UAO. De manera paralela, se desarrollaron talleres articulados a la propuesta de intervención y apoyados en tres ejes centrales: resignificación de imaginarios de victimización; orientación vocacional, profesional y laboral; y empoderamiento.

Adicionalmente, se realizó un análisis documental de los procesos realizados en la UAO a nivel nacional y departamental; de la normatividad nacional en cuanto a las medidas para la prevención del desplazamiento forzado, la atención, la protección, la consolidación y la estabilización socioeconómica; así como de diferentes estudios realizados en el país y la región en torno al fenómeno del desplazamiento. Dicho análisis fue un componente esencial de cada una de las fases a realizar, pues además de ser un insumo para la contextualización teórica, fue un elemento clave en los procesos de análisis e interpretación.

Por último, los impactos psicológicos del desplazamiento forzado hicieron necesario el adelanto de intervenciones clínicas individuales y familiares. Estas posibilitaron reconstrucciones de eventos vividos, reconciliaciones con el pasado y construcciones de planes de vida a corto, mediano y largo plazo.

El proceso investigativo incluyó el desarrollo las siguientes etapas: a) 'Construyendo una nueva historia de vida... El inicio del proceso', b) 'En el encuentro con imaginarios de victimización y el reconocimiento de capacidades a nivel vocacional, profesional y laboral', c) 'Una propuesta de intervención para reescribir historias desde el empoderamiento... Elaborando mi pasado, construyendo mi presente y proyectándome a un futuro', y d) 'Comprendiendo los procesos... Articulando reflexión y acción', promoviendo el análisis de información resultante de los procesos y la construcción de categorías inductivas.

El análisis que recorrió el estudio implicó una organización de la información disponible. Este proceso transcurrió por varias etapas. La primera de ellas fue meramente descriptiva, y supuso un acopio de toda la información obtenida, de manera textual. Este conjunto inicial de datos fue segmentado en la etapa siguiente, sobre la base de categorías descriptivas que permitieron una reagrupación y una lectura distinta de esa misma información. La categorización descriptiva se realizó desde que se tuvieron los primeros datos. Una tercera etapa partió de la interrelación de las mencionadas categorías con otro conjunto de categorías inductivas, e incluyó la estructuración de una presentación sintética y conceptualizada de los datos recogidos.

Para validar y verificar los resultados finales del análisis cualitativo se emplearon estrategias como la triangulación y las reacciones de la población estudiada, considerando que 'una fuente de validación insustituible es la evaluación de los resultados parciales y finales por parte de las personas involucradas en el estudio' (Bonilla y Rodríguez, 2005). Este proceso incluyó la comparación de resultados de diferentes observaciones, así como la construcción de informes de avances a partir de las reacciones de los participantes. Estos últimos habrían de representar valiosas herramientas para captar la opinión de las personas sobre los hallazgos del estudio y su propia percepción de la situación específica.

 

Resultados

Construyendo una nueva historia de vida... El inicio del proceso

Mediante actividades de integración se abrió campo a la creación de una identidad de grupo, el cual, como primer paso en la consolidación de este proceso, se otorgó el nombre 'luchadores'. Este grupo estuvo conformado por 30 participantes (22 mujeres y 8 hombres). 2 de ellos estaban estudiando, 6 trabajaban en establecimientos como talleres y tiendas, 19 se dedicaban a actividades como la venta ambulante y los oficios domésticos, mientras los 5 restantes no tenían una ocupación definida.

El proceso tuvo como punto de partida el abordaje del pasado y de los significados construidos en torno al evento del desplazamiento. Éste era concebido por los jóvenes como una situación permanente e incapacitante, que los había conducido a la espera de una ayuda como única alternativa de vida. Aquí sobresalen discursos como 'para mí el desplazamiento acabó con lo que era y lo que tenía. No sé qué va a pasar más adelante, por ahora lo único esperar'; 'toca venir acá a la UAO para que nos ayuden, no tenemos más'; 'la vida se me acabó. Han sido muchas cosas. Ahora no tengo nada. Aquí todo es diferente y hay que cuidarse de todo; la única esperanza es que nos salga el subsidio'.

El fenómeno del desplazamiento, en el caso de estos jóvenes, aparece revistiendo distintos rostros: el del dolor, el de la rabia, el de la impotencia, el de la incertidumbre. La muerte, la desaparición y la separación de la familia los condujeron a múltiples cambios en su forma de vida, entre ellos a asumir nuevos roles tales como la obligación de sostener económicamente a sus familias, abandonando la posibilidad de continuar con sus estudios o de construir planes de vida alternativos.

Fernanda2, de 18 años, afirmó: 'a mi mamá los guerrilleros la mataron el 25 de marzo. Me quede con una tía y mi hermana chiquita. Me ha tocado bien duro; toca medírsele a lo que sea para tener algo que comer. Hasta cosas feas me han propuesto, pero yo no he querido. Por eso es que vengo aquí a ver si nos colaboran con algo'.

María, de 16 años, expresó: 'la vida acá es diferente. Yo estaba en décimo. Ahora me toca esperar a matricularme acá, todo depende de cómo sigan las cosas; toca ayudar en la casa'.

Francisco, de 22 años, comentó: 'ahora nosotros somos víctimas, por eso el presidente debe ayudarnos. Yo quiero trabajar pero la situación esta difícil; ¿a uno en qué lo van a emplear?'.

La realidad del contexto, así como las características educativas y laborales de estos jóvenes, hacen que sus posibilidades de encontrar alternativas económicas ante su nuevo rol sean escasas. La mayoría no había terminado su bachillerato, o tenía únicamente estudios de primaria.

No obstante, más allá de las dificultades impuestas por el medio, la falta de motivación para vislumbrar y construir sueños para el futuro a partir de sus capacidades o del aprendizaje, agravaba aún más para el momento las dificultades generadas por el desplazamiento forzado.

En el encuentro con imaginarios de victimización y el reconocimiento de capacidades a nivel vocacional, profesional y laboral

  • Imaginarios de victimización
  • Imaginarios de victimización frente a sí mismos. Los jóvenes en situación de desplazamiento se concebían a sí mismos como personas incapaces, pues consideraban que el desplazamiento no solo les había robado el lugar en el cual habían nacido y crecido, sino también las oportunidades de vida presente y la posibilidad de construir un futuro.

    Al indagar a los participantes sobre las percepciones de sí mismos, se recogieron comentarios como:

    'Yo soy una mujer bonita, inteligente, buena amiga y sincera. Ahora estoy acá en Pasto porque me sacaron de mi casa, y soy vulnerable' (Rosa, 22 años).

    'La situación esta complicada. Antes yo me reía, salía, departía con amistades, pero ahora esa chispa se me fue. Vivo triste, amargada... A veces ya no quiero vivir' (Luisa, 27 años).

    'Ahora es que necesitamos que nos echen la mano. Solo tenemos esto, nada. La vida cambió y toca acomodarse. Antes yo quería estudiar, pero ahora eso difícil. ¿Qué voy a hacer acá? ¿Con qué? Toca esperar a ver qué se hace' (Manuel, 20 años).

    El trabajo con los participantes permitió apreciar cómo estos imaginarios trascendían a otras esferas, como por ejemplo su vida de pareja. A este respecto, los jóvenes comúnmente se concebían como 'víctimas' de sus compañeros o novios: 'se aprovecha porque soy desplazado'; 'no entiende cómo sufro'; 'no comprende que soy así por lo que he vivido'. Antes que asumir la responsabilidad frente a sus propios actos, estos jóvenes parecen explicarlos y justificarlos en virtud de su condición de desplazamiento.

    Durante esta fase de la investigación pudo identificarse que, para ese momento, los imaginarios de victimización de los participantes frente a sí mismos constituían guías de sus acciones e interacciones en los distintos escenarios de su vida. Estos jóvenes incluso se consideraban de inferior valía en comparación con personas que no habían vivido el desplazamiento:

    Donde yo vivo hay varias personas que son 'bien'. A veces pienso que son muy afortunados porque no les tocó pasar lo que a mí. Ellos tienen más oportunidades porque no les tocó cargar lo que a mí me ha tocado. Me da vergüenza cuando me los encuentro, es como si hubiera hecho algo malo (Rosa, 19 años).

    Valoraciones como estas dan lugar a sentimientos de desesperanza e incapacidad, conducentes a un sentimiento de dependencia con respecto a personas o instituciones. Los jóvenes, al concebirse en ese momento como incapaces, no reconocían sus habilidades, capacidades y cualidades, ni la posibilidad de aprendizaje. El desplazamiento y las situaciones adversas eran, pues, los únicos marcos de referencia de sí mismos.

    Imaginarios de victimización frente al desplazamiento. El desarrollo de encuentros grupales, de procesos clínicos individuales y familiares sobre los significados atribuidos al desplazamiento, así como de entrevistas con preguntas como '¿qué es para ti el desplazamiento?' '¿Cuáles han sido las consecuencias del desplazamiento en tu vida?' '¿Cuáles han sido las consecuencias del desplazamiento en tu familia?', permitió a las investigadoras evidenciar que la situación de desplazamiento era concebida por los jóvenes como una situación permanente que determinó, y determinaba aún, el rumbo de sus vidas. Al respecto, se reconocieron afirmaciones como 'el desplazamiento marcó mi vida permanentemente'; 'nunca nada volverá a ser igual'; 'voy a ser desplazado toda mi vida'; 'por el desplazamiento se acabó mi vida'.

    Los jóvenes consideraban al desplazamiento, antes que una situación transitoria, un evento trascendental y permanente, un hecho doloroso al cual le otorgaban la culpabilidad de todo lo que sucedía en su presente y de lo que vendría en el futuro: 'esto es lo peor que nos pudo pasar. Es como una marca que cargamos, porque finalmente vamos a ser desplazados siempre' (Ignacio, 21 años).

    Asumido como trascendental, este hecho se constituía en el único referente de existencia. Indagados sobre su vida y su pasado, estos jóvenes, en lugar de referirse a vivencias previas al desplazamiento, hacían alusión al desplazamiento y a sus momentos difíciles e impregnados de dolor. Esta situación también podía apreciarse en la filiación y los temas de conversación con sus pares. El desplazamiento era considerado, en suma, como la razón principal que había llevado a los jóvenes a abandonar sus sueños futuros, así como la posibilidad de construir nuevos ideales.

    Imaginarios de victimización frente a su situación actual. Abordar el presente, sus posibilidades actuales y las acciones a emprender para superar las adversidades, permitió reconocer que para los jóvenes la realidad se mostraba como una situación adversa que escapa a su dominio, pues estos consideraban que no contaban con los recursos necesarios para afrontarla. Las dificultades económicas, las exigencias del medio y la escasez de oportunidades los conducía a pensar que el control sobre su vida y su presente dependía de terceros, instituciones o personas independientes. Así podía verse en testimonios como:

    'La vida es demasiado dura y nada puedo hacer para cambiarla' (Fernanda, 18 años).

    'Mientras pasan los días, más me convenzo de que no tengo presente y menos un futuro'. 'El presente es solo una lucha por sobrevivir. No hay oportunidades, nadie me ayuda, ¿qué puedo hacer?' (Inés, 22 años).

    'El Gobierno debe respondernos para que nosotros podamos vivir. Así estamos toda la familia; necesitamos los auxilios para poder vivir' (Pedro, 25 años).

    Muchos de los jóvenes consideraban que, así como ellos no eran los culpables de la situación de desplazamiento que tenían que vivir, el gobierno era quien tenía que responderles. Algunos testimonios relacionaban estas respuestas con dinero, vivienda o alimentación, ayudas que según lo expresado por éstos deberían extenderse por mucho más tiempo, pues no resultaban suficientes para subsistir teniendo en cuenta el alto nivel de desempleo. Esta situación se convertía en limitante para buscar algún tipo de preparación: para los jóvenes parecía ser más cómodo pensar que 'no hay empleo' que hacer un esfuerzo por prepararse, aprovechando oportunidades que incluso ellos mismos reconocían, como en el caso de los cursos ofrecidos por el SENA. En referencia a ello, resulta ilustrativa la posición de Manuel (20 años): 'Aquí en la UAO nos han ofrecido unos cursos. Yo no me he metido en ninguno porque a veces no tengo plata para venir y otras veces me da pereza; es que yo vivo retirado de aquí'.

    La situación de desplazamiento también pudo interpretarse como un medio para conseguir beneficios económicos, transformándose en una forma de vida, en una cadena en la que la petición y dependencia se reforzaba cada vez más.

  • Capacidades a nivel vocacional, profesional y laboral
  • Al indagar sobre el pasado de los jóvenes más allá de la situación del desplazamiento, fue posible reconocer que la mayoría había realizado trabajos asociados al campo, ya sea de manera independiente o porque sus familias dependían de él, desarrollando habilidades manuales y otras que implicaban el uso de la fuerza (al menos en el caso de los hombres). No obstante, estos participantes consideraban que su habilidad para desarrollar actividades del agro no servía de nada ante las nuevas exigencias del medio. Es más, éstas ni siquiera resultaban suficientes aún en el contexto rural, ya fuera por factores externos como las políticas estatales, por dificultades para el acceso a créditos para siembra y mantenimiento de cultivos, por el incremento en el costo de insumos necesarios para las siembras, o incluso por los bruscos cambios climáticos y las fumigaciones de cultivos ilícitos:

    'Desde muchacho me he dedicado a cultivar la tierra, aunque eso ya no daba. Hartos cultivos perdí por las sequias. La violencia también era una cosa jodida, últimamente tocaba trabajar en lo que saliera' (Felipe, 27 años).

    'Yo me dedicaba a la casa, a los niños y los animales. Siempre le ayudaba a mi esposo en lo que fuera, a sembrar o recoger la cosecha cuando se podía. Eso era a perder o a ganar' (Carolina, 25 años).

    Situaciones como las referidas anteriormente habían conformado de manera previa un sentimiento de dependencia en los jóvenes que se intensificaba con el fenómeno del desplazamiento. En este sentido, el contexto representaba un factor fundamental que dificultaba a los participantes la posibilidad de reconocer sus capacidades en un nuevo entorno.

    Estos jóvenes, por lo demás, hablaban de su interés por actividades asociadas al arte, la culinaria, la mecánica y aquellas vinculadas al área de la salud como enfermería. Sin embargo, al reflexionar sobre sus propias capacidades y habilidades frente a ese tipo de intereses, manifestaban desconocimiento: 'me gustaría estudiar, pero no sé para qué sirvo'; 'he soñado con estudiar enfermería pero eso es difícil, me da miedo'; 'después de esto que me pasó, los primero es lo primero, conseguir techo y comida. Además ¿con qué me pongo a hacer algo?'.

    Una propuesta de intervención para reescribir historias desde el empoderamiento... 'Elaborando mi pasado, construyendo mi presente y proyectándome a un futuro'

    Considerando que ya se había establecido un vínculo inicial con el grupo de jóvenes, y que estos habían comenzado ser conscientes de sus imaginarios de victimización, así como de las dificultades que se presentaban al reconocimiento de sus capacidades vocacionales, profesionales y laborales, las investigadoras consideraron necesario dar a conocer cómo desde la psicología se podían generar procesos de empoderamiento. Estos procesos habrían de estar cimentados por los aportes de los campos comunitario y educativo, por la resignificación de los imaginarios de victimización, y por la orientación vocacional profesional y laboral. Esta etapa de apertura posibilitó el reconocimiento de las expectativas y motivaciones frente a lo que cada participante era capaz de lograr, aspecto que hizo posible la ejecución la propuesta de intervención 'Elaborando mi pasado, construyendo mi presente y proyectándome a un futuro'.

  • Etapa 1: Elaborando mi pasado. Lo que fui, lo que hice
  • Evocar el pasado para los jóvenes representó un retorno al desplazamiento, al igual que el olvido de una vida anterior a dicha situación. Se evidenció un apego constante a la situación de desplazamiento, evento que, aunque ocurrido en el pasado, se hacía muy presente, matizado por sentimientos, emociones, recriminaciones y culpas. Estos sentimientos generaban un eco constante que no permitía avanzar en el tiempo, voces con mensajes como 'con todo lo que paso no puedes...'; 'ya eres un fracasado'; 'no eres capaz'; las cuales dificultaban el reconocimiento de las posibilidades presentes y futuras.

    A través de encuentros grupales y procesos clínicos individuales, orientados hacia el abordaje de las percepciones sobre sí mismos y a la elaboración de duelos, fue posible expandir el panorama de los participantes frente al pasado, resignificar eventos dolorosos, y generar nuevas comprensiones sobre las situaciones vividas. En este marco, fue necesario generar procesos desde los cuales pudieran elaborarse las voces de recriminación, de culpa y de incapacidad mediante el descubrimiento de lo que eran capaces de hacer y de lograr desde ese pasado. Para ello resultó de vital importancia que los jóvenes se reconciliasen consigo mismos, generasen duelos, y reconociesen sus motivaciones y metas futuras, así como su valor como personas, como miembros de una familia y como parte de la sociedad.

  • Etapa 2: Construyendo mi presente. Lo que soy, lo que hago
  • El encuentro de los jóvenes con el presente hizo necesaria la vinculación de sus familias en el proceso, a través de su participación tanto en talleres grupales como en espacios de intervención clínica, todo ello como medio reforzador y potenciador de los nuevos aprendizajes construidos. La incorporación de la dimensión familiar aportó al cuestionamiento de las voces que se encontraban tras los imaginarios que los mantenían como víctimas desde su hogar.

    Al arriesgarse a ver el desplazamiento como una circunstancia que era parte de su pasado y reconocer sus propias capacidades, intereses e inclinaciones vocacionales, profesionales y laborales en el presente, los jóvenes dejaron de ver su vida como perteneciente al pasado y pasaron a concebirla como parte de sí mismos. Cada uno pudo considerar que tenía el poder para transformar su propia historia, sin negar el pasado, pero no estancándose en él, descubriendo las innumerables posibilidades de vida, y destacando que el asumirse como víctima más que una consecuencia del desplazamiento era cuestión de decisión. Al respecto, vale resaltar comentarios como 'lo que fue, fue. Como dicen los niños: a limpiarse las rodillas para seguir adelante' (Adriana 20 años), o 'yo soy verraco y voy salir adelante' (Manuel 20 años).

    La vinculación de la familia a estos procesos propició la generación de alianzas significativas, en las que este núcleo se destacó como principal fortalecedor de las construcciones realizadas en el proceso de resignificación de imaginarios de victimización y en la orientación vocacional, profesional y laboral de los participantes.

    Según lo expresado por los jóvenes, las nuevas comprensiones que se iban generando durante el proceso eran transmitidas a otros miembros de la familia. Algo similar ocurría con los encuentros clínicos familiares. Éstos propiciaron cambios en las relaciones establecidas alrededor de los núcleos, incluyendo reconciliaciones y acercamientos entre miembros distanciados bien por situaciones asociadas al desplazamiento (culpas y reciminaciones), o bien por circunstancias anteriores al mismo: 'antes yo ni me hablaba con mi hermana; teníamos muchos problemas desde hace tiempo. Pero mi mamá nos ha ayudado. Yo la busqué para ver como estaba. Ahora estamos mejor' (Lucia 19 años).

    La intervención propició la apertura de procesos clínicos individuales y familiares en los que se generaron espacios de encuentro para que jóvenes y familias dialogaran con sus propias dinámicas internas. Eso hizo posible la elaboración de duelos, la dinamización en las relaciones familiares y pautas de crianza, así como el abordaje de dificultades asociadas a trastornos por estrés postraumático y depresión. La familia, pues, se convirtió en el escenario donde el proceso continúa y el entorno se transforma.

  • Etapa 3: Pensando en mi futuro. Lo que seré, lo que haré
  • La proyección por parte de los participantes de planes de vida futuros, pasó de estar centrada en la espera de una ayuda a fundarse en acciones presentes. Los jóvenes asumieron una posición activa frente a su propia vida, planteando propósitos como el continuar con sus estudios, terminar la primaria y/o el bachillerato, capacitarse en instituciones como el SENA o emprender proyectos productivos. 'Sé que todo depende de mí, tengo muchos sueños, pero no quiero que se queden en eso, voy a trabajar duro y ahorrar para montar mi negocio', afirma Ligia, de 25 años.

    Percibirse más allá de la posición de víctimas posibilitó en los jóvenes el reconocimiento de su responsabilidad frente al futuro y a lo que esperaban de él, ya no desde la mirada de lo imposible o lo irreal sino desde la posibilidad guiada por la elección.

  • Etapa 4: Viví un pasado, vivo un presente y me proyecto a un futuro. Lo que comenzaré a hacer desde ya
  • Resignificar los imaginarios de victimización de los jóvenes permitió que estos generasen nuevas concepciones sobre sí mismos, sobre el desplazamiento y sobre su futuro. Mediante este proceso, los participantes lograron reconocerse como seres capaces, responsables de sus decisiones y con un mundo de posibilidades, vistas como metas reales que requerían de esfuerzos que dependían tan solo de ellos. Es así como a partir de la resignificación de los imaginarios de victimización, así como de la orientación vocacional, profesional y laboral, se pudo abrir paso hacia procesos de empoderamiento desde acciones emprendidas en el presente, constituídas en pasos hacia metas futuras.

    En materia de habilidades, se destacaron las inclinaciones de los jóvenes hacia tareas de corte artístico: oficios manuales, actividades literarias, diseño gráfico y diseño de modas, artesanía, cocina y belleza. También se observaron afinidades por las ciencias de la salud, en áreas como la medicina, la enfermería y la odontología, y por las ciencias sociales, en ramas como el derecho y la psicología. Este proceso de reconocimiento, incrementó la motivación para resignificar imaginarios frente a la imposibilidad de alcanzar metas profesionales por parte de la población en situación de desplazamiento. El deseo de instruirse en un oficio o profesión fue un aspecto común de las expectativas reflejadas por cada uno de los jóvenes, siendo la enfermería, la pastelería, la artesanía y la mecánica las actividades hacia las cuales éstos mostraron una mayor inclinación.

    La importancia de alcanzar metas vocacionales, laborales y profesionales ya no fue entendida solamente desde lo económico, sino desde sus implicaciones personales, el reconocimiento social de allí derivado, y los aportes que se podrían generar a las comunidades y a la sociedad: 'quiero ser abogado para ayudar a las personas desplazadas, para que se respeten sus derechos y luchen para salir adelante', afirma Manuel, de 20 años.

    A lo largo del proceso de intervención, se generaron iniciativas de estudio y trabajo con entidades como el SENA e instituciones de formación educativa. Algunos jóvenes, además, se vincularon a capacitaciones en artesanía, manipulación de alimentos, informática, peluquería, y desarrollo de proyectos productivos y microempresas orientados a la venta de los productos resultado de sus capacitaciones.

    Los seres humanos somos seres de historia. Para los jóvenes, la situación de desplazamiento había implicado un estancamiento en los recuerdos de dolor que matizaban su presente. El hecho de comprender la situación de desplazamiento como una etapa de aprendizaje en su vida permitió el reencuentro con el perdón, el cese de las recriminaciones y la elaboración de aquellas historias interpretadas bajo el sufrimiento.

  • Etapa 5: Reflexionando frente a mi proceso
  • 'Es como si me hubiera quitado una carga. Todavía me duele el haber perdido tantas cosas, pero no como antes. Me siento motivada para seguir y hacer grandes cosas por mí y mi familia' ( Luisa 27 años).

    A lo largo del proceso, fue posible reconocer las transformaciones que las nuevas interpretaciones de los jóvenes sobre sí mismos, el desplazamiento, su pasado y su presente generaron en otras esferas de sus vidas –familiar y de pareja, por ejemplo–. Muchos de los participantes expresaron que su 'nueva actitud' había hecho posible cambios con las personas que los rodeaban, posibilitando modos de interacción diferentes y decisiones generadas a partir de lo vivido. Al respecto se destacan comentarios como 'decido que solo yo dirijo mi vida y me hago responsable de ella'; 'decido que soy capaz'; 'decido que voy a luchar por ser profesional'; 'decido que me comprometo con la vida'.

    El proceso de intervención desarrollado no solo permitió estrechar los lazos entre personas cuyas historias estaban marcadas por la particularidad de sus vidas, sino también hizo posible un aprendizaje que trascendió los límites de la investigación y quizá de la situación misma del desplazamiento. Este aprendizaje implicó nuevas miradas hacia la propia vida y al papel desempeñado por los imaginarios en las diferentes esferas de la existencia. De aquí derivaron procesos de resignificación, en los que se pasó de una auto–percepción como 'víctimas' de situaciones personales, familiares, académicas y sociales, entre otras, a una como sujetos de decisiones, responsabilidades, actitudes y acciones. Sujetos empoderados en la misma vida, capaces de entender que las cosas que ocurren son producto de elecciones –es decir, nada gratuitas–, que cada encuentro y desencuentro encierra un significado, y que de su comprensión nace la disponibilidad para recibirlos y la capacidad para cambiar de dirección en cualquier momento, dando apertura a la disposición frente a la redefinición, el cambio y la transformación.

    Comprendiendo los procesos... Articulando reflexión y acción

  • Componente intrapersonal del empoderamiento
  • Auto–concepto. Teniendo como eje la noción de empoderamiento, los jóvenes participantes transitaron por una ruta de descubrimientos frente a sí mismos a partir del compartir y del encuentro con el otro, definiéndose no como 'desplazados' en circunstancia sino más bien como constructores de su propio entorno, con la actitud suficiente para afrontar dificultades. Se trató de una nueva actitud apuntalada por el agregado a su proceso que dio a los jóvenes seguridad en sí mismos y un auto–reconocimiento como sujetos capaces, con cualidades y habilidades. De esta manera, los participantes pudieron modificar la percepción tanto propia como de su medio, puesto que al tener una imagen clara de sí mismos, también se apropiaron de su entorno.

    En tanto personas empoderadas, los jóvenes se reconocieron como seres humanos capaces de transformar sus vidas, al tiempo que dejaron de concebirse a sí mismos como víctimas, construyendo un auto–concepto que favoreció procesos personales de afrontamiento.

    Autoestima. Los participantes, como personas empoderadas, demostraron una alta confianza en sí mismas. En esta medida, fueron capaces de reconocer sus fortalezas y debilidades, desarrollando la capacidad de potencializar las primeras y tendiendo a mejorar las segundas, con una seguridad propia en su ser y en su capacidad.

    A lo largo del proceso, los jóvenes se abrieron a la posibilidad de autodescubrirse, de quitarse las incapacidades autoimpuestas, para verse frente a frente, reconociendo que estaban siendo injustos consigo mismos al dar su poder para dirigir su realidad a un tercero como el Gobierno. Descubrimientos como éste llevaron a crisis, puesto que implicaban para los participantes salir de un estado cómodo de espera y conformismo, para pasar a uno que les exigía asumirse como constructores de posibilidades, siendo una de ellas el creer en aquellas potencialidades que se habían descubierto, desarrollando acciones que nacieran de la iniciativa y la actitud positiva.

    Motivaciones. La posibilidad de vislumbrar el presente y el futuro desde una óptica de posibilidades, de la mano con el compromiso establecido con sus propias vidas, impulsó a los jóvenes a continuar con el proceso a pesar de dificultades como la distancia que debían recorrer para llegar a los encuentros, el dinero para el transporte o las ocupaciones del hogar, entre otras. A propósito, cabe mencionar frases de los participantes tales como 'todo esto es una inversión para la vida', y 'hay otras cosas que sí son limitaciones, pero todo esto lo hago por mí, primero, y luego por mi familia'. La familia, de hecho, fue considerada la mayor motivación y el motor impulsor que guiaba a los jóvenes hacia el cambio y hacia la generación de iniciativas que permitieran construir nuevas formas de vida.

    Reconocer las motivaciones de los jóvenes supuso adentrarse en mundos insospechados, guiados por sueños y anhelos de crear y transformar, para vivir e impactar no solo en sus vidas sino también en la de las personas que los rodean, e incluso en la de aquellas que quizá ni siquiera saben que estos jóvenes existen, pues sus deseos trascendían sus vidas personales y familiares, llegando a ser anhelos de transformaciones profundas.

    Componente interactivo del empoderamiento

    Relaciones interpersonales. Los jóvenes, como seres humanos empoderados, fueron capaces de armonizar su universo con los demás, reconociendo su valía y la de aquellos que se encontraban a su alrededor, ampliando sus redes sociales, asumiéndose como seres humanos con capacidades para generar apertura a las posibilidades de participación comunitaria, y también haciendo un pare en sus interacciones familiares. Todo ello les permitió asumir de frente su realidad, con la apropiación y responsabilidad de elecciones, decisiones y acciones dentro de las dinámicas establecidas en sus hogares.

    Percepciones frente a las instituciones gubernamentales y no gubernamentales. El proceso desarrollado con los jóvenes implicó diálogos continuos con sus propias percepciones, así como un contraste con las políticas y dinámicas planteadas por la ley y por muchas de las instituciones de ayuda a la población desplazada. Esto hizo posible comprender las actitudes y comportamientos de dependencia que los desplazados desarrollan como población, las cuales son difundidas por las mismas instituciones que impiden ver más allá de las ayudas y ni siquiera permiten hacer algo productivo con ellas. En tanto personas empoderadas, los jóvenes reconocieron sus deberes y derechos, sin permitir que estos limiten su realización como personas.

  • Componente conductual del empoderamiento
  • Acciones para el presente y planeación para el futuro de sí mismo. A lo largo de la intervención se gestionaron posibilidades de formación educativa, al igual que procesos de emprendimiento de acciones productivas como medio de estabilización económica y recurso para el logro de planes a futuro. En tanto seres empoderados, los participantes comenzaron a trabajar desde el presente con la calidad con la que quisieran vivir su futuro.

     

    Discusión

    En la actualidad, el desplazamiento forzado es una realidad en muchos países, caracterizado por éxodos involuntarios hacia lugares ajenos al asentamiento poblacional original. Estos éxodos, si bien tienen por fin salvaguardar la vida y la integridad, afectan todas las dimensiones vitales más allá de los aspectos económicos y materiales. En el plano psicológico, el daño alcanza la configuración de imaginarios generando representaciones donde la posición de víctima se constituye en una limitante para afrontar y superar la situación, negando la posibilidad de actuar a través de las propias capacidades o de aprender otras nuevas que posibiliten ir más allá de las ayudas. Actuar sobre esta realidad se convierte, por lo tanto, en un reto exigente, pues el deslazamiento forzado es una problemática universal, que ha sido abordada de múltiples formas mediante programas gubernamentales y no gubernamentales, y cuyo tratamiento aún requiere de nuevas miradas que contribuyan a la comprensión de su complejidad, así como de sus diversas manifestaciones en las formas de vida de las personas.

    Frente a la figura del desplazamiento y del mismo desplazado se han generado diferentes imaginarios sociales, como lo afirma López (1999). La representación social del desplazado es la de un ser peligroso, delincuente, estigmatizado, victimizado y sin identidad, pues esta última se pierde al pasar a la categoría de 'ser desplazado'. Aquí, la identidad del ser humano resulta cubierta por aquella que asumida a partir de la situación vivida.

    Las narrativas de las personas en esta situación privilegian el dolor, las pérdidas, la añoranza, el miedo y la rabia. Estos sentimientos, en su conjunto, resultan paralizantes, y las inclinan a referir todos los aspectos vitales a la experiencia dolorosa, así como a construir ciertos anclajes temporales en relación con el momento en tal experiencia (Mesa de Trabajo de Bogotá sobre Desplazamiento Interno, 2006).

    El desplazamiento ha sido asumido como un 'problema de orden público' (Niño, 1999: 5), dando lugar a la generación de programas de intervención desde las políticas públicas. Éstas se han desarrollado desde el enfoque de la vulnerabilidad, y en particular a partir de la atención a la situación inmediata o de emergencia. En la emergencia solo priman las necesidades materiales, lo que lleva a desconocer la potencialidad de la población, así como a contribuir a que los comportamientos a futuro de los afectados se mantenga en el modelo asistencial del dar y recibir, convirtiendo a los otros en objeto e inhabilitándolos efectivamente (Millán y Carreño, 2002: 164).

    Aunque esta investigación se centró en el trabajo con jóvenes en situación de desplazamiento, los procesos realizados con los funcionarios de UAO de Pasto permiten interpretar que la concepción de 'desplazado víctima' es reforzada por las políticas de atención que se han configurado para mitigar este fenómeno. Pese a que se ha avanzando en la construcción de una política pública para la atención integral de las personas en situación de desplazamiento, es necesario que desde los entes territoriales y dependencias destinadas a esta labor, se resignifiquen los imaginarios en tono a estos sujetos, pues tal posición refuerza los esquemas de victimización en la población, perpetuando así la figura asistencialista del Estado.

    Sin desconocer la relevancia del Estado en las acciones para hacer frente al desplazamiento forzado, es necesario señalar que, en ocasiones, su intervención suele resultar contraproducente. Puede señalarse, igualmente, que uno de los problemas que agrava aún más esta situación y sus efectos es la posición asumida por las personas que los han vivido, puesto que el otorgar responsabilidades al Estado sin propender por la potencialización de sus propias capacidades para hacerle frente, genera dependencia y un estancamiento permanente en el pasado, y más precisamente en la condición de víctima.

    Chávez y Falla (2004: 171) también abordaron esta situación en su trabajo con la UAO del municipio de Soacha (Cundinamarca, Colombia). Para este caso particular, los autores revelaron que el 88.61% de la población atendida solo recibió ayuda humanitaria, al tiempo que el 91.86% de la misma no hacía parte de proyectos productivos, 'lo que afirma el carácter asistencial de la atención'. Igualmente, los autores pudieron identificar que el focalizar la intervención en la ayuda humanitaria traía consigo una escasa participación de la población en la generación de alternativas.

    Criticar a las personas que se encuentran en esta situación por su constante dependencia establecida con fuentes de ayuda como el Estado, no tendría mayor relevancia. Es natural que una persona con necesidades, que acaba de experimentar una situación traumática como el desplazamiento, desee contar con una ayuda. Ahora bien, ¿será que unas políticas de atención deben reducirse solo a la provisión material de emergencia? Más allá de las pérdidas materiales, como lo afirma Bello (2002), el sujeto en esta situación experimenta un impacto que puede llegar al deterioro paulatino o abrupto de sus procesos de desarrollo personal, limitando significativamente sus capacidades y competencias. Así pues, el tipo de intervención que reciba se constituye en determinante para contribuir ya sea tal deterioro o a su mejoría.

    Diversos sectores de la sociedad parecen contribuir a esta situación. En un estudio sobre la representación social del desplazamiento forzado en la prensa colombiana, Molina (2009) develó los lenguajes que contribuían a la exclusión de este sector de la población. Según esto, se tiende a excluir a estas personas cuando no se les reconoce como seres capaces de acción. Se podría decir entonces que también hay un desplazamiento de sus voces a partir del poder discursivo de la prensa, produciendo y reproduciendo estereotipos que pueden llevar a que la misma población se convenza del discurso y actúe confirmándolo.

    Las definiciones de víctima tienen algo en común: por un lado, la concepción de alguien que ha sufrido daño y lesión por fuerzas fuera de su control; por otro, el hecho de que ser víctima se conecta con un estado de debilidad que necesita protección. Esto sucede, en buena medida, porque la mirada 'victimista' es reduccionista y reproductora de la mentalidad que subyace en el victimario, como remarca Magallón (2006). A pesar de ello, reconocer un hecho de vida doloroso en casos como los del desplazamiento, no equivale a reducir a las personas a ese papel que niega otros recursos y facetas del sujeto. Al respecto, cabe traer a colación lo señalado por Tovar (2006: 148), para quien nos encontramos en una nueva etapa para el abordaje del desplazamiento, enfocada en el empoderamiento. Según éste, hoy se requiere 'un trabajo orientado hacia la exigibilidad de derechos, la construcción o reconstrucción de autonomía, la promoción de la participación activa y de la acción propositiva'.

    La ley 1448 de 2011, 'Por la cual se dictan medidas de atención, asistencia y reparación integral a las víctimas del conflicto armado interno y se dictan otras disposiciones', representa un importante avance del país hacia la construcción de la paz a través del pleno reconocimiento de los derechos de las personas víctimas del conflicto armado. Su implementación efectiva en los territorios, acorde a las necesidades y características de los contextos, representa un reto que seguramente posibilitará nuevos aportes. Aquí será necesaria la participación ciudadana, el reconocimiento de las potencialidades de las personas, el respeto por su dignidad, así como el abordaje de la problemática desde la concepción de los desplazados como sujetos de derechos y no solo como objetos de asistencia.

    Generar nuevas posibilidades en cuanto al abordaje del desplazamiento permite ampliar el marco de referencia para decodificar y recodificar los significados frente a esta situación, al igual que para des–victimizar y desmitificar la condición de desplazados. Estas operaciones son necesarias para la elaboración de duelos, el despliegue e impulso a los recursos propios, y la construcción y reconstrucción de proyectos de vida.

    La psicología ofrece múltiples posibilidades de acción. Esta investigación permitió la articulación de procesos de la psicología comunitaria y de la psicología educativa, tales como la resignificación de imaginarios de victimización y la orientación vocacional, profesional y laboral. El tratamiento de estos procesos permitió demostrar que los campos de acción de la psicología pueden dialogar, generando puntos de encuentro como los que en este caso llevaron a centrarse en la historia de la población, para generar transformaciones que trascienden lo individual hasta abarcar impactos de orden familiar y social.

    Promover procesos de empoderamiento a partir de ejes como los aquí propuestos supone dejar de lado la lógica del asistencialismo dirigido por agentes externos. La experiencia estudiada estuvo basada en el empoderamiento de abordaje interno, orientado por los mismos participantes de la intervención. Esto les permitió recuperar su papel social activo, teniendo en cuenta que

    Ante la ausencia de procesos de empoderamiento de las comunidades de personas desplazadas promovidos y apoyados por el Estado, es imposible pensar en la formulación participativa así como es imposible pensar en la superación de la relación pasiva y asistencialista que se genera en algunas comunidades desplazadas y el Estado, bien sea local, departamental y/o nacional (Gonzáles, 2004: 5).

    El proceso desarrollado fue una herramienta fundamental para que la comunidad comenzara a generar procesos de empoderamiento, partiendo del reconocimiento de su realidad y de las dinámicas inmersas, al tiempo que palpando sus propias concepciones alrededor de su situación. A lo largo de la intervención, tales concepciones fueron reconocidas como imaginarios que sumergían a la persona en una lógica de victimización constante, hecho que agravaba aún más la problemática estudiada.

    La investigación estuvo orientada por una línea similar a la desarrollada por Chávez y Falla (2004: 173), cuyo trabajo tuvo por propósito 'generar procesos autogestionarios en la comunidad de desplazados, a partir de una reflexión crítica de su realidad'. El trabajo de estos autores dio pie a la gestión de proyectos sociales que, además de identificar y reflexionar sobre las problemáticas a intervenir, propiciaron el diseño de alternativas desde la misma población, contribuyendo a reconstruir el tejido social a partir del sentido de comunidad. Los alcances de esta experiencia llegaron, incluso, a incentivar la organización juvenil, como parte de un proceso de empoderamiento configurado desde la participación, la responsabilidad con lo público y la capacidad local para la organización.

    La presente investigación, por su parte, abordó los procesos de resignificación de imaginarios de victimización y la orientación vocacional, profesional y laboral hacia la generación del empoderamiento de la población intervenida. Aquí, se consideró que es necesario un cambio de paradigma que privilegie el enfoque en las fortalezas, no en el déficit o problema, y que involucre a los sujetos y a sus familias como parte de la solución, todo ello a partir de una movilización de recursos internos y externos que permitiesen enfrentar situaciones críticas de todo tipo. Empoderarse, como lo afirman Castro y Llanes (2005), es abrirse a la perspectiva de que la adversidad puede victimizar a los individuos que la padecen o, por el contrario, llevarlos a enfrentar los retos que, así, se convierten en una posibilidad para la transformación.

    El trabajo con las familias de los jóvenes se convirtió en el catalizador de los procesos de resignificación, de exploración vocacional y de la misma gestión de oportunidades. Gracias a éste fue posible el encuentro con realidades que, gestadas en el seno familiar, se reflejaban en el actuar cotidiano de cada uno de sus miembros, permitiendo la construcción y elaboración conjunta de nuevas comprensiones sobre aquellas realidades que marcan las relaciones dentro de este núcleo.

    Concebir el desplazamiento como una circunstancia en la vida de los sujetos, hizo posible la reconciliación con el pasado, permitiendo nuevas miradas más allá del dolor y las circunstancias vividas que impulsaron la formulación de nuevas metas y planes de vida, construidos a partir de los aprendizajes generados. Cambiar la metáfora del daño por la del dolor, y la de la marca por la de la experiencia, permitió centrarse en un proceso que, así como tiene lugar en el presente, se relaciona dialécticamente con el pasado y el futuro. El dolor y la experiencia no son huellas, sino vivencias siempre vigentes que constantemente nos producen (Piper, 2005: 210).

    Interpretar el desplazamiento desde nuevas ópticas permite reconocer esta situación, no como un evento permanente generador de daños irreversibles e irremediables, sino como un suceso que impulsa a la generación de aprendizajes y, con ello, al descubrimiento de nuevas alternativas de vida, resaltando el hecho de que una experiencia traumática es siempre negativa, pero lo que suceda a partir de ella depende de cada persona. En la mano del hombre esté elegir su opción: puede convertir su experiencia negativa en victoria, la vida en un triunfo interno, o bien puede ignorar el desafío y limitarse a vegetar y a derrumbarse (Frankl, 1946: 98).

    Todas las elaboraciones generadas a lo largo del proceso permitieron a los jóvenes nuevas actitudes hacia las vivencias del pasado y del presente, al igual que la proyección de planes de vida a futuro. Esto les permitió asumir responsabilidades y hacer frente a sus decisiones, transformando las dinámicas de las relaciones establecidas con la familia, la pareja, los amigos y la comunidad.

    El propósito de la intervención era, en este sentido, plantear un cambio en la visión del 'desplazado' y del mismo desplazamiento en la población joven, comprendiendo estos aspectos desde una perspectiva distinta a la de la vulnerabilidad y cercana a la perspectiva de las capacidades humanas. Esta última, de acuerdo con Larrea (2005) –mencionado por Pineda (2008) –, no se enfoca en las relaciones de dominación ni protagonismo, sino en una dimensión social y personal centrada en el cambio como principio de la transformación que es construcción constante, en plenas relaciones dinámicas en lugar de cadenas lineales de causas–efectos.

    Estos argumentos coinciden con los de la perspectiva del empoderamiento como valor, teniendo en cuenta que los fundamentos de la intervención se cimentan sobre los aspectos positivos del ser humano como dueño de fortalezas, competencias y capacidades de obtener apoyo social, cualidades que les permiten tomar el control de su vida con compromiso, conciencia y sentido crítico (Silva y Loreto, 2004).

    Los procesos generados con esta investigación hicieron posible comprender que, aunque existan consecuencias adversas producto del desplazamiento, estas son susceptibles de elaboración a partir de los recursos internos de cada persona, debido a que los seres humanos tienen la posibilidad de elección. Antes que estar determinados por agentes externos como la situación de desplazamiento, son los individuos quienes toman la decisión de permitir que esa situación determine el rumbo de la existencia de las personas o sea comprendido como una estación de aprendizaje, que a pesar del dolor aporta al desarrollo de cambios y transformaciones de vida, tal como sucedió en este caso. El reconocimiento de los mismos jóvenes de aquella posición cómoda y a la vez limitante en la que se encontraban, dio lugar a la creación de nuevas interpretaciones sobre sí mismos, sobre el desplazamiento y sobre su situación actual, ya no desde el lugar de la vulnerabilidad, sino desde la postura de la posibilidad y de la capacidad.

    La propuesta 'Elaborando mi pasado, construyendo mi presente y proyectándome a un futuro' supuso una apuesta por los procesos de resignificación de imaginarios y de orientación vocacional, profesional y laboral. Mediante ésta, se buscó demostrar que es fundamental transformar esquemas ya planteados para estos procesos. Para ello era necesario construir espacios que demostrasen que si para estas personas su pasado se encontraba en su presente e influía en su futuro, era necesario trabajar sobre sus propias historias, siendo desde allí como se podrían promover transformaciones significativas que trascendieran la suma de los datos o la realización de actividades.

    Trabajar sobre las tres instancias del ser, pasado, presente y futuro, posibilitó un reconocimiento de la historia construida más allá del dolor. Como afirma Millán (1955), 'el hombre es un ser histórico', por lo cual va más allá del puro acontecer. Así pues, en este caso, más que trabajar sobre una situación específica o sobre las secuelas dejadas por el desplazamiento –como lo hacen muchos abordajes teóricos y prácticos–, se hizo necesario llevar los aportes de la psicología al universo mismo de los participantes, para mostrar que muchos de los imaginarios de victimización y de las dificultades para el reconocimiento de las capacidades vocacionales, profesionales y laborales no fueron resultado directo del desplazamiento ni surgieron a partir de éste, sino que se habían gestado en la misma historia de la población desde un pasado más lejano, como elección e incluso como modo de vida.

    La posición de víctima es una posición limitante y cómoda a la vez, a través de la cual se configuran formas de interpretación y acción en la realidad. De aquí deriva la importancia de lo logrado por la intervención desarrollada a lo largo de este estudio, donde se dio lugar al auto–reconocimiento del sujeto a través de su historia y de la elaboración de imaginarios desde la autonomía y la responsabilidad.

    El encuentro con un pasado en donde la posición de víctima se asumía aún desde antes del desplazamiento, permite desempañar el fenómeno como el culpable, brindando la posibilidad de desarrollar responsabilidad para elegir y tomar decisiones, o para aceptar las implicaciones de las elecciones y decisiones tomadas, superando así la culpa y la recriminación. Al respecto, resulta valioso traer a colación lo señalado por Yerushalmi (1989: 22):

    La paulatina apropiación del pasado por los grupos y los individuos, en particular cuando lo consideran como origen de lo que han llegado a ser en la actualidad, es un proceso que trasmuta al ayer y al anteayer en general en el pretérito propio de alguien que lo liga íntimamente a determinado presente y al futuro anticipado por esta actualidad definida y personalizada.

    Trabajar sobre el pasado supone una preparación para abordar un presente en el que cada persona, considerada como agente de su experiencia, se permite corregir la mirada victimizadora que lo había despojado de su identidad, de sus capacidades para lograr lo que se propone, y de su responsabilidad frente a la vida. Permitir una resignificación del rótulo 'víctima' y de su mismo imaginario, sin que esta nueva definición sea más verdadera que la anterior –solo diferente y alternativa–, y junto con el reconocimiento de capacidades y un contexto lleno de posibilidades, orienta una lógica de intervención distinta. Se trata de una lógica en la que, por encima de la petición, se privilegia la toma de decisiones y las acciones de emprendimiento guiadas por la iniciativa, pues como lo considera Park (1998: 34), 'el ser humano, como sociedad, debe ir cambiando las expectativas culturales, creando la conciencia social de que las situaciones difíciles no solo son dolor y sufrimiento sino también la posibilidad de transformación y crecimiento'.

    Como procesos articulados, la resignificación de imaginarios de victimización y la orientación vocacional, profesional y laboral, posibilitan el empoderamiento, debido a que en el individuo se genera una conjunción de la percepción de sí mismo, del mundo y de las propias habilidades e intereses. Esto dota al sujeto de una capacidad de elección que, guiada por su decisión, permite el control de su situación de vida, actuando de manera comprometida, consciente y crítica, para lograr la transformación de su entorno según sus necesidades y aspiraciones, transformándose al tiempo a sí mismos.

    El empoderamiento, según Torres (2009), es una vía para la transformación individual y social. Esto permite afirmar que dicha noción adquiere dimensiones que trascienden lo individual, pasando así de elevar los niveles de confianza, autoestima y capacidad del sujeto para responder a sus propias necesidades, a otras formas colectivas en el proceso de interacción social. Desde esta perspectiva, el empoderamiento se concibe como el proceso de concienciación que da cuenta a las personas de sus capacidades y potencialidades, así como de la relación de éstas con el mundo que lo rodea.

    Como aporte a las instituciones que trabajan con población en situación de desplazamiento, este estudio representa una invitación a asumir a estas personas más allá de su condición; esto es, como seres humanos capaces, participantes activos de proyectos y procesos que potencien su ser como sujetos agentes de su propio cambio. La concepción aquí propuesta descansa en una perspectiva que trasciende la idea de vulnerabilidad, y que se centra en las capacidades humanas, reconociendo la importancia de abordar la realidad del sujeto no solo desde la necesidad inmediata sino también desde su historia y la posición que ha ocupado en ella.

    La experiencia aquí contemplada no solo demostró que es posible articular diversos campos de la psicología en la intervención, ofreciendo aportes teóricos y prácticos orientados al enriquecimiento de la profesión y a la generación de alternativas de solución ante las necesidades del contexto. También, hizo posible la formulación de algunas recomendaciones a propósito de los procesos y mecanismos de atención a la población en situación de desplazamiento.

    En este sentido, y como primera medida, se recomienda promover y movilizar, bien sea desde la misma población o bien desde las instituciones u organizaciones que trabajan con ella –ojalá en conjunto–, procesos de construcción de política pública a nivel regional y local para población en situación de desplazamiento forzado, y en particular para población joven. A este respecto pueden retomarse investigaciones precedentes realizadas en el contexto regional sobre temas de salud mental comunitaria. Es el caso, por ejemplo, del trabajo en torno a una política pública sobre el uso del tiempo en jóvenes desarrollado por Ojeda y Sánchez (2007), o el estudio sobre política pública para prevención de suicidio de Ojeda y Villalobos (2011). Asimismo, vale la pena retomar experiencias previas de liderazgo conjunto (instituciones y comunidad) llevadas a cabo en Nariño, como por ejemplo la política de juventud implementada en el Departamento. Estas sugerencias podrían dar lugar a posteriores estudios basados en la investigaciónacción, con miras a que las políticas públicas se constituyan con base en la investigación científico social.

    Ojeda y Villalobos (2011), por ejemplo, propusieron elementos a tener en cuenta en el escenario de la formulación de una política pública de prevención del suicidio en Nariño, los cuales pueden traerse a colación en posteriores trabajos a la luz de los resultados de la presente investigación. Entre estos elementos se encuentran principios como los de la integralidad de la intervención frente a las distintas dimensiones humanas; la participación responsable de diferentes sectores institucionales y comunitarios; el respeto por la diversidad cultural y étnica; el reconocimiento por identidades juveniles; la calidad y eficiencia de las acciones de intervención; y la universalidad y equidad en la prestación de servicios. Adicionalmente, el estudio en cuestión plantea ejes y acciones estratégicas en materia de política pública, relacionadas con 'la promoción de valores y acciones positivas tales como la salud, el bienestar, el trabajo, el emprendimiento, la identidad cultural, entre otros, que fomenten el desarrollo de una cultura optimista, proactiva y resiliente que vea en las dificultades una oportunidad de mejoramiento y de un buen vivir' (p. 67).

    Las anteriores recomendaciones parten de la premisa de que al actuar propositivamente sobre el bienestar de las personas, es posible intervenir sobre distintas problemáticas que les aquejan –no solo el suicidio o las consecuencias del desplazamiento forzado–, pues si bien existen especificidades, el ser humano es integral. Por otra parte, si bien se espera la actuación proactiva de las personas ante su situación de desplazamiento, no se puede dejar de lado la necesidad urgente de que la sociedad se organice y asuma sus responsabilidades para la salud colectiva. Ante esto, la construcción participativa de políticas públicas representa una posibilidad de construir nuevas perspectivas sobre la realidad psicosocial.


    NOTAS

    1 Alguna de las instituciones a las que la Corte conminó fueron, por ejemplo: el Consejo Nacional para la Atención Integral a la Población Desplazada por la Violencia, al Ministerio de Justicia o a la Red de Solidaridad social, entre otras. La descripción de las órdenes dadas por la Corte Constitucional en esta sentencia se puede encontrar en http://www.corteconstitucional.gov.co/relatoria/2004/T–025–04.htm (Recuperado por última vez el 04de junio de 2013)

    2 Los nombres de los jóvenes han sido cambiados para proteger su identidad.


     

    REFERENCIAS

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