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CS

versión impresa ISSN 2011-0324

CS  no.12 Cali jul./dic. 2013

 

RESEÑAS

 

Comentarios sobre libros, artículos y otros documentos

 

Daisy Rubiera Castillo e Inés María Martiatu Terry (Coords.). (2011). Afrocubanas: historia, pensamiento y prácticas culturales. La Habana, Cuba: Instituto Cubano del Libro, Editorial de Ciencias Sociales. 378 pp.

Por: Lina M. Mosquera Lemus, sociología. Universidad ICESI

Afrocubanas se trata de una compilación que pretende referenciar la experiencia histórica de la mujer negra cubana. El libro se enfoca en historias que dan cuenta de la lucha y resistencia de la que han sido protagonistas. Se trata de un documento de carácter ontológico, una selección de textos multidisciplinarios compilados por las historiadoras cubanas Daisy Rubiera Castillo1 e Inés María Martiatu Terry.2 Las autoras cuestionan los relatos de la historia y la sociedad cubana que dejan por fuera la recuperación del discurso de la mujer Afrocubana, del lugar que esta ocupa en la sociedad cubana, y su influencia en la historia de las ideas en Cuba de la cual fueron prescindidas a causa de la hegemonía patriarcal presente en lo social, político, económico y cultural. Las autoras argumentan que este trabajo podría contribuir a acabar con las estigmatizaciones y señalamientos de tipo racista y sexista que sobre las mujeres Afrocubanas se han gestado.

El libro se integra 34 capítulos distribuidos en tres partes: Historia, Pensamiento y Prácticas Culturales. En la primera parte, Historia, se destaca el papel que alcanzó la mujer Negra en la historia cubana. Esta sección incluye demandas judiciales promovidas por las mujeres Negras en situación de esclavitud para obtener su libertad y la de sus familias, así como para la reclamación de sus derechos. De igual forma, describe la gestión económica de la mujer Negra de diferentes épocas de la historia cubana y su influencia en la economía del país. En la segunda parte, titulada Pensamiento, se encuentran los trabajos de mujeres Afrocubanas que, por medio de la escritura en periódicos y revistas, como la Revista Minerva, lograron enfrentar la pobreza y la ignorancia en la que estaban sumidas, presentando al mundo su visión en torno a su situación política, social, cultural, académica, entre otras. En la tercera parte, Prácticas Culturales, los artículos reflejan las expresiones que desde la música, la literatura, el teatro, la danza, el deporte y otras expresiones, manifiestan el discurso Afrofemenino para hacerlo visible, también advirtiendo las problemáticas y contradicciones culturales donde se han encontrado las mujeres Negras.

A continuación se describen las autoras y los argumentos principales de cada capítulo. En la primera parte que compone este volumen aparecen los trabajos de tres historiadoras cubanas: Dina Castañeda, Oilda Lanier y María Cristina Hierrezuelo. Castañeda, en Demandas judiciales de las esclavas en el siglo XIX cubano, denuncia el déficit que existe dentro de la historiografía respecto a los estudios sobre la mujer africana en Cuba. Ella comienza señalando los fines comerciales con los cuales se introdujo a la mujer negra a la Isla. También indica las labores que, desde la esclavitud, enfrentaban en su cotidianidad, sea en su trabajo en las plantaciones o en el espacio doméstico como nodrizas, parteras o comadronas. Argumenta que las mujeres Negras esclavas eran sometidas a fuertes castigos y a soportar diferentes abusos psicológicos y físicos (como el sexual), el robo de sus propiedades e incluso el despojo de sus hijos. Castañeda narra cómo las esclavas se enfrentaban a batallas legales con el fin de evitar la disgregación familiar, ya que ésta estaba asociada al alquiler de los esclavos, a la venta de los hijos, al traslado de alguno de los miembros de la familia del campo a la ciudad o viceversa. La autora muestra que la obtención de la libertad por los medios legales estaba provista de muchos obstáculos interpuestos por los amos para continuar con sus intenciones de coartación de la libertad. Esto lo hacían subiendo el precio del esclavizado, a fin de evitar que cambiaran de amo o para que se demoraran en reunir el dinero necesario para la automanumisión. Por otra parte, las mujeres negras esclavas o libertas acudían a la justicia para impedir el plagio o venta de negros libres como esclavo. Ello en tanto a que muchas veces tenían que soportar que sus hijos nacidos libres o familiares que ya habían pagado por su libertad fueran esclavizados nuevamente en la clandestinidad.

Lanier (2011), en el capítulo titulado Reconstruyendo la historia de la exesclava Belén Álvarez, afirma que los estudios sobre la mujer en la historiografía cubana no constituían una línea de investigación, y menos dentro del tema de la raza. La autora sostiene que existe un silencio que impide manifestar la influencia económica, política y sociocultural que tuvo la mujer Afrocubana desde el siglo XVI. En este capítulo, la autora expone que, aprovechando la legislación colonial, la mujer negra logró insertarse en la economía de servicios de las ciudades, desempeñándose como propietaria de bienes inmuebles, pequeños negocios, e incluso de esclavos. Pone como ejemplo el caso de una exesclava llamada Belén Alvares, 'morena libre y de nación lucumí que logra acumular una gran fortuna tras de algún modo haber conseguido su libertad' (p. 34). Lanier también plantea la importancia que tenía la familia para la mujer africana en Cuba. Esto reafirma la prevalencia de acercarse a un pasado valioso de la familia africana antes de su forzosa llegada a América. Argumenta que los africanos, y sus descendientes, lograron crear entre ellos valiosas redes de solidaridad como motor para crear estrategias de libertad, estrategias que garantizaran su unión y la sobrevivencia de su cultura en el nuevo mundo.

En el capítulo La mujer 'de color' en la sociedad colonial santiaguera. Un comentario, María Cristina Hierrezuelo analiza el ascenso económico de la mujer negra en Santiago de Cuba. La autora plantea que los estudios anteriores han resaltado el alcance de una solvencia económica en muchos de los negros de la Cuba colonial, que les permitió una especie de ascenso social. Sin embargo, ella afirma que se han olvidado de los avances de las mujeres negras y mulatas, quienes bajo la legislación de la Isla también tuvieron un papel central en las actividades económicas desde el comercio y la posesión de bienes, lo que les reconocía ingresar a una suerte de estrato burgués. Para dar cuenta de esto, Hierrezuelo sustenta que la documentación notarial de la época demuestra el gran número de compraventas de bienes, en los cuales se incluían esclavos, cuyos agentes eran mujeres negras, lo que tendría influencia en la dinámica de la economía cubana (p. 55). Pese a ello, por muy sólido que fuera el capital que poseyeran, estaban confinadas a la marginación por el color de su piel y el sexo. Por tanto, el patrimonio adquirido por las mujeres negras, como escribe la autora, no garantizaba propiamente su ascenso social.

En la segunda parte del libro aparecen los textos de autoras como María del Carmen Barcia, historiadora, quien en su capítulo denominado Mujeres en torno a Minerva destaca que uno de los momentos más interesantes en la historia de Cuba fue el siglo XIX. Según ella, este siglo estuvo atiborrado de acciones equilibradas y discordantes, conservadoras y revolucionarias; pero que fueron poco estudiadas desde el punto de vista social. En la nueva sociedad proliferaron los espacios públicos, donde la utilización de éstos creó una nueva dimensión que permitió la organización y manifestación de las capas negras y mestizas, por medio de representaciones artísticas sobre la libertad, dejando claro la potestad que tenían estos grupos para reclamar sus derechos ciudadanos. Por otro lado, asegura la autora, mediante la aplicación de la nueva constitución cubana se obtuvieron libertades como la ley de imprenta, con la cual se difundieron periódicos, revistas de diversos tipos y tendencias políticas. En este contexto sociopolítico resulta interesante el papel desempeñado por publicaciones 'de color'.3 Aquí la fuerza femenina negra y mestiza ocupó, aunque con limitaciones, un punto significativo para manifestar a través de escritos su espíritu de lucha y el desarrollo intelectual alcanzado. Para la muestra de las publicaciones, Barcia utiliza como referencia la Revista Minerva, revista quincenal publicada en La Habana a partir de 1888 (p. 81). El material, explica, era redactado por un grupo de mujeres que aparecían como colaboradoras; pero genuinamente eran las encargadas de los artículos de noticias, poesía, comentarios, críticas y reseñas sociales, artísticas y deportivas. Las demandas sociales, las relativas a la emancipación jurídica de las exesclavas ocuparon un primer plano en Minerva. La revista no sólo expresaba lo que la esclavitud representaba para el plano individual de estas mujeres, sus familiares y sus amigos, sino las consecuencias que el racismo ejercía sobre la sociedad. De acuerdo con la historiadora, Minerva constituyó una oportunidad para poder manifestar posiciones, criterios y aspiraciones de la mujer Afrocubana sobre la defensa y difusión de sus derechos sociales y civiles. La redacción de esta revista les mostró a las mujeres una vía para seguir en la lucha socio–política que comenzaba a asumir la mujer cubana.

Al mismo tiempo, una de las redactoras de la revista Minerva (1888), Úrsula Coimbra, subraya en su capítulo Gratitud. A mis amigas y colegas del Periódico Minerva, la importancia de la participación de mujeres Afrocubanas en esta significativa revista, cuyas páginas ocuparon un papel trascendental en la historia no sólo de Cuba, sino de Latinoamérica. Las palabras de Coimbra en agradecimiento a las mujeres negras, que con su ingenio hicieron presencia en cada uno de los números de la publicación, son: 'Me siento orgullosa de pertenecer a una raza que por sí sola y a costa de sacrificios, procura elevarse a la altura de las demás y lucha, trabaja y estudia para vencer, bastante tiempo hemos tenido el dogal y la mordaza, tanto tiempo hemos callado, así pues el espíritu del siglo reclama que nuestra voz se levante' (p. 93). Las palabras de Coimbra son un llamado a que la mujer Afrocubana continúe con la producción intelectual, que deje huella de sus capacidades usando como herramientas sus voces y letras.

Por su parte, en su publicación de nombre Voces negras a favor del Partido Independiente de Color, la periodista cubana Carmen Piedra presenta fragmentos tomados del periódico Previsión, órgano oficial del Partido Independiente de Color,4 para protestar, como lo anuncia la escritora, por el retraimiento de la mayor parte de la raza negra al no reclamar los derechos que por justicia le corresponden (p. 95). Seguidamente aparece la periodista Consuelo Serra con Nuestros valores étnicos, cuyo cuerpo hace parte de las publicaciones dominicales para el Diario de la Marina. La columnista opina sobre la necesidad de mantener unida a la nación cubana, la importancia de la consolidación de una patria 'con todos y para todos', que a la vez represente los valores étnicos que apoyan a Cuba como patria, con un discurso que promueva la lucha de todas las personas nacidas en Cuba por la armonía, la igualdad y la dignidad de todos los hermanos cubanos (p. 96). Otro capítulo que invita a la colectividad, a la justicia y a la igualdad, es el de Inocencia Silveira llamado Lo que somos, artículo escrito para el Diario de la Marina en 1929, donde Silveira exterioriza lo que representan hombres y mujeres negros como colectividad, la necesidad de expresar sus sentimientos hacia los casos de injusticia, la afirmación de que son una entidad consciente de sus derechos y deberes, y con aspiraciones en la vida colectiva a fin de lograr el sueño de una república cordial.

Otra contribución para el Diario de la Marina de 1930 surge de otro escrito que lleva por título La Negra cubana, del iniciador del movimiento poético de vanguardia en Cuba, Gerardo del Valle. El interés por del Valle es el de resaltar la cualidad de la mujer negra cubana como madre, así como el apasionado patriotismo que la caracteriza. El autor reconoce a la mujer negra cubana como una luchadora, incansable por sus hijos a pesar de las múltiples dificultades que la someten para poder brindarles una educación. Él afirma que la negra tiene el orgullo de la nacionalidad cubana y el firme deseo de vencer la oscura ignorancia en la que ha estado sumida durante mucho tiempo destinándose al universo académico, para luego extender al mundo todo su conocimiento enfrentándose a las redes de supersticiones de las que ha sido esclava (p. 100). Más tarde, en respuesta a lo proyectado por del Valle en su capítulo, aparece la voz de Catalina Pozo, también periodista, argumentando con La Negra cubana y la cultura, que la mujer Negra culta se enfrenta a obstáculos insuperables de la misma manera que la mujer Negra inculta (p.103). Establece la existencia de un porcentaje indudable de mujeres Negras preparadas en normales, academias, universidades e institutos al igual que las mujeres cubanas blancas; pero a pesar de esto, debido al prejuicio racial existente que carcome la nacionalidad cubana, la mujer Negra dificultosamente encuentra la oportunidad para mostrar sus conocimientos, destinándose a las más tristes labores, anulando sus esfuerzos y el de sus descendientes realizando labores que no corresponden a su profesión.

Arabella Oña, periodista, en su columna para el periódico Adelante (1938) titulada La inteligencia negra, certifica sobre la gran capacidad intelectual de la población negra, la cual durante mucho ha sido subvalorada. La autora traza que desde que el negro fue admitido en los centros de enseñanza se ha podido observar su admirable avance (p. 106). Según ella, el negro cubano se ha destacado grandemente en muchas de las artes y ciencias, llenando con sus hazañas las páginas de la historia.

Dentro de las compilaciones, también Daisy Rubiera Castillo introduce su ensayo denominado La mujer en la Santería o Regla Ocha: género, mitos y realidad. Aquí muestra el interés por escribir sobre la mujer en la santería, con la finalidad de denunciar la subordinación de la misma en el interior de la vida ritual. Castillo establece que dentro de la santería, o Regla de Ocha, se manifiesta un conservadurismo, etnocentrismo y misoginia que no permiten una participación femenina en todos los niveles de la vida ritual, sobre todo por las prohibiciones asignadas de acuerdo con los sexos y fundamentadas mediante la tradición oral.

Aparte, en su trabajo Género y racialidad: una reflexión obligada en la Cuba de hoy, la licenciada en sociología Yulexis Almeida aborda el tema de la raza y el género como categorías necesarias para el análisis de las relaciones sociales y de poder. Teniendo en cuenta esta premisa, Almeida hace énfasis en los cánones estéticos que han surgido basados en la tipología blanca, que ponen a mujeres y hombres negros en desventaja desde el punto de vista social y personal. Esto se debe, por una parte, a que la estética juega un papel importante, es decir, la apariencia física se convierte en un determinante dentro de la movilidad laboral. Almeida expone que la adaptación a los modelos culturales estéticos obliga a la mujer negra a redibujarse, oponerse, negarse a sí mismas, lo que produce frustraciones de lo que esperan como mujeres. En cuanto al hombre, este es estereotipado frente a la movilización social del hombre blanco. Se enfrenta a la dificultad de ascender en el mercado laboral, lo cual se traduce en limitaciones para cumplir con el papel de proveedor asignado a los hombres (p. 137). Seguidamente, la autora hace un análisis en el contexto cubano, sosteniendo que hombres y mujeres negras han soportado situaciones de marginación, discriminación y desvalorización social legitimadas en una ideología racista. Opina también, que en cuba, el racismo ideológico desempeñó un papel legitimando el poder de un grupo social sobre otro. El tema de lo racial está atado a la historia de Cuba, a la lucha de clases y a la superación de las desigualdades raciales. Plantea que para ahondar en el estudio de lo racial en Cuba es necesario articular estrategias que incluyan el componente racial en esferas como la educación, el empleo, la cultura para gestionar un desarrollo social equitativo que minimice las desventajas socioeconómicas que enfrenta la población negra.

La historiadora y antropóloga María Ileana Faguaga, en su capítulo nominado: Entorno a los estereotipos respecto a la Afrocubana: construcción y deconstrucción de mitos, determina que hay dos momentos respecto a los estereotipos, construcción y deconstrucción de los mitos existentes alrededor de la mujer negra cubana. Por un lado, el de la deconstrucción de discursos racializados y, por otro, el de la deconstrucción de discursos racistas (p. 150). La antropóloga insiste en que estos momentos de deconstrucción no pueden ocurrir separadamente. Ambos son elementos constitutivos de las relaciones de poder en las cuales se mueven las sociedades que, en relación a lo que ella decreta, incorporan las diferencias entre el negro y el blanco como mecanismo de dominación y no como instrumentos que enriquecimiento social, político, económico y cultural de una nación. En el mismo sentido, la autora sostiene que el discurso colonialista de contenido racializado y racista que se construyó sobre la mujer negra no ha sido desestructurado. Tiene vigencia en el imaginario colectivo, el discurso que declara a la mujer negra como inepta para lo positivo en cuanto es vista como objeto sexual, vulgar, irresponsable, entre otros. Para Faguaga, la deconstrucción del mito de la mujer negra, con carácter colonialista y contenido racializado y racista es un proceso difícil. La deconstrucción debe efectuarse en dos niveles fundamentales: la estructura objetiva organizacional de la sociedad, que es donde se institucionaliza, y el imaginario colectivo, que es donde se repite (p. 157).

Onelia Chaveco, periodista y escritora, en su capítulo Propuesta de una mirada incluyente y no sexista: las Mulatas ¿un invento profanado? Presenta a los lectores la significancia racista contenido en el término 'mulata', visto como una forma de suavizar el uso peyorativo de negra. El punto central al que la escritora hace referencia es la concepción histórica y al tratamiento que como seres sociales se le ha asignado a la mujer mulata, vista como objeto sin cubanía propia y sin identidad demostrada (p. 163). Chaveco hace un profundo análisis, revisando obras literarias, poemáticas y pictóricas donde la protagonista es la mujer mulata. Esto le permitió determinar que esta mujer, como ser social, ha sido invisibilizada, injuriada y valorizada en el contexto del placer. Se la considera también como un hibrido carente de una identidad propia (por no ser negra ni blanca), poseedora de otros valores sociales.

Otra participación importante es la de la poeta y periodista Carmen González, quien nos trae, a través de Pelos, un espectacular aporte. En su escrito plasma el interés en el estudio de los calificativos que se han determinado socialmente en torno al cabello de la mujer negra cubana. La autora de este apartado informa que es necesario retomar los discursos eurocéntricos, también racistas, en donde se ha articulado la conciencia histórica de Cuba, que desde la colonia convierten al cabello de la mujer negra en símbolo de descalificación, visible en las gradaciones y señalamientos surgidos en el imaginario popular (p. 171). González encuentra en el Hip Hop una forma tangible de la emancipación del cabello. Dice que en esta cultura se define el reconocimiento de una conciencia crítica formulada a partir de las exigencias de un discurso femenino, que permite consolidar el autoestima de las Afrocubanas como forma de entrar en condiciones de igualdad al dialogo raza, cultura y nación.

El mismo tema es tocado por la también periodista cubana Sandra del Valle en su capítulo titulado Pasar por Blanca. Aquí la periodista argumenta que el cabello en la escena de Cuba aparece como elemento diferenciador, sometido a esfuerzos concentrados en el blanqueamiento del mismo, ya que los modelos de belleza y sensualidad enaltecen al pelo lacio en las mujeres (p. 189). Del Valle infiere que procesos como el desrizamiento del cabello en mujeres negras y mulatas puede ser vivido, en un orden desideologizado, como un proceso cultural que refleja cierta ansiedad y deseo por 'lo otro', curiosamente señalado como superior. Esto, a su vez, continúa la autora, funciona como forma de ocultamiento de la ascendencia negra, contribuyendo a la ponderación del poder blanco. De ahí que las estrategias de blanqueamiento no se basen sólo en prácticas sexuales, sino que también tienen un sentido más simbólico y transgresor como resultado de una desobediencia al orden racial.

En su capítulo La Revolución hizo a los negros personas, la periodista Yusimí Rodríguez relata lo que le aconteció en julio de 2006, cuando trabajaba para un periódico nacional cubano. Fue en ese momento cuando escuchó, de la boca de un periodista miembro del Partido Comunista de Cuba, la frase 'La Revolución hizo a los negros personas'. Para Rodríguez (2009), esta expresión implica que no sólo todas las personas negras que vivían en el país, sino incluso las generaciones posteriores, son personas únicamente gracias a la Revolución y están en una posición inferior respecto al resto del pueblo; por tanto, tienen una deuda eterna que les impide protestar y estar en desacuerdo con el poder. Esto le permite a la autora determinar que a pesar de tanto tiempo después de la Revolución no se haya podido eliminar el racismo de la sociedad cubana.

Yohamna Depestre, narradora y periodista, en su escrito '¿Raza Humana? ¡Ah...Tenía que ser!' Intenta hablar de raza y de los múltiples interrogantes que sobre este tema han surgido en su cabeza desde que era niña. Depestre trata de resolver inquietudes respecto al racismo, al hecho del rechazo de parte del resto de la población cubana atendiendo al color de la piel, a la textura del cabello y al mulataje. Para la autora, frases como: '¡oye, negro!, ¡mira, negra!, ¡negra!', dan pie para pensar que negro es un insulto, pero surge una calificación mucho más chocante, mulato. De acuerdo con la autora, mulato fue una palabra denigrante, la inventó el español esclavizador para categorizar al mestizo proveniente de una negra (esclava o liberta) y un español. La esclava era la mula y el español el buen corcel. Por tanto mulato procede de la mula bruta (p. 207). Asimismo, habla del cabello de la mujer negra, la 'pasa', y de las situaciones que tiene que sufrir para obedecer a los cánones estéticos propuestos.

La habitación propia de la Negra cubana, capítulo de la actriz, bailarina e investigadora de la Diáspora Africana Yesenia Selier, da fin a esta segunda parte de Afrocubanas. En él, Selier expone que la diáspora africana busca horizontes y espejos en que mirarse. Para los que la piensan, arguye, ha habido un marco de referencia en diferentes movimientos sociales. Aunque el posmodernismo ha centrado a la otredad, lo negro continúa siendo pensado por intelectuales blancos; reinventado por los poderes y saberes en cuanto aspecto sea posible imaginar. Desde esta dinámica se expresa una falta real de producción intelectual desde la negritud (p. 209). Introduce el argumento de que existe una ausencia discursiva, y lo respalda usando como ejemplo el ensayo de Virginia Wolf (2005) Una habitación propia. Este ilustra los dilemas del sujeto subalterno para articular su experiencia, recrear, y crear. Por tal, desarrolla que la alienación de lo negro es una constante en el vaivén de lo histórico y lo cotidiano. Allí se imponen nociones fundamentales, distanciadas de los umbrales de la ética y donde las valoraciones estéticas desde la perspectiva negra no cuentan.

En la tercera parte, Prácticas Culturales, aparece un primer ensayo que lleva por título Oriki por las negras viejas de antes, escrito por la poetisa y guionista radial Giorgina Herrera. En este apartado se sugiere que, hasta los albores del siglo XX, en la literatura cubana no hay ninguna huella dejada por la mujer negra. Esto lo explica, primero, por la esclavitud y, además, por la exclusión social a la que fue sometida.

Así, según Herrera, se impidió que surgiera a la luz su sensibilidad creadora (p. 220). La escritora infiere en que la mujer negra vivenció muchos acontecimientos que después de la libertad se dedicó a contar. Determina también que para la mujer negra esclava, por su condición de raza, sexo y analfabetismo, es negado un espacio en la literatura, lo cual ocultaba su capacidad creativa. De acuerdo con Herrera, fue a través del espacio oral de esa tradición, que traía desde África, que resistió en su memoria y permitió transportar a muchos con sus historias. Mediante la narración oral, la mujer negra pudo trasmitir sus sentimientos, sus batallas, sufrimientos, también los mitos, leyendas de amor y desamor, que llenaban la memoria al igual el corazón de quienes escuchaban su voz aventurera, de hecho arriesgada al desafiar la historia que la sometía a callar.

Otra sección es El imaginario femenino negro en Cuba, donde Aymée Rivera, profesora e investigadora, esboza que la creación literaria de escritoras negras en Cuba constituye un fenómeno reciente. Así se constata la existencia de un imaginario femenino negro, el cual sintetiza la recreación de infinidad de mundos posibles que al mismo tiempo re–significan los términos 'negro', 'mulato' y 'de color' en el contexto caribeño y socialista de Cuba. Sostiene que la constitución cubana de 1992 prohibió la discriminación de raza, sexo, origen nacional y creencias religiosas; pero a pesar de esto, estas discriminaciones perviven actualmente. Esto da cuenta de que ni siquiera las políticas antirracistas post–Revolución han sido efectivas. Afirma que estas estrategias dieron como resultado la invisibilidad del negro. Las causas de la perdurabilidad del racismo en Cuba estarían vinculadas a una parte de la historia de la literatura en la isla (p. 226). Rivera establece que se ha entendido la poesía negra y mulata como aquella que se identifica con la cultura Afrocubana escrita por autores cuya piel no es necesariamente negra ni mulata, y donde las categorías poéticas en la mujer se le concentraban en el género, haciendo de la subjetividad femenina negra algo que sólo podía inscribirse mediante la mirada del otro.

La también profesora e investigadora Lourdes Martínez, en su capítulo Oposiciones binarias en Octubre Imprescindible y Cuaderno de Granada de Nancy Morejón, destaca la presencia implícita de oposiciones binarias, entendidas como parejas de significados opuestos de un signo. De igual manera, desmadejar la 'razón de ser' de los poemas Octubre imprescindible y Cuaderno de Granada de una de las poetas contemporáneas más importantes de Cuba, Nancy Morejón, quien en sus estrofas poetiza la vida cubana antes y después de la Revolución, además los aspectos histórico–sociales de la realidad cubana y caribeña (p. 251).

Coralia Hernández, licenciada de español y literatura, en su trabajo Exilia en la memoria, analiza la obra de Exilia Saldaña, quien fue profesora de literatura, traductora, ensayista y editora. Entre las obras de Saldaña, conforme lo comenta Hernández, prevalecen los temas culturales, descubriendo los valores y la belleza de la cultura cubana. La autora de este capítulo reconoce la obra de esta escritora cubana debido a que muestra la belleza de negros, mulatos, mestizos y campesinos. Además, el reconocimiento que hacen a los aportes de la etnia yoruba, a los cantos, bailes, instrumentos musicales, religión y comida que son parte de la mezcla de la cultura cubana.

En La dura piel de Teresa Cárdenas, el periodista y narrador Leonardo Estupiñán relata el encuentro que tuvo con la Narradora, guionista de televisión, actriz y bailarina folklórica Teresa Cárdenas, quien además es autora de libros para niños y jóvenes. Sus obras han sido editadas en varios idiomas como el inglés y el coreano. En este encuentro, la famosa narradora cubana cuenta a Estupiñán apartes de su vida que la hicieron interesarse en la literatura y su fijación por la temática negrista presente en la mayoría de sus obras. El negrito y la mulata en el vórtice de la nacionalidad, de Inés María Martiatu, es un ensayo que tiene por objeto mostrar el papel y la influencia de lo negro en el teatro nacional cubano. Por medio de descripciones históricas, la autora grafica el proceso donde el sujeto negro, como sujeto racializado, se configura desde su participación en el Teatro del Siglo de Oro español como una figura subalterna, recreada artísticamente a partir del discurso hegemónico de la blancura. Martiatu asegura que estas estrategias de subordinación fueron transferidas al naciente teatro de la sociedad cubana de mediados del siglo XIX. A partir de esto afirma que los mecanismos dramatúrgicos y de representación del teatro cubano demarcaban la opresión del conflicto entre los diferentes grupos raciales en esa sociedad. En la fundación del teatro cubano, el racismo y los contradictorios intereses de la clase esclavista criolla fueron sobrecargando al teatro con su presencia (p. 280). Separadamente, la autora apunta que en espacios como el teatro se revelaba la estructura estamental de la colonia. En su construcción como en la disposición de los espectadores estaba diferenciado el lugar que cada uno ocupaba en la sociedad colonial. En la platea y los palcos, la sacarocrácia; arriba en las cazuelas, la gente negra y los blancos pobres (p. 282). Martiatu analiza dentro de esta composición al Teatro Sagrado de los Negros, propio de los cabildos. Como ella lo explica, eran instituciones que desempeñaron una función importante en la preservación de las tradiciones africanas de los esclavos y en la integración de estos con la vida colonial. Se inscribían bajo la advocación de un santo católico, celebrando sus fiestas religiosas o profanas como en su tierra. En estos cabildos se celebraban ceremonias festivas en que los miembros actuaban representando escenas y bailes parodiando a los reyes. Martiatu visibiliza estas representaciones, así como los rituales de origen africano, como expresiones eminentemente teatrales. La autora expone la situación del Negro en el teatro Bufo, comedias satíricas–musicales de la sociedad habanera de 1868. Los Bufos personificaban a los injuriados, estigmatizados y exagerados personajes del negrito y la mulata. En sus escenas se encuentra la impostura racial de una sociedad racista que manifestaba serias contradicciones entre criollos y españoles. En el proceso de consolidación de la nación cubana, el teatro Bufo se convirtió en un espacio de negociación de conflictos, tensiones raciales y étnicas (p. 285).

La Dramaturga Fátima Patterson, en su escrito Teatro popular y resistencia grupal, advierte al lector sobre Macubá, grupo teatral cubano fundado en 1992, en la versión 12 del Festival del Caribe (festival internacional artístico celebrado desde 1981). Patterson nos presenta este importante grupo teatral como una mezcla de elementos, destacando la religiosidad, marginalidad, el papel de la mujer, las situaciones del negro, mestizo y el blanco en la realidad cubana, las condiciones de vida, gustos culturales, y espacios de representación. Además, el hecho de mezclarse en ritos de tradición conga, yoruba, vudú les permitió penetrar en el análisis de formas expresivas que ubicaban en la gestualidad (p. 300). La autora también nos inserta en las temáticas escenificadas por la agrupación, referentes a la mujer, las circunstancias que esta ha vivenciado, la vida y la muerte. Esta asociación artística hace del espacio teatral una simbiosis entre el teatro de sala y el callejero, proporcionando de mejor manera la comunicación de la realidad cubana a través del arte. La autora comparte que la formación actoral del grupo se daba a partir de sus conocimientos sobre las tradiciones culturales populares. Con una notoria efusividad, Patterson habla de Macubá, o 'Teatro Popular' como también se le llama, en términos de ser la expresión viva del pueblo y la manera de mostrar a la gente la visión del grupo a los problemas de la realidad social y de crear resistencia.

Isabel Gonzales, filóloga, publicista e investigadora, en su capítulo Catalina Berroa la trinitaria audaz (primera mujer compositora de música 'culta' en el siglo XIX), despliega apartes de la vida de la considerada primera mujer compositora nacida en Cuba, además iniciadora del movimiento cancionístico en Trinidad, Catalina Berroa. En palabras de Gonzales, Catalina Berroa hacía parte de la clase media 'de color', que eran A frocubanos con educación, negocios, profesiones libres, con una alcanzado nivel económico, técnico y cultural destacados principalmente en la música. El desempeño artístico en la mujer, anuncia la investigadora, no era visto como una forma de ganarse la vida, pero la mujer negra y mulata lo veía como una profesión, tal era el caso de la artista.

En el capítulo denominado El aporte de Sara Gómez, la investigadora periodística Sandra Álvarez expone el trabajo documental de la realizadora cubana Sara Gómez (1972), que lleva por nombre Mi aporte. Sandra Álvarez resalta que Mi aporte aborda las contradicciones que se dieron en la petición de la incorporación social que hizo la Revolución a las mujeres cubanas y los obstáculos cotidianos que se les presentaban a ellas para su efectiva participación en lo laboral (p. 324). Álvarez describe que este documento fílmico da a conocer el nuevo papel asumido por la mujer cubana en la realización de trabajos que normalmente fueron hechos por hombres, lo cual es una ganancia del proceso revolucionario. Por otra parte, expone que el documental consta de tres partes. En la primera, Gómez entrevista a mujeres trabajadoras de una central azucarera y a su jefe. Ellos exponen las particularidades que les impide iniciar tranquilamente en la vida laboral. En la segunda parte, se da una conversación, entre Sara Gómez y unas profesionales interesadas, sobre el tema de la mujer y el ámbito laboral. En la parte tercera, se muestra cómo las obreras tabacaleras valoran durante un cine–debate la información registrada durante los primeros momentos del documental. Álvarez argumenta que la intención de la directora es informar acerca de las variadas contradicciones de la situación de la mujer en su participación en el mundo laboral, ya sea por la maternidad, los desiguales salarios entre otros. El título de 'Mi aporte', cuenta la periodista, surge como un tributo a la zafra de mayor trascendencia política en la historia nacional luego del triunfo revolucionario.

Irene Ruíz, comunicadora en temas de género, en su estudio La mujer negra en el deporte, propone que Cuba es uno de los países de América Latina y el Caribe de mayor tradición deportiva. Además, desde la Revolución cuenta con apoyo estatal, permitiendo el desarrollo en múltiples disciplinas deportivas. Argumenta que a pesar de esto, no se ha producido un acercamiento entre la historia del deporte y las ciencias sociales. Si bien este acercamiento sólo se ha realizado con las complejidades inherentes a la etnicidad, género y deporte, debido a los limitados estudios manifestantes del sexismo, el machismo y discriminación. Según Ruíz, estos estudios sólo se enfocan en subrayar los records alcanzados tanto desde el punto de vista individual como colectivo. Estos estudios invisibilizan la participación del grupo femenino en el deporte (p. 345). Ruíz hace un análisis histórico sobre la suscripción de la mujer a nivel deportivo, de lo cual determina que las féminas fueron excluidas al pensarse la actividad deportiva como un desempeño netamente masculino. Uno de los ejemplos que introduce la autora es que sólo hasta 1912 se tuvo la intervención femenina en los Olímpicos de Suecia, donde sólo participaron 57 mujeres, todas blancas. La primera mujer cubana negra en ser participe en los Juegos Olímpicos lo hizo en 1956, en los Olímpicos de Melbourne. Ruíz determina que para la mayoría de las mujeres negras no fue fácil llegar a desempeñarse en algunas de las disciplinas deportivas; sobre todo, en aquellas que tradicionalmente fueron consideradas como deportes de élites. Ruíz desarrolla este trabajo, según lo confirma, para que se conozca desde otras perspectivas el rol ejecutado por atletas negras y mestizas cubanas en su batalla por alcanzar el espacio que ellas se han propuesto y que les corresponde por pasión, valentía, esfuerzo, dedicación y amor.

Un análisis léxico–semántico del discurso sobre la mujer en el rap cubano, escrito por las profesoras e investigadoras cubanas Yanelis Abreu y Anette Jiménez, constituye una interesante apuesta por estudiar uno de los elementos de la cultura hip hop: el rap. Dentro de esta investigación, las autoras le atribuyen a este género musical la cualidad de utilizar el lenguaje articulado como soporte (p. 362). Abreu y Jiménez aclaran al lector acerca de la llegada del rap a Cuba en la década del 70. Proponen que, en principio, sólo se trataba de una representación imitativa del rap estadounidense; pero con el tiempo se convirtió en un modelo 'cubanizado', adaptado a la realidad temática de la Isla. De acuerdo con las investigadoras, el rap es una especie musical dinámica, comunicadora de ideas. Lo definen como poesía hablada. De igual manera, Abreu y Jiménez hacen una división del rap en cinco ejes temáticos: la figura femenina, lo social, la racialidad, la búsqueda de la identidad de las raíces cubanas de origen africano, la auto–referencialidad del movimiento y lo comercial. Conforme a las autoras, los cuatro primeros ejes son parte de una actitud crítica, cuyo fin es dar soluciones a la problemática social. Agregan, además, que desde siempre la mujer ha sido inspiración en múltiples manifestaciones artísticas en las que el rap no es la excepción. Este género comunica temas sobre la mujer encaminados a la sexualidad, violencia contra la mujer, maternidad, los derechos de las féminas, prostitución, lo racial. Fundamentalmente, estas dos autoras infieren que 'el léxico empleado en las composiciones de rap se inscribe en los registros de lo popular o vulgar, como resultado del entorno en el que se producen los textos y la realidad que reflejan. La repetición de vocablos como 'mujer', 'negra', 'abandono' y 'machista' son la clave de la intención del mensaje que los autores quieren transmitir' (p. 368).

Observaciones finales:

Afrocubanas es un estudio que pretende avivar la memoria para mantener la discusión sobre la situación de la mujer negra en la sociedad, no solo desde una perspectiva histórica, sino también actual. Es importante resaltar la calidad del material utilizado para enfrentarse a la batalla contra el típico discurso académico en el cual predomina la invisibilidad de la mujer en diversos aspectos, como la literatura, la música, el baile, el teatro, el deporte y muchas otras expresiones que la mujer negra ha utilizado para evidenciar su accionar, su pensamiento e historia de resistencia. Castillo y Martiatu nos presentan historias de mujeres que, de una u otra manera, intentaron escapar a la múltiple opresión por motivos de género, sexo, raza, clase y religión. A la vez, evidencia la forma cómo la mujer negra cubana sobrevivió a la Cuba colonial y postcolonial, a la Cuba de la Revolución y la postrevolución, a la de la Rumba, el son, a la Cuba de Obatalá. Se trata de reconocer la influencia de la mujer en el proceso de consolidación de la identidad nacional cubana.

 


NOTAS

1 Daisy Rubiera Castillo, es Licenciada en Historia, escritora e investigadora. Se ha destacado en la escritura de testimonios de mujeres. Investiga sobre temas Afrocubanos, género, raza y religión.

2 Inés María Martiatu Terry fue crítica cultural, ensayista y narradora. Licenciada en historia, quien realizó estudios sobre música, etnología y teatro. Dentro de sus variadas labores fue Asesora de la cátedra de Estudios Africanistas Argelies León del Instituto Superior de Arte y miembro del Consejo de Expertos del Consejo Nacional de Artes Escénicas del Ministerio de Cultura cubano. Ambas nos entregan a través de Afrocubanas las experiencias de la mujer africana y sus descendientes, quienes por medio de sus pensamientos y prácticas aportan a la identidad no solo de Cuba sino también de una Latinoamérica llena de legados africanos visibles en ritmos, sabores, olores, letras e historias.

3 Clasificación usada para referirse a las características fenotípicas de una persona. El término 'de color' se usa para suavizar el uso despectivo del término 'negro'.

4 Organización política contra la discriminación de los negros y mestizos a inicios del Siglo XX en Cuba.


 

 

Sheila S. Walker (Comp.). (2012). Conocimiento desde Adentro. Los Afrosudamericanos hablan de sus pueblos y sus historias. Popayán, Colombia: Editorial UC–Universidad del Cauca. 587 pp.

Por: Xiomara V. Suescún, socióloga y politóloga de la Universidad Icesi.

El presente libro hace parte de una apuesta por pensar diferente y destacar el protagonismo, y el panorama esperanzador y prometedor de 'recomponer el rompecabezas' de la diáspora africana. Sheila Walker, directora ejecutiva de Afrodiaspora Inc., junto el grupo Barlovento,1 publican este libro, luego de un trabajo de años construyendo conocimiento desde y sobre la diáspora africana. Los autores buscan dar cuenta de las diferentes reflexiones sobre la historia de los países de América del Sur desde una perspectiva Afrogénica y Afroepistemológica. En este sentido, se entiende Afrogénico como '[...] lo que tiene su origen en la historia, la manera de ser y de saber, las interpretaciones y los estilos de interpretación de los africanos y Afrodescendientes' (Walker 2001a: 8, citado en Walker, 2012: 22). Por su parte, la Afroepistemología alude a '[...] una ruptura con ese conocimiento estructurado sobre nosotros [los Afrodescendientes], ya que es un conocimiento cuestionado que ocultó el potencial de nuestras contribuciones [...] no sólo a las Américas, sino a toda la humanidad' (García, 2012: 82).

La compiladora resalta que este libro constituye el primer intento por hablar de las historias y los pueblos Afro–sudamericanos hispanohablantes, y es un importante aporte en la construcción de conocimiento desde adentro, es decir, desde sus propias historias Afrodescendientes y sus expresiones culturales, aportando a la construcción de sus estados–nación, necesarios para comprender la historia y las luchas por un presente y un futuro que re–signifique el papel de los descendientes africanos.

El libro está compuesto por once capítulos, entre ellos: la introducción, la descripción de dos conceptos centrales que guían los otros capítulos, Afroepistemología y Afroepistemetódica, y nueve capítulos que corresponden a las historias particulares Afrosudamericanas de Argentina, Bolivia, Chile, Colombia, Ecuador, Paraguay, Perú, Uruguay y Venezuela. La compilación cierra con un capítulo que comprende la descripción y presentación de cada uno de los autores participantes en el libro. Cada capítulo, con un tono de realidad, muestra las diferentes experiencias históricas y actuales de los Afrodescendientes. Al final, con un tono de ilusión plantea los desafíos y deberes de éstos para su reivindicación.

En la introducción, Recolocando los pedazos de Osiris/Recomponiendo el rompecabezas. La diáspora africana en la América del Sur hispanohablante, Sheila Walker comparte su experiencia personal y profesional al llegar a la conclusión de que su identidad está definida por la diáspora africana. También comenta las diferentes fuentes que dan cuenta de qué es la diáspora africana, sus trayectorias y su importancia en la actividad económica, social y política del mundo occidental. Relata además la fuerte influencia de la diáspora en la construcción de una identidad que permite que los Afrodescendientes y africanos se reconozcan sin conocerse, no sólo por la historia común de su origen, sino también por sus 'maneras dinámicas y creativas de apreciar y vivir la vida' (Walker, 2012: 13).

La autora plantea la analogía con Osiris2 para reconstruir y unir las piezas del rompecabezas que conserva cada comunidad Afrodiaspórica. Ella propone conocer los diferentes mapas coloniales de las Américas y étnico–culturales que surgen de esta diasporidad, trabajo que fue producto de la unión de los diferentes estudios de los autores de este libro. También comparte los elementos comunes y diferentes de la diáspora Afrosudamericana, la importancia del grupo Barlovento en la reconstrucción histórica y en la ayuda mutua para entender el pasado y el presente Afrodiaspórico de Sudamérica. Todos, en conjunto, lograron construir conocimiento desde adentro, desde sus propias experiencias, comunidades, historias y plasmarlas en este libro.

La autora describe cómo algunos de los temas comunes que surgieron de las discusiones del grupo, como el dominante racismo historiográfico y ficciones orientadoras, la invisibilización de pequeñas y grandes poblaciones, la extranjerización de Afrodescendientes en algunos países, responden a distintos mitos sobre este pueblo y reconoce en algunos apartes los diferentes aportes de los africanos y Afrosudamericanos, en la historia colonial, en la independentista, republicana, así como en las culturas de resistencia y expresiones artísticas y culturales. Finalmente, resalta el papel del grupo Barlovento en la redefinición de las verdades históricas, y en el llamado a una acción libertaria basada en el conocimiento Afrogénico.

En Afroepistemología y Afroepistemetódica, Jesús Chucho García expone su propia experiencia en la conformación del grupo Barlovento y en la construcción de conocimiento desde adentro. Plantea la importancia de la Afroepistemología para luchar contra el desconocimiento sobre los Afrodescendientes, generar rupturas con los esquemas de pensamiento etnocéntricos y eurocéntricos, reconstruir y repensar su propia historia, reconocer el desconocimiento, desaprender lo alienantemente aprendido, y trabajar desde allí. También propone el uso de la Afroepistemetódica para el estudio de la diáspora africana en las Américas. Este concepto hace referencia al uso de herramientas y técnicas de las ciencias sociales para abordar, con objetividad y subjetividad, su realidad a través de la decodificación de documentos históricos, la reconceptualización y la construcción de conocimiento desde adentro. Finalmente explica los tres elementos sustanciales de la cultura Afrodescendiente: la resistencia, la recreación y la innovación.

En el capítulo Aportes de africanos y Afrodescendientes a la identidad nacional argentina, Lucía Dominga Molina y Mario Luis López, critican el permanente blanqueamiento de su africanidad, el racismo historiográfico, la negación de los valores Afro, que como consecuencia oculta, distorsiona y niega todas las expresiones con las que un pueblo puede sobrevivir en la historia. Además insisten en la importancia de retomar la historia, desentrañarla y compartirla desde unos conocimientos que surjan y se consoliden desde el liderazgo y desde ese 'adentro' de los Afrodescendientes. Ello con el fin de reivindicar el pasado y re–interpretar su presente y futuro. Tanto Molina como López(2012) exigen crear un 'conocimiento válido'3 que supere la historia mentirosa, silenciadora, mitificadora, maniqueísta de 'ficciones orientadoras'4 que impide generar visibilidad, reconocimiento y otras versiones de la historia que sean incluyentes, donde los Afrodescendientes tengan un papel protagónico en la creación de la identidad nacional argentina.

En este capítulo los autores relatan la breve reseña histórica que demuestra el papel protagónico, pero silenciado, de los Afrodescendientes en la constitución de la nación argentina. Desde las luchas militares, la música, la danza, las comidas, la religión, las artes, la literatura, el lenguaje, el papel de la mujer, entre otros aspectos. Todos demuestran los aportes e influencias africanas y Afrodescendientes a las dinámicas culturales y socio–económicas, de las que el racismo historiográfico y las creencias populares desaparecieron del imaginario de identidad nacional, pero –paradójicamente– de las que hacen referencia como parte de la historia argentina al definirlas como dinámicas tradicionales que caracterizan la nación, ignoran lo Afro.

Si bien es cierto que los Afrodescendientes fueron disminuidos a causa de su participación en las guerras, el mestizaje, la baja tasa de natalidad y alta de mortalidad, y la detención del tráfico de esclavos (Molina y López, 2012), no es verdad que hayan desaparecido. Los autores afirman que sólo a partir de un liderazgo y reconocimiento de su verdadera historia y protagonismo, es posible adquirir –en un proceso continuo– otras miradas y otros sentires que legitimen su presencia y su aporte a la identidad nacional argentina.

En Las raíces africanas en la historia de Bolivia, Juan Angola Maconde comparte los fuertes vacíos historiográficos de un pasado Afro, que aseguran la desaparición de los Afrodescendientes sin dar cuenta de cómo desaparecieron. Su objetivo es intentar llenar ese vacío histórico a través de la explicación de los roles de los esclavos Afro, su relación con los espacios geográficos, y su proceso de transculturación que precede la desaparición sustancial de muchos Afrobolivianos, pero no definitiva en algunas regiones.

El autor considera su capítulo como un aporte significativo en la búsqueda por el reconocimiento del Estado y la comprensión de las raíces Afrobolivianas para entender con mayor complejidad la historia. A lo largo de su texto expone las diferentes zonas en las que hubo alta presencia de Afrodescendientes. Explica las rutas de esclavos, las zonas en que estaban ubicados como Potosí, La Plata, Oruro, Santa Cruz, Mizque, Valle Grande, Tarija, La Paz y la región de Yungas; las labores que ejercían en cada zona de acuerdo a sus condiciones geográficas y productivas. Los oficios en estas zonas variaban desde la extracción de oro, minerales, a la agricultura, ganadería, labores domésticas –para las mujeres– entre otros, que con oficios arduos –y muchos peligrosos– enriquecieron a la corona española.

El autor relata las historias coloniales, las formas de relacionarse de los africanos y Afrodescendientes, su participación en el espacio urbano, las prohibiciones bajo las que vivían, el legado del lenguaje, sus dinámicas culturales, su vestimenta, su legado artístico, su cotidianidad, entre otras características que en gran parte constituyen actualmente lo que Angola Maconde (2012) llama como las huellas de la presencia histórica africana, especialmente, en Potosí (donde hubo más Afrodescendientes en la época colonial), La Plata, La Paz, y sobre todo en Yungas, donde hoy es posible encontrar Afrobolivianos. Allí migraron en búsqueda de una nueva alternativa de vida, caracterizados antes y ahora por el trabajo de cultivar coca junto a los indígenas.

La desaparición de los Afrodescendientes en algunas zonas fue un efecto de la alta mortalidad generada por la explotación y secuelas del trabajo minero, también cuentan la participación en las guerras de independencia, sus procesos de transculturación y la aclaración del color por el alto mestizaje y mulataje. Sin embargo, la existencia de algunos es evidente en la región de Yungas, desde donde aún escriben, mantienen su organización colectiva, sus tradiciones sociales, expresiones culturales y su lucha como pueblo Afrodescendiente libre.

Por otro lado, El legado africano en Chile, escrito por Marta Salgado Henríquez, explora un pasado absolutamente invisibilizado en el que los africanos y Afrodescendientes no tienen lugar en la identidad chilena. Sostiene que en Chile, ella misma sufrió múltiples formas de discriminación por su color de piel, de extranjerización y por el desconocimiento del legado Afro. Afirma que hay muy poco en el registro histórico sobre el papel de los Afros en su país. Ella dice '[...] tengo que decir con orgullo que soy chilena, teniendo que soportar la incredulidad de muchos y muchas' (Salgado H., 2012: 235). Por tal razón, en su texto describe el legado histórico y cultural de los Afrodescendientes y el papel de los Afrochilenos de Arica, la región donde ellos han estado concentrados toda la historia.

La autora afirma que desde hace sólo diez años son reconocidos por el Estado; y esto gracias a la participación de los Afrochilenos en organizaciones como la Organización No Gubernamental Oro Negro de Arica, quienes luchan por generar sensibilización, compartir su cultura para ser visibles ante los otros, e incidir en las políticas públicas a favor de los Afro. Salgado Henríquez (2012) enfatiza en la ausencia total del reconocimiento de la influencia Afro en la historia colonial y republicana del país, al tiempo que asegura los grandes aportes de una población minoritaria, pero presente en la conformación de la nación a través de la influencia de los Afrochilenos en las guerras de independencia, en la música, los bailes, y el legado en la región de Arica –en algunos años territorio peruano–, en donde son también evidentes los aportes en el lenguaje, la religiosidad, en sus cantos y en el liderazgo de personajes importantes.

Los africanos traídos a Chile y los Afrodescendientes en la época de la esclavitud eran destinados, principalmente, como 'esclavos de servicios' para las órdenes religiosas y las clases oligarcas, quienes tenían esclavos como 'artículos de lujo'. Las mujeres dedicaban sus labores al trabajo doméstico. Muchos Afrodescendientes aprendieron otros oficios o se 'beneficiaron' de alguna herencia o 'espíritu caritativo' de su amo y, de esta forma, compraron su libertad. Más adelante, los otros la obtuvieron con la abolición de la esclavitud.

En su capítulo Los Afropacíficos: Herederos de un legado diaspórico en un territorio ignoto, Raúl Alfonso Platicón Caicedo hace un homenaje a su familia y a su pueblo que lucha por la inclusión. Con su texto pretende contar la historia desde adentro y como él afirma '[...] comenzar a pensarnos desde adentro nos ha de llevar a edificar un saber propio superando los paradigmas esencialistas, las representaciones eurocéntricas, las asignaciones de identidad por parte del otro y, sobre todo, deconstruir las estructuras opresivas que se internalizaron en nuestras mentes y que por años nos impidieron dejar aflorar nuestras subjetividades' (Platicón, 2012: 287).

El autor describe el contexto geográfico en el que han estado situados los Afropacíficos colombianos. Luego menciona las rutas esclavizadoras, los asentamientos de las diferentes etnias en territorio colombiano. También relata las distintas manifestaciones de resistencia, las organizaciones de cimarronaje, y el papel de los Afrodescendientes en la abolición de la esclavitud. Más adelante comparte las expresiones culturales, sociales y espirituales con un énfasis especial en las oralidades para dar cuenta de las tradiciones y el legado Afropacífico en el país. Finalmente, comenta los desafíos para los Afropacíficos en su participación en espacios que contribuyan a conservar sus memorias y a comunicar su legado.

Platicón sostiene que los Afropacíficos articulan su territorialidad alrededor de los ríos, y adaptan sus formas de supervivencia de la mano del mar pacífico. Resalta la actividad principal de los esclavos enfocada a la extracción del oro y reconoce todas las formas de resistencia a lo largo del litoral pacífico y los grupos cimarrones, que lograron aislarse, escapar a lugares inaccesibles, mantener sus tradiciones y re–inventar sus formas organizativas sociales, económicas, políticas y culturales, como es el caso de San Basilio, los rebeldes de Tadó, entre muchos otros. Menciona el papel de insubordinación de pobladores del Valle del Patía, quienes fueron fundamentales en las luchas de independencia. Con frecuencia destaca el uso de las oralidades como expresión viva de la memoria de los Afrodescendientes, el papel de los Afropacíficos en el contexto urbano y la importancia de compartir la memoria para continuar en la lucha por el reconocimiento de la diferencia, que aún es evidente en el trato que el Estado y otros ciudadanos tienen hacia ellos.

En Los Afrochoteños: Legítimos guardianes de la memoria histórica y del conocimiento, José F. Chalá Cruz comparte el papel de los Afrodescendientes en la construcción de la nación ecuatoriana. Aclara que el territorio de los valles del Chota– La Concepción y Salinas es el espacio geográfico en donde están presentes los Afroecuatorianos, quienes deben construir conocimiento desde adentro y legitimarlo con el fin de vivir en plenitud con sus prácticas particulares de ese ser Afrodiaspórico.

El autor expone las raíces africanas en Ecuador al afirmar que por razones geopolíticas y económicas, los africanos llegaron al territorio desde Cartagena de Indias (Colombia), y desde Panamá. Producto del comercio de esclavos, los africanos fueron obligados a trabajar en labores domésticas, agropecuarias y mineras. Así mismo, Chalá explica que, al igual que en otros países sudamericanos, hubo procesos de cimarronaje, tanto físico como del conocimiento, a través de la ubicación en otros lugares, lejos de sus antiguos esclavistas, asentándose en la Chota y por medio de la construcción de su memoria histórica colectiva, al conservar apellidos de origen africanos y a través de sus formas de organización basadas en sus propias ideas y sentires. Su aporte y memoria se mantiene expresada en sus cuentos, música y danzas. Finalmente, Chalá invita a los hijos Afrochoteños a ser críticos frente al pasado y el presente político, social, económico y territorial; a hacer parte de procesos liberadores del pensamiento y a ejercer un papel importante en la nueva historia de las Américas.

Más adelante, en Los kambás del Paraguay: Las comunidades Afrodescendientes escrito por Lázaro Medina Benítez y José Carlos Medina Alfonso, los autores aclaran la gran invisibilización de los Afroparaguayos respecto la identidad nacional, quienes históricamente han 'desaparecido'. Ellos afirman que 'esta situación de 'olvido histórico' e 'invisibilidad cotidiana', a pesar de nuestra hipervisibilidad fenotípica, ha sido y sigue siendo un instrumento para romper la identidad Afroparaguaya y eliminar nuestra forma de vivir, nuestras tradiciones' (Medina y Medina, 2012: 398). Los autores afirman que en Paraguay existen tres comunidades Afro: los kambá kokué, los pardos libres de Emboscada, y los kambá cuá. Todos ellos cuentan con una historia e identidad particular aún no son reconocidas por el Estado. Sin embargo, trabajan en equipo para luchar por sus derechos comunitarios, territoriales y civiles, a través de organizaciones como la AAPKC, la Asociación Afro de Emboscada, la Red Paraguaya de Afrodescendientes (RPA).

Los autores reseñan brevemente el papel de los Afrodescendientes en la Colonia, inmersos en los procesos de esclavitud pero también de resistencia, describen el proceso de abolición de la esclavitud y la obtención de la libertad por parte de los Afroparaguayos, a la vez que exponen el recorrido histórico, asentamientos, sus trayectorias, y las luchas que vivieron por sus tierras. Medina y Medina comparten a los lectores las diferentes expresiones artísticas, espirituales y culturales de la población Afroparaguaya, como la fiesta de Kambá Ra'anga, así como su situación socio–económica pasada y actual, donde recalcan fuertemente las condiciones desfavorables y desiguales que viven hoy los Afrodescendientes en el acceso al empleo, la educación y la salud. Finalmente, animan a los Afroparaguayos y Afrodescendientes a combatir los estereotipos que los relegan y a alentar a otras comunidades a defender, consolidar y compartir su identidad y su cultura.

En Los Afroperuanos: Retrospectiva y situación actual, Oswaldo Bilbao y Newton Mori Julca argumentan que tanto el desconocimiento de los aportes Afroperuanos a la historia nacional y el continuo racismo que persiste en la actualidad son la prueba de la necesidad de estudiar las raíces africanas y Afrodescendientes en el Perú. Los autores proponen realizar estos estudios desde las visiones de los mismos protagonistas, con el objetivo de construir una identidad incluyente e igualitaria y luchar contra la discriminación racial para mejorar el futuro de este pueblo. El capítulo presenta el vacío legal y el olvido del Estado en relación con la población Afroperuana, expresado en la marginación, exclusión y la no representación social. Muestra la procedencia de los esclavizados africanos y la escasez que existe en la bibliografía sobre esta historia, a la vez que comparte las diferentes reflexiones al respecto, que pasan por los prejuicios de la época. También presenta los vacíos teóricos y metodológicos que contribuyen a reforzar el imaginario social sobre los Afrodescendientes, basado en estereotipos, conocimientos fragmentados, excluyentes y reducidos sobre su aporte e importancia en la historia peruana.

Además, presenta los tipos de organización y espacios sociales de los Afrodescendientes, y aclara que su actual ubicación espacial es, principalmente, en los valles de la costa. Más adelante, describe el periodo de la abolición de la esclavitud y la evolución demográfica de los Afroperuanos, así como los actuales procesos demográficos, sociales, económicos y los efectos de esta historia de exclusión expresados en pobreza, estereotipos, y discriminación racial. Finalmente, enfatiza en el rol histórico de la mujer Afroperuana y sus desafíos contemporáneos como sujetos visibles y reconocidos.

Por otro lado, en Afrouruguayos: Tejiendo sus historias con hilos invisibles. Una aproximación a la comunidad, Juanpedro Machado expone su preocupación por el racismo estructural que reproduce prácticas de discriminación que desconocen la historia y valores de los Afrodescendientes. No obstante, gracias a los sistemas de resistencia, ellos han podido conservarlos a través del tiempo, constituyéndose en insumos claves para disputar el control del hoy, del futuro, y la resignificación de su papel en las Américas y en Uruguay. En su capítulo expone la historia Afrouruguaya desde el ingreso de africanos esclavizados al país a través de los puertos y de las fronteras terrestres, menciona los procesos organizativos basados en cofradías,5 en salas de nación,6 candombes,7 así como los procesos de resistencia, la conservación de sus expresiones artísticas y culturales, sus aportes en las artes, la literatura y el lenguaje, el proceso de abolición de la esclavitud, el desarrollo de su espiritualidad con expresiones religiosas, como Umbanda, batuque, kimbanda y candomblé, la celebración de Yemanyá.

Más adelante, describe la situación actual de los Afrodescendientes, resalta la brecha de desigualdad que existe entre negros y blancos, y la necesidad de ocupar espacios de poder para desmitificar percepciones sobre su rol en el país y alcanzar una significativa representación e igualdad. Explica que los movimientos y diferentes organizaciones Afrodescendientes aún tienen mucho trabajo por hacer pues, –a pesar de los casos del Club Igualdad y Fraternidad y el Partido Autóctono Negro– aunque han tenido logros en el campo político y legislativo, aún falta un profundo análisis, estudio de documentos y concientización que logre incidir en la construcción de políticas sociales que luchen contra el racismo y reescriban la historia.

Para terminar, en el capítulo titulado La diáspora africana en Venezuela: Resistencia y creación, Jesús Chucho García comparte la experiencia Afrovenezolana. En este escrito sostiene que es una deuda de los Afrodescendientes reconstruir el pasado histórico de los orígenes africanos en las Américas. A lo largo de su texto describe el origen de los africanos llevados a Venezuela, el sistema esclavista y los aspectos estructurales a los que estuvieron sometidos, como el trabajo forzado permanente, el proceso de aculturación religiosa, de despersonalización, la pérdida de las lenguas africanas originales, y la violencia sexual. Así mismo, relata las dinámicas de cimarronaje que aparecieron frente al sistema esclavista, la participación en las luchas de independencia, la exclusión jurídica en la nueva república bolivariana y el proceso de abolición de la esclavitud.

Finalmente, el autor describe cómo en la época de modernización de Venezuela la exclusión étnica de los Afrovenezolanos fue de nuevo la protagonista, y como la última reforma constitucional desconoce la importancia y el legado de los Afrodescendientes en la construcción de la nación. También presenta brevemente los aportes sociales, espirituales y culturales del 'caso congo', el cual hace referencia al grupo étnico–cultural africano con mayor presencia en las Américas y en Venezuela.

En general, los autores del libro son académicos y líderes de los países sobre los que escriben. Ellos participan continuamente en grupos de estudio, investigación y activismo en la búsqueda de la igualdad y reconstrucción histórica de la diáspora africana.

Conclusiones e invitación

La propuesta de un conocimiento desde adentro, de hacer uso de la Afrogénesis y la Afroepistemología es central para pensar, proponer, debatir y reconocer las otras versiones que existen sobre el papel de los Afrodescendientes en los países Afrosudamericanos. Los autores transmiten y relatan sus historias desde el alma, con tonos poéticos, de indignación, de protesta, de lucha, de reclamo, de esperanza, en donde es posible leer la intención y la búsqueda por ser escuchados, leídos y vistos.

Al ver la propuesta del libro, es posible pensar en las discusiones sobre las teorías del sistema–mundo y la repercusión de esto en las nuevas formas de leer la historia, donde los pueblos luchan contra el eurocentrismo y legitiman nuevo conocimiento desde sus propias realidades y experiencias, donde construyen un pensamiento otro.

Es importante leerlo para tener la oportunidad de pensar la historia, cuestionarla y re–definirla. No es una tarea aislada y utópica. Es una manera de reconstruir un pasado, un presente y soñar con un futuro incluyente que permita que todas las voces y las verdades estén reunidas, escuchándose, sintiéndose, enriqueciéndose y legitimándose. La invitación es a leer otras historias, negadas y olvidadas sistemáticamente, visibles a través de este libro, disponible para quienes les interese el tema, y para aquellos inconformes que quieran siempre escuchar más y desean conocer las historias desde adentro.

 


NOTAS

1 El Grupo Barlovento está conformado por académicos y líderes de comunidades Afrodescendientes que se reunieron por primera vez en el 2002. A través de cuatro encuentros en Venezuela, Estados Unidos, Ecuador y Bolivia, lograron reflexionar y dinamizar la construcción de un conocimiento que permitiera contar la historia de los pueblos Afrosudamericanos desde su papel protagónico en la historia y desde las experiencias propias como Afrodescendientes.

2 Referencia a un rey del antiguo Egipto, quien es el dios de la resurrección. Luego de la muerte del rey, su esposa utiliza sus poderes divinos para encontrar sus partes despedazadas y resucitarlo.

3 Apoyándose en la propuesta de Jesús García (2012) y su concepto de 'Afroepistemología' y 'Afrogénesis'

4 Hace referencia a imaginarios de origen artificial, ficticios, distorsionados que guían ideas de nación e identidad.

5 Las cofradías son una forma organizativa que se da en la mayoría de los países sudamericanos y consiste en una organización impuesta por la Iglesia Católica que concentra a los africanos y Afrodescendientes a un mismo espacio, con reglas, orientaciones morales y religiosas con el fin de ejercer control social y 'evangelizar'.

6 Fueron un refugio para africanos esclavizados que permitían preservar tradiciones africanas y Afrouruguayos.

7 Fueron espacios de reunión que permitían compartir las experiencias religiosas entre Afrodescendientes.


 

 

Arboleda, Jhon Henry. (2012). Buscando Mejora. Migraciones, territorialidades y construcción de identidades Afrocolombianas en Cali. Quito – Ecuador: Ediciones Abya–Yala. 223 pp.

Por: Luis Ernesto Valencia. Profesor Universidad Icesi.

Una de las particularidades de la década de los 90 en Colombia, a nivel de la producción intelectual en el campo de las ciencias sociales y las humanidades, fue la gran cantidad de investigaciones, foros, seminarios y demás actividades académicas alrededor de la vida de los Afrodescendientes. Tanto el reconocimiento jurídico que ganaron los Afrocolombianos como las consiguientes políticas afirmativas que se dieron con la Constitución de 1991 y la Ley 70 de 1993, son una de las razones, tal vez la principal, por la que se produjo este incremento en la producción intelectual. Sin embargo, muchos de estos trabajos, por su calidad y su ligereza de análisis, han dejado en el ambiente la idea de que la Afrocolombianidad es una moda. Permítame, señor lector, dar cuatro razones para justificar la idea de por qué éste libro escapa al esnobismo académico que hoy día existe en Colombia. Esta obra se perfila como una investigación que, por su seriedad y rigurosidad, abre la segunda década del siglo XXI dentro del campo de las identidades culturales en contextos urbanos.

En primer lugar, dado que el libro se enmarca en la especificidad de las identidades culturales Afropacífico en el barrio El Retiro del distrito de Aguablanca en Cali, Buscando mejora brinda una interpretación de la historia de Cali durante las últimas cuatro décadas; es decir, el lector tendrá elementos para comprender la historia de Cali, no desde la perspectiva hegemónicatradicional– elitista, sino desde una perspectiva contra–hegemónica, en donde los sectores populares, las voces otras,1 son protagonistas visibles del crecimiento, desarrollo económico, social y cultural de esta ciudad. Con esta lectura se refuta la idea de que la 'caleñidad' está configurada por las vivencias y los esfuerzos de la sociedad blanco–mestiza del Occidente y Norte de Cali. Después de leer este texto, el lector será conmovido a interpretar la caleñidad como un proceso que no se puede comprender sin la presencia digna y creativa de las diferentes oleadas migratorias de Afrocolombianos provenientes del Pacífico y asentadas en el oriente de Cali, quienes en las coyunturas políticas electorales por las que ha atravesado la ciudad, nos dice el autor, han sido asumidas con 'seriedad' por el caudal de votos que representan, para luego ser arrinconadas en la periferia.

Esta interpretación de la historia de Cali, por la vía de los procesos de construcción de identidad cultural Afropacífico, es desarrollada en seis capítulos con el rigor y el compromiso que debe caracterizar el trabajo de un buen científico social. Cualidades que le permiten al lector sentir, por un lado, que está frente a una obra fruto de un arduo trabajo investigativo y, por otro, que no está frente a un 'ladrillo' académico. El lector se encuentra frente a una obra cuyo autor ha sabido aderezar los gruesos elementos de la investigación con una magistral metáfora, la del hilador o ayudante de tejedora, que con gran destreza y multiplicidad de hilos va tejiendo una 'colcha'. El trabajo metafórico, al igual que los estribillos de cantos provenientes de la tradición del Pacifico Colombiano y de canciones de la Salsa, condimentan adecuadamente la interpretación de la historia de Cali.

En segundo lugar, los invito a leer este libro porque en sus páginas existe un riguroso análisis de cómo los investigadores de las ciencias sociales, con sus discursos y métodos, se han acercado a las comunidades Afrocolombianas a lo largo de la historia de nuestra nación. En este sentido, el autor pondera el gran aporte que muchas de estas investigaciones han hecho en la tarea de visibilizar las retenciones de África a América, la vida de los Afrodiaspóricos en la colonia. Nos muestra cómo los Afrocolombianos aportaron a la construcción del proceso de independencia y conformación de la república durante el siglo XIX; cómo las comunidades Afrocolombianas han creado diversas estrategias económicas y sociales para sobrevivir en contextos agrestes; cómo los Afrocolombianos contribuyeron al proceso que llevó a la fractura del monoculturalismo y a la consolidación del multiculturalismo encarnado en la Constitución de 1991. Sin embargo, el autor, en una lectura crítica de muchas de estas investigaciones, revela que más allá de las buenas intenciones, muchas de éstas han configurado lo que él denomina la 'negrología'; es decir, el estudio de las comunidades 'negras' desde unas elaboraciones discursivas y unos marcos teóricos que terminan exotizando la cotidianidad y cotidianizando lo exótico. Dentro de la 'negrología', el autor valora las propuestas de conocidos investigadores sociales. Este es el caso del historiador Mario Diego Romero, para quien la investigación sobre lo Afrocolombiano debe tener un lugar dentro de la historiografía colombiana. Otro de los ejemplos referidos es la propuesta del antropólogo Eduardo Restrepo, para quien 'el estudio de las Colombias Negras debe pensarse como un campo de conocimiento científico particular que cuenta con su aparataje propio y sus metodologías' (Arboleda, 2012: 50).

Para Henry Arboleda, propuestas como éstas no son tan liberadoras ya que, tras su reconocimiento, está la imposibilidad de concebir al Afrodiaspórico como un ser capaz de producir conocimiento de manera independiente. Es la continuación del paternalismo, lo cual evidencia que el maltrato hacia las comunidades Afrocolombianas viene de la espectacularización del otro, del Afrocolombiano como objeto de estudio, y no por la vía de su invisibilización.

La tercera razón por la que invito a leer esta obra se debe a la manera como el autor presenta y valora los marcos teóricos utilizados desde la década de los ochenta y noventa para acercarse a las dinámicas identitarias culturales de los Afrocolombianos en los espacios urbanos. Según el autor, en estas dos décadas se pueden identificar tres grupos o corrientes investigativas, denominadas sugestivamente así: 'los de afuera' y 'los de adentro' y 'los traductores'.2

'Los de afuera', según el autor, se caracterizan por estar conformados por un sin número de investigadores cuya trayectoria en el campo de la investigación de las dinámicas culturales Afrocolombianas en contextos urbanos es difícil de identificar. Estas investigaciones se deben a las necesidades, momentos y ritmos dictados por la academia, a la cual sus miembros responden con proyectos, tesis de maestrías y doctorados; trabajos de corto aliento que ponen en tela de juicio sus trayectorias. Según Arboleda, la trayectoria de 'los de adentro' no está en cuestión. Sus trabajos trascienden los ritmos de la academia y son trabajos y proyectos de 'largo aliento'. En los trabajos de los investigadores de este grupo existe un compromiso ético–político por posicionar esas voces–otras acalladas históricamente. Por último, están 'los traductores', de quienes el autor sólo dice que, sin ser eclécticos, matizan los hallazgos, silencios y apuestas políticas producidas por los dos grupos anteriores.

La valoración que el autor hace sobre los marcos teóricos utilizados en los ochenta y noventa para acercarse a las dinámicas identitarias de los Afrocolombianos en contextos urbanos, va a cifrar su importancia en la diferencia que hay entre los conceptos y orientaciones teóricas utilizadas por 'los de afuera' y 'los de adentro'. Por ejemplo, el concepto de raza es uno de los elementos que diferencia a estos dos grupos. Mientras investigadores como Peter Wade, considerado por el autor como uno de los representantes de 'los de afuera', creen que es útil y necesario utilizar el concepto 'raza' para interpretar el devenir de los Afrocolombianos, otros investigadores sociales, como el caso de Santiago Arboleda, a quien el autor ubica como uno de 'los de adentro', consideran que es más bondadoso, a efectos de interpretar el devenir de las comunidades Afrocolombianas, el concepto 'etnia'. Este concepto permitiría marcar las diversidades presentes al interior de las comunidades, mientras que ello no es posible con la categoría de raza, a causa de todo el peso inferiorizante y homogenizante que arrastra.

Identificándose con la crítica hacia el concepto de raza y con las posturas teóricas de 'los de adentro', el autor muestra cómo las dinámicas de auto–representación de las comunidades Afrocolombianas en contextos urbanos se van configurando. Para ello, se respalda en cuatro elementos en tanto referentes analíticos. El primero es la validez de estrategias como el paisanaje, la familia extensa y las redes coloniales utilizadas por las comunidades Afrocolombianas para vivir en los espacios urbanos. Dentro del análisis científico social, estas estrategias deben ser asumidas como nociones claves para mostrar la complejidad de nuestras comunidades Afrocolombianas. Segundo, la validez de la temporalidad como un aspecto interpretativo para observar las realidades culturales de los Afrocolombianos. Según el autor, ésta permite identificar los momentos, los ritmos adaptativos, las creaciones e invenciones de las oleadas migratorias como factor que evidencia las diferencias internas dentro de las comunidades Afrocolombianas. Tercero, el repertorio simbólico creado, engrosado y resignificado por la comunidad Afrocolombiana. El último elemento es el respaldo a la validez de la producción epistémica y política que los líderes e investigadores Afrocolombianos han generado en su esfuerzo por acercarse a la comprensión de sus propias realidades. Estas producciones, nos dice el autor, han sido perseguidas y vilipendiadas frecuentemente por 'los de afuera', que en su afán por resaltar sus interpretaciones y posturas políticas, mostrándose como los mesías de la academia, descalifican estas interpretaciones bajo denominaciones como 'esencialismos', 'atavismos' o 'extremismos'. Para el autor, esta empresa perseguidora deja ver la estrechez de sus marcos analíticos al no preguntarse por las rutas usadas por los autores para llegar a dichas afirmaciones. En lugar de responder a su talante occidentalista, hacen de estos argumentos (producciones epistémicas y políticas) una caricatura.

La cuarta razón por la cual considero que es importante la lectura de este texto se debe al manejo que el autor hace del fenómeno de las espacialidades territorializaciones, como un elemento clave para comprender los procesos de configuración de las identidades Afrocolombianas en los contextos urbanos. Las espacialidades–territorializaciones son el fenómeno por el cual los migrantes, luego de ir poblando extensas zonas de la ciudad y darle forma a diversos barrios, imprimen en su interior toda una composición socio–espacial que torna compleja su interpretación. Así, los barrios se presentan no como unidades homogéneas, sino como composiciones complejas dentro de las cuales existen dinámicas geosimbólicas y microcontextos que dan sentido a la diversidad de las identidades culturales en los contextos urbanos.

Desde la perspectiva de las espacialidades–territorializaciones, el autor estudia inteligentemente al barrio El Retiro. Éste, ante los ojos de la sociedad blanco–mestiza caleña, es uno de los tantos barrios de 'negros' ubicados en el extremo oriental del Distrito de Aguablanca en Cali. Frente a este punto se hace evidente que el barrio El Retiro no puede ser estudiado sólo desde la perspectiva racial. Tratar de comprender los procesos de configuración de las identidades culturales desde esta perspectiva reduciría el análisis al influjo de la pigmentación y a su peso ideológico e inferiorizante. En contraste, con la utilización del concepto de raza, y en sintonía con los investigadores catalogados como 'los de adentro', el autor no escamotea la complejidad; la asume desde la perspectiva de lo étnico, mostrando al lector cómo en un microcontexto, como el barrial, existen diferentes nociones identitarias de gran utilidad en la consolidación del barrio. Un ejemplo de esta complejidad son las nociones de 'Retiro alto' y 'Retiro bajo'. Ellas respondían, más que a un capricho, a una lógica compleja de redes familiares, parentalidades–paisanajes, filiaciones étnicas y estrategias económico–laborales. En 'El Retito alto' vivía gente proveniente, en gran medida, del centro–sur del Pacífico, que había logrado acceder a empleos bien remunerados como producto de la consolidación de la zona metropolitana Cali–Yumbo, y cuya estructura de hogar era estable, con poca existencia de madres cabeza de hogar. Por otro lado, los que vivían en 'El Retiro bajo' provenían, especialmente, de la región norte del Pacífico, concretamente del Chocó, quienes por los ritmos de la economía y la baja calidad de la oferta laboral se emplearon como vendedores de frutas y frituras, empleadas domesticas, constructores y electricistas; muchos de estos hogares, nos dice el autor, estaban conformados por familias extensas y extendidas con un gran número de madres cabezas de familia.

Ahora bien, debido al dinamismo de este microcontexto llamado El Retiro, estas primeras nociones identitarias pierden vigencia y eficacia simbólica, dando paso al surgimiento de otras nociones y territorialidades. En este 'nuevo' proceso de emergencia, dos nociones identitarias llaman la atención del autor: África y Hollywood. La emergencia de estas nociones identitarias está relacionada con las políticas neoliberales y las imágenes globales hegemónicas que son puestas en circulación a través de los medios de comunicación en El Retiro. De este modo, el autor muestra que las imágenes de África como 'bárbara, negra, pobre, inhóspita y salvaje', junto con la imagen de Hollywood como 'referente universalizado de máxima felicidad y realización humana', sufren un proceso de re–originalización en El Retiro; es decir, se convierten en las nuevas improntas identitarias a partir de las cuales las nuevas generaciones de jóvenes dicen 'yo soy de Hollywoood', 'ellos son tatabros de Africa'. Dos nociones identitarias que, al ser parte de unos procesos de construcción de identidad cultural Afrocolombiana en los contextos urbanos, refutan toda perspectiva analítica tendiente a interpretar las identidades Afrourbanas como homogéneas. Por el contrario, el autor logra mostrar con gran maestría y frescura el carácter inacabado, sedimental y abierto de estas identidades.

En síntesis, el texto de Henry Arboleda Quiñonez es un valioso aporte para la comprensión de los procesos de configuración de las llamadas identidades culturales en contextos urbanos. El cuestionamiento que se hace al concepto de raza se convierte en un elemento que permite apreciar el dinamismo de las identidades Afrourbanas, a la vez que resta validez epistemológica al reduccionismo biológico desde donde se interpreta su devenir. Finalmente, esta crítica permite el posicionamiento de nuevas interpretaciones, nuevos conceptos, nuevas rutas, que sin duda alguna logran cuestionar a los tradicionales presupuestos de las ciencias sociales.

 


NOTAS

1 Voces otras es laa forma como el autor denomina al pensamiento y modo de vida que está por fuera de los paradigma interpretativos y de las practicas existenciales eurocéntricas fomentadas desde las Ciencias Sociales y los intereses estatales de las grandes potencias europeas (y estadounidense).

2 En una conversación sostenida con el autor el 13 de junio de 2013, él manifestó que centrará su reflexión sobre 'los traductores' en un trabajo próximo a ser publicado: Yo no sé de hilos... María es la que cose. Poéticas y políticas sobre identidades Afrourbanas en Colombia.


 

 

Lozano L. Betty Ruth. (2013). Orden racial y teoría crítica contemporánea. Un acercamiento teórico–crítico al proceso de lucha contra el racismo en Colombia. Cali, Colombia: Universidad del Valle.109 pp.

Por: Laura Silva, egresada de Antropología de la Universidad Icesi e Investigadora en el proyecto 'Memorias, identidades y poblamiento en Aguablanca. Desplazados y territorialidad en Cali', desarrollado por el Grupo de Investigación Educación y Cultura de la Universidad de San Buenaventura –Cali.

En 'Orden Racial y Teoría Crítica Contemporánea. Un acercamiento teórico crítico al proceso de lucha contra el racismo en Colombia', Betty Ruth Lozano se propone evaluar el proceso de lucha contra el racismo en el país. Para este propósito, ella retoma algunas de las propuestas teóricas que, desde el marco analítico de la Teoría Crítica de la Sociedad (TCS), han realizado Axel Honneth, Iris Young y Nancy Fraser. Lozano trata de demostrar cómo las posturas políticas divergentes que mantienen al movimiento negro fragmentado y los manifiestos esencialismos étnicos realizados por ellos restan eficacia a la lucha antirracista.

El libro se encuentra dividido en cinco partes: la introducción, tres capítulos y las conclusiones. A continuación se referirá el contenido de cada uno de los capítulos, subrayando aspectos que, según la propia autora, son claves para la construcción y desarrollo de su problema de investigación.

El primer capítulo, titulado 'La Teoría Crítica de la Sociedad (TCS): del compromiso con la emancipación al debate sobre la justicia', propone un acercamiento a los orígenes de la TCS, su ubicación histórica en la escuela de Frankfurt, y el significado que la crítica adquiere en esta postura. Lozano afirma que la TCS nace en la Alemania de los años treinta del siglo pasado, a partir de un grupo de pensadores marxistas, no militantes de ningún partido, con tendencia al determinismo económico. Estos intelectuales propusieron el desarrollo de una teoría que diera cuenta de la forma en que las relaciones de poder son pensadas desde la modernidad, y la relación de ésta con la diferencia y la alteridad. El desarrollo de dicha teoría buscaba contribuir a la emancipación del hombre respecto del trabajo alienado y la racionalidad instrumental.

Ahora bien, respecto al significado de la crítica en la TCS, Lozano cita a Horkheimer, quien la define como el esfuerzo intelectual y práctico por no aceptar sin cuestionamiento alguno las ideas, los modos de actuar y las relaciones sociales dominantes. Este autor dice, además, que la crítica es el esfuerzo por armonizar los sectores aislados de la vida social, tomando como base las ideas y metas del momento histórico que se vive. Para Lozano, Horkheimer intenta resaltar que las preguntas construidas por el investigador son históricas, y que sus respuestas dependen de la existencia de un conocimiento acumulado históricamente que hace presencia en algún momento de la historia, posibilitando así las respuestas a las preguntas establecidas. De acuerdo con ella, la TCS se constituye, por lo tanto, como un pensamiento que se encuentra en constante renovación, que intenta interpretar a la sociedad en la cual el teórico–crítico se ubica. El énfasis de la TCS, para Lozano, se encuentra en la subjetividad y en la praxis, tomando como sujeto un individuo que está siendo determinado por sus relaciones sociales y de clase, un individuo que sólo puede auto–realizarse en la medida en que su propia libertad posibilite la de los demás.

En el segundo capítulo, 'La lucha antirracista de la población negra de Colombia', Lozano realiza un acercamiento al orden racial colombiano y a las diversas formas con las que las expresiones del movimiento social Afrocolombiano han respondido ante la exclusión social y el racismo. La autora parte de suponer que en Colombia es imposible afirmar que los negros puedan comportarse como un colectivo con identidad étnica que comparta los mismos supuestos socioculturales. Los Afro son una población diversa, no sólo debido a sus orígenes en el continente africano, sino también a causa de los procesos históricos experimentaron una vez llegaron a América. No obstante, para Lozano es evidente que lo único que la población negra comparte es el racismo.

Para dar cuenta de la diversidad en las poblaciones negras, la autora, primero, realiza una caracterización de ésta población y de sus posibilidades para identificarse colectivamente. Posteriormente, se enfoca en describir los discursos que han construido las organizaciones negras a propósito de las identidades colectivas: discursos integracionistas, discursos desarrollistas, discursos de la política de la diferencia, y aquellos discursos que circulan en las redes de mujeres negras o Afrocolombianas. Sobre el primer punto, Lozano considera que la población negra de Colombia puede clasificarse en tres grupos: grupos étnicos, sectores de continuidad cultural y sectores no étnicamente diferenciados (SNED). Los grupos étnicos están compuestos por comunidades negras que poseen territorio común, costumbres, tradiciones, recuerdos históricos, modos dialectales y lenguas propias, así como formas tradicionales de producción. Dentro de esta primera clasificación, la autora ubica a la población de Palenque de San Basilio, al norte del Cauca, al Patía, a San Andrés y Providencia, y a las comunidades asentadas en la región del Pacífico. Por otra parte, los sectores de continuidad cultural son aquellos que han migrado a la ciudad por motivos de fuerza mayor, siendo portadores de sobrevivencias culturales como la tradición oral y la relación campo–poblado, elementos que les permiten construir una identidad colectiva negra urbana y mantener características de minoría orgánica. Los sectores no étnicamente diferenciados incluyen hombres y mujeres negros sometidos a procesos de mestizaje cultural y que habitan, en su mayoría, contextos urbanos. Las personas de este último grupo son diferenciados de acuerdo con regiones, estrato social y condiciones de vida, por ello es difícil hablar de rasgos identitarios compartidos que les permitan definirse en términos étnicos o de minoría orgánica. Lo que sí comparte este sector, y es clave en los planteamientos de Lozano, es una valoración social negativa de su fenotipo negro, una marca de inferioridad y de subordinación. Este elemento común no sólo colectiviza a éste último sector desde afuera, sino que se convierte en una semejanza cuando se comparan los tres grupos.

Como respuesta al racismo, y pasando al segundo punto del capítulo, Lozano identifica y clasifica en tres líneas principales los discursos de las organizaciones negras en Colombia respecto a esta situación. En primer lugar, menciona cómo el discurso integracionista apela a la inserción de la población negra en todos los ámbitos de la sociedad nacional como mecanismo para combatir la discriminación que los ha mantenido en una situación de atraso y pobreza. Para la autora, es bastante problemático que en este discurso no se cuestione el orden social y se promueva –sin mayores reflexiones– el discurso liberal de la igualdad. En segundo lugar, Lozano profundiza sobre la manera en que los discursos de la política de la diferencia exigen un trato diferenciado de las comunidades negras respecto al resto de la población. Desde esta perspectiva se entiende la diferencia ligada a aspectos culturales y, aunque se cambia el término 'raza' por 'etnia', los contenidos esencialistas siguen siendo los mismos. Según Lozano, la definición de lo negro desde lo cultural tiende a restringir en vez de a incluir, en la medida en que se trata la cultura como un hecho natural.

En tercer lugar, Lozano habla de los discursos desarrollistas. En estos discursos se entiende el atraso en que se encuentra la población negra como un producto de la falta de oportunidades, negando la existencia del racismo y la discriminación, al igual que la subordinación racial como uno de los factores causantes de dicha situación. Frente a ello se propone como alternativa la inserción de las comunidades en la lógica de crecimiento económico. En este sentido, dice Lozano, se instrumentaliza lo étnico y lo colectivo es tomado como un impedimento para alcanzar intereses económicos de tipo personal. Finalmente, la autora se refiere a los discursos emergentes en las organizaciones de mujeres negras o Afrocolombianas que tienen fines reivindicativos. Frente a este tipo de discursos, Lozano señala que, en muchos casos, las mujeres se ven enfrentadas a la dicotomía derechos/tradición. Para sustentar este punto, señala que gran parte de las organizaciones de este tipo no han puesto en cuestión la estructura familiar patriarcal, y en cambio, sí exaltan el papel de la mujer como eje central de la familia extensa.

En 'La teoría crítica contemporánea ante las identidades colectivas. Entre la redistribución y el reconocimiento', que es el título del tercer capítulo, la autora presenta el debate sobre la justicia y las identidades colectivas, profundizando en las propuestas teóricas de Axel Honneth, Nancy Fraser e Iris Young. La pregunta central que guía el desarrollo de esta parte del texto es ¿en qué medida los planteamientos de los teórico–críticos contemporáneos son útiles o ayudan a hacer claridad en las luchas y anhelos de los grupos o identidades colectivas subordinadas, como los SNED, los sectores de continuidad cultural y los grupos étnicos negros en Colombia? (Lozano 2013; 59).

Sobre los planteamientos teóricos de Iris Young, Lozano subraya que una de las preocupaciones centrales de esta autora es que las reivindicaciones por la justicia no hayan superado el tema redistributivo consolidado desde el marxismo tradicional. Esto resulta problemático ya que, al pensar la redistribución en términos económicos, se dejan por fuera asuntos como la dominación y la opresión, conceptos centrales dentro de los discursos de movimientos que reivindican la diversidad. Por lo anterior, la propuesta de Young, de acuerdo con Lozano, consiste en enfocarse en desplazar la discusión sobre la justicia hacia un contexto más amplio, en el cual se incluyan la acción y los medios para el desarrollo de capacidades. Para el desarrollo de esta propuesta resulta primordial conceptualizar la injusticia tomando como base los conceptos de opresión y dominación. Young define cinco caras de la opresión, valoradas por Lozano como uno de los aportes centrales de ésta autora para su cuestionamiento inicial: explotación, marginación, carencia de poder, imperialismo cultural y violencia. Según Lozano, para superar estas formas de opresión, Young manifiesta la necesidad de espacios públicos de participación heterogénea donde queden expresadas las demandas de justicia de todos los grupos sociales.

Por otro lado, de acuerdo con Lozano, la preocupación central de Nancy Fraser es que la política del reconocimiento entorpezca la lucha por la igualdad, dificultando a su vez la consolidación de una política de redistribución. Es así como su interés principal es identificar, entre las distintas formas de identidad, aquellas que son útiles para la lucha por la igualdad. Para ello se toman como ejes la raza y el género, que son al mismo tiempo ejes culturales y socioeconómicos.

Para Axel Honneth, incluso las injusticias de tipo distributivo deben entenderse como una falta de respeto social por parte de la expresión institucional. Para Lozano, el planteamiento anterior constituye la tesis central de Honneth, quien pretende establecer un vínculo entre el origen de los conflictos sociales y la experiencia moral de menosprecio. En esta vía, la propuesta de Honneth señalada por la autora se enfoca en darle un giro conceptual a las premisas normativas constitutivas de la teoría del reconocimiento, de tal forma que puedan dar cuenta de todas las injusticias sustentadas en experiencias de falta de respeto y humillación, contemplando inclusive las desigualdades económicas como un efecto de la violación a las reivindicaciones por el reconocimiento.

Después de exponer los planteamientos teóricos de los tres autores, Betty Lozano realiza una serie de críticas a sus argumentos. De Young rescata su crítica a la tendencia economicista, a la que se recurre para explicar las injusticias ligadas al tema de la distribución económica. No obstante, para Lozano, el énfasis de Young en el hacer sobre el tener termina por desconocer que para hacer se deben tener unas condiciones económicas que permitan el desarrollo de capacidades y el acceso a posibilidades. Otro problema que identifica Lozano en la propuesta de Young es que, al reivindicar la diferencia por la diferencia misma, existe la posibilidad de caer en esencialismos que obstaculicen la articulación entre varias identidades subordinadas y la discusión de las injusticias presentes en éstas. Sobre los planteamientos de Fraser, Lozano ve como crítico el dualismo entre reconocimiento y redistribución, al tiempo que problematiza su propuesta deconstructiva. Según la autora, esta propuesta niega la importancia de la diferencia en la constitución de la identidad personal. Por otro lado, Lozano llama la atención sobre un punto de Honneth que ella considera como reduccionista. Para la autora, incluir todas las luchas en el problema del reconocimiento resulta muy estrecho. También señala cómo las propuestas de éste autor dejan la impresión de que es una determinada lesión moral la que hace que los individuos se movilicen, desconociendo su múltiple determinación.

Finalizando el capítulo, Lozano señala algunos elementos útiles, presentes en las propuestas de los tres autores, para pensar el problema del racismo en la realidad colombiana. Antes de referirse a cada una de ellos, la autora parte de Gabriel Bello (2007) para entender cómo, si se pasa por alto el cuestionamiento de la hegemonía cultural y del esencialismo, el multiculturalismo podría verse expresado en un neo–racismo. Lozano identifica la crítica de Fraser a la reificación de las identidades como un elemento de gran importancia en la labor de cuestionar al esencialismo étnico y biológico en el que caen algunas organizaciones negras. De Honneth, rescata cómo su propuesta permite comprender la diferencia existente entre los objetivos individuales y los objetivos comunales dentro de las organizaciones que apuestan a la consolidación de una política cultural y las que tienen tendencia integracionista y desarrollista. También reconoce como un aporte de Honneth la forma de entender cómo los sentimientos morales de menosprecio pueden originar identidades colectivas entre los SNED. Para terminar, de Young retoma el reconocimiento de la necesidad de afirmación en términos positivos de la diferencia para el proceso de creación de una identidad liberadora que resista a la cultura dominante.

En la conclusión, Betty Ruth Lozano realiza una síntesis de lo dicho y deja manifiesta la necesidad de abordar la teoría crítica desde corrientes latinoamericanas. Esta tarea puede resultar pertinente al incluir en las TCS análisis de nuevas problemáticas, tales como la pobreza, la globalización, la economía neoliberal, el capitalismo dependiente, la colonialidad, la localidad y la colonialidad del ser.

Luego de leer el libro, puede decirse que Betty Ruth Lozano cumple con el objetivo de relacionar algunas perspectivas de la TCS con la realidad social, cultural y política que enfrenta la gente negra en Colombia, a fin de aproximarse a alguna explicación sobre las situaciones que mantienen a esta población en una posición de subordinación en el país. El tono teórico no impide la lectura fluida que debe acompañar a la obra, así como la adecuada estructuración del libro permite leer, de la mano de la autora, la construcción del problema de investigación que la ocupa.