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CS

versão impressa ISSN 2011-0324

CS  no.27 Cali jan./abr. 2019

https://doi.org/10.18046/recs.i27.3362 

Reseña

Espacios geográficos construidos para el destierro

CARLOS ALBERTO VALDERRAMA-RENTERÍA* 

* Universidad Icesi, Cali, Colombia. Email: pibeson@gmail.com

VERGARA-FIGUEROA, AURORA. 2018. Afrodescendant Resistance to Deracination in Colombia. Massacre at Bellavista-Bojayá-Chocó, Cham: Palgrave Macmillan, 123p.


Quisiera presentar algunos de los aportes teórico-conceptuales más importantes que, en mi opinión, propone el libro Afrodescendant Resistance to Deracination in Colombia. Massacre at Bellavista-Bojayá-Chocó para estudiar el fenómeno social que es conocido en las ciencias sociales y las políticas públicas como «desplazamiento forzado en Colombia». El libro de la profesora e investigadora Aurora Vergara-Figueroa está compuesto de cinco capítulos y una introducción. Se trata de un libro de corte cualitativo e histórico que usa la masacre ocurrida el 2 de mayo de 2002 en Bellavista-Bojayá, Chocó, como «estudio de caso extendido» que contribuye y cuestiona la discusión teórica y metodológica sobre la mejor manera de estudiar y explicar el fenómeno del desplazamiento forzado desde la sociología de la migración, las perspectivas afrodiaspórica y de-colonial, el feminismo negro y, agregaría, el pensamiento crítico afrocolombiano (Valderrama, 2018: 94). En tal sentido, la autora insiste en afirmar que sus planteamientos son un esfuerzo argumentativo en construcción y que se necesitan más estudios para corroborarlos.

El argumento central es el siguiente: los conceptos comúnmente usados para referirse al terrible y violento proceso de despojo de la tierra a comunidades indígenas, campesinas y afrocolombianas son insuficientes para comprender la com plejidad del fenómeno. Así, conceptos como desplazamiento forzado y migración forzada desconocen la dimensión histórica y estructural del despojo y silencian componentes clave en la ocurrencia del destierro como la raza, la clase y el género. En otras palabras, tales conceptos no reconocen la relación entre despojo de la tierra, proyecto capitalista-mundo-moderno colonial, violencia, raza, clase y género. Así, la autora propone el concepto de destierro como una categoría analítico-teórica más apropiada, ya que permite conectar el despojo de la tierra con los proyectos civilizadores de conquista, coloniales, modernos y desarrollistas que se movilizan en las acciones violentas, jurídicas y económicas de apropiación de la tierra de los grupos subordinados. Según Vergara-Figueroa,

(…) etiquetar a las víctimas (…) como desplazados internos o migrantes forzados impide que: (a) los académicos comprendan la larga historia de despojo anterior al evento; (b) los gobiernos comprendan la manera como el evento profundiza la desigualdad regional, racial, de clase y género; y (c) las comunidades presenten sus demandas y lo que creen sobre su situación después de haber sido históricamente desterradas (xviii).

Hay que prestar atención a los términos que usamos para definir los fenómenos que generan desigualdades sociales. Sus usos tienen implicaciones éticas, políticas y epistemológicas. Pueden constituir lo que la autora llama «epistemologías del silencio» (epistemologies of silencing). Por ejemplo, al etiquetar a las víctimas del despojo de tierras como migrantes se niega la acción de actores cuyo interés ha sido efectivamente producir el destierro para apropiarse de la tierra. De este modo, las epistemologías del silencio ponen en una misma categoría fenómenos de desplazamiento producidos por desastres naturales con otros producidos por actos violentos que buscan el «desarrollo» y el «progreso».

Dicha caracterización contribuye, en primer lugar, a preservar el statu quo de no investigar a ciertas poblaciones, argumentando que se encuentran en espacios considerados extremadamente violentos y aislados. En segundo lugar, la complejidad de las fuerzas sociales y los procesos históricos que dan forma a las realidades de estas poblaciones y espacios es tal que pocos se comprometen a afirmar su importancia sociológica (9).

Por tales motivos, el concepto de destierro es mucho más apropiado para describir y analizar las acciones humanas que buscan construir un territorio como atrasado y salvaje para legitimar acciones violentas de apropiación/despojo territorial. Según lo planteado, el destierro se debe entender como una constante histórica y sistemática de los procesos de formación de Estados, naciones e imperios y sus procesos particulares de producción-acumulación de capital económico.

En tal sentido, la autora plantea que uno de los problemas más recurrentes en la literatura sobre desplazamiento o migración forzada ha sido su incapacidad de ver el evento del desplazamiento forzado como una continuidad de sucesos o eventos históricos similares en la construcción del espacio territorial. Así, ¿por qué la masacre de Bellavista-Bojayá se convierte en un caso ilustrativo de la complejidad que conceptos como desplazamiento forzado o migración desconocen? Según la misma autora, analizando el caso de Bellavista, se revelan «las raíces de la historia del despojo de tierras en la región del río Atrato, ofreciendo patrones históricos del capitalismo colonial y la explotación racial, así como de la movilización social por la descolonización» (4). De esta forma, tal masacre nos «ayuda a comprender eventos violentos actuales, como masacres, desalojos masivos y reclamos de tierras por parte de extranjeros con documentación falsa» (4). El capítulo 2 es muy importante en este sentido, pues muestra cinco eventos ocurridos en el mismo lugar, Bellavista-Bojayá, desde 1500 (31). Cada uno de estos eventos está conectado con una etapa de la emergencia, desarrollo y consolidación del capitalismo económico mundial-moderno y colonial: la conquista, la esclavitud, la modernidad, la república y el capitalismo extractivo actual.

Creo que considerar la dimensión histórica de la masacre ocurrida en Bellavista- Bojayá es crucial para entender fenómenos similares de desalojos y despojos de la tierra que ocurren en zonas rurales y centros urbanos del país. Aquí, la apuesta metodológica es rastrear las distintas maneras como se ha construido y representado el espacio en el que ocurre el evento y cómo ello contribuye en la configuración de la masacre, el desalojo y el despojo. Los terribles sucesos de Bellavista-Bojayá, Chocó, son un ejemplo perfecto para demostrar la importancia metodológica de identificar la construcción histórica del espacio y de quienes lo habitan. Así, según la autora, regiones tales «como el Chocó han sido representadas económicamente como pobres, racialmente como negras e indígenas; definidas en términos de género como territorios ‘vírgenes’ y política, social y culturalmente como ‘atrasadas’» (35). En tal sentido, los grupos humanos que han convivido con el entorno y la naturaleza son definidos como salvajes y bárbaros que deben ser controlados y explotados para el beneficio del desarrollo económico.

Estas son las construcciones o representaciones que terminan legitimando el tipo de intervención militar y económica que afecta a las comunidades negras e indígenas de la región del Pacífico. En el pasado, se usaron la fe cristiana, las ciencias y las ideas de modernidad y civilización para explotar bajo el yugo esclavista a aquellos grupos humanos considerados racial y culturalmente inferiores (indígenas y afrodescendientes). Ahora se usan similares construcciones discursivas con el argumento de llevar progreso y desarrollo a estos territorios «inhóspitos» y «atrasados».

En resumen, son tres momentos los que acompañan los procesos de destierro: a) la definición del espacio como vacío; b) la construcción de los individuos del territorio como sujetos de colonización y explotación; y c) el uso de la violencia y la explotación para controlar el territorio (39). No es una casualidad que espacios definidos como territorios que necesitan del desarrollo (developmental spaces) terminen siendo percibidos como vacíos (emptied territory), convirtiéndose así en geografías de la muerte (geography of death) y en espacios de destierro (spaces for deracination) (capítulo 2). Con tales características, el departamento del Chocó, y en general la región Pacífica, terminan siendo «laboratorios de muerte». La masacre de Bellavista-Bojayá, más que el resultado del conflicto armado en Colombia, debe entenderse como el resultado de una continua formación histórica, racial, espacial, de clase y género; y de las narrativas y representaciones coloniales sobre esa región. Lo anterior se resume en el libro en una fórmula teórico-metodológica para estudiar el destierro de las comunidades afrocolombianas en Colombia: D-T-D2, que significa el proceso de diáspora que inició con la trata esclavista que trajo a africanos al continente americano; los procesos de territorialización económica, social y cultural de los descendientes africanos en los territorios del continente al final y después del sistema esclavista; destierro como los procesos de despojo territorial contemporáneos, lo que se puede entender como una forma de colonialismo interno en Colombia; y diáspora como un nuevo proceso de desarraigo social y cultural producido por el destierro. Es decir, un destierro diaspórico en Colombia (diasporic deracination) (capítulo 2). Así, en vez de hablar de personas en situación de desplazamiento, ética y políticamente debemos hablar de comunidades en situación de destierro diaspórico.

Otro aspecto de mucha importancia en el libro es el de la política afrocolombiana. Para los estudiosos de los movimientos sociales y las acciones colectivas, la autora explora formas de lucha que no suelen concebirse así en los estudios sobre movilización social y política. Teniendo como marco de referencia el trabajo de James C. Scott, Weapons of the Weak: Everyday Forms of Peasant Resistance, Vergara-Figueroa analiza la manera como las canciones de iglesia han servido de estrategias de re-existencia y «escenarios» de construcción social y simbólica del territorio y de la vida de las víctimas de la masacre. Son acciones concretas que usan la tradición oral para construir y consolidar comunidades simbólicas que encuentran en la solidaridad y el amor sus formas de expresión. Para aquellos que vemos en la oralidad mucho más que una tradición, las canciones se convierten en esferas públicas subalternas llamadas por Rogelio Velásquez «palenque literario» (Valderrama, 2018: 94); esferas autónomas en las que se favorecen políticas de la espiritualidad (politics of spirituality) (capítulo 4). Esta comunidad simbólica va moviéndose paso a paso hacia una comunidad política cuando sus narrativas, construcciones de sentido y subjetividades empiezan articularse para reclamar al Estado la protección y restitución de sus derechos y para re-existir frente a los actores armados que continúan amenazando a los sobrevivientes de la masacre y sus territorios (capítulo 3). La voz de la comunidad, sobre todo de sus mujeres afrocolombianas, constituye un vehículo de movilización de ideas, construcciones de mundo y vida que cuestiona la construcción territorial de los centros andinos sobre el departamento del Chocó. Así, la autora nos recuerda que la historia también la escriben los subalternos y que la lucha social incluye como repertorio de acción el canto.

Para terminar, me gustaría señalar dos aspectos en los que, desde mi punto de vista, aún puede profundizarse. El primero es la idea de raza y racismo. Para la autora la raza y el racismo son centrales en los procesos de construcción de las geografías de la muerte y los espacios del destierro. Sin embargo, no hay en el libro una construcción teórica sustantiva que nos permita entender la manera como la raza y el racismo operan en Colombia. Es decir, ¿son la raza y el racismo prácticas, instrumentos de poder, ideologías o estructuras? ¿Cómo podrían usarse las formaciones raciales (Omi y Winant, 1994) cuando nos referimos a grupos humanos de piel mestiza (campesinos) o indígenas desterrados? Lo mismo podría decirse de la perspectiva del feminismo negro. ¿Qué implica teóricamente asumir una perspectiva del feminismo negro en el estudio del destierro? ¿Qué conceptos teóricos desarrollados dentro de la corriente del feminismo negro explican la complejidad que padecen las mujeres afrocolombianas en situación de destierro? En el texto hay algunas aproximaciones a la idea de raza, racismo y feminismo negro (capítulo 5). Sin embargo, considero que dada su centralidad para explicar el caso de Bellavista-Bojayá-Chocó y, en general, los procesos de destierro sistemático, hubiera sido interesante un mayor desarrollo teórico de estos conceptos. En todo caso, se entiende que el libro es una provocación intelectual que se encuentra en progreso.

Referencias

OMI, M. y WINANT, H. (1994). Racial formation in the United States: From the 1960s to the 1990s. NewYork: Routledge. [ Links ]

VALDERRAMA RENTERÍA, C. A. (2018). El arte literario y la construcción oral del territorio. Pensamiento crítico afrocolombiano. Revista Colombiana de Antropología, 54(2), 93-117. https://doi.org/10.22380/2539472X.463Links ]

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