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CS

Print version ISSN 2011-0324

CS  no.29 Cali Sep./Dec. 2019

https://doi.org/10.18046/recs.i29.3746 

Presentación

Activismo académico en las Américas del siglo XXI

Roberta Villalón* 

* Editora invitada. St. John’s University, Nueva York. Septiembre de 2019


En el siglo XXI, a partir primordialmente de cuestionamientos críticos feministas y poscoloniales, se ha percibido un retorno paulatino y una creciente legitimización del llamado “activismo académico” -incluyendo la investigación y pedagogías activistas, de acción, participativas y comunitarias- con el fin de promover la equidad social. Si bien en sus orígenes a fines del siglo XIX las ciencias sociales debatían si la investigación científica de lo social tenía valor en sí misma o debía ser aplicada para cobrar sentido, en el siglo XX un giro objetivista y abstracto dominó la puja y estableció la rigurosidad académica a partir del grado de separación que los procesos de investigación debían tener con los campos políticos, económicos y sociales. Se apartaron las ciencias sociales aplicadas de las no aplicadas y se enfatizó la diferencia entre lo científico y lo humanístico, al menos en teoría. Las movilizaciones sociales de la década de 1960 en el mundo, y los procesos democráticos y decoloniales de los años 1980 y 1990 en el sur global, generaron que las críticas anti-hegemónicas retomaran fuerza en el campo académico hasta entonces dominado por ideas modernas y eurocéntricas. A fines del siglo XX, esta contracorriente logró restaurar el rigor científico y resaltar el valor social de investigaciones y didácticas que, desde su concepción hasta su aplicación, se enfrentan a desigualdades sociales y fomentan la justicia, cerrando así la brecha preestablecida desde el objetivismo apolítico entre academia y comunidad. El activismo académico en el siglo XXI, si bien aún combatido por defensores del positivismo y conservadores, ha ido cobrando no solo peso y fuerza, sino también urgencia.

En este momento histórico, caracterizado transnacionalmente por la polarización política y económica, la marginalización interseccional de género, sexualidad, etnia, raza, clase y otros factores sociales, los conflictos armados y la violencia, el decaimiento ambiental, las migraciones forzadas y también los movimientos sociales de resistencia principalmente liderados por nuevas generaciones, el activismo académico se torna fundamental para articular la labor intelectual con la acción social. Este número especial de Revista CS se dedica, por lo tanto, a estudiar el activismo académico en las Américas del siglo XXI, con el objetivo de repensar estrategias metodológicas y marcos teóricos para la emancipación social y la promoción de la igualdad y la justicia en el continente. Si bien el objetivo de esta edición es destacar el valor, fiabilidad y validez del activismo académico, se mantiene una visión crítico-constructiva de las estrategias de investigación-acción con el fin de mejorar su modo de aplicación y ampliar sus implicaciones teóricas.

El activismo académico no se rige por una definición específica o reglas fijas, ya que las mismas irían en contra del espíritu orgánico de la metodología y de sus orígenes teóricos contrahegemónicos, feministas y poscoloniales. Sin embargo, el activismo académico se guía éticamente por los siguientes principios: (a) estar alerta a las relaciones de poder preexistentes y surgidas durante el proceso de creación y divulgación de conocimiento; (b) generar y mantener una relación democrática y abierta entre las partes involucradas en la (co)producción de la investigación-acción y/o la enseñanza; (c) concebir un modo colaborativo de estudio/aprendizaje desde el reconocimiento del poder y el saber de los participantes en el proceso, lo cual implica, entre otras cosas, el diseño de agendas de investigación/acción/enseñanza en conjunto con el grupo, conversaciones a lo largo del proceso, evaluaciones del estudio en su término y decisiones colectivas de acción a partir de lo investigado/ aprendido, incluyendo la elaboración de materiales informativos, publicaciones, programas y futuros proyectos, y (d) estar alerta a las implicaciones políticas y prácticas resultantes de los procesos investigativos y pedagógicos con el fin de promover los cambios necesarios para el desmantelamiento de estructuras y prácticas opresivas y la creación de condiciones de vida equitativas.

Dado que el activismo académico tiene como objetivo generar cambios para promover la equidad y la justicia social, su rigor científico se centra en la afirmación de que toda acción humana es inherentemente subjetiva, social, cultural, política y económica, y que, por lo tanto, la labor académica no queda al margen de procesos sociohistóricos que determinan relaciones de poder y estructuras y prácticas de dominación y exclusión que influyen en la formación intelectual y disciplinaria, en las jerarquías científicas y metodológicas y en la elaboración y aplicación práctica del conocimiento. Desde la comprensión de la colonialidad del saber, el activismo académico incluye las relaciones de poder como una variable central en el análisis, desmitifica el objetivismo apolítico y construye conocimiento científico desde y hacia lo social erosionando las barreras creadas entre lo académico y lo comunitario.

Este número monográfico incluye siete artículos/documentos de activistas académicas provenientes de Argentina, Brasil, Venezuela, Cuba y Estados Unidos, que, en su conjunto, proporcionan una contribución enriquecedora interdisciplinaria, transnacional y con visión histórica y proyección futura sobre experiencias académicas activistas, además de mostrar el potencial y la relevancia de esta aproximación epistemológica, ontológica y teórico-práctica. A continuación, presento estas contribuciones en el orden en el cual, como editora invitada, sugiero que sean leídas, a pesar de que en el índice de la revista se encuentren agrupadas en cuanto a su categorización como artículos o documentos.

En el documento “Sin disociar la investigación de la lucha: feminismos militantes en la academia latinoamericana y caribeña”, la autora Alba Carosio elabora una reseña analítica de la historia del feminismo que muestra cómo en sus distintas fases de desarrollo, desde principios del siglo XX hasta la actualidad, el feminismo en esta región siempre actuó desde la premisa de que el pensamiento, la teoría y la investigación están intrínsecamente relacionados con la experiencia práctica, la política y la acción. A pesar de que los focos de atención y las participantes del movimiento cambiaran, el feminismo mantuvo como eje fundamental la idea compuesta de que, por un lado, la militancia feminista es generadora de conocimiento, y, por el otro, el conocimiento creado debe ser puesto en práctica para avanzar la causa. Asimismo, el sostén de una militancia reflexiva a través de los años ha afirmado que las mismas teorías, aplicaciones empíricas y acciones políticas deben ser revisadas y repensadas según lo experimentado, estudiado y comprendido. Este artículo provee un excelente marco histórico para proyectarse desde el presente y así superar los desafíos endógenos y exógenos que enfrenta el feminismo.

Luego, el artículo de Julie Shayne y Jessica Manfredi, “Reflections on Activist Scholarship in the Trump-Bolsonaro Era: Dual Hemisphere Hate Transforms Intellectual Praxis into Political Imperative”, nos lleva a un análisis crítico de cómo el contexto político actual con su fuerte giro hacia la derecha aumenta la necesidad de avanzar una agenda académica activista. Puntualizando los riesgos inherentes a la práctica feminista, crítica y activista, particularmente en estas circunstancias, las autoras enfatizan el valor de desarrollar pedagogías e investigaciones que reconozcan, valoren e incorporen múltiples saberes -experienciales, comunitarios y académicos- con un compromiso político para el avance de la justicia social. Las autoras explican cómo el activismo académico feminista, actualmente intersectorial, transcontinental y pos/de-colonial, no solo es una forma legítima de pensar y actuar, sino que se ha transformado en una forma de vida y resistencia fundamental para la subsistencia personal y colectiva. A partir de una reflexión sobre el panorama político en Estados Unidos y Brasil, la revisión de su libro editado Taking Risks: Feminist Activism and Research in the Americas (2014) y sus propias experiencias como activistas académicas, las autoras dejan en claro que la alianza pensamiento-acción es ahora más necesaria que nunca.

Esta urgencia es retomada en el documento “Activist-Research in Black: An Interdisciplinary, Transnational Roundtable” por Chriss Sneed, Jess Oliveira, Andiara Ramos-Pereira, Larissa De Souza-Reis, Marcio Farias, Amanda Medeiros-Oliveira y Ariana Mara Da Silva. A partir de la intersección de procesos históricos, contextos políticos, estructuras y prácticas sociales marginalizadoras y de resistencia, experiencias vividas e identidades, este grupo de activistas académicas reflexionan sobre su accionar en contra del epistemicidio de saberes de grupos colonizados y discriminados y analizan el papel estratégico del activismo académico en movimientos contrahegemónicos, resaltando su gran magnitud para la reconstitución de seres y comunidades y la creación de futuros liberados/libres. En conversación interdisciplinaria sobre negritudes y diáspora, las autoras articulan cómo el activismo académico desvela procesos ocultos y complejos, co-(re)-construyendo conocimientos desde la incorporación de subjetividades y poderes con el fin último de desmantelar el sistema-mundo de supremacía blanca/colonial, heteropatriarcal, capitalista e imperialista. Si bien las participantes de la mesa reconocen la necesidad de afinar aún más qué se entiende por y cómo se practica el activismo académico, acuerdan en que, para ellas, la actividad académica desvinculada de la militancia por la justicia social y la libertad carece de sentido: ser, pensar y actuar son actos fundamentales de resistencia, generadores de cambios personales y colectivos.

También desde una reflexión a partir de su experiencia personal como activista académica, la autora Zaida Capote-Cruz escribe sobre la historia del feminismo en Cuba. En el documento “Activismo académico en Cuba. Tradición, práctica y testimonio” leemos cómo, desde sus inicios, el feminismo integró la intelectualidad con la participación y el compromiso sociales, el activismo y la política. Capote Cruz revisa la trayectoria del feminismo poniendo en evidencia cómo la politización del mismo, así como de cualquier otra ideología o movimiento, no escapa a conflictos y contradicciones internas que en momentos debilitan el avance de la causa general. Las luchas feministas previas a la Revolución de 1959 se vieron, por un lado, incorporadas/institucionalizadas, y, por el otro, criticadas como burguesas. Una puja entre feminismo y clasismo dio lugar a que se pusiera en duda la legitimidad de las demandas de género. Sin embargo, el carácter propio del feminismo como contracorriente permitió que se reinventara lo revolucionario para no sucumbir a las fuerzas dominantes que, por más igualitarias que fuesen, aún dejaban cuestiones pendientes. La autora enfatiza, en línea con los artículos previos, el gran valor y la urgencia de reavivar al feminismo en su clave colectiva del accionar para desmantelar dicotomías falsas contraproducentes al feminismo en sí y a las múltiples formas de justicia social posibles.

Convencidas también de la importancia y el apremio del desarrollo y la aplicación del activismo académico, las autoras Mariana Selister-Gomes, Eduarda Quatrin- Casarin y Giovana Duarte investigan el grado de su utilización en cuanto a la publicación de estudios realizados desde esta perspectiva en revistas académicas.

En el artículo “O conhecimento situado e a pesquisa-ação como metodologias feministas e decoloniais: um estudo bibliométrico”, las autoras examinan los artículos publicados en las dos revistas brasileñas más importantes dedicadas a estudios de género, luego de explicar detalladamente cómo se han articulado los conceptos deconocimiento situado e investigación-acción en la literatura académica. Los resultados de su trabajo bibliométrico decepcionan dado el bajísimo número de artículos que explícitamente utilizan estas perspectivas y métodos teóricoprácticos. Si bien una de las características del activismo académico es la publicación de resultados más allá de las vías tradicionales, dada la necesidad de que sean las comunidades involucradas en el estudio las que accedan a sus resultados, las autoras aseveran que la publicación en medios académicos también es relevante para descentrar discursos y prácticas dominantes en ese ámbito. La escasa publicación de este tipo de trabajos también indica que los estudios de género, raza, etnia y, en general, contrahegemónicos, aún mantienen un lugar secundario dentro de la academia. En la lucha colectiva por avanzar causas de equidad social, el activismo académico debe insistir en el fomento del pensamiento-acción y en su divulgación y debate tanto dentro como fuera de esferas convencionales.

Reflexionando sobre la práctica del activismo académico, Caitlin Schroering escribeel artículo “Resistance and Knowledge Production: Social Movements as Producers of Theory and Praxis”. Allí se concentra en el caso del Movimento dos Atingidos por Barragens (MAB) en Brasil para estudiar cómo las activistas académicas han de aprender de los mismos movimientos sociales como agentes de creación de conocimiento teóricopráctico. Este aprendizaje es particularmente relevante para idear futuros alternativos, quebrar con nociones dominantes y avanzar agendas contrahegemónicas. Es un paso fundamental en el reconocimiento de saberes emergentes para su incorporación formal como material propiamente académico. En el caso específico de MAB, la autora puntualiza cómo el estudio de su historia, pedagogía, investigación y acción colectiva revela la teorización y aplicación práctica que este grupo hace de la alterglobalización. A través de su pensamiento-acción-memorialización-estrategia, MAB resiste, subsiste, se fortalece y crea una realidad y posibilidad de futuro contracorriente. Con este ejemplo, Schroering ilustra cómo la producción de conocimiento junto con personas, grupos y comunidades más allá de la esfera universitaria requiere del estudio profundo de los saberes que ya se están (co)produciendo allí. Además, a través de ese estudio comprometido, las activistas académicas deben (re)pensar sus agendas de investigación-enseñanza-acción en comunidad para evitar estratégicamente redundancias o sobreimposiciones perjudiciales.

Por último, mi artículo “Una aproximación sociológica crítica activista al estudio de salud y migración: el caso ecuatoriano”, proporciona otro ejemplo de cómo el activismo académico puede ser estratégicamente dirigido a cuestiones sociales específicas con el objetivo de, por un lado, lograr resultados prácticos que beneficien directa o indirectamente a la comunidad en desventaja y, por otro, generar contranarrativas al cuerpo de conocimiento predominante, abriendo así nuevas perspectivas teóricas. En particular, esta investigación activista aporta una visión transformadora al estudio de salud y migración desde una interdisciplinariedad y praxis críticas que rehumanizan a migrantes y a sus familias, reconociendo y conceptualizando su capacidad de sobrellevar y superar los obstáculos y desafíos que los procesos migratorios presentan en su salud. Como resultado de la aplicación de esta perspectiva teórica-práctica, el estudio logra desenmascarar raíces estructurales y describir procesos complejos de desigualdad calados en comportamientos aparentemente inocuos y prácticas cotidianas de migrantes, familiares de migrantes y proveedores de servicios de salud, enfatizando al mismo tiempo su facultad de acción y la posibilidad de generar cambios favorables.

En su conjunto, los artículos y documentos de este número especial envían un mensaje claro: el activismo académico es legítimo, relevante, necesario y urgente. Su arraigo histórico, persistencia y eficacia en la región están basados en su origen y finalidad colectivos de eliminar las condiciones y prácticas sociales que perjudican a personas y grupos que han sido oprimidos, excluidos y marginalizados. La creación, aplicación y difusión de conocimiento contrahegemónicamente se torna imperante en contextos regresivos, conservadores, racistas, sexistas, homofóbicos, clasistas, elitistas, en fin, en momentos políticos excluyentes como los que se presencian hoy. Así, el llamado a la investigación y pedagogías activistas se amplifica para lograr tener un impacto significativo y duradero desde, hacia y en la comunidad, avanzando la equidad y la justicia social, creando puentes sobre brechas artificialmente creadas, desmantelando estructuras y hábitos jerárquicos y decolonizando el saber y el poder. Termino esta introducción, expectante del diálogo que generen los aportes de este volumen, convencida aún más de la tenacidad del activismo académico, con una obra de arte inspirada en esta convocatoria.

Abraham Salazar, 2018 Técnica mixta

Américas: pensamiento y acción 

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