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CS

versión impresa ISSN 2011-0324

CS  no.37 Cali mayo/ago. 2022  Epub 15-Sep-2022

https://doi.org/10.18046/recs.i37.5230 

Artículos

¿Hay un infiel en la relación triangular de China, Estados Unidos y Venezuela?*

Is there an Unfaithful Party in the Triangular Relationship between China, the United States and Venezuela?

** Helmut-Schmidt-Universität (Hamburgo, Alemania) Doctora en Ciencia Política de la Universität Hamburg (Alemania). Es investigadora postdoctoral y docente en la Helmut-Scmidt-Universität/Universität der Bundeswehr Hamburg. La autora agradece las correcciones y sugerencias de los revisores anónimos, así como del equipo editorial de la Revista CS. Correo electrónico: ana.soliz@hsu-hh.de


Resumen

Estados Unidos ha atribuido a Venezuela, de manera recurrente, algo parecido a deslealtad, debido a su relación con China; mientras que China ha sido acusada de alterar las reglas del juego en la región, especialmente en países democráticamente débiles como Venezuela. En este contexto de escalada de acusaciones, más allá de lo coloquial y de paralelismos al referirse a si Venezuela ha sido infiel a su relación tradicional con Estados Unidos, el presente artículo argumenta que las relaciones entre China, Estados Unidos y Venezuela son triangulares. Por ello, una pregunta central que debe abordarse es si la presencia del país asiático en Venezuela tiene implicaciones económicas y políticas para las relaciones entre este último y Estados Unidos. Desde una perspectiva comparada y de las relaciones triangulares, se analiza la formación de esta relación y su desarrollo en el campo económico y político-diplomático.

PALABRAS CLAVE: China; Estados Unidos; Venezuela; relaciones triangulares

Abstract

The United States has recurrently attributed something akin to "disloyalty" to Venezuela due to its relationship with China, while the latter has been accused of altering the game rules in the region, especially in weak democracies such as the Venezuelan. In this escalating accusations context - beyond the colloquialism and parallels when referring to whether this country has been "unfaithful" to its traditional relationship with the United States - this article argues that relations between China, the United States, and Venezuela are triangular. Therefore, the question whether the presence of the Asian country in Venezuela has had economic and political implications for the relationship between Venezuela and the United States has been addressed as one of the main points. The formation of this triangular relationship and its development in the economic and political-diplomatic fields is analyzed from a comparative and triangular relationship perspective.

KEYWORDS: China; United States; Venezuela; Triangular Relationships

Introducción

El objetivo del presente artículo es analizar la formación y desarrollo de la relación triangular entre China, Estados Unidos y Venezuela. Se examinan los principales elementos constitutivos de la relación triangular, como la asociación estratégica bilateral de China y Venezuela, la escalada de conflictos entre China y Estados Unidos, las crecientes y recurrentes acusaciones entre la diplomacia china, estadounidense y venezolana, y las relaciones económicas entre los tres países. Se asume que la región latinoamericana, y en especial Venezuela, se ha convertido en un espacio de lucha por la influencia regional y global entre China y Estados Unidos. Desde la perspectiva de las relaciones triangulares, además de analizar la lucha entre los dos poderes dominantes, se asume que Venezuela juega un rol económico y político-diplomático asimétrico, pero no menos relevante. Para ello, se hace un análisis comparado dentro de esta relación triangular con un especial enfoque en el efecto que ejerce la relación entre China y Venezuela sobre la relación de Estados Unidos y Venezuela.

En 2001, el presidente de China, Jiang Zemin, visitó 4 países latinoamericanos: Chile, Cuba, Uruguay y Venezuela. En ese momento, nadie predijo el acelerado desarrollo de la relación entre China y Venezuela, especialmente considerando que en ese tiempo la relación económica era prácticamente inexistente. Venezuela se transformaría, por ejemplo, en el principal país receptor, en Latinoamérica, de los créditos chinos (Gallagher; Myers, 2021). En el área de inversiones, China realizó las primeras inversiones en el sector energético, de infraestructura y, además, se crearon las primeras granjas experimentales para acelerar la producción agrícola en Venezuela1.

Con el inicio del nuevo milenio, Venezuela fue el primer país latinoamericano que estableció una relación triangular con China y Estados Unidos. La aparente relación bilateral se inició con la firma de la asociación estratégica entre China y Venezuela, en el año 2001. Ello estableció las bases de la relación triangular, incluyendo a Estados Unidos, aunque para este país recién fue evidente que China era un actor dentro de su relación con Venezuela, a partir de 2005, como veremos más adelante. Por ello, en 2006, China y Estados Unidos establecieron el diálogo bilateral en asuntos de Latinoamérica, reconociendo tácitamente la relación triangular (Ellis, 2012). Un ejemplo del encauzamiento hacia una relación triangular es que, desde sus inicios, la asociación estratégica bilateral entre el país asiático y Venezuela incluyó, entre sus objetivos comunes, el impulso para el establecimiento del multipolarismo en el sistema internacional, dejando claro que no solo incluía objetivos bilaterales, sino que apuntaba a formar alianzas para debilitar el unipolarismo que Estados Unidos encabezaba.

En los hechos, China y Venezuela establecieron canales diplomáticos ad hoc, como la Comisión Mixta de Alto Nivel, para la coordinación política bilateral en instituciones internacionales. Bajo este esquema, se llegaron a establecer 11 subcomisiones bilaterales, cada una de ellas instalada en los diferentes ministerios del Gobierno de Venezuela. La labor de estas subcomisiones es la de coordinar, de manera permanente y sistemática, la relación de Venezuela con China a nivel ministerial. Aunque China, inicialmente, no hizo ninguna referencia directa a Estados Unidos, Venezuela incluyó como objetivo central de su política exterior una mayor autonomía e independencia frente a la influencia de este país (Serbin; Serbin-Pont, 2018). Para el gobierno de Hugo Chávez, la diversificación de socios estratégicos y nuevos mercados para el petróleo venezolano era el camino en la búsqueda de esa ansiada autonomía, siendo China reconocida como socio preferencial y estratégico.

Es necesario señalar que, dentro de la política exterior venezolana, en cuanto a la diversificación de socios estratégicos, China no es el único poder extrarregional con el que el país sudamericano estableció una relación prioritaria, como es el caso de su relación con Rusia (Jeifets, 2020; Rouvinski, 2021) o con Irán. Pero el creciente e inicial interés económico de China en Venezuela supera notablemente a los otros socios extrarregionales. La relación de Venezuela y China es la más destacable, primero en términos comerciales y, posteriormente, en términos político-diplomáticos. De esta manera, las dimensiones y diversidad de la relación entre China y Venezuela hacen de esta un importante caso de estudio. Situación acompañada por la creciente escalada de declaraciones y acusaciones entre personeros de gobierno de Estados Unidos y China frente a su relación con Venezuela. Esto último hace necesario el estudio de estos vínculos desde la perspectiva de una relación triangular. El análisis triangular brinda las herramientas para analizar si las acusaciones de Estados Unidos sobre China y su relación con Venezuela estarían justificadas.

Entre las múltiples declaraciones de persones del gobierno estadounidense, se destacan las de los generales Craddock (2006) y John Kelly (2015), ambos comandantes del Comando Sur de Estados Unidos (SOUTHCOM, por sus siglas en inglés), quienes advirtieron sobre la presencia de China en la región y sus potenciales implicaciones. Hillary Clinton, secretaria de Estado de Estados Unidos en 2009, se refirió a la amenaza que significaba el accionar de China en países como Venezuela, acusando al país asiático no solo de asegurarse el acceso a recursos naturales, sino también de ejercer influencia política. Rex Tillerson, en 2018, como secretario de Estado, se refirió a China como un "nuevo poder imperial" en la región. En 2019, Mike Pompeo, también secretario de Estado de EE. UU., acusó a China de inyectar capital corrosivo, apoyar la corrupción y erosionar la buena gobernanza en la región, así como de despreciar las reglas y propagar el desorden en América Latina. Específicamente, en el caso de Venezuela, expresó que China era un actor que apoyaba el régimen de Maduro y, de esta manera, prolongaba la crisis venezolana. En respuesta, Lu Kang (2019), portavoz del Ministerio de Asuntos Exteriores chino, replicó que EE. UU. "lleva mucho tiempo tratando a América Latina como su patio trasero, donde recurriría al uso intencionado de la presión, la amenaza o incluso la subversión", y acusó al país norteamericano de "propagar el caos" en la región.

Más recientemente, el almirante Craig S. Faller (2020), comandante del Comando Sur de Estados Unidos, identificó a China como uno de los actores estatales externos que explota deliberadamente el "círculo vicioso de amenazas" en América Latina. Este círculo vicioso incluye la debilidad de la gobernanza y la corrupción, entre otras cosas. Más recientemente, el secretario de Estado, Anthony Blinken (Departamento de Estado de Estados Unidos, 2021), durante su visita a Ecuador, reafirmó los riesgos que implica la relación con China para los países latinoamericanos, advirtiendo sobre las inversiones en infraestructura, la carga desorbitada de deuda, la falta de respeto a las normas laborales y ambientales, así como la corrupción, y directamente se refirió a la problemática que plantea la relación con China en temas de "derechos humanos, los derechos a la privacidad y la seguridad, eso puede plantear un verdadero desafío" (Departamento de Estado de Estados Unidos, 2021).

Concretamente, entre los intereses o temores estadounidenses por la presencia de China en América Latina, y en específico en Venezuela, se pueden identificar al menos dos puntos centrales: primero, las implicaciones políticas y estratégicas que se derivan de la amplia presencia económica de China en la región, como pueden ser el comercio exterior, las inversiones y los préstamos de China como instrumento de coerción de poder. Esto es especialmente relevante en los triángulos asimétricos, como es el caso de la relación con Venezuela, que se sitúa en una posición de dependencia de una (o ambas) de las grandes potencias. Segundo, Estados Unidos considera la relación de China con Venezuela como un elemento que forma parte del juego de competencia global entre los dos países (Esper, 2020). China es el "poder revisionista" que está desafiando la hegemonía de Estados Unidos y exportando su modelo autoritario, como lo señala la Estrategia de Defensa Nacional de Estados Unidos (Ministerio de Defensa de Estados Unidos, 2018). En este sentido, China también ha mostrado su creciente confianza como actor global, asumiendo, en el caso de Venezuela, el apoyo y defensa de la soberanía nacional del país sudamericano (Yi, 2021).

En la tarea de analizar estos dos intereses o temores estadounidenses, el presente artículo está dividido en tres secciones. La primera sección hace un análisis de la literatura referente a las relaciones triangulares, en general, y, en específico, a aquellas formadas por China, Estados Unidos y algunos países latinoamericanos. En la segunda parte, se analizan brevemente los intercambios económicos entre China, Estados Unidos y Venezuela, desde una perspectiva de las relaciones triangulares. La tercera sección hace un análisis más extenso de los acontecimientos político-diplomáticos que involucran a los tres países. Para completar el análisis, se presentan algunas consideraciones finales.

Relaciones triangulares entre países

El surgimiento de China como potencia mundial plantea interrogantes sobre su posible impacto en Estados Unidos como actual superpotencia. Es así que algunos autores advirtieron sobre el continuo ascenso de China como actor global en el sistema internacional y del reto geopolítico que esto implicaba para EE. UU. Entre ellos, autores como Fukuyama e Ikenberry (2008), y Rudolf (2006) identificaron este fenómeno como el reto geopolítico más importante al que se enfrentaría Estados Unidos en las próximas décadas. Otros pronosticaron que la relación entre China y el país norteamericano dominaría el futuro de la política internacional y produciría una eventual transición de un orden unipolar a uno multipolar (Bergsten, 2008; Gu; Humphrey; Messner, 2007).

Desde la dimensión de seguridad de las relaciones internacionales, existe la posibilidad de que se produzcan conflictos debido a las incertidumbres derivadas del cambio a un orden multipolar (Waltz, 1979). En este contexto, hay autores (Breslin, 2013; Layne, 2008; Mearsheimer, 2014) que van más allá y prevén futuros enfrentamientos entre Estados Unidos -como potencia hegemónica actual, aunque en declive- y China -como potencia emergente-. Esto se explica por los cambios en los patrones de costo-beneficio que incentivan la acción revisionista, para el caso de China, en el curso de una transición de poder (Gilpin, 1981; Kim; Gates, 2015; Organski, 1968; Organski; Kugler, 1980; Tammen et al., 2000); pero también del equilibrio (Ikenberry, 2002; Lieber; Alexander, 2005; Paul; Wirtz; Fortmann, 2004) y el sobreesfuerzo militar del poder titular (Kennedy, 1987). En consecuencia, los análisis académicos incluyen escenarios probables que van desde la confrontación militar entre China y Estados Unidos (Brzezinski; Mearsheimer, 2005) hasta conflictos intermedios entre China y Occidente por cuestiones económicas y geopolíticas (Kupchan, 2001).

En el presente artículo, sostengo que no cabe duda de que el creciente poder de China supone un reto geopolítico y geoeconómico para Estados Unidos. El estudio de las relaciones conflictivas entre los dos países poderosos estaría incompleto si no se adhiere el análisis del rol que podrían estar jugando terceros países. En este sentido, Venezuela es de especial interés, dada su ubicación geográfica dentro de la esfera de influencia directa de Estados Unidos, su política exterior abiertamente antiestadounidense y su creciente acercamiento a China, estableciendo las bases de una potencial relación triangular. En el ámbito académico, diferentes investigaciones anteriores han estudiado relaciones triangulares como la de China-Japón-Estados Unidos (Curtis, 2011; Dreyer, 2012; Park, 1986; Soeya; Wang; Welch, 2003), la de China-Taiwán-Estados Unidos (Womack, 2004; 2010; Wu, 2005), la de China-Oriente Medio-Estados Unidos (Alterman; Garver, 2008; Fulton, 2021), la de China-Europa-Estados Unidos (Cabestan, 2006; Rahim, 2005; Shambaugh, 2005), y las relaciones triangulares entre China, América Latina y Estados Unidos (Domínguez, 2006; Dussel-Peters; Hearn; Shaiken, 2013; Ellis, 2012; 2013; 2020; Paz, 2006; Roett; Paz, 2008; Serbin, 2016; Soliz-de Stange, 2015; Stallings, 2008; Tokatlian, 2007).

Asimismo, autores como Dittmer (1981), Goldstein y Freeman (1991), y Womack (2004) se han referido a la formación del triángulo estratégico y de las relaciones triangulares asimétricas. Mientas que Soliz de Stange (2015) se ha referido a la sincronización de las relaciones triangulares. El concepto de triángulo estratégico se refiere a tres estados de poder comparables. Dittmer (1981) propuso el concepto de triángulo estratégico basándose en el análisis de las interacciones entre China, la Unión Soviética y Estados Unidos durante la época de la Guerra Fría; además, elaboró un marco conceptual para los triángulos estratégicos e hizo un sistema de clasificación para ellos. Goldstein y Freeman (1991) también analizaron el comportamiento de China, la Unión Soviética y los Estados Unidos durante la Guerra Fría, midiendo cuantitativamente la cooperación y conflictos entre los mencionados países.

Entrando más concretamente en el estudio de las relaciones triangulares de China, Estados Unidos y países Latinoamericanos, ha habido interesantes aportes a la literatura en el análisis empírico de estas relaciones. Como lo mencioné anteriormente, de acuerdo con Ellis (2012), en 2006 se reconoció que la relación de China y Estados Unidos con los países latinoamericanos era una relación triangular. Esto había sido tácitamente reconocido a través del diálogo bilateral sobre asuntos de Latinoamérica que establecieron Thomas Shannon y Zeng Gang, representantes de la diplomacia de Estados Unidos y China, respectivamente. Con ello, se reconoció implícitamente que compartían intereses comunes en la región.

Gonzalo Paz (2006) advirtió sobre los conflictos potenciales entre China y Estados Unidos, dada la presencia del país asiático en la región. Por su parte, Tokatlian (2007) se mostró más positivo en su evaluación sobre esta relación triangular, reflexionando que Estados Unidos no tendría motivos para sentir temor frente a la presencia de China en la región. Stalling (2008) se refirió a la instrumentalización de la relación con China por parte de algunos países latinoamericanos, lo que ahora tiene especial relevancia si vemos la instrumentalización que hizo Venezuela de su relación con China. Sin embargo, Stalling (2008) veía, en general, el triángulo de China y Estados Unidos con países latinoamericanos mayormente como un triángulo de cooperación, coincidiendo con las apreciaciones de Tokatlian (2007). En aquel tiempo, aún se presentaba China como un poder que no quería desafiar la supremacía de los Estados Unidos.

Serbin (2016), por su parte, analizó la relación entre América Latina y el Caribe (ALC), China y Estados Unidos como un triángulo escaleno. Este tipo de triángulo hace referencia, principalmente, a la relación asimétrica que los países de ALC tienen con China y Estados Unidos. A esto se suma la heterogeneidad de los países de esta región, que hace imposible presentarlos como un actor en su conjunto, lo que produce constantes cambios en sus relaciones con los otros dos grandes poderes. En este sentido, si observamos el desarrollo de la relación triangular específicamente de China, Estados Unidos y Venezuela, veremos que es una relación triangular asimétrica. Al hecho de su asimetría, se suma que es una relación conflictiva, ya que el tiempo ha demostrado que no se ha logrado una cooperación a tres bandas en esta relación triangular. De hecho, intencionalmente o no, China podría haber profundizado la brecha en la relación entre Estados Unidos y Venezuela, lo que pasaremos a analizar en la siguiente sección, con énfasis en el aspecto económico.

Triángulo económico entre China, Estados Unidos y Venezuela

El aspecto comercial ha sido uno de los pilares del intercambio bilateral entre China y Venezuela, cuyo incremento es exponencialmente llamativo. Como mencionamos anteriormente, en 2001 ambos países firmaron su asociación estratégica, sin embargo, el comercio bilateral era prácticamente inexistente. Ese mismo año, China se encontraba en el puesto 37 de los destinos de las exportaciones de petróleo de Venezuela, llegando a alcanzar en pocos años el segundo puesto, aunque Estados Unidos siguió siendo el principal socio comercial de Venezuela hasta al menos 2018. Sin embargo, una de las razones del explosivo crecimiento de exportaciones del petróleo venezolano hacia el país asiático fue, en parte, la política exterior de Venezuela, a partir de 2004.

En el año 2002, el presidente venezolano Hugo Chávez fue víctima de un fallido golpe de Estado. Chávez responsabilizó al gobierno de Estados Unidos de participar en la planificación y puesta en marcha de este plan. Es así que un objetivo de la estrategia venezolana fue redireccionar las exportaciones de petróleo hacia nuevos mercados, lo que coincidió con la creciente demanda china de este recurso natural. Sin embargo, pese a los intentos venezolanos de intensificar sus exportaciones hacia China, el país asiático no lo incrementó totalmente. De acuerdo con el embajador de China en Venezuela, Ju Yijie (2005), China tenía la capacidad para redireccionar el petróleo, pero no vio la necesidad de hacerlo. De todos modos, se iniciaron los reclamos del gobierno de Bush, especialmente en contra de los contratos firmados por Venezuela con China, incluidas críticas contra el secretismo, las condiciones de pago y el creciente endeudamiento.

China y Venezuela establecieron la creación del llamado Fondo Pesado. Paulatinamente, Venezuela fue receptor de grandes cantidades de crédito chino, llegando a un monto aproximado de 62 200 millones de dólares americanos, en el período comprendido entre 2007 y 2021 (Gallagher; Myers, 2021). El gobierno venezolano tuvo acceso inmediato a capital, con la participación del Banco de Desarrollo de China, el Banco de Desarrollo Económico y Social de Venezuela, y el Fondo de Desarrollo Nacional, incluyendo la Corporación Nacional de Petróleo Unido de China y Petróleos de Venezuela. Esto consistió, básicamente, en la concesión de créditos a Venezuela a cambio de petróleo. Además, los préstamos chinos impusieron a Venezuela la obligación de comprar productos chinos, como maquinaria, así como los 18 buques petroleros para transportar el petróleo venezolano al país asiático. China también otorgó préstamos para proyectos sociales en Venezuela, como la construcción de viviendas sociales, que fueron adjudicadas a empresas constructoras chinas.

Los préstamos han sido el canal utilizado por China para convertir a Venezuela en un país dependiente financieramente de ella. Esa creciente dependencia se explica por 1) la falta de mecanismos de contrapeso institucional existentes entre los poderes internos de Venezuela; 2) el mal manejo de la economía interna por parte del régimen de Chávez y, posteriormente, de Maduro; y 3) la política estadounidense de imposición de sanciones al país latinoamericano. Por otra parte, si bien las mayores sanciones estadounidenses se dan a partir de 2019 y, por lo tanto, son posteriores a la mayor cantidad de los créditos chinos recibidos por Venezuela, la triangulación se da debido a las potenciales implicaciones geoestratégicas para los Estados Unidos. Por ejemplo, hay quienes alertan de que el impago de la deuda con China podría llevar a Venezuela a ceder la administración de sus puertos u otras instalaciones al país asiático, como ocurrió con Sri Lanka (Soliz de Stange, 2018). Algunos académicos han visto con escepticismo los préstamos chinos a Venezuela, por considerar que China ha tomado un gran riesgo en su relación con este país, ya que, precisamente, el país sudamericano puede verse imposibilitado de pagar dichos créditos, y China no tendría mecanismos para hacerlos efectivos, al menos no a corto plazo (Ferchen, 2019).

Pero indistintamente de la discusión sobre si la gran cantidad de préstamos a Venezuela ha sido una decisión acertada o no por parte de China, lo cierto es que estos créditos apoyaron fuertemente el mantenimiento de los programas sociales del régimen venezolano. Además, estos créditos fueron casi la única opción disponible del gobierno de Nicolás Maduro para acceder a recursos. Las instituciones financieras internacionales occidentales, en general, imponen ciertas condiciones previas como la buena gobernanza, la transparencia y otras similares a sus préstamos que el régimen venezolano aparentemente no puede cumplir. Los préstamos chinos se concedieron sin exigir este tipo de condiciones, lo que repercutió indirectamente en los objetivos de Estados Unidos con respecto a este país. Entre esos objetivos se encuentran la transparencia de la administración pública, reformas económicas, lucha antidrogas y, en general, el fortalecimiento de la democracia.

Por su parte, la inversión extranjera directa de China en Venezuela creció significativamente, especialmente en el sector de hidrocarburos y, en menor medida, en tecnología (Espinasa; Marchán; Sucre, 2015; American Enterprise Institute y Heritage Foundation, 2020). En 2006, la empresa china China National Petroleum Company (CNPC) recibió la autorización para participar en la perforación en la cuenca del Orinoco, específicamente en el bloque 4 Junín. A partir de ese momento, otras empresas de perforación se instalaron en Venezuela, como la Wison en 2012 y Sinpec en 2013 (American Enterprise Institute y Heritage Foundation, 2020). Venezuela ofreció, especialmente, mejores condiciones para la inversión de empresas chinas, como, por ejemplo, la posibilidad de repatriación de las utilidades, la garantía de la compra de productos chinos por parte de Venezuela y la autorización para que trabajadores chinos especializados pudieran trabajar en los proyectos en el país, entre otros (Brandt; Pina, 2019: 8). Por otro lado, los sectores en los que Estados Unidos tradicionalmente invirtió en Venezuela fueron: manufactura, compañías de holding y minería (U.S. Bureau of Economic Analysis, 2021). A diferencia de las condiciones que Venezuela ofreció para las inversiones chinas, en el caso de Estados Unidos se mantuvieron bajo normativa regular.

En el sector de inversión, cierta triangulación está presente, debido, por ejemplo, a la falta de igual trato entre empresas estadounidenses y chinas en territorio venezolano. Esto es parte de una política sistemática de Venezuela de trasladar su dependencia de Estados Unidos hacia China, aunque formalmente se trata de una política de diversificación de socios. Ventajas son otorgadas a empresas chinas, especialmente en el sector petrolero, pero también en otros, como infraestructura y telecomunicaciones. En esta triangulación no se encuentra evidencia de que China activamente manipulara su relación con Venezuela en función de reducir las inversiones estadounidenses; sin embargo, existe un paralelismo entre el aumento de las inversiones chinas en Venezuela y la reducción de las inversiones estadounidenses, dadas las restricciones impuestas por el país sudamericano.

Dentro de la relación triangular entre China, Estados Unidos y Venezuela, en el sector económico y teniendo en cuenta principalmente los préstamos e inversiones, se destacan al menos tres aspectos. Primero, Venezuela ha buscado activamente reducir sus relaciones económicas con Estados Unidos, incrementando su relación bilateral con China. Segundo, China ha tenido, mayormente, una actuación pragmática en su relación con Venezuela y, aparentemente, no ha intentado afectar de forma negativa la relación entre Estados Unidos y el país sudamericano. Sin embargo, los efectos en una relación triangular pueden ser directos o indirectos, y ser parte o no de objetivos de la política exterior de uno de los países integrantes del triángulo. En el caso de China, aparentemente no ha sido un objetivo de su política exterior el afectar la relación entre Estados Unidos y Venezuela en términos económicos. Pero lo cierto es que China, como socio alternativo de Venezuela, indirectamente ha brindado parte de las herramientas económicas necesarias a este país, apoyando la anhelada mayor autonomía económica venezolana frente a Estados Unidos. Las consecuencias, aunque sean no intencionadas por parte de China en su relación con Venezuela sobre la relación Estados Unidos-Venezuela, son parte de esta relación triangular. Tercero, la relación económica entre estos tres países forma una relación triangular marcadamente asimétrica, debido principalmente a los reducidos recursos económicos de Venezuela. Esto último no ha permitido que Venezuela pueda tener un impacto en la relación económica entre China y Estados Unidos. Finalmente, si este panorama de la relación económica triangular se da o no en el aspecto político-diplomático no es sobreentendido y, por ello, es parte del análisis de la siguiente sección.

El triángulo político-diplomático

Parece que las crecientes relaciones económicas entre China y Venezuela son el aspecto más visible, aunque solo uno de ellos. A pesar de que China, inicialmente, aseguró en su narrativa que no buscaba influir políticamente en Venezuela, esto se ha modificado recientemente al declarar que velará por la soberanía de este país (Yi, 2021). En un período relativamente corto, Venezuela y China fortalecieron sus relaciones bilaterales en materia de cooperación político-diplomática. La relación bilateral se ha intensificado con constantes intercambios de visitas oficiales de funcionarios de alto y mediano nivel, de Venezuela y China, la asociación estratégica, y el establecimiento de los mecanismos diplomáticos ad hoc, incluyendo las subcomisiones en los ministerios.

Dentro de la política exterior de Venezuela, la asociación estratégica con China se transformó en un instrumento de coordinación política bilateral, incluyendo todas las áreas prioritarias de la relación aparentemente bilateral. La intensificación de la relación entre estos dos países fue reforzada también por un boom de acuerdos bilaterales. China y Venezuela firmaron más de 300 acuerdos entre 2000 y 2010, los cuales evidencian las áreas de alto interés mutuo, que entre 2000 y 2002 estuvieron concentrados en áreas como cooperación en agricultura y créditos. Desde 2004, la relación bilateral se expandió hacia la coordinación política en instituciones internacionales, tomando este aspecto un rol central. También los acuerdos muestran el interés de incrementar la inversión y la cooperación energética, así como la cooperación tecnológica.

Diametralmente opuesta a la aproximación de China a Venezuela fue la posición de Estados Unidos con este país sudamericano: llena de condiciones, confrontación y exigencia. Estados Unidos ha acusado a Venezuela de experimentar una especie de cubanización, identificándola como una amenaza para los valores del hemisferio occidental, como la democracia, la libertad de prensa, la independencia de las instituciones y otras. Además de las sanciones económicas, Estados Unidos excluyó a Venezuela, por ejemplo, de los beneficios de la Ley de Promoción Comercial Andina y Erradicación de la Droga (APTA, por sus siglas en inglés). Mientras tanto, China no fue un actor que cuestionara la cubanización de Venezuela ni cuestionó ningún asunto interno del país. Opuestamente a Estados Unidos, como vimos, China aumentó regularmente los préstamos a Venezuela sin aparentes condiciones políticas.

A lo mencionado, se suma que el núcleo de la estrategia venezolana consistía en diversificar los socios, esto incluía nuevos socios económicos alternativos, pero, sobre todo, políticos. El gobierno venezolano identificó a Estados Unidos como la amenaza más peligrosa para su soberanía, lo que provocó un creciente deterioro de la relación político-diplomática, llevando a una ruptura completa de su relación diplomática bilateral en 2008. A partir de 2004, el presidente Chávez comenzó a expresar fuertes críticas a las políticas y acciones de Estados Unidos en Afganistán, Irak y otros países. Hugo Chávez también comenzó con una andanada de acusaciones contra el presidente George W. Bush por haber apoyado el intento de golpe de Estado en Venezuela en 2002.

El 12 de abril de 2002, Hugo Chávez fue arrestado en el marco de un golpe militar, y los militares del país anunciaron su renuncia. Los únicos países de la región que reconocieron a los golpistas como gobierno legítimo en Venezuela fueron Estados Unidos y Chile. China no se pronunció sobre esta situación, siguiendo su principio más estricto de no injerencia en los asuntos internos. En cambio, los demás gobiernos de la región denunciaron al nuevo gobierno instalado en Venezuela por ser inconstitucional. Unos días después, Hugo Chávez fue restituido en la presidencia del país.

Pero el presidente restituido radicalizó su discurso contra los imperialistas yanquis y se volcó abiertamente en la implantación de un proyecto socialista en Venezuela, al mismo tiempo que inició una confrontación diplomática pública con EE. UU. La radicalización de la revolución venezolana aumentó la aprehensión de los funcionarios estadounidenses, no solo por la puesta en marcha del socialismo del siglo XXI en Venezuela, sino también por la potencial influencia venezolana en América Latina, tanto en los procesos de integración como en los procesos electorales en la región. El país buscaba convertirse en una potencia regional y llevarle el modelo socialista, estrategia lanzada oficialmente en su Plan Nacional 2007-2013. Esta radicalización venezolana es clave para entender también por qué este país decidió apostar fuertemente a China y profundizar sus relaciones con ella.

Si bien la asociación estratégica bilateral entre China y Venezuela se firmó en 2001, es la radicalización interna y de política exterior venezolana la que empieza a alertar a los funcionarios estadounidenses sobre esta relación bilateral. Recién en 2005, los funcionarios estadounidenses identificaron la presencia china en la región como una especie de distorsión. Por ejemplo, Dan Burton ("China's Influence...", 2005), congresista de Estados Unidos, se refirió al ascenso de China en la región como un "serio desafío para EE. UU. en los próximos años". También Roger F. Noriega, subsecretario para el hemisferio occidental, dijo que Estados Unidos había estado monitoreando la presencia de China en América Latina. Afirmó, claramente, que el objetivo era "asegurar que esta actividad no vaya en contra de los objetivos de EE. UU. en la región y sea compatible con el progreso de este hemisferio, tan duramente conquistado, hacia la democracia representativa" ("China's Influence...", 2005). Es él mismo quien también señaló que Estados Unidos había observado que "la dimensión política de los contactos de China con algunos gobiernos del Hemisferio parece ser más importante que los contactos de China con otros gobiernos". Si bien no hay una mención directa a Venezuela, dada la coyuntura, se entiende que estas referencias se hacen principalmente teniendo en cuenta a Venezuela.

Desde el círculo académico empiezan también a emerger ciertos análisis sobre las implicaciones de las relaciones China-Venezuela para Estados Unidos. Por ejemplo, Gonzalo Paz (2006: 109) identificó el "juego chino" con Venezuela como arriesgado y un elemento que podría "enfadar fácilmente a Estados Unidos". Sin embargo, al mismo tiempo afirmó que China solo está "probando el agua, y siguiendo principalmente una lógica económica en este caso" (Paz, 2006: 109). Según Cheng y Shi (2008), China era consciente de que su acercamiento a Venezuela podría generar cierta aprensión en Estados Unidos y, por ello, limitó su relación con Venezuela privilegiando su relación con Estados Unidos. En ese tiempo, China actuaba tratando de evitar sospechas en el gobierno estadounidense, y negaba el interés político en América Latina, pero lo cierto es que China, en los hechos, siguió fortaleciendo las relaciones político-diplomáticas con Venezuela.

En 2007, el gobierno de Venezuela publicó su nuevo Plan Nacional 2007-2013. Entre otros puntos, este plan incluía la política de diversificación de socios como objetivo de seguridad nacional, no solo como mecanismo para promover un mundo multipolar. Venezuela anunció sus intenciones de mantener la diversificación del mercado petrolero, especialmente con China, Irán y Rusia, ampliando así sus alianzas con los miembros de la Organización de Países Exportadores de Petróleo (OPEP). Venezuela se convirtió en un adversario de la influencia estadounidense, y China ha jugado un rol importante dentro de la reforzada estrategia venezolana, aunque no necesariamente ha sido un papel activo, sino, más bien, en algunos casos y como consecuencia indirecta, ha afectado negativamente la relación entre Estados Unidos y Venezuela. A este punto volveremos más adelante.

Paralelamente, China y Estados Unidos experimentaron conflictos, en su mayoría, por temas relacionados con el comercio, los ciberataques y los asuntos político-diplomáticos. Por ejemplo, en 2001, por un lado, Estados Unidos criticó la violación de los derechos humanos por parte de China, y, por otro lado, dio la bienvenida a Chen Shui-Bian, presidente de Taiwán, en una visita a Estados Unidos, así como el apoyo público, por parte de Bush, al Dalai Lama. Estados Unidos clamó contra la creciente amenaza de los ciberataques chinos, acusó a China de enviarle virus informáticos y de la intención de sabotear el sistema informático del Pentágono. Por otro lado, China alegó contra la instalación del sistema antimisiles estadounidense para proteger a Taiwán. Pero uno de los incidentes más graves entre ambos países se dio con el incidente de Hainan.

El incidente de la isla de Hainan ocurrió en abril de 2001, cuando un avión chino se estrelló, como consecuencia de una maniobra durante la interceptación a un avión militar espía estadounidense, el EP-3 de la US Navy. El avión espía aterrizó con dificultad en Hainan y China lo retuvo, incluyendo a su tripulación. Posteriormente, Estados Unidos solicitó a China la liberación de su tripulación y la devolución del avión. A pesar de la delicada situación, Jiang Zemin tenía programado su primer viaje a América Latina, y decidió continuar con su visita a la región, incluida Venezuela. Según el Informe para el Congreso de Estados Unidos, "un primer indicador fue que Jiang se sentía lo suficientemente seguro de su posición y de su capacidad para tomar decisiones críticas que partió de Pekín, como estaba previsto, hacia América Latina el 4 de abril para un viaje de 13 días" (Kan, 2001: 11). Durante este viaje, el incidente de Hainan no fue mencionado por el presidente chino en absoluto, a pesar de que era un tema en pleno desarrollo entre China y Estados Unidos. Como resultado de este incidente, ambos países mantuvieron la distancia y no cooperaron en el sector de la defensa, al menos hasta 2006. Esto le dio a China el espacio para aumentar sus gastos militares, pero también para aumentar su presencia en todo el mundo, particularmente en América Latina y definitivamente en Venezuela.

En 2005, Venezuela puso fin a su cooperación militar con Estados Unidos. En 2006, Estados Unidos restringió la venta de equipos y servicios de defensa a Venezuela. Estados Unidos argumentó que Venezuela no se adhería a cooperar en la lucha contra el narcotráfico y otros delitos transnacionales. Según el informe estadounidense sobre terrorismo de 2006, "el presidente Hugo Chávez persistió en criticar públicamente los esfuerzos antiterroristas de Estados Unidos" (US Departamento de Estado, 2006). De acuerdo con este informe, la cooperación en la campaña contra el terrorismo por parte de Venezuela fue insuficiente. Por su parte, China inició también una cooperación militar con el país sudamericano, aunque no significativa inicialmente. Este desarrollo convirtió a Venezuela, desde 2011 hasta 2015, en el cuarto mercado más grande para la venta de armas de China, según el Instituto Internacional de Investigación para la Paz de Estocolmo (2019). El embargo de Estados Unidos a la venta de armas a Venezuela, por ejemplo, negándose a venderle repuestos para sus cazas F-16, impulsó al país sudamericano a buscar otros proveedores. China y Rusia fueron los dos socios disponibles a cooperar en este campo. En 2010, Venezuela recibió los primeros 18 Hongdu K-8W, aviones de entrenamiento y ataque ligero.

La relación entre China y Venezuela avanzó también hacia otros sectores no tan tradicionales, al menos para este último país. En enero de 2005, China y Venezuela establecieron un acuerdo para el sector aeroespacial que incluía la cooperación en materia de investigación y TT&C, el desarrollo de la industria de satélites y la formación profesional en el manejo de satélites, proporcionada por los chinos. En 2008, Venezuela creó la Agencia Bolivariana de Actividades Aeroespaciales (ABAE), con China como socio preferente y pilar más importante. Hasta ahora, la cooperación de Venezuela con China ha incluido el lanzamiento de satélites, la construcción de dos estaciones terrestres en Venezuela y la formación de profesionales (Noesselt; Soliz-Landivar, 2013).

Venezuela lanzó sus dos primeros satélites en 2008 (Venesat-1) y 2012 (VRSS-I). El Venesat-1 era un satélite de telecomunicaciones para ofrecer servicios de televisión e internet en Venezuela, construido por China Great Wall y lanzado en 2008 desde el Centro Espacial de Xichang, en la provincia de Sichuan, y estuvo en órbita desde 2009 hasta 2020, aun cuando su tiempo de vida útil estimada era de 15 años. En marzo de 2020, el Venesat-1 se salió de la órbita adecuada debido a problemas con sus paneles solares (Spacenews, 2020). En 2012 se lanzó el satélite Miranda, VRSS-1, desde el Centro de Jiuqian, en la provincia de Gansu.

En el sector aeroespacial, coindicen además ciertos eventos paralelos en la relación entre China y Estados Unidos. En 2006, Estados Unidos, bajo la presidencia de Bush, firmó la Política Nacional sobre el Espacio Aeroespacial. Este documento negaba a otros países el acceso al espacio exterior. La respuesta de China (Ríos, 2007) se dio en enero de 2007, cuando llevó a cabo una prueba antisatelital (ASAT, por sus siglas en inglés), destruyendo su propio satélite Fengyun-1C, pero creando residuos que redujeron la visión de los satélites estadounidenses. Además, con esto, China sentó un precedente: hizo conocer su creciente capacidad para contrarrestar el dominio de Estados Unidos en el espacio exterior. Sin embargo, China en ese momento aún estaba desarrollando sus capacidades aeroespaciales, y buscaba socios disponibles en todo el mundo. Por su parte, Venezuela basó toda su implementación de tecnología satelital en su cooperación con China, siendo el segundo país de la región en hacerlo, después de Brasil.

Retornando al análisis del sector político-diplomático, China y Venezuela siguieron profundizando su relación y, en 2014, ambos países elevaron su asociación estratégica a integral. En 2018, durante una visita de Nicolás Maduro a Beijing, el presidente chino Xi enfatizó que "China siempre ve y desarrolla los lazos sino-venezolanos desde una perspectiva estratégica y de largo plazo" (Xinhua, 2018, traducción propia). Diplomáticamente, China se convirtió en un actor vital en el sostenimiento del régimen de Maduro, quedado restringido el margen de maniobra del que gozaba Estados Unidos respecto a la situación de este país. China ha estado apoyando, indirecta, pero también directamente, la posición conflictiva y desafiante de Venezuela frente al país norteamericano, ya que recibe un apoyo diplomático más directo de China a partir de la política de una nueva era de China, vigente desde 2017. La situación venezolana se convirtió en un elemento más de la creciente confrontación diplomática entre China y EE. UU. Por ejemplo, las declaraciones del secretario de Estado, Mike Pompeo (2019), quien acusó a China de "ser hipócrita al pedir la no intervención en los asuntos de Venezuela. Sus propias intervenciones financieras han ayudado a destruir ese país". En respuesta a esta declaración, el embajador chino en Chile, Xu Bu (2019) comentó: "Pompeo ha perdido la cabeza".

Para finalizar esta sección, habría que mencionar que hay algunos aspectos de esta relación triangular que se diferencian de las características de la relación económica entre los tres países. La relación triangular político-estratégica toma nuevas dimensiones, especialmente debido a la política activa y de apoyo diplomático de China a Venezuela. Primero, al igual que en el triángulo económico, Venezuela adopta una política activa en contra de su relación diplomática con Estados Unidos, favoreciendo abiertamente su relación con China. El posicionamiento de esta relación está directamente ligado con el detrimento de su relación con Estados Unidos. Segundo, China posiciona a Venezuela como un factor más de controversia en su conflictiva relación diplomática entre este país asiático y Estados Unidos. Esto es especialmente cierto a partir de 2018, coincidiendo con la política exterior de una nueva era de China, impulsada por Xi Jinping. Venezuela se transforma en un instrumento utilizado por China para medir sus fuerzas con Estados Unidos en su propia región de influencia. Tercero, Estados Unidos y su persistente confrontación con Venezuela, irónicamente, reduce sus propias posibilidades de influencia en el país sudamericano. Cuarto, la relación triangular político-diplomática es menos asimétrica que la económica, principalmente porque Venezuela incrementa el conflicto en la relación China-Estados Unidos.

Consideraciones finales

No cabe duda de que el creciente poder y la presencia de China en Venezuela suponen un reto geopolítico para Estados Unidos. El avance de China en el país sudamericano ha reducido la influencia económica y política estadounidense en él, intencionalmente o no. La formación de la relación triangular ha sido, en gran medida, impulsada por la política exterior venezolana, a partir del gobierno de Hugo Chávez, que coincidió con las estrategias de política exterior de China y Estados Unidos. El inicio de una nueva era de la política exterior de China y una política estadounidense de mayor confrontación, especialmente durante el mandato de Donald Trump, van a ser claves para esta relación triangular. La estrategia venezolana fue posicionar a China como mayor socio económico y político, en detrimento de su relación con Estados Unidos, lo que China aprovechó, especialmente en el plano económico, e intentó mantener un bajo perfil en el sector político-diplomático, al menos, hasta el 2018.

Las relaciones económicas forman un triángulo asimétrico y de efectos indirectos. Es asimétrico, ya que Venezuela no logra afectar las relaciones económicas entre China y Estados Unidos. Tiene efectos indirectos, pues China es un instrumento de soporte de la estrategia venezolana, y aunque no se evidencia intencionalidad china de afectar la relación Estados Unidos-Venezuela en este aspecto, indirectamente lo ha hecho. La relación triangular político-estratégica es diferente a la económica, ya que esta es más simétrica y, además, incluye la intencionalidad de al menos dos de los países de afectar negativamente la relación del tercero. En este caso, Venezuela logra incrementar el conflicto diplomático entre China y Estados Unidos. China utiliza su relación con Venezuela como un instrumento más dentro de sus múltiples conflictos con Estados Unidos, a lo que se suma el no tan sutil mensaje de que también puede actuar dentro de la región de influencia directa estadounidense.

Retornando al título de este artículo, ¿ha habido un infiel en la relación triangular de China, Estados Unidos y Venezuela? Fuera de lo coloquial de la pregunta, las relaciones triangulares no admiten fidelidades. Esto principalmente por dos motivos. El primero es que los países actúan pragmáticamente siguiendo sus propios intereses, lo que no es diferente a la actuación en general de los países dentro del sistema internacional. Pero es el segundo motivo lo que es distintivo de las relaciones triangulares, y es que los efectos no son siempre directos e intencionados, sino que generan efectos indirectos para el tercer país, que pueden no ser calculados previamente, pero que deberían de considerarse más dentro de las decisiones de política exterior, especialmente en relaciones triangulares de interés.

La relación triangular entre China, Estados Unidos y Venezuela aún requiere de más análisis, considerando aspectos más detallados de diferentes sectores de la relación. Los hechos muestran que, a partir de 2017, hay un enfrentamiento comercial y diplomático cada vez más intenso entre China y Estados Unidos, y que aún está lejos de desaparecer. Estamos frente a un escenario de transición del poder global, en el que América Latina, en general, y Venezuela, en particular, son también actores y arena donde se desarrollan estas disputas. La perspectiva de las relaciones triangulares puede facilitar el análisis del rol que juegan estos terceros países.

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* El artículo forma parte de la línea de investigación de la autora sobre relaciones triangulares entre países, que se enfoca principalmente en las relaciones entre América Latina, China y Estados Unidos. Financiado con recursos propios.

1 Sobre las relaciones diplomáticas entre China y Venezuela, ver Molina-Medina (2018). Sobre la relación bilateral entre China y Venezuela, incluyendo la relación económica y política a partir de 1999, ver Briceño-Ruiz y Molina-Medina (2020).

Cómo citar/How to cite Soliz-de Stange, Ana (2022). ¿Hay un infiel en la relación triangular de China, Estados Unidos y Venezuela? Revista CS, 37, 37-62. https://doi.org/10.18046/recs.i37.5230

Recibido: 16 de Noviembre de 2021; Aprobado: 01 de Marzo de 2022

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