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Print version ISSN 2011-0324

CS  no.37 Cali May/Aug. 2022  Epub Sep 15, 2022

https://doi.org/10.18046/recs.i37.5108 

Artículos

Paraguay y Rusia: dinamismo y límites del diálogo*

Paraguay and Russia: Dynamics and Limits of the Dialogue in the 21st Century

**St Petersburg University (San Petersburgo, Rusia) Maestra en Estudios Americanos, estudiante de doctorado. Correo electrónico: k.konovalova@spbu.ru

*** St Petersburg University (San Petersburgo, Rusia) Doctor en Historia, profesor titular, profesor de la Academia Rusa de Ciencias. Director del Centro de Estudios Iberoamericanos de la Universidad de San Petersburgo (Rusia). Correo electrónico: jeifets@gmail.com


Resumen

El propósito de la publicación es identificar la evolución y características específicas de la cooperación entre Paraguay y Rusia, en el siglo XXI. En el estudio, se aplican los métodos científicos generales, descripción histórica y comparación, análisis estructural y sistémico que permiten examinar a fondo el desarrollo del diálogo paraguayo-ruso, ubicándolo en el amplio contexto regional e internacional. El análisis abarca tres puntos temáticos: línea global de Paraguay y política latinoamericana de Rusia, con el foco en probables motivos y circunstancias de su convergencia; trayectoria general del diálogo del Paraguay poststroessnerista con Rusia; y camino a la alianza estratégica entre ambos países durante la presidencia de Mario Abdo Benítez y sus obstáculos. Los principales resultados consisten tanto en mostrar el desarrollo y los límites del acercamiento paraguayo-ruso como en encontrar factores determinantes del dinamismo del diálogo entre países y sus perspectivas.

PALABRAS CLAVE: Paraguay; Rusia; relaciones bilaterales; asociación estratégica; América Latina

Abstract

This paper aims to identify the evolution and characteristics of the relation between Paraguay and Russia in the 21st century. The study uses general scientific methods, historical description and comparison, and structural and systemic analysis that allow an in-depth examination of the development of the Paraguay-Russia dialogue within the broad regional and international context. The analysis encompasses three topics: the global policy of Paraguay and the Latin American policy concerning Russia focused on the probable reasons and circumstances of their convergence; the general trajectory of the dialogue of the post-Stroessnerist Paraguay with Russia; and the road to the strategic alliance between both countries during the presidency of Mario Abdo Benitez and its obstacles. The main results show the development and limits of the Paraguay-Russia relations and present some determining factors of the dynamism of this dialogue and its perspectives.

KEYWORDS: Paraguay; Russia; Bilateral Relations; Strategic Partnership; Latin America

Introducción

El presente artículo se centra en las relaciones entre Paraguay y Rusia en el siglo XXI. En nuestra opinión, este diálogo bilateral tiene dos aspectos principales que deberían estimular la atención académica hacia él.

El primero es la propia lógica del desarrollo de estas relaciones bilaterales. Analizando la presencia actual de Rusia en América Latina, los científicos suelen aplicar la metáfora del "retorno" ("A COHA Report...", 2007; Dall'Agnol; Perius-Zabolotsky; Mielniczuk, 2019; Jeifets, 2015; Pastor-Gómez, 2019; Rouvinsky, 2017; Rouvinsky; Jeifets, 2022), lo que permite interpretar el rumbo ruso en la región como motivado por los deseos de revivir el poderío del imperio soviético o por las intenciones de apoyarse en los actores latinoamericanos para la reconstrucción de Rusia como gran potencia en el mundo posbipolar. El modo en que Rusia elige a sus socios clave en la región normalmente sí fundamenta dicha óptica: la mayoría de las asociaciones hechas por Moscú en la región ha sido con los países gobernados por las fuerzas de izquierda y centroizquierda, o naciones más influyentes, en el sentido geopolítico y geoeconómico: Venezuela, México, Argentina o Brasil.

La cooperación de Rusia con Paraguay es especial porque no está asociada a la metáfora del "retorno". Durante el período soviético no hubo lazos diplomáticos entre Moscú y Asunción, y la URSS no acumuló ninguna experiencia positiva de interacción con Paraguay. En el siglo XXI, Paraguay, a diferencia de varios de sus vecinos suramericanos, no ha experimentado en profundidad los efectos de la "marea rosa" y, dada la hegemonía de su tradicional y conservadora Asociación Nacional Republicana-Partido Colorado en el poder -a excepción de Nicanor Duarte (2003-2008) y Fernando Lugo (2008-2012)-, no se ha sentido ni parte ni simpatizante del campo del "socialismo del siglo XXI". Al mismo tiempo, siendo el país chico y uno de los menos desarrollados, difícilmente puede considerarse un socio de gran capital simbólico para los que busquen acrecentar su peso global. Sin embargo, en las décadas de 2000 y 2010, el diálogo entre Moscú y Asunción ha pasado de los contactos episódicos al comercio intensivo1 y una amplia gama de iniciativas prometedoras no comerciales. En 2018, los gobiernos declararon la preparación del acuerdo de alianza estratégica.

El segundo aspecto está relacionado con el rumbo internacional del propio Paraguay. Este minoritario actor de la región, por las circunstancias históricas y geográficas, siempre ha sido muy dependiente de las constelaciones de poder, cooperación y confrontación en su alrededor suramericano. Hoy, la región se está atomizando, tanto por los procesos de desintegración y extinción de los liderazgos venezolano y brasileño, como por aislamientos y egocentrismos nacionalistas por culpa de la pandemia del Covid-19. Ante este panorama, por un lado, se puede suponer que los actores pequeños y medianos tendrían más estímulos para dinamizar sus lazos globales, y, por otro, que sus líneas de política exterior podrían ejercer más influencia en el espacio regional. Por tanto, analizar la interacción de Paraguay con un actor extrarregional tan significativo como Rusia, en las condiciones actuales, parece de interés no solo como fin en sí mismo, sino también en el contexto más amplio de la región y su dinámica interna y externa.

Como ya hemos indicado, el tema de las relaciones paraguayo-rusas actuales es raramente tratado por los académicos; ciertas excepciones, más bien enfocadas en específicas esferas o detalles del mencionado diálogo, representan las obras de la economista paraguaya María Antonella López Cabral (2018), del politólogo norteamericano Evan Ellis (2018), y de expertos rusos como Pyotr Yákovlev (Яковлев, 2017: 21-22; 2021: 216), Nadezhda Kudeyárova (Кудеярова, 2018), y Valériya Ryzhkova y Alexandra Koval (2018). Por ende, nuestro trabajo puede considerarse el primer intento del análisis integrado de las relaciones entre Paraguay y Rusia en el siglo XXI, además, inscrito en los contextos del rumbo global del país suramericano y de la estrategia latinoamericana de Rusia.

Metodología y materiales

El texto se concibe como un análisis histórico y político, que presupone dos interpretaciones del sujeto de estudio. Por una parte, la interacción paraguayo-rusa es vista como un proceso histórico objetivo, representado por los hechos e iniciativas de cooperación entre dos países. Por otra parte, la vemos como un problema político. En este sentido, se interpreta, en primer lugar, desde la óptica de los significados y valores que le atribuyen los participantes del diálogo. En segundo lugar, dicho diálogo puede ser estructurado según las "preocupaciones" (Дегтерев, 2010) puestas en él por las partes interactuantes, teniendo en cuenta las tareas y metas más generales de sus rumbos internacionales.

Para analizar las relaciones paraguayo-rusas como un fenómeno histórico, utilizamos la descripción, explicación y comparación histórica, recurrimos a datos estadísticos y documentos. En nuestro trabajo, la interacción paraguayo-rusa se observa como un complejo funcional dividido en varias esferas, afectado por el contexto interno (por ejemplo, la situación política en Paraguay) y entorno externo (formación de multipolaridad, confrontación entre Rusia y Occidente, etc.). Esto requiere aplicar los análisis estructural y sistémico, estrechamente correlacionados (Easton, 1957: 385-387; Цыганков, 2013). Finalmente, la atención a las interpretaciones proporciona un enfoque especial en los textos de opinión: declaraciones de políticos, así como una serie de entrevistas en profundidad con expertos teóricos y profesionales, recopilados por nosotros en el marco del proyecto de investigación El Paraguay contemporáneo en el sistema de las relaciones internacionales.

Política global de Paraguay y Rusia en América Latina

La cuestión de si Paraguay tiene una línea global autónoma en su política exterior es, en sí misma, una discusión. Se pueden distinguir dos puntos de vista básicos. Uno, compartido, por ejemplo, por Nadezhda Kudeyárova (comunicación personal, 16.12.2020) o el politólogo argentino Orlando Aguirre Martínez (comunicación personal, 01.12.2020), enfatiza que Paraguay es principalmente un actor regional, cuya presencia internacional está formada por su pertenencia al grupo Mercosur y una alianza históricamente arraigada con Estados Unidos. Otro punto de vista, presentado, entre otros, por los expertos del destacado think tank paraguayo -Centro de Análisis y Difusión de la Economía Paraguaya (CADEP)- Lucas Arce (2011), Fernando Masi y Gustavo Rojas (2019), consiste en que la línea global existe, pero es más una oportunidad que una estrategia. Ella aparece junto con la consolidación democrática y con esfuerzos de gobiernos para acrecentar materiales y recursos simbólicos para el desarrollo y la diversificación de las relaciones internacionales del país, que tradicionalmente están muy afectadas y restringidas por los lazos asimétricos con dos gigantes vecinos, Argentina y Brasil, y EE. UU. como el mayor referente del sistema panamericano y del Occidente global.

En nuestra opinión, lo más preciso sería combinar ambas percepciones. Por un lado, las alianzas en su cercano vecindario y con Washington son importantes para Paraguay, no solo en el contexto bilateral, sino también como plataformas para ingresar en la arena global y adaptarse a su dinamismo. Así, la apuesta por el liderazgo estadounidense y los procesos integracionistas en Mercosur, en los noventa, dieron forma a la inserción del Paraguay poststroessnerista en el orden unipolar del liberalismo ganador en la Guerra Fría.

En la década de los 2000 y principios de los 2010, Asunción optó por seguir las iniciativas industriales, infraestructurales e integracionistas de las administraciones de Lula y Dilma Rousseff, que fomentaban el liderazgo regional de Brasil y creaban el espacio de su proyección neodesarrollista en América del Sur (Gomes-Saraiva, 2012). Aunque, como ya se ha mencionado, Paraguay no ha sido un sistemático adherente al ideario social-progresista y soberanista de las (centro)izquierdas latinoamericanas, su participación en los proyectos de diversificación de la agenda de Mercosur con temas de estabilidad democrática, lucha por las mejoras económicas y sociales, desarrollo sostenible, y creación de la Unasur como espacio del consenso político e identidad subregional, han fortalecido su visión del mundo multipolar y policéntrico. Este efecto no se ha limitado a los gobiernos de índole progresista de Duarte y Lugo, sino que ha ampliado de cierto modo la filosofía internacionalista de varios partidos y fuerzas políticas del país, incluidos los colorados. Finalmente, desde la segunda mitad de la década de 2010, los estrechos vínculos con Estados Unidos, inevitablemente, han puesto a Paraguay en el contexto de la confrontación chino-estadounidense, predeterminando el lado que deba tomar.

La atención especial a los gigantes vecinos suramericanos y a Washington se asocia con una profunda dependencia tanto económica-estructural como de pensamiento político. Por supuesto, en relación con EE. UU., el factor de dependencia para el rumbo global de Paraguay es de particular importancia. La orientación hacia Washington como buque insignia del conjunto mundial de las democracias y principal fuente de prosperidad para América Latina fue creada por la dictadura del general Stroessner, para la cual los lazos con el país norteamericano eran clave para su supervivencia. Como demuestran Mora y Cooney (2007: 231-259), esta filosofía fácilmente se trasladó a la realidad democrática del país debido a dos factores. Por un lado, Estados Unidos continuaba siendo una fuente colosal de apoyo político, legitimizador y dador de ayuda económica para los gobiernos posdictatoriales. Por otro lado, el Partido Colorado, tradicionalmente interesado en la alianza estratégica con Estados Unidos, se mantenía en el poder.

Podemos decir que, hoy día, la alianza con Washington tiene 3 funciones para el posicionamiento internacional de Paraguay. Primero, sigue siendo una de sus principales prioridades globales. Segundo, contribuye a la preservación de valores de derecha política (economía desregulada del capitalismo libre, conservadurismo social y espiritual, velación por la globalización neoliberal) en el corazón de la proyección internacional de Paraguay. Tercero, sustenta algunos otros temas y enfoques de la política global de la nación guaraní, como el no reconocimiento de la República Popular de China (a pesar de la cada vez más considerable presencia de Pekín en América Latina), la asociación estratégica con Taiwán, y amistades con Israel o monarquías proestadounidenses del Golfo Pérsico.

Sin embargo, en las condiciones contemporáneas, Asunción opta por el imperativo de desarrollar relaciones diversificadas con varios Estados y regiones, ya que ayudan a incrementar la general proactividad de la política exterior del país y mejoran su imagen internacional. Además, descubren nuevos mercados para la promoción de productos nacionales y fuentes de recursos para el crecimiento económico, reduciendo costos de la mediterraneidad, aspecto en el que la administración de horacio Cartes (2013-2018) tuvo un especial foco (Rojas; Masi, 2019: 59-69). La presencia global de Paraguay se construye dentro de modelos Sur-Norte y Sur-Sur, y no cancela las asociaciones de primera importancia con los vecinos y Washington, sino que las complementa en pos de acrecentar la gama de alternativas en la escena internacional.

Teniendo en cuenta lo anteriormente dicho, el análisis de las perspectivas del acercamiento entre Paraguay y Rusia debe ser multifacético. Antes que nada, es de tratar el grado de universalismo en la política latinoamericana de Moscú, que predestinaría su interés hacia unos pesos minoritarios y no solamente considerables polos de poder en la región. Desde aquí se deriva la cuestión general de los intereses de Rusia en América Latina y los principales canales e instrumentos para proyectarlos. Aunque las tensiones entre Rusia y el Occidente pos-Crimea sí representan un punto de inflexión en el acercamiento actual entre Rusia y América Latina, la línea rusa hacia el continente es más bien multidimensional y de sólidas bases históricas formadas ya en la era postsoviética. La política latinoamericana de Rusia hoy combina la adaptabilidad a ciertos desafíos sistémicos, o sea, la "humillación geopolítica" tras su derrota en la Guerra Fría (Serbin, 2019: 53), intentos de aislarla militarmente (con la expansión de la OTAN), en lo económico y en lo que respecta a su reputación por parte de EE. UU. y potencias europeas (Garay-Vera, 2010; Villar, 2014: s.p.), y las tareas del reposicionamiento en la multipolaridad altamente competitiva (Jeifets, 2020; Rodríguez-Hernández, 2020). De ello se deduce que, acercándose a América Latina, Rusia satisface sus intereses tanto prestigiosos como vitales, que están muy entrelazados.

En definitiva, para Rusia, los países de América Latina no son ni prioridades económicas clave ni fuentes de amenazas inmediatas a su seguridad nacional. No obstante, lo que puedan proporcionar los lazos con dicha región para Moscú -es decir, expansión de sus vínculos globales comerciales y técnico-militares, formación de una visión solidaria de la multipolaridad como óptima configuración del mundo, fortalecimiento de la primacía del derecho internacional y la ONU- le serviría en las tareas muy esenciales, como incrementar su propia competitividad económica y promover sus productos de alta tecnología (Яковлев, 2017), construir nuevas alianzas y superar estigmas que le ha impuesto Occidente, además de garantizarse un puesto de stake holder del orden global.

Esto es lo que distingue la línea rusa, en la región, de la política soviética, centrada en la lucha ideológica y presión sobre Estados Unidos como principal rival en la bipolaridad, que era más predecible y segura para la URSS de lo que el entorno global del siglo XXI es para Rusia. Según explican Jeifets (2015: 98-103) y Rouvinski (2020), la presencia rusa actual en América Latina es más universal en sus objetivos y valores, y más multidireccional, en el sentido de las herramientas que aplica, de lo que era durante los tiempos soviéticos. Hoy día, se basa en lazos comerciales no limitados a los sectores de energía y armas, en el sector de información y medios de comunicación, incluso un canal de diplomacia cultural y humanitaria, aunque todavía incipiente. Se apoya tanto en la diplomacia presidencial y personal como en los mecanismos institucionales (comisiones intergubernamentales, diálogo de parlamentos y estructuras multilaterales). En este contexto, todas las naciones latinoamericanas caen potencialmente en el campo de interés de Rusia, sin exclusiones por la ideología o peso relativo en la región.

Otra cuestión que se debe tener en cuenta, al analizar la interacción paraguayo-rusa, es qué tanto Rusia es capaz de construir asociaciones con los actores de América Latina, teniendo en cuenta las constelaciones de poder e influencia ya plasmadas en el continente y el factor Estados Unidos. A juzgar por las declaraciones de los propios diplomáticos rusos (“Политика России…”, 2009; Рябков: “Вашингтону свойственно устраивать истерики в стилистике капризного ребенка”, 2018), Moscú, por un lado, quisiera dejar claro que su política latinoamericana no está dirigida contra nadie, y la presencia de Rusia en el continente es simplemente un síntoma de multipolaridad (Сербин, 2016: 28). Por otro lado, no acepta considerar a América Latina como la esfera de intereses exclusivos de Washington, lo que casi en ningún aspecto se traduce en su real capacidad para desafiarlo allí. Sin embargo, la percepción de Rusia como una directa amenaza para los intereses estadounidenses en América Latina, últimamente, forma parte indispensable de la visión de la Casa Blanca. Se extiende mucho más allá de los casos de Cuba o Venezuela, y hace del acercamiento entre varios gobiernos latinoamericanos y Moscú la opción más arriesgada para ambas partes.

Es menester añadir que los propios actores latinoamericanos también tienen sus visiones específicas sobre la presencia de Moscú en el espacio geopolítico regional, y esto, a su vez, afecta las oportunidades rusas en la región. Por ejemplo, a pesar de varias especulaciones, hasta ahora no existe información fidedigna sobre las bases militares de Rusia aceptadas por los gobiernos regionales. Puede recordarse también la solicitud, realizada por Moscú y nunca satisfecha, de estatus de observador en el Consejo de Defensa Sudamericano (CDS), en el que, aunque por exageración, se veía a la OTAN Sudamericana. El pensamiento geopolítico-estratégico de las naciones suramericanas, y Brasil como principal inspirador y eje de la CDS, obstaculizó tal opción (Quintanar; López, 2008; Хадорич, 2013: 43).

¿Cuáles son las oportunidades para el diálogo bilateral entre Paraguay y Rusia, en las circunstancias descritas? Sobre todo, ambos países pueden servir de diversificadores de las relaciones externas de cada uno, dada su orientación a la búsqueda de nuevas áreas de cooperación comercial y económica, ampliación de espacio para conducir una política más proactiva y -en el caso de Rusia- asertiva. Además, su diálogo representaría una cooperación pragmática. Sería importante tanto para Asunción, que busca acrecentar su perfil global sin sacrificar el ideario de sus administraciones de derecha y alianzas ya construidas en la región y el hemisferio, como para Moscú, que necesita alejarse de las asociaciones históricas negativas con la cruzada comunista de la URSS en América Latina. Con pocas capacidades de Rusia para competir con los intereses estadounidenses o de tradicionales socios suramericanos en Paraguay, esta cooperación corroboraría la tesis de que la política latinoamericana del gigante eurasiático no está dirigida contra nadie.

Trayectoria del diálogo entre Paraguay y Rusia en el siglo XXI

En 1992, se reanudaron las relaciones diplomáticas entre Paraguay y la Federación Rusa, rotas durante el período soviético. El acuerdo básico sobre amistad, comercio y cooperación fue firmado en 2000. Sin embargo, en la década de 1990 y a principios de la de 2000, los contactos interestatales fueron esporádicos o poco intensivos, lo que permitiría aseverar que construir lazos con Rusia era, en esos tiempos, un elemento más bien formal del proceso de inserción del Paraguay posdictatorial en el mundo.

La historia de la embajada de Paraguay en Moscú parece bastante característica en este sentido. Por primera vez se instaló en 1997, pero un año después dejó de funcionar y reanudó sus actividades solo en 2005. En cuanto a las razones de tal situación, debe recordarse lo que pasaba en esos tiempos en Paraguay. La segunda mitad de los noventa y el comienzo de los 2000 coincidían, en este país, con un caos político y profundos problemas económicos como resultado de la tambaleante legitimidad de los primeros gobiernos civiles y sus reformas de tipo terapia de choque. En este contexto, la proyección internacional de los gabinetes de Juan Carlos Wasmosy (1993-1998), Raúl Cubas Grau (1998-1999) y Luis González Macchi (1999-2003), en mayor medida, se limitaba a las tareas "de salvavidas" (Abente, 2017: 184), y se centraba en aquellos socios globales que pudieran brindar asistencia económica o sustento de supervivencia política a los gobiernos. En el mundo unipolar, con la Guerra Fría recién terminada y en comparación con Estados Unidos, la Unión Europea o incluso Japón -en cuya ayuda económica Asunción había confiado desde la era stroessnerista-, Rusia no era un actor referente y no se podían depositar tales esperanzas en ella.

Por su parte, la Federación Rusa abrió la misión diplomática en Asunción en diciembre de 2008; antes de este momento, fue representada por su embajador en Argentina concurrente en Paraguay. Según se deriva del estudio de Gustavo Rojas y Fernando Masi (2019: 39-59), tal paso podría ser fruto de los cambios que Moscú había notado en la proyección internacional del país suramericano, bajo las administraciones del colorado progresista Nicanor Duarte y del centroizquierdista Fernando Lugo. Dichos cambios consistían en el aumento general -en comparación con el período anterior- de la proactividad internacional de Paraguay, su crecido y más enérgico interés hacia la integración en América Latina, y los lazos con varios actores tanto regionales (p. e., Venezuela bolivarianista) como globales (p. e., China continental), que estaban en desacuerdo con el monopolio global estadounidense.

En cierto modo, esta tesis parece estar en sintonía con lo expresado por altos funcionarios rusos respecto a América Latina, en general. Es decir, el canciller Serguei Lavrov, en noviembre de 2008, dijo: "la llegada al poder en varios países del continente de nuevos líderes y su deseo de fortalecer una línea independiente en política exterior (...) abre más oportunidades para el desarrollo de nuestras relaciones" (Лавров: связи с Латинской Америкой не направлены против третьих стран, 2008). Pero, definitivamente, en aquellos tiempos, Rusia no tenía un enfoque especial en Paraguay. Esto hace pensar que su acercamiento a este país más bien se debía a la intensificación general de su política latinoamericana, observada desde finales de la década de 2000 (Mansilla-Blanco, 2018).

Al ver la estadística, debemos recalcar que, durante casi todo el período de las relaciones reanudadas después de 1992, el comercio bilateral entre Paraguay y Rusia ha correspondido al patrón "periferia-semiperiferia" (López-Arévalo, 2018: 82-88), es decir, Paraguay abastece a Rusia de productos agrícolas y Rusia le vende los fertilizantes químicos, artículos de la madera, celulosa y papel, combustibles y metales (ITC Trade statistics for international business, s.f.). Para Paraguay, mientras tanto, las ganancias clave en el vector ruso han consistido en, primero, poder acrecentar considerablemente sus ventas agrícolas y alimenticias: gracias, en mayor medida, a la exportación paraguaya,

entre 2004 y 2014 el comercio bilateral aumentó casi 48 veces y se acercó a la marca de $1.2 mil millones, llegando a ser una de las cifras más altas del comercio entre la Federación de Rusia y las naciones de América Latina. (Яковлев, 2021: 216)

Para anotar la evolución del comercio bilateral entre Paraguay y Rusia, frente al contexto general ruso-latinoamericano, se propone consultar la Figura 1.

Fuente: elaboración propia con base en ITC Trade statistics for international business (s.f), Para Colombia, Perú y Ecuador los datos para 2021 aún no están disponibles.

FIGURA 1 Comercio bilateral entre Rusia y sus mayores socios latinoamericanos 

Asimismo, Paraguay ha comercializado con éxito -sacando ventaja del embargo Rusia-UE en función desde 2014- su producto estrella: carne bovina. Entre 2006 y 2017, por ejemplo, el mercado ruso representaba del 20 al 65 % de toda la carne vendida por Paraguay al mundo (López-Cabral, 2018: 47), y hasta las últimas complicaciones, debidas al enfrentamiento ruso-ucraniano y sus consecuencias internacionales a partir de febrero-marzo de 2022, este país ha sido uno de los principales suministradores de productos cárnicos al enorme mercado ruso (Observatory of economic complexity, s.f.).

Por parte de Rusia, la diversificación de sus exportaciones a Paraguay, con bienes industriales y de alta tecnología, ya parece una tendencia, aunque todavía muy incipiente: solo en 2015-2017 surgieron en su nomenclatura los productos automotrices, turbinas, calderas, equipos eléctricos (ITC Trade statistics for international business, s.f.). Ante tal panorama, Moscú podría apostar por el sector de inversiones y cooperación científica y técnica. En la segunda mitad de la década de 2010, una serie de acuerdos intergubernamentales y memoranda de cooperación fueron suscritos, con el fin de promover el diálogo en varios temas: la energía de hidrocarburos y renovable, modernización de la infraestructura de transportaciones de gas en Paraguay, el uso pacífico -sobre todo, en agricultura y medicina- del átomo. Sin embargo, hasta ahora, las mencionadas iniciativas con Gazprom o Rosátom no han tenido serio progreso práctico.

En octubre de 2017, una delegación de Rusia, presidida por el ministro de Industria y Comercio, Denís Mánturov, comunicó los planes para crear una zona industrial rusa en el país guaraní (Яковлев, 2021: 216). Esta iniciativa sonó muy prometedora. En primer lugar, las empresas rusas buscaban trabajar en el marco del régimen de maquila en Paraguay, organizando cadenas productivas conjuntas con la industria de este país, que, en sí mismo, representaría una colaboración económica profunda y compleja. En segundo lugar, había intenciones de que los capitales y know how tecnológicas rusas podrían incorporarse en los procesos enteros de la industrialización de Paraguay. Autoridades paraguayas, por conducta del entonces canciller, Eladio Loizaga, agradecieron el entusiasmo de los rusos, pero no precisaron sobre la zona industrial ("Rusia pretende instalar...", 2017). Al final, este proyecto también se quedó en el aire.

En el contexto de contraste entre expectativas y resultados, además, parece de interés el caso de la cooperación técnico-militar entre ambos países. En 2010, el gobierno de Lugo, en respuesta a las iniciativas de Moscú, contemplaba la posibilidad de cooperar con Rusia en las esferas de seguridad y defensa ("Paraguay y Rusia exploran.", 2010). Pero el primer acuerdo formal bilateral en estos ámbitos solo se alcanzó siete años después: en 2017. En su texto, se proclamaba la posibilidad de cooperación en el entrenamiento del personal militar, intercambio de mejores prácticas, participación en maniobras conjuntas e incluso asistencia mutua en operaciones antiterroristas (Congreso de la Nación Paraguaya, 2017). Pero, a juzgar por las evaluaciones de funcionarios políticos, la suscripción del acuerdo solamente abría un largo camino por recorrer: en abril de 2019, la viceministra de Defensa de Paraguay, Gladys Pecci, admitió que "el estado actual de la relación técnico-militar con Rusia es muy incipiente todavía", y habló sobre "la capacitación de recursos humanos" como posible primer paso ("Paraguay empieza...", 2019).

A diferencia de la mayoría de sus vecinos de la región, Paraguay nunca ha firmado contratos para comprar armas rusas. Se pueden suponer varias causas de tal línea. Por un lado, podrían ser las presiones estadounidenses o los temores de que ocurran, dado que el tema de ambiciones de la industria militar de Rusia en Paraguay, especialmente con el acuerdo de 2017, llegó a ser un foco de atención de Estados Unidos (Ellis, 2018). Asimismo, podrían jugar su rol las opciones de extraterritorialización de las sanciones de Washington contra el sector militar industrial ruso. Por otro lado, existirían motivos de simple competencia comercial. Es notable que, precisamente en los tiempos de Duarte y Lugo, China continental -sin establecer relaciones diplomáticas- llegó a ser, junto con EE. UU. y Brasil, uno de los importantes proveedores de armas de Paraguay (Observatory of Economic Complexity, s.f.). Frente al contexto de superposición inevitable de los intereses de Moscú y Pekín en varios mercados latinoamericanos (Jeifets, 2020: 528-529; Serbin, 2019: 150-175), Paraguay, donde el factor China es formalmente poco perceptible, proporcionaría más espacio a la presencia rusa, según opinan los expertos (Nadezhda Kudeyárova, comunicación personal, 16.12.2020; funcionario de la Cancillería rusa, comunicación personal, 30.03.2021). No obstante, el ejemplo citado parece socavar esta tesis.

Las interacciones política y diplomática entre Paraguay y Rusia, así como la económica, se han intensificado desde la segunda mitad de la década del 2000. Sus principales apoyos, en el siglo XXI, han sido el diálogo interparlamentario (incluidos los lazos entre Parlasur y Rusia) y reuniones de los ministros. Dentro de la gama de socios latinoamericanos de Moscú, Paraguay representa un raro caso sin instalar una comisión intergubernamental de alto nivel. La opción de crearla se ha discutido varias veces y, por ahora, el progreso depende de los pasos de las autoridades paraguayas. Como nos comentó un funcionario de la Cancillería rusa (comunicación personal, 30.03.2021), cuyo nombre debemos mantener en reserva, la ausencia de la comisión intergubernamental de alto nivel representa un serio problema, ya que los países no cuentan con una plataforma a la vez universal y flexible para trazar un curso integral de cooperación y seguir la puesta en práctica de varias iniciativas anunciadas.

Como se desprende de las declaraciones oficiales, Asunción y Moscú, en sus relaciones, parten de la compartida visión por la supremacía del derecho internacional y el papel coordinador y central de la ONU, así como del compromiso común con los ideales de democracia y libertad (Совместное заявление, 2007; 2016). En cuanto al nivel regional, en octubre de 2016, durante su encuentro con el canciller Lavrov, Loizaga caracterizó como "muy importante" el factor de la presencia rusa en el continente latinoamericano ("Paraguay invita...", 2016). Aquí se debe recalcar que, en la crisis en Venezuela -la cuestión todavía más aguda de la actual coyuntura latinoamericana-, las posiciones de Paraguay y Rusia son diametralmente opuestas. Mientras que, para Moscú, el gobierno de Nicolás Maduro es el principal aliado en la región; Paraguay, bajo la administración de Cartes, estuvo a la vanguardia de aquellas naciones que cortaron todo contacto con bolivarianistas, y promovían su marginalización en los organismos multilaterales latinoamericanos y panamericanos, uniéndose al Grupo de Lima. A diferencia de lo ocurrido, por ejemplo, entre Rusia y Brasil (Jeifets; Jubrán, 2020: 317), el tema venezolano aún no ha provocado polémicas directas entre Asunción y Moscú. Sin embargo, siendo una elipsis diplomática, no deja de ser "una discrepancia" (funcionario de la Cancillería rusa, comunicación personal, 30.03.2021) que puede limitar el diálogo paraguayo-ruso en los formatos de integración latinoamericana, y servir como una fácil palanca para que el impacto del factor Washington en la cooperación bilateral se aumente.

Aunque las relaciones entre Asunción y Moscú no se apoyan en el legado de la URSS, existe una circunstancia histórica muy especial -la huella rusa- en este país.

En sentido estricto, así se puede definir la presencia en Paraguay de una diáspora pequeña (unas mil personas) pero consolidada de compatriotas rusos -descendientes de unos rusos blancos que llegaron a Paraguay desde la Rusia bolchevique-. En sentido amplio, se puede hablar de una capa de memoria histórica positiva sobre Rusia debido a la participación de estos inmigrantes en las campañas de la Guerra del Chaco, al lado del ejército paraguayo, y su papel en el desarrollo de las ciencias y artes en este país en la primera mitad del siglo XX. La mitología patriótica de la Guerra del Chaco es de relevancia permanente para todas las fuerzas políticas en Paraguay, por lo que se puede decir que la huella rusa proporciona cierta base para crear una imagen constructiva de Rusia como actor internacional y socio. Como señaló, en abril de 2016, el presidente paraguayo, Horacio Cartes, en su entrevista a TASS: "En el pasado, los rusos dieron sus vidas por nuestro país. Lo recordamos. Nuestro pueblo guarda su amor por la lejana Rusia" (Президент Парагвая: отношения Москвы иАсунсьона должны развиваться, 2016).

No obstante, aparte de las declaraciones políticas oficiales, la cuestión del efecto que tenga la huella rusa en las relaciones bilaterales contemporáneas parece más bien de discusión. Algunos exfuncionarios públicos, por ejemplo, el exembajador de Paraguay en Rusia en 2013-2021, Ramón Díaz Pereira (2014), o la consejera de Estado de la Federación Rusa de 1.a clase, Tatiana Polóskova (comunicación personal, 18.05.2021), destacan que la huella rusa realmente representa una suerte de canal de la diplomacia comunitaria que transmite una imagen de Rusia como un relevante actor de la arena mundial. En contraste, la experta Nadezhda Kudeyárova (comunicación personal, 16.12.2020) y el expresidente del Consejo Coordinador de Compatriotas de Rusia en Argentina, Leonardo Golowanow (comunicación personal, 01.04.2021), creen que la huella rusa, en el siglo XXI, es, a lo mejor, un detalle histórico que apenas pueda servir para promover a Rusia en el pensamiento paraguayo.

La estadística se muestra más a favor del segundo grupo de opiniones: según Latinobarómetro, entre 2015 y 2020, al menos un tercio de los paraguayos no podía formarse ninguna opinión sobre Rusia. En 2015, esta cifra fue tan alta que llegó a 58,2 %. Paraguay dio la mayor cantidad de respuestas no sé a la pregunta sobre actitudes hacia Rusia, en una muestra de 19 países latinoamericanos (Latinobarómetro, s.f.). No obstante, la escasa presencia de los temas de Rusia en el espacio de información de Paraguay puede ser el resultado de varios factores, como un insuficiente desempeño de los actores de información y comunicación rusos en este país latinoamericano, bajos volúmenes de turismo2, o contactos académicos y educacionales. Para citar un ejemplo, en el año académico 2015-2016 solo unos 4 estudiantes paraguayos cursaron sus programas del intercambio educacional en Rusia (Министерство наукии высшего образования Российской Федерации, 2020: 54). A principios de 2022, ya había 54 personas becadas ("Cancillería pide...", 2022), pero estas cifras van muy por detrás del potencial de la diplomacia educacional que proyectan en Paraguay los Estados Unidos, la Unión Europea o Taiwán.

Como se puede anotar, el diálogo entre Paraguay y Rusia, desde el mandato de Andrés Rodríguez (1989-1993), cuando las relaciones diplomáticas fueron formalmente restablecidas, hasta la presidencia de Horacio Cartes, cuando se proclamó la máxima cantidad de iniciativas bilaterales y se alcanzó el nivel más elevado del intercambio comercial, carece de integralidad. Es, más bien, una gama de puntos de crecimiento y proyectos que, aunque suenen prometedores, con frecuencia quedan en papel muerto sin apoyo institucional, trabajo de implementación o voluntad política suficientes. Pero, al mismo tiempo, se ve con claridad que Paraguay y Rusia han llegado a ser objetos de mutua atención especial dentro del rumbo latinoamericano de Moscú y el curso global de Asunción. Escribiendo sobre las prioridades estratégicas en la escena internacional, Eladio Loizaga (2017: 15) destacó a Rusia como una prioridad separada, en línea con amistades globales tradicionales de su país (Unión Europea, Estados Unidos y Japón). El propio presidente Cartes decía que (Президент Парагвая: отношения Москвы и Асунсьона должны развиваться, 2016).

Alianza estratégica y sus desilusiones

Con la elección de Mario Abdo Benítez como presidente de Paraguay, en 2018, surgieron expectativas de que el diálogo paraguayo-ruso alcanzara un nuevo nivel. En junio de 2018, durante la Copa Mundial de fútbol celebrada en Rusia, Abdo se reunió con Vladimir Putin, en Moscú. La parte paraguaya anunció que las cancillerías de ambos países comenzarían los preparativos para la firma de un "gran acuerdo" sobre alianza estratégica ("Paraguay y Rusia preparan...", 2018). Como hemos visto, a lo largo de la década de 2010 ya se ventilaban varias iniciativas para extender los lazos entre Paraguay y Rusia a las áreas no comerciales, y había bastante retórica al respecto. Entonces, ¿qué parecía un signo de cambio esta vez?

En primer lugar, las formulaciones paraguayas dejaron la impresión de que no se trataba de un simple gesto de cortesía política, sino de una intención sólida de dotar a las relaciones bilaterales de falta de integralidad. Al comentar los planes para crear una asociación estratégica, los representantes del país guaraní enumeraron una serie de áreas de especial importancia en el marco de la interacción con Rusia y volvieron a hablar de proyectos ya anunciados anteriormente, pero entorpecidos, como su base. Es decir, la alianza estratégica debía basarse en los temas de cooperación en investigación nuclear, prospección de hidrocarburos en el suelo paraguayo, desarrollo y modernización de la infraestructura de energía hidroeléctrica y, además, cooperación en el área del transporte. En cuanto a la colaboración en el sector atómico, por ejemplo, se habló de los acuerdos ya alcanzados con Rosátom y a nivel intergubernamental, que abarcaban una amplia gama de actividades comunes, desde la asistencia en la creación y desarrollo de la infraestructura de energía nuclear de Paraguay hasta el entrenamiento de especialistas de este país para dicho sector (Congreso de la Nación Paraguaya, 2018). Se especificó, también, la opción de instalar un centro científico paraguayo-ruso para tales fines ("Paraguay y Rusia preparan.", 2018).

En segundo lugar, Benítez se convertía en el primer presidente de Paraguay en visitar Rusia y reunirse personalmente con su líder. También invitó a Putin a visitar Paraguay. Además de que la reunión de ambos jefes de Estado fuera la primera en la historia de las relaciones bilaterales, podría interpretarse como una activación del canal de diplomacia presidencial en el diálogo paraguayo-ruso. Según la experiencia de las relaciones entre Moscú y sus otros socios latinoamericanos importantes, como Argentina, Brasil o Venezuela, las relaciones de confianza entre Putin y sus líderes siempre han sido una garantía y, a la vez, pilar del diálogo profundo y multidireccional. La tesis sobre la activación de la diplomacia personal a más alto nivel parecía confirmada también por la participación de la primera dama de Paraguay, Sylvana López Moreira, en el Foro Euroasiático de Mujeres en San Petersburgo, en septiembre de 2018. Un experto americano, Evan Ellis (2018), daba a la reunión de Benítez y Putin una gran importancia simbólica, especialmente porque en Estados Unidos el líder recién electo del país guaraní ni siquiera había sido recibido por el secretario de Estado, Rex Tillerson.

En tercer lugar, los planes de profundizar la interacción con Moscú parecían ser parte de una tendencia más amplia en la política exterior de la nueva administración. Si bien la administración de Benítez -como la de Cartes- se esforzaba por promover la beneficiosa presencia de Paraguay en nuevos mercados y cadenas de producción globales, y buscaba atraer tecnologías e inversiones, su línea internacional, especialmente al inicio del mandato de Benítez, llevaba más énfasis político en el soberanismo y la búsqueda de multivectorialidad. Al comentar su enfoque respecto a las relaciones con Estados Unidos, en junio de 2018, el recién electo presidente recalcaba que "Paraguay no se va a dejar presionar por nadie" ("Presidente electo...", 2018). El regreso de la Embajada de Paraguay en Israel a Tel Aviv, en septiembre de 2018, desde Jerusalén, donde había sido trasladada unos meses antes por la administración de Cartes -la decisión poco tenía que ver con reales intereses de Paraguay y simplemente seguía los pasos de Donald Trump- era un gesto característico. Es de añadir que las giras poco esperadas dentro de la lógica de alineamiento a EE. UU. no se limitaron al caso citado y consistían también en varios gestos de amistad dirigidos a China continental y hasta Irán (Rivarola, 2018).

Así, se creaba la impresión de que, con Benítez, Paraguay se centraría consistentemente en expandir las alternativas de su política exterior, velando por un mundo policéntrico y competitivo, y, ante tal panorama, Rusia obtendría su chance estrella para convertirse plenamente en una de esas alternativas. Se debe destacar que, en el ámbito ya aprovechado de comercio, también se empezaron a vislumbrar unos nuevos horizontes. En diciembre de 2018, la Comisión Económica Euroasiática y Mercosur firmaron un memorando de entendimiento y acordaron intensificar la cooperación en las áreas de comercio, administración aduanera, reglamentación técnica, digitalización de la economía, entre otras (ЕЭК и МЕРКОСУР договорились интенсифицировать сотрудничество, 2018). De esta manera, se añadía al diálogo paraguayo-ruso una dimensión interregional, que, dada la importancia de Mercosur para el posicionamiento internacional de Paraguay, reforzaba la relevancia de la interacción con Moscú.

Sin embargo, mientras los gobiernos de ambos países se estaban poniendo a trabajar para hacer su diálogo más integral, tuvo lugar una serie de acontecimientos y cambios que lo obstaculizaron por enésima vez. Antes que todo, el liderazgo del propio presidente Benítez en el complicado sistema de confrontaciones dentro del Partido Colorado resultó frágil. Los polémicos acuerdos con Brasil sobre la represa Itaipú, en el verano de 2019 y, luego, las dificultades para contrarrestar la pandemia de la Covid-19 golpearon de manera dramática la legitimidad de su gobierno (Abente-Brun, 2020). Hasta la fecha, con 3 años en el poder, Benítez ha sobrevivido a dos intentos de impeachment. En este contexto de la inestabilidad doméstica, el posicionamiento global pasó a segundo plano, devolviendo al país, en cierto modo, al patrón de la política exterior de salvavidas.

Pero podemos destacar que esa vez, a diferencia de lo pasado en los noventa, Rusia tuvo algunas oportunidades de entrar en este círculo de prioridades de salvavidas, dado el factor de la pandemia. Para fines de 2020 y principios de 2021, Paraguay se perfilaba como uno de los países más afectados por la crisis de Covid-19 en América Latina, por culpa de la incapacidad del gobierno para asegurar la campaña de vacunación masiva a tiempo. Mientras Paraguay se quedaba sin recibir los lotes prometidos por el COVAX y tenía que contentarse con donaciones internacionales esporádicas, Rusia, siendo el primer país del mundo en crear una vacuna contra la Covid-19, la Sputnik V, comenzaba a incrementar su presencia en América Latina con su nuevo instrumento de poder blando. Luego de que lo hicieran Argentina, Venezuela, Bolivia, Nicaragua y México, Paraguay también mostró interés en adquirir esta vacuna rusa.

A principios de febrero de 2021, el Ministerio de Salud de Paraguay anunció un contrato con el Fondo Ruso de Inversión Directa para la compra de este fármaco. Junto con la suscripción del contrato, por parte de la diplomacia paraguaya aparecía otro giro de la retórica a favor de profundizar las relaciones con Rusia (nos parece sintomático que se volvía a ventilar el tema delicado de cooperación en las áreas de defensa y seguridad) y comentarios sobre la ciencia de este país como fuerza para el bien global (Mendoza, 2021). Todo eso permitía ver en la Sputnik V un importante motor potencial para el diálogo paraguayo-ruso, en las condiciones del mundo atrapado por la pandemia.

La realidad resultó ser más contradictoria y desalentadora. En el contrato inicial figuraba la suma de 1 000 000 de dosis de Sputnik V, pero dicha cantidad llegaba a Paraguay en pequeñas porciones y con largas demoras. Por ejemplo, para agosto de 2021, cuando el país guaraní estaba en plena campaña de vacunación, Asunción recibió cerca de 400 000 de las vacunas prometidas, la mayoría de ellas solo primera dosis. Ante tales circunstancias, el Fondo Ruso de Inversión Directa (FRID) emitió una publicación en la que reportaba el uso de la vacuna monocomponente Sputnik Light en Paraguay ("La vacuna...", 2021). Este mensaje provocó confusión en las redes sociales, por las sospechas de que las autoridades paraguayas y sus contrapartes rusas manipulaban los datos ("¿Qué es...", 2021).

Las expectativas negativas se agravaban por el hecho de que en América Latina ya se había conocido el caso de Guatemala, cuyas autoridades, debido a retrasos en los envíos de la vacuna rusa, hablaban de modificar el contrato y exigir que Moscú devolviera una parte del dinero pagado. En agosto de 2021, un representante del FRID se dirigió a todas las contrapartes latinoamericanas, diciendo que los problemas con el suministro de las vacunas se resolverían en el futuro más cercano, ya que Rusia había ampliado considerablemente la base de producción de Sputnik V ("¿Qué es...", 2021). Entonces, en los meses que venían, Paraguay podría contar con los restantes lotes, no solo exportados desde Rusia, sino también fabricados en Argentina, donde se localiza la producción de este fármaco (las propuestas de Paraguay de localizar la producción en su territorio no fueron apoyadas por Moscú).

Aunque el problema de suministros de las vacunas no haya provocado ninguna confrontación a nivel oficial entre Paraguay y Rusia, parece obvio que Moscú ha perdido su oportunidad de aplicar el factor Sputnik V como una herramienta del poder blando y acrecentar su capital reputacional en Paraguay. Otras asociaciones globales cruciales del país suramericano -ya sea con Estados Unidos, la Unión Europea, Taiwán o Japón, por medio de los canales de asistencia económica y humanitaria, y diplomacia de educación- se han apoyado en la ayuda de estos países en la vida y agenda interna del país. Con la Sputnik V, Rusia obtenía una factible oportunidad para esto y, según lo vemos, no pudo aprovecharla. En el informe de gestión presentado por el presidente Benítez al Congreso y a la nación, en julio de 2021, que especialmente tocaba el tema de cooperación internacional para la lucha contra la Covid-19, Rusia ni se mencionaba (Ministerio de Justicia, 2021). El FRID cumplió su contrato con Paraguay en octubre de 2021, pero el mejor momento ya había pasado. Para marzo de 2022, unas 34 000 dosis, simplemente, vencieron y tuvieron que ser destruidas ("Vencieron unas...", 2022).

Otro problema consistió en los cambios de la coyuntura política estadounidense. Con Donald Trump indiferente a los infortunios latinoamericanos, en general, y al desastre sanitario, en particular, otras potencias extrarregionales tuvieron más espacio para incrementar su influencia humanitaria en la región. Cabe mencionar que el canciller paraguayo, Euclides Acevedo, invocaba directamente la insatisfactoria pasividad estadounidense ante la crisis pandémica y déficit de las vacunas en Paraguay (García-Marco, 2021). Con el ascenso al poder de Joe Biden, Washington se ha tornado mucho más atento a sus vecinos del sur. Ya en julio de 2021, la administración norteamericana donó 1 000 000 de dosis de la vacuna Pfizer a Paraguay, lo que no fue un gesto aislado, sino una de las medidas para reactivar el diálogo de la alianza estratégica EE. UU.-Paraguay, el cual permaneció con poco dinamismo durante la era Trump ("Under Secretary...", 2021).

Aprovechándose de la pasividad de EE. UU., China también ha buscado fortalecer sus posiciones en América Latina, y en Paraguay, específicamente. Según algunas fuentes, Pekín estaba tratando de persuadir a Asunción de que abandonara su asociación con Taiwán, a cambio de grandes donaciones de vacunas ("Según Taiwán...", 2021). Ante tal panorama, es casi seguro que los estadounidenses intenten reforzar los lazos con Paraguay, devolviéndolo a su órbita. De este modo, la pandemia de coronavirus contribuyó a cambios en el entorno hemisférico que pueden hacer la prioridad rusa no solo menos atractiva para Paraguay, sino también más arriesgada.

El formato de diálogo interregional, a partir de Mercosur y la Unión Económica Euroasiática (UEEA), tampoco inspira optimismo. El memorando de diciembre de 2018 solo expresaba una intención de cooperar y no generó obligaciones formales. Ya en febrero de 2021, en el contexto de entusiasmo por las compras de Sputnik V, el ministro de Relaciones Exteriores de Paraguay, Euclides Acevedo, dijo que le habría gustado poner en la agenda de Mercosur el tema de un acuerdo con la UEEA. Sin embargo, reconoció que este paso no estaba en las prioridades del bloque suramericano ("Paraguay, interesado...", 2021). Por ahora, parece que la situación apenas favorezca a dicha opción. Por un lado, las naciones de Mercosur están ante la más urgente y difícil tarea de alcanzar la ratificación e implementación del TLC con la Unión Europea. Por otro lado, tanto la crisis sanitaria todavía no terminada como roces ideológicos entre las administraciones de Bolsonaro y Fernández, inhiben la sinergia dentro del propio Mercosur, lo que inevitablemente afecta el dinamismo de sus vínculos con todos los socios de extrazona.

Impacto de la crisis ruso-ucraniana

La operación militar especial (término usado por Moscú) de Rusia en Ucrania, que comenzó el 24 de febrero de 2022, tuvo un gran impacto en la situación internacional como tal y, por consiguiente, en las relaciones del gigante euroasiático con sus socios latinoamericanos. A diferencia de lo ocurrido en 2014, cuando el tema de Crimea no afectó mucho el clima general de cooperación, hoy nos encontramos con el repudio bastante amplio de las acciones rusas por los latinoamericanos, a nivel diplomático, y los flujos comerciales rotos por las sanciones de Washington y países europeos contra Moscú.

Estos aspectos que complican la situación tocan también al diálogo entre Asunción y Moscú. Así, Paraguay, actualmente con la silla en el Consejo de Derechos Humanos de la ONU, copatrocinó la resolución que condena a los ataques rusos ("En debate urgente...", 2022), y se expresó de manera analógica en las plataformas de la Organización de Estados Americanos y Mercosur. Las sanciones contra bancos rusos ya han creado problemas para la exportación de carne paraguaya al país eurasiático (Písarev, 2022).

Es muy probable que los efectos adversos sigan acumulándose, ya que el escenario internacional en torno a Ucrania es cambiante. Sin embargo, por ahora se indican dos tendencias que pueden ser de largo plazo para el diálogo paraguayo -ruso. Por un lado, la reacción internacional negativa al enfrentamiento ruso-ucraniano representa, para las autoridades paraguayas, un alto costo, pero, además, una alta importancia de la opción pragmática en su curso global y las relaciones con Moscú, en particular. El canciller Acevedo aseveró que romper relaciones diplomáticas con Rusia no sería "muy sensato" ("Para el canciller...", 2022), recalcaba que su país tiene principios, pero también intereses que lo empujan a garantizar el comercio internacional y tener las mejoras relaciones con todos los países ("Paraguay sobre conflicto...", 2022). Un gesto ilustrativo de que Rusia tiene que ver con los intereses que se deben promover parece haber sido la aprobación final, por el Senado paraguayo, después del debate, del nombramiento del nuevo embajador en Moscú3.

Por otro lado, el conflicto ruso-ucraniano hace que el tema de Rusia y su estrategia internacional entre en el espacio de información y discusiones políticas en Paraguay con mucha más resonancia que la huella rusa o la Sputnik V. Sobre todo, porque la sociedad paraguaya ya está sufriendo los efectos secundarios de las sanciones antirrusas, como el aumento de los precios de combustibles y dificultades en las exportaciones agrícolas. Aquí debemos retornar a donde comenzamos nuestro estudio: Rusia se está convirtiendo en una significativa "preocupación" (Дегтерев, 2010) para Paraguay.

Como Asunción siempre ha sido aliada de Washington y Occidente, a primera vista, esta preocupación debe ser negativa. No obstante, el 27 de abril de 2022, uno de los diarios oficialistas y más influyentes de Paraguay, ABC Color, decidió dar tribuna al embajador ruso, Alexander Písarev (2022), quien en su artículo de opinión presentó la versión oficial rusa del conflicto con Ucrania, denunciando el rol desestabilizador de la OTAN y la responsabilidad de Occidente por socavar la economía mundial. Sabiendo que no se trata ni de Venezuela ni de Cuba, esto parece un caso llamativo que, al mismo tiempo, subraya la complejidad de la visión paraguaya de las acciones rusas y determinación de Moscú de promover su presencia en el país guaraní.

A modo de conclusión

La cooperación entre el Paraguay democrático y la Rusia postsoviética se distingue por el dualismo. A principios de la tercera década del siglo XXI, ha alcanzado la etapa de mucho más que una interacción ad hoc y menos que una interacción integral de profundidad estratégica. Teniendo en cuenta tanto lo que sucede en diversos campos de cooperación como la retórica de los políticos y diplomáticos, vemos que Moscú llegó a ser una prioridad en el rumbo global de Asunción, y que Paraguay representa un foco de interés autosuficiente en la política latinoamericana de Rusia. No obstante, las relaciones entre Paraguay y Rusia muestran una evolución limitada, con Moscú manteniendo el rol de un socio primeramente comercial -importante importador de carne paraguaya-.

El formato de alianza estratégica no es un fin en sí mismo. A juzgar por la política latinoamericana de Rusia, que posee tal formato tanto con actores grandes de la región (Argentina, Brasil, Venezuela) como minoritarios (por ejemplo, Ecuador), esto es, en gran medida, solamente una construcción política. Sin embargo, su utilidad radica en dos puntos: primero, puede propulsar nuevas iniciativas y contratos; y, segundo, afirma cierta coincidencia de intereses nacionales y visiones sobre procesos internacionales a largo plazo. La crisis ruso-ucraniana y sus reverberaciones globales alejan la perspectiva de formalizar la alianza estratégica entre Moscú y Asunción, lo que no quiere decir que no vayan a velar por la cooperación en general.

En el sentido más general, el desarrollo futuro de las relaciones entre Paraguay y Rusia dependerá de tres grupos de factores. Primero, de lo importante que será esta relación para cada una de las partes. Por parte de Rusia, la opción paraguaya, al tener cierto potencial económico -aunque limitado-, hasta ahora parece poco costosa políticamente. A los gestos de Asunción en la ONU y otras plataformas, Moscú no ha hecho caso, apostando por lazos bilaterales donde el mainstream de oprobio a Rusia pierde su efecto. Del lado paraguayo, la pregunta clave es hasta cuándo el gobierno de Benítez estará firme en su idea de fortalecer la cooperación con Rusia, dados los retos de la coyuntura política, tanto doméstica como internacional. No obstante, es evidente que Asunción opta por comportarse con cautela y no cerrar las puertas a Moscú.

En segundo lugar, aunque se observa que las relaciones entre Paraguay y Rusia no están muy sensibles a las cuestiones ideológicas, su dinamismo depende de momentos de oportunidad que surjan de programas de los gobiernos de turno. Estos momentos de oportunidad ya habían sido varios: impulso por una política multi-vectorial en los tiempos de Duarte y Lugo, y el simultáneo crecimiento del interés de Moscú por construir lazos con América Latina, a fines de la década del 2000 e inicio de la del 2010, o la expansión de los alimentos paraguayos en los mercados mundiales durante el mandato de Cartes, que coincidía con el aumento de la demanda rusa por los bienes agrícolas latinoamericanos, con el comercio con la Unión Europea restringido desde 2014. La última combinación de chances ha consistido en los intentos de Benítez por fortalecer y diversificar el posicionamiento global, y el estallido de la crisis pandémica, mientras Rusia tenía la primera vacuna contra la Covid-19 en el mundo e interés de comercializarla en América Latina. Esta serie de oportunidades, que podría servir para llevar el diálogo entre Asunción y Moscú al rumbo estratégico, por ahora parece más bien desaprovechada.

Por último, la condición que afecta las perspectivas del diálogo paraguayo-ruso es la situación en la región latinoamericana. Con la grieta global más profunda por el enfrentamiento ruso-ucraniano, parece obvio que la competencia entre grandes potencias, en el espacio de América Latina, va a agudizarse en el futuro cercano, y Paraguay no podrá evitar hacer parte de este panorama.

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* Estudio patrocinado por la Fundación Rusa para las Investigaciones Básicas (FRIB), proyecto núm. 20-39-90002: “El Paraguay contemporáneo en el sistema de las relaciones internacionales”, realizado en 2020-2022. Algunas partes de este estudio han sido presentadas en el V Foro Internacional “Rusia e Iberoamérica: historia y perspectivas”.

1 Para Asunción, Moscú es actualmente uno de los principales destinos de exportación (Observatory of economic complexity, s.f.).

2Aunque Asunción y Moscú acordaron el régimen sin visas para viajeros en 2013, la ausencia de vuelos directos y los altos costos de viaje obstaculizan los intercambios turísticos.

3Este cargo quedó vacante en la misión diplomática en Rusia, a partir de diciembre de 2021, y, al principio, algunos senadores estaban reticentes a cubrirla para "dar un mensaje político" ("Senado da acuerdo...", 2022).

Cómo citar/How to cite Konoválova, Kseniya A.; Jeifets, Victor L. (2022). Paraguay y Rusia: dinamismo y límites del diálogo en el siglo XXI. Revista CS, 37, 85-114. https://doi.org/10.18046/recs.i37.5108

Recibido: 24 de Septiembre de 2021; Aprobado: 02 de Mayo de 2022

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