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CS

versión impresa ISSN 2011-0324

CS  no.38 Cali sep./dic. 2022  Epub 02-Nov-2022

https://doi.org/10.18046/recs.i38.5806 

Presentación

Prácticas textimoniales: narrativas, resistencias y formas del hacer textil

Margarita Cuéllar-Barona* 

Isabel Cristina González-Arango** 

Tania Pérez-Bustos*** 

Mariana X. Rivera**** 

Yael Siman***** 

* (Universidad Icesi, Colombia).

** (Universidad de Antioquia, Colombia).

*** (Universidad Nacional de Colombia).

**** (Dirección de Etnología y Antropología Social-INAH, México).

***** (Universidad Iberoamericana, México).


Las telas y los hilos envuelven nuestras vidas de manera permanente. Con ellas hemos hilado e hilvanado memorias, urdido cosmovisiones, remendado economías, zurcido saberes, encriptado textos y cosido afectos por siglos y siglos. El quehacer textil como práctica que atraviesa el cuerpo ha estado históricamente asociado a lo femenino, lo doméstico y el cuidado. En ocasiones, ha sido un medio de opresión mediante el cual la industria de la moda, al tiempo que ha precarizado el trabajo de confección, ha definido los tamaños de un cuerpo deseable y ha establecido prácticas de consumo insostenibles. Junto con estas formas de dominación, lo textil también ha sido un medio y un lenguaje de liberación y protesta que ha abierto escenarios de enunciación que dan cuenta de su potencia para narrar, resistir e imaginar futuros posibles.

Estos textiles no son otra cosa que testimonios materiales que articulan la experiencia y manifiestan la diversidad de las vivencias que atraviesan los cuerpos de quienes les dan forma, hilando permanentemente presente, pasado y las esferas pública y privada. Es por esto que hablamos de prácticas textimoniales, un concepto y juego de palabras en el que se encuentran el texto, lo textil, el testimonio y la textura como otras formas de inscripción material que constituyen gramáticas situadas en contextos espaciales y temporales específicos, y que producen conocimientos que entrelazan las técnicas y tecnologías empleadas para su creación. Así, el textil como texto construye testimonio a través de su dimensión material. Esto con el fin de plasmar, documentar, denunciar y visibilizar no solo desigualdades, vulneraciones o luchas relacionadas con las violencias estructurales, sino aquello que sostiene lo cotidiano y sus vínculos afectivos. Es decir, aquellos textiles que se atesoran en el espacio doméstico, pero con los que también se puede recorrer de la casa a la plaza. Textiles que, aunque no necesariamente narren historias de violencia o violación a los derechos humanos, hacen parte de una memoria genealógica que toca lo sensible y que pueden llevar también expresiones políticas, sobre todo si se les lleva al espacio de lo público. En este sentido, las prácticas textimoniales encarnan el derecho a narrar, a contar la propia vida con conocimientos heredados o aprendidos que se transmiten a partir de metodologías y formas del hacer que entrelazan pedagogías y activismos con conocimientos artesanales, trayectorias y experiencias vitales, y que vinculan a las personas que las crean, investigan y promueven con quienes las observan e interpretan.

En este número temático hemos procurado recoger reflexiones que excedan la mirada de las piezas y los artefactos textiles como representaciones de lo social, para entenderles como materialidades que agencian o contienen procesos de configuración cultural (Arnold; Yapita; Espejo, 2007; Arnold; Espejo, 2013; Arnold, 2015; 2016). Lo anterior atendiendo a diferentes fenómenos: la significación de los activismos y la movilización social (Parker, 1984; Pérez; Viñolo, 2010; Sánchez-Aldana; Pérez-Bustos; Chocontá-Piraquive, 2019), las propuestas metodológicas experimentales y exploratorias para la investigación (Rivera, 2017; Cuéllar-Barona, 2019; Pérez-Bustos; Chocontá-Piraquive, 2018; Pérez-Bustos, 2018; 2019; González-Arango, 2019), el acompañamiento psicosocial y el trabajo comunitario en contextos de sufrimiento (Arias-López, 2017; Bello-Tocancipá; Aranguren-Romero, 2020); por ejemplo, aquellas piezas textiles que emergieron en el marco de las dictaduras del cono sur, o las que se elaboran en el contexto del conflicto armado colombiano, pero incluso trabajos relacionados con violencias estructurales y epistémicas (Agosin, 1985; González-Arango, 2015; Quiceno-Toro; Villamizar-Gelves, 2020).

Un primer hilo que enhebra este dosier se refiere a las formas en que el textil moviliza y es testimonio del pasado, el presente y el futuro. Un lenguaje que denuncia tanto en su contenido como en su práctica, que convoca y acciona sobre posicionamientos políticos frente a las vivencias, desigualdades, vulneraciones, pero también reconstrucciones y ejercicios de dignidad y memoria que atraviesan sujetos y comunidades. Los artículos que componen esta sección ejemplifican formas de activismo textil -de “craftivismo”- que llaman la atención sobre las distintas metodologías, abordajes y formas de vincular estos conocimientos con la incidencia política, la documentación sin daño, la investigación, el acompañamiento responsable y comprometido, en el que el proceso de elaboración y juntanza es el centro, el corazón, para comprender las implicaciones y la vida social de los textimoniales y sus creadoras.

En el artículo “Giro gráfico y activismo textil: el bordado como textimonio político en dos asociaciones craftivistas brasileñas”, Rafael Climent-Espino nos invita a reconocer los contextos sociopolíticos en los que emergen las experiencias de activismo textil en Latinoamérica como expresión de una sociedad civil organizada con una historia propia que, desde la década de 1970, ha hecho visible su oposición a las políticas hegemónicas y conservadoras de dictaduras y gobiernos neoliberales. Para su análisis, entrelaza a lo largo del artículo la materialidad, el texto-textil y la textilidad con el fin de desarrollar una serie de conceptos teóricos: textimonio, giro gráfico, craftivismo, que permiten dimensionar la experiencia de las colectivas textiles de Belo Horizonte, capital del estado de Minas Gerais en Brasil: Linhas do Horizonte y Pontos de Luta, las cuales tienen una fuerte tradición textil y cuya particularidad es la relación que mantienen el bordado y la oralidad del canto como construcciones escriturarias de resistencia feminista.

El texto de Sandra Milena Babativa-Chirivi, “Crocheteando sentidos. Experiencias del colectivo Tejedores de Resistencia en Bogotá”, nos muestra el surgimiento de una colectividad en torno a la creación de una pieza textimonial monumental que reflejara la magnitud de la violencia y expresara apoyo al estallido social en Colombia ocurrido en abril del 2021. Este acontecimiento histórico posibilitó el surgimiento de expresiones colectivas que utilizaron el tejido como una forma de protesta, pero también de escucha y sostén emocional mientras acontecían actos violentos y represivos contra la sociedad que se manifestaba. El artículo reflexiona sobre la relación entre el hacer manual, la materialidad, el ejercicio de la memoria y el acto introspectivo y emocional que vincula a las personas reunidas en este hacer colectivo, un tejido a crochet de 1764 cuadritos que conforman la pieza textil. Esta gran bandera que refleja las cifras de la violencia, de los caídos, de los desaparecidos, tuvo una vida social en las marchas, manifestaciones y en los viajes que emprendió para dar lugar a la protesta más allá del territorio colombiano.

El artículo “Memorial y archivo textil El Ojo de la Aguja: diálogos entre investigación y activismo, una propuesta para la documentación sin daño”, de las integrantes del colectivo El Ojo de la Aguja (Laura Cristina Cuadros, Adriana Marcela Villamizar-Gelves, Erika Yuliet Álvarez-Calle, Isabel Cristina González-Arango y Heidy Cristina Gómez-Ramírez), nos invita a reflexionar sobre las relaciones que se tejen entre prácticas textiles, activismos y la documentación de coyunturas sociopolíticas como labores de cuidado que trascienden el registro de datos y la visibilización de los hechos, para lograr sensibilizar, recordar y dignificar lo que se documenta. En el contexto de los asesinatos y las graves, masivas y sistemáticas vulneraciones en contra de los líderes, lideresas sociales, defensores, defensoras de derechos humanos y firmantes de paz en Colombia a partir de la firma de los Acuerdos de Paz, el hacer textil se propone como proceso pedagógico y metodología de investigación sobre memorias del presente que retoma los principios del enfoque de la Acción sin Daño (Rodríguez-Puentes, 2010) para registrar, conservar y visibilizar desde la narrativa textil.

Un segundo eje de la revista ofrece textos que exploran la capacidad narrativa de los textiles en la esfera cotidiana y en la configuración de la cultura en un sentido más amplio, particularmente en el caso de algunos pueblos indígenas de Centro y Norteamérica. En este sentido, por ejemplo, Vanina Alejandra Tobar nos invita a adentrarnos en la tradición textil en telar de los tsotsiles de San Bartolomé de los Llanos y a entender cómo estos objetos cuentan la historia tanto de las mujeres de estas comunidades, sus ciclos de vida, particularmente reproductivos, como de las formas en que estos objetos se entrelazan con la tradición agrícola y alimentaria de la comunidad. En el artículo “Estirando en el telar secretos de abuela india: tradición textil de la comunidad maya tsotsil de San Bartolomé de los Llanos, Chiapas (sureste de México)”, la autora sostiene que los textiles son y fabrican cuerpo, entendiéndolos como una segunda piel, pero también como producto del movimiento corporal y de la división sexual del trabajo que está en la base de la estructura social tsotsil. Esta reflexión se conecta con el trabajo de José Joel Lara-González sobre las mujeres teenek del pueblo Huasteca. En su artículo “Encarnar el mundo. Las mujeres en la cultura teenek de la Huasteca potosina”, el autor se acerca a las formas narrativas del cuerpo que emergen del bordado del dhayemlaab, una prenda que las mujeres de este pueblo visten sobre su torso y que narra su relación con el cuerpo, así como la historia de su pueblo. Esta pieza textil y su fabricación, al igual que en el caso del telar tsotsil, da cuenta de los roles de género en los Huasteca teenek. Estos dos textos nos invitan a acercarnos a los textiles y sus oficios como capaces de transmitir mensajes políticos y estéticos, y en este sentido como objetos con agencia capaces de configurar cosmogonías étnicas generizadas muy concretas.

Por otra parte, el artículo “Evocaciones y resistencias textiles en la obra de tres escritoras indígenas”, de Mónica Elena Ríos, nos propone pensar la narrativa textil como indistinguible del pensamiento propio que se gesta en los sistemas textuales de las obras que analiza. Estas, en su análisis, aparecen como artefactos culturales en los que se torna indistinguible el oficio textil, del pensamiento y la estética. Lo anterior se plantea en una invitación a revisitar la colonialidad que está presente en las discusiones sobre arte y artesanía en el hacer textil en occidente.

Una última hebra de este número temático nos invita a fijarnos en la riqueza metodológica que los haceres textiles encarnan. Encontramos aquí propuestas encaminadas a explorar los aportes que estas prácticas y sus materialidades traen a la pedagogía, la investigación y el acompañamiento terapéutico, desde entradas metodológicas que reconocen la agencia de lo material (y no solo su uso instrumental). En esta línea encontramos el artículo de Mabel Arellano-Luna, “Textiles que cuentan. Afectividades remendadas: corporalidades replicadas y su manifestación textil a partir del vestido como dispositivo de memoria y sanación”, en el que la autora trabaja sobre el vestido como proyección y expansión del cuerpo. Un vestido capaz de recoger, a través de los hilos y sus texturas, las memorias de quien lo crea. También está el artículo de Daniella Castellanos y Diana Carolina Castaño, “Bordando afectos: subjetividad y trueque entre redes de mujeres”, en el que las autoras exploran los afectos y las subjetividades que se reconfiguran a partir de las relaciones que se tejen en los encuentros desde el bordado, así como lo que se moviliza en los intercambios textiles que tienen lugar por fuera de los circuitos comerciales. Por último, está el artículo de María Belén Tapia-de la Fuente, “Círculo digital de bordado como método de investigación feminista”, en el que la autora da cuenta de un proceso de investigación que exploró cómo los círculos de bordado se constituyen en una práctica feminista y una forma de habitar el cuerpo que, a su vez, construye vínculos entre los cuerpos que bordan juntos.

En este sentido, las reflexiones metodológicas sobre el hacer textil y las relaciones que propician con y para quienes trabajamos en las aulas, la investigación o los espacios terapéuticos, nos permiten acercarnos a cómo dichas prácticas contribuyen a pensar el cuidado y lo cuidadoso de estos haceres, pero también su posibilidad epistemológica.

Algunos de estos textos se tejen con imágenes que despliegan al textil en sus múltiples dimensiones que oscilan entre lo estético y la costumbre, la mujer, la feminidad y el feminismo, subjetividad e intersubjetividad, activismo político y posicionamiento ético.

Es así como en este número los textiles cuentan historias de la casa, de la familia, de los ritos de paso, de nuestra vida cotidiana, pero también revelan cómo el hacer textil comprende una diversidad de prácticas metodológicas que, si bien comparten similitudes, mantienen su especificidad. En este sentido la etnografía ocupa un lugar central en distintos trabajos, sin embargo, se le incorpora de maneras más íntimas, participativas o interseccionales. Los textos nos refieren al conocer bordando, a la intersección entre etnografía, historia oral y antropología, o entre activismo textil e investigación académica, así como al trabajo con las tejedoras, lo que permite entender la multiplicidad de mundos y perspectivas sin pretender darles voz.

La inmersión etnográfica es presencial y virtual, individual y grupal, de tal forma que emergen miradas muy variadas sobre el tejido en el espacio familiar y cultural, la continuidad del textil como parte del ciclo de vida, las pausas que imponen el rayo y la naturaleza, el registro del diseño y sus significados, la construcción del archivo textil, las entrevistas con mujeres tejedoras y la introspección profunda de quien investiga sobre las implicaciones de estar implicada, y sobre la propia historia familiar en el hacer textil.

Distintas etnografías locales permiten comprender la intimidad cultural del textil en comunidades indígenas de México como la maya, zapoteca, mixteca y huasteca, el textil de las mujeres maya Kaqla en Guatemala, Abya Yala (continente americano designado por el Pueblo Gunadule o Kuna), el bordado colectivo de mujeres que son parte de Tejedores de Resistencia y El Ojo de la Aguja, ambos en Colombia, y dos bordadeiras brasileñas: Linhas do Horizonte y Pontos de Luta. La investigación etnográfica también dialoga con la investigación documental y acercamientos interpretativos del texto y la poesía para examinar el lugar que ocupan el textil y las metáforas textiles en distintas comunidades indígenas.

Referencias

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