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CS

versión impresa ISSN 2011-0324

CS  no.40 Cali mayo/ago. 2023  Epub 26-Dic-2023

https://doi.org/10.18046/recs.i40.5745 

Temas

Performances solidarias. Apoyo público al Paro Nacional Agrario del 2013 en Colombia*

Solidarity Performances. Public Support for the 2013 Colombian National Agrarian Strike

Juan Camilo Portela-GarciaI 
http://orcid.org/0000-0001-7136-3464

I Universidad de Antioquia, Medellín, Colombia. Doctor de Investigación en Ciencias Sociales con mención en Sociología de la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales, sede México (Flacso-México). Investigador posdoctoral de la Universidad Autónoma de Coahuila (México). Temas de investigación: protesta social, performances políticos, transición hacia la paz, redes sociales digitales. Correo electrónico: juan.portela@udea.edu.co


Resumen:

Este artículo tiene como objetivo presentar cómo se posicionó una interpretación favorable al Paro Nacional Agrario en la esfera pública. Para esto, se propuso la categoría de performance solidaria para dar cuenta del apoyo de actores, cuyas posiciones morales los llevaron a comprometerse activamente en el curso del conflicto, aunque no pertenecieran al grupo ofendido. Se construyó un archivo documental que dio cuenta de dichas performances para lo cual se hizo la revisión documental de varias fuentes y entrevistas a participantes de la protesta. Se propone que el apoyo fue posible gracias una coalición simbólica que derivó en una interpretación común: el campesinado en paro era una víctima que compartía lazos ancestrales e históricos con los demás sectores de la sociedad colombiana. La clasificación de la protesta como acción insurgente cedió ante su codificación como acción democrática, gracias al compromiso manifestado en las performances solidarias.

Palabras clave: protesta social; solidaridad; performance; campesinado; discurso civil

Abstract:

This article aims to explain how a favorable interpretation of the National Agrarian Strike was positioned in the public sphere. The category of solidarity performance is proposed to account for the support of actors who actively engaged in the course of conflict due to their moral positions, even if they do not belong to the offended group. A documentary archive is built to record those performances, to do so, several sources and interviews to participants in the protest were reviewed. It is proposed that the support was possible thanks to a symbolic coalition that resulted in a common interpretation: the striking peasantry was a victim that shared ancestral and historical ties with the other sectors of Colombian society. The classification of the protest as an insurgent action gave way to its codification as a democratic action thanks to the commitment shown in the solidarity performances.

Keywords: Social Protest; Solidarity; Performance; Peasantry; Civil Discourse

Introducción

Entre agosto y septiembre del 2013, campesinos colombianos salieron a las carreteras del país a protestar en el marco de un Paro Nacional Agrario (PNA). Las protestas comunicaron la inconformidad de amplios sectores rurales con las políticas del Gobierno nacional, y expresaron que lo injusto de su situación era la consecuencia natural de los tratados de libre comercio firmados por el Estado desde finales del siglo XX, entre otros factores. A partir del 25 de agosto, en respuesta a una alocución en la cual el presidente expresó que "el tal paro agrario no existe" ("Presidente Juan Manuel Santos...", 2013), una oleada de manifestaciones urbanas evidenció la indignación de amplios sectores sociales frente a la respuesta oficial a la protesta campesina y su solidaridad con los actores agrarios que se encontraban en paro.

Este artículo tiene por objetivo presentar cómo se posicionó una interpretación favorable al PNA en la esfera pública. Mientras que actores del Gobierno, sectores de la prensa y algunos líderes políticos y de opinión pusieron entre paréntesis las demandas expresadas por los manifestantes y alertaron sobre la posibilidad de que el paro no fuera una auténtica acción campesina sino un engañoso instrumento al servicio de actores políticos y armados que se encontraban tras bambalinas; en la esfera pública se consolidó la idea del paro como auténticamente campesino y caracterizado por un sentimiento de injusticia compartido por amplios sectores sociales. Con el tiempo, el Gobierno reconoció este carácter auténtico de la movilización y llegó a acuerdos con las organizaciones convocantes.

Se propone que el posicionamiento de la interpretación favorable al paro fue posible por el despliegue de una serie de performances solidarias en el espacio público, la prensa y las redes sociales digitales a través de las cuales actores no campesinos expresaron su apoyo a la protesta. Estas performances constituyeron posicionamientos morales que manifestaron indignación respecto a la respuesta oficial al paro y comunicaron la necesidad de expandir el horizonte de solidaridad mediante la reparación civil del campesinado. Para reconstruir estos actos performáticos se describen las escenificaciones, clasificaciones, narrativas e íconos que dieron cuenta de cómo fue construido simbólicamente el apoyo a esta protesta.

Sumado a lo anterior, se argumenta que las interpretaciones en torno a este hecho se desplegaron en el marco de oposiciones morales entre pureza e impureza, estructuradas en distintos discursos. Mientras que el Gobierno comunicó su interpretación del paro en el marco de un sistema de clasificación bélico que opuso amigo y enemigo, quienes apoyaron la protesta acudieron a un discurso civil (o democrático) que opuso una narrativa de libertad a una de represión, y que sustentó la necesidad de ampliar el horizonte de solidaridad en un sentido universalista.

En esta línea, se sostiene que la interpretación democrática favorable al campesinado fue posible gracias a una coalición de símbolos que permitió que actores muy diferentes compartieran una interpretación común: frente a un Gobierno que encarnaba el papel del villano, se oponía un campesinado visto como una víctima que compartía lazos ancestrales e históricos con los colombianos. Gracias a este proceso fue visible el compromiso de un amplio sector de la sociedad con un lenguaje democrático permitiendo que la clasificación de la protesta como acción insurgente cediera ante su codificación como acción democrática.

El artículo inicia con la presentación del enfoque teórico que enmarca el argumento y la estrategia metodológica a través de la cual se reconstruyó el caso empírico. A continuación, y después de contextualizar la convocatoria al paro y la respuesta oficial, se describen los elementos que conformaron la performance de solidaridad hacia los manifestantes campesinos. Finalmente, se discute la importancia de las coaliciones simbólicas para entender cómo fue posible construir una interpretación favorable al paro en la cual convergieron actores con distintas posiciones respecto al orden social.

Estudios sobre el Paro Nacional Agrario: de sus protagonistas a sus audiencias

En términos de Ragin (2007), el estudio del PNA de 2013 es importante porque constituye la interpretación de un fenómeno cultural relevante. Se trató de la primera movilización social campesina de alcance nacional en casi medio siglo y constituyó un hito en el proceso de conformación de las luchas campesinas iniciado en los años noventa del siglo XX. Además, es un caso del pasado que puede dar luces sobre fenómenos del presente.

La protesta social es un fenómeno cada vez más presente en la dinámica político-cultural en Colombia, que adquiere mayor legitimidad como forma de acción política, y el PNA ofrece pistas de cómo ha sido posible construir esta legitimidad. En el mismo sentido, este paro se dio en los inicios de un proceso transicional y, por lo tanto, evidencia el posicionamiento inicial de discusiones que tienen gran actualidad sobre, por ejemplo, las transformaciones necesarias en la respuesta de la fuerza pública ante la protesta, los cambios requeridos en el sector rural como condición para la construcción de paz, y las maneras emergentes en que se da la lucha social, como resultado de las transformaciones sociopolíticas derivadas de la transición.

En este sentido, ha sido abordado por varios estudios. Algunos se han enfocado en el paro como expresión de rechazo al orden económico predominante, principalmente al modelo de desarrollo (Ordóñez, 2014; Penilla, 2016). Junto a este rechazo, se ha señalado la exigencia del reconocimiento del campesinado y la crítica a la represión policial como aspectos importantes para entender la dinámica de esta movilización (Cinep, 2014). También, se han abordado las contradicciones entre expectativas y capacidades estatales con relación a derechos económicos, sociales y culturales como desencadenantes de la protesta (Campos, 2015). Desde la teoría de los movimientos sociales, se ha explicado como resultado de una apertura en las oportunidades políticas, encauzado a través de estructuras de movilización e interpretado a partir de marcos culturales (Cruz, 2017). Sumado a esto, ha sido definido a partir de la convergencia entre conflicto armado y neoliberalismo como estratos en medio de los cuales se construyó un "agenciamiento colectivo de enunciación" (Arias; Preciado, 2016: 109). Finalmente, algunos estudios han tratado la comunicación sobre el paro desde su abordaje mediático (Cárdenas, 2014) y los marcos de indignación movilizados en las redes sociales digitales (Suárez, 2018).

Por lo general, estos estudios -exceptuando los de Suárez (2018) y Cárdenas (2014)- se han enfocado en el actor protagónico de este episodio de movilización: el campesinado. Si bien este es un punto de partida obvio y necesario, en este artículo se sugiere la importancia de dirigir la mirada hacia las audiencias solidarias y su rol determinante en el paro. En este sentido, se retoma la línea abierta por Suárez cuando afirma que el proceso comunicativo durante las protestas evidenció cómo "la información emitida no llega a un receptor pasivo, sino que es reinterpretada simbólica y estéticamente en un proceso en el que los ciudadanos cuestionan la capacidad de sus mandatarios para gobernar" (Suárez, 2018: 226). De igual forma, se comparte el llamado de atención de Taylor (2021) sobre la necesidad de reconocer la agencia de las audiencias en los estudios sobre performances culturales.

En últimas, el estudio del PNA también aporta, según otro criterio de Ragin (2007), al hace progresar la teoría ofreciendo una ventana de observación sobre el papel activo de las audiencias en los procesos políticos, la emergencia de puntos de encuentro en medio de fragmentaciones socioculturales y el lugar de la integración social en procesos de conflicto.

Performance y solidaridad desde la sociología cultural

Esta propuesta se enmarca en el programa fuerte de la sociología cultural que reconoce la textualidad de la vida social, la centralidad del significado para la comprensión de las dinámicas y acontecimientos sociales, y la necesidad de dar cuenta de los desarrollos performativos a través de los cuales actúa la cultura (Alexander; Smith, 2019)1.

Desde este enfoque se definen las performances como procesos sociales de exposición de significado por parte de actores individuales o colectivos, que pueden ser interpretados como auténticos o falsos por parte de aquellos actores hacia los cuales se dirigen (Alexander, 2017). Al estudiar las acciones sociales como performances se retoman los ideales a través de los cuales los actores dan sentido a su acción y trascienden el aquí y el ahora. Estos ideales están estructurados mediante oposiciones binarias de elementos puros e impuros que clasifican la realidad y trazan fronteras a la inclusión social pero que, además, son constituidos mediante acciones simbólicas en todo tipo de esferas y situaciones sociales (Douglas, 1973; Durkheim, 2012). Puesto que lo impuro es concebido como aquello que tiene el potencial de desestructurar el orden y contaminar, se asocia al peligro y, por tanto, es necesaria la puesta en marcha de rituales o acciones simbólicas para conjurarlo o purificarlo (Douglas, 1973). Las performances comunican posicionamientos morales en torno a estructuras culturales y para reconstruirlas es necesario describir los elementos simbólicos puestos en juego.

Por su parte, la solidaridad refiere a aquellos sentimientos que conectan a los actores sociales. Las sociedades democráticas (o en proceso de democratización) albergan un tipo de solidaridad que responde a un universalismo moral y se estructura culturalmente como un discurso civil que opone una idea de libertad, referida a la capacidad de los actores de ejercer su agencia autónomamente, a una de represión, entendida como constreñimiento o incapacidad de ejercer la libre voluntad (Alexander, 2018). El universalismo implica el presupuesto de que todo tipo de actores puede ejercer la libertad y hacer parte de un nosotros civil que atraviesa atributos como raza, género, religión y lugar de origen. Dicho de otra manera, esta solidaridad civil atraviesa las particularistas que unen internamente a sectores sociales, y permite la conformación de un nosotros inclusivo que traza lazos simbólicos y prácticos entre actores de diferentes sectores.

Aunque plantear esta oposición binaria puede dar la impresión de un esquematismo estático, la posibilidad de purificación civil es la base para el surgimiento de procesos de inclusión y exclusión de actores codificados como puros o impuros. De hecho, es el resultado de años de construcción cultural en el cual convergen tradiciones históricas distintas y, del mismo modo, se concreta en espacios y tiempos específicos como estructura de sentimiento que vincula esquemas generales de representaciones con experiencias sociales contingentes y abiertas. Los códigos se despliegan a través de narrativas específicas sobre lo democrático y lo represivo que ofrecen fuertes referentes sobre el bien y el mal y guían las interpretaciones cotidianas sobre la política.

La distancia entre los ideales democráticos y su realización da lugar a conflictos entre actores que difieren en torno a sus interpretaciones sobre los límites de la inclusión social y los elementos que justifican la exclusión social. En estos conflictos, actores que consideran su situación social como injusta demandan la puesta en marcha de procesos de reparación civil que expandan el horizonte de solidaridad (Alexander, 2018). Durante el PNA de 2013 los campesinos alegaron que los tratados del libre comercio -junto a otro tipo de situaciones como la estructura de propiedad, las políticas antidrogas y la exclusión política del campesinado- generaban una situación de desigualdad que imposibilitaba la realización de los ideales democráticos de la sociedad colombiana, y exigieron medidas para solucionar esta situación.

En este artículo se propone la categoría de performance solidaria para dar cuenta de un tipo de acción adicional que se puede presentar durante los conflictos por la reparación civil: el apoyo por parte de actores que no pertenecen al grupo ofendido, pero cuyas posiciones morales los llevan a comprometerse activamente con el curso del conflicto. Dichas performances son acciones simbólicas que expresan apoyo hacia actores cuya situación social es interpretada como injusta y que manifiestan la necesidad de extender el horizonte de inclusión civil. Su despliegue expresa sentimientos de indignación, es decir, de profundo rechazo frente a acciones o situaciones que se consideran moralmente inaceptables (Tugendhat, 1997).

En el caso concreto del PNA, las performances solidarias constituyeron respuestas activas por parte de audiencias que interpretaron las puestas en escena del campesinado como auténticas, y manifestaron sentimientos de indignación hacia la respuesta del Gobierno al paro y la situación social del campesinado.

Performance solidaria y estabilidad civil en Colombia

El despliegue de performances solidarias contribuye a estabilizar el suelo civil de los conflictos sociales. Como se expone en este apartado, lograr que las protestas sean consideradas acciones ciudadanas es un reto particularmente difícil en sociedades como la colombiana, de ahí la importancia de que actores en conflicto encuentren apoyo por parte de audiencias solidarias. A continuación, se describe cómo el discurso civil compite con otras formas de encauzar los conflictos y se presenta el concepto de coalición simbólica como base para entender la convergencia de actores en torno a una interpretación común de la protesta.

Si bien el discurso civil constituye una estructura cultural que permite traducir los conflictos y aporta vías para su resolución, no es la única posibilidad que tienen los actores. Grupos excluidos de la solidaridad civil pueden llegar a vincular sus sentimientos de injusticia a un rechazo al orden en su conjunto, incluida la propia esfera civil (Alexander, 2018). Por su parte, la sensación de amenaza puede llevar al ejercicio de actos represivos considerados como necesarios para la estabilidad civil (Shimizu, 2018). Aunque acciones radicales pueden tener el efecto de ampliar el nosotros solidario, otras pueden orientarse hacia su restricción o socavación (Alexander; Stack, 2019). La violencia también puede ser vista como una opción cuando se generan narrativas polarizantes que alertan sobre una profunda distancia moral entre protagonistas y antagonistas (Smith, 2005).

En el caso colombiano, el conflicto armado ha terminado por sedimentar un sistema de clasificación bélico basado en la oposición amigo-enemigo que, permanentemente, facilita estas narrativas y, en consecuencia, ocasiona una gran inestabilidad a las performances civiles (Tognato, 2018). Este binario divide la vida colectiva en un campo insurgente y otro contrainsurgente. En tanto los diferentes grupos armados han establecido vínculos en todas las esferas sociales, la tipificación sobre la pertenencia a uno u otro lado no se limita a quienes participan directa y públicamente de la violencia, sino a todo tipo de actores sociales. El carácter antagónico de esta oposición lleva aparejada una sospecha permanente sobre las verdaderas intenciones de los actores. Dado que lo que está en juego en esta lógica es la propia supervivencia, la identidad del otro es una cuestión de vida o muerte. Con un enemigo no hay posibilidad de discusión, ser codificado como tal lleva implícita una deshumanización y significa ser visto como un peligro que requiere el despliegue de acciones contundentes de violencia.

En este contexto, hay una profunda desconfianza mutua, especialmente entre quienes no comparten posiciones u orígenes comunes. Posturas moderadas en la esfera pública son vistas con suspicacia como intentos de ocultar la adscripción a uno u otro bando o, incluso, como debilidad y predisposición a la traición. El despliegue de performances civiles encuentra un terreno de gran inestabilidad. Exigencias discursivas propias del contexto normativo nacional y global han influido en que se extienda su uso, pero la polarización mina la credibilidad de quienes lo enuncian. Se trata de un "turbio término medio" (Tognato, 2018: 158) en el cual convergen todos los actores del espectro político, sean extremistas o no; pero cuya autenticidad es objeto de desconfianza. Se considera que las performances civiles (como las protestas sociales) son máscaras tras las cuales se ocultan enemigos, conservadores que patrocinan o justifican el paramilitarismo, o guerrilleros disfrazados de ciudadanos críticos.

El caso del PNA constituye una ventana para observar la competencia entre lógicas bélicas y democráticas en la constitución del orden social. Durante esta movilización, la homologación entre manifestante y actor armado fue problematizada y actores solidarios expresaron su apoyo a la protesta campesina con acciones en el espacio público.

En este sentido, este artículo se propone que las protestas en Colombia pueden alcanzar el éxito performativo, esto es, lograr interpretaciones favorables que las codifiquen como auténticamente civiles, si logran impulsar coaliciones simbólicas. Este concepto ha sido desarrollado por Mattew Norton (2017) para explicar qué significa para los votantes elegir a uno u otro candidato. Estos logran apoyo de distintos sectores porque simbolizan referentes y narrativas comunes que conectan a estas audiencias. En el caso de una protesta, las audiencias no votan, pero sí apoyan, rechazan o son indiferentes. Una coalición simbólica puede generar puntos de contacto entre las interpretaciones de diferentes actores de tal forma que el carácter público de la disputa encuentre un suelo de estabilidad civil y no caiga en el terreno de la clasificación bélica.

En el PNA las coaliciones simbólicas pudieron ser facilitadas por el posi-cionamiento en la opinión pública de narrativas comunes trágicas y románticas sobre lo campesino, más allá de la división cultural. Es posible que una narrativa sobre las víctimas de la violencia que se ha consolidado paulatinamente en Colombia (y que incluye a la población civil del campo) también contribuya a trazar estos lazos. La interpretación no bélica de la protesta es un proceso contingente en tanto requiere de coaliciones simbólicas que suelen escapar a la voluntad de sus protagonistas; no es un asunto sencillo y, en el caso del que trata este artículo, se construyó a través de performances solidarias que lograron otorgar al paro una estabilidad civil, es decir, posicionar la interpretación de que los manifestantes eran realmente campesinos y que su situación era injusta.

Estrategia metodológica

Este artículo tiene un enfoque cualitativo. Las características que definen este modo de indagación son, primero, el interés por el sentido e interpretación que tiene el mundo social para las personas; segundo, el uso flexible y variado de técnicas de recolección de información; y tercero el desarrollo de análisis interesados en abarcar la complejidad, el detalle y el contexto, así como contribuir a la construcción teórica a partir de estudios empíricos (Vasilachis, 2006)

Reconstruir las performances solidarias de las audiencias e identificar su sentido requiere el uso de múltiples materiales empíricos para conformar un archivo sobre este evento pues, como señala Taylor (2015), la performance tiene una doble dimensión ya que es tanto acontecimiento finito que produce presencia, puesta en escena concreta en que la corporeidad, coreografía y gestos de los actores se despliegan; así como inscripción documental que da cuenta de su presencia, el registro del repertorio. La primera dimensión se ha denomina repertorio y la segunda archivo. Esta distinción aporta un camino a través del cual abordar metodológicamente las performances solidarias: la construcción de un archivo que incluya diferentes registros documentales sobre el repertorio.

Esta construcción se nutre de técnicas variadas. La revisión documental de diferentes tipos de registros (escritos, imágenes, videograbaciones, audios) a partir de un abanico amplio de fuentes (prensa, redes sociales, sitios web y entrevistas) permite reconstruir el repertorio. Se consultaron noticieros nacionales (Noticias Caracol, Noticias NTN2 y Noticias Uno) y prensa (El Tiempo, El Espectador, El Colombiano, Semana, Agencia Prensa Rural, Semanario Voz y Contexto Ganadero). También, se hizo una revisión en redes sociales -publicaciones sobre el PNA en YouTube y Twitter- y en los sitios web de organizaciones participantes en las acciones. De igual forma, la realización de entrevistas a líderes campesinos y miembros de grupos solidarios aportó nuevos registros de la memoria de participantes de la performance.

El criterio de selección de los noticieros es que aportaran información sobre cómo llegó el evento a la mayoría de las audiencias. En este sentido, se seleccionaron noticieros de alcance nacional, que representaran un amplio espectro ideológico y que tuvieran un alcance amplio. Para la recolección de notas de prensa que permitieron reconstruir el drama social, y columnas de opinión y caricaturas que expresaron interpretaciones, se revisaron dos tipos de medios. Por una parte, medios públicamente identificados como representativos a nivel nacional o regional que, en su conjunto, cubrieran un amplio espectro ideológico y concentraran la mayoría de las audiencias. Por otra parte, para complementar la pluralidad de interpretaciones disponibles, se consultó prensa que ampliara interpretaciones no cubiertas por los medios anteriores y tuviera una línea editorial afín a algún actor rural o con interés en el campo.

Una vez construido el archivo se dio paso a la dialéctica de la comprensión y la explicación sugerida por Ricoeur (2003) como camino de análisis de la información. Esta dialéctica incluye tres fases: 1) acercamiento al proceso per-formativo para captar un sentido de conjunto que se formula en una conjetura (comprensión); 2) atención detenida al archivo sobre la performance con el fin de corroborar analíticamente la plausibilidad de la conjetura (explicación); y 3) evaluación de la conjetura inicial y descripción de la construcción de sentido de las performances solidarias de modo que sea inteligible para los lectores (descripción).

La conjetura inicial es que el apoyo solidario al paro fue posible por la construcción de una narrativa del campesinado como víctima del orden social colombiano. Después de la atención detallada al archivo se encuentra que la narrativa de victimización va de la mano con una sobre la identidad primordial que une a los manifestantes solidarios con el campesinado. Se llega a este hallazgo durante la segunda fase, a través de la identificación de los binarios y narrativas que los actores expusieron textual y visualmente en columnas de opinión, contenidos de redes sociales digitales y materialidades durante las manifestaciones urbanas.

La información se analizó mediante la construcción de matrices que identificaban: pares de oposición como modo de reconstruir los códigos movilizados, tipos de narrativas a través de las cuales se ponían en juego dichos códigos, y modos de expresión de las narrativas (caricaturas, imágenes, pancartas, cánticos, columnas, entrevistas, alocuciones, entre otros). Esta identificación permitió observar los posicionamientos morales y el discurso democrático o bélico a través del cual los actores interpretaron el conflicto.

En los siguientes apartados se reconstruye el PNA y se enfatiza en los elementos que conformaron la performance de solidaridad hacia los campesinos para exponer su importancia y la de las coaliciones simbólicas en el logro de una codificación democrática del paro.

"El tal paro nacional agrario no existe": fracaso de una puesta en escena

En los últimos años el campesinado colombiano ha logrado ocupar mayor espacio en la esfera pública a través de un proceso de reconocimiento en ámbitos legislativos, comunicativos, judiciales y civiles. Organizaciones campesinas que protagonizan la escena contemporánea empezaron a surgir desde los noventa del siglo pasado y, progresivamente, se articularon en grandes estructuras nacionales. Para tramitar sus exigencias, los campesinos habían acudido a protestas sociales -un 15 % del total de las luchas sociales del país entre 1988 y 2012 (Cinep, 2013)- y a repertorios institucionales como tutelas, derechos de petición, demandas, cabildeos y audiencias públicas (Osorio, 2016).

El PNA fue la primera movilización de carácter nacional que agrupó a la amplia gama de campesinos organizados. Fue convocada por organizaciones de alcance nacional como Dignidad Agropecuaria Nacional (Dignidades), Mesa de Interlocución y Acuerdo (MIA) y Coordinador Nacional Agrario (CNA) que demandaban cambios en las políticas agrarias del Estado colombiano. Algunas reivindicaciones giraban en torno a la necesidad de subsidios a la producción y cambios en los acuerdos de libre comercio; otras tenían que ver con la ampliación del acceso a la tierra y la formalización colectiva de la propiedad; y unas más apuntaban al reconocimiento de derechos políticos del campesinado. Esta variedad de demandas se agrupaba bajo una narrativa común: la situación del campesinado era desigual respecto a otros actores económicos (principalmente grandes capitalistas multinacionales y poderosos terratenientes locales) lo que era injusto en tanto no permitía su acceso a los derechos reconocidos constitucional y socialmente.

El paro inició el 19 de agosto y culminó oficialmente el 12 de septiembre, pero algunas zonas permanecieron en protesta hasta octubre. La puesta en escena elegida fue el bloqueo de vías: piedras, llantas, troncos y ramas fueron apostados en carreteras intermunicipales. A un costado de las vías instalaron carpas en donde dispusieron alimentos, ropas y todo tipo de implementos necesarios para permanecer allí por un tiempo medianamente prolongado. Materialidades icónicas asociadas al campesinado expresaron la identidad de sus protagonistas, así, machetes, botas, sombreros e implementos regionales específicos, como ponchos en zonas calientes y ruanas en zonas frías, fueron distribuidos a través de imágenes en prensa, televisión y redes sociales. Al impedir el paso de vehículos, los manifestantes alteraron la cotidianidad de los viajeros e interrumpieron la circulación de mercancías a lo largo de todo el territorio nacional.

Desde el principio, los convocantes al paro enfrentaron insinuaciones y acusaciones sobre la sinceridad de sus motivaciones. Actores del Gobierno y sectores de la opinión pública afirmaron que la protesta no respondía a los intereses reales de los campesinos sino a cálculos estratégicos de actores en la sombra. Esta crítica se basó en dos ideas: que los bloqueos de vías constituían un desafío al orden público y que la protesta tenía un alcance menor al indicado por sus líderes, quienes no representaban al grueso del campesinado.

Al finalizar la primera jornada de protestas, el presidente Juan Manuel Santos dijo que no había sido "de la magnitud que se esperaba" ("'El paro no ha sido de la magnitud que se esperaba'", 2013, s.p.). Con el pasar de los días, la magnitud de las movilizaciones aumentó, y convocantes y comentaristas cuestionaron que el Gobierno no asumiera la real importancia de lo que estaba ocurriendo. Noticias Uno (2013a, s.p.) informó que "los campesinos se quejan también con el gobierno por desestimar sus razones y porque el gobierno sólo ha puesto al ministro Estupiñán a darle la cara a los problemas que corresponden a varias carteras". El 25 de agosto, Santos llevó a cabo una alocución televisiva en la que reiteró que el paro no tenía la dimensión que sus convocantes afirmaban, sino que constituía un desafío al orden público por parte de un pequeño grupo de actores ilegítimos que buscaban sembrar el caos, y afirmó que "el tal paro nacional agrario no existe", y que junto a campesinos legítimos "hay otro tipo de personas que están aprovechando para causar un daño terrible" ("Presidente Juan Manuel Santos...", 2013).

La frase "el tal paro nacional agrario no existe" generó una indignación inmediata en convocantes y audiencias solidarias, y rápidamente se convirtió en una consigna frente a la cual se apuntaló la movilización social. Cesar Pachón, líder de Dignidad Papera, invocó a la audiencia como testigo cuya experiencia de lo que estaba sucediendo desacreditaba el guion presidencial: "Lo que no pueden venir a decir el señor presidente, y sus ministros es que esta es una manifestación de tres campesinos infiltrados, porque la realidad no solo se está viendo, sino que se está sintiendo" ("Gobierno mantiene orden de dialogar con los campesinos", 2013, s.p.). Por su parte, Robert Daza, líder del CNA, compartió esta alusión a una audiencia que había "visto" y "sentido" la realidad del paro y que "el único que no miraba que el país estaba bloqueado por los campesinos y campesinas" era Santos (Robert Daza, comunicación personal, 08.07.2020).

Que el guion del Gobierno era inadecuado fue una interpretación común. Noticias Uno compartió algunos mensajes de ciudadanos en Twitter que reflejaban indignación. En uno se leía "renuncie. muestre dignidad y respeto al pueblo colombiano. no más mediocridad" ("El paro agrario nacional.", 2013). En una edición del programa Especiales Pirry la negativa presidencial del paro fue calificada como una de las "más estúpidas y políticamente costosas de su mandato" ("La rebelión de las ruanas"., 2013, s.p.).

Al día siguiente, Santos reconoció que dio "un papayazo"3 ("Declaración del Presidente Santos...", 2013) e intentó precisar el sentido de su mensaje: lo que quería decir era que el paro estaba "concentrado en pocos departamentos y en unos productos determinados" (Santos, 2013, s.p.). Convocantes no prestaron atención a la distinción sobre el alcance del paro, sino a la negación de su existencia. Audiencias solidarias se sintieron indignadas y expresaron públicamente su posición, entonces, irrumpieron en la esfera pública para exigirle al Gobierno que cambiara el trato dado a la protesta.

Si bien las organizaciones campesinas habían intentado traducir sus aspiraciones particulares en un discurso democrático, las imputaciones del Gobierno sobre las posibles impurezas que minaban su legitimidad habían calado en sectores de la prensa y la opinión pública. La puesta en escena de las audiencias solidarias evidenció que tales imputaciones no eran compartidas unánimemente por la ciudadanía y que, por el contrario, la potencia social demostrada por los campesinos en los bloqueos tenía un poder cultural: generaba sentimientos de identificación entre las audiencias que expresaban su indignación con el presidente y su solidaridad con los manifestantes campesinos.

A continuación, se presentan los elementos de las performances solidarias desplegados por quienes manifestaron su apoyo al paro.

Cacerolazos: solidaridad en escena

Aunque la actuación campesina había encontrado reconocimiento y apoyo, audiencias solidarias no se habían comprometido directamente en el desarrollo del conflicto. Las palabras de Santos tuvieron precisamente ese efecto: fueron respondidas por una oleada de indignación colectiva. Durante manifestaciones de apoyo, ciudadanos urbanos expresaron clasificaciones y narrativas sobre el campesinado y el Gobierno que pusieron en escena a través de cacerolazos. En esta forma de protesta, los manifestantes salen a las calles o se asoman a las ventanas y golpean repetitivamente una cacerola -u otro tipo de implementos de cocina metálicos- con un cubierto, con el fin de comunicar descontento frente a una situación injusta, una decisión política, el Gobierno en su conjunto o el régimen político. En esta ocasión, los cacerolazos fueron puestas en escena de indignación y solidaridad.

En la noche del 25 de agosto, pobladores de Tunja (Boyacá) salieron a las calles y se concentraron en la plaza principal a manifestar su apoyo a los campesinos. En Noticias Caracol un participante decía estar "apoyando a nuestros paisanos campesinos de todo el país, porque paro sí hay", mientras una ciudadana le pedía a Santos que fuera "justo", pusiera "la cara" y no cogiera "a mansalva a los campesinos" que se encontraban "reclamando sus derechos" ("Emisión 6:30 a.m.", 2013). El reportero Gonzalo Jiménez relató que, en esta manifestación, participaron "centenares de niños, amas de casas, padres de familia, ancianos" y describió el carácter inusual de este acontecimiento: "esta plaza no se había llenado desde una marcha del exgeneral Rojas Pinilla y cuando se celebran las fiestas de la Virgen del Milagro patrona de Colombia". Además, expuso los esfuerzos de los manifestantes para poner en escena un apoyo no violento a la protesta campesina: "las personas salieron de los barrios, de diferentes casas, a pedirle a la gente que hicieran su acto no violento y demostraran llevar con orgullo y con respeto la ruana boyacense, la bandera de Boyacá y la bandera de Colombia" ("Emisión 6:30 a.m.", 2013).

Al día siguiente, los cacerolazos fueron replicados en otras ciudades. En Bogotá, se concentraron en la Plaza de Bolívar (centro político de la nación) y repitieron los cacerolazos durante varios días seguidos (Paro agrario: 'cacerolazo' también retumbó en Bogotá, 2013, s.p.); y el 29 de agosto se programaron 14 marchas a lo largo de la capital ("Al menos 14 movilizaciones...", 2013). Estas manifestaciones comunicaban la indignación ante una ofensa al nosotros civil. En imágenes registradas por NTN24 en Bogotá, se observó un cartel que decía "En paro somos delincuentes, en elecciones somos ciudadanos".

Junto a las manifestaciones en el espacio público, se posicionaron tendencias de apoyo a través de redes sociales digitales. En Twitter se compartieron hashtags que aludían al carácter auténticamente campesino de la protesta (#LaRebeliondelasRuanas), expresaban solidaridad (#YoTambiénMePongoLaRuana), invitaban a movilizarse en apoyo al paro (#CacerolazoNacional), y afirmaban que la ofensa era compartida (#LoQueEsConLosCampesinosEsConmigo). Colombianos en el extranjero también participaron de esta indignación mediante el uso de estos mensajes. A través la misma red social, Acevedo (2013, s.p.) publicó una foto de dos mujeres vestidas de ruana que, frente a la Torre Eiffel, cargaban un cartel que decía "Sr. presidente Santos, hasta en Paris sabemos que el Paro Nacional Agrario y Popular SÍ EXISTE".

El líder Robert Daza recuerda que la solidaridad fue recibida por los convocantes campesinos como un respaldo a su autenticidad y una motivación para continuar con el paro. En este sentido, los cacerolazos evidenciaron la fusión entre campesinado y audiencia en torno al carácter civil y no insurgente de dichos convocantes: "Esos cacerolazos fueron la conexión entre campesinado y gente de la ciudad, que estaban diciendo 'bueno, estamos con ustedes, adelante, y nos solidarizamos'" (Robert Daza, comunicación personal, 08.07.2020).

Campesinado puro y Gobierno impuro: clasificaciones morales binarias

La respuesta ciudadana expresó una codificación que oponía la pureza del campesinado a la impureza del Gobierno como balanza para evaluar la legitimidad del paro que fue considerado como una expresión de descontento frente a la injusta situación del campesinado, mientras que el presidente (y el Gobierno en su conjunto) fue visto como responsable de las afectaciones y los episodios de violencia. En un reportaje sobre el desabastecimiento de alimentos en Tunja, provocado por los bloqueos, una habitante manifestó que "desafortunadamente aquí en Colombia nos acostumbramos a que si no es por la mala nadie nos pone cuidado" y le pedía "el favor al presidente" que "sea consecuente, que no nos obligue a pasar más hambre" ("Sabiduría popular", 2013). La respuesta de esta mujer indicaba cómo, incluso la propia afectación material a causa del paro, era interpretada como generada por la actuación de un Gobierno impuro.

Líderes de opinión compartieron esta clasificación binaria que oponía virtudes del campesinado a decadencia del Gobierno. Un columnista liberal describió satíricamente un ficticio sobrevuelo en el que se plasmaba la distancia entre un presidente elitista y un pueblo sufrido: "¿quiénes son esos 'caddies'?" preguntaba Santos, "No, presidente, son campesinos" respondía su piloto (Samper, 2013, s.p.). Irrealismo y elitismo se asociaron a indolencia. Se afirmó que el presidente era "torpe o desalmado" (Silva, 2013, s.p.), y que sus palabras reflejaban "incapacidad de empatía" (Cívico, 2013, s.p.) y "falta de sintonía" con los gobernados (Prado, 2013, s.p.). Sumado a esto, se sostuvo que Santos carecía de los atributos necesarios para ser gobernante, estaba "encerrado en palacio de cristal" (Morales, 2013, s.p.) y era autoritario.

El tratamiento de la protesta reforzaba la idea de que el presidente era incoherente. Su actitud sembraba dudas sobre la honestidad de sus aspiraciones de paz. Una columnista dijo que debía escoger cómo sería recordado, si "como un demócrata que firmó la paz y tomó las medidas requeridas para disminuir la injusticia social, o como un represor posuribista que en cada rebelde descubría a un terrorista y en cualquier disidente, a un comunista 'clandestino'" (Orozco, 2013, s.p.).

En contraste con Santos, los campesinos fueron vistos como encarnaciones de legitimidad. Para la periodista María Jimena Duzán (2013, s.p.), las acciones de los manifestantes eran autónomas pues no se sentían representados por los partidos políticos ni por las agremiaciones o asociaciones, tampoco eran meros instrumentos al servicio de fines electorales, ni mucho menos de una oposición de derecha en un país que "tampoco es uribista". Además, era desafortunado asociar a la insurgencia con los campesinos, quienes "han padecido la violencia de la guerrilla en carne propia y son los que más han sentido la guerra". También se consideraba que la protesta revelaba altura moral y ejemplificaba un gran esfuerzo por parte de sus protagonistas para mantenerse en cauces civiles. Al respecto, un columnista afirmó que "sus organizadores no han pisado las cascaritas que desde ciertas orillas les han lanzado" (Ospina, 2013, s.p.).

La solidaridad hacia el paro expresó la presencia y extensión de un discurso democrático. Campesinado y Gobierno fueron vistos como encarnaciones de la oposición entre aspiraciones de inclusión en un marco democrático y políticas de exclusión bajo un modelo autoritario. Esta oposición se homologó a un conjunto de clasificaciones morales binarias que desembocaban en la construcción de un apoyo basado en sentimientos de solidaridad por parte de un nosotros ciudadano e indignación frente a un ellos autoritario, cristalizado en el Gobierno (ver Cuadro 1).

Cuadro • 1 Clasificaciones morales binarias que sustentaron el apoyo al paro 

Pureza Impureza
Campesinos Gobierno
Justicia Injusticia
Democracia Autoritarismo
Autenticidad Engaño
Protesta legítima Represión
Humildad Arrogancia
Respeto - Seriedad Burla
Solidaridad Indignación
Realismo Irrealismo
Inclusión Exclusión
Igualdad Desigualdad
Pueblo Élite
Paz Guerra
Producción nacional Tratados de libre comercio
Colombianos - Ciudadanos Gobernantes
Víctimas Verdugos
Héroes Cobardes
Ancestros Extraños

Fuente: elaboración propia.

Además de la codificación democrática de este apoyo, la oposición entre campesinado y Gobierno tendió puentes con otras formas de configurar la legitimidad social. De esta manera, la idea del carácter humilde, heroico y ancestral del campesinado se enfrentó a la de arrogancia, cobardía y extrañeza de los actores del Gobierno, lo que sustentó un apoyo organicista por parte de sectores conservadores. Al mismo tiempo, las oposiciones pueblo y élite, producción nacional y librecambio, igualdad y desigualdad, fueron formas de codificación desde sectores de izquierda. En este sentido, hubo una coalición entre muchas maneras de interpretar el orden social que coincidieron en su apoyo al campesinado y su lectura del paro como un evento no exclusivamente bélico.

Narrativas sobre la campesinidad

La oposición moral comunicada por la audiencia en las calles, redes sociales y páginas de opinión, no fue una atribución de clasificaciones estática, sino una dinámica creación de narrativas. Estas se basaron en la idea de que el paro ilustraba cómo un campesinado, esencial para la fundación y el mantenimiento de la vida social, era objeto constante de victimizaciones por parte de gobernantes y todo tipo de actores violentos. En un espacio dedicado a temas gastronómicos, la chef Margarita Bernal (2013, s.p.) publicó: "Soy nieta de campesinos", quienes "proveen a la humanidad de lo más sagrado: los alimentos", pero "si olvidamos los orígenes de nuestros alimentos, descuidando a los campesinos, estamos condenados a ser un país sin tradiciones, sin identidad y sin futuro. El paro agrario es la radiografía del desamparo".

Esta idea estaba sostenida en dos conjuntos de relatos. Uno acerca del campesinado como identidad primordial cuyas cualidades estaban inscritas en el nosotros nacional y familiar; y otro acerca de las acciones de victimizaciones pasadas y presentes a las que estaba expuesto este actor. Ambos trazaron puentes entre diferentes maneras de codificar lo social, en tanto mezclaban atributos organicistas como el carácter ancestral del campesinado y su lugar esencial en la fundación de un orden común; atributos civiles referidos al universalismo, la justicia y la libertad; e interpretaciones contestatarias centradas en la indignación, la necesidad de la protesta y la justificación de vías de hecho.

Campesinado: identidad primordial

Una primera narrativa trató al campesinado como un actor con vínculos profundamente arraigados con el conjunto de la población, provenientes de su lugar como sujeto protagónico en la fundación y sostenimiento de la vida social. Su carácter primordial explicaría el que fuera considerado una fuente de identidad compartida: en los campesinos se reconoce a protagonistas en la formación de la nación, a actores esenciales para la reproducción y a los propios antepasados.

La visibilidad alcanzada por las protestas en Boyacá, en cuyo territorio se llevó a cabo un acontecimiento decisivo de la Campaña Libertadora de la Nueva Granada (actual Colombia) -la batalla del Puente de Boyacá el 7 de agosto de 1819-, fue un suceso referido por comentaristas en un diálogo intertextual que combinaba la gesta independentista con la protesta campesina. Un columnista sugirió que "La nación entera debería recordar que estos campesinos llevan, como los llaneros, la misma sangre de los soldados del ejército libertador" (Barajas, 2013, s.p.). La alusión a la independencia llamaba la atención sobre el lugar de los campesinos en la fundación de la república y en los vínculos entre esta identidad y el discurso civil de la libertad.

En contraste con el espíritu libertario de los campesinos, el Gobierno era visto como fuente de represión, por ejemplo, en una crónica, la Policía antimotines fue situada en el lugar del Ejército realista de España:

194 años después el Puente de Boyacá y sus alrededores fueron escenario de una nueva batalla. Pero esta vez no fue entre criollos y extranjeros, sino entre los campesinos y la Policía, por causa de un paro agropecuario convocado por los agricultores. (Boyacá Siete Días, 2013, s.p.)

Un artista, cuyo trabajo recibió amplia difusión durante el paro, plasmó una imagen que ilustraba este mismo símil al poner en escena un enfrentamiento contemporáneo entre campesinos y fuerza pública en el Puente de Boyacá (ver Figura 1).

Fuente: Alter Eddie (2013).

Figura • 1 Batalla de Boyacá 

Al campesinado también se le reconoció un gran protagonismo en la construcción del país. La representación de paisajes regionales que habrían jugado un papel destacado en el desarrollo nacional contribuyó a reforzar la narrativa de que era primordial. El ambientalista Julio Carrizosa (2013, s.p.) afirmó: "Nadie duda de la importancia cultural y ecológica de los socioecosistemas colombianos que producen la papa y el café. Boyacá y la zona cafetera han sido escenario de los más importantes procesos de conformación del país". Se consideró que estos paisajes estaban íntimamente asociados a la construcción de un orden civil y se comunicó que la amenaza al modo de vida campesino constituía una amenaza a la nación en su conjunto. El periodista Daniel Coronell (2013, s.p.) sostuvo que "Nuestro país es magnánimo con los conglomerados que explotan nuestros recursos y nos venden lo que no necesitamos en desarrollo de las 'bondades' del TLC" y concluyó, en referencia a la compra de implementos de represión a una empresa estadounidense, que "al final ellos se quedan con la plata y nosotros con las lágrimas".

Por último, el carácter primordial del campesinado no solo se elevó a una escala nacional y en relación con atributos civiles, sino que también se refirió a la esfera íntima de la familia. El campesinado fue considerado un ancestro que merecía respeto y trato justo. Músicos y actores reconocidos publicaron un video en el que definieron lo campesino como un ancestro cuyas cualidades merecían respeto y admiración: "Mi padre es campesino, mi madre es campesina, mi abuelo es campesino. Tengo ojos de campesino, tengo manos de campesino, mi sangre es campesina, mi ciudad es campesina, mi tierra es campesina" ("Artistas apoyando a los campesinos...", 2013). La referencia al campesinado ancestral fue esgrimida como un llamado a la integración. El artista creador del blog ¿Se lo explico conplastilina? recuerda que lo más significativo del paro fue "que hubiera una identidad muy grande, porque ahí no había una cosa ni de derecha ni de izquierda sino como que por fin se unía como la gente en torno a reconocer sus ancestros campesinos" (Edgar Álvarez, comunicación personal, 08.07.2020).

Campesinado víctima

La solidaridad de las audiencias también reveló la extensión alcanzada por una narrativa de victimización del campesinado. Este actor fue considerado la víctima por excelencia de la desigualdad, la exclusión, la violencia y todo tipo de situaciones de injusticia propias de un orden degradado que se servía de instrumentos institucionales y violentos para contaminar todos los rincones de la vida social. Un columnista escribió:

Ponga usted, lector, un punto rojo en los lugares del mapa de Colombia que les han sido arrebatados a los campesinos con "la Violencia"4, las tretas legales o los "tratados de libre comercio" que se han dado tan bien en estos climas: tendrá pronto, como resultado, una mancha de sangre. (Silva, 2013, s.p.)

Otro afirmó: "El 'progreso' del país se ha asociado con la construcción de ciudades e infraestructura, dejando en el olvido a millones sometidos a la violencia y al abandono en las extensas zonas rurales" (Arango, 2013, s.p.). El columnista Reinaldo Spitaletta (2013, s.p.) describió como un eterno retorno el solapamiento entre violencia en el campo y concentración de la tierra: "Durante años, el campo en este país de abundantes desgracias, ha sido sangriento, y en muchos momentos de su historia no había tanto pollos como 'pájaros'"5.

La victimización también tenía que ver con las esferas económica y política. El historiador Jorge Orlando Melo (2013, s.p.) criticó la política económica del Estado: "creo que no tiene sentido que protejamos a terratenientes y empresarios rurales haciendo que la comida sea más cara, dizque para que den más empleo". La decadencia del modo de vida campesino, provocada por el neoliberalismo, fue trágicamente retratada en el documental 9.70 de Victoria Solano que ocupó un lugar destacado en el debate público. Allí, se denunciaba el decomiso y destrucción de 70 toneladas de arroz en Campoalegre (Huila) debido al incumplimiento de la Resolución 970 del Instituto Colombiano Agropecuario (ICA) relativa a las semillas certificadas. Esta regulación se consideró un agravio a la producción campesina ancestral "en defensa de los intereses de empresas trasnacionales en el marco de Tratado de Libre Comercio entre Colombia y Estados Unidos" ("Documental 9.70.", 2013).

En esta situación de victimización se justificaba una protesta considerada legítima. En su programa, Pirry le preguntaba retóricamente a su audiencia si no le parecía natural la reacción del campesinado: "¿no estaría usted emberracado [enojado, indignado]?, ¿no estaría usted desesperado?, ¿no saldría usted a protestar? Pues los campesinos se mamaron [cansaron] y salieron a protestar" ("La rebelión de las ruanas" 2013, s.p.). Además, en referencia a la puesta en escena del paro, el Escuadrón Móvil Antidisturbios (Esmad) encarnó de forma directa la violencia contra el campesinado. A través de Twitter, circuló una caricatura en la cual un campesino decía "Yo no sé qué duele más en un paro, los golpes del Esmad cuando somos 'violentos' o el olvido de los medios cuando no lo somos" (X-Tian, 2013, s.p.). Inicialmente circuladas por redes sociales, las imágenes de violencia policial escalaron a los noticieros nacionales. La columnista Catalina Ruiz-Navarro (2013, s.p.) destacó cómo las víctimas hacían a un lado el miedo y se atrevían a enfrentar y denunciar la actuación policial: "Es un triunfo que, en vez de temerle al ESMAD, los manifestantes lo miren, desafiantes, con los ojos de las cámaras".

La idea de victimización se contrapuso al guion de la infiltración insurgente al paro. Una caricatura publicada en El Espectador mostraba el destino mortal de un campesino que, al trabajar por la tierra, cavaba su propia tumba (ver Figura 2). Otra caricatura ponía de presente cómo los campesinos constituyen una de las identidades más reconocibles del conflicto armado: la víctima de desplazamiento forzado (ver Figura 3).

Fuente: Betto (2013).

Figura • 2 Baldíos 

Fuente: Matador (2013).

Figura • 3 La verdadera "History" ... Channel 

"La rebelión de las ruanas": iconicidad y apoyo al paro

A lo largo del paro agrario, hubo numerosas apariciones de campesinos vistiendo ruanas, tanto en espacios rurales como urbanos6. Esta prenda de vestir es un ícono asociado al mundo campesino de tierras frías y, por extensión, al campesinado en un sentido más general7. Metonímicamente se liga a situaciones de exclusión social que comparte el campesinado con otros sectores de la sociedad. Expresiones como la justicia es para los de ruana o a los de ruana nunca les toca refieren a asimetrías de poder que se traducen en accesos desiguales a las esferas jurídica, política y económica.

Esta interpretación fue reiterada durante el paro. Eberto Díaz (2013, s.p.), líder de la MIA, proclamó: "ahora los de ruana y sombrero han hecho sentir su voz, es la voz de la rebelión de los excluidos". Líderes de opinión de distintos sectores ideológicos también compartieron la alusión a la ruana como símbolo del campesinado. Un columnista de izquierda afirmó que la ruana era una "expresión del campesinado empobrecido, el proletariado agrícola y todos los excluidos de la ciudad y el campo" (De Zubiría, 2013, s.p.); por su parte, un representante gremial de derecha compartió que "los legítimos campesinos, que son millones, se pusieron la ruana y esperan respuestas a la crisis que enfrentan" (Lafaurie, 2013, s.p.).

Durante la puesta en escena solidaria fue común el uso de la ruana como expresión de identificación entre audiencias y campesinado. El periodista Juan Gossaín (2013, s.p.) afirmó que "la ruana se volvió símbolo de la dignidad de los labriegos". Esta prenda de vestir no solo condensó el apoyo al paro, sino que cristalizó las narrativas sobre la campesinidad que sustentaron la solidaridad. Noticias Uno mostró dos imágenes compartidas a través de redes sociales (ver Figura 4). En una de ellas, se condensó la asociación entre campesinado, formación de nación y libertad, mientras que la otra conectó violencia hacia el campesinado y agravio al país.

La idea de vínculo entre ruana y construcción histórica de la nación se actualizó a través de la fusión con otro ícono: la imagen de Simón Bolívar. El relato sobre el Libertador cabalgando con una ruana por el altiplano cundiboyacense durante la campaña independentista es recurrente. Durante las manifestaciones en Bogotá, en la plaza que lleva su nombre, su estatua fue investida continuamente con todo tipo de ruanas, ponchos y sayos8 que, ocasionalmente, contenían mensajes de apoyo al paro (ver Figura 5).

Fuente: "Top Secret Agosto 25" (2013).

Figura • 4 Top Secret, agosto 25 

Fuente: “En apoyo al Paro Nacional Agrario” (2013).

Figura • 5 En apoyo al Paro Nacional Agrario 

Agentes portadores y medios de distribución

Las expresiones de apoyo al paro fueron sentidas como espontáneas. Víctor Correa, líder de Dignidad Cafetera, recuerda que se trató de una respuesta ciudadana autónoma: "no fueron las organizaciones, eso fue la gente, porque fueron movilizaciones muy grandes" (Víctor Correa, comunicación personal, 15.07.2020). Javier de la Cuadra, sociólogo que participó en la comunicación ciudadana sobre el paro, dijo que "se unieron muchachos que nunca en su vida habían estado en movilización" (Javier de la Cuadra, comunicación personal, 25.06.2020). La sensación de respuesta no deliberada fue compartida por Guillermo Castro, uno de los administradores de la página de Facebook Cacerolazo por Colombia, que convocó a las manifestaciones solidarias:

Se creó el evento en Facebook y digamos, aproximadamente a las nueve de la noche, una hora después de que habían terminado las cacerolas en Tunja, se creó el evento y se empezó a difundir. Y se empezó a difundir "no, que digámosle a la gente que se concentre en algunas partes principales, Parque Principal de Funza, yo estoy aquí en este momento ubicado en Funza entonces podemos hacerlo aquí". Y otro escribió "Plaza de Bolívar de Bogotá" y nosotros, "bueno, pongamos Plaza de Bolívar de Bogotá", y alguien escribió en Cali, y alguien escribió en Bucaramanga. Entonces empezaron a llegar muchas cosas y mucha gente comenzó a escribir al evento: "que sí me voy a sumar". Entre nueve y 11 de la noche, hubo como diez mil personas que se sumaron al evento, y al otro día ya había convocatoria al cacerolazo en horas de la noche en casi todo el país. Entonces fue una cosa muy espontánea afortunadamente. (Guillermo Castro, comunicación personal, 17.06.2020)

Aunque una dosis de espontaneidad resultó de la indignación ante la negativa presidencial del paro, también hubo agentes portadores que representaron la rabia y convocaron a la solidaridad. Junto a Cacerolazo por Colombia, iniciativa de miembros del portal de noticias alternativo Macarenazo, se congregó, mediante varias páginas de Facebook, a apoyar este acontecimiento, así, se crearon convocatorias específicas para distintas ciudades, y colombianos en el extranjero también se sumaron a este movimiento. Además de convocar a manifestaciones, los grupos portadores compartieron información sobre la situación del campesinado y el día a día del paro que soportaba las clasificaciones morales binarias y las narrativas. Estos agentes portadores se caracterizaron por ser ciudadanos urbanos con formación universitaria, participación en medios de comunicación y experiencia en producción artística y audiovisual. Algunos vivían o venían de vivir fuera del país, varios de ellos estaban conectados o empezaron a estarlo a raíz del paro, y juntaron esfuerzos performativos para comunicar su solidaridad.

De esta manera, dichos agentes entablaron reflexiones sobre la necesidad de persuadir a mayores audiencias sobre el significado de la movilización campesina. De la Cuadra cuenta cómo las organizaciones sociales que tradicionalmente lideraban las protestas se vieron interpeladas por iniciativas de renovación. Medios de comunicación alternativa llamaron la atención sobre la necesidad de dar paso a "otras formas de contar más frescas" con la intención de lograr que "la gente se sintiera más identificada, con un lenguaje más tranqui, menos enrollado, menos ladrillo" (Javier de la Cuadra, comunicación personal, 25.06.2020); Edgar Álvarez, quien compartió imágenes con plastilina, afirmó que su intención fue "enviar mensajes, sencillos, claros y directos" (Edgar Álvarez, comunicación personal, 08.07.2020); y Victoria Solano relata que "nosotros hacíamos videos divertidos, tratábamos de hablar con ironía, utilizábamos el lenguaje de las redes, pero al mismo tiempo denunciábamos con firmeza" (Doc Society, 2017).

La intención en comunicar indignación partió de la identificación de estos agentes portadores con la situación del campesinado. Álvarez, creador de Te lo explico con plastilina, recuerda que "me parecía tan absurdo lo que estaba pasando que fue muy significativo, muy personal, y era eso, como somatizar todo eso que estaba pasando en mi país". Para dar cuenta de su identificación, estos agentes acudían a las mismas narrativas sobre la identidad primordial y la victimización mediante las cuales se comunicó el apoyo al paro. La idea de un ancestro campesino fue particularmente importante. Álvarez afirma que "Yo vengo de familia campesina" y "por fin sentía que había algo que nos identificaba como colombianos y era ese hecho de ser agrodescendientes" (Edgar Álvarez, comunicación personal, 08.07.2020). De la Cuadra asegura que "todavía nuestros abuelos son campesinos o eran campesinos, el tío o la tía, tenemos alguien cercano campesino" y por eso "las personas de las ciudades tenemos la mayoría una experiencia campesina que contar" (Javier de la Cuadra, comunicación personal, 25.06.2020).

Conclusiones: coaliciones simbólicas y solidaridad civil

Una forma de comprender el apoyo recibido por el PNA es aludir al contexto político del momento. Durante los años que Juan Manuel Santos gobernó (2010-2018) hubo una fuerte oposición de derecha hacia políticas reformistas y, especialmente, al proceso de paz que inició con las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia - Ejército del Pueblo (FARC-EP); simultáneamente, la izquierda se opuso al modelo económico neoliberal. Aunque las agendas de ambos campos ideológicos eran opuestas -el primero no cuestionaba el neoliberalismo, mientras que el segundo apoyaba los diálogos de paz- convergieron en su rechazo a la respuesta oficial a la movilización campesina.

No se trató, sin embargo, de una alianza instrumental a nivel político sino de una coalición simbólica a nivel cultural. Mediante esta coalición se generaron puntos de contacto entre actores que no compartían las mismas formas de interpretar la legitimidad social, de clasificar lo puro y lo impuro en la escena pública. Con esto, el carácter del PNA encontró un suelo de estabilidad civil y no cayó en el terreno de la clasificación bélica. Mientras que sectores liberales lo concibieron como una protesta democrática, actores de derecha la clasificaron como una protesta civilizada, y líderes de izquierda como una movilización de masas. Por su parte, Santos encarnó los atributos negativos desde todas estas tendencias: autoritario, arbitrario y engañoso para liberales; débil frente a los bandidos, arrogante e irrespetuoso para actores de derecha; y burgués plegado al imperialismo transnacional para actores de izquierda.

La coalición era ciertamente paradójica pues mientras expresaban argumentaciones opuestas que evidenciaban hasta qué punto participaban de universos simbólicos distintos, los actores convergían en narrativas comunes. La posición respecto al proceso de paz fue el aspecto más crítico que ilustró esta paradoja ya que, quienes apoyaron la negociación con las FARC-EP, cuestionaron que el Gobierno acudiera a un tratamiento de orden público en medio de un escenario de transición, y quienes se opusieron al acuerdo contrastaron el trato dado a esta guerrilla con la represión hacia los campesinos. Ambas posiciones convergieron en la idea del presidente como un actor engañoso en cuyas intenciones de paz no se podía confiar.

El PNA fue un evento de protesta internamente muy heterogéneo en tanto había una gran diferenciación regional, organizativa e, incluso, participación de actores como mineros, estudiantes y transportadores. De hecho, las organizaciones agrarias convocantes tenían trayectorias disimiles, profundas diferencias en sus demandas y en las maneras de traducir sus aspiraciones en un discurso democrático, lo que se refleja en que no contaban con un pliego único de peticiones. No obstante, la construcción simbólica del apoyo a la protesta partió de una interpretación común por parte de las audiencias con base en la cual se desplegaron performances solidarias: a pesar de sus diferencias, los protagonistas del paro eran campesinos auténticos que se encontraban en una situación de profunda injusticia. El Gobierno fue considerado un villano tan destacado que la visión de un campesinado como víctima tomó gran fuerza en la opinión pública. Por su parte, la idea de que el campesinado era un actor central en la construcción de la nación y la familia reforzó la indignación frente a la represión policial y la actuación presidencial.

Las performances solidarias constituyeron escenificaciones de las coaliciones simbólicas mediante las cuales se construyó la solidaridad hacia la protesta campesina y su carácter civil. Su importancia radicó en posicionar activamente en la esfera pública una interpretación democrática de la protesta social que logró contrarrestar la clasificación bélica promovida por actores de Gobierno, sectores de la prensa y líderes políticos y de opinión pública. Junto a otros procesos políticos, sociales y culturales, el PNA se ubica en una transformación más amplia en la tramitación de los conflictos sociales en Colombia caracterizada por el fortalecimiento de la democracia -entendida como forma de vida que va más allá de los procedimientos electorales e incluye distintos modos de participación ciudadana, como la protesta- y un discurso civil a través del cual se comunican e interpretan los asuntos públicos.

Referencias

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* Este artículo es resultado final de la tesis de doctorado “Paro Nacional Agrario de 2013. Performance y solidaridad en Colombia” llevada a cabo entre 2018 y 2021 para obtener el grado de Doctor de Investigación en Ciencias Sociales con mención en Sociología. Este doctorado fue realizado gracias a una beca otorgada por el Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología (CONACYT) de México.

1Partir del proyecto académico de la sociología cultural implica un posicionamiento teórico respecto a otras aproximaciones y específicamente a la agenda de la Teoría de los Movimientos Sociales, perspectiva dominante en el estudio de protestas sociales. Si bien esta agenda ha sido fructífera en el estudio de procesos de acción colectiva contenciosa, enfatiza el carácter estratégico de la acción, incluso cuando se aproxima a los procesos simbólicos. La noción de repertorio surge en sus inicios para dar cuenta de las transformaciones en la acción como resultado de cambios estructurales (Tilly, 1989) y, aunque este carácter estructuralista es moderado posteriormente (Tilly, 2008; Tilly; Wood, 2009), no provee herramientas analíticas que permitan aprehender sus componentes y comprender cómo participa en los procesos de construcción de sentido. Por su parte, el concepto de marco cultural alude a las estrategias comunicativas de los actores en conflicto (Zald, 1999), pero omite la reflexión por las estructuras culturales que dotan de sentido a dichas estrategias en el debate público y que permiten la comunicación misma. Los conceptos de performance y discurso democrático o civil constituyen aportes de la sociología cultural que evidencian la necesidad de una aproximación más decidida al carácter profundamente simbólico de los conflictos sociales.

2El caso de Noticias NTN se aborda como proxy de Noticias RCN. No hay disponibilidad de videos de este noticiero nacional en Internet, más sí de su versión internacional que responde a una línea editorial similar.

3En este contexto "dar papaya" o "dar un papayazo" es una expresión que indica que alguien ha concedido una oportunidad única para que adversarios o críticos tomen ventaja.

4"La Violencia", escrita con mayúsculas, se refiere a un momento histórico en Colombia ubicado a mediados del siglo XX (algunas cronologías lo ubican desde la década de los veinte) caracterizado por la confrontación armada bipartidista entre liberales y conservadores.

5Se denominaba pájaros a grupos armados conservadores del Valle del Cauca durante La Violencia.

6La ruana es una prenda de vestir adecuada para las bajas temperaturas de los pisos altos de Boyacá, así como de otras zonas de los Andes colombianos. Consiste en una pieza de lana cruda de oveja, de forma cuadrada o rectangular con un hoyo en forma de rombo en el centro a través del cual se pasa la cabeza para que el resto de la tela caiga como una cobija sobre la parte superior de quién la viste.

7Además de la ruana, el poncho también es una prenda asociada al campesinado, principalmente en tierras cálidas. Aquí se enfatiza el lugar de las ruanas por la centralidad que tuvieron en la difusión visual y textual del paro, tal como se describe en este apartado.

8Los sayos son prendas de vestir de pueblos indígenas de tierra fría. Como afirmó Gossaín (2013) durante el paro, uno de los orígenes de la ruana se atribuye a la mezcla entre capas españolas y sayos indígenas.

Cómo citar: Portela-García, Juan Camilo (2023). Performances solidarias. Apoyo público al Paro Nacional Agrario del 2013 en Colombia. Revista CS, 40, 215-248. https://doi.org/10.18046/recs.i40.5745

Recibido: 23 de Septiembre de 2022; Aprobado: 05 de Mayo de 2023

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