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CS

Print version ISSN 2011-0324

CS  no.41 Cali Sep./Dec. 2023  Epub Mar 18, 2024

https://doi.org/10.18046/recs.i41.06 

Artículos

Acciones colectivas para la construcción de paz con perspectiva interseccional. El caso de la Asociación de Mujeres Afrodescendientes de Yolombó (ASOMUAFROYO)*

Collective Actions for Peacebuilding with an Intersectional Perspective. The Case of the Association of Afro-descendant Women from Yolombó (ASOMUAFROYO)

Manuela Triviño-MonarI 
http://orcid.org/0000-0001-6356-5525

I Universidad Icesi, Cali, Colombia. Comunicadora Social de la Universidad Santiago de Cali (Colombia), Especialista en Cultura de Paz y Derecho Internacional Humanitario de la Pontificia Universidad Javeriana Cali (Colombia), y Magíster en Estudios Sociales y Políticos de la Universidad Icesi (Colombia). Correos electrónicos: manueela.t@gmail.com - manuela.trivino1@u.icesi.edu.co


Resumen:

Las comunidades afrodescendientes, especialmente las mujeres étnicamente diferenciadas, han sido víctimas del olvido histórico del Estado colombiano; y sufrido la violación sistemática de sus derechos fundamentales, producto de la desigualdad social, la discriminación y la violencia causada por el conflicto armado en el país. El objetivo del presente artículo fue analizar, a través de una metodología cualitativa, la experiencia organizativa y las acciones colectivas por la paz de la Asociación de Mujeres Afrodescendientes de Yolombó (ASOMUAFROYO) en el norte del departamento del Cauca. Se adoptó una perspectiva interseccional basada en las categorías raza/etnia, género y clase como ejes estructurantes de las iniciativas de construcción de paz. Como resultado, se encuentra que la concepción de paz está ligada al territorio y a la ancestralidad; y que las acciones colectivas se orientan a satisfacer las necesidades de la comunidad y suplir las falencias estatales históricas en su territorio.

Palabras clave: acción colectiva; construcción de paz; interseccionalidad; norte del Cauca

Abstract:

Afro-descendant communities, especially ethnically differentiated women, have been victims of the historical neglect of the Colombian State. They have suffered the systematic violation of their fundamental rights due to social inequality, discrimination and the violence caused by the Colombian armed conflict. The objective of this article is to analyze, through a qualitative methodology, the organizational experience and collective actions for peace taken by the Association of Afro-descendant Women from Yolombó (ASOMUAFROYO), North Cauca. An intersectional perspective based on the categories of race/ethnicity, gender, and class as key points that structure peacebuilding initiatives is adopted. As a result, it was found that the definition of peace is linked to territory and ancestry, and that collective actions focus on meeting the needs of the community and make up for the historical shortcomings of the Colombian state in their territory.

Keywords: Collective Action; Peacebuilding; Intersectionality; North Cauca

Introducción

En Colombia, la vida cotidiana de las comunidades rurales ha estado marcada por prácticas de violencia y amenaza constantes, las cuales están relacionadas con una larga historia de conflictos y la presencia de actores y grupos armados. Este fenómeno se encuentra entrelazado con el uso y explotación de la naturaleza para fines económicos. El miedo al asesinato, secuestro o desplazamiento es inminente en los territorios afectados por la guerra. Además, las mujeres conviven con el temor palpable de ser también víctimas de violencia sexual y otras formas particulares de violencia asociadas al género (Ibarra-Melo, 2007).

Se ha podido evidenciar que, en medio de esta violencia, la sociedad civil se ha organizado para desafiar el poder de los actores armados y trabajar por la protección y bienestar de sus comunidades. Desde los años noventa, se destaca el papel de las organizaciones de mujeres, quienes no solo han trabajado por detener la violencia directa, sino que han desplegado acciones no violentas en contra de la inseguridad, y la violencia social, étnica y sexual (Ibarra-Melo, 2007). Asimismo, han abordado la violencia medioambiental dirigida hacia los territorios ancestrales.

En este sentido, cobra importancia el trabajo que realiza la Asociación de Mujeres Afrodescendientes de Yolombó (ASOMUAFROYO) en el departamento colombiano del Cauca, que se dedica a abordar las múltiples necesidades de las mujeres de la región como consecuencia de la violación sistemática de sus derechos humanos, étnico-territoriales, ancestrales, sociales y políticos; al tiempo que enfrentan el sentimiento cotidiano de exclusión y discriminación, el riesgo constante de ser desplazadas y la ausencia de políticas públicas diferenciadas que les permitan acceder a oportunidades y recibir un trato digno y equitativo (ASOMUAFROYO, s.f. b).

Este artículo muestra cómo un grupo de mujeres afrodescendientes construye paz en su territorio mediante una serie de acciones colectivas. Para ello, se atiende a sus concepciones de paz, las cuales se manifiestan a través de reivindicaciones étnicas, de género y clase que se unen con un interés por la naturaleza y la ancestralidad. El análisis de sus particularidades no solo permite amplificar sus voces, sino también visibilizar a otros actores que, de manera similar, apuestan y trabajan en la construcción de paz de forma diferenciada en sus territorios, como es el caso de ASOMUAFROYO. Además, este enfoque contribuye a una mejor comprensión de la visión de paz que se gesta en los territorios, la cual resulta relevante en un país que, actualmente, atraviesa una etapa de posconflicto marcada por la desmovilización de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia-Ejército del Pueblo (FARC-EP), una de las guerrillas más antiguas del continente.

Para esto, se analizan las estrategias de acción colectiva de ASOMUAFROYO para la construcción de paz en el norte del Cauca, adoptando una perspectiva interseccional que toma las categorías raza/etnia, género y clase (Crenshaw, 1989; Viveros, 2016) como sus ejes estructurantes. Igualmente, se destaca el papel que juegan las mujeres en la organización y el trabajo realizado por esta, atendiendo a elementos de construcción de lo público femenino, en contraposición con la institución predominantemente masculina de la ciudadanía. Esto busca reivindicar los trabajos, concepciones y pactos creados por mujeres (Lagarde, 2018), específicamente, en el ámbito de la paz.

Inicialmente, el artículo aborda conceptos clave tales como acciones colectivas, interseccionalidad y paz. Posteriormente, se presenta detalladamente la metodología empleada, basada en de grupos focales, revisión documental y observación no participante. A renglón seguido, se relata el caso de ASOMUA-FROYO y las dinámicas de violencia vividas en el territorio. A partir de dicho contexto, se exponen los resultados en los que se evidencia la identificación de los marcos de significación, que son los que permiten que las personas que integran un movimiento compartan una serie de significados y problemáticas que les articulan y facilitan trabajar unidas (Chihu-Amparán, 2016), desde sus definiciones de paz. Luego, se caracterizan las acciones colectivas por el cuidado, la defensa y permanencia en el territorio para presentar el impacto que han tenido a nivel nacional y territorial; y, finalmente se enuncian las principales conclusiones de la investigación.

Marco teórico

Acciones colectivas y su importancia en los movimientos sociales

A lo largo de la historia, diversos grupos sociales han convergido en manifestaciones públicas para demandar cambios en la estructura social y política. Estos movimientos, según Tarrow (1997), han traído consigo transformaciones en la agenda pública y en la esfera política local e internacional. Los movimientos sociales resultan importantes al acumular poder, en la medida en que ciudadanos y ciudadanas corrientes se coordinan y actúan en conjunto para enfrentar diferentes situaciones que les impiden la vida plena, a la vez que invitan a la acción alrededor de unas aspiraciones comunes, lo que quiere decir que las personas sacrifican su tiempo en las actividades de estos porque consideran que hay una buena razón para hacerlo (Tarrow, 1997).

La acción colectiva no es algo que se logre de manera fácil, sino que es un proceso desafiante que enfrenta diversas dificultades en su construcción (Cendejas; Merino, 2016). Además, se encuentra impregnada de recursos simbólicos que se expresan en los espacios públicos mediante discursos, acciones conjuntas y movilización (Tarrow, 1997); y constituye tanto una construcción cognitiva como emocional. Verta Taylor (1999) indica que el feminismo aportó al reconocimiento de la fuerza emotiva en los movimientos sociales, en los que la acción colectiva demanda la solidaridad de todas las personas involucradas, creando comunidades que actúan por el bien común. Esta forma de organización está cohesionada a través de unos marcos de significación que justifican, animan y movilizan la acción (Tarrow, 1997).

Las mujeres han sido protagonistas clave en los movimientos sociales, en este sentido, investigaciones sobre acciones colectivas de movimientos sociales de mujeres (Juárez; Restrepo, 2017; Korol; Pañuelos de Rebeldía, 2007; Luna, 2006) permiten analizar las resistencias que ellas gestan en espacios específicos, defendiendo los derechos, la paz, los territorios y la calidad de vida. Santamarina (2008) destaca cómo los movimientos sociales contribuyen a la recreación y reproducción de sentidos, influyendo en la definición de la realidad. En línea con esto, García-Durán (2005) observa cómo la movilización por la paz ha ampliado el repertorio de acciones colectivas, desde marchas hasta declaraciones de neutralidad. Estos esfuerzos no solo han influido en la política, sino también en la construcción de la paz y la defensa de la vida. Sánchez y Rodríguez (2015) nos recuerdan que los movimientos sociales de mujeres, como formas de acción colectiva, buscan la transformación social mediante repertorios de acción que expresan y sintetizan el proceso de movilización de recursos organizativos, identitarios y contextuales.

Juanita Villaveces-Niño (2009) profundiza en el estudio de los marcos de significación que sustentan los movimientos sociales, destacando su impacto tangible en las políticas públicas. Las experiencias de resistencia de movimientos sociales de mujeres en Latinoamérica en el siglo XX, como las Madres de la Plaza de Mayo en Argentina, han incluido una agenda política en la que las mujeres reivindican sus derechos y construyen tejidos sociales. En el caso colombiano, las experiencias de organizaciones de mujeres han traído al debate público su papel en medio del conflicto armado nacional, en el que se encuentran algunos casos notables como las Madres de Soacha, las Tejedoras por la Memoria de Sonsón, la Ruta Pacífica de las Mujeres (Ibarra-Melo, 2007; Sánchez; Rodríguez, 2015), las Tejedoras de Mampuján, las Cantadoras de Pogue, entre otras.

Interseccionalidad y construcción de paz

En vista de que el modelo neoliberal, homogeneizante e injusto (Lagarde, 2018) no ofrece perspectivas de mejoría, las mujeres han emprendido luchas a favor de la igualdad, la libertad, la paz, la justicia social y ambiental, entre otras. En América Latina y el Caribe las prácticas de resistencia y las reflexiones que les son propias están impregnadas de nuevos sentidos que buscan interrogar la realidad y construir una diferente que sea más "abarcante y profunda" (Carosio, 2012: 10). En estos nuevos escenarios, ha tomado fuerza el feminismo como un proyecto que revela la discriminación, opresión y explotación que las mujeres viven, especialmente si se entrecruzan múltiples y diversas dominaciones (Carosio, 2012).

En este contexto, categorías como género, raza, clase, edad y origen tienen relación con los procesos de organización en las sociedades y la acción colectiva, así como con las estrategias que utilizan para tramitar los conflictos. Por esto, el presente artículo asume una mirada desde la interseccionalidad, lo que quiere decir que el análisis se posiciona desde el entrecruzamiento de las diversas dominaciones que sufren las mujeres afrodescendientes en Yolombó.

Aunque el concepto de interseccionalidad nació a finales del siglo pasado de la mano de Kimberlé Crenshaw (1989), resulta necesario señalar que este no es un enfoque novedoso, puesto que diferentes corrientes del feminismo, como el feminismo negro o el latinoamericano (Fuente; Reid, 2018), ya lo habían abordado sin darle un nombre (Viveros, 2016). Dicho concepto pone de manifiesto cómo diferentes categorías sociales pueden significar opresión o privilegios para una persona o grupo de personas, y permite entender la forma en la que se accede o no a derechos y oportunidades (Awid, 2004).

En América Latina, los estudios de interseccionalidad se encuentran dirigidos hacia el racismo y la desigualdad que sufren especialmente los pueblos indí genas y afrodescendientes quienes, desde la colonización, han sido construidos como "inferiores y excluidos" (Gall, 2015: 5). Autoras como Macleod (1997) plantean que es necesario mejorar las formas en las que se aborda el género, puesto que estas deben ser culturalmente más apropiadas y reapropiarse de la historia.

Pese a que la interseccionalidad es un concepto que aún está en construcción, ha mostrado ser una teoría y perspectiva fructífera que ha evidenciado las múltiples formas de opresión, pero también el lugar de la resistencia y emergencia de nuevos sujetos políticos (Viveros, 2016). Miranda-Novoa (2012) explica que un enfoque interseccional lleva a entender la organización social, económica, política y jurídica en donde las diferencias han significado desigualdades.

En este artículo, la interseccionalidad actúa como eje transversal en los procesos de organización, trabajo y construcción, lo que quiere decir que, además de darle importancia a la organización y el trabajo participativo de las mujeres, se busca conocer cómo el entrecruzamiento de género, raza/etnia y lugar de nacimiento influyen, no solo en las formas de discriminación estructural que viven las mujeres de Yolombó, sino también en las maneras de organización, en la construcción de identidades, en el trabajo colaborativo y en la forma en cómo se percibe y se trabaja por la paz.

La labor de la Asociación por la defensa del territorio se entrelaza significativamente con los movimientos ecofeministas, destacando el modo en que las políticas económicas y la acumulación capitalista pasan por alto los costos ambientales y sociales de la explotación de la naturaleza. Este enfoque teórico resalta la importancia de la toma de decisiones comunitarias, el cuidado del interés colectivo y la valoración de los bienes comunes y la solidaridad (Aguinaga; Lang; Mokrani; Santillana, 2011). Se desprende de estas reflexiones un enfoque pedagógico arraigado en las prácticas de sanación, y nombrado pedagogía ethopolítica por Cruz, Raigoza y Pinto (2021). Esta propuesta invita a concebir colectivamente la vida en instituciones justas, guiada por la reciprocidad en el intercambio como expresión de la estima de sí mismas por parte de las mujeres afro. Sus acciones, permeadas por intencionalidades reflexionadas, emergen de diversos ámbitos, desde la familia hasta la vida política, culminando en una unidad narrativa que fusiona sus experiencias y decisiones (Cruz; Novoa, 2023).

Desde este marco analítico, estudiar la acción colectiva de ASOMUAFROYO, teniendo en cuenta las aristas de raza/etnia y su pedagogía ethopolítica, clase y género, es fundamental para evidenciar los retos que significa construir paz y comprender cómo se entiende esta paz en la colectividad, desde la capacidad de agencia que ha desarrollado la Asociación y que busca responder a dinámicas estructurales y culturales de discriminación acentuadas con el conflicto armado interno.

Ahora bien, el concepto de paz puede estudiarse desde diferentes perspectivas, como la de paz positiva propuesta por Galtung (1998), los estudios de cultura de paz proporcionados por Fisas (1998), la noción de paz imperfecta de Muñoz (2014) y, más recientemente, los estudios de mujeres colombianas que permiten entender el entramado de la violencia como el de Jaramillo y Correa (2020), y la construcción de paz desde los territorios y las mujeres como el de Céspedes-Báez y Jaramillo-Ruiz (2017).

Así pues, se parte del reconocimiento de que la paz no es un estado inherente a las sociedades. Según Galtung (1998), comprender la paz implica entender los conflictos y su potencial transformación de manera no violenta y creativa. El autor distingue dos formas de paz: una negativa, definida por la ausencia de violencia directa (Galtung, 1998), entendiendo esta última como manifestaciones físicas, verbales, psicológicas, sexuales o patrimoniales (Calderón, 2009); y, en contraste, una positiva que se caracteriza por la equidad y unidad en las relaciones humanas, al carecer de violencia estructural y cultural (Galtung, 1998). La violencia estructural está arraigada en los sistemas económicos, sociales y políticos, mientras que la violencia cultural se manifiesta en aspectos simbólicos de la cultura, justificando o legitimando la violencia directa o estructural (Calderón, 2009).

Siguiendo la línea de Galtung, Fisas (1998) sostiene que la paz va más allá de la ausencia de guerra, proponiendo el concepto de cultura de paz. Este enfoque implica que las personas defiendan sus diferencias mediante la razón, no la violencia, abogando así por la superación de todos los tipos de violencia en la construcción de una convivencia pacífica. Para ingresar en las lógicas de la cultura de paz, Fisas (1998) exalta la necesidad de reconocer los fundamentos de la cultura de la violencia arraigada en el patriarcado, interpretaciones religiosas, ideologías excluyentes, deshumanización e injusticia, elementos que han permeado a diversos sectores sociales a lo largo del tiempo. Estas manifestaciones, según lo planteado por Galtung (1998), se reflejan en simbolismos, políticas e instituciones, infligiendo sufrimiento y muerte a muchas personas.

Jaramillo y Correa (2020) y Céspedes y Jaramillo (2017) proponen repensar la paz sin el sesgo masculinista que ha prevalecido en acuerdos y regulaciones. En el primer caso, resaltan la violencia sexual en el núcleo de las movilizaciones feministas, mientras que, en el segundo, profundizan en la necesidad de abordar los acuerdos y las prácticas de paz desde la perspectiva de género, destacando el impacto positivo de los movimientos feministas en Colombia al integrar esta perspectiva en el Acuerdo de Paz entre las FARC-EP y el Gobierno nacional.

Por su parte, Muñoz (2014) introduce el concepto de paz imperfecta que visibiliza acciones generadoras de paz, incluso en contextos violentos. Este término subraya la lejanía de la perfección en la condición humana y la construcción colectiva entre diversos actores.

A diferencia de la literatura expuesta sobre el concepto de paz, en donde se privilegian las construcciones hechas por los Estados, en este artículo, aunque se recogen las teorías feministas y se acogen los conceptos de paz positiva y paz imperfecta, se dialoga alrededor de una construcción de paz que se distingue por ser eminentemente colectiva e interseccional.

Metodología

Esta es una investigación de corte cualitativo que, siguiendo a Vasilachis (2006), es un tipo de investigación que permite indagar sobre situaciones sociales con el fin de interpretarlas desde la perspectiva de los y las participantes, atendiendo a sus sentidos, significados, experiencia y relatos. Con el objetivo de amplificar las voces de las personas integrantes de la Asociación y conocer de cerca sus acciones colectivas por la paz, así como los marcos de significación que respaldan su labor y su impacto en el territorio, desde una perspectiva interseccional, se empleó un diseño etnográfico y documental. Este enfoque integra grupos focales, observación no participante y revisión documental.

Inicialmente, se contempló realizar entrevistas semiestructuradas con las personas integrantes de ASOMUAFROYO; sin embargo, tras dialogar con la Asociación, y considerando su trabajo colectivo, se determinó que sería más apropiado trabajar con grupos focales, que se constituyeron como la principal herramienta para la obtención de información.

Dichos grupos son un método de investigación que responde a la colectividad, se aleja de lo individual para centrarse en la variedad de las experiencias y creencias de las personas participantes en un mismo espacio (Hamui-Sutton; Varela-Ruiz, 2013), así, destaca y contribuye a la colectividad construida por los miembros de un grupo, permitiendo abordar sus acciones conjuntas. En el caso de esta investigación, se centró especialmente en dos componentes fundamentales: la experiencia organizativa y los discursos asociados a la visión de paz interna, que funcionan como elementos integradores y articuladores del trabajo colectivo; y el impacto de estas acciones a nivel nacional y territorial.

ASOMUAFROYO, que cuenta con 50 integrantes aproximadamente, participó activamente en dos grupos focales. El primero contó con la presencia de ocho integrantes, abordó aspectos organizativos de la Asociación, así como los marcos de significación y el impacto de sus acciones en la comunidad. En este encuentro respondieron alrededor de 20 preguntas. En el segundo grupo focal participaron 11 personas, y se dialogó alrededor de las historias detalladas de lucha por la preservación del territorio. Esta sesión permitió una exploración más profunda de las experiencias y resistencias interseccionales del grupo. Ambos fueron fundamentales para comprender la complejidad y la riqueza de las acciones colectivas llevadas a cabo por las integrantes.

Para la realización de los grupos focales se llevaron a cabo, previamente, dos reuniones virtuales y una presencial, donde se solicitó el permiso de las lideresas de la Asociación para visitar su territorio y condensar sus historias en el artículo y en un futuro libro (Triviño-Monar; Montoya-Díaz, 2023). Gracias a esto, se realizaron cuatro encuentros presenciales en Yolombó, entre marzo y julio de 2022, en los que se propiciaron diálogos colectivos y se realizaron preguntas guiadas, proporcionando una oportunidad única para reflexionar sobre la paz en el norte del Cauca y Yolombó. Para el análisis de los datos obtenidos se creó una matriz de códigos como insumo para el procesamiento de los datos en el software ATLAS.ti (ver Cuadro 1):

Cuadro • 1 Codificación de grupos focales 

Dimensión de análisis Área por identificar Clave
Experiencia organizativa Datos generales del grupo focal Nombres de las personas, cargo o rol en la Asociación, tiempo que llevan y labores que desempeñan
Trayectoria de formación de ASOMUAFROYO Nacimiento de la Asociación e historias de conformación
Estructura de ASOMUAFROYO Objetivos de la Asociación, actividades que desarrolla, número de personas que la integran, elección de lideresas, apoyos externos
Acción colectiva Acciones Momentos específicos en los que se han unido para desarrollar acciones, procesos de organización de las acciones, alianzas con otras asociaciones del norte del Cauca
Marcos de significación Apropiación Importancia, defensas y reivindicaciones, principales logros y dificultades
Interseccional Por qué una asociación de mujeres afrodescendientes, participación de los hombres, surgimiento de las reivindicaciones étnico-raciales en los procesos organizativos
Paz Su significado de paz, la relación que tienen con el territorio y la ancestralidad, iniciativas de paz, cambios en Yolombó por la presencia de grupos armados y violencia
Proyectos Proyectos que estén realizando
Impacto Vida personal y territorial Ingreso a la asociación, cambios en sus vidas personales, tiempo de dedicación a las actividades de la asociación, impacto en el territorio, sus familias y vidas personales

Fuente: elaboración propia.

Los datos obtenidos fueron triangulados con los secundarios para crear nodos discursivos y, de este modo, caracterizar las estrategias de acción colectiva de ASOMUAFROYO que contribuyen a la construcción de paz con perspectiva interseccional en el norte del Cauca; y describir lo que dicha asociación entiende por paz, basándose en sus marcos de significación.

La información secundaria se obtuvo a través del diseño documental y la observación no participante, entendiendo el primero como una técnica de investigación en la que se seleccionan diferentes fuentes de información, ya sean grabaciones audiovisuales o sonoras, manuscritos, imágenes, o cualquier documento que pueda ser interpretado a fin de dar cuenta de lo que se espera (Luvezute-Kripka; Scheller; de Lara-Bonotto, 2015). En este caso, se consultaron comunicados, la página y redes sociales de la Asociación, así como notas periodísticas que han sido publicadas con referencia al trabajo de esta.

Finalmente, la segunda fue un elemento integrador en la medida que permitió comprender y sistematizar las múltiples realidades y los cambios que se presentaron en un lugar específico (Sánchez, 2013), para ello, las notas de campo jugaron un papel importante en la interpretación de los datos.

Contexto de la investigación

El caso de ASOMUAFROYO

ASOMUAFROYO nació en el año 2008 como una organización de trabajo colectivo para la permanencia en el territorio. Inicialmente, sus integrantes adecuaron una parcela en donde sembraban plátano, cítricos y hortalizas (Dancy Mina, comunicación personal, 05.05.2022), y el 8 de junio del 2010 se constituyó legalmente como una asociación en el Consejo Comunitario Afrodescendiente del corregimiento La Toma.

Todas sus integrantes se reconocen como mujeres afrodescendientes o afro-colombianas, varias de ellas ocupan cargos específicos dentro de la Asociación como la representante legal, la tesorera, el equipo de comunicaciones. El 41 % de ellas tiene entre 25 y 33 años, lo que significa alta participación de las jóvenes en los proyectos que se desarrollan. En cuanto a sus ocupaciones, la mayoría realiza actividades relacionadas con oficios varios como minería artesanal, trabajos agropecuarios, cuidado del hogar, son estudiantes (Centro de Estudios Afrodiaspóricos - CEAF, 2022) o algunas trabajan en los emprendimientos que se han ido generando como el trapiche o la procesadora de harina de plátano.

Desde el año 2014, las mujeres de ASOMUAFROYO se dieron a conocer a nivel nacional ya que, junto a otras mujeres afrodescendientes y la Guardia Cimarrona, llevaron a cabo una movilización a pie desde el norte del Cauca hasta Bogotá. Su objetivo era exigir al Gobierno nacional soluciones ante las persecuciones y el destierro que las comunidades estaban viviendo debido a los proyectos desarrollados en el territorio por empresas mineras, tanto nacionales como internacionales. Estos no solo carecían de consulta previa con la comunidad, sino que también desconocían la identidad cultural de los pueblos, conduciendo al despojo de los territorios ancestrales y a la contaminación de sus aguas con mercurio (ASOMUAFROYO, s.f. a).

En este contexto, se ha evidenciado que la presencia de mercurio en los ríos tiene consecuencias directas en las zonas agrícolas, de pesca y fuentes de abastecimiento de agua potable (Gafner-Rojas, 2018). La contaminación resultante afecta de manera significativa a las comunidades, generando impactos negativos en sus medios de vida y en su calidad de vida en general.

En una entrevista otorgada al Proceso de Comunidades Negras de Colombia (PCN)1, ASOMUAFROYO explicaba el porqué de la movilización de Mujeres Afrodescendientes por el Cuidado de la Vida y los Territorios Ancestrales:

Estamos bravas, nos sentimos cansadas, manoseadas por este Gobierno que no cumple con su palabra... este Gobierno Nacional que hace de la paz un discurso, se le olvida que no hay paz si no es capaz de cuidar la vida, si no pone la vida de todos los seres humanos por encima de los intereses transnacionales (...) Salimos a caminar para contarles que la minería inconstitucional y la minería ilegal nos está dejando sin familia, arrancándonos las raíces, robándonos las posibilidades de continuar (...) El territorio es la vida y la vida no se vende, se ama, se defiende. (Movilización Mujeres Afrodescendientes por el Cuidado de la Vida y los Territorios Ancestrales, 2015: s.p.)

Las retroexcavadoras ya estaban en plena operación para la extracción de oro cuando Francia Márquez, una mujer de la vereda de Yolombó, tomó la iniciativa. Desde los 14 años, aproximadamente, Márquez participaba en las reuniones del PCN, donde reconoció la importancia del trabajo por la reivindicación y defensa de los derechos colectivos y ancestrales de su territorio (Ortiz, 2022). Impulsada por su trayectoria dentro de este espacio, empezó a movilizar a todas las mujeres de la región. En un lapso de 10 días más de 130 mujeres y jóvenes provenientes de los diferentes municipios y veredas del norte del Cauca marcharon y se tomaron el Ministerio del Interior (BBC, 2018). Este acto culminó con una reunión con el viceministro, durante la cual el Gobierno se comprometió a erradicar las operaciones mineras ilegales (Orozco, 2019).

A partir de este momento, la Asociación se ha dedicado a desarrollar acciones conjuntas en pro de generar espacios que permitan fortalecer y reivindicar los derechos ancestrales, étnicos y territoriales de las mujeres negras y la comunidad, a fin de lograr el bienestar de todas las familias y alcanzar la libertad en la vida social, económica y cultural (ASOMUAFROYO, s.f. a).

Márquez, por su parte, tuvo que salir de su territorio por las amenazas constantes que recibía. En el año 2018, por su lucha incansable para proteger el territorio, obtuvo el Premio Goldman, equivalente al Nobel medioambiental (Orozco, 2019). Actualmente, gracias al trabajo colectivo de comunidades afrodescendientes provenientes de diferentes partes del país, así como a movimientos feministas, personas jóvenes y disidencias que se vieron representados y representadas por Francia Márquez y sus luchas sociales, ella es hoy la vicepresidenta de Colombia para el periodo 2022-2026, junto al presidente electo, Gustavo Petro.

Una mirada a la violencia en el norte del Cauca

El escenario donde nació y se ha fortalecido ASOMUAFROYO durante los últimos 14 años es la vereda de Yolombó, ubicada en el corregimiento de La Toma, del municipio de Suárez al norte del Cauca, región del suroccidente colombiano que se ha destacado por su rica biodiversidad, bellos paisajes y su amplia diversidad étnica y cultural. Se estima que cerca del 16,2 % de la población se autorreconoce como indígena y el 8,2 % como afrodescendiente, raizal o palenquera (Cubillos; Matamoros; Perea, 2020a; 2020b).

Por su diversidad y riqueza en sus fuentes naturales, esta zona del país ha sido impactada por la expansión del cultivo de caña de azúcar, la construcción de la hidroeléctrica de La Salvajina, la minería a gran escala por empresas nacionales e internacionales, además de la economía ilegal basada en los cultivos de coca (Guzmán; Rodríguez, 2014).

También, ha sido objeto de la acción de diferentes grupos armados que han encontrado en su ubicación geográfica una oportunidad estratégica para el desplazamiento hacia otros departamentos y el usufructo de cultivos de coca y minería ilegal. Inicialmente, en los años sesenta llegaron las FARC, que tenían como fin principal expandirse por el territorio nacional, dominar esta zona de tránsito y dar nacimiento a su sexto frente de acción (Ante, 2019). Posteriormente, en los años noventa, incursionaron las Autodefensas Unidas de Colombia (AUC), con presencia del Bloque Calima, que tenían como propósito "identificar milicianos y colaboradores del Sexto Frente de las FARC" (Centro Nacional de Memoria Histórica de Colombia - CNMH, 2016).

En esta década, la disputa por el acceso y control de la tierra y sus recursos por parte de estos grupos armados trajo consigo múltiples desplazamientos, retenes ilegales, asesinatos selectivos, desapariciones forzadas y masacres. Como efecto de ello, las dinámicas al interior de las comunidades se vieron totalmente afectadas durante el dominio de estos grupos armados, especialmente de las AUC, debido a la sevicia y crueldad empleadas por este actor armado que reconfiguraron su día a día (Ante, 2019).

Según datos de Indepaz (2013), entre los años 2003 y 2006 se desmovilizaron más de 30 000 hombres y mujeres de las AUC y se entregaron 18 051 armas; el Bloque Calima, por su parte, según datos del CNMH (2018) entregó 451 armas que, en la contrastación de fuentes hecha por la entidad, correspondió solo a una parte del armamento del grupo.

Pese a esta desmovilización, en diferentes regiones del país donde tenían presencia las AUC se han reactivado estructuras armadas con prácticas similares, como el control de los territorios, asesinatos selectivos a líderes y lideresas sociales y ambientales, y amenazas constantes. En el caso del Bloque Calima hubo un rápido rearme de sus integrantes, quienes empezaron a apoyar otras estructuras paramilitares como las Autodefensas Gaitanistas de Colombia (AGC), conocidas como Los Urabeños o el Clan del Golfo, y bandas criminales como las Rondas Campesinas Populares, identificadas como Los Rastrojos (CNMH, 2018).

Después de más de 50 años de conflicto armado con las FARC-EP, en el 2016 se firmó el Acuerdo de Paz con el Gobierno nacional, y se desmovilizó gran parte de esta guerrilla. A partir de este momento, ambas partes se comprometieron a trabajar por construir una paz estable y duradera que pusiera fin a la guerra; luchara contra el narcotráfico; diera más oportunidades para el campo; y asegurara, por un lado, la participación en democracia de los desmovilizados, las víctimas y las comunidades, y por el otro, un proceso de verdad, justicia y reparación para las víctimas (Cancillería de Colombia, 2016).

El proceso de paz significó el cese de las confrontaciones armadas en la región, sin embargo, el norte del Cauca aún enfrenta desafíos significativos. Actualmente, persisten cinco estructuras de disidencias de las FARC-EP, así como grupos asociados al paramilitarismo, como las Águilas Negras, las AGC, y bandas criminales. Además, se identifican cuatro estructuras del Ejército de Liberación Nacional (ELN) que han incrementado su presencia en la zona. Esta situación no solo presenta obstáculos para la implementación del Acuerdo de Paz, sino que plantea nuevos desafíos para los proyectos de vida de las personas que habitan la región (Alto Comisionado Para la Paz, 2020).

Aunque en Yolombó nunca ha habido incursión directa de grupos armados, sí ha existido presencia marcada de los mismos en los municipios aledaños a la vereda, como en Suárez o Buenos Aires. Adicional a esto, la comunidad vive en riesgo constante por los asesinatos de líderes y lideresas sociales y ambientales. Según datos de Indepaz ("Las cifras del Gobierno de Duque", 2022), entre agosto de 2018 y junio de 2022, han sido asesinadas 930 personas líderes en el país. El Cauca ha sido el departamento más afectado, registrando 330 eventos.

En medio de todos estos retos, sumados al ritmo lento de avance en el cumplimiento del Acuerdo de Paz (Instituto Kroc, 2022), el recrudecimiento de la violencia y el abandono estatal por décadas en esta zona del país, persisten apuestas de construcción de paz interseccional que realizan organizaciones sociales del norte del Cauca, como ASOMUAFROYO. Estas iniciativas buscan mejorar la calidad de vida de sus habitantes, solucionar los conflictos de forma pacífica, proteger el medio ambiente y garantizar un mejor futuro para los niños y las niñas del territorio.

ASOMUAFROYO se compone de mujeres y algunos hombres que, a través de una serie de acciones colectivas, construyen paz en medio del conflicto armado, el racismo estructural y las políticas de muerte que se han implementado en la región en nombre del desarrollo, como los megaproyectos minero-energéticos que han terminado por someter a las comunidades a condiciones de empobrecimiento y destrucción de sus territorios.

Resultados y discusión

La interrupción de la vida cotidiana debido a la violencia, desempleo y destrucción de territorios genera una conciencia colectiva de la necesidad de gestionar condiciones adversas mediante la movilización y la protesta (Tarrow, 1997). En este sentido, las acciones de ASOMUAFROYO reflejan una conciencia colectiva arraigada en marcos de significación que dignifican sus esfuerzos por construir la paz.

Los resultados presentados buscan amplificar la voz de esta asociación y su enfoque interseccional para construir la paz en Colombia, reconociendo la complejidad de esta tarea y la necesidad de creatividad para ello. En este sentido, es esencial reconocer las resistencias colectivas que se manifiestan a través de la apropiación de su identidad, sus planes de vida y prácticas. Este reconocimiento implica valorar los espacios de reflexión que surgen de saberes ancestrales y contribuyen a la construcción y reconstrucción de la vida común, en consonancia con la pedagogía ethopolítica (Cruz; Novoa, 2023).

Territorio, permanencia y ancestralidad para construir paz

Este artículo presenta y analiza las acciones colectivas que construyen paz con perspectiva interseccional por parte de ASOMUAFROYO. Además, aborda sus definiciones de paz buscando responder qué es la paz para esta asociación, y cuáles son los marcos de significación que delimitan la paz y que terminan por sustentar las acciones desarrolladas por el movimiento (Tarrow, 1997; Villaveces-Niño, 2009). Aunque en el marco conceptual se presentaron diversas definiciones del concepto de paz, resulta necesario exponer los acercamientos a esta que viven, trabajan, desean y construyen las mujeres de Yolombó.

Dar una definición única sería limitar todo lo que abarca pensar en paz, de hecho, Fisas (1998) enumera de forma extensiva todo aquello que no permite su construcción. Si cada persona decidiera pensar para sí misma ¿qué es paz?, en definitiva, habría todo un abanico de posibilidades, lo que lleva a una premisa importante: construir paz en Colombia no es una tarea sencilla, pero teniendo en cuenta los antecedentes narrados, sí es una tarea urgente. Atendiendo a esto, se darán varias definiciones de paz que responden a una mirada colectiva y de cuidado del territorio (Aguinaga et al., 2011), pero también, a la permanencia y al legado que han dejado los y las ancestras en el mismo.

Las definiciones que se brindarán a continuación parten del hecho de que la paz no es solo la ausencia de conflictos (Fisas, 1998; Galtung, 1998; Muñoz, 2014), sino que se articula con lo sostenido por Tarrow (1997): las personas se unen y trabajan para enfrentar todas esas situaciones que no les permiten vivir su vida de manera plena. Ahora bien, vivir plenamente puede, al igual que la paz, significar cosas diferentes para cada persona, sin embargo, la definición de vivir de manera plena para ASOMUAFROYO puede resumirse en el vivir sabroso. Este es un término que Quiceno (2016) denomina como una filosofía de vida de las comunidades afrodescendientes, que se vivencia en prácticas cotidianas del pueblo afroatrateño como ir a los cultivos, al río, hacer minería, entre otras, lo que permite resistir a la violencia y reafirmar la vida.

En las últimas décadas, las ciencias sociales y humanas han logrado reconocer en el buen vivir y en el Ubuntu, filosofías de vida del universo indígena americano y africano como opciones a las políticas del desarrollo. Ubuntu significa yo soy porque somos y soy humano porque pertenezco. (Mena; Meneses, 2019: 51)

Para ASOMUAFROYO la territorialidad hace parte de los marcos de acción para la paz, pues es en el territorio en donde ellas pueden vivir sabroso. En sus palabras:

paz es disfrutar libremente del territorio (...) ese poder ir a la finca, poder cosechar, poder sembrar sin tener ese miedo, esa zozobra en nuestras espaldas de que algo pueda pasar. De poder salir al río a divertirse, a minear, a buscar ese sustento sin que haya personas externas en nuestro territorio. (María Caicedo, comunicación personal, 05.05.2022)

El PCN (2012) apunta a la importancia que tiene la territorialidad para las comunidades afrodescendientes, pues durante 500 años se han construido estos espacios a partir de las luchas de sus ancestros por liberarse de la esclavitud. Los territorios han sido los lugares para mantener la memoria recreada por las personas negras que llegaron de África, resignificar su cultura y sus creencias. En este sentido, Escobar (2014) precisa que La Toma ha logrado documentar su permanencia histórica y continua en este territorio desde la primera mitad del siglo XVII, esto se ha denominado ancestralidad, y es lo que explicaría las luchas por la defensa de sus territorios, por la permanencia y la oposición a las concepciones de desarrollo que van en contra de la vida, pues el territorio es concebido como el espacio que sustenta los proyectos de vida de las comunidades afrodescendientes, además de ser la base de la seguridad alimentaria y la autonomía de las mismas.

En este contexto, ASOMUAFROYO defiende la vida. Todo aquello que impide a las comunidades disfrutar plenamente de sus territorios, ya sea la minería ilegal, la contaminación de ríos o la incursión de grupos armados, se percibe como una amenaza a la paz. La capacidad de caminar tranquilamente y disfrutar sin miedo del territorio es una de las formas de vivir plenamente. "Paz es estar con nuestros hijos, enseñarles nuestras costumbres, enseñarles lo que nos enseñaron nuestros padres y transmitirles todas esas enseñanzas, esa sabiduría" (Mary Mina, comunicación personal, 05.05.2022). En este sentido, la Asociación asume la tarea de que las nuevas generaciones conozcan las luchas emprendidas por sus madres para defender el territorio, contribuyendo así a la construcción de paz. Este compromiso implica quedarse, cuidar y permanecer en el territorio, tal como lo hicieron sus ancestras y ancestros.

Para ASOMUAFROYO, la paz también se traduce en la capacidad de vivir en comunidad en sus territorios, donde lo colectivo y comunal contrarresta las formas capitalistas de la sociedad moderna (Escobar, 2014). Este enfoque, se evidencia en la solidaridad expresada por Dancy Mina, y resalta la hermandad y el cuidado mutuo como pilares fundamentales de su acción:

Nosotros acá somos como una hermandad, sabemos lo de todas, y aquí no dejamos, como dicen, morir a nadie, ¡Ja!, usted viera cuántas cobijas dañamos, porque antes de tener el buggy, eso agarrábamos cualquier cobija y entre cuatro alzábamos al enfermo para llevarlo a que lo atendieran en Santander. (comunicación personal, 31.03.2022)

Estas definiciones de paz se relacionan con las acciones colectivas de la Asociación centradas en lo colectivo, la ancestralidad y la preservación del territorio. Asimismo, al considerar los componentes de una pedagogía ethopolítica, se revela que la paz para estas mujeres afrocolombianas no solo se experimenta, sino que también se enseña y aprende, consolidando sujetos políticos empoderados en procesos colectivos (Cruz; Novoa, 2023).

Acciones colectivas por la construcción de paz

La acción colectiva de ASOMUAFROYO se ha valido de un repertorio de resistencia civil, así como de la organización política y del despliegue de movilizaciones pacíficas en las que las marchas han tenido un gran protagonismo. Desde allí, hacen resistencia a la pobreza, la destrucción del medioambiente, y a la exclusión, discriminación, racismo y machismo.

Los procesos organizativos y movilizaciones por la paz, el cuidado del territorio, la permanencia y la ancestralidad de la población afrodescendiente del norte del Cauca tienen sus raíces en los palenques y su oposición a la esclavización. En lugares como el Chocó y Puerto Tejada surgieron los primeros liderazgos afrodescendientes, pero fue en el Cauca y Buenaventura donde se gestaron destacados liderazgos a nivel nacional (Wabgou; Arocha; Salgado; Carabalí, 2012).

En este panorama, las mujeres afrodescendientes se han caracterizado por su liderazgo como médicas tradicionales, cantadoras y parteras, además del papel especial que han jugado al interior de los movimientos y en organizaciones independientes con reivindicaciones de género (Wabgou et al., 2012).

Acciones colectivas por el cuidado y la defensa del territorio

Los movimientos sociales desarrollan acciones colectivas en nombre de reivindicaciones, según Tarrow (1997), este es el principal recurso del que disponen para enfrentarse a actores más poderosos e, incluso, al mismo Estado, destacando que dichas acciones no se limitan únicamente a la protesta. Estos movimientos también incluyen la construcción de organizaciones, como el caso de ASOMUA-FROYO que se constituyó como una asociación de mujeres afrodescendientes, y ha elaborado una serie de marcos de significación que explica su accionar y moviliza a las personas por unos objetivos comunes, a través de marchas, ocupaciones, alteración del orden público, entre otras.

Teniendo esto en cuenta, la asociación ha desplegado acciones colectivas que nacen desde su constitución, pero que, al mismo tiempo, abarcan sus marcos de significación por el cuidado y la permanencia en el territorio, la defensa del legado ancestral y sus concepciones de paz interseccional. "Los ancestros que decimos, pues, porque como ellos también en sus tiempos lucharon por el territorio, entonces como que uno también continúa con ese legado" (Mary Mina, comunicación personal, 05.05.2022).

Una de las formas en que se manifiesta su acción colectiva son las movilizaciones pacíficas. En 2013, armadas de valor y palos, se enfrentaron a quienes dirigían retroexcavadoras instándoles a abandonar el territorio. Ante la falta de resultados, la desesperación llevó a la emblemática Movilización de Mujeres Afrodescendientes por el Cuidado de la Vida y los Territorios en noviembre de 2014. Esta marcha logró que la fuerza pública destruyera las retroexcavadoras que se negaban a retirarse y ya habían causado daños significativos al lecho del río.

Otra destacada movilización fue la marcha hacia la Corporación Autónoma del Valle del Cauca (CVC) en Cali cuyo propósito era exigir el cumplimiento de acuerdos establecidos en el acta de 1986 de La Salvajina, una represa hidroeléctrica que, según las comunidades, les arrebató el río Cauca, sumiéndolas en la pobreza y exclusión al perder minas y tierras con la crecida del agua por la construcción de la hidroeléctrica. Cuando se iba a construir la represa, a las comunidades se les prometió que esta obra traería una mejora en su calidad de vida, a través del turismo, mejores vías, colegios, energía y salud, sin embargo, hasta el momento, no han visto esas promesas hacerse realidad (Tierra de Resistentes, 2020).

Lo anterior es una de las razones por las que ellas se han unido una y otra vez para proteger el río Ovejas, evitar que lo desvíen para La Salvajina, y para que la minería no deteriore la calidad del agua que es vital para todas las personas que habitan el territorio, pero también para poder minear a través de la batea, que es la forma artesanal de sacar el oro del río: "nosotros cómo vamos a dejar acabar el río sabiendo que ahí se han mantenido, sostenido, generaciones tras generaciones, abuelos, abuelas" (William Márquez, comunicación personal, 05.05.2022).

Asimismo, han usado la alteración del orden público, especialmente el bloqueo de vías, como forma de acción colectiva. Entre 2008 y 2009 el entonces ministro de Minas otorgó títulos a una multinacional para la explotación minera en el territorio sin consulta comunitaria. Ante la amenaza de desalojo, las mujeres de Yolombó bloquearon la vía con palos y piedras, resistiendo durante días. Los enfrentamientos con la empresa atrajeron panfletos de las AUC, sembrando temor en los habitantes que no cesaron en la defensa del territorio.

En 2021, tomaron la casa de máquinas de La Salvajina, pues las comunidades pertenecientes a los consejos comunitario de La Toma y Brisas consideraron que la empresa dueña de la hidroeléctrica no les había reparado por los impactos causados por dicha construcción. Esta acción ha propiciado diálogos para futuros acuerdos, evidenciando la persistencia de ASOMUAFROYO en la defensa de sus derechos territoriales.

Acciones colectivas por la permanencia en el territorio

La permanencia en el territorio define la existencia de ASOMUAFROYO. El abandono estatal ha sumido al territorio en el olvido, limitando oportunidades de empleo y educación. Esto obligó a muchas mujeres a migrar a áreas urbanas, especialmente Cali, buscando empleo como empleadas domésticas. A cambio de bajos salarios, largas horas de transporte, separación de sus hijos e hijas y tratos indignos, perpetuaron patrones de colonialidad, racismo estructural y discriminación. Su lucha radica en resistir a esta realidad, enfocándose en la valoración y defensa de su territorio.

Para nosotros no es un secreto de que uno irse a Cali eso es a que le estén vulnerando sus derechos, a recibir humillaciones (...) Hasta qué punto tenemos que permitir que otras personas lleguen a violentarnos a nosotras como mujeres y nuestros derechos, porque hay trabajos que son demasiado humillantes. (Dora Márquez, comunicación personal, 05.05.2022)

La Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL, 2018) destaca la urgencia de que los países de América Latina y el Caribe examinen detenidamente la división racial del trabajo que, históricamente, ha relegado a las mujeres afrodescendientes a los trabajos más subalternos, incluso por debajo de las mujeres blancas y mestizas. Es crucial que los Gobiernos propongan soluciones no solo para crear empleo, sino también para asegurar un acceso equitativo a las oportunidades.

Históricamente, los Gobiernos de Colombia no han creado ni se han preocupado por crear fuentes de empleo y oportunidades en educación para las personas que viven en Yolombó, y el desplazamiento hacia otros espacios para acceder a oportunidades ha sido una constante. Por esta razón, con el objetivo de asegurar la permanencia de las mujeres en el territorio, la Asociación ha desarrollado una serie de acciones, junto a otras asociaciones y aliados estratégicos, para generar fuentes de empleo digno, lo que permite responder a estas desigualdades históricas e interseccionales a las que son sometidas por ser mujeres afrodescendientes que habitan espacios rurales en el país.

Por ejemplo, junto a la Asociación Agroindustrial de Productores Agropecuarios y Mineros Afrodescendientes Yolombó Gelima (Asoyogé), las integrantes de ASOMUAFROYO crearon una planta procesadora de harina de plátano, en donde trabaja la mayoría de las mujeres de la vereda. Ahí, ellas transforman el plátano en harina para las coladas y producen pasabocas de platanitos de varios sabores que pueden comercializar. También, cuentan con un trapiche en el que las mujeres están sembrando caña en la vereda Gelima, y sacando panela de esta. Actualmente, tienen el objetivo de fortalecer este emprendimiento para sacar panela pulverizada y venderla, pues ya cuentan con el registro del Instituto Nacional de Vigilancia de Medicamentos y Alimentos (INVIMA) de Colombia2.

Además de lo anterior, junto a la Asociación de Productores Agropecuarios y Culturales Nuevo Renacer Afrodescendiente de la vereda de Yolombó (Asoacuyol) y la Asociación de Jóvenes Emprendedores Afrodescendientes Unidos Somos Más (Ageanfrons), las y los jóvenes del territorio se están capacitando y creando empleo desde la producción pecuaria y la piscicultura, lo que también asegura la permanencia de las generaciones futuras en el territorio.

Impacto nacional

Tal como lo sostuvo Marcela Lagarde (2018), lo público se ha construido desde las concepciones masculinas de ciudadanía y organización del mundo, razón por la cual la construcción de lo público femenino es importante, ya que se requiere de una visión que sea integradora, es decir, que tenga en cuenta no solo la perspectiva de los hombres, sino también la de las mujeres, las comunidades afrodescendientes, los pueblos originarios, las comunidades diversas, los niños y niñas, etc.

A través de la experiencia de liderazgo afrofemenino y rural de Francia Márquez puede evidenciarse la transformación de la realidad política mediante los actos desempeñados por la Asociación. La movilización de Mujeres Afrodescendientes por el Cuidado de la Vida y los Territorios Ancestrales que se llevó a cabo en el 2014 empezó a poner en la agenda pública el tema medioambiental, ancestral y territorial, tanto así que la lideresa Francia Márquez en el 2018 obtuvo el Premio Goldman, y en el año 2019 fue ubicada en el top 100 de mujeres más inspiradoras e influyentes del mundo por la BBC (El Tiempo, 2019). Esto significaba que el trabajo que se venía gestando por el cuidado de los territorios estaba repercutiendo a nivel global. Esto ejemplifica el postulado de Viveros (2016) respecto a que los enfoques interseccionales permiten ver las resistencias y el nacimiento de nuevos sujetos políticos, como en este caso, el de Márquez.

El 2022 fue un año decisivo para la construcción de esta agenda diversa e incluyente, pues Francia Márquez se convirtió en una de las candidatas más votadas en las consultas de candidatos y candidatas presidenciales3, lo que le dio su puesto como fórmula vicepresidencial del Pacto Histórico junto a Gustavo Petro, quien sería el candidato para la presidencia del país.

Durante la campaña, Francia Márquez irrumpió la agenda pública con un discurso abiertamente enfocado, como lo señaló la BBC News Mundo (2022: s.p.), "en las comunidades y las regiones históricamente excluidas, el feminismo en la política, la dignidad, la justicia y los derechos". Llevó a los debates políticos temas tan agudos como el machismo, el racismo y el clasismo, además su lema Soy porque somos que responde al Ubuntu como filosofía de vida, al vivir saboroso como camino de cuidado y dignificación de los territorios, expresiones que no solo integran la interseccionalidad de una mujer afrodescendiente proveniente de un territorio empobrecido, sino que presentan esas resistencias que, al igual que las Madres de la Plaza de Mayo en Argentina, ponen en la agenda política temas a los que no se les había prestado atención por el sesgo masculino con el que se ha construido la política.

El Pacto Histórico alcanzó la presidencia en Colombia marcando un hito al ser la primera vez que el país elegía abiertamente a un presidente de izquierda y a una vicepresidenta afrodescendiente y feminista. Este hecho cobra gran relevancia considerando que la población negra, afrocolombiana, raizal y palenquera en Colombia es de 4 671 160, representando el 9,34 % de la población total del país (Departamento Administrativo Nacional de Estadística - DANE, 2018). A su vez, es la primera vez en la historia nacional que una persona afrodescendiente ocupa este cargo.

Algunas de las palabras del discurso de Francia Márquez en su primera interlocución como vicepresidenta electa de Colombia, reflejan el trabajo interseccional, feminista e integrador que ha desempeñado la Asociación y su lideresa más reconocida por la construcción de un país en paz:

Quiero saludar a mi comunidad, mi gente de Yolombó, mi gente de Suárez Cauca, mi gente del departamento del Cauca, del Pacífico colombiano, del Caribe colombiano, gracias hermanos y hermanas por este momento, quiero saludar a mi movimiento Soy porque somos (...) Saludo a las mujeres de Colombia, a todas mis hermanas, mis comadres, gracias por haberme acompañado y haber acompañado a Gustavo Petro (...) a los niños y niñas, la comunidad con discapacidad, el pueblo indígena que estuvo firme, el pueblo campesino, mi comunidad, la comunidad afrodescendiente, raizal y palenquera (...) Después de 214 años logramos un gobierno del pueblo, un gobierno popular, el gobierno de los nadies y las nadies de Colombia4 (...) Vamos por la paz de manera decidida, sin miedo y con alegría, vamos por la dignidad, por la justicia social, vamos las mujeres a erradicar el patriarcado de nuestro país, vamos por los derechos de la comunidad diversa LGBTIQ+, vamos por los derechos de nuestra madre tierra, de nuestra casa grande, a cuidar la biodiversidad, vamos a erradicar el racismo estructural. ("Discurso de Francia Márquez...", 2022: s.p.)

Impacto a nivel territorial

Quizás el impacto más grande de las acciones de ASOMUAFROYO en el territorio ha sido el destierro de las retroexcavadoras, sin embargo, sus acciones también han influenciado en las formas de relacionamiento de las mujeres al interior de la organización. El liderazgo, la unidad y sororidad han impregnado tanto la estructura organizativa como las actividades, lo que ha llevado a que las integrantes y sus familias tomen conciencia de la importancia de estar juntas y organizadas.

De hecho, el trabajo mancomunado por la consolidación del empleo digno y la permanencia en el territorio ha inspirado a las personas más jóvenes a crear organizaciones de formación y empleo como Asoacuyol y Ageanfrons: "digo que nosotras los hemos inspirado porque los que están en la asociación de jóvenes, primero estaban en ASOMUAFROYO" (Dancy Mina, comunicación personal, 05.05.2022). Estas nuevas organizaciones son motivo de orgullo y sinónimo de crecimiento para la Asociación, pues el legado ancestral del cuidado y permanencia en el territorio está llegando a las personas más jóvenes.

Al mismo tiempo, es importante destacar que la formación y capacitación recibida en la Asociación ha permitido a las mujeres crecer profesionalmente y asumir roles de liderazgo tanto en la comunidad como en sus hogares. Paralelamente, han surgido iniciativas productivas como el Centro de Innovación Sociocultural5 donde trabajan con el propósito de dar a conocer Yolombó, generar ingresos acompañando los trabajos de cuidado para las mujeres embarazadas y durante el parto, y obtener resultados económicos gracias a sus conocimientos en medicina ancestral y a la venta de todos los productos que generan en sus emprendiemientos.

De esta manera, las mujeres están ortorgando valor y reconocimiento a los saberes ancestrales de su comunidad afrodescendiente, integrando los trabajos de cuidado que históricamente han desempeñado, los cuales no han sido reconocidos social ni económicamente en las economías globales.

Conclusiones

La paz, siendo un valor ideal para las sociedades, se enfrenta a complejidades inherentes que requieren la inclusión de la diversidad y pluralidad de las personas, así como el reconocimiento de la importancia de las experiencias singulares de las mujeres en los ámbitos público y privado. En Colombia, la necesidad de adoptar un enfoque interseccional al considerar las experiencias de las mujeres surge de la urgencia de visibilizar las discriminaciones que resultan de la intersección de género, raza/etnia y el lugar de origen.

Dicho enfoque aporta significativamente en la construcción de paz al reconocer las identidades y experiencias diferenciadas de las mujeres y las comunidades, generando situaciones que satisfagan esas necesidades particulares de los territorios. Por ejemplo, ASOMUAFROYO, organización arraigada en Yolombó, ha canalizado su proceso organizativo hacia la transformación de las necesidades locales en intereses estratégicos por los cuales luchar. Sus acciones colectivas se orientan a cubrir las falencias estatales, abordando la vulnerabilidad económica y social, y enfrentando las consecuencias de la extracción minera y la presencia de grupos armados en el norte del Cauca. En este contexto, el énfasis territorial interseccional es clave en la construcción de paz en Colombia, especialmente porque el Estado no satisface las necesidades de las comunidades.

En Yolombó, se gestan iniciativas en respuesta a la falta de garantía de derechos básicos y la no protección de los territorios, así como al mandato ancestral de cuidar, proteger y permanecer en los territorios. ASOMUAFROYO ha liderado acciones para retirar las retroexcavadoras, exigir diálogo y derechos, y establecer alianzas para generar empleo y garantizar la libertad económica y social.

Este enfoque ha transformado no solo el panorama nacional, donde una líder de esta Asociación se convirtió en la primera vicepresidenta afrodescendiente del país, sino también las vidas cotidianas de las mujeres que la conforman. Aunque no se autodenominan feministas, sus decisiones y acciones tienen un carácter político, evidenciando cambios en la creación de nuevas organizaciones y la dignificación del trabajo y de sus saberes ancestrales.

Estas mujeres contribuyen activamente en la construcción de una sociedad en paz mediante acciones no violentas para erradicar la destrucción de sus territorios y transformar sus vidas. La dicotomía público/privado, que históricamente excluyó a las mujeres del ámbito político, ha sido subvertida por algunas que se han convertido en sujetas políticas que rechazan la violencia y abogan por la paz, una paz interseccional que se nutre de pedagogías ethopolíticas y que transita del espacio privado-doméstico al público.

La relación entre la ética del cuidado y la empatía destaca la necesidad de iniciativas que promuevan la construcción de una cultura de paz, como evidencia el trabajo de las mujeres de ASOMUAFROYO quienes, a lo largo de los años, han luchado incansablemente por ese ideal.

Referencias

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* Esta investigación es resultado de la tesis de Maestría en Estudios Sociales y Políticos de la Universidad Icesi (Colombia). Fue financiada por el Fondo Fundación WWB para la Investigación.

1El PCN articula a más de 140 organizaciones de base, consejos comunitarios y personas que trabajan en la transformación de la realidad económica, social y política de las comunicades negras, afrodescendientes, raizales y palenqueras en Colombia (PCN, s.f.).

2Tiene como objetivo vigilar y controlar la calidad y seguridad de los productos alimentarios y de medicamentos.

3En marzo del año 2022 se llevaron a cabo las elecciones de Congreso (Cámara y Senado) de Colombia, en estas mismas se realizaron las consultas de las coaliciones de partidos que darían como resultado los y las representantes para la presidencia del país. En total fueron tres consultas: la del Pacto Histórico en la que se encontraban Francia Márquez y Gustavo Petro; la del Equipo por Colombia; y la de la Coalición Centro Esperanza.

4Hace referencia a aquellas personas que parecería que no existen en la sociedad, el poema de Eduardo Galeano ("Los Nadies, por Eduardo Galeano", s.f.: s.p.) lo puede resumir de la siguiente manera: "Los nadies: los hijos de nadie, los dueños de nada. Que no hablan idiomas, sino dialectos. Que no profesan religiones, sino supersticiones. Que no hacen arte, sino artesanía. Que no practican cultura, sino folklore. Que no son seres humanos, sino recursos humanos. Que no tienen cara, sino brazos. Que no tienen nombre, sino número. Que no figuran en la historia universal, sino en la crónica roja de la prensa local. Los nadies que cuestan menos que la bala que los mata".

5La construcción de este centro es resultado del proyecto Ready for Impact, financiado por la Fundación Ford y liderado por el Centro de Estudios Afrodiaspóricos (CEAF) de la Universidad Icesi.

Cómo citar: Triviño-Monar, Manuela (2023). Acciones colectivas para la construcción de paz con perspectiva interseccional. El caso de la Asociación de Mujeres Afrodescendientes de Yolombó (ASOMUAFROYO). Revista CS, 41, a06. https://doi.org/10.18046/recs.i41.06

Recibido: 11 de Noviembre de 2022; Aprobado: 12 de Diciembre de 2023

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