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International Journal of Psychological Research

Print version ISSN 2011-2084

int.j.psychol.res. vol.6 no.1 Medellín Jan./June 2013

 

Regulación materna y esfuerzo de control emocional en niños pequeños

Maternal regulation and toddlers' effortful control

María Fayne Esquivel Y Anconaa, Benilde García Cabreroa, María Montero Y López Lenaa, Alejandra Valencia Cruz*,a

a Facultad de Psicología, Universidad Nacional Autónoma de México, México Distrito Federal.
* María Fayne Esquivel y Ancona, Universidad Nacional Autónoma de México, Facultad de Psicología. Avenida Universidad 3004, C.P 01043, Copilco-Universidad, México Distrito Federal, Teléfono: (52) 56 22 23 29, Email: fayne_esquivel@yahoo.com.mx

Recibido: Noviembre 14 de 2012 - Revisado: Abril 1 de 2013 - Aceptado: Abril 10 de 2013


RESUMEN

El esfuerzo de control es un componente regulatorio de la emoción (Calkins & Hill, 2007). Este estudio descriptivo analizó la relación entre las estrategias de corregulación maternas y de regulación de los niños para evaluar su esfuerzo por controlar el enojo.
Participaron 19 díadas (madre-hijo) con niños de entre 18 y 36 meses de edad, divididos en tres grupos; la muestra se tomó de estancias infantiles. Se realizó un estudio transversal con observación directa de la situación experimental. Se videograbaron dos sesiones por díada, las estrategias observadas se codificaron obteniendo una confiabilidad de α=.86. Los resultados no mostraron diferencias estadísticamente significativas entre los grupos (X2= 26), pero las correlaciones muestran que las estrategias maternas y las de los niños cambiaron en función de la edad. Los niños mayores utilizaron preferentemente estrategias de atención activa y de mayor esfuerzo de control vinculadas a las estrategias maternas que promueven la autonomía.

Palabras Clave: Regulación emocional, autorregulación, esfuerzo de control, respuesta emocional, conducta materna.


ABSTRACT

Effortful control is a regulatory component of emotion (Calkins & Hill, 2007). This descriptive study analyzed the relation between maternal co-regulation strategies and children self-regulation strategies in order to evaluate their effortful control skills.
19 dyads [mother-child] with children between 18 and 36 months old participated and were divided in three groups, the sample was taken from government's nurseries. A transversal study with direct observation of the experimental situation was executed. Every dyad was recorded twice, the observed strategies were encoded and a high reliability (α=.86) was gotten. No significant statistical differences were found among the groups (X2= 26), but co-relations showed that maternal and child strategies changed in function of the age. Older children used preferably active attention strategies related with a higher effortful control that were linked with maternal strategies promoting autonomy.

Key Words: Emotional regulation, self-regulation, effortful control, emotional response, maternal behavior.


1. INTRODUCCIÓN

Los procesos de maduración cerebral, la evolución conceptual en la comprensión de las emociones, las características individuales del temperamento y las prácticas parentales, son los principales factores que contribuyen a la maduración de las capacidades de los infantes para manejar su emoción (Thompson & Goodvin, 2007).

Cuando un niño pequeño presenta dificultades para regular sus emociones, es posible que presente problemas en su desarrollo socioemocional (Eisenberg, Hofer & Vaughan, 2007; Kochanska, Murray & Coy, 1997). El exceso de emocionalidad negativa y su escaso control pueden ser antecedentes de trastornos externalizados como la agresión, conductas desafiantes y antisociales. Por otro lado, el sobre control emocional conlleva a que los niños experimenten en mayor medida emociones negativas como el miedo o la ansiedad, que inhiben su conducta e incrementan el riesgo de presentar a futuro trastornos internalizados como depresión, ansiedad y aislamiento social (Eisenberg et al., 2007; Eisenberg, Fabes, Guthrie & Reiser, 2000). La capacidad de modificar la reactividad emocional para permitir al individuo funcionar de forma adaptativa ante las situaciones que activan las emociones, se conoce como regulación emocional (RE) (Cicchetti, Ganiban & Barnett, 1991).

La RE comprende procesos extrínsecos e intrínsecos para monitorear, evaluar y modificar las reacciones emocionales en sus características temporales y de intensidad (Thompson & Waters, 2010). Es un proceso dinámico que involucra las dimensiones de reactividad y control que temporalmente se alternan y constituyen un importante mediador en las relaciones interpersonales y en el ajuste socioemocional a lo largo de la vida (Calkins & Hill, 2007; Eisenberg, et al., 2007; Thompson & Meyer, 2007).

La etapa de la vida entre el primero y el tercer año de edad es el período de mayores logros, pero también, de más limitaciones significativas en el manejo de las emociones y el autocontrol (Calkins & Hill, 2007). Popularmente esta etapa se reconoce como "los terribles dos años"; sin embargo, es precisamente en esas edades cuando los niños comienzan a adquirir maestría en la utilización de estrategias simples de control emocional, como son redireccionar la atención, búsqueda de bienestar, auto-calmarse y alejarse de una determinada situación para manejar sus emociones (Thompson & Goodvin, 2007). Conforme los niños crecen, adquieren un mayor entendimiento de las causas y consecuencias de su reactividad emocional asumiendo los mecanismos para controlarla de manera autónoma (E. Ato, Carranza, González, M. Ato & Galián, 2005).

El incremento en las habilidades regulatorias se caracteriza por importantes progresos en el desarrollo que incluyen pasar de una RE externa guiada por la madre y/o cuidadores, a una auto iniciada donde el niño utiliza más y mejores estrategias para manejar sus emociones (Eisenberg & Morris, 2002; Fox & Calkins, 2003; Kopp, 1989; Thompson, 1990; 1994).

Para entender cabalmente los procesos del desarrollo de la RE en los primeros años, se requiere estudiar la manera como los niños muestran sus reacciones emocionales frente a diversos estímulos mediante conductas de alejamiento o aproximación que conforman los esfuerzos por controlar la emoción (Calkins & Hill, 2007; Eisenberg, et al., 2007; Thompson & Goodvin, 2007). Las investigaciones al respecto sugieren que el esfuerzo por controlar la emoción representa una forma eficiente de autorregulación (Eisenberg, et al., 2007; Eisenberg, Smith, Sadovsky & Spinrad, 2004; Rothbart & Bates, 2006).

El esfuerzo por controlar la emoción involucra la capacidad para desplegar la atención deliberadamente e inhibir o activar una conducta y controlar la expresión de las emociones (Rothbart & Bates, 2006; Rothbart & Sheese, 2007). Así, la interacción entre el esfuerzo por controlar la emoción junto con las características de las relaciones afectivas predicen las conductas de autorregulación (Bates, Pettit, Dodge & Ridge, 1998; Park, Belsky, Putnam & Conic, 1997).

En el marco de las relaciones afectivas en la primera infancia, es fundamental considerar la relación del menor con su cuidador primario (Esquivel, 2010). Las expresiones emocionales en la vida temprana son reactivas, pero conforme los niños crecen, la continua intervención de sus padres para mitigar su malestar tiene efectos regulatorios en el control, modulación y expresión de la emoción (Harman, Rothbart & Posner, 1997). La mayoría de los estudios aborda la naturaleza interpersonal de la RE en el contexto de las interacciones madre-hijo, al investigar cómo las emociones de uno de los interlocutores influyen en las del otro así como en su conducta; se analiza la temporalidad en que se dan las interacciones prediciendo contingencias espontáneas y mutuas entre las díadas (Cole, Martin & Dennis, 2004; Villanueva, Clemente y Adrián, 2004), conductas que pueden observarse en las estrategias de regulación y corregulación que utilizan los niños y sus madres.

Las estrategias que los niños pequeños utilizan para regular sus emociones pueden dividirse en dos categorías en función de si incrementan o disminuyen el malestar emocional (Mirabile, Scaramella, Sohr-Preston & Robinson, 2009). Las estrategias basadas en el cambio de atención como distraerse, auto calmarse y buscar consuelo, dirigen la atención del niño lejos de la fuente del estrés y se asocian con menor malestar emocional (Buss & Goldsmith 1998; Calkins, Gill, Johnson & Smith. 1999; Grolnick, Bridges & Connell, 1996). Por otra parte, las conductas que intensifican la emoción, tal como la agresión y el llanto, mantienen la atención centrada en la fuente de malestar y dificultan las habilidades del niño para manejar el estrés y lidiar con las emociones negativas (Eisenberg et al., 2007).

Los resultados de la investigación empírica muestran que cuando los niños se frustran tanto en escenarios naturales como en situaciones experimentales, sus madres utilizan estrategias relacionadas con la edad y el nivel de estrés que presenten los pequeños (Grolnick, Kurowski, McMenamy, Rivkin & Bridges, 1998; Stansbury & Sigman, 2000). Cuando las madres intentan regular las emociones de sus hijos pueden alterar y modular la reactividad emocional inmediata además de enseñarles nuevos métodos para autorregularse (Kopp, 1989; Mirabile et al., 2009; Spinrad, Stiffer, Doneland-McCall & Turner, 2004). El uso de explicaciones para controlar la conducta permite que los niños aprendan estrategias de RE más sofisticadas en sus interacciones con otros (Denham, 1998; Kopp, 1989; Spinrad, et al., 2004; Thompson, 1990).

Otra estrategia materna es cuestionar la emoción del niño al preguntarle "¿por qué lloras?" o señalarle "no hay por qué llorar", que más allá de propiciar el uso de estrategias que contribuyan a disminuir la intensidad de la emoción negativa, minimizan la legitimidad de la experiencia emocional. Con este tipo de estrategias maternas los niños aprenden a ocultar sus emociones y desarrollan estrategias regulatorias que favorecen la inhibición y el sobre control, limitando sus recursos para lidiar con emociones negativas (Eisenberg, Fabes & Murphy, 1996; Gottman, Katz & Hooven, 1996; Spinrad et al., 2004). Las madres pueden interferir también con la autorregulación cuando cumplen de manera inmediata los deseos del menor; al no permitir que se frustren y evitar que experimenten emociones negativas, promueven que se presenten reacciones impulsivas limitando la capacidad del niño para emplear estrategias regulatorias autónomas (Thompson & Goodvin, 2007).

En contraste, si los niños son expuestos a niveles relativamente altos de conducta positiva por parte de sus madres, aprenderán formas positivas de relacionarse con otras personas y de manejar sus emociones. (Eisenberg, et al., 2007). Las estrategias maternas como tranquilizar al niño o explicar la situación o la emoción, se asocian con un mejor control emocional a futuro (Spinrad, et al., 2004). Las madres también recurren a la estrategia de distraer; lo que permite que los niños regulen mejor su emoción negativa que si únicamente los tranquilizan (González, Routh & Amstrong, 1993; Mischel & Ebbesen, 1970; Putnam, Spritz & Stifter, 2002). Sin embargo, Grolnick et al. (1998) encontraron en un estudio longitudinal que cuando las madres en edades tempranas privilegian el uso de estrategias activas de distracción, si bien resultan eficientes en esas edades, posteriormente, en la etapa preescolar, estos niños dependen más de una RE externa y muestran más angustia que cuando intentan regularse de manera independiente.

Por tanto, la corregulación materna cobra especial relevancia frente a la emocionalidad que despliegan los menores en situaciones de frustración y estrés. Este proceso, junto con las características temperamentales del niño determinan la manera como éste ejerce sus habilidades de autorregulación haciendo uso del esfuerzo de control sobre su reactividad emocional (Rothbart & Derryberry, 2002).

La revisión de trabajos actuales sobre la temática de las prácticas maternales y los estudios sobre las interacciones diádicas, indican que existen múltiples caminos para el desarrollo de la RE en los primeros años de vida (Calkins & Hill, 2007). Sin embargo, a pesar de la extensa literatura que pondera el aprendizaje de la regulación emocional como un factor determinante en el desarrollo infantil, se requieren más investigaciones empíricas no sólo cuantitativas, sino que también proporcionen datos cualitativos indicando las tendencias en la autorregulación emocional durante los primeros cinco años de vida e incluso cómo estas tendencias son afectadas por las características del niño y las estrategias de corregulación de las madres. De hecho, se sabe poco sobre la autorregulación en el funcionamiento diádico en situaciones de emocionalidad negativa y la relación de estos aspectos con la cultura a la que pertenece la díada (H. A. Raikes, Robinson, Bradley, H. H. Raikes & Ayoub, 2007).

Por la relevancia que tiene el estudio del desarrollo de la RE en los campos educativo, social y de la salud, en esta investigación se abordó cuáles son las estrategias de RE que utiliza una muestra de niños mexicanos de entre 18 y 36 meses de edad y las de corregulación de sus madres para modular la emoción de enojo generada en una situación experimental de juego. El estudio también abordó la manera como evoluciona el esfuerzo de los niños por controlar la emoción de enojo a partir de las diversas estrategias de RE en tres diferentes grupos de edad (18 a 24, 25 a 30 y 31 a 36 meses) y cómo van cambiando las estrategias que utilizan las madres en función de la edad de sus hijos.

2. MÉTODO

2.1. Participantes

Participaron 19 díadas madre-hijo divididas en tres grupos según la edad de los niños: seis de 18 a 24 meses, siete de 25 a 30 meses y siete de 31 a 36 meses de edad. La muestra de niños en etapa maternal se dividió para facilitar el análisis de la evolución de las estrategias relacionadas con el esfuerzo de control. Las madres, cuyos hijos asistían a estancias de cuidado infantil en la Ciudad de México, participaron voluntariamente y pertenecían a la clase socioeconómica media. Los niños contaban con adecuadas condiciones de salud sin presentar alteraciones en su desarrollo.

2.2. Procedimiento

Con el objetivo de evaluar el comportamiento de la díada mediante la observación directa en una situación experimental para generar enojo en los niños se utilizó un estudio transversal y descriptivo (Buss & Goldsmith, 1998). Con el material video-grabado se analizaron las estrategias de regulación y corregulación emocional descritas por Grolnick, et al. (1996).

Las estrategias de regulación emocional de los niños y las de corregulación de las madres se codificaron utilizando el programa de registro conductual SICDO (Vite, Rosas y García, 2005), que permite registrar segundo a segundo la conducta observada, de esta manera se registró durante un minuto el tiempo que tardó el niño en expresar la emoción de enojo, la estrategia que utilizó frente a la dificultad y la estrategia de la madre frente a la emocionalidad de su hijo. Para evaluar el esfuerzo por controlar la emoción en el niño, se tomó en cuenta el lapso de tiempo invertido por éste en el empleo de estrategias activas de regulación emocional (tratar de alcanzar el juguete y redireccionar la atención) (Putnam, Gartstein & Rothbart, 2006).

Los datos se obtuvieron en tres sesiones: en la primera, se tomaron los datos socio-demográficos y se realizó la situación experimental de frustración, que consistió en pedir a la madre que jugara con el niño con un juguete llamativo (tres minutos) para posteriormente retirarlo y ponerlo a la vista del niño pero fuera de su alcance. La situación experimental, permitió observar la emoción activada al retirar el juguete y las estrategias utilizadas por la díada para regular y corregular la emoción de enojo.

Una semana después se replicó la situación experimental para obtener la confiabilidad de las conductas observadas (α=.86). Por último, en la tercera sesión, se utilizaron las videograbaciones de las sesiones anteriores para que las madres pudieran observar y analizar el resultado de las estrategias utilizadas y se les proporcionó información sobre juegos que promovieran habilidades para regular mejor sus emociones.

Con el material video-grabado se diseñaron dos catálogos de observación. Se midió: (a) la reactividad (latencia de respuesta), (b) la emoción (sorpresa, enojo, cambio de emoción negativa a positiva), (c) el tiempo que tardó para modular o cambiar de emoción, (d) las estrategias que utiliza el menor en su esfuerzo por controlar la emoción negativa de enojo, y (e) las estrategias de corregulación de la madre.

Las estrategias registradas para los niños fueron:

  1. Ignorar la situación (poca atención al retiro del juguete sin realizar otra actividad);
  2. Berrinche (llanto fuerte, tirarse al suelo, pataleos y golpes, etc.);
  3. Consolarse (chuparse el dedo, tocarse el cuerpo, balancearse etc.);
  4. Tratar de recuperar el juguete (aproximarse al juguete, señalarlo y/o solicitarlo); y
  5. Redireccionar la atención (cambiar el foco de atención a un estímulo diferente al juguete y/o realizar una nueva actividad).

Las estrategias registradas para las madres fueron:

  1. Mínima interacción (mantenerse al margen y sólo observar la situación, desviar la mirada);
  2. Conceder la demanda (dar al niño el juguete);
  3. Restringir (dar órdenes, prohibiciones o regañar);
  4. Contener (tranquilizar verbal o físicamente al niño);
  5. Explicar (verbalizar razones, causas y consecuencias de la situación);
  6. Alentar y motivar (expresiones de aliento y apoyo); y
  7. Distraer, estrategia que se dividió en tres categorías: (a) simplemente distraer (intentos por cambiar el foco de atención del niño hacia un estímulo alterno), (b) distraer refiriéndose al juguete (aludir al juguete experimental mediante preguntas con el fin de distraer), (c) mantener la atención en el juguete (preguntar al niño sobre el juguete con verbalizaciones que mantienen la atención en él, por ej. ¿y el juguete? ¿dónde está el juguete? ¿lo quieres, o qué quieres?).

Por tener baja frecuencia de aparición en este estudio, las estrategias maternas de conceder la demanda y alentar y motivar no se consideraron para el registro. Con los datos obtenidos se realizó la prueba Chi cuadrada (χ²) para conocer si se presentaron diferencias entre las estrategias utilizadas por los tres grupos, así como una correlación de Spearman para obtener la fuerza de relación y la dirección de las estrategias de regulación y corregulación, pruebas que sirvieron de base para el análisis cualitativo de los resultados.

3. RESULTADOS

En la figura 1 se observa la frecuencia de las estrategias maternas en la situación experimental. Las madres de los niños de los tres grupos utilizaron principalmente una estrategia pasiva de mínima interacción: observaban la reacción y se mantenían al margen ( = 15s,), mira ban, gesticulaban y tardaban en mostrar una estrategia diferente. Las otras estrategias que las madres utilizaron fueron: simplemente distraer ( = 12s,); distraer refiriéndose al juguete ( = 9s,) que sólo se presentó en los grupos de 18 a 24 y de 25 a 30 meses; mantener la atención en el juguete ( = 8s,), que tuvo una elevada incidencia en el grupo de 18 a 24 meses e impidió que el niño se desenganchara del estímulo; explicar ( = 7s,) y restringir ( = 5s,), estrategias que las madres utilizaron en menor medida en el grupo de 18 a 24 meses y contener ( = 4s,) que se registró en mayor medida en el grupo de 25 a 30 meses.

En la muestra general, los niños utilizaron como principal estrategia para controlar el enojo redireccionar la atención hacia otro estímulo ( = 22s,) seguida por la estrategia de tratar de recuperar el juguete ( =16s), la que implicó atención activa y la movilización para tratar de alcanzar el objeto. Las estrategias que menos se presentaron fueron consolarse e ignorar la situación, ambas con un tiempo promedio menor a 5s. Auto-consolarse es una estrategia que se presenta en mayor medida en niños más pequeños de entre 8 y 15 meses de edad (Mangelsdorf, Shapiro & Marzolf, 1995), e ignorar la situación se relacionó con poca atención en el estímulo y se observó cuando los niños no se engancharon o se engancharon poco con el estímulo.

En cuanto a las correlaciones entre las estrategias de regulación y corregulación (tabla1), se encontró que cuando las madres utilizaron como estrategia limitarse a observar la reacción de sus hijos (mínima interacción) los niños incrementaron la intensidad de su reacción emocional (berrinche) (rs =0.58, p < 0.05). La mínima interacción también correlacionó, pero en sentido negativo, con redireccionar la atención (rs =0.53, p < 0.05), es decir, cuando las madres interactuaron poco con los niños, estos presentaron mayores dificultades para redireccionar la atención y disminuir la intensidad de la reacción emocional. La estrategia materna de distraer con el mismo juguete se relacionó con la estrategia de los niños de redireccionar la atención (rs = 0.47, p < 0.05), esto es, que cuando las madres se referían a las características del juguete para distraerlos, ellos eran capaces de desengancharse del estímulo y atender a sus verbalizaciones. También se observó que la estrategia de corregulación de restringir al niño correlacionó negativamente con la estrategia infantil de ignorar (rs = -0.51, p < 0.05) que se presentó cuando las madres trataban de controlar la emoción de sus hijos restringiéndolos y ellos ponían mayor atención al estímulo con lo que se intensificaban sus expresiones de enojo.

Asimismo se observó una tendencia (rs = 0.40) entre la estrategia de la madre de mantener la atención en el juguete y la del niño en tratar de recuperarlo, esto implica que mientras las madres se referían al juguete con preguntas como "¿lo quieres?", "¿dónde está el juguete?" o "¿y el juguete?"; los niños más se empecinaban en conseguirlo, señalaban el juguete e intentaban movilizarse para alcanzarlo.

3.1. Resultados por edad

No se encontraron diferencias estadísticamente significativas (X2= 26) entre las estrategias de regulación por grupos de edad, sin embargo la figura 2 muestra que conforme se incrementa la edad, los niños utilizan por más tiempo redireccionar la atención, estrategia activa que involucra el control de la atención íntimamente vinculado con el esfuerzo de control. Es notorio que en todos los grupos de edad se utiliza el berrinche (=11s), estrategia activa relacionada con las conductas de las madres de mantener la atención del niño en el juguete que genera frustración.

Una estrategia materna común en los tres grupos fue mínima interacción (=17 s) (ver figura 1) que implica el distanciamiento de la madre y pasividad frente a la reacción emocional del pequeño, esto último pudo deberse a la deseabilidad social de las madres y a factores culturales.

En el grupo de 18 a 24 meses de edad (tabla 2) se encontró una fuerte correlación negativa (rs= - 0.94, p< 0.01) entre la mínima interacción e ignorar; esto es que mientras el niño muestra poca reactividad emocional hacía el estímulo, la madre interactúa más con el niño. Otra relación importante en sentido positivo fue la de restringir y tratar de recuperar el juguete (rs= - 0.87, p< 0.05), lo que muestra que cuando las madres impedían que los niños trataran de acercarse al juguete, se incrementaba la intensidad de la reacción emocional. La estrategia de los niños de redireccionar la atención se correlacionó positivamente con la de distraer de las madres (rs= 0.85, p< 0.05); si las madres distraen a sus hijos con otro estímulo, éstos son capaces de redireccionar su atención, regulando así su emoción.

En este grupo de edad sobresalen cuatro tendencias. Se encontró una correlación positiva entre contener y consolarse (rs = 0.72). Cuando las madres tranquilizaban a sus hijos mediante el contacto físico o expresiones verbales empáticas, estos eran capaces de modular la emoción de enojo y consolarse a sí mismos tocando su ropa o su cuerpo. La estrategia de la madre de explicar aparece inversamente relacionada con las estrategias del niño de tratar de recuperar el juguete (rs = - 0. 69) y redireccionar la atención (rs = 0.67). El primer resultado sugiere que a menor explicación de las madres, los niños utilizaban la estrategia activa de mantener la atención en el estímulo tratando de recuperarlo. El segundo resultado muestra que cuando las madres usaban verbalizaciones cálidas al tratar de regular la emoción de los niños, estos eran capaces de redireccionar la atención y lograban reducir la intensidad de su reacción emocional. La última tendencia es una correlación negativa entre restringir e ignorar (rs= - 0.64), es decir, cuando las madres controlaron de manera restrictiva las conductas de sus hijos, ellos prestaron poca atención al retiro del juguete.

En el grupo de 25 a 30 meses de edad (tabla 2) las correlaciones que resultaron significativas fueron: la estrategia materna de mínima interacción con la estrategia de los niños de berrinche (rs= 0.82, p< 0.05) y la de contener con tratar de recuperar el juguete (rs= 0.86, p< 0.05). Estos resultados apuntan a que mientras menos interactuaban las madres, los niños hacían más berrinche y conforme los niños se esforzaban por recuperar el juguete, las madres trataban de cambiar el foco de atención de sus hijos al consolarlos, con lo que disminuía la intensidad de la reacción emocional.

También se observaron dos tendencias en sentido positivo: (a) mínima interacción y consolarse (rs= 0.67), refiere a que si las madres se mostraban distantes e interactuaban poco con sus hijos, los niños tendían a tocarse para tratar de modular su reacción emocional; (b) explicar y tratar de recuperar el juguete (rs= 0.67), esta correlación muestra que cuando las madres intentaban disminuir la intensidad de la reacción emocional mediante verbalizaciones racionales, los niños continuaban atendiendo al estímulo y trataban de alcanzar la meta.

En el grupo de 31 a 36 meses de edad (tabla 2) la única correlación significativa resultó negativa; esta fue la estrategia materna de distraer con el juguete y el berrinche (rs= - 0.94, p< 0.05); cuando las madres intentaban modular la reacción de sus hijos refiriéndose a las características del juguete, los niños eran capaces de atender a las verbalizaciones maternas, desengancharse del estímulo que generó el malestar y disminuir la intensidad de la reacción emocional.

Como asociaciones importantes sobresalen tres:

  1. La estrategia activa de los niños de tratar de recuperar el juguete con la estrategia materna de explicar (rs= 0.79), lo que implica que ante el intento de los niños por alcanzar un objetivo, las madres trataron de regular la reacción emocional de sus hijos emitiendo verbalizaciones plausibles.

  2. La estrategia activa de redireccionar la atención con la de restringir (rs= - 0.73), mientras los niños fueron capaces de cambiar el foco de atención a otro estímulo, y reducir la intensidad del enojo, las madres pusieron menos restricciones.

  3. La estrategia de ignorar con contener (rs= 0.70), esto es que mientras las madres trataban de disminuir la intensidad de la reacción emocional de sus hijos mediante el contacto físico y palabras de apoyo, los niños lograban desengancharse del estímulo generador del malestar.

4. DISCUSIÓN

En este estudio se analizaron las estrategias de RE que utilizaron 19 niños entre los 18 y 36 meses de edad en su esfuerzo por controlar el enojo en relación con las estrategias de corregulación de sus madres, en un contexto experimental de juego que generó frustración en los niños.

Al igual que los resultados obtenidos en otros estudios (Calkins & Johnson, 1998; Mirabile et al., 2009), se encontró que las estrategias maternas identificadas se pueden clasificar en función de su eficacia para reducir o incrementar la intensidad de la reacción emocional de los niños. Las estrategias pasivas de la madre como la mínima interacción, incrementan la intensidad de la reacción emocional y favorecen el empleo de estrategias como el berrinche, hallazgo que concuerda con lo encontrado por Eisenberg et al. (2007) en el sentido de que cuando a los niños se les dificulta desengancharse del estímulo generador de malestar, se intensifica la emoción de enojo y se limita su capacidad para manejar las emociones negativas.

En contraste, cuando las madres utilizaron la estrategia activa de distracción, los niños fueron capaces de redireccionar su atención y disminuir la intensidad de la reacción emocional, hallazgo acorde a los resultados de otros investigadores (Buss & Goldsmith 1998; Calkins, Gill, Johnson & Smith. 1999; Grolnick et al., 1996), quienes señalan que las estrategias de las madres basadas en la distracción, permiten a los niños enfocar su atención lejos de la fuente de estrés contribuyendo a disminuir la intensidad del malestar emocional.

Autores como González et al. (1993), Mischel & Ebbesen (1970); Putnam et al. (2002) mencionan que la estrategia materna de distracción contribuye a que los niños regulen eficazmente su emoción negativa, sin embargo, los hallazgos de este estudio resaltan la importancia de distinguir las variantes en la estrategia de distracción. En los resultados de las correlaciones se pueden observar diferencias cualitativas entre distraer con el juguete al preguntar sobre sus características, en contraste con mantener la atención en el juguete de manera persistente refiriéndose a éste una vez que los niños lograban desviar su atención del estímulo. La diferencia entre ambas estrategias radica en que la primera permite a los niños manipular mentalmente el juguete por lo que se desenganchan del estímulo perturbador, mientras que la segunda hace énfasis en la frustración del menor lo que incrementa el berrinche como estrategia, dificultando la modulación de su reacción emocional. Esta tendencia de las madres a mantener la atención en el juguete de manera persistente se encuentra poco documentada en la literatura (Grolnick, et al., 1998) donde sólo ha sido considerada como una categoría de registro sin evidencia empírica.

Los trabajos teóricos y empíricos previos sugieren que los niños aprenden a regular sus emociones en las interacciones con sus madres y tienden a adoptar estrategias regulatorias semejantes a las demostradas por ellas (Calkins & Johnson, 1998; Eisenberg, Cumberland & Spinrad, 1998; Fabes, Leonard, Kupanoff & Martin, 2001). En el caso de esta investigación se observó que el uso de estrategias maternas vinculadas a conductas de cambio de la atención correlacionó positivamente con el uso la estrategia activa de redireccionar la atención y en sentido negativo con estrategias que implican un incremento en la intensidad de la reacción emocional (berrinche). Aunque existe una amplia discusión en cuanto a la eficacia de la estrategia de distracción, el estudio brinda argumentos para fundamentar el uso de esta estrategia como alternativa para disminuir la intensidad de la reacción emocional de los niños; al promover el cambio de atención les facilita engancharse en estímulos distintos e iniciar nuevas actividades. Por otro lado, la estrategia de mínima interacción que incluye conductas de distanciamiento hacia los niños correlacionó positivamente con el berrinche y negativamente con redireccionar la atención; es posible que al poner una barrera en la comunicación diádica las madres comuniquen una falta de sensibilidad o empatía hacia los sentimientos de sus hijos que se manifiesta en un incremento en la intensidad de la emoción.

Esta investigación abordó desde una aproximación funcionalista (Cicchetti et al., 1991; Cole et al., 2004; E. Ato et al., 2005; Fox & Calkins, 2003; Gross y Thompson, 2007; Thompson, 1994) el desarrollo del esfuerzo de control, donde se encontró que conforme los niños avanzan en edad utilizan estrategias más activas y flexibles como tratar de recuperar el juguete y redireccionar la atención y con menos frecuencia estrategias pasivas como consolarse a sí mismos. El esfuerzo de control de los niños pequeños se asoció con un mejor manejo de la emoción negativa, lo que se reflejó en el incremento en el uso de estrategias activas, especialmente en los niños de mayor edad. Este hallazgo coincide con lo señalado por Thompson & Goodvin (2007) en el sentido de que el incremento en la amplitud, sofisticación y flexibilidad en el uso de estrategias de RE dota a los pequeños con la capacidad de utilizar estrategias apropiadas al contexto y/o sustituir las poco efectivas por otras de mayor eficacia. Aunque no se encontraron diferencias estadísticamente significativas entre los grupos de edad, cualitativamente se observó en los tiempos promedio del uso de las estrategias por grupos una tendencia a esforzarse por controlar y modular la emoción negativa a medida que aumenta la edad, como mencionan Calkins & Hill (2007), en la etapa maternal los niños pasan del uso de estrategias simples como el llanto y el auto-calmarse al uso de estrategias más complejas que implican un mayor desarrollo cognitivo, transición promovida por los cambios en el desarrollo del control de la experiencia y la expresión emocional como resultado de la maduración neurofisiológica, especialmente de las redes de atención (Eisenberg et al., 2004; Fox & Calkins, 2003). La regulación es intrínseca a toda actividad neuronal relacionada con la emoción (Fox, 1994), por tanto, la coordinación recíproca de los sistemas cerebrales de activación e inhibición y la consolidación de funciones junto con las influencias maternales son determinantes para el desarrollo de los procesos de RE y esfuerzo de control en la primera infancia.

4.1. Limitaciones, fortalezas e implicaciones para el trabajo preventivo

Es importante considerar que una descripción completa del desarrollo de la RE debe incorporar diversas poblaciones infantiles y basar su confiabilidad en evaluaciones que midan la habilidad de los mismos para regularse en distintos contextos (Raikes et al., 2007). En la actualidad se sabe poco acerca de las estrategias que las madres mexicanas utilizan para corregular las emociones y las conductas de sus hijos. Este estudio resulta importante para nuestra cultura, ya que en México es muy poca la investigación que se ha generado sobre RE en niños pequeños, por lo que los hallazgos aquí plasmados podrán tener implicaciones en los programas de prevención e intervención para madres e hijos que se enfoquen en ayudar a los niños a desarrollar habilidades de autorregulación, y específicamente las habilidades de esfuerzo de control.

El estudio no está exento de limitaciones. El tamaño de la muestra y el número de participantes representados en cada edad es pequeño, por lo que en posteriores réplicas es necesario utilizar muestras más amplias que permitan generalizar los resultados. Así mismo, se requiere mayor investigación que explore las relaciones de las estrategias utilizadas en poblaciones más diversas y/o de riesgo en diseños longitudinales que permitan encontrar relaciones directas respecto a las estrategias reguladoras que se presentan en la interacción madre-hijo y contrasten el desempeño y la adaptación de los menores en otras etapas de la vida.


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