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Revista eleuthera

Print version ISSN 2011-4532

Rev. eleuthera vol.21  Manizales July/Dec. 2019

https://doi.org/10.17151/eleu.2019.21.5 

Diversidad y Justicia Social

REPRESENTAR “EL BOGOTAZO” EN COLOMBIA: APUNTES PARA SU COMPRENSIÓN COMO UN “SHOCK POLÍTICO” PARA REPENSAR EL CONFLICTO Y EL POSACUERDO*

REPRESENTING “EL BOGOTAZO” IN COLOMBIA: NOTES FOR ITS UNDERSTANDING AS A “POLITICAL SHOCK” TO RECONSIDER THE CONFLICT AND THE POST-AGREEMENT

César augusto Agudelo-Gómez** 

** Universidad Nacional de Colombia. Manizales, Colombia. E-mail: rasec-n68@hotmail.com. orcid.org/orcid.org/0000-0002-8513-2752. https://scholar.google.com/citations?user=CbbonA4AAAAJ&hl=es&authuser=1.


Resumen

Objetivo.

Este artículo de reflexión pretende repensar el acontecimiento histórico del “Bogotazo”, acompañado por la luz del lente fotográfico como el resultado de un “shock político” que exacerbó la violencia bipartidista y lo encumbró como uno de los hitos del imaginario colectivo sobre los cuales se teje la historia reciente de la violencia política en Colombia y su último tratado de paz.

Metodología.

Se hizo una revisión bibliográfica sobre dicho acontecimiento.

Resultados.

Se encontró que diversas fuentes documentales delinean el inicio o agudización del periodo denominado como

«La Violencia» con dicho acontecimiento; así mismo, que se requieren nuevas interpretaciones sobre este porque es uno de los hitos históricos más importantes para comprender nuestro presente.

Conclusiones.

Se constató que a 70 años de El Bogotazo siguen fluyendo representaciones para azuzar el imaginario colectivo de la sociedad colombiana y narrarlo desde diversas perspectivas. Emanan tanto de discursos historiográficos como de expresiones artísticas.

Palabras clave: shock; Bogotazo; neoliberalismo; Gaitán; conflicto

Abstract

Objective.

This reflection article intends to reconsider the historical event of “El Bogotazo”, accompanied by the light of the photographic lens as the result of a “political shock” that exacerbated the bipartisan violence and elevated it as one of the milestones of collective imagination on which the recent history of political violence in Colombia and its latest peace treaty are woven.

Methodology.

A bibliographic review on this event was carried out.

Results.

It was found that, with this event, various documentary sources delineate the beginning or exacerbation of the period called “La Violencia”. It was also found that new interpretations are required on this event because it is one of the most important historical milestones to understand our present.

Conclusions.

It was found that 70 years after El Bogotazo, representations continue to flow to stimulate the collective imagination of the Colombian society and narrate it from different perspectives. They emanate as much from historiographical discourses as from artistic expressions.

Key words: shock; Bogotazo; neoliberalism; Gaitán; conflict

Introducción

Jorge Eliecer Gaitán como líder popular colombiano, encarnaba el producto de la marginación mundial del capitalismo y la industrialización en un país que empezaría a denominarse como del “tercer mundo”. Escobar (1998) argumenta en La invención del Tercer Mundo, que dicho discurso corresponde a una invención; una fábula discursiva creadora de realidades que permitió que el discurso hegemónico de los países industrializados produjera las categorías de “países desarrollados” y “países subdesarrollados”.

Esta producción de sentido se enmarcaría en la disputa entre los países socialistas y los países capitalistas; siendo los del primer mundo los capitalistas y, los del segundo, los socialistas; así como queda un lugar para quienes no encajaban en los modelos socioeconómicos y culturales que pregonaban ambos bandos. Por lo tanto, los países del tercer mundo le servirían a los del primero, al ser intervenidos en sus asuntos económicos, políticos, sociales y culturales bajo la bandera de la promoción de su progreso, para transformarse algún día a su imagen y semejanza y alcanzar el desarrollo mediante el crecimiento económico. Ambos bandos, socialistas y capitalistas, buscarían satelizar el mundo y atraerlos hacia sus órbitas.

El resultado real de dichas fuerzas e intervenciones condujo a aumentar y garantizar los privilegios de algunos, mientras que las promesas de ambos bandos se diluyeron en los charcos de sangre y savia derramadas, avivando el color de un mundo más desigual e inequitativo mediante la explotación y devastación de la vida que acompañan al ejercicio biopolítico1, necropolítico2 y psicopolítico3 que despliega el control gubernamental con sus complicidades y simpatías con los capitales. En suma: una historia de la violencia política en Colombia donde las relaciones entre ecosistemas y culturas tuvieron que sufrir los golpes de la guerra.

Gaitán les hacía frente a las acciones perversas de los capitales nacionales e internacionales que se camuflaban bajo presuntas pretensiones de progreso y desarrollo, mientras explotaban a la naturaleza y a los ciudadanos, reduciéndolos a recursos y fuerza de trabajo dócil que podrían ser prescindibles y suprimibles si estuvieran en contra de sus intereses o en busca de reivindicaciones sociales, como fue el caso de la masacre de las bananeras. Gaitán confrontaba a dichas fuerzas del capital al denunciar sus abusos de poder ante las instituciones del Estado.

Dicha encarnación de la marginación mundial en la figura de Gaitán no solo se vinculaba con sus prácticas y discursos políticos sobre la plataforma ideológica y utópica de las reivindicaciones y la promesa de un futuro mejor sino que su aspecto facial se asemejaba a los rasgos indígenas, dignos del mestizaje latinoamericano, lo cual contribuyó a que le denominaran el “Negro Gaitán” o el “Indio” como estrategia de deslegitimación de sus capacidades como gobernante. Sin embargo, esto le hacía más cercano al pueblo que le reconocía como un digno representante de sus intereses. Su lucha se enfocó en la defensa de los “derechos humanos” de las “minorías” que eran atropelladas por las oligarquías nacionales, simpatizantes de los capitales extranjeros que cometían los mismos vejámenes que ellas, como se evidenció en la masacre de las bananeras.

Gaitán fue uno de los promotores de los derechos humanos hasta su asesinato el 9 de abril de 1948, abriendo para la historia de los derechos humano una paradoja: se inaugura el sistema regional OEA en Bogotá mediante la IX Conferencia Internacional Americana mientras se ejecuta el plan para su asesinato; se da vida a un organismo que proclama la Declaración Americana de los Derechos y Deberes del Hombre con la muerte de uno de sus promotores y defensores.

A partir de dicho acontecimiento, en el imaginario colectivo de la sociedad colombiana fluyen representaciones que emanan no sólo de discursos historiográficos para retratar los acontecimientos que han marcado y agudizado el conflicto colombiano sino también de expresiones artísticas como la música, la literatura, la pintura, la fotografía, el cine, etc. Este acontecimiento también ha sido recreado y reproducido por el lente fotográfico y reinterpretado por lecturas críticas de la historia del tiempo presente, como se procede en el libro de Castaño y Castrillón (2019)Shock y resistencia: construcción de paz para el posacuerdo, el cual será la vértebra e inspiración de este escrito.

Algunas de estas expresiones, apoyadas por los discursos historiográficos, marcan no solo el inicio o agudización del periodo denominado como “La Violencia” con el asesinato del caudillo sino que lo relacionan con una estrategia de intereses internacionales para introducir el discurso y las prácticas de las economías del libre mercado en su vertiente radical: el neoliberalismo.

Se convierte este “shock político” en uno de los hitos históricos más importantes para comprender nuestro presente, caracterizado por fuertes tensiones entre los derechos humanos que se expanden para luchar por los derechos de la naturaleza, mientras los discursos hegemónicos del desarrollo y las instituciones gubernamentales que lo fomentan, difuminan y socaban las pretensiones reivindicativas de los movimientos eco-socio-culturales.

Se asume, desde dicha relectura crítica de la historia presente, que intereses de élites nacionales en sintonía con élites internacionales auspiciaron y esperaron ansiosas tal desenlace. Así, se iría configurando en Latinoamérica y el resto del mundo una nueva tecnología de poder articulada en tres tipos de shock: político, económico y militar, que desatarían sus fuerzas destructivas.

Una lectura desde lo que podría denominarse como una “ambientalización de la historia del tiempo presente”, en el marco de la lectura del conflicto colombiano, podría preguntarse si dichas fuerzas del capital no han creado o se han beneficiado de lo que podría llamarse “shocks medioambientales” para introducir reformas o extraer beneficios, ya que si la raíz del conflicto colombiano la encontramos en la disputa por la propiedad y uso de la tierra y sus frutos, tales reflexiones no deberían olvidarse de las “relaciones entre los ecosistemas y los sistemas culturales” que planteó Maya (1996), si pretendemos lograr en el marco del posacuerdo una serie de “paces integrales” donde no olvidemos crear un contrato con la naturaleza4.

Estos “shocks” serían gestados, paridos y nutridos en Colombia inclusive antes que por la Escuela de Chicago. Así lo enuncian Castaño y Castrillón (2019), al marcar el asesinato del caudillo como precedente en Latinoamérica del funcionamiento de la doctrina del shock; bajo un shock político ocasionado por su asesinato y una serie de reformas que paulatinamente se introducirían en el país, en medio de la exacerbada violencia bipartidista, para permitir que los intereses de los grandes capitales primaran por encima del equilibrio de la vida entre los ecosistemas y la cultura, impidiendo que sus ciudadanos ejercieran sus derechos en defensa de sí mismos y de la tierra. Muy diferente a lo expuesto por Klein (2007), quien afirma que se inicia la doctrina del shock en el Cono Sur, bajo su despliegue en Chile con la dictadura de Pinochet.

Sin embargo, no sobra aclarar que al utilizar dicho concepto Naomi Klein se refería específicamente a la relación de la doctrina neoliberal -que se desarrollaría a partir del pensamiento de Milton Friedman- con su puesta en práctica en diversas dictaduras, cambios de gobierno o posterior a catástrofes sociales y ambientales con el objetivo de introducir reformas económicas. En este escrito nos centraremos en una reflexión sobre el shock político que emerge del acontecimiento del 9 de abril de 1948, conocido como El Bogotazo.

Discusión

Contexto histórico del acontecimiento

Gilhodes (1986) plantea que cuando se vincula la historia colombiana con la historia mundial para comprender el fenómeno social conocido como el Bogotazo, acontecido el 9 de abril de 1948 tras la muerte de Jorge Eliécer Gaitán, se hace necesario indagar en las consecuencias que tuvo la postguerra y su viraje a la Guerra Fría en dicho acontecimiento. Derrotadas las potencias del Eje (Alemania, Italia y Japón), emerge una nueva confrontación que dará nuevos rostros a la relación binaria amigo-enemigo en la arena internacional: comunismo versus capitalismo.

Aunque como precisa Iñiguez (1999) la Guerra Fría considerada de forma crítica y ecléctica debería retomar los diferentes planteamientos sobre el inicio de esta, ya que no hay una fecha exacta para determinar la confrontación ideológica, política y económica que enfrentó durante el siglo XX a EE.UU., y la URSS, determinando las relaciones entre Este y Oeste, así:

[…] la guerra fría recibió sus semillas en 1917, floreció durante la Guerra Civil Rusa, maduró durante la Segunda Guerra Mundial, para terminar siendo recolectada a partir del 1945, aunque las discrepancias entre la URSS y EE.UU engordaron de forma continuada a medida que la guerra se aproximaba a su fin. (Iñiguez, 1999, p. 167)

Lo anterior se expresará en Colombia mediante las persecuciones a los movimientos sociales sindicándoseles de comunistas. Uno de los hitos discursivos de la posguerra que acentúa dicha relación que se gestó desde 1917, se encuentra en los pronunciamientos de Churchill en 1946 en el Discurso de Fulton respecto a la división europea por parte del comunismo, lo cual permite evidenciar que el rostro del mal se transfiguraba del fascismo al comunismo (Iñiguez, 1999). Así mismo, Truman, mediante el discurso del 11 de marzo de 1947 inauguraba lo que se conocería posteriormente como la Doctrina Truman o Doctrina de Contención -del comunismo- al enunciar su posición frente a la situación griega y turca y sus posibles incidencias futuras frente al mundo occidental capitalista -en especial para los EEUU- si se tomaban el poder las fuerzas comunistas.

Después de ambos discursos y las increpaciones por parte de Stalin, se generan diversas formas para oponerse al comunismo, como lo planteado por George Kenan, alto funcionario del Departamento de Estado que presenta en diciembre de 1946, en la revista Foreign Affairs, la Doctrina de Contención del Comunismo. Posteriormente, se opta por la reconstrucción de Europa bajo el Plan Marshall con el claro interés geopolítico de alejar a la URSS con su Plan Molotov, es decir, ahuyentar al comunismo de su reconstrucción (Iñiguez, 1999).

Así mismo, como Estados Unidos e Inglaterra demarcaban las fronteras ideológicas, políticas y económicas frente al comunismo, otros países europeos hacían lo mismo y se alentaba a Latinoamérica a tener una postura similar frente a cualquier brote interno, sugiriendo los remedios para su cura. Gilhodes (1986) recuerda cómo se expulsan de Francia e Italia a los gobiernos de tendencia comunista entre marzo y mayo de 1947, lo cual se replicaría un par de meses después en Brasil y en Chile. En el último, sería un presidente electo por votos comunistas -González Videla-, quien se convertiría en uno de los perseguidores del comunismo mediante la Ley de Defensa de la Democracia.

Ahora bien, en este contexto internacional, EEUU tenía buenas relaciones con los gobiernos liberales en Colombia, especialmente con Alberto Lleras entre 1945-1946, lo cual declinaría bajo la presidencia del conservador Mariano Ospina Pérez. Según Gilhodes (1986), esto respondió a tres razones:

Primero por la desconfianza norteamericana frente a los conservadores, siempre más nacionalistas que los liberales y, además, considerados como contaminados por el falangismo español; por otra parte, la creación de la Flota Mercante Grancolombiana que fue sentida en los Estados Unidos como una competencia inútil o desleal a los armadores norteamericanos; y por último, las prolongadas dudas colombianas frente a la petición norteamericana de un nuevo tratado de paz, amistad, navegación y Comercio para reemplazar al de 1846 considerado como obsoleto (Laureano Gómez fue quien firmó el nuevo tratado de abril de 1951). (pp. 241-242)

Por otro lado, Acosta (1979) expone que a principios del siglo XX los movimientos sindicales en Colombia se empiezan a organizar para enfrentar los excesos de poder de las empresas nacionales e internacionales auspiciadas por los gobiernos de turno, lo cual sería relacionado con las ideas socialistas que desde el siglo XIX hacían frente a los intereses de la burguesía y alineaba a los obreros para defender sus intereses.

La huelga de los ferrocarriles nacionales en 1927 y la huelga de 1928 en contra de la United Fruit Company son ejemplos de esta organización sindical que ya se tildaba de comunista y anarquista como movimiento social. Villaveces (1968) recuerda que:

En diciembre de 1928, con motivo de una huelga decretada por los obreros de la United Fruit Company, el gobierno reaccionario puso al servicio del capital norteamericano las armas de la República y los trabajadores fueron víctimas de la violencia oficial, con un saldo de millares de muertos. (p. 29)

La huelga bananera en el departamento del Magdalena terminaría con los actos criminales del gobierno de Miguel Abadía Méndez que la consideraría como el inicio de una serie de revueltas que pondrían en peligro los intereses de las élites económicas y políticas del país, conduciéndolo por las orillas hacia las oleadas de las revoluciones sociales que el siglo XX había dado a luz en Rusia y México. En suma: un camino que las conduciría sobre las aguas de las ideas socialistas.

Dicha masacre pasaría a ser reconocida en la historia como la masacre de las bananeras y sería denunciada vehementemente por Gaitán; mientras que en periódicos nacionales, como mecanismo de mentira, impusieron cifras reducidas de la masacre: 100 muertos, 238 heridos y se culpaba a líderes sindicales por ser agitadores en propiedad privada. En realidad, se afirma aún en la actualidad, serían alrededor de 3000 muertos. Así, se adecuaba el discurso escrito y el discurso fotográfico para construir una realidad distorsionada pero adecuada para los intereses del gobierno.

Fuente: Foto Cortesía Museo Etnográfico de Santa Marta de la Universidad del Magdalena.

Figura 1 (Foto). 

En pleno siglo XX, la propuesta artística de José Alejandro Restrepo “La Musa Paradisíaca” representa a la masacre de las bananeras mediante una videoinstalación donde se distribuyen las relaciones entre las plantaciones de banano y de la violencia y se enuncia cómo las frutas de la vida se convierten en frutos de la muerte en su cadena de valor, al pretender el trabajo obrero mejorar sus condiciones, a lo que responde el capital con una masificación de la muerte como un no rotundo: “(…) y los bananos sangrientos, o sea bananos que dan vida y bananos que alimentan la insaciable vorágine de la muerte” (Uribe, 1999, p. 40).

Esta videoinstalación y su enunciación, reafirma la posición según la cual la violencia armada en el país se incrementaría por las disputas por la propiedad y uso de la tierra; así mismo, que la ambientalización de la historia de la violencia política en Colombia podría analizar esas relaciones entre ecosistema-cultura que se han olvidado por la “escisión occidental entre naturaleza-cultura”5.

Fuente: Medina y Zea, 1999.

Figura 2 Musa paradisiaca. (Foto). 

Ahora bien, como recuerdan Castaño y Castrillón (2019) por los tiempos de la masacre, la clase política del país estaba discutiendo sobre las posibilidades de tener una industria nacional que pudiera estabilizar económicamente la situación generada a partir de la Gran Depresión (1929-1933). Se pretendió hacer frente a la crisis mediante la “sustitución de importaciones”, y la implementación de la primera Central Nacional de Trabajadores que posteriormente serviría como precedente para la Confederación de Trabajadores de Colombia (CTC). Ambas fueron bien recibidas por los trabajadores porque así se generarían empleos bien remunerados y estables, contando a su vez con una organización que les articularía y posiblemente representaría en sus intereses.

Según Castaño y Castrillón (2019), otro de los problemas detectados para incrementar el descontento social consistía en la “tenencia de la tierra”. En el primer mandato de Alfonso López Pumarejo en el periodo conocido como La Revolución en Marcha [1934-1938], la medida agraria que se proponía para reducir las brechas en el acceso a esta se planteó en la Ley 200 (Ley de Tierras), la cual consistía no en reducir el tamaño de la propiedad de terratenientes y latifundistas para entregárselas a campesinos, sino en utilizar baldíos para convertirlos en propietarios y que produjeran en ellos.

Ahora bien, la propuesta en mención, para Castaño y Castrillón (2019) tampoco tocó los problemas de raíz, y al parafrasear a García (2015) enuncian que: “Tal reforma sólo fue un reformismo conservador que interpretó tal revolución como caridad y que no remedió los males y sólo fue un paliativo y simuló soluciones a los problemas de fondo” (p. 32).

Mediante dichas estrategias el gobierno nacional hizo parte de la oleada anticomunista global al considerar que si impedía que se azuzaran las llamas de los descontentos sociales y de las capas trabajadoras, se mantendría alejado al demonio del comunismo que amenazaba con corromper y poseer los espíritus de sus explotados -simulacros de ciudadanos- para emanciparlos. Así, no se desestabilizaría la región mediante los modelos de revoluciones sociales que se extendieron y consolidaron durante diferentes periodos, desde su incubación y desarrollo, como la Revolución Mexicana (1910), la Revolución Rusa (1917), la Revolución China (1949) y, posteriormente, la Revolución Cubana (1959).

Para ello, el gobierno colombiano permitió la injerencia de las políticas externas estadounidenses en sus asuntos internos para impedir la avanzada de reivindicaciones sociales que se asemejaran al comunismo y socialismo. Especialmente, al finalizar la Segunda Guerra Mundial en 1945 y con el inicio de la Guerra Fría, la confrontación se desplegaba en términos ideológicos y de intervenciones en diferentes países para ganar aliados. Por parte de Estados Unidos, se hacía para imponer su modelo de desarrollo económico bajo sus reglas de juego: una economía de mercado que apelaba a la libertad como su estandarte y que hacía frente al modelo económico soviético que imponía el totalitarismo estatal basado en el comunismo. A partir de allí, la invención del tercer mundo y la idea del desarrollo cobrarían mayor fuerza a escala global, articulándose con políticas nacionales para hacerlo posible en la región.

Castaño y Castrillón (2019) indican que el resultado de las políticas internas entremezcladas con las políticas externas, sería un recrudecimiento de la violencia mediante el problema de la tenencia de la tierra y la explotación y sometimiento de las clases trabajadoras por el capital nacional en sincronía con los capitales internacionales, que ingresarían al país custodiados por políticas bélicas para someter al pueblo a las directrices ideológicas, políticas y económicas. Así, desfilarían por los territorios latinoamericanos y nacionales tropas e instructores norteamericanos para poner en práctica las políticas de seguridad nacional para todo el continente, elaboradas por el Departamento de Estado de los Estados Unidos de Norteamérica.

La doctrina del shock en Colombia

Según Castaño y Castrillón (2019), las disputas por la propiedad de la tierra y el monopolio de su explotación son el origen de la exacerbación de la violencia en Colombia. Las élites políticas del país han intervenido mediante la formulación de diversas estrategias que oscilan entre la captación del Estado para la formulación de pactos nacionales e intentos fallidos de reformas agrarias que por lo general benefician a los mismos terratenientes y el despliegue de mecanismos paraestatales que promueven los magnicidios, desplazamientos forzados, desapariciones y masacres. Acciones contrarias al florecimiento de la vida y a los intereses de las clases populares, ya que son quienes viven sus consecuencias perversas tanto en la ciudad como el campo.

Si se cuantificaran solamente los muertos humanos por cuenta de dichos mecanismos, en un periodo de tan solo 25 años (1982-1987) sin sumar hacia atrás ni hacia adelante, se tendría una cifra desconsoladora para creer que se puede construir un país distinto sobre sus restos y despojos. Así lo recuerda Sánchez (2008) en la introducción de Trujillo, una tragedia que no cesa:

Colombia ha vivido las últimas décadas en luto permanente. Masacres y otras formas de violencia colectiva con diversas magnitudes, intencionalidades y secuelas han ensangrentado la geografía nacional. Entre 1982 y 2007, el Grupo de Memoria Histórica ha establecido un registro provisional de 2.505 masacres con 14.660 víctimas. Colombia ha vivido no sólo una guerra de combates, sino también una guerra de masacres. Sin embargo, la respuesta de la sociedad no ha sido tanto el estupor o el rechazo, sino la rutinización y el olvido. (p. 11)

Dichas estrategias no solo han sido diseñadas y ejecutadas por las élites nacionales sino que organismos internacionales han aportado su grano de arena para la agudización del conflicto. Su aporte se basa en lo que se podría denominar como “terapias de shock” con el objetivo de someter económicamente a países mediante deudocracias externas y reformas en política económica, mediante interferencias políticas y militares para facilitar el ingreso y desarrollo de las actividades empresariales de las multinacionales financieras e industriales.

Como recuerda Castaño (2000), los impactos que el neoliberalismo tiene en América Latina se articulan con un proceso de globalización donde se ha cambiado el esquema de desarrollo por uno privatizador que hace dependientes a las economías, por eso:

A raíz de los procesos aperturistas las economías latinoamericanas se han visto sujetas a las imposiciones de las entidades reguladoras de la economía mundial, como el Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional, quienes manejan las deudas externas de éstas […]. (Castaño, 2000, p. 105)

Dicha doctrina del shock, como lo enuncia Klein (2007), se inauguraría en algunos países suramericanos en la década de los 70, al radicalizar los planteamientos de la economía de libre mercado que promulgaba Milton Friedman. Desde lo que se conoce como la Escuela de Chicago en economía no solo se generaron los planteamientos teóricos para su funcionamiento sino que la articulación de sus estudiantes con gobiernos locales latinoamericanos, viabilizaron las estrategias para llevar tales ideas a la práctica con el objetivo de someter a las instituciones estatales a la política económica del neoliberalismo.

Entre los países latinoamericanos afectados por la doctrina neoliberal, se encuentran Chile (con la dictadura militar de Augusto Pinochet entre el 11 de septiembre de 1973 al 11 de marzo de 1990), Argentina (con la dictadura de Jorge Rafael Videla entre 1976-1981, finalizando con Reynaldo Bignone), Bolivia (con la dictadura de Hugo Banzer entre 1971-1978), al igual que en Uruguay y Paraguay, donde se sometió a la población desde el aparato estatal y se facilitó el saqueo y la apropiación de sus riquezas por parte de empresarios externos.

En algunos de estos países se instalaron regímenes militares que permitieron que las ideas neoliberales desarrolladas en la Escuela de Chicago se llevaran a la práctica; como lo presenta Klein (2007), se implementó una lógica de dependencia económica y sumisión a las imposiciones del Fondo Monetario Internacional, del Banco Mundial y del Departamento de Estado de los Estados Unidos de Norteamérica, arruinando económicamente a los países donde se ha aplicado.

Según Klein (2007), Chile fue el primer laboratorio de experimentación de los Chicago Boys y donde se propiciaron una serie de crímenes contra la población. Allí, se desplegó un golpe de estado que derrocó al presidente constitucional Salvador Allende y se instauró la dictadura de Pinochet mediante un despliegue militar que ocasionó terror en la población, al señalar y desaparecer a quienes sostenían ideas socialistas. Como resultado, se generaron torturas, persecuciones y desapariciones.

Sin embargo, como exponen Castaño y Castrillón (2019), sería necesario analizar si algunas estrategias de la doctrina del shock podrían tener algún precedente en Colombia, incluso antes de que las ideas neoliberales del libre cambio que propugnaba Milton Friedman hicieran eco en la región suramericana; es decir, la pregunta que podría orientar la reflexión sería: ¿qué razones cercanas a intereses políticos, militares y económicos estuvieron presentes en el país en el momento del asesinato del caudillo Jorge Eliecer Gaitán para promover un shock político sin instaurar necesariamente una dictadura militar?

Ahora bien, posterior al magnicidio de Jorge Eliecer Gaitán en 1948, como estrategia de desestabilización política y freno a las ideas socialistas en Colombia, los EEUU despliegan una serie de intervenciones. Según Patiño (2010), desde el gobierno del presidente John F. Kennedy y de las políticas de MacArthur para perseguir ideas y prácticas socialistas se consolidaría la Alianza para el Progreso [1961-1970]. Desde los Estados Unidos se configuró la relación amigo-enemigo externo que culminaría en el dominio de dictaduras militares en Latinoamérica amparadas por el Plan Cóndor (1975) y en Colombia por el plan LASO (Latín American Security Operation). Según Patiño (2010) dicho plan fue: “[…] una iniciativa que pretendía recuperar la legitimidad del Estado en zonas donde su presencia fue tradicionalmente escasa, para de esa manera evitar que la población resultara reconociendo en grupos armados algún tipo de legitimidad” (p. 277).

Por esto, Castaño y Castrillón (2019) afirman que LASO desencadenaría la organización de estructuras paraestatales y paramilitares que legitimaran el poder de las élites en América Latina y Colombia. Y sus efectos se encadenarían hasta las actuales estructuras paramilitares. Como lo testimonian Behar y Ardila (2012), en la entrevista hecha al mercenario que estaba a la cabeza de las fuerzas de entrenamiento provenientes de Israel, Yair Klein, quien aseguró que dichas fuerzas venían a entrenar a un grupo de campesinos para enfrentar a los faccionarios:

[…] el presidente Belisario Betancur decidió hacer una visita al Magdalena Medio. En el discurso que pronunció en Puerto Boyacá, en septiembre de 1985, respondió a los que criticaban lo que estaba ocurriendo allí: “que vengan pues esos colombianos al Magdalena Medio a presenciar este espectáculo de hoy en Puerto Boyacá. […] Ahora, cada habitante del Magdalena Medio se ha levantado para constituirse en un defensor de esa paz, al lado de nuestro ejército, al lado de nuestra policía, cada habitante del Magdalena Medio, es un militante y defensor de la paz […] Adelante pueblo de Puerto Boyacá que los colombianos hemos recibido la lección de paz en esta región. (Cepeda y Rojas como se citó en Behar y Ardila, 2012, p. 6)

Castaño y Castrillón (2019) consideran que dichos elementos permiten identificar un modus operandi de la imposición del modelo neoliberal en América Latina bajo unas dinámicas estructurales que demostrarían la finalidad de la Escuela de las Américas.

La lucha social del caudillo para el avance de los derechos humanos en Colombia

Zaffaroni (1989) en La historia de los derechos humanos en la América Latina, explica de qué forma convergen en América Latina las principales etapas de la marginación mundial. Nuestro margen es producto de una acumulación de sucesivas marginaciones provocadas por el avance del capitalismo y posteriormente de la “sociedad industrial” en los países centrales y en su posterior dominio mundial.

Estas serían: a) marginación racial y cultural del indio; b) marginación racial y cultural del negro; c) mundo árabe en la parte sur de España, desde la cual se cruzaron con Andalucía, uno de los sectores marginados de la España conquistadora, desde la cual migró población excluida en la que se venían fundiendo la cultura islámica; d) población española judía; e) población oriental esclavizada por ingleses, franceses y holandeses y comercializados desde Cantón y Macao; f) población europea que emigra en el marco de la expansión capitalista como reductos de mano de obra entre el siglo XIX e inicios del XX.

Un carácter ejemplificativo de marginación racial, cultural y social se puede evidenciar en la figura de Jorge Eliecer Gaitán, un caudillo colombiano que era llamado por las élites bogotanas como «el Negro Gaitán» o el «Indio Gaitán» manifestándose la discriminación de las élites frente al mestizaje criollo y como bandera de desprestigio para su actividad política, ya que su fisiognomía y color de piel serían síntoma de cualidades y capacidades intelectuales inferiores a las de las castas criollas blancas.

Fuente: Revista Credencial Historia, Edición 109, enero de 1999.

Figura 3 Jorge Eliécer Gaitán. (Foto). 

Pese a los estereotipos discriminatorios de las élites colombianas, Gaitán sí tenía un claro ideario político. Se distanció de un tipo de liberalismo que no servía más que como forma alternativa al conservadurismo desprestigiado por varios factores: a) la cesión de Panamá, b) la Masacre de las Bananeras y las subsiguientes represiones a las huelgas obreras, c) la intromisión norteamericana. Dichos factores se habían convertido en sus banderas políticas, por lo que las “minorías populares” se aglomeraron en torno a su figura porque dotaba: “[…] al liberalismo de un programa de justicia social, de función social de la propiedad, que satisfizo muchas expectativas” (Zaffaroni, 1989, pp. 74-75).

Algunos temas de su lucha se enuncian en algunas de sus más célebres frases: 1) “el pueblo es superior a sus dirigentes” con lo cual le daba importancia a las mayorías mulatas, indias, mestizas y zambas; 2) “una cosa era el país nacional y otra el país político”, mediante lo cual diferenciaba las formas de gobierno. Al primero, le interesaban los problemas concernientes a la vivienda, educación, empleo, salud; mientras que al segundo, lo obsesionaban las urnas para el reparto electoral del Estado (ministerios, embajadas, gobernaciones, etc.).

Con esto hacía una crítica a las “oligarquías” que concentraban el poder económico y político para beneficiar a las familias privilegiadas. Refiriéndose a la carrera diplomática que debería seguir el Ministerio de Relaciones Exteriores, contrario a su práctica real de convertirlo en un fondo de retribución electoral, consideraba que su objetivo debería ser generar alianzas entre los partidos populares y democráticos, y los organismos de izquierda para movilizarlos mediante una solidaridad común para contrarrestar las acometidas de derecha en los pueblos.

Villaveces (1968) recuerda que Gaitán inició las investigaciones sobre lo sucedido al movilizarse por su propia cuenta durante varios meses; documentándose y desentrañando los móviles de altos funcionarios como el Ministro de Guerra Ignacio Rengifo y el Jefe Civil y Militar Coronel Carlos Cortés Vargas, e inició el enjuiciamiento en la Cámara. Por lo que afirma Villaveces (1968) que: “[…] esta intervención de Gaitán y sus consecuencias, adquirieron un valor determinante en la caída del Partido Conservador en 1930 y en los posteriores desarrollos de la vida nacional” (p. 29).

Gaitán escribe en 1924, a sus 26 años, su tesis de grado de derecho de la Universidad Nacional de Colombia Las Ideas Socialistas en Colombia, donde estructuraba su pensamiento y afirmaba la viabilidad de las ideas socialistas en Colombia en el aspecto económico y social. Sin embargo, defendió las ideas liberales en la política y respetando la cultura o “quiste sicológico”, lo que le permitió doblegar tanto a liberales como conservadores. De esta manera, tres elementos le sirvieron como trípode al conducir a las multitudes: 1) ideas socialistas en lo económico y lo social, 2) ideas liberales en lo político y 3) conciencia del valor de la cultura colectiva en la táctica. Posteriormente, en uno de sus célebres discursos, Nacionalismo e izquierdismo, sostuvo que:

En lo económico y social somos integralmente socialistas y andan equivocados todos los que pretenden establecer incompatibilidad entre el liberalismo y el socialismo colombianos. Por el contrario, son movimientos que deben fundirse y luchar al unísono. Digo más: son una sola y poderosa fuerza, a cuyo vértice afluye la doctrina de los principios democráticos, de las libertades humanas, eso que en los partidos no puede ser olvidado ni despreciado, o sea el sentimiento, el panorama sicológico en el que se refleja la vida. (Gaitán, 1968, p. 105)

Principios que reafirmará años más tarde cuando su figura ya tenía calado nacional, demostrando así la continuidad de su pensamiento y la constancia y firmeza en su ideología y en su práctica. En Las Ideas Socialistas en Colombia, Gaitán (1924) se preguntaba por:

¿Cuál de los dos sistemas económicos, el individualista o el socialista, consulta mejor los intereses de la justicia, las necesidades del progreso y los sentimientos de humanidad? ¿Nuestro país está preparado, había consideración de su medio específico para la implantación del sistema socialista? (p. 16)

Allí contesta que:

[…] a través de tantas luchas aparecen hoy las ideas socialistas consagrando las verdaderas leyes naturales; es así como ellas se imponen a despecho de adulteraciones y fanatismos hijos del tiempo y del miedo que los hombres le tienen a la noble facultad de pensar y a la aún más eximia de sentir. Es así como los ánimos plenos de un ideal justiciero y ávido de una inquietud creadora, han concebido el ideárium de la armonía social. (Gaitán, 1924, p. 167)

Por su ideario político, como afirman Castaño y Castrillón (2019), Gaitán se convirtió en un problema geopolítico y nacional para el gobierno conservador de Mariano Ospina Pérez, donde se dio vida a los grupos sicariales de la “policía política” para erradicar del país a las ideas liberales y comunistas para que no se propagaran. Así, las élites prefirieron aplicar las políticas de seguridad regional sugeridas e impartidas desde Estados Unidos para impedir que tendencias socialistas llegaran al poder.

Lo que nos induce a considerar que el crimen de Gaitán no fue un hecho aislado, fue una acción que perseguía un fin, y ese fin consistía en la erradicación de las ideas que tuvieran algún tipo de compatibilidad con acciones por la defensa de la soberanía nacional y la lucha contra las oligarquías criollas. (Castaño y Castrillón, 2019, p. 14)

Representaciones fotográficas de El Bogotazo

Marroquín (2012) recuerda como el acontecimiento del 9 de abril y los días posteriores fueron retratados en fotografías por diferentes fotorreporteros como Sady González, Leo Matiz, Luis B. Gaitán (Lunga), Manuel H. Rodríguez y César Iriarte. La tesis que sostiene Marroquín (2012) es que hay una “función de filtro en los fotógrafos” (pp. 21-22) y que corresponde a seleccionar qué se retrata y qué no según una decisión de poder. Por parte del diario El Tiempo, se dio prioridad al magnicidio y a la ciudad en ruinas; mientras que Life mostraba a la gente armada con palos, machetes y rifles. Otras fuentes documentales se encargarían de hacer homenaje al Bogotazo desde una perspectiva no-oficial (Marroquín, 2012).

Mediante este material tanto oficial como no oficial se tematizan los disturbios, muertos en las calles, la agonía y muerte de Gaitán, la muerte de Juan Roa Sierra. Se construye mediante esta función de filtro una “memoria oficial” y una “memoria no oficial” para reconstruir la historia, la cual se nutrió de las fuentes no oficiales que permitieron construir un imaginario social desde dichas representaciones donde se recreaba el acontecimiento, permitiendo deducir de los signos en los cuadros que había una multitud furibunda y enardecida por la muerte de su caudillo; expresando su frustración y cólera en los disturbios, destrozos y muertes.

En suma, representan que el asesinato no había sido un hecho sin importancia más que por el desorden y los daños a la infraestructura de la ciudad sino que había sido un acontecimiento que había movilizado energías sociales en extensas capas sociales de la capital y del país. De esta manera, el shock político había surtido el efecto deseado al desestabilizar las estructuras sociales y permitir invocar las fuerzas de la represión y las reestructuraciones que le acompañarían, presentándose como una serie de paliativos para la enfermedad producida por el mismo farmaceuta.

A continuación, se expone una secuencia fotográfica de Sady González que inicia con una imagen del día 8 de abril y finaliza con un homenaje del 9 de abril de 1949. Es en este nivel donde se comprende de qué forma funcionó como un shock político que desestabilizó al país y condujo al gobierno a tomar medidas más represivas para preservar el orden e introducir medidas políticas de su conveniencia e instaurar reformas alineadas con las políticas dictadas por los nuevos discursos desarrollistas.

Fuente: Fotografía de Sady González, Biblioteca Luis Ángel Arango, 2014.

Figura 4 Plinio Mendoza Neira, Roberto García-Peña y Jorge Eliécer Gaitán. Abril 8 de 1948. 

Fuente: Fotografía de Sady González, Biblioteca Luis Ángel Arango, 2014.

Figura 5 Cadáver de Jorge Eliécer Gaitán en la Clínica Central. 

Fuente: Fotografía de Sady González, Biblioteca Luis Ángel Arango, 2014.

Figura 6 Cadáver de Juan Roa Sierra. 

Fuente: Fotografía de Sady González, Biblioteca Luis Ángel Arango, 2014.

Figura 7 Machetes. 

Fuente: Fotografía de Sady González, Biblioteca Luis Ángel Arango, 2014.

Figura 8 Remolcan por la Avenida Jiménez uno de los tranvías destruidos. 

Fuente: Fotografía de Sady González, Biblioteca Luis Ángel Arango, 2014.

Figura 9 Cementerio Central. 

Hasta la fecha, la muerte del caudillo sigue sin esclarecerse en cuanto a los autores intelectuales del crimen. Así mismo, los testimonios de la época sugerían y azuzaban más dudas sobre quién cometió el crimen y por qué lo hizo. Álape (1983) presenta una serie de entrevistas a personas cercanas a Roa, quienes aseguran que era un fiel admirador de Gaitán y que asistía a sus discursos creyendo en sus palabras. Su hermano Manuel Vicente Roa Sierra (como se citó en Álape, 1983) decía que: “Él echaba peroratas sobre Gaitán al principio de su candidatura a la presidencia, decía que Gaitán era un gran hombre, un segundo Bolívar, cosas así por el estilo” (p. 538).

Culpable o inocente, la turba enfurecida desfogó sobre su cuerpo la rabia acumulada, ¡alguien tendría que tener la culpa! Mientras tanto, el gobierno buscaba un culpable que se adecuara al enemigo interno que deseaba construir desde el reflejo externo del enemigo comunista de la arena internacional; como diría Fidel Castro: “El gobierno estaba buscando la mentira de que aquello era una conspiración comunista y de extranjeros. Si nos agarran a nosotros nos hacen picadillo y nos echan la culpa de todo” (Álape, 1983, p. 529); lo cual es reflejo de las “cacerías de brujas comunistas” que se desplegarían por todo el continente.

Esa misma turba enfurecida se encargaría de hacer algunas conmemoraciones posteriores, reafirmando que en el imaginario colectivo de la sociedad colombiana, el acontecimiento del 9 de abril quedaría grabado como fuente de inspiración para distintas formas de representar sus causas, consecuencias y posibles configuraciones de lo que habría sido el país sin su muerte.

Fuente: Fotografía de Sady González, Biblioteca Luis Ángel Arango, 2014.

Figura 10 Multitud frente al edificio Agustín Nieto Caballero, donde fue asesinado Jorge Eliécer Gaitán el 9 de abril de 1948. 

Conclusiones

Las luchas sociales que promovió y los discursos que pronunció Gaitán, hicieron que ganara los afectos del pueblo y las enemistades de políticos y del capital nacional e internacional. Por esto, el 9 de abril de 1948 cuando es asesinado para producir un shock político, la capital colombiana arde en una revuelta popular conocida como “El Bogotazo” y que se extendería por toda su geografía haciendo del acontecimiento un colombianazo. El pueblo se sintió expropiado de la posibilidad de un futuro diferente, agudizando el periodo que se conoce como La Violencia. Dicho acontecimiento sería representado y retratado desde el lente fotográfico, y sirve como evidencia parcializada de lo acontecido según el filtro del fotógrafo y las pretensiones para seleccionar sus capturas.

La fotografía como soporte físico de las representaciones sobre la realidad incide en los imaginarios sociales, permitiendo que se reconstruya la realidad de forma selectiva, produciendo diversas versiones que configuran discursos atravesados por el poder; por lo que sus usos expresivo y documental deben ser complementados con otras fuentes, puesto que una imagen no valdrá jamás más que mil palabras para hacer historia, pero sí moverá la sensibilidad al persuadir y crear imaginarios. Ambas se socorren en el ejercicio de la memoria y la reconstrucción histórica, evocando recuerdos y contrastándolos con otras fuentes documentales para narrar posibles hechos en su proceso de reconstrucción.

Aun a 70 años de su asesinato, nuevas lecturas sobre este acontecimiento sirven para pensar nuestro contexto de “posacuerdo”, porque repensar la historia de nuestra violencia seguirá proveyéndonos de sensaciones y pensamientos para movilizar nuestros deseos de construir un mundo mejor, donde se reconozca que las raíces de nuestros problemas fue una mescolanza de deseos geopolíticos por satisfacer, mediante las relaciones de explotación y dominio del hombre por el hombre y de la naturaleza, de los ecosistemas y las culturas.

Por esto, reconocer nuestra trayectoria histórica y sus huellas eco-socio-culturales nos ayudan a reconstruir nuestra memoria histórica de la violencia y a potenciar nuestro presente imaginando alternativas posibles; para no olvidar que la paz y la reconciliación no solo son sociales sino también ambientales y culturales; para que las relaciones entre ecosistemas y culturas no se omitan de los pactos firmados.

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* El presente artículo de reflexión tiene como inspiración la pregunta: ¿qué tensiones emergen de las relaciones entre los derechos humanos y los derechos de la naturaleza? Esta emerge de indagaciones que se entrecruzan con los resultados de investigación del proyecto Despliegue de los conceptos de paz y reconciliación en clave de una ambientalización de la educación a partir del pensamiento ambiental decolonial, el cual se encuentra en curso y se inscribe en las actividades investigativas del GTA en Pensamiento Ambiental de la Universidad Nacional de Colombia, sede Manizales, bajo el código 43030 y el aval institucional 13570 como Joven Investigador de Colciencias.

Como citar este artículo: Agudelo, C. A. (2019). Representar «El Bogotazo» en Colombia: apuntes para su comprensión como un «shock político» para repensar el conflicto y el posacuerdo. Revista Eleuthera, 21, 66-88. DOI: 10.17151/eleu.2019.21.5.

1Para el despliegue del concepto “biopolítica”, recomiendo al lector los desarrollos del concepto agrupados en la serie de ensayos compilados por Giorgi y Rodríguez (2007).

2Para el despliegue del concepto de “necropolítica” remito al lector a Mbembe (2011).

3Para el despliegue del concepto de “psicopolítica” sugiero a Byung-Chul Han (2014).

4Cuando hablamos de “contrato natural” hacemos referencia a Michel Serres (2004).

5Para una reflexión más profunda sobre la escisión entre naturaleza y cultura, remito al lector al texto de Patricia Noguera de Echeverri (2004) titulado El reencantamiento del mundo.

Recibido: 05 de Enero de 2019; Aprobado: 10 de Mayo de 2019

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