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Revista eleuthera

Print version ISSN 2011-4532

Rev. eleuthera vol.21  Manizales July/Dec. 2019

https://doi.org/10.17151/eleu.2019.21.11 

Enfoques

TRADUCCIÓN DEL TEXTO: NETTO, JOSÉ PAULO. INTRODUÇÃO AO ESTUDO DO MÉTODO DE MARX

TEXT TRANSLATION: NETTO, JOSÉ PAULO. INTRODUCTION TO THE STUDY OF MARX’S METHOD

Diana Ramírez-Duarte* 

Mónica María Castañeda** 

Liliana María Bedoya-Restrepo*** 

Dorelia Katerine Zapata-Vásquez**** 

* Universidad Federal de Alagoas. Maceió, Brasil. E-mail: voltopilha@gmail.com. orcid.org/0000-0001-8588-245. https://scholar.google.es/citations?view_op=list_works&hl=es&user=6J1i-TcAAAAJ.

** Fundación Universitaria Claretiana. Medellín, Colombia. E-mail: monica.castaneda@uniclaretiana.edu.co. orcid.org/0000-0002-7148-7421.

*** Sin filiación institucional. Medellín, Colombia. E-mail: lilybedo77@gmail.com. orcid.org/0000-0001-6184-511X.

**** Institución Universitaria Politécnico Grancolombiano. Medellín, Colombia. E-mail: dorezapata@gmail.com. orcid.org/0000-0003-4895-7904. https://scholar.google.es/citations?user=dGnrI4kAAAAJ&hl=es.


Introducción

“Todo comienzo es difícil en cualquier ciencia”.

Karl Marx

La cuestión del método es uno de los problemas centrales (y más polémicos) de la teoría social -lo demuestra el esfuerzo de los clásicos de las ciencias sociales: no fue por casualidad que Durkheim (1975) se detuviese a la construcción de un método para la sociología y que Weber (1992, 2000), además de ocuparse de la conceptualización de las categorías sociológicas, escribió ampliamente sobre metodología. Por eso mismo, toda aproximación seria a tales ciencias implica un esfuerzo de clarificación metodológica (Fernandes, 1980). Y no es casual que siempre que han sido objeto de cuestionamiento, el debate metodológico estuvo en primer plano- así ocurrió, por ejemplo, cuando se tornó visible, en los años 1960-1970 la crisis de la sociología académica (Gouldner, 2000; Morin, 2005; Giddens, 1978) y así se volvió a verificar cuando, ya profundizada esta crisis, las ciencias sociales desarrollaron explícitamente la discusión sobre los “paradigmas” (Santos, 1989, 1995, 2000).

La cuestión del método (que también es polémica en las ciencias que tienen por objeto la naturaleza (Popper, 1980; Geymonat, 1984, 1985; Feyerabend, 1990, 2007) se presenta más problemática en cuanto está más conectada a supuestos de naturaleza filosófica. De hecho, no se puede analizar la metodología durkheimiana sin considerar su enraizamiento positivista, así como no se puede debatir la “sociología comprensiva” de Weber, sin tener en cuenta el neokantismo que constituyó uno de sus soportes.

También en lo relacionado con la teoría social de Marx, la cuestión del método se presenta como un nudo de problemas. Y, en este caso, problemas que no se deben apenas a razones de naturaleza teórica y/o filosófica: se deben igualmente a razones ideológico-políticas -en la medida en que la teoría social de Marx se vincula a un proyecto revolucionario, el análisis y la crítica de su concepción teórico-metodológica (y no solamente) -, estuvieron siempre condicionadas a las reacciones que tal proyecto despertó y continúa despertando.

Durante el siglo XX, en las llamadas “sociedades democráticas”, nadie tuvo sus derechos civiles o políticos limitados por ser durkheimiano o weberiano (pero millares de hombres y mujeres, cientistas sociales o no, fueron perseguidos, presos, torturados, desterrados e incluso asesinados por ser marxistas).

Esta referencia ideológico-política no será tematizada en este brevísimo texto introductorio, elaborado específicamente para estudiantes que se inician en las ciencias sociales y trabajadores y militantes sociales interesados en la comprensión rigurosa de la sociedad en que vivimos (esto explica, inclusive, el carácter de la bibliografía, que es citada apenas en idiomas conocidos). Pero es preciso tener tal referencia siempre en cuenta, porque una parcela considerable de las polémicas en torno al pensamiento de Marx parte tanto de motivaciones científicas como de rechazos ideológicos -al fin y al cabo, Marx nunca fue un obediente servidor del orden burgués: fue un pensador que colocó, en su vida y en su obra, la búsqueda de la verdad al servicio de los trabajadores y de la revolución socialista.

Interpretaciones equívocas

El estudio de la concepción teórico-metodológica de Marx presenta innumerables dificultades (desde las derivadas de su propia complejidad hasta las que se deben a los tratamientos equivocados a los que la obra marxiana fue sometida). Antes de abordar las dificultades específicas del tema, cabe mencionar rápidamente algunos equívocos que se encuentran de las interpretaciones que deformaron, adulteraron y/o falsificaron la concepción teóricometodológica de Marx.

Paradójicamente, cuando se analizan los equívocos y las adulteraciones existentes acerca de esta concepción, se constata que fueron responsables por ellos tanto los propios seguidores de Marx como sus adversarios y detractores. Unos y otros, por razones diferentes, contribuyeron decisivamente para desfigurar el pensamiento marxiano.

En el campo marxista, las deformaciones tuvieron como base las influencias positivistas, dominantes en las elaboraciones de los principales pensadores (Plekhanov, Kautsky) de la Segunda Internacional, organización socialista fundada en 1889 y de gran importancia hasta 1914. Esas influencias no fueron superadas -antes se vieron agravadas, inclusive con incidencias neopositivistas- en el desarrollo ulterior de la Tercera Internacional (organización comunista que existió entre 1919 y 1943) culminando en la ideología estalinista. De ellas resultó una representación simplista de la obra marxiana: una especie de saber total, articulado sobre una teoría general del ser (el materialismo dialéctico) y su especificación (el materialismo histórico). Sobre esta base surgió mucha literatura manualesca, que presenta el método de Marx resumible en los “principios fundamentales” del materialismo dialéctico y del materialismo histórico, siendo la lógica dialéctica “aplicable” indiferentemente a la naturaleza y a la sociedad, bastando el conocimiento de sus leyes (las célebres “leyes de la dialéctica”) para asegurar el buen curso de las investigaciones. Así, el conocimiento de la realidad no demandaría los siempre arduos esfuerzos investigativos, sustituidos por la simple “aplicación” del método de Marx, que habría de “solucionar” todos los problemas: un análisis “económico” de la sociedad proveería la “explicación” del sistema político, de las formas culturales, etc. Si, en un texto célebre de los años 1960, Sartre (1979) ironizaba los resultados obtenidos de esta manera, ya mucho antes, en una carta del 5 de agosto de 1890, Engels protestaba contra procedimientos de este género insistiendo que:

Pero nuestra [de Marx y de él] concepción de la historia es, sobretodo, una guía para el estudio […] Es necesario volver a estudiar toda la historia, deben examinarse en todos los detalles las condiciones de existencia de las diversas formaciones sociales antes de buscar deducir de ellas las ideas políticas, jurídicas, estéticas, filosóficas, religiosas, etc., que les corresponden. (Marx & Engels, 2010, p. 107)

Agrega, todavía, que, en el registro de los manuales, Marx aparece generalmente como un teórico factorialista -él habría sido aquel que, en el análisis de la historia y de la sociedad, situó el “factor económico” como determinante con relación a los “factores” sociales, culturales, etc. También Engels, en la carta de septiembre de 1890, ya advertirá contra esa deformación: recordando que Marx y él sustentaban solamente la segunda tesis en la cual la producción y la reproducción de la vida real apenas en última instancia determinaban la historia, observaba: “Ni Marx ni yo jamás afirmamos más que esto. Sí alguien lo tergiversa, haciendo del factor económico el único determinante, convierte esta tesis en una frase vacía, abstracta, absurda” (Marx & Engels, 2010, pp. 103-104).

Tal concepción reduccionista, que nada tiene que ver con el pensamiento de Marx, es compartida también por muchos de los adversarios teóricos de Marx. Weber, por ejemplo, criticó, en la “concepción materialista de la historia”, las explicaciones “monocausalistas” de los procesos sociales, esto es, explicaciones que pretendían esclarecer todo a partir de una única causa (o “factor”); la crítica es procedente si está relacionada a teorías efectivamente “monocausalistas”, mas es enteramente inepta si se refiere a Marx, una vez que, como destacó uno de sus más cualificados estudiosos, “es el punto de vista de la totalidad y no la predominancia de las causas económicas en la explicación de la historia que distingue de forma decisiva el marxismo de la ciencia burguesa” (Lukács, 1979, p. 14).

Actualmente, en el diversificado y heterogéneo campo de los adversarios (y hasta detractores) de Marx, la crítica se concentra especialmente sobre dos ejes temáticos. El primero dice respecto a una supuesta irrelevancia de las dimensiones culturales y simbólicas en el universo teórico de Marx, con todas las consecuencias de ahí derivadas para su perspectiva metodológica. A pesar de ser ampliamente difundida en medios académicos, se trata de una crítica absolutamente sin propósito, fácilmente refutable con el recurso a la textualidad Marxiana -dados los límites de este escrito introductorio, recuerdo, solamente como contrapruebas, el peso que Marx atribuyó a las “tradiciones” cuando aborda la propiedad comunal entre los esclavos (Marx, 1982, p. 18) y sus permanentes preocupaciones con la especificidad de esferas ideales como el arte (Marx & Engels, 2010; Lukács, s.f., 2009). El segundo eje temático se relaciona a un presunto “determinismo” en el pensamiento marxiano: la teoría social de Marx estaría comprometida por una teleología evolucionista -o sea, para Marx, una dinámica cualquiera (económica, tecnológica, etc.) dirigiría necesaria y compulsoriamente la historia para un fin de antemano previsto (el socialismo). Varios estudiosos ya mostraron de sobra la inconsistencia de esa crítica (Mészáros, 1993; Wood, 2006; Borón, 2007); recientemente, a pesar de todo, ella fue retomada por un teórico posmoderno de gran influencia en Brasil (Santos, 1995), a la que dediqué una nota crítica (Netto, 2004).

Prácticamente, todas esas interpretaciones equívocas pueden ser superadas -suponiéndose un lector sin prejuicios- con el recurso a fuentes que generan un análisis riguroso y cualificado de la obra marxiana como, por ejemplo, los diferenciados estudios de Rosdolsky (2001), Dal Pra (1971), Lukács (1979), Dussel (1985), Bensaïd (1999) y Mészáros (2009).

Entretanto, es la recurrencia a los propios textos de Marx (y, eventualmente, de Marx y Engels) que propicia el material indispensable y adecuado para el conocimiento del método que él descubrió para el estudio de la sociedad burguesa.

El método de Marx: una larga elaboración teórica

Se sabe que Marx (1818-1883) inicia efectivamente su trayectoria teórica en 1841, a los 23 años, al recibir el título de doctor en filosofía por la Universidad de Jena. Pero es entre 1843 y 1844, cuando se confronta polémicamente con la filosofía de Hegel, bajo la influencia materialista de Feuerbach, que comienza a revelar su perfil de pensador original (son de este periodo sus textos Sobre la cuestión judía y Crítica de la filosofía del derecho de Hegel. Introducción).

Sin embargo, es con el estímulo provocado por las formulaciones del joven Engels acerca de la economía política, que Marx va a dirigir sus investigaciones para el análisis concreto de la sociedad moderna, aquella que se engendró en las entrañas del orden feudal y se estableció en la Europa Occidental en la transición del siglo XVIII al XIX: la sociedad burguesa. De hecho, se puede circunscribir como el problema central de la investigación marxiana la génesis, la consolidación, el desarrollo y las condiciones de crisis de la sociedad burguesa, fundada en el modo de producción capitalista.

Esta investigación, de la que resultarán las bases de su teoría social, ocupará a Marx por cerca de 40 años, desde mediados de la década de 1840 hasta su muerte (y se puede localizar su punto de partida en los Manuscritos económicos filosóficos de 1844 y su culminación en los materiales constitutivos de El capital (Marx, 1994 y 1968-1974)). Consolidando esa investigación de toda una vida, más allá del profundo conocimiento que Marx adquirió en su trato con los mayores pensadores de la cultura occidental y de su activa participación en los procesos político-revolucionarios de su época, está su re-elaboración crítica de la acumulación intelectual realizada a partir del Renacimiento y de la Ilustración.

En efecto, la estructuración de la teoría marxiana se apoyó especialmente en tres líneasde-fuerza del pensamiento moderno: la filosofía alemana, la economía política inglesa y el socialismo francés (Lenin, 1977). En una palabra: Marx no hizo tabula rasa del conocimiento existente, sino que partió críticamente de él.

Cabe insistir en la perspectiva crítica de Marx frente a la herencia cultural de la cual era legatario. No se trata, como puede parecer, de una visión vulgar de “crítica”, de posicionarse frente al conocimiento existente para rechazarlo o, en la mejor de las hipótesis, distinguir el “bien” del “mal” del mismo. En Marx, la crítica del conocimiento acumulado consiste en traer al examen racional, tornándonos conscientes, sus fundamentos, sus condicionamientos y sus límites al mismo tiempo que se hace la verificación de los contenidos de ese conocimiento a partir de los procesos históricos reales. Es así como él trata la filosofía de Hegel, los economistas políticos ingleses (especialmente Smith y Ricardo) y los socialistas que lo precedieron (Owen, Fourier, entre otros).

Avanzando críticamente a partir del conocimiento acumulado, Marx emprendió el análisis de la sociedad burguesa con el objetivo de descubrir su estructura y su dinámica. Este análisis, iniciado en la segunda mitad de 1840, configura un largo proceso de elaboración teórica, en el curso del cual Marx fue progresivamente determinando el método adecuado para el conocimiento veraz, verdadero, de la realidad social (Mandel, 1968). Esto quiere decir, simplemente, que el método de Marx no resulta de descubrimientos abruptos o de intuiciones geniales -al contrario, resulta de una demorada investigación: de hecho, es solo después de casi 15 años de investigaciones que Marx formula con precisión los elementos centrales de su método, formulación que aparece en la “Introducción”, redactada en 1857, a los manuscritos que, publicados póstumamente, fueron titulados Elementos fundamentales para la crítica de la economía política. Borrador. 1857-1858 (Marx, 1982, pp. 3-21)1. Son en estas pocas páginas que se encuentran sintetizadas las bases del método que viabilizó el análisis contenido en El capital y la fundación de la teoría social de Marx.

Teoría, método e investigación

Antes de señalar rápidamente el proceso intelectual que surge resumido en la “Introducción” referida arriba, y aun anticipando algo del contenido de este texto de 1857, es preciso esclarecer el significado que tiene la teoría para Marx.

Para él, la teoría no se reduce al examen sistemático de las formas dadas de un objeto, con el investigador describiéndolo detalladamente y construyendo modelos explicativos para dar cuenta -a base de hipótesis que apuntan para relaciones de causa/efecto- de su movimiento visible, tal como ocurre en los procedimientos de la tradición empirista y/o positivista. Y tampoco es la construcción de enunciados discursivos sobre los cuales la llamada comunidad científica puede o no establecer consensos intersubjetivos, verdaderos juegos de lenguaje o ejercicios y combates teóricos, como quieren algunos posmodernos (Lyotard, 2008; Santos, 2000).

Para Marx la teoría es una modalidad peculiar de conocimiento, entre otras como por ejemplo “el arte, el conocimiento práctico de la vida cotidiana, el conocimiento mágico-religioso-cf” (Marx, 1982, p.15). Pero la teoría se distingue de todas esas modalidades y tiene especificidades: el conocimiento teórico es el conocimiento del objeto -de su estructura y dinámica- tal como él es en sí mismo, en su existencia real y efectiva, independientemente de los deseos, de las aspiraciones y de las representaciones del investigador. La teoría es, para Marx, la reproducción ideal del movimiento real del objeto por el sujeto que investiga: por la teoría, el sujeto reproduce en su pensamiento la estructura y la dinámica del objeto que investiga. Y esta reproducción (que constituye propiamente el conocimiento teórico) será tanto más correcta y verdadera, cuanto más fiel el sujeto es al objeto. Detengámonos un poco en este punto tan importante y complejo, comenzando por la propia noción de “ideal”.

Al mencionar la relación de su método con el de Hegel, de quien recogió críticamente la concepción dialéctica, Marx (1968) anotó:

Mi método dialéctico, por su fundamento, difiere del método Hegeliano, siendo enteramente opuesto a él. Para Hegel, el proceso del pensamiento […] es el creador de lo real y lo real es apenas su manifestación externa. Para mí, al contrario, lo ideal no es más que lo material transpuesto para la cabeza del ser humano y por él interpretado. (p. 16)

Así, la teoría es el movimiento real del objeto transpuesto para el cerebro del investigador, es lo real reproducido e interpretado en el plano ideal (del pensamiento). Prosigamos: para Marx, el objeto de la investigación (en el caso de la sociedad burguesa) tiene existencia objetiva, no depende del sujeto, del investigador, para existir. El objetivo del investigador, yendo más allá de la experiencia fenoménica, inmediata y empírica -por donde necesariamente se inicia el conocimiento, siendo esa apariencia un nivel de la realidad y, por tanto, algo importante y no descartable-, es aprehender la esencia (o sea: la estructura y la dinámica) del objeto. En una palabra: el método de investigación que propicia el conocimiento teórico, partiendo de la apariencia, tiene como objetivo alcanzar la esencia del objeto2. Alcanzando la esencia del objeto, esto es: capturando su estructura y dinámica, por medio de procedimientos analíticos y operando su síntesis, el investigador la reproduce en el plano del pensamiento; mediante la investigación, viabilizada por el método, el investigador reproduce, en el plano ideal, la esencia del objeto que investigó.

El objeto de la investigación tiene, insístase, una existencia objetiva, que es independiente de la conciencia del investigador. Pera el objeto de Marx es la sociedad burguesa un sistema de relaciones construido por los hombres, “el producto de la acción recíproca de los hombres” (Marx, 2009, p. 244). Esto significa que la relación sujeto/objeto en el proceso del conocimiento teórico no es una relación de externalidad, tal como se da, por ejemplo, en la biología celular o en la física; antes, es una relación en que el sujeto está implicado en el objeto. Por eso mismo, la investigación -y la teoría que de ella resulta- de la sociedad excluye cualquier pretensión de “neutralidad”, generalmente identificada con “objetividad”, “acerca del debate que, sobre la “objetividad”, se acumuló en las ciencias sociales y en la sociedad marxista, cf.” (Löwy, 1975, pp. 11-36).

Entre tanto, esa característica no excluye la objetividad del conocimiento teórico: la teoría tiene una instancia de verificación de su verdad, instancia que es la práctica social e histórica.

Tomemos un ejemplo: de su análisis del movimiento del capital, Marx (1968) extrajo la ley general de la acumulación capitalista, según la cual, en el modo de producción capitalista, la producción de la riqueza social implica, necesariamente, la reproducción continua de la pobreza (relativa y/o absoluta); en los últimos 150 años, el desenvolvimiento de las formaciones sociales capitalistas sólo ha comprobado la corrección de su análisis, con la “cuestión social” poniéndose y reponiéndose, aún bajo expresiones diferenciadas, sin solución de continuidad. Y todavía otro ejemplo: analizando el mismo movimiento del capital, Marx (1974) descubrió la imposibilidad del capitalismo de existir sin crisis económicas; también, en el último siglo y medio, la práctica social e histórica demostró el riguroso acierto de ese descubrimiento. Esas y otras proyecciones plenamente confirmadas sobre el desarrollo del capitalismo no se deben a cualquier capacidad “profética” de Marx: se deben a que su análisis de la dinámica del capital le permitió extraer de su objeto “la ley económica del movimiento de la sociedad moderna” (Marx, 1968, p. 6) no una “ley” en el sentido de las leyes físicas o de las leyes sociales durkheimianas “fijas e inmutables”, sino una tendencia histórica determinada, que puede ser trabada o contrarrestada por otras tendencias3.

Volvamos a la concepción marxiana de teoría: la teoría es la reproducción, en el plano del pensamiento, del movimiento real del objeto. Esta reproducción, sin embargo, no es una especie de reflejo mecánico, con el pensamiento expresando la realidad tal como un espejo refleja la imagen que tiene delante de sí. Si así fuese, el papel del sujeto que investiga en el proceso del conocimiento, sería meramente pasivo. Para Marx, al contrario, el papel del sujeto es esencialmente activo: precisamente para aprehender no la apariencia o la forma dada al objeto, sino su esencia, su estructura y su dinámica (más exactamente: para aprehenderlo como un proceso), el sujeto debe ser capaz de movilizar un máximo de conocimientos, criticarlos, revisarlos y debe ser dotado de creatividad e imaginación. El papel del sujeto es fundamental en el proceso de investigación. Marx, además, caracteriza de modo breve y conciso tal proceso: en la investigación, el sujeto “ha de apoderarse de la materia, en sus pormenores, de analizar sus diferentes formas de desarrollo y de percibir la conexión que hay entre ellas” (Marx, 1968, p. 16).

En este proceso, los instrumentos y también las técnicas de investigación son los más variados, desde el análisis documental hasta las formas más diversas de observación, recolección de datos, cuantificación, etc.4 Esos instrumentos y técnicas son medios del que se vale el investigador para “apoderarse de la materia”, pero no deben ser identificados con el método: instrumentos y técnicas similares pueden servir (y de hecho sirven), en escala variada, a concepciones metodológicas diferentes. Cabe observar que, en más de un siglo transcurrido después de la muerte de Marx, las ciencias sociales desarrollaron un enorme acervo de instrumentos/ técnicas de investigación, con alcances diferenciados (y todo investigador debe esforzarse por conocer este acervo, apropiarse de él y dominar su utilización).

Es solo cuando está concluida su investigación (y es siempre relevante recordar que, en el dominio científico, toda conclusión es siempre provisoria, sujeta a la comprobación, rectificación, abandono, etc.) que el investigador presenta, expositivamente, los resultados a los que llegó. Y Marx, en la secuencia inmediata de la última citación que hicimos, agrega: “Sólo después de concluido este trabajo [de investigación] es que se puede describir, adecuadamente, el movimiento real. Si esto se consigue, quedará reflejada, en el plano ideal, la vida de la realidad investigada” (Marx, 1968, p. 16).

Como se ve, para Marx, los puntos de partida son opuestos: en la investigación, el investigador parte de preguntas, cuestiones; en la exposición, ya parte de los resultados que obtuvo en la investigación por eso, dice Marx (1968): “Es menester, sin duda, distinguir formalmente el método de exposición del método de investigación” (p. 16).

Es importante observar que, considerando el conjunto de su obra, Marx pocas veces se detuvo explícitamente sobre la cuestión del método. No es casual, de hecho, que Marx nunca haya publicado un texto específicamente dedicado al método de investigación tomado en sí mismo, como algo autónomo en relación a la teoría o a la propia investigación: la orientación esencial del pensamiento de Marx era de naturaleza ontológica y no epistemológica (Lukács, 1979): por eso, su interés no incidía sobre un abstracto “cómo conocer”, sino sobre “cómo conocer un objeto real y determinado” -Lenin, por otra parte, sustentaba, en 1920, que el espíritu del legado de Marx consistía en el “análisis concreto de una situación concreta”. El mismo Lenin, unos pocos años antes, ya comprendería que a Marx no le interesaba elaborar una ciencia de la lógica (como lo hiciera Hegel): le importaba la lógica de un objeto determinado descubrir esta lógica consiste en reproducir idealmente (teóricamente) la estructura y la dinámica de este objeto; es lapidar la conclusión lenineana: “[…] Marx no dejó una Lógica, dejó una lógica de El Capital” (Lenin, 1989, p. 284).

Las formulaciones teórico-metodológicas

Hice hincapié, hace poco, en que el método de Marx no resulta de operaciones repentinas, de intuiciones geniales o de inspiraciones iluminadas. Antes, es el producto de una larga elaboración teórico-científica, madurada en el curso de sucesivas aproximaciones a su objeto. Veamos, muy esquemáticamente, los principales pasos de esa elaboración.

Es en el segundo tercio de 1840 que se encuentran las formulaciones teórico-metodológicas iniciales de Marx. Densas reflexiones materialistas -debidas a la influencia de Feuerbach- ya surgen, nítidas, en una crítica a la filosofía del derecho de Hegel, redirigida en diciembre de 1843/enero de 1844 y luego publicada5. Es especialmente en el curso de 1844, cuando comienza a desplazarse de la crítica filosófica para la crítica de la economía política -como se verifica en los Manuscritos económico-filosófico de 1844, solo hechos públicos en 1932 (Marx, 1994)-, que esas reflexiones ganan una articulación claramente dialéctica. No es por azar que, paralelamente a la redacción de esos Manuscritos…, Marx vuelva a la hegeliana Fenomenología del Espíritu, demostrando el dominio que ya tiene de sus categorías (Marx, 1994). Si la lectura de los Manuscritos… revela un conocimiento todavía insuficiente de la economía política, esto no compromete la seguridad del autor en la manipulación de la dialéctica, manipulación que se profundiza en la secuencia del establecimiento de la relación personal con Engels en el libro que marca el comienzo de su colaboración intelectual, La sagrada familia o La crítica de la crítica crítica, de 1845 (Marx y Engels, 2003), expresión de su confrontación con pensadores alemanes contemporáneos. En varios pasajes, los dos jóvenes autores apuntan la perspectiva teórica a partir de la cual critican filósofos con los cuales, poco tiempo antes, mantenían buenas relaciones intelectuales.

Pero, es en la obra a la que se dedican en seguida, La ideología alemana (escrita en 1845/1846, pero publicada sólo en 1932), que surge la primera formulación más precisa de sus concepciones. Marx y Engels esclarecen que sus análisis tienen presupuestos, pero se trata de presupuestos reales: nos constituyen “los individuos reales, su acción y sus condiciones materiales de vida, tanto aquellas por ellos ya encontradas como las producidas por su propia acción” (Marx & Engels, 2007, p.86-87)6. Y escriben que, por eso mismo, en sus análisis,

no se parte de aquello que los hombres dicen, imaginan o representan, tampoco [de] los hombres pensados, imaginados o representados para, a partir de ahí, llegar a los hombres de carne y hueso; se parte de los hombres realmente activos […], de su proceso de vida real. (Marx y Engels, 2007, p. 94)

En la base de esas ideas está un argumento esencial:

Los hombres son los productores de sus representaciones, de sus ideas y así sucesivamente, pero los hombres reales, activos, tal como son condicionados por un determinado desarrollo de sus fuerzas productivas y por el intercambio que a él corresponden […]. La consciencia no puede ser jamás otra cosa que el ser consciente y el ser de los hombres es su proceso de vida real. […] No es la consciencia que determina la vida, sino la vida que determina la consciencia (Marx y Engels, 2007, p. 94)

Extraída del análisis de la realidad histórica y expresamente materialista, es esta determinación de las relaciones entre el ser y la consciencia de los hombres en sociedad que permitirá a Marx avanzar, en la segunda mitad de 1840, en su análisis de la sociedad burguesa. Pero ella se inserta en la concepción que Marx y Engels ya alcanzaron en este periodo acerca de la historia, de la sociedad y de la cultura y que será desarrollada y profundizada en los años siguientes. Para ambos, el ser social -y la sociabilidad resulta elementalmente del trabajo, que constituirá el modelo de la praxis- es un proceso, movimiento que se dinamiza por contradicciones, cuya superación lo conduce a niveles de creciente complejidad, en los cuales nuevas contradicciones impulsan a otras superaciones. Por estos años, como Engels lo recordará mucho más tarde, ya estaban -él y Marx- adquiriendo “una gran idea fundamental”, que extraerían de Hegel la idea “de que no se puede concebir el mundo como un conjunto de cosas acabadas, sino como un conjunto de procesos” (Marx & Engels, 1963, p. 195). Es a partir de esta “idea fundamental” -proseguirá Engels en otra oportunidad- que

(…) se concibe el mundo de la naturaleza, de la historia y del espíritu como un proceso, esto es, como un mundo sujeto a constante cambio, transformaciones y desarrollo constante, buscando también destacar la íntima conexión que preside este proceso de desarrollo y cambio. Tomada bajo este aspecto, la historia de la humanidad ya no se presentaba como un caos […], sino, al contrario, se presentaba como el desarrollo de la propia humanidad, que correspondía al pensamiento la tarea de seguir […] hasta descubrir las leyes internas, que rigen todo lo que a primera vista se pudiera presentar como obra del azar. (Engels, 1979, p. 22)

A medida que Marx se desplaza de la crítica de la filosofía política a la crítica de la economía política, sus ideas ganan creciente elaboración. Es lo que se verifica en el primer texto en que desarrolla con más rigor la crítica de la economía política -el libro Miseria de la filosofía (1847), de polémica con el socialista francés P.-J. Proudhon-; además, luego de leer la obra de Proudhon (Filosofía de la miseria, 1846) y antes incluso de escribir su réplica, Marx observa, en una carta, que el fracaso teórico de ese pensador se debe a que “no concibe nuestras instituciones sociales como productos históricos y no comprende ni su origen ni su desarrollo” (Marx, 2009, p. 250). En la misma carta, Marx aclara cómo ya concibe la estructura de lo que constituirá el objeto de investigación de toda su vida (precisamente del cual investigará el “origen” y el “desarrollo”):

¿Qué es la sociedad, cualquiera que sea su forma? El producto de la acción recíproca de los hombres. ¿Los hombres pueden escoger, libremente, esta o aquella forma social? Nada de eso. A un determinado estado de desarrollo de las facultades productivas de los hombres corresponde determinada forma de comercio y de consumo. A determinadas fases de desarrollo de la producción, del comercio y del consumo corresponden determinadas formas de constitución social, determinada organización de la familia, de los órdenes o de las clases; en una palabra, una determinada sociedad civil. A una determinada sociedad civil corresponde un determinado estado político, que no es más que la expresión oficial de la sociedad civil. […] Es superfluo añadir que los hombres no son libres para escoger sus fuerzas productivas -base de toda su historia-, pues toda fuerza productiva es una fuerza adquirida, producto de una actividad anterior. Por lo tanto, las fuerzas productivas son el resultado de la energía práctica de los hombres, pero esa misma energía es circunscrita por las condiciones en que los hombres se encuentran colocados, por las fuerzas productivas ya adquiridas, por la forma social anterior, que no fue creada por ellos y es producto de la generación precedente. El simple hecho de que cada generación posterior se depare con fuerzas productivas adquiridas por la generación precedente […] crea en la historia de los hombres una conexión, crea una historia de la humanidad […]. Sus [de los hombres] relaciones materiales forman la base de todas sus relaciones. (Marx, 2009, p. 245)

Y Marx adelanta la indicación que, en los años siguientes, fundamentará persuasivamente: “[…] Los hombres, al desarrollar sus facultades productivas, esto es, viviendo, desarrollan ciertas relaciones entre sí, y […] el modo de estas relaciones cambia necesariamente con la modificación y el desarrollo de aquellas facultades productivas” (Marx, 2009, p. 250).

Todas estas ideas se encuentran en la Miseria de la filosofía y son básicas para la comprensión del método de Marx. Obsérvense dos pasajes del libro:

Las relaciones sociales están íntimamente ligadas a las fuerzas productivas. Adquiriendo nuevas fuerzas productivas, los hombres transforman su modo de producción y, al transformarlo, alterando la manera de ganarse su vida, transforman todas sus relaciones sociales. El molino movido por el brazo humano nos da la sociedad con el soberano; el molino a vapor nos da la sociedad con el capitalista industrial. (Marx, 2009, p. 125)

Los mismos hombres que establecieron las relaciones sociales de acuerdo con su productividad material producen, también, los principios, las ideas, las categorías de acuerdo con sus relaciones sociales. Así, esas ideas, esas categorías son tan poco eternas como las relaciones que expresan. Ellas son productos históricos y transitorios. (Marx, 2009, p. 126)

Es todavía en este texto que Marx adelanta dos ideas fundamentales, que solo se desdoblarán con más elementos cerca de una década después. La primera se refiere a las categorías económicas; escribe: “Las categorías económicas son expresiones teóricas, abstracciones de las relaciones sociales de producción” (Marx, 2009, p. 125). Y más: “Las relaciones de producción de cualquier sociedad constituyen un todo” (Marx, 2009, p. 126). Se trata, en verdad, de dos determinaciones teóricas que constituirán núcleos básicos del método de investigación de Marx, y a ellas volveremos más adelante.

Todas estas concepciones e ideas, fundadas en los estudios históricos y en los análisis de la realidad que acumula a partir de mediados de 18407 (además de las experiencias políticas vividas en el curso de la revolución de 1848), van a adquirir un significado todavía mayor en el periodo que se inicia con el exilio de Marx en Londres (1850). Especialmente a partir de 1852, se dedica obsesivamente al estudio de la sociedad burguesa: analiza documentación histórica, recorre prácticamente toda la bibliografía ya producida de la economía política, acompaña los desarrollos de la economía mundial, tiene en cuenta los avances científicos que rebaten en la industria y en las comunicaciones y considera las manifestaciones de las clases fundamentales (burguesía y proletariado) en cara a la actualidad. Viviendo en Londres, entonces capital del país capitalista más desarrollado, de un imperio de dimensiones mundiales, sede del mayor centro financiero (la city), teniendo a su disposición la imprenta más informada de la economía y la más completa biblioteca de la época (la del British Museum), Marx puede al fin determinar precisamente, en su plena madurez, su objeto de estudio y su método de investigación. Es, pues, al final de casi 15 años de investigación que escribe, entre agosto y septiembre de 1857, la célebre “Introducción”, donde su concepción teórico-metodológica surge nítida8.

Él inicia la “Introducción” delimitando con claridad su objeto de investigación: la producción material, que sólo puede ser producción de “individuos produciendo en sociedad” -y, con eso, Marx descarta figuras aisladas de individuos en las actividades económicas. De hecho, “cuando se trata […] de producción, se trata de la producción en un grado determinado del desarrollo social, de la producción de los individuos sociales”. Por esto mismo, Marx considera que la “producción en general” es una abstracción, que denota apenas un fenómeno común a todas las épocas históricas: el fenómeno de que, en cualquier época, la producción implica siempre un mismo sujeto (la humanidad, la sociedad) y un mismo objeto (la naturaleza)9. Este fenómeno confiere unidad a la historia de la humanidad, pero unidad no es lo mismo que identidad: es preciso distinguir “las determinaciones que valen para la producción en general” de aquellas que dicen respecto a cierta época; de lo contrario, se pierde la historicidad en el análisis, y a las categorías económicas se les atribuyen vigencia y valor eternos. Así, y consecuentemente, Marx especifica que quiere estudiar una determinada forma histórica de producción material: la “producción burguesa moderna”.

Marx está convencido, en función de los estudios históricos que ya había realizado, que “la sociedad burguesa es la organización histórica más desarrollada, más diferenciada de la producción”. Y deja bien claro que el conocimiento riguroso de su producción material no basta para esclarecer la riqueza de las relaciones sociales que se objetivan en el marco de una sociedad así compleja; por ejemplo, en el trato de la cultura, Marx enfatiza en la existencia de una “relación desigual de desarrollo de la producción material de cara a la producción artística” y señala todavía la dificultad para clarificar “de qué modo las relaciones de producción como relaciones jurídicas, siguen un desarrollo desigual”. Pero -por todo el cúmulo teórico que realizó con sus investigaciones anteriores- está igualmente convencido de que el paso necesario e indispensable para aprehender la entera riqueza de esas relaciones sociales consiste en la plena comprensión de la producción burguesa moderna. Sin esta comprensión, será imposible una teoría social que permita ofrecer un conocimiento verdadero de la sociedad burguesa como totalidad (incluyendo, pues, el conocimiento -más allá de su organización económica- de sus instituciones sociales y políticas y de la cultura). Para elaborar la reproducción ideal (la teoría) de su objeto real (que es la sociedad burguesa), Marx descubrió que el procedimiento fundante es el análisis del modo por el cual en él se produce la riqueza material.

La cuestión de la riqueza material -o, más exactamente, de las condiciones materiales de la vida social-, sin embargo, no envuelve apenas la producción, sino que articula todavía la distribución, el intercambio (y la circulación, que es “el intercambio considerado en su totalidad”) y el consumo. ¿Por qué, entonces, comenzar por la producción? La argumentación de Marx, basada en la profundización de sus estudios anteriores y consolidada en el exilio londinense, después de demostrar que la producción es, en parte, consumo y éste, parcialmente, es producción, y también después de relacionarlos con la distribución y con la circulación, lleva al siguiente resultado: estos momentos (producción, distribución, intercambio, consumo) no son idénticos, pero todos “son elementos de una totalidad, diferencias dentro de una misma unidad”.

Pero, sin perjuicio de la interacción entre esos elementos, es dominante el momento de la producción:

La producción se expande tanto a sí misma […] como se extiende a los demás momentos. El proceso comienza de nuevo siempre a partir de ella. Que el intercambio y el consumo no puedan ser el elemento predominante, se comprende por sí mismo. Lo mismo sucede con la distribución […]. Una [forma] determinada de la producción determina, pues, [formas] determinadas del consumo, de la distribución, del intercambio, así como relaciones determinadas de esos diferentes factores entre sí.

Una teoría social de la sociedad burguesa, por lo tanto, tiene que poseer como fundamento el análisis teórico de la producción de las condiciones materiales de la vida social. Este punto de partida no expresa un juicio o una preferencia personal del investigador: es una exigencia que transcurre del propio objeto de investigación, su estructura y dinámica solo serán reproducidas con veracidad en el plano ideal a partir de ese fundamento; el investigador solo será fiel al objeto si atiende a tal imperativo (es evidente que el investigador es libre para encontrar y explorar otras vías de acceso al objeto que es la sociedad y puede, inclusive, llegar a resultados interesantes; entre tanto, tales resultados nunca permitirían articular una teoría social que de cuenta de los niveles decisivos y de la dinámica fundamental de la sociedad burguesa)10.

Una vez determinado su objeto, se le pone a Marx la cuestión de cómo conocerlo, se pone la cuestión del método. Aquí, nada mejor que dar la palabra al propio Marx:

Cuando estudiamos un dado país desde el punto de vista de la Economía Política, comenzamos por su población, su división de clases, su repartición entre ciudades y campo […]; las diferentes ramas de la producción, la exportación y la importación, la producción y el consumo anuales, los precios de las mercancías, etc. Parece que lo correcto es comenzar por lo real y por lo concreto, que son la presuposición previa y efectiva; así, en Economía, por ejemplo, se comenzaría por la población, que es la base y el sujeto del acto social de producción como un todo. Sin embargo, gracias a una observación más atenta, tomamos conocimiento de que esto es falso. La población es una abstracción si despreciáramos, por ejemplo, las clases que la componen. Por su lado, esas clases son una palabra vacía de sentido si ignoramos los elementos en que reposan, por ejemplo: el trabajo asalariado, el capital, etc. Estos suponen el intercambio, la división del trabajo, los precios, etc. El capital, por ejemplo, sin el trabajo asalariado, sin el valor, sin el dinero, sin el precio, etc. no es nada. Así, si comenzáramos por la población, tendríamos una representación caótica del todo y, a través de una determinación más precisa, a través de un análisis, llegaríamos a conceptos cada vez más simples; de lo concreto idealizado pasaríamos a abstracciones cada vez más tenues hasta alcanzar las determinaciones más simples.

Como buen materialista, Marx distingue claramente lo que es del orden de la realidad, del objeto, de lo que es del orden del pensamiento (el conocimiento operado por el sujeto): se comienza “por lo real y por lo concreto”, que aparecen como datos; por el análisis, uno y otro elementos son abstraídos y, progresivamente, con el avance del análisis, se llega a conceptos, a abstracciones que remiten a las determinaciones más simples. Este fue el camino o, si se quiere, el método

[…] históricamente seguido por la naciente economía. Los economistas del siglo XVII, por ejemplo, comienzan siempre por el todo vivo: la población, la nación, el Estado, varios Estados, etc., pero terminan siempre por descubrir, por medio del análisis, cierto número de relaciones generales abstractas que son determinantes, tales como la división del trabajo, el dinero, el valor, etc.

Marx considera que este procedimiento analítico fue necesario en la emergencia de la economía política, pero está lejos de ser suficiente para reproducir idealmente (teóricamente) lo “real” y lo “concreto”. En efecto, después de alcanzar aquellas “determinaciones más simples”, “tendríamos que volver a hacer el viaje de modo inverso, hasta dar de nuevo con la población, pero esta vez no como una representación caótica de un todo, sino como una rica totalidad de determinaciones y relaciones diversas”.

Es este “viaje de vuelta” que caracteriza, según Marx, el método adecuado para la elaboración teórica. El autor aclara:

El último método es manifiestamente el método científicamente exacto. Lo concreto es concreto porque es síntesis de muchas determinaciones, esto es, unidad de lo diverso. Por eso, lo concreto aparece en el pensamiento como el proceso de síntesis, como resultado, no como punto de partida, aunque sea el punto de partida efectivo […]. En el primer método, la representación plena se volatiza en determinaciones abstractas; en el segundo, las determinaciones abstractas conducen a la reproducción de lo concreto por medio del pensamiento. (Cursivas no originales)

Se debe distinguir, a esta altura, para alcanzar la entera comprensión del método que Marx considera “científicamente exacto”, el sentido de “abstracción” y “abstracto”. La abstracción es la capacidad intelectiva que permite extraer de su contextualidad determinada (de una totalidad) un elemento, aislarlo, examinarlo; es un procedimiento intelectual sin el cual el análisis es inviable -además, en el dominio del estudio de la sociedad, el propio Marx insistió con fuerza en que la abstracción es un recurso indispensable para el investigador11. La abstracción, posibilitando el análisis, retira del elemento abstraído sus determinaciones más concretas, hasta alcanzar “las determinaciones más simples”. En este nivel, el elemento abstraído se torna “abstracto” -precisamente lo que no es en la totalidad de la que fue extraído: en ella, él se concretiza dado que está saturado de “muchas determinaciones”. La realidad es concreta exactamente por eso, por ser “la síntesis de muchas determinaciones”, la “unidad de lo diverso” que es propia de toda totalidad. El conocimiento teórico es, en esta medida, para Marx, el conocimiento de lo concreto, que constituye la realidad, pero que no se ofrece inmediatamente al pensamiento: debe ser reproducido por este y sólo “el viaje en sentido inverso” permite esta reproducción. Ya hemos insistido en que, en Marx, hay una continua preocupación en distinguir la esfera del ser de la esfera del pensamiento; el concreto al que llega el pensamiento por el método que Marx considera “científicamente exacto” (el “concreto pensado”) es un producto del pensamiento que realiza “el viaje en sentido inverso”. Marx no vacila en calificar este método como aquel “que consiste en elevarse de lo abstracto a lo concreto”, “único modo” por el cual “el cerebro pensante” “se apropia del mundo”.

Cabe también precisar el sentido de las “determinaciones”: determinaciones son trazos pertinentes a los elementos constitutivos de la realidad; en las palabras de un analista, para Marx, la determinación es un “momento esencial constitutivo del objeto” (Dussel, 1985, p. 32). Por eso, el conocimiento concreto del objeto es un conocimiento de sus múltiples determinaciones -en cuanto más se reproducen las determinaciones de un objeto, más el pensamiento reproduce su riqueza (concreción) real. Las “determinaciones más simples” están puestas en el nivel de la universalidad; en la inmediatez de lo real, ellas se muestran como singularidades- pero el conocimiento de lo concreto se opera envolviendo universalidad, singularidad y particularidad12.

Ahora, el objetivo de la investigación marxiana es, expresamente, conocer “las categorías que constituyen la articulación interna de la sociedad burguesa”. ¿Y qué son “categorías”, de las cuales Marx cita varias (trabajo, valor, capital, etc.)? Las categorías, dice él, “exprimen […] formas de modos de ser, determinaciones de existencia, frecuentemente aspectos aislados de [una] sociedad determinada” -o sea: son objetivas, reales (pertenecen al orden del ser- son categorías ontológicas); mediante procedimientos intelectivos (básicamente, mediante la abstracción), el investigador las reproduce teóricamente (y, así, también pertenecen al orden del pensamiento -son categorías reflexivas). Por eso mismo, tanto real como teóricamente, las categorías son históricas y transitorias: las categorías propias de la sociedad burguesa sólo tienen validez plena en su marco (un ejemplo: trabajo asalariado). Y, una vez que, como vimos, para Marx “la sociedad burguesa es la organización histórica más desarrollada, más diferenciada de la producción” -vale decir: la más compleja de todas las organizaciones de la producción hasta hoy conocida-, es en ella que existe realmente el mayor desarrollo y la mayor diferenciación categorial. De este modo, su reproducción ideal (su teoría) implica la aprehensión intelectiva de esa riqueza categorial (lo que significa decir que la teoría de la sociedad burguesa debe ser también rica en categorías13).

Después de anotar que la sociedad burguesa presenta la organización más desarrollada de la producción, Marx, en una argumentación que prohíbe cualquier procedimiento de naturaleza positivista, observa:

Las categorías que expresan sus [de la sociedad burguesa] relaciones, la comprensión de su propia articulación, permiten penetrar en la articulación y en las relaciones de producción de todas las formas de sociedad desaparecidas, sobre cuyas ruinas y elementos se haya edificada y cuyos vestigios, no ultrapasados todavía, se dejan arrastrar, desarrollando todo lo que antes fuera apenas indicado y que toma asimismo su significación, etc. La anatomía del hombre es la llave para la anatomía del mono. Aquello que en las especies animales inferiores indica una forma superior no puede ser comprendido […] sino cuando se conoce su forma superior. La economía burguesa proporciona la llave de la economía de la antigüedad, etc.

Esta argumentación invierte la vulgar proposición positivista de que “lo más simple explica lo más complejo”: solamente cuando una forma más compleja se desarrolla y es conocida es que se puede comprender enteramente lo menos complejo -es el presente, pues, el que esclarece el pasado. En la sociedad burguesa, la categoría dinero (he aquí un ejemplo del propio Marx) se encuentra mucho más desarrollada que en la Antigüedad -donde funcionaba como medio de intercambio. Si la analizáramos apenas como medio de intercambio, no tendríamos condiciones de detectar sus otras posibles funciones; cuando la analizamos en la sociedad burguesa (donde, además de medio de intercambio, opera como equivalente general, medida de valor, medio de acumulación, medio de pago universal), su pleno desarrollo ilumina su proceso anterior.

Obviamente, afirmándose que el presente ilumina el pasado (o, en otras palabras: que la forma más compleja permite comprender aquello que, en una forma menos compleja, indica potencialidad de posterior desarrollo), no se descuida la necesidad de conocer la génesis histórica de una categoría o proceso -tal conocimiento es absolutamente necesario. Pero de él no deriva el conocimiento de su relevancia en el presente (su estructura y su función actuales). Ambos, estructura y función, pueden presentar características inexistentes o atrofiadas en el momento de su emergencia histórica. Así, las condiciones de la génesis histórica no determinan el desarrollo posterior de una categoría. Por eso mismo, el estudio de las categorías debe conjugar el análisis diacrónico (de la génesis y desarrollo) con el análisis sincrónico (su estructura y función en la organización actual)14.

Mientras tanto, retornemos a la última citación de Marx. Adicionalmente, y consecuentemente con la observación que acabamos de hacer, él advierte: si la economía burguesa proporciona la llave de la economía de la Antigüedad, esto no significa la inexistencia de diferencias históricas -las categorías no son eternas, son históricamente determinadas y esta determinación se verifica en la articulación específica que tienen en las distintas formas de organización de la producción. Esta es la conclusión de Marx: en el estudio de la sociedad burguesa,

[…] sería, pues, impracticable y erróneo colocar las categorías económicas en el segundo orden del cual tuvieron históricamente una acción determinante. […] No se trata de la relación que las relaciones económicas asumen históricamente en la sucesión de las diferentes formas de sociedad. […] Se trata de su jerarquía en el interior de la moderna sociedad burguesa.

Y fue en este sentido que se desarrolló la investigación de Marx: encontrar la articulación específica que la organización burguesa, organización de la producción, confiere a las (sus) categorías económicas. Cuando publicó, dos años después de que escribió la “Introducción” de la que nos ocupamos aquí, los entonces más recientes resultados de sus investigaciones sistemáticas -orientadas por las indicaciones teórico-metodológicas avanzadas en esta “Introducción”- en el ámbito de la crítica de la economía política, Marx sintetizó, en un pasaje célebre, el hilo conductor de sus estudios. El pasaje se encuentra en el prefacio de Para la crítica de la economía política (1859) y es de citación imprescindible, una vez que sintetizaría las conclusiones de aquel mencionado itinerario investigativo de prácticamente 15 años:

En la producción social de la propia vida, los hombres contraen relaciones determinadas, necesarias e independientes de su voluntad, relaciones de producción que corresponden a una etapa determinada de desarrollo de sus fuerzas productivas materiales. La totalidad de esas relaciones de producción forma la estructura económica de la sociedad, la base real sobre la cual se levanta una superestructura jurídica y política y a la cual corresponden formas sociales determinadas de conciencia. El modo de producción de la vida material condiciona el proceso en general de vida social, político y espiritual. No es la conciencia de los hombres la que determina su ser, sino, al contrario, es su ser social el que determina su conciencia. En una cierta etapa de su desarrollo, las fuerzas productivas materiales de la sociedad entran en contradicción con las relaciones de producción existentes o, lo que no puede ser más que su expresión jurídica, con las relaciones de propiedad dentro de las cuales aquellas hasta entonces se habían movido. De formas de desarrollo de las fuerzas productivas esas relaciones se transforman en sus cadenas. Sobreviene entonces una época de revolución social. Con la transformación de la base económica, toda la enorme superestructura se transforma con mayor o menor rapidez. (Marx, 1982, p. 25)

El método de Marx

El lector que nos acompañó hasta aquí estará tal vez preocupado y, con certeza, no le reduce la preocupación el epígrafe que, con bastante cuidado, escogemos para iniciar este texto -“todo comienzo es difícil en cualquier ciencia”-, extraída exactamente de El Capital (Marx, 1968, p. 4). Es que no le ofrecemos, en nombre de Marx, un conjunto de reglas para orientar la investigación; tampoco colocamos a su disposición una lista de definiciones para dirigir la investigación. En estas pocas páginas, apenas resumimos -y de forma muy esquemática: solo presentamos una nota introductoria a la problemática metodológica de Marx- las principales aproximaciones marxianas a la cuestión del método de investigación. Y debemos justificar las razones de este procedimiento.

No ofrecemos al lector un conjunto de reglas porque, para Marx, el método no es un conjunto de reglas formales que se “aplican” a un objeto que fue recortado para una investigación determinada ni, mucho menos, un conjunto de reglas que el sujeto que investiga escoge, conforme a su voluntad, para “encuadrar” su objeto de investigación. Recordemos el pasaje de Lenin que citamos: Marx no nos entregó una lógica, nos dio la lógica de El capital. Esto quiere decir que Marx no nos presentó lo que “pensaba” sobre el capital, a partir de un sistema de categorías previamente elaboradas y ordenadas conforme operaciones intelectivas: (nos) descubrió la estructura y la dinámica reales del capital; no le “atribuyó” o “imputó” una lógica: extrajo de la efectividad del movimiento del capital su (propia, inmanente) lógica -en una palabra, nos dio la teoría del capital: la reproducción ideal de su movimiento real15.

Y para operar esta reproducción, trató de ser fiel al objeto: es la estructura y la dinámica del objeto que comandan los procedimientos del investigador. El método implica, pues, para Marx, una determinada posición (perspectiva) del sujeto que investiga: aquella en que se pone el investigador para, en su relación con el objeto, extraer de él sus múltiples determinaciones.

Tampoco ofrecemos definiciones al lector. Porque procede del descubrimiento de las determinaciones, y porque, en cuanto más avanza en la investigación, más descubre determinaciones -conocer teóricamente es (para usar una expresión frente al profesor Florestan Fernandes) saturar el objeto pensado con sus determinaciones concretas-, Marx no opera con definiciones. En el “viaje en sentido inverso”, las “abstracciones más tenues” y las “determinaciones más simples” van siendo cargadas de las relaciones y de las dimensiones que objetivamente poseen y deben adquirir para reproducir (en el plano del pensamiento) las múltiples determinaciones que constituyen el concreto real.

Pero, sobre todo, procedemos aquí con el cuidado de mantener la indisociable conexión que existe en Marx entre elaboración teórica y formulación metodológica. Los presupuestos desarrollados a lo largo de 1840 encaminan elaboraciones teóricas que son refundidas, revisadas, profundizadas, etc., en el trato del material histórico-social y que rebaten en las propuestas metodológicas; los estudios de 1850, orientados por las formulaciones metodológicas ya alcanzadas, promueven avances teóricos y estos redimensionan exigencias metodológicas. La formulación de la “Introducción” de 1857 es, vista en el proceso del pensamiento de Marx, un punto de llegada y un punto de partida. Es un punto de llegada, en la medida en que resulta de todo el trato teórico anterior y, así, contiene una adecuación de la posición (perspectiva) del investigador a las exigencias del objeto; es un punto de partida, porque señala un nuevo tratamiento del objeto -que va a comparecer en los Elementos fundamentales para la crítica de la economía política. Borrador. 1857-1858. Este nuevo tratamiento teórico, a su vez, implica una depuración todavía mayor de la formulación metodológica (y ambos, tratamiento teórico y formulación metodológica, que constituyen una unidad, surgirán transparentes en El capital). La indisociable conexión que mencionamos impide un abordaje que, en la obra de Marx, autonomice el método frente a la teoría: no es posible, sino al precio de una adulteración del pensamiento marxiano, analizar el método sin la necesaria referencia teórica e, igualmente, la teoría social de Marx se torna inteligible sin la consideración de su método. Como correctamente afirmó Goldmann (1985), en el pensamiento que se apoya en la perspectiva de la totalidad, a la que me referiré a continuación, es ilegítima

(…) una separación rigurosa entre el método y la investigación concreta, que son las dos caras de la misma moneda. De hecho, parece cierto que el método sólo se encuentra en la propia investigación y que ésta sólo puede ser válida y fructífera en la medida en que toma conciencia, progresivamente, de la naturaleza de su propio avance y de las condiciones que le permiten avanzar. (p. 7)

Y es en esta conexión que encontramos plenamente articuladas tres categorías -de nuevo: teórico-metodológicas- que nos parecen nuclear la concepción teórico-metodológica de Marx, tal como esta surge en las elaboraciones de y posteriores a 1857 (aunque rastreadas en su producción anterior). Se trata de las categorías de totalidad, de contradicción y de mediación (Marcuse, 1969; Lukács, 1970, 1979; Barata, 1977).

Para Marx la sociedad burguesa es una totalidad concreta. No es un “todo” constituido por “partes” funcionalmente integradas. Al contrario, es una totalidad concreta inclusiva y macroscópica, de máxima complejidad, constituida por totalidades de menor complejidad. Ninguna de esas totalidades es “simple” -lo que las distingue es su grado de complejidad (es a partir de esta verificación que, para retomar libremente una expresión lukacsiana, la realidad de la sociedad burguesa puede ser aprehendida como un complejo constituido por complejos). Y si hay totalidades más determinantes que otras (ya vimos, por ejemplo, que, en la producción de las condiciones materiales de la vida social, la producción determina el consumo), se distinguen por la legalidad que las rige: las tendencias operantes en una totalidad le son peculiares y no pueden ser trasladadas directamente a otras totalidades. Si así fuese, la totalidad concreta que es la sociedad burguesa sería una totalidad amorfa -y su estudio nos revela que se trata de una totalidad estructurada y articulada. Cabe al análisis de cada uno de los complejos constitutivos de las totalidades, esclarecer las tendencias que operan específicamente en cada una de ellas.

Pero la totalidad concreta y articulada que es la sociedad burguesa es una totalidad dinámica -su movimiento resulta del carácter contradictorio de todas las totalidades que componen la totalidad inclusiva y macroscópica. Sin las contradicciones, las totalidades serían totalidades inertes, muertas -y lo que el análisis registra es precisamente su continua transformación. La naturaleza de esas contradicciones, sus ritmos, las condiciones de sus límites, controles y soluciones dependen de la estructura de cada totalidad -y, nuevamente, no hay fórmulas/ formas apriorísticas para determinarlas: también cabe a la investigación descubrirlas.

En fin, una cuestión crucial reside en descubrir las relaciones entre los procesos ocurrentes en las totalidades constitutivas tomadas en su diversidad y entre ellas y la totalidad inclusiva que es la sociedad burguesa. Tales relaciones nunca son directas; son mediadas no apenas por los distintos niveles de complejidad, sino, sobre todo, por la estructura peculiar de cada totalidad. Sin los sistemas de mediaciones (internas y externas) que articulan tales totalidades, la totalidad concreta que es la sociedad burguesa sería una totalidad indiferenciada -y la indiferenciación cancelaría el carácter de lo concreto, ya determinado como “unidad de lo diverso”16.

Articulando estas tres categorías nucleares -la totalidad, la contradicción y la mediación-, Marx descubrió la perspectiva metodológica que le propició el erguimiento de su edificio teórico. Al ofrecernos el exhaustivo estudio de la “producción burguesa”, nos legó la base necesaria, indispensable, para la teoría social. Si, en inúmeros pasos del conjunto de su obra, Marx fue mucho más allá de aquel estudio, ofreciendo fundamentales determinaciones acerca de otras de las totalidades constitutivas de la sociedad burguesa, el hecho es que su teoría social permanece en construcción -y, en todos los esfuerzos exitosos operados en esta construcción, lo que se constata es la fidelidad a la perspectiva metodológica que acabamos de esbozar. Es en esta fidelidad, a propósito, que reside lo que, en un estudio celebre, Lukács (1979) designó como ortodoxia en materia de marxismo.

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Weber, M. (1992). Metodologia das Ciências Sociais. Vol. I-II. São Paulo, Brasil: Cortez. [ Links ]

Weber, M. (2000). Economia e sociedade. Vol. I-II. Brasília, Brasil: Editora da UnB. [ Links ]

Wood, E.M. (2006). Democracia contra capitalismo. São Paulo, Brasil: Boitempo. [ Links ]

Como citar este artículo: Ramírez, D., Castañeda, M. M., Bedoya, L. M. y Zapata, D. K. (2019). Traducción del texto: NETTO, José Paulo. Introdução ao estudo do método de Marx. Revista Eleuthera, 21, 192-216. DOI: 10.17151/eleu.2019.21.11.

1En el momento en el que escribo, tengo informaciones de que este texto seminal de Marx, en la traducción de Mario Duayer, será publicado en breve, en una co-edición Boitempo (San Paulo)/ Editora UFRJ (Río de Janeiro).

2Para Marx, como para todos los pensadores dialécticos, la distinción entre apariencia y esencia es primordial, en efecto, “toda ciencia sería superflua si la forma de manifestación [la apariencia] y la esencia de las cosas coinciden inmediatamente” (Marx, 1974, p. 939); más aún: “Las verdades científicas serán siempre paradójicas si son juzgadas por la experiencia de todos los días, la cual solamente capta la apariencia engañadora de las cosas” (Marx, 1982, p. 158). Por eso mismo, para Marx, no cabe al científico “mirar” su objeto –el “mirar” es muy propio de los posmodernos, cuya epistemología “sospecha de la distinción entre apariencia y realidad” (Santos, 1995, p. 331).

3En el posfacio la segunda edición (1873) de El capital, Marx cita pasajes de un crítico de su obra que considera haber aprehendido correctamente su método de investigación, contraponiéndolo a los “viejos economistas [que] no comprendieron la naturaleza de las leyes económicas porque las equipararon a las leyes de la física y de la química”; ahora, “es esto lo que Marx contesta. […] Cada periodo histórico, en su opinión, posee sus propias leyes” (Marx, 1968, p. 15). De hecho, Marx escribiera en El capital, a propósito de las “leyes de la población”: “[…] Todo periodo histórico tiene sus propias leyes […], válidas dentro de límites históricos. Una ley abstracta de la población sólo existe para plantas y animales y apenas en la medida en que esté excluida la acción humana” (Marx, 1968, p. 733).

4El propio Marx recurrió a la utilización de distintas técnicas de investigación (hoy caracterizadas como análisis bibliográfico y documental, análisis de contenido, observación sistemática y participante, entrevistas, instrumentos cuantitativos, etc.); se conoce, inclusive, un minucioso cuestionario que elaboró, disponible en Thiollent (1986).

5Se trata del ensayo Crítica de la filosofía del derecho de Hegel. Introducción, que no debe ser confundido con el manuscrito de 1843, conocido como Crítica de la filosofía del derecho de Hegel, Manuscrito de Kreuznach, Manuscrito de 1843, etc. y sólo publicado en 1927 –ambos están disponibles en Marx (2005).

6Se observa en esta formulación la anticipación de un pasaje célebre de El 18 brumario de Luis Bonaparte, en el cual los hombres son tomados como, simultáneamente, autores y actores de la historia: “Los hombres hacen su propia historia, pero no la hacen como quieren; no la hacen bajo circunstancias de su elección y sí bajo aquellas con las que se enfrentan directamente, legadas y transmitidas por el pasado” (Marx, 1969, p. 17). La misma línea de argumentación comparecerá en la crítica de Marx a Proudhon, como el lector verificará en una citación que se hará a continuación.

7No se olvide que Marx, de 1848 hasta el final de su vida, fue un permanente “analista de coyunturas” (históricas, políticoeconómicas y sociales). Los incontables análisis que produjo –generalmente publicados en periódicos y revistas– contribuyeron en buena medida para su cúmulo teórico. Para ejemplos de esos análisis, cf. Marx (1969, 1986 y 1987).

8En este y en los siguientes párrafos no me remitiré a las páginas de donde se extraen las citaciones de Marx, ya que retiradas de la “Introducción”, todas provienen de Marx (1982).

9Años después, en El Capital, determinará el proceso de trabajo humano (“proceso en el que el ser humano, con su propia acción impulsa, regula y controla su intercambio material con la naturaleza”) como siempre constituido por tres elementos: “la actividad adecuada a un fin, a saber, el propio trabajo; la materia a la que se aplica el trabajo, el objeto de trabajo; los medios de trabajo, el instrumental de trabajo” (Marx, 1968, p. 202).

10Es el caso, para quedarnos entre los “clásicos” de las ciencias sociales, de Durkheim y Weber. En sus obras, se encuentran análisis y proposiciones que ofrecen indicaciones pertinentes a la comprensión de la vida social; dadas, sin embargo, sus concepciones teóricas y metodológicas (conducentes a pensar las relaciones sociales en el marco de una ciencia particular y autónoma, la Sociología, de ella excluida precisamente la cuestión de la producción material, convertida en objeto de otra disciplina académica, la economía), ellos –incluso Weber, que, se sabe, se interesaba por la economía– no fueron capaces de elaborar una teoría social apta para dar cuenta de la articulación entre relaciones sociales y vida económica. Para una crítica de principio a la sociología como ciencia particular y autónoma (Lukács, 1968).

11“[...] En el análisis de las formas económicas, no se puede utilizar ni microscopio ni reactivos químicos. La capacidad de abstracción sustituye esos medios” (Marx, 1968, p. 4).

12El análisis cuidadoso de estas categorías se encuentra en Lukács (1970, 1979).

13Es precisamente esta riqueza categorial que no aparece en las exposiciones que generalmente pretenden divulgar “el método de Marx” –su conocimiento exige la lectura de la obra del propio Marx, en especial El Capital.

14He aquí por qué Lucien Goldmann califica el método de Marx como “genético-estructural” y György Lukács lo designa como “histórico-sistemático”.

15Y es innecesario decir que esta reproducción ideal, cuya validez viene reafirmando la historia real del capitalismo del último siglo y medio, en la medida en que es necesaria, no es suficiente para dar cuenta del capitalismo contemporáneo: nuevos fenómenos, señalando nuevos procesos, emergieron en la dinámica del capital, fenómenos y procesos que Marx no examinó (y ni podría haberlo hecho). Pero es el método por él descubierto que ha posibilitado el tratamiento crítico-analítico de la contemporaneidad, en autores tan diversos como Mandel, Mészáros, Harvey y tantos otros.

16El marxista que mejor esclareció la concepción de totalidad en la obra de Marx fue Lukács. Después de criticar la concepción de totalidad tal como la piensa la filosofía burguesa (bien como su adulteración por el fascismo), escribe: “La verdadera totalidad, la totalidad del materialismo dialéctico, […] es una unidad concreta de fuerzas opuestas en una lucha recíproca; esto significa que, sin causalidad, ninguna totalidad viva es posible y que, además, cada totalidad es relativa; significa que, en relación con un nivel más alto o en relación con un nivel más bajo, resulta de totalidades subordinadas y, a su vez, es función de una totalidad y de un orden superiores; siguiendo, pues, que esta función es igualmente relativa. En fin, cada totalidad es relativa y mutable, aun históricamente: esta puede agotarse y destruirse –su carácter de totalidad subsiste apenas en el marco de circunstancias históricas determinadas y concretas” (Lukács, 2007, p. 59). Mészáros observa que, con esta concepción, extraída del pensamiento de Marx, se evita tanto el misticismo de la totalidad –tomada directamente en su inmediaticidad, con la supresión de sus mediaciones–, que el fascismo cultivó, como su extremo opuesto, vale decir, su negación, que lleva a la fragmentación y a la psicologización de la vida social (Parkinson, 1973, p. 78).

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