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Revista eleuthera

Print version ISSN 2011-4532

Rev. eleuthera vol.23 no.1 Manizales Jan./June 2021  Epub Sep 28, 2021

https://doi.org/10.17151/eleu.2021.23.1.6 

Enfoques

Surgimiento del trabajo social en Colombia: análisis histórico-crítico de 1920 a 1950*

Emergence of Social Work in Colombia: historical-critical analysis from 1920 to 1950

Nora Liliana Guevara-Peña1 

René Mauricio Beltrán-Camargo2 

1 Fundación Universitaria Católica Lumen Gentium. Cali, Colombia. E-mail: nl.guevarap@gmail.com. orcid.org/0000-0001-5652-1428. https://scholar.google.es/citations?hl=es&user=a9hy-EoAAAAJ.

2 Corporación Universitaria Minuto de Dios. Bogotá, Colombia. E-mail: rbeltran@uniminuto.edu.co. orcid.org/0000-0002-0245-3447.


Resumen

Objetivo.

Aportar desde un análisis histórico-crítico al reconocimiento de las determinaciones históricas que marcaron el surgimiento del trabajo social entre 1920 y 1950.

Metodología.

Desde un análisis histórico de carácter cualitativo con base en análisis documental y entrevistas, se analiza la consolidación del desarrollo industrial, el proyecto político liberal y el movimiento de mujeres, que en conjunto con otros elementos históricos, políticos y sociales marcaron y caracterizaron el surgimiento profesional.

Resultados.

Se identifican los elementos históricos que dieron origen al trabajo social en Colombia dejando de lado miradas endógenas o historiográficas de la profesión, permitiéndose aclarar el panorama alrededor del antes y después del surgimiento del trabajo social en Colombia.

Conclusión.

El análisis sobre origen del trabajo social en Colombia que se realiza en este artículo supera las miradas endógenas que desde la academia se han propiciado y ubica la relación entre la historia del país y el surgimiento profesional.

Palabras clave: Trabajo Social; contexto histórico colombiano; surgimiento profesional; perspectiva histórico-crítica

Abstract

Objective.

To contribute, from a historical-critical analysis, to the recognition of the historical determinations that marked the emergence of Social Work between 1920 and 1950.

Methodology.

From a qualitative historical analysis based on documentary analysis and interviews, the consolidation of industrial development, the liberal political project and the women’s movement are analyzed, which together with other historical, political and social elements marked and characterized the professional emergence.

Results.

The historical elements that gave rise to Social Work in Colombia are identified, leaving aside endogenous or historiographic views of the profession, making it possible to clarify the panorama around the before and after of the emergence of Social Work in Colombia.

Conclusion.

The analysis on the origin of Social Work in Colombia that is carried out in this article goes beyond the endogenous views that academia has fostered and locates the relationship between the history of the country and professional emergence.

Key words: Social Work; Colombian historical context; professional emergence; historical-critical perspective

Introducción

Estudiar y analizar el surgimiento del trabajo social en Colombia, requiere reconocer la realidad del país durante las décadas de 1920-1950, las cuales se ubican como antecedentes y continuidad necesarios de la aparición y desarrollo de la profesión en sus primeros años. Esto permite identificar con mayor claridad la existencia de una serie de condicionantes económicos, sociales y políticos que propiciaron la apertura de la primera Escuela de Servicio Social en el Colegio Mayor Nuestra Señora del Rosario en la Bogotá de 1936.

Así las cosas, la historia de la profesión no se encuentra anclada a una mirada endógena o centrada en individuos, sino que se extiende a dinámicas propias de la realidad social que terminaron influyendo en la apertura de la primera escuela de servicio social, la cual reprodujo varios aspectos de la malla curricular de la Escuela de Barcelona, donde había sido formada María Carulla de Vergara directora de dicha escuela1. Malla curricular que estaba anclada a la doctrina social de la Iglesia, como una respuesta a la triada entre Iglesia, burguesía y Estado2.

A partir de la investigación “Trabajo Social en Colombia: Análisis Histórico-Crítico” que se desarrolló durante los años 2016 al 2019, por integrantes (profesores, estudiantes y egresados) del Colectivo de Trabajo Social Crítico-Colombia y que contempló un análisis histórico-cualitativo de carácter documental y con algunas entrevistas a varios profesionales de diferentes lugares de Colombia, se ha podido evidenciar que la historia de la profesión ha sido contada de forma escasa y con varias distorsiones en términos de fechas, personajes, dinámicas políticas, sociales, resoluciones ministeriales sobre la apertura de la profesión, etc.3 Lo anterior incita a profundizar este tema a partir del desarrollo de investigaciones alrededor de su historia y hace imperante la actualización de escritos que permitan entender de mejor manera su surgimiento, sus transformaciones y sus desafíos actuales, propiciando así, la reflexión sobre la formación y el quehacer del trabajo social en términos de sus aportes a la sociedad y lo que esta espera del ejercicio profesional.

En la actualidad solo existen dos libros que dan cuenta de la historia del trabajo social en Colombia. El primero, escrito por María Eugenia Martínez en 1981, aborda el origen de la profesión tomando como periodo de tiempo desde 1900 hasta 1975; y el segundo, escrito por Jorge Torres Díaz en 1985, recoge elementos generales de la profesión, desde lo que él denomina la prehistoria del trabajo social, hasta el año de publicación del texto. Adicionalmente, hay una fuente bibliográfica conformada por artículos de revistas y capítulos de libros, todas estas deben alimentarse en tanto será ello lo que posibilite ampliar el debate profesional. El presente artículo recoge hallazgos sobre el surgimiento del trabajo social en Colombia, con el fin de movilizar debates sobre el relato de la profesión y la necesidad de su renovación crítica.

Discusiones y análisis investigativos

Colombia en las décadas de 1920 y 1930

El fin de la segunda década del siglo XX y el inicio de la tercera tuvo entre sus características el aumento de la construcción de infraestructura en el país, la construcción de ferrocarriles, el fortalecimiento de la agroindustria, etc., lo cual, sin duda, posibilitó dos elementos: el primero, la aparición de lo que podría considerarse la clase obrera, la cual trajo consigo la necesidad de organización, por lo que se empieza a configurar el movimiento sindical colombiano.

El segundo, un mayor desarrollo económico que posibilitó aperturas financieras a partir de créditos del exterior, donde el principal aportante era Estados Unidos. Pese a ello, la injerencia estadounidense reforzó en el país la relación de dependencia con la banca internacional e implicó la aplicación de políticas liberales en la economía nacional, ubicando a Colombia en una situación de subordinación con las petroleras (León, 2002). Situación que se verá reflejada en el escaso crecimiento económico y que mejoraría solo hasta final de la década de 1920, producto del aumento de las exportaciones de café y la indemnización económica pagada por el gobierno de Estados Unidos después de la pérdida de Panamá.

Este avance económico no se vio reflejado en la transformación o mejora de las condiciones de vida de la población en el país, de hecho, se llegó a considerar poca preparación de los gobiernos para abordar las condiciones que se le presentaban y tomar decisiones acertadas en cuanto al presupuesto de la nación y las necesidades más prematuras, lo cual, vuelve a conectarse con la aparición del movimiento sindical en tanto termina promoviendo su fortalecimiento en la exigencia por la garantía de mejores condiciones laborales.

En la primera mitad del siglo XX, donde inicia con mayor ímpetu el desarrollo industrial en el país a partir del excedente que deja la industria cafetera, es Antioquia la región que en términos de industrialización tendrá mayores avances para la época. Los terratenientes y productores de café van a impulsar el desarrollo del capitalismo, tal como se manifiesta:

El capitalismo colombiano habría de despegar a inicios del siglo XX con la llegada del café a los mercados internacionales. Aparecen fincas de pequeños propietarios que exportan sus granos y obtienen un ingreso onetario con el cual adquieren bienes de consumo. Así toma forma algo que ya podemos llamar mercado nacional. (Palacio y Velásquez, 2017, p. 1)

Sin embargo, a diferencia del desarrollo del capitalismo en otros lugares del mundo, este avance no implicó la confrontación de una burguesía naciente con los terratenientes, ya que fueron estos últimos quienes impulsaron la creación de la industria.

En la culminación de la década de 1920, los cambios en el país sustentados en dinámicas sociales y económicas van a dar un giro importante con la caída del gobierno conservador, antecedido entre muchas otras situaciones por la masacre de las bananeras que van a terminar por lapidar dicho gobierno. A lo cual se sumaría una profunda crisis económica mundial (crisis del 29) que se manifestaba en el aumento del desempleo y la desigualdad social. Dicho contexto va a dar paso a manifestaciones políticas alternativas, como el Partido Comunista y la UNIR creada por Jorge Eliecer Gaitán.

En este contexto de tensión política en 1930, asume el poder el político liberal Enrique Olaya Herrera, después de 45 años de hegemonía de los conservadores, quien dentro de sus propuestas en el marco de la política social, desarrolló cambios en la legislación laboral.

Ley 75 de 1931 y decreto 1278 del mismo año, sobre descanso dominical. Ley 133 de 1931, sobre accidentes de trabajo. Ley 1ª de 1931 y decreto 1431 de 1932, sobre jubilación de trabajadores; Ley 33 de 1931 y decreto 800 de 1932, sobre seguro de vida obligatorio. Ley 134 de 1931, decretos legislativos 874 y 1108 de 1932, y artículo 13 del número 849 de 1932, sobre cooperativas. Ley 83 de 1931, sobre sindicalización y huelgas. Decreto 706 de 1930, sobre jurisdicción de la oficina general del trabajo. Ley 129 de 1931, aprobatoria de convenciones internacionales referentes al tratado de Versalles y a la constitución de la Liga de las naciones sobre universalización de principios generales sobre trabajo. (Mira, 2014, p. 92)

Además de algunas transformaciones que, producto de la lucha de las mujeres, reivindicaron sus derechos, como por ejemplo la abolición de la Ley 28 o de capitulaciones matrimoniales, se les reconoció la libertad de disponer de manera libre de sus bienes, realizar transacciones financieras, etc. Ya, para 1934, los liberales ganan nuevamente la contienda electoral, asumiendo la presidencia Alfonso López Pumarejo, quien buscando fortalecer el liberalismo, genera cambios importantes en las dinámicas educativas (manejo de la educación por parte del gobierno) y en términos políticos (sufragio universal para los hombres).

En el plano económico, se amplió la oferta de productos como el metal, los minerales, los productos químicos, así como la instauración de industrias de textiles, de calzado, de tabaco y de bebidas, que implicó el impulso en el proceso de industrialización y la generación de riqueza para el país. Los sindicatos lograron reivindicar su justa lucha a la organización sindical, y se evidenció un importante crecimiento de estos: “Entre 1909-1931 se registró 120 sindicatos y para 1935 el gobierno de López lo hizo con 84, dos años más tarde la cifra fue de 159. Urrutia afirma que entre 1931 y 1941 el número de sindicatos reconocidos fue 659” (Urrutia, 1976; Archila (1989) como se citó en Urrego, 2013, p. 139).

Por otro lado, a partir de las luchas lideradas por mujeres como María Cano, Mercedes Abadía, Lucila Rubio, María Rojas Tejada, entre otras, se conquistaron avances en relación con sus derechos, se cuenta con que para 1934, las mujeres lograron el acceso a la educación superior y para 1935 se presentó este salto histórico con la primera admisión de una mujer a la educación superior en el país.

Adicionalmente, en 1936 las mujeres adquirieron el derecho a ocupar cargos públicos, incluso sin haber sido declaradas ciudadanas, para esa misma fecha quedó abolido el derecho de los hombres de imponer la pena capital, aunque seguían con privilegios con relación a la vida de las mujeres.

En consideración con los dos gobiernos liberales mencionados, se puede indicar que:

El presidente Olaya Herrera reconoció, a través de la Ley 28 de 1932 y del Decreto 1972 de 1933, el derecho de la mujer a administrar sus propios bienes y su acceso a la cultura y a la educación. Poco después, en 1936, el presidente Alfonso López Pumarejo incluyó en la reforma constitucional una cláusula que autorizaba el desempeño de cargos públicos por parte de la mujer. (León y Rojas, 2005, p. 279)

Estos cambios, exigidos, promovidos y ganados por grupos o procesos que históricamente no habían sido reconocidos por el Estado, lograron además la participación de pequeñas fracciones del partido comunista. Pese a esos logros, el avance real en estos días se traducía en miradas económicas, en tanto había múltiples contradicciones entre las formas tradicionales de control político de unas élites establecidas históricamente y un nuevo modelo de desarrollo que se oponía a limitaciones del Estado; en parte, por la mirada un poco más abierta del partido liberal de ese entonces, pero a su vez por la participación de esas miradas alternativas ante la realidad presentada en esos tiempos.

El verdadero cambio de la década de 1930 no está donde uno lo esperaba ya que consiste sobre todo en la instauración de un modelo liberal, que caracteriza a Colombia durante varias décadas, a diferencia de otros países latinoamericanos. Este modelo se manifiesta en el plano económico bajo la forma de un modelo liberal de desarrollo y en el plano político bajo la forma de una concepción pluralista de lo político y del poder. (Pecaut, 2010, p. 65)

Bajo este contexto, se enmarcan como hechos importantes el inicio del desarrollo capitalista producto de la apertura industrial del país y el surgimiento de la clase obrera organizada en sindicatos como respuesta a la agudización de la “cuestión social”4, el acceso de las mujeres a la educación superior, la posibilidad de las mujeres de tener sus propios bienes y las luchas lideradas por ellas que seguían avanzando hacia el logro del derecho al voto, en el cual se va a dar apertura a la primera escuela de servicio social en Colombia, apertura que se puede considerar un importante antecedente histórico de lo que sería la formación universitaria del trabajo social, casi dos décadas después.

Surgimiento del trabajo social en Colombia

La primera escuela de servicio social tuvo apertura el 22 de octubre de 1936 en el Colegio Mayor Nuestra Señora del Rosario, iniciando clases en abril de 1937 en el marco del gobierno Liberal de Alfonso López Pumarejo y con la consigna de las luchas ganadas por las mujeres de la época para su ingreso a la educación superior. Será dirigida por María Carulla de Vergara, que, siendo una mujer conservadora, católica y poco cercana a las luchas de las mujeres o a las posturas liberales, logra con las disposiciones, transformaciones y aperturas legislativas, la aprobación de este programa ofrecido exclusivamente a las mujeres.

Cabe mencionar que Carulla, en algunos discursos o escritos, reproduce roles de género referenciados a lo “femenino”5, alrededor de la posibilidad de amar, ser sensibles y sanar/ayudar a otros, que en la época no eran cuestionados y que genera una historización de la profesión en el marco de dicho carácter y la dificultad para que en el escenario del patriarcado, los hombres asumiesen la formación profesional. Va a ser muchos años más adelante que se va a posibilitar dicha apertura, al respecto se mencionaba que:

Esta profesión puede ser ejercida también por el hombre, pero indudablemente es la mujer la llamada a ejercerla, nadie mejor que ella puede llegar al fondo del corazón humano, comprender sus dolores y miserias, al mismo tiempo que aliviarlas y sanarlas, ya que de acuerdo con Santo Tomás, podemos decir que Dios no tomó la sustancia de la cual formó a la mujer, de la cabeza del hombre porque no fue hecha para dominar, tampoco la tomó de sus pies, porque no fue hecha para la servidumbre, pero si la tomó de su corazón porque está hecha para amar. (Carulla, 1938, p. 10)

Con base en lo anterior, es necesario mencionar que la historia del surgimiento del trabajo social se ha hecho usualmente desde una mirada endógena o articulada a visiones individualizadas de personajes puntuales; en ese sentido, la apertura profesional ha sido otorgada a la iniciativa, búsqueda y promoción realizada por Carulla, si bien, no se pueden negar sus gestiones, es necesario contemplar las condiciones sociales y políticas de la década de 1930.

Como se mencionó, la lucha de las mujeres logró entre otros aspectos, la apertura de la educación superior, sin lo cual la inauguración de la escuela hubiese sido imposible. También se contaba con el desarrollo de un gobierno liberal que pese a las posiciones conservadoras y católicas de Carulla, fomenta la posibilidad de brindar la profesión como parte de un avance hacia la modernidad6.

Carulla por su parte, en el marco de su visión católica, burguesa y conservadora, seguía consideraciones de la doctrina social de la Iglesia y de la burguesía, por lo que la escuela de servicio social sería un escenario para atender a la población obrera y apaciguar sus justas luchas.

[...] La situación en Colombia estaba bastante confusa, la población había pasado de un plano de servilismo a uno ya industrializado, donde los trabajadores desconocían sus derechos y sobre todo faltaba un gran sentido de caridad cristiana en las relaciones humanas. Las encíclicas papales eran conocidas, pero todavía no habían sido encarnadas, por tanto, se vivía un clima propicio a las ideas anarquistas y comunistas. En consecuencia, era necesario que la Iglesia tomara conciencia para inducir a las gentes sencillas a responder al momento histórico. (Carulla como se citó en Martínez, 1981, parr. 38)

Adicional a ello, se vio presionada en sus iniciativas, por las enfermeras sociales, quienes leyeron sus ideas de educar a las mujeres en servicio social, como una clara afrenta a su labor y un desprestigio a lo que históricamente llevaban haciendo, lo cual genera ciertas tensiones sociales que debieron ser sorteadas pero que terminan, dados los apoyos expuestos y afianzan el deber ser del servicio social para la época.

Con este contexto, vale la pena resaltar que se hicieron llamados a los movimientos adelantados por las mujeres para que asumieran como propia la formación hasta ese momento incipiente del trabajo social, en el marco de la lucha por la creación de un programa de ciencias sociales para la educación superior; sin embargo, no se han encontrado elementos que permitan comprobar que esta idea se pudiera haber contemplado en algún momento o haya sido tema de debate de las mujeres.

He seguido con profundo interés la labor feminista que con notable acierto y dando pruebas de una firme preparación, ha venido desarrollando en este diario la escritora (Gilma Suamoz)7 [...] habló ayer Doña Gilma de la necesidad de que la Universidad abra una escuela especial de ciencias sociales. El primer paso está dado ya con la Escuela (de Servicio social) [...] y que depende del Colegio Mayor Nuestra Señora del Rosario, lo que es su mejor garantía [...] Sería muy interesante que doña Gilma [...] se pusiera en relación con esta Escuela y estudiara como ella sabe hacerlo, las vastas proyecciones que la Escuela representa en el panorama del feminismo en Colombia. (ELE, Diario La Razón, 1937, p. 6)

Por otro lado, existían otros condicionantes que propiciaron la aparición del trabajo social, o la apertura que en el marco de un colegio mayor de carácter católico, se da para la profesión en Colombia, entre ellos, la alianza evidente entre el Estado, la burguesía y la Iglesia, pero a su vez, el fortalecimiento del movimiento sindical, producto del proceso de industrialización del país, en tanto,

No hay dudas en relacionar el surgimiento del Servicio Social con las carencias propias al orden burgués, con las secuelas necesarias de los procesos que se presentan en la constitución y en el desarrollo del capitalismo, en especial aquellos concernientes al binomio industrialización/urbanización. (Netto, 1992, p. 4)

Así pues, el trabajo social y los elementos políticos que se enmarcaron alrededor de este tenían como fundamentos el control social y la posibilidad de propiciarlo que daban las asistentes sociales en su momento, diría Netto (1992) que “está sólidamente establecida en la bibliografía que de alguna manera estudia el surgimiento del Servicio Social como profesión (...) su vinculación con la llamada “cuestión social” (p. 4), lo cual se enmarca en la relación del movimiento obrero con la misma, y se vislumbra en las condiciones de pauperización que se vivían en las ciudades producto de los inicios de los procesos industriales, que trajo consigo mayor explotación laboral, precarización de la vida del obrero, el éxodo rural y por ende, el crecimiento demográfico en las principales ciudades. En Bogotá, por ejemplo, la acelerada explosión demográfica dio como resultado diversas expresiones de la “cuestión social”, relacionadas con la precaria infraestructura para responder al creciente número de necesidades que ya presentaba la ciudad en relación con la movilidad, vivienda, etc., el hacinamiento, la falta de desarrollo de los servicios públicos y las enfermedades, por demás agravadas por la poca cobertura de asistencia social.

Es claro entonces que existe una mirada limitada en diversas investigaciones sobre la historia o surgimiento del trabajo social, en tanto estas se han centrado en la apertura y trayectoria de la escuela de servicio social del Colegio Mayor Nuestra Señora del Rosario, como una “iniciativa privada liderada por mujeres de clase alta, ignorando de esa manera las diferentes relaciones que la misma institución creó con el Estado y expertos en diferentes campos del conocimiento como estrategia para la articulación de diferentes proyectos de intervención” (Albán, 2018, p. 10).

Dichas estrategias se convirtieron en acciones apresuradas de carácter asistencial, que hacían necesaria la atención tecnificada, principalmente a los obreros por medio de maniobras del gobierno liberal, relacionadas con lo educativo, donde se buscaban desarrollar en diferentes escenarios: lo laboral, la escuela, pero principalmente la familia (visitas sociales) realizando intervención directa sobre las familias de los obreros, potenciando la formación a las esposas y cuidando a los hijos.

Con base en ello, se hace necesario retomar los cuestionamientos realizados por las enfermeras sociales a Carulla, en tanto su respuesta deja entrever parte de las necesidades de atención que se estaban evidenciando.

[...] más apremiante es aquí esta necesidad, pues solo disponemos de un reducido grupo de enfermeras visitadoras. ¿Dónde están las delegadas de los jueces de menores, donde las superintendentas de fábricas y empresas, donde las secretarias sociales y el sinnúmero de visitadoras que las instituciones de asistencia, higiene y previsión están necesitando? (Carulla, El Tiempo, 1937, p. 5)

Se observa que la asistencia o atención de lo social se encontraba presente desde mucho antes de la consolidación de la escuela, pero la misma se hacía de manera incipiente, lo cual se puede catalogar como antecedentes del ejercicio profesional, alejando la idea o conexión exclusiva con la filantropía y la caridad, que si bien van a brindar elementos al considerarse las “protoformas” del servicio social, no será su evolución lo que termine consolidando el trabajo social, sino, las búsquedas por intervenir en la “cuestión social” y en los aportes que la medicina, el derecho, las ciencias sociales y la moral católica, le iban a inyectar a la profesión.

Con estos elementos queda claro que existieron diferentes dimensiones contextuales, enmarcadas en situaciones sociales, políticas, económicas e incluso religiosas de la década de 1930, que permitieron e hicieron necesaria la aparición de una escuela de servicio social en Colombia. Y que, si bien aportó a la formación de las mujeres, también inculcaba su labor en el hogar y buscaba no alejarlas del mismo, por el contrario, fortalecer técnicamente estudios que aportaran a la consolidación familiar, mientras la mujer hacia a la par, asistencia social.

Lo anterior puede verse relacionado con la figura de la Unión Católica Internacional de Servicio Social (UCISS), que tendría una fuerza importante en la difusión de un modelo pedagógico orientado a la formación de mujeres para la asistencia social y atención de la clase obrera, en tanto la UCISS de la mano con el catolicismo y el conservadurismo, van a convertirse en elemento clave para desarrollar, no solo acciones benéfico-asistenciales, educativas o sociales, sino a su vez estrategias desde un rol moralizador y catequista, y así perseguir, controlar y apaciguar los sindicatos obreros que se constituían en las masas de los trabajadores. Era pues un espacio marcadamente anticomunista que dejaba su huella en los procesos de formación en servicio social. De hecho, Carulla, formada en Europa bajo esta perspectiva, traería algunos de los cursos vistos, reproduciendo el catolicismo social y todo lo que para la clase obrera esto implicaba8.

Entonces, la primera escuela de servicio social en Colombia contribuyó con la intención de robustecer la lucha contra la clase obrera y apaciguar sus justas reivindicaciones a partir de elementos propios de la atención con la política social de la “cuestión social”. Esta primera escuela se va a cerrar en 1956, porque María Carulla, según sus familiares, debió comprometerse más con el cuidado de sus hijos, dejando la dirección de esta:

[...] Fuimos creciendo los hijos y fue necesario que ella nos dedicara más tiempo [...] Entonces a ella le fue volviendo (sic) un poquito grande la escuela [...] Ahí quedó Ángela Restrepo [...] y se cerró por falta de personas que asumieran [...]lo que pasa cuando hay mucho protagonismo personal, cuando ellas faltan, las cosas difícilmente continúan. (María Victoria Vergara Carulla, comunicación personal, 14 de abril de 2017)

Esta escuela, durante sus 20 años, va a ser referente de asistencia social en Bogotá. Durante este periodo van a aparecer y crecer nuevos programas en servicio social en ciudades como Medellín, Cartagena, Cali y una segunda escuela en la capital colombiana, ciudades marcadas por el aumento poblacional y las necesidades que esta realidad fue generando en los territorios.

Década de 1940 y consolidación de los colegios mayores

La segunda guerra mundial se va a convertir en la década de 1940 en una pequeña catapulta de la economía colombiana, ya que, dada la escasez de bienes en el mundo, el país se va a blindar con políticas económicas orientadas a proteger sus materias primas. Por esta razón aumentó el desarrollo de la industria, continuó con el desplazamiento de habitantes de la zona rural a la urbana y generó el crecimiento demográfico en las principales ciudades, que eran los lugares donde se concentraban las fábricas y su proceso productivo.

Con el primer censo industrial realizado en el país en 1945, se constata que el sector de bienes de consumo corriente principalmente los alimentos, sería el de mayor desarrollo, de ahí le seguirían los textiles y la industria de bebidas, tal como se muestra en la tabla siguiente:

Tabla 1 Sector de bienes de consumo corriente en Colombia por agrupaciones industriales en 1945. 

Fuente: Contraloría General de la República (1947). Primer Censo Industrial de Colombia - 1945. Resumen General. Bogotá, Imprenta Nacional.

La industria nacional efectivamente se convirtió en un imán poblacional para algunas ciudades principales, generando el crecimiento de la clase obrera, y por ende de diversas expresiones de la “cuestión social”, que serían reprimidas por parte del saliente gobierno liberal de Alberto Lleras Camargo (quien solo estaría un año en el poder) y continuadas por el gobierno conservador. Es en este contexto que asume el poder Mariano Ospina Pérez en el año 1946 y entorpece el avance de los procesos ganados en términos sociales y políticos en Colombia.

El poder del gobierno central que había respaldado las reivindicaciones obreras en 1930-1945 se vuelca desde este último año a favor del capital. El punto de viraje lo marca la represión por el ejército al sindicato de braceros del río Magdalena; en 1945, por el gobierno liberal de Alberto Lleras. Este hecho es muy significativo, pues se trataba de un sindicato muy importante para la economía nacional, y muy combativo: el gobierno salió victorioso en esta confrontación. (Arango, 1983, pp. 50-51)

Los siguientes gobiernos conservadores que irían de 1946 a 1953, van a fortalecer y mantener la represión al movimiento obrero y sindical, dividiendo a los mismos. La Iglesia católica, junto con los jesuitas, va a robustecer la Unión de Trabajadores de Colombia (UTC) frente a la otra central de trabajadores, Confederación de Trabajadores de Colombia (CTC), donde confluían comunistas y liberales. Dentro de las ideas de la Iglesia para dicho ataque se encontraba el uso del periódico obrero, las escuelas dominicales y una labor permanente de las parroquias para atraer a más personas del movimiento obrero (haciéndose ver como sus aliados) y generar división entre los mismos. Entre otras acciones, se encontraba la creación de la Unión Colombiana Obrera por parte de la Arquidiócesis de Bogotá (UCO) y la Juventud Obrera de Colombia (JOC) por parte de los laicos católicos.

La guerra, intensificada por el enfrentamiento entre liberales y conservadores y agudizada por el asesinato de Jorge Eliecer Gaitán en 1948, va a ser también protagonista de esta década, generando un aumento de la represión en el país, una concentración de la misma en campo, que ocasionó el desplazamiento por la violencia de los campesinos hacia la ciudad, y que, contrario a las condiciones difíciles por las que atravesaba esta población, va a generar un mejoramiento sin precedentes de la economía colombiana, en tanto de la mano con el avance industrial, va a aumentar la clase obrera, con la llegada de los campesinos a la ciudad en búsqueda de mejores condiciones de vida.

A mediados del decenio de los cuarenta, y luego de una etapa de recesión, los índices económicos se dispararon hacia arriba. Entre 1945 y 1949 el producto interno bruto, el producto interno per cápita y el ingreso nacional bruto se incrementaron a una tasa anual de 5.9%, 3.6% y 7.5%, respectivamente. Entre 1945 y 1953 la industria creció a la tasa record anual del 9.2%. La agricultura vio aumentar el volumen de producción en un 77% para 1948 y en 113.8% para 1949. (Machado como se citó en Medina, 1989, p. 22)

En términos educativos, existiría una profunda presión alrededor del tema de la formación en la educación superior para las mujeres, que no podría echarse para atrás, pese a las contrarreformas del último gobierno liberal y su continuidad desde el nuevo gobierno conservador. En ese sentido, bajo la Ley 48 de 1945 “El Gobierno Nacional, por conducto del Ministerio de Educación, fomentará la creación de Colegios Mayores de Cultura Femenina, destinados a ofrecer a la mujer carreras universitarias de ciencias, letras, artes y estudios sociales (Artículo 1)”. Esto tendría unas implicaciones sobre la forma como era considerada la mujer y las actividades que se le permitían desarrollar en un contexto conservador, católico y patriarcal consolidado en esta década y en las siguientes.

Leer con claridad este contexto permite comprender que la consolidación de los colegios mayores respondía a dos elementos. El primero, atender las expresiones de la “cuestión social” agudizadas con la situación de los campesinos, con la explotación de los obreros y con las consecuencias que la guerra dejaba para la nación; y el segundo, con la necesidad de cumplir legislativamente con lo orientado frente al acceso de la educación superior a las mujeres, pero sin ceder ante los cambios de los roles femeninos en el ámbito privado, así pues sería la Iglesia, la encargada de la formación y por ende, fortalecería ideas de carácter patriarcal sobre los roles de las mujeres históricamente construidos, y se impediría la posibilidad de que en los colegios mayores se brindaran carreras que superaran el énfasis técnico o el aprendizaje de tareas exclusivas para el hogar. Al respecto, se va a mencionar que “La universidad era para los hombres; no se había pensado jamás en que a ella entrara una mujer” (Laverde como se citó en Barrios, 2015, p. 60).

En ese sentido, los colegios mayores en general y la escuela de servicio social en particular tenían como pretensión mantener a las mujeres en el ámbito privado, mientras el gobierno decía cumplir la ley en términos de lo estipulado en la formación para las mismas. En el caso puntual de las escuelas de servicio social creadas en los colegios mayores de Medellín, Bogotá, Cali y Cartagena, se evidencian diversos cursos destinados a la economía doméstica, cuidado de los hijos, doctrina social de la Iglesia, modistería, juguetería, primeros auxilios, moral, adicional a las disciplinares (psicología, derecho civil, tribunal de menores, etc.), que podría fácilmente engañar alrededor de la débil apertura que se gestaba dentro de la Iglesia y de los gobiernos en relación con la formación profesional de las mujeres en Colombia.

Lo anterior, conllevó a que el pénsum ofrecido fuera debatido previamente con el Ministerio de Educación Nacional, que por demás permitía una fuerte influencia católica en la formación inicial colombiana (Tabla 2).

Tabla 2 Materias de las escuelas de servicio social en colegios mayores. 

Fuente: construcción propia a partir de la revisión documental.

No existe entonces, por ejemplo, una apertura académica frente al debate de la condición de la maternidad y de ser mujer, en relación con las consideraciones feministas tan necesarias y oportunas para la década, o en su defecto una mirada estructural a la realidad del país, así como tampoco miradas orientadas al ejercicio investigativo o al debate académico frente a los aportes profesionales a las problemáticas sociales o a la situación de las ciudades, con el éxodo rural que se presentaba, o con las condiciones de violencia histórica a propósito de los antecedentes de lucha por la tierra. Existe una desconexión entre lo que la realidad estaba demandando y los intereses católicos y conservadores para la formación de la mujer, particularmente de la mujer asistente social.

Estas preparan a la mujer para ejercer obras benéficas y para desempeñarse como ama de casa. Lo cual podría analizarse como una formación que perpetuaba la situación de desigualdad y subordinación de las mujeres adiestrándola para asumir de manera eficiente las funciones del ámbito privado, en donde culturalmente se ha enmarcado su accionar. (Barrios, 2015, p. 80)

Teniendo en cuenta estos antecedentes, la primera escuela de servicio social, creada después de la Ley 48 de 1945, sería la Escuela de Medellín, que iniciaría un proceso de formación ese mismo año, le seguiría la escuela del Colegio Mayor de Cundinamarca en Bogotá en 1946 y posteriormente la escuela del Colegio Mayor de Bolívar en Cartagena en 1947. A partir del Decreto 179 de 1949, los cursos de las escuelas deberán cumplir con la disposición del Ministerio de Educación, respecto a que: “El Ministerio de Educación Nacional determinará cada año las Escuelas que deban funcionar en cada uno de los Colegios Mayores y establecerá los pénsumes y programas para cada una de las Escuelas.” (Parágrafo, artículo 1), lo cual fundamentaría con mayor precisión la formación académica y ayudaría en algún sentido a iniciar un lento divorcio con las direccionalidades de la iglesia católica.

Con estos elementos culminaría el proceso de fortalecimiento de las escuelas de servicio social en los colegios mayores, posterior al surgimiento de la primera escuela en 1936 en Bogotá. Las décadas de los 50 y 60 marcarían para la profesión su consolidación universitaria y la apertura de esta para la formación de los hombres.

Década de 1950, algunos elementos históricos del trabajo social

Aunque no es objeto del presente artículo profundizar en estas décadas, pues se alejan del surgimiento puntual de la profesión, se considera necesario destacar algunos aspectos importantes de la formación profesional en relación con su paso al ámbito universitario y que colocarían de antemano una visión distinta de la formación en trabajo social y de la formación para las mujeres. Este apartado se orienta exclusivamente a dar cuenta de algunos hechos importantes en la profesión.

En 1951 se va a constituir de manera formal la Asociación Colombiana de Escuelas de Servicio Social, conformada inicialmente según Mejía (2014) por las escuelas del Colegio Mayor Nuestra Señora del Rosario, el Colegio Mayor de Cundinamarca, el Colegio Mayor de Bolívar y La Escuela de Servicio Social de Medellín, que sería fundamental para el paso de estas escuelas al ámbito universitario; promovería así, el inicio de la formación en la universidad y propondría un nuevo pensum para la formación de profesionales en trabajo social. Este nuevo pénsum, continuaría con la formación por tres años, pero traería la corriente de Estados Unidos incluyendo los métodos de caso, grupo y comunidad y se empezaría a desarrollar en 1952 aprobado por el Ministerio de Educación Nacional.

La Asociación va a tener una dinámica de reflexión y análisis del proceso de formación de las asistentes sociales en el país, correspondiéndole impulsar el proceso de cambio de una profesión de nivel intermedio y asistencial a una profesión de carácter universitario con una formación científica y metodológica, entendido desde luego este proceso dentro de los procesos de cambio que se vienen dando en el país y en particular en la profesión. (Mejía, 2014, p. 444)

En 1956 se iba a dar el cierre de la escuela de servicio social del Colegio Mayor Nuestra Señora del Rosario, sin embargo, la única información con la que se cuenta sobre el cierre de esta, se mencionó al inicio de este artículo: sobre la preocupación de Carulla de hacerse cargo de su familia y la falta de personas que asumieran la dirección comprometida de la misma. Adicional a la apertura de manera oficial y pública de la escuela de servicio social del Colegio Mayor de Cundinamarca que también pudo haber influido en esta decisión.

Por otro lado, la creación de la ASCUN en 1957 y en la cual la asociación tuvo una participación importante, logró la promoción del debate sobre el paso de las escuelas de servicio social al ámbito universitario, acción que se materializó según Mejía (2014), en 1960 cuando se permitió otorgar a la escuela de servicio social de Medellín, que después pasaría a ser parte de la Universidad Pontificia Bolivariana, el título de Licenciatura en Servicio Social.

En 1962, el Ministerio de Educación a partir del estudio, debate y conclusiones de la Asociación Colombiana de Escuelas de Servicio Social, de la ASCUN y del Fondo Universitario Nacional9, aprueba modificaciones en el pénsum que adicionaba un año más de formación (pasaría de tres a cuatro años). Estas nuevas formas de entender el ejercicio del trabajo social, abrió la posibilidad al debate sobre la realidad del país o por lo menos colocó en la formación, consideraciones sobre la política social, la historia profesional, los aportes de las ciencias sociales y la investigación social, que serían entonces un salto cualitativo fundamental para el desarrollo del trabajo social en Colombia. Tal como se muestra en la tabla del pénsum siguiente:

Tabla 3 Pénsum para las escuelas de servicio social aprobado por el MEN. 

Fuente: construcción propia a partir de la revisión documental.

Es importante mencionar que, en estas décadas, paralelo al crecimiento económico, también crecía la inestabilidad política y la violencia. Lejos de mejorar la situación con la bonanza económica, se dificultaba la división entre partidos, la consolidación de las guerrillas y la llegada al poder de Gustavo Rojas Pinilla a través de un golpe de Estado al presidente conservador Laureano Gómez. La dictadura militar sería derrotada con el paro de 1957, donde participaron partidos políticos, Iglesia católica, trabajadores y estudiantes.

Este contexto, adicional al logro de la lucha de las mujeres en relación al sufragio, la consolidación del ministerio de higiene, la creación de diversas instituciones de carácter asistencial, la reforma laboral, etc., va a permitir el reconocimiento del servicio social como profesión orientada a la atención de las expresiones de la “cuestión social” y que a su vez permite asegurar que el hoy denominado trabajo social10 no surge ni se consolida a partir de ideas individualizadas, sino que por el contrario tiene profundas conexiones con las transformaciones sociales, políticas y económicas, con los procesos organizativos tanto obreros como dentro de la academia, con el avance del feminismo en Colombia y con la creación de diferentes instituciones, ministerios, etc., orientados a la atención de lo social que fueron requiriendo profesiones con formación técnica, tecnológica y universitaria.

Conclusiones

Reconocer las condiciones políticas, económicas y sociales que facilitaron la apertura de las primeras escuelas de trabajo social, permite realizar un análisis más profundo de la profesión que rompa con la mirada ampliamente difundida sobre la evolución de prácticas caritativas y la voluntad de un grupo de personas frente al surgimiento profesional. El trabajo social surge en Colombia durante el periodo del ascenso del capitalismo industrial que inicia en el siglo XIX, pero despega de manera importante a partir de la tercera década del siglo XX, gracias a la bonanza cafetera, la sustitución de importaciones y el dinero recibido por Panamá. El desarrollo industrial trajo consigo la agudización de la “cuestión social”, aumentando la confrontación entre los dueños del capital y la emergente clase obrera. Por esta razón, el Estado contempla la puesta en marcha de políticas que disminuyan la tensión existente, principalmente en la década de 1930.

Así, es posible develar el interés económico, político y la complicidad de la Iglesia, que se suscribieron para el surgimiento de la profesión en aras de frenar el avance obrero y sindical, pero a su vez atender de forma asistencial y paliativa la cuestión social. Aspectos que han sido históricamente objeto de intervención profesional y que si no se analizan y se cuestionan seguirán aportando al manteniendo en todas sus formas del capitalismo contemporáneo11.

No se puede negar, además, que existieron un conjunto de luchas de las mujeres y alternativas, que incidieron o permitieron que las escuelas de servicio social se abrieran y se mantuvieran en el tiempo; sin embargo, estas luchas no estaban centradas en la profesión, sino en la mujer y sus derechos a la educación superior (entre otros). Por tanto, no es posible decir hoy que tuvieron incidencia en la formación profesional, contrario a esto, la moral religiosa con fuerte incidencia en el trabajo social, dada esa triada -burguesía, Estado, Iglesia-, limitó profundamente las posibilidades de análisis y de aporte a las luchas obreras del momento. Estos hechos delinearon los programas de servicio social en el país, con los que se buscaba responder a la exigencia de educación para las mujeres, pero manteniéndolas en el ámbito privado y del cuidado, a su vez que frenaban cualquier posibilidad de reivindicación de clase.

Con lo expuesto hasta aquí se considera que investigar sobre la historia del surgimiento de la profesión no significa una mirada al pasado que rememore sus condiciones, por el contrario, fundamenta la profunda necesidad de debatir alrededor de un proyecto ético-político profesional que permita al Trabajo Social dar cuenta de a quién le ha servido a lo largo de la historia y la importancia de reformar esta acción y pensarse por ende una sociedad justa y digna que se debe construir y por ende la profesión que se requiere para que ello sea posible. Se hace apremiante debatir mallas curriculares, procesos de práctica profesional, tendencias en la formación y desarrollo real de reflexión y pensamiento crítico que se ponga de frente ante la avanzada capitalista y neoliberal, que demanda de la participación del trabajo social en los procesos de luchas y resistencias actuales.

Referencias

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1 Con esto no pretendemos generar la idea, a propósito de Manrique (1993), de que la profesión de trabajo social en América Latina es el “mero reflejo” del europeo, por el contrario, determinar que, si bien Carulla estipuló cursos similares de la malla curricular, la escuela de servicio social en Bogotá no hubiese sido posible sin las condiciones que se pretenden determinar.

2 No es un misterio ya, que la unión de estas tres instancias respondería a un ataque frontal hacia el comunismo o cualquier otro proyecto social alternativo, se buscaba así, que la iglesia ayudara a apaciguar los movimientos obreros y sindicales que se venían gestado y que podrían interrumpir el avance de la burguesía. El trabajo social fue una clara respuesta a estas iniciativas y procesos.

3 Estos elementos harán parte de la presentación de la discusión y hallazgos de la investigación durante los ítems siguientes del artículo, por lo cual no se profundiza en esta introducción.

4 El profesor José Paulo Netto, en su texto Capitalismo monopolista y servicio social del año 1992, va a retomar varios autores y de-terminar que “Por ‘cuestión social’, en el sentido universal del término, queremos significar el conjunto de problemas políticos, sociales y económicos que el surgimiento de la clase obrera impuso en la constitución de la sociedad capitalista. Así, la ‘cuestión social’ está fundamentalmente vinculada al conflicto entre el capital y el trabajo” (Cerqueira Filho, 1982: 21). O, en las palabras de un profesional del servicio social: “La cuestión social no es otra cosa que las expresiones del proceso de formación y desarrollo de la clase obrera y de su ingreso al escenario político de la sociedad, exigiendo su reconocimiento como clase por parte del empresariado y del Estado. Es la manifestación, en el cotidiano de la vida social, de la contradicción entre el proletariado y la burguesía [...]” (Iamamoto, en Iamamoto y Carvalho, 1983, p. 77). 5

5 Históricamente y producto del patriarcado las mujeres han sido ubicadas desde una lógica de lo femenino, profundamente desigual y desde miradas que las sitúan en la debilidad o en roles asociados al cuidado. Lo cual fue reproducido por Carulla en el marco del contexto histórico en que se encontraba, pero vale aclarar que con el paso de la historia y las luchas de las mujeres se ha ido problematizando este lugar y los roles impuestos.

6 No se trata aquí de romantizar el liberalismo en Colombia, más bien reconocer ciertas amplitudes que en términos de derechos se reivindicaron en el país con su llegada en la década de 1930.

7 Seudónimo utilizado por la escritora para no ser perseguida por sus opiniones, por lo cual no es claro cuál feminista de la época era puntualmente y hace imposible seguir sus escritos para indagar si hubo o no acercamiento a la Escuela de Servicio Social.

8 No queremos decir con ello que el Servicio Social en Colombia se desarrolló como un “mero reflejo” de Europa. Lo que sí es claro, es que la UCISS tuvo intenciones logrando, imponer su ideología y su lucha contra cualquier pensamiento alternativo, no solo en Europa sino en América Latina.

9 El Fondo Universitario Nacional, era el organismo superior de la educación universitaria para la época.

10 El cambio de nombre de Servicio Social a Trabajo Social, va a ser instaurado solo hasta la década de 1960, cuando el programa de servicio social del Colegio Mayor de Cundinamarca se traslada temporalmente a la Universidad Nacional de Colombia.

11 Se reconoce que estos elementos pueden generar molestias en un amplio grupo de profesionales, sin embargo, no dar cuenta de la historia genera que la misma se siga repitiendo. Es necesario cuestionar las labores que históricamente ha llevado la profesión y buscar así, en el marco de un debate amplio por el proyecto ético-político profesional la necesaria renovación del trabajo social, con una mirada que vaya en contravía del capitalismo y en vía de la dignidad y la justicia social.

* Artículo de reflexión, resultado de la investigación: “Trabajo Social en Colombia: análisis histórico-crítico (1936-2018)”, realizada en el marco de Convocatoria Interna de Investigación de la Corporación Universitaria Minuto de Dios, durante los años 2016-2019. Esta investigación fue realizada por el colectivo Trabajo Social Crítico Colombia, como un aporte a la compresión desde la línea crítica a la historia del Trabajo Social en el país, replanteando y ampliando el análisis de elementos ya dichos sobre este tema en la profesión.

Como citar este artículo: Guevara, N. L. y Beltrán, R. M. (2021). Surgimiento del trabajo social en Colombia: análisis histórico-crítico de 1920 a 1950. Revista Eleuthera, 23(1), 99-118. http://doi.org/10.17151/eleu.2021.23.1.6.

Recibido: 31 de Marzo de 2020; Aprobado: 05 de Septiembre de 2020

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